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Universidad Nacional de La Plata

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Historia General I
Ficha de Cátedra

Hipótesis sobre el surgimiento de los Estados antiguos1

La cuestión de los orígenes del estado debe pensarse como un problema


complejo y ampliamente debatido, en particular desde mediados de la década del 50
hasta la década del 80. Algunas de las hipótesis más significativas surgidas en ese
período son expuestas en esta ficha basándonos en Lidia Manzanilla, “Algunas
consideraciones sobre los indicadores arqueológicos elegidos para explicar el proceso
de conformación del estado en el Cercano Oriente. El caso de Mesopotamia (cuarto
milenio a.C.)”.
Por otro lado, es notable la aparición de explicaciones que intentan romper con
los modelos evolucionistas y ponen el acento en rescatar a las sociedades llamadas
primitivas de un estadio previo, con menor desarrollo, tal el caso de Pierre Clastres.
Yoffee (2004, p. 41) en su obra Mitos del estado arcaico2 señala que “en los 60
y por las siguientes décadas, los arqueólogos estaban obsesionados con identificar
estados y desarrollar métodos para ese propósito. En los 90, los arqueólogos habiendo
impugnado el proyecto neo-evolucionista, no se preguntaban qué eran los estados sino
lo que ellos hicieron. En el nuevo milenio, los arqueólogos ahora más bien estudian qué
es lo que los estados no hicieron. Esto es, ¿cuáles fueron los límites del poder en los
estados tempranos? ¿Cómo la gente construía su vida en los estados tempranos?”. El
libro de Yoffee de hecho intenta explicar algunas de estas cuestiones.
Nos proponemos plantear sintéticamente algunas de las teorías más relevantes
respecto del origen del estado, al margen de que cada caso pueda ser comprendido en
sus condiciones históricas específicas. Si atendemos a que se trata de estados prístinos,
es decir aquellos que emergieron en sociedades no estatales, las explicaciones se basan
primordialmente en fuentes materiales dado que no se había desarrollado la escritura.

Una de las teorías más discutidas ha sido la hidráulica. La fuerza de esta


propuesta ha residido en el hecho de que los primeros estados surgen en torno a ríos:
Egipto en torno al Nilo, Mesopotamia en torno a los ríos Tigris y Éufrates, China en
torno al río Amarillo y la India en torno al Ganges. La hipótesis central es que las obras
de riego necesarias para la producción y otras construcciones derivadas de tales
actividades deben ser administradas por un gobierno fuerte capaz de organizar y
controlar el trabajo. Tal conformación estatal sería la forma más eficiente dadas las
tareas requeridas: la construcción de diques y canales y luego la distribución del agua
hacia las tierras dables de ser cultivadas. Los máximos exponentes de esta teoría son
Karl Wittfogel (1966, 1974) y Julian Steward (1955). Wittfogel propone además un
esquema de desarrollo “evolutivo” desde la fase I con comunidades aldeanas -cada una
con su sistema de riego- que evolucionarían en organizaciones pluri-comunales y
ciudades-estado independientes (fase II). Una tercera fase sería de desarrollo regional,

1
Realizada por la Dra. Andrea Zingarelli.
2
Myths of the Archaic State. Evolution of the Earliest Cities, States and Civilizations, Cambridge
University Press, Cambridge, 2004.

1
de mayor complejidad y que daría lugar a una fase de “tipo imperial”, cuando se funden
distintas regiones hidráulicas.
De acuerdo a Wittfogel (1974, p. 6), Mesopotamia y Egipto son ejemplos de
“sociedades hidraúlicas compactas, simples, estatales”. Los investigadores que
siguieron esta propuesta se enfocaron en buscar los canales de irrigación como “prueba”
de la misma. Ello condujo a la realización de proyectos de la mano de Robert Mac
Adams, Hans Nissen y Thorkild Jacobsen en el centro y sur de Mesopotamia (Diyala,
Akkad, centro de Sumer y Uruk) en búsqueda de reconocer rastros de actividad
hidráulica y en pos de vincularlos con el surgimiento del estado.
Mac Adams (1965, p. 41) arribó a la conclusión que en el caso mesopotámico,
en particular en el área del Diyala: “(…) es difícil ver el surgimiento de las aldeas como
consecuencia de cualquier control monopolístico del abastecimiento de agua de las
aldeas circundantes, y aún más difícil imaginar como consecuencia la necesidad de una
burocracia a la cual atañe la administración de los canales”.
Por su parte, Butzer (1976) -que ha estudiado el problema para el origen de la
antigua civilización egipcia- llegó a demostrar que el drenaje no fue ningún
prerrequisito general para el cultivo, y la irrigación artificial fue una opción deseable
sólo para incrementar la extensión de tierra cultivable y para hacer igual año a año la
productividad de las cuencas aluvionales irrigadas naturalmente. Sumado a ello, la
ausencia de reglas escritas en el Egipto predinástico sugiere que la legislación del agua
no fue demasiado compleja y que se administraba localmente.

