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Tras nuestras visita al castro de Las Cogotas nos dirigimos a visitar el que quizá sea el castro más conocido
del mundo vetón: Ulaca.
Desde sus murallas se tienen unas vistas espectaculares de la Sierra de la Paramera, en cuyas estribaciones
este emplazamiento vivió su máximo apogeo a finales de la Edad del Hierro (siglos III-I a. C). Su
abandono se produjo, como en el caso de muchos otros emplazamientos de las poblaciones prerromanas,
durante el proceso de conquista de Hispania por Roma. Lo más probable es que su población fuera obligada
a abandonar el oppidum para trasladarse a las zonas llanas, práctica habitual de los romanos con las
poblaciónes indígenas para su mejor control, y poder evitar rebeliones.
En las inmediaciones de Ulaca se han localizado tres verracos. Estas esculturas zoomorfas (seguramente
con finalidad protectora o de demarcación del territorio) son las expresiones más características del pueblo
vetón, por lo que también es conocido como cultura de los verracos.
Ulaca tiene interés no sólo por los restos arqueológicos, sino también por su privilegiada situación. Situado
a una altitud de 1500 metros ocupa un lugar visible y de dominación del territorio circundante, además de
ofrecer una buena defensa.
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Sierra de la Paramera
Para acceder al castro hay que dirigirse a las afueras del pueblo, por una pista en buen estado. Tras unos 500
metros se localiza el cartel informativo que indica el inicio del sendero de acceso a los restos. Tendremos
que enfrentarnos a un kilómetro de camino empinado por un sendero bien señalizado. Durante el ligero
ascenso podemos disfrutar de la excelentes vistas de la Sierra de la Paramera y el Valle de Amblés, lo que
nos dará una idea de la situación estratégica del oppidum de Ulaca.
En este magnífico yacimiento podremos acercarnos a varias estructuras que nos permitirán hacernos una
idea de la vida en el oppidum:
Los primeros restos que localizamos son las potentes fortificaciones artificiales. Las murallas de granito
rodean el cerro con un perímetro de 3.000 metros y un espesor que llega hasta los 2 metros. Se adapta a la
morfología del terreno aprovechando las afloraciones graníticas como defensas naturales e interrumpiendo el
trazado en los puntos en los que no es necesaria una defensa adicional.
La muralla dispuso de varios accesos, los mejor conservados son las puertas noreste y noroeste. Por esta
última accedemos al oppidum. En este sector encontramos una triple defensa. Un primer lienzo más
deteriorado al que se llega por un camino aparentemente enlosado.
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Primer lienzo. Camino de acceso
En este punto localizamos un panel informativo, los encontraremos a lo largo del recorrido lo que facilita la
visita, en el que se hace referencia un posible lugar de culto en las inmediaciones de un gran bloque de
granito conocido como Gran peña caballera.
En pocos metros llegamos a una segunda estructura defensiva, en este caso restaurada. La tercera línea
defensiva, la muralla propiamente dicha, tiene forma de embudo, de manera que entre la segunda y tercera
línea defensiva se delimitaba un gran espacio pensado para "encerrar" a los posibles enemigos y poder
acosarlos.
Por fin nos encontramos dentro de la zona de hábitat. Ahora podemos hacernos una primera idea de las
dimensiones del emplazamiento. En el oppidum se diferencian dos zonas, una en la parte más elevada, a
modo de acrópolis, donde se localizan las viviendas de mayor calidad; y una segunda en la zona más baja.
Se han localizado dentro del recinto unas 250 viviendas cuyas dimensiones oscilan entre los 50 y los 250
m2, todas ellas de planta ractangular. Los cálculos estiman una población aproximada de 1.500 habitantes.
A lo largo de la visita se pueden localizar gran cantidad de estas estructuras delimitadas por los bien
conservado zócalos de piedra. Solamente dos de estas viviendas han sido excavadas y restauradas (situadas
junto a una de las canteras).
Vivienda restaurada
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Viviendas adosadas
Restos de vivienda
Siguiendo el recorrido marcado uno de los primeros lugares que vemos es también uno de los más
espectaculares y conocidos: el conocido como altar de los sacrificios o santuario, uno de los res edificios
públicos localizados en el yacimiento.
Es un pequeño recinto parcialmente excavado en la roca que se compone de dos parte. La primera es un
recinto excavado en la roca. La segunda es una peña de granito en la que se puede ver, en su lado norte, una
doble escalera tallada que dan acceso a una pequeña plataforma superior con varias cavidades excavadas y
comunicadas entre sí. Se ha interpretado como un lugar de realización de sacrificios, tanto de animales como
humanos (documentados en las fuentes clásicas, como un testimonio del historiador romano Plutarco).
