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DRA. MARÍA MONTESSORI 1870-1952. LOS ORÍGENES DE MONTESSORI, por J.

Ewart Smart

(Un examen de la obra realizada por María Montessori)

INTRODUCCIÓN

La Dra. Montessori, fundadora de la Filosofía Educativa Montessori, nación en Chiaravalle, provincia de


Ancona, Italia, el 31 de agosto de 1870. Fue hija única de Renilde Stoppani y del Cavaliere Alessandro
Montessori, miembro activo del Risorgimento, una asociación con aspiraciones liberales, entre cuyos objetivos
principales se encontraba la promoción de la libertad y la unidad nacional. Hacia 1870 su padre experimentó la
dicha de ver realizadas sus mejores esperanzas, mas aquella libertad por la que mostraba él tanto aprecio,
tenía muy poca semejanza con la que se practicaba en casa.

Era obvio que los padres de familia severos, de corte autocrático, no se daban sólo en Inglaterra. Por fortuna,
María tuvo la suerte de poseer una madre culta, con grandes cualidades intelectuales, con una visión
independiente del mundo, y que estaba decidida a procurar para su hija la libertad necesaria para desarrollar
sus potencialidades, una libertad arduamente obtenida y que, cuando se ponía en práctica de modo
excepcional, sobresalía por su unilateralidad masculina.

INGRESO A LA ESCUELA PRIMARIA

A la edad de 3 años, María se instaló junto con sus padres en Roma, y a su debido tiempo ingresó en la
escuela primaria. Escuela típica de la época, aliada del gis y la palabra del maestro, estricta, rígida y
disciplinada, tenía una atmósfera rígida y represora en la cual los niños dóciles se mantenían dóciles y
prosperaban, mientras que los genios rebeldes ocasionales se volvían más rebeldes, hasta convertirse
finalmente en niños “problema”. Como baluarte de resistencia contra la respetabilidad de los
convencionalismos, estos pequeños esgrimían un sentido del humor muy desarrollado. Al mismo tiempo,
guardaban en la memoria los numerosos ejemplos de injusticias y humillaciones, con la esperanza de corregir
esos agravios más tarde, en el momento oportuno.

Vemos así que en el origen del movimiento Montessori, está la sublevación contra el formalismo, así como la
intención de transformar las relaciones humanas, de introducir un medio ambiente realista, y de cultivar un
espíritu de independencia, todo lo cual desembocó en un movimiento mundial que apoyaba la Causa del Niño.

DESARROLLO POSTERIOR

El cuadro desplegado ante nosotros, en el que una pequeña se rehúsa a ser normalizada, jactándose de ser la
más atrasada en la clase y ridiculizando a sus perseguidores, ese cuadro, despierta nuestra curiosidad y
nuestro asombro acerca de la manera en que se llevó a cabo la transformación de una “mediocre” -como
injustamente se le consideraba- en una alumna sobresaliente, capaz de absorber todo ese conocimiento que
antes había rechazado, hasta egresar finalmente de la escuela media superior con una calificación que le
aseguraba el ingreso inmediato en la Facultad de Ingeniería en la Universidad de Roma. Ser admitida en una
facultad en la cual se admitía por tradición sólo a varones constituía una proeza sin igual. No obstante, María
poseía un espíritu pionero y sus experiencias con la pobreza, el dolor y la enfermedad la convencieron de que
su misión residía en el dominio de la medicina, y a esa facultad hizo su transferencia en el momento adecuado.
ROMPIMIENTO CON LA TRADICIÓN

Son muchos los que consideran que no es saludable romper con la tradición. Los compañeros de María se
opusieron tenazmente a que ella asistiera a los cursos, y durante una de las demostraciones científicas, el
antagonismo se volvió tan abierto y hostil que el profesor se vio obligado a intervenir con vehemencia y a
amenazar a los agresores con represalias. De este modo, se le permitió a María continuar sus estudios sin
ulteriores impedimentos en una atmósfera de espléndido aislamiento. En casa, el padre demostraba hacia la
estudiante una indiferencia rayana en la frialdad, actitud mitigada por el consejo amable y el apoyo decidido que
su madre, paciente y visionaria, le brindara.

