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Los primeros adventistas no comprendían la distinción entre carnes limpias e

inmundas.
A fines de la década de 1850, los White todavía comían carne de cerdo.(Testimonies, t.
1, pp. 206-207)

No fue sino hasta después de la visión de Otsego en junio de 1863 que ellos dejaron de
comerla. 38. (Spiritual Gifts, t. 4, pp. 124, 146.)

Entre 1859 y 1863, Canright habrá tenido muchas oportunidades para ver a los White
comiendo carne de cerdo. Durante toda su vida Elena de White fue una apóstata en cuanto al
consumo de carne. Elena de White no sostuvo que después de la visión de Otsego sobre salud,
en 1863, ella nunca volvió a comer carne. Antes de la visión, ella creía que “dependía de una
dieta de carne para tener vigor”. Debido a su condición física débil, especialmente por su
tendencia a desmayarse cuando se sentía débil y mareada, pensaba que la carne era
“indispensable”.(Id., t. 4, pp. 153-154.)

En realidad, en ese entonces ella era una gran “consumidora de carne”; la carne era su
“principal artículo alimenticio”.(Testimonies, t. 2, pp. 371-372; Consejos sobre el régimen
alimenticio, p. 584.)

Pero ella obró de acuerdo con la luz que recibió. Eliminó de inmediato “la carne de”
su “menú”, junto con la mantequilla y la práctica de tener tres comidas por día. ¿Cuál fue el
resultado? “Los antiguos desmayos y sensaciones de mareo me han abandonado”. Años más
tarde, a los 82 años de edad, ella pudo escribir: “Tengo mejor salud ahora, a pesar de mi edad,
de la que tuve en mis días más jóvenes”.41 Manuscrito 50, 1904, citado en Consejos sobre el
régimen
alimenticio, p. 578; Carta 83, 1901, citada en Id., pp. 585, 594; Testimonies, t. 2, p. 371;
Spiritual Gifts, t. 4, p. 154; Testimonies, t. 9, p. 150.

Sin embargo, como hemos estudiado antes (ver p. 312), Elena de White comía carne
ocasionalmente; en 1901 ella indicó que hubo ocasiones en el pasado cuando se “veía
obligada
a comer un poco de carne”.( Carta 83, 1901, citada en Consejos sobre el régimen alimenticio,
p. 585.)
Condiciones de viaje difíciles, nuevas cocineras y emergencias médicas demandaban
que se hiciesen ajustes razonables. En otras palabras, ella no era una fanática respecto al
consumo de carne, especialmente en el consejo que daba a otros:

“Nunca he sentido que era mi deber decir que nadie debe probar la carne bajo
ninguna circunstancia. Decir esto… sería llevar las cosas a los extremos. Nunca he sentido
que era mi deber hacer declaraciones categóricas. Lo que he dicho lo he dicho dominada por
un sentido del deber, pero he sido cuidadosa en mis declaraciones, porque no quería dar
ocasión para que nadie fuera conciencia de otra persona”.43 (Carta 76, 1895, citada en
Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 556.)

También es importante notar que Elena de White distinguía entre “carne” y “pescado”.

En 1876 ella le escribió a su esposo que estaba de viaje:


“No hemos tenido una partícula de carne en la casa desde tu partida y mucho tiempo
antes de que partieras. Hemos tenido salmón unas pocas veces. Ha sido más bien alto [en
precio]”.(Carta 13, 1876, citada en MR, t. 14, p. 336)

En la Australia azotada por la pobreza a mediados de la década de 1890, ella reconoció


que el pescado sería una parte apropiada de la dieta de los trabajadores que estaban
construyendo el Colegio de Avondale. En una carta a su hijo Willie, escribió:

“No podemos alimentarlos a todos, pero ¿quisieras por favor conseguirnos bacalao y
pescado seco de cualquier descripción, nada envasado? Esto le dará buen sabor a la
comida”.. (Carta 149, 1895, citada en Roger Coon, Ellen White and
Vegetarianism (Boise, Idaho: Pacific Press Publishing Association, 1986), pp. 20-21.)

