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Palabras mágicas
El arte de contar cuentos y animar a la lectura por placer
Ediciones del Lirio y Guillermo Murray, marzo 2014
ISBN:
Negativos:
Esta edición se imprimió en marzo 2014, en Ediciones del Lirio
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Prólogo bis
Guillermo Murray
• Como les advertí, este libro está escrito a dos voces. Primero, Beatriz
narra sus experiencias; luego, es mi turno y comparto mi propia versión de los
hechos; a veces concordamos, aunque no siempre. El lector puede leer el libro
en forma lineal o jugar a la rayuela; es decir, leer el capítulo uno, escrito por
Beatriz e ir al capítulo uno bis, escrito por mí. Aunque yo les recomendaría
primero una lectura lineal (leer los capítulos de Beatriz) y luego, si aún tienen
tiempo y ganas, leer los míos, de modo alternado. La primera parte, la de Beatriz,
es más vivencial y anecdótica, más divertida. La mía es más técnica.
Suelen preguntarme por qué me dediqué a escribir. Y viene a mi mente
el recuerdo de mi papá, quien trabajó como actor, contándome todo tipo
de cuentos con diversas voces y entonaciones; de allí también nació mi amor
hacia el teatro de títeres. Luego, a los siete u ocho años, enfermé. Los días que
estuve en cama fueron magníficos, no sólo porque podía faltar a la escuela (a la
que en cierto modo detestaba), sino porque mi mamá me regaló varios libros
ilustrados con estampas auto-adheribles para recortar y pegar. Llegaron varias
obras inolvidables a mis manos:
Hans Brinker o los patines de plata (en inglés Hans Brinker, or the silver 13
skates), de Mary Mapes Dodge, en la que descubrí que Hansel y Gretel podían
ser hermanos en nuevas historias, aunque no fuese de hadas. Y que una medio
leyenda, la del niño que tapó con su dedo un escape de agua en un dique, podía
tener tanta fuerza como la realidad en sí misma; esto me fascinó, y lo sigue
haciendo: el poder de las palabras en la literatura fantástica. Valga citar aquí el
libro de Jacqueline Held, Los niños y la literatura fantástica: función y poder
de lo Imaginario (Paidós).
Belleza Negra o Azabache (en inglés Black Beauty, 1877) una novela de la
autora inglesa Anna Sewell. Y aunque ella no escribió la novela para niños, pues
señaló que el propósito de su obra era introducir la benevolencia y la solidaridad
en el público adulto, el monólogo interior de un caballo ecologista fue para mí
un parteaguas.
Como declara Marc Soriano en su obra (ver bibliografía): los niños suelen
apropiarse de aquellos textos que les son necesarios. Anna Sewell tuvo una vida
dura y murió muy joven, sólo nos legó un libro y de él destaco esta oración: “No
hay religión sin amor y la gente puede hablar tanto como se le plazca acerca de su
religión, pero si no se les enseña a ser igual de amables con los animales, así como
lo son con los humanos, es todo un engaño.”
Heidi, el nombre de un libro para niños, de 1880, de la autora suiza Johanna
Spyri, me aburrió —considerablemente— y lo dejé a la mitad; con esta “lectura”
supe que algunos textos se pueden devorar… u olvidarse. No lo he olvidado,
pero no lo volvería a leer, que es lo mismo.
Mamá intentó leerme parte de Corazón, diario de un niño (Cuore en ita-
liano), del italiano Edmundo de Amicis, 1886, y, afortunadamente, cesó en el
intento.
La obra que en verdad me conmocionó, que hizo un cambio en mi vida, fue
La vuelta al mundo en ochenta días (en francés Le tour du monde en quatre-
vingts jours) del escritor francés Julio Verne, una novela publicada por entregas
en Le Temps desde el 6 de noviembre hasta el 22 de diciembre de 1872, el mismo
año en el que se sitúa la acción, en este caso una versión adaptada para niños
de un modo apasionante. Verne me hizo dar la vuelta al mundo, mi vida se fue
en globo. No sé cuánto leí de la novela porque cada página era un impulso a imagi-
14 nar. En fin, hoy adoro la cocina francesa, como la que preparaba el mayordomo
Passepartout, a quien el flemático inglés, Phileas Fogg, protagonista de la obra,
llamó Picaporte (Verne tenía una ambivalencia notoria hacia los británicos,
aunque el viaje alrededor del mundo sucede en los países en donde Inglaterra
tiene o tuvo sus colonias, curioso, ¿no?). Luego, con los años, me volví aventu-
rero y quise viajar y darle la vuelta al mundo. Me hice escritor, especialmente de
ciencia ficción dirigida a jóvenes y Verne se volvió una obsesión deliciosa.
