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Crítica de la razón pura – Immanuel Kant

Crítica de la razón pura constituye la obra fundamental de Immanuel Kant, pues contiene las

principales propuestas de su pensamiento filosófico. El objetivo de esta monumental obra consiste

en examinar las posibilidades de la razón como fuente de conocimiento independiente de la

experiencia. Debido a este énfasis, es que algunos autores de manuales filosóficos -entre

ellos Johannes Hessen, autor del célebre texto Teoría del conocimiento- ubican a Kant dentro del

apriorismo en lo referente a la discusión sobre el origen del conocimiento, y en el criticismo

respecto a la posibilidad del conocimiento.

El título de este libro bien podría ser parafraseado como “Examen de las facultades cognitivas de

la razón” o “Análisis de los principios o fundamentos del conocimiento”. Sin embargo, el título

propuesto por Kant contiene implicancias que van más allá de los objetivos explicitados por el

propio autor. No solo se trata de examinar las posibilidades de la razón como fuente de

conocimiento independiente de la experiencia, sino también y paralelamente con lo anterior, de

una justificación a favor de considerar a la Metafísica como una ciencia.

Para ello, Kant dialoga y discute con las posturas filosóficas precedentes, tanto racionalistas

(Leibniz) como empiristas (Hume). Leibniz y Hume, pese a diferir en cuanto origen del

conocimiento -el primero consideraba que la razón era la fuente primordial y el segundo, que lo

era la experiencia- ambos coincidían en que existían juicios analíticos apriori, los cuales eran

fundamento de las ciencias formales como la Matemática y la lógica; y juicios sintéticos a

posteriori, que, a su vez, servían como fundamento de las Ciencias Naturales.

No obstante, Kant procura un intento de mediación entre la dicotomía racionalista/empirista, ya

que plantea la existencia de juicios sintéticos a posteriori. Esto tiene las siguientes implicancias.

Por un lado, significa que Kant no desdeña la importancia de la experiencia como fuente de

conocimiento, sino que concede esta facultad a la razón como a la experiencia, pero resaltando

que “nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no se origina todo en él”. Es decir,

la razón posee una mayor preeminencia sobre la experiencia en cuanto a la capacidad de generar

conocimiento, a pesar que ninguna de las dos tiene la exclusividad de ser una fuente del mismo.

Kant matiza ello afirmando que, si bien razón y experiencia son fuente de conocimiento,

existe una razón pura que posee facultades para adquirirlo con total independencia de la

experiencia. Aquí es donde entra a tallar la objeción de Kant a Hume, pues este último consideraba
que todo conocimiento racional estaba impregnado al menos por una porción de conocimiento

empírico. Aquel discrepa del filósofo inglés porque considera que existe una razón pura, no

“contaminada” por la experiencia, que también aporta conocimientos. De acuerdo a lo anterior,

Kant está en la posición de afirmar que la razón pura permite ampliar nuestros conocimientos con

total prescindencia de la experiencia. Los juicios que demuestran que esto es posible son los juicios

sintéticos a apriori.

Por otro lado, la existencia de juicios sintéticos a priori supone un giro en la concepción de lo que

se entendía como ciencia en aquella época. Kant remeció los criterios que servían como

fundamento para cada tipo de ciencia. Al respecto, Kant concluye que todas las ciencias (inclusive

aquellas concebidas como factuales o naturales) se fundamentan en juicios sintéticos a priori:” los

juicios sintéticos a priori son los fundamentos de toda ciencia teórica de la razón”.

Antes de continuar, es precisar puntualizar algunas conclusiones. La razón no solo obtiene

conocimiento de la experiencia, sino de otras fuentes también a priori de carácter puro. Kant ha

destacado que el error de los empiristas radica en consideran a la experiencia como única fuente

de conocimiento sin contemplar que la experiencia recurre a esquemas formales previos (a priori,

puros), los cuales otorgan certeza de verdad a los juicios empíricos. De lo contrario, si la

experiencia solo recurriera a fuentes a posteriori (no necesarias, ni universales, sino contingentes)

¿cómo podría obtener dicha certeza si todas las reglas por las cuales progresa fueran empíricas y

contingentes? Dicho de otra forma, si reconocemos que los juicios a priori son universales y

necesarios y los empíricos particulares y contingentes, entonces, si los segundos solo dependieran

de otros conocimientos similares, sería imposible que tuvieran algún grado de validez, puesto que

la certeza absoluta la poseen los juicios a priori por las características antes mencionadas.

