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Instituto Superior de Comercio Eduardo Frei Montalva

Lenguaje y Comunicación. Cuarto año medio 2019


Profesor Juan Pablo Burgos T.

RELATOS CONTEMPORÁNEOS: LECTURA Y COMPRENSIÓN


Objetivo: fortalecer la comprensión lectora a través de la aplicación de los contenidos de clases

Instrucciones: Revisa los siguientes fragmentos presentados a continuación y luego responde en tu


cuaderno las preguntas que te planteará tu profesor acerca de ellos.

Texto 1
Los supervivientes de los campos de concentración aún recordamos a algunos hombres que
visitaban los barracones consolando a los demás y ofreciéndoles su único mendrugo de pan. Quizá
no fuesen muchos, pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le
puede arrebatar todo salvo una cosa; la última de las libertades humanas: la elección de la actitud
personal que debe adoptar frente al destino para decidir su propio camino.
(…) Durante ese tiempo, mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con
extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o
no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. Un pensamiento me petrificó: por
primera vez en mi vida comprendía la verdad vertida en canciones de tantos poetas y proclamada
en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más
alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprendí el significado del mayor de los
secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del
hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en
este mundo, todavía puede conocer la felicidad -aunque sea sólo momentáneamente- si
contempla al ser querido. El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl. 1946

Texto 2
Una de las razones que dictan la repugnancia criolla a confesar el indio en nuestra sangre, uno de
los orígenes de nuestro miedo de decirnos lealmente mestizos, es la llamada "fealdad del indio".
Se la tiene como verdad sin vuelta, se la ha aceptado como tres y dos son cinco. Corre parejas con
las otras frases en plomada. "El indio es perezoso" y "el indio es malo".
Cuando los profesores de ciencias naturales enseñan los órdenes o las familias, y cuando los de
dibujo hacen copiar las bestiecitas a los niños, parten del concepto racional de la diferencia, que
viene a ser el mismo aplicable a las razas humanas: el molusco no tiene la manera de belleza del
pez; el pez luce una sacada de otros elementos que el reptil-y el reptil señorea una hermosura
radicalmente opuesta a la del ave, etc., etc.
Debía haberse enseñado a los niños nuestros la belleza diferenciada y también la opuesta de las
razas. El ojo largo y estrecho consigue ser bello en el mongol, en tanto que en el caucásico envilece
un poco el rostro; el color amarillento, que va de la paja a la badana, acentúa la delicadeza de la
cara china, mientras que en la europea dice no más que cierta miseria sanguínea; el cabello crespo
que en el caucásico es una especie de corona gloriosa de la cabeza, en el mestizo se hace
sospechoso de mulataje y le preferimos la mecha aplastada del indio.
En vez de educarle de esta manera al niño nuestro el mirar y el interpretar, nuestros maestros
renegados les han enseñado un tipo único de belleza, el caucásico, fuera del cual no hay apelación,
una belleza fijada para los siglos por la raza griega.
En cada atributo de la hermosura que los maestros nos enseñan, nos dan exactamente el repudio
de un rasgo nuestro; en cada sumando de la gracia que nos hacen alabar nos sugieren la
vergüenza de una condición de nuestros huesos o de nuestra piel. Así se forman hombres y
mujeres con asco de su propia envoltura corporal; así se suministra la sensación de inferioridad de
la cual se envenena invisiblemente nuestra raza, y así se vuelve viles a nuestras gentes
sugiriéndoles que la huida hacia el otro tipo es la única salvación.
El indio es feo dentro de su tipo en la misma relación en que lo es el europeo común dentro del
suyo (…). Alguno alegará que la comparación está viciada porque el punto de arranque son dos
rostros sin paridad; uno redondamente perfecto y otro de discutible perfección. No hay tal; ambos
enseñorean en el mismo filo absoluto de la belleza viril. La ilusión de ventaja la pone solamente el
color; oscurézcase un poco en la imaginación ese blanco sonrosado y entonces se verá la verdad
de las dos cabezas. Gabriela Mistral. El tipo del indio americano. 1932

Texto 3
Consumir es una operación cotidiana e imprescindible que está ligada a la reproducción material
pero también espiritual (cognitiva, emocional y sensorial) de los individuos (...). Confieso ser un
consumidor obsesivo y vicioso. No me gustan los malls pero no por razones de principios.
Básicamente es por la sensación de encierro y de artificialidad, no por desapego de los objetos. Si
bien no me interesan la ropa y los automóviles, me obsesionan los libros, la gastronomía y los
viajes. Cuando se trata de perseguir mis placeres y deseos, mi relación con el gasto carece de
planificación y de correctivos éticos. Gastaría toda mi plata, sin cálculo alguno, en las librerías y
convidaría a mis amigos y a mis hijos a los restaurantes que amo, a comer platos sofisticados y
beber esos vinos que no se encuentran en los supermercados. E iría mañana mismo a Madrid por
el solo placer de ver El jardín de las delicias en el Museo del Prado.
No me preocupa el consumo con un ánimo de predicador virtuoso que quiere alabar su
austeridad. En primer lugar, me preocupa por mi propia relación con el consumo y con el dinero. Si
mi tono resulta moralizador es porque me hablo a mí mismo, tratando de lograr una improbable
autocorrección. Hablo, entonces, de una esclavitud que conozco.
Tomas Moulián, El consumo me consume. 1998

Texto 4
El varón realiza el aprendizaje de los juegos, de su existencia, como un libre movimiento hacia el
mundo; rivaliza en dureza e independencia con los otros varones y desprecia a las niñas. Cuando
trepa a los árboles, como cuando pelea con sus amigos o los enfrenta en juegos violentos, capta su
cuerpo como un medio de dominar a la naturaleza y un instrumento de combate; se enorgullece
tanto de sus músculos como de su sexo y, a través de los juegos, deportes, luchas, desafíos,
pruebas, encuentra un empleo equilibrado de sus fuerzas; conoce al mismo tiempo las lecciones
severas de la violencia, y aprende a recibir los golpes y despreciar el dolor y las lágrimas de la
primera edad. Emprende, inventa, se atreve. Se hace ser al hacer, con un solo movimiento. En la
mujer, por el contrario, hay desde el principio un conflicto entre su existencia autónoma y su «ser-
otro»; le han enseñado que para agradar hay que hacerse objeto, por lo cual tiene que renunciar a
su autonomía. Es tratada como una muñeca viviente y le niegan su libertad, con lo que se anula en
un círculo vicioso, pues cuanto menos ejerza su libertad para comprender, captar y descubrir el
mundo que la rodea, menos recursos encontrará en sí misma y menos se atreverá a afirmarse
como sujeto. El segundo sexo, Simone de Beauvoir. 1949

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