La hipótesis demográfica y la hipótesis bélica aparecen íntimamente


relacionadas. Uno de sus defensores es Robert Carneiro (1970), quien propone que el
aumento progresivo de la población provocaría constantes conflictos debido tanto a la
competencia sobre terrenos aptos para labores agrícolas o sobre zonas de recolección,
caza o pesca, como por una alta densidad de población en áreas restringidas, creando de
este modo una presión sobre los recursos ya limitados. Ello conduciría a la conquista de
unos grupos por otros, estableciéndose una relación de tipo tributario entre vencedores y
vencidos. De esta manera, aumentaría progresivamente el tamaño de las unidades
políticas, así como el grado de complejidad y centralización. La secuencia sería la aldea,
el cacicazgo, el reino y el imperio. Los dos últimos quedarían dentro de su definición de
estado: una unidad política autónoma, que incluye varias comunidades dentro de su
territorio, y con un gobierno centralizado con poder para recabar impuestos, reclutar
hombres para el trabajo o la guerra, y decretar y hacer cumplir las leyes.
Encontramos distintas propuestas explicativas para el caso de Mesopotamia:
Cuyler Young (1972) plantea que la población mesopotámica aumentó trece veces y
esto provocó una presión sobre los recursos que condujo a una intensificación en el uso
de la tierra y la migración de parte de la población a zonas marginales. Estos procesos
tendrían sus límites y entablarían los conflictos por las tierras. Surgirían aglomeraciones
con fines defensivos en las áreas pobladas y la urbanización creciente sería el
mecanismo de organización y control de la población en aumento. Otra hipótesis, de la
mano de Mc Guire Gibson (1973, pp. 458-460), se enfoca en que el aumento de la
población se debe a la producción y fertilidad de la tierra y no sería una variable
independiente. La competencia por los bienes y la tierra conduce a la guerra que se
torna un fenómeno mejor planeado. Los centros de población se organizan sobre la base
del intercambio y la actividad militar, con su resultante: la aparición de la ciudad.

2
Lidia Manzanilla pone en duda que el crecimiento demográfico pueda ser
considerado como una variable independiente. Asimismo considera que se requiere un
análisis a fondo a escala de sitio, de asociaciones provenientes de excavaciones
rigurosas.

La hipótesis del control de la producción y de la redistribución tiene sus


orígenes en el análisis que Gordon Childe realiza de las organizaciones urbanas. Este
autor señala que la ciudad es producto del crecimiento progresivo de los habitantes de
una comunidad, crecimiento que sólo puede ser debido a la acumulación de un
excedente. La población de las primeras ciudades no sólo representa un nuevo orden de
magnitud, sino que se observa un carácter distinto en la presencia de especialistas de
tiempo completo, en especial aquéllos dedicados a la metalurgia. La producción de un
excedente por encima de las necesidades domésticas de los habitantes de las aldeas
valdría para mantener a nuevas clases económicas que tendrían prerrogativas especiales
(distintos grados de propiedad o control) sobre los recursos productivos principales,
estimulando el fenómeno de estratificación social, y por el otro, estaría dirigido a las
actividades de intercambio y redistribución. En todo estaría implícita la necesidad de
crear una autoridad central para concentrar y redistribuir dichos excedentes (Childe
1964).
En el cuarto milenio, el desarrollo de una agricultura de regadío eficiente, así
como la pesca y la ganadería en los valles aluviales de Mesopotamia y Egipto, se
combinaron en la obtención del excedente necesario para mantener a un número
creciente de especialistas con residencia estable. Otros dos aspectos de la agricultura de
regadío facilitaron el surgimiento de las ciudades. En primer lugar, el transporte de agua
por medio de animales de carga y vehículos de ruedas, recientemente inventadas,
posibilitó recoger grandes cantidades de alimentos en unos pocos centros. En segundo
lugar, el uso de la irrigación restringió las áreas que podían cultivarse de manera eficaz
a los terrenos situados cerca de cursos de agua y de canales.
Según Hole (1974, p. 277) en el momento que se vuelve sedentario, el hombre
sacrifica la variedad dietética y la movilidad (características de la etapa de caza-
recolección) en aras de una seguridad en la producción. Está implícito el desarrollo de
patrones de explotación restringido, por lo cual el hombre se vería obligado a
intercambiar sus productos por aquellos bienes que no se producen localmente, y el
resultado sería la pérdida de la autosuficiencia. El hecho de que el Cercano Oriente está
caracterizado por una desigual distribución de los recursos animaría un principio de
especialización ocupacional intercomunal. De este proceso se haría necesaria una
organización social que controlase la producción y la redistribución (en manos de un
jefe, de una institución -el templo-, o de una localidad).
El proceso ulterior estaría determinado por el supuesto de que, en una economía
de redistribución, a mayor excedente, mayor el grado de estratificación, es decir, que
una parte significativa del plus trabajo y del plus producto estaría dirigida tanto al
templo (su construcción y mantenimiento) como a las diversas actividades que girarían
alrededor de la clase con prerrogativas especiales (la manutención del jefe y de su
familia, la compra de materias primas, el pago de los artesanos que los procesarían y
que estarían dirigidas a distinguir el rango de la familia del jefe, etc.).
Estas ideas de Hole parecen lógicamente planteadas, excepto por un salto que no
se comprende entre la aparición de comunidades especializadas en la producción de