Dos años después de su promesa personal en el campestre de Brighton (Australia) de


no comer carne, la Sra. White le escribió a su sobrina no adventista, Mary Clough Watson:

“Hace dos años llegué a la conclusión de que era peligroso usar la carne de animales
muertos, y desde entonces no he comido carne em absoluto. Nunca se coloca en mi mesa. Uso
pescado cuando puedo conseguirlo. Conseguimos hermosos pescados del lago de agua
salada que hay aquí cerca. Tampoco uso té ni café. Como trabajo contra estas cosas, no
puedo sino
practicar lo que sé que es lo mejor para mi salud, y mi familia está en perfecto acuerdo
conmigo. Tú ves, mi querida sobrina, que te estoy diciendo las cosas tal como son”. Carta
128, 1896, citada en MR, t. 14, p. 330.

Ostras.

Fannie Bolton, Ver pp. 479-482. una ex ayudante literaria de la Sra. White, escribió
que Elena de White, en una estación de ferrocarril, comió

“grandes ostras blancas crudas con vinagre, pimienta y sal… Me sentí abrumada
ante esta inconsecuencia y aturdida de horror. El pastor Starr se apresuró a sacarme de ahí e
hizo toda suerte de excusas y justificaciones de la acción de la Hna. White; sin embargo, me
quedé pensando en mi corazón, ‘¿Qué significa esto? ¿Qué ha dicho Dios? ¿Cómo se atreve
ella a comer estas abominaciones?’ ”Carta de Frances E. Bolton a la Sra. E. C. Slauson, 30
de diciembre, 1914, citada en The Fannie Bolton Story: A Collection of Source Documents
(Centro White, abril, 1982), pp. 108-109.

Cuando G. B. Starr oyó de esta carta, quedó estupefacto. Le contestó a W. C. White:

“Sólo puedo decir que considero esto como el disparate más absurdo y falso que jamás haya
visto o leído respecto a nuestra querida Hna. White.

“El evento simplemente nunca ocurrió. Nunca vi a su madre comer ostras o carne de
cualquier clase, ya sea en un restaurante o em su propia mesa. La declaración de Fannie
Bolton… es una mentira de primer orden. Nunca tuve dicha experiencia y es demasiada
absurda como para que la crea cualquiera que haya conocido a su madre. “Creo que toda esta
carta fue escrita por Fannie Bolton en uno de sus momentos de mayor locura.49 …Fannie
Bolton pasó trece meses como una paciente demente en el Hospital Estatal de Kalamazoo,
1911-1912, y outros tres meses y medio en la misma institución en 1924-1925; murió en
1926.

“Cuando visitamos Florida en 1928, nos dijeron a la Sra. Starr y a mí que en un


campestre Fannie Bolton declaró públicamente que había mentido respecto a la Hna. White, y
que se arrepentía de ello”.50

Aunque el informe de Fannie Bolton era falso, Elena de White pidió ostras en 1882 em una
carta a Mary, su nuera:

“Si puedes conseguirme una buena caja de arenques frescos, por favor hazlo. Estos últimos
que Willie consiguió están amargos y viejos. Si puedes comprar… media docena de latas de
tomates buenos, por favor hazlo. Los necesitaremos. Y si puedes conseguir unas pocas latas
de buenas ostras, consíguelas”. Carta 16, 1882, citada en Coon, Ellen White and
Vegetarianism, p. 19.

¿Qué deducción sacaremos de este pedido de ostras? De acuerdo con Levítico 11, ¿no
se considera que las ostras son inmundas? La respuesta a esa pregunta no era más clara para
los adventistas en la década de 1880 que lo que era su actitud hacia el puerco en la década de
1850.52
En 1883 W. H. Littlejohn, pastor del Tabernáculo de Battle Creek, atendía una
columna de preguntas y respuestas en la revista o boletín de la iglesia. Al contestar si las
ostras están incluidas entre los alimentos inmundos de Levítico 11, Littlejohn dijo:

“Es difícil decidir con certeza si las ostras estarían con propiedad bajo la
prohibición de Levítico 11:9-12… Sin embargo, por el lenguaje parecería como si pudieran
estarlo”.53

En aquello sobre lo cual no recibían una instrucción directa por una visión, los
adventistas, como cualquier otro, debían resolver poco a poco estas cuestiones de alimentos.

