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Carmen Perilli. Colonialismo y Escritura en América Latina, Tucumán. IIELA, 1997.

Los cuidados del tiempo barroco

Son las chispas de la rebelión,


que surgidas de la gran lepra creadora
del barroco nuestro, está nutrida,
ya en su pureza, por las bocanadas
del verídico arte americano. (Lezama Lima)

En el siglo XVII se inicia la fractura del proyecto imperial español. La tensión entre la fuerza de la enorme
maquinaria del poder metropolitano y los nuevos sujetos coloniales domina la cultura cuyo modo de expresión
dominante es el barroco. Es importante tener en cuenta la importancia de la colonización del imaginario y a la
necesidad de la monarquía de mantener un férreo control del heterogéneo mundo que dominaba en las Indias. Muchas
son las polémicas generadas en tono al barroco. Aún hoy se lo considera expresión propia de lo americano. Sin
embargo, durante la colonia, la imposición de una estética enajenada de la realidad, estuvo, al igual que la
evangelización, destinada a desconocer lo diferente, a defender de la heterogeneidad que lo amenaza. La figura
caballeresca del conquistador fue sustituida por la brillantez del letrado, en connivencia con el príncipe- el rey o sus
representantes. Un arte al servicio de la propaganda, que busca crear un locus amoenus que suture la crisis. La
sociedad colonial e debate entre dos tensiones: el carácter conservador y el impulso hacia lo nuevo. Esto está claro en
el ámbito científico, el descubrimiento y la invención inquietaban al pensador barroco.

En la estética barroca se pueden distinguir tres mecanismos de la artificialización. La sustitución; la


proliferación-operación metonímica por excelencia- y la condensación-permutación, espejeo, intercambio, etc. La
parodia, la creación de dobles, copias que permiten volver a leer el original- es una operación barroca que se apoya en
la intertextualidad- a través de la cita y la reminiscencia así como en la intratextualidad que posibilita el espejeo, la obra
dentro de la obra.”El espacio barroco es el de la superabundancia y el desperdicio...el lenguaje barroco se complace
en el suplemento, en la demasía y la pérdida parcial de su objeto, con una gran carga de erotismo-. El festín
barroco...con su repetición de volutas, de arabescos y máscaras, de confitados sombreros y espejeantes sedas, la
apoteosis del artificio, la ironía e irrisión de la naturaleza la mejor expresión de...la artificialización” (Sarduy).

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La vida religiosa y la iglesia juegan un papel decisivo. Los signos tiene un aspecto sagrado, se los libera de
cualquier subordinación posible a las circunstancia ya que todo se organiza en torno a las cultura como legitimadora
del poder. La palabra clave del sistema cultural de la colonia es "orden". El orden impuesto sobre todo para pensar "lo
otro" lo exterior, lo que está lejos de los márgenes de la similitud. El "orden" es siempre arbitrario, implica una jerarquía

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en el mundo de las cosas. “La ciudad barroca corresponde al momento crucial en la cultura de occidente en que las
palabras comenzaron a separarse de las cosas. Las ciudades, las sociedades que las habitan y los letrados que las
explican se fundan y se desarrollan al mismo tiempo que el signo deja de ser una figura del mundo, deja de estar
ligado a lo que marca y empieza a significar desde el interior del conocimiento. Dentro de ese cauce del saber y del
poder surgirán las ciudades americanas, las regirá una razón ordenadora que se revelará en un orden social jerárquico
representado en un orden distributivo geométrico” (Rama)

La "ciudad espectáculo" obedece a la ley la ostentación: el lujo, la riqueza de los trajes, el número y la
opulencia de los banquetes y las comidas, encuentran allí su escenario. Todo el edificio político y administrativo,
económico y social reproduce la voluntad de la monarquía absoluta. Con este fin se levantan templos y palacios,
organizan fiestas y se montan deslumbrantes fuegos de artificio. Se trata de ocupar el espacio público, de domesticar
lo urbano a través de la cultura. Bernardo de Balbuena, en su Grandeza Mexicana (1604) muestra la opulencia de la
ciudad de México: De la famosa México el asiento, /origen y grandeza de edificios, /caballos, calles, trato,
cumplimiento, / letras, virtudes, variedad de oficios, / regalos, ocasiones de contento, /primavera inmortal y sus indicios,
/gobierno ilustre, religión, estado, /todo en este discurso está cifrado. El discurso remite al código cultural de la
mitología clásica, al humanismo cristiano, a la cultura grecolatina y a la escolástica medieval. Mediante innumerables
interpolaciones,muchas de ellas en latín, el autor cubre cualquier desviación y fundamenta sus afirmaciones en la
seguridad de la Autoridad. La equivalencia de comunidad lingûística y social entre el letrado y el noble se apoya en la
relación semántica entre el poeta y el príncipe.El centro del universo es el Rey, el Poeta es un rey dentro de otro
universo:el del esplendor de la cultura.Suscita así la envidia de quienes lo observan adornados con las galas de su
arte.

