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Este documento trata sobre la intervención sistémica en casos de divorcio. Explica que el divorcio afecta no solo a la pareja, sino también a los hijos, familiares y amigos. Describe las diferentes fases por las que pasa un divorcio, así como factores que pueden favorecerlo o dificultarlo. Finalmente, analiza consideraciones legales sobre la custodia compartida y el proceso terapéutico para ayudar a las personas a enfrentar las consecuencias de un divorcio.
Este documento trata sobre la intervención sistémica en casos de divorcio. Explica que el divorcio afecta no solo a la pareja, sino también a los hijos, familiares y amigos. Describe las diferentes fases por las que pasa un divorcio, así como factores que pueden favorecerlo o dificultarlo. Finalmente, analiza consideraciones legales sobre la custodia compartida y el proceso terapéutico para ayudar a las personas a enfrentar las consecuencias de un divorcio.
Este documento trata sobre la intervención sistémica en casos de divorcio. Explica que el divorcio afecta no solo a la pareja, sino también a los hijos, familiares y amigos. Describe las diferentes fases por las que pasa un divorcio, así como factores que pueden favorecerlo o dificultarlo. Finalmente, analiza consideraciones legales sobre la custodia compartida y el proceso terapéutico para ayudar a las personas a enfrentar las consecuencias de un divorcio.
CLASE MASTER NIVEL II – Enero 2012 Según Erich Fromm, el aislamiento y la separación de los demás es la fuente principal de la angustia en los seres humanos. Cuando estamos aislados y separados de los otros nos encontramos incomunicados, indefensos e incapaces de entender el mundo, engendrando profundos sentimientos de fracaso, culpabilidad y haciendo sentir a las personas diferentes, discriminadas y estigmatizadas. Todo esto puede evidenciarse en el divorcio que acontece entre las parejas. El divorcio es un proceso psico-afectivo, psico-fisiológico, legal, individual, familiar y traumático, que no sólo afecta a la pareja, sino también a los hijos, a la familia política, a la familia extensa, a los amigos y a la comunidad, aunque haya sido pactado de mutuo acuerdo. El impacto del divorcio en cada pareja o matrimonio casi siempre es potente y duradero y dependerá de un conjunto de factores como son: edad de los miembros de la pareja, duración de la vida de pareja, y, dentro del marco cultural, cuestiones como la religión, la comunidad, la etnia, la educación o la situación socio económica. Es necesario también conocer su impacto acorde a los vínculos de apego establecidos entre cada padre con sus respectivos hijos. Entre el 20% y el 25% de los divorcios o separaciones generan conflictos difíciles, pudiendo durar años de desgarro, sufrimiento, no solamente para sus miembros sino para sus hijos. En los casos de violencia, abuso, adicción grave y dependencia emocional entre otras, los divorcios para una de las partes puede ser un alivio, aunque la complicación posterior es de persecución y acoso dado que el otro no acepta la separación. El proceso de resolución de una separación, ver al otro como neutral puede durar entre dos y cinco años, como media. La Ley del divorcio en los distintos países ha brindado a las parejas la posibilidad de divorciarse si las cosas no van bien y ha desterrado el mito popular y religioso “hasta que la muerte nos separe”. El divorcio se
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convierte en una opción para las parejas que iniciaron un camino de convivencia, compromiso, confianza y entrega. Desde la psicoterapia y la terapia sistémica, en particular, cuando una pareja acude por conflictos graves, es necesario evaluar inicialmente que posibilidades hay de mantenerse unida antes de plantear el divorcio. Los insultos, las discusiones continuas, los reproches del pasado, la indiferencia de uno de ellos frente al discurso y necesidades del otro y algunas separaciones previas, son malos indicadores para la continuidad de una pareja. En caso de que se plantee la necesidad de separación o divorcio, la terapia deberá ayudar a los dos y cada uno junto a los hijos, si los hay, a afrontar lo vivido y a manejar las distintas situaciones que presenta el divorcio en sus diferentes etapas de tal manera que las consecuencias psicológicas y de otro tipo impliquen el menor sufrimiento posible, superando el trauma e iniciando una vida independiente.
