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ción renacentista deberá modificar: cuando Maquiavelo, indignado por el olvido en que
Príncipes y estados tienen a los clásicos como modelo de conducta en la política, elige los
libros de Livio para mostrar la .utilidad y necesidad de la historia'", debe indicarlo explíci-
tamente temiendo, o, inejoi; sabiendo a ciencia cierta, que la conexión con el historiador la-
tino ya no puede ser percibida, instintiva y directamente, por sus lectores. Pero en la época
imperial este "silencio" hacia el modelo no habiía sido tal. El nexo entre ambas obras, espe-
cialmente entre los dos prólogos, era algo tan perceptible, tan evidente para todos, tan 'va-
dicional", como la influencia de Salustio en el del propio Livio, y no sólo, como para noso-
tros, cuando alude a la decadencia de la disciplinn y mores y a los vicios -nvariticr y lz~xz/-
rin- que han acabado llegando, si bien tan tardíamente, a una Ciudad dominada en otros
tiempos por la yazlpertns y la pnrsiruonin (§ 9- 1 215.
Sin embargo, lo que ya no se ha puesto de relieve son, justamente, las claves de esa
"imitación" y, sobre todo, "tsan~fosmación"~ que Floro hace de su predecesor, a través de
las cuales llega a generar una nueva obra de arte, con unas preinisas diferentes, una meta
distinta y una resolución formal y estsuctural completamente originales y ajustadas a su pro-
pósito. Dicho de otra manera: lo que todavía no se ha analizado es cómo por medio del de-
sarrollo y modificación de ciertas ideas y expresiones del texto liviano, no dentro de una
simple intluencia tradicional, sino de un juego de intertextualidades que generan una idea
nueva, y se resuelven en un resultado literario completamente distinto, el Breviario floriano
ha logrado convertirse en uno de los más originales relatos de la histoi-iograña latina7, un
zmicum de la literatura imperial8 una sorprendente obra cuya infiuencia se alarga, con la co-
rrespondiente modificación de la principal de sus metáforas -la equiparación de las edades
del cuerpo que es el Imperio Romano al del hombre-, hasta épocas posteriores; no sólo
hasta el Renacimiento -Maquiavelo sigue considerando el organismo del estado como un
organismo vivo9-, sino hasta bien entrado el siglo XX, cuando Oswald Spengler y h o l d
Toynbee todavía hablaban de las "etapas de las civilizaciones.. . que nacen, crecen y se de-
gradan".. .."lo del "cuerpo de las civilizaciones", como resumía ~randel".Más aún: mien-
tras el primero insistía en su decadencia y fin por razones biológicas, el segundo reducía el
4
Cf. Discursos sobre la Prmew Década de T. Livio, trad. A. M A R T ~ ZAlianza,'Madrid,
, 1987, Proemio, 1. 1,
pp. 25-7. Cf el salubre acfiugferz~nliviano (Pról. 10).
5
M. PASCHALIS, Liq"s Praefatio aitd Sallust, Oliio 1980, cap. 111, pp. 68-108; para los 55 9-12, pp. 110-150.
6
Asi resume la cuestión, partiendo de la teoría de G. Genette, J. C. FERNÁNDEZ CORTE ("Catulo en Horacio",
Bimileimrro de Horacio, eds. R. CORTÉS TOVAR-J.C. FERNÁNDEZ CORTE, Salainanca, 1993, p. 45): "imitar
un texto es, primero, identificar sus rasgos caracteristicos y luego generalizarlos"; y "c~iaiidose produce ani-
pliación de la materia prima estamos en la aenlulatio (la "transfonnación" de Genette
7
Lo que importa, como D. FOWLER resume ("On the Slioulders of Giants: Iiitertextuality and Classical Studies,
M&D 39, 1997, p. 14), es "how the parallels affect tlie interpretation of tlie text".
Cf. A. GARZETTI, "Floro e I'etá adrianea", Athenaeum 42 (1967) p. 143.
9
op. cit., p. 1 1.
1o
Es iinposible resumir las teorías de ambos Iiistoriadores: para el gerniano (1880-1936) cada sociedad nace en
fonna de cultura y muere, con~o"civilización." El británico fue considerado "el asesino de civilizaciones. Sobre
ello, cf G. BONUDÉ-H. MARTIN, Las escuelas históricas, Seuil, 1990, trad. R. LAJO-V. FRIGOLA, Madrid,
1992, pp. 81-87.