En el sujeto colonial (colonizado-colonizador) está latente la dualidad entre una visión que concuerda con el
Imperio con un lugar de enunciación diferente geográficamente que se traduce en una temporalidad distinta. Este
hecho arroja una pertenencia conflictiva. En el siglo barroco, también surgen las primeras respuestas criollas, la de la
narrativa de resistencia que culminará en el siglo XIX.” Repitiendo la frase de Weisbach, adaptándola a lo americano,
podemos decir que entre nosotros el barroco fue un arte de la contraconquista. Representa un triunfo de la ciudad y un
americano allí instalado con fruición y estilo normal de vida y muerte. Monje, en caritativas sutilezas teológicas, Indio
pobre o rico, maestro en lujosos latines, capitán de ocios métricos, estanciero con quejumbre rítmica, soledad de
pecho inaplicada, comienzan a tejer en torno, a voltejear con amistosa sombra por arrabales, un tipo, una catadura de
americano en su plomada, en su gravedad y destino. El primer americano que va surgiendo dominador de sus
caudales es nuestro señor barroco”. ( José Lezama Lima)

Con la conquista surge un individuo híbrido: el criollo que se definirá como el americano. Dentro de esta clase
criolla el mestizo es lo doblemente nuevo. No solamente nueva construcción cultural sino también inauguración de un
cuerpo. Un cuerpo marcado por dos mundos irreconciliables que intenta generar un linaje propio, a partir de la
afirmación de una geografía. En las iglesias barrocas hay una tensión entre mundos-Si contemplamos el interior de Juli
en Perú o la Basílica del Rosario en Puebla entre lo abierto y lo cerrado.

La función del letrado se afianza en el aparato administrativo del estado dentro del violento mundo colonial así
como se consolida la configuración de una sociedad cuyo sistema cultural central postula la homogeneidad en
oposición a la caótica y amenazante heterogeneidad de la ciudad real. La Lengua, la Cultura y la Religión son los tres
instrumentos más sutiles y eficaces de colonización. En la mejor tradición de las cortes de la caballeresca medieval,
se construye como un doble paródico en el centro de un abigarrado y contradictorio mundo donde la Corona ha
impuesto una máscara de paz sobre la más violenta explotación.

El discurso criollo se sostiene la tensión de lo nuevo, que intenta conseguir los títulos que acrediten la igualdad
de sus derechos y de sus posesiones con los metropolitanos. Siempre lejos, el criollo es un sujeto construido en la
exclusión de los discursos y del poder.: “El indiano es reflejo de lo que piensan que piensan de él y esos pensamientos
son figuras grotescas pasadas por prismas paranoides espesados por el disloque físico y temporal”. (González
Echevarría). A comienzos del siglo XVII la concepción del español americano y del habitante de las Indias como un ser
débil y subalternizado es un lugar común. Junto con el indio pasa a engrosar el lugar marginal del niño y de la mujer.
El discurso ideológico sobre América y sus habitantes es disfórico. Por oposición letrados como Juan de Espinosa

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Medrano ( el Lunarejo) en el Virreinato del Perú o Carlos de Sigüenza y Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz en el
de la Nueva España construyen una narración que exalta las virtudes del Nuevo Mundo. Dice el Lunarejo:”. Por
consiguiente, los peruanos no hemos nacido en rincones oscuros y despreciables del mundo ni bajo aires más torpes
sino en un lugar aventajado de la tierra, donde sonríe un mundo mejor” (Prefacio a la Lógica.). Sin embargo este
americano busca diferenciarse de la plebe:”Porque siendo plebe tan en extremo plebe, que sólo ella lo puede ser de
la que se reputare la más infame, y lo es de todas las plebes por componerse de indios, de negros, de criollos y
bozales de diferentes naciones, de chinos, de mulatos, de moriscos, de mestizos, de zambaigos, de lobos y también
de españoles que, declarándose zaramullos (que es lo mismo que pícaros, chulos y arrebatacapas) y degenerando de
sus obligaciones, son los peores entre tan ruin canalla”(Alboroto y motín de los indios de Carlos de Sigüenza y
Góngora)

El esplendor del barroco americano se asienta, especialmente, en los dos virreinatos más opulentos y ricos, el
del Perú y el de la Nueva España. Vamos a referirnos brevemente a sus características y a tres de las figuras más
representativas. Para Irving Leonard, en el México colonial,:” En la esfera intelectual, los dos distinguidos criollos
mencionados, Sor Juana Inés de la Cruz y don Carlos de Sigüenza y Góngora, ejemplificaron el alborear del espíritu
crítico y el incipiente declinar del escolasticismo, muchos más perceptibles en la Europa de su tiempo.(...) La
intelligentsia de la Indias Españolas estuvo mucho menos aislada del mundo cambiante y de las ideas revolucionarias
de Europa de lo que a menudo se supone, y varios intelectuales nacidos en América durante el curso del siglo XVII
mostraron un conocimiento sorprendente del pensamiento europeo de la época”. En el Virreinato del Perú se destacan
figuras como el Lunarejo y Juan del Valle y Caviedes. Nos referiremos someramente al primero.