Al final del curso el padre fue informado que en la Facultad de Medicina de la Universidad de Roma había
tenido lugar un fenómeno excepcional: una joven dama encabezaba la clase y se había hecho acreedora al
galardón más preciado, al máximo reconocimiento por todos apreciado. A partir de ese momento él reconoció
que su hija no era una estudiante común y corriente, sino una personalidad dinámica, poseedora de un espíritu
aventurero, dispuesta a librar batalla frente a cuanto contendiente se presentara. Fue entonces cuando se fue
desvaneciendo su indiferencia. Tuvo la fortuna de atestiguar que la libertad por la que tanto había luchado, y
ayudado a ganar para su amado país, se estaba implantando en cada país del mundo y que su propia hija, la
primera mujer en recibir el grado de Doctora en Medicina en la Universidad de Roma iba a convertirse más
tarde en punta de lanza de un movimiento internacional iniciado con el propósito de formular y defender los
derechos del niño.

LA EXPERIENCIA CON DEFICIENTES MENTALES

Con todo, la campaña tenía que esperar; había que dedicarse primero a la investigación y a la experiencia
práctica. Obtuvo el cargo de profesora en la clínica psiquiátrica de la Universidad. Como parte de su trabajo,
visitó el Asilo ara Enfermos Mentales de Roma, que albergaba a un grupo de niños con retraso mental. La
deplorable situación en que se encontraban esos inadaptados despertó en ella un profundo sentimiento de
compasión, por lo que decidió concentrar toda su energía y su talento en la búsqueda de una solución a este
grave problema social, relegado con tanta facilidad.

Con la creación de su ahora famoso material sensorial y con los “ejercicios de vida práctica”, la Dra. Montessori
logró que estos niños desarrollaran un espíritu de confianza en sí mismos, de independencia y autodisciplina. Al
hacer uso total de su limitada capacidad intelectual y al despertarse en ellos un sentido de dignidad,
estimulados por el amor que María les mostraba, los pequeños superaron el tedio y su compañero inevitable, el
vandalismo, y se esforzaron por alcanzar las alegrías que brindan la camaradería y el trabajo en común.
Merced a sus experimentos, la Dra. Montessori llegó a la conclusión de que para la instrucción de los
deficientes mentales se requería un enfoque pedagógico más que uno médico. (Este principio ya ha sido
reconocido por el Gobierno Británico, el cual propuso que los servicios destinados a los deficientes mentales se
transfirieran del Ministerio de Salud al Ministerio de Educación.)

Para ello era necesario realizar un análisis exhaustivo del campo pedagógico, incluyendo la traducción en
manuscrito del libro de Séguin (a partir del original en francés), un estudio de los Clásicos y de sus métodos,
así como una serie continua de experimentos, gracias a los cuales tuvo ella el placer de lograr que algunos de
los deficientes mentales por ella atendidos aprobaran el Examen Oficial de lectura y escritura. “Mientras todos
se admiraban del progreso de mis débiles mentales, yo me preguntaba cómo era que los alegres y saludable
alumnos de las escuelas normales se hallaban reducidos a un nivel tan bajo que estudiantes en tan tristes
condiciones como los míos, los habían igualado en las pruebas de inteligencia”. * El Descubrimiento del Niño
(1948)
El informe presentado por María Montessori acerca de sus experimentos, en el Congreso Pedagógico de Turín
en 1898, despertó enorme interés en todo el país; los resultados ahí expuestos propiciaron el establecimiento
de las primeras escuelas de educación especial para deficientes mentales en Italia y más tarde en otras
naciones.

Ese mismo año fue nombrada directora de la Scuola Ortofrénica de Roma, cargo que ocupó durante dos años.
A través de la experiencia práctica adquirida en ese período, se puso en contacto con la pedagogía por primera
vez, Nunca antes se había interesado en la educación. A partir de esos dos años tuvo la intuición de que el
método de Séguin estaba basado en principios mucho más razonables que los aplicados en la educación
ordinaria y que con ellos se lograba no sólo que los alumnos aprendieran algo, sino que desarrollaran su
personalidad.

