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La dialéctica de lo Ideal”: Evald Ilyenkov

22/01/2014 Deja un comentario Go to comments

Lo ideal o la idealidad de los fenómenos es una


categoría demasiado importante para ser tratada de forma irreflexiva y descuidada, pues a
ella se encuentran vinculadas la comprensión marxista de la esencia del idealismo y la
propia denominación de éste.

Idealistas se consideran todas aquellas concepciones filosóficas que toman lo ideal como
punto de partida para la explicación de la historia y el conocimiento, con independencia de
la forma particular en que sea descifrado este concepto: como conciencia, voluntad,
pensamiento, psiquis en general, “alma”, “espíritu”, “sensación”, “principio creador” o
“experiencia socialmente organizada”.

Precisamente por esto, el campo antimaterialista en filosofía se denomina idealismo y no,


digamos, “intelectualismo”, “sicologismo”, “voluntarismo” o “concienticismo”: éstas son
ya especificaciones peculiares del idealismo en general, en cualquiera de sus formas
particulares de manifestación. Lo ideal se comprende aquí en toda su dimensión, como el
conjunto íntegro de todas sus interpretaciones posibles, tanto las conocidas, como las que
están aún por ver la luz.

Por eso es posible y necesario afirmar que la conciencia, por ejemplo, es ideal, o sea,
pertenece a la categoría de los fenómenos ideales, pero en ningún caso, ni en sentido o
relación alguna, es material. Ahora bien, si, por el contrario, usted afirmara que lo ideal es
precisamente la conciencia (la imagen síquica, el “concepto”, etc.) introduciría una
confusión inadmisible en la comprensión de la diferencia (contradicción) de principio
existente entre lo ideal y lo material en general, y en el propio concepto de lo ideal. Pues
esta inversión conduciría a que este concepto dejara de ser una designación teórica
concebida para una categoría determinada de fenómenos, y se convirtiera en una simple
denominación de algunos de ellos. Así, pues, usted se arriesgaría a pisar en falso: tarde o
temprano, en su campo visual aparecería una nueva variante de idealismo, aún desconocida,
que no encajaría en su definición extremadamente estrecha, adaptada sólo a un caso
especial de lo ideal. ¿En qué corriente de pensamiento incluiría usted, en tal caso, esta
nueva variante del idealismo? En la del materialismo. No tendría otra opción. O bien se
vería obligado a modificar y corregir su comprensión de lo ideal y del idealismo, con la
esperanza de eludir incongruencias evidentes.

Iván es un hombre, pero el hombre no es Iván. De forma análoga, no es admisible en modo


alguno definir la categoría general de idealidad a través de la descripción de una de sus
modalidades particulares, aunque sea la más típica.

El pan es un alimento, no cabe duda de ello. Pero incluso


la lógica escolar prohibe invertir esta verdad. La frase “el alimento es el pan”, en calidad de
definición verdadera del “alimento”, no tiene validez alguna y sólo puede parecer
correcta a quien no haya probado otro alimento que el pan.

Justamente por esta razón, usted está obligado a definir la categoría de lo ideal en su forma
universal y no mediante la indicación de una variedad particular suya, de la misma forma
que es imposible elucidar el concepto de materia a
través de la enumeración de las representaciones científico-naturales de la materia hasta
ahora conocidas.

Entretanto, este modo de razonar acerca de lo ideal puede encontrarse por doquier. Con
frecuencia, lo ideal se comprende como un simple sinónimo (y, por ello, como una palabra
superflua) de otros fenómenos, precisamente de aquellos que en filosofía se determinan
teóricamente a través del concepto de lo ideal. Ante todo, se toman por lo ideal, los
fenómenos de la conciencia.
He aquí un ejemplo típico de semejante inversión de la verdad: “Fuera e
independientemente de la conciencia no pueden existir lo fenómenos ideales y todos los
demás fenómenos de la materia son materiales…”2

Sin embargo, fuera e independientemente de la conciencia existen fenómenos tales como


los motivos inconscientes (“subconscientes”) de las acciones conscientes. Si nuestro autor
permaneciera fiel a la lógica elemental, estaría obligado a incluir dichos motivos en la
categoría de los fenómenos materiales, pues, como vimos, “todos los demás fenómenos de
la materia son materiales”.

Asimismo, los pensadores que toman esta categoría de fenómenos como fundamento de sus
concepciones (Edward Hartman, Sigmund Freud, Arthur Kestler y otros) deberían ser
elevados, de acuerdo a aquella misma lógica, al rango de materialista. Y no diga I. S.
Narskii que entiende la expresión “fuera e independientemente de la conciencia” en “otro
sentido” que el generalmente aceptado.

Como es posible apreciar, la confusión es grande, y no es casual que, de conformidad con


su lógica, Narskii vea “materialismo” en las obras de Rudolf Carnap, por cuanto éste se
ocupa de una cosa tan plenamente impersonal como es el “lenguaje”, con sus “estructuras”
irreductibles a los fenómenos de la conciencia individual.3

Más adelante volveremos sobre las desagradables e inesperadas consecuencias que se


derivan de esta comprensión irreflexiva de “lo ideal”. Por ahora, será suficiente constatar
que si usted define la conciencia como lo ideal, a la pregunta de rigor “¿qué usted
comprende por lo ideal?” no podría ya responder con la frase “lo ideal es la conciencia”,
“es un fenómeno (o característica) de la conciencia” sin dejar de asemejarse a un perro
juguetón que se muerde su propio rabo.

Artículo Completo

Este ensayo fue traducido del ruso por Eduardo Albert Santos y corregido por Rubén
Zardoya Loureda. La versión original, titulada “Dialiéctika idealnovo”, puede consultarse
en: Evald Iliénkov. Iskusstvo i kommunistícheski ideal, Moscú, Iskusstvo, 1984.

Fuente: Escuela de Cuadros

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