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I
LA HERENCIA
CONQUISTA y TIUBUTO
Los ANTIGUOS MAYAS ocuparon una vasta región que comprende los
actuales estados de Yucatán, Campeche, Tabasco y la mitad oriental
de Chiapas y Quintana Roo. Aunque de las cinco etapas del progreso
humano (el fuego, la agricultura, la domesticación de los animales,
el uso de instrumentos mehllicos y el descubrimiento de la rueda)
los mayas sólo conocieron las dos p1imeras, y fue la suya una ci-
vilización basada exclusivamente en el maíz y desarrollada en los
trópicos húmedos, "ningún pueblo neolítico del Viejo Mundo al-
canzó el mismo grado ele adelanto que los antiguos mayas de la
América Media". Sylvanus G. Morley destaca también las conquistas
de los mayas en arquitectura, escultura, cerámica y pintura, en menor
escala su obra lapidaria y plumaria, sus tejidos y tintes de algodón,
la invención de la escritura y la aritmética de posiciones (incluido
el descubrimiento del cero, caso único en el Nuevo Mundo), su ca-
lendario tan exacto como el gregoriano y sus conocimientos astro-
nómicos superiores a los de egipcios y babilonios. Juzgados estos ade·
lantos al niv.el del neolítico del Viejo Mundo, Morley considera a
los mayas "como el pueblo indígena más brillante del planeta". 1
Todo parece indicar que, aparte de las razas primitivas, tres pue-
blos diferentes ocuparon, sucesivamente, la península: itzaes (parte
oriental y septentrional), mayas propiamente dichos (primero el sur
de las cordilleras y mucho después el norte y el oriente) y, en fin,
los caribes, quienes poco antes de la conquista española incursionaron
en las costas del oriente y del norte. 2 Precisamente a la llegada de
los españoles, los mayas estaban organizados en 18 o 20 cacicazgos:
1 Morley, La Civilización, pp. 15, 12, 492-500.
2 Basauri, Familia Maya Quicheana, p. 2.3.
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6 CAPÍTULO 1
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LA HERENCIA 7
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8 CAPÍTuLO 1
11 Canillo y Ancona, Estudio, pp. 41-42. Molina Solís, Historia, 11, p. 255.
12 Ancona, Historia, I, p. 370.
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LA HERENCIA 9
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10 CAPITuLO l
de inmediato los frutos de sus ahorros; por esa razón varios aban-
donaron Yucatán, al grado que fue preciso prohibir esta emigración
a menos que dejaran un sustituto montado y armado. 10 Pero pronto
empezaron a tranquilizarse cuando Tutul Xiu, cacique de Maní,
obsequió a los vecinos de la recién fundada Mérida con indios de
ambos sexos para que les sirvieran en toda clase de trabajos domés-
ticos. A partir de entonces todos los españoles se creyeron con dere-
cho a tener criados indios a su disposición.17
Recién fundada Mérida, los indios de esa ciudad recibieron con
agrado a los religiosos, no sólo porque el padre Fray Luis de ViIIal-
pando les predicó en maya, sino por su pobreza, frugalidad y amor
que les mostraban. Los caciques aceptaron la invitación de Villal-
pando de enviarles a sus hijos para que los educaran, si bien algunos
enviaron a los hijos de sus sirvientes en lugar de a sus propios hijos,
porque los sacerdotes indios hicieron correr el rumor de que los mi-
sioneros pedían a los niños para matarlos y comérselos. 18
Las cuatro clases de la sociedad maya prehispánica (nobleza, sa-
cerdocio, plebeyos y esclavos) se transformaron en la Colonia en
dos grupos mayores; aristocracia, antigua (caciques y principales)
y nueva (labradores, comerciantes e industriales ricos) y macehuales,
independientes (labradores, comerciantes e industriales pobres) y
dependientes (laboríos y naboríos). La subsistencia de algunos ca-
ciques estabilizó a la sociedad colonial porque aseguró una cierta
lealtad de la antigua nobleza prehispánica. 19 En los primeros años
de la Colonia los cacicazgos se confirieron a los descendientes de los
caciques aliados en la conquista; los rebeldes pasaron a formar parte
de la masa del pueblo. Entre las principales funciones de los caci-
ques se cuentan el cobro de tributos y obvenciones, la persecución de
los criminales, la vigilancia en la celebración de las festividades reli-
giosas y de las faenas agrícolas a beneficio de los pueblos, etc., tarea
esta última heredada de la época prehispánica y destinada a prever