Elena de White era una hipócrita.

Esta acusación se basa en el hecho de que Elena de White era lúcida y directa respecto
al peligro de comer carne pero ocasionalmente comía alimentos con carne.
Su hijo William C. le escribió a G. B. Starr en 1933 que la familia White había sido
vegetariana pero no siempre abstemios totales de alimentos con carne.
En 1894, Elena de White le escribió a un no adventista activo en la causa de la
temperancia en Australia que había preguntado sobre la posición adventista en cuanto a ser
“abstemios totales”:

“Me alegro de asegurarle que como denominación somos, en el sentido más pleno de
la palabra, abstemios totales del uso de licores, vino, cerveza, sidra [fermentada], y también
del tabaco y todos los demás narcóticos…
Todos somos vegetarianos, muchos absteniéndose del uso de la carne como alimento,
mientras que otros la usan sólo en el grado más moderado”.54 Carta 99, 1894, citada en
Bio., t. 4, p. 119.
Muchas de las declaraciones más fuertes de Elena de White contra la carne fueron
escritas después que ella hubo renovado su promesa de una abstinencia total en 1894.
Aquí notamos que para Elena de White un vegetariano no era necesariamente un
abstemio total, sino alguien que no comía carne habitualmente. Aquí tenemos un ejemplo
claro de la diferencia entre un principio y una norma o regla. El vegetarianismo era una norma
basada sobre un principio: debiéramos comer la mejor comida que se pueda conseguir dentro
de las circunstancias. Los principios son declaraciones claras, siempre ciertas en toda
circunstancia. Las normas o reglas pueden cambiar debido al tiempo, el lugar y las
circunstancias. Las normas desarrollan los principios haciendo siempre lo mejor posible
dentro de las circunstancias. Sólo la conciencia del individuo sabe cuándo se han concretado
esas decisiones de hacer “lo mejor que uno pueda hacer”.

Aplicando los principios

Para Elena de White, los dos principios básicos en la reforma pro salud son “preservar
la mejor salud”(The Youth’s Instructor, 31 de mayo, 1894, citado en Consejos
sobre el régimen alimenticio, p. 472. )
y comer “lo que es más nutritivo” según están dadas las circunstancias.(Joyas de los
testimonios, t. 3, p. 363.)

Al aplicar estos principios, ella dijo em muchas ocasiones:

“En los países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no es el
alimento adecuado para el pueblo de Dios”. (Id., t. 3, p. 359)

Ella usaba frecuentemente el término “principio”, cuando expresaba sus puntos de


vista sobre la reforma pro salud. Ella atribuía a “los principios de la reforma pro salud”
(Consejos sobre el régimen alimenticio, p. 578.) el hecho de que su salud personal hubiese
mejorado tanto. Ella indicó que sus instrucciones sobre la reforma pro salud hacían hincapié
en “principios generales”.(Id., p. 593; Testimonies, t. 2, p. 372.)

Hacia el fin de su vida y al reflexionar em los años desde 1863, ella escribió:

“Algunos informan que yo no he vivido a la altura de los principios de la reforma pro


salud, tal como los he presentado con mi pluma. Pero puedo decir que hasta ahora, por todo
lo que yo sepa, no me he apartado de esos principios”.60 Por esta razón, Elena de White
aconsejó a los miembros de iglesia “a que evitaran el consumo de carne, no porque se
considera un pecado comer carne [o sea, no es un principio], sino porque no es saludable
[pero sí es una buena norma].” (Manuscrito 15, 1889, citado en MR, t. 5, pp. 400-401; t. 16,
p. 173.)