Nuestra visita nos lleva al segundo edificio público del recinto: la sauna (también conocido como "la
fragua"). Se trata de una construcción semihipogea excavada en roca de planta rectangular. Se ha
interpretado como una sauna ritual, asociada a ritos de iniciación de cofradías de jóvenes guerreros (estos
ritos fueron documentados por Estrabón entre los lusitanos).
En la estructura se pueden apreciar tres partes bien diferenciadas: un horno para el fuego, con una abertura
en forma de arco de medio punto; una cámara con dos asientos para recibir los baños de vapor; y una
antecámara.
La interpretación realizada de esta construcción se basa en algunos paralelismos con estructuras similares de
la cultura castreña del Noroeste peninsular (las conocidas como pedras fermosas), pero es una
interpretación discutida.
Canteras
En esta cantera podemos distinguir de manera sorprendentemente clara las diferentes fases de extracción de 8
los bloques de granito. Hay bloques esbozados mediante "cuñeras" a intervalos regulares y en línea recta.
También se pueden observar grandes bloques separados de la roca pero sin trocear. Y, por último, se
distinguen, bloques terminados, pero no transportados. Dado que se puede hacer un seguimiento de toda al
cadena de extracción y trabajos posteriores, se puede afirmar que todo el trabajo se realizaba in situ.
Muralla sur
A partir de este punto el sendero se vuelve confuso. Nos dirigimos hacia la parte alta del cerro para
contemplar la panorámica y disfrutar del entorno. Durante el ascenso numerosos amontonamientos de
bloques nos indican la localización de las numerosas viviendas que inundan las zonas más protegidas.
En el punto más elevado, a 1500 metros de altitud, las vistas son magníficas. La Sierra de la Paramera
dibuja el horizonte hacia el sur. Y el viento azota con fuerza el granito.
Recorremos con detenimiento cada rincón. Buscamos la muralla sur, pero el sendero no está muy marcado.
Parece que este punto, el más alejado respecto del acceso noroeste, no es tan visitado. Por fin, desde el punto
más elevado, vemos el trazado de la muralla.
La vertiente sur incialmente carecía de muralla ya que debido a sus condiciones, fuerte pendiente hacia el
río Picuezo, la hacía innecesaria. Pero en algún momento, seguramente por una aumento de la inestabilidad
en la zona, se hizo necesario potenciar las defensas del oppidum. La muralla sur no llegó a finalizarse.
Estaba puesta una primera hilada e incluso hay bloques preparados para ser colocados, pero se interrumpió
su construcción de manera abrupta.
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Muralla sur, Ulaca
A pocos metros se localizan una cantera donde se puede observar el trabajo de extracción en diferentes
fases y cuyos bloques de granito, con toda probabilidad, eran utilizados para la construcción de la muralla
sur, dada su proximidad.
Descendemos ahora hacia la vaguada que se abre hacia el noreste. Desde la altura a la que nos encontramos
se percibe un gran derrumbe que nos indica la situación del tercer. y último, edificio público: el torreón.
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Se trata de un edificio de grandes dimensiones en planta e importante altura, si nos atenemos al derrumbe
existente, construido en la parte alta del castro, en el límite entre la acrópolis y la zona más baja. Su
construcción se realizó con grandes sillares cuadrados y rectangulares.
Aunque su función no esta clara, sus grandes dimensiones hacen pensar en una función relacionada con las
élites del opiddum, ya sea esta pública o privada.
Terminamos nuestro intenso recorrido abandonando el yacimiento por el acceso noreste. Esta acceso, bien
conservado, presenta una puerta de esviaje, es decir, dos tramos de muralla que adoptan posición paralela.
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Acceso noreste. Ulaca
Este acceso daba paso a un camino enlosado, recorrido en parte por el sendero de regreso al punto de inicio,
y que daba acceso a las tierras del valle para su cultivo.
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INFORMACIÓN ADICIONAL:
Antes de visitar el yacimiento es aconsejable hacer una breve visita al Centro de interpretación de
la cultura Vettona.
También hay algo de material procedente de este yacimiento en el Museo de Ávila.
Castilla y León tiene una página web donde se hace un inventario de los yacimientos arqueológicos
existentes en la comunidad.
Hay disponible una Guía del castro de Ulaca (pdf, 1,58 Mb)
BIBLIOGRAFÍA:
http://arkeologica.blogspot.com/2017/02/oppidum-de-ulaca-solosancho-avila.html
https://www.prehistoriadelsur.com/2014/07/santuario-de-panoias.html
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Santuario de Panóias
Publicado 3 enero, 2017 | Por Pascual
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o Atlántico.
El origen de Vila Real se pierde en el tiempo, pero sabemos que el área ya estaba habitada en el Paleolítico.
