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DIVISIÓN DE POSGRADOS
POSGRADO EN HISTORIA Y ETNOHISTORIA
TESIS
PRESENTA
1
Índice
Agradecimientos.............................................................................................................................1
Índice ...............................................................................................................................................2
Introducción ...................................................................................................................................4
Capítulo 1. Los pueblos de indios en la Mixteca Alta, siglos XVII y XVIII ..........................19
1.1. Pueblo de indios, una (necesaria) explicación diacrónica .................................................19
1.1.1. El patrón de asentamiento prehispánico .............................................................................23
1.1.2. La fundación de los pueblos de indios en el siglo XVI ........................................................26
1.1.3. Consolidación del sistema colonial. Los pueblos de indios durante el siglo XVII ..............33
1.1.4. Pueblo de indios en el siglo XVIII .......................................................................................37
1.2. San Juan Bautista Suchitepeque y Santiago Amatlán, el contexto histórico, social y
político de dos pueblos sujetos ....................................................................................................43
1.2.1. El intento de separación de Suchitepeque de su cabecera ..................................................43
1.2.2. Agravios y quejas contra autoridades de pueblos de indios. La conflictividad permanente
de la dinámica social .....................................................................................................................45
1.2.3. La pérdida del tianguis de Suchitepeque como factor de decadencia del pueblo ...............53
1.2.4. La presión sobre los pueblos de indios y sus tierras ...........................................................57
Capítulo 2. La política de composiciones de tierras y el caso de Santiago Amatlán .............61
2.1. Composiciones de tierras de pueblos de indios ..................................................................61
2.1.1. Las composiciones de los siglos XVI y XVII, y las nuevas disposiciones para los pueblos
de indios (1687-1754) ....................................................................................................................61
2.1.2. La creación de la Superintendencia del Beneficio y Composición de Tierras ....................63
2.1.3. Cambios en las facultades de los funcionarios de composición ..........................................70
2.1.4. Problemas y decadencia de la Superintendencia ................................................................73
2.1.5. El procedimiento .................................................................................................................75
2.2. Composiciones de tierras en la Mixteca ..............................................................................77
2.3. La composición de tierras de Santiago Amatlán ...............................................................86
Capítulo 3. La disputa por la tierra. San Juan Bautista Suchitepeque contra Santiago
Amatlán (1721-1736)....................................................................................................................92
3.1. Una mirada al documento del pleito entre Suchitepeque y Amatlán ...............................92
3.2. El pleito por tierras ...............................................................................................................94
2
3.3. Los mapas de 1725 y la vista de ojos de 1734 ...................................................................116
3.3.1. Los mapas de 1725 y su localización geográfica...............................................................116
3.3.2. La vista de ojos hacia “Huehedatti”, Amatlán viejo .........................................................122
3.4. Los actores políticos, la dinámica de los pueblos en torno al conflicto por tierras .......126
3.4.1. Los testigos de Suchitepeque .............................................................................................127
3.4.2. Los testigos de Amatlán .....................................................................................................129
Conclusiones ...............................................................................................................................134
Anexos .........................................................................................................................................145
Anexo 1. “Memorial de linderos de Santiago Amatlán” (Composición de tierras de Santiago
Amatlán, 1717-1721) ..................................................................................................................145
Anexo 2. Propuesta de traducción literal de los linderos incluidos en el “Memorial de
linderos de Santiago Amatlán” .................................................................................................154
Anexo 3. Cuestionarios para los testigos de Suchitepeque y Amatlán ..................................155
Anexo 4. Tablas de datos sobre testigos presentados por San Juan Bautista Suchitepeque y
Santiago Amatlán, en el pleito por tierras 1721-1736 .............................................................157
Anexo 5. Esquemas y transcripción de los mapas de 1725.....................................................171
Glosario de términos mixtecos ..................................................................................................178
Fuentes ........................................................................................................................................179
3
Introducción
La Mixteca es una de las regiones con mayor diversidad cultural, localizada al poniente del
estado de Oaxaca. Dentro de ésta, la Mixteca Alta, al oriente, presenta particularidades
territoriales, culturales e históricas que han sido estudiadas ampliamente en lo relativo a la época
prehispánica y durante los siglos XVI y XVII. En esta área montañosa se localiza el Valle de
Nochixtlán, que es donde se ubican los dos pueblos en los que se centra la presente
investigación: San Juan Yucuita (antes San Juan Bautista Suchitepeque) y Santiago Amatlán.
La mayor parte de la Mixteca Alta está cubierta de bosques de coníferas, en sus partes más
altas, y de laderas fuertemente erosionadas. Por lo tanto, las tierras de cultivo no son abundantes,
y las que existen son altamente demandadas desde la época prehispánica. Los mixtecos, para
poder cultivar sus productos agrícolas crearon un sistema de terrazas conocido como “lama-
bordo”1, con el que modificaron el paisaje, principalmente, en las zonas de mayor población.
Durante la época virreinal, con la incorporación de nuevas prácticas económicas y distintas
formas de aprovechar los recursos naturales, se dieron nuevas transformaciones en el espacio que
hoy en día siguen siendo perceptibles.
El Valle de Nochixtlán —ubicado a unos 2,100 metros sobre el nivel del mar— ha tenido
históricamente las tierras más productivas de la Mixteca Alta, lo que generó relaciones y
prácticas particulares que dieron pie a la formación de una región económica, política y cultural
casi de manera natural. Desde la época prehispánica, los habitantes del valle establecieron fuertes
relaciones de intercambio con los que se localizaban en las zonas circundantes y más altas. Es el
caso de los pueblos cuya historia será analizada en este trabajo. Mientras que Suchitepeque se
ubica en el extremo nororiente del Valle, Santiago Amatlán está situado en la región montañosa
contigua al oriente; no obstante, la distancia entre uno y otro no es de más de 5 kilómetros. Sin
embargo, los recursos naturales a los que han podido acceder han sido sumamente distintos, por
lo que las relaciones que han establecido a lo largo de su historia han estado determinadas por
estas características.
1Este sistema también es conocido en mixteco como "coo yuu” y consiste en una serie de diques construidos en
zonas de erosión, que con el tiempo formaban espacios de tierra sedimentaria rica en nutrientes para el cultivo.
4
Imagen 1. Mapa de la Mixteca. Tomado de Manuel Hermann Lejarazu (coord.), Configuraciones
territoriales en la Mixteca. Estudios de Historia y antropología, Vol. 1, México, CIESAS, 2015.
Durante los siglos XVI y XVII, el Valle de Nochixtlán tuvo presencia estratégica en la Mixteca
Alta debido a la intensa actividad económica de un importante tianguis que tenía lugar en San
Juan Bautista Suchitepeque2 —hoy llamado San Juan Yucuita—, pueblo sujeto de Santo
2Nombre con el que se designó a San Juan Yucuita desde la llegada de los españoles a la región en el siglo XVI
hasta el último tercio del siglo XIX.
5
Domingo Yanhuitlán. Sin embargo, en los últimos años del siglo XVII y los primeros del XVIII,
el pueblo sufrió un fuerte descenso poblacional, provocado por epidemias generalizadas en la
región; y una catástrofe económica debida al traslado del populoso tianguis regional hacia la
cabecera. Lo anterior, tuvo como consecuencia un reordenamiento económico tanto en
Suchitepeque como en los demás pueblos del Valle de Nochixtlán; fue ese el contexto en que se
enmarcó el conflicto territorial entre este pueblo y Santiago Amatlán, por buena parte de la
primera mitad del siglo XVIII.
El problema central del presente trabajo de investigación surgió en 1692, cuando la Corona
española emitió una Real Cédula sobre el nuevo ordenamiento territorial de la Nueva España,
con el objeto de aumentar la productividad agrícola y recaudar fondos mediante el cobro de un
impuesto. Para el reconocimiento de la posesión y propiedad de las tierras de los pueblos de
indios y las órdenes religiosas, estas corporaciones ahora estaban obligadas a componer sus
tierras con el Rey, situación a la que habían estado exentos en los siglos anteriores.3
Como parte de dichas disposiciones reales se creó la Superintendencia para el beneficio y
composición de tierras, medida que tenía como propósito modificar el control sobre el
ordenamiento territorial con el fin centralizarlo directamente en manos de la Monarquía por
medio del Consejo de Indias; a la par de limitar facultades en la materia al gobierno virreinal.4
Como consecuencia, desde los primeros años del siglo XVIII, los pueblos de indios de Nueva
España entraron en un nuevo proceso de transformación de la tenencia de la tierra y de su
mercantilización5, lo que ocasionó sendos conflictos por el control de los recursos agrícolas entre
distintos actores sociales del virreinato.
Aunque los pueblos del Valle de Nochixtlán atravesaron por un proceso de transformación
del territorio con estas medidas, considero que las composiciones de tierras se enmarcaron en un
proceso mucho más largo que había iniciado desde las congregaciones y el otorgamiento de
3 Edgar Mendoza García, “Las composiciones de tierras en la Mixteca y la formación del territorio comunal de
cabeceras y sujetos, siglo XVIII”, en Hermann Lejarazu, Manuel (Coord.), Configuraciones territoriales en la
Mixteca. Estudios de Historia y antropología, Vol. 1, México, CIESAS, 2015. p. 255.
4 Francisco de Solano, Cedulario de tierras. Compilación de legislación agraria colonial (1497-1820), México,
6
mercedes de tierras, durante los siglos XVI y XVII; y continuó con la separación de los pueblos
sujetos de sus cabeceras y la desaparición de los cacicazgos. Ante el aumento de la demanda de
tierras por el crecimiento de la población india y la expansión de actividades económicas de
españoles y caciques desde la segunda mitad del siglo XVII, se produjeron nuevas formas de
relación entre los pueblos sujetos, las cabeceras y los cacicazgos que pervivían en la época. Pero
con la aplicación de las composiciones de tierras de pueblos de indios, los conflictos por el
control de los recursos se incrementaron exponencialmente y dieron lugar a numerosos litigios
durante el siglo XVIII.
Los conflictos por el control territorial y de los recursos agrícolas provocaron a su vez una
transformación en la organización política y económica de la región, orientada por las dinámicas
7
culturales propias de la población de la Mixteca Alta, pero también por la legislación española en
torno a las composiciones. De esta manera, la consecuencia directa de las composiciones de
tierras de los pueblos de indios fue una serie de conflictos entre caciques y pueblos, entre
pueblos sujetos y cabeceras, y entre pueblos sujetos; pues inició una fuerte tendencia de éstos
por independizarse del cacicazgo o de la cabecera; obtener el control sobre el territorio y la
producción que obtenían de éste. Esto derivó en la fragmentación del territorio de los antiguos
cacicazgos y la atomización del territorio.
El propósito principal de esta investigación fue analizar la composición de tierras de
Santiago Amatlán de 1717 y, establecer su relación con la demanda por la posesión y propiedad
de dos parajes colindantes por parte de San Juan Bautista Suchitepeque, iniciada en 1721, en el
contexto de los cambios políticos y económicos de la Mixteca Alta durante el siglo XVIII. Por lo
cual, fue preciso reconstruir el contexto sociopolítico en el que se encontraban los pueblos en
conflicto, para comprender las posibles rivalidades y problemáticas previas a la aplicación de las
composiciones de tierras en la región Mixteca. Además, analicé las disposiciones de la
Monarquía española sobre las composiciones de tierras de pueblos de indios para comprender el
marco legal en el que surgió esta problemática y poder explicar las particularidades de su
aplicación en el Valle de Nochixtlán.
Después estudié el desarrollo del conflicto por tierras entre ambos pueblos, y expliqué qué
papel jugaron los testigos de ambas partes y, también, llevé a cabo la reconstrucción histórica de
las tierras en conflicto y de ambos pueblos. Por lo anterior pude comprender que las relaciones
políticas y económicas que establecieron los pueblos de indios de la Mixteca Alta durante la
segunda mitad del siglo XVII y la primera del siglo XVIII provocaron intentos de separación
entre cabeceras y sujetos, y rivalidades políticas entre ellos. En este contexto, se aplicó en la
región, durante las primeras décadas del siglo XVIII, la política de la Monarquía española de
composiciones de tierras de pueblos de indios.
La consecuencia directa de la aplicación de las composiciones de tierras de los pueblos de
indios en la Mixteca Alta fue una serie de conflictos entre caciques y pueblos, y entre pueblos
sujetos y cabeceras; pues inició un fuerte impulso de los pueblos por independizarse del
cacicazgo o la cabecera y poder controlar directamente las tierras que explotaban y la producción
8
que obtenían de ésta. Otra consecuencia fue la fragmentación del territorio de los antiguos
cacicazgos y la atomización de los propios de comunidad. Las composiciones de tierras del siglo
XVIII fueron la base de la constitución de los municipios del estado de Oaxaca, a principios del
siglo XIX.6
La composición de las tierras de Santiago Amatlán en 1717, fue el motivo de un pleito
sobre la posesión y eventual propiedad de dos parajes colindantes con San Juan Bautista
Suchitepeque; ambos pueblos ubicados en el Valle de Nochixtlán, en la Mixteca Alta, Oaxaca. En
1721, este último inició una demanda que finalizó en 1736, con fallo a favor de Amatlán; lo que
implicó la pérdida del control sobre un espacio de recursos agrícolas, forestales, y de alto valor
simbólico. Este pleito se suscitó en el marco de un proceso de cambios económicos sobre la
tenencia de la tierra de los pueblos indios y fue el final de un proceso de decadencia política y
económica de San Juan Bautista Suchitepeque.
Imagen 3. Santo Domingo Yanhuitlán, la cabecera, y dos de sus pueblos sujetos, San Juan
Yucuita (Suchitepeque) y Santiago Amatlán. Tomada de Google Maps.
6 Ibíd., p. 279.
9
Por otro lado, respecto al desarrollo de los estudios mixtecos y al ejercicio interdisciplinario para
brindar información e interpretaciones sobre la dinámica de los pueblos de la Mixteca Alta, en
las últimas décadas ha habido un interés preponderante por la época prehispánica —
principalmente en el periodo posclásico— y los siglos XVI y XVII, con la consolidación del
dominio español en la región. Asimismo, la mayor parte de los estudios históricos, arqueológicos
y antropológicos se enfocan en los grandes asentamientos poblacionales como Yanhuitlán,
Teposcolula o Coixtlahuaca; e incluso, pocos de ellos abordan el análisis de los procesos que
sucedieron durante el siglo XVIII.
Los estudios sobre los pueblos de indios se han desarrollado desde la década de 1940,
principalmente en los contextos historiográficos mexicano, estadounidense, y en menor medida
en el inglés y el francés. Estos estudios han arrojado propuestas de análisis que van desde los
planos generales en Nueva España, hasta estudios de caso o propuestas regionales y visiones
abstractas y teóricas. A diferencia de las composiciones de tierras de pueblos de indios, este tema
cuenta ya con una amplia trayectoria en la que deben ser mencionados François Chevalier, Luis
Chávez Orozco, Charles Gibson, Bernardo García Martínez, Gonzalo Aguirre Beltrán, James
Lockhart, Alfonso Caso, Silvio Zavala, José Miranda, Pedro Carrasco, Magnus Mörner, William
B. Taylor, Francisco de Solano, María Teresa Sepúlveda, Jonathan Israel, Marcelo Carmagnani,
Andrés Lira, John K. Chance, Juan Manuel Pérez Zevallos, Hildeberto Martínez, Sergio
Quezasa, Philip C. Thompson, Robert S. Haskett, Margarita Menegus, Rodolfo Pastor, Dorothy
Tanck de Estrada, Ronald Spores, Kevin Terraciano, Edgar Mendoza García, Marcelo Ramírez
Ruiz y Sergio Eduardo Carrera Quezada; entre otros.
7Francisco G. Hermosillo, “Indios en cabildo: historia de una historiografía sobre la Nueva España”, en Historias.
Revista de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, No. 26, México, abril-septiembre de 1991, pp. 25-64.
10
1980. El autor divide los aportes de más de una veintena de estudios en tres grupos: 1) los que se
enmarcan en el debate sobre las continuidades o rupturas de las formas de organización política
prehispánicas con la adopción del sistema europeo de pueblos de indios; 2) los que ponen énfasis
en la presencia fundamental de las élites indias dentro de los cabildos locales, como el intento de
perpetuar su estatus dentro de la sociedad novohispana; y 3) los que consideran que el cabildo
indio fue un órgano político utilizado como instrumento para la supervivencia de elementos
étnicos de los grupos indios novohispanos.
Por otro lado se encuentra el texto de Patricia Cruz Pazos, “Cabildos y cacicazgos: alianza
y confrontación en los pueblos de indios novohispanos”8, quien analiza los trabajos
historiográficos sobre pueblos de indios a partir de dos ejes temáticos: 1) las continuidades o
rupturas de los gobiernos indios con la incorporación del sistema de organización política, como
medio de hispanización; y 2) la relación entre cabildo y cacicazgo, como espacios de ejercicio de
poder aparecidos con el proceso de colonización europea; ambas instituciones han sido
investigadas de forma separada, cada una vista como prominente en los procesos de disputa por
el poder político en Nueva España. La propuesta de la autora es que ambas instituciones deben
ser entendidas como parte de un todo, en una relación de alianza y conflicto que se mantuvo
durante los tres siglos de dominio europeo. Además, debe prestarse atención a los grupos de
poder, fundamentalmente las élites indias, que controlaron las instituciones virreinales de
gobierno local. Estos grupos deben ser analizados como conjuntos heterogéneos y en constante
dinamismo social, cultural, económico y político.
Por su parte, como panorama general del periodo virreinal de la Mixteca Alta, existen
obras fundamentales como las de Ronald Spores9 y Kevin Terraciano.10 Asimismo, los trabajos
8 Patricia Cruz Pazos, “Cabildos y cacicazgos: alianza y confrontación en los pueblos de indios novohispanos”, en
Revista Española de Antropología Americana, vol. 34, Madrid, 2004, pp. 149-162.
9 Dos obras fundamentales son The Mixtec Kings and Their People y The Mixtecs in Ancient and Colonial Times. Y
en español se encuentra Ñuu Ñudzahui: La Mixteca de Oaxaca. La evolución de la cultura mixteca desde los
primeros pueblos preclásicos hasta la independencia.
10 Su artículo “The Colonial Mixtec Community” y el libro Los mixtecos de la Oaxaca colonial. La historia
ñudzahui del siglo XVI al siglo XVIII son valiosos para comprender el desarrollo de los pueblos de indios y sus
dinámicas étnicas y lingüísticas entre los siglos XVI y XVIII.
11
de Byron Hamann,11 Margarita Menegus, 12 y Ethelia Ruiz Medrano; 13 y las insustituibles obras
de Rodolfo Pastor, Campesinos y reformas: La mixteca 1700-1856, y María de los Ángeles
Romero Frizzi, Economía y vida de los españoles en la Mixteca Alta.
Asimismo, existen pocos estudios enfocados en la organización territorial en la región
mixteca, pero destacan por su importancia las obras de Margarita Menegus14 , Edgar Mendoza15 y
Marcelo Ramírez. 16 También existen trabajos sobre la cuestión agraria y territorial en la Nueva
España que abordan directamente la relación de los pueblos de indios con la Corona española;
principalmente en la época de las reformas borbónicas. Trabajos pioneros de análisis regional y
estudios de caso de la situación de pueblos de indios con la implementación de las disposiciones
reales, son los de Margarita Menegus.17 También puede consultarse el artículo de Carlos
Bustamante López sobre un estudio de caso en la región de Tlaxcala.18
Sobre el estado de Oaxaca, son importantes los estudios de Luis Alberto Arrioja Díaz
Viruell,19 y su artículo en coautoría con Carlos Sánchez Silva, “Pueblos, reformas y
contrariedades agrarias: Oaxaca, 1742-1857”. Además, el sugerente artículo de Peter Guardino
sobre las composiciones de tierras de pueblos de indios en la región de los Valles Centrales, “‘Me
11Con su artículo “Sacred Geography in the Nochixtlan Valley”, en el que relaciona glifos y topónimos de
documentos prehispánicos, virreinales y del siglo XIX con lugares sagrados de la geografía de la región.
12 Especialmente los artículos “Los títulos primordiales de los pueblos de indios” y “Los bienes de comunidad de los
pueblos de indios a fines del periodo colonial”.
13 Con su artículo“Los indios de la Mixteca Alta de Oaxaca y las revoluciones (1800-1910)”.
14Margarita Menegus, La Mixteca Baja. Entre la Revolución y la Reforma. Cacicazgo, territorialidad y gobierno.
Siglos XVIII-XIX, México, Oaxaca, UABJO/UNAM-H/H. Congreso del Estado de Oaxaca, 2009, 191 pp.
15 Por ejemplo, Los bienes de comunidad y la defensa de las tierras en la Mixteca oaxaqueña. Cohesión y autonomía
del municipio de Santo Domingo Tepenene, 1856-1912, “Del cabildo colonial a la municipalidad republicana:
territorio y gobierno local en Oaxaca” y “La conformación de municipalidades en Oaxaca: ¿Un pacto republicano
entre 1825 y 1857?”.
16 “Ñuundaá-Texupan: lugar del azul”, en Federico Fernández Christlieb y Ángel Julián García Zambrano (coords.),
Territorialidad y paisaje en el Altépetl del siglo XVI, México, Fondo de Cultura Económica, Instituto de Geografía-
Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, pp. 350-421.
17 “Los bienes de comunidad de los pueblos de indios a fines del periodo colonial”, sobre el Valle de Toluca, y las
regiones de Guadalajara y Zacatecas; “El subsidio de las comunidades indígenas a la economía novohispana a partir
de las reformas borbónicas” y “Las reformas borbónicas en las comunidades de indios (Comentarios al reglamento
de bienes de comunidad de Metepec)”, en la región de Metepec, Estado de México.
18 Carlos Bustamante López, “Los propios y bienes de comunidad en la provincia de Tlaxcala durante la aplicación
de las reformas borbónicas, 1787-1804”, 1787-1804”, en Estudios de Historia Novohispana, Vol. 43, No. 43, 2010,
pp. 145-181.
19Luis Alberto Arrioja Díaz Virueli, Pueblos de indios, tierras y economía: Villa Alta (Oaxaca), en la transición de
colonia a república, 1742-1856, México, El Colegio de México, 2008, 646 pp. (Tesis de doctorado en Historia)
12
ha cabido en la fatalidad.’ Gobierno indígena y gobierno republicano en los pueblos indígenas:
Oaxaca, 1750-1850”.
El abordaje de las composiciones de tierras ha tenido auge de manera reciente en los
estudios sobre la historia agraria de la Nueva España en el siglo XVIII. El estudio fundador de
Francisco de Solano Cedulario de Tierras. Compilación de legislación agraria colonial
(1497-1820) fue un aporte fundamental para el conocimiento y la comprensión de la legislación
agraria durante los tres siglos del dominio español. Su trabajo introductorio explica de manera
general las razones de las disposiciones legales de la Corona española y algunas de las
repercusiones de su implementación en la Nueva España. En lo que toca al tema de este
proyecto, destaca el apartado “Superintendencia del Beneficio y Composición de Tierras
(1692-1754)”.
En su obra pionera, María Cristina Torales Pacheco trata las composiciones de tierras en
Cholula. Su aportación fue explicar la dinámica de cómo funcionó la política de los distintos
tipos de composiciones y de la Superintendencia del beneficio y composición de tierras, en
Nueva España. Su trabajo Tierras de indios, tierras de españoles20 sentó las bases para los
estudios más recientes sobre la política de composiciones en distintas regiones del virreinato.
Asimismo se encuentra la reciente obra de Gilberto López Castillo, que se centra en las
regiones de Culiacán y Chiametla, en el norte del actual territorio nacional. El aporte de este
autor es el análisis de la aplicación de esta política regia en zonas de escaso poblamiento y de
dinámicas costeras; además, incluye un pormenorizado estudio del funcionamiento de la
Superintendencia y del procedimiento que debía seguirse para la aplicación de las
composiciones.21
Sobre el occidente mexicano, Rosa Alicia De la Torre Ruiz22 y Ramón Goyas Mejía,
realizaron dos trabajos en los que ofrecen un panorama general de la aplicación de las
20 María Cristina Torales Pacheco, Tierras de indias, tierras de españoles. Confirmación y composición de tierras y
aguas en la jurisdicción de Cholula (siglos XVI-XVIII), México, Universidad Iberoamericana, 2005, 128 pp.-
21 Gilberto López Castillo, Composición de tierras y tendencias de doblamiento hispano en la franja costera:
Culiacán y Chiametla, siglos XVII y XVIII, Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Sinaloa, H.
Ayuntamiento de Culiacán-Instituto Municipal de Cultura, 2014, pp. 196.
22Rosa Alicia de la Torre Ruiz, “Composiciones de tierras en la alcaldía mayor de Sayula, 1692-1754: un estudio de
caso sobre el funcionamiento del Juzgado Privativo de Tierras”, Letras Históricas, Número 6, México, Primavera-
verano 2012, pp. 45-69.
13
composiciones de tierras de mediados del siglo XVII y principios del siglo XVIII, en el reino de
Nueva Galicia.23
Por su parte, merece una especial atención la tesis doctoral de Sergio Eduardo Carrera
Quezada —recién publicada por El Colegio de México y el Centro de Investigaciones y Estudios
Superiores en Antropología Social bajo el título Sementeras de papel. La regularización de la
propiedad rural en la Huasteca serrana, 1550-1720— y un breve artículo en los que presentó su
análisis sobre las composiciones de tierras y la territorialidad española e india en la región
Huasteca durante los siglos XVII y XVIII. El importante aporte de Carrera Quezada es el estudio
pormenorizado del funcionamiento de la Superintendencia, partiendo de las Reales Cédulas hasta
los mandamientos otorgados por los virreyes y subdelegados en Nueva España. Hasta el
momento no se ha publicado ningún otro estudio tan detallado sobre la materia; no obstante, que
su análisis abarca sólo la temporalidad de 1692-1720.24
Finalmente, es preciso mencionar que sólo dos trabajos recientes han tomado como objeto
de estudio las composiciones de tierras de pueblos de indios en la Mixteca Alta, el primero es de
Edgar Mendoza,25 en el que realiza un análisis general sobre el impacto de las composiciones de
tierras y las reformas borbónicas en la configuración territorial de los pueblos de indios
mixtecos. Por su parte, Margarita Menegus elaboró un artículo bajo el título “Del usufructo, de la
posesión y de la propiedad: Las composiciones de tierras en la Mixteca, Oaxaca”26, cuya
principal contribución es la explicación de lo que implican los tres conceptos sobre la ocupación
de la tierra: usufructo, posesión y propiedad.
Estos estudios ofrecen propuestas temáticas y metodológicas que fueron de gran utilidad
para la investigación que aquí presento, ya que durante el siglo XVIII los pueblos de indios
enfrentaron diversas modificaciones en su territorio y su ordenamiento político, económico y
23 Ramón Goyas Mejía, “Las Composiciones de Tierras de 1643 en la Nueva España”, Revista de Historia
Iberoamericana, vol. 8, núm. 2, 2015, pp. 55-75.
24 La tesis doctoral recibió el título La conformación de la territorialidad española y de los pueblos de indios en la
sierra Huasteca entre los siglos XVI y XVIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, 566 pp.;
mientras que el artículo se intitula “Las composiciones de tierras en los pueblos de indios en dos jurisdicciones
coloniales de la Huasteca, 1692-1720” Estudios de Historia Novohispana, Vol. 52 , enero-Junio 2015, pp. 29-50.
25 Edgar Mendoza, “Las composiciones…”, op. cit., pp. 255-281.
Margarita Menegus, “Del usufructo, de la posesión y de la propiedad: Las composiciones de tierras en la Mixteca,
26
14
cultural. Por un lado, la propuesta de Edgar Mendoza hace énfasis en los conflictos entre
caciques y pueblos, y entre sujetos y cabeceras, como consecuencia de las composiciones; y por
el otro, el texto de Margarita Menegus centra su atención en la clarificación entre usufructo,
posesión y propiedad, como formas distintas de tenencia de las tierras. La territorialidad mixteca
y la compleja relación del ser humano con el entorno geográfico, debió acoplarse a las nuevas
directrices del pensamiento ilustrado, que concibió el territorio como un bien desacralizado y
explotable en pro del individuo libre y del aumento de la producción económica de la Nueva
España. Ambos trabajos son analizados en un apartado específico sobre las composiciones de
tierras en la Mixteca.
La presente investigación se basó en las siguientes preguntas como eje conductor: ¿Cuáles
fueron las dinámicas políticas y económicas de los pueblos de indios de la Mixteca Alta, durante
la segunda mitad del siglo XVII y la primera del siglo XVIII, que provocaron la separación y
rivalidades políticas entre ellos? ¿De qué forma influyó la aplicación de las composiciones de
tierras en el conflicto territorial entre San Juan Bautista Suchitepeque y Santiago Amatlán? ¿Cuál
fue el contexto político y económico detrás del conflicto por tierras entre ambos pueblos? ¿Cuál
fue la trascendencia de que dos pueblos sujetos se disputaran una misma franja de tierras?
¿Había una disputa por los recursos naturales, por la búsqueda de dominio político o por el
control de una zona con relevancia ritual? ¿Por qué la mayor parte de los testimonios registrados
en el pleito por tierras entre Suchitepeque y Amatlán son idénticos en las palabras, el orden y las
formas de contestar a las preguntas del interrogatorio?
Tres temáticas fueron ejes para el desarrollo de esta investigación, mismas que por su
complejidad intrínseca recibieron un tratamiento metodológico distinto y conforman cada uno de
los capítulos de esta tesis.
En el primer capítulo analicé el pueblo de indios como institución virreinal en tres
momentos de su desarrollo en la Mixteca Alta oaxaqueña: su formación en el siglo XVI con la
catástrofe poblacional provocada por epidemias, su consolidación posterior al proceso de
congregación de la población india en el siglo XVII, y su reestructuración a partir de las
15
separaciones de los sujetos de sus cabeceras en busca de autonomía27 durante el siglo XVIII.
Parte fundamental de este capítulo fue la explicación histórica de San Juan Bautista
Suchitepeque y Santiago Amatlán durante el último tercio del siglo XVII y las primeras décadas
del siglo XVIII. La reconstrucción del pasado de ambos pueblos sujetos me permitió comprender
los procesos económicos y políticos por los que atravesaban en el momento en que Amatlán
compuso sus tierras y Suchitepeque inició la demanda por posesión y propiedad contra éste.
Considero que el conocimiento de estos procesos es de suma importancia para situar el impacto
de las composiciones de tierras en la región, además de que brinda una explicación sobre
aspectos sociales que suelen estar ausentes en los estudios sobre las disputas por las tierras de los
pueblos de indios.
La segunda temática fue desarrollada en el segundo capítulo y consiste en el análisis de la
política de tierras de pueblos de indios que llevó a cabo la Monarquía española por medio de las
composiciones de tierras, como forma de reconocimiento del territorio de los pueblos de indios a
cambio del pago de un impuesto por el derecho real sobre la propiedad de las tierras. Esta
disposición fue impuesta por la metrópoli en las postrimerías del siglo XVII, pero su aplicación e
impacto en la estructura jerárquica de los asentamientos mixtecos se llevó a cabo a lo largo de la
primera mitad del siglo XVIII.
Para poder tener una visión más completa del funcionamiento de estas disposiciones
realicé el análisis de las Reales Cédulas mediante las cuales se creó la Superintendencia del
beneficio y composición de tierras, en 1692, y se reglamentó su funcionamiento hasta 1754. Sin
embargo, fue preciso partir de los aportes de los estudios que se han hecho sobre la materia
recientemente; en particular, para comprender la aplicación de la política de composición de
tierras de pueblos de indios en la Mixteca Alta. En este contexto, analicé la composición de
Santiago Amatlán, iniciada en 1717 y finalizada en 1721; pues fue el motivo por el cual inició el
conflicto por la posesión y propiedad de unas tierras entre este pueblo y Suchitepeque entre las
décadas de 1720 y 1730. Varias decenas de pueblos en la región compusieron sus tierras en la
misma época, lo que ocasionó diversos pleitos legales por la propiedad del territorio. Un análisis
27Defino autonomía como la facultad de los pueblos de indios para regirse mediante normas y formas de gobierno
propios, pero dentro del marco del esquema institucional y jerárquico de la Monarquía Hispánica.
16
regional más profundo en el Valle de Nochixtlán forma parte de mis objetivos en investigaciones
futuras.
Finalmente, en el tercer capítulo llevé a cabo el análisis del pleito promovido por
Suchitepeque contra Amatlán, a raíz de la composición de las tierras de este último.
Suchitepeque demandó a Amatlán por la posesión y propiedad de una franja de linderos entre
ambos pueblos sujetos a la cabecera de Yanhuitlán, lo que dio inicio a un litigio que se mantuvo
desde 1721 hasta 1736, cuando —después de varias apelaciones por el pueblo demandante— la
Real Audiencia falló definitivamente a favor de Amatlán.28 Este pleito se enmarcó en el proceso
de profundas transformaciones políticas y económicas en la región.
El caso analizado es un ejemplo de las decenas de pleitos que tuvieron lugar en la región
mixteca, a partir del establecimiento de las composiciones, ocasionando reconfiguraciones
territoriales, políticas y económicas; envueltas en un complejo entramado de relaciones sociales
entre la población multiétnica de la Mixteca. El análisis del extenso expediente de tierras ofrece
una amplia variedad de información, no sólo sobre la geografía histórica de ambos pueblos, sino
también sobre la participación y el registro de las declaraciones orales de los actores sociales
diversos (toho —indios principales—, españoles y funcionarios reales); así como las relaciones
entre los pueblos del Valle de Nochixtlán y sus zonas circundantes, en la época de la desaparición
de los cacicazgos y la atomización del territorio.
Como ha explicado Edgar Mendoza, los diversos conflictos por la tierra y la reorganización
política y territorial en la Mixteca estuvieron presentes durante el siglo XVIII, y algunos de ellos
trascendieron al proceso de independencia de la Nueva España. Esta situación sentó las bases
para el establecimiento de las jurisdicciones municipales del estado de Oaxaca en 1825.29
Al final del trabajo incluyo un apartado de cinco anexos documentales que consisten en la
transcripción de la composición de tierras de Santiago Amatlán, los cuestionarios que se
aplicaron a los testigos de ambas partes del pleito, los cuadros con la información que brindaron
17
los testigos al declarar y los esquemas explicativos de los mapas elaborados en 1725. Lo anterior,
esperando que sean útiles para futuras investigaciones, y para que sean conocidos algunos de los
documentos que forman parte de la historia de dos de los pueblos del Valle de Nochixtlán.
18
Capítulo 1. Los pueblos de indios en la Mixteca Alta, siglos XVII y XVIII
Para iniciar la discusión sobre el pueblo de indios como una institución virreinal, es preciso
tomar como punto de partida un breve planteamiento historiográfico sobre el tema. Me parece
pertinente que este apartado se encuentre en este capítulo y no en la introducción de la tesis pues
va de acuerdo con el hilo discursivo que aquí propongo. Una vez realizado este planteamiento
inicial, pasaré a explicar el desarrollo del pueblo de indios en la Mixteca Alta y en los dos
pueblos de este trabajo.
En los estudios sobre los pueblos de indios en Nueva España existen algunos elementos de
interpretación historiográfica que han orientado el análisis sobre su funcionamiento y existencia
durante el periodo colonial. Por una parte se encuentra la explicación sobre el funcionamiento
del pueblo de indios, con base en una visión homogénea, genérica y abstracta; en la que las
relaciones políticas y dinámicas sociales que existían entre los pueblos cabecera y los sujetos
quedan completamente diluidas. Por el otro, en estos estudios, el pueblo de indios ha sido
concebido como una entidad estática a lo largo de los tres siglos de dominio español, vista sólo
desde su formación en el siglo XVI sin atender a los cambios por los que atravesó en los siglos
XVII y XVIII.
Identifico estas posturas en algunos estudios que han sido utilizados en numerosas
ocasiones como bibliografía fundamental. Considero que en vez de ser tomados como
explicaciones definitivas, centralizadas geográficamente y homogeneizantes en los estudios
históricos y etnohistóricos de perspectivas regional o local, deben ser analizadas con una visión
crítica y ser contrastadas con las realidades locales, y en un plano diacrónico. Lo anterior
independientemente de sus aportes al conocimiento histórico como estudios pioneros sobre la
historia del virreinato de la Nueva España.
19
lo que su visión sobre los pueblos de indios y sus tierras se mantiene en el ámbito de las
instituciones de la Monarquía Católica. La explicación más profunda que ofrece sobre el pueblo
de indios es durante su formación en siglo XVI, a la par del proceso de congregaciones.30 Se
extiende —en un salto sobre el siglo XVII— hasta finales del siglo XVIII para explicar el
surgimiento del término “fundo legal”, utilizado para designar al área urbana de los pueblos. Sin
embargo, en su estudio no se deduce la dinámica de su desarrollo durante tres siglos y tampoco
toma en cuenta las relaciones entre los pueblos cabecera y sus sujetos, por lo que considero que
reitera la concepción del pueblo de indios como asentamiento o localidad, y no como una entidad
jurídica.31
Por otro lado se encuentra el trabajo de Dorothy Tanck de Estrada, que considero el más
documentado sobre los pueblos de indios en Nueva España en la última etapa del periodo
colonial. En su obra Pueblos de indios y educación en el México colonial, 1750-1821, la autora
dedica el primer capítulo a realizar un vasto análisis sobre la situación de los pueblos de indios a
raíz de la reforma municipal y de los bienes de comunidad promovida por el visitador José de
Gálvez desde la década de 1760. 32
Su trabajo ofrece una enorme cantidad de datos y recursos bibliográficos, para comprender
de qué forma se constituía un pueblo de indios: la república y la comunidad; y cómo funcionaba
el sistema de elecciones del cabildo. Pero también explica el manejo de los recursos por los
pueblos y las nuevas disposiciones instauradas desde las ideas ilustradas de la Corona Española,
que llevaron a la pérdida de su autonomía económica y administrativa.33 Si bien este trabajo de
Dorothy Tanck es el más reconocido, es necesario mencionar que también ofreció una propuesta
de definición del pueblo de indios, en la que abundó sobre el proceso formativo de esta
institución a partir de las Reales Cédulas del siglo XVI, y sobre las normas de su funcionamiento
33 Ibíd., p. 17-75.
20
contenidas en la Recopilación de leyes de los reynos de las Indias (1680), de Antonio de León
Pinelo.34
De igual forma que Francisco de Solano, Tanck no toma en cuenta las dinámicas entre los
pueblos cabecera y sus sujetos, lo que le lleva a asumir que los pueblos de indios son las
localidades en las que se asentaba esta población. Parece no haber tampoco una visión del pueblo
de indios como entidad jurídica, sino sólo como organización política-territorial estática. El
trabajo de esta autora también ha derivado en una serie de mapas sobre los pueblos de indios en
Nueva España en el año 1800;35 no obstante, no ofrece una explicación sobre si los pueblos
ubicados geográficamente corresponden a cabeceras o sujetos, o si estos pueblos surgieron como
parte de separaciones durante el siglo XVIII. Por ejemplo, para el caso de Oaxaca, la autora
sostiene que a finales de ese siglo había 871 pueblos de indios, con 459,609 habitantes.36 Pero
cabe preguntar,¿cuáles de ellos recibieron el reconocimiento como tales durante el siglo XVIII?
