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Primero sería preparar el terreno para las lluvias: los árboles y arbustos actúan
como un manto protector del suelo frente a las lluvias. Un terreno que ha sido
asolado por las llamas carece de esta protección natural, por lo que la lluvia cae
directamente sobre la tierra. Esto hará que las vías de escape de agua que presenta
el terreno de forma natural se modifiquen por la erosión que la lluvia imprimirá sobre
el terreno, lo que puede provocar inundaciones. Por otra parte, las semillas sanas
que hayan podido quedar diseminadas por el suelo se perderán, minimizando las
posibilidades de repoblación natural del bosque. Por ello, resulta vital cubrir el suelo
con un ‘manto’ natural de vegetación, de manera que ya no sea tan vulnerable a la
lluvia y que el agua acumulada pueda volver a ser reconducida hacia las vías de
escape naturales del terreno. La construcción de pequeñas presas y diques puede
ser muy útil en este sentido.
En segundo lugar, retirar la madera quemada: el próximo paso será limpiar la zona
afectada retirando la madera quemada que haya podido quedar diseminada por el
suelo, así como cualquier otro tipo de desperdicio. No sólo sirve de obstáculo para
la reforestación del terreno, sino que además puede generar plagas de insectos,
algo que puede llegar a ser muy perjudicial para un terreno ya de por sí muy
deteriorado.
En quinto lugar, saber de quién es el terreno afectado: una vez realizado el proyecto
de repoblación y reforestación, es el turno de averiguar de quién es el terreno
quemado. Esto es especialmente importante cuando el incendio ha arrasado
porciones de terreno de miles de hectáreas. Se trata de informar a los propietarios
de las parcelas quemadas de las labores de limpieza y recuperación del terreno, así
como de implicarles en la labor.
1.- Preparar el terreno para las lluvias: los árboles y arbustos actúan como un manto
protector del suelo frente a las lluvias. Un terreno que ha sido quemado carece de
esta protección natural, por lo que la lluvia cae directamente sobre la tierra. Esto
hará que las vías de escape de agua que presenta el terreno de forma natural se
modifiquen por la erosión que la lluvia imprimirá sobre el terreno, lo que puede
provocar inundaciones que no favorezcan el desarrollo.
Por otra parte, las semillas sanas que hayan podido quedar diseminadas por el
suelo se perderán, minimizando las posibilidades de repoblación natural del bosque.
Por ello, resulta vital cubrir el suelo con un ‘manto’ natural de vegetación, de manera
que ya no sea tan vulnerable a la lluvia y que el agua acumulada pueda volver a ser
reconducida hacia las vías de escape naturales del terreno. La construcción de
pequeñas presas y diques puede ser muy útil en este sentido.
2.- Retirar la madera quemada: el próximo paso será limpiar la zona afectada
retirando toda la madera que haya podido quedar diseminada por el suelo, así como
cualquier otro tipo de desperdicio retirarlo. No sólo sirve de obstáculo para la
reforestación del terreno, sino que puede generar plagas de insectos, algo que
puede llegar a ser muy perjudicial para un terreno.
3.- No dañar los árboles que se puedan recuperar: es fundamental limpiar el terreno
retirando la madera quemada, pero también lo es el mantener y proteger aquellos
árboles que hayan podido sobrevivir al incendio. Especies como la encina y la
sabina pueden sobrevivir con facilidad a uno. Puede que sus hojas y ramas hayan
ardido y que su tronco esté carbonizado, pero se trata de especies muy duras, y es
muy probable que el interior de dicho tronco, al igual que las raíces del árbol, se
encuentren en perfectas condiciones, haciendo más que factible su recuperación.
Mantener estos árboles intactos resulta indispensable para recuperar el tejido
vegetal de la zona con la mayor rapidez posible.
Los árboles y arbustos actúan como protector del suelo frente a las lluvias. Un
terreno que ha sido asolado por las llamas carece de esta protección natural, por lo
que la lluvia cae directamente sobre la tierra. Esto hará que las vías de escape de
agua que presenta el terreno de forma natural se modifiquen por la erosión que la
lluvia imprimirá sobre el terreno, lo que puede provocar inundaciones. Por otra parte,
las semillas sanas que hayan podido quedar diseminadas por el suelo se perderán,
minimizando las posibilidades de repoblación natural del bosque. Por ello, resulta
vital cubrir el suelo con un ‘manto’ natural de vegetación, de manera que ya no sea
tan vulnerable a la lluvia y que el agua acumulada pueda volver a ser reconducida
hacia las vías de escape naturales del terreno. La construcción de pequeñas presas
y diques puede ser muy útil en este sentido.
El próximo paso será limpiar la zona afectada retirando la madera quemada que
haya podido quedar diseminada por el suelo, así como cualquier otro tipo de
desperdicio. No sólo sirve de obstáculo para la reforestación del terreno, sino que
además puede generar plagas de insectos, algo que puede llegar a ser muy
perjudicial para un terreno ya de por sí muy deteriorado.
Recuperar la infraestructura
Los árboles y arbustos actúan como un manto protector del suelo frente a las lluvias.
Un terreno que ha sido asolado por las llamas carece de esta protección natural,
por lo que la lluvia cae directamente sobre la tierra. Esto hará que las vías de escape
de agua que presenta el terreno de forma natural se modifiquen por la erosión que
la lluvia imprimirá sobre el terreno, lo que puede provocar inundaciones. Por otra
parte, las semillas sanas que hayan podido quedar diseminadas por el suelo se
perderán, minimizando las posibilidades de repoblación natural del bosque. Por ello,
resulta vital cubrir el suelo con un ‘manto’ natural de vegetación, de manera que ya
no sea tan vulnerable a la lluvia y que el agua acumulada pueda volver a ser
reconducida hacia las vías de escape naturales del terreno. La construcción de
pequeñas presas y diques puede ser muy útil en este sentido.
El próximo paso será limpiar la zona afectada retirando la madera quemada que
haya podido quedar diseminada por el suelo, así como cualquier otro tipo de
desperdicio. No sólo sirve de obstáculo para la reforestación del terreno, sino que
además puede generar plagas de insectos, algo que puede llegar a ser muy
perjudicial para un terreno ya de por sí muy deteriorado.