3
determinados bienes y la posterior aparición de una institución que controlase la
producción y la redistribución.
Observamos en esta proposición vestigios del planteamiento de Lawrence
Krader sobre el surgimiento de la "sociedad civil". Este autor señala que la pérdida de la
autosuficiencia de las comunidades se debe a la aparición del intercambio como símbolo
de la interdependencia de éstas. En primer término, provocaría una división del trabajo
entre los centros productores que, posteriormente, se presentaría al interior de cada
comunidad.
Según Lidia Manzanilla se requeriría analizar 1) la producción a nivel aldeano,
para que nos permita comprender si hubo cierta especialización productiva, y 2) el
centro en el cual se verifica la actividad de redistribución.

La hipótesis del paso de la sociedad primitiva a la sociedad de clases es


dominante en la explicación del modo de producción asiático según Maurice Godelier.
En su propuesta reconoce una formación social de estructura contradictoria en cuyo
seno se pueden encontrar organizaciones comunalistas y una clase explotadora.
Considera Godelier que esta formación puede pensarse en diversas áreas (América
precolombina, sociedades de Europa antigua, África negra).

La hipótesis del intercambio que Colin Renfrew (1975) ha desarrollado, parte


de una serie de modelos por medio de los cuales se explicaría el papel del intercambio
como indicador para entender el grado de organización y complejidad de una
civilización, como el origen del estado. Los conceptos principales a que hace referencia
son el de "emplazamiento central", como lugar específico donde se lleva a cabo el
intercambio, y el de "módulo estatal temprano" como las unidades territoriales
autónomas en que se dispondrían dichos emplazamientos. Renfrew establece que la
diferencia entre cacicazgo y estado radicaría en el criterio de permanencia de los
emplazamientos centrales. El origen de las civilizaciones sería visto a través de la óptica
del surgimiento de dichos nodos centrales permanentes, que representarían los centros
principales de población de los módulos estatales tempranos.
Por otro lado, construye un modelo de relaciones en tres escalas distintas: 1)
Intercambio interno: dentro de cada módulo, en que predominaría el tipo redistributivo.
2) Intercambio intermedio que, por medio de la reciprocidad, mantendría la uniformidad
y unidad entre los módulos estatales. 3) Por último, el intercambio externo o
intercambio a larga distancia, que se presentaría entre los nódulos y el exterior.
Posteriormente construiría un modelo que intentaría explicar a través de 6
procesos (no necesariamente excluyentes), la formación del estado. Algunos de estos
hacen mención a las hipótesis antes comentadas.