¿Cuáles eran cabeceras y cuáles sujetos? ¿Qué criterios tomó en cuenta para ubicarlos en mapas?
A partir de estos dos casos, es preciso mencionar que otros autores se han propuesto
explicar los pueblos de indios desde distintos momentos históricos; o bien, han considerado que
cabeceras y sujetos poseían relaciones políticas dinámicas, en las que existían reconfiguraciones,
como la separación de los barrios y estancias para obtener el reconocimiento como cabeceras.
Edgar Mendoza explica que el pueblo de indios en la Mixteca estaba conformado por la
sede central llamada “cabecera” y otros poblados menores denominados “barrios” y “estancias”
o “sujetos”. En la cabecera residían los oficiales de república que conformaban el cabildo y
desde ahí se administraba el tributo y los servicios de los indios.37 En los sujetos y barrios
residían los nobles, o toho, en mixteco, que administraban el gobierno local como alcaldes
34Dorothy Tanck de Estrada, “Pueblo de indios (Definición)”, en Dorothy Tanck de Estada, Independencia y
educación: cultura cívica, educación indígena y literatura infantil. Antología de textos, México, El Colegio de
México, 2013, 145-155 pp.
35 Pueden consultarse en www2.cmq.edu.mx/pinues/index.php
36 Dorothy Tanck, “Pueblo de indios…”, op. cit., pp. 148-149.
21
ordinarios y regidores; y ñandahi, o macehuales, que producían el tributo para el yya, o cacique,
el encomendero y la Corona.38
En el mismo sentido, aunque de forma genérica, Bernardo García Martínez explica que el
“pueblo” debe entenderse como una entidad de organización corporativa, y no como una
población, asentamiento o localidad.39 Cierto es que los pueblos de indios surgieron durante el
proceso de congregación, pero no todos los nuevos asentamientos conformados por población
india reducida obtuvieron este reconocimiento jurídico. ¿Qué tanto la asociación entre
asentamiento y pueblo de indios forma parte de la idea contemporánea de comunidad o pueblo,
más ligada a un concepto antropológico que al utilizado en la época virreinal?
22
En suma, un pueblo de indios incluía tanto a la población que habitaba en la cabecera y/o
yuhuitayu (cacicazgo), como en los pueblos sujetos y en los siña (barrios), para utilizar los
términos propios de la región de mi estudio. De ahí que los toho de estos lugares fueran elegidos
para formar parte del cabildo, o de la república del pueblo de indios.
Una vez planteado el análisis sobre las dos posturas historiográficas en torno al pueblo de
indios como institución virreinal, realizaré una explicación diacrónica de esta entidad jurídica,
sus relaciones jerárquicas y sus dinámicas sociales, con la Mixteca Alta como escenario de
desarrollo particular. Posteriormente analizaré el desarrollo histórico de los dos pueblos de mi
estudio entre las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del siglo XVIII.
42Bernardo García Martínez, “Jurisdicción y propiedad; una distinción fundamental en la historia de los pueblos de
indios del México Colonial”, en Bernardo García Martínez, Tiempos y lugares. Antología de estudios sobre
poblamiento, pueblos, ganadería y geografía en México, México, El Colegio de México, 2014, p. 151.
23
rurales, estas últimas generalmente carecían de pueblos sujetos por lo que eran yuhuitayu en sí
mismos.43
En cuanto a la organización del espacio, se utilizó la palabra ñuu para referirse a cualquier
lugar como un asentamiento o incluso una región. Kevin Terraciano propone que este concepto
fue la organización central, local e identitaria; del mismo modo que lo fue el altepetl para los
nahuas y el cah para los mayas.46 El autor también propone un esquema hipotético de la
configuración del yuhuitayu en el que cada una de estas entidades se componía de diversos ñuu,
los cuales, a su vez, podían dividirse en siña. 47
Un yuhuitayu era la entidad que resultaba de la alianza matrimonial con fines políticos y
económicos entre un hombre y una mujer —descendientes de padres y madres yya—, quienes
representaban el reinado de localidades separadas. Los yuhuitayu eran hereditarios y la pareja
gobernante habitaba en el principal centro político, económico y ceremonial de una de las dos
partes. En los códices prehispánicos y coloniales de la Mixteca Alta el yuhuitayu se representaba
como una pareja (tayu) sentada sobre un petate (yuhui), pues éste era el símbolo mesoamericano
43 Ronald Spores, The Mixtec Kings and Their People, Oklahoma, University of Oklahoma Press, 1967, pp.
100-101.
44 Más adelante hablaré más extensamente sobre este vocablo.
45 Kevin Terraciano, Los mixtecos de la Oaxaca colonial. La historia ñudzahui del siglo XVI al XVIII, México,
Fondo de Cultura Económica, 2013, pp. 208-219.
46 Ibíd., p. 161.
47 Ibíd., p. 167.
24
de autoridad y gobierno.48 Al morir uno de los integrantes de la alianza matrimonial, los
yuhuitayu se separaban, pues nunca conformaban una entidad hereditaria unida como bienes
mancomunados.
La extensión de un yuhuitayu variaba y podía ser discontinua, por lo que los asentamientos
que lo conformaban podían estar separados por enormes distancias. Además, su conformación
variaba constantemente, en función de las herencias y de las alianzas matrimoniales que se
establecieran en cada generación. 49 Algunos yuhuitayu eran muy pequeños como el de Tamazola
(Yahua)-Chachoapam (Yutañani), mientras que otros llegaron a ser sumamente extensos y
poderosos, como el de Yanhuitlán (Yodzocahi) o el de Coixtlahuaca (Yodzocoo).
Por su parte, las voces siña siqui y dzini 50 se utilizaban para las partes en que se dividía un
ñuu o pueblo, y fueron traducidos como “barrios”. No obstante, también se utilizaron como
sinónimo de ñuu o para usarse conjuntamente como ñuusiña.51 Un siña podía llegar a obtener el
estatus de ñuu e independizarse de la compleja estructura del yuhuitayu, lo que mostraba el
dinamismo de la organización sociopolítica de la Mixteca y de la sociedad ñudzahui.52
48 Kevin Terraciano, “The Colonial Mixtec Community”, en Hispanic American History Review, 80, núm. 1, E. U.
A., 2000, p. 6.
49 Edgar Mendoza, Los bienes de comunidad y la defensa de las tierras en la Mixteca oaxaqueña. Cohesión y
autonomía del municipio de Santo Dmingo Tepenene, 1856-1912, México, Senado de la República, 2004, p. 36.
50 Terraciano explica que los tres vocablos hacían referencia a la misma entidad pero eran variables lingüísticas
regionales. Así, siña era utilizado en la variante del idioma mixteco de Yanhuitlán y sus alrededores, siqui en
Teposcolula y Tamazulapam, mientras que dzini se utilizaba en la Mixteca Baja; por lo cual, en este trabajo utilizaré
la primera variante por ser la zona en la que se centra mi estudio. Kevin Terraciano, Los mixtecos…, op. cit., pp. 165.
51 Terraciano, “The Colonial…”, op. cit., p. 9.
52A lo largo de este trabajo utilizaré los conceptos en dzaha ñudzahui, la lengua de los mixtecos, que eran utilizados
en la época colonial por sus propios hablantes. Si bien la mayor parte de la documentación histórica y etnohistórica
fue escrita en castellano, la lengua se utilizó de forma permanente por la población india. Buena parte de la
simplificación de la estructura cultural ñudzahui se debe a la incomprensión de las categorías propias de los
habitantes de la región. En este sentido, me ciño al esfuerzo metodológico del etnohistoriador Kevin Terraciano; no
obstante, que la documentación que analizo en esta investigación no fue escrita en lengua mixteca.
25
1.1.2. La fundación de los pueblos de indios en el siglo XVI
El mecanismo empleado para asegurar el control de las zonas de avance de los españoles
fue asignar a cada europeo el derecho de recibir tributo y trabajo no remunerado de un número
determinado de indios, conservado las formas de tributación prehispánicas; este sistema es
conocido como encomiendas, y cada español que gozó de este derecho se le denominó
encomendero. 54 La encomienda era una institución creada en la época de la reconquista de los
territorios ocupados por los musulmanes en la península ibérica y ya había sido instaurada por
Cristóbal Colón en las islas del mar Caribe.
En la Mixteca Alta, el sistema de tributación hacia los yya se mantuvo, pero se añadió
también la carga hacia los nuevos encomenderos. Muchos de ellos, habían llegado al continente
con Hernán Cortés y otros en la expedición de Pánfilo de Narváez. Algunos tenían una posición
económica acomodada y habían ocupado cargos administrativos en las islas caribeñas, mientras
que la mayoría de ellos no tenía recursos y había llegado al Nuevo Mundo en busca de fortuna.55
53 Ronald Spores, Ñuu Ñudzahui: la Mixteca de Oaxaca. La evolución de la cultura mixteca desde los primeros
pueblos preclásicos hasta la independencia, Oaxaca, Fondo Editorial del Instituto Estatal de Educación Pública de
Oaxaca, 2007, pp. 214-215.
54 Kevin Terraciano, Los mixtecos…, op. cit., p. 596.
55María de los Ángeles Romero Frizzi, Economía y vida de los españoles en la Mixteca Alta: 1519-1720, Oaxaca,
INAH, Gobierno de Oaxaca, 1990, pp. 47-50.
26
Entre estos personajes destacan Peláez de Berrio y Francisco de las Casas —primo político de
Cortés, que llegó a la Nueva España después de la caída del imperio colhua-mexica—, a quienes
se designó en encomienda las zonas de Teposcolula y Yanhuitlán, respectivamente.
Parte importante de las funciones del encomendero era asegurar la evangelización de los
indios bajo su jurisdicción, tarea que no siempre fue asumida con voluntad por estos personajes.
El caso de Francisco de las Casas es paradigmático, pues incluso representó un fuerte obstáculo
para las labores de los dominicos en las décadas de 1530 y 1540 debido a sus alianzas con el yya
de Yanhuitlán. No obstante, tras su muerte en 1546, su hijo apoyó las labores evangelizadoras
promoviendo el regreso de los dominicos a la zona e iniciando la construcción del convento en la
cabecera de su jurisdicción. Al morir Gonzalo de las Casas en 1591, su hijo Francisco mantuvo el
título hasta 1622, con estrechas relaciones con la población india y los religiosos; y con la
recolección de tributo valuado en varios miles de pesos en oro por año. Pero paralelamente, la
población comenzó a disminuir, víctima de epidemias generalizadas por lo que su actividad se
dificultó enormemente hacia finales del siglo XVII. 57
Una vez logrado el control político y económico de la Mixteca Alta por parte de los
europeos, se llevaron a cabo dos procesos de congregación de la población india, uno entre 1550
y 1564, y el otro entre 1593 y 1605. 58 La población de los antiguos asentamientos se redujo para
formar pueblos de indios, con base en la Real Cédula del 9 de octubre de 1549, dirigida a la Real
Audiencia de Nueva España “ordenando sean hechos pueblos de indios, con autoridades
56 Ibíd., p. 59.
57 Ronald Spores, Ñuu Ñudzahui… op. cit., pp. 164-167.
27
municipales elegidas por el vecindario”. 59 Como explica Marta Martín Gabaldón, las dos etapas
de congregación fueron muy distintas entre sí. En la primera, los asentamientos más afectados
por esta política fueron las cabeceras de los cacicazgos, y no hubo mucha resistencia por parte de
los indios; mientras que en la segunda, los sujetos fueron mayormente congregados y la
resistencia registrada en la documentación de este proceso es mayor. En este sentido, las
congregaciones de sujetos no se llevaron a cabo plenamente, debido a las características
geográficas de la región; o bien, a las complejas relaciones políticas entre los cacicazgos, que se
mantuvieron durante el periodo colonial. 60
Esta disposición fue dictada por la reina Juana I, en nombre del rey Carlos I de España, con
el objetivo de reunir a la población india en “pueblos de muchas casas y juntas”, para que fuesen
adoctrinados, asistieran a misas y tuvieran leyes que los beneficiaran mejor. Ordenaba también
que todos los pueblos creados tuvieran alcaldes ordinarios, regidores, alguaciles y fiscales
elegidos anualmente por los indios, para que fungieran como un consejo gubernativo en materia
de justicia y administración. Además, cada pueblo debía tener su propia cárcel, estar proveído de
ganado menor “en común o en particular”, y de una plaza o mercado. 61
Desde los primeros años del dominio español, los indios se vieron obligados a pagar tributo
en trabajo o en especie a nuevos actores políticos españoles como los encomenderos, el alcalde
mayor y las órdenes religiosas. El producto de su fuerza de trabajo continuó destinándose a los
toho e yya, pero además se añadió el ingreso para el cabildo local y la caja de comunidad. No
obstante, cuando los yya —ahora llamados “caciques”— no llegaban a acuerdos favorables con
las autoridades europeas, a menudo se negaban a permitir la extracción de productos agrícolas,
de trabajo y tributo de los yuhuitayu, por lo cual la negociación entre europeos e indios debió
mantenerse como una práctica constante. Los yya y toho integraron los gobiernos indios,
situación que brindó protección a los ñandahi, pero también contribuyó a que mantuviesen su
59 Francisco de Solano, Cedulario de Tierras. Compilación. Legislación agraria colonial (1497-1820), México,
Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 171.
60 Marta Martín Gabaldón, “Balance general de los traslados de pueblos y congregaciones en la Mixteca”, en
Hermann Lejarazu, Manuel A., Configuraciones territoriales en la Mixteca. Vol. I, Estudios de historia y
antropología, México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2015, p. 197.
61 Idem.
28
posición privilegiada, sacando provecho de ellos en todo momento. El mayor beneficio que
recibían los yya era el tributo en especie o en trabajo personal no remunerado.62
A partir de la Real Cédula de 1567, se determinó que la traza de los pueblos debía medir
500 varas por cada lado, aunque no se estableció si debía medirse desde la iglesia en el centro o
desde la última casa de la traza. En las afueras del pueblo debían estar las tierras de cultivo y de
pastoreo del ganado, además de aquellas consideradas “baldías” o “realengas” que servían como
separación entre uno y otro. Como quedó explicado con anterioridad, las tierras del pueblo
conformaron lo que se denominó “comunidad”, que era el régimen económico del pueblo y
estaba constituido por la “caja de comunidad” —que “reunía las contribuciones personales, así
como los ingresos derivados del arrendamiento o explotación directa de los bienes comunes,
destinados todos al pago del tributo”63—, y los “propios”, que eran las tierras pertenecientes al
pueblo y administradas de manera comunal.
Es preciso señalar que otras funciones de la república del pueblo de indios consistían en la
negociación de contratos en nombre de los naturales, la administración pública y económica
dentro de la comunidad —el cuidado de la caja de comunidad, cuentas, tierras, ganado comunal,
establos, edificios públicos, mercados, plazas públicas, vías públicas, agua, alumbrado, drenaje y
salubridad—, regulación de industrias locales y empresas comerciales, la recolección de tributo,
impuestos, trabajo comunitario, tequio o tniño;64 y la promulgación de estatutos locales y la
ejecución de leyes locales, provinciales y virreinales.65 Además, actuaban en la solución de
conflictos y delitos menores, y como la primera instancia en la comisión de delitos más graves,
los cuales se turnaban después al Alcalde Mayor de la provincia, y posteriormente a la Real
Audiencia de la Nueva España para su resolución definitiva.
62 Rodolfo Pastor, Campesinos y reformas: La Mixteca, 1700-1850, México, El Colegio de México, 1987, p. 79.
63 Daniela Marino, “Comunidad”, en Diccionario histórico judicial de México. Ideas e Instituciones, México,
Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2010, p. 207.
64 Kevin Terraciano, “The Colonial…”, op. cit., p. 28.
29
de los grupos de toho más poderosos; pocas veces la elección se hacía entre la población en
general. Debido a que en el sistema jurídico, y en general en el plano cultural español el papel de
la mujer estaba supeditado a la figura masculina; los electores y elegidos fueron siempre varones.
No obstante, sería erróneo asumir que las mujeres no estuvieron involucradas en la política y el
desarrolló de la economía en la región.66
Los oficiales de república de los cargos principales recibían un salario —tasado en 1550—
en función del número de indios gobernados. En las estancias más pequeñas, los salarios no
compensaban las actividades de los cargos; y en tiempos de epidemias y hambrunas no recibían
nada.67
Los cargos de elección, no siempre fueron los mismos, y generalmente se elegía un número
mayor de cargos de los que estipulaba la ley; ello con base en las necesidades y prácticas propias
de cada gobierno local y cada pueblo de indios. En algunos de ellos había alguaciles de agua,
cobradores o jueces mayores, y una gran variedad de cargos particulares. Esta situación generaba
cabildos de más de una veintena de oficiales de república, entre los que estaban también los
representantes de los barrios, estancias o pueblos sujetos.68 Una vez celebradas las elecciones, los
electos se dirigían a las cabeceras de jurisdicción para ser avalados por el alcalde mayor, quien
les entregaba las varas de mando y les hacía jurar el cumplimiento de las órdenes dictadas por el
rey para el gobierno de los pueblos de indios. Para la toma de posesión, se realizaba una misa y
una comida comunal en los pueblos; también era usual que los nuevos oficiales usaran una suerte
de uniforme, que consistía en camisa, calzón, sombrero y pañuelo; y una serie de diferencias
particulares según la región.69
Entre 1599 y 1603 buena parte de los pueblos de la Mixteca Alta estaban congregados en
los lugares donde están asentados hoy en día, no obstante que varios de ellos se opusieron y
retornaron a los lugares que habían ocupado siempre. En estos casos, las autoridades españolas
actuaban en función de la capacidad de resistencia de las poblaciones. Algunos asentamientos no
69 Ibíd., p. 45.
30
pudieron ser definitivamente congregados, como el caso de Coyotepec y Chachoapam —en el
Valle de Nochixtlán— en el que las autoridades desistieron de juntar ambas poblaciones ante la
negativa de los indios de Coyotepec, argumentando que la zona elegida para su asentamiento era
malsana y que no tenían buenas relaciones con los indios de Chachoapam.70 Ciertamente, se
trataba de dos cacicazgos rivales que no podían ser congregados en un mismo sitio.
Paralelamente, la población india de Nueva España pasó por una catástrofe poblacional a lo largo
del siglo XVI, causada por distintas oleadas de epidemias. Se ha calculado que entre 1519 y 1600
la población que habitaba la antigua Mesoamérica descendió de 25 millones de personas a 1
millón y medio, lo que representa un descenso de 90%. En el caso de Oaxaca, Ronald Spores ha
estimado que en el momento de la conquista de los europeos, la población era de
aproximadamente 1 millón y medio de habitantes, de los cuales una tercera parte —es decir,
500,000— era ñudzahui.71
Rodolfo Pastor sostiene que entre 1520 y 1620 la población de la Mixteca Alta pasó de 350
mil a 35 mil habitantes. Pero añade que las epidemias transmitidas por los europeos a la
población india se dieron mediante el ganado, pues había un historial de “enfermedades
compartidas” con el ser humano, como paperas, viruela y sarampión.72
Por su parte, América Molina el Villar realizó un extenso estudio sobre las epidemias de
matlazahuatl en Nueva España y, aunque se enfocó en la gran ola de 1736-1739, aporta
información valiosa sobre otras propagaciones durante los siglos XVI y XVII. Destaca el análisis
sobre los patrones de propagación de la enfermedad mediante los productos pecuarios; en
particular la lana de borrego. Por su constitución física y por la alta producción de lana en esa
31
época, el uso de prendas hechas de este material fue el principal agente de propagación en zonas
templadas como el valle de Toluca, la sierra norte de Puebla y la Mixteca.73
Los más altos índices de contagio fueron las zonas de mayor producción e intercambio de
productos de lana, pero no sólo debe atribuirse la propagación de enfermedades a esos productos
sino también a las redes de interacción, a la ausencia de medidas virreinales para evitar
migraciones y a la época del año en que los virus se dispersaban.
La despoblación alcanzó tal nivel crítico que no pudo sostener la economía y afectó la
organización política local, por lo que la catástrofe a su vez produjo crisis agrícolas y hambrunas.
Con la desaparición de barrios y estancias y la congregación de los indios, la desarticulación de
la organización social y política se concretó definitivamente. En las primeras décadas del siglo
XVII los cambios eran más que evidentes en la religiosidad, los hábitos, la alimentación, la
vestimenta, y las costumbres cotidianas.
73América Molina del Villar, La Nueva España y el matlazahuatl, 1736-1739, México, Centro de Investigaciones y
Estudios Superiores en Antropología Social y El Colegio de Michoacán, 2001, pp. 119-120.
74 Ibíd., pp. 122-123.
75 Kevin Terraciano, Los mixtecos…, op. cit., p. 232.
32
El colapso demográfico del siglo XVI y las primeras décadas del XVII, representó una
considerable disminución de las rentas de los yya y de funcionarios españoles. A fines del siglo
XVI, varios yya fueron encarcelados por no pagar el tributo real y por acusaciones de sedición.77
Durante la primera mitad del siglo XVII, la población ñudzahui comenzó a recuperarse,
por lo que los conflictos por el control territorial, económico y político se hicieron más
numerosos y complejos. Los más frecuentes eran los conflictos por demanda de tierras pues éstos
eran causados en mayor medida por la problemática determinación de jurisdicción y también por
los constantes intentos de pueblos sujetos por separarse de sus cabeceras tradicionales. Detrás de
estas complejas problemáticas se hallaba la disputa por recursos como el agua, madera y las
tierras más fértiles y la producción que se extraía de ellas. Conseguir la separación de la cabecera
aseguraba para los pueblos sujetos la obtención de tierras propias y la administración de la
producción agrícola sin tributar a las cabeceras.78
1.1.3. Consolidación del sistema colonial. Los pueblos de indios durante el siglo XVII
Los nuevos espacios para la ubicación de las congregaciones siempre se mantuvieron asociados
con el paisaje ritual de los indios. Como explica Marcelo Ramírez, en buena medida el nuevo
asentamiento novohispano se hizo al pie del cerro sagrado y al antiguo poblamiento se le
denominó “pueblo viejo” o “iglesia vieja”. El paisaje simbólico y la traza quedaron
estrechamente relacionados por medio de relatos mitológicos en los que había túneles que
conectaban al templo católico con el interior del cerro,79 o por el ordenamiento de los santos de
los barrios en función del calendario agrícola y por asociación con los puntos cardinales o con
algún elemento de las antiguas deidades prehispánicas. Estas características perviven hoy en día
en innumerables comunidades indígenas y campesinas del país.
77 Ibíd., p. 81.
78 Kevin Terraciano, Los mixtecos…, op. cit., p. 196.
79Marcelo Ramírez, “Territorialidad, pintura y paisaje del pueblo de indios, en Federico Fernández Christlieb y
Ángel Julián García Zambrano (coords.), Territorialidad y paisaje en el Altépetl del siglo XVI, México, Fondo de
Cultura Económica, Instituto de Geografía-Universidad Nacional Autónoma de México, 2006, p. 191.
33
Como quedó explicado anteriormente, en distintas regiones de la Nueva España este
reordenamiento poblacional y territorial representó problemáticas profundas puesto que, en el
fondo, se trastocaba la definición de las jerarquías territoriales80 y las relaciones entre cacicazgos
y grupos étnicos diversos.81 En el Valle de Nochixtlán, este proceso trajo como consecuencia que
algunas repúblicas y comunes de naturales emprendieran juicios contra las “reducciones", con el
argumento de que las tierras elegidas por los españoles no eran idóneas para vivir, o bien,
ocasionando que muchas familias huyeran de las congregaciones hacia otros poblados o a las
zonas montañosas y de difícil acceso. Debido a esta situación, muchos de los intentos de
congregación en la Mixteca Alta no llegaron a concretarse aunque sí lograron que la población
antes dispersa se concentrara en pequeños núcleos.82
Un cambio relevante en esta época fue que la jurisdicción que los yya habían mantenido
desde el siglo XVI por medio del cargo de gobernador del pueblo de indios, comenzó a ser
asumida por alcaldes mayores y corregidores, las autoridades españolas en la Mixteca Alta. Al
mismo tiempo, fue muy importante la labor de los religiosos dominicos al inculcar nuevos
valores a los indios, pues comenzó a haber constantes quejas hacia los yya, principalmente por
abusos en cuanto al tributo y los servicios personales que prestaban los indios bajo su
jurisdicción.83
El gobierno indio era responsable del tributo, y si la república no entregaba las cantidades
requeridas, los oficiales podían ser encarcelados y sus bienes confiscados. No había tolerancia
por parte del alcalde mayor pues también a él podía ocurrirle lo mismo. Eso llevó a que los
cargos de oficiales de repúblicas recayeran sobre toho e yya; personas con recursos y autoridad
para el cobro. Durante el siglo XVII, las cajas de comunidad, que eran supervisadas por los
frailes dominicos, se deterioraron. Muchos pueblos perdieron sus ganados y terminaron
80Defino jerarquías territoriales como el esquema de organización administrativa establecido por la Corona española
en sus dominios, pero con base en las organizaciones indias preexistentes. Dicha organización implicaba distintos
niveles que iban desde el novohispano, el provincial (Teposcolula-Yanhuitlán), y el del pueblo de indios (Yanhuitlán
como cabecera y sus pueblos sujetos). En estas jerarquías incidían diversas jurisdicciones superpuestas, como la
judicial, la civil y la religiosa.
81 Ibid., p. 197.
82 Kevin Terraciano, Los mixtecos…, op. cit., p. 187.
34
arrendando las tierras de estancias mercedadas por el rey. Para fines de este siglo, los bienes y las
cajas de las cofradías las habían sustituido en varios pueblos. 84
84 Ibíd., p. 94.
85 Ronald Spores, The Mixtec Kings…, op. cit., p. 201.
86 Ibíd., pp. 202-203.
35
tierras condicionaba su validez siempre y cuando los pueblos mantuvieran una serie de
actividades y requisitos sobre ellas. En muchos casos, el usufructo durante varias generaciones
daba pie a la posesión de las tierras; el acto de realizar actividades sobre ellas, pero sin obtener el
derecho de propiedad88. Y finalmente este derecho se obtenía cuando los pueblos demostraban
haber poseído la tierra “de inmemorial tiempo, quieta y pacíficamente” durante un largo tiempo,
por lo que la Corona les otorgaba títulos de propiedad. Muchos pueblos obtuvieron el derecho de
propiedad de sus tierras hasta el siglo XVIII, cuando las sometieron al proceso de composición,
que explicaré a detalle en el capítulo próximo.
Por otro lado, aunque las repúblicas de indios poseían cierta autonomía política, no fueron
pocas las ocasiones en que personas ajenas a sus cargos pretendieron interferir en sus decisiones.
En estos casos los cabildos recurrían a las autoridades virreinales, específicamente al presidente
u oidores de la Real Audiencia para denunciar dichas injerencias. La mediación institucional
entre los cabildos y las autoridades españolas era realizada por personas a quienes el común y
naturales otorgaban poder legal como sus representantes; estos personajes, fueron abogados,
sacerdotes, funcionarios públicos, toho, yya respetados, españoles o nativos. No obstante, cuando
se trataba de asuntos legales de mayor complejidad, eran necesarios abogados de oficio.89
Rodolfo Pastor explica que desde el siglo XVII, en varios pueblos cabecera de la Mixteca
se establecieron españoles comerciantes y posteriormente rancheros mestizos dedicados a
actividades diversas, principalmente al comercio. Esta sociedad se caracterizó por un fuerte
dinamismo y modificación constante en términos raciales y estamentales.90 Según este autor, la
presencia cada vez mayor de mestizos, castas y españoles condujo a la desintegración del
territorio comunal,91 pero quizá esto se dio hacia la segunda mitad del siglo XVIII y no en el
siglo anterior.
88El derecho de propiedad era la facultad reconocida para disponer como propietario de un bien. Este derecho era
concedido por la autoridad que poseía el dominio eminente sobre el territorio, en este caso, el Monarca español.
89 Ronald Spores, The Mixtec Kings…, op. cit., p. 228.
90 Rodolfo Pastor, Campesinos y reformas…, op. cit., p. 281.
91 Ibíd., p. 148.
36
Por su parte, desde el siglo XVI se habían introducido nuevos cultivos como trigo y
algodón, y nuevas técnicas como el arado, además fauna externa como ganado (borrego, puerco,
asno y gallina) y gusano de seda, y flora como el trigo y árboles frutales. Esto produjo un notable
cambio ecológico en la Mixteca Alta.92 Las transformaciones en el paisaje por los nuevos
cultivos, la depredación de bosques para construcción y la presencia de ganado fueron paralelos
al cambio de patrón de asentamiento, de las laderas y montañas a los valles con las
congregaciones. 93 Es decir, las nuevas actividades económicas modificaron las dinámicas
productivas y la economía en la región, y sus consecuencias en el medio ambiente eran
perceptibles ya en el siglo XVI. La huella de este tipo de actividad humana llega hasta nuestros
días.
El ganado menor en la Mixteca Alta se incrementó con enorme rapidez durante el siglo
XVII, es posible que se criaran más de 150 mil ovejas y cabras, por lo que sus de derivados —
sebo, pieles, lana, carne, leche, queso— generaron una nueva serie de actividades productivas,
principalmente por la demanda española. Pueblos de indios, yya, rancheros mestizos, toho, y
españoles formaron parte de esta serie de actividades; algunos desde muy temprano el siglo XVI
y otros con mayor presencia en el siglo XVIII.94
37
esta tendencia se acrecentó notablemente durante la segunda mitad de esa centuria.95 Por su
parte, Edgar Mendoza explica que en la Mixteca las separaciones ocurrieron desde la segunda
mitad del siglo XVII, pero con las composiciones de tierras de pueblos de indios hubo más
demandas por límites entre pueblos durante la primera mitad del siglo XVIII.96 Aún más,
Rodolfo Pastor sostiene que la mayor parte de las separaciones entre pueblos sucedieron en el
último cuarto de dicho siglo.97 Asimismo, en la región de Tlapa, en el actual estado de Guerrero,
este fenómeno fue más tardío, pues se llevó a cabo con mayor frecuencia durante la segunda
mitad del siglo XVIII, tal como documentó Danièle Dehouve en un trabajo pionero.98 El sistema
judicial y administrativo virreinal consideró a estos pleitos como conflictos entre pueblos,
posiblemente como una forma de deslindarse de responsabilidades en torno a las causas por las
que los pueblos sujetos buscaban separarse de sus cabeceras. 99
Las pugnas por el control político y económico aumentaron a finales del siglo XVII y se
mantuvieron hasta el término del régimen virreinal. Este proceso se dio en varias regiones del
virreinato, tanto entre indios y españoles como entre los mismos indios. El trasfondo de estas
problemáticas fue el control de la tierra, los recursos y diversos bienes ante la verticalidad del
esquema jerárquico de cabeceras-sujetos.100 De esta manera los pueblos sujetos fueron perdiendo
autonomía política y económica, y comenzó a ser común que acusaran a gobernadores y otros
funcionarios de las cabeceras de entrometerse en sus asuntos internos.
En el caso de la Mixteca Alta, la situación de los pueblos se tornó especialmente difícil
debido al desarrollo de la agricultura y la ganadería de forma mercantil impulsada por yya
(caciques) y españoles. Al mismo tiempo que los cacicazgos desaparecían de la Mixteca, algunos
yya acumularon más tierras y las destinaron al arrendamiento para agricultura y ganado. Los
españoles constituyeron un grupo con mayor presencia en la región, y se dedicaron a actividades
95Sergio Eduardo Carrera Quezada, La conformación de la territorialidad española y de los pueblos de indios en la
Sierra Huasteca entre los siglos XVI y XVIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México (Tesis para
obtener el grado de Doctor en Historia), 2013, pp. 397-421.
96 Edgar Mendoza, “Las composiciones…”, op. cit.
97 Rodolfo Pastor, Campesinos y reformas…, op. cit., p. 173.
98 Danièle Dehouve, “Las separaciones de pueblos en la región de Tlapa (siglo XVIII)”, en García Martínez,
Bernardo (comp.), Los pueblos de indios y las comunidades, México, El Colegio de México, 1991, pp. 99-124.
99 Edgar Mendoza, “Las composiciones…”, op. cit., p. 275-278.
38
antes realizadas por indios, especialmente al pastoreo. Por esta razón, la mayor parte de los
arrendatarios durante la primera mitad del siglo XVIII pertenecían a este grupo.
Otra actividad que representó una competencia creciente para los indios fue la producción
comercial de trigo y la proliferación de molinos, actividades que habían desempeñado pueblos e
yya desde el siglo XVI. 101 Estos personajes arrendaban porciones cada vez más extensas de
tierras a los españoles, que competían económicamente con la población nativa. La tierra debió
comenzar a tener un significado mercantil tanto para yya como para los pueblos de indios, que
pugnaban por una mayor autonomía en sus gobiernos y el reconocimiento de sus propias tierras.
La demanda de éstas, sin duda, fue una de las causas principales de la separación de los pueblos.
Durante la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII la propiedad comunal de la
tierra decayó paulatinamente en la Mixteca Alta. Rodolfo Pastor explica que “la legalidad
otorgada cada vez más con mayor frecuencia por la república —en tanto juzgado agrario— a las
ventas de solares y parcelas de comunidad, debió ser un factor importante en el proceso de
privatización 102 gradual de la tierra”.103 Por lo tanto, se trató de un proceso paralelo en el que los
pueblos de indios buscaban beneficiarse del reconocimiento de sus tierras como propiedades
comunales; y, al mismo tiempo, toho e yya acudieron a procesos legales por la adjudicación
particular o privada de diversas propiedades, en la búsqueda por mantener un estatus económico,
político y de legitimidad. 104
Así, en el último siglo del dominio europeo, el empobrecimiento de las élites mixtecas
aumentó exponencialmente hasta hacer desaparecer linajes indios que habían mantenido el
gobierno de los antiguos cacicazgos y de sus pueblos. La figura del yya dejó de tener sentido
político dentro de la estructura social india, condición que derivó en la fragmentación política de
los pueblos y en la pérdida del nexo que los unía entre sí. 105 Los caciques del siglo XVIII poseían
39
una cultura híbrida, barroca; no obstante, la asimilación de elementos culturales españoles los
desvinculó de los pueblos en sus cacicazgos, y perdieron legitimidad frente a éstos.
Entre 1700 y 1825 la Mixteca Alta pasó de 63 cacicazgos a sólo 14, y tan sólo en la
primera mitad del siglo XVIII, de 63 a 28. Esto se debió a que muchos linajes atravesaron por
problemas de herencia o sucesión; pero ante la paradójica multiplicación de caciques en el siglo
XVIII sucedió desaparición de los cacicazgos. Había numerosos caciques sin cacicazgos,
caciques de nombramiento, o título simbólico que provenían de linajes colaterales y
descendientes de caciques de barrio o menores.106
Entre 1700 y 1740 se registraron cerca de treinta pleitos por tierra entre pueblos de indios e
yya, pero después disminuyeron por la desaparición de los cacicazgos107. En esta época, muchos
caciques se empobrecieron por los pleitos judiciales y perdieron bienes y propiedades en los
prolongados procesos legales. Además, muchos de ellos no vivían en la Mixteca, lo que les
impidió aún más recobrar su autoridad política frente a los pueblos.
Pastor considera que este proceso complejo se trató de una “rebelión de las comunidades”,
que se dio paralelamente a la “macehualización de las repúblicas”108. Para Terraciano, la
búsqueda por la autonomía fue una serie de “respuestas activas a la reorganización española del
siglo XVI, que había relegado a las unidades menores a un estatus subordinado”. Lo anterior se
debió a que la autonomía siempre fue una posibilidad inherente a las estructuras de la población
india.109
En los pueblos de indios se mantuvo una cohesión interna, por lo que en el momento de la
desaparición de los cacicazgos se conservó la diferenciación social entre toho y ñandahi. Pero
también hubo un importante ascenso de ñandahí a los cargos de república en el siglo XVIII. A lo
largo de la segunda mitad del siglo los apellidos nobles desaparecieron de las listas de elección
de los gobiernos locales.110
40
Las separaciones produjeron el aumento en el número de pueblos, no así de localidades. Es
decir, asentamientos de más de 80 tributarios lograron el reconocimiento como pueblos de indios
en esta época; muchos de ellos antes habían sido pueblos sujetos o barrios.111 Bernardo García
Martínez considera que la separación de pueblos fue un asunto de jurisdicción, no de propiedad
de la tierra, pues las estas, sus límites y propiedad se daban como características o atributos
propios del sujeto o la estancia involucrada en los conflictos jurisdiccionales, se suponían
conocidos y no cuestionables.112
Se dio un avance significativo de agricultura comercial y privatización de tierras
principalmente en lugares políticamente fragmentados y penetrados por agricultura mercantil113
como el Valle de Nochixtlán. Los pleitos por tierras fueron más prolongados que antes.
La mayoría de las solicitudes de separación durante el siglo XVIII se debió a quejas por
exigencia de derramas y servicios desproporcionados por parte de las cabeceras.114 No obstante,
considero que los pueblos de indios construyeron nuevas relaciones entre ellos ya sin la figura
del yya como intermediaria. Esto se tradujo en la recuperación y aumento de la autonomía
interna de los pueblos, que fue crucial para la conformación de municipalidades en el siglo XIX.
A la par se dio un crecimiento acelerado de la población, interrumpido por epidemias
constates de forma cíclica, entre 1736-1739, 1760-1763 y 1780-1783. La primera fue de
matlazahuatl, e inició en 1737 en las zonas de Yanhuitlán y Teposcolula. Varios pueblos de indios
de estas jurisdicciones solicitaron que se postergara el pago de tributo hasta que pasara la
epidemia, pero en 1740, aunque la enfermedad ya había pasado, los indios aún no se recuperaban
económicamente para pagar tributo.115 Sólo un puñado de pueblos recibieron la exención; el
resto debieron endeudarse con españoles ricos al pedirles préstamos a cambio del arrendamiento
111 Bernardo García Martínez, “La naturaleza política y corporativa de los pueblos de indios”, en Bernardo García
Martínez, Tiempos y lugares. Antología de estudios sobre poblamiento, pueblos, ganadería y geografía en México,
México, El Colegio de México, 2014, pp. 145-146.
112 Bernardo García Martínez, “Jurisdicción y propiedad…”, op. cit., p. 164.
113 Defino agricultura mercantil como la producción agrícola con fines de lucro y en grandes cantidades, destinadas
al comercio monetario, a diferencia de la agricultura de autoconsumo o de comercio local, con fines de
establecimiento de relaciones económicas, políticas y sociales directas.
