Sie sind auf Seite 1von 4

El éxito del Plan de Estabilización, éxito, claro está, de los objetivos que se proponía: crear

una base de partida adecuada para un crecimiento capitalista más rápido, es un elemento esencial
para comprender todo el desarrollo actual y sus perspectivas próximas. El auge económico sin
precedentes de 1961 a 1963 es el primer resultado. Los índices fundamentales para juzgar en
última instancia del crecimiento económico de conjunto de un país, son los índices de la renta
nacional por habitante y el producto nacional bruto.

En cuanto a la renta nacional por habitante, de 1961 a 1963, ha pasado de 100 –tomamos
100 = 1961– a 108,2 en 1962 y a 114,7 en 1963, en pesetas constantes.

En cuanto al producto nacional bruto, ha pasado de 100 en 1961. tomándolo como base, a
103,5 en 1962, a 111,7 en 1963.

Al mismo tiempo ha tenido lugar un aumento importante del consumo privado y público, en el
que entra de forma importante el aumento [50] de los salarios industriales y agrícolas un aumento
importante del ahorro interior un aumento importante de las aportaciones de capital extranjero, que
han pasado de 162 millones de dólares en 1962 a 257 millones de dólares en 1963.

Los excedentes acumulados durante los años 1960-61 con las aportaciones de capital
extranjero han hecho posible las importantes inversiones de 1962 y 1963. En 1963 las inversiones
productivas han alcanzado la cifra récord, sin precedente en la economía española, de 55 mil
millones de pesetas, que no incluye el conjunto de la capitalización, no incluye la autofinanciación
de las empresas y de determinadas actividades del sector público que se financian en circuito
especial, al margen del mercado de capitales. Es decir, la inversión real productiva es mayor que
esa cifra de 55.000 millones.

A finales de 1963 las reservas en moneda extranjera superaban los mil millones de dólares. Y
el índice tal vez más revelador del crecimiento es el de la renta industrial real que en 1963 fue del
8,2 %, lo que sitúa a la industria española en los primeros lugares del ritmo del crecimiento
mundial.

El importante desarrollo capitalista que ha experimentado España en el último cuarto de siglo


y ese notable ritmo de crecimiento industrial en los últimos 10-12 años, es un proceso lleno de
contrastes, desequilibrios, agudas contradicciones, y todo él a base de la explotación de las
masas. No hay otro camino de desarrollo capitalista, incluso en los países en que ese desarrollo ha
comenzado y ha avanzado en las condiciones más óptimas, como ha sido el caso de los Estados
Unidos. Pero más aún cuando se abre paso por la vía prusiana. Tal ha sido también el caso de
Italia, para poner el ejemplo que ofrece más semejanza.

Uno de los obstáculos principales es la estrechez del mercado interior, derivada del lento
desarrollo capitalista de la agricultura, trabado por la presencia del latifundio y del minifundio, del
monopolio de la propiedad privada de la tierra, que hace mucho más costosa la capitalización de la
agricultura.

Incluso en los países donde se ha hecho una reforma agraria radical (estamos hablando de
este siglo, particularmente de los últimos treinta o cuarenta años, cuando el enorme desarrollo de
la industria ha dejado muy atrás, incluso en los países capitalistas avanzados el desarrollo de la
agricultura), incluso en los países socialistas, la experiencia demuestra que las primeras fases de
una industrialización acelerada van acompañadas de una profundización de la desproporción entre
la agricultura y la industria, que esta industrialización se hace en gran parte, en su primera fase, a
costa de la agricultura.

Pero la experiencia de los países capitalistas que han recorrido este camino prusiano antes
que España, demuestra, confirmando lo que Lenin demostró teóricamente a finales de siglo, la
posibilidad de una industrialización que, después de una larga etapa de relativa lentitud, entra en
una fase, la que los economistas llaman de despegue, de alto ritmo de crecimiento, que disminuye
después a medida que se alcanza un alto nivel de industrialización. A juzgar por todos los indicios
–me referiré más concretamente a ello– España ha entrado en esa fase de «despegue». La
característica de este camino es que es más penoso, más doloroso, para las masas populares,
sobre todo antes de entrar en esta fase de despegue.

Pero la característica también de este camino, cuando se recorre en la segunda mitad del
siglo veinte, es que es mucho más rápido porque está influenciado por la actual revolución técnico-
científica, por el enorme poder de la industria, lo cual hace que la agricultura, aun marchando a la
zaga, aun frenada en su transformación capitalista por las trabas antes indicadas, realiza esta
evolución, pese a todo, más rápidamente que en la segunda mitad del siglo XIX y primeras
décadas del actual.

Este es el proceso actual de la agricultura española. El latifundismo y el minifundismo siguen


ahí, en pie. Pero una cierta parte de la gran propiedad terrateniente ha pasado a formas de
explotación capitalista de la tierra y en algunos casos con una utilización relativamente importante
de la mecanización y otras técnicas modernas. Aunque en extensión sea relativamente pequeña
aún, en comparación con el latifundismo absentista irracionalmente cultivado, su significación
económica es importante y cada día mayor.

La proporción de campesinos ricos y su peso específico en la producción agraria ha


aumentado en grado importante. Ha crecido también considerablemente la utilización por ellos de
maquinaria y abonos. La cifra actual de 100.000 tractores en nuestra agricultura es un índice
significativo. Se están extendiendo las formas de cooperación capitalista entre esos campesinos
ricos. El enorme éxodo campesino hacia la ciudad, hacia la industria, es uno de los índices más
importantes de la magnitud de ese proceso de transformación capitalista de la agricultura. Y al
mismo tiempo, la forma capitalista de despejar el campo en el sentido más literal para la
aceleración ulterior de este proceso.