Después de abandonar la escuela para deficientes mentales, María regresó a la universidad para estudiar
filosofía y asistir a los cursos de psicología experimental, disciplina que acababa de instituirse en las
universidades italianas. Al mismo tiempo realizaba investigaciones sobre antropología pedagógica en escuelas
primarias públicas, lo cual le permitió estudiar tanto los métodos como las regulaciones que se aplicaban en la
educación de los niños normales.

María deseaba ahora poner en práctica con niños normales el método que había utilizado con los débiles
mentales. No había pensado en aplicar ese mismo método a niños más pequeños. Decidió llevar esto a cabo
en la primera oportunidad. Oportunidad que le ofreció el Instituto Romano dei Beni Stabili, el cual le proporcionó
un salón para reunir a los niños de las casas vecinas. El resultado fue tan sorprendente que el Instituto decidió
abrir en cada conjunto de viviendas una Casa de los Niños, Casa dei Bambini.

CASA DEI BAMBINI

LA PRIMERA Casa dei Bambini surgió de este salón colmado de niños que se pusieron bajo el cuidado de la
Dra. Montessori y de su única asistente, la hija del vigilante. Bien podríamos decir que “empezó de la nada”,
situación ideal para quien posee los dones de la imaginación, la creación y la improvisación, pero reto difícil
para cualquiera que deba enfrentarse con una banda de cincuenta bribonzuelos de entre 3 y 6 años, que
desafiaban a la autoridad y que se mostraban inclinados al desorden. Si faltaban asientos en esa primera Casa
dei Bambini, los pequeños trabajaban en tapetes esparcidos por el piso, adoptando las posiciones a las que
estaban acostumbrados.

En cuanto al equipo, contaban con el material de Séguin -y, literalmente, con montones de juguetes. Había
oportunidad de introducir material científico bien diseñado que servía para demostrar e ilustrar los nuevos
principios y los nuevos descubrimientos.

Se presentaban numerosas oportunidades para determinar el coeficiente intelectual de los niños y sus
reacciones ante el empleo de toda clase de material.

Algunas piezas del material resistieron la prueba y fueron conservadas: otras fallaron y fueron descartadas.
Poco a poco, mediante la observación de diversos grupos de niños de distintas edades, la Doctora pudo
disponer el material en orden psicológico a fin de ajustarse a la cadena del desarrollo mental. La elección del
material quedaba en manos del pequeño y la maestría se lograba gracias a la repetición y a la práctica
espontáneas, análoga a la práctica realizada en los juegos con objeto de alcanzar la perfección.

Al manipular el material, los niños llevaban a cabo un trabajo dirigido consciente o inconscientemente hacia el
logro de ciertos fines; por ejemplo, el de leer y escribir y realizar operaciones aritméticas correctamente; con
eso se ayudaba al desarrollo del niño, utilizando la psique o energía dinámica del pequeño como fuerza motriz.
UN CAMBIO IMPORTANTE

Se dio entonces un enorme cambio en el porte y la conducta de estos niños y, en comparación con los
educados en forma tradicional, la “libertad” suya quedó a buen resguardo. Por vez primera en su vida habían
sido tratados como “personas”, con toda la dignidad y la comprensión que el término implica.

En un ambiente preparado especialmente para los niños y trabajando con material científicamente diseñado,
didáctico, preciso y apto para la autocorrección, hasta el pequeño más desanimado se percataba del reto y con
el tiempo aprendía a concentrarse en la tarea que tenía ante él, además de gozar al ver coronados sus
esfuerzos: llegaba al descubrimiento, en un éxtasis de alegría y satisfacción, que lo impulsaba a conseguir
nuevos triunfos.

No resulta por tanto nada sorprendente que la Casa dei Bambini haya atraído la mirada de todo el mundo y que
fervientes educadores de todos los países llegaran a visitarla.

Ahí, en el corazón de un barrio bajo, frente a obstáculos materiales y humanos de toda índole, ocurrió un nuevo
nacimiento, el nacimiento de una Causa iniciada por un pequeño que vio la luz por primera vez 2000 años atrás
en un establo.