Entonces, tenemos que el conocimiento se origina tanto en la razón (a priori) como en la

experiencia (a posteriori), pero los principios fundamentales del conocimiento se originan en la

razón; por ello, solo estos merecen ser llamados principios. La experiencia aunque también es una

fuente de conocimiento, posee menores alcances que la razón pura.

Otro de los objetivos de la Crítica fue reivindicar el valor científico de la Metafísica. Kant considera

que es la ciencia que le permitirá dilucidar el problema que se ha planteado: ¿Dónde se origina el

conocimiento? Al tratarse de una disciplina que estudia la posibilidad, principios y alcances de todo

conocimiento a priori, resulta obvia la elección de la misma para sus propósitos. La pregunta por

los principios del Ser, la esencia de las cosas, la nada, Dios, la mente, etc. es campo de la filosofía.

(A lo largo de la historia de la filosofía ha cambiado su definición, pero siempre la Metafísica estuvo


vinculado tema del Ser y a la pregunta por las causas y fundamentos de la existencia). Kant elige

la Metafísica porque su campo de estudio se ubica más allá de la experiencia, allá donde solo

existen conceptos, ideas (lo abstracto) “objetos mucho más excelentes y sublimes en su intención

última, que todo lo que el entendimiento puede aprender en el campo de los fenómenos”.

Proponer a la Metafísica como una ciencia contiene dificultades de las que Kant era muy consiente.

Sin embargo, justifica tal afirmación basándose en la inquietud natural de todo ser humano por

querer saber más y ver acrecentados sus conocimientos. Por ello, en parte, su esfuerzo consiste

en aportar ideas que justifiquen el carácter científico de la Metafísica mediante una sistematización

que estaba en proceso.

La dificultad estaba en que tal paso intermedio podía requerir una digresión mucho mayor que

distrajera la atención de su objetivo primordial: el examen de la razón pura y sus alcances. Por

ello, es que plantea una ciencia particular dentro de la Metafísica a la que llama Crítica de la razón

pura, la cual si se encuentra en la capacidad de sistematizar sin tener que alejarse de su objetivo

inicial. De esta manera, superaba la segunda dificultad que era la multiplicidad de objetos de

estudio de la Metafísica y se concentraba en uno concreto, la razón pura.

La evidente confianza de Kant en las facultades de la razón -no en vano admite que existe una

razón pura- nos lleva a plantear la siguiente cuestión: ¿es la razón infalible? Kant aceptaba la

existencia de juicios universales, lo cuales utilizamos y validamos sin necesidad de verificarlos.

Sobre ellos nos preguntamos de donde vienen o cómo se originaron. Los indicios que Kant presenta

como prueba para confiar en la razón son

1) El tiempo de vigencia del juicio a priori. Desde la antigüedad, venimos apoyándonos en axiomas

geométricos y principios matemáticos que mantienen su actualidad.

2) La validez universal del juicio a priori. Todos los seres humanos, a pesar de sus diferencias

culturales, aceptan la validez de los juicios a priori

3) Grado de certeza. La posibilidad de emitir un juicio errado se compensa con la emitir un juicio

acertado o aproximado que es posible corregir.

La mayor facultad que Kant reconoce en la razón pura es la generación ilimitada de conocimientos:

“arrebatado por una prueba semejante del poder de la razón, el afán de acrecentar nuestro

conocimiento no ve límites”. Siguiendo a Kant para responder la pregunta planteada

anteriormente, nos damos cuenta de que la razón no es infalible, lo cual estaba muy presente

para este filósofo alemán. Por esta razón, es que exige estar alertas ante cualquier juicio de la

razón o de la experiencia. No exime, Kant, a la razón pura de un examen riguroso (sino fijémonos

en el título del libro): lo que nos libra de todo cuidado y de toda sospecha durante la construcción
y nos promete una aparente solidez es lo siguiente: analizar los conceptos que se tiene de los

objetos”. A esta actitud se le llama criticismo. El entusiasmo de Kant por las facultades de la razón

pura se contrapesa con esta actitud, pues también advierte que el uso dogmático de la razón, sin

crítica, conduce a afirmaciones sin fundamento o, en el peor de los casos, a un escepticismo

paralizante y hipercuestionador.

