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FRANCISCO J.

DÍAZ BRITO

Profesor Titular de Derecho Civil


Universidad de La Laguna

LAS FUNDACIONES NAVARRAS


ANTE LA NUEVA LEY ESTATAL
50/2002, DE 26 DE DICIEMBRE
SUMARIO

I. INTRODUCCIÓN
II. NORMATIVA FORAL Y NORMATIVA ESTATAL: SISTEMA DE
RELACIONES
III. LA FUNDACIÓN NAVARRA FRENTE A LAS NUEVAS TENDENCIAS
DEL DERECHO DE FUNDACIONES EN ESPAÑA
1. La fundación en el Derecho Foral navarro
2. La fundación a la luz de la Ley 50/2002

I. INTRODUCCIÓN

La aprobación de la Ley 50/2002, de 26 de diciembre, de Fundaciones por el


Parlamento nacional suscita en aquellas Comunidades Autónomas que cuentan con nor-
mativa propia en la materia incertidumbres similares a las que originó su predecesora
ahora derogada, la Ley 30/1994, de 24 de noviembre, de Fundaciones y de Incentivos
Fiscales a la participación privada en actividades de interés general. El patronato o el
gerente de una fundación que venga actuando al amparo de una normativa autonómica
se preguntará si debe adaptar su funcionamiento y estatutos a la nueva ley. Ante un liti-
gio, los distintos operadores jurídicos, incluido el juez, se cuestionarán qué normativa
debe aplicarse y hasta qué punto. Los notarios al autorizar escrituras de constitución de
fundaciones o los funcionarios al frente de los departamentos administrativos que inte-
gran el Protectorado abrigarán posiblemente dudas semejantes y que, en el fondo,
podríamos reconducir a la siguiente: ¿cuál es el sistema de relaciones entre la normati-
va estatal y la autonómica?
La cavilaciones anteriormente expuestas nunca tuvieron una respuesta formal
durante la vigencia de la Ley 30/1994, pues la única voz autorizada al efecto, el Tribunal
Constitucional, no tuvo ocasión de pronunciarse. Y, en la práctica, cabe intuir que los
operadores jurídicos adoptaron posicionamientos diversos y que no habrá sido infre-
cuente el caso de fundaciones que adaptaron sus estatutos a la normativa estatal a pesar
de que en la práctica actuaron sujetas a una normativa autonómica.

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Desde otra óptica, la relativamente rápida derogación de la Ley 30/1994, cuya


gestación y aprobación por el contrario se dilató excesivamente en el tiempo, obliga al
estudioso de las fundaciones a cuestionarse si las exigencias que en la Exposición de
Motivos de la Ley 50/2002 se aducen para justificar la nueva norma se corresponden
efectivamente con un cambio de rumbo del sector fundacional que deba ser tomado en
consideración por los legisladores autonómicos. ¿Las innovaciones que incorpora la Ley
50/2002 lo son exclusivamente desde la óptica de la legislación estatal o acaso obede-
cen a nuevas necesidades desatendidas por las normativas autonómicas?
El caso de las fundaciones navarras es especialmente atractivo desde las dos pers-
pectivas anteriormente apuntadas.
Navarra es la única Comunidad Autónoma que contaba con una regulación expre-
sa y específica de las fundaciones en el ámbito de su Derecho Civil propio antes de la
entrada en vigor de la Constitución española de 1978 (leyes 44 y ss. de la Compilación
Foral o Fuero Nuevo de 1973). Este dato o circunstancia la sitúa en una posición muy
especial en el ámbito de las reflexiones que pretendo desarrollar, ya que, en lo que se
refiere al sistema de relaciones de la normativa navarra con la estatal, el discurso debe
ser imperativamente distinto al que cabe realizar cuando se habla de leyes de otras
Comunidades Autónomas, forales o no, como más adelante se verá.
Respecto a las nuevas orientaciones que inspiran la Ley 50/2002 y la conve-
niencia de su extrapolación al ámbito normativo autonómico, la situación de Navarra
es también peculiar en la medida en que conviven en esta Comunidad una normativa
que ya cabe calificar de antigua, la recogida en el Fuero Nuevo, y otra más reciente, la
integrada por la Ley Foral 10/1996, que es, en no poca medida, tributaria de los plan-
teamiento recogidos en la hoy derogada Ley 30/1994. Esta dualidad de régimen brinda
un atractivo añadido al análisis acerca de los nuevos derroteros del Derecho de funda-
ciones.
En las siguientes páginas intentaré desarrollar brevemente algunas reflexiones
acerca de los problemas expuestos y que son fruto fundamentalmente de las ideas que
manejé con motivo de mi disertación sobre fundaciones en el Curso de Especialización
en Derecho Civil de Navarra que bajo el título “El Fuero Nuevo de Navarra: 1973-
2003”, ha organizado la Universidad Pública de Navarra.

II. NORMATIVA FORAL Y NORMATIVA ESTATAL: SISTEMA DE RELACIONES

Si nos atenemos a la cronología de los hechos debe afirmarse que tras la aproba-
ción de la Constitución española de 1978 fueron las Comunidades Autónomas las pri-
meras en desarrollar mediante ley el ejercicio del derecho de fundación reconocido en
el artículo 34 de la misma. Cataluña1, Galicia2, Canarias3 y País Vasco4 aprobaron sus
propias leyes sobre fundaciones a ciencia y paciencia del Estado, que no dictó su propia
ley hasta 1994. Podría haberse pensado en aquel momento que una vez vigente una ley
estatal moderna y más ajustada a las necesidades del sector fundacional5, la actividad
normativa de las Comunidades Autónomas decaería. Pero, de hecho, no fue así y

1. Ley 1/1982, de 3 de marzo, de Fundaciones Privadas (derogada por la Ley 5/2001, de 2 de mayo, de
fundaciones).
2. Ley 7/1983, de 22 de junio de 1983, de Régimen de las Fundaciones de Interés Gallego (modificada
por la Ley 11/1991, de 8 de noviembre).
3. Ley 1/1990, de 29 de enero, de Fundaciones Canarias (derogada por la Ley 2/1998, de 6 de abril, de
Fundaciones Canarias).
4. Ley 12/1994, de 17 de junio, de Fundaciones del País Vasco.
5. La Exposición de Motivos de la Ley 50/2002 califica de vetusto, fragmentario, incompleto y aun con-
tradictorio el régimen anteriormente en vigor.
NOTAS Y COMENTARIOS 155

Valencia6, Madrid7 y Castilla-León8 se unieron al grupo de autonomías con leyes propias


en la materia.
Navarra constituye un caso especial, pues contaba con la regulación contenida en
las leyes 44 y siguientes el Fuero Nuevo desde 1973 y, posteriormente, dictó la Ley Foral
10/1996, de 2 de julio, reguladora del Régimen Tributario de las Fundaciones y de las
Actividades de Patrocinio.
De manera que cuando la Ley 50/2002 ha visto la luz estaban vigentes en nues-
tro país ocho leyes autonómicas sobre fundaciones, cuya sistema de relaciones con la
normativa estatal es en la mayor parte de los casos confuso.
El escenario de la convivencia entre la norma estatal y las autonómicas no puede
ser otro, obviamente, que el marcado por la distribución constitucional de competencias
en la materia. Sucede, sin embargo, que ese escenario dista mucho de ser pacífico, pues
mientras el legislador constituyente no contempló expresamente las fundaciones como
materia objeto de reparto competencial, los estatutos de autonomía de muchas
Comunidades Autónomas sí se preocuparon de señalar las competencias exclusivas de
las respectivas Comunidades al respecto. La situación generada por este tratamiento
constitucional y estatutario de las fundaciones es compleja y excede claramente del
propósito de estas líneas9. En consecuencia, me limitaré a indicar que, con independen-
cia del planteamiento o postura que se sostenga al respecto, el hecho cierto e indiscuti-
ble es que las leyes autonómicas se aprobaron sin ser cuestionada su constitucionalidad
y constituyen, por tanto, Derecho vigente dentro de su respectivo ámbito de aplicación,
por más que una, dos o mil leyes estatales de fundaciones pretendan desconocerlo.
Y, efectivamente, el legislador estatal lo ha intentado en dos ocasiones a través de
sendas Disposiciones Finales en la Ley 30/1994 primero y en la Ley 50/2002 ahora. El
objetivo en ambos casos ha sido el mismo: delimitar unilateralmente el margen compe-
tencial del Estado y de las Comunidades Autónomas en materia de fundaciones. A mi
juicio se trata de un modo de proceder que casa mal con el sistema constitucional de
competencias, a pesar de que existe algún pronunciamiento del Tribunal Constitucional
que parece avalar semejante planteamiento en relación con algunos títulos competen-
ciales del Estado10.
Sin embargo, prescindiré en este momento de entrar a analizar los problemas liga-
dos a la constitucionalidad del procedimiento apuntado para centrarme en las peculiares
situaciones a las que por esta vía se puede llegar y que enlazan con los veleidosos cam-
bios de opinión que parece sufrir el legislador estatal en la ingrata tarea de decidir dónde
empiezan y acaban sus competencias y, por extensión los de las Comunidades
Autónomas.

