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Carta de Ángel Hernández sobre su esposa Mª José Carrasco (extracto)

Mª José Carrasco, de 61 años, vecina de Madrid, padecía esclerosis múltiple desde


1989. En 1994 le reconocieron una discapacidad del 82%. De profesión secretaria
judicial, se jubiló en 1996, declarándose en ese año “una gran invalidez por esclerosis
múltiple, con brotes repetidos, con una frecuencia de una o dos veces al año, marcha
inestable, así como, incontinencia vesical y en ocasiones rectal. Precisa la ayuda de
terceras personas para realizar las actividades cotidianas (deambulación, aseo,
alimentación, vestirse, etc.)”.

En 2007 solicita plaza en el Centro de Esclerosis Múltiple Alicia Koplowitz, entrando en


lista de espera. En 2009 se le reconoce el grado máximo de dependencia (III),
continuando en lista de espera para residencia.

Su marido, Ángel Hernández Pardo, de 69 años, se jubiló anticipadamente a los 61


años para cuidarla, padeciendo por ello secuelas osteomusculares. Ante la necesidad
de operarse de una hernia umbilical, en febrero de 2018 solicita plaza temporal en una
residencia, viéndose obligado a aplazar la intervención en dos ocasiones, hasta el 11 de
diciembre de 2018 en que, por fin, es intervenido el mimo día que Mª José ingresa en
la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Santa Cristina, en Madrid, con una
permanencia máxima de 15 días. En este periodo, debido a su empeoramiento, Mª
José acude en dos ocasiones a su hospital de referencia, recibiendo desde entonces la
asistencia de cuidados paliativos en su domicilio.

A finales de marzo de 2019, Ángel envió una carta a la Asociación DMD en la que, tras
exponer detalladamente los antecedentes citados, escribe:

“Los cuidados paliativos y de buena calidad como los que ha recibido María José deben
ser un derecho de todos aquellos que los necesiten y demanden, pero también tiene
que existir el derecho al suicidio asistido cuando una persona como María José así lo
pida. Los cuidados paliativos no son una alternativa a la eutanasia, los dos deben
coexistir, y por libre elección decidir por uno de ellos.

Que nadie piense o crea al leer este relato que si el trato por parte de la Comunidad de
Madrid hubiera sido distinto -como era su obligación- al que recibimos eso nos hubiera
hecho cambiar en nuestro posicionamiento respecto a lo que pensamos sobre la
eutanasia. Somos defensores de que la eutanasia sea considerada como un derecho de
libre elección de toda persona que arrastre una enfermedad irreversible en la que le
produzca una existencia de dependencia y sufrimiento que no desea.

Esta historia quedará concluida cuando María José en su derecho a poner fin a su
malvivir y en uso de su libertad decida seguir adelante con su suicidio. Es evidente que
el deseo de María José a fin de que se cumpla necesita que se le ayude, por su
incapacidad a realizarlo por ella misma, y como es una constante en ella demandar ese
auxilio no habrá más remedio que proporcionarle esa ayuda para que su deseo se
cumpla.

Por último, no es de nuestro interés calificar el comportamiento de los negacionistas de


la existencia de este problema, ni de los que han bloqueado en la Mesa del Congreso,
en la legislatura pasada, la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia.
Pero sí nos gustaría que fueran conscientes del dolor que ocasionan a todos aquellos
que como María José y su familia sufren por su actitud. Algunos legisladores deberían
evolucionar hacia posiciones menos contrarias a la eutanasia para evitar que alguien
que lo necesite tenga que transitar por los mismos caminos que anduvieron María José
y Ángel.”

Madrid, 10 de marzo de 2019, Ángel Hernández Pardo

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