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WINNICOTT

EL FALSO SELF
La expresión falso self fue introducida por Winnicott (1965) para designar una distorsión de
la personalidad que consiste en emprender desde la infancia una existencia ilusoria a fin de
proteger mediante una organización defensiva un verdadero self. El falso self posee una
naturaleza defensiva; su función consiste en ocultar y proteger al verdadero self, cualquiera
que sea éste. Postula la siguiente clasificación de las organizaciones del falso self:
1. En un extremo: el falso self se establece como real, siendo esto lo que los observadores
tienden a tomar por la persona real; sin embargo, en las relaciones de la vida, del trabajo y
en la amistad, el falso self comienza a fallar. En algunas circunstancias donde hace falta una
persona completa, el falso self se encuentra con que le falta algún elemento primordial. En
este extremo, el verdadero self se encuentra oculto.
2. En un extremo inferior: el falso self defiende al verdadero self, al cual se le reconoce un
potencial y se le permite una vida secreta; aquí se encuentra el ejemplo más claro de
enfermedad clínica en calidad de organización con una finalidad positiva: la preservación del
individuo a pesar de las condiciones ambientales normales. Se trata de una extensión del
concepto psicoanalítico del valor de los síntomas para la persona.
3. Más cerca de la salud: el falso self se ocupa de buscar las condiciones que permitan al
verdadero self entrar en posesión de lo suyo. En caso de no encontrarlas, es necesario
reorganizar una nueva defensa contra la explotación del verdadero self; en caso de duda, el
resultado clínico es el suicidio. Aquí, el suicidio consiste en la destrucción del self total a fin
de evitar el aniquilamiento del verdadero self. Cuando el suicidio constituye la única defensa
que queda contra la traición al verdadero self, entonces le toca al falso self organizar el
suicidio. Esto, obviamente, entraña su propia destrucción, pero, al mismo tiempo, elimina la
necesidad de su existencia continuada, ya que su función radica en proteger al verdadero self.
4. Aún más cerca de la salud: el falso self se edifica sobre identificaciones.
5. En la salud: el falso self se encuentra representado por toda la organización de la actitud
social, cortés y bien educada. Se ha provocado un aumento de la capacidad del individuo
para renunciar a la omnipotencia y al proceso primario en general, ganando así un lugar en
la sociedad que no puede conseguirse ni mantenerse solo mediante el verdadero self.
Como se puede observar, esta clasificación es amplia, por lo que permite aplicarla en varios
casos clínicos, es decir no solo se puede utilizar para entender la patología esquizoide, sino
también para otro tipo de patologías o padecimientos.
Algunos autores, entre ellos, Painceira (1988), realizó algunas hipótesis teóricas sobre la
génesis de la caracteropatía esquizoide, basándose en su práctica clínica. Retoma lo postulado
por Winnicott y explica que los cinco niveles en la organización del falso self se vinculan
con un área específica de patología: en el nivel 1, estarían los pacientes que tarde o temprano
tienen rupturas psicóticas; en el 2, se ubican los pacientes esquizoides; en el nivel 3, un
fracaso obligará a una reestructuración de las defensas o al suicidio; en el 4 estaría el
neurótico, postdepresivo; y en el nivel 5, el falso self está representado por la actitud social
y cortés.
Con base en esto y retomando lo mencionado en la introducción de este trabajo, considero
que los primeros tres niveles de la organización del falso self, sirven para ubicar a los
pacientes que presentan los síntomas o padecimientos actuales: las psicosis, las adicciones,
la psicosomática, así como la anorexia y la bulimia.

EL PAPEL DE LA MADRE EN EL DESARROLLO DEL FALSO SELF.