LOS PRIMEROS TIEMPOS

El establecimiento de la Casa dei Bambini marcó toda una época, y constituyó el ejemplo clásico de una
aventura pionera que logra éxito gracias a la iniciativa, el poder de adaptación y la voluntad para alcanzar un
objetivo científico, mejorar las condiciones del aprendizaje.

En aquella época, algunos banqueros emprendieron un proyecto de vivienda consistente en adquirir casas en
mal estado de alguna compañía en quiebra, repararlas, adaptarlas y rentarlas, a condición de que se
encargaran de mantenerlas en buen estado, a un grupo de personas de condición social baja.

Personas que se alegraron de obtener vivienda y que, de acuerdo con sus posibilidades, se esforzaron por
cumplir con su parte en el contrato.

Nadie, sin embargo, había tomado en cuenta las necesidades de los niños. Mientras los padres procuraban
ganarse la vida, los niños, abandonados a sus propios recursos, crecían en estado salvaje. Además de cometer
delitos menores fuera de casa, en sus propias viviendas realizaban toda clase de actos vandálicos, causa
suficiente para que los fiadores se alarmaran ante la situación y buscaran alguna salida.

Decidieron entonces reunirlos en un cuarto de algunos de los edificios. Se nombró un comité de mujeres
bondadosas y bien intencionadas a fin de recolectar fondos que los banqueros se habían rehusado a aportar
para amueblarlo; la primera decisión por ellas tomada fue la de comprar una amplia colección de juguetes con
objeto de que los niños se mantuvieran ocupados e interesados. Estos juguetes mostraron su utilidad como
medio para atraer la atención del niño; es decir, durante el proceso de normalización, mientras se habituaban a
las nuevas condiciones, pero la Dra. Montessori pronto descubrió sus fallas como factor importante en el
proceso de desarrollo; para subsanar esas fallas, la Doctora añadió el material que había empleado con los
deficientes mentales. No retiró la colección de juguetes, sino que fueron los mismos niños quienes mediante
sus acciones mostraron claramente su deseo de trabajar con el material sensorial.
CLASIFICACIÓN DEL MATERIAL Y REACCIONES OBTENIDAS

De acuerdo con su coeficiente intelectual, los 50 niños entre los 3 y 6 años de edad podían clasificarse como
normales pero, a causa de su crecimiento anormal debido principalmente a la ausencia de cuidados paternos,
podrían ser calificados como socialmente deficientes.

Resultaron reveladoras las reacciones que ante el material mostraron los niños deficientes, los normales y los
superdotados. El débil mental, una vez que había establecido una relación armoniosa con el ambiente, requería
aún de estímulos y atención, en suma, requería que se le persuadiera mediante halagos antes de ocuparse del
material. De buena gana aceptaba toda la ayuda que se le ofrecía y estaba satisfecho cuando completaba el
trabajo fijado por el material apropiado.

Al llegar a ese punto parecía haber agotado sus reservas de energía intelectual y denotaba muy pocos deseos
de repetir la tarea para lograr la total maestría. En algunos casos, el conocimiento obtenido con tanto esmero
parecía desvanecerse en poco tiempo y había de otorgársele algún estímulo a fin de que repitiese la labor y
afianzara el conocimiento.

En el caso del niño normal, éste se sentía ofendido por las interferencias, pues las consideraba una afrenta
para su ego; prefería hacer él mismo sus propios descubrimientos y aspiraba a la independencia, para lo cual
realizaba numerosas repeticiones espontáneas. Se mostró siempre dotado de inagotables reservas de energía
y entusiasmo.

Para el niño sobresaliente, el material constituía un reto que superaba fácilmente absteniéndose de
repeticiones para buscar nuevos campos a los cuales extender sus conquistas, alentado por una enorme
confianza en sí mismo.

Es conveniente resaltar que desde el principio estaba arraigado en los niños el ardiente deseo de trabajar y,
durante la etapa en que no se diseñaba todavía nuevo material, se entregaban los pequeños a otro tipo de
labores, tales como las faenas domésticas cotidianas. La asistente informó indignada a la Dra. Montessori
sobre este asunto, pero ella permitió que los niños continuaran haciéndolo.