II

La universalidad de la razón se fundamenta en la capacidad exclusivamente humana de poseer

la facultad de emitir juicios. Kant considera que todos los seres humanos, con total prescindencia

de los cultural, poseen dicha facultad, lo cual permite que puedan llegar a acuerdos y superar sus

diferencias, pues estas no tendrían necesariamente un arraigo en la experiencia, en la realidad

material, sino que serían producto de elucubraciones mentales que es posible depurar y corregir

hasta llegar a un juicio cuya universalidad supere toda contingencia particular. La relación entre

lo universal y lo contingente está muy presente en la Crítica. El lenguaje al que Kant recurre para

explicar la existencia de los juicios analíticos y sintéticos a priori como de los exclusivamente

sintéticos a priori es el lenguaje formal de la Matemática y de la Lógica. No recurre al lenguaje

cotidiano porque, dentro de la búsqueda de una esquematización de la razón pura, se ve obligado

a eliminar todo vestigio de contingencia, lo cual está muy presente en el lenguaje cotidiano, ya

que este se inscribe dentro de un contexto pleno de referencias que multiplican en sentido de los

enunciados, a diferencia del lenguaje formal que posee un sentido definido y contextualizado.

Entonces, vemos que el intento de Kant por superar la contingencia es paralelo a su deseo de

buscar estructuras que organicen dicha contingencia.

El problema con la universalidad de la razón en Kant es que, si bien exige una crítica rigurosa

incluso de los juicios racionales, soslaya el hecho que la experiencia personal, el contexto, el

espacio y el tiempo son variables que influyen en la construcción de nuestros juicios. Esto nos

conduce a la siguiente cuestión: ¿qué tan universal puede ser un juicio a priori no formalizado sino

basado en el lenguaje natural? ¿Se puede ignorar que un individuo cuando emite un enunciado lo

hace desde un lugar de enunciación rodeado de una variedad de factores que atraviesan sus

afirmaciones? ¿Está en la posibilidad todo individuo de abstraer sus juicios de toda experiencia

sensible y formalizarlo de manera que no haya en él ningún vestigio de contexto que amplifique

su significado?

Sin embargo, Kant afirmó la universalidad de la razón en cuanta facultad o capacidad humana que

nos dispone a la discusión para llegar a acuerdos, mas no como contenidos que debían ser
universales. La cuestión de los contenidos del juicio exige que estos se sometan a un examen

riguroso.

Kant le imprimió una vuelta de tuerca al giro epistemológico de su época, lo que significó un

presagio de lo que sucedería a inicios y mediados del siglo XX con la incursión de la posmodernidad

que cobró la factura de la soberbia positivista. En buena cuenta, Kant rebatió el paradigma

epistemológico imperante al sostener que toda ciencia se fundamenta en esquemas racionales. La

reacción contra esta perspectiva se dio en el siglo XIX con el auge del positivismo que encumbró

a las ciencias en un lugar expectante y relegó las discusiones metafísicas a un segundo

plano. Todo conocimiento que se preciara de ser científico debía tener un objeto de estudio

sensible, material y recurrir al método experimental.

¿Por qué leer a Kant? los alcances de su pensamiento llegan a nuestros días a través del

universalismo de la razón y de la posibilidad de una ética también universal. El valor de la

universalidad de la razón kantiana está en la facultad humana para generar juicios, en su

capacidad para desarrollarlos, mas no en los contenidos de tales juicios. Está claro que aquello

que se universaliza es el contenido de la razón, sin embargo, ello debe ser producto de la crítica

del contenido del juicio. Posiblemente, Kant entendía que esa facultad de poder auscultar la razón,

es decir, el poder tomar distancia de la propia subjetividad, estaba a disposición de todo ser

humano, lo que le otorga una cualidad universal a la razón en tanto facultad para llegar a acuerdos.

El problema del dogmatismo racionalista puede ser un asunto pendiente por resolver. Una

interpretación fundamentalista de la Crítica podría justificar el hecho de que solo por su cualidad

racional un juicio debe ser admitido. La dictadura de la razón es un riesgo que se corre cuando se

deposita en ella una excesiva confianza en perjuicio de otras variables que intervienen cuando

adquirimos conocimientos. El uso de la fuerza ha sido un medio por el cual se intentó difundir la

Ilustración, las nuevas ideas, la democracia liberal, los derechos humanos, el capitalismo, etc.

Quiero decir que la razón de la fuerza consistió en el recurso para consolidar las ideas que se

tenían por válidas por encima de toda consideración moral. En este sentido, la racionalidad no se

debería distancia de la ética válida e irrefutable que sean sus contenidos.

“La letra con sangre entra” o “Por la razón o por la fuerza” son expresiones que dan cuenta del

fundamentalismo racionalista del cual Kant, posiblemente, hubiera tomado distancia.

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