114 Ronald Spores, The Mixtec Kings…, op. cit., p. 402.
41
de sus tierras. Entre los años de 1737 y 1783 la Mixteca atravesó por un periodo de más de 50
años de inestabilidad económica y epidemias.
Como consecuencia, los pueblos de indios se volvieron más pequeños, con menos recursos,
pero con mayor vulnerabilidad. En la segunda década del siglo XVIII los gobiernos indios
arrendaban sus tierras en la búsqueda de obtener el dinero necesario para el pago de tributo, o
deudas contraídas previamente con el mismo propósito. Con las epidemias, el número de
cultivadores disminuyó y muchas tierras de cultivo se arrendaron a pastores.
El resultado para los pueblos de indios fue una mayor dependencia de las rentas de las
tierras, mismas que fueron la base para su individualización posterior. Los contratos de
arrendamiento otorgaban derechos a los arrendatarios para rentas en el futuro, pues los gobiernos
indios, principalmente en épocas de crisis, aceptaban adelantos desproporcionados en forma de
hipotecas.116
Estas problemáticas también generaron tensiones internas y entre los pueblos. Entre 1700 y
1840, se dieron casi 700 pleitos por tierras en la Mixteca, de los cuales, 175 fueron entre pueblos.
En la primera mitad del siglo XVIII se dieron 34 pleitos, mientras que en la segunda mitad 63; en
la primera mitad del siglo XIX, 78; y durante el México independiente, 56. Esta serie de pleitos
se dio en un contexto de fragmentación política acelerada con multiplicación de gobiernos
autónomos, por lo que existía un mayor número de partes que podían entrar en conflictos. 117
Dentro de este complejo panorama, los alcaldes mayores se beneficiaron principalmente
con la reventa de la producción que entregaban los indios como tributo. Muchos de ellos eran
comerciantes desde antes de ser elegidos, mientras que otros iniciaban esa actividad al ocupar el
cargo. Fue uno de los cargos más lucrativos en la historia del virreinato de Nueva España, a costa
del trabajo de los pueblos de indios durante tres siglos.118 Los indios solían denunciar estas
prácticas sólo en casos de abusos extremos, la extracción coercitiva de la producción india fue
permanente. No obstante, la primera parte del siglo XVIII fue la época de oro de los funcionarios
comerciantes.
42
El aumento de actividades comerciales de españoles, como la ganadería; paralela al
aumento de la población india y de los ganados de las cofradías de los pueblos de indios generó
una explotación de las tierras de agostadero de forma irracional. El daño ecológico para el siglo
XVIII ya era evidente y problemático.119
Hacia finales del siglo XVIII, los objetivos centrales de la Monarquía Hispánica eran
conseguir “la centralización de la administración financiera y la unificación del método contable
de los bienes comunales de Nueva España”120. Las reformas que se llevaron a cabo hacia la
administración de los dominios de ultramar debilitaron el funcionamiento de las estructuras
políticas, administrativas y económicas que se habían desarrollado durante los siglos anteriores.
A su vez, centralizaron la distribución de la producción, el cobro de impuestos y la extracción de
materias primas; fortaleciendo la subordinación de Nueva España frente a la metrópoli, por
medio de la limitación de la autoridad del virrey, la hegemonía peninsular y el establecimiento de
regimientos militares por todo el reino.121
Este panorama general sobre los pueblos de indios de la Mixteca Alta permite comprender
el funcionamiento de esta institución jurídica a lo largo de sus desarrolló histórico. Es preciso
pasar ahora a un análisis más particular para establecer el proceso histórico de Santiago Amatlán
y San Juan Bautista Suchitepeque entre las últimas décadas del siglo XVII y los primeros años
del siglo XVIII. Los procesos políticos, sociales y culturales de estos pueblos sujetos explican el
contexto en el que se llevó a cabo la composición de tierras del primero, y en el que se inició la
demanda por posesión y propiedad por parte del segundo.
1.2. San Juan Bautista Suchitepeque y Santiago Amatlán, el contexto histórico, social y
político de dos pueblos sujetos
El 6 de febrero de 1677, Juan Miguel y Domingo Ramos, alcaldes y los regidores, el común,
oficiales de república y naturales de la cabecera de Yanhuitlán se quejaron contra los naturales
43
del pueblo de Suchitepeque ante el alcalde mayor de Yanhuitlán, el capitán Fernando Nieto de
Silva, pues sostenían que los naturales de su pueblo sujeto habían intentado “apartarse” de la
cabecera, lo que constaba por un mandamiento hecho por fray Payo Enríquez de Rivera, virrey
de la Nueva España.
Argumentaban que el mestizo Juan Rodríguez, y el indio Nicolás Ramírez habían motivado
el intento de separación pues “se han introducido en dicho pueblo inquietándoles e insistiéndoles
a que se desagreguen de esta cabecera, haciéndose cabezas los susodichos del pueblo”.122 Por lo
cual entre los naturales de Suchitepeque se juntaron “cantidades de pesos” para obtener el fallo a
favor de la separación.
Al mismo tiempo, acusaron a Juan Rodríguez de pretender dejar de pagar tributo al rey y
también de que había vendido ganado cabrío y “otras cosas, y de esto consta a no haber pagado
las Reales Alcabalas”. Por su parte, acusaban a Nicolás Ramírez de ladrón, “como consta por el
robo que hizo y haberle castigado públicamente en la plaza pública”.123
Los querellantes solicitaban que los motivadores de la separación, y también otro indio
llamado Domingo Ramos de la Cruz —a quien se le definió como “ladrón público”—,
comparecieran ante el alcalde mayor para que les castigara por inquietar a los naturales en su
relación con Yanhuitlán “como antiguamente está acostumbrado el estarse sujetos a esta
cabecera”.124 Los demandantes mencionaban que “ninguno de los susodichos pueden ser ni usar
oficios de la república por tener dichas causas” penales en su contra. Por lo que es posible que el
desprestigio y la creación de fama de delincuentes fuera un recurso para impedirles acceder a
cargos del cabildo o de la autoridad local del pueblo sujeto. Si los rivales hubiesen llegado al
poder y lograban separar a Suchitepeque de la cabecera, el control del populoso tianguis que se
hacía en este pueblo sujeto desde el siglo XVI ya no podría haber seguido en manos de la
república y el cacique de Yanhuitlán. En diversas situaciones, la rivalidad política entre los
44
grupos antagónicos era el trasfondo de los conflictos entre pueblos. Por esa razón, era frecuente
que a los rivales se les acusaba de sedición, o robos con el objetivo de afectar su reputación. 125
Como resolución, ese mismo día se les ordenó a los acusados que vivieran quieta y
pacíficamente y que se verificara si habían pedido dinero para la causa separatista. Los acusados
respondieron que lo dicho por el cabildo era “siniestro y falso pues no se entrometían con los
demás naturales”.
El expediente del caso contiene una anotación añadida cuatro años más tarde, el 28 de
junio de 1681. Esta vez, ante el teniente general de Yanhuitlán, Miguel Gutiérrez de Liebana, el
mestizo Juan Rodríguez —uno de los involucrados en el intento de separación de 1677—
mencionó que le habían informado que lo buscaba la justicia; sin embargo, el teniente general
dijo que el mencionado no tenía delito alguno, por lo que “yo, dicho teniente, busqué en el dicho
archivo y en él no consta mas que el de esta foja, por lo cual con vista de ellos le declaro por
libre, atento a no tener causa ninguna. Y para que esté libremente, se le dé testimonio para en
guarda de su derecho”.126
125 Yanna Yannakakis, El arte de estar en medio. Intermediarios indígenas, identidad india y régimen local en
Oaxaca Colonial, México, El Colegio de Michoacán, Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, 2012, p.
82.
126 AHJO, Teposcolula, Civil, leg, 15, exp. 20.01, f, 4
45
Ramírez127 y Juan López; y demás común, y naturales del pueblo, se inconformaron por las
acciones del gobernador de Yanhuitlán; que, por su detalle y claridad, me permito transcribir a
continuación:
Y decimos que como consta del mandamiento del excelentísimo señor virrey de esta Nueva
España, que con la debida solemnidad presentamos: habiéndosele representado por parte de
nuestro pueblo la conveniencia y utilidad que se le seguía de elegir un alcalde para que les
dirigiese y gobernara en las casas de justicia, después que precedieron las diligencias
necesarias, fue su excelencia servido de concedernos licencia para este efecto con la calidad
de que el gobernador de Yanhuitlán pudiera sólo entrar a cobrar los reales tributos, en cuya
virtud y cumplimiento hemos procedido a la elección de dicho alcalde; en cuya
contravención el gobernador de Yanhuitlán, no teniendo mas que precisamente el permiso de
entrar a cobrar los reales tributos se ha introducido con mano poderosa a entrar con vara alta
en nuestro pueblo y disponer en las casas de justicia —no pudiéndolo hacer ni teniendo
autoridad para ello—, con cuya mano ha procedido a hacer varias extorsiones y vejaciones a
todos los naturales de nuestro pueblo, causándoles las molestias y vejaciones que son
notorias, especialmente echado derramas [pidiendo dinero] e introduciendo nuevas
imposiciones en el tianguis de nuestro pueblo, llevando por puesto de cada india que se pone
a vender a dos reales a cada una, cosa que jamás se ha usado y está totalmente prohibido, por
lo molesto y permisorio [sic] que es a dichos naturales; y asimismo la imposición del zacate
para sus bestias que montara, al cabo del año veinte y cinco pesos. Y en caso que se falte a
algo de lo referido, procede contra dichos naturales con la violencia de prisión y azotes,
obligándoles a que hagan y paguen lo que tan indebidamente les cobra.128
Resulta interesante que quienes encabezaran la inconformidad fuesen las dos máximas
autoridades del pueblo sujeto: el alcalde —en materia de administración civil y juez de primera
instancia—, y el fiscal —por la administración de los bienes de la iglesia—. Las autoridades de
Suchitepeque pedían que el gobernador de Yanhuitlán no entrara al pueblo sino sólo para cobrar
los tributos reales, actividad que pedían que realizara sólo estando en compañía del alcalde, el
cargo más alto en un pueblo sujeto. Quejas como esta, eran comunes en la región por parte de los
pueblos sujetos, que pugnaban por su autonomía interna. Pero al mismo tiempo, eran una
muestra de los conflictos entre las élites indias en los cargos de república por el control de la
producción agrícola y tributaria de los pueblos. Después del intento infructuoso de separación,
Suchitepeque como pueblo sujeto de Yanhuitlán buscó reducir a lo mínimo indispensable las
relaciones con su cabecera.
127Es posible que se trate del mismo personaje que había sido acusado de azuzar a los indios de Suchitepeque para
buscar la separación de la cabecera.
128 AHJO, Teposcolula, Civil, leg, 10, exp. 39.01, ff. 6 y 6v.
46
De forma paralela, el 14 de septiembre de ese mismo año se acusó a algunos oficiales de
república de Suchitepeque de abusos y maltratos. En esta ocasión, Domingo de San Pablo y
Alvarado, gobernador e yya de Santiago Apoala, se querelló civil y criminalmente contra el
alcalde Nicolás de la Cruz debido a que le había pedido —frente al alguacil mayor de la cabecera
— que apresara a Sebastián Vázquez, indio principal de Suchitepeque, pues un año antes le había
robado de su casa en el pueblo de Apoala un paño en el que guardaba cuatro pesos en reales.129
Pero contrario a su petición, Nicolás de la Cruz lo había soltado sin la orden del alguacil mayor.
Por ello pedía que el alcalde de Suchitepeque compareciera ante el alcalde mayor y que entregara
a Sebastián Vázquez para que le pagara lo robado. El teniente, Manuel de Hierro y Vargas ordenó
que el ahora preso en la cárcel de Yanhuitlán compareciera, sin embargo, no se registró nada más
en el expediente, o quizá el documento se conserve incompleto.
Puede suponerse que el asunto se resolvió por acuerdo de las partes, pues era común que
muchas de las problemáticas llegaran a una solución sin dejar registro de ellas. Es evidente que
el alcalde de Suchitepeque liberó de la cárcel del pueblo a Sebastián Vázquez, como una forma
de complicidad entre toho. De igual manera, es posible que su liberación haya sido avalada
informalmente por el alguacil de Yanhuiltán, que debió ser un toho también. Considero que esta
conflictividad que se vivía en Suchitepeque no era sólo el costo social y político del tianguis del
pueblo sino que es muestra de las rivalidades entre las élites indias y los yya de la región,
manifiestas también como las pugnas por autonomía o independencia de los pueblos sujetos de
sus cabeceras. Para esta época los gobiernos locales eran administrados mayoritariamente por
toho; la incursión de los ñandahi a los cargos de república principales comenzó a suceder unas
décadas más tarde, en el siglo XVIII.
47
“nombre de los dos barrios y común de nuestro pueblo”130 ; y demandaron al alcalde131 y
exgobernador de Yanhuitlán, Juan Miguel.
La queja se debió a que dos años atrás, los indios habían juntado la cantidad de 75 reales y
5 nomines en una reunión sostenida en las casa de la comunidad, “como es suyo costumbre entre
los dos barrios”,132 para adornar la iglesia el día de la fiesta patronal con doce arreglos en forma
de flor de lis, para lo cual los indios acordaron aportar sus limosnas.
No obstante, algunos indios “por odio y mala voluntad” notificaron de ello al gobernador y
alcaldes de la cabecera; uno de ellos era Juan Miguel, quien les ordenó que le entregaran el
dinero, los llevó a la cabecera y los encarceló por dos días, hasta que los indios decidieron darle
el dinero para que fueran liberados. Por ese motivo, pidieron al alcalde mayor, que los liberara,
que les regresara el dinero reunido por el pueblo y que ordenara que Juan Miguel y don Pedro de
San Miguel —que en el momento de su encarcelamiento era alguacil mayor de Yanhuitlán y
había acompañado al exgobernador en el momento que les quitó su dinero— declararan.133
A dichos toho se les preguntó si habían recibido los 75 reales de manos de Baltazar de
Silva, Cristóbal de Rojas y Juan García; regidores y fiscal de Amatlán, respectivamente; y
además, si habían cobrado dos pesos de costas por apresarlos sin delito alguno. Los acusados
contestaron que sí lo recibieron pero que, a petición del alguacil mayor, Pedro de San Miguel, lo
entregaron al padre prior del convento de Yanhuitlán, fray Alonso Gómez.134 También aceptaron
hacer cobrado los dos pesos de costas por el encarcelamiento de los indios de Amatlán.
48
respecto a sus cabeceras. La queja presentada por los indios de Amatlán, todos ellos toho, en
contra de un miembro de su común, anteriormente ocupante del cargo de república más alto en la
cabecera, podría ser vista como una deslealtad en el marco de las rivalidades entre élites indias.
La pretensión de usar el dinero de las limosnas para adornar el templo en las festividades
religiosas no implicaba ningún problema religioso, sino administrativo y a todas luces político.
El alcalde y exgobernador, originario de Amatlán no permitió el ejercicio autónomo de una
decisión acordada en asamblea de indios, pues los pueblos sujetos no tenían posibilidades de
decidir cómo administrar el dinero de las limosnas. No hay información sobre por qué ese
recurso no se envió a la caja de comunidad o bien a una cofradía, pero lo cierto es que el toho de
Amatlán y el de Yanhuitlán ejercieron su autoridad como miembros del cabildo de la cabecera.
En el momento de la queja, el exgobernador era alcalde de Amatlán, la máxima autoridad en un
pueblo sujeto. ¿Por qué esperaron dos años para quejarse de él? ¿Por qué lo eligieron alcalde de
su pueblo? ¿Su elección fue hecha desde la cabecera? ¿Continuó en el cargo después del
conflicto con los demás oficiales de república y común de Amatlán?
Unos años después, el 23 de febrero de 1684, ante Nicolás Coronel —Teniente General de
Yanhuitlán, por el capitán don Diego Valles— se presentaron Juan López y Diego López, padre e
hijo, naturales de Coyotepec, presos en la cárcel de Yanhuitlán, para denunciar a Sebastián de
Mendoza, indio de Yanhuitlán, y a Domingo Ramos, alcalde de Suchitepeque. El motivo fue
porque el 21 de febrero anterior, Juan López se encontraba en el tianguis de Suchitepeque y llegó
a él Sebastián de Mendoza y cruzaron palabras e insultos. Más tarde, éste volvió y le asestó “dos
mojicones en el rostro y boca que me hizo verter sangre”, cuando se encontraba con su mujer y
otros hombres. Ante la agresión, su hijo y también querellante, Domingo López, defendió a su
padre derribando a Sebastián de Mendoza, dándole algunos puñetazos.
Una vez que la pelea finalizó, el agresor dio noticia de lo sucedido al alcalde de
Suchitepeque, Domingo Ramos, quien metió a ambos querellantes a la cárcel de dicho pueblo. Y
a pesar de sus súplicas, los puso en el cepo “a mí, el dicho Juan López, de cabeza y me mandó
dar cuarenta azotes; y a mí, el dicho Diego López, de pies en el cepo y me mandó dar sesenta
49
azotes”.135 Lo anterior sin haber averiguado si eran culpables de algún delito. Por lo cual,
denunciaron que Domingo Ramos había cometido abuso de su autoridad al castigarlos de esa
manera. Asimismo, Diego López denunció que los topiles del pueblo le habían robado cinco
pesos que tenía en la bolsa de los calzones.
Unos días después, el 27 y 28 del mismo mes, testificaron Jacinto Ramos de Yanhuitlán, y
Diego de la Cruz de Coyotepec. El primero mencionó que aunque le suplicó al mismo Domingo
Ramos que lo llevase ante la autoridad de Yanhuitlán, no quiso y le dio alrededor de cuarenta
azotes. El segundo lo acusó de que aunque también le suplicó que lo presentara ante el teniente
de la cabecera, el alcalde incluso “mando quitar por tres veces los calzones y en las asentaderas”
lo azotó también cuarenta veces.136
El 4 de marzo Domingo Ramos explicó que Juan López le había faltado al respeto en su
cargo de justicia en el tianguis, y “viendo la falta que hago en mi pueblo para que la gente se
confiese, a vuestra merced pido y suplico sea servido de soltarme con fianzas que daré de
juzgado y sentenciado”.138 Al día siguiente, el acusado rindió su declaración diciendo que había
apresado a Juan y Diego López tras la pelea que tuvieron con Sebastian de Mendoza, en la que
Diego López le dio un fuerte golpe en el ojo a Sebastián con algún objeto. Tras lo cual, “fueron
tantas las palabras ignominiosas y desatentas” que los detenidos le dijeron que “les mando dar
unos azotillos por encima de la ropa”. Pero al continuar éstos con los improperios, ordenó que se
los dieran en las “posas”.139 Asimismo, negó toda relación de él y de sus oficiales sobre la
pérdida de los cinco reales. El expediente de este ilustrativo caso termina con la declaración de
50
Domingo Ramos de la Cruz, por lo que no se sabe si hubo alguna sentencia para él, y tampoco se
menciona si los presos iniciadores de la querella fueron absueltos y liberados. Con base en la
documentación conservada, se hace evidente que este tipo de conflictos se hicieron cada vez más
comunes y complejos.
En esta ocasión, los involucrados fueron toho de Coyotepec (los querellantes y los
testigos), de Suchitepeque y Yanhuitlán (los acusados). Mientras que las relaciones entre unos y
otros eran tensas y de acusaciones mutuas, al parecer había complicidad y apoyo entre el toho de
Suchitepeque, que era autoridad, y el de la cabecera.
La existencia de estas relaciones entre las élites indias de los pueblos del norte del Valle de
Nochixtlán —igual que las de los casos anteriormente mencionados— me permite sostener que
las alianzas no eran estáticas ni homogéneas por el hecho de ser indios todos los actores
políticos. Si bien en la sociedad novohispana los gremios y las corporaciones eran las unidades
operativas de actuación política, económica y social frente a las instituciones reales, estos grupos
sociales estaban lejos de ser homogéneos y de tener actuaciones unívocas hacia el interior. El
actuar y los intereses individuales —de los toho, principalmente— quedaban de manifiesto en las
relaciones internas de los pueblos y en las dinámicas entre los sujetos y sus cabeceras.
El 26 de agosto de 1686, Juan Domingo, natural, toho y alcalde del pueblo de San Pedro
Topiltepec se presentó ante el capitán don Gaspar de Castro Rivera —alcalde mayor de
Yanhuitlán—, para querellarse criminalmente contra Nicolás Ramírez,140 alcalde del pueblo de
Suchitepeque, y contra el alguacil mayor y topiles del mismo pueblo debido a que, estando en la
plaza y mercado, como a las cinco de la tarde, llegó a él Nicolas González para informarle que
los oficiales de república del pueblo habían apresado a su hermano sin conocer la causa. Por lo
cual, le rogaba que como alcalde intercediera en la situación.
Juan Domingo narró que fue a preguntarle al alcalde por qué había apresado a Luis
González y a ofrecer un pago por lo que hubiese hecho. No obstante, "el dicho alcalde, lleno de
ira y enojo, mandó me pusiese preso en dicha cárcel y que me pusiese en el cepo, en cuya
140Quizá se trate nuevamente del indio principal que en 1677 fue acusado de promover el intento de separación de
Suchitepeque de su cabecera.
51
conformidad los dichos alguacil mayor y ministros me cogieron, derribaron en el suelo,
maltratándome mucho”141. Después de un rato, Juan Domingo fue liberado, por lo que procedió a
acusarlos por abuso de autoridad, “por usurpar la Real Jurisdicción”.
Al día siguiente, Nicolas Ramírez dijo mediante el intérprete Tomás de Burgoa que él no
había apresado al quejoso, sino que fue Joseph Cabrera, alguacil mayor, por petición del indio
Diego Jiménez, pues Luis le debía “cantidad de pesos”.142 El alguacil mayor confirmó lo dicho y
añadió que Jiménez y González “se trabaron de palabra y se apuñetearon”, por lo que decidieron
detenerlos.143
Este caso es el único de esta serie de conflictos entre élites en el que la resolución de la
autoridad española fue registrada en un expediente. Nuevamente se trata de un problema entre
toho de distintos pueblos, aunque ambos eran sujetos de la misma cabecera, Yanhuitlán.
Considero que la pena por abuso de autoridad fue alta, tomando en cuenta que veinte pesos en
oro común es la misma cantidad que los indios de Santiago Amatlán pagarían décadas más tarde
por la composición de las tierras de su pueblo. En el caso de Nicolás Ramírez, es la segunda
ocasión que apareció involucrado en asuntos judiciales, por lo que podría considerarse un
reincidente. En esta ocasión, los toho y oficiales de república del pueblo sujeto no contaron con
el apoyo de los de la cabecera, como había sucedido en otros momentos.
Por los problemas acaecidos posteriormente, se hace evidente que las relaciones entre
Suchitepeque y Yanhuitlán comenzaron a ser más distantes y tensas, y sufrieron una nueva
ruptura profunda durante los últimos años del siglo XVII, como analizaré a continuación.
52
1.2.3. La pérdida del tianguis de Suchitepeque como factor de decadencia del pueblo
Durante las últimas dos décadas del siglo XVII, el tianguis de Suchitepeque figuró en la
documentación como escenario de conflictos entre el cabildo de este pueblo con toho e yya de
otros pueblos aledaños. Puede suponerse que la importancia del mercado seguía siendo clave
para la economía de la región y principalmente para el pueblo en el que se realizaba. Como se
vio con anterioridad, el poder político y económico de los caciques en la Mixteca Alta había ido
disminuyendo con la pérdida de bienes y la reestructuración de la jerarquización territorial de la
segunda mitad del siglo. Por tal razón, no fueron pocos los intentos por conseguir el control de la
producción y del comercio ante el empobrecimiento de los grupos de toho y los caciques pues
éstos buscaban recuperar, o al menos conservar, su estatus privilegiado. El aumento poblacional,
ocasionó mayor demanda de tierras y alimentos en los pueblos sujetos y las cabeceras. Quizá esta
situación había llevado a la búsqueda de independencia de Suchitepeque en 1677. En
contraparte, si el sujeto obtenía su separación, el tianguis ya no beneficiaría a Yanhuitlán ni al
yya, ni a los toho, ni a los españoles que ahí habitaban. En este contexto, hacia el final del siglo
XVII, el tianguis de Yucuita pasó de ser el mero escenario de conflictos, a ser la razón por la que
las relaciones entre este sujeto y su cabecera, Yanhuitlán, entrarían en una fase de debilitamiento
y algidez.
145 AGN, Indios, vol. 31, exp. 278, f. 213. Puede calcularse que la cantidad de veintiséis indígenas casados
equivaldría a ciento seis personas, si se toma cada uno de ellos en representación de cuatro personas; la esposa y dos
hijos. Un centenar de personas habitando el pueblo donde se realizaba el tianguis más importante de la Mixteca Atla
es una cantidad exageradamente baja.
53
Nueva España, don Gaspar de Sandoval, mandó al Alcalde Mayor, al ministro de doctrina de
Yanhuitlán, y a los oficiales de república de Suchitepeque, que cada uno enviara un informe por
separado sobre “la pretensión de estos naturales [de Yanhuitlán] o las conveniencias o
inconvenientes que resultan de ella”.146 Dichos informes fueron enviados a principios de agosto
siguiente.
Según el documento, las maneras en que podría ausentarse era por enfermedad o por otros
accidentes, y, de ser así, la vara de su cargo debía pasar al alguacil mayor. Ese mismo día el
asistente del alcalde fue en busca de Domingo Ramos de la Cruz, quien “estando en las casas de
su morada enfermo en cama”, dijo que esperaba a que su salud mejorase para poder asistir a la
cabecera.148 No obstante, el documento está incompleto por lo que ni el testimonio de Domingo
Ramos ni la conclusión del caso se pueden conocer.
Empero, por el desenlace del caso del tianguis, es probable que Domingo Ramos de la
Cruz, indio principal de Suchitepeque, decidiera no cumplir con el tiempo que le restaba como
alcalde de Yanhuitlán y se haya separado del cargo. Cabe señalar que este personaje fue uno de
los acusados por el intento de separación de Suchitepeque como pueblo sujeto, en 1677. Es
interesante también que diecisiete años después fuese elegido como alcalde en Yanhuitlán,
54
cabecera de la que había querido independizar a su pueblo. Si bien, este tipo de situaciones no
era común, en distintos momentos los indios de pueblos sujetos que eran elegidos para ocupar
cargos en las cabeceras sostenían que sufrían más perjuicios que beneficios al tener que
abandonar sus casas y sus tierras de cultivo. Domingo Ramos de la Cruz, no obstante, tenía
motivos políticos para no continuar siendo alcalde de Yanhuitlán.
Unos días después, el 2 de octubre de 1694, en la Ciudad de México, el virrey don Gaspar
de Sandoval Cerda Silva y Mendoza, Conde de Galve, otorgó licencia para trasladar a Yanhuitlán
el “tianguis poderoso” que se hacía en Suchitepeque. Con base en la información recibida, había
determinado que no habría ningún inconveniente en dicho traslado, sino por el contrario, se
eliminarían las molestias por la aparente gran distancia entre ambos pueblos y también
disminuirían los delitos y pecados que ahí se cometían pues todos los asistentes podían asistir a
misa.149 El despacho fue expedido diez días después, el 12 de octubre y fue enviado al alcalde
mayor de las provincias de Teposcolula y Yanhuitlán para que se hiciera público y se efectuara.
Así, se informó que el 1 de noviembre, diciendo que
55
Don Pascual de Velasco era natural del pueblo de San Andrés Zautla, en la jurisdicción de
“Oaxolotitlan” (San Pablo Huitzo), en el Valle de Oaxaca. De ese pueblo, don Pascual había
salido huyendo “por pleitista e inquietador de los indios” y había ido a Teposcolula, donde se
casó con una mujer cuyo nombre no se registró en el documento. Posteriormente, ambos se
mudaron al pueblo de San Miguel Tecomatlán, en la jurisdicción de Yanhuitlán, y en este pueblo
Pascual de Velasco fue nombrado cacique.
Desde ese pueblo, según los testigos de Yanhuitlán, don Pascual de Velasco incitaba tanto a
los naturales de Suchitepeque como de otros pueblos de la región para que le dieran dinero y así
poder ir a la Ciudad de México para promover que el tianguis “se pase al de Suchitepeque
aunque haya tenido despacho superior para ello”.151 Además, los testigos sostenían que don
Pascual les aseguraba a los indios que conseguiría un despacho “contra sus ministros de Doctrina
alcalde mayor y teniente de Yanhuitlán” por haber dado la aprobación para que el tianguis se
mudara de Suchitepeque a la cabecera.
Por lo tanto, el alcalde mayor, Joseph de Elorriaga, le ordenó que “con ningún pretexto
inquiete a pleitos a ningunos naturales ni menos los conmueva a que sean contra sus ministros
eclesiásticos y justicias, sino que los obedezca y procure vivir en toda paz y quietud”. De lo
contrario, lo condenaría a destierro de toda la provincia de Teposcolula y su agregada,
Yanhuitlán.
Casi dos meses después, el virrey don Gaspar de Sandoval Cerca Silva y Mendoza, como
presidente de la Real Audiencia de la Nueva España, mencionaría que el defensor del alcalde y
los regidores de Suchitepeque, Cristobal Vicente de Rivera, había pedido en nombre de sus
representados que se respetase la antigua costumbre y que el tianguis se mantuviese en posesión
de Suchitepeque por ser “Posesión inmemorial”.152 Sin embargo, el 24 de enero de 1695 se
aprobaron las diligencias hechas por el alcalde mayor de Yanhuitlán y por el ministro de doctrina
sobre el traslado del tianguis en ese pueblo, debido a los inconvenientes económicos y morales
que causaba su realización en Suchitepeque. Se ordenó finalmente a los naturales de
151 AHJ, Teposcolula, Criminal, leg. 21, exp. 04bis, ff. 4v-5.
152 AGN, Indios, vol. 32, exp. 263, f. 227v.
56
Suchitepeque que acudieran al tianguis a la cabecera y que ninguna justicia ni persona de
cualquier calidad o condición alterara o impidiera la realización de dicho tianguis.
En tan sólo unos meses, Suchitepeque había perdido la posesión de uno de los tianguis más
grandes de la Mixteca Alta —cuyo origen se remontaba a la época prehispánica, según fuentes
arqueológicas—. Esta pérdida derivó en su decadencia política ya que, como sujeto de
Yanhuitlán, se había mantenido en una posición clave de los procesos sociales y políticos de la
región desde el inicio del dominio español. A partir de ahora no habría ya otro momento de auge
para San Juan Bautista Suchitepeque.
El 30 de noviembre de 1705, el padre prior del convento de Yanhuitlán, fray Antonio González,
se presentó ante don Pedro Joseph de Buendía, teniente general de la provincia de Yanhuitlán,
debido a que los indios de los pueblos de Santiago Amatlán, San Pedro Cántaros y San Pedro
Quilitongo, impedían a Jacinto de Arévalo, mayordomo administrador de la hacienda del
convento al que pertenecía, y “le ponen impedimento y embarazo a las entradas y salidas de
dicha hacienda, pastos y comederos y abrevaderos; maquinando diferentes quejas maliciosas
contra dicho administrador y sirvientes de dicha hacienda”. 153
Este caso permite comprender la dinámica económica y los distintos usos de la tierra en la
jurisdicción de Yanhuitlán a finales del siglo XVII y los primeros años del siglo XVIII. Como
aspecto inicial, a través de la declaración del prior del convento, es posible saber que, entre otros,
los bienes de dicho convento “propios y de su comunidad”, estaba una hacienda de ganado
menor cabrío compuesta de hasta 7,000 cabezas y administrada por el mencionado mayordomo,
vecino de la jurisdicción de Nochixtlán. Jacinto de Arévalo, a su vez, tenía una estancia anexa al
pueblo de Chachoapam desde donde daba "los avíos y providencias convenientes a dicha mi
hacienda y sus manadas pastándolas en sus tierras y en los baldíos realengos de algunos pueblos
de esta jurisdicción”154, en conformidad con un traslado de la Real Provisión del Rey Carlos, con
57
fecha del 19 de febrero de 1688. Esta provisión señalaba que “la provincia de San Hipólito
Mártir de Oaxaca y Convento de Yanhuitlán, por donativo de 2,000 pesos que dio a su Majestad,
goce en posesión todas las tierras que hubiese realengas para abrevaderos de sus ganados, cuyos
despachos se da por títulos su Majestad.” 155
No obstante, con anterioridad se había solicitado en la Real Audiencia de México que Juan
López, procurador de Nueva España, “en nombre de la provincia de San Hipólito Mártir de
Oaxaca, por lo que toca a su convento de Yanhuitlán”, informara las circunstancias que había en
la región, por lo que la descripción que hizo daba cuenta de las problemáticas de los distintos
usos de la tierra que se realizaban a finales del siglo XVII, y de las relaciones entre los pueblos
de indios, sus habitantes y otros actores políticos, sociales y económicos. El procurador López
informó lo siguiente:
que los pueblos de aquel valle [de Nochixtlán] estaban muy inmediatos unos a otros,
y ni un intermedio tenían los miserables indios sus sementeras y las de sus
comunidades y cofradías, y también el dicho convento. Y unos y otros pastaban sus
cabras y ovejas y ahora Francisco de Chavarría; y a su ejemplo otros vecinos habían
introducido cantidades de ganado mayor, lo cual no sólo estaba prohibido por
ordenanzas, sino que destruían y comían las sementeras e infestaban las aguas y se
moría el ganado menor. 156
El expediente de la petición del prior del convento de Yanhuitlán no es muy claro en algunos
fragmentos que se insertaron para reforzar su defensa, pero al parecer hubo una orden hecha por
el virrey Conde de Galve, después de haber sido informado de la situación de los pueblos de
indios y las tierras en el valle de la jurisdicción de Yanhuitlán. Por lo cual, sostuvo que sabía que
algunas personas en Nueva España poseían mercedes de sitios de estancias que las utilizaban
para cultivo, aún sin tener licencia para ello. Pero al mismo tiempo, había otras estancias en las
que pastaba ganado menor y esta coexistencia generaba problemas pues los animales destruían y
se comían las plantas de sembradío.
Esta problemática relación ocasionó que algunas personas cercaran sus sementeras en la
temporada de cultivo y una vez que cosechaban las dejaban como pasto común. Por ello ordenó
58
que todas las personas hicieran lo mismo; pero quienes no lo hicieran, o no “teniendo personas
que las guarden e impidan el ganado que no entre en ellas si de otra manera en ellas e hicieren
daños, no sean obligados los dueños de los tales ganados a los pagar ni los puedan encerrar ni
meter en corral los dichos ganados ni los hacer daño ninguno mas de echarlos de las tales
sementeras sin los matar ni amontar”. No obstante, ordenaba que no debía permitirse a nadie
tener “ganados mayores en los sitios de menor mientras las sementeras, y dejen pastar libremente
en los rastrojos o baldíos a los ganados menores de dicho convento y naturales de sus
comunidades y cofradías; y no haréis cosa en contrario pena de mi merced y de doscientos
pesos”.157
notifique a cada uno de los dichos pueblos y sus naturales imponiendo las graves
penas para su obedecimiento y cumplimiento [de la Real Provisión] y que no le
causen vejación y molestia a dicho administrador Jacinto de Arévalo, dejando
libremente entrar y salir dicha hacienda de su largo pastar y repastar sus ganados. Y
levantadas sus cosechas dejen por libres sus rastrojos sin aprisionar las bestias del
susodicho, pues necesarias para el servicio de dicha hacienda. 158
Así, el 7 de diciembre de 1705 se hizo la notificación a los indios de Amatlán, Quilitongo y San
Pedro Cántaros en Yanhuitlán, mediante el intérprete Nicolás de Montesinos. En ese momento
estuvieron presentes don Domingo de San Pablo, yya de dichos pueblos, Felipe de Silva, regidor
de Amatlán, Joseph Hernández, toho en él; Lucas de Chávez, regidor de Cántaros, Felipe López,
fiscal de Quilitongo; “y a otros muchos naturales de los dichos tres pueblos en sus personas”159.
De ellos, Joseph Hernández dijo que ni él ni su pueblo habían recibido queja o noticia alguna
sobre el ganado de la hacienda del convento de Yanhuitlán, pero sí de los bueyes, yeguas y
caballos de Jacinto de Arévalo, y de sus ganados, “y que cada que otros [daños] le cause a él o
dicho su pueblo, ocurrirá a dar parte a la Real Justicia”.160
59
En el inicio del siglo XVIII, los problemas políticos en la región fueron más numerosos y
complejos. La dinámica social de los pueblos se encontraba en transformación por la mayor
presencia de españoles y mestizos; además de que los pueblos entrarían en una fase de
transformación territorial con la aplicación de las composiciones de sus tierras y la disputa por el
control político y económico de los pueblos, a la par del cacicazgo, institución que había
mantenido una importancia nodal en los dos siglos anteriores.
Los conflictos entre las élites indias y entre los pueblos sujetos y sus cabeceras durante la
segunda mitad del siglo XVII fueron problemáticas íntimamente relacionadas, y constituyeron el
marco local y regional en el que se encontraban los pueblos de indios en el Valle de Nochixtlán
cuando las tierras comenzaron a componerse. Es posible sostener que la aceptación de la
aplicación de estas políticas metropolitanas fue resultado también de las pugnas por el control
territorial y de los pueblos, mismas que se manifestaron abiertamente con los pleitos legales
posteriores a estas medidas.
60
Capítulo 2. La política de composiciones de tierras y el caso de Santiago
Amatlán
2.1.1. Las composiciones de los siglos XVI y XVII, y las nuevas disposiciones para los pueblos
de indios (1687-1754)
Para explicar la repercusión de las composiciones163 de tierras en los pueblos de indios es preciso
mencionar que la composición individual se efectuaba desde 1591 y las composiciones
colectivas se habían instaurado desde 1643. No obstante, fue hasta finales del siglo XVII, que se
incorporaron a ellas los pueblos de indios y las corporaciones religiosas. Lo anterior se dio a la
par de algunos cambios en las medidas de las tierras de los pueblos y en la búsqueda de la
Corona por aumentar la productividad de las tierras, reordenar sus posesiones realengas y
obtener mayores ingresos a través del cobro de impuestos a cambio del reconocimiento de la
propiedad de la tierra.164
Gilberto López Castillo, Composición de tierras y tendencias de doblamiento hispano en la franja costera: Culiacán
y Chiametla, siglos XVII y XVIII, Guadalajara, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Sinaloa, H.
Ayuntamiento de Culiacán-Instituto Municipal de Cultura, 2014, 196 pp.