Para Winnicott (citado en Michaca, 1987), la mitad de la teoría de la relación padres-hijos se
refiere al cuidado materno, es decir, al estudio de las cualidades y cambios en la madre que
se reúnen con las necesidades específicas de desarrollo del infante; así, debe existir una
preocupación materna primaria, que es una condición psicológica presente semanas antes
y después del nacimiento, y que da a la madre su especial habilidad para hacer lo correcto;
ella sabe lo que el bebé está sintiendo, nadie más lo sabe porque sólo la madre intuye cómo
se siente su bebé, porque ella está dentro de su área de experiencia. Sin embargo, pueden
existir alteraciones en esta área: en un extremo, estaría la madre que no puede acercarse y
sentir a su bebé; en el otro, aquella que hace del bebé su preocupación patológica durante
largo tiempo para luego, regresar inmediatamente a sus preocupaciones previas.
De esta manera, la capacidad de la madre de identificarse con su bebé le permite cumplir la
función de holding (sostenimiento, abrazo, contención), que constituye la base de lo que
gradualmente se convertirá en una experiencia del self. La función del holding es proveer
apoyo al Yo, en particular en el estadio de dependencia absoluta antes del logro de la
integración yoica. Así, el establecimiento del desarrollo e integración de una relación
adecuada del Yo con los objetos descansa en un buen holding.

Aunque esta fase de holding es equivalente al estadio de fusión o dependencia absoluta, la


necesidad de apoyo al Yo permanece en el niño en desarrollo, en el adolescente y, en
ocasiones, en el adulto cada vez que se presente una tensión que amenace confusión o
desintegración. Un holding adecuado, permite que el bebé tenga sus primeras experiencias
objetales de tipo omnipotente. Cuando las necesidades encuentran eco en una buena madre,
la experiencia repetida de satisfacción de la necesidad da lugar a la experiencia de “yo he
creado esto”. En este periodo, la fantasía y la realidad son una y el infante se vuelve creador
del mundo; este mundo creado, que consiste de objetos subjetivos, es sentido por el niño
como bajo su control. Así, la madre le permite un corto periodo durante el cual la
omnipotencia es un proceso de experiencia.
En esta fase puede ocurrir que una madre no buena, que no sea capaz de proporcionar el
holding, lleve a su hijo al trauma. El trauma en este contexto es una violación del ambiente,
y las reacciones individuales ocurren antes de que el individuo desarrolle el mecanismo que
hace a lo impredecible, predecible. En el principio de la vida el trauma se relaciona con la
amenaza de aniquilación, lo cual se extiende hacia las ansiedades primitivas tales como:

a) desintegrarse

b) caer para siempre

c) no tener relación con el cuerpo

d) estar desorientado

e) aislamiento completo por no haber forma de comunicación

La violación y el trauma ocurren cuando en este periodo de omnipotencia la madre, en vez


de ofrecer el apoyo necesario al Yo, debido a sus propias ansiedades, no logra sensibilizarse
frente a los requerimientos de omnipotencia de su bebé y, por el contrario, trata de que el
bebé se someta a las necesidades de ella, convirtiéndolo así, en su objeto de deseo.

Para Winnicott, como para otros autores, todo lo que sucede al principio de la vida (en la
relación madre-hijo) influye en el establecimiento ya sea de la salud, o bien de la enfermedad;
es evidente que son las relaciones de objeto, sobre todo al inicio de la vida, las que
condicionan, en gran parte, la formación y el desarrollo de la estructura psíquica.

De esta manera, Winnicott (1965) afirma que el falso self se desarrolla al inicio de la relación
madre-hijo. Explica que la teoría relacionada con esta fase del desarrollo ontogenético
pertenece a la observación de la relación madre-hijo (paciente-analista en la regresión) y no
corresponde a la teoría de los mecanismos precoces de defensa del Yo organizados en contra
de los impulsos del Ello, sin embargo, ambos temas coinciden en parte. Afirma que para
explicar el proceso de desarrollo es necesario revisar el comportamiento y la actitud de la
madre debido a que, en esa etapa, la dependencia es real y casi absoluta, es decir no es posible
formular lo que sucede haciendo únicamente referencia al niño.