Los letrados escriben las glorias de los virreyes para obtener "su generosa tutela" y que probar su superioridad
dentro de las relaciones de la corte, sin escapar a los mecanismos de la subordinación. La fuerza del grupo letrado
queda demostrada en la capacidad que adquieren para institucionalizarse a partir de sus funciones específicas.
Forman parte de instituciones como las Audiencias, los Capítulos, los Seminarios, los Colegios y las Universidades.
Como jueces, como notarios, y aún como consejeros de la Cancillería regia, los letrados se aseguran una participación
que, a través de un lento proceso, irá siendo cada vez más importante, fundada no en un deber feudal de fidelidad,
sino en el saber que han alcanzado y en la relación política general de súbditos.. Aparece el oficio del letrado, no como
servicio doméstico al rey sino como función pública. Sin embargo, la organización de los estudios en los que se
racionalice la adquisición de un saber instrumental no se ha dado aún. El estado eclesiástico reúne el mayor número
de letrados y tiene el monopolio del saber. Juan de Espinosa Medrano brilla por sus sermones, a pesar de su condición
mestiza; Carlos de Sigüenza y Góngora, aunque es expulsado de la Compañía Jesuita, es nombrado Cosmógrafo
Real; Sor Juana, desde el palacio o desde el convento mantiene una fluida relación con el poder. El espacio siempre
es el púlpito, la corte, la universidad o el claustro. El barroco americano, si bien revela los gérmenes del iluminismo, es
dominado por una concepción tradicional del saber que se verá conmovida a fines del siglo XVII y comienzos de XVIII.

En 1680, el cabildo de la ciudad de México levantó un arco triunfal para dar la bienvenida al nuevo virrey,
Marqués de Laguna. La estructura era de madera; cumplía con todas las reglas de la arquitectura barroca. Estaba
dividida en tres niveles sostenidos por columnas corintias, con dieciséis pedestales y nichos reservados para estatuas
emblemáticas. Estos edificios eran un rasgo bastante común de las celebraciones cívicas en el período moderno
temprano. Estos monumentos estaban sobrecargados de imágenes e inscripciones, habitualmente tomadas de la
mitología clásica y de la historia. Como lo explicó un sabio de la época “La doctrina simbólica (en que se comprenden
empresas, jeroglíficos, emblemas) es una ciencia en que, con breves y compendiosas palabras expresamos algunos
insignes y variados misterios, algunos tomados de los dichos sabios y otros de las historias”. Para la ocasión se
componen dos textos, el Teatro de virtudes políticas y el Neptuno Alegórico- Mientras con el primero Sigüenza opta
por la historia. Sor Juana, a través de su arco elige la fábula. La monja hace uso de los códigos de composición de los
arcos triunfales imperiales para demostrar su habilidad e ingenio en el mismo campo que los prestigiosos letrados
europeos mientras que Sigüenza introduce la especificidad de lo mexicano.

No sólo los letrados sino las instituciones luchan por el espacio de poder ante el virrey. La Catedral y el
Cabildo-el primero le encarga el trabajo a la jerónima, el segundo a Sigüenza-exigen su lugar. El letrado señala que se
trata de las “puertas por donde la ciudad se franquea.”Doble frontera que debe atravesar el virrey: el arco de Sigüenza
y, en segundo lugar, el de Juana. Frontera histórico-territorial el Teatro y frontera erudito-hermética el Neptuno. Ambas

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le ofrecen al virrey una imaginería para gobernar el Imperio Mejicano. En el barroco la urbe ocupa un lugar
predominante, la obra de arte atraviesa los límites de su propia forma y se piensa en el espacio concreto interactuando
con él. La relación con la propaganda es evidente, se busca al espectador. Una teatralidad que, en la entrada,
adquiere efecto de ritual político. El intelectual interviene en el espacio de visibilidad de lo urbano reformulando
espacios y jerarquías; la ciudad barroca es espacio de dominio y manipulación. En este caso por la exhibición de un
saber oculto que establece una relación entre la ciudad y el poder. La alegoría es el género privilegiado.

En el Virreinato de la Nueva España el simbolismo del arco de Sigüenza es explícito. Se exhibe ante el virrey
el linaje de la ciudad que iba a gobernar se había fundado en 1327 y había poseído el linaje de los monarcas indios
antes de la conquista española. El arco tenía estatuas de los doce jefes mexicanos; cada uno encarnaba diferentes
virtudes políticas. Huitzilihuitl era elogiado como legislador, el emperador Moctezuma era presentado como guerrero y
como protector de la religión. El segundo Moctezuma, descrito como "este monarca absoluto", era elogiado por su
libertad, y su infortunado sucesor Cuitlahuitzin por sus esfuerzos por "defender la libertad y la patria"; en este panteón,
Cuauhtémoc aparecía como un Catón indígena, siempre firme en la adversidad. Toda la estructura simbólica
expresaba la esperanza de que "renaciesen los mexicanos monarcas de entre las cenizas en los que lo tiene el olvido,
para que como fénixes del Occidente los mortalizase la fama" Las "virtudes imperiales" de estos gobernantes ofrecían
modelos al hombre de Estado, tan inspiradores como los de la antigua Roma o Grecia; así, el pasado mexicano
quedaba rodeado del aura de la cultura clásica que lo legitimaba.