164De la Torre Ruiz, Rosa Alicia, “Composiciones de tierras en la alcaldía mayor de Sayula, 1692-1754: un estudio
de caso sobre el funcionamiento del Juzgado Privativo de Tierras”, en Letras Históricas, Número 6, México,
Primavera-verano 2012, p. 46.
61
Como quedó explicado en el capítulo anterior, la aplicación de las composiciones se dio en
un contexto de cambios en las dinámicas de los pueblos de indios en distintas regiones de Nueva
España. Parte de la propuesta que expongo en esta investigación es comprender que las
transformaciones del territorio y los cambios políticos y económicos experimentados por los
pueblos se vieron acentuados y/o reactivados por las composiciones de tierras del siglo XVIII.
Sin embargo, dichas composiciones fueron sólo un factor de cambio en la Mixteca Alta, a la par
de la mercantilización de las tierras, la separación de pueblos, la desaparición de los cacicazgos y
la presencia cada vez mayor de población española y mestiza en la región.
En una Real Cédula del 4 de junio de 1687 el rey Carlos II ordenó al virrey de Nueva
España, Conde de la Monclova, que las 500 varas de tierras que se les otorgaban a los pueblos de
indios “para vivir y sembrar”, a partir de una disposición dada por el virrey Marqués de Falces en
1567, aumentaran 100 más; es decir, a 600 varas. Al mismo tiempo, ordenaba que las 1,000 varas
que debía haber de distancia entre un pueblo y cualquier merced de estancia para ganado o de
tierras, igualmente debían aumentar a 1,100.
La orden hecha en 1567 buscaba frenar que los españoles dueños de las estancias
mercedadas continuaran invadiendo las tierras de los indios, despojándolos de forma violenta o
mediante fraudes; “por cuya razón los miserables indios dejan sus casas y pueblos, que es lo que
apetecen y quieren los españoles”165. Además, dichos españoles habían intentado que las 1,000
varas se midieran desde el templo de los pueblos, lo que daba una distancia real de la mitad de
las varas establecidas. Ante tal situación, el rey ordenó que las nuevas 1,100 varas debían
medirse “desde los últimos linderos y casas del lugar para afuera”166. Y además, si el virrey
consideraba que las tierras no eran suficientes para cualquier población, lo facultaba a él y a la
Real Audiencia de México para repartir las que fuesen necesarias, “para que los indios de ellas
vivan y siembren sin escasez ni limitación”167.
165 “Al virrey y Audiencia de México ampliando a 600 varas a la redonda los términos del pueblo de indios y a 1,000
varas los límites de fijación de las estancias. Y que dichas medidas se cuenten a partir de la última casa del pueblo, y
no desde el centro de él”, Madrid, 4 de junio de 1687, en Francisco de Solano, Cedulario de tierras. Compilación de
legislación agraria colonial (1497-1820), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1991, p. 365.
166 Ibíd., p. 366.
62
Destaca que en dicha cédula el rey mencionó que el otorgamiento de tierras solía hacerse
“quedando siempre hueco el casco del pueblo que fuere cabecera”, por lo que su nueva
disposición ordenaba que las tierras debían repartirse “a todos los demás que las pidiesen y
necesitaren de ellas”. Sostenía además que esta medida era justa y de su real piedad, pues tenía
conocimiento de que los indios padecían “tantas injusticias y molestias”. Este reajuste en la
medición de las tierras de los pueblos de indios pronto produjo conflictos entre los indios y la
demás población del virreinato. La situación resultante buscaría ser remediada con una nueva
Real Cédula, expedida el 12 de julio de 1695, que explicaré más adelante.
El 27 de junio de 1692, el Rey Carlos II informó, mediante una nueva Real Cédula al
virrey de Nueva España168, Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, Conde de Galve,
sobre la creación de la Superintendencia del Beneficio y Composición de tierras que actuaría en
los virreinatos del Perú y Nueva España. Lo anterior debido a que sabía que había muchos
poseedores de tierras realengas sin títulos, de manera irregular y en demasía. En este momento
inaugural, el rey nombró como superintendente al licenciado Bernardo de Valdés y Girón del
Consejo de Indias, quien debía nombrar subdelegados en ambos reinos de ultramar. De esta
manera, a finales de enero de 1693, el superintendente nombró al oidor de la Real Audiencia de
México, Francisco Marmolejo, como subdelegado de Nueva España. 169 Éste a su vez asignó
subdelegados regionales y jueces privativos o “jueces de tierras”.170 El rey también ordenó a los
168 “Al virrey de la Nueva España sobre la creación de la Superintendencia del beneficio y composición de tierras en
las provincias del Perú y Nueva España para mejor control y vigilancia de la composición de las tierras en ambos
virreinatos”, Madrid, 27 de junio de 1692. María Cristina Torales aclara que la Real Cédula enviada al virrey de
Nueva España está fechada el 27 de junio, mientras que la copia enviada al virrey de Perú —consultada por
Francisco de Solano— tiene fecha del 1 de julio. María Cristina Torales Pacheco, Tierras de indios. Tierras de
españoles. Confirmación y composición de tierras y aguas en la jurisdicción de Cholula (siglos XVII-XVIII),
México, Universidad Iberoamericana, 2005, p. 63.
169 Ibíd., p. 64.
170 Su función fue clave para la aplicación de las composiciones de tierras pues recorrieron varias provincias con el
fin de informar a los propietarios y a los pueblos de indios que debían componer las tierras que poseían de forma
irregular. Además, realizaba las medidas de los predios, escuchaba testimonios orales y realizaba las “vistas de ojos”
de las tierras que se componían. Gilberto López Castillo, Composición de tierras…, op. cit., p. 19.
63
virreyes que debían ayudar al superintendente y a sus subdelegados en todo lo que necesitaran
para llevar a cabo esta disposición.171
a moderada composición a los poseedores de las dichas tierras usurpadas sin justo
título y que todas las que estuvieren por componer se vendan y rematen en el mejor
ponedor […] y que procedáis conforme a derecho a la restitución de las dichas tierras
indultando a los que las poseyeren en la cantidad que tuviéredes por proporcionada,
despachándoles títulos de ellas con calidad que dentro del término que está dispuesto
para las encomiendas hayan de llevar confirmación mía de las que así beneficiarédes
o indultáredes, y con los que no se arreglen a esta providencia o pidieren
composición en su exceso, pasaréis a venderlas.173
171 “Al virrey de la Nueva España sobre la creación de la Superintendencia…”, también en Francisco de Solano,
Cedulario de tierras…, op. cit., p. 375.
172 “Creación de la Superintendencia del beneficio y composición de tierras (en el Consejo de Indias, con
subdelegados en América: para robustecer el carácter fiscal del ramo de tierras y vigilar directamente desde España
las enajenaciones de los bienes realengos)”, El Escorial, 30 de octubre de 1692, ibíd., p. 378.
173 Ibíd., p. 380.
64
Al subastar las tierras en composición, quienes no tuvieran la solvencia para pagar el precio
exigido, podían perderlas frente a quien sí pudiera pagar; principalmente cuando las tierras se
habían invadido ilegalmente y eran los invasores quienes promovían las composiciones de sus
demasías. Una vez hecho el pago debía extenderse el título de propiedad para después recibir la
confirmación real, que podía tardar más de un año en llegar, o no llegar nunca.
Asimismo, el rey ordenó al superintendente que lo que se recaudase debía entregarse “a los
maestros de plata de las capitanas y almirantas (sic) de los galeones y flota de tierra firme y
Nueva España, para que lo traigan por cuenta aparte y con separación y puntual declaración de
las partidas que se compusiere el todo dirigido a vos para los efectos de mi servicio”. Por lo que
debía entregar cuentas detalladas de manera directa sobre la cantidad de lo recaudado, la calidad
y género de las composiciones. Era voluntad real que “conozcáis de ello con causa, ni pretexto
alguno, os lo impidan mis virreyes, presidentes, audiencias y gobernadores, antes os den a vos y
a vuestros subdelegados, el favor, ayuda y asistencia que le pidiéredes y hubiéredes menester
para la ejecución de lo contenido en ella”.174
65
Como expuse con anterioridad, el 12 de julio de 1695 se expidió una nueva Real Cédula,
en la que el rey atendía las quejas de algunos labradores de Nueva España, quienes acusaban a
los indios de construir jacales en las afueras de sus pueblos para aumentar la cantidad de tierras
que se les debía otorgar. Ello no sólo perjudicaba sus haciendas sino también las tierras
realengas.176 Por lo cual, el rey corregía que las 600 varas de los términos de los pueblos de
indios debían respetarse, pero que en adelante debían ser medidas desde el centro del pueblo y no
desde la última casa. Se prohibía, por tanto, a los indios que construyeran casas en tierras de
labor, fuera del casco urbano de sus pueblos. De igual manera, las 1,100 varas que debían separar
a un pueblo de cualquier estancia debían medirse desde el templo de los pueblos.
Esta orden dictaba que las 600 varas sólo debían otorgarse a los pueblos cabecera, “donde
estuviere el santísimo sacramento, borradores y alcaldes mayores, pues de entenderse
generalmente con cualquiera población, barrio o congregación fuera gravísimo por haber muchos
de estos, sujetos a las cabeceras”.177 Tanto la ordenanza de 1695 como la anterior de 1687, fueron
el trasfondo que definió la posterior aplicación de las composiciones de tierras y los conflictos
entre los pueblos de indios por sus linderos, en las primeras décadas del siglo XVIII.
Paralelamente, durante la segunda mitad del siglo XVII, la población india comenzó a
aumentar, al igual que la presencia de españoles y mestizos en zonas donde antes eran escasos.
Ello derivó en mayor demanda de tierras, y varios pueblos sujetos buscaron separarse de sus
cabeceras para poder obtener tierras mediante composición.178
176“A la Audiencia de México admitiendo las reclamaciones de los labradores y corrigiendo las medidas entre
pueblo de indios y estancias, debiendo medirse las 600 y 1,000 varas establecidas entre ambos desde el centro de los
pueblos de indios”, Madrid, 12 de junio de 1695, ibíd., p. 384.
177 Ibíd., pp. 384-385.
178 Kevin Terraciano, Los mixtecos …, op. cit., p. 204.
179 “Nombramiento del segundo Superintendente del beneficio y composición de tierras: con idénticas funciones,
comisiones y prerrogativas que en 1692”, Buen Retiro, 6 de junio de 1696, en Francisco de Solano, Cedulario de
tierras…, op. cit., p. 386.
66
La creación de la Superintendencia y el establecimiento de las composiciones de tierras de
los pueblos de indios parecían ser una forma eficiente de obtener recursos; no obstante, su
aplicación no se efectuó sino hasta bien entrado el siglo XVIII. Como explica Cristina Torales
Pacheco, la decisión de incluir a los pueblos de indios en las composiciones de tierras, en 1707,
se dio en el marco de una nueva urgencia de obtener fondos para la Real Hacienda, “desgastada
por la política del Estado español en Europa occidental”.180
Esta tendencia mostró que el rey Felipe V había decidido modificar su actitud
proteccionista en favor de la población india y había emprendido una política fiscal distinta a sus
predecesores. Sin embargo, no era la primera vez que los monarcas españoles miraban hacia sus
dominios de ultramar para obtener ingresos en situaciones de emergencia.181
Durante el siglo XVIII los ingresos de la Monarquía con base en el tributo fueron
sustituidos por impuestos que gravaban las actividades económicas de los individuos como
propietarios y productores. Se impulsó la propiedad privada y la tierra recibió el fomento
institucional y económico para convertirse en una mercancía en todos los espacios del virreinato.
De igual forma que como había sucedido con los superintendentes anteriores, le ordenó
recaudar el pago de las deudas por derecho sobre tierras, sitios y aguas realengas en América que
estuviese en posesión "sin título ni justa causa, con exceso y demasía, con vicio, defecto y
nulidad o en que haiga habido introducción o usurpación”182. Para llevar a cabo esta tarea, en
noviembre de ese mismo año el superintendente nombró como subdelegado de Nueva España al
67
oidor Francisco de Valenzuela Venegas; y a finales de mayo de 1708 la cédula fue recibida por el
virrey, conde de Moctezuma.183
Con Valenzuela como subdelegado, inició una nueva etapa de aplicación en 1711, en la que
la presencia de nuevos jueces de comisión en distintas provincias del virreinato dio origen a un
buen número de expedientes de la situación de las tierras y su tenencia. Sergio Carrera explica
que para esta época, el Juzgado de Tierras de México carecía de pautas claras y específicas para
componer las tierras, por lo que el subdelegado emitió al año siguiente un edicto dirigido a
alcaldes mayores y sus lugartenientes con directrices sobre su actuar en el territorio. Destaca que
lo que era prioritario no era revisar los títulos de propiedad, sino dar seguimiento a los despachos
que se habían emitido ya y determinar si el procedimiento de aplicación se había efectuado
correctamente y si se habían liquidado los pagos por la composición de tierras. 184
sierraHuasteca entre los siglos XVI y XVIII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, p. 278.
185 Ibíd., p. 279.
68
miembros de la Real Audiencia y gobernadores no interfirieran de ninguna manera para la
aplicación de las composiciones.186
En esta ocasión, a raíz del arreglo de los bienes de un mayorazgo de Querétaro, se reiteró
que toda posesión irregular debía arreglarse mediante composición. No obstante, la parte
demandante sostuvo que ya había compuesto sus propiedades desde 1643, por lo que solicitaba
que no volviera a componer ni a volver a pagar a la Corona por sus tierras. Al quedar demostrado
que no había nada más por componer, se ordenó que no se volviera a solicitar la presentación de
títulos del mayorazgo de Querétaro.187
En los siguientes años, el Juzgado Privativo realizó acciones más bien de balance y
reconocimiento de lo que se había llevado a cabo en una década, pero también sobre las
composiciones de tierras de 1643. Sergio Carrera nuevamente explica con precisión que entre
1717 y 1720 la gestión del licenciado Valenzuela al frente del juzgado fue sumamente activa,
particularmente en cuanto a las tierras de las comunidades religiosas y las de los pueblos de
indios. Sobre estas últimas, reconoció que la Real Cédula de las 600 varas había generado un
desajuste en la relación con los circunvecinos, lo que había llevado al despojo y a pleitos por la
delimitación de linderos.188
186“Cumplimiento de la Real Cédula del 26 de octubre de 1715: Regularización de todas las situaciones anómalas
mediante composición. Diligencias del Juez Privativo de composición de tierras con un hacendado con títulos y
pagos en regla”, México, 9 de enero de 1717, en Francisco de Solano, Cedulario de tierras…, op. cit., p. 407.
187 Ibíd., p. 410.
188 Sergio Carrera, La conformación…, op. cit., p. 286.
69
2.1.3. Cambios en las facultades de los funcionarios de composición
Después de pedir una consulta al Consejo de Indias, el rey Felipe V decidió sustituir a
Zúñiga por Antonio de Pineda en ambas comisiones y con las mismas facultades que tuvieron
sus antecesores. También le ordenó que le informara “de todas las condonaciones y multas que se
hicieren y también de las ventas e indultos de tierras, antes de despacharse las confirmaciones
para que Yo tome resolución, pero que de las apelaciones que se otorguen a las partes de las
sentencias que dieres deba conocer el referido mi Consejo”191.
Es importante destacar que en esa misma ordenanza, el rey hizo referencia a que
Al mismo tiempo, se refrendó la orden de que los virreyes, presidentes, oidores y gobernadores
no interfieran en las tareas de la comisión y los subdelegados que fuesen nombrados. De lo
190 “Al licenciado Don Antonio de Pineda, nombrándole Juez de las comisiones de Composiciones de tierras y de
Cobranzas de condenaciones y multas, en el Consejo Supremo de Indias”, El Escorial, 24 de noviembre de 1735, en
Francisco de Solano, Cedulario de tierras…, op. cit., p. 414.
191 Ibíd., p. 415.
70
anterior, se podría suponer que existía interferencia o algún tipo de obstáculo de los funcionarios
virreinales para que los jueces realizaran sus labores, por lo que fue necesario hacer énfasis en
distintas ocasiones mientras la Superintendencia del Beneficio y Composición de Tierras
permaneció en funcionamiento.
En la segunda ordenanza de 1735 se dictaron nueve instrucciones generales para los jueces
de la Comisión de Composiciones de Tierras, mismas que no se habían indicado de forma
explicita y clara en las Reales Cédulas anteriores, por lo que los jueces privativos y los
comisionados aplicaban las ordenanzas de composiciones de tierras de manera distinta. Estas
instrucciones debían servir “para el gobierno de sus comisiones y disolución de las dudas que en
el progreso de ellas se les pueden ofrecer”193.
Entre estas instrucciones destaca la segunda que indicaba que los subdelegados debían
proceder con atención, “suavidad, templanza y moderación” a las composiciones de tierras de los
indios, “sin hacer procesos judiciales sino verbales”, y tomar las leyes ya existentes en la
Recopilación de Leyes de Indias.194
después de que el virrey García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, aplicara lo dispuesto en la Real
Cédula de 1591 sobre las composiciones colectivas de tierras Huejotzingo, Tepeaca, Cholula y Atlixco. María
Cristina Torales Pacheco analizó el proceso en Tierras de Indios, tierras de españoles…, op. cit., pp. 57-63.
196 “Instrucciones generales…”, en Francisco de Solano, Cedulario de tierrras…, op. cit., p. 418.
71
La quinta instrucción dictaba que el reino de Nueva Vizcaya quedaba exento de las
composiciones y que las provincias de Ávalos, Zapotlán, Sayula, Amula y Autlán quedaban
dentro de la jurisdicción del subdelegado de Guadalajara. Por lo demás, las composiciones en
Nueva España y Nueva Galicia debían continuar.
Por su parte, la sexta instrucción indicaba que debían presentarse los títulos y componerse
las tierra “que fuesen de eclesiásticos, comunidades, conventos, monasterios y ministros
exceptos”, incluyendo a los ministros del Santo Oficio. Debía informarse a los fiscales de las
Audiencias para que buscaran alguna solución.
En una nueva Real Cédula del 26 de septiembre de 1736, el rey hizo especial énfasis de
que los jueces privativos informan con detalle a los subdelegados las cantidades que habían
cobrado de deudas, ventas y composiciones de tierras; “con distinción y claridad de la que
proceden, en qué navíos de bandera, de qué personas se han cobrado.” El objetivo del monarca
era claro: buscaba definir “si se ha cumplido con lo que se debe satisfacer de los expresados
ramos o si queda algún rezago, para repetir sus encargos sobre su cobranza.”198 Las dos
ordenanzas anteriores parecen indicar que la Corona tenía problemas para aplicar las
disposiciones de cobro de deudas y de obtener fondos por medio de las composiciones.
72
2.1.4. Problemas y decadencia de la Superintendencia
Debido a que se habían presentado “diversos inconvenientes, tanto en el uso con que se
ejercen como porque recayendo en diversos ministros puede suceder que las manejen [las leyes
sobre la administración de algunos ramos de la Real Hacienda] a su arbitrio y según les dicte la
pasión u otros impulsos, originándose muchos perjuicios y el mayor de perecer el recurso de las
partes, por quedar totalmente sin él”; el rey ordenó que el virrey tuviese “conocimiento no
solamente de todas las materias de su inspección privativa, sino también de las que por cédula u
órdenes particulares se manejen con independencia por cualesquiera ministros y otras personas,
comprendiéndose las comisiones de lanzas, media anata200, papel sellado, composiciones de
tierras y demás que hay en ese reino sin excepción alguna…”201 Y que todas las sentencias que
otorgaren los jueces subdelegados del Juzgado de Ventas y Composición de Tierras llegaran a él,
no sin antes tener el visto bueno del virrey; por lo que los funcionarios del Juzgado debían
informar detalladamente todo lo relativo a esta materia. En la ordenanza el virrey también obtuvo
la facultad de “suspender, mover o quitar a cualesquiera de los ministros comisionados que
abusaren de su jurisdicción o no la ejercieren con recta administración de justicia”, y que ningún
otro funcionario obstaculizare dichas nuevas facultades.
La relevancia de esta medida de 1747 estriba en que el Virrey volvía a tener jurisdicción no
sólo sobre las tierras de pueblos de indios, sino también sobre la recaudación del impuesto por
199 Rosa María de la Torre Ruiz, “Composiciones de tierras en la alcaldía mayor de Sayula, 1692-1754. Un estudio
de caso sobre el funcionamiento del Juzgado Privativo de Tierras”, en Letras Históricas, Universidad de
Guadalajara, no. 6, 2012, p. 63.
200 El Diccionario de Autoridades define la media annáta como: “La mitad de los frutos, o emolumentos que en un
año rinde cualquiera dignidad, prebenda, o beneficio eclesiástico: y también se extiende a la mitad del valor y
emolumentos [utilidad y provechos que se consiguen por estudio y trabajo] de cualquier empleo honorífico y lucroso
temporal, que en España paga al Rey, aquel a quien se le confiere.”
201 “Se devuelve al Virrey la prerrogativa de supervisar algunos ramos de Real Hacienda —independientes de su
dirección desde 1692—, entre ellos el de venta y composición de tierras, ofreciendo nueva normativa sobre esta
temática”, Madrid, 27 de agosto de 1747, en Francisco de Solano, Cedulario de tierras…, op. cit., pp. 446-447.
73
composición y cobro de deudas. Esta real ordenanza fue la antesala de la desaparición de la
Superintendencia de Beneficio y Composición de Tierras.
Así, finalmente, el 15 de octubre de 1754 el rey publicó una nueva Real Cédula en la que
se ordenó que las mercedes, ventas y composiciones de realengos, sitios y baldíos quedasen a
cargo los virreyes y los presidentes de las Reales Audiencias de México y Perú, quienes
adquirieron la facultad de nombrar ministros para estas materias. También, se ordenó que los
jueces nombrados observaran los juicios verbales, no judiciales, y que las tierras en manos de
indios, “en lo tocante a las de comunidad y las que están concedidas a sus pueblos para pastos y
ejidos, no se ha de hacer novedad, manteniéndoles en la posesión de ellos y reintegrándoles en
las que se les hubieren usurpado, concediéndoles mayor extensión de ellas, según la exigencia de
la población, no usando tampoco el rigor con los que ya poseyeren los españoles y gentes de
otras castas”202.
Otra instrucción fue que todas las personas que poseyeran realengos desde el año de 1700
en adelante acudieran a presentar los títulos y despachos para demostrar la posesión. Y que los
que presentaren títulos u otro instrumento de posesión por medio de venta o composición
anterior a 1700 se les dejase libres y sin molestia alguna en las tierras, no sin antes hacer notas
sobre los documentos para dar aval de su cumplimiento.
Y no tendiendo títulos les deberá bastar con la justificación que hicieren de aquella justa
posesión como título de justa prescripción, en inteligencia de que si no tuvieren cultivados o
labrados los tales realengos, se les deba aplicar el término de tres meses que prescribe la ley
11 del citado título y libro [de la Recopilación de leyes de Indias], o del que parezca
competente para que lo hagan con apercebimiento, que de lo contrario se hará merced de
ellos a los que denunciaren, con la misma obligación de cultivarlos203.
202 “Instrucción sobre las condiciones que deben observarse para el otorgamiento de mercedes y composiciones de
tierras realengas y baldías que son a cargo de los Excmos. Sres. Virreyes, y Presidentes de las Reales Audiencias”,
San Lorenzo del Real, 15 de octubre de 1754, en Francisco F. de la Meza, Código de Colonización y Terrenos
Baldíos de la República Mexicana. Años 1451 a 1892, México, Oficina tipográfica de la Secretaría de Fomento,
1893, p. 30, citado por Manuel Fabila en Cinco siglos de legislación agraria. 1493-1940, México, Secretaría de la
Reforma Agraria, 1981, p. 35.
203“Nuevas disposiciones sobre mercedes, ventas y composiciones de bienes realengos, sitios y baldíos”, El
Escorial, 15 de octubre de 1754, en Francisco de Solano, Cedulario de tierras…, op. cit., p. 451.
74
La orden real indicaba que las instrucciones contenidas en ella debían ser acatadas por los
virreyes, audiencias, presidentes y gobernadores de las Indias, y por los subdelegados nombrados
por los primeros para tales causas. De esta manera desapareció la Superintendencia del Beneficio
y Composición de Tierras después de 62 años de funcionamiento, y dos décadas de decadencia.
El resultado de la recaudación de las composiciones y las ventas de tierras por medio de la
Superintendencia fue de 509,103 pesos, dinero que se destinó a la manutención de la Armada de
Barlovento, pero la cantidad no fue suficiente.204
Rosa de la Torre considera que el Consejo de Indias había perdido algunas de sus funciones
en cuanto al gobierno y la administración de justicia en América.205 Gilberto López Castillo
añade que con la Real cédula de 1754 el Consejo perdió las facultades que había tenido sobre las
tierras de Nueva España y Perú.206 De alguna manera, evidencia la incapacidad de la Corona por
centralizar el control político, económico y financiero desde el Consejo de Indias; que habría de
buscar por otros medios con la aplicación de las llamadas reformas borbónicas en la segunda
mitad del siglo. Aunque la Superintendencia desapareció y el virrey y la Real Audiencia
recobraron las facultades que habían perdido desde finales del siglo XVII, muchos pueblos de
indios e individuos continuaron componiendo sus tierras hasta finales del siglo XVIII.
2.1.5. El procedimiento
El procedimiento de composición de tierras constaba de varias fases, que han sido recientemente
explicadas por Gilberto López Castillo. Para componer las tierras de un pueblo de indios, era
común que pasaran algunos años, entre la petición de los naturales al juez de composición y la
confirmación por parte del subdelegado designado por el superintendente para Nueva España.
La primera fase consistía en ocupar las tierras y posesionarse de ellas por medio de
actividades agrícolas o ganaderas. Generalmente esto se hacía sin un respaldo legal, por lo que
75
difícilmente estas ocupaciones fueron registradas en documentos. Para la segunda, debían pasar
al menos diez años en “quieta y pacífica posesión”, para poder solicitar la composición por
escrito al juez privativo. Una vez que se solicitaba, el juez de composición tomaba el testimonio
de los testigos que respaldaban la posesión de la tierra; o bien, se mostraban los títulos o
mercedes, si el pueblo los tenía. Posteriormente, el juez asistía al poblado y realizaba un citatorio
a los circunvecinos para poder llevar a cabo una “vista de ojos”. Se trataba de un recorrido por
los linderos del territorio del pueblo en compañía de los interesados. En cada punto limítrofe, los
individuos o repúblicas circunvecinos debían estar presentes para avalar que los parajes
colindantes eran correctos o “hacer contradicción”. Además, se efectuaba la mensura de las
tierras y se registraba por escrito todo el recorrido, nombrando parajes y los rumbos que se
seguían para realizar el recorrido. Generalmente se elaboraba un mapa marcando los puntos que
se caminaban para delimitar las tierras del pueblo.
Una vez concluido este proceso, el pueblo debía pagar las diligencias hechas por el juez y
sus ayudantes (escribano, agrimensor, intérprete) y dar el dinero para la Corona, que se
estipulaba según la extensión y la calidad de las tierras compuestas. Posteriormente obtenía los
títulos de composición, otorgados por el juez de forma provisional, y se ordenaba que el pueblo y
los naturales no fueran perturbados en su propiedad. Si durante la vista de ojos algún
circunvecino se inconformaba, el juez de composición sólo estaba facultado para recibir la
información de contradicción y ordenar a dicha persona o pueblo que acudiera a instancias
virreinales a entablar un juicio por posesión y propiedad de las tierras.
Finalmente, un año después, la república de indios debía acudir a la Real Audiencia para
ratificar su título y esperar a que el Consejo de Indias le otorgara la real confirmación, que podría
tardar varios años. Debido a lo problemático de esta última parte del proceso, en varias ocasiones
se permitió a las autoridades de Nueva España que la expidieran; las dos últimas fueron en 1737
y en 1754, de forma definitiva.207
207 Gilberto López Castillo, Composición de tierras…, op. cit., pp. 48-54.
76
2.2. Composiciones de tierras en la Mixteca
77
Edgar Mendoza inicia su trabajo con el análisis el proceso histórico y jurídico de las tierras
de los pueblos desde el otorgamiento de mercedes de tierras en el siglo XVI hasta las
composiciones del siglo XVIII. A partir de los trabajos fundamentales de Francisco de Solano,
Cristina Torales, François Chevalier y Sergio Carrera, principalmente, el autor explica las
distintas disposiciones que impulsó la Monarquía Hispánica sobre el orden territorial del
territorio novohispano, y los esfuerzos de su fiscalización.
En relación con las composiciones de tierras, Mendoza indica que durante el siglo XVII se
realizaban sobre las tierras de españoles tuvieron escasa aplicación en la Mixteca “por la baja
calidad de las tierras y porque las élites locales más bien se dedicaron a acaparar la producción
india y controlar el poder político”.210
Asimismo, el autor explica que ante la falta de recursos para la construcción de la Armada
de Barlovento, la Corona española decidió buscar nuevas formas de recaudación por medio de
las tierras que aún no se ordenaban. Y ante la incompetencia o el favoritismo de las autoridades
virreinales para con los hacendados, el monarca decidió intervenir directamente desplazando a
los virreyes de la distribución de bienes realengos. Ese fue el contexto en el que se creó la
Superintendencia del beneficio y composición de tierras en el Consejo de Indias, y se crearon
subdelegaciones dependientes directamente éste en Nueva España y Perú.
Posteriormente, Mendoza menciona la situación de la Mixteca entre los siglos XVI y XVII
que considero importante retomar. En esta época, no era común ni legal que los indios vendieran
sus tierras a extraños sino que por medio de la compra y las mercedes fueron incrementando sus
posesiones en estos siglos. Fueron los pueblos de indios y los caciques mixtecos los mayores
beneficiarios de las mercedes de tierras realengas.211 Ante la poca presencia de población
española, las tierras de los pueblos se mantuvieron en manos de la población india hasta finales
del siglo XVII. No obstante, fue cada vez más frecuente la presencia de españoles comerciantes,
en la ruta entre Guatemala, Oaxaca, la Mixteca y la Ciudad de México; y pronto se interesaron
por las ganancias que podían obtener del comercio de los productos del ganado de la región. A
78
diferencia del centro de la Nueva España, en zonas como Teposcolula y Yanhuitlán los españoles
encontraron que los indios producían grana cochinilla, algodón, textiles y petates; entre otros
productos, lo que les dio la posibilidad de incrementar sus ingresos y obtener fortunas sin tener
que adueñarse de grandes extensiones de tierra.
Uno de los aportes principales del trabajo de Edgar Mendoza consiste en el registro de las
composiciones de tierras que se llevaron a cabo en la Mixteca durante el siglo XVIII. En la
región Alta localizó treinta y siete composiciones, de las cuales dos fueron hechas por los
pueblos junto con sus caciques, tres entre dos pueblos, y treinta y dos por pueblos solos. En la
79
Mixteca Baja, fueron diecisiete, de las cuales trece fueron hechos por individuos. Una de ellas
fue identificada por el autor como cacica, otro como principal, uno más como vecino y el resto al
parecer caciques también. Es clara la diferencia en las solicitudes entre ambas subregiones de la
Mixteca. Aunque Mendoza realizó un encomiable esfuerzo por presentar un panorama amplio,
considero que la revisión que hizo no fue exhaustiva. Por ejemplo, no mencionó la composición
de tierras de Santiago Amatlán, que analizaré en el apartado siguiente.
El registro de este autor permite dar cuenta de algunos elementos sobre la tenencia de la
tierra en las dos subregiones de la Mixteca que fueron contempladas. En la Mixteca Alta, las
composiciones —es decir, el pago del derecho por la propiedad de la tierra— fueron efectuadas
por los pueblos de indios en su mayoría, al tiempo que la institución del cacicazgo se debilitaba
drásticamente. En la Mixteca Baja, los caciques poseían más poder político y económico en esta
época, lo que les permitió ofrecer el pago a la Corona por la composición de sus tierras.
80
Con el incremento de la presencia de españoles dueños de ganado, la tierra comenzó a
convertirse en una mercancía de renta para que éstos pastaran sus inmensos rebaños. La demanda
de tierras de agostadero fue un motivo más para que los pueblos disputaran la propiedad del
territorio a los caciques, con el objetivo de obtener ingresos seguros de los arrendamientos de
ellas. Fue cuando surgieron los fundamentos de la “propiedad privada” de los caciques y la
“propiedad comunal” de los pueblos.215 En esta búsqueda por el control de las tierras, los pueblos
utilizaron las mercedes que les había otorgado la Corona como recurso legal de posesión. Tras
las peticiones de composición, como siguiente paso obtendrían títulos de propiedad. Al final de
este proceso, los caciques quedaron empobrecidos al enfrentar de forma paralela demandas de
varios pueblos. No obstante, muchos se encontraban social y culturalmente distanciados de la
población india desde hacía más tiempo.
Respecto a los conflictos entre cabeceras y sujetos, Mendoza menciona que existían
diversas tensiones, propias de la jerarquización impuesta desde el siglo XVI, con la creación de
los pueblos de indios. La disputa fue constante por el control político de los sujetos y, por la
concentración del tributo en las cabeceras. Además, la población de los pueblos sujetos debía
prestar servicios en obras públicas de su cabecera. Como expliqué con anterioridad, los cargos
menores de república eran ocupados por indios de los pueblos sujetos; pero para el siglo XVIII,
éstos ya ocupaban cargos relevantes como alcaldes y gobernadores.216
Mendoza sostiene que aunque los intentos de separación de las cabeceras se dieron desde
el siglo XVII —como el intento de Suchitepeque—, los sujetos carecieron de recursos legales
para lograrlo. Lo cierto es que estos procesos alimentaron los sentimientos localistas entre los
indios de los sujetos, por lo que los conflictos posteriores fueron más diversos.
El proceso de separación fue una tendencia que comenzó desde la segunda mitad del siglo
XVII, y la fragmentación de los cacicazgos fue un proceso paralelo, que si bien no fue provocado
por las composiciones, sí fue un aliciente importante. De esta manera, una vez que los pueblos
compusieron sus tierras buscaron separarse de las cabeceras. Con el título de composición los
215 Idem.
216 Ibíd., p. 275.
81
pueblos obtuvieron el reconocimiento de su propiedad comunal por parte de la Corona, y al
mismo tiempo consolidaron la autonomía política y económica de sus gobiernos locales.
Por lo cual, los pueblos de indios, entendidos como una entidad jurídica que contenía tanto
a la cabecera como a sus sujetos, también comenzaron a fragmentarse. Surgieron nuevos
pueblos, pero no más asentamientos. Posteriormente, éstos se convirtieron en repúblicas
municipales y posteriormente en municipios. 217
El otro trabajo que se ha publicado sobre las composiciones de tierra como objeto de
estudio es “Del usufructo, de la posesión y de la propiedad: las composiciones de tierras en la
Mixteca, Oaxaca”, de Margarita Menegus.218 El objetivo de este artículo es analizar de qué forma
las composiciones de tierras en el siglo XVIII contribuyeron a la “transformación profunda de la
estructura agraria de la Mixteca”.219
La autora inicia su trabajo emitiendo una crítica hacia propuestas previas que han partido
de la idea de que la política de composiciones “permitió la legalización de tierras usurpadas a los
indígenas”. Lo cual no implica que con la creación de la Superintendencia, la estructura agraria
de los pueblos de indios no haya sufrido profundos cambios.
82
El primer apartado del artículo de Menegus está dedicado a realizar un estado de la
cuestión sobre las propuestas de análisis de las composiciones de tierras de pueblos de indios en
diversas regiones de la Nueva España. La autora menciona que los esfuerzos previos han partido
de la idea de relacionar la Real Cédula de 1687 sobre el aumento a 600 varas del “fundo legal”
de los pueblos de indios.
Más adelante, Margarita Menegus analiza las disposiciones reales sobre las tierras de los
pueblos de indios, comenzando por la Real Cédula de 1687, en la que por primera vez se hizo la
distinción entre las tierras de la cabecera y las de los sujetos o barrios. La disposición ordenaba
que independientemente de su estatus, se les diera a todos los pueblos 600 varas de tierra, lo que
ocasionó una avalancha de intentos de separación. En las siguientes décadas las solicitudes de
composición aumentaron; principalmente en la década de 1740.
El siguiente tema que aborda la autora son las composiciones de las tierras de los
cacicazgos en Oaxaca, e indica que los caciques compusieron sus tierras en distintas ocasiones
entre los siglos XVII y XVIII. Para Menegus, las composiciones de tierras de los cacicazgos
mixtecos fue un proceso generalizado que, al mismo tiempo, sentó las bases para la
220La autora se refiere a los indios terrazgueros como aquellos que no poseían bienes territoriales y que pagaban una
renta al yya para poder labrar sus tierras. En la época colonial, la mayoría de los ñandahi eran terrazgueros.
221 Idem.
83
fragmentación de sus territorios por la búsqueda de los pueblos de indios, terrazgueros casi en su
totalidad, de “pasar del usufructo de las tierras del cacicazgo a ser propietarios de los
mismos”.222 Cuando los caciques buscaban componer las tierras de sus cacicazgos, los indios de
los pueblos dentro del territorio lo desconocían como tal e intentaban componer sus tierras
aparte.
Otro de los temas que aborda someramente Margarita Menegus es sobre las composiciones
conjuntas entre caciques y terrazgueros, principalmente durante la segunda mitad del siglo
XVIII.
Me parece relevante apuntar que la autora refiere con hincapié que en varias ocasiones los
pueblos de terrazgueros supieron aprovechar la política de composición de tierras para apropiarse
de las tierras de los cacicazgos, lo que resultó en la creación de nuevos pueblos independientes
con esta política de administración agraria.224 Las composiciones de tierras de los pueblos
mixtecos iniciaron en 1717 y se mantuvieron durante todo el siglo XVIII. En muchas ocasiones
el procedimiento no seguía lo ordenado en las Reales Cédulas, sino que los jueces omitían las
vistas de ojos, conformándose con testigos de identidad para demostrar la posesión de las tierras.
Para Menegus, esta situación se debió a una confusión de términos y de acción jurídica, pues
explica que la mayor parte de los pueblos habían usufructuado por siglos las tierras del cacicazgo
y obtenían la propiedad con las composiciones. Ello implica el despojo del territorio del
cacicazgo, como ha insistido la autora.
Para abundar a esta problemática, Menegus dedica un breve apartado a esclarecer las
definiciones sobre usufructo, posesión y propiedad, que considero es su aporte más relevante. El
usufructo se conseguía cuando el cacique asignaba a sus terrazgueros las tierras que podían
84
cultivar, de cuya producción debían darle un porcentaje como tributo. Por lo cual, la propiedad
de la tierra permanecía en el cacique, por el reconocimiento de los indios como propietario, y
sobre ellos mismos como usufructuarios. Este goce de los terrazgueros sobre las tierras del
cacique implicaba la posesión de ellas, las ocupaban con el permiso o el acuerdo del propietario.