6. Ley 8/1998, de 9 de diciembre, de Fundaciones de la Comunidad Valenciana.


7. Ley 1/1998, de 21 de marzo, de Fundaciones de la Comunidad de Madrid.
El Gobierno de la Nación ha presentado recurso de inconstitucionalidad contra el art. 9.3 y los aparta-
dos 1, inciso final, y 2 de la Disposición adicional primera de la Ley 1/1998, de 2 de marzo, de fundaciones
de la Comunidad de Madrid.
El recurso fue admitido a trámite por Providencia de la Sección Cuarta de 16 junio de 1998 y se centra
exclusivamente en aquellos preceptos de la ley madrileña que implican someter al Protectorado de fundacio-
nes de la Comunidad de Madrid aquellas fundaciones que estén domiciliadas en dicha Comunidad, aunque
su actuación se extienda más allá de dicho ámbito territorial.
Los preceptos impugnados han visto suspendida su aplicación al amparo del artículo 161 de la Constitu-
ción, pues el Gobierno de la Nación solicitó dicha suspensión al presentar el recurso de inconstitucionalidad
y el Tribunal Constitucional acordó mantenerla por Auto de 28 de noviembre de 1998.
8. Ley 13/2002, de 15 de julio, de Fundaciones de Castilla y León.
9. Me he ocupado de la cuestión con detenimiento en mi obra Normativa y competencias de Canarias
sobre fundaciones privadas, Barcelona, 1997. Puede consultarse también la bibliografía que allí cito.
10. Me refiero fundamentalmente a la Sentencia de 23 de julio de 1998, dictada a propósito del recurso
de inconstitucionalidad contra la ley vasca de asociaciones.

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El operador jurídico navarro (lo mismo podría decirse del catalán, el gallego o el
canario) que se aproxime al régimen jurídico de las fundaciones sin excesivas preven-
ciones acerca de la mecánica funcional del sistema de distribución constitucional de
competencias sentirá cierta perplejidad al comprobar que en su respectivo ámbito terri-
torial coexisten una normativa estatal y otra autonómica con notorios desencuentros en
ocasiones11. Así, por ejemplo, podrá comprobar que la ley 46 del Fuero Nuevo, en su
último párrafo, dispone que “Tratándose de fundaciones constituidas por voluntad pri-
vada, el fundador podrá eximir a la fundación de toda intervención administrativa. Sin
embargo, a instancia de cualquier persona, el Ministerio Fiscal podrá inspeccionar la
gestión e instar y ejercitar las acciones procedente.”. En cambio, a tenor del artículo
34.1 de la Ley 50/2002, “El Protectorado velará por el correcto ejercicio del derecho
de fundación y por la legalidad de la constitución y funcionamiento de las fundaciones”.
¿En qué quedamos? ¿Es preceptiva la intervención de la Administración o no?
Si la respuesta la buscamos en la Disposición Final Primera de la ley estatal
habría que concluir que la intervención de la Administración resulta obligada, pues el
artículo 34.1 constituye una de las condiciones básicas para el ejercicio del derecho de
fundación reconocido en el artículo 34 de la Constitución y es de aplicación general al
amparo de lo previsto en el artículo 149.1.1 de la propia Constitución.
Ahora bien, con independencia de lo acertado de la conclusión, el camino segui-
do no es, en mi opinión, el correcto, a pesar de que el Tribunal Contitucional haya abier-
to la puerta a que el legislador estatal pueda unilateralmente desplazar la aplicación de
normativas autonómicas12.
Realizada la anterior precisión, conviene centrarse en analizar qué contenidos
normativos pretende imponer el legislador estatal en el régimen jurídico de las funda-
ciones navarras.
La Disposición Final Primera de la Ley 50/2002 establece que:
“1. Los artículos 2, 3.1, 2 y 3; 4; 14; 31 y 34.1 constituyen las condiciones bási-
cas para el ejercicio del derecho de fundación reconocido en el artículo 34, en relación
con el 53, de la Constitución, y son de aplicación general al amparo de lo previsto en el
artículo 149.1.1 de la Constitución.
2. Los artículos 6, 7 y 37.4 son de aplicación general al amparo de lo previsto en
el artículo 149.1.1 y 8 de la Constitución.
Los artículos 5, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 17.1 y.2, 18.1.2, y 4, 19.1, 22,1 y 2, excepto
el último inciso 29.1, 2, 3 y 5, 30.1, 3 y 4, 32 y 42 constituyen legislación civil y son de
aplicación general al amparo de lo previsto en el artículo 149.1.8 de la Constitución,
sin perjuicio de la aplicabilidad preferente del Derecho Civil Foral o Especial, allí
donde exista.

11. El lego en Derecho posiblemente quedará estupefacto.


12. En el Fundamento Jurídico Noveno de la Sentencia de 23 de Julio de 1998 el Alto Tribunal sostiene
que “art. 149.1.1 habilita, pues, al Estado para regular el contenido primario, las facultades elementales y
los límites esenciales en aquello que sea necesario para asegurar una igualdad de los españoles en el ejerci-
cio del derecho de asociación. La legislación que con base en este precepto constitucional pueda dictar el
Estado deberá sin duda ser respetada por el legislador autonómico titular de la competencia sobre determi-
nadas asociaciones”. Además, acaba el Tribunal señalando que “si el Estado considerara necesario estable-
cer en el futuro esas condiciones básicas y al dictarlas éstas entrarán en contradicción con preceptos de
leyes autonómicas en vigor, éstos últimos quedarían automáticamente desplazados por aquéllas, ya que,
como que ha dicho, constituyen un núcleo de regulación uniforme del que ineludiblemente debe partir la
regulación de los distintos tipos de asociaciones”.
NOTAS Y COMENTARIOS 157

3. Los artículos 17.3; 18.3; 21.3, segundo párrafo; 22.2, último inciso, 35.2 y 43,
constituyen legislación procesal, y son de aplicación general al amparo del artículo
149.1.6 de la Constitución.”.
De todos los contenidos normativos enumerados por el precepto se pueden obviar
en el caso de navarra los recogidos en el segundo párrafo del apartado segundo, en la
medida en que los preceptos del Fuero Nuevo sobre fundaciones serán de aplicación pre-
ferente, según la terminología empleada por el propio legislador estatal. Todos los artí-
culos enumerados en el mencionado apartado no deben preocupar al jurista navarro, que
deberá remitirse en este punto a las normas del Fuero Nuevo. De hecho, Navarra se
encuentra en una situación especial en este punto, pues es la única Comunidad
Autónoma que al entrar en vigor la Constitución contaba con una regulación expresa de
las fundaciones (leyes 44 y ss. del Fuero Nuevo). En consecuencia, es la única
Comunidad respecto a la cual no cabe plantear reparos en cuanto a su competencia para
mantener, desarrollar o modificar dicha normativa al amparo del artículo 149.1.8 de la
Constitución y, de acuerdo con la doctrina del Tribunal Constitucional establecida, entre
otras, en la Sentencia 88/1993, de 12 de marzo13.
El primer apartado de la Disposición Final Primera se ocupa de aquellos aspec-
tos del régimen jurídico de la fundación tal cual lo diseña la Ley 50/2002 que entiende
el legislador estatal que constituyen condiciones básicas para el ejercicio del derecho de
fundación reconocido en el artículo 34 de la Constitución y que, por tanto, son de apli-
cación general14 al amparo de lo dispuesto en el artículo 149.1.1 del texto constitucional.
La idea fundamental que conviene resaltar desde el principio es que lo dispuesto
en este apartado primero no pasa de ser una estimación del legislador estatal acerca de
cuáles son las condiciones básicas que garantizan la igualdad de todos los españoles en
el ejercicio del derecho de fundación, por más que, como ya apunté, el propio Tribunal
Constitucional haya admitido que esa apreciación por sí sola sirva de entrada para des-
plazar la aplicación de las normativas autonómicas que entren en colisión con la
misma15. Además, esa estimación no se sustenta en ninguna jurisprudencia constitucio-
nal16, ni en ningún criterio sólido, pues el propio legislador estatal ha cambiado de pare-
cer en muchos puntos entre el momento en que aprobó la Ley 30/1994 y la fecha en que
ha dictado la Ley 50/2002. Estos cambios de opinión, difícilmente explicable en oca-
siones, constituyen un indicio más de lo inadecuado que resulta asumir como procedi-
miento hábil para delimitar las competencias entre el Estado y las Comunidades
Autónomas las consideraciones unilaterales del legislador estatal.

13. Sobre la situación competencial de Navarra en materia civil cfr. RUBIO TORRANO, E., “El Derecho
Civil Navarro”, en la obra colectiva Derechos Civiles de España, dirigida por Rodrigo Bercovitz y Julián
Martínez-Simancas, Madrid, 2000, pp. 4115 y ss.. En materia de fundaciones cfr. PABLO CONTRERAS, P. de,
“Tres competencias de Derecho privado en el artículo 44 del Amejoramiento: asociaciones, fundaciones y
centros de contratación de mercaderías y valores”, Revista Jurídica de Navarra, nº3, 1987.
14. La derogada Ley 30/1994 establecía que los preceptos reconducibles al ámbito del art. 149.1.1 de la
Constitución eran “de directa aplicación en todo el Estado”, pretensión a mi juicio inviable desde el punto
de vista constitucional (así lo destaqué en mi trabajo “A propósito de la Disposición Final Primera de la Ley
de Fundaciones y Mecenazgo”, Actualidad Civil, nº26, 1997) y que la nueva ley ha corregido.
15. Sentencia de 23 de julio de 1998 (fundamento jurídico noveno).
En la línea admitida por el Alto Tribunal, GONZÁLEZ CUETO afirma que nos encontramos ante un “blo-
que de preceptos inamovible para la legislación autonómica por afectar al núcleo básico del derecho de fun-
dación y conformar el marco fundamental dentro del cual habrán de ejercer las Comunidades Autónomas
sus competencias” (Comentarios a la Ley de Fundaciones. Ley 50/2002, de 26 de diciembre, Elcano, 2003,
p. 414).
16. El Tribunal Constitucional ha dejado claro, entre otras, en su Sentencia 54/2002, de 27 de febrero,
que a él compete “antes de enjuiciar la conformidad de una norma autonómica con una norma de “condicio-
nes básicas” verificar con carácter preliminar si la propia norma estatal es conforme con el orden constitu-
cional de competencias: esto es, si prima facie tiene cobijo en los límites formales y materiales del art.
149.1.1 CE y -complementariamente- si no contiene una injerencia o restricción de la competencia autonó-
mica” (fundamento jurídico tercero).