Carlos de Sigüenza y Góngora (1645 - 1700), autor del diseño del arco y del escrito que explicaba su
significado, fue poeta, filósofo, matemático, astrónomo, anticuario e historiador. Desarrolló en la Nueva España el
pensamiento del hermetismo cosmológico del barroco austríaco. Ningún campo de investigación fue ajeno a su
curiosidad intelectual: la historia y la arqueología, las matemáticas y las ciencias aplicadas, ocuparon gran parte de sus
escritos. Sus estudios sobre las civilizaciones prehispánicas se iniciaron el año de su expulsión del seminario. Pudo
reunir libros, códices, mapas y otros manuscritos relacionados con las antiguas culturas mexicanas gracias a su
manejo de las lenguas autóctonas. La información que le proporcionaban los libros, combinadas con sus propias
excavaciones arqueológicas, particularmente en las pirámides toltecas de Teotihuacán, fueron motivos de extensos
trabajos teóricos de los cuales lamentablemente sólo se conserva el nombre. Sigüenza conservó los manuscritos y los
códices de Ixtlilxóchitl, colección que le fue entregada por el hijo mestizo de Juan Alva, cacique de Teotihuacán. No se
sabe hasta qué punto logró Sigüenza aprender a interpretar las pictografías indígenas. Constantemente criticó a
muchos estudiosos de México que despreciaron el "estudio de los jeroglíficos", como "trivialidad despreciable de
nuestra nación criolla". Encontró muchas dificultades para publicar sus descubrimientos, ya que carecía del dinero y de
los subsidios necesarios para afrontar los gastos de la impresión. Sus obras: Historia del imperio de los chichimecas,
Ciclografía mexicana, La genealogía de los reyes mexicanos, Calendario de los meses y fiestas de los mexicanos, no
encontraron el apoyo financiero necesario y desaparecieron al poco tiempo (Nofal)

En el grupo de escritos que se refieren al pasado del pueblo mexicano se destaca su libro Fénix de Occidente.
Santo Tomás descubierto con el nombre de Quetzalcóatl en el que describe "la prédica de Santo Tomás en esta tierra
y su primitiva cristiandad". Sigüenza asimila la figura del dios Quetzalcóatl con la del apóstol Santo Tomás. La iglesia,
que era el mecenas más indicado para tales empresas aparentemente no se impresionó por la tesis. Como ya había
insistido Torquemada, las fuentes legendarias e históricas relativas a Quetzalcóatl asociaban al dios-héroe con la Tula
del siglo IX, y no a una época anterior de la historia de México. Sigüenza dio una explicación similar del dios
Huitzilopochtli, al que llamó "caudillo y conductor de los mexicano", que guió a la nación por las estepas del norte hasta
el Anáhuac. En su Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe (1680), sigue las ideas del filósofo y
declara que los indios mexicanos eran descendientes de Naphtuim, hijo de Misraim, fundador y gobernante de Egipto.
Sigüenza reconstruye un pasado épico que legitime el presente de la Nueva España. "La exaltación del pasado indio
coexiste con el odio y el temor ante el indio vivo"1. Esta obra, escrita en ocasión de la llegada de un nuevo virrey, el
conde de Paredes, es un relato alegórico de las virtudes políticas de los antiguos gobernantes del Imperio Azteca. Para
conocer "al otro" Sigüenza lo construye desde la similitud de la escritura, pero al mismo tiempo el indio que se escribe
ya no existe. Sigüenza y Góngora construye con signos el pasado mítico de los héroes, de las "virtudes", pero,
inevitablemente, la vida real muere en esta escritura. Los indios escritos no se "emborrachan", no cometen "idolatrías,

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robos, asesinatos, sacrilegio, sodomía, incesto y otras grandes abominaciones” El intento de subversión, la
transgresión a las leyes, la mascarada y el motín quedan del lado de los indios reales. (Nofal)

En el sistema barroco el lenguaje comienza a residir al otro lado del mundo. Las palabras se proponen a los
hombres como cosas que hay que descifrar. "Es una naturaleza fragmentada, dividida contra sí misma y alterada que
ha perdido su primera transparencia."(Foucault) La cultura del siglo XVII se funda en la antítesis entre lo "ordenado" y
lo "desordenado". La palabra "crisis" comienza a emplearse en esta época para referir un estado interno de la sociedad
colonial relacionada con las fluctuaciones políticas del siglo. Hay un estado interno de inquietud, de desarreglo e
inestabilidad. Las tensiones sociales caracterizan a la cultura barroca; hay motines y alborotos en la mayoría de las
poblaciones de la Nueva España. El Paraíso Occidental no sólo es amenazado en sus límites por bucaneros y
apaches, sino también por una rebelión de abajo. En julio de 1692, hay un motín popular en ciudad de México.
Sigüenza atribuye los acontecimientos a las inundaciones del verano anterior; el maíz y el trigo se pudrieron; las
cosechas fueron malas, y los precios subieron. Los esfuerzos de jesuitas y mercedarios por aquietar al pueblo con una
procesión fueron inútiles. El mercado del Zócalo, formado por unos doscientos puestos de madera donde se vendían
paños europeos y otros artículos importados, fue saqueado y sus materiales se utilizaron para prender fuego a las
puertas del palacio. La guardia virreinal carecía de munición para sus fusiles; los miembros de la aristocracia criolla
dispararon contra la multitud y aquietaron el motín. Su texto Alboroto y motín de los indios es indicativo de las
tensiones entre los anillos de la ciudad.