Al pasar los años, los indios mantenían la posesión “quieta y pacífica”, y sin interrupción,
de las tierras, pero estas continuaban siendo propiedad del cacique. La posesión “de inmemorial
tiempo”, al parecer indicaba que esta ocupación trascendía a la memoria de los hombres; sin
embargo, considero que era un recurso retórico sumamente utilizado en los pleitos por tierras.
Finalmente la autora presenta tres cuadros sobre la composición de las tierras de los
pueblos de indios de las provincias de Teposcolula y Yanhuitlán. En el primero de ellos indica el
año de la composición y la referencia del archivo donde se localiza el expediente del caso. El
segundo cuadro sólo indica la cantidad que cada pueblo pagó por la composición de sus tierras,
de unos 15 o 20 pesos en promedio. Y en el tercero, enlista las composiciones que se hicieron
durante la segunda mitad del siglo XVIII. En ninguno de los tres aparece la composición de
Santiago Amatlán.
85
de Santiago Amatlán se inició un proceso judicial por la posesión y propiedad de una zona en el
Valle de Nochixtlán. Este problema es una consecuencia más de la aplicación de la política de
composiciones; aspecto que no analizan Edgar Mendoza ni Margarita Menegus.
El 24 de julio de 1717, “en cumplimiento del edicto convocatorio que se envió promulgar
para que todos los poseedores de tierras aguas y demás fincas, con pregonador en su comisión, se
presentasen con sus títulos y manifestasen las tierras que posean y sin ellos, para admitirlos a
composición”; Felipe García, regidor, Francisco Hernández y Clemente de Silva, oficiales de
república de Santiago Amatlán, en la jurisdicción de Yanhuitlán, solicitaron la composición de
las tierras de su pueblo.
Para ello, presentaron una memoria de linderos, a la sazón de títulos de las tierras que
decían sostener, ya que “por omisión y descuido de nuestros pasados se perdieron y de ellos sólo
han quedado algunos pedazos que por faltarles lo esencial no se pueden conocer los sitios de que
se nos hizo merced”227. Sostenían que esas tierras eran del común de Amatlán y que las habían
cultivado para su mantenimiento diario y para el pago de tributos y obvenciones.
En esta petición también solicitaban que se les admitiera la información que deseaban
presentar para demostrar su posesión “quieta y pacífica, de inmemorial tiempo a esta parte”, y
86
ofrecieron el pago inmediato de 20 pesos de oro común para obtener la composición de sus
tierras y nuevos títulos de ellas.
Esta petición fue recibida por Felix Chacón, regidor de la ciudad de Oaxaca, alcalde mayor
y teniente de capitán general de las provincias de Teposcolula y Yanhuitlán; y juez comisario en
ellas y de la de Nochixtlán de composiciones y ventas de tierras y aguas; quien ordenó que la
lista de los linderos debía insertarse al inicio del documento de la composición, además que
dentro de tres días se realizaría el reconocimiento de las tierras y linderos del pueblo con la
presencia de las autoridades de los pueblos vecinos. Pero antes debían presentarse los testigos
designados por los naturales de Amatlán, 228 para que confirmaran la posesión de las tierras, pues
carecían de títulos de propiedad, como se explicó anteriormente.
Así, el mismo 24 de julio se presentaron los tres testigos, que, mediante el intérprete de la
provincia de Yanhuitlán, Nicolás Montesinos, dijeron llamarse Francisco Pérez, Sebastián
Melchor —naturales y vecinos de Nochixtlán, de 55 y 64 años, respectivamente—, y Domingo
López —natural y vecino de Chicahuastepeque, de 55 años—. Cabe destacar que sus
declaraciones en el documento fueron escritas de forma idéntica, lo cual permite imaginar que en
el caso de la traducción del mixteco al castellano, y del paso de la oralidad a la escritura solían
homogeneizarse los testimonios de la población india. Más adelante volveré a reflexionar sobre
este aspecto.
Los tres testigos designados por los naturales de Amatlán respondieron que
como circunvecino a este dicho pueblo y tener entrada y salida en él, sabe que sus
naturales han gozado sus tierras en común sin contradicción de persona alguna,
quieta y pacíficamente; lo cual sabe por haberlo visto y haberlo oído decir a sus
padres y antepasados, que desde la gentilidad las han gozado y que asimismo sabe
que tenían algunos títulos y mercedes de ellas, de los cuales algunos les han quedado
diminutos y otros se les han perdido; y que dichas tierras lindan por los cuatro
vientos con los pueblos de Nochixtlán, San Pedro de los Cántaros, Santiago
Ystatepeque, Apasco, Apoala, Chicahuastepeque, Chachoapam y Suchitepeque. 229
228 Ibíd., f. 2.
229 Ibíd., ff. 2-3.
87
Como dato adicional, se anotó en los testimonios de los dos testigos de Nochixtlán que dijeron
estar prontos para señalar las tierras, parajes y linderos, pues eran los mismos que “se contienen
en la memoria que antecede que le fue leída”.
Hasta este punto ninguno de los pueblos contradijo el reconocimiento de los linderos; pero
cuando el recorrido se dirigió hacia el sur, para recorrer los parajes llamados “dumachayo” y
“tiñodahui”, los indios de Suchitepeque “dijeron no ser así, y aunque dichos naturales de
88
Amatlán han gozado las tierras y que corren desde dicho paraje hacia el oriente, era por haber
estado perdida la merced de un sitio de ganado menor perteneciente a dicho pueblo de
Suchitepeque, la cual habían hallado y demostraban”232. No obstante el juez Chacón mandó que
los de Amatlán mantuvieran la posesión de esas tierras y que los de Suchitepeque “usasen de su
derecho sobre la propiedad como les conviniese”, por lo que inmediatamente hicieron
contradicción por medio del intérprete.
Después del segundo paraje en disputa, el recorrido llegó nuevamente al punto inicial para
dar fin a la vista de ojos. Tras ello, el alcalde mayor Chacón mandó a los indios de los pueblos
reunidos “que para la perpetuidad de la paz, y evitar pleitos, pongan peñas de cal y canto en las
cruces” que se encontraban en cada paraje colindante.
Al haber constatado “la antigua y continuada posesión que los naturales de este pueblo han
tenido y tienen en las tierras reconocidas”, el juez Chacón ordenó que se registrara que los
naturales de Amatlán le presentaron dos “mandamientos acordados” sobre dos sitios de estancia
de ganado menor “para propios de su comunidad”, de los años 1584 y 1598, los cuales estaban
ubicados en el centro de las tierras reconocidas durante la vista de ojos. No obstante, los
documentos estaban “rotos y disminuidos [por lo que] no se percibe si se les hizo o no dichas
mercedes”.
232 Ibíd., f. 5.
89
estar en actual posesión de ellas. Cabe destacar que se señaló que “no son comprehendidos (sic)
por las seiscientas varas que como pueblo le tocan por cada viento, según reales disposiciones”;
pero que aún así sus términos no causaban ningún perjuicio a terceros, no obstante que los indios
de Suchitepeque habían “hecho contradicción” durante el reconocimiento.
Aún así, se ordenó que se les admitiera su composición y que se les otorgaran sus títulos de
propiedad y se dispensaran “todas las faltas, afectos y vicios a sus títulos”. Por lo que en lo
sucesivo no debían volver a pedírseles que exhibieran sus títulos ni que entraran nuevamente a
medición y composición de sus tierras.
A la par se le ordenó a los indios de Amatlán que guardaran y observaran sus linderos, y no
se propasaran de ellos. Además, se les informó que no podían solicitar Real Confirmación de
propiedad y tampoco podrían vender las tierras, ni enajenarlas, salvo con licencia de superior
gobierno, con pena de que su composición se anulara definitivamente. Asimismo, se mencionó
que los veinte pesos de oro que habían pagado por la composición de sus tierras pasaban a manos
de Pedro Otero Vermudes, en presencia del licenciado Juan de la Veguellina y Sandoval, Oidor
de la Sala del Crimen de la Real Audiencia, Juez privativo de la comisión de composiciones y
tierras de Nueva España.
A lo largo de los tres siglos de dominio español, la organización de la población india y del
territorio novohispano se transformó en función de las necesidades de la Corona Española.
Empero, los indios adaptaron su concepción del espacio y la relación con su entorno a estas
nuevas realidades. Ello trajo consigo el replanteamiento constante de las jerarquías territoriales
entre los antiguos cacicazgos y los pueblos de indios, los cuales encontraron la posibilidad de
aumentar su autonomía política y económica mediante su independencia de la cabecera.
Los cambios en las medidas de las tierras de los pueblos de indios, sucedieron de forma
paralela a su incorporación al pago de un impuesto por el reconocimiento de sus territorios por
parte de las autoridades españolas. Además, las composiciones fueron una de las causas de los
largos, complejos y múltiples conflictos que se dieron durante el siglo XVIII. Las reales cédulas
sobre la Superintendencia de Beneficio y Composiciones de Tierras demuestran un intento de
90
centralización fiscal desde la metrópoli; no obstante, la creación de esta instancia y su aplicación
se dio durante la disputa de dos casas gobernantes sobre la Monarquía Católica. El desarrollo de
las composiciones y su instrumentación hacia la década de 1730, marcaron el declive de esta
medida, una de las primeras formas de centralización del poder político y fiscal de la familia
Borbón antes de las reformas borbónicas.
91
Capítulo 3. La disputa por la tierra. San Juan Bautista Suchitepeque contra
Santiago Amatlán (1721-1736)
El expediente de tierras del conflicto entre San Juan Bautista Suchitepeque y Santiago
Amatlán ,que es el objetivo central de este capítulo, se encuentra bajo resguardo del Archivo
General de la Nación, ramo Tierras, volumen 552, 1a. Parte, expediente 3. Este documento consta
de 240 fojas aproximadamente y está dividido en cuatro cuadernos concernientes al desarrollo
del proceso judicial que se llevó a cabo entre 1721 y 1774. Cada uno de estos cuadernos tiene su
propia numeración, por lo que seguí el foliado original de cada uno de ellos.
El Cuaderno 1º se conforma de 84 fojas y es el principal, pues contiene las peticiones,
acuerdos, mandamientos y resoluciones emitidos por los naturales de ambos pueblos, sus
representantes legales ante la Real Audiencia de la Nueva España, el presidente y oidores de esta
institución virreinal, las autoridades españolas en la jurisdicción de Yanhuitlán; y los demás
actores que participaron de alguna manera en el pleito por la definición de la posesión y la
propiedad de tierras. Lo más relevante de este cuaderno son los dos interrogatorios que se
aplicaron a los cincuenta testigos para aportar información sobre el caso. Además, en él están los
diversos alegatos de Suchitepeque y Amatlán, en los que se da cuenta de los cambios y
orientaciones de las posiciones y argumentos de ambas partes.
El Cuaderno 2º, que consta de 93 fojas, incluye la mayor cantidad de la información
generada en 1725, ya que en este año se realizaron las actividades más importantes en cuanto a
identificación de las tierras en disputa y, asimismo, en dicho cuaderno se compilaron los
testimonios de los cincuenta testigos. Los primeros treinta, se presentaron por parte de
Suchitepeque, mientras que los otros veinte declararon en favor de Amatlán. La procedencia y
“calidad” de dichas personas es información sumamente valiosa para explorar las relaciones
entre los diversos actores políticos de esta parte de la Mixteca Alta, así como las relaciones entre
los pueblos durante el siglo XVIII. Al respecto hablaré más adelante.
Por su parte, los dos mapas elaborados entre el 20 y el 23 de abril de 1725 se encontraban
originalmente insertos en este cuaderno, pues fueron elaborados en el marco del reconocimiento
92
de las tierras en disputa y los linderos entre Suchitepeque y Amatlán; no obstante, ambos mapas
fueron separados en el Archivo General de la Nación y clasificados en su Mapoteca, en donde
están catalogados con los números 773 y 774. Ambos mapas son prácticamente iguales y la
información que contienen es la misma, salvo que fueron elaborados en presencia de testigos
distintos. No obstante, sólo uno de ellos —el 773— se conserva en buen estado y es legible, para
poder ser analizado; el otro está sumamente deteriorado, tal vez porque fue utilizado numerosas
veces (doblado y desdoblado).
El Cuaderno 3º consta de 57 fojas y aunque es más breve que los anteriores, la información
contenida en él es fundamental, pues aporta datos sobre el tianguis que se efectuaba en San Juan
Bautista Suchitepeque desde el siglo XVI, y que duró hasta 1694, año en que se ordenó su
traslado a la cabecera, Yanhuitlán. Esta información fue obtenida por nuevas diligencias llevadas
a cabo entre 1732 y 1734, cuando el caso se reabrió después de una primera sentencia dictada por
la Real Audiencia de la Nueva España en 1731, en favor de Amatlán.
Además de la información sobre el tianguis, este cuaderno incluye los testimonios de los
seis testigos que presentó Suchitepeque, en los que demostraron que los naturales de Amatlán
mudaron su pueblo desde un paraje denominado “Huehedatti” hasta su ubicación actual.
Además, contiene la vista de ojos que se llevó a cabo por las tierras de Amatlán para dilucidar si
existían vestigios del antiguo asentamiento y para determinar la extensión de las tierras de dicho
pueblo hacia el oriente.
En este cuaderno también fue insertada la extensa transcripción del pleito que sostuvieron
San Juan Sayultepec, San Andrés Sinaxtla y San Juan Yucuita —los tres sujetos de Yanhuiltán—;
contra Asunción Nochixtlán por la propiedad y posesión de unos parajes fronterizos entre ambas
jurisdicciones. En este pleito, que tuvo lugar entre 1691 y 1693, el fallo fue otorgado a favor de
dichos pueblos sujetos. Suchitepeque intentó que este documento demostrara la posesión y
propiedad antigua de un paraje colindante con las tierras en litigio con Amatlán.
Y, finalmente, el Cuaderno 4º, con tan sólo 6 fojas, consiste en el último intento de
Suchitepeque por conseguir el reconocimiento de la propiedad y posesión de las tierras, que
consideraban que pertenecían a la merced de tierras que se les había otorgado en 1614. En estas
93
fojas, los naturales de dicho pueblo intentaron desacreditar los testimonios de tres testigos de
Amatlán, pero no tuvieron éxito.
Después de esta breve presentación del documento de tierras sobre el pleito entre
Suchitepeque y Amatlán, a continuación pasaré a explicar el proceso judicial que tuvo lugar entre
1721 y 1774.
233 La interpretación en español es Loma del águila (Itnu=loma o colina, ti=marcador para animales, yaha= águila).
234 AGN, Mercedes, vol. 28, f. 126.
94
camino que va al pueblo de Amatlán que viene de Nochixtlán y vereda que va al monte, saliendo
del dicho pueblo de Suchitepeque”.235
Dicha merced se concedía con la condición de que “dentro de un año primero siguiente
pueblen el dicho sitio de estancia con quinientas cabezas del dicho ganado menor y en ningún
tiempo lo puedan vender, trocar, ni enajenar a persona alguna so pena que esta merced sea en sí
ninguna y de ningún valor y efecto”. Vale la pena destacar que la estancia podía utilizarse en
algún momento para fundar un pueblo o villa de españoles, y de ser así, ésta debía ser
desocupada y, a los naturales se les debía pagar por la tierra. No obstante, ninguna iglesia,
monasterio o persona eclesiástica podría disponer del sitio. Además de que los indios no podían
ser despojados de dichas tierras “sin ser oídos y vencidos por fuero y por derecho; lo cual se
entiende sin perjuicio de la congregación de los naturales, porque siendo necesario para algún
efecto de ella se le han de poder tomar sin paga, mejora, ni recompensa alguna”. 236
Lo anterior indica que las tierras que componían esta merced no dejaban de ser parte del
Real Patrimonio sino que se otorgaban en posesión para que los indios del pueblo las
usufructuaran. Si no cumplían con lo establecido en la propia merced, esta gracia real se
invalidaba y las tierras volvían a ser baldías. Es probable que la merced se haya conservado el
resto del siglo XVII, o al menos buena parte de él, pues las siguientes décadas fueron para
Suchitepeque un periodo de auge económico gracias al tianguis que ahí se realizaba. Sin
embargo, como quedó explicado en el primer capítulo de esta investigación, en 1694 dicho
tianguis fue trasladado a la cabecera a petición de los naturales de ésta.
95
Por su parte, durante el proceso de composición de las tierras de Amatlán, en 1717, al
momento de llevar a cabo la vista de ojos, las autoridades de Suchitepeque mostraron su
inconformidad, pues sostenían que los naturales de Amatlán se habían introducido en sus tierras
en los parajes denominados “ndumachayo” y “tiñodahui”, porque habían perdido el documento
de la merced sobre el sitio de estancia de ganado menor.237 Argumentaban que durante el siglo
XVII, en un momento no precisado por los inconformes, la población había pasado por
epidemias y sufrido la muerte de su ganado. Sin embargo, el juez de composición otorgó la
posesión de los dos parajes en cuestión a Amatlán, y exhortó a las autoridades de Suchitepeque
para que se inconformaran “como les conviniese”.238 Los jueces de composición no estaban
facultados para iniciar procesos judiciales sino sólo verbales. Esta limitación en sus facultades,
aunado su desconocimiento del territorio y el interés prioritario de obtener fondos para la
Corona, agudizó el problema, pues muchas veces algunas tierras se compusieron en más de una
ocasión.239
Así, el 12 de febrero de 1721, la república, el común y los naturales de San Juan Bautista
Suchitepeque, a través de su representante, Joseph Pérez de Santoyo, demandó a Santiago
Amatlán, que se localizaba a pocos kilómetros hacia el oriente, por haberse introducido en las
tierras de la merced que les había sido otorgada y haber sometido esa parte de su territorio a
composición, para que fuera reconocida como propiedad. En un principio, la demanda se hizo
por la posesión de tierras y no por propiedad. El conflicto se mantuvo por varias décadas y pasó
por distintas etapas, como explicaré a continuación. Después de aceptar la demanda de
Suchitepeque, la Real Audiencia de la Nueva España abrió un primer periodo para que ambas
partes otorgaran información respecto al caso.
Un año después, el 17 de marzo de 1722, en Yanhuitlán, ante Juan de la Carrada, teniente
general de la provincia de Teposcolula y su agregada Yanhuitlán, se tomó el testimonio de cinco
testigos presentados por Suchitepeque, quienes explicaron que la merced de sitio para ganado
menor se ubicaba en el paraje nombrado Ytnutiyaha; y que desde hacía cuarenta años,
96
aproximadamente —es decir, desde la década de 1680—, los naturales de Amatlán sembraban
maíz en dicho paraje ya que los indios de la parte demandante habían extraviado la merced que
los amparaba. Mencionaron que todo el ganado que tenían en el sitio se les murió, pero que hacía
cuatro años, en 1717 o 1718, pudieron recuperar el documento de la merced. 240
Resulta relevante que uno de los testigos, llamado Domingo Jacinto, indio natural del
pueblo de Santa María Chioyuhu (Suchixtlán), dijo que “dichas tierras las tienen los de Amatlán
prestadas de siete años a esta parte, por los de este pueblo y que estos abra tres o cuatro años
hallaron dicha merced”241. Los testigos eran un español nonagenario, natural de la cabecera de
Yanhuitlán, pero vecino de Jaltepeque; un indio principal de 55 años, natural de la misma
cabecera; dos indios de Santa María Suchixtlán, de 50 y 70 años; y un indio de San Pedro Añañe,
sujeto de Yanhuitlán, de 37 años. A excepción del español, todos testificaron por medio de un
intérprete.
A partir de la información ofrecida por dichos testigos, la resolución emitida por Juan de la
Carrada, fue que las tierras estaban en posesión del pueblo Amatlán, pero pertenecían al pueblo
de Suchitepeque; por lo que la posesión se ratificó al estar sembradas de maíz en ese momento.
No obstante, en cumplimiento del despacho provincial de 1655, insertado al inicio del expediente
—que indicaba que se ejerciera la posesión de los dueños legítimos de la tierra sin perjuicio a
terceros242—, debía dejarlos en posesión de estas tierras. Por lo cual, suspendió temporalmente
que los naturales de Suchitepeque se posesionaran de ellas para no afectar la cosecha de los de
Amatlán.
Por su parte los naturales de Amatlán sostuvieron que habían poseído dicha tierra “desde
las congregaciones, sin intermisión de tiempo” 243, demostrándolo con su título de composición
otorgado por la autoridad española el 7 de febrero del año anterior. Además, sostenían que no
existía ningún sitio en la región con el nombre del paraje; o que si existía, debía estar en otra
parte.
240 AGN, Tierras, vol. 552, 1a. Parte, exp. 3, Cuaderno 1º, ff. 6v-7v.
241 Ibíd., f. 8v.
242 Ibíd., ff. 2-2v.
243 Ibíd., f. 9.
97
El 18 de marzo de 1722, en la misma cabecera, se tomó testimonio a seis testigos por parte
de Amatlán, quienes argumentaron que los naturales de dicho pueblo habían poseído las tierras
desde que sus antepasados las obtuvieron, “y en especial de una cañada que está entre dichos dos
pueblos”. Además dijeron que cuatro años antes se realizó la vista de ojos de las tierras del
pueblo de Amatlán, fue en ese momento que los naturales del pueblo de Suchitepeque mostraron
su inconformidad sobre la posesión de una loma, diciendo que esa era el centro de su merced.
Más abajo de dicha loma se encontraba una cañada que estaba sembrada con maíz, por lo que el
juez determinó dejarlos en posesión de ellas al confirmar que las poseían de facto y estaban muy
cercanas a su pueblo.
El sitio que decían los de Suchitepeque era el centro de su merced —a decir de uno de
estos testigos— no podía ser cierto, pues “tan cercano a pueblo no se podía hacer”. La mayoría
de los testigos sostuvo que no habían oido hablar nunca de dicha merced de Suchitepeque.244 Al
mismo tiempo, los oficiales de república de Amatlán presentaron una “Memoria de los linderos y
parajes del pueblo de Santiago Amatlán”; se trataba de la composición de sus tierras que
obtuvieron en 1721. Aunque las autoridades de Suchitepeque conservaban el título del pueblo,
éste se hallaba en tan mal estado que no se tomó en cuenta como prueba de que el sitio que
sostenían les pertenecía.
Los seis testigos presentados por Amatlán eran indios, dos de la cabecera de Nochixtlán,
dos de Chachuapam, de esa misma jurisdicción, y dos más de Yanhuitlán. El más joven tenía 60
años, mientras que el más anciano 80. Estos testigos dijeron que los naturales de Amatlán han
poseído quieta y pacíficamente las tierras en disputa, "en especial de una cañada que está entre
dichos dos pueblos”, por lo que la merced de tierras debía estar en otro lugar. Varios de ellos
declararon haber estado presentes durante la vista de ojos practicada durante la composición de
tierras de Santiago Amatlán, en 1717.
Con base en las condiciones que la merced, ésta tendría que haberse invalidado tras no
mantener las quinientas cabezas de ganado de forma permanente; incluso, el área había quedado
abandonada. Los naturales de Suchitepeque argumentaban que esta situación se había dado por
enfermedades que habían afectado a la población. Una vez sucedido esto, los naturales de
98
Amatlán habían extendido su posesión hacia el poniente sobre el territorio de Suchitepeque. Es
posible determinar que durante el proceso de congregación de finales del siglo XVI, Amatlán fue
trasladado a un sitio denominado “Yodohuendatti” o “Huehedatti”, a unos 5 kilómetros al
poniente; no obstante, en algún momento de la siguiente centuria volvieron a su actual ubicación.
El teniente de la provincia de Yanhuitlán atendió la presentación de testigos de Amatlán y
dijo que daba por terminada la presentación de información, “y en virtud y constar de su
posesión debía mandar y mandó se mantengan en ella [en la tierra en disputa] los naturales de
dicho Amatlán”, y que se les devolviera el original de su título de propiedad, el memorial de
linderos y composición de tierras que se estudió con anterioridad.245 La información se envió a la
Real Audiencia en la Ciudad de México.
Tras la primera sentencia emitida en marzo de 1722 a favor de Amatlán, Suchitepeque
apeló nombrando a un nuevo defensor en la Ciudad de México, quien solicitó que se escuchara a
nuevos testigos. Amatlán también nombró a un nuevo defensor.
El 2 de mayo de 1722, Joseph Pérez de Santoyo, representante de los naturales de
Suchitepeque, dijo que renunciaba al juicio posesorio e iniciaba una demanda contra lo naturales
de Amatlán por la propiedad de las mismas tierras. Pidió que se realizara una vista de ojos y se
formara un mapa de los pueblos mencionados, con distancia entre cada uno de ellos, y que se
reconociera el sitio en el que se había asentado Amatlán anteriormente, para después haber
bajado sus casas “hasta ponerse a vista del centro de esta merced”.246
El 6 de julio, el representante del común y naturales de Amatlán, Joseph Rodríguez de
Guzmán, pidió a la Real Audiencia que reconocieran la posesión y propiedad de las tierras en
cuestión a sus representados.247 Durante los siguientes dos años, ambos pueblos cambiaron de
representantes. Por parte de Suchitepeque se hicieron diversas peticiones a la Real Audiencia
para que se reabriera el caso y se admitieran nuevas pruebas y testimonios.
El 4 de septiembre 1724 se emitió un Real Acuerdo en el que se encomendó este pleito al
Relator Carrillo248, por lo que el caso entró una nueva vía alterna a la Real Audiencia. De esta
99
manera, en noviembre, en una Real provisión se ordenó a los naturales de Suchitepeque que
presentaran nuevos testigos e información conveniente, en un periodo de ochenta días desde
noviembre de ese año. En el documento se indicaron las pautas que debían seguirse en las
diligencias, entre las que destaca que ambas partes ofrecieran argumentos sobre su posición
“encargándoles el secreto hasta la publicación de testigos”.
De esta manera, en noviembre de 1724, en una Real Provisión para que Joseph de Veitia
elaborara un mapa sobre las tierras en litigio
con demarcación de centros y linderos, con peritos que nombren las partes, y con su citación,
recibiendo antes información de identidad concordando dicho mapa entre las partes, testigos
de identidad y peritos así nombrados, formándole todos; y en caso de discordar alguna de las
partes o de los peritos, haréis que se ponga certificación en los autos y la razón porque no
concuerdan. 249
Una vez hecho el mapa y las diligencias, debía enviarse limpio, cerrado y sellado a la Real
Audiencia en México, “con persona segura y de confianza”, a manos del teniente de escribano de
cámara. Resulta relevante que la institución no ordenó que se hiciera una vista de ojos, como
había solicitado el representante de Suchitepeque.
El 10 de marzo de 1725 Antonio Joseph Vidaurre, representante de Suchitepeque pidió una
prórroga de cuarenta días más al presidente y oidores de la Real Audiencia, pues argumentaba
que a sus representados se les pasó, “no por omisión sino por su mera impericia porque dicho
término corrió desde el día tres de noviembre del año pasado de 1724, por lo cual y porque como
personas miserables”; y porque una vez que recibieron la Real provisión, no la realizaron, “por
haberse seguido la celebración de la Jura de su Majestad250 y haber luego seguidose las pascuas
del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo” 251. Por tales motivos, solicitaba que se otorgara su
petición, ya que ambas partes serían beneficiadas por ello.
Unos días más tarde, fue recibida una petición del representante de los naturales de
Amatlán, Joseph Rodríguez de Guzmán, en la que “por habérsele pasado [el término asignado
originalmente] a la parte contraria sin darla [la Real provisión para las diligencias]”, pidió la
249 Idem.
250 Esta celebración hace referencia al arribo al trono de Luis I de España, hijo de Felipe V el 15 de enero de 1724.
No obstante, el reinado de este monarca duró sólo ocho meses, pues murió de viruela. Tras su muerte, su padre
volvió a ocupar trono.
251 Ibíd., f. 51v.
100
restitución de los cuarenta días y que éstos también se restituyeran a la parte contraria para que
pudieran probar lo que les conviniese por igual. Así, el 14 de marzo, la Real Audiencia en la
Ciudad de México aprobó la restitución de los cuarenta días, contados desde el 22 de marzo. La
información que produjeron estas diligencias conforma el extenso Cuaderno 2º del expediente de
tierras sobre este pleito.
En este cuaderno, primero se integró el interrogatorio para los testigos de Suchitepeque,
mismo que ya había sido presentado y aprobado desde el 4 de diciembre de 1724 ante la Real
Audiencia. Las preguntas del interrogatorio versaban sobre el tiempo en que se otorgó la merced
y su ubicación en el territorio, sobre si Amatlán había ido recorriendo sus tierras hacia este
pueblo; y sobre las causas por las cuales los naturales de Suchitepeque habían dejado de sembrar
sus tierras y ocupar el sitio de merced con su ganado menor. Los 30 testigos fueron presentados
por el alcalde, regidores y oficiales de república de Suchitepeque, el 17, 18 y 19 de abril de
1725.252
Paradójicamente, parece ser que los testimonios registrados se hicieron con base en un
machote, pues algunos son idénticos y otros sólo añaden algunos detalles de información. La
edad de los testigos iba desde los 50 a los 100 años y todos ellos eran indios principales o indios
de pueblos cercanos a Suchitepeque. Mediante el intérprete Juan de Palacios, dijeron que oyeron
decir a sus padres y otros ancianos que el virrey Marqués de Guadalcázar hizo una merced a
Suchitepeque, cuyo centro está en el paraje llamado Ytnutiyaha, en términos de este pueblo,
junto al camino que viene de Nochixtlán y va para Amatlán, y “vereda que sale de este de
Suchitepeque para el monte”.
También oyeron decir a muchos principales viejos que anteriormente el pueblo de Amatlán
distaba una legua de dicho paraje pero que en ese momento se hallaba a plena vista porque los
naturales se mudaron de sitio. Y que lo tenían por cierto “porque ha visto las ruinas que hoy
permanecen del paraje [en] que antes estuvo”. Y que se han ido introduciendo y sembrando las
tierras de Suchitepeque.
Además respondieron que habían escuchado comúnmente decir que los de Suchitepeque
tenían poblado el paraje con ganado menor, pero que se les murió y no pudieron repoblarlo, por
101
lo que el paraje quedó desierto. En esa época, los indios perdieron la merced y no pudieron
encontrarla.
Uno de los testigos, de nombre Domingo Hernández —indio principal de Yanhuitlán, de 51
años—, dijo que siendo gobernador de la cabecera de Yanhuitlán en 1714, supo que los de
Suchitepeque buscaban la merced, y que después la encontraron. Dijo que él pudo verla en 1717,
cuando la mostraron en defensa de sus tierras a Félix Chacón, alcalde mayor de esta provincia,
mientras se hacía el reconocimiento para la composición de las tierras de Amatlán.
Una vez registrados los testimonios, los naturales de Suchitepeque solicitaron que en el
momento de elaboración del mapa de las tierras del litigio “se tenga presente la merced que
tenemos presentada para tantear las distancias que en dicha merced expresa”.253 Ante esta
petición se hizo un auto en el que se nombró a dos peritos del mapa: Salvador de Figueroa y
Andrés de Guadalupe; ambos españoles vecinos del pueblo de Yanhuitlán, por ser “personas
inteligentes para este efecto”. Además, se ordenó a la Real justicia del Partido de Nochixtlán que
se citara a los naturales de esa cabecera, a los de Chachoapam, y a los de Amatlán; ambos de esa
jurisdicción, para que estuvieran presentes en el momento de la elaboración del mapa y de la
vista de ojos.254
Al mismo tiempo se nombró a dos testigos “de identidad de las tierras del litigio”, uno
español y otro indio, quienes respondieron que estaban prestos para señalar las tierras en cuanto
se les fuera solicitado. El regidor del pueblo de Amatlán, Felipe García, respondió que se daba
por citado.
El 20 de abril se elaboró el primer mapa, y al concluir las diligencias el teniente general
“las remitió y remitió cerradas y selladas, como se manda, a su Real Alteza, señores Presidente y
Oidores de la Real Audiencia de esta Nueva España.”255
El mismo día el teniente general de la provincia ordenó que al día siguiente, sábado 21 de
abril, se tomara testimonio a los testigos que se pudiere, y se identificaran las tierras para que el
23 se elaborara otro mapa. Después se citó a las autoridades de Suchitepeque, que eran Juan
102
Diego, Marcial de la Cruz y Andrés de la Cruz; alcalde, regidor y alguacil mayor,
respectivamente.256 Además, el regidor y oficiales de Amatlán presentaron tres testigos de
identidad para la elaboración de otro mapa, según orden del teniente general de la provincia;
quienes respondieron que estaban prestos a dar la información que se les solicitara sobre las
tierras en litigio.
Las preguntas para los naturales de Amatlán, consistían en saber si Suchitepeque había
obtenido una merced de tierras para un sitio de ganado menor en el paraje Ytnutiyaha. Además,
si ese paraje correspondía con el sitio que indicaban que era su merced o se trataba de otro lugar.
Asimismo, si Amatlán se había mudado de lugar en el pasado; y desde cuándo poseía las tierras
que ocupaba en ese momento. También, se ordenaba la elaboración de un mapa en el que
mediante una vista de ojos se señalaran los parajes y linderos de ambos pueblos, así como el
paraje Ytnutiyaha y las tierras en disputa.
El interrogatorio que se aplicó a los veinte testigos presentados por Amatlán entre el 20 y
27 de abril de 1725 en Amatlán y Teposcolula, debido a que el teniente general de la provincia
tuvo que trasladarse a esa otra cabecera.257 Estas personas fueron tres españoles, uno de ellos
fraile dominico de Nochixtlán, dos mestizos y quince indios principales e indios, con edades
desde los 36 hasta los 90 años. En un apartado próximo analizo las procedencias de cada uno de
ellos y algunos elementos de sus declaraciones.
De ellos destaca que los testimonios registrados con mayor detalle fueron los de los
españoles y los mestizos. El Reverendo padre presbítero de la doctrina de Nochixtlán, fray
Manuel del Rosario y Zárate, de 57 años, dijo que había oído decir a muchos indios ancianos de
Yanhuitlán y Nochixtlán, “y otros, que la merced que los naturales del pueblo de Suchitepeque
tienen de un sitio para ganado menor está en el mismo paraje en que la asignaron al tiempo que
la consiguieron el cual se nombra en lengua Mixteca Ytnutiyaha”. Añadió que cinco años atrás
(1720) había sido cura de la cabecera de Yanhuitlán, y en ese entonces, Amatlán formaba parte
de esa doctrina, pero en el momento del pleito se administraba por Nochixtlán. Por su cercanía
con estos pueblos, vio muchas veces que los naturales de Amatlán poseían las tierras del litigio
103
sin contradicción alguna y continuadamente, “por ser las que hay laboriosas”. Dijo que nunca vio
a los de Suchitepeque poseer las tierras ni tuvo noticia de que las hayan poseído en otro
momento. Sostuvo que en ese lugar no hay ningún paraje llamado Ytnutiyaha, por lo que lo que
peleaban los de Suchitepeque debió estar en otro lado.
Mencionó que las tierras que los de Suchitepeque se querían apropiar con el argumento de
la merced, estaban muy cerca de la última casa de Amatlán, “que distara de la última casa de esta
parte donde dicen hacer raya, dos tiros de arcabuz, y que donde están las cruces que se pusieron
cuando se posesionaron los de Amatlán de las tierras del litigio hasta el pueblo de Suchitepeque,
habrá media legua poco más o menos”.
Añadió que nunca oyó decir que el pueblo de Amatlán se haya fundado en otro paraje que
en el que se encuentra actualmente, “por lo cual tiene por cierto que en este mismo paraje ha
estado siempre desde su fundación desde la gentilidad, a que se añade que si no fuera así hubiera
tradición de su mudanza como la hay entre los religiosos ministros de su orden de otros muchos
pueblos que se mudaron”.
El resto de los testigos, con excepción de los dos españoles, dieron respuestas similares al
interrogatorio, salvo que todos ellos tenían conocimiento de la situación porque pastaban sus
ganados cerca de la zona del litigio. Y los españoles, padre e hijo, informaron que desde hacía
cuatro décadas habían arrendado tierras a los naturales de Amatlán, en una zona contigua a la del
litigio.
El 22 de abril, en medio del interrogatorio, el escribano mandó citar a Pedro de la Cruz,
Gabriel de la Cruz y Antonio Silva, gobernador y alcaldes de la cabecera de Nochixtlán; así
como a Simón, López y Jacinto Valles, alcaldes de Chachoapam, para que estuvieran presentes
en la elaboración del mapa. Además se nombró como peritos a Juan Valdés, español, y a
Francisco Espinoza, mestizo, ambos de Teposcolula; quienes respondieron que formarían el
mapa “a todo su leal saber, y entender, y que si les ofreciere duda la consultaran con personas
que les saque de ella, de tal forma que quede formado como se debe”, so pena de sus personas y
bienes.258
104
El 23 de abril, “en el campo, términos de las tierras que litigan”, los naturales de
Suchitepeque presentaron una petición ante son Joseph de Veitia, teniente general, para que su
contradicción quedara registrada en las diligencias, ya que en días anteriores, en el momento de
la elaboración del primer mapa, habían presentado su merced, en la que se indicaba que las
tierras en posesión de los de Amatlán formaban parte de su sitio de estancia para ganado menor;
por lo que, decían, “contradecimos dos y tres veces, y cuantas el derecho nos permite todo”.
El 18 de junio, Antonio Joseph de Vidaurre pidió ante la Real Audiencia en la Ciudad de
México la publicación de los testimonios y la información recabada hasta el momento por parte
de los naturales de Amatlán; no obstante, diez días después volvió a enviar un escrito en el que
dijo que “por no haber dicho cosa alguna en el término que se debió hacer que es pasado, les
acuso de rebeldía” y de querer perjudicar a sus representados con tanta dilación259. El 4 de julio,
el representante de los de Amatlán dijo haber sido notificado, pero no hubo más respuesta ni
movimientos sino hasta el 29 de agosto, en que Joseph Rodríguez de Guzmán, por Amatlán,
envió una petición que fue leída en la Real Audiencia.
En dicha misiva decía que sus partes habían realizado las diligencias conforme a lo
ordenado, por lo que estaban conforme a derecho en posesión y propiedad de las tierras del
litigio. En esta larga argumentación, Rodríguez de Guzmán también sostuvo que con base en los
testimonios presentados y con la elaboración del mapa se demostró que la información sobre la
merced de Suchitepeque “convence de falsa y temeraria pretensión”, puesto que la distancia
entre dichas tierras y el pueblo de Amatlán era muy corta. Asimismo, dijo que aunque los testigos
de Suchitepeque eran todos mayores de sesenta y ochenta años, sus testimonios no fueron
relevantes en cuanto al argumento de que Amatlán se había mudado de paraje. Por lo cual insistió
en que “dicho Pueblo de Amatlán se mantiene y conserva en la misma fundación, situación y
lugar que tuvo desde su principio en la gentilidad; sin haberse mudado su población, casa ni
iglesia a otro lugar alguno; y los testigos añaden que si se hubiera mudado, hubiera alguna
tradición o noticia de haberlo hecho, como la hay de otros pueblos circunvecinos que se
mudaron”.260
105
Incluso hizo mención de la Real Cédula de 1697 según la cual, se debía otorgar 600 varas
de tierra por cada viento a cada pueblo, pues sostuvo que al querer despojar a sus partes de sus
tierras “es querer que no tengan pueblo ni gocen de las tierras y privilegios que les son
concedidos […] y como a indios reducidos y sujetos se les deben conservar las tierras como
antes las hubieren tenido en conformidad de lo determinado por leyes de este reino”. Pedía
finalmente que al ser la parte demandada, los de Suchitepeque debían pagar las costas del litigio.
