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Pensar no duele

Roberto Zamit Artículos proscritos

PENSAR NO DUELE
Artículos proscritos

Roberto Zamit

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Pensar no duele
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Pensar no duele
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A la memoria de mis padres, Gualberto Julián

Zamit Freitas y Elvira Luongo Bovino.

También dedico este volumen a todos aquellos


con quienes no puedo colaborar sino por este
intermedio.

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PRÓLOGO
A veces es posible enterarse, en poco tiempo, de
algunas cosas que modulan y son parte de la realidad en
que estamos inmersos, y otras veces es necesaria buena
parte de la vida para ver más allá de lo que se percibe a
simple vista y está al alcance de la mano. En este caso lo
más difícil no es conseguir material con el que informarse
mejor ni concurrir a presentaciones académicas, tampoco
recorrer las calles y conversar con cientos de personas o
leer innumerables pliegos de estadísticas; lo
verdaderamente difícil es quitarse de encima algunos de los
condicionamientos de origen cultural que hemos ido
acumulando a lo largo del tiempo, representados por buena
parte de nuestras creencias, sensibilidades, pasiones, gustos
y preferencias sobre esto y aquello (el resto es de carácter
inconsciente, que es enorme e inmutable) y que, siendo de
naturaleza subconsciente y por ello mismo, direccionan
buena parte de nuestro pensar, sentir y actuar, sin avisar.
Estos condicionamientos llegan desde el hogar y desde
el afuera, imperceptiblemente, y con los años van
anidando, como señalo, en el subconsciente. Son lo que
hace a nuestra identidad elaborada (de neto corte cultural)
y describen mucho de aquello que utilizamos para
comprender, calificar y actuar frente a la realidad.
Nos dan seguridad por permitirnos “entender”
rápidamente lo que sucede y tomar posición, explican el
mundo que nos rodea y mueven a sentir que, cuando nos
pronunciamos acerca de algo actuamos con probidad. En
suma, aunque muchas de nuestras verdades sean de

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carácter ilusorio, íntimamente prometen evitarnos el riesgo


de tener que reinterpretar la realidad, hacerlo mal y pagar
las consecuencias; tranquilizan hasta que, en algunas
oportunidades, el mundo se nos viene encima y no
entendemos qué pasó.
Puede verse, entonces, que cuando dichos
condicionamientos no tratan sobre cosas menores sino
sobre cosas que verdaderamente definen parte sustancial de
nuestra identidad, deshacerse de ellos es tarea complicada
ya que, por implicar una suerte de desmembramiento
identitario/emocional, el mero intento genera angustia.
Sucede, sin embargo, que a menudo uno comprueba que
la realidad que importa «no es lo que debería ser». Esto,
inevitablemente, lleva a sentirse mal, momento en que se
pueden cerrar los ojos y decir; ya pasará, o intentar
averiguar qué es lo que ocurre, en qué nos equivocamos al
interpretarla.
Si este último es el caso podremos descubrir, y quizá
aceptar que, en parte, la culpa es propia, que nuestra
concepción de la realidad no refleja lo que ésta
verdaderamente es. Habremos aprendido algo y, si no lo
olvidamos en un desesperado intento por proteger lo que
sentimos que somos, es posible que la próxima vez lo
tomemos en cuenta.
¿Pero qué ocurre cuando tomamos nota de que la
realidad que una vez consideramos absoluta no esconde
detalles subsanables sino, a su vez, otras muchas realidades
de las que no teníamos idea por estar fijadas en nuestro
inconsciente y actuar desde allí? ¿Y qué ocurre cuando
muchas de esas realidades paralelas y superpuestas que nos
rodean, por inducirnos permanentemente a un error
interpretativo sobre lo que ocurre y, en consecuencia,
hacernos sufrir, son producto de un actuar inteligente y

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avieso sobre el que no sabíamos nada y sobre el cual nunca


nadie nos llamó la atención?
Llegados a este punto y dependiendo de la fortaleza
espiritual de cada uno, en el ánimo de protegernos podemos
hacer dos cosas: negar esas realidades o investigarlas.
El negarlas, obviamente, no las hace desaparecer, pero el
investigarlas amplía nuestro campo de conciencia
permitiendo comprender lo que verdaderamente sucede y
tomar las precauciones del caso.
Es entonces cuando uno pierde la inocencia.