ADAPTÁNDOSE A LAS PROPORCIONES

Por desgracia, los cepillos, las escobas, las charolas, todo era demasiado grande y difícil de manejar, y no
había en la ciudad dónde adquirir utensilios de tamaño adecuado. Resulta extraño señalar que ya Platón había
sugerido que se ejercitara a los niños en el uso de utensilios de tamaño miniatura necesarios para los oficios
que quisieran desempeñar en la edad adulta.

La cuestión del tamaño, la proporción y el color ocupó entonces el primer plano, y la Dra. Montessori propuso la
requisición de sillas, mesas y utensilios domésticos para que se adaptaran y sirvieran de muebles en un
ambiente lleno de colores agradables. Habían de adaptarse también los elementos de la estructura -puertas,
tazas de baño, etc.- al tamaño de los niños. En suma, se iba a convertir el edificio en una verdadera casa de
niños, diseñada y amueblada por alguien que comprendía plenamente las necesidades de los pequeños.

No obstante, era necesario considerar el factor económico. Cierto es que se había puesto coto al vandalismo, y
ahora los edificios no tenían que hacer frente a los costos de reparación y reposiciones. Pero para los
banqueros, cuya empresa constituía un negocio y no una “obra de caridad”, esta idea apenas concebida de
adaptar un edificio a las necesidades de los niños no sólo era infructuosa, sino que resultaba del todo
¡¡extravagante!! Así que el proyecto fue rechazado.
La Dra. Montessori, tenaz luchadora por la Causa del Niño, no se arredró ante ello. Con sus propios y exiguos
recursos, así como las contribuciones que algunos amigos hicieran al Comité de Damas en cargo, fue
transformando los salones (ya se le habían proporcionado algunos más) en una casa hermosa, llena de alegres
colores.

Aún quedaba mucho por hacer. Además de los muebles y accesorios, había que introducir mil cosas más,
cosas asociadas en general con una casa bien administrada, diseñada para que los niños crecieran en un
ambiente de alegría. Para los pequeños que la ocuparon representó un paraíso terrenal, y cierto visitante que
permaneció varias horas dentro del recinto la llamó “Casa de los Niños”, en Italiano Casa dei Bambini, nacida
en el Beni Stabili en 1907. La Dra. Montessori había convertido en realidad sus más caros anhelos.

CUIDADO DEL AMBIENTE

Una vez que se hubo decidido cómo sería el ambiente, tocaba asegurarse ahora de que recibiría un trato
cuidadoso; había que acercarse a él de tal manera que tuvieran los niños la impresión de ser propietarios en
común y se familiarizaran con los cuidados que habían de proporcionarle. Era necesario eliminar el temor
asociado a las órdenes militarizadas, a las veladas amenazas y los castigos físicos y mentales.

Quedaban relegadas en el olvido las viejas frases familiares de “No toques” y “Vas a ver”. La ocurrencia de
accidentes menores proporcionó la oportunidad de introducir técnicas en vivo: cómo evitar que el agua se
derramara o que se cayeran los objetos, en suma, cómo hacer las cosas tranquila y correctamente sin molestar
al vecino. Los modales y hábitos más sencillos tenían que enseñarse con mucha paciencia, con cortesía y
amor.

Para satisfacer el deseo de los niños de valerse por sí mismos se requería todo un equipo de cepillos y peines,
cepillos para uñas, jofainas y otros utensilios domésticos de tamaño adecuado para llevar a cabo los “Ejercicios
de la Vida Práctica”, entre los cuales se encontraban las primeras prácticas relacionadas con la vida en
sociedad, con la ayuda personal y comunitaria. Cabría examinar con detenimiento los múltiples incidentes que
al ser cotejados dieron origen a una revolución en el aprendizaje y desarrollo de los niños, revolución que
reemplazó el régimen antiguo tan generalizado del control objetivo por medio de hábitos que llevaban al
autocontrol. Una disciplina interna acompañaba a esa nueva libertad obtenida en silencio, lentamente, en
condiciones felices que engendraban felicidad.