Este trabajo, a través de diversos aspectos acerca del divorcio,
pretende brindar tanto una idea general del mismo como las herramientas necesarias para llevar a cabo una psicoterapia sistémica integral en estos casos. Para ello se abordarán los siguientes puntos: 1. Algunas consideraciones legales actuales sobre la custodia compartida 2. Fases del divorcio 3. Factores que pueden favorecer el divorcio 4. Consecuencias del divorcio en la vida familiar y en los hijos 5. Proceso de duelo 6. Tratamiento 7. Bibliografía
1. ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA LEY DEL
DIVORCIO Y LA SITUACIÓN ACTUAL
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Los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (2009) hablan de que, en ese año, se dieron un total de 106.166, repartidos en. Nulidades: 127 Separaciones: 7.680 Divorcios: 93,359 Por comunidades autónomas la tasa más elevada se da en Melilla, seguida por Islas Canarias y Asturias. La menor tasa de disoluciones matrimoniales se da en Castilla la Mancha seguida de Extremadura. LA CUSTODIA COMPARTIDA es una cuestión actual que hay que tener en consideración cuando se hace terapia de divorcio. El anteproyecto de Ley de reforma al Código Civil en materia de separación y divorcio introduce la posibilidad de llevar a efecto la guarda y custodia de los hijos menores de forma conjunta, después de finalizada la vida en común por los progenitores; lo que ha venido a denominarse custodia compartida.
La guarda y custodia compartida significa que el menor físicamente
se mantendrá en compañía del padre y la madre de forma conjunta, y ambos tendrán que atenderle y asistirle, como esto es imposible tras una ruptura de pareja, el tiempo de estancia con uno u otro progenitor se repartirá, en una proporción cercana al cincuenta por ciento. En la práctica, los menores pueden permanecer en el domicilio familiar y ambos progenitores mantener domicilios diferentes, acudiendo en momentos distintos el padre o la madre y, según lo establecido, al domicilio común para hacerse cargo del cuidado de los hijos. Fórmula que evidentemente es la más favorable para el menor, pero que comporta un entendimiento y flexibilidad entre el padre y la madre importante, además de una renuncia, al menos en cierta medida; a mantener una nueva vida familiar con terceras personas, porque no sería adecuado que si alguno de los progenitores inicia una nueva vida en pareja, esa tercera persona acuda también al domicilio familiar cuando el progenitor tenga
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que hacerse cargo de los hijos, ya que esto podría ser materia de conflicto para el otro progenitor y seguramente alteraría el acuerdo adoptado. Otra fórmula más habitual cuando se da un régimen de custodia compartida es aquella en que ambos progenitores mantienen domicilios separados y es el menor el que cambia de domicilio de forma constante, ya sea cada día, cada semana, cada mes o cada año. En un régimen de estas características el padre y la madre deben acceder a vivir en lugares relativamente cercanos para que el menor pueda acudir al colegio y mantener las mismas actividades extraescolares, así como relacionarse con sus amigos, independientemente del domicilio donde se encuentre y además intercambiarse puntos de vista para unificar pautas de conducta hacia el menor, con mayor rigor que si la custodia no fuera compartida. Hasta ahora, los tribunales, cuando han aprobado un régimen de custodia compartida para el padre y la madre, normalmente ha obedecido al hecho de que ambos progenitores lo han planteado de común acuerdo, y el tribunal ha valorado que con dicho acuerdo no se perjudicaba la estabilidad del menor. Hay que tener en cuenta que el régimen de custodia compartida es excepcional, ya que debe existir una muy buena disposición por parte de los progenitores. Muchas veces cuando una persona vive en pareja, imagina que en caso de ruptura de la convivencia podrá mantener una buena relación con su ex pareja. Sin embargo, la realidad se impone y vemos que, en general, las tensiones entre aquellos que han mantenido una relación sentimental suelen producir una incapacidad de comunicación. En ocasiones estas situaciones sólo duran un tiempo, pero en otros casos no se consigue restablecer una conversación normal en el resto de su vida. En este marco de incomunicación no es probable que se den condiciones para el ejercicio de una custodia compartida. OPINIÓN: El texto del anteproyecto de Ley de Reforma de Código Civil regula la posibilidad de que un juez pueda determinar un régimen de custodia compartida, con la mera solicitud del padre o la madre de dicho régimen, y sin necesidad de acuerdo previo entre ambos progenitores, lo cual es incompatible con la filosofía que debe prevalecer
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en un régimen de custodia compartida, que debe otorgarse cuando exista una decisión libremente adoptada por ambos progenitores y un compromiso real de las responsabilidades que comporta y en el que las discrepancias entre los adultos no deben perjudicar al desarrollo personal del menor, pues ante todo debe prevalecer el beneficio del mismo. La custodia compartida solo debería contemplarse en aquellos casos que ambos progenitores estén de acuerdo, y preservando siempre el interés del menor que es el bien jurídico a proteger (Fuente: Asociación de Mujeres Juristas “Themis”)
2. FASES DEL DIVORCIO
El divorcio presenta distintas fases el cual cada una de ellas va a atravesar etapas, sentimientos, conductas y tareas a llevar a cabo y temas de mediación particulares. La primera etapa es el pre-divorcio, lo que constituye un divorcio emocional en la cual una o ambas partes han discutido, se han enfadado, han recurrido a amigos o familia para compartir este momento que no está claro e incluso alguno de ellos han intentado hacer una terapia individual. Los sentimientos son múltiples de frustración, insatisfacción, desesperación, negación, vacío, ambivalencia, desilusión, depresión y otros. En esta fase puede haber una retracción física y emocional, se simula que todo está bien y se intenta recuperar el afecto, también puede haber algún tipo de separación temporal de uno o ambos miembros de la pareja. En esta etapa se puede contemplar la posibilidad del divorcio a través de una mediación o decidir un divorcio contencioso.