El 8 de octubre, el nuevo representante de los naturales de Suchitepeque, Francisco
Antonio Rosales, dijo en una petición que sus partes habían demostrado tener razón y derecho
sobre la posesión y propiedad del sitio de estancia de ganado menor, por lo que pedía justicia a la
Real Audiencia. Sostenía que, con base en la merced de 1614, los testimonios de los treinta
testigos presentados y el mapa elaborado, era claro que las tierras del litigio eran propiedad de
Suchitepeque. Argumentó que los testigos hicieron clara referencia a “que los de Amatlán, se han
ido extendiendo y fabricando casas casi hasta los términos de Ytnutiyá (sic), mudando el pueblo,
y declaran con tanta verosimilitud que todas se refieren a las ruinas del pueblo antiguo, que se
hallan patentes.”261
Añadió que era contradictorio que los testigos de Amatlán negaran que existiese un paraje
llamado Ytnutiyaha, toda vez que en la merced de 1614 se indicaba ese nombre y las referencias
de su ubicación. Finalmente, lamentó que los naturales de Suchitepeque carecieran de títulos del
pueblo para demostrar la propiedad de sus tierras. La petición fue leída en la Real Audiencia, y
mandaron que “el relator traiga vistos los autos”. No obstante, el caso quedó detenido por varios
años.
El 22 de marzo de 1729, Rodríguez de Guzmán dijo que el relator tenía ya el memorial
ajustado de los autos del caso; es decir, que había hecho relación de toda la información recabada
hasta entonces. En ese momento pagó las “tiras”, o los derechos de escribanía, por 173 fojas, que
equivalía a tres pesos y dos reales para el secretario, tres reales al teniente y un real al oficial de
autos “por su conocimiento”. Según consta en el documento, la suma equivalía a la mitad de lo
que pagaban los españoles por ese derecho.262 Del mismo modo, pero al año siguiente, el 2 de
106
diciembre de 1730, el nuevo representante del común y naturales de Suchitepeque, Nicolás de
Penagos, procurador de indios, pidió que se le entregasen los autos del litigio. Al mismo tiempo,
también pagó las mismas cantidades por las “tiras”.
Después de revisar los autos, el 26 de abril de 1731, el fiscal protector263 ofreció un alegato
en el que sostuvo que no debían desestimarse las declaraciones de los treinta testigos de
Suchitepeque, “de oídas”, que hacían referencia a la merced otorgada en 1614. Los testigos
declararon que el sitio de estancia en cuestión estaba a una legua en ese entonces, pero que con el
tiempo los indios de Amatlán habían mudado su pueblo muy cerca de los términos de
Suchitepeque, a la par de que su ganado se les había muerto, por lo que abandonaron las tierras.
Para este fiscal, “estos méritos no pueden tener validación para la posesión de la cosa perdida, y
desamparada por más de año y días, pero para la propiedad son robustísimos fundamentos que
excluyen de su naturaleza cualesquiera ápices que de contrario se opongan por ser los supra
insertos acreedores de toda Justicia que pide.”264
Esta petición no fue tomada en cuenta por la Real Audiencia, pues no recibió respuesta
alguna ni confirmación de lectura frente al presidente y oidores. En los siguientes meses, el
representante de los naturales de Amatlán pidió a la Real Audiencia que se hiciera relación del
pleito y que se le hiciera justicia a sus partes.
Después, el 24 de julio, el presidente y oidores de la Real Audiencia de la Nueva España,
dijeron “que habían y hubieron por concluso este pleito, y mandaban y mandaron se traigan
vistos [los autos del pleito] en definitiva”.265 El protector de los naturales antes mencionado se
dio por notificado, y lo firmó el 4 de agosto siguiente.
Fue el 10 de octubre cuando el presidente y oidores de la Real Audiencia emitieron su
fallo, mismo que aquí reproduzco:
Fallamos que debemos declarar y declaramos no haber probado su acción y demanda y
demás que debió probar la parte de los naturales de San Juan Suchitepeque y haberlo hecho
de sus excepciones la de los del Pueblo de Santiago Amatlán, y en su consecuencia debemos
absolver y absolvemos a estos de la demanda puesta por parte de los de Suchitepeque, por
esta vía sentencia definitiva. Así lo pronunciamos y mandamos.266
107
El 24 del mismo mes, la sentencia fue leída a los representantes Nicolás de Penagos, por
Suchitepeque, y Joseph Rodríguez de Guzmán, por Amatlán. Al mismo tiempo, el licenciado
Penagos impugnó la resolución y pidió a la Real Audiencia que se le entregaran nuevamente los
autos del caso “para expresar agravios”.
A finales de ese mismo mes, el alcalde de San Juan Suchitepeque, ahora sujeto a la
cabecera de Santiago “Tihullu” (Tillo), al suroeste de Yanhuitlán, suplicó que se revisaran los
autos
“para ver si es suplicable la sentencia de vista de la Real Audiencia, y porque en la primera
instancia, no instruimos el derecho de nuestro pueblo con la [sentencia] ejecutoria que
obtuvimos, el año pasado de mil seiscientos y noventa y tres, en que se fijaron las mojoneras
antiguas, y se deslinda el jirón de tierra, comprehendida inclusamente [sic] la ubicación del
sitio Ytnutiyaha”.267
Señaló además, que una epidemia general268 asoló al pueblo, por lo que perdieron la merced y el
ganado se les murió, por ello desampararon el sitio, sus casas y nopaleras. En ese contexto, los
de Amatlán se introdujeron en sus tierras, pasándose del pueblo antiguo al nuevo; de ahí que en
el pasado la merced estuviese a una legua de distancia y en el momento del pleito la distancia
fuera mucho menor.
Por lo anterior, pedía que se mandara citar a los naturales de Amatlán, pues con la
sentencia ejecutoria de 1693 ofrecerían información para demostrar la ubicación precisa del
antiguo asentamiento de Amatlán, “certificando según las ruinas y cimientos”; además que
sostenía que “para los de Amatlán el nuevo hay tierras muchas, más de catorce leguas muy
fructíferas”. Pidió también que se mostraran los parajes de Dumatiyechi e Ytnuachito,
comprendidos en el jirón de tierras que se habían arreglado con Nochixtlán, a favor de
Suchitepeque, Sinaxtla y Sayultepec.
La petición del alcalde de Suchitepeque fue aceptada por la Real Audiencia y se inició un
nuevo proceso de recepción de información que conforma el Cuaderno 3º del expediente del
108
pleito. El 16 de agosto de 1732 se inició la recepción de nueva información, la vista de ojos y el
cotejo con la sentencia ejecutoria de 1693 a favor de Suchitepeque.
Según este expediente, hasta 1725 Amatlán y Suchitepeque eran pueblos sujetos de
Yanhuitlán,269 pero en 1731, con la reapertura del caso, Suchitepeque fue mencionado como
“sujeto a la cabecera de Santiago Tihillu (Santiago Tillo)”270 , localizado al sureste de Yanhuitlán,
perteneciente a la provincia de Teposcolula. Este dato es relevante si se toma en cuenta que
Suchitepeque había intentado cambiar su estatus como pueblo sujeto anteriormente.
Kevin Terraciano menciona que en 1688 Suchitepeque y Tecomatlán —otro pueblo sujeto
localizado al sureste de la cabecera— se separaron de Yanhuitlán. 271 No obstante, el autor no cita
ninguna fuente que apoye su argumento. Por otro lado, es preciso recordar que en febrero de
1677, los naturales de Suchitepeque habían intentado separarse de Yanhuitlán, animados por un
mestizo llamado Juan Rodríguez272. Y, aunque el intento fue infructuoso, dejó entrever que un
personaje aparentemente externo se alió con los alcaldes y regidores del pueblo para buscar su
separación.273
Por su parte, Edgar Mendoza explica que en 1721 Yanhuiltán y sus pueblos sujetos
iniciaron un pleito contra el cacique, don Martín José de Villagómez, cuando supieron que
pretendía componer las tierras del cacicazgo. Los naturales se opusieron a lo que ellos
consideraban un despojo, pues sostenían que las tierras que ocupaban eran de su propiedad274. El
caso es citado originalmente por Marcelo Carmagnani; y, en los once pueblos de Yanhuitlán fue
mencionado Amatlán pero no Suchitepeque. Paradójicamente, este caso como el del pleito contra
Amatlán se llevaron de forma paralela.
pues, en contra de sus atribuciones, pedía dinero y pastura para sus bestias, y había establecido nuevos impuestos en
el tianguis que ahí se realizaba; además, castigaba con prisión y azotes a quienes no cumplieran con sus exigencias.
Por lo cual, pedían que se le ordenara dicho funcionario que sólo ingresara al pueblo a cobrar los tributos y que no se
inmiscuyera en los asuntos de la autoridad local de Suchitepeque. AHJ, Teposcolula, Civil, leg. 10, exp. 39.01, ff.
6-6v.
274 Edgar Mendoza, “Las composiciones…”. op. cit., p. 272.
109
Esta situación permite comprender lo complejo que era el esquema cabecera-sujeto que
prevalecía en la época y cuáles eran las relaciones jerárquicas entre los pueblos y sus estancias.
Si Suchitepeque era sujeto de Yanhuitlán, no queda claro por qué se añadió entre 1725 y 1731 a
otra cabecera que pertenecía a otra provincia. Tampoco queda claro cuál fue el papel que jugaron
Yanhuitlán, Tillo y Teposcolula en este proceso judicial. Es posible que Suchitepeque haya
intentado que el juicio contra Amatlán se reabriera apelando a otras autoridades; no obstante de
mantener el mismo estatus jurídico. Para Edgar Mendoza, la defensa por la autonomía y la lucha
por el reconocimiento de las tierras contribuyeron al surgimiento de un sentimiento localista,
como respuesta a “las rupturas de los valores colectivos y a la aguda crisis entre los caciques y
sus pueblos”.275
En 1732 el teniente general alcalde mayor de Teposcolula era ahora Juan de Mora Laviada,
y el representante del común y naturales de Suchitepeque era Baltazar de Vidaurre —
posiblemente hijo de Antonio Joseph de Vidaurre, el antiguo representante—. El 10 de mayo de
1734 Vidaurre pidió a la Real Audiencia que el teniente del pueblo de Yanhuitlán verificara si el
pueblo de Suchitepeque fue despojado del paraje llamado “Ytnuachito” por los naturales de
Nochixtlán; no obstante después obtuvieron resolución a su favor para recuperarlo en 1693.
Además pidió que se averiguara la distancia entre el pueblo de Amatlán y el paraje donde se
suponía que se había asentado en el pasado. Asimismo, ordenó que certificara si había catorce
leguas de tierra para Amatlán y si con motivo de la epidemia que asoló al pueblo de
Suchitepeque su tianguis se pasó a Yanhuitlán.
El 16 d agosto de 1734 el teniente citó a Andrés de Silva, Diego Hernández y Pascual de
Silva; regidor, alguacil y juez de Amatlán para las diligencias que se harían al día siguiente. El 17
de agosto, Lorenzo Ramos de la Cruz, alcalde de Suchitepeque presentó a seis testigos en el
pueblo de Yanhuitlán para ofrecer información al respecto.276 Estos testigos tenían muy alta
“calidad”, y el más joven de ellos era un español de 64 años, natural de la ciudad de Antequera y
vecino de Yanhuitlán desde hacía cuarenta años. Los demás testigos, eran indios principales y
110
cuatro de ellos declararon ser ladinos en la lengua castellana, por lo que declararon sin intérprete.
Cuatro eran naturales y vecinos de Yanhuitlán, mientras que uno era de Soyaltepec.
De todos ellos, destaca Sebastián de Mendoza, que tenía 103 años de edad. Su declaración
consistió en que, sobre el pleito con Nochixtlán por el paraje Ytnuachito, “todo lo vio y conoció
el testigo”, y dijo que los Amatlán “tenían su pueblo como a una legua y media de donde ahora lo
tienen en el paraje nombrado “Huehedatti”, donde hasta hoy se mantienen los frementos [sic] de
la iglesia y algunas casas de dicho pueblo de Amatlán y si es necesario pondrá a su merced en los
parajes que lleva expresados”.277
Una vez recabados los testimonios, debía hacerse la vista de ojos sobre el paraje Itnuachito,
por lo que se citó al gobernador, alcaldes y república de Nochixtlán, así como a Andrés Silva,
Diego Hernández y Pascual de Silva; regidor, alguacil mayor y juez de Amatlán para que
asistieran. El alcalde mayor de Nochixtlán era Bernabé Berredo y Márquez, a quien el teniente
general de Yanhuitlán pidió que se hiciera averiguación por vista de ojos “de la distancia que hay
del nuevo pueblo de Amatlán a donde se hallaba antiguamente”. También pidió que se citara a
los de Nochixtlán “para que ocurran a la raya y lindero de esa jurisdicción” cerca del paraje
Itnuachito.278
Durante la vista de ojos, se recibió una larga petición de los naturales de Amatlán en la que
argumentaban que la merced de tierras de Suchitepeque fue concedida sin citar a los colindantes,
ni señalar los linderos de ella. Además, argumentaron que la referida merced “había ciento y siete
años estaba perdida”. También sostenían que habían demostrado sus dichos con mayor autoridad
por los testigos que habían presentado: “dos sacerdotes, seis españoles, nueve naturales
principales, gobernadores, alcaldes de sus pueblos”; por lo que habían obtenido el fallo de la
Real Audiencia y provisión ejecutoria a su favor. 279 Añadieron que después del proceso en el que
estuvieron en la Ciudad de México volvieron a su pueblo “el que hallamos casi desolado a cauda
de una epidemia de viruela que en el había entrado”, por lo que demoraron casi dos años en sacar
de los autos del juicio la provisión ejecutoria a su favor.
279 Ibíd., f. 18
111
También argumentaron que en el pleito que tuvieron varios pueblos sujetos de Yanhuitlán
con Nochixtlán, entre ellos Suchitepeque, no obtuvieron fallo a su favor sino al contrario, pues
estas tierras se hallaban “en la boca de la cañada de Ytnutiyaha donde fue hecha su merced, de la
que perdieron la mitad”.
Es importante mencionar que en este argumento, los naturales de Amatlán dejaron ver tres
aspectos muy importantes del pleito por la propiedad de tierras. El primero es que reconocieron
la existencia del paraje Ytnutiyaha y su ubicación dentro de la zona en litigio. El segundo es que
conocían el pleito con Nochixtlán, llevado en 1693, pero dijeron lo contrario de lo que había
sucedido en su resolución final a favor de Yanhuitlán y sus pueblos sujetos. Y el tercer aspecto es
que las tierras dentro de los términos de Suchitepeque eran “las más fértiles de toda la Mixteca y
si hipérbole de todo el obispado, las que [los de Suchitepeque] no pueden sembrar porque son
muchas, y muchas más las de oriente lindando con los pueblos de Atatha [Sinaxtla], Yanhuitlán y
Chachoapam, al poniente su linde con Nochixtlán y otros en distancias de casi legua, y todas de
cultivo”.
Asimismo, decían los de Amatlán que ellos también poseían bastantes tierras, pero que no
todas se podían sembrar, por lo que lo hacían en laderas y cañadas, “excepto las del litis que se
quieren apropiar [los de Suchitepeque]”. El resto eran “montañas fragosas para pasto”, por lo que
no tenían más remedio que arrendarlas en tiempo de lluvias, a las que “entra un chinchorro de
cabras de el pueblo de San Pedro, nuestro colindante, que nos da una corta limosna para nuestra
iglesia”.280
Más adelante hablaron de la pérdida del tianguis de Suchitepeque, en 1694, en los
siguientes términos:
es cierto haberse mudado de feria o tianguis que tenían a el de Yanhuitlán pero falso el
supuesto de que por haberse desolado, habiendo sido por falta de agua, por lo que se fundó
litis que le pusieron toda la comarca de españoles y naturales los que alegaron los agravios
que recibían de hurtos de sus bestias y los más que recibían los naturales que concurrían a
dicha feria por los de dicho pueblo, y lo cierto es que por los abusos que se les probó contra
nuestra santa fe, y por los muchos vagabundos que se habían avecindado.281
112
Esta situación, decían los de Amatlán, había sido la ruina de los naturales de Suchitepeque, como
también la sería la “maliciosa pretensión” de apropiarse de sus tierras. Sobre este mismo asunto,
más delante el teniente general de Teposcolula y Yanhuitlán envió un informe a la Real
Audiencia en el que decía que el tianguis se trasladó a la cabecera “por lo deteriorado que dicho
pueblo se halla e incapacidad de poder dar avíos, un abasto al concurso de tianguis”.282
Después se insertó una larga transcripción del expediente de 1691-1693 en el que Sinaxtla,
Sayultepeque y Suchitepeque, pueblos sujetos de Yanhuitlán, tuvieron un conflicto por tierras
con Nochixtlán y obtuvieron fallo a su favor. En aquel entonces, Suchitepeque fue amparado en
la posesión y propiedad de un paraje nombrado “Ytnoachito”, colindante con Nochixtlán. Este
paraje a su vez colindaba con el paraje “Tiñodahui", parte de la zona en disputa en el pleito con
Amatlán. Por esa razón, los de Suchitepeque buscaron mostrar como prueba la posesión y
propiedad de esas tierras, a partir del pleito previo con Nochixtlán.
Así, el 3 de noviembre de 1734 el representante del común y naturales de Suchitepeque
pidió a la Real Audiencia la revocación de la sentencia de absolución de 1731, ya que “por las
diligencias nuevamente excusadas por la justicia, está constante el derecho que asiste a mis
partes a la propiedad de las tierras del litigio”, al haber demostrado con la información recabada
que Amatlán se había mudado hacia el poniente, muy cerca de los términos de Suchitepeque, y
que al haber obtenido un fallo previo a su favor en la posesión y propiedad del paraje
“Ynoachito” por haber tenido casas, corral y nopaleras en ese sitio.283
Como era de esperarse, el representante de Amatlán envió una respuesta a la Real
Audiencia el 15 de febrero de 1735 en la que pedía que se confirmara la sentencia de 1731, pues
sostenían que el paraje que demandaban los de Suchitepeque era distinto al que gozaban de
posesión sus representados; de igual manera que era distinto el paraje que se había disputado en
1693 que el de este pleito. Además, declararon que el interrogatorio realizado a sus veinte
testigos en 1725 demostraba que Amatlán no se había mudado de sitio.284
113
Al margen del folio de respuesta de Amatlán, aparece una glosa fechada el 30 de marzo de
1735 que indica que el fiscal de la Real Audiencia revisó los autos seguidos entre ambos pueblos,
y determinó que las nuevas diligencias e información recabada, a petición de Suchitepeque, no
alteraban la sentencia ya dada con anterioridad. Se indicó que las pruebas presentadas no añadían
información que hiciera referencia a la propiedad de las tierras por parte de Suchitepeque;
aunque en ningún momento se tomó en cuenta los testimonios de los últimos seis testigos
presentados por los demandantes el año anterior. Por lo cual, se concluía que “Vuestra Alteza se
ha de servir confirmar la referida sentencia, como de justicia que pide Vuestro fiscal”.285
En lo que conforma el breve Cuaderno 4º del expediente de este pleito, se hizo una nueva
petición, esta vez encabezada por “Miguel Gutiérrez, actual Alcalde, Juan de la Cruz, Juan de los
Santos, Nicolás Torres, Lorenzo de la Cruz, Regidores; Nicolás Hernández, Nicolás Martín, Juan
de la Cruz, Martín Hernández, Sebastián López, Mathias Hernández”, todos ellos indios
principales de Suchitepeque; en la que solicitaban que fueran citados dos indios de San Mateo
Zuzultepeque [Yucucuy] y otro más vecino de Guajolotitlán [Huitzo]. Esta petición, fechada el
18 de abril, tenía el objetivo de aclarar su participación como testigos presentados por
Amatlán.286
Sin embargo, el 4 de mayo, habiendo visto los autos del pleito —que también se llevaba
con el Fiscal de su Majestad y el Fiscal protector general de indios de la Nueva España— el
presidente y oidores de la Real Audiencia, dijeron que “habían y hubieron por concluso este
pleito, y mandaban y mandaron se traigan vistos en [sentencia] definitiva”.287 De esta sentencia
fueron notificados los fiscales antes mencionados y los dos representantes de ambas partes del
conflicto, entre junio y julio de ese año.
Aún así, todavía el 18 de agosto, el procurador de indios por parte de Suchitepeque, Juan
Francisco de Xirón, explicó que los dos testigos naturales de Zuzultepeque habían testificado en
contra de Suchitepeque durante el pleito con Nochixtlán de 1693, y como el fallo había sido a
favor de sus representados, “en venganza” se presentaron como testigos de Amatlán es este
114
nuevo caso. Además, el otro testigo que citaron era apoderado de los naturales de Amatlán en el
momento de inicio del pleito, pero al mismo tiempo arrendaba tierras a este pueblo en la zona de
conflicto, por lo que sostenía que tenía otros intereses de por medio.288
Como respuesta, Amatlán desestimó estas nuevas diligencias, y sostuvieron que los de
Suchitepeque continuaban buscando invalidar testigos e información “en este pleito concluso”,
por lo que nuevamente pedían que se ratificara la sentencia ya emitida.
Finalmente, el 11 de julio de 1735, el presidente y oidores de la Real Audiencia
pronunciaron la siguiente sentencia:
Fallamos: que la sentencia dada y pronunciada por algunos de nosotros los oidores, a los diez
de octubre del año pasado de setecientos treinta y uno, en que declaramos no haber probado
su acción y demanda y demás que debió probar la parte de los naturales de San Juan
Suchitepeque; y haberlo hecho de sus excepciones la de los del pueblo de Santiago Amatlán,
y en su consecuencia absolvimos a estos de la demanda puesta por parte de los de
Suchitepeque. De que por parte de los naturales de el pueblo de San Juan Suchitepeque fue
suplicada; sin embargo del nuevamente dicho y alegado por las partes, debemos confirmar y
confirmamos, y debemos mandar y mandamos se guarde, cumpla y ejecute según se
contiene. Y por esta nuestra sentencia definitiva en grado de revista así lo pronunciamos y
mandamos. 289
En los meses siguientes, Amatlán solicitó que se le devolvieran los recursos invertidos en el caso,
pues parte de la sentencia condenaba a costas a los indios de Suchitepeque.
En noviembre 1763, el nuevo representante de Suchitepeque, Bernardo Cervantes,
procurador de indios, solicitó que aunque los autos no se habían seguido por mucho tiempo, aún
había en ellos “derechos que deducir”, por lo que pedía que se los enviaran para poder revisarlos.
Se le concedió la entrega por nueve días pero no sucedió nada. De igual forma pasó en
septiembre de 1774, cuando Joseph Fernández de Córdoba, también procurador de indios,
solicitó los autos que hacía mucho tiempo que no se seguían, para “promover las defensas de mis
partes”290. Fue el 29 octubre de 1774, cuando Joseph Fernández de Córdova, por los naturales de
Suchitepeque, consciente de que el pleito “se halla fenecido”, solicitó que se devolviera el
original de la merced de tierras que había sido presentado por sus partes. Los papeles se
devolvieron dos días después. En otros documentos del Archivo Histórico Judicial de Oaxaca, se
115
mencionan otros pleitos por tierras con Nochixtlán 291 y con el cacique Martín Gómez292, en los
que, durante 1799, Suchitepeque y otros pueblos circunvecinos estuvieron involucrados.
En el Archivo General Agrario 293 se conserva un expediente de un nuevo pleito entre
ambos pueblos sobre los “Títulos del común”, que se mantuvo vigente entre 1817 y 1895.
Considero que dicho pleito fue la continuación del que se llevó a cabo durante el siglo XVIII,
pero el escenario jurídico, político, económico y cultural fue radicalmente distinto para ambos
pueblos; principalmente porque en 1821 Nueva España se independizó de España, al año
siguiente San Juan Bautista Suchitepeque se convirtió en el “Ilustre Ayuntamiento de San Juan
Yucuita”, en 1825 se promulgó la primera constitución del Estado Libre y Soberano de Oaxaca y,
en 1857 fueron abolidas las tierras de los comunes en nuestro país, por medio de la constitución
liberal promulgada ese mismo año.
Por su parte, en la parte central superior de dibujó un círculo en el que se señaló que “Esta es una
loma baja pelada que dice Suchitepeque ser en centro del sitio de Itnutiyaha, y Amatlán y sus
testigos dicen que no tiene nombre y que está en el centro de las tierras que siempre ha gozado.”
293 AGA, Fondo Histórico, Arc. Agr., RTBC, exp. 276.1/11, leg., 2, 42 ff.
116
Imagen 4. Mapa elaborado el 20 de abril de 1725. Imagen tomada del sitio Mapas, planos e
ilustraciones del Archivo General de la Nación, con número de catálogo, 0773.
117
Imagen 5. Mapa elaborado el 23 de abril de 1725. Imagen tomada del sitio Mapas, planos e
ilustraciones del Archivo General de la Nación, con número de catálogo, 0774.
118
Imagen 6. Localización geográfica de las glosas de los mapas de 1725. Elaborado por Misael
Chavoya Cruz, modificado de Google Earth, 2018.
En ambos mapas el norte fue representado en la parte de arriba, el sur abajo y el oriente y
poniente a los lados, y aunque su elaboración no fue hecha con base en una vista de ojos —como
habían solicitado los naturales de Suchitepeque— ha sido posible localizar geográficamente los
lugares que se indicaron en ellos. Es preciso mencionar que, no obstante que no existió un
recorrido de reconocimiento de las tierras del litigio, los mapas se elaboraron in situ, por lo que
119
es probable que a ello se deba la simpleza con la que fue representado el espacio geográfico en
ellos.
Los mapas no dan cuenta de la extensión de tierras de ninguno de los dos pueblos en
disputa, pero sí permiten comprender lo que estaba en juego en este pleito: el control de recursos
naturales. Como los mismos indios de Amatlán argumentaron en 1734, las tierras que disponía
Suchitepeque, en particular las de la zona del litigio, eran “las más fértiles de toda la Mixteca y si
hipérbole de todo el obispado, las que [los de Suchitepeque] no pueden sembrar porque son
muchas y muchas más las de oriente lindando con los pueblos de Atatha (Sinaxtla), Yanhuitlán y
Chachoapam, a el poniente su linde con Nochixtlán y otros en distancias de casi legua, y todas de
cultivo”.
En la imagen de la vista de la zona en litigio desde el cerro Yucuita (imagen 7), es posible
apreciar que las tierras disputadas son un fragmento de valle, por el cual atraviesa un río que las
irrigaba, además de que las cañadas también proveían de nutrientes importantes que las hacían
sumamente fértiles. Aunque en la actualidad las dos lomas que se aprecian a la izquierda y
derecha de la imagen han sido reforestadas, en la época del conflicto se les mencionó como
referentes geográficos, denominándolas “loma pelada”.
La de lado derecho fue señalada con las glosas 4 y 5 de los mapas, en las que indica que
“De este paraje se camina para el oriente y en la cima de la loma pelada está este [paraje]; los
naturales de Suchitepeque dicen se llama Ytnuasada, y los de Amatlán Ytnuachito; es linde para
el sur con Nochixtlán”.
Por su parte, en la loma del lado izquierdo se corresponde con la glosa 12 que es el círculo
dibujado en los mapas. Esta mención evidenciaba el alto interés por los recursos que se podían
obtener de ella. En primer lugar, posibilidades de cultivo de maíz o frijol en las terrazas de sus
laderas; en segundo, la obtención de materiales pétreos para construcción, pues de ahí se sacaba
piedra caliza;294 y en tercer lugar, cabe la posibilidad de que esa loma tuviese aún en el siglo
XVIII un sentido ritual o simbólico, tanto por el significado del nombre que le asignaban los
294El señor Gregorio Miguel me comunicó que de esta zona obtuvieron los materiales para la construcción del
templo de Santiago Amatlán, en el siglo XVIII.
120
indios de Suchitepeque —“Loma del águila”—, como porque existen vestigios de una gran
construcción prehispánica, aunque no ha habido ninguna exploración arqueológica.
Imagen 7. Vista hacia el oriente de la zona en litigio desde la cima del cerro Yucuita, antes
Suchitepeque. Fotografía de Misael Chavoya Cruz, 2016.
Los vestigios consisten en un largo muro de contención en cuya parte baja se aprecia una gruesa
capa de cenizas y algunos agujeros de desagüe. Es posible que esta construcción pertenezca al
periodo clásico, época en la que Yucuita se convirtió en el centro urbano más importante de la
Mixteca Alta. Los habitantes de Amatlán actual que poseen tierras en la zona han encontrado
algunos entierros prehispánicos y diversos objetos cerámicos y de material pétreo trabajado.
121
Imágenes 8 y 9. En un recorrido por la cima de la loma indicada como el centro de la merced
de tierras de Suchitepeque, el señor Gregorio Miguel me muestra el muro poniente de un
edificio prehispánico, de una altura aproximada de dos metros por veinte de largo.
Fotografías de Misael Chavoya Cruz, 2017.
Aunque el siglo XVIII era una época tardía para ubicar en la documentación la relación estrecha
de los pueblos con su paisaje ritual, es posible que aún quedaran resabios de los significados
simbólicos de parajes otrora muy importantes. Al menos he podido encontrar tres aspectos que
me llevaron a considerar el plano simbólico como explicación de la disputa por la zona: 1) la
interpretación en español de “Itnutiyaha”, 2) la intención misma sobre el control de los recursos
explotables de la zona, y 3) el muro prehispánico descubierto por los propietarios actuales de la
loma representada en los mapas de 1725.
La vista de ojos se realizó el 10 de agosto de 1734, partiendo de San Juan Bautista Suchitepeque
a las 8 de la mañana. Guiados por los testigos de la información y
“asistido de don Juan Joseph Sánchez, don Juan Joseph de Torres, don Joseph Guizado,
españoles y vecinos de la cabecera de Yanhuitlán; Lorenzo Ramírez de la Cruz, alcalde de
este dicho pueblo, con el gobernador de dicho pueblo de Santiago Tillo, y los regidores y
oficiales de república de este de Suchitepeque, el dicho interprete con otras muchas personas
de distintas calidades y yo el escribano”;
se inició el recorrido hacia el oriente por el camino real que iba hacia Amatlán.
Al llegar a una primera cruz inmediata, los naturales de Amatlán dijeron que era el paraje
lindero con Suchitepeque, pero el regidor de Suchitepeque contradijo, por lo que asentó en la
diligencia. Posteriormente, continuaron hacia el sur por la falda de una loma hasta otro paraje en
122
donde se encontraron con las autoridades y los indios de Nochixtlán, quienes agredieron a la
comitiva, pero el teniente general mandó que se mantuvieran en su lindero y se conservó la
calma. El recorrido prosiguió hasta otra cañada en la falda de un cerro, cuyo paraje se
denominaba Itnuasada, que era frontera con la jurisdicción de Nochixtlán.295
De dicha loma continuaron hacia el oriente y sur hasta una quebrada en donde había un
camino fronterizo que iba camino a Amatlán el viejo, según los testigos de identidad y los
naturales de Suchitepeque. Este paraje es donde estaba el rancho corral y nopaleras de
Suchitepeque, mencionado por algunos de los seis testigos que presentaron ese año para reforzar
sus argumentos. Posteriormente, se dirigieron hasta la cima de un cerro en donde estaban los de
Nochixtlán, quienes dijeron que se llamaba Itnuachito. Sobre una loma hacia el oriente llegaron a
otro paraje llamado Itnutiyeyi, que era frontera de Amatlán, que quedaba al norte; y, al sur,
Nochixtlán. Ahí se cerró la vista de ojos de los linderos colindantes entre Suchitepeque, Amatlán
y Nochixtlán.
Después, a las once de la mañana, pasaron al pueblo de Amatlán “por la cima del cerro,
quedando a la izquierda una cañada demorada la mayor parte de milpas de maíz, pertenecientes a
los naturales de Amatlán”. Desde el pueblo se partió sobre el camino a San Pedro Cántaros
atravesando un monte de encinos cuyas lomas eran amplias y formaban un llano. Después de
caminar poco más de legua, después de un aguaje ubicado en una cañada que corría de norte a
sur, dichos testigos se dirigieron por un camino a la derecha y al llegar a otro aguaje y cañada
subieron a un cerrito donde dichos dijeron que ahí había estado “la antigua situación del pueblo
viejo de Amatlán, y con efecto manifestaron a lo que parece algunos indicios de haber habido
cimientos digo fábricas, porque al parecer se descubren cimientos afirmando dichos testigos en el
primer vestigio que manifestaron tener noticia ser de la iglesia que hubo en dicho pueblo, cuyo
paraje dista del pueblo de Amatlán en concepto de los más del concurso y, a mi parecer legua y
media y en concepto de algunos dos leguas”.296
Muy cerca de dicho paraje, en la falda de un cerrito había una punta de ganado menor, que
dijeron ser de un rancho que los de Amatlán tienen arrendado a los naturales de “San Pedro
295 Este mismo paraje fue ubicado en los mapas de 1725, en las glosas 4 y 5.
296 AGN, Tierras, vol. 552, 1a. Parte, exp. 3, Cuaderno 3º, f. 13v.
123
Ayua”; por lo cual se constató que los de Amatlán, además de las tierras del litigio, tenían buena
cantidad de tierras de buena calidad, y aunque eran montuosas, podían producir cualquier
siembra de temporal.
Imagen 10. Vista de ojos practicada el 10 de agosto de 1734. He añadido los nombres de
algunos parajes actuales en la zona del litigio. De izquierda a derecha, el cuadro rosa
representa el asentamiento de Suchitepeque; la figura naranja, la zona de conflicto; el círculo
rojo, la cima de la loma indicada en los mapas de 1725; el círculo amarillo, la zona
reclamada por Suchitepeque, según la descripción del camino en el que se encontraba; el
cuadro azul, el asentamiento se Amatlán; y la elipse amarilla, el paraje donde se localizó el
pueblo viejo de Amatlán. La línea naranja representa el camino recorrido por la comitiva
durante la vista de ojos, saliendo desde Suchitepeque y terminando en Huehendatti o
Yodohuendati. Modificada por Misael Chavoya Cruz, de Ortofoto digital INEGI, 2018.
Parte del trabajo de investigación que aquí presento consistió en diversas jornadas de trabajo de
campo entre 2016 y 2018, en los dos pueblos del caso estudiado. Durante ellas, recorrí los
linderos actuales de estas comunidades y también los espacios que fueron representados en los
mapas del 1725 o registrados en el expediente de tierras, como el paraje Huehendatti,
Yodohuendati o Vendati. Cabe destacar que conté con la guía de un habitante de Amatlán,
reconocido en su localidad por la conservación de la memoria histórica de su pueblo y por el
124
conocimiento de las tierras, el nombre de sus parajes y sus significados: el señor Gregorio
Miguel.
Los recorridos se organizaron con base en los mapas de 1725, otros recursos cartográficos
más recientes y una copia del expediente de tierras que aquí he analizado. El objetivo fue
corroborar y contrastar los datos obtenidos de los documentos de archivo con la información
otorgada por el señor Gregorio, de tal manera que las reflexiones que se encuentran en estos
apartados son producto de un diálogo se suma importancia entre él y yo, en el que cada uno
aportó ideas que emanaron de nuestros propios referentes culturales.
Considero que el trabajo de campo es fundamental para la investigación etnohistórica pues
mediante los recorridos sobre el espacio estudiado es posible comprender la extensión de las
tierras de los pueblos, observar de manera directa los recursos naturales que pudieron explotar de
ellas, las distancias entre el fundo legal y las mercedes de tierras, o bien, comprender la
toponimia de los parajes y sus significados en relación con el espacio geográfico. Esta
metodología complementa el análisis de los documentos de archivo, la lectura de fuentes
secundarias, la utilización de herramientas digitales, y la realización de entrevistas con
pobladores de la región de estudio. Creo que este es el verdadero carácter del trabajo de la
Etnohistoria y la Geografía histórica.
Hoy en día, los habitantes de Santiago Amatlán conservan en su memoria colectiva el
recuerdo del conflicto con San Juan Yucuita —antes llamado San Juan Bautista Suchitepeque—.
Considero que esta situación se debe a que dicho problema se prolongó hasta finales del siglo
XIX. Según la vista de ojos y la información otorgada por los últimos seis testigos prestados por
Suchitepeque de en 1734, el paraje en donde se había asentado la población de Amatlán era
conocido como “huehedatti”.
En la actualidad, el paraje es conocido como San Francisco Yodohuendati o Vendati, y se
conserva la idea de que ese fue el “Amatlán viejo”.297 A diferencia de lo señalado en la vista de
ojos, actualmente ya no se encuentra ningún vestigio de las edificaciones antiguas, salvo algunos
297El análisis del nombre del paraje me ha llevado a establecer algunas interpretaciones sobre su significado. Es
posible que haga referencia al “Llano de la casa preciosa de nuestros abuelos”, “Llano de la casa verdadera de
nuestros abuelos”, o “Llano de la casa donde vivieron nuestros abuelos”. La descomposición por partes que
conforman el nombre del paraje sería así: Yodzo=Llano; Vehe=Casa; Ndaa=azul turquesa [precioso], cierto o verdad,
donde se vive; Tyii=abuelo.
125
desplantes de piedra entre la vegetación; no obstante, un Gregorio Miguel, habitante del pueblo,
me informó que hace varias décadas aún era posible verlas, pues la gente del pueblo conservaba
el sitio sin vegetación; pero, con el tiempo, las personas usaron las piedras para edificaciones
más actuales y hoy en día los árboles, arbustos y pasto impiden una vista amplia de la zona.
Imagen 11. Recorrido en el paraje San Francisco Yodohuendati, con el señor Gregorio
Miguel. La zona es plana y ligeramente inclinada, no obstante, lo abundante de la vegetación
impide visualizar los vestigios de las construcciones antiguas. Fotografía de Misael Chavoya
Cruz, 2017.
3.4. Los actores políticos, la dinámica de los pueblos en torno al conflicto por tierras
A lo largo del proceso judicial por la posesión y propiedad de tierras, San Juan Bautista
Suchitepeque y Santiago Amatlán presentaron setenta y dos testigos, y la mayor parte de ellos
dieron sus testimonios en 1725, como parte de las diligencias que arrojaron como resultado los
dos mapas anteriormente analizados.