Así, afirma que al buscar la etiología del falso self, se debe examinar la fase de las primeras
relaciones objetales ya que durante esta fase el Yo del niño se va integrando paulatinamente;
la cohesión de los diferentes elementos sensorio-motores dependerá de que la madre o el
cuidador contenga a la criatura, a veces literalmente, y en todo momento figurativamente.
Menciona que con frecuencia, el gesto del niño da expresión a un impulso espontáneo; la
fuente del gesto es el verdadero self, por lo que el gesto indica la existencia de un self
verdadero el cual es capaz de crear y de ser sentido como real; en cambio, la existencia de un
falso self provoca una sensación de irrealidad o un sentimiento de futilidad. Se debe observar
de qué manera responde la madre a esta omnipotencia infantil revelada por el gesto (o por un
agrupamiento sensorio-motor).

Gradualmente, el niño alcanza un nivel de desarrollo tan avanzado que en lugar de decir que
el falso self oculta al verdadero resulta más adecuado decir que oculta la realidad interna del
niño; al llegar a este nivel de desarrollo, el niño ha establecido una membrana restrictiva,
cuenta con un interior y un exterior y se ha liberado, en gran medida, del cuidado materno.
El concepto de una realidad interna de los objetos corresponde a una fase posterior a la del
verdadero self, es decir, el self verdadero aparece tan pronto como exista alguna organización
psíquica del individuo y no va más allá de constituir la suma de la vida sensorio-motora.

Para analizar el papel que desempeña la madre en el desarrollo del verdadero y falso self,
Winnicott (1965) hace la comparación de dos extremos; en un extremo la madre es una
“madre buena” y en el otro “no es una madre buena”. La madre buena es la que responde a
la omnipotencia del niño y en cierta forma le da sentido; esto lo hace repetidamente. El
verdadero self empieza a cobrar vida a través de la fuerza que la madre, al cumplir las
expresiones de omnipotencia infantil, da al débil Yo del niño.

El término madre suficientemente buena (Winnicott, 1991) se utiliza para describir la


dependencia de la primera infancia. Implica que en todos los casos los cimientos de la salud
mental debe ponerlos la madre quien, en caso de ser sana, podrá atender las necesidades de
su bebé. Lo que el bebé necesita no es ninguna clase de perfección en el quehacer materno,
sino una adaptación suficientemente buena, que es parte integral de una relación en la que la
madre se identifica temporalmente con el bebé. Para poder hacerlo, en el grado necesario, la
madre necesita estar protegida de la realidad externa, para gozar de un periodo de
preocupación materna primaria, siendo el bebé objeto de su preocupación. Para ser capaz de
perder este alto grado de identificación al mismo ritmo en que el bebé transita de la
dependencia a la independencia, la madre tiene que ser sana, en el sentido de no ser proclive
a una preocupación mórbida.

Por otra parte, la madre que no es buena (Winnicott, 1965) es incapaz de cumplir la
omnipotencia del niño, por lo que con frecuencia deja de responder al gesto del mismo y en
su lugar coloca su propio gesto, cuyo sentido depende de la sumisión del mismo por parte
del niño; esta sumisión constituye la primera fase del falso self y corresponde a la incapacidad
materna para interpretar las necesidades del pequeño.

Así sucede cuando un bebé no recibe un cuidado satisfactorio durante la primera fase, antes
de que haya establecido una diferencia entre la percepción objetiva y la subjetiva. El tema es
complejo debido a los numerosos grados y variantes que puede presentar la insuficiencia
materna. Por ejemplo:

1) Las deformaciones de la organización del Yo que constituyen la base de las


características esquizoides.

2) La defensa específica del autosostenimiento, o el desarrollo de una personalidad


vigilante y la organización de un aspecto falso de la personalidad (falso por cuanto lo que
demuestra no es un derivado del individuo sino del aspecto materno de acoplamiento bebé-
madre). Es una defensa cuyo éxito puede acarrear una nueva amenaza al núcleo de la
personalidad, pese a estar destinada a ocultar y proteger dicho núcleo.

Entonces, algunas de las consecuencias de un deficiente apoyo del Yo por parte de la madre
son a veces devastadoras, por ejemplo, la falsa autodefensa en donde el uso de defensas, en
especial la consistente en una falsa personalidad (falso self), hace posible que gran número
de niños parezcan prometedores, pero a la larga algún trastorno revelará la ausencia en ellos
de una verdadera personalidad (verdadero self).