NIÑOS EVACUADOS

Entre los niños que fueron trasladados de la ciudad al campo durante la guerra de 1939-1945, aquellos que
habían sido educados en la línea Montessori se adaptaron rápidamente, sin ocasionar casi ningún problema.
Supieron cómo hacer uso de la libertad, cómo trabajar tanto individual como colectivamente, tenían buenas
maneras y cuidaban con esmero excepcional el material que más tarde fue devuelto sin presentar ningún daño.
En el camino se extraviaron algunas cuentecillas y cubos; ese fue el único accidente sufrido, y el resto del
material continuó en uso después de 30 años de estar en servicio. En la prensa local de aquellas áreas en las
que se instalaron los pequeños provenientes de la ciudad, aparecieron numerosos artículos y fotografías en los
cuales se comentaban los modales, el porte, la conducta, la apariencia, la limpieza y los buenos modales de
esos niños.
DE REGRESO A LA CASA DEI BAMBINI

Para llegar de nuevo a nuestra Casa dei Bambini original, he aquí una descripción fascinante de los cambios
operados en estos pequeños. La intuición, la paciencia y la ayuda científica de la Dra. Montessori habían
transformado el mundo de estos niños y, a su vez, este mundo había originado cambios en los pequeños
mismos. Los sucios rapazuelos cuidaban ahora con esmero de su persona. Los pequeños vándalos que otrora
se refocilaban en manchar y destruir su entorno, lloraban ahora si por error se les rompía algún vaso; la
aparición de cualquier mancha en la brillante superficie de su mesa traía como respuesta inmediata su limpieza.

Después de haber sido utilizado, todo el material tenía que colocarse nuevamente, en orden. Se hizo caso
omiso de los costosos juguetes. Pese a que les mostró su uso una y otra vez, los pequeños los abandonaban al
poco tiempo para dedicarse a trabajos domésticos y ejercicios sensoriales. Los niños más grandes que antes
se divirtieron en atormentar e intimidar a los pequeñuelos, ahora les prestaban ayuda y los trataban con
amabilidad y afecto. Quienes antaño se arrebataban los objetos y hasta reñían por la posesión de un trozo de
cuerda, ofrecían ahora a los demás cosas que ellos mismos deseaban. Los glotones que solían robar fruta y
dulces a los vendedores ambulantes, dejaban ahora a un lado el caramelo que algún visitante les obsequiara
hasta terminar con su “trabajo”, y muy a menudo lo daban a algún niño más pequeño. Poco a poco iban
adquiriendo la técnica de hacer las cosas con precisión, técnica que requería de una gran concentración para
guiar cada uno de los movimientos que realizaban y gracias a la cual se desarrolló en ellos el hábito del
autocontrol. Una disciplina interna acompañaba a la nueva libertad de que disfrutaban en sus vidas.

CAMBIO DE COMPORTAMIENTO

Durante el período de normalización, aquellos que en el pasado se comportaran como diablillos habían ahora
adoptado una actitud tímida, como si temieran que se trajeran a colación sus antiguas faltas y se les castigara
por ellas. Con el tiempo fue quedando atrás esa timidez y los niños se mostraron alegres, abiertos, francos.
Habían adquirido las costumbres y modales de los caballeros y las damas que venían a visitarlos. “Niños
convertidos”, rezaba un periódico. “Niños nuevos”, se leía en otros.

En la opinión de la Dra. Montessori, el cambio se había efectuado espontáneamente.

Los niños no habían recibido ninguna lección de ética; nadie los había regañado o castigado, tampoco se les
había ofrecido premio alguno. La Doctora les había enseñado únicamente la técnica de usar objetos adecuados
a su tamaño y les había permitido moverse con libertad en el ambiente que les había preparado. De ellos había
surgido lo demás. No sentían deseos de jugar con juguetes; querían más bien trabajar con los utensilios
puestos a su disposición. No querían que se les brindara ayuda, sino hacer todo ellos mismos. Deseaban tener
libertad de elección y libertad para entregarse a algún trabajo el tiempo que quisieran. Ansiaban que se les
enseñara cómo hacer las cosas por sí mismos a fin de no depender de otros.