Los más débiles se volverán cínicos, hipócritas o


derrotistas, y otros lucharán denodadamente para mejorar
su percepción de lo circundante. En este último caso habrá
quienes compartan lo aprendido para que ciertos tramos de
la realidad sean de dominio público y, así, poder ayudar a
muchos otros que aún no encuentran una explicación
satisfactoria para lo que sienten, ven, escuchan o piensan.

Saber mueve a pensar, a especular y a desarrollar un


espíritu crítico propio, y es esto lo que, ya como
comunidad, nos permitirá influir positivamente en el flujo
de acontecimientos presentes y venideros.
Este volumen trata sobre ello.

Para terminar con esta presentación y porque expresa lo


que, por intermedio de esta humilde obra, más deseo
comunicar al lector, utilizaré el final de la carta
introductoria que, en su libro “El Príncipe”, dejara Niccoló
Machiavelli en función de asesorar a todo regente por
venir.
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“Aunque considero este trabajo indigno de vuestra


posición, estoy seguro, de todas maneras, que vuestra
humanidad le moverá a aceptarlo, porque no podría haber
mayor regalo, de mi parte, que daros los medios para
poder, en muy poco tiempo, entender todo lo que yo, en
muchos años y con muchos inconvenientes y peligros, he
acabado por comprender y apreciar.
No he iluminado ni llenado este trabajo con frases
decorativas, con ricas y magníficas palabras, o con
cualquier otra forma de retórica o innecesaria
ornamentación que muchos escritores normalmente
utilizan para describir o enriquecer el tema que tratan,
porque deseo que nada distraiga de mi trabajo o le haga
placentero, excepto la variedad de su material y la seriedad
de sus contenidos”.

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PD.- En cuanto al hecho de que a lo largo de los


artículos muchos nombres, ascendencia y hechos
aparezcan una y otra vez, no puedo sino decir que esto
sucede porque todos los personajes intervinientes se han
ganado tal distinción.
Sería entonces tonto o injusto permitir que permanezcan
en las sombras porque han estado muy involucrados en el
pasado mediato e inmediato de occidente, en nuestro
bienestar general y porque, vivos o muertos, continúan
manipulando negativa y decididamente el presente y el
futuro de las sociedades a las que pertenecemos. Los más
importantes son, como acostumbro llamarles, “Los
hacedores de la modernidad”.

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¿CUÁL ES LA SUSTANCIA DE LO
LEGAL?

Introducción
“Todos los días la prensa burguesa nos canta, en todos
los tonos, el valor y la importancia de las libertades
políticas, de los derechos políticos del ciudadano: sufragio
universal, elecciones libres, libertad de prensa, de reunión,
inviolabilidad de domicilio, etc. Todo esto se respeta en
tanto la gente no lo utilice en contra de las clases
privilegiadas, pero el día en que comienzan a servirse de
ello para sabotear sus privilegios, todas estas distantes
libertades y derechos son tirados por la borda”.
Piotr A. Kropotkine (1883)

Desarrollo

En todo grupo humano unificado por la intención de


permanecer y progresar lo legal es sinónimo de autoridad,
y siempre se relaciona con organización política,
económica o social, siendo que su posibilidad de
sostenerse en el tiempo depende de que, entre quienes
habrán de someterse a lo que haya de establecerse, o a lo
ya establecido, aquello que regirá (o rige) el devenir social
general produzca la impresión de ser lo correcto y/o lo
mejor.
De tal suerte, sin necesidad de extendernos en considerar
circunstancias y variantes propias de una u otra
comunidad, o de un momento histórico específico, pueden
visualizarse tres fuentes, dos responden a aquello que se
impone por la fuerza, y otra a lo que surge como producto

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de la convicción íntima (legítima) de las mayorías acerca


de lo que esté en discusión.