Santuario de Panóias, situado en los alrededores de Vila Real, es uno de los casos más enigmáticos de la
arqueología portuguesa.
Existen evidencias de los asentamientos celta Ibérica y romana (pagano Santuario de Panóias).
Durante las invasiones bárbaras y árabes fue abandonada la región. En el siglo XII los pueblos poco a poco
comenzaron a establecerse, pero fue sólo en 1289 el rey D. Dinis presentó la ciudad con su carta.
Distribución
El santuario es un recinto donde se encuentran tres grandes rocas, donde fueron abiertas varias cavidades de
varios tamaños, en las que también se construyeron escaleras de acceso. En la roca situada en la entrada del
recinto fueron gravadas varias inscripciones – tres en latín y una en griego, describiendo el ritual celebrado,
los dioses a quienes era dedicado y quien dedicaba – , una de ellas fue destruida el siglo pasado, pero fue
reconstituida a partir de lecturas y registros anteriores.
Inscripciones
La inscripción desaparecida, en latín, estaba 6/7 metros al Este de la segunda inscripción, al lado derecho del
camino por donde se entraba al área sagrada. El texto estaría orientado para la roca situada en la entrada del
recinto y dice lo siguiente:
DIIS (loci) HVIVS HOSTIAE QVAE CA / DVNT HIC INMOLATVR / EXTRA INTRA QVADRATA
/ CONTRA CREMANTVR / SANGVIS LACICVLIS IVXTA / SVPERE FVNDITVR
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“A los Dioses y Diosas de este recinto sagrado. Las víctimas se sacrifican, y se matan en este lugar. Las
vísceras se queman en las cavidades cuadradas en frente. La sangre se vierte aquí al lado para las pequeñas
cavidades. Lo estableció Gaius C. Calpurnius Rufinus, miembro del orden senatorial.”
Para la roca de la entrada, se sube por unos escalones, y antes de subir, a la izquierda, se encuentra la segunda
inscripción:
DIIS CVM AEDE / ET LACV M. QVI / VOTO MISCETVR / G(neus) C(aius) CALP(urnius) RUFI /
NVS V(ir) C(larissimus)
“A los dioses, con la aedes y el estanque, el pasaje subterráneo, que se junta por voto.”
“G. C. Calpurnius Rufinus consagró dentro del templo (templo entendido como recinto sagrado), una aedes,
un santuario, dedicado a los Dioses Severos.”
Quedan los vestigios de uno de los pequeños templos existentes en el recinto. Subiendo las escaleras y pasando
al otro lado de la roca, se encuentra la tercera inscripción:
DIIS DEABVSQVE AE / TERNVM LACVM OMNI / BVSQVE NVMINIBVS / ET LAPITEARVM
CVM HOC TEMPLO SACRAVIT / G(neus) C(aius) CALP(urnius) RVFINVS V(ir) C(larissimus) / IN
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“A todos los dioses y diosas, a todas las divinidades, especialmente a las de los Lapiteas, dedico este estanque
eterno, con este templo, Gaius c. Calpurnius Rufinus, varón es
“A los Dioses y Diosas y también a todas las divinidades de los Lapitaes, Gaius C. Calpurnius Rufinus,
miembro del orden senatorial, consagró con este recinto sagrado para siempre una cavidad, en la cual se
quemam las víctimas siguiendo el rito.”
Esta inscripción revela que el recinto está dedicado no sólo a los Dioses Severos sino también a los dioses de
los Lapitae, dioses de la comunidad indígena que existiría en la región. Delante tenemos la cuarta inscripción
(en griego):
Y’l’ICTw CEPA PIDI CYN KANqA Pw KAY MYCTOPIOIC C. C. CALP. RVFINVS V|C.
“El esclarecido varón Caio Calpúrnio Rufino, hijo de Caio, consagró, junto con un estanque y los misterios,
(un templo) al más alto dios Serápis.”
“Al altísimo Serápis, con el Destino y los Misterios, G. C. Calpurnius Rufinus, claríssimo.”
El senador consagró el recinto sagrado a la divinidad principal de los dioses del Infierno, el Altísimo Serápis,
incluyendo una gastra y misterios. Gastra, una cavidad redonda, se encuentra inmediatamente detrás de la
inscripción. Su función en el ritual sería la de asar la carne de la víctima, que era consumida en el lugar, en
frente del nombre de la divinidad. La quinta inscripción indica el acto final:
DIIS SE(veris) MAN(ibus) DIIS IRA(tis) / DIIS DEABVSQVE (loca) / TIS (hic sacravit lacum et) /
AEDEM (Gneus Caius Ca) LP (urnius Ru) FINVS (Clarissimus Vir)
“A los dioses infernales airados que aquí viven, (dedicó) Gaius c. Calpurnius Rufinus, varón esclarecido.”