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De acuerdo con la Ley 50/2002 sería de aplicación en Navarra el artículo 2.1 que
define las fundaciones como “las organizaciones constituidas sin fin de lucro que, por
voluntad de sus creadores, tienen afectado de modo duradero su patrimonio a la reali-
zación de fines de interés general”. La cuestión no resulta problemática en la práctica,
puesto que ni el Fuero Nuevo ni la Ley Foral 10/1996 se preocupan de definir la funda-
ción. Además, los rasgos caracterizadores de la figura que cabe inferir de ambos cuer-
pos normativos (ley 44 del FN o art. 2 de la Ley Foral) se ajustan sin dificultad a lo dis-
puesto por el legislador estatal. En cualquier caso, del concepto de fundación en Navarra
me ocuparé más adelante.
También habrá de tenerse en cuenta en Navarra, siempre según el legislador esta-
tal, lo dispuesto en el art. 2.2 de la Ley 50/2002: “Las fundaciones se rigen por la volun-
tad del fundador, por sus Estatutos y, en todo caso, por la Ley”. Aquí el conflicto con el
Fuero Nuevo es patente, pues, según la ley 46: “Las fundaciones se regirán por la volun-
tad del fundador, manifestada en el acto constitutivo y en los estatutos, que será supli-
da en lo no previsto o integrada en su interpretación por las disposiciones contenidas
en el Libro II de esta Compilación”. Este conflicto, sin embargo, está íntimamente rela-
cionado con la propia concepción de la fundación en Derecho navarro, por lo que apla-
zaré mis consideraciones para más adelante. Quede apuntado, de todos modos, que la
derogada Ley 30/1994 no consideraba este precepto (su equivalente) de los enmarcados
en el art. 149.1.1 de la Constitución y a los navarros especialmente conviene tomar nota
de este detalle.
No resulta problemática la aplicación del art. 3.1 de la Ley 50/2002 a propósito
de los fines de la fundación, pues encaja con la línea apuntada por la ley 44 del Fuero
Nuevo y con lo dispuesto en el art.2 de la Ley Foral 10/1996.
Más delicada resulta la vigencia de los apartados segundo y tercero del propio art.
3 de la Ley 50/200217 en Navarra. Es cierto que el artículo 3 de la Ley Foral 10/1996
reproduce prácticamente el contenido del apartado segundo, pero el Fuero Nuevo no
contempla restricciones de este estilo y cabe, por tanto, constituir fundaciones en
Navarra que no se acojan al régimen fiscal privilegiado previsto en la Ley 10/1996 y que
incumplan los requisitos previstos acerca de los beneficiarios de sus actividades.
El art. 4 de la Ley 50/2002 alude a la personalidad jurídica de las fundaciones y
pretende igualmente ser de aplicación general. Según el apartado primero del precepto,
“Las fundaciones tendrán personalidad jurídica desde la inscripción de la escritura
pública de su constitución en el correspondiente Registro de Fundaciones. La inscrip-
ción sólo podrá ser denegada cuando dicha escritura no se ajuste a las prescripciones
de la ley”. Esta previsión contrasta con el tradicional régimen de las fundaciones nava-
rras contenido en el Fuero Nuevo, pues aunque en el mismo se reconoce personalidad
jurídica a la fundación (leyes 43 y 44), no es necesaria la inscripción en ningún registro
para su constitución como persona jurídica. Es más, ni siquiera la reciente Ley Foral
10/1996 ha variado esta situación.
En efecto, la Disposición Adicional Primera de la mencionada Ley dispone la cre-
ación de una Registro de fundaciones en el que deberán inscribirse aquellas que quieran
disfrutar del régimen tributario que se contempla en la misma. En desarrollo de esta pre-
visión se dictó el Decreto Foral 613/1996, de 11 de noviembre, por el que se regula la

17. Según dichos preceptos: “2. La finalidad fundacional debe beneficiar a colectividades genéricas de
personas. Tendrán esta consideración los colectivos de trabajadores de una o varias empresas y sus fami-
liares.
3. En ningún caso podrán constituirse fundaciones con la finalidad principal de destinar sus prestacio-
nes al fundador o a los patronos, a sus cónyuges o personas ligadas con análoga relación de afectividad, o
a sus parientes hasta el cuarto grado inclusive, así como a personas jurídicas singularizadas que no persi-
gan fines de interés general.”
NOTAS Y COMENTARIOS 159

estructura y el funcionamiento del Registro de Fundaciones. Pues bien, en ninguna de


las dos normas se condiciona la personalidad jurídica de la fundación a la inscripción en
el Registro.
La aplicación en navarra del apartado segundo del art. 4 de la Ley 50/200218 sus-
cita aún mayores perplejidades, pues, de hecho, impediría utilizar la denominación fun-
dación a cualquiera de las constituidas con arreglo al Fuero Nuevo y que no esté inscri-
tas en el Registro de fundaciones.
La Disposición Final Primera también atribuye el carácter de condición básica
para garantizar la igualdad de los españoles en el ejercicio del derecho de fundación a
su artículo 14 que dispone que “En toda fundación deberá existir, con la denominación
de Patronato, un órgano de gobierno y representación de la misma, que adoptará sus
acuerdos por mayoría en los términos establecidos en los Estatutos” (apartado primero)
y que “Corresponde al Patronato cumplir los fines fundacionales y administrar con dili-
gencia los bienes y derechos que integran el patrimonio de la fundación, manteniendo
el rendimiento y utilidad de los mismos”.
La única previsión del precepto que se presenta como problemática cuando lo
contrastamos con el régimen de las fundaciones navarras es la relativa a la instauración
del principio democrático en la toma de acuerdos por el patronato. Y es que en ningún
lugar imponen ni el Fuero Nuevo, ni la Ley Foral 10/1996 que los acuerdos del patro-
nato se tengan que adoptar por mayoría.
La consideración de las causas de extinción de la fundación (art. 31 de la Ley
50/2002) como uno de los preceptos de aplicación general ex art. 149.1.1 CE sigue
resultándome sorprendente19. ¿Garantiza la igualdad en el ejercicio del derecho de fun-
dación la regulación unitaria de las causas de extinción?
En Navarra, la aplicación del precepto no genera dificultades, pues el Fuero
Nuevo y la Ley Foral 10/1996 no dicen nada acerca de las causas que conducen a la
extinción de la fundación.
El artículo 34.1 de la ley estatal20, por el contrario, sí resulta de problemática
vigencia para Navarra, pues el Fuero Nuevo permite expresamente al fundador eximir a
la fundación de toda intervención administrativa, siempre que se trate de fundaciones
constituidas por voluntad privada (ley 46). La cuestión debe, a mi juicio, abordarse
desde la óptica del propio concepto de fundación, del que después me ocuparé.
El segundo apartado de la Disposición Final Primera establece la aplicación gene-
ral en todo el Estado de determinados artículos de la Ley 50/2002, al amparo de los títu-
los competenciales previstos en el art. 149.1.1 y 8 de la Constitución. El legislador esta-
tal parece considerar que se trata de materias que constituyen condiciones básicas para
garantizar la igualdad de los españoles en el ejercicio del derecho de fundación y que,
¿además?, entran en la esfera competencial que reserva al Estado el artículo 149.1.8 de
la Constitución acerca de “las reglas relativas a la aplicación y eficacia de las normas
jurídicas, relaciones jurídico-civiles relativas a las formas de matrimonio, ordenación
de los registros e instrumentos públicos, bases de las obligaciones contractuales, nor-
mas para resolver los conflictos de leyes”21.

18. “Sólo las entidades inscritas en el Registro al que se refiere el apartado anterior, podrán utilizar la
denominación de Fundación.”
19. Ya lo apunté respecto a la Ley 30/1994 (cfr. “A propósito de la Disposición Final Primera de la Ley
de Fundaciones y Mecenazgo”, Actualidad Civil, nº26, 1997, p. 575)
20. “El Protectorado velará por el correcto ejercicio del derecho de fundación y por la legalidad de la
constitución y funcionamiento de las fundaciones”.
21. La redacción del apartado segundo de la Disposición Final Primera no es desde luego muy afortuna-
da, pero la interpretación propuesta en el texto parece la más coherente.

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El primer precepto de los enumerados en el apartado que ahora nos ocupa es el


artículo 6 de la Ley 50/2002, que regula el domicilio de las fundaciones22. La aplicación
en Navarra de la norma no resulta problemática, ya que el Fuero Nuevo no contiene pre-
visiones específicas al respecto23.
Tampoco suscita especiales reparos la vigencia en Navarra del art. 7 de la Ley
50/200224, acerca de las fundaciones extranjeras. Y mucho menos el art. 37.4 a propósi-
to de la eficacia de la inscripción en el Registro de fundaciones25.
El último apartado de la Disposición Final Primera se centra en declarar la apli-
cación general de preceptos de la Ley 50/2002 por constituir legislación procesal reser-
vada al Estado por el artículo 149.1.6 de la Constitución.
El art. 17.3 regula la legitimación para ejercitar la acción de responsabilidad fren-
te a los patronos de la fundación26. La peculiar mecánica de funcionamiento que el legis-
lador estatal pretende instaurar conduce aquí a un resultado curioso en Navarra. Y es que
sería de aplicación un precepto que regula la legitimación para ejercer una acción no pre-
vista ni regulada expresamente en el Fuero Nuevo. El mismo razonamiento es aplicable
al art. 18.3, relativo a la suspensión cautelar de los patronos cuando se entable contra
ellos la acción de responsabilidad27; y también al art. 21.3, segundo párrafo, sobre la
legitimación del Protectorado para ejercitar la acción de responsabilidad28; o a los artí-
culos 22.2, último inciso, y 35.229.