La hipótesis de la jerarquia administrativa que Wright y Johnson exponen, se


basa en un esquema dirigido a explicar el origen del estado en el Khuzistan. En éste
estaría involucrado el surgimiento de instituciones gubernamentales centralizadas, con
funciones administrativas especializadas (en la toma de decisiones) y que implicarían
para ser consideradas estatales tres o más niveles en una jerarquía de control. Los

4
indicadores serían: la jerarquía en la supremacía de unos asentamientos sobre otros y la
tecnología administrativa, es decir, la asociación de diferentes tipos de artefactos
administrativos con los distintos niveles de jerarquía.
Proponen tres mecanismos que explicarían el surgimiento de estos niveles. Por
un lado, el hecho que varias variables estén cambiando contemporáneamente, por lo
cual se excedería la capacidad de procesamiento de información de las instituciones que
toman decisiones en la sociedad. Por el otro, dos mecanismos no muy claros: el cambio
de funciones diversificadas, funciones especializadas y complementarias para los
asistentes administrativos, que evitarían conflictos que podrían surgir de su posición en
los niveles de toma de decisiones, y por último, la interacción entre variables, es decir,
dos procesos regulativos que solos tendrían un efecto de retroalimentación negativa,
cuando actúan simultáneamente la tendrían positiva.
Manzanilla se pregunta sobre las variables: ¿cuáles serían? ¿Qué fenómenos
toman en consideración?
H.T. Wright y G.A. Johnson (1975) aprecian en Mesopotamia un proceso de
«diferenciación horizontal y de jerarquización vertical», como consecuencia del control
de la información y de los mecanismos de producción y redistribución. Estas diferencias
sociales pueden interpretarse dentro del proceso de complejidad social que entonces
experimentan las sociedades del próximo y medio Oriente.
También Robert Adams (1972, pp. 62-63) propuso un modelo particular basado
en la complejidad administrativa. Adams comparte el esquema básico de los modelos
anteriores, pero considera que los efectos de dicho proceso deben analizarse no sólo a
nivel intercomunal (como el creciente énfasis en hostilidades de tipo bélico, que
propiciarían la aparición de ciudades-estado amuralladas), sino también a nivel
intracomunal, es decir, modificando la estratificación social, que favorecería, con el
tiempo, la aparición de superestructuras estatales.

Elman Service propone un desarrollo evolutivo de las sociedades en su obra


Organización social primitiva: una perspectiva evolutiva (1962) y en su conocido libro
Los orígenes del estado y la civilización (1975, publicado en 1984 por editorial
Alianza). En este último desarrolla de manera extensa desde sociedades igualitarias a
segmentarias, sociedades de jefatura hasta civilización arcaica y estado. Estos últimos
no constituirían entidades distintas, sólo variaciones de grado, prefiriendo el autor tratar
de civilizaciones a los sistemas de gobierno con un liderazgo centralizado.

Uno de los autores que expuso un enfoque sistémico-ecológico de las


civilizaciones fue Charles Redman (1990). La mejor forma de reconocer y definir las
civilizaciones es mediante la referencia a la complejidad de las instituciones sociales y
políticas interactuantes. Los factores medioambientales, las innovaciones tecnológicas y
las instituciones sociales fueron cruciales en los primeros pasos hacia la sociedad
estatal. Una vez el proceso en marcha, los cambios en las instituciones sociales fueron
adquiriendo un papel de gran importancia para otras transformaciones en diversos
ámbitos del comportamiento, siempre con procesos de retroalimentación.
En líneas generales puede afirmarse que las ciudades, los estados y la
civilización aparecieron aproximadamente al mismo tiempo en el Próximo Oriente,
aunque resulta útil realizar por separado el análisis de las tres entidades y examinar

5
luego los procesos de interacción. La civilización representa un nivel de complejidad
social, las ciudades son elementos dentro de una sociedad compleja y los estados son
instituciones basadas en una forma de administración de las sociedades complejas.
La ciudad es el elemento dominante en el sistema de asentamiento de la
civilización. Es más grande, con más población y con mayor diversidad interna que
otros asentamientos del sistema de una civilización. Debido a su mayor tamaño y a la
diversidad de sus habitantes, una ciudad puede proveer de servicios especializados a los
que viven en ella o en áreas adyacentes. En contrapartida, la ciudad recibe materias
primas, bienes alimentarios y fuerza de trabajo periódica. Esta relación simbiótica entre
la ciudad y sus alrededores no se limita a elementos subsistenciales, sino que es visible
en todos los aspectos de la sociedad.

En 1995 Yoffee encara el origen de la las primeras ciudades-estado en relación


al desarrollo de la burocracia y la expansión de Uruk. Pone el acento en una implosión,
dejando de lado cualquier aspecto evolutivo en su análisis. El esquema general es de un
núcleo demográfico en el cual el campo se transforma en relativamente despoblado (en
comparación con el período Ubaid previo) y decenas de miles de personas se acumulan
en Uruk (y otras ciudades-estado en el tercer milenio temprano). Esta implosión
demográfica parece ocasionada por un número de factores, a saber, las ciudades se
convirtieron en puntos nodales para la protección militar de los vecinos, y el trabajo
agrícola se coordinó en un mosaico de campos que se dejaban en barbecho en años
sucesivos porque eran puntos nodales sobre los ríos donde los canales controlaban el
flujo de agua a los campos. Las ciudades-estado emergentes eran también sedes de
importantes cultos (evolucionando de sitios de peregrinación como se especula para
Eridu y Garra en el Ubaid precedente) y sus (inferidos) mercados. Las migraciones
(principalmente, pero no sólo, desde la Mesopotamia central al sur), ocasionadas por
condiciones medioambientales cambiantes, las modificaciones de los canales de los
ríos, y el comportamientos de los pastores, aumentaron además el número de los
habitantes urbanos.
“Aunque esta implosión demográfica a menudo se denomina urbanización,
debería notarse que igualmente importante es su compañero y contemporáneo fenómeno
de ruralización. Esto es, en el proceso de formación de ciudades-estado, el campo se
crea como un hinterland de ciudades-estado y la tierra fértil de nadie para ser disputada
por las ciudades-estado rivales. Las implicaciones sociales evolutivas de la ruralización
son notables: el campo en los estados tempranos, con sus aldeas conectadas a las
ciudades y con sus propias instituciones especializadas de producción y consumo, es
completamente diferente del campo de los tiempos pre-estatales. Así, la evolución de
los estados no puede ser modelada como una división en capas, con el estado como el
más alto estrato en una base social estable y no cambiante” (Yoffee 1995, p. 284).
“Las relaciones sociales y políticas intra-urbanas se transformaron rápidamente
en las ciudades-estado de la última parte del cuarto milenio a. C. Uno observa la
creación de arquitectura monumental en una escala sin precedentes, tal como los
complejos de templos en Uruk; el recinto mismo de Eanna cubría 6-7 hectáreas e incluía
diferentes templos, un supuesto palacio, un patio aplanado, y otras grandes estructuras.
Los dispositivos para mantener los registros, tales como sellos cilíndricos y cuencos de
bordes biselados (la mayoría plausiblemente interpretados como contenedores de
raciones) son artefactos característicos de esta economía y sociedad extraordinariamente
especializada y diferenciada. El arte naturalista además refleja y clarifica sobre las

6
distinciones sociales, y aparece la escritura cuneiforme, la mayoría de la cual concierne
a cuentas administrativas pero que también incluye algunas listas de profesiones y
nombres geográficos. Más que servir a una función burocrática, estas listas eran intentos
conscientes de los escribas para organizar el mundo mesopotámico y para instruir a las
futuras generaciones de escribas en el arte de la escritura” (Yoffee 1995, pp. 284-285).

Es prudente sin embargo considerar también una postura anti-evolucionista.


Comencemos por evocar a Pierre Clastres quien en La sociedad contra el Estado (1974)
parte de la enunciación de que las sociedades primitivas son sociedades sin estado y que
así expuesta esta formulación recalca que tales sociedades están privadas de algo, están
incompletas. Se pregunta entonces, ¿cómo concebir la existencia misma de esas
sociedades como carentes de algo, como relegadas de la historia universal, como
sobrevivientes de un estadio inferior ya superado? Señala Clastres que lejos están estas
sociedades de no producir excedentes porque son incapaces y que demuestran capacidad
para satisfacer sus necesidades.
De hecho, señala que los hombres son dueños de su actividad y circulación y que
la transformación se da cuando producen para los demás. Es decir, cuando lo económico
deja de ser un campo autónomo y definido, cuando la actividad de producción se vuelve
trabajo alienado, contabilizado e impuesto, se ha vuelto una sociedad dividida en
dominantes y dominados. Sin embargo, subraya Clastres que la relación política del
poder precede y funda la relación económica de explotación. Lo decisivo entonces es la
ruptura política y no el cambio económico. En síntesis, la verdadera revolución es la
política, cuando el estado hace su “aparición misteriosa, irreversible y mortal para las
sociedades primitivas”. El estado se vuelve el instrumento que permite a la clase
dominante ejercer su dominación violenta sobre las clases dominadas.
En Arqueología de la violencia: la guerra en las sociedades primitivas (1977)
subraya que la guerra y el intercambio en la llamada sociedad primitiva son necesarios
pero se desarrollan en distintos niveles: el intercambio produce alianzas, entonces la
guerra es intercambio desafortunado. La división social, el surgimiento del estado, para
Clastres, son la muerte de la sociedad primitiva.

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