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Imposición por la fuerza (la legalidad efímera)

1) Lo legal se sustancia en lo determinado por aquel


líder/caudillo en quienes las mayorías han depositado su
confianza y hasta su afecto. Por ello mismo, aunque lo que
imponga tenga carácter autoritario, el cuerpo social no
desea ni entiende necesario cuestionar su conducción.
Un verdadero líder conoce y tiene a cuenta las
necesidades, intereses y sensibilidades de quienes dirige, y
si no somete sus decisiones a consenso es porque lo tiene
de antemano.
En este caso el líder ha triunfado sobre el (los) conductor
anterior y tomado el poder, y aunque la población le vive
habrá sentado precedente sobre el sistema que rige en
relación a la conducción. Muy probablemente, también
sobre la manera en que será despojado de la jefatura.
A un líder puede vérsele como dirigente, pero esto no
significa que un dirigente pueda equipararse a un líder.
2) Lo legal está dado por quien se ha impuesto
arbitrariamente a la población (dictadores) y/o por
artilugios conceptuales que le definen como mejor y ¡con
derecho natural! sobre los demás (reyes, emperadores,
etc.).
En estos casos, inmediatamente o en el tiempo, tanto la
autoridad del conductor como aquello que imponga no
serán capaces de generar mucho más respeto que el surgido
del temor a las represalias que puedan sufrirse por
desacatar o poner en tela de juicio lo estatuido.
Tal situación, por causar permanente y creciente
descontento entre quienes compiten con ellos por la
conducción y hasta entre los mismos gobernados
(inestabilidad política) no podrá sostenerse, o no podrá
hacerlo sin importantes concesiones que limiten
profundamente el poder de esa dirigencia apócrifa
(monarquías constitucionales, dictadorzuelos salidos de un
orden democrático, etc.).

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Resumiendo

Como la historia testifica, ninguna opción en la que la


fuerza bruta sea aquello en lo que se basa la legalidad de
un sistema o ley habrá de permanecer, si acaso, mucho más
allá de los límites que impone la vida de quien, para bien o
para mal, decide sobre los destinos de la comunidad.
Por tanto, quien por los motivos que tenga no desea que
esto suceda o no se sienta capaz de reclamar jefatura
alguna, deberá concentrarse en imaginar un sistema de
gobierno que inspire a propios y ajenos en un sentido
positivo. Un sistema que le permita permanecer, tanto a él
como a los intereses que representa y ya sin límite de
tiempo, directa o indirectamente, a la cabeza de la
conducción social.

Voluntad de las mayorías (lo legal duradero)

Siendo que la verdadera y única posible legalidad de


algo que vaya más allá de la vida de una persona o grupo
es, siempre, producto de la libre voluntad de las mayorías y
porque lo establecido se compadece con sus sensibilidades
generales sobre tal o cual particular (percepción de la
realidad), lo legal (sistema o ley) permanecerá por tiempo
indefinido y muy pocos se sentirán movidos a negarle
validez; autoridad.
Este último es el caso de la democracia que conocemos,
por ejemplo, un sistema de gobierno al que las mayorías
aceptan de buena gana porque la idea que les ha ganado es
que gozan de derechos inalienables, que la ley les respalda
y que tienen participación en la conducción. En otras
palabras, reconocen que el sistema democrático es bueno y
mejor; legal (se reconocen en él).
Ahora bien, tras lo ocurrido luego de que apareciese la
primera democracia moderna (1776, EE.UU.) bien vale
hacerse las siguientes preguntas:

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