22. “1. Deberán estar domiciliadas en España las fundaciones que desarrollen principalmente su acti-
vidad dentro del territorio nacional.
2. Las fundaciones tendrán su domicilio estatutario en el lugar donde se encuentre la sede de su Patro-
nato, o bien en el lugar en que desarrollen principalmente sus actividades.
Las fundaciones que se inscriban en España para desarrollar una actividad principal en el extranjero,
tendrán su domicilio estatutario en la sede de su Patronato dentro del territorio nacional”.
23. El silencio del Fuero Nuevo debería conducir a la aplicación del art.41 del Código Civil por su
supletoriedad reconocida en la ley 6. Sin embargo, lo dispuesto en la Disposición Final Primera obliga a
entender que el precepto a aplicar será el artículo 6 de la Ley 50/2002. Idéntica situación se da respecto al
posible juego del art. 39 del Código Civil en cuanto a las causas de extinción de la fundación: por aplicación
de la Disposición que comentamos habrá que acudir al art. 31 de la Ley 50/2002.
24. “1. Las fundaciones extranjeras que pretendan ejercer sus actividades de forma estable en España,
deberán mantener una delegación en territorio español que constituirá su domicilio a los efectos de esta
Ley, e inscribirse en el Registro de Fundaciones competente en función del ámbito territorial en que desa-
rrollen principalmente sus actividades.
2. La fundación extranjera que pretenda su inscripción deberá acreditar ante el Registro de Fundacio-
nes correspondiente que ha sido válidamente constituida con arreglo a su ley personal.
La inscripción podrá denegarse cuando no se acredite la circunstancia señalada en el párrafo anterior,
así como cuando los fines no sean de interés general con arreglo al ordenamiento español.
3. Las fundaciones extranjeras que incumplan los requisitos establecidos en este artículo no podrán uti-
lizar la denominación de Fundación.
4. Las delegaciones en España de fundaciones extranjeras quedarán sometidas al Protectorado que
corresponda en función del ámbito territorial en que desarrollen principalmente sus actividades, siéndoles
de aplicación el régimen jurídico previsto para las fundaciones españolas.”
25. “Lo dispuesto en este artículo se entiende sin perjuicio de la normativa reguladora de otros Regis-
tros públicos existentes.”
26. “La acción de responsabilidad se entablará, ante la autoridad judicial y en nombre de la fundación:
Por el propio órgano de gobierno de la fundación, previo acuerdo motivado del mismo, en cuya adop-
ción no participará el patrono afectado.
Por el Protectorado, en los términos establecidos en el artículo 35.2.
Por los patronos disidentes o ausentes, en los términos del apartado 2 de este artículo, así como por el
fundador cuando no fuere Patrono”.
27. “La suspensión de los patronos podrá ser acordada cautelarmente por el juez cuando se entable
contra ellos la acción de responsabilidad.”
28. “El Protectorado podrá ejercer las acciones de responsabilidad que correspondan contra los patro-
nos, cuando los acuerdos del Patronato fueran lesivos para la fundación en los términos previstos en la Ley.”
29. “En todo caso, el Protectorado está legitimado para ejercitar la correspondiente acción de responsa-
bilidad por los actos relacionados en el artículo 17.2 y para instar el cese de los patronos en el supuesto con-
templado en el párrafo d del artículo 18.2. Asimismo, está legitimado para impugnar los actos y acuerdos del
Patronato que sean contrarios a los preceptos legales o estatutarios por los que se rige la fundación”.
NOTAS Y COMENTARIOS 161

La aplicación de lo previsto en el art. 43 de la Ley 50/2002 tampoco merece espe-


ciales consideraciones30.
En definitiva, el juego de la Disposición Final Primera, si se entra en el análisis
de su contenido, refleja la existencia de no pocos conflictos con el régimen aplicable a
las fundaciones navarras de acuerdo con el Fuero Nuevo y la Ley Foral 10/1996. En con-
secuencia, si se acepta sin más lo dispuesto por el legislador estatal, diversos preceptos
del Fuero Nuevo devendrían inaplicables. La conveniencia de esta conclusión es, como
ya he señalado, discutible y a ello hay que añadir que el criterio seguido por el legisla-
dor estatal para delimitar qué aspectos del régimen jurídico de la fundación entran en su
ámbito competencial dista mucho de ser sólido. La mejor prueba de ello es que ha varia-
do en numerosos aspectos en la vigente Ley 50/2002 frente a su predecesora la Ley
30/199431.
En efecto, ambas leyes destinan su Disposición Final Primera a establecer el
ámbito de aplicación de sus preceptos con criterio divergente en muchos casos. En con-
creto, cabe detectar las siguientes variaciones:
a) preceptos que la Ley 50/2002 considera de aplicación general ex art. 149.1.1
CE y que antes (Ley 30/1994) no lo eran.
Existe un primer grupo de preceptos que ahora entiende el legislador estatal que
constituyen condiciones básicas para garantizar la igualdad de todos los españoles en el
ejercicio del derecho de fundación y que en la Ley 30/1994 no tenían esa consideración.
Así sucede con el actual art. 2.2 de la Ley 50/2002, cuyo equivalente en la Ley
30/1994 era el artículo 1.2, de idéntica redacción. Este precepto es especialmente rele-
vante para las fundaciones navarras, pues dispone que “las fundaciones se rigen por la
voluntad del fundador, por sus Estatutos y, en todo caso, por la Ley”, en abierto con-
traste con lo previsto en la ley 45 del Fuero Nuevo, según la cual, “las fundaciones se
regirán por la voluntad del fundador, manifestada en el acto constitutivo y en los esta-
tutos, que será suplida en lo no previsto o integrada en su interpretación por las dispo-
siciones contenidas en el Libro II de esta Compilación”.
Otro tanto sucede con el art. 3.3 de la Ley 50/2002 (“En ningún caso podrán
constituirse fundaciones con la finalidad principal de destinar sus prestaciones al fun-
dador o a los patronos, a sus cónyuges o personas ligadas con análoga relación de afec-
tividad, o a sus parientes hasta el cuarto grado inclusive, así como a personas jurídicas
singularizadas que no persigan fines de interés general”), cuyo equivalente en la Ley
30/1994, el art. 1.2 (“En ningún caso podrán constituirse fundaciones con la finalidad
de destinar sus prestaciones a los cónyuges o parientes del fundador hasta el cuarto
grado inclusive”) se consideraba, sin embargo, embebido en la competencia del Estado
en materia de legislación civil (art. 149.1.8 CE).
Finalmente, el art. 14.2 de la Ley 50/2002 (“Corresponde al Patronato cumplir
los fines fundacionales y administrar con diligencia los bienes y derechos que integran
el patrimonio de la fundación, manteniendo el rendimiento y utilidad de los mismos”) es
ahora en el criterio del legislador estatal un condición básica para garantizar la igualdad

30. “1. Los actos del Protectorado ponen fin a la vía administrativa y serán impugnables ante el orden
jurisdiccional contencioso-administrativo.
2. Las resoluciones dictadas en los recursos contra la calificación de los Registros de Fundaciones
ponen fin a la vía administrativa y podrán ser impugnadas ante el orden jurisdiccional contencioso-admi-
nistrativo.
3. Corresponderá al Juzgado de Primera Instancia del domicilio de la fundación conocer, de acuerdo
con los trámites del proceso declarativo que corresponda, de las pretensiones a las que se refieren los artí-
culos 9.4, 13.2; 17.3; 18.2.A; 18.3; 29.3; 30.4; 32.2, 3 y 4; 35.2 y 42.2 de la presente Ley.”
31. También lo destaca RUBIO TORRANO, E., “Nueva ley de fundaciones”, Aranzadi Civil núm. 20/2002.

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


162 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

de los españoles en el ejercicio del derecho de fundación, mientras que, en 1994, era,
con idéntica redacción, legislación civil (art. 12.2).
b) preceptos que la Ley 50/2002 no entiende de aplicación general ex art. 149.1.1
CE y que antes (Ley 30/1994) sí lo eran.
La situación aquí es la inversa: preceptos que en 1994 se consideraban condicio-
nes básicas para asegurar la igualdad de los españoles en el ejercicio del derecho de fun-
dación han dejado ahora de serlo.
Así le ocurre al art.8.1 de la Ley 50/2002, con arreglo al cual, “podrán constituir
fundaciones las personas físicas y las personas jurídicas, sean éstas públicas o priva-
das.”. El precepto viene ahora catalogado como de aplicación general ex art. 149.1.8
CE, mientras que en 1994, con la misma redacción, se entendía de aplicación directa al
amparo del art. 149.1.1 CE.
En la misma situación se encuentran los artículo 9.1 y 2 de la Ley 50/2002, que
disponen que “la fundación podrá constituirse por actos inter vivos o mortis causa.” y
que “la constitución de la fundación por acto inter vivos se realizará mediante escritu-
ra pública, con el contenido que determina el artículo siguiente”. Lo que otrora era bási-
co para la igualdad en el ejercicio del derecho de fundación constituye para la norma hoy
vigente legislación civil.
c) preceptos que la Ley 50/2002 entiende que constituyen legislación civil y son
de aplicación general al amparo de lo previsto en el artículo 149.1.8 de la Constitución,
sin perjuicio de la aplicabilidad preferente del Derecho Civil Foral o Especial, allí donde
exista y que antes no tenían esa consideración.
Bajo este rótulo cabe encuadrar el grupo más amplio de preceptos cuya cataloga-
ción ha variado en la Ley 50/2002. En concreto, pasan a ser legislación civil:
El art. 9.4 (“Si en la constitución de una fundación por acto mortis causa el tes-
tador se hubiera limitado a establecer su voluntad de crear una fundación y de dis-
poner de los bienes y derechos de la dotación, la escritura pública en la que se con-
tengan los demás requisitos exigidos por esta Ley se otorgará por el albacea testa-
mentario y, en su defecto, por los herederos testamentarios. En caso de que éstos no
existieran, o incumplieran esta obligación, la escritura se otorgará por el
Protectorado, previa autorización judicial”). Su equivalente en la Ley 30/1994, con
una redacción prácticamente idéntica, era de aplicación exclusivamente a las funda-
ciones de competencia estatal.
Los apartados 2, 3, 4 y 5 del artículo 12, relativos a la dotación inicial de la fun-
dación, cuyos pares en la Ley 30/1994 (art.10.2, 3 y 4) resultaban de aplicación única-
mente a las fundaciones de competencia estatal.
El art. 18, apartados primero (“La sustitución de los patronos se producirá en la
forma prevista en los Estatutos. Cuando ello no fuere posible, se procederá de confor-
midad con lo dispuesto en el artículo 29 de esta Ley, quedando facultado el
Protectorado, hasta que la modificación estatutaria se produzca, para la designación de
la persona o personas que integren provisionalmente el órgano de gobierno y represen-
tación de la fundación”) y cuarto (“La sustitución, el cese y la suspensión de los patro-
nos se inscribirán en el correspondiente Registro de Fundaciones”), idénticos a los apar-
tados 1y 4 del art. 16.1 de la Ley 30/1994, de vigencia exclusiva entonces para las fun-
daciones de competencia estatal.
El art. 22.2 (“La aceptación de legados con cargas o donaciones onerosas o
remuneratorias y la repudiación de herencias, donaciones o legados sin cargas será
comunicada por el Patronato al Protectorado en el plazo máximo de los diez días hábi-
les siguientes, pudiendo éste ejercer las acciones de responsabilidad que correspondan
contra los patronos, si los actos del Patronato fueran lesivos para la fundación, en los
NOTAS Y COMENTARIOS 163