La segunda fase es la llamada fase de divorcio que a su vez implica
varios tipos de divorcio: . divorcio legal (consulta a aun abogado o mediador, a aceptar lo inevitable del divorcio, y si no hay común acuerdo, presentar una demanda de divorcio legal. En esta etapa puede haber gritos, amenazas, chantajes, intentos de suicidio. La mediación es un buen
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elemento junto a la terapia de divorcio para ayudar a contener, evaluar y comprender este proceso por ambas partes. En este periodo se plantea el plan de custodia y de visita) . divorcio económico-financiero ( en esta etapa puede haber sentimientos diversos, confusión, furia, alivio, codicia, actitud vengativa y otros. En esta etapa hay separación física, necesidad de acuerdo financiero y acuerdos en la manutención de los niños y/o cónyuge) . divorcio coparental donde se plantean problemas de residencia y contacto con los niños fundamentalmente, es una etapa de dolor y duelo, es una etapa que hay que contarle lo sucedido a familiares y amigos, de sentirse capaz de tomar decisiones y es una etapa donde uno de los miembros de la pareja se tiene que mudar a otra casa. Otra etapa d la fase del divorcio es el divorcio social, comunitario y de la familia extensa: las parejas aprenderán a manejar las reacciones emocionales de los demás, interpretar los cambios de la familia extensa, es la etapa de buscar nuevos amigos y actividades y de la estabilización de las rutinas diarias para los niños y de la organización d eun nuevo modo de vida. Cada uno explorará nuevos intereses profesionales y de ocio. También en esta fase se presenta la necesidad de divorcio espiritual y religioso, se duda de sí mismo, se desea obtener la aprobación de la iglesia y se teme a la irritación de la ira de Dios. La última fase es el posdivorcio: es la etapa del divorcio psíquico, una época de exploración y de reequilibramiento. En esta fase se presentan los siguientes aspectos: nueva síntesis de la identidad, finalización del divorcio psíquico, búsqueda de un nuevo objeto de amor y hacer un compromiso de cierta permanencia, adquirir comodidad con el nuevo estilo de vida y con los nuevos amigos, ayudar a los niños a aceptar lo definitivo del divorcio de sus padres y su relación continuada con ambos padres.