Estos testigos ofrecieron información sobre las relaciones políticas y económicas entre los
pueblos sujetos y las cabeceras; así como entre las élites indias de esta región de la Mixteca Alta.
126
Aunque sólo dos manifestaron haber sido oficiales de república de sus pueblos, lo más probable
es que todos hayan ocupado algún cargo al menos una vez en sus vidas. Incluso es posible que al
momento de testificar alguno de ellos fuera parte de algún gobierno local.
También aportaron elementos para comprender las dinámicas sociales y económicas de una
población étnicamente diversa, pues en este proceso estuvieron presentes indios (40), indios
principales (23), mestizos (3) y españoles (6). Ello no implica que otros actores políticos no
estuvieran presentes en el Valle de Nochixtlán, como esclavos, caciques, mulatos y mujeres; sino
que en una región con población mayoritariamente india, los conflictos de tierras fueron
problemáticas en las que intervinieron casi exclusivamente varones: indios, españoles y
mestizos.
Las mujeres sólo aparecen como información adicional en su relación marital con los
testigos presentados. En total fueron mencionadas cincuenta mujeres, algunas vivas y otras
muertas, de edades que iban entre los 50 y los 95 años. Es de destacar que en aquella época, las
mujeres adquirían el apellido de sus esposos, o al menos así fueron registradas en los
testimonios. Además, resulta relevante que más de tres cuartas partes de ellas llevaban como uno
de sus nombres María. Otro dato importante es que todas las mujeres que fueron registradas eran
indias y esposas de indios; los españoles y mestizos que fueron testigos no indicaron si eran
casados o viudos, ni el nombre de sus esposas.
En este conflicto por tierras, como debió ser en los demás pleitos que se presentaron en la
región, participaron autoridades indias de varios pueblos y autoridades españolas de la Mixteca
Alta y de la Ciudad de México.
Durante el pleito, Suchitepeque presentó treinta y ocho testigos; cinco en las primeras diligencias
de 1722, treinta y dos en el momento de clímax del pleito, en 1725; y seis más en 1734, previo a
la sentencia definitiva después de haber sido revisada. De ellos, diecinueve fueron indios
principales, veintiún indios y tres españoles. Su procedencia puede organizarse en nueve pueblos
de las dos jurisdicciones del Valle de Nochixtlán. De Santo Domingo Yanhuitlán, cabecera de
jurisdicción a la que pertenecía Suchitepeque como pueblo sujeto (16 testigos), Santo Domingo
127
Tonaltepec (5), San Bartolo Soyaltepec (5), San Pedro Añañe (5), Santa María Chiyoyuhu o
Suchixtlán (5), San Pedro Topiltepec (2). De la jurisdicción de Nochixtlán, San Mateo Etlatongo
(2), San Francisco Tlacosahualtongo o Chindua (2) y Santa María Tiltepec (1). Sus edades
oscilaban entre los 37 y los 90 años, con dos sorprendentes casos excepcionales de dos indios
principales de Chindua y Yanhuitlán; de 100 y 103 años respectivamente.
En el momento de su testificación, la mayor parte lo hicieron por medio de intérprete, pero
destaca que entre los testigos indios, los últimos cuatro principales presentados en 1734
decidieron no hacer uso de este intermediario, “por ser ladino[s] en la lengua castellana”.
Posiblemente el resto de indios principales también hablaban castellano con fluidez, pero quizá
la decisión de no testificar mediante intérprete fue una estrategia para que sus palabras fuesen
tomadas más en cuenta por las autoridades españolas. Lamentable, y extrañamente, los últimos
seis testimonios no fueron tomados en cuenta para la sentencia final, aunque fueron presentados
en tiempo y forma, según mandamiento de la propia Real Audiencia.
Debido a que Suchitepeque era sujeto de Yanhuitlán, al menos hasta 1725, resulta normal
que la mayor cantidad de los testigos fueran naturales de ahí. Una de las preguntas que guiaron el
análisis del pleito de tierras fue sobre el papel que jugó la cabecera y el cabildo de Yanhuitlán,
frente a sus pueblos sujetos. Y todo parece indicar que aunque ambos pueblos llevaron relaciones
tensas desde el intento de separación del sujeto de 1677 y el traslado de su tianguis a Yanhuitlán,
en 1694; fue prioridad para éste testificar a favor de Suchitepeque y no de Amatlán. Mientras que
a favor del primero testificaron once indios principales y dos españoles de muy alta “calidad” de
la cabecera, para el segundo sólo lo hicieron dos indios principales. Además, los demás pueblos
que otorgaron testigos a favor de Suchitepeque eran sujetos de la misma cabecera, de la misma
forma que Amatlán.
Esta situación parece mostrar que las relaciones de Yanhuitlán con sus pueblos sujetos no
eran equitativas; al menos en la comparación entre los dos del presente caso. Mientras que la
cercanía entre Suchitepeque y Yanhuitlán les permitía estrechar relaciones, la aparente lejanía
con Amatlán, dispuso el panorama para que sus relaciones con los pueblos de la jurisdicción de
Nochixtlán fueran más cercanas. A partir de la información del extenso expediente, por el
número de testigos y su “calidad”, Suchitepeque fue respaldado en todo momento por su
128
cabecera; sin embargo, aún sigue abierta la interrogante sobre por qué Suchitepeque apareció
como sujeto de Santiago Tillo desde 1731.
Imagen 12. Procedencia de los cuarenta y tres testigos presentados por Suchitepeque entre
1722 y 1734. Modificado de Google Earth, 2018. Los marcadores amarillos indican los
indios principales o toho; los naranjas, los macehuales o ñandahi; los azules, los mestizos; y
los verdes, españoles.
Santiago Amatlán presentó veintinueve testigos durante todo el proceso judicial, seis en 1722 y
veintitrés en 1725. Al parecer fueron suficientes para que la Real Audiencia fallara a su favor.
Once de estos testigos fueron naturales de Nochixtlán, nueve de Chachoapam, cuatro de San
Pedro Quilitongo, dos de San Miguel Chicahua, y dos más de Yanhuitlán. Diecinueve de ellos
eran indios, cuatro indios principales, tres españoles y tres mestizos, característica que me resultó
relevante. Sus edades oscilaban entre los 35 y los 90 años.
Es importante destacar algunos elementos característicos de los tres españoles. El primero
de ellos, inició las testificaciones de 1725 y era un fraile dominico de 57 años que había prestado
servicios religiosos en Yanhuitlán y Nochixtlán; desde donde argumentó conocer estrechamente
las situaciones de los dos pueblos del pleito. Los otros dos españoles eran padre e hijo, y
129
representan al grupo social que durante el siglo XVIII comenzó a tener mayor presencia y
control económico en la Mixteca Alta: los rancheros españoles. Padre e hijo estaban avecindados
en San Miguel Chicahua, al norte de Amatlán, en una región de escasas tierras para el cultivo,
pero enormes extensiones para pastoreo de ganado. Dijeron que desde hacía más de cuatro
décadas que arrendaban unas tierras a Amatlán justamente para esa actividad. De hecho, el hijo
había nacido en un rancho dentro de los términos del dicho pueblo.
Resulta de suma importancia el uso que el representante y los naturales de Amatlán
hicieron de los argumentos en torno a la “calidad” de sus testigos y de los de Suchitepeque, pues
aunque la mayor parte de ellos fueron indios, en una misiva entregada por Joseph Rodríguez de
Guzmán el 29 de agosto de 1725 ante la Real Audiencia, sostuvo que sus representados habían
presentado
testigos mayores de toda excepción y de las calidades que por su naturaleza, oficio y
dignidad son recomendables, por ser sacerdotes, curas y españoles de dicho partido, de cuyas
circunstancias carecen los de la parte contraria. Aunque son mayores en numero, son todos
ellos de una misma calidad y naturaleza, pues los indios por sí son tan vacilantes que no
tienen permanencia ni consistencia, aun en lo mismo que debajo de la religión del juramento
afirman, y por eso no se les da muchas veces fe, ni tienen autoridad alguna sus dichos; por
cuyas circunstancias son despreciables, indignos de atención en concurrencia de los
presentados por mis partes, y porque bien miradas sus declaraciones se hallara ser injusta, y
desnuda de todo derecho y justificación la demanda de propiedad que les tienen puesta. 298
En un sentido similar, los oficiales de república de Amatlán presentaron una carta el 19 de agosto
de 1734 en la que afirmaban que habían demostrado que su pueblo no se había mudado nunca y
que siempre había permanecido en el mismo sitio. Para ello habían contado con el testimonio de
“dos sacerdotes, seis españoles y nueve naturales principales, gobernadores, alcaldes de sus
pueblos, ante don Joseph de Veitia, teniente general de Teposcolula”.299 En realidad, entre sus
testigos sólo hubo un sacerdote, dos españoles y cuatro indios principales.
Argumentos como estos, me hicieron cuestionar por qué la mayor parte de los testimonios
presentados por ambas partes parecen haber sido copiados, o elaborados conforme a un machote
que sólo era modificado con datos particulares de los testigos; o bien, cuando la persona que
testificaba poseía una alta “calidad”. La mitad de los españoles que dieron su testimonio fueron
presentados para abrir el proceso de recepción de información. Además, el registro de las
298 AGN, Tierras, vol. 552, 1a. Parte, exp. 3, Cuaderno 1º, ff. 57-57v.
299 Ibíd., Cuaderno 3º, f. 18.
130
respuestas de los seis españoles fue hecho con mayor detalle, en comparación con los de los
indios principales; excepto con últimos cuatro testigos de Suchitepeque; aunque, como mencioné
con anterioridad, es posible que haya sido porque decidieron testificar en castellano.
Imagen 13. Procedencia de los veintinueve testigos presentados por Amatlán entre 1722 y
1725. Modificado de Google Earth, 2018. Los marcadores amarillos indican los indios
principales o toho; los naranjas, los macehuales o ñandahi; los azules, los mestizos; y los
verdes, españoles.
El análisis del registro de testimonios en este expediente de tierras me ha llevado a concluir que
la oralidad como característica cultural de la época se simplificaba extremadamente al momento
de pasar a la escritura. Aún más, en el caso de los indios, cuya argumentación en mixteco pasaba
por un doble proceso de simplificación, la traducción al castellano y la escritura en papel de sus
respuestas. De ahí que casi la totalidad de la información otorgada por ellos sea prácticamente
idéntica. Es posible que esta situación de simplificación iniciara por el mismo intérprete —que
solía ser un indio principal—, pues después de escuchar múltiples testimonios resolvía traducir la
información mínima. El momento posterior debía ser cuando el escribano redactaba el texto final
que debía ser integrado a los autos del caso. Resultaba una tarea imposible registrar por escrito
131
todo lo dicho en el momento del testimonio, por lo que después de hacer sus notas, el escribano
pasaba en limpio la información mínima para el interrogatorio.
Por su parte, Daniela Marino considera que los indios de los pueblos actuaban como una
corporación, por lo que en los procesos judiciales es común encontrar una voz unánime entre los
testigos, pues sus testimonios se determinaban en reuniones o asambleas previas en las que
discutían qué postura debían tomar respecto de la situación del litigio. 300 Esta voz corporativa
representaba la posición de un pueblo, o de un sector importante, que era transmitida en los
tribunales por indios principales fundamentalmente. Aún así, considero que es de suma
importancia poner énfasis en los diversos momentos por los que transitaba la información que
daba elementos para llegar a un fallo final.
Con toda seguridad puedo sostener que la información a la que es posible acceder en casos
como el de Suchitepeque y Amatlán es mínima, en comparación con la que debió haber surgido
en un caso tan complejo y prolongado como este.
Después de esta reflexión, finalmente puedo concluir que independientemente de la
información obtenida de los naturales de ambos pueblos, el pleito fue definido y orientado por su
representantes frente a la Real Audiencia. Si bien, los naturales presentaron algunas peticiones y
cartas, los profundos alegatos de los representes resumieron la información y dejaron fuera de
sus argumentos elementos fundamentales que habrían modificado la sentencia de los oidores en
la Ciudad de México.
Por otro lado, durante el pleito había dos posiciones claras. La primera era que mientras
que Suchitepeque defendía sólo la posesión y propiedad de las tierras en litigio, Amatlán
defendía el derecho de propiedad que la Corona española le había otorgado sobre ese territorio
por medio de la composición de tierras. Amatlán había pagado 20 pesos en oro común desde
1717. La segunda posición era sobre las facultades del gobierno virreinal sobre el Consejo de
Indias, pues ni el virrey ni la Real Audiencia tenían facultades para revocar las composiciones de
tierras otorgadas por la Superintendencia del beneficio y composición de tierras, controlada
desde España.
132
Aunque los argumentos presentados por San Juan Bautista Suchitepeque, sus testigos, sus
múltiples representantes y algunas autoridades son, a mi juicio, contundentes en demostrar su
derecho de propiedad sobre las tierras en litigio, todos los fallos fueron a favor de Amatlán.
Tengo presente que las mercedes de tierras del siglo XVII no otorgaban propiedad sobre la tierra
sino sólo la posibilidad de posesión, con base en el cumplimiento de condiciones claras. En el
caso de Suchitepeque, la condición indicada en 1614 fue mantener quinientas cabezas de ganado
y la ocupación de las tierras mercedadas. Sin embargo, este nunca fue un argumento esgrimido
por los naturales de Amatlán, ni por sus representantes. Al contrario, a lo largo del juicio resulta
evidente que la información falsa y contradictoria que manejaron, les permitió obtener resultados
positivos para sus intereses.
133
Conclusiones
134
En el contexto de los diversos cambios políticos y económicos en la primera mitad del
siglo XVIII, la situación de los pueblos se tornó especialmente difícil debido al desarrollo de la
agricultura mercantil impulsada por españoles y caciques. Ante el aumento de la demanda de
tierras por el crecimiento de la población india y la expansión de actividades económicas de
españoles y caciques desde la segunda mitad del siglo XVII, se produjeron nuevas formas de
relación entre los pueblos sujetos, las cabeceras y los cacicazgos que pervivían en la época.
En el marco local, el análisis de los expedientes judiciales de archivo me permitió concluir
que la pérdida de autonomía de los cabildos y de los pueblos sujetos propició disputas por el
ejercicio del poder político y económico, y por el reconocimiento de la autoridad de los indios,
dentro de sus pueblos y territorios.301 Con el debilitamiento y la desaparición de los cacicazgos
en la Mixteca Alta, los sobrevivientes pugnaron por mantener su estatus económico en la región
e intentaron componer las tierras de sus antiguos cacicazgos; no obstante, los pueblos de indios
interpusieron demandas por el establecimiento de la propiedad de las tierras y también intentaron
componerlas. A la par, la demanda cada vez más alta de espacios de pastoreo y agricultura fueron
las bases para la transformación de la tierra de un bien patrimonial a una mercancía de venta o
arrendamiento. Esto generó cambios profundos en la organización territorial y las jerarquías
políticas y económicas en la Mixteca.
Las concepciones “clásicas” sobre el pueblo de indios han contribuido a que las
interpretaciones históricas y etnohistóricas no comprendan a esta entidad jurídica virreinal en su
complejidad, ni en su carácter histórico, como institución jurídica virreinal. O bien, se interpreta
al pueblo de indios como una realidad abstracta y/u homogénea en la Nueva España y no se
toman en cuenta las relaciones existentes entre cabeceras y sujetos; o se analizan como una
entidad estática, que se conservó tal cual fue creada en el siglo XVI.
Considero que el pueblo de indios debe ser estudiado siempre en un marco regional y
diacrónico, sin perder de vista que las explicaciones macro han contribuido enormemente a la
comprensión de la historia del virreinato de la Nueva España. Me ciño a la propuesta de Edgar
Mendoza García y Bernardo García Martínez, que explican que debe entenderse al pueblo de
301 Ethelia Ruiz Medrano, “Argumentos históricos presentados por los pueblos indios para preservar sus tierras,
siglos XVII al XX”, en Andrew Roth Seneff (ed.), Caras y máscaras en el México étnico. La participación indígena
en las formaciones del Estado mexicano, Vol. I, México, El Colegio de Michoacán, 2010, p. 114.
135
indios como un concepto jurídico que marcó las pautas de organización política corporativa y
territorial de la población india novohispana. Investigar su desarrollo en un escenario concreto,
como el caso que aquí presento, permite conocer las particularidades de los diversos grupos
étnicos, dentro de una sociedad multicultural en constante transformación.
Los pueblos de indios en la Mixteca Alta atravesaron por distintos momentos en los siglos
XVI, XVII y XVIII. Desde su fundación con el proceso de congregaciones existieron
dificultades para reducir a la población y modificar el patrón de asentamiento prehispánico. La
pervivencia de la sólida organización del yuhuitayu mixteco y la poca presencia de españoles en
la región fueron factores de esta dificultad. No obstante, la catástrofe poblacional forzó a la
población sobreviviente a aceptar otras formas de subsistencia, y la capacidad de adaptabilidad
de la población mixteca, particularmente de los yya, generó las condiciones para el
establecimiento de relaciones políticas y económicas con las nuevas autoridades.
Durante el siglo XVII, el pueblo de indios como institución se consolidó, a la par de la
expansión del régimen virreinal en la región. La población india se apropió de las pautas de
organización política corporativa y las usó a su favor para conseguir tierras para sus pueblos por
medio de mercedes. La participación de los indios en la dinámica económica fue fundamental y
convirtió a la Mixteca Alta en una de las regiones más productivas de la Nueva España, pues se
creó una extensa red de intercambio a través de tianguis como centros de comercio y los caminos
por los que españoles e indios transportaron las múltiples mercancías producidas dentro y fuera
de la región.
No obstante, la rivalidad y conflictos entre pueblos generó tensiones que fueron
incrementándose con el tiempo, a la par de las quejas de la población india por los abusos de los
encomenderos españoles y caciques sobre la exigencia de tributo y servicios personales no
remunerados. La Mixteca se convirtió en una región muliétnica por la cada vez mayor presencia
de españoles, negros, mulatos, mestizos y el ascenso demográfico de la población india desde las
primeras décadas del siglo XVIII. Por lo tanto, la organización que se había mantenido hasta el
siglo XVII se modificó, transformando la dinámica interna en los pueblos de indios. A la par, los
cacicazgos comenzaron a desaparecer por la pérdida de su poder económico y su autoridad
política entre los naturales, pero buscaron mantener su estatus por medio de la composición de
136
las tierras de los antiguos cacicazgos. Los pueblos no permitieron que los caciques, alejados y sin
autoridad sobre ellos, los despojaran de las tierras que habían ocupado por siglos, por lo que se
generaron sendos conflictos judiciales por la propiedad de la tierra.
Al mismo tiempo, la presencia de españoles comerciantes y rancheros que arrendaban
zonas extensas de pastoreo permitió que la tierra se convirtiera aceleradamente en una mercancía
para venta o renta. Esto significó una profunda transformación en la tenencia de la tierra en la
Mixteca y dio pie a la formación de tierras comunales y propiedades privadas por medido de las
composiciones de tierras en pueblos de indios y de forma individual. Pero paralelamente atomizó
el territorio, lo que condujo a la desaparición de la articulación política y territorial de los
pueblos de indios por medio del cacicazgo.
Con la reconstrucción histórica de Santiago Amatlán y San Juan Bautista Suchitepeque
pude constatar que las tensiones entre pueblos, y entre autoridades e indios eran frecuentes ya en
el siglo XVII. Los constantes abusos de autoridad por parte de los oficiales de república de
Suchitepeque, la conflictividad de las relaciones interpersonales y las diversas acusaciones por
delitos fueron frecuentes; no obstante, las relaciones cotidianas que se establecían en estos
pueblos fueron raramente registradas en la documentación institucional que hoy se conserva.
En particular, Suchitepeque fue un pueblo que se diferenció de sus circunvecinos pues
conservó un importante tianguis regional hasta los últimos años del siglo XVII. En este espacio
no sólo se intercambiaba mercancía proveniente de diversas zonas del sur de Nueva España sino
que también el tianguis era un espacio donde se ejercía el poder político, y que proveía de
entradas económicas adicionales para el pueblo. Ninguno de sus vecinos tenía esta posibilidad.
En el marco de las tensiones entre cabeceras y sujetos, Suchitepeque buscó separase de
Yanhuitlán, la cabecera, sin éxito, pero evidenció la pretensión que había detrás. Primero, el
control del tianguis regional; después, el ascenso de sujeto a cabecera. Varios años más tarde, en
un escenario de mayor conflictividad, la cabecera solicitó el traslado del tianguis para sí y pudo
obtener el control de este importante espacio político. Para Suchitepeque esto representó el inicio
de su debacle política y económica.
Por su parte, Amatlán fue un pueblo con importancia marginal dentro de la región del valle
de Nochixtlán; Pero una mirada a su pasado colonial me permitió comprender su dinámica
137
interna y la toma de decisiones en la búsqueda de autonomía política y económica frente a la
cabecera. Asimismo, a partir del análisis de los documentos que se conservan sobre este pueblo,
es posible comprender las relaciones que los pueblos establecían con los españoles en la región
por medio de la tenencia de la tierra. En este caso, la presencia de un ranchero español que
administraba el ganado menor del convento de Yanhuitlán, generaba molestias a los indios de
Amatlán y sus vecinos por los daños que los animales ocasionaban a sus cultivos y a sus cuerpos
de agua al contaminarlos. Este caso es relevante porque permite seguir de cerca un contexto
particular de la creciente demanda de tierras por españoles e indios. Las distintas actividades de
unos y otros para el aprovechamiento de los recursos ocasionó conflictos que la autoridad
española debió atender de forma permanente. Todo ello en la antesala de la aplicación de las
composiciones de tierras de pueblos de indios en la región.
En suma, el pueblo de indios no fue una institución abstracta y homogénea, sino que su
desarrollo dependió fundamentalmente de las relaciones construidas entre los sujetos que
ocuparon los cargos de república y el común. En la mayoría de las ocasiones, los indios actuaron
como grupo corporativo, pero también afloraron intereses e intenciones individuales o de
pequeños grupos; principalmente entre las élites locales. Este aspecto me parece fundamental y
debe ser tomado como uno de los puntos de análisis principales en las investigaciones sobre los
pueblos de indios en Nueva España.
Con la creación de la Superintendencia del beneficio y composición de tierras en 1692, se
puso en marcha un nuevo intento de obtención de ingreso para la Corona española. No obstante,
su aplicación en Nueva España, con la creación del Juzgado privativo de tierras, inició hasta
1707, con la familia Borbón recién ascendida a la monarquía. La visión de esta casa de origen
francés evidentemente modificó la administración de los recursos y también cambió la relación
de la metrópolis con sus territorios de ultramar. Así, con la instauración de un nuevo pago, la
Corona española reconocía el derecho sobre la propiedad de la tierra a los pueblos de indios y a
las corporaciones religiosas que las sometieran a composición. No obstante, esto provocó que la
corona, y el gobierno virreinal, perdieran facultades sobre la fiscalización de extensas
propiedades, pero no obtuvieron el ingreso suficiente para financiar la construcción de la Armada
de Barlovento.
138
La política de composición de tierras pretendió ser una verdadera reforma agraria puesta en
práctica por la Corona. Desde el Consejo de Indias se buscó centralizar la obtención de ingresos
por la tierra quitando facultades al gobierno virreinal sobre la administración de los bienes del
Real Patrimonio. Se trata de uno de los primeros intentos de transformación de la administración
real, que durante la segunda mitad del siglo XVIII se llevaron a cabo de forma generalizada en
Nueva España. Este conjunto de transformaciones ha sido denominado Reformas Borbónicas.
Sin embargo, aún queda trabajo importante por hacer, pues no sólo se debe tomar en cuenta
lo dispuesto en las Reales Cédulas sobre las composiciones de tierras, sino que se debe investigar
cómo fue su aplicación en Nueva España y cuál fue el funcionamiento del Juzgado de Tierras. El
profundo análisis de Sergio Carrera Quezada permite comprender los objetivos de la aplicación
de esta política en su primera fase; pero aún es preciso continuar esa investigación después de
1720, y también sobre las composiciones de tierras que se realizaron después de la desaparición
de la Superintendencia en 1754.
Ahora, si bien se ha hecho una explicación clara sobre cuál fue el contexto de la metrópoli
para crear la Superintendencia y ordenar la composición de las tierras de los pueblos de indios y
corporaciones religiosas, considero que los estudios en México no han hecho lo propio sobre su
aplicación en la Nueva España. Considero que aún falta estudiar las composiciones en un
contexto más amplio de sólo la mirada legal y normativa; es decir, explicar también el escenario
previo de los pueblos de indios y sus tierras, y de la región de estudio. Al igual que con los
pueblos de indios como institución jurídica, en análisis de las Reales Cédulas y órdenes
virreinales me permitió comprender la intencionalidad de la Corona española sobre esta política;
sin embargo, el análisis sólo de la composición de tierras de Santiago Amatlán no permite poder
construir una visión más completa de la aplicación de esta medida en la Mixteca Alta, ni en el
Valle de Nochixtlán.
Como parte de un proceso de más largo aliento de recomposición política y económica, el
análisis concreto de las composiciones permite conocer la geografía histórica de los pueblos y los
procesos que venían desarrollándose desde el siglo XVII. Los estudios regionales permiten
reconstruir el territorio y poner énfasis en las particularidades de las zonas elegidas como objetos
de estudio. Sólo así se podrá dimensionar completamente la importancia de las composiciones
139
para comprender la transformación territorial y la organización jerárquica entre los pueblos de
indios. En mi caso, a raíz de esta primera limitación, me he propuesto hacer este estudio en el
Valle de Nochixtlán por ser la extensión de tierras planas de mayor extensión en una región
cultural particularmente dinámica, como lo fue la Mixteca Alta. Los escasos estudios mixtecos
en la materia aún se encuentran en una visión panorámica y generalizada.
Con el análisis de la composición de las tierras de Santiago Amatlán, constaté que aunque
se buscó obligar a los pueblos a componer sus tierras, no todos lo hicieron. Amatlán presentó su
petición y ofreció el pago de 20 pesos de oro común, lo que me llevó a preguntarme si la tierra a
componer se tasó verdaderamente; o bien, se trató de un donativo gracioso para la Corona.
Aunque no existe posibilidad de determinar si Amatlán obtuvo el fallo del juez de composición y
después de la Real Audiencia a su favor debido al pago en oro, es evidente que esta acción debió
haber sido relevante durante el proceso judicial. Aún así, fue preciso determinar legalmente a
quién pertenecía la posesión de las tierras en disputa para otorgar el derecho de propiedad.
Otra reflexión fue sobre cuáles fueron los motivos de un pueblo sujeto de Yanhuitlán por
obtener la propiedad de sus tierras. La composición de tierras de Amatlán provocó el conflicto
con Suchitepeque por una franja de suma importancia por su fertilidad y posiblemente por el
significado ritual que tenía, en una zona fronteriza entre ambos pueblos. Como argumentaron los
naturales de Amatlán, las tierras que poseían eran en su mayoría de pastoreo, por lo que el
control sobre los suelos aluviales de cultivo les daría beneficios económicos.
Este caso concreto me hizo comprender con mayor cabalidad que los pueblos de indios
aplicaron la legislación española desde los primeros momentos de la época colonial, en función
de sus intereses corporativos. Esta fue una característica permanente de la población india. Con
la aplicación de las composiciones de tierras en la Mixteca Alta, Amatlán buscó beneficiarse
mediante la obtención de títulos que lo convertían en dueño de las tierras que también reclamaba
Suchitepeque. La propiedad se decidió, finalmente, en medio de una confrontación entre dos
instituciones que administraban el territorio novohispano: el Juzgado privativo, dependiente del
Consejo de Indias, y la Real Audiencia, dependiente del gobierno virreinal. Cabe recordar que el
Juzgado no tenía facultades para llevar a cabo juicios sobre la posesión y propiedad, pero sí
140
otorgaba títulos; mientras que la Real Audiencia, no podía aplicar las composiciones de tierras,
pero sí determinaba quién era dueño de ellas.
El conflicto de tierras entre Suchitepeque y Amatlán inició en 1717, pero se judicializó
cuando éste último obtuvo sus títulos de composición en 1721. Entre esta fecha y 1736 ambas
partes presentaron abundante información, numerosos testimonios y sendos alegatos. Mientras
que Suchitepeque buscó que se reconociera la merced de tierras que había obtenido en 1614
como garante de la posesión, y eventual propiedad sobre los parajes en disputa; Amatlán,
mantuvo siempre el objetivo de que los títulos de composición recién obtenidos fueran el garante
de su propiedad sobre el mismo espacio.
Por otro lado, cabe señalar que el análisis diacrónico del territorio y la territorialidad de los
pueblos de indios me permitió comprender que las relaciones simbólicas, económicas o políticas
entre sus habitantes y su entorno estuvieron en transformación permanente. Estos cambios se
orientaron en función de sus dinámicas internas, los vínculos con sus pueblos vecinos, la
conformación de la región cultural en la que se situaban y las políticas de administración
virreinal y de la metrópolis.
Los documentos sobre conflictos de tierras, especialmente los que fueron producto de las
composiciones —como el de Suchitepeque contra Amatlán—, pueden aportar múltiples tipos de
información, si se toman como objeto de análisis en las investigaciones históricas y
etnohistóricas. Permiten comprender las fases de los procesos judiciales y los distintos momentos
en los que los naturales de los pueblos tuvieron participación. Además, ofrecen información
relevante sobre la representación de ambas partes por medio de españoles en la Ciudad de
México, ligados al gobierno virreinal y a la Real Audiencia. La importancia de hacer énfasis en
estos representantes, es porque fueron ellos quienes definieron las defensas y argumentos en
favor de los intereses de sus representados. Los procuradores de indios y los abogados
representantes transmitieron las peticiones de los indios al presidente y oidores de la Real
Audiencia y, pocas veces la voz de los indios llegó directamente a estos funcionarios. Después de
esa intermediación, en muchos casos simplificada, el presidente y oidores emitieron su fallo
sobre los conflictos por la posesión y la propiedad de las tierras.
141
El largo y complejo expediente de tierras que analicé en este trabajo, ofrece la posibilidad
de abordarlo de distintas maneras para poder realizar una enorme variedad de preguntas.
Durante el pleito por tierras entre Amatlán y Suchitepeque se reunió una cantidad sumamente
importante de información sobre los actores que participaron en el proceso, sobre las autoridades
de los pueblos de indios en conflicto, y sobre las relaciones políticas con sus vecinos. Es evidente
que aunque en un primer momento ambos pueblos eran sujetos de Yanhuitlán, las relaciones con
la cabecera eran sumamente distintas. La cercanía con ella dependía de la ubicación geográfica
de cada uno, pero también de la afinidad cultural y económica que podrían tener o no con las
microrregiones en las que estaban establecidos.
Por su parte, considero que a pesar de la gran cantidad de testimonios, y de haber
demostrado que Amatlán había ocupado las tierras de Suchitepeque tras cambiar su
asentamiento, el fallo era claro para la Real Audiencia. Aunque nunca se mencionó
explícitamente, la merced otorgada a Suchitepeque un siglo atrás se había invalidado al no haber
mantenido el ganado comunal y al haber abandonado las tierras. Estas acciones— aunque se
hayan debido a la mortandad del ganado y a epidemias que afectaron a la población de
Suchitepeque— significaban en sí mismas la pérdida de posesión sobre la tierra en disputa.
La pérdida de la posesión fue reconocida de facto por el juez de composición en 1717.
Luego fue ratificada por la composición de tierras de 1721, y confirmada con el fallo en el que se
absolvió a Amatlán en la demanda de posesión interpuesta por Suchitepeque en 1731. Esto
derivó de que si Suchitepeque no tenía la posesión previa de las tierras, estas habían vuelto a ser
realengas. Al ocupar la zona los naturales de Amatlán accedieron a la posesión sin perjurar a
terceros y, con la composición adquirieron el derecho de propiedad de las mismas. El fallo de la
Real Audiencia de 1735 y su ratificación en 1736 fue posible por esta situación, pero también
tuvo un peso importante el ofrecimiento del pago de veinte pesos de oro común por parte de
Amatlán para la aplicación de la composición de tierras. La Real Audiencia no tenía facultades
para revocar el título de composición de tierras de Amatlán, otorgado por el Juzgado Privativo.
Durante el conflicto quedó una interrogante, que aún no ha sido posible de responder.
¿Cuál fue el papel del cacique de Yanhuitlán en el proceso? Considero que el respaldo de la
cabecera a Suchitepeque por medio de los testigos de muy alta “calidad” puede otorgar
142
elementos para ofrecer una respuesta. De la misma forma en que permite ver qué tan estrechas
eran las relaciones entre la élites indias en esta parte del Valle de Nochixtlán.
Me es preciso mencionar que queda abierto el camino de interpretación y búsqueda de la
oralidad y formas de argumentación por parte de los setenta y dos testigos que ofrecieron sus
testimonios a lo largo del proceso. En el análisis de los expedientes de archivo sobre conflictos
por tierras, con base en la propuesta teórico-metodológica del paradigma indiciario, es posible
explorar la presencia de los indios en la teatralidad del proceso judicial y conocer sus estrategias
políticas en la argumentación legal para obtener beneficios desde su propio esquema de
pensamiento.
Transitar por las veredas de los pocos estudios centrados en las composiciones de tierras
me ha hecho reforzar mi interés sobre el tema, y darme cuenta sobre algunas de las ausencias
claves en lo que ya se ha trabajado. Principalmente, considero necesario hacer la búsqueda en
archivo de documentos que ofrezcan elementos de comprensión sobre la aplicación de las
composiciones en la Mixteca Alta, para despejar la mirada anclada en las normatividad legal
metropolitana y de la autoridad virreinal. Analizar los expedientes de composición de los pueblos
en concreto, será una labor de suma riqueza para poder finalmente esclarecer cómo es que las
tierras de los pueblos de indios mixtecos se compusieron y fueron un elemento más en la
transformación territorial de la región durante el siglo XVIII.
Debo concluir sosteniendo que el análisis de los pueblos de indios en abstracto y de forma
homogénea resulta limitado. Esta institución tuvo su propia historicidad y desarrollo
diferenciado, en función de los contextos particulares de cada región de la Nueva España.
También quiero añadir que el estudio de las composiciones de tierras debe contrastar la
observación normativa con la de su aplicación en concreto, por lo que se impone nuevamente
que los pueblos de indios no fueron entes abstractos que compusieron sus territorios en el
espacio. Cada uno de ellos estaba conformado por grupos con rivalidades, cada uno de ellos tenía
conflictos con sus circunvecinos; cada uno se desarrolló a la par del aumento de la presencia de
españoles, negros y castas dentro de una sociedad multicultural, como lo fue la Mixteca Alta, y
en particular el Valle de Nochixtlán. Por lo tanto, las composiciones de tierras deben analizarse a
la par de la reconstrucción de la dinámica económica y política de los pueblos, la comprensión
143
de su composición social y de las relaciones entre los diversos estamentos sociales al interior y al
exterior de ellos. Esta propuesta metodológica permitirá, finalmente, comprender —más allá de
la obligatoriedad de la composición de tierras como política real— con qué objetivos los pueblos
mixtecos fueron los artífices de la reconfiguración territorial de la región; y en qué medida dicha
transformación no fue el simple resultado o consecuencia de una medida ordenada por la
metrópoli y aplicada por el gobierno virreinal, sino que se trató de una oportunidad que
aprovecharon los pueblos sujetos, principalmente, para lograr el control de sus territorios, la
producción que obtenían de estos y lograr consolidar la autonomía política y económica por la
que habían pugnado desde la segunda mitad del siglo XVII. Mi propuesta de investigación parte
de estos puntos básicos. En el futuro próximo la pondré en práctica para comprender este
complejo proceso entre los pueblos de indios del Valle de Nochixtlán
144
Anexos
Anexo 1. “Memorial de linderos de Santiago Amatlán” (Composición de tierras de Santiago
Amatlán, 1717-1721)302
Año de 1717
f. 1
Memoria de los linderos y parajes del pueblo
de Santiago Amatlán.
ytnuyuchayahuú
yuhuitiyeye
yucha cano
yu Cuyusi a huadu
Cahua saha
ytnu Cuchi
toto yee
yucu huico
ytnu hua cha
yahui tocondeque
ytnu dinuhu
saha yucuyaha
toto saha
saha yucundoho
dama chayu
ti noo dahui
f. 2
El regidor y oficiales de república de este pueblo
de Santiago Amatlán de la Jurisdicción de Yanhuitlán
145
por nosotros y en nombre de su común y natura-
les por quienes prestamos voz y caución como me-
jor proceda de derecho y en el cual que más nos
convenga parecemos ante Vuestra merced y en cum-
plimiento del edito convocatorio que se
envió promulgar para que todos los poseedores
de tierras aguas y de más fincas con pregona-
dor en su comisión se presentasen con sus títulos
y manifestasen las tierras que posee y sin ellos
para admitirlos a composición para lo cual nos
presentamos y decimos que teniendo títulos
de las tierras que poseemos las cuales [roto]
en la memoria de linderos que con el jura-
mento necesario presentamos por omisión
y descuido de nuestros pasados se perdieron
y de ellos solo han quedado algunos pedazos
que por faltarles lo esencial no se pueden co-
nocer los sitios de que se nos dio la merced [roto]
mo por ellos parece que presentamos lo la mis-
ma solemnidad en cuya atención y de que
con las referidas tierras nos mantenemos u-
sando los en común y cultivándolos para
adquirir el mantenimiento cotidiano
y para pagar los reales tributos y obvencio-
nes se ha de servir Vuestra merced de mandar se nos re-
ciba información así de lo referido como
de la actual posesión quieta y pacífica en
que de inmemorial tiempo a esta parte nos
hallamos. Y contándole por ella admitirnos
a composición que desde luego estamos pres-
f. 2v
tos a servir a su Majestad con veinte pesos de oro co-
mún así por el beneficio de la adjudicación de
las tierras que poseyéremos sin merced como
por el suplemento de títulos y que se nos despache
en toda forma en cuya conformidad.
pedimos y suplicamos que habiendo presentado
estos escritos con dichos recaudos y por ma-
nifestadas dichas tierras se sirva de manoser [sic]
determinar como pedimos por ser de justi-
cia y juramos en debida forma no ser de ma-
licia nuestro pedimento y en lo necesario
146
[ilegible].
f. 3
agregada a la de Teposcolula, a veinte y cuatro días del mes de
julio de mil setecientos y diez y siete años ante Don Félix
Chacón, regidor de la ciudad de Oaxaca, Alcalde Mayor y Teniente
de Capitán General por su Majestad de dichas dos provincias, Juez Comisa-
rio de Composiciones y ventas de tierras y aguas en ellas y
de Nochixtlán; el Regidor de este pueblo para la infor-
mación que tienen ofrecida y se les manda recibir presenta
ron por testigo a un indio que, mediante Nicolás Mon-
tesinos interprete de esta provincia, dijo llamarse Francisco Pérez,
natural y vecino del pueblo de Nochixtlán del cual fue
recibido juramento que hizo por Dios nuestro señor y la señal
se la Santa Cruz en forma de derecho, so cuyo cargo prometió
147
decir verdad y siendo preguntado al tenor de la petición
que principia estas diligencias, dijo que sabe a m__ ser __
vecino que es de este dicho pueblo y entrar y salir en el que los
naturales han gozado sus tierras en común de inmemori-
al tiempo a esta parte sin contradicción de persona alguna
quieta y pacíficamente y que esta pronto a enseñarlas
y señalarlas, sus parajes y linderos que son los mismos que
se contienen en la memoria que antecede que le fue leí-
da y que dichas tierras se las ha visto poseer y gozar como
ha dicho. Y oyó decir a sus padres y antepasados que en la mis-
ma conformidad las poseyeron y gozaron desde su gentili-
dad y que tenían algunos títulos y mercedes de ellas de los cua-
les algunos les han quedado diminutos y otros se les han perdido
y que dichas tierras lindan por los cuatro vientos con los pueblos
de Nochixtlán, San Pedro de los Cántaros, Santiago Ystatepeque,
Apasco, Apoala, Chicahuastepeque, Chachuapa, y Suchite-
peque; todo lo cual es público y notorio, pública vos y fama y la verdad so
cargo de su juramento en que se afirmó y ratificó. Declaro ser de
edad de cincuenta y cinco años no tocarle las Generales de la ley y
firmó con su merced y dicho interprete de que doy fe.