términos previstos en esta Ley”) cuyo contenido se asemeja, aunque no equivale exacta-
mente el de los apartados 2 y 3 del art. 20 de la Ley 30/1994, que tampoco tenían la con-
sideración de legislación civil.
El art. 29.5 (“La modificación o nueva redacción habrá de ser formalizada en
escritura pública e inscrita en el correspondiente Registro de Fundaciones”), equipara-
ble al último inciso del art. 27.4 de la Ley 30/1994, que era de aplicación exclusiva a las
fundaciones estatales.
El art. 30.1 (“Las fundaciones, siempre que no lo haya prohibido el fundador,
podrán fusionarse previo acuerdo de los respectivos Patronatos, que se comunicará al
Protectorado”), parangonable al art. 28.1 de la Ley 30/1994, que también se aplicaba
únicamente a las fundaciones de competencia estatal. El apartado tercero del art.30 de
la Ley 50/2002 también pasa a constituir legislación civil, aunque su contenido difie-
re de lo dispuesto anteriormente por la Ley 30/1994 en los apartados 3 y 4 del artícu-
lo 28.
El art. 32.4 (“El acuerdo de extinción o, en su caso, la resolución judicial, se ins-
cribirán en el correspondiente Registro de Fundaciones”). Su equivalente en la Ley
30/1994, el art. 30.5, se aplicaba exclusivamente a las fundaciones estatales. En este
caso, conviene, además, dejar constancia de la perplejidad que produce que la Ley
30/2002 considere legislación civil a la obligación de inscribir un acto en un Registro
como el de fundaciones que tiene naturaleza administrativa y no civil.
Las mismas consideraciones que se acaban de exponer cabe realizar, finalmente,
respecto al art. 42.3 (“La resolución judicial que acuerde la intervención temporal de la
fundación se inscribirá en el correspondiente Registro de Fundaciones”) y su par en la
Ley 30/1994, el art. 34.4.
d) preceptos que la Ley 50/2002 ya no entiende de aplicación ex art. 149.1.8 de
la Constitución.
En esta situación se encuentra el art. 17.3 (“La acción de responsabilidad se
entablará, ante la autoridad judicial y en nombre de la fundación: Por el propio órga-
no de gobierno de la fundación, previo acuerdo motivado del mismo, en cuya adop-
ción no participará el patrono afectado; Por el Protectorado, en los términos esta-
blecidos en el artículo 35.2; Por los patronos disidentes o ausentes, en los términos
del apartado 2 de este artículo, así como por el fundador cuando no fuere Patrono”)
que ahora se considera de aplicación general por constituir legislación procesal (art.
149.1.16 CE) y que antes, art. 15.3 de la Ley 30/1994, se reputaba legislación civil.
A la vista de todo lo expuesto, y ante lo numerosas y variadas que resultan las
transformaciones experimentadas por la Disposición Final Primera de la Ley 50/2002
frente a su predecesora en la Ley 30/1994, no queda más remedio que preguntarse si
realmente es sensato hacer descansar la delimitación del ámbito de aplicación de las nor-
mas autonómicas sobre fundaciones en el mutable criterio del legislador estatal.

III. LA FUNDACIÓN NAVARRA FRENTE A LAS NUEVAS TENDENCIAS DEL


DERECHO DE FUNDACIONES EN ESPAÑA

1. La fundación en el Derecho foral navarro

La configuración del derecho de fundación como un derecho constitucional (art.


34 CE) implica que el desarrollo de su régimen jurídico debe realizarse por ley —esta-
tal o autonómica—, que habrá de respetar el contenido esencial del derecho (art. 53 CE).
Ello se traduce en el mandato para el legislador de, parafraseando al Tribunal

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


164 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

Constitucional, preservar la fundación “en términos reconocibles para la imagen que de


la misma tiene la conciencia social de cada tiempo y lugar”32.
Pero, ¿cuál es esa imagen?, o, para ser más precisos, ¿cuál es el concepto de fun-
dación social y jurídicamente vigente entre nosotros?
El Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de referirse a la cuestión y ha seña-
lado lo siguiente en su Sentencia 49/1988, de 22 de marzo:
“Este último precepto se refiere sin duda al concepto de fundación admitido de
forma generalizada entre los juristas y que considera la fundación como la persona jurí-
dica constituida por una masa de bienes vinculados por el fundador o fundadores a un
fin de interés general. La fundación nace, por tanto, de un acto de disposición de bienes
que realiza el fundador, quien los vincula a un fin por él determinado y establece las
reglas por las que han de administrarse al objeto de que sirvan para cumplir los fines
deseados de manera permanente o, al menos, duradera. Tanto la manifestación de volun-
tad como la organización han de cumplir los requisitos que marquen las leyes, las cua-
les prevén, además, un tipo de acción administrativa (el protectorado) para asegurar el
cumplimiento de los fines de la fundación y la recta administración de los bienes que la
forman”
En el plano normativo, a pesar de la diversidad de leyes vigentes en la materia,
puede decirse que las pautas marcadas en la sentencia anteriormente citada del Tribunal
Constitucional han sido de hecho observadas por los distintos legisladores con meras
diferencias de matiz 33.
La excepción la constituye, precisamente, Navarra en cuyo Fuero Nuevo late
una concepción de la fundación divergente a la que hoy parece imperar. Y digo que
late una concepción porque lo cierto es que el Fuero Nuevo no se preocupa de definir
la fundación, pero si la caracteriza al delimitar su régimen jurídico. Para ilustrar las
diferencias creo que el mejor camino es tomar como pauta, no el concepto acuñado
por el legislador estatal y que pretende imponerse al amparo de la Disposición Final
Primera de la Ley 50/2002, sino el que el propio Tribunal Constitucional ha dejado
sentado.
A la vista de las palabras más atrás transcritas del Tribunal Constitucional se
puede afirmar que los elementos clave en torno a los cuales se articula el concepto de
fundación serían los siguientes:

A. Personalidad jurídica

Las fundaciones son en nuestro Ordenamiento personas jurídicas. Y también lo


son en Navarra, tal y como claramente se infiere de los dispuesto en las leyes 43 y 44
del Fuero Nuevo.

32. Sentencia 32/1981, de 28 de julio.


33. El artículo 1 de la Ley 7/1983 de 22 de junio, de régimen de las Fundaciones de interés gallego indi-
ca que “será de aplicación a las Fundaciones de interés gallego, entendiéndose por tales aquellas que,
estando domiciliadas o desarrollando principalmente sus funciones en Galicia, estén constituidas por per-
sonas naturales o jurídicas que destinen o afecten un patrimonio a la realización sin ánimo de lucro de
fines de interés general en beneficio de personas no determinadas individualmente”.
El art.1 de la Ley 2/1998, de 6 de abril, de Fundaciones canarias señala que “a los efectos de esta ley,
son fundaciones las personas jurídicas resultantes de afectar permanentemente por voluntad de sus funda-
dores un patrimonio al cumplimiento de fines de interés general sin ánimo de lucro”.
El art. 1.2 de la Ley catalana 5/2001, de 2 de mayo, de Fundaciones establece que “Las fundaciones pri-
vadas son entidades sin afán de lucro, constituidas por la manifestación de voluntad de las personas físicas
o jurídicas que son sus fundadoras, mediante la afección de unos bienes o de unos derechos de realización
a finalidades de interés general”.
NOTAS Y COMENTARIOS 165

B. Fin de interés general

La fundación debe perseguir un fin de interés general, por imperativo del propio
artículo 34 de la Constitución. Este requisito está patente en el régimen jurídico de las
fundaciones navarras, pues, por un lado, la ley 44 del Fuero Nuevo señala que “cual-
quier persona puede crear en Navarra, sin necesidad de aprobación administrativa,
fundaciones de caridad, fomento o de otro interés social evidente ...”34 y, por otro, el artí-
culo 2 de la Ley Foral 10/1996 establece que “Las Fundaciones habrán de carecer de
ánimo de lucro y tener su patrimonio afectado de modo permanente a la realización de
cualesquiera de las siguientes finalidades de interés general: a) Cívicas, educativas,
culturales, científicas, deportivas, sanitarias y de asistencia social. b) Cooperación
para el desarrollo; c) Defensa del medio ambiente; d) Fomento de la economía social o
de la investigación; e) Promoción del voluntariado social; f) Cualesquiera otros fines
de interés general de naturaleza análoga”.