El carácter conservador inmoviliza muchas manifestaciones nuevas ya que todo está sometido a la acción de
la autoridad de la corte. La cultura del barroco, afirma Maravall, se hace cada vez más una cultura autoritaria de la
corte, definida como el centro administrativo y social en el que se manifiesta el poder soberano. Está constituida para
tener a la gente obedeciendo extrañas directrices, ajenas a sí mismas. Cualquier movimiento es castigado por una
multiplicidad de controles, clave de bóveda del sistema.

Juan de Espinosa Medrano(1628 -1.680,) es una enigmática figura peruana acerca de la que se han tejido
sugestivas historias. Se narra la famosa historia de la madre india: “Predicando un día Espinosa Medrano en la Iglesia
Catedral advirtió, repelían a su madre que porfiaba a entrar y dijo “Señoras, den lugar a esa pobre india que es mi
madre” y al punto la llamaron convidando sus tapetes.Entre los datos que se encuentran están su ingreso al Colegio
Seminario de San Antonio Abad donde debió escribir sus obras de teatro. A partir de 1.650 es catedrático en Artes y
Teología. Se doctoró en teología en la Universidad de San Ignacio de Loyola. Fue predicador; canónigo magistral de la
iglesia catedral del Cuzc;. hombre de fortuna. Su escritura incursiona en el ámbito de los estudios de la Literatura, de la
Religión y de la Filosofía. Construyen un sistema de pensamiento que revela una aguda autoconciencia del lugar de
enunciación, en una dinámica de acercamiento y alejamiento del centro.El gesto de adhesión al mundo imperial está
preñado de desafío criollo;la admiración se mezcla con la arrogancia de quien grita al mundo su igualdad, y, en
algunos casos, su superioridad. El discurso se produce sobre una tensión en la medida en que se encuentra preñado
de significantes, ocultando en una profusa arquitectura una lucha.Toda la obra de Espinosa tiene en cuenta las
relaciones entre la letra y la política. Sus palabras están dirigidas a la corte virreinal, a los estudiantes, a los indígenas
catequizados, a los clérigos. Se inscriben dentro de ese didactismo del barroco que se ejerció en el púlpito, la escuela
o la corte y aspiran al reconocimiento.”... no hay cebo para un estudioso, no hay hechizo para quien aprende, como el
aspirar a un acto lustroso y adquirirse una celebridad en él”.

El Lunarejo se apoya en una letra enfática, letra que construye la voz en la oratoria o en el teatro. Se
conservan un apologético, panegíricos, dos obras de teatro: una autosacramental: El Hijo pródigo en quechua y Amar
su propia muerte, tragicomedia en español, el prefacio a la Lógica de Santo Tomás y la traducción del primer tomo de
la misma, un conjunto de sermones agrupados bajo el nombre de La novena maravilla. Se piensa que hay sermones,
poesías y obras de teatro perdidas o extraviadas en bibliotecas privadas. Se trata de géneros serios, canónicos,
siempre autorizados desde La Cultura en la que se pretende brillar. En el Apologético en favor de Don Luis de
Góngora, encendida defensa del poeta españlol, los pretextos pueden ser leídos como un coro de letras que
autoriza, legitima, certifica y alaba desde el Orden colonial el texto de Espinosa situado en el centro intelectual indiano.
Al mismo tiempo conforman un alegato construido por un colectivo "nosotros los criollos" que se repite con insistencia y
se esconde como acatamiento. La tensión que alimentan estas intervenciones se origina en una reivindicación: la del

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derecho a la letra y al poder, el reclamo del hijo de estas tierras a ser reconocido como ser pensante y no solamente
como fuente de riqueza.
La extracción de oro y piedras preciosas de Huancavelica y Potosí es correlato por la negación de la
existencia de una producción intelectual detrás de la cual subyace la acusación de minoridad a los peruanos. El centro
imperial es el dueño de un discurso que les otorga el nombre, criollos, que inaugura una identidad en la diferencia, en
lo extranjería.”(Juan de Espinosa Medrano) ha llegado a ser admiración de su patria: dando a ver la envidia, que
deslumbrada suele concitarse contra los hijos de ella". (Fray Fulgencio de Maldonado). El desafío está implícito en la
extraña contienda del criollo sacerdote, caballero andante de hipérbaton contra Manuel de Faria y Souza -portugués y
europeo pero metropolitano- en favor de Luis de Góngora, representante del centro letrado del Imperio. El Lunarejo se
apropia del espacio central de la cultura peninsular y desplaza el enfrentamiento hacia un otro -Souza-Camoens- en
relación al que procederá a defender lo español. Fray Fulgencio de Maldonado continúa "que donde crió Dios más
quilatados y copiosos los tesoros de la tierra, depositó también los ingenios del cielo". La reivindicación opera una
identificación entre tesoros e ingenios. Agrega Bravo de Paredes y Quiñones “Pero en más precisa obligación le
reconoce está escondida América, siendo su ingenio, no el ensaye del oro y la plata que pródigas dan sus brutas
peñas; de los grandes talentos sí, que produce el mineraje racional de sus hijos”.