3. FACTORES QUE PUEDEN FAVORECER EL DIVORCIO
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Los factores que predisponen al divorcio son diversos, pueden actuar de forma única o combinada , entre otros se pueden encontrar: 1. La no tolerancia de la individualización biográfica de cada miembro de la pareja, es decir, la dificultad de la incorporación del discurso propio de cada uno de ellos a la vida de la pareja en forma igualitaria. En este caso, la dificultad de la pareja consiste en admitir la armonía entre dos individuos que tienen que construir un “nosotros”, dos personas que tienen que aprender a negociar pacíficamente cuando existen diferencias y aprender a escucharse, dialogar y no solo monologar e imponer. 2. Incompatibilidad de caracteres que se manifiesta cuando después de un tiempo ambos llegan a la conclusión de que por la forma de ser y sus reacciones frente a las diferencias no pueden vivir juntas aunque se quieran. Este factor también puede incluir la incompatibilidad sexual. 3. Desilusión de la idealización que se tenía del matrimonio y del otro miembro de la pareja. 4. La imposibilidad de admitir las diferencias en temas de roles y jerarquías, lo que refleja en la mayoría de los casos, la existencia de luchas de poder. 5. Proyectos de vida diferentes no hablados con anterioridad a la convivencia, como tener o no tener hijos, proyectos profesionales, tipos de ocio, y discrepancias acerca del lugar de residencia, entre otros. 6. Diferencia significativa de edad, generalmente hombre mayor y mujer joven, fenómeno más frecuente y aceptado y, mujeres mayores con parejas jóvenes, fenómeno menos aceptado por el entorno, pueden ser factores que con el tiempo incidan en la ruptura. 7. Diferencias culturales significativas que inciden en la organización y relación de la pareja y la familia (religión, educación de los hijos, relación con amigos y otras prácticas culturales). 8. Matrimonios contraídos a muy temprana edad que, a su vez, han sido la única pareja que han tenido ambos en su vida. La precipitación de la ruptura puede sobrevenir cuando uno o ambos miembros quieren
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experimentar una vida independiente o conoce a alguien muy diferente que le atrae. 9. Parejas jóvenes que, dada su inmadurez psicológica, no desarrollan suficiente compromiso e implicación en la relación. Sus conductas son las de adolescentes que buscan una madre o un padre, qu tolerancia a la frustración, con poca diferenciación de sus familias de origen. 10. Parejas donde una de las personas hiperactiva en relación al otro, independiente y arriesgada, con cambios constantes en cuestiones que afectan a la vida de la pareja. Toman decisiones sin contar con el otro, pensando que la pareja le va a seguir: (decisión unilateral de conseguir o aceptar un trabajo en otra ciudad o lejos del hogar, lo que supone distanciamiento de la vida familiar o de pareja sin consulta previa; comprar bienes o plantear mudanzas dentro del mismo entorno sin acuerdo previo tratando de imponer su posición, traer amistades a comer o de visita a la casa sin previo aviso, con frecuencia, tomar decisiones profesionales sin tener en cuenta a la pareja. 11. La llegada del primer hijo. El primer año de vida es un período clave que puede afectar y poner en riesgo la relación de pareja. El hombre debe aceptar que no es el foco de atención único de su mujer, sino que el nuevo hijo va a ocupar un lugar principal. Esta situación obedece a la necesidad de cuidado del bebé y al aumento correspondiente de los índices hormonales de la mujer cuyos cambios se reflejan en un desarrollo adecuado de su maternidad. Si la pareja sortea este período y la madre incorpora al padre en la relación activa con el bebé entre los 3 y 6 meses, contribuirá a que las díadas madre-bebé y padre-bebé y la díada marido-mujer se redefinan, crezcan y se desarrollen. 12. Parejas infértiles con periodos prolongados de tratamientos de medicina reproductiva. 13. Intromisión constante de las familias políticas en la vida de las parejas sin límites que la pareja pueda marcar.
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14. Otros factores que también pueden afectar son el mayor nivel cultural, profesional o laboral de la mujer que de su pareja constituye un factor que algunos hombres con ideología machista no soportan. 15. Adicción grave (incluida la ludopatía y el alcoholismo), adicción al trabajo, a la pornografía. 16. La infidelidad (en función de las circunstancias en las que se dé y cómo se resuelve en el marco de la pareja). 17. Violencia familiar. 18. Carencias afectivas significativas de uno de ellos y/o trastornos de límite personalidad. 4. CONSECUENCIAS DEL DIVORCIO EN LA VIDA FAMILIAR Y EN LOS HIJOS
La ruptura de la pareja trae como consecuencia, no sólo, la