C. Vinculación del patrimonio al fin fundacional

La fundación nace de un acto de disposición del fundador, que vincula los bienes,
el patrimonio que cede a la fundación, al fin de interés general por él elegido. Esta cir-
cunstancia está también presente el Fuero Nuevo, pues su ley 44 dispone que “...cual-
quier persona puede crear en Navarra, sin necesidad de aprobación administrativa,
fundaciones de caridad, fomento o de otro interés social evidente, siempre que el fun-
dador exprese su voluntad de conferir personalidad jurídica a la fundación, al determi-
nar su fin y asignarle un patrimonio, que podrá consistir en bienes o derechos de cual-
quier clase”.
Hasta aquí no cabe apreciar divergencias significativas entre el concepto de fun-
dación latente en la normativa navarra y el acuñado por el Tribunal Constitucional. Las
diferencias surgen en relación con algunos elementos adicionales a los que el Alto
Tribunal ha hecho alusión en su Sentencia 49/1988, de 22 de marzo y que tampoco han
pasado desapercibidos para el legislador estatal, que los considera condiciones básicas
para garantizar la igualdad de los españoles en el ejercicio del derecho de fundación. Me
refiero, por un lado, a la sujeción de la fundación y de la voluntad del fundador a los
requisitos que marquen las leyes; y, por otro, a la existencia de una peculiar forma de
intervención administrativa sobre la fundación: el protectorado.
En efecto, el Tribunal Constitucional en la sentencia anteriormente indicada ha
señalado expresamente que “tanto la manifestación de voluntad como la organización
han de cumplir los requisitos que marquen las leyes, las cuales prevén, además, un tipo
de acción administrativa (el protectorado) para asegurar el cumplimiento de los fines de
la fundación y la recta administración de los bienes que la forman”. Y, precisamente,
esos dos elementos a los que alude el Tribunal están en abierta contradicción con lo dis-
puesto en las leyes 45 y 46 del Fuero Nuevo.

34. La ley 44 utiliza el giro “interés social evidente” que creo es parangonable al interés general del que
habla el artículo 34 de la Constitución. Una situación similar se plantea en el ámbito del Código Civil, cuyo
artículo 35 alude al “interés público” de la fundación. Se trata de conceptos jurídicos indeterminados cuyo
alcance concreto debe dilucidarse a la vista de lo apuntado por doctrina y jurisprudencia, o por las indica-
ciones que hace el propio legislador (art. 2 Ley Foral 10/1996). Cfr. GOYEN URRUTIA, Comentario a la ley
44, en Comentarios al Fuero Nuevo, Elcano, 2002, p.105.
Hay que hacer notar, sin embargo, que la dicción literal del Fuero Nuevo al describir de manera alterna-
tiva los fines que puede perseguir la fundación permite albergar dudas acerca de si es siempre exigible un
fin de interés social y, en concreto, si serían válidas en el ámbito de Navarra las denominadas fundaciones
familiares. Cfr. DURAN RIVACOBA, R., Comentario a la ley 44 de la Compilación o Fuero Nuevo de Navarra,
en Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, t. XXXVI, v.1, Madrid, 1990, p. 68.

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


166 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

De acuerdo con la ley 45, “Las fundaciones se regirán por la voluntad del fun-
dador, manifestada en el acto constitutivo y en los estatutos, que será suplida en lo no
previsto o integrada en su interpretación por las disposiciones contenidas en el Libro II
de esta Compilación”. El Fuero Nuevo acoge de esta manera una máxima tradicional del
Derecho de fundaciones, con arreglo a la cual, la voluntad del fundador es la ley de la
fundación. Esta situación encaja, por otra parte, con los principios de libertad civil (ley
7) y “paramiento fuero vienze” (ley 8) de tan hondo calado en el Derecho civil navarro.
A la luz del texto de la ley 45 resulta claro que la voluntad del fundador prevale-
ce frente a la disciplina legal de la fundación contenida en el propio Fuero Nuevo. La
situación es bien distinta, en cambio, en el ámbito de la legislación estatal y autonómi-
ca en la materia, pues la soberanía del fundador encuentra un límite infranqueable en el
texto de la ley. A ello alude el art. 2.2 de la Ley 50/2002 cuando señala que “las funda-
ciones se rigen por la voluntad del fundador, por sus Estatutos y, en todo caso, por la
Ley”.
El último párrafo de la ley 46, por su lado, dispone que “tratándose de fundacio-
nes constituidas por voluntad privada, el fundador podrá eximir a la fundación de toda
intervención administrativa. Sin embargo, a instancia de cualquier persona, el Ministerio
Fiscal podrá inspeccionar la gestión e instar y ejercitar las acciones procedentes”.
Quiere ello decir que, en el ámbito de Navarra, no es preceptiva la existencia de un pro-
tectorado que asegure el cumplimiento de los fines de la fundación y la recta administra-
ción de sus bienes. De hecho, ni siquiera la más reciente Ley Foral 10/1996 contempla ni
regula protectorado alguno, aunque sí alude a la intervención del Departamento de
Economía y Hacienda para determinados trámites (v.gr.: arts. 6 o 7.2)35.
En consecuencia, el régimen jurídico de las fundaciones navarras presenta dos
claras disonancias con el concepto de fundación acogido por el Tribunal Constitucional,
que no existen, además, en ninguna otra normativa estatal o autonómica en la materia.
Este dato creo que sí debería ser motivo de preocupación para el legislador navarro, pues
el conflicto no se produce con la Disposición Final Primera de la Ley 50/2002, sino con
el propio contenido esencial del derecho de fundación.

2. La fundación a la luz de la Ley 50/2002

La aprobación de una nueva ley estatal de fundaciones se ha presentado en la pro-


pia Exposición de Motivos de la norma como una consecuencia de la necesidad de aco-
ger en nuestro sistema jurídico algunas experiencias innovadoras que se han desarrolla-
do en los últimos años en el Derecho comparado, y que pueden servir para fortalecer el
fenómeno fundacional en nuestro país, así como de dar respuesta a las demandas de las
propias fundaciones, en un sentido general de superar ciertas rigideces de la anterior
regulación.
En contraste con esa situación, el panorama normativo de las fundaciones nava-
rras sigue presidido por las leyes 44 y ss. del Fuero Nuevo aprobado en 1973 y por los
principios sustantivos recogidos en la Ley Foral 10/1996 (para aquellas fundaciones que
decidan acogerse voluntariamente al régimen fiscal previsto en la misma), que están
manifiestamente influenciados por las directrices que en su día estableció la Ley estatal
30/1994, que ahora se han pretendido corregir o reformar.

35. La única alusión al protectorado que cabe encontrar en la normativa navarra la realiza, curiosamen-
te, el Decreto Foral 613/1996, que, al regular la inscripción de las fundaciones, establece entre la documen-
tación que debe acompañar a la solicitud “La declaración del fundador o, en defecto de éste, del Patronato
manifestando su voluntad de acogerse o no al Protectorado de la Administración de la Comunidad Foral de
Navarra. Este Protectorado será ejercido a través del Departamento competente por razón de la materia”
(art. 3.3).
NOTAS Y COMENTARIOS 167

No cabe duda alguna de que el legislador navarro puede lícitamente optar por
mantenerse fiel a los dictados de la tradición jurídica encarnada en el Fuero Nuevo y que
en 1996 no se atrevió o no quiso modificar, pero creo que la novedad que entraña la
aprobación de la Ley 50/2002 constituye una ocasión propicia para contrastar hasta qué
punto su modelo normativo se ajusta, no ya a las nuevas orientaciones que el legislador
estatal proclama acoger, sino a las necesidades de la fundación como organización de
innegable vitalidad en las sociedades actuales36.
Conviene aclarar, antes de entrar en materia, que las pretendidas innovaciones
que la Ley 50/2002 introduce en nuestro sistema jurídico lo son, exclusivamente desde
la óptica de la legislación estatal, pues, de hecho, gran parte de las mismas fueron reco-
gidas desde hace tiempo en algunas normativas autonómicas como la catalana, la cana-
ria y, sobre todo, la vasca37 38.
Desde una perspectiva práctica, las novedades más significativas, en mi opinión,
para las fundaciones sujetas a la legislación estatal se agrupan en torno a dos cuestiones
de la máxima trascendencia y, en alguna medida, relacionadas entre sí: la configuración
orgánica de las fundaciones y el régimen de sus actividades.

A. Novedades en relación con los órganos de gobierno y representación de la


fundación

Cualquiera que tenga una mínima experiencia o relación con la realidad del sec-
tor fundacional coincidirá en destacar la importancia que para la buena marcha de una
fundación tiene el estar dotada de una estructura orgánica adecuada. La configuración
estatutaria de los órganos de gobierno y representación de la fundación resulta crucial
para el correcto desempeño de su labor. Probablemente, son muchas las fundaciones
cuya actividad languidece a causa, precisamente, de las dificultades de gestión que se
originan por un mal diseño de sus órganos de gobierno.
Hasta ahora, en el ámbito de la legislación estatal, las opciones que normativa-
mente se ofrecían a las fundaciones en este crucial punto eran un tanto rígidas, en la
medida en que la estructura orgánica debía configurarse imperativamente en torno a un
patronato, con un mínimo de tres miembros y con unas funciones predeterminadas que
necesariamente debían corresponderle y que sólo podía delegar en uno o más de sus
miembros. A partir de ahí, a lo más que se llegaba era a permitir era el nombramiento
de apoderados generales o especiales, salvo que los estatutos de la fundación dispusie-
ran lo contrario. Es cierto que nada impedía, y en la práctica ha sido frecuente, la exis-
tencia de otros órganos de gobierno, pero resultaba muy complicado atribuirles un papel
útil y efectivo a raíz de las limitaciones derivadas de las competencias que imperativa-
mente correspondían al patronato.
La Ley 50/2002, en cambio, instaura un marco más flexible en el que se contem-
pla expresamente la posibilidad de que existan órganos de gobierno distintos del patro-
nato. En concreto, el art. 16.2 establece que “los Estatutos podrán prever la existencia
de otros órganos para el desempeño de las funciones que expresamente se les enco-
mienden, con las excepciones previstas en el párrafo anterior” (aprobación de las cuen-

36. La importancia y el protagonismo de las fundaciones en el ámbito de la Unión Europea ha merecido


la atención de la Comisión, que ha dedicado al asunto su Comunicación sobre “El fomento del papel de las
asociaciones y fundaciones en Europa” (COM (97) 241 final).
37. Es de justicia resaltar en este punto la Ley 12/1994, de 17 de junio de Fundaciones del País Vasco,
que constituye, a mi juicio, la más innovadora de cuantas se han aprobado recientemente en nuestro país.
38. En la propia tramitación del proyecto de ley se puso de manifiesto por algunos grupos parlamenta-
rios el retraso en incorporar a la normativa estatal logros ya consolidados en el ámbito autonómico. Cfr. la
intervención por el Grupo Parlamentario Catalán del diputado Sr. López de Lerma (Diario de Sesiones del
Congreso de los Diputados, Año 2002, VII Legislatura, nº 193, pp. 9628 y 9629).