1I
F. BRAUDEL, La Hisroria j3las Ciencias Sociales, trad. J . GóMEZ, Madrid 1979 (la, 1968), cap. 5, p. 181.
~NTERTEXTUALIDADY TRADICION EN LA EPOCA IMPERIAL: LOS PREFACIOS DE LlVlO Y FLORO 615
proceso a un voluntarismo nihilista que nacía de su propia "inercia"" una idea, más todavía,
una palabra, que evoca la inerfia Cnesniwm que Floro aduce como razón pasa la primera
vejez del Imperio Romano (5 8).
De hecho, a diferencia de Livio que acaba su intsoducción con una retórica invoca-
ción a los dioses -elemento principal de la poesía, que ciertas intespretaciones vinculan con
el carácter fonnal del relato1'-, Floro ciei-sa el suyo (55 4-8) con una larga división de las
cuatro etapas de historia que, a semejanza de un hombre, el pueblo romano ha ido cubriendo
a lo largo de su vida: una infancia ocupada por el gobierno de los reyes; la adolescencia, en
la que conquistó Italia; la juventud y robusta madurez, cuando, tras ciuzar el Estrecho, em-
pezó a apoderarse del orbe; y la cuasta, cuando, a Cnesare Augusto y por la ineiAtiaCnesa-
rum, quasi consenuit atque decoxit, hasta que, finalmente, "bajo Trajano, empezó a mover
sus yestos miembros" y esta senectzís inrperii, qziasi redclitn izwenfz~te,irevii8escit.Este tema
de la adaptación de las edades de la existencia humana a las de Roma, original, tal vez, de
Catón o Vassón, pero forinulada con seguridad en su división de cinco etapas por uno de los
dos ~éneca'",haría foi-tuna en el s. IV: además del uso restringido e interesado de Lactancio
-que transmite el posible original senequiano con el propósito de resaltar la vejez y la
muerte de la Roma pagana-, aparece en dos de las más representativas creaciones de la ú1-
tima historiografía pagana, ligada al renacimiento ideológico de Juliano: las Res Gestne de
Amiano Marcelino y la Historia Augzísta.
Dentso del planteamiento tradicional, esto es, en el caso del simple resumen y la influen-
cia general de un género y un autor, la ascendencia de Floro sobre Amiano, cuando éste
acude a ese tópico de las edades para reforzar su análisis de los vicios del Senado y el pue-
blo romanos (XIV 6), habría sido, sin duda, paralela a la de Livio sobre el epitomador. Es
decir, si éste, al concebir y realizar su obra, se hubiese dedicado a reunir y resumir la serie
de exenipla que la ilustran -por lo demás, en coi-sespondenciaclara con el presupuesto li-
viano de mostrar lo que debe ser "imitado" y la "huida" de lo foedunr inceptu foedurn exi-
tu-, manteniéndose bajo la égida directa y exclusiva de aquél; esto es, si lo único que Floro
hubiera hecho es partir de esa educación tradicional retórico-escolástica -que, de hecho, sí
tenía y es un presupuesto esencial para el buen entendimiento de su obra1'-, y, en definiti-
va, se hubiera limitado a responder con sus palabras y su arte a ella, e indirectamente a él, a
Livio, en ese caso simplemente estaríamos hablando de tradición, como, en efecto, se ha ve-
nido haciendo, y no de intertextualidad como, en nuestra opinión, al menos en cierto nivelI6
se debería hacer.
12
"Op. cit., p. 87
l3 Sobre las distintas opiniones, cf. R.M. OGILVE, A Conmientaly on Livy: Books 1-5, Oxford, 1970, p. 11; y
PASCHALIS, op. cit., pp. 92-8 y 154-5.
14
Cf .CI. FACCHINI, ILproeniio di Floro: La struttura concett~raleefornzale, Bologna, 1990, pp. 33-40. El Prof.
A. ALVAR me sugirió la necesidad de recordar la "casualidad que supone la desaparición de esta teoría, pese a su
obra conservada. Del Rétor se ha perdido la Historia de las Guerras Civiles donde pudo insertarse. Agradezco el
argumento y la atención que prestó al trabajo.
15
Cf. JAL, op. cit., vol. 1, p. XXXIV
l 6 No se trata de los "extras" - "...demostrar su conocin~iento,rendir homenaje, a un predecesor, reconocer una
deuda.. ." - conlo indicaba FOWLER (op. cit., p. 18); es la recreación de un texto con un nuevo sentido literario
(p. 15).