las hambres. 2 º
Los caciques gozaban de los siguientes privilegios: exención del
pago del tributo y de los servicios personales; posibilidad de ser ele-
gidos para los cargos de gobernador, alcalde y regidor de los pue-
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LA HERENCIA 11
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12 CAPÍTULO I
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LA HERENCIA 13
un principal, "el más anciano y virtuoso de los que hasta ahora hay",
los demás indios tendrían calidad de macehuales. Los caciques, por
la administración y gobiemo de los pueblos, anualmente recibirían
una milpa de maíz y otra de frijol. En vista de que la memoria de
sus ritos pasados había dado ocasión a rebeliones y levantamientos,
López prohibió la predicación de tales ritos. También con miras a la
seguridad de los españoles dispuso que no hubiera ayuntamiento al-
guno en casa del cacique y prohibió que después de tocada. la cam-
panada de las ánimas del purgatorio anduvieran de noche. Asimismo,
pensando en extirpar el paganismo ordenó que ningún indio tuviera
nombre gentil, ni divisa alguna que representara "ofrecimiento al de-
monio"; más aún, hombres y mujeres deberían abandonar la corrup-
tela de labrarse el cuerpo.
Al lado de la negación del paganismo viene la afirmación del cato-
licismo; con tal fin, todos los pueblos deberían tener buenas iglesias
y cruz con su manga o con un paño. Se enseñaría la doctrina cristiana, y
cuando algún indio bautizado intentara impedir dicha enseñanza,
sería castigado con todo rigor. Ningún indio debería enseñar la doc-
trina cristiana sin licencia del prelado o de los religiosos; los indios
deberían bautizarse, pese a que algunos, "con intención del demo-
nio", pretendían que el bautismo mataba a los niños, pero, eso sí,
sólo se bautizarían una vez. Con el fin de adaptar la poligamia pre-
hispánica a la monogamia católica, ordenó que los indios que tuvie·
ran varias esposas inmediatamente después de bautizarse deberían
comunicarlo al obispo o a los religiosos para que éstos decidieran
cuál era la legítima y abandonara n a las demás. Nadie debería ca-
sarse dos veces, quien infringiera esa disposición sería castigado
públicamente herrándolo en la frente "con un hierro caliente a ma-
nera de 4" y perdería la mitad de sus bienes en beneficio del rey
y la otra mitad en beneficio de su primera esposa. Prohibió que los
padres vendieran a sus hijas y los esposos a sus esposas. Ordenó que
los indios se hincaran de rodillas ante el Santísimo Sacramento, re-
verenciaran las imágenes de "su bendita Madre'', y que al empezar
y al terminar sus labores rezaran el Pater Noster y el Ave María; se
santiguaran al levantarse y al acostarse, bendijeran la mesa al co-
menzar y al terminar de comer, lo cual deberían hacer sentados,
en mesas y con manteles, todo muy limpio.
Prohibió que los indios tuvieran esclavos indios (diez años atrás
se había prohibido que los españoles tuvieran esclavos indios), quie-
nes fos tuvieran deberían libertarlos, si bien cacique y principales
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14 CAPITuLO 1
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LA HERENCL'\ 15
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16 CAPÍTULO 1
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LA HEHENCIA 17
Alta y Baja, Costa Alta y Baja, Camino Real Alto y Beneficios Altos)
y se recaudaban por este concepto 120 000 pesos anuales.ªº
En suma, los indios pagaban las siguientes contribuciones princi-
pales: 1) hopaltan, medio real anual obligatorio para los indios de
ambos sexos, de los 14 a los 60 años de edad. Con este dinero se pa-
gaban los gastos del tribunal de indios. 2) Comunidades, real y medio
obligatorio para todo indio varón, posteriormente se transformó en
la obligación de labrar 10 brazas de tierra para sembrar maíz. Este
impuesto fue en Yucatán de una peseta anual, obligatorio para ambos
sexos; se destinaba al sostenimiento de cárceles, hospitales, fiestas
religiosas, etc.; al finalizar la Colonia, de estos fondos se prestó
un cuarto de millón de pesos al rey. 3) los repartimientos, institu-
ción al parecer peculiar a Yucatán, consistía en adelantar a los indios
de ambos sexos ciertas cantidades, en especie o en numerario, o en
ambas formas, para que tiempo después las pagasen con elevada usura.