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


168 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

tas y del plan de actuación, la modificación de los Estatutos, la fusión y la liquidación


de la fundación ni aquellos actos que requieran la autorización del Protectorado).
También merece un juicio positivo el art. 15.4 que introduce la posibilidad de que
el Patronato pueda fijar “una retribución adecuada a aquellos patronos que presten a la
fundación servicios distintos de los que implica el desempeño de las funciones que les
corresponden como miembros del Patronato, previa autorización del Protectorado”.
Esta previsión resulta tremendamente útil en la práctica, puesto que permite encomen-
dar las labores de gestión o dirección de la fundación a un miembro del patronato, con
una remuneración adecuada a su dedicación y responsabilidad. Con arreglo a la Ley
30/1994 no quedaba claro si esta posibilidad era factible o no, por lo que en la práctica
muchas fundaciones tenían que renunciar a la posibilidad de que el gerente o director de
la fundación fuera simultáneamente miembro del patronato, opción claramente ventajo-
sa y recomendable.
Finalmente cabe destacar como novedad en el ámbito del gobierno y representa-
ción de la fundación la obligada presencia de un secretario en el patronato. El art. 15.1
de la Ley 50/2002 dispone al respecto que “el Patronato deberá nombrar un Secretario,
cargo que podrá recaer en una persona ajena a aquel, en cuyo caso tendrá voz pero no
voto, y a quien corresponderá la certificación de los acuerdos del Patronato”. Resulta
llamativo y, a mi juicio, desacertado que la Ley impida que sea el fundador quien desig-
ne directamente al secretario, opción que sí tiene respecto al presidente del patronato.
En el ámbito de la normativa navarra, el fundador dispone de amplia libertad a la
hora de configurar la estructura de gobierno de la fundación, en consonancia con el
carácter dispositivo que caracteriza la regulación del Fuero Nuevo39.
De acuerdo con la ley 44 del Fuero Nuevo, “la fundación por acto ínter vivos
debe hacerse en escritura pública en la que consten los estatutos que determinen el
nombramiento, renovación, funcionamiento y atribuciones del Patronato”40.
La ley 46, por su parte, señala que “Salvo que otra cosa se disponga en los esta-
tutos, corresponden al Patronato, plenamente y sin limitación alguna, las facultades
siguientes: 1. Las de administración y disposición del patrimonio de la fundación; 2. La
de interpretar la voluntad del fundador; 3. Las de inversión, realización, transformación
y depósito de los bienes y aplicación de los mismos a los fines fundacionales; 4. Las de
confeccionar los presupuestos y aprobar las cuentas por sí solo y con plenitud de efec-
tos”.
A la vista de los preceptos transcritos parece claro que la normativa navarra es
más flexible incluso que la estatal a la hora de permitir al fundador adaptar la configu-
ración de los órganos de gobierno de la fundación a las necesidades o conveniencia de
la misma. El único reproche que cabría apuntar es la falta de toda referencia a la regu-
lación en sede estatutaria de las causas de cese de los patronos y de los criterios para
proceder a sus sustitución, cuestiones ambas que, en la práctica, pueden ocasionar no
pocos problemas a una fundación.
La Ley Foral 10/1996, sí se preocupa, en cambio, de las cuestiones anteriormen-
te apuntadas y señala en su artículo 5 que en los estatutos fundacionales se hará constar
“el órgano de gobierno y representación, su composición, reglas para la designación y
sustitución de sus miembros, causas de su cese, sus atribuciones y la forma de delibe-
rar y adoptar acuerdos.” (letra f).

39. Cfr. GOYEN URRUTIA, Comentario a la ley 46, en Comentarios al Fuero Nuevo, Elcano, 2002, p.111.
40. A pesar de que el Fuero Nuevo no lo diga expresamente, parece lógico entender que los estatutos de
las fundaciones constituidas por actos mortis causa deberán también incluir las previsiones oportunas acer-
ca del patronato.
NOTAS Y COMENTARIOS 169

Por el contrario, en el debe de la Ley Foral 10/1996 debe incluirse la prohibición


expresa de que los patronos puedan realizar tareas de gestión retribuidas, que viene plas-
mada de manera categórica en su art. 14, a tenor del cual, “el cargo de patrono será
incompatible con cualquier prestación de servicios a la entidad de carácter retribuido”.

B. Novedades en relación con las actividades de la fundación

La Ley 50/2002 con criterio más realista que el de su predecesora ha sustituido


en gran medida el sistema de autorizaciones previas del Protectorado para la realización
de actos de disposición y gravamen de los bienes fundacionales por un sistema de sim-
ple comunicación de los actos realizados. Esta medida facilita enormemente la actuación
de los órganos de gobierno de la fundación en el campo de su gestión patrimonial, per-
mitiendo dinamizar sus actividades.
A tenor del art.21 de la nueva ley, únicamente requerirán la previa autorización
del Protectorado los actos de enajenación y gravamen de bienes y derechos que formen
parte de la dotación, o estén directamente vinculados al cumplimiento de los fines fun-
dacionales41. “Los restantes actos de disposición de aquellos bienes y derechos funda-
cionales distintos de los que forman parte de la dotación o estén vinculados directa-
mente al cumplimiento de los fines fundacionales, incluida la transacción o compromi-
so, y de gravamen de bienes inmuebles, establecimientos mercantiles o industriales, bie-
nes de interés cultural, así como aquéllos cuyo importe, con independencia de su obje-
to, sea superior al 20 % del activo de la fundación que resulte del último balance apro-
bado, deberán ser comunicados por el Patronato al Protectorado en el plazo máximo de
treinta días hábiles siguientes a su realización.”.
La reducción de los actos sujetos a autorización previa me parece una buena noti-
cia42, pues los objetivos que se pretenden alcanzar con la intervención preventiva del
Protectorado pueden lograrse igualmente y con menores problemas43 mediante la simple
comunicación de los actos realizados. Y es que, en el peor de los casos, si la actuación
del patronato ha resultado ser lesiva para la fundación, el Protectorado podrá, a raíz de
la pertinente comunicación, ejercer la correspondiente acción de responsabilidad, tal y
como el propio art. 21.3 de la ley contempla.
También parece digna de encomio la nueva regulación de las actividades econó-
micas de la fundación (art. 24), con arreglo a la cual se permite expresamente a las fun-
daciones desarrollar aquellas cuyo objeto esté relacionado con los fines fundacionales o
sean complementarias o accesorias de las mismas, con sometimiento a las normas regu-
ladoras de la defensa de la competencia. Nuevamente, el legislador estatal se limita a
seguir el camino ya abierto por la legislación autonómica44.

41. Según el apartado segundo del art.21, “Se entiende que los bienes y derechos de la fundación están
directamente vinculados al cumplimiento de los fines fundacionales, cuando dicha vinculación esté conteni-
da en una declaración de voluntad expresa, ya sea del fundador, del Patronato de la fundación o de la per-
sona física o jurídica, pública o privada que realice una aportación voluntaria a la fundación, y siempre
respecto de los bienes y derechos aportados”.
42. Lo deseable sería reducir al máximo las autorizaciones previas en la línea seguida por la Ley de
Fundaciones del País Vasco.
43. Las complejidades que desde la perspectiva civil plantean las autorizaciones previas no es escasa.
De ella me ocupé en “La validez de los actos de disposición y gravamen de los bienes fundacionales realiza-
dos sin la autorización administrativa previa”, Revista de Derecho Privado, nº12, 1997, pp. 876 a 901.
44. Cfr. el art. 25 de la Ley 12/1994, de 17 de junio de Fundaciones del País Vasco; art. 27 de la Ley
2/1998, de 6 de abril, de Fundaciones Canarias; o el art. 36 de la Ley 5/2001, de 2 de mayo, de fundaciones
de Cataluña.
También lo destaca GONZÁLEZ CUETO, T., Comentarios a la Ley de Fundaciones. Ley 50/2002, de 26 de
diciembre, Elcano, 2003, p. 196.