“A los dioses, G. C. Calpurnius Rufinus, claríssimo, con este (templo) ofrece también una cavidad para que 17
se proceda a la mezcla.”
En este sitio, el iniciado se purificaba con sangre, manteca y aceite con lo que se había ensuciado.
Esta interpretación sobre Panóias es de Geza Alföldy. Con base en sus estudios, podemos hoy decir que
tuvimos en el lugar un ritual de iniciación con un orden y un itinerario muy precisos – la matanza de las
víctimas, siempre animales y nunca humanas, el sacrificio de sangre, la incineración de las víctimas, el
consumo de la carne, la revelación del nombre de la autoridad máxima de los infiernos, y por fin la
purificación. En la segunda roca del recinto la iniciación se repetía en un grado más elevado, y en la tercera
roca, la más elevada, había un pequeño templo, donde ocurría el acto principal de inicición – la muerte ritual,
el entierro y la resurrección.
Hoy en cualquiera de las tres rocas tenemos vestigios de los pequeños templos que eran parte integrante del
recinto. Quedan también las diferentes cavidades rectangulares que servían para quemar las vísceras, una
cavidad redonda – gastra, para asar la carne, y todavía otra donde se procedía a la limpieza de la sangre,
manteca y aceite. Otras cavidades estaban relacionadas con los pequeños templos existentes, y se destinaban
a guardar los instrumentos sagrados usados en los rituales.
Existen por tanto en Panóias testimonios de un rito de iniciación de los misterios de las divinidades infernales.
Las prescripciones se identifican como partes de una ley sagrada, pero aplicadas a un lugar concreto y preciso.
La elección de este lugar no fue hecha por casualidad, sino como fruto de criterios específicos y previamente
establecidos. La topografía del lugar desempeñó aquí un importante papel.
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El ritual
La primera piedra contiene las escaleras, y al lado, el “lacus” y el “laciculus”. Es visible el rebaje hecho en la
roca granítica, para construir un templo, y dentro del mismo, abiertos a pico, los “lavacra” purificatorios donde
los “mystae” se limpiaban antes de ofrecer las víctimas, o los depósitos donde los sacerdotes guardaban los
instrumentos de sacrificio.
En la segunda piedra existe un orificio que serviría para un poste de hierro o de bronce, apoyado en dos
puntales, donde se ataban los animales a sacrificar, que venían adornados con guirnaldas. Los sacerdotes, con
vestiduras blancas y coronas hechas de ramas de laurel/roble/acebo/hiedra/parra, conforme al dios al que se
destinaba el sacrificio, traían en las manos la patena, una especie de platos redondos de metal. Después, venían
los “victimarii”, armados del “securis”, hachita utilizada para el descuartizamiento de las víctimas.
Cuando todo estaba preparado, un heraldo imponía silencio y los profanos abandonaban el lugar sagrado. Los
sacerdotes rociaban a la víctima con la “mola”. Los presentes bebían un poco de vino, con el que también
hacían la libación derramando un poco en la cabeza del animal. Se encendía el fuego en el respectivo “lacus”
y se quemaba el incienso. Ahí, los “Popae”, desnudos de la cintura para arriba, conducían la víctima al altar,
donde era herida de muerte con un hacha por los “Cultrarii”, que le cortaban el cuello. La sangre era recogida
en la “patera” y derramada en los “laciculi”. La víctima era colocada en la mesa “anclabris”, desollada y
descuartizada. De acuerdo con un epígrafe hace décadas destruido, se quemaban las vísceras de la víctima en
honor de los dioses y el resto de la carne era asada y comida por los presentes, en confraternización con las
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divinidades.
En esta piedra es visible también un conjunto de “lavacra” (los referidos estanques purificatorios), así como
los cimientos de un segundo templo, cuyos sillares se encuentra en las actuales paredes de las casas de la aldea
vecina, principalmente en el suelo de la iglesia.
Un poco más al norte, en la dirección que seguimos, nos encontramos con un lacus, donde se ven las ranuras
que sostenían las barras de hierro que soportaban la parrilla donde era asada la carne de las víctimas, y el
laciculus, donde se derramaba la sangre.
Cerca de veinte metros, del lado de levante, se conservan todavía, en una pequeña roca, los restos de un altar
pre-romano constituido por diversas covachas unidas entre sí por surcos, donde los Lapiteas llevarían a cabo
el culto a sus dioses, como a Reva Marandiguius, divinidad que vivía en las alturas del Marão, e,
hipotéticamente, a las serpientes y a los jabalíes. Siguiendo en dirección norte, por una escalera excavada en
la roca, se da con otro altar de los Lapiteas, constituido por covacha y surco.