necesidad de establecer nuevas formas de relación entre sus miembros sino también una nueva dinámica de la relación entre padres e hijos. La separación será conflictiva y difícil dependiendo de cómo se haya vivido el proceso de ruptura, y la del tiempo de sufrimiento predivorcio hasta la toma de la decisión. Las parejas que tienen hijos necesitan definir cuestiones acerca de las que, frecuentemente, sus miembros discrepan: las responsabilidades en la custodia, régimen de visitas, crianza y educación de los hijos, la manutención, períodos de vacaciones, etc. La complejidad de la situación aumenta para el futuro vínculo padre-hijo cuando, además, el padre o madre tiene que dejar del hogar y mudarse a otro barrio, a otra ciudad o, incluso, a otro país. En casos graves es necesaria una mediación y, en casos extremos, se llega al llamado punto de encuentro. Aquí los progenitores dejan a sus hijos para que un psicólogo los entregue a la expareja, que los recogerá durante los fines de semana o durante las vacaciones, dado que por dictamen legal les está prohibido verse. Con frecuencia, cuando se produce la separación no hay una transmisión de la información adecuada a los hijos acerca de la separación o de sus causas, provocando una disociación cognitiva y
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emocional. En algunos casos los padres solicitan a sus hijos que no comenten la situación con sus amigos, familiares, o en la escuela, ya sea por vergüenza o porque uno de los padres no acepta la separación y abriga esperanzas de una inmediata reunificación familiar. También muchos padres piensan que explicarles a los hijos las causas de la separación les puede causar un daño psicológico irreparable. Es muy importante que cuanto antes le trasmitan claridad acerca de la situación de separación, va a ser mejor para los hijos. No existe una regla a la que atenerse a la hora de transmitir a los hijos los motivos de una separación. Sin embargo, es conveniente hablarles con claridad acerca de la situación y asegurarles que pese a ésta, ellos seguirán siendo sus padres con todo lo que ello implica. En cualquier proceso de separación, los padres deben evitar que se adjudique la responsabilidad absoluta del divorcio a uno de los dos, excepto en aquellos casos en los que los hijos han percibido claramente esa responsabilidad como en los casos de alcoholismo grave o de violencia o maltrato. Aunque mayoritariamente, las responsabilidades deben repartirse al 50%, no siempre es así. Los padres deberán aclarar a sus hijos las causas del divorcio en un términos que ellos puedan entender y no deberán centrarse en detalles íntimos de la pareja. También tienen que acordar qué es lo que van a decir a sus hijos antes de comunicarles la separación. Deberán estar los dos presentes en el momento de la transmisión para poder así contener entre ambos las posibles reacciones de los hijos ante este hecho. A pesar de todo, los hijos, cuando son niños e incluso algunos adolescentes, siempre pretenderán que los padres vuelvan a reunirse y constituyan la pareja ideal que quizá nunca fueron pero, en casos donde la relación de pareja ha sido un continuo sufrimiento familiar, los hijos preadolescentes o adolescentes, ven el divorcio de los padres como algo liberador y más constructivo. Si los niños nunca han presenciado discusiones, gritos, maltrato, alcoholismo sino una relación aparentemente cordial y
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tranquila, la sorpresa del divorcio o separación les resulta incomprensible inicialmente y de más difícil asimilación.
La repercusión psicológica en los hijos de padres separados, puede
manifestarse de diversas formas. Cuando los padres se separan, los hijos pierden una estructura familiar, un andamiaje sobre el que se apoya su desarrollo físico y emocional. En estos casos, los hijos suelen presentar: Retroceso en el desarrollo, Cuadros de ansiedad, Problemas de aprendizaje, Problemas de conducta, introversión/depresión, rabia, indignación. En niños pequeños el miedo y la angustia son dominantes. En la adolescencia aparece la rabia, pesadillas, irritación, sensaciones de injusticia y desconfianza hacia los padres por no haber sido capaces de resolver satisfactoriamente sus diferencias, entre otras. Como consecuencia de los problemas crónicos sufridos por el pre divorcio, el divorcio y el posdivorcio, algunos de estos hijos pueden llegar a sentir que han perdido su infancia. El 37% de los hijos con padres separados sufren trastornos de comportamiento y aprendizaje, aproximadamente, durante cinco años tras la disolución de la pareja. . El primer estudio de los efectos del divorcio que se realizo en 1991 entre 17.000 familias inglesas, demostró que la mayoría de los problemas emocionales existían con anterioridad a la ruptura de sus progenitores. Ante el divorcio, los hijos pueden reaccionar psicológicamente de diferentes maneras. Una gran mayoría que no entienden la situación y les resulta confusa, reaccionan demandando mayor atención y cariño. Al no saber satisfacer sus progenitores estas demandas, los hijos generan mayor dependencia, sensación de abandono o, por el contrario, rabia, hostilidad e intentos de manipulación hacia sus progenitores. El temor de los hijos de perder a sus padres se traduce en una mayor exigencia de éstos hacia sus progenitores.