La nueva sociedad se erige a partir de la negación, negación del indígena que la clase criolla no cuestiona sino
que da por sentada, siendo ella la única heredera por vía de suelo y de sangre no solamente de un territorio sino
también de una cultura. No hay en el Lunarejo y su grupo como en los letrados mexicanos ninguna alusión al mundo
indígena que reconozca raíces en él. Su origen mestizo se oculta detrás del nombre antártico, indiano, austral, criollo,
americano en tanto hijo de la tierra, en tanto descendencia de la empresa española de evangelización en estos
“desesperados climas". El discurso insiste sobre la geografía, la pertenencia a un espacio otro en el que lo nuevo es
sinónimo de barbarie. Un espacio otro que supone una distancia por la que siempre se llega a destiempo:”Pero los
europeos sospechan seriamente que los estudios de los hombres del Nuevo Mundo son bárbaros.”

El Lunarejo reclama la consideración del “mineraje” racional. Tanto en el texto del autor como en los textos de
sus contemporáneos se lanza una demanda: el letrado criollo reclama airado su espacio en la letra y el
reconocimiento de su derecho al poder. La ubicación del Perú dentro del orbe no es inferior sino superior. Espinosa
recurre a los Libros, con una visión medieval intenta legitimar con las Escrituras su defensa de los habitantes de estas
latitudes”... citaré a unos filósofos, los mejores en efecto, Aristóteles y Santo Tomás, cuya enseñanza es la mejor.
Aquel dijo claramente que este polo antártico está en lo alto del cielo, o sea que es la parte superior. El Doctor Angélico
concuerda con el Filósofo.””Conque para los peruanos las estrellas son diestras sin embargo su fortuna es
siniestra”.Emplea la estética barroca, para reivindicar el derecho a la propiedad de los letrados criollos. Si bien la voz
se alza desde el corazón mismo de la cultura colonial, se advierte en ellas un registro diferente que relativiza la
jerarquía metrópolis-colonia, oponiéndose a la visión eurocéntrica. El discurso construye un linaje lingüístico, un linaje
religioso y un linaje literario a la cultura peruana coincidentes con el español. En todos los textos está el airado
reclamo del reconocimiento de la importancia económica del Perú para el Rey y para Dios:”... otros hijos tuyos de
aquellos retirados climas; vendrá con ellos toda la opulencia del oro y plata de que aquella región abunda, para postrar
tan prodigiosos tesoros al sacrosanto nombre de tu Dios y Señor.. Si alguna imagen tuvo por fin Europa del Nuevo
Mundo no fue exactamente la imagen que ella había soñado o «inventado»: fue la que construyeron primero los
colonizadores y luego los criollos. Entre todos tejieron relatos que abrían brechas en la ignorancia y la indiferencia de la
cultura española.
Juana Inés de la Cruz-nacida Juana de Ramírez y Asbaje-es la figura más importante de la cultura colonial
hipanoamericana. Un fenómeno, una ave rara: una mujer dominada por “el vicio del saber” que escribe por oficio y por
placer, un monstruo que produce letras. No hay escena de mayor fuerza que la narración hecha por su primer biógrafo,
Diego Calleja, de la joven enfrentada a los doctores en la Universidad de México ”no cabe en humano juicio...que a la
manera de un Galeón Real...se defendería de pocas Chalupas que le embistiran, así se desembarazaba Juana Inés de
las preguntas, argumentos y répilicas, que tantos, cada uno en su clase, le propusieron”. El primer tomo de sus
poesías- Inundación castálida, publicado en Madrid en 1689-, la nombra “décima musa”. Es asombroso el caudal de
recursos con los que desestabiliza el saber de la época y sortea la censura: el camuflaje, la alegoría, el disfraz, la
parodia, la mímica. Para las mujeres la corte virreinal era un espacio relativamente libre entre la casa paterna,
dominada por el padre, y la casa matrimonial, dominada por el esposo. Este espacio de incertidumbre es en muchas
de las obras de Sor Juana un lugar de desaliento y dislocación ya que carecer de estado significa no existir como
persona. La vida de la corte le proporciona una retórica; los valores aristocráticos incluyen el merecimiento, el
obsequio, la fortuna, la fineza y el acaso todos valores ajenos a nosotros- dominan la escritura.” Ceremonia es,más

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que adorno,/ este disfraz tan usado,/ vinculado a los festines/ cortesanos de Palacio”( Amor es más laberinto).”Pues
sepan, que en Palacio,/ los que lo asisten,/ aun los mismos desprecios/ son imposibles”(Los empeños de una casa)..
Sus ansias de independencia la llevan al convento: ”¿Hay cosa como saber/ que ya dependo de nadie,/ que he de
morirme y vivirme/ cuando a mí se me antojare” . Logró entrar al claustro sin romper relaciones con la corte, pero en
este nuevo terreno encontraría una rígida separación entre el mundo masculino y femenino -.”yo no entiendo de esas
cosas;/ sólo sé que aquí me vine/porque, si es que soy mujer,/ ninguno lo verifique. Las virreinas y las demás damas
protectoras la estimulan y protegen. La condición femenina se evidencia en la célebre redondilla ”Hombres necios...”
donde clama “Pues ¿para qué os espantáis/ de la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las
buscáis”.

