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La 157

verdad en ciencia
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Por Jorge Wagensberg 30 junio 2002

¿Qué es verdad en ciencia? En ciencia, el concepto de verdad puede aludir tanto a la


realidad como al conocimiento. Son dos sentidos diferentes. El concepto de verdad
relativo a la realidad misma tiene interés en una fase de la investigación: el
experimento. Experimentar es conversar con la realidad.
Por ello, cuando experimentamos, observamos, miramos o vemos, lo que nos preocupa
es que nuestro interlocutor sea la realidad de verdad y no cualquier otro substituto de
tal realidad. Un caso clásico es la cuestión del ruido y la información. ¿Cómo separar el
uno de la otra? Cuando un aparato de observación, o nuestros propios sentidos, nos
proporcionan datos, la pregunta siempre es: ¿Son de verdad? ¿No será un artefacto?
Otro caso no menos trascendente es separar la realidad de una ilusión de la realidad.
¿Cómo distinguir la una de la otra? El problema es profundo y afecta directamente a la
percepción humana, un proceso complejísimo que empieza en el mundo físico de los
objetos que emiten señales, continúa por el mundo siológico que las capta, sigue en el
mundo cerebral que las interpreta y acaba, si acaba, en un mundo psicológico y cultural
que las distorsiona. No en vano muchos cientí cos modernos de nen la percepción
como una alucinación controlada. Un tercer aspecto de la verdad de la realidad es
plenamente cultural. Es, por ejemplo, la verdad asociada a la realidad que presentan los
museos. Muchos de estos centros engañan al visitante con la exposición de mezclas de
piezas de verdad y piezas de mentira. Hoy se pueden hacer copias y reproducciones
indistinguibles y ¿por qué desilusionar al visitante con avisos? ¿Por qué renunciar a una
buena copia del buen original que tiene otro buen museo? El truco es sustituir la
realidad, o parte de ella, por conocimiento, es decir, por representaciones de la realidad
(copias, simulaciones, imágenes). Si acompañamos a un niño por un museo pronto nos
daremos cuenta de la trascendencia de este concepto de verdad, porque su pregunta
más frecuente será, con mucho, ésta: "Oye, pero ¿es de verdad o de mentira?" La verdad
de la realidad, entendida como la delidad de la realidad para con ella misma, es un
concepto profundo, polémico, pero claro y universal. El concepto de verdad asociado al
conocimiento es otra cosa. Pero debemos arrancar la discusión desde un poco más
atrás. ¿Qué es conocimiento?
El conocimiento es una representación, necesariamente nita, de un pedazo de
realidad, presuntamente in nito. Si, además, el conocimiento se elabora con cierto
método, llamado método cientí co, entonces el conocimiento se llama ciencia.
Retrocedamos un poco. El conocimiento como representación mental de la realidad,
transmisible entre las diferentes mentes (que pueblan el mundo intentando a su vez
adquirir conocimiento), requiere acordar ciertos conceptos y principios.
Lo primero es la partición del universo. El universo, como el conjunto de todo lo
que es, se divide en dos partes bien desproporcionadas: la mente y el resto del mundo.
En la primera gran hipótesis, existe el sujeto de conocimiento y existe el objeto de
conocimiento. Se admite, de paso, una segunda hipótesis: en la realidad, que acabo de
separar de mí, para observar y representar, resulta que existen otras mentes con las que
intercambiar conocimiento. Ya podemos adelantar otra importante propiedad del
conocimiento, según sea la profusión de mentes que pueden participar de él: la
universalidad. El conocimiento se transmite de una mente a otra. Lo que no se puede
transmitir no es, por de nición, conocimiento.
Pero dos mentes inmersas en la realidad están separadas por la realidad misma. Esto
signi ca que una mente, para comunicarse con otra, ha de atravesar la realidad. Es
decir, el conocimiento creado por una mente, como representación de una complejidad
presuntamente in nita, se ha de traducir en un trozo de realidad para que así pueda
alcanzar otra mente de destino. Es el caso de una pintura, una escultura, una ecuación
matemática, un poema, un programa de ordenador, un gesto, un objeto... Por ello, un
conocimiento está encuadrado en el espacio y el tiempo. Empieza y acaba. El
conocimiento es nito.
Nos acercamos así a la primera cuestión. El conocimiento es una representación de
la realidad rigurosa y necesariamente nita, mientras que la realidad representada es
presuntamente in nita. Un elemento de la realidad, un suceso o un objeto, sólo es
idéntico a sí mismo. En efecto, es imposible demostrar que dos pedazos de realidad son
idénticos porque in nita sería la tarea de recorrer todos sus detalles, matices, partes,
estados y variables que lo de nen. Es imposible porque nunca se puede estar seguro de
que uno ha terminado de considerar todas esas variables. En cambio, basta la primera
diferencia, una sola, para concluir que dos pedazos de realidad son diferentes. En otras
palabras, el conocimiento siempre es una aproximación nita de una realidad in nita.
La verdad de los lógicos, la verdad de las proposiciones, es un concepto simple y
claro porque la realidad cae lejos. No hay que hacer demasiadas concesiones en su
honor. Las proposiciones son verdaderas o no verdaderas (falsas), como máximo son
indecidibles. Si una a rmación es decidible ya sólo puede ser verdadera o no serlo. A es
A es una proposición verdadera, A es no A es una proposición falsa. Esta verdad es una
verdad interior a la construcción mental de la matemática, una verdad en función de la
cual se construye toda la lógica, sí, pero un concepto que agota su signi cado en sí
mismo.
Basta que la proposición aluda a la realidad de este mundo para que las cosas se
compliquen muy rápidamente. El propio lenguaje cubre el concepto de verdad con una
delicada capa de ambigüedad. En efecto, digamos, y es mucho decir, que el diccionario
del idioma con más palabras no llega a cien mil palabras. Bien, pues resulta que el
número de objetos y fenómenos distintos de este mundo son muchos más, claro. Esto
signi ca que cualquier proposición escrita en el más rico de los idiomas es, si alude a la
realidad de este mundo, forzosamente falsa. Sencillamente, no hay bastantes palabras
para decir la realidad. Ahora la proposición no puede tener sólo dos estados accesibles
(verdadero y falso), sino in nitos valores entre un mínimo (falso) y un máximo
(verdadero). Por ejemplo: ¿en qué cabello exactamente se queda calvo un melenudo
cuando le arrancamos los cabellos de uno en uno? Antes de llegar incluso al
conocimiento general de la realidad, el concepto de verdad pierde su carácter absoluto.
La verdad tiene peso, la verdad tiene grados, la verdad tiene matices.

Pero resulta que no todo el conocimiento es conocimiento hablado o escrito con


palabras. El conocimiento es mucho más amplio que una proposición o un conjunto de
proposiciones. El conocimiento puede ser una ley expresada matemáticamente, una
clasi cación, una descripción, un dibujo, un libro, una teoría, un sistema de ecuaciones,

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