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Los hijos pueden volverse más egoístas e individualistas o más responsables y maduros al haber tenido que aprender rápidamente que las relaciones estrechas pueden quebrarse y que las pérdidas de los seres queridos pueden ocurrir a pesar de ser dolorosas. Las crisis en los hijos también se presentan cuando se produce una división entre hermanos, unos van a vivir con uno de los padres y los otros con el otro. Esta separación de la fratría en dos bandos puede producir daños psicológicos a veces irreparables. Cuanto más tiempo haya durado el matrimonio o la pareja, cuanto mayor es el tiempo que tardan en concretar la separación y el divorcio, y cuantos más obstáculos pone uno de ellos para facilitarlo, mayor va a ser la repercusión negativa en el equilibrio emocional de los hijos. El divorcio también puede generar que los hijos pierdan o disminuyan el contacto con la familia extensa, en particular, con los abuelos del progenitor que no tiene la custodia y está fuera del hogar. En la mayoría de los casos, el 90% aproximadamente en España, la custodia de los hijos es concedida a la madre y se hace necesario llegar a acuerdos en cuanto al aporte económico que debe hacer el padre para la manutención, así como los tiempos de interacción con los hijos. Económicamente el divorcio genera un descenso en las posibilidades económicas de ambos padres al menos durante los primeros años. Puede haber padres que por su soledad, dediquen mas tiempo y atención de lo que les dedicaba antes a sus hijos, y su vida está planificada en función de éstos, algo que no es conveniente para él, ni para la relación con los hijos. En otros casos, cuando los padres se organizan y necesitan mayor tiempo de dedicación para si mismos, dejan a los niños al cuidado de los abuelos, amigos o alguna mujer, no asumiendo totalmente el rol de padre- madre separado. No es infrecuente que los padres separados que inician nuevas parejas, dediquen mayor tiempo a sus hijastros que a sus hijos. Los hijos reciben mayor atención de la madre o padre que se quedó con la custodia, ya que su vida esta menos disociada que la del padre que salió de la casa familiar.
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Es frecuente que algunos padres rechacen o eviten a los hijos cuando se produce la separación ya que al quedar bajo custodia de la madre los ven como aliados de ella, en su contra, especialmente si él no estaba de acuerdo con la separación tomando equivocadamente represalias. En este sentido es habitual no pagar la manutención, avisar en el último momento que no pueden recoger o entregar a los hijos o simplemente lo hacen a deshora sin previo aviso, lo que genera situaciones de incertidumbre, desconcierto y rabia. También es frecuente que, como represalia, estos padres manden mensajes hirientes o provocadores a la madre con el objetivo de castigarla a través de los hijos o que no mantengan ningún contacto con ellos durante semanas. Los hijos también pueden sufrir en la separación como consecuencia de su parecido físico o caracterial con el padre o con la madre, motivo por el que puede ser comparado constantemente con el padre ausente y por el que es habitual emplear peyorativamente frases del tipo: “eres igual que tu padre o tu madre”. Los padres que presentan trastornos narcisistas o trastornos límites de personalidad son los que van a manifestar comportamientos más disruptivos en la separación con consecuencias negativas para la relación que mantengan con sus hijos. El divorcio definitivo se logra, en muchos casos, sólo cuando uno o ambos miembros de la pareja rota tienen una nueva pareja y se pueda ver al otro como neutral. Es frecuente el rechazo o la negativa a visitar al padre, si este padre o madre está conviviendo con su nueva pareja. Los hijos pueden ganar nuevos tíos, primos y abuelos, pero si su madre o su padre cuestionan esta nueva relación, es probable que los hijos se sientan obligados a mentir o disociarse para poder adaptarse a la nueva realidad sin vulnerar la lealtad incondicional que profesan tanto a su padre como a su madre. Aunque aparentemente ganan dos hogares, lo que les produce novedad e iniciativas, también se generan situaciones conflictivas dado que en cada uno de estos hogares, tienen con frecuencia diferentes normas y tipos de relación.
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En la mayoría de los casos, las separaciones otorgan nuevas oportunidades a la familia, ya que una pareja con una relación conflictiva y hostil daña gravemente a los hijos, por lo que la separación se toma como una opción positiva. De hecho, se ha comprobado que es más traumático para los hijos el período de discordia duradera en la pareja que la propia ruptura.