Tiempo después llegaron a mis manos muchos libros, tantos que apenas re-
cuerdo los que dejaron huella en mí:
Mujercitas (en inglés Little Women), una novela de Louisa May Alcott, pu-
blicada el 30 de septiembre de 1868, que trata de la vida de cuatro niñas que se
convierten en mujeres durante la Guerra Civil en Estados Unidos… mmm, no
es de mis favoritos.
Oliver Twist, la segunda novela del autor inglés Charles Dickens, esa sí, brilló
en mi mente, en especial porque vi la película y fue toda una experiencia de ida y
vuelta. Se publicó originalmente por entregas de aparición mensual en la revista
Bentley’s Miscellany, entre febrero de 1837 y abril de 1839; y es el primer libro
inglés que tiene a un niño como protagonista.
Las aventuras de Tom Sawyer (en inglés The Adventures of Tom Sawyer), del
autor estadounidense Mark Twain, publicada en 1876… Mamá me leyó cada
noche un capítulo; no me apasionó; aunque luego Twain se convertiría en uno
de los autores que más admiro, pero no entonces. A decir verdad, en aquellos
días y durante largos años, tuve una gran revoltura de historias, en las que se en-
tremezclaron La cabaña del tío Tom (en inglés Uncle Tom’s Cabin), una novela
de la escritora Harriet Beecher Stowe; El último mohicano (The Last of the
Mohicans: A Narrative of 1757), una novela histórica del autor estadounidense
James Fenimore Coope; Huckleberry Finn, a quien Twain dedicaría otro de sus
libros; Ivanhoe, de Walter Scott; las leyendas de Robin Hood y muchas carica-
turas de la televisión. Como adulto regresé las cosas a su lugar, pero si indago en
mi mente de niño, sigue el batidillo.
Como puede notarse, mi iniciación literaria fue decimonónica, novelística
y con predominio de autores en lengua inglesa traducidos al castellano.
Yo amaba la literatura. Me permitía salir de mi cotidianeidad. Irme de una
escuela aburridísima con compañeros igual de aburridos. Viajar con mi imagin- 15
ción a través del tiempo y el espacio.
Cercana mi adolescencia, llegaron hasta mis manos:
Primavera silenciosa (Silent Spring en inglés), un ensayo novelado de Rachel
Carson, publicado en 1962, que advertía de los efectos perjudiciales de los pes-
ticidas en el medio ambiente y culpaba a la industria química de la creciente
contaminación.
Los cazadores de microbios (en inglés Microbe Hunters) de Paul de Kruif, en
el que descubrí las lentes de Leeuwenhoek, la notable vida de Louis Pasteur y las
vacunas de Koch.
Llegó la primera saga que leí en mi vida: Tarzán, un personaje ficticio creado
por Edgar Rice Burroughs, cuya aparición fue en la revista “pulp” All-Story
Magazine, en octubre de 1912. Posteriormente se publicó como novela, a la
que sucedieron veintitrés secuelas. Además de haber sido adaptada numerosas
veces, especialmente para cómics, así como para cine y televisión; las historias se
condensaron en esos maravillosos once volúmenes que leí con fruición. Eso fue
mucho antes de que leyera la trilogía de Tolkien; Las crónicas de Narnia (en
inglés The Chronicles of Narnia) de C. S. Lewis; Harry Potter de J. K. Rowling,
o la más reciente y maravillosa serie Juego de tronos (A Game of Thrones), fan-
tasía escrita por el autor estadounidense George R. R. Martin en 1996, cuya
característica más notoