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1945
Claude resulta cautivado por las ideas del filósofo y responde, entre otras
cosas: “La sociedad no puede aceptar mi culpa sin reconocer al mismo
tiempo la suya, mucho más grave”. Esto es retomado por Robert Junk,
escritor que prologa la edición de las cartas que llegaron a mis manos. “¡Qué
sencillo es el caso Eatherly si se le compara con el menos admitido, pero más
serio, caso Norteamérica. No son los sufrimientos de este piloto de Texas el
objeto de este drama, sino la misteriosa relación de su país con sus
ciudadanos. Para alcanzar una libertad sin temores trajo al mundo el terror
atómico; para asegurar la libertad y la felicidad de cada uno cree necesario
amenazar con la muerte a millones y millones.”
Esas cartas y reflexiones, más que concluir el tema, dejaron abiertas muchas
preguntas que siguen pisándonos los talones. La bomba atómica sigue
presente y puede ser utilizada a cada instante, como muchas otras
tecnologías de las cuales casi no hay debate alguno.
¿Qué tecnología?
Consecuencias ajenas
De todos modos, esta forma de aprehender los avances tecnológicos pocas
veces resulta de un debate profundo de las sociedades. Retomando el caso
de Claude y su imposibilidad de procesar las consecuencias de su acto, y
pensándolo desde el presente, Denise afirma que, en el fondo, “nunca
podemos saber todas las consecuencias de ningún acto y por lo tanto de
ninguna tecnología”. Es más, “las consecuencias de algo siempre son infinitas
y esa infinitud puede llevarnos al desinterés por las consecuencias o por una
toma de conciencia de nuestra responsabilidad que nos llevaría a extremar el
cuidado y la delicadeza con que actuamos en el mundo. Nuestra cultura ha
optado por otra solución: ha impuesto una moral que a priori determina qué
está bien y qué está mal, evitando la reflexión personal y por lo tanto
cualquier responsabilidad basada en un genuino entendimiento. Entonces
uno no tiene nada que pensar”.
¿Y qué hay más allá de la moral? Para Denise, la ética es algo muy distinto a
la moral. La reflexión ética “tiene que ver con comprometerse en la situación
en función de hasta dónde afecta y actuar en ella. Este pensamiento ético no
es antimoral, sencillamente no la toma como referencia. Si coincide con la
moral bien, y sino también. Por lo tanto, le ética es radicalmente situacional,
no abstracta y no jerárquica”. Tomando estos parámetros, si los pilotos de
Hiroshima hubiesen dejado de lado la moral técnica por la que se
desresponsabilzaban de sus actos y hubiesen actuado en base a una reflexión
ética, habrían estado más en contacto con las consecuencias de sus actos:
“Precisamente, no habría asesinatos masivos en una sociedad que
promoviera la reflexión ética, porque te pone en contacto afectivo, actual,
con lo que estás haciendo y las consecuencias”.
El encierro moral
Una vida de reflexión ética continua es muy difícil de forma individual en las
sociedades con normas morales. Por un lado, “hay gente que se cree
totalmente irresponsable de lo que sucede en el mundo que estamos
viviendo, porque ellos hacen una tarea legal. Por ejemplo, hay personas que
se dedican a estudiar a los chicos y cómo manejan su insistencia a los padres
para que compren cosas. Y actividades de este tipo se consideran legales y
legítimas”. Al mismo tiempo, “mucha gente progresista, izquierdista, va a
criticar esas estrategias de marketing, pero no va a dejar de comprar sus
productos si les gustan.”
Hay fuerzas, pero no invencibles, que nos hacen ir por la línea de la moral:
“Nuestra cultura no promueve la reflexión ética, al contrario, nos exige
obediencia a los mandatos morales. Quienes reflexionan éticamente suelen
no seguir la corriente y en muchos casos pueden sentir profundas
disonancias con su entorno, incluso sus seres queridos. Para eso es clave la
construcción de colectivos, que vayan sosteniendo esos otros modos de vida,
esa reflexión ética. Si fuéramos capaces de habitar cotidianamente esto,
hasta en lo que se come, qué productos se usan, tendríamos
transformaciones muy interesantes de nuestros modos de vida. Hacerlas de
forma singular y común al mismo tiempo, donde cada uno admite y conoce
su responsabilidad entendida dentro del contexto de vida donde está.