5. EL PROCESO DE DUELO EN EL DIVORCIO
Cuando se presenta la separación o el divorcio, cada miembro de la
pareja pasa por un proceso de duelo. La ruptura es el segundo motivo de mayor sufrimiento y estrés después de la muerte de la pareja. Numerosos estudios han demostrado que en la separación y el divorcio hay una mayor predisposición a sufrir enfermedades físicas y mentales como hipertensión, úlcera de estómago, colitis, infarto, ansiedad, y especialmente, depresión. No está aún muy claro si estas dolencias son la consecuencia de la ruptura o si ya estaban presentes con anterioridad y ha sido el divorcio o la separación los que han precipitado su aparición. Sin embargo, cada vez parece estar más claro que las personas que no han tenido un apego seguro y aquellos que no han sufrido pérdidas significativas previas, sufren con más intensidad la separación. Los hombres presentan mayor riesgo de depresión que las mujeres, aunque ambos pueden requerir temporalmente tratamiento psicofarmacologico y/o psicoterapéutico. En la separación y divorcio, la desestructuración de sus vidas puede ser mucho mayor de lo que preveían. Según Stephen Gullo, las etapas que atraviesan los miembros de la pareja pueden ser más fáciles de llevar desde la terapia de divorcio, ya que ayudan a superar la pérdida con más facilidad. Las que atraviesan ambos miembros, son las siguientes: Fase 1.Shock: dura desde los primeros días hasta un mes. Los síntomas son: desorientación, sensación de paralización psicológica y funcional, y pérdida del apetito.
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Fase 2. Pena: sensación de fracaso y de pérdida que se sufre en esos días, la cual provoca irritación y mal humor, así como estados depresivos. Fase 3. Culpa: se sienten responsables por la pérdida, lo cual puede generar sentimientos de ira que pueden derivar en conductas autodestructivas como el consumo de alcohol y droga. Fase 4. Resignación: se acepta la ruptura de la relación y la necesidad de iniciar una nueva vida. Fase 5. Reconstrucción: es el momento en el que se inician nuevos proyectos, se recupera la confianza en uno mismo y se contempla la posibilidad de salir con nuevas personas. Fase 6. Resolución: la persona se siente capaz de empezar una nueva vida.
6.TRATAMIENTO
Los terapeutas familiares ayudan a que el pre-divorcio, el divorcio y
el post-divorcio, sean menos traumáticos y sirva especialmente a los hijos y a los padres para poder afrontar esta nueva etapa de sus vidas. Es recomendable que toda pareja que va a divorciarse o que antes o después haya vivido un divorcio con consecuencias negativas en uno de los casos, en ambos casos o para los hijos, reciban algún tipo de terapia de un especialista en divorcio. Los objetivos de la terapia serán acordes a las diferentes formas y problemas aparecidos como consecuencia del divorcio, y acorde en las etapas en que se encuentra el proceso, sea pre- divorcio, divorcio o pos-divorcio.
Las distintas modalidades de intervención de terapia sistémica de
divorcio son las siguientes: 1. Terapia de pareja para evaluar a la pareja atendiendo las demandas de cada uno y de ambos para ayudar a separarse pacíficamente: a veces acuerdan los dos, y a veces solo es uno el que quiere separarse.
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2. Terapia de la pareja sin presencia de los hijos para abordar las relaciones con los hijos. En caso de que se demande una atención particular de los hijos o una terapia individual de uno de los miembros de la pareja, se valorará de forma integral acorde al proceso terapeutico que se está llevando a cabo. 3. Terapia con los hijos y con ambos ex cónyuges. 4. Terapia individual del hijo o los hijos con uno de los progenitores, sea éste el que tenga la custodia o no, a fin de abordar los problemas de relación entre ambas partes. 5. Terapia individual solicitada por uno de los ex cónyuges. En estos casos, se ayuda a que se construya una relación con los hijos y con el ex cónyuge que sea lo más armónica y satisfactoria posible. 6. Terapia de pareja donde no hubo hijos o terapia individual una vez iniciado el proceso de separación. 7. Terapia individual en un trastorno de personalidad de uno de los cónyuges que se pone al descubierto más notoriamente por el divorcio. No sólo se abordarán los temas vinculados al divorcio sino a su trastorno de personalidad. 8. Terapia individual de los hijos o terapia de la fratría. 9. Terapia de grupo de hijos del divorcio. 10. Terapia familiar con familias de origen por separado. Las terapias divorcio y post-divorcio abordan cuestiones evidentemente prácticas, sobretodo en las primeras etapas del divorcio y durante el mismo como, por ejemplo, el tema de las nuevas disciplinas, nuevos roles en los distintos hogares, cómo va a ser la composición en cada hogar y cómo se abogará por el cumplimiento de los horarios de estancia de los hijos en el hogar del otro padre que no tiene la custodia y la entrega de los mismos. También se debe abordar el tema del dinero o paga semanal, y cómo se van a organizar las actividades escolares y de ocio. Se debe evitar por todos los medios, que los hijos sean los intermediarios de los mensajes que se quieran enviar entre los padres,