El arco de 1680 es una de las pruebas de su aceptación de las reglas de la ciudad letrada y de su pertenencia
a ella. Supo apoyarse en las mitologías para hablar de los poderosos y tomó la voz de los negros, de los indios así
como el habla regional en los villancicos. En cada una de sus posiciones en la escritura da lugar a una intervención con
determinada serie de reglas y, frecuentemente, se trata de una intervención desestabilizadora, ya sea porque la voz
que habla es de mujer e imita las convenciones hasta parodiarlas o porque elimina las reglas del juego, la distinción
del sexo, destruyendo así la asociación aparentemente natural del varón con el poder. por medio de personajes
alegóricos , máscaras necesarias-tanto la alegoría como la imitación son formas del disfraz.

En relación a su controvertida intromisión en el púlpito encontramos tres cartas: el rechazo como confesor de
Antonio Núñez de Miranda, que se había considerado escandaloso sus escritos; la crítica al padre Viera que publica el
obispo Santa Cruz, sin su autorización, como Carta Atenagórica; la tercera es la Respuesta a Sor Filotea que se
publica después de su muerte. Esta último contiene sus argumentaciones sobre la condición de las mujeres, en
respuesta a Sor Filotea- el obispo Santa Cruz- con quien estable un juego retórico, empleando la negación y el silencio
para establecer la neutralidad del espacio del conocimiento al mismo tiempo que producir una autobiografía. La
historia de vida por mandato, común entre las monjas místicas adoptaba la forma de una hagiografía. Sor Juana se
diferencia en una escritura diferente. Ludmer habla de “tretas del débil” , una retórica en la que saber y decir se
presentan como campos enfrentados, no simultáneos. Las monja se construye con las máscaras de la humildad” : “Y,
a la verdad, yo nunca he escrito sino violentada y forzada sólo por dar gusto a otros ...nunca he juzgado de mí que
tenga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de quien escribe”. Afirma que entró en religión para "sepultar
con mi nombre mi entendimiento sacrificárselo sólo a quien me lo dio'', pues había pedido a Dios que le quite la
inteligencia, "dejando sólo lo que basta para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer y aún
hay quien diga que daña''. Pero luego afirma otra cosa -que entró en religión por la "total negación que tenía al
matrimonio". Entonces escribe que calla, estudia y sabe; narra su historia como historia de sus ansias de
conocimiento-“y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer”- En la primera escena cuenta cómo engañó a
la maestra y guardó silencio ante la madre . El silencio es resistencia frente al poder del otro: la madre, el Obispo, la
Inquisición. El movimiento consiste en despojarse de la palabra públic y su no decir es disfraz de una práctica que es
prohibida. Juana decide entonces que el publicar, punto más alto del decir ,no le interesa.. Es una exigencia que
proviene de los otros y se liga con la violencia simbólica y material. Juana hace entrar en contradicción saber y decir, y
cubre de silencio el campo del saber; en ese sentido escribe sobre el silencio femenino.. Acepta la esfera privada
como propia de la palabra femenina pero la constituye como zona de la ciencia y de la literatura y niega, la división
sexual. Siempre es posible tomar un espacio desde donde se puede practicar lo vedado en otros. Juana quiere hacer
ciencia en la cocina. Los espacios regionales -política, ciencia, filosofía, teología- se constituyen en punto de partida
para discursos y prácticas prohibidas. .“Pero qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he
descubierto estando guisando? ...Y yo suelo decir viendo estas cosilla: Si Aristóteles hubiera guisado mucho más
hubiera escrito”.

Es difícil librarse de los “silogismos de colores” con los que la historia y la crítica ha cubierto a Juana Inés. Ella
misma era consciente de ellos cuando planteaba “Y diversa de mí misma/entre vuestras plumas ando/no como soy,
sino como / quisisteis imaginarlo”: Esas plumas que, según Glantz, la han mostrado como musa y sibila y, sobre todo
como monstruo, llevando que como a su personaje Leonor, “era el admirable blanco/ de todas las atenciones, / de tal
modo, que llegaron/ a venerar como infuso/ lo que fue adquirido lauro”. Su lamento es doble “En perseguirme, Mundo,
¿qué interesas?/¿En qué te ofendo, cuando sólo intento/poner bellezas en mi entendimiento / y no mi entendimiento en

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las bellezas”. Según Borges los poetas agregan cosas al mundo. Sor Juana nos ha legado, a pesar de la mitología; a
pesar de su propia firma”Yo la peor de la peor”, algunas de las más bellas construcciones de la literatura universal.

Se puede tener en cuenta la reflexión de Antonello Gerbi: desde los primeros decenios de la administración
española en las Indias había surgido, como consecuencia de la espontánea escisión del bando de los vencedores, un
grave conflicto interno: el que oponía a los criollos contra los españoles peninsulares (a los que se llamaba
chapetones, gachupines o godos); una pugna social y aun económica entre blancos nacidos en las Indias de padres
españoles --quienes solían tener «...muchísimo más dinero que los hidalgos y funcionarios regios»--, y los blancos
llegados desde España. Fue un «...largo conflicto, del cual saltaron continuamente chispas y que al final acabó por
incendiar la decrépita armazón del imperio hispanoamericano»...” Quien había nacido en las Indias, por esta sola
circunstancia se veía opuesto y subordinado a unos compatriotas con quienes tenía todo lo demás en común: el color
de la piel, la religión, la historia, la lengua. Si era funcionario, sus probabilidades de llegar a los grados más altos de la
administración eran apenas un dos por ciento de las de los peninsulares. Si era eclesiástico, podía llegar a cura o
prebendado, pero la mayor parte de los obispos y arzobispos desembarcaban ya mitrados de España”.