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


170 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

De especial importancia me parece la simplificación de la gestión contable de las


fundaciones (art. 25), sobre todo para las fundaciones de menores dimensiones. Se supe-
ra con ello uno de los mayores inconvenientes que presentaba la derogada Ley 30/1994,
que parecía concebida y diseñada para aplicarse exclusivamente a las grandes fundacio-
nes bancarias, desdeñando por completo la modesta realidad económica de la mayor
parte de las fundaciones existentes.
En la normativa navarra, la inexistencia de un verdadero Protectorado que super-
vise la actuación de todas las fundaciones implica que las fundaciones navarras cuentan
con una considerable libertad en lo que se refiere a la realización de sus actividades y a
la gestión contable, por lo que las novedades introducidas en la legislación estatal poco
juego pueden brindar.
La única excepción radica en la disciplina recogida en los articulos 10 y 11 de la
Ley Foral 10/1996 a propósito de la participación de las fundaciones en sociedades mer-
cantiles y de la contabilidad, auditoría y presupuestos. Los mencionados preceptos pare-
cen claramente inspirados en lo que en su momento establecía la Ley estatal 30/1994,
por lo que no estaría de más que el legislador navarro se planteara una revisión de los
mismos.

C. Otras novedades

La Ley 50/2002 introduce algunas otras novedades dignas de alguna breve refle-
xión.
La más destacada radica, a mi juicio, en lo dispuesto en el art.12.1, a tenor del
cual, “La dotación, que podrá consistir en bienes y derechos de cualquier clase, ha de
ser adecuada y suficiente para el cumplimiento de los fines fundacionales. Se presumirá
suficiente la dotación cuyo valor económico alcance los 30.000 euros. Cuando la dota-
ción sea de inferior valor, el fundador deberá justificar su adecuación y suficiencia a los
fines fundacionales mediante la presentación del primer programa de actuación, junto
con un estudio económico que acredite su viabilidad utilizando exclusivamente dichos
recursos”.
La presunción de suficiencia de la dotación cuando alcance un importe de 30.000
euros pretende solucionar un problema recurrente en todos los Registros de fundaciones
existentes en España: la constitución de fundaciones que carecen de una solidez patri-
monial clara y que pretenden financiar sus actividades con cargo a los recursos que pue-
dan ir allegando una vez creadas.
Este tipo de fundaciones, en ocasiones denominadas recaudadoras, no encaja con
el concepto tradicional de la figura, que descansa precisamente en la solidez patrimonial
de la misma: una fundación, por definición, debe contar con un patrimonio que destinar
a sus fines. Cuando ese patrimonio inicial no existe los contornos de la fundación como
institución jurídica se difuminan y se hace difícil discriminar este tipo de fundaciones de
las asociaciones, en las que el elemento determinante no es el patrimonial, sino el per-
sonal (el esfuerzo y la colaboración de los socios).
En los últimos años, sin embargo, han proliferado en España iniciativas funda-
cionales respaldadas por una escasa dotación inicial y que, en la práctica, han demos-
trado su viabilidad económica, desplegando una actividad no desdeñable. De esta situa-
ción se ha hecho eco la Exposición de Motivos de la Ley 5/2001, de 2 de mayo, de fun-
daciones de Cataluña, en la que se destaca como, efectivamente, han surgido “muchas
iniciativas que aunque no disponen de un patrimonio importante para constituir una fun-
dación la han querido constituir” y que el Protectorado de fundaciones de Cataluña
“haciendo una interpretación extensiva, les ha dado entrada al Registro de Fundaciones,
ya que, a pesar de que no disponen de ninguna otra dotación que una cantidad simbóli-
ca, tienen otro capital constituido por el voluntarismo y por la actividad al servicio del
NOTAS Y COMENTARIOS 171

interés general, y cuentan, muchas veces, con el apoyo de las administraciones públicas,
locales y de la Generalidad, considerando las finalidades de interés general a que se des-
tinan”. Se señala, además, como objetivo de la ley “dar respuesta a la problemática sur-
gida de estas nuevas fundaciones, que han nacido al lado de las ya tradicionales, y dotar
a unas y otras, y también al Protectorado, de una herramienta que facilite sus activida-
des y sus funciones”.
El art.12.1 de la Ley 50/2002 se presenta, por el contrario, como un claro intento
por cercenar o, al menos, dificultar la constitución de las fundaciones a las que el legis-
lador catalán ha dado carta de naturaleza. Y puede entenderse o justificarse tal plantea-
miento en la medida en que se dirige a mantener nítidos los contornos del concepto tra-
dicional de fundación.
Cuestión distinta es que el mecanismo empleado sea el más acertado, que, a mi
juicio, no lo es. Establecer un umbral de 30.000 euros para considerar que una funda-
ción cuenta con una dotación suficiente no deja de ser una arbitrariedad, pues lo cierto
es que dicha cantidad no es bastante por si misma para sufragar la actividad continuada
de ninguna fundación. Quiero destacar con ello que una fundación cuya dotación sea de
30.000 euros y que se constituya por tiempo indeterminado necesitará con toda seguri-
dad allegar nuevos recursos económicos y, si ello es así, no se entiende muy bien cuál
es la diferencia con otra cuya dotación inicial sea 12.000 euros.
En consecuencia, me parece preferible el criterio establecido en su día por el
legislador vasco y seguido luego por el canario o el catalán, con arreglo al cual la sufi-
ciencia de la dotación debe medirse en función del programa inicial de actividades que
presente en el momento de constituirse. De esta manera, la valoración de la dotación se
realizará caso por caso y a la vista de los programas concretos de actuación. De hecho,
este es el criterio que contempla la propia Ley 50/2002 para aquellas fundaciones cuya
dotación inicial sea inferior a 30.000 euros, lo cual me lleva a la sorprendente conclu-
sión de que, al final, lo único cierto en la legislación estatal es que las fundaciones que
se constituyan con más de 30.000 euros tienen las puertas del Registro abiertas, al mar-
gen de su viabilidad económica real; para el resto, todo sigue igual.
En la normativa navarra, el problema de la dotación inicial se plantea exclusiva-
mente para las fundaciones que quieran acogerse al régimen fiscal previsto en la Ley
Foral 10/1996, cuyo artículo 7.1 establece que “La dotación, que tendrá carácter irre-
vocable e irreversible, podrá consistir en bienes y derechos de cualquier clase y habrá
de ser adecuada y suficiente para el cumplimiento de los fines fundacionales, lo que se
acreditará mediante el correspondiente estudio económico”45.
La última novedad a la que me gustaría hacer referencia en la Ley 50/2002 alude
al establecimiento en su artículo 5 de una serie de reglas acerca de la denominación de
las fundaciones. Dispone dicho artículo que “1. La denominación de las fundaciones se
ajustará a las siguientes reglas: Deberá figurar la palabra Fundación, y no podrá coin-
cidir o asemejarse de manera que pueda crear con fusión con ninguna otra previamen-
te inscrita en los Registros de Fundaciones; No podrán incluirse términos o expresiones
que resulten contrarios a las leyes o que puedan vulnerar los derechos fundamentales
de las personas; No podrá formarse exclusivamente con el nombre de España, de las
Comunidades Autónomas o de las Entidades Locales, ni utilizar el nombre de organis-

45. No me resisto a destacar lo llamativo que resulta que la regulación de la dotación inicial de la funda-
ción tenga para el legislador estatal la consideración de legislación civil a efectos competenciales (segundo
párrafo del apartado dos de la Disposición Final Primera). Quiere ello decir que, si el legislador navarro lo
entendiera oportuno, podría establecer que una dotación de 6.000 euros es suficiente. Y, si ello fuera así,
habría que explicar con toda naturalidad a cualquier ciudadano de a pie que la legislación estatal garantiza
la igualdad de todos los españoles en el ejercicio del derecho de fundación, con independencia de que para
crear una fundación en Burgos harían falta 30.000 euros, mientras que en Pamplona bastaría con 6.000.

LAS FUNDACIONES NAVARRAS...


172 FRANCISCO J. DÍAZ BRITO

mos oficiales o públicos, tanto nacionales como internacionales, salvo que se trate del
propio de las entidades fundadoras; La utilización del nombre o seudónimo de una per-
sona física o de la denominación o acrónimo de una persona jurídica distintos del fun-
dador deberá contar con su consentimiento expreso, o, en caso de ser incapaz, con el
de su representante legal; No podrán adoptarse denominaciones que hagan referencia
a actividades que no se correspondan con los fines fundacionales, o induzcan a error o
confusión respecto de la naturaleza o actividad de la fundación; Se observarán las
prohibiciones y reservas de denominación previstas en la legislación vigente. 2. No se
admitirá ninguna denominación que incumpla cualquiera de las reglas establecidas en
el apartado anterior, o conste que coincide o se asemeja con la de una entidad preexis-
tente inscrita en otro Registro público, o con una denominación protegida o reservada
a otras entidades públicas o privadas por su legislación específica”.
El objetivo de la norma es claro y difícilmente cuestionable: se trata de estable-
cer garantías que eviten problemas o prácticas fraudulentas en los que se refiere al nom-
bre de las fundaciones. Lo único que sorprende es el grado de detalle de la regulación,
que no se corresponde, por ejemplo, con el que ha empleado el propio legislador estatal
a la hora de disciplinar idéntica materia en la Ley 1/2002, de 22 de marzo, reguladora
del derecho de asociación. No quiero decir que me parezca inoportuna la regulación de
la Ley 50/2002, sino que me resulta sorprendente la diferencia de trato respecto a las
asociaciones o ¿es que existe alguna razón de peso para que las cautelas sean mayores
tratándose de fundaciones?
En la normativa navarra la única previsión acerca de la denominación de la fun-
dación es la recogida en el art. 5 a) de la Ley Foral 10/1996, que obliga a que en los esta-
tutos fundacionales se recoja “la denominación de la entidad, en la que deberá figurar
la palabra Fundación” 46.

46. También me parece sorprendente que el legislador estatal considere esta materia legislación civil a
efectos competenciales (segundo párrafo del apartado dos de la Disposición Final Primera). Y es que, nue-
vamente, podríamos vernos en el trance de explicar al lego en Derecho un peculiar entendimiento de la
igualdad en el ejercicio del derecho de fundación que obliga al fundador de Tenerife a respetar una serie de
reglas a la hora de poner nombre a su fundación, a las que no está sujeto el fundador de Tudela.

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