La gran extensión del sistema de créditos y de otras formas de intervención del capitalismo
financiero en el campo, integra cada vez más la agricultura en el mecanismo general del sistema
del capitalismo monopolista de Estado, y es un poderoso factor externo que acelera su
transformación capitalista. [51]

Medir la profundidad de este proceso a través de la evolución de la producción global agrícola


sería engañarse. Porque precisamente una transformación de este tipo, en la fase del desarrollo
industrial acelerado del país, implica un período más o menos largo de débil ascenso de la
producción agrícola. Es el período en el que el aumento de la producción y de la productividad en
las explotaciones capitalistas, cada vez más numerosas y complejas, es neutralizado por la
decadencia y la ruina de las explotaciones latifundistas atrasadas, o de las explotaciones
minifundistas, que son las víctimas de este proceso, unas a la larga y otras a la corta.

Por otra parte, la necesidad de acumulación para el crecimiento industrial rápido, el interés de
clase del capital financiero industrial, dominante, que dirige toda la economía, carga sobre la
agricultura, y sobre todo a medida que la lucha de la clase obrera pone límites a la intensificación
de su explotación, un peso mayor de la industrialización. El arma fundamental para ello es la
política de precios agrícolas, también la política de créditos, inversiones, &c.

Pero esta política agrícola del capital monopolista no sólo es un freno, sino también un
acicate al proceso de transformación capitalista de la agricultura; es un freno para su desarrollo
cuantitativo, pero es un acicate para su desarrollo cualitativo, obliga a que éste marche por el
camino de una productividad cada vez mayor, de una utilización más intensa de la maquinaria,
abonos, &c. Crea así las premisas para una aceleración ulterior del ritmo y del crecimiento
cuantitativo.
Otra serie de aspectos de la política agraria del capital monopolista: concentración parcelaria,
fomento de diversas formas de cooperación capitalista, colonización, &c. están imprimiendo a esa
evolución capitalista de la agricultura un ritmo cada vez más acelerado.

En una de sus intervenciones, el camarada Ignacio dijo que no cree que con la aceleración de
la concentración parcelaria se modifique la productividad en el campo y se aumente la producción.
La productividad –agregó– no ha aumentado globalmente. Globalmente es verdad. Pero aquí
tengo un estudio sobre la concentración parcelaria, publicado en YA del 28-12-62, donde se
explica cómo en las zonas de Castilla los aumentos de la producción agrícola, en las zonas donde
se ha hecho la concentración parcelaria, varían entre el 2 y 13 por ciento. Los incrementos del
producto neto agrario oscilan entre 150 y 620 pts. por Ha. En él se dice que en todas las zonas
concentradas se ha notado un aumento relativo a la productividad del trabajo. Puede afirmarse que
el producto neto agrícola suele aumentar como consecuencia de la concentración parcelaria del 15
al 30 % en las zonas cerealistas; del 22 al 78 % en las de tipo agropecuario.

Todo este proceso de transformación capitalista de la agricultura hubiera creado graves


tensiones sociales y políticas si no se hubiera realizado en el marco de un desarrollo industrial
capaz de absorber a la población agrícola, que iba siendo desplazada de la producción en el
campo. Pero esto ha sido posible hasta 1959 en los marcos mismos del desarrollo industrial
español. Y después, no sólo gracias a este aumento, sino con el complemento de la solución por la
industria europea.

Cuando se insiste constantemente sobre la estrechez del mercado interior para argumentar la
dificultad, cuando no la imposibilidad, del desarrollo industrial de España, del crecimiento del
capitalismo, se corre el peligro de transformar una verdad en un tópico que impide ver el proceso
real. La realidad es que esa estrechez se ensancha constantemente. ¿Cómo hubiera sido posible
el aumento considerable de la producción industrial en todo este período sin la
ampliación constante del mercado?

En primer lugar, la producción de bienes de producción crea ella misma su propio mercado,
que goza de una relativa autonomía de la capacidad de consumo de las masas en cada fase del
ciclo económico.

En segundo lugar, el desarrollo industrial, al aumentar numéricamente la clase obrera, casi el


doble en todo este período, crea mercado para los artículos industriales de amplio consumo y para
la agricultura.

La cifra de casi ocho millones de asalariados de todo tipo, que se da en las estadísticas,
demuestra la gran ampliación del mercado interior que se ha realizado.

En tercer lugar, el desarrollo de los servicios, del comercio, &c. –los servicios especialmente
han experimentado un gran desarrollo– crea mercado.

En cuarto lugar, el desarrollo de la agricultura capitalista a costa de las economías naturales,


crea mercado. No sólo mercado para los productos de amplio consumo, sino para la industria de
maquinaria agrícola, química, &c.

En quinto lugar, el desarrollo considerable de las capas medias, profesiones liberales,


administrativas, técnicas, &c., que trae aparejado el desarrollo capitalista-monopolista, crea
mercado.

En sexto lugar, la emigración masiva de mano de obra a los países capitalistas europeos,
permaneciendo sus familias en España, crea mercado. [52]
En séptimo lugar, la lucha del proletariado industrial y agrícola por el aumento de los salarios
y por otras mejoras materiales, es uno de los más potentes factores de ampliación del mercado,
como también de acicate de la elevación de la productividad mediante la introducción de nueva
técnica, de nuevas formas de organización del trabajo. En general este factor es uno de los más
importantes para comprender la aceleración del ritmo de desarrollo capitalista e industrial de
España en los últimos 10-12 años; como ha sido también uno de los factores

Das könnte Ihnen auch gefallen