El cambio total en la actitud de los niños efectuado como respuesta a los estímulos del material, del ambiente y
a la influencia de la maestra, llevó a la Dra. Montessori a meditar sobre la verdadera naturaleza del hombre, así
como sobre el significado y el propósito de las potencialidades internas que se revelaron ante su mente,
incrédula todavía.
ESTUDIO DEL LENGUAJE

Seis meses después de haberse fundado la “Casa dei Bambini”, las propias madres habían experimentado la
influencia de los niños. Hallábanse ahora transformadas en mujeres pulcras, bien acicaladas. En lugar de tener
ropa puesta a secar en las ventanas, ahora había floreros.

Algunas de ellas se acercaron a la Dra. Montessori para pedirle que enseñara a sus hijos a leer y escribir.
“Nosotras no podemos hacerlo, pues no sabemos leer ni escribir”.

María Montessori vaciló por algún tiempo. Pensaba que los niños eran demasiado pequeños. Al intentar
corregir la pronunciación de los infantes, que hablaban el dialecto Romano, y proporcionarles la alternativa
Italiana apropiada, les mostraba el objeto y pronunciaba con gran claridad su nombre; analizaba su estructura
fonética y enunciaba claramente los sonidos (no los nombres de las letras alfabéticas) que lo componían.

Por ejemplo, OCA --- O, C, A. OSO --- O, S, O. Esta demostración fascinaba a los pequeños y los hacía penetrar en
el espíritu del juego con gran entusiasmo. Se les veía murmurar para sí, profundamente concentrados,
analizando los sonidos de las palabras. Aunque eran muy pequeños, la Dra. Montessori introdujo un material
similar al que había utilizado anteriormente con débiles mentales para estimularlos a escribir. “¿Quieren ver la
‘a’?” Naturalmente que esta posibilidad les parecía a los niños milagrosa. ¿Cómo puede uno ver un sonido?
“Esta es la ‘a’”, proseguía la Dra. Montessori, y les mostraba la letra alfabética recortada en papel lija y pegada
en un papel brillante con el cual se cubría un cuadrado de cartón. Tomaba la mano del niño y la guiaba para
que sintiera la forma de la letra en la dirección en que se escribía. El pequeño reaccionaba lleno de interés.
Volvía a tocar la letra una y otra vez. El contraste entre la áspera superficie de la letra y la superficie tan suave
del papel en el que estaba pegada servían de guía a la mano del niño, quien, cada vez que terminaba de
tocarla, decía “a”, “a”. Al verlo concentrado en una actividad fascinante, los demás pequeños se le unían.

Una por una fue enseñándoles todas las vocales y dos o tres consonantes. Hasta que un buen día les dijo:
“Vamos a ver cuántas palabras podemos formar con ellas”. Para hacerlo utilizó letras recortadas en los que las
consonantes se distinguían de las vocales por el color. Pronunciaba las palabras una por una. Al ir analizando
los sonidos, tomaba las letras apropiadas y las colocaba una al lado de la otra hasta completar la palabra.

Debajo de esta palabra formaba lo siguiente. La lengua que utilizaba era el Italiano, idioma fonético (algo
similar podría mostrarse con el inglés si eligiésemos las vocales y consonantes “t” y “p”. Por ejemplo: pat (dar
golpecitos), pet (mascota), pit (hoyo), pot (olla), put (poner), tap (tapón), tip (extremo), top (cima).

Nuevamente estaban los niños encantados. Volver visibles palabras invisibles constituía todo un reto fascinante
y novedoso. Disponían para practicar de toda una serie de palabras. Nunca habían visto escritas la mayoría de
las palabras que cotidianamente empleaban. Los pequeños analizaban todo tipo de términos y cuando no
sabían alguna letra, iban a preguntar diciendo: Conozco la a, la l y la o, pero no conozco la t. Enséñamela por
favor, pues quiero escribir ‘alto’”.

DIBUJOS Y ESCRITURA

Otro de los ejercicios que gozaba de gran popularidad era pintar con lápices de colores dibujos ya hechos. Con
esta práctica los niños alcanzaron tal delicadeza en el toque que más que dibujos ya hechos parecían haber
sido pintados por los pequeños.