Al finalizar la Colonia se entregaba a cada india el algodón suficiente
para que ella devolviera 16 varas de manta; a los varones se les
internaba en los bosques de dos a tres semanas, y a su regreso de-
berían entregar 6 libras de cera. La mujer recibía anticipadamente
diez reales y tres el varón. Los repartimientos se utilizaron como
un sucedáneo de las encomiendas en beneficio de los españoles po-
bres que carecían de ellas. Para el xvm los repartimientos se amplia-
ron al maíz, la miel, el hilo, el copal, el ámbar, la vainilla, la gra-
na, etc. 31 Por ser el tributo una contribución de raza, los indios es-
tuvieron exentos, en cambio, de las contribuciones propias de los
españoles (diezmo y alcabala), pero las pagaban cuando vendían
mercancías españolas. 32
Se conjetura que la tenencia de la tierra prehispánica era comu-
nal, salvo las tierras dedicadas al cultivo del cacao y otros árboles
igualmente preciosos; los terrenos comunales pertenecían al primer
ocupante durante dos años, pasados los cuales regresaban al dominio
público. 33 La conquista introdujo la propiedad privada entre los es-
pañoles e incluso algunos caciques tuvieron tierras con ese carácter;
sin embargo, los pueblos desarrollaron una institución, las cofra-
días, en la cual los indios tenían la propiedad pero, de hecho, la
30 Ancona, Historia, II, p. 104 y III, p. 25. Chamberlain, The Preconquest,
p. 30. Rubio Mañé, Archivo, 1, p. LXX.
31 Ancona, Historia, 11, pp. 108-109.
32 Zavala, "Instituciones", p. 86.
33 Roys, The Indian, p. 37. Ancona, Historia, I, p. 180. Molina Solís, His-
toria, I, p. 230.
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18 CAPÍTULO J
3 4 Roys, The Indian, p. 145. Ancona, Historia, 11, pp. 108, 356. Rubio ?-,,fañé,
Archivo, I, pp. LXX, 207 -234.
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LA HERENCIA 19
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20 CAPÍTULO l
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LA HERENCIA 21
EVANGELIZACIÓN Y OBVENCIONES
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22 CAPÍTULO I
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LA ·HERENCIA 23
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24 CAPÍTULo 1
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LA HERENCIA
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26 CAPÍTuL<J l
trimonio.
53 A\1cona, Historia, III, pp. 41, 123.
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LA HERENCIA 27
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28 CAPÍTuLo I
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LA HERENCIA 29
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30 CAPÍTULo I
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LA HERENCIA 31
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32 CAPÍTuLo 1
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LA HERENCIA 33
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34 CAPÍTuLo 1
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LA HERENCIA 35
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36 CAPÍTuLo l
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, LA HERENCIA 37
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38 CAPÍTUW I
razas.
75 Carrillo y Ancona, Vida de Fray Manuel Martínez. p. 32.
16 Ancona, Historia, II, pp. 239-240, 310. Zavala, "Instituciones", p. 59.
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LA HERENCIA 39
11 Id., 11, p. 242. Carrillo y Ancona, Vida de Fray Manuel Martínez, pp. 54,
60.
1s Valdés Acosta, A través, pp. iii-iv. Ancona, Historia, 11, pp. 123-124.
Baqueiro, Bosque;o, 34. Carrillo y Ancona, Historia Antigua, p. 460.
79 Carrillo y Ancona, Historia Antigua, p. 509. Humboldt, Ensayo, 11,
p. 139.
so Humboldt, Ensayo, 11, pp. 13, 172-174.
s1 Orozco y Berra, Diccionario, I, p. 537.
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40 CAPÍTULO l
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LA HERENCIA 41
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42 CAPÍTULo I
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