Ella entendió claramente la diferencia entre principios inmutables y la condicionalidad


de las normas. Note estos sabios consejos: “Los que entienden debidamente las leyes de la
salud y que se dejan dirigir por los buenos principios, evitan los extremos, y no incurren en la
licencia ni en la restricción. Escogen su alimento no meramente para agradar al paladar, sino
para reconstituir el cuerpo. Procuran conservar todas sus facultades en la mejor condición
posible para prestar el mayor servicio a Dios y a los hombres… En la reforma alimenticia hay
verdadero sentido común. El asunto debe ser estudiado con amplitud y profundidad, y nadie
debe criticar a los demás porque sus prácticas no armonicen del todo con las propias. Es
imposible [en asuntos de alimentación] prescribir una regla invariable para regular los hábitos
de cada cual, y nadie debe erigirse en juez de los demás”.(El ministerio de curación, pp. 246.)

Antes del congreso de la Asociación General de 1901, algunos dirigentes se reunieron


con Elena de White respecto a prácticas alimenticias. Sus observaciones fueron registradas
por C. C. Crisler, su secretario:

“Oh, cuánto me ha dolido que se arrojen obstáculos en el camino respecto a este


tema. Algunos han dicho: ‘La Hna. White come queso, y por lo tanto estamos en libertad de
comer queso’. He probado queso una o dos veces, pero eso es un asunto diferente de
convertirlo en parte de mi dieta. Una vez cuando estaba en Minneapolis, me senté junto a
una mesa en la que había algo de queso. Estaba muy enferma en esa ocasión, y algunos de
mis hermanos me dijeron que pensaban que si comía un poquito de queso, podría hacerme
bien. Comí un pedazo pequeño y desde entonces se han informado a grandes congregaciones
que la Hna. White come queso.
“Por años no he comido carne en mi casa. Pero no renunciéis al uso de la carne
porque la Hna. White no la come. No daría un centavo por vuestra reforma pro salud si se
basa en eso. Quiero que permanezcáis firmes em vuestra dignidad individual y en vuestra
consagración ante Dios, con todo el ser dedicado a él… Quiero que penséis en estas cosas.
No convirtáis a ningún ser humano en vuestro criterio”.(Manuscrito 43, 1901, citado en MR,
t. 13, pp. 202-203.)

Elena de White comprendía claramente la diferencia entre principio y norma. Su


sentido común respecto a la reforma pro salud la convirtió en una persona físicamente más
fuerte, más productiva, a medida que envejecía, una experiencia no corriente para muchos en
sus días. Lejos de ser una hipócrita, ella enseñó el camino al integrar el principio com la
práctica. Las prácticas alimenticias no eran una forma de penitencia ni un ritual por el cual
podría ganarse la salvación.

(“Vi que usted había interpretado mal nociones [alimenticias] en el sentido de afligir el
cuerpo y privarse de alimento nutritivo. Estas cosas han inducido a algunos de la iglesia a
pensar que Dios está seguramente con usted, o si no usted no se negaría a sí mismo ni se
sacrificaría de este modo. Pero vi que ninguna de estas cosas lo harán más santo. Los
paganos hacen todo esto, pero no reciben ninguna recompensa por ello”.—Testimonies, t. 1,
p. 205 (ver todo el testimonio en pp. 204-209).)

42. Elena de White nunca cambió su posición respecto a que el comer carne de cerdo sea una
prueba de discipulado —cosa que ella negaba—, aunque destacó en sus escritos que el cerdo
es un alimento inmundo debido a su naturaleza malsana:

“Si usted es un hacedor de la Biblia como también un lector de ella, debe entender
por las Escrituras que la carne de cerdo fue prohibida por Jesucristo velado por una nube
ondulante. Esta no es una prueba de discipulado. Se han dado instrucciones a las familias de
que artículos como la mantequilla y el comer abundantemente carne con grasa no es lo mejor
para la salud física y mental… Le aconsejo a cada colportor observador del sábado que evite
comer carne, no porque se considere un pecado comer carne, sino porque no es saludable”.
—MR, t. 16, p. 173.

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