616 ISABELMORENOFERRERO
l 7 Lactancia, como MALCOVATI advertía ("Velleio e Floro", Athenaetcni 41, 1971, p. 395), cuando alude al Ré-
tor lo indica, pero cf. la n. 14.
l g ". .. Roma vivira eternamente" ( 5 3).
19
Cf. L. BESSONE, "Ideologia e datazione dell'Epitome di Floro", GFFII, (1979) pp. 33-57 y "Floro: un retore
storico e poeta", ANRW 1134,1, Berlín-N. York, 1993, pp. 9 1-102.
?O
Dentro del ámbito restringido de la poesía, cf. J.B. CONTE, The Rhetoric ofiniitation, Ithaca 1986, pp. 42-3.
" Cf R. WELLEK-A. WARREN, Teoría Literaria, trad. J.M. GIMENO, Gredos, Madrid, 1974, p. 282. "La
pauta totalmente familiar y reiterativa es aburrida.; la forma nueva enteramente seria ininteligible; es, en rigor, in-
concebible. El género representa, por así decir, una suma de artificios estéticos a disposición del escritor y ya in-
teligible~para el lector. El biien escritor se acomoda en parte al genero y, en parte, lo distiende" (ib.).
INTERTEXTUALIDAD Y TRADICION EN LA ÉPOCA IMPERIAL: LOS PREFACIOS DE LlVIO Y FLORO 617
22 Sobre la época de coinposicióii de la Historia Aligtista se han barajado infinitas hipótesis (cf infra, n. 33). Eii
general, parece admitirse el período teodosimo.
23
Ep. Llrceyo, V 12,4. Mucho más si el sujeto es Roma. Cf taiubién, PLIN., Ep. IV 24.
24
Recuérdese el uprimordio urbis de Livio ( 5 1) y a prmcipio tirbis de Salustio (Historias 1, fr. 8). Amiano es un
estilista.
25
La llbertas deposita, el tópico de la liistoriografía imperial prosenatorial, recuerda otro de los temas principales
de la obra floriana, la libertaspoptrli ro~iiaiia cuyo fin Floro, por razones obvias, no puede aludir.
26 Nerón-Ves~asiano:Tito-Doiniciano: los Antoninoc- Cóniodo: ...
17
Cf. nuestro estudio "La figura de Diocleciano en la HA", Sttrdia Historica il-111 (1984-5) pp. 225-237
618 ISABELMORENOFERRERO
rrando esa introducción prograinática -casi un epílogo- con el mismo téimino que la ha-
bía abierto y uno de los factores de la lucha floriana: es la vnrietns ~ortunne"; un giro que
siglos atrás acuñara Nepote para referisse al hijo de Conón, ~iinoteo'~ -que sufrió su tira-
nía, pese a sus múltiples viimdes-, pero que ahora alcanza una entidad mayor: de la con-
creción humana, coino era el caso del ateniense, a la universal, porque la sufre el cueipo
Roma.
Con esa resolución pariicular de un tema tradicional el desconocido autor de la Historia
Azlgwtn ha jugado una baza diferente a la de Amiano que utilizaba el tópico histórico-
literario como elemento ilustsativo de un análisis político. El biógrafo, que, pasa desespera-
ción de sus críticos actuales, juega en sus relatos constantemente con la metáfora y la alu-
sión30, a partir de su peculiar empleo de un tópico cuya función ha modificado sensible-
mente, ha creado un texto y una obra nueva, con fines distintos y con procedimientos y re-
cursos retóricos propios. El desconocimiento del pasaje original del que un creador parte, o
en el que se inspira, no afecta a la comprensión del nuevo resultante que puede poseer una
independencia absoluta y ser inteipretado según el nivel de conocimientos y percepción de
cada lector. Pero es indudable que la consciencia y entendimiento del original" permite a
los lectores del nuevo, como peimitió a los destinataiios de las biografías, de cuya compren-
sión automática parte su ignoto autor -una intestextualidad muerta" en el caso de la colec-
ción es absolutamente impensable3'-, advertir su riqueza, con todas las implicaciones que
el primitivo poseía y las modificaciones sustanciales que conceden al otro su específica h n -
cionalidad.