Don Félix Chacón Francisco Pérez
Nicolás Montesinos
Ante mí
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
f. 3v
para la dicha información presentó por testigo a un indio que
mediante dicho interprete dijo llamarse Domingo López y ser
natural y vecino del pueblo de Chicahuastepeque de la juris-
dicción de Yanhuitlán, casado con María López del cual fue
recibido juramento que hizo en forma de derecho por Dios nuestro
Señor y la señal de la Santa Cruz, so cuyo cargo pro-
metió decir verdad siendo preguntado al tenor de
dicha petición dijo que como circunvecino a este dicho
pueblo, y tener entrada y salida en él, sabe que
sus naturales han gozado sus tierras en común sin con-
tradicción de persona alguna quieta y pacíficamente,
lo cual sabe por haberlo visto y haberlo oído decir a sus
padres y antepasados, que desde la gentilidad las han go-
sado y que así mismo sabe que tenían algunos títulos
148
y mercedes de ellas de los cuales algunos les han quedado dimi-
nutos y otros se les han perdido y que dichas tierras lindan
por todos cuatro vientos con los pueblos de Nochixtlán, San Pe-
dro de los Cántaros, Santiago Ystatepeque, Apasco, Apuala
Chicahuastepeque, Chachuapa, y Suchitepeque; todo lo cual
es público y notorio, pública voz y fama y la verdad so cargo de su jura-
mento en que se afirmó y ratificó. Declaró ser de edad de cin-
cuenta y cinco años no tocarle las generales de la ley y no firmó
porque dijo no saber escribir. Firmólo su merced con dicho intér-
prete de que doy fe, y que está pronto a señalarlas y enseñar
sus parajes, que son los mismos que constan en la memoria que
se le ha leído fho _t. supra.
Don Félix Chacón Nicolas Montesinos
Ante mí
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
f. 4
dicho mes de julio y año de mil setecientos y diez y siete, ante dicho Señor
Alcalde Mayor, y Juez, el dicho Regidor en nombre de dicho su pue-
blo para la dicha su información; presentó por testigo
a un indio que mediante dicho intérprete, dijo llamarse
Sebastián Melchor y ser natural y vecino del pue-
blo de Nochixtlán, viudo de María Baptista del cual
fue recibido juramento que hizo en forma de derecho por Dios
nuestro Señor y la señal de la Santa Cruz so cuyo cargo
prometió decir verdad y siendo preguntado al tenor
de dicha petición, dijo sabe como circunvecino que es
de este dicho pueblo y tener comunicación entrada y sali-
da en el que de inmemorial tiempo a esta parte han goza-
do los naturales de este dicho pueblo sus tierras en común sin
contradicción de persona alguna quieta y pacíficamente
por haberlo visto y oído decir a sus padres y a muchos [roto]
de este dicho pueblo y de el de este testigo que desde la gentili-
dad las habían gozado y que está pronto a enseñarlas y seña
lar las sus parajes y linderos cada que se le mande que
son los mismos que constan en la memoria que se le ha leído
y que tenían algunos títulos y mercedes de ellas de las cuales
les han quedado algunas diminutas y otros títulos se les
han perdido todo lo cual dijo ser la verdad público y notorio,
pública voz y fama so cargo de su juramento en que se afirmó y
149
ratificó. Declaró ser de edad de sesenta y cuatro años y no
tocarle las generales de la ley y no firmó porque dijo no
saber escribir firmólo su merced con dicho intérprete de que doy fe.
Don Félix Chacón Nicolás Montesinos
Ante mí
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
A veinte y cuatro días del mes de julio de mil setecientos y diez y sie-
te días y que el escribano mediante Nicolás Montesinos in-
térprete de esta Provincia, citó con el auto que antecede según y __
f. 4v
el reconocimiento que se refiere a Gaspar Ramos y Felipe López,
Alcalde del pueblo de Chachoapa, a Juan de Guzmán y
Domingo López alcaldes del de Chicaguastepeque, a Mi-
guel de la Cruz y Pascual Miguel, Alcalde y escribano de Xu-
chitepeque, a Pedro de Medina y Francisco Pérez, Gobernador y Al
calde del de Nochixtlán, a Joseph Pérez, Alcalde de Ystal
tepeque, a Bernabé López y Nicolás de Guzmán, Gobernador
y Alcalde del de Apoala, a Juan García y Juan Hernández,
Alcaldes del de Apasco, y a Sebastián Hernández, Regidor del Pu-
eblo de San Pedro de los Cantaron por sí y sus comunes y
en sus personas que conozco; quienes habiéndolo entendido
dijeron lo oyen se dan por citados y asistirán en sus térmi-
nos como se les manda y esto respondieron de que doy fe.
y lo firmó dicho intérprete. En mandamiento cuatro. López. __
Nicolás Montesinos
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
A veinte y siete días del mes de julio de mil setecientos y diez y sie-
te días, don Félix Chacón, Regidor de la Ciudad de Oaxaca,
Alcalde Mayor y Teniente de Capitán Generales por su Majestad de la
Provincia de teposcolula y esta de Yanhuitlán su agregada
y Juez Comisario de composiciones, ventas e indulto de tie-
rras aguas y de más anexo a esta comisión; en cumplimiento
de lo mandado por su merced en el auto que antecede pro-
cedió el reconocimiento de las tierras que por él se previe-
ne; por lo cual salió del pueblo de Santiago Amatlán
con asistencia de mí el presente escribano acompañado
de Nicolás Montesinos, intérprete del regidor y otros
naturales de dicho pueblo, y guiado de los testigos y
150
de la información que antecede se llegó a un paraje que dichos tes-
tigos dijeron nombrarse en lengua mixteca Ytnuyuchayahui,
f. 5
para el poniente cuyos naturales que estaban presentes
mediante el intérprete dieron no ser así y que, aunque
dichos naturales de Amatlán han gozado las tierras y que co-
rren desde dicho paraje hacia el oriente era por haber
estado perdida la merced de un sitio de ganado menor
perteneciente a dicho pueblo de Xuchitepeque, la cual habían
hallado, y demostraban que visto por dicho Alcalde Mayor man-
dó se mantuviesen en posesión los dichos de Amatlán, y que
los dichos de Xuchitepeque usasen de su derecho sobre la
propiedad como les conviniese, lo cual les intimé
mediante el intérprete, a que respondieron los dichos
de Xuchitepeque que hacían contradicción, por lo que les
podían perjudicar a dicha merced así en este paraje como
en el siguiente que dijeron nombrarse en lengua
mixteca tiñodahui, al cual se pasó y dieron dichos
testigos dividir las tierras de dicho Xuchitepeque
para el poniente y las de Amatlán para el oriente, y que
por el mismo rumbo va en derechera hasta jun-
tarse con el primer paraje de este reconocimiento,
el cual se feneció y dicho Alcalde Mayor mandó a los
naturales de los pueblos en él mencionados que
para la perpetuidad de la paz y evitar pleitos,
pongan peñas de cal y canto en las cruces men-
cionadas, y que ninguno sea osado a quitarlas, so
pena de cien pesos aplicados a la Real Cámara,
lo cual les intimé mediante dicho intérprete, a que
respondieron cumplirán con lo que se les manda,
y para que conste lo mando asentar por diligencia
y lo firmó con dicho intérprete siendo testigos Antonio
f. 5v
Sánchez de Escalona, y Domingo de la Cruz vecinos de
Teposcolula presentes.
Don Félix Chacón Nicolás Montesinos
Ante mí
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
151
huitlán agregada a la de Teposcolula a veinte y siete días
del mes de Julio de mil setecientos y diez y siete días Don
Félix Chacón, Regidor de la ciudad de Oaxaca, Alcalde mayor y
Teniente de Capitán Generales por su Majestad de dichas Provincias
y Juez Comisario de estas diligencias, habiéndolas visto
y constar por ellas la antigua y continuada posesi-
ón que los naturales de este pueblo han tenido y tie-
nen en las tierras reconocidas, y que según los recau-
dos que presentaron que son dos mandamientos acordados
informantes en su virtud hechas sobre dos sitios de
estancia para ganado menor de que dichos natura-
les pidieron se les hiciese merced para propios de su co-
munidad los años pasados de mil quinientos ochenta
y cuatro, mil y quinientos y noventa y ocho; parece
que los parajes donde las pedían están en el centro de
las tierras reconocidas y que por estar rotos y diminu-
tos no se percibe si se les hizo o no dichas mercedes dijo
que remitía y remitió dichas diligencias al señor licenciado
Don Félix Suárez de Figueroa del Consejo de su Ma-
jestad su oidor en la Real Audiencia de esta Nueva
España, Juez Privativo de esta comisión para que en
su vista mande lo que fuere servido y para que a dichos
f. 6
naturales conste su determinación, se les notifique que
dentro de dos meses que corren y se cuentan desde el
día de la notificación ocurran ante su señoría
a oírla con apercibimiento que en su omisión serán compelidos
por todo rigor de derecho, y estando presentes el regidor y
naturales de dicho pueblo mediante el intérprete
les intimé este auto a que dijeron cumplirán con lo que
se les manda y lo firmó dicho Alcalde Mayor de que doy fe.
Don Félix Chacón Ante mi
Don Miguel de Baena
Parada escribano público y real
152
Vista de ojos y reconocimiento, y que no son comprehendidos por las seiscientas
varas que como que pueblo le tocan por cada viento, según Reales disposicio-
nes, y por los demás que se incluyen dentro de sus linderos sin per
juicio de tercero de mejor derecho, y reservándoles el suyo a los naturales
del pueblo de Xuchitepeque para que por la contradicción que hicieron
usándolo donde y como les convenga en todo lo que la necesitasen
se admitan a composición y se les suplen y dispensan todas las faltas
afectos y vicios a sus títulos para que por esta razón no se les ponga
impedimento ni embargo alguno no sean obligados a su exhibición
ni a medidas ni a entrar en otra composición guardando y observan
do sus linderos y no propasándose a ellos, ni a sacar confirmación
f. 6v
por estar exceptuados en el capítulo segundo de la instrucción de
lo resuelto en este negociado por el Real Consejo de Indias, ni a pagar
mayor annata por estar declarado no deberla en glosa que puso acaso su __
_ ante el señor Juez Privativo, que fue de este Real derecho y en calidad de que todas
estas tierras ni parte alguna de ellas no las han de poder vender lo más ni
enajenar sin conocida y justificada utilidad, licencia de superior gobierno
y demás solemnidades dispuestas por derecho pena de su nulidad y exhibiendo
en poder de Don Pedro Otero Bermúdez depositario de estos efectos, los Veinte
pesos de oro que me ofrecieron servir para enterarlos en la Real Caja de esta
corte, según el Real orden expedido por la mía reservada en cédula
a Veinte y uno de diciembre del año de setecientos y quince se les dará despo.
en forma provisional, así el señor licenciado Don Juan de la Veguellina y
Sandoval del Consejo de su Majestad su Sala del crimen en esta
Real Audiencia, Juez Privativo de esta comisión y lo rubrico.
Atte mi _______________________
___
153
Anexo 2. Propuesta de traducción literal de los linderos incluidos en el “Memorial de
linderos de Santiago Amatlán”
154
Anexo 3. Cuestionarios para los testigos de Suchitepeque y Amatlán
Interrogatorio para los 30 testigos presentados por el alcalde, regidores y oficiales de república
de Suchitepeque, el 17, 18 y 19 de abril de 1725: 304
Por las preguntas siguientes serán examinados los testigos que se presentaren por
parte del Alcalde oficiales de república, común y naturales del Pueblo de San Juan
Baptista Suchitepeque, Jurisdicción de Yanhuitlán, en los autos que siguen sobre la
propiedad de unas tierras con los naturales de Santiago Amatlán de dicha
Jurisdicción:
I. Primeramente serán preguntados por el conocimiento de las partes, noticias del
pleito, edad, vecindad, y demás generales de la ley.
II. Si saben que habiéndose hecho merced a los naturales de Suchitepeque de un
sitio de estancia para ganado menor, a los siete de mayo de mil seiscientos y
catorce años, por el Excelentísimo señor Marqués de Guadalcazar, Virrey que fue
de esta Nueva España, se asentó y ubicó en el paraje nombrado Ytnutiiaa [sic],
en términos de dicho Pueblo, Junto a el camino que va al Pueblo de Amatlán, que
viene de Nochixtlán, y vereda que va al monte, saliendo del Pueblo de
Suchitepeque, corriendo por el llano abajo de Nochixtlán. Digan cómo y por qué
lo saben.
III. Item, si saben, que aunq el referido paraje itnutiiaa [sic] al tiempo que hicieron
las diligencias del acordado distaba del Pueblo de Amatlán como una legua, hoy
se halla casi a su vista, siendo la razón, porque los naturales de Amatlán se han
ido extendiendo, fabricando casas y sembrando, casi hasta los términos de
itnutiiaa [sic]. Digan cómo y por qué lo saben.
IV. Si saben que los naturales de Suchitepeque dejaron de sembrar las tierras de
dicho sitio, por el motivo de habérseles perdido la merced, y no haberla podido
descubrir por exactas diligencias que hicieron, y también porque se hallaron sin
aperos, por habérseles muerto todo el ganado que allí tenían. Digan, cómo y
porqué lo saben.
V. Idem, de público y notorio, publica voz y fama.305
155
Interrogatorio para los veinte testigos presentados por los naturales de Amatlán, entre el 20 y 27
de abril de 1725, en Amatlán y Teposcolula: 306
Por las preguntas siguientes se examinaran los testigos que fueren presentados por
parte de los naturales de el Pueblo de Santiago Amatlán, sujeto a la Cabecera de
Yanhuitlán, de la Jurisdicción de Teposcolula, para instruir sus defensas en el pleito
que sobre la propiedad de algunas de sus tierras les han movido los naturales del
Pueblo de San Juan Baptista Xuchitepeque, de la misma Cabecera y Jurisdicción, con
el pretexto de una merced que tienen presentada de un sitio para ganado menor:
I. Primeramente sean preguntados por el conocimiento de ambas partes, noticia de
este pleito, y de las tierras que se litigan; edad, y demás generales de la ley.
Digan etc.
II. Item, si saben, o han oído decir que la dicha merced de un sitio para ganado
menor que parece haber pedido y conseguido los naturales de dicho Pueblo de
Xuchitepeque, es en la parte y lugar que ellos mismos asignaron y se llama en su
idioma Ytnutiyaha. Digan cómo lo saben, y den razón etc.
III. Item, si saben que en todas las tierras que han poseído y poseen los naturales de
dicho Pueblo de Santiago Amatlán y principalmente en las que se litigan, y de
que se quiere apoderar el dicho Pueblo de Xuchitepeque, con el pretexto de la
dicha merced no hay paraje, parte, ni lugar que haya tenido, ni tenga el dicho
nombre de Ytnutiyaha. Digan y expresen si con este nombre hay otras tierras en
otro paraje, de que hayan tenido, o tengan posesión los dichos naturales de
Xuchitepeque, etc.
IV. Item, si saben que las tierras de este pleito, que el dicho Pueblo de Xuchitepeque
se intenta apropriar a titulo de la dicha merced, están inmediatas al Pueblo de
Amatlán, y casi a sus goteras. Digan y especifiquen qué distancia habrá del dicho
Pueblo de Amatlán a las dichas tierras litigiosas, y de ellas á el dicho Pueblo de
Xuchitepeque; y den razón, etc.
V. Item, si saben que el dicho Pueblo de Amatlán está fundado en la misma
situación y lugar, en que desde su principio se hizo; sin que se haya mudado su
población, casas e iglesia a otro lugar digan y den razón, etc.
VI. Item, si saben que las tierras sobre que ahora litigan los naturales del Pueblo de
Xuchitepeque contra los de el de Amatlán, las han poseído y poseen los dichos
naturales de Amatlán desde tanto tiempo a esta parte que no hay memoria de
tiempo en que no las hayan poseído, cultivado y sembrado; digan los testigos y
expresen si así ha sucedido por lo que toca a lo que pueden acordarse de su
tiempo, y por lo que oyeron a sus padres, abuelos y viejos de sus pueblos, y
demás de aquella Jurisdicción, etc.
VII.Item, de público y notorio, pública voz y fama. 307
156
Anexo 4. Tablas de datos sobre testigos presentados por San Juan Bautista Suchitepeque y
Santiago Amatlán, en el pleito por tierras 1721-1736
Cinco testigos a favor de San Juan Bautista Suchitepeque, presentados el 17 de marzo de 1722,
en Suchitepeque.308
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Dice que ha oído decir a los naturales de Suchitepeque que
tienen merced de un sitio de ganado menor en Ytnutiyaha.
Natural de Yanhuitlán, Desde hace cuarenta años los de Amatlán poseen las
Lorenzo de
Español vecino de Jaltepec de tierras y las siembran, pero forman parte de la merced. Los
Aillon, 90 años
veinte años de Suchitepeque perfieron la merced un tiempo pero hace
cuatro años [ca. 1718] la hallaron.
Por medio del intérprete Nicolás Montesinos. De sus
padres y abuelos sabe que los de Suchitepeque tienen una
merced "propia de su comunidad". Esta merced estuvo
M i g u e l d e I n d i o Natural y vecino de poblada hasta que se murió el ganado y "se perdió dicha
Aranda, 55 años principal Yanhuitlán, cabecera merced de calidad que los naturales que hoy viven en este
pueblo ignoraban esta merced" hasta que hace cuatro años
la hallaron.
Por medio de intérprete. Casado con Catharina de la Cruz.
Natural y vecino de Los de Suchitepeque perdieron la merced y dejaron de
Domingo de la
Indio Santa María Chioyuhi "poser" las tierras, hasta hace cuatro o cinco años [ca.
Cruz, 50 años
(Suchixtlán) 1718-1719] la hallaron.
Por medio de intérprete. Casado con Elena María. Los de
Natural y vecino de Amatlán han poseído las tierras sembrándolas de maíz.
D o m i n g o Indio Santa María Chioyuhi Añadió que los de Amatlán tienen las tierras en cuestión
Jazinto, 70 años (Suchixtlán) "prestadas de siete años [ca. 1715] a esta parte" por los de
Suchitepeque.
Natural y vecino de
P a s q u a l d e l Indio San Pedro Añañe, Por medio de intérprete.
Valle, 37 años. sujeto a Yanhuitlán
157
Seis testigos a favor de Santiago Amatlán, presentados el 18 de marzo de 1722, en Yanhuitlán.309
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Por medio del intérprete Nicolás Montesinos. Viudo de
María Baptista. Dijo que los de Amatlán han poseído
quieta y pacíficamente las tierras en disputa, "en
especial de una cañada que está entre dichos dos
pueblos", y que ha visto que la siembran desde que
Sebastián Melchor, Indio Natural y vecino de tiene uso de razón, sin contradicción alguna. Dijo que
76 años Nochixtlán la merced pudo haber estado en otra parte porque
nunca ha escuchado de algún paraje Ytnutiyaha en
Amatlán y que nunca se oyó decir de alguna merced,
sino hasta cuatro años atrás con la composición de
tierras de Amatlán.
Por medio de intérprete. Casado con Dorothea de la
Cruz. Dice que los naturales de Amatlán han poseído la
Joseph Hernandez, Indio Natural y vecino de tierra, y sus términos son "hasta donde tienen puestas
75 años Nochixtlán cruces por linderos". Estuvo presente en la Vista de
ojos para componer las tierras de Amatlán en 1717.
Por medio de intérprete. Casado con Garçia [¿Gracia?]
de la Cruz. Los de Suchitepeque contradijeron en la
Natural y vecino de Vista de ojos de 1717, "en una loma que esta muy
Domingo Osorio, Indio Chachuapa, jurisdicción cerca de dicho Amatlán y a su vista alegando era centro
80 años de Nochixtlán de una merced". Debido a la cercanía de las tierras en
disputa de Amatlán, tiene cierto que la merced debe ser
más abajo y no en la loma.
Juan de los Reyes, Natural y vecino de Por medio de intérprete. Casado con Francisca de
Indio
60 años Chachuapa Rosas.
Mediante intérprete. Casado con Petronilla de
Domingo de Natural y vecino de Mendoza. Juez Felix Chacón, Alcalde Mayor de
Mendoza, 78 años Indio Yanhuitlán Yanhuitlán ¿juez de composición? Juez Comisario de
Composiciones de Tierras y Aguas en Nochixtlán.
D o m i n g o Por medio de intérprete. Casado con Magdalena
Natural y vecino de Rodríguez. Era alcalde de Yanhuitlán en 1717, cuando
H e r n a n d e z , 6 1 Indio
Yanhuitlán
años se hizo la Composición de tierras de Amatlán.
158
Treinta testigos presentados por Suchitepeque, entre el 17 y el 19 de abril de 1725, en
Suchitepeque310
Phelipe Miguel I n d i o Natural y vecino de Declaró lo mismo mediante intérprete, salvo que él no fue
de la Cruz, 80 principal Yanhuitlán gobernador de Yanhuitlán ni vio la merced recuperada y
años mostrada en 1717.
159
Nombre y edad Calidad Procedencia y vecindad Observaciones
Pedro del Valle I n d i o Natural y vecino de Declaró lo mismo que el testigo anterior mediante
y González, 45 principal Yanhuitlán intérprete.
años
Natural y vecino de
Luis Domingo, To p i l t e p e c , d e l a Mediante intérprete dijo estar casado con Michaela María,
Indio
64 años j u r i s d i c c i ó n d e además de que dijo haber visto que quienes ofrecían paga
por encontrar la merced en Yanhuitlán y otros pueblos.
Yanhuitlán
Natural y vecino de
Agustín de la San Pedro Añañe, Mediante intérprete dijo estar casado con María Sánchez.
Indio
Cruz, 55 años sujeto a la cabecera de Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Yanhuitlán
Pedro Nicolás, I n d i o Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con María López..
60 años principal Tonaltepec Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Sebastián de Natural y vecino de Mediante intérprete dijo ser viudo de María. Declaró lo
M e n d o z a , 8 4 Indio Yanhuitlán mismo que el testigo anterior.
años
160
Nombre y edad Calidad Procedencia y vecindad Observaciones
Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Theresa María.
Pedro Martín,
Indio Santa María Chioyuhu Declaró lo mismo que el testigo anterior.
76 años
(Suchixtlán)
Natural y vecino de
Jazinto de San Pedro Añañe, Mediante intérprete dijo ser viudo de Josepha. Declaró lo
Palma, 56 años Indio sujeto a la cabecera de mismo que el testigo anterior.
Yanhuitlán
Natural y vecino de
Baltazar de los San Pedro Añañe, Mediante intérprete dijo estar casado con María Gómez.
Reyes, 58 años Indio sujeto a la cabecera de Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Yanhuitlán
Natural y Vecino de
Y e t l a t o n g o Mediante intérprete dijo estar casado con Catarina.
J a z i n t o
Indio (Etlatongo), de la Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Francisco
jurisdicción de
Nochixtlán
Natural y vecino de
Pedro Ramos, To p i l t e p e c , d e l a Mediante intérprete declaró lo mismo que el testigo
Indio
63 años j u r i s d i c c i ó n d e anterior.
Yanhuitlán
Natural y Vecino de
Y e t l a t o n g o Mediante intérprete dijo ser viudo de Rosa María. Declaró
Nicolás García,
Indio (Etlatongo), de la lo mismo que el testigo anterior.
53 años
jurisdicción de
Nochixtlán
Nicolás de la Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Andrea, de 60
Indio
Cruz, 60 años Tonaltepec años. Declaró lo mismo que el testigo anterior.
161
Nombre y edad Calidad Procedencia y vecindad Observaciones
Natural y vecino de
To c o s a h u a l t o n g o
D i e g o I n d i o (Tlacosahualtongo/ Mediante intérprete dijo ser viudo de Úrsula Hernández.
Hernández, 57 principal C h i n d ú a ) , d e l a Declaró lo mismo que el testigo anterior.
años jurisdicción de
Nochixtlán
Natural y vecino de
To c o s a h u a l t o n g o
M i g u e l d e I n d i o (Tlacosahualtongo/ Mediante intérprete dijo ser viudo de Michaela Gaitán, de
Zilina, 100 años principal C h i n d ú a ) , d e l a 100 años. Declaró lo mismo que el testigo anterior.
jurisdicción de
Nochixtlán
Andrés García, I n d i o Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Andrea, de 80
80 años principal Zoyaltepec años. Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Andrés de la Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Juana Rosa, de
Indio
Cruz, 50 años Zoyaltepec 50 años. Declaró lo mismo que el testigo anterior.
I n d i o Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Rosa María.
Juan Miguel principal Tonaltepec Declaró lo mismo que el testigo anterior.
Bartolomé de Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Juana García.
Ve l a s c o , 7 0 Indio Zoyaltepec Declaró lo mismo que el testigo anterior.
años
Pedro Ximénez Natural y vecino de Mediante intérprete dijo estar casado con Elena García.
Indio
70 años Zoyaltepec Declaró lo mismo que el testigo anterior.
162
Nombre y edad Calidad Procedencia y vecindad Observaciones
Juan Miguel, 60 I n d i o Natural y vecino de la Mediante intérprete dijo estar casado con Catarina de
principal c a b e c e r a d e Vetanzos. Declaró lo mismo que el testigo anterior.
años
Yanhuitlán
163
Dos testigos de identidad para la elaboración del primer mapa311
Antonio Rodríguez,
Español Vecino de Yanhuitlán
43 años
Natural y vecino de
Pasqual de Paz, 52 Tiltepeque (Tiltepec), de Declaró mediante el intérprete Juan de Palacios, y
Indio
años l a j u r i s d i c c i ó n d e no firmó porque dijo no saber.
Nochixtlán.
164
Veinte testigos presentados por Amatlán, entre el 21 y el 27 de abril de 1725, en Amatlán y
Teposcolula313
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Ha oído decir a muchos indios ancianos de Yanhuitlán y
Nochixtlán, “y otros que la merced que los naturales del
pueblo de Xuchitepeque tienen de un sitio para ganado
menor está en el mismo paraje en que la asignaron al
tiempo que la consiguieron el cual se nombra en lengua
Mixteca Ytnutiyaha”.
Cinco años atrás (1720) fue cura de la cabecera de
Yanhuitlán, y en ese entonces, Amatlán formaba parte de
esa doctrina, pero en el momento del pleito se
administraba por Nochixtlán.
Vio muchas veces y ha visto que los naturales de Amatlán
han poseído las tierras del litigio sin contradicción alguna
y continuadamente, “por ser las que hay laboriosas”. Dijo
que nunca vio a los de Suchitepeque poseer las tierras ni
tuvo noticia de que las hayan poseído en otro momento.
Sostuvo que en ese lugar no hay ningún paraje llamado
M. Reverendo Ytnutiyaha, por lo que lo que peleaban los de
Padre Presbitero Cura dominico de la Suchitepeque debió estar en otro lado.
fray Manuel del Español doctrina de Nochixtlán Sobre la cuarta pregunta, mencionó que las tierras que los
Rosario y Zárate, de Suchitepeque se querían apropiar con el argumento de
57 años la merced, está muy cerca de la última casa de Amatlán,
“que distara de la última casa de esta parte donde dicen
hacer raya, dos tiros de arcabuz, y que donde están las
cruces que se pusieron cuando se aposesionaron [sic] los
de Amatlán de las tierras del litigio hasta el pueblo de
Suchitepeque, habrá media legua poco más o menos”.
Sobre la quinta pregunta, sostuvo que nunca oyó decir que
el pueblo de Amatlán se haya fundado en otro paraje que
en el que se encuentra actualmente, “por lo cual tiene por
cierto que en este mismo paraje ha estado siempre desde
su fundación desde la gentilidad , a que se añade que si no
fuera así hubiera tradición de su mudanza como la hay
entre los religiosos ministros de su orden de otros muchos
pueblos que se mudaron”.
Oyó decir a ancianos que los de Amatlán poseían esas
tierras desde la gentilidad, y que él lo ha visto siempre.
165
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Dijo no saber nada sobre la segunda pregunta.
Sobre la tercera dijo que desde que tenía uso de razón, que
en todas la tierras de Amatlán no existía paraje llamado
Ytnutiyaha, pues él sabía los nombres de los parajes
circunvecinos porque en distintas ocasiones había buscado
a sus bestias en los campos. Sostuvo que nunca escuchó
que los de Suchitepeque poseyeran un paraje con ese
Pedro Phelipe, Mestizo Natural y vecino de nombre.
60 años Nochixtlán Sostuvo que las tierras del litigio “están en medianía de
este pueblo, y del de Suchitepeque tan distantes del uno
como del otro”; no obstante, los de Suchitepeque querían
poner su raya a dos tiros de arcabuz de distancia de la
última casa de Amatlán.
A la quinta y sexta preguntas, respondió como el cura
anterior.
Mediante el intérprete dijo estar casado con Michaela de la
Cruz, “republicano que ha sido de dicho pueblo [de
Nochixtlán]”
A la segunda pregunta sostuvo que cinco años atrás oyó
decir a los de Suchitepeque que tenían una merced para
ganado menor en el paraje mencionado “distinto de las
Sebastián de la Indio Natural y vecino de tierras que litigan”.
Cruz, 71 años Nochixtlán A la tercera respondió como el testigo anterior.
Sobre la cuarta respondió lo mismo que los anteriores,
salvo que en la distancia entre las cruces y Suchitepeque
dijo que había más de un cuarto de legua; a diferencia que
el cura, que dijo que era media legua.
A la quinta y sexta respondió como los anteriores.
S a l v a d o r Natural y vecino de Dijo no poder responder a la segunda pregunta.
Phelipe, 45 años Mestizo Nochixtlán A las demás preguntas respondió como los demás testigos.
166
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
No respondió a la segunda pregunta.
Sobre la tercera dijo que desde hacía cuarenta años que se
había avecindado a la jurisdicción de Yanhuitlán por ser
criador de ganado menor, y “para pastar sus ganados
arrendaba tierras a los naturales de dicho pueblo de
Amatlán, tiempo de diecinueve años”, por lo que pastaba
sus ganados en tierras de Amatlán, hasta los parajes en que
hoy están las cruces; pero nunca puso atención a los
nombres de los parajes, por lo que no sabe si hay o no uno
que se llama Ytnutiyaha. Destaca que los de Suchitepeque
Benito de Vecino del pueblo de nunca “le estorbaron el goce de las tierras que arrendaba
E s p i n o z a , 5 8 Español Chicahuastla aunque le veían pastar en ellas sus ganados”.
años A la cuarta respondió igual que los anteriores, y dijo que la
distancia entre las cruces y Suchitepeque era de media
legua.
A la quinta dijo sobre Amatlán “que no tuvo otra
fundación porque las ruinas de casas antiguas lo
manifiestan, y porque no faltara tradición de la antigua
población si hubiera sido cierta como se experimentan en
otros que se mudaron, y es voz común decir tal Pueblo
viejo, lo que no se dice en Amatlán”.
A la sexta respondió igual que los anteriores.
Diego Pérez, 60 Natural y vecino de Mediante el intérprete dijo estar casado con María
Indio Magdalena.
años Nochixtlán
Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Natural y vecino de Mediante el intérprete dijo estar casado con Ana Ramírez.
Phelipe de la Chachoapam, de la Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos, a
Indio
Cruz, 59 años j u r i s d i c c i ó n d e excepción de la cuarta, en la que dijo que la distancia entre
Nochixtlán. las cruces y Suchitepeque había más de media legua.
167
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Natural y vecino de
To m á s d e l a I n d i o Chachoapam, de la Mediante intérprete dijo estar casado con Pascuala.
Cruz, 62 años principal j u r i s d i c c i ó n d e Respondió todas las preguntas de la misma forma que el
testigo anterior.
Nochixtlán.
Natural y vecino de
Sebastián Felipe, Chachoapam, de la Mediante intérprete dijo ser viudo de Nicolasa.
Indio
56 años j u r i s d i c c i ó n d e Respondió todas las preguntas de la misma forma que el
testigo anterior.
Nochixtlán.
Natural y vecino de
Pedro Agustín, Chachoapam, de la Mediante el intérprete dijo estar casado con María del
Indio
50 años j u r i s d i c c i ó n d e Rosario.
Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Nochixtlán.
Natural y vecino de
Juan López, 40 Q u i l i t o n g o , d e l a Mediante el intérprete dijo estar casado con María López.
Indio
años j u r i s d i c c i ó n d e Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Yanhuitlán.
Natural y vecino de
Domingo López, Q u i l i t o n g o , d e l a Mediante el intérprete dijo estar casado con María López.
Indio
90 años j u r i s d i c c i ó n d e Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Yanhuitlán.
Natural y vecino de
D o m i n g o Q u i l i t o n g o , d e l a Mediante el intérprete dijo estar casado con Andrea
Hernández, 70 Indio j u r i s d i c c i ó n d e Hernández.
años Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Yanhuitlán.
Natural y vecino de
Phelipe López, Q u i l i t o n g o , d e l a Mediante el intérprete dijo estar casado con Sebastiana
Indio
75 años j u r i s d i c c i ó n d e López.
Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Yanhuitlán.
Natural y vecino de
Juan Ortiz, 40 Chachoapam, de la Mediante el intérprete dijo estar casado con María Ana.
Indio
años j u r i s d i c c i ó n d e Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
Nochixtlán.
168
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Joseph de las Natural y vecino de Mediante el intérprete dijo estar casado con Michaela de la
Indio Cruz.
Casas, 51 años Nochixtlán
Respondió el interrogatorio igual que los demás testigos.
169
Seis testigos presentados por Lorenzo Ramos de la Cruz, alcalde de Suchitepeque el 17 de agosto
en Yanhuitlán.314
Procedencia y
Nombre y edad Calidad Observaciones
vecindad
Dijo que sabe que los de Suchitepeque tuvieron pleito con
los de Nochixltán cincuenta años antes aproximadamente,
Natural de la sobre un paraje llamado Ytnuachito, del cual tuvieron
ciudad de fallo a favor. En el paraje conoció a indio de
S a l v a d o r d e Español Antequera y vecino Suchitepeque llamado Domingo Ramos, que vivía ahí
Figueroa, 64 años de la cabecera de para tener posesión de las tierras para su pueblo.
Ya n h u i t l á n p o r También dijo que los de Amatlán anteriormente estaban a
cuarenta años. dos leguas más hacia el oriente de donde se encontraban
en el momento de su testificación.
No necesitó intérprete “por ser ladino en la lengua
castellana”. Dijo “que le consta que en dicho paraje
Ytnuachitu tuvieron los de Suchitepeque casa o rancho
corral y nopaleras. pastando en dicho paraje sus
Pedro Martín de I n d i o Natural y vecino de ganados”.
la Cruz, 87 años ladino Yanhuitlán Además, dijo constarle que los de Amatlán se mudaron
hacía muchos años cerca de Suchitepeque, pero que antes
estaban a más de dos leguas, “donde tienen sus tierras que
son cuantiosas y laboriosas”.
No necesitó de intérprete y dijo se viudo de María de
Mendoza. Dijo que sobre el pleito con Nochixtlán por el
paraje Ytnuachito, “todo lo vio y conoció el testigo”, y
Sebastián de I n d i o dijo que los Amatlán “tenían su pueblo como a una legua
M e n d o z a , 1 0 3 p r i n c i p a l Natural y vecino de y media de donde ahora lo tienen en el paraje nombrado
Yanhuitlán
años ladino Huehedatti, donde hasta hoy se mantienen los frementos
[sic] de la iglesia y algunas casas de dicho pueblo de
Amatlán y si es necesario pondrá a su merced en los
parajes que lleva expresados”.
170
Anexo 5. Esquemas y transcripción de los mapas de 1725
Mapa elaborado con tinta negra sobre papel europeo, el 23 de abril de 1725.
y Ante mi
Miguel de Baena
Juan de Palacios parada escribano publico y real
2. Pueblo
d[roto]
t[roto]
171
tlán Ytnuachito; es linde para
el sur con Nochixtlán; y no
dan más razón que la diversi-
dad de nombres.
8. Pueblo de Ama-
tlán
9. Del para-
je de itnun
jznacha a este pue-
blo y la primera casa
abría dos tiros de arca-
buz.
316 Estas letras han sido destacadas pues se encuentran encima de la escritura original.
172
más qué decir del nom-
bre.
173
Imagen 14. Esquema del mapa del 20 de abril de 1725
174
Número en el Catálogo de Ilustraciones del AGN: 774. Xuchitepeque y Amatlán
Referencia del documento: AGN, Tierras, vol. 557, 1a parte, exp. 3, Cuaderno 2º, f. 54.
Mapa elaborado con tinta negra sobre papel europeo el 23 de abril de 1725.
Presenta severos daños en la parte media y en uno de sus extremos, lo cual imposibilita la
paleografía completa de algunas de sus glosas.
La transcripción de las glosas va como sigue en la numeración del esquema del mapa.
3. Este es el paraje
que esta cerca de
donde se _anta el camino
que viene de Nochixtlán para Ama-
tlán y vereda de Suchitepeque
por el monte.
175
que no tiene nombre por ser
[roto] de [roto]
9. Pueblo de
Amatlán
10. Esta es
una loma pelada donde comienza
el linde con Chachuapa, dice
Amatlán y sus testigos que no tiene
nombre y Suchitepeque dice
se llama Ytnudumachaio y no
dan razón unos ni otros de ello.
176
12. Esta cruz dicen ambas
partes se nombra Yo[ilegible por el sello del AGN]
y concuerdan las partes
con los testigos.
177
Glosario de términos mixtecos
178
Fuentes
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