Que cierto día un niño comenzara a escribir se consideraba como la consecuencia natural de los estudios
precedentes y al ocurrir constituía una sorpresa maravillosa, tanto para el niño que escribía como para los que
lo rodeaban.
Para quien la descubría, se trataba literalmente de una explosión de la escritura. Su alegría y entusiasmo eran
desbordantes. Gritaba “Ya sé escribir, ya sé escribir”. Era como si alguien descubriera que le habían crecido
alas y que podía volar lo mismo que los pájaros.

¿Cómo imaginar que a los cuatro años y medio de edad, y sin recibir ninguna enseñanza específica, el niño
“explotara” espontáneamente en la escritura? Hasta entonces, escribir había constituido una ardua tarea tanto
para el maestro como para los alumnos de 6 y 7 años. En muchas de las viejas escuelas tradicionales el
castigo para quienes no sabían sostener un lápiz o la pluma “apropiadamente” consistía en pegarles duramente
en las manos con un palo. Había algo misterioso, algo desconocido en todo esto, y para investigar el Secreto
de la Infancia y cuestiones afines, la Dra. Montessori abandonó la medicina, carrera en la que se había
desempeñado con tanto éxito, y se convirtió en “maestra educadora”, como informaba el Ministerio de
Educación Italiano de aquella época al comentar con sarcasmo la inconstancia de las mujeres. Fue éste el
inicio de la Dra. Montessori en el campo de la educación.

UNA VIDA DEDICADA A LA INVESTIGACIÓN

La Dra. Montessori siguió adelante, consagrándose a la investigación. Durante el resto de su vida, reflexionó
profundamente en las características y las extravagancias de la naturaleza humana. Apenas hacia el final de su
vida encontró la visión en pos de la cual había andado, una visión fascinante.

Debido a los acontecimientos políticos, su búsqueda se extendió por numerosos países de Europa, América y
Asia. Aunque en apariencia constituyó una desgracia y en ocasiones un asunto muy embarazoso, el verse
obligada a abandonar un país tras otro le brindó la oportunidad que de otra manera ella nunca hubiera buscado,
quizás, de estudiar a la humanidad en vastas áreas y en las circunstancias más variadas.

Esto también le dio la oportunidad de ampliar sus experiencias de “educación como ayuda a la vida” desde el
nacimiento a la madurez.

Gracias a la calidad y a la cantidad de sus obras, a las conferencias, cursos de entrenamiento, seminarios y
congresos, nos damos cuenta que la Dra. Montessori poseía reservas inagotables de energía creadora y un
enorme talento. Haber originado un Movimiento de repercusiones mundiales a partir de acciones
proporcionalmente microscópicas constituye en sí casi un milagro. Al observar el progreso del Movimiento
Montessori sorprende la dedicación y el sacrificio de muchos de sus miembros antiguos y actuales, así como su
ardiente deseo de apoyar los objetivos e ideales de su fundadora en la lucha constante por la Causa del Niño.

* Agradezco al Sr. Mario Montessori, Director de la Association Montessori Internationale y al Profesor George
Rogers de la Guildhall School of Music, de Londres, el haberme permitido hacer uso de sus investigaciones.

J. EWART SMART
PALABRAS DE LA ASOCIACIÓN MONTESSORI INTERNACIONAL

Después de la muerte de la Dra. Montessori, acaecida en 1952, se designó como sucesor suyo en la
Presidencia de la Association Montessori Internationale a J. Ewart Smart, Oficial de la orden del Imperio
Británico y Miembro del Congreso, con maestría en Arte, licenciatura en ciencias, y doctorado en Filosofía.

Gran humanista, poseedor de excelente sentido del humor, de una vasta cultura y de amplia experiencia en el
campo de la educación y la administración civil, Smart dirigió la asociación a través de numerosas crisis hasta
llevarla al auge y reputación de que goza hoy día.

Muy a pesar nuestro, dimitió de su cargo debido a su avanzada edad (frisaba los ochenta años), no sin antes
legarnos un postrer bien: un examen, desde su propia perspectiva, de la obra realizada por la Dra. Montessori.

A. M. I. (Asociación Montessori Internacional)

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