De esta manera, en el primer caso la adaptación de la madre es buena y, por lo tanto, el niño
empieza a creer en la realidad externa que se manifiesta y comporta como por arte de magia
(debido al éxito relativo de la adaptación materna a los gestos y necesidades infantiles) y que
actúa de una manera que no choca con la omnipotencia del pequeño. Así, el niño anula
gradualmente la omnipotencia. El verdadero self está dotado de espontaneidad, a la que se
unen los acontecimientos del mundo. De esta forma, el pequeño puede empezar a gozar de
la ilusión de creación y control omnipotentes, para reconocer después y de manera gradual
el elemento ilusorio, el hecho de jugar e imaginar. Aquí se encuentra la base del símbolo que
al inicio consistirá tanto en la espontaneidad o alucinación del niño como en el objeto externo
creado y finalmente catectizado.

Entre el niño y el objeto hay algo, probablemente alguna actividad o sensación; en la medida
en que ese algo una al niño con el objeto (con el objeto parcial materno), será ésta la base de
la formación del símbolo. Por el contrario, en la medida en que ese algo entre el niño y el
objeto separe en vez de unir, se bloqueará la función de la formación de símbolos.

En el segundo caso, la adaptación materna a las alucinaciones e impulsos espontáneos del


niño es deficiente, es decir, no es buena. El proceso que termina en la capacidad para el
empleo de símbolos no inicia, o bien, si lo hace puede detenerse y producir el replegamiento
del niño en relación con las ventajas obtenidas. De esta forma, cuando la adaptación de la
madre no es buena al principio, cabría esperar la muerte física del pequeño, ya que no se
habrá iniciado la catexis de los objetos externos. El pequeño permanece aislado, sin embargo
en la práctica el niño vive, aunque lo hace falsamente. La protesta que origina el hecho de
ser forzado a una falsa existencia es detectable desde las primeras fases. El cuadro clínico
muestra una irritabilidad general, así como trastornos de la nutrición y otras funciones que,
de todas maneras, pueden desaparecer clínicamente, aunque sólo sea para volver a aparecer
en forma más grave posteriormente.

En este segundo caso, cuando la madre no es capaz de adaptarse bien, el niño se ve seducido
a la sumisión y es un falso self sumiso quien reacciona ante las exigencias del medio
ambiente. Por medio de este falso self el pequeño se construye un juego de relaciones falsas,
y por medio de introyecciones llega inclusive a adquirir una ficción de realidad, de tal forma
que el pequeño, al crecer, no sea más que una copia de la madre, niñera, tía, hermano o quien
sea que domine la situación. El falso self tiene una función positiva y muy importante: ocultar
al verdadero self, lo que logra sometiéndose a las exigencias ambientales.

En los ejemplos extremos de desarrollo de un falso self, el verdadero permanece tan


perfectamente escondido que la espontaneidad no constituye uno de los rasgos de las
experiencias vitales del niño; el rasgo principal es la sumisión, mientras que la imitación se
convierte en una especialización. Cuando el nivel de escisión en la personalidad infantil no
es muy grande, puede ser que la imitación permita una manera de vivir casi personal e incluso
es probable que el niño realice un papel especial: el del verdadero self tal y como sería de
haber existido.

Así, Winnicott explica que es posible localizar el origen del falso self el cual constituye una
defensa contra lo inconcebible: la explotación del verdadero self y su consiguiente
aniquilamiento. Menciona que, si se produce la explotación y el aniquilamiento, será en la
vida del niño cuya madre no sólo no es buena, sino que es buena y mala de forma
exasperantemente irregular; en este caso, parte de la enfermedad de la madre consiste en su
necesidad de provocar y mantener la confusión en quienes la rodean.

Otro aspecto que agrega en cuanto al papel de la madre es el hecho de que una mujer normal,
al saber que está embarazada adquiere gradualmente un elevado grado de identificación con
su hijo; la identificación se va desarrollando durante el embarazo, alcanza su punto
culminante cuando la mujer está de parto y luego desaparece paulatinamente durante las
semanas y meses siguientes

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