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que ninguno de los padres deposite su frustración o malestar emocional culpabilizando al otro padre. Es recomendable que los padres no presenten inmediatamente a los hijos a una nueva pareja aunque ésta sea seria y estable; esta situación deberá ser estudiada en cada caso y cuándo ellos estén preparados se acordará que la conozcan aunque no están obligados a tenerle afecto pero si a respetarle. En caso de que la nueva pareja no sea una pareja de convivencia, no es conveniente que la nueva pareja de uno de los padres se quede a dormir con éste donde el padre o la madre ejerce la custodia legal de los hijos. Solamente cuando el tiempo haya transcurrido y haya un compromiso real de una pareja estable se podrá dar lugar a ello. En caso de que un padre o madre acuda a terapia con su hijo y el otro cónyuge no quiera ir o no esté indicado que vaya, el terapeuta tiene la obligación de contar con el padre ausente, aunque sea por teléfono, para decisiones importantes en relación a problemas importantes de los hijos; por ejemplo: cambio de escuela, cambio de ciudad o dificultades en el cumplimiento de las normas, estudios, visitas a médicos comportamientos disruptivos, etc. Es de destacar que el divorcio puede ser difícil dada la hostilidad reinante entre los padres y la incapacidad de llegar a acuerdos, de hablarse y de sentarse en una mesa común. Por tanto, y a pesar de la negativa de uno de ellos, si hay hijos, se debe convocar al otro desde la perspectiva de los hijos y no desde la perspectiva de insultar y acusar al otro, o de pensar que el encuentro va a servir para volver a convivir. Si bien la resistencia está servida, la necesidad de atender a los hijos se pone por delante terapéuticamente de las ideas de venganza o resentimiento que uno o ambos padres puedan tener para con el otro. En las terapias se debe atender especialmente el tema de los hijos dado que, algunos estudios como los de Wallerstein (1988) en hijos de parejas divorciadas, plantean que: Tres de cada cinco hijos se sentían rechazados por, al menos, uno de los progenitores.
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Al menos, en la mitad de las familias, ambos progenitores permanecían enfadados. Los hijos tienen una conceptualización y unos sentimientos sobre el divorcio que varían en función de su edad. Sugirió que los padres que se divorcian deberían disculparse por el daño que causan a sus hijos, expresar su propia tristeza para permitir así que sus hijos expresen sus sentimientos sobre el fin de la relación, y dar a los hijos detalles concretos, lo antes posible, sobre los planes de futuro. Las terapias deben tener por objetivo entender y analizar las causas del divorcio y la responsabilidad de ambos sin arrojar las culpas al otro; la necesidad de no volver a caer en los mismos errores relacionales y ayudar a un mejor manejo de las relaciones con los hijos en esta nueva dimensión. Si esto no es posible, al menos advertir de que las dificultades que se presentan en la relación con la ex pareja, repercutirán en el bienestar psicológico y relacional de los hijos, durante tiempo.
5. BIBLIOGRAFÍA
Beyer R, Winchester K. Cómo explicar el divorcio a los niños: un
manual para adultos. Ed. Oniro, 2003. De las Heras J. Conflictos de pareja. Ed. Espasa, 2003.
18 Eduardo Brik. ITAD. Máster en Terapia Familiar Sistémica. Nivel 2
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Asociación para la Protección del Menor en los Procesos de
Separación de sus Progenitores (APROME): Dos de Mayo 13, 2ºB, 47004 Valladolid Tel.: 983457212 www.aprome.org
Asociación de Padres de Familia Separados (APFS):
Palafox 10, 28010 Madrid Tel.: 913692977 www.padreseparado.com
Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas:
Santa Engracia 128, Bajo B, 28003 Madrid Tel.: 914418555 www.separadasydivorciadas.org
Plataforma de Asociaciones por la Custodia Compartida:
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid: Cuesta San Vicente 4, 5ª y 6ª planta, 28001 Madrid Tel.: 915419999 www.custodiacompartida.org
SOS Papá (Asociación Pro Derechos del niño y Custodia
Aprende todo para sobrellevar las crisis y etapas dentro el matrimonio, un manual definitivo - Un matrimonio feliz para toda la vida - parte 1: Un matrimonio feliz para toda la vida, #1