Éste es el principio floriano respecto a su modelo. El Epitome no depende de Livio, co-
mo durante tiempo se creyó, por su temática infoimativa: él utiliza muchas otras fuentes y
su selección argumenta1 y tópica es absolutamente peculiar. La raiz de la iníluencia liviana
radica en la eleccción que Floso hace de algunos de sus principales parámetros para conver-
tirlos, modificados -siquiera por intensificación-, en la base de una nueva configuración
argumenta1 y una distinta y personal forma narrativa -como es el Breviario, y un Breviario
muy original-. Es evidente que a lo lago del relato se han deslizado alusiones constantes
al AUC; juegos y referencias tan sutiles que han pasado desapercibidas para el lector actual,
mas no así para los clásicos que debieron percibir sin problema cómo después de elegirlas el
epitomador las refundía pasa utilizarlas en beneficio de su nuevo esquema3! Éste es el
28
Una Fortuna a quien nada resulta más grato que niodificar la liistoria (Car. 3, 8).
29 .
Tun. 4.1.
30
Para su i~iiportanciaen la intertextualidad, cf F. GOYET, ''Iviitatio ou intertextualité", Poét~yue71 (1 987) 314-
315.
31
"What would it niean, for instante, for a Westeni not to be intertextual with Higli Noon?" se pregunta
FOWLER (art. cit., p. 17).
JL ,,
... uue allusioii qui n'est pas vue, une allusion niorte, n'est 2s une allusion", advierte con razón GOYET cu-
ando replica (art. cit., p. 316, y pp. 31 5-9) a RFATTERRE, para qaieii "tout texte dérivait d'un autre" (p. 313). El
planteamiento de éste es excesivamente rotundo. Ciertamente, "non pas tous les textes tout le ternps, mais
quelques-UIISquelquefois" (ib. p. 314).
33
Cf., genéricamente, la bibliografía de los Coloquios, desde el de Bonn de 1963 (ed. A. ALFOLDI-J. STRAUB,
Habelt), hasta el de Ginebra (1998; ed. F. PASCHOüD, en prensa).
34
Baste como breve alusión el tratamiento que Floro da a la idea de la reconstrucció~ide la nueva Ronia que Livio
~NTERTEXTUALIDADY TRADICION EN LA EPOCA IMPERIAL: LOS PREFACIOS DE LlVIO Y FLORO 619
había utilizado tras el incendio galo (VI 1) y él retrasa hasta Augusto y su Imperio (11 34[N 12],62-4).
35
Cf PASCHALIS, op. cit., p. 81.
36
Fuct~rr~lsrze opemepretim sini si apriniordio trrbis respopzili voniaiiiperscripsenni.. .
37
Frente al Senado de Livio, que, como tal cuerpo, en Floro brilla por su ausencia.
38
Sobre ello, cf PASCHALIS, op. clh, pp. 5-23.
39
Lo cual permitiría, niás de lo que se Iia Iieclio, cerrar la polémica del terniiriuspost qzre~iidel inicio de la cuarta
edad; podría ser ese 30 (cf. BESSONE op. cit., pp. 91-102) que JAL (op. cit., pp. XCW-CXIV) retrasa hasta el 43.
"JI
Prlnizrs ille et urbis et imperii coizditor Ro~iiirlzrsJirit,
Murte ge~zitus... (l
1,1)
Res est prueterea et iiinieiisl operis ut quue stipra septrngentesrnim uiiniini repetattir et qirae ab esiguis pro-
fectu iriitirs eo cre~ieritirt iuni iiiagizitudriie luboret s~ru...
620 ISABEL MORENOFERRERO
41
Cf. C. CODOÑER, Evolución del concepto de Historiogiaja en Roi~la,Barcelona, 1986, p. 89.
43
11 34[N 12],61
44
Ib. Supra.
" M. ALVAR en su obra El le~zguujepolít~co (Fund. F. Ebert, Madrid, 1987) recogía una frase de Ortega y Gasset
con las mismas palabras prácticamente (p. 6) sin indicar si el pensador tomaba la frase de Floro o la consideraba
propia. Obviamente, su impacto penrianece.
46 JAL, op. cit., pp. XXI-XXIII.
"
48
Cf.Yug., Pro1.4,5; también, PASCHALIS, op. cit., pp. 128-9.
11 89,6
49
Some Mirior Romzri Historia~~s,Leiden, 1972,., p. 18.
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mente, Floro debía tenerlas; una admiración coino la que refleja su obra podía, y debía, ser
necesaria fiente a esa celebración triunfalista del centenario de la fundación de la Ciudad;
pero en su mente, como en la de otros, podía, o debía, bullir el mismo temor que el amigo
de Bloch tradujera siglos después en su pregunta: "¿Nos habrá engañado la historia?".