El americano es sujeto de la cultura y de la historia. Como lo hace Sigüenza con Santo Tomás y Quetzalcóatl,
el Lunarejo con Santa Rosa de Lima y Sor Juana con las mujeres se legitima la igualdad del americano y su derecho
a apaorpiarse de la cultura metropolitana. Doble movimiento de acercamiento y de alejamiento, de negación y de
aceptación. De aceptación de la existencia de un centro político y religioso, el de la Tiara y la Corona y, al mismo
tiempo, cuestionamiento de un centro geográfico al que se proclama relativo. Se busca protección, inclusión dentro del
orbe. No se pretende cambiar sino se trata de ser aceptado como “parte de una totalidad”.

Hay una defensa del sistema cultural central así como del derecho de la élite criolla a apropiarse del universo
simbólico, a ser la heredera de un imaginario colonizado por el español pero no totalmente dominado por éste:”... los
que en tan remoto hemisferio vivimos distantes del corazón de la monarquía, poco alentados del calor preciso con que
viven las letras y se animan los ingenios contentándonos con saludarte siquiera con los afectos”. (El Lunarejo)
El amparo del poder político a la cultura aparece como imperativo, al tiempo que se señala la importancia de
las artes y las ciencias en su legitimación. En la literatura como en la cultura”Toda la multiplicidad de controles que rige
en el Barroco se vincula al centro de la monarquía. Esta es la clave de bóveda del sistema, como alguna vez se dijo”
(Antonio Maravall). La práctica literaria es, en muchos casos, una práctica del poder en una sociedad jerárquica en la
que el individuo está sometido al orden social. El espectáculo barroco monta una extensa operación social tendiente a
contener las fuerzas dispersadoras que amenazan el orden institucional. El letrado asevera su pertenencia a ese
orden, no solamente como sujeto constreñido por él sino también como su propagador privilegiado y eficaz.

Al barroco, que reflexiona sobre la caducidad, el desengaño, las tensiones sociales, el libre albedrío, se opone
un imaginario cultural controlado por las letras como complementarias de las armas, reclama para su grupo el derecho
a ser parte de ese gobierno y del proyecto colonizador. Toda su escritura está marcada por el didactismo tanto hacia
las clases dirigentes a las que se pretende enseñar el valor de las artes y las ciencias como hacia las clases dirigidas:
hay una clara intencionalidad evangelizadora tanto en el auto sacramental como en la tragicomedia donde el triunfo de
la virtud es el triunfo de la fe. El autor se sirve de la novedad, inclusive de la lengua indígena, para consolidar el
sistema. Propone una transacción: el reconocimiento del poder de la letra peruana a cambio de su enorme utilidad
para la preservación del Imperio.

La adaptación de la cultura central supone una operación transculturadora en la que se reivindica la capacidad
del criollo para asumir el espacio central de la cultura española. El eje es la legitimidad detrás de una férrea
arquitectura erigida por la ornamentación y el trabajo con la palabra una tensión propia que tiene que ver con el
reclamo de la ciudad letrada virreinal al centro imperial, la exigencia de la letra criolla a ser vista como legítima parte
del Imperio: ”Si eres lego te ahorro el que me aplaudas. Tarde parece que salgo a esta empresa: pero vivimos muy
lejos los criollos y si no traen las alas del interés perezosamente nos visitan las cosas de España; además que cuando
Manuel de Faria pronunció su censura, Góngora era muerto y yo no había nacido”.(el Lunarejo)
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La arritmia cultural, la diferencia no solamente en el tiempo sino en el espacio implica una conciencia de la
periferia. Se responde irónicamente al discurso del poder que construye una imagen disfórica de América. Lo hace con
una gran riqueza de imágenes recurriendo a la tradición literaria de las historias y crónicas de Indias. Monstruo
barroco, mitad animal, mitad humano, híbridos entre la naturaleza y la cultura, el mestizo es el hombre marcado en la

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letra y en el cuerpo como los lunares del letrado, su peruanidad se hace marca indeleble. Espinosa Medrano emplea
una de las figuras centrales de representación del continente americano: el papagayo para referirse a la figura del
intelectual americano dotado de habla pero considerado simple reflejo, espejo de la metrópolis, lleno de exotismo y de
colores pero siempre en el lugar de lo que está fuera, de lo que no es sino semeja que solamente “máscaras de
humanidad” . Aguda conciencia de la diferencia, reivindicación de la rareza, Sor Juana Inés de la Cruz nos dice en su
útlimo poema que ”...ha podido/ o ha querido hacer, por raro,/ que el lugar de lo perfecto/ obtenga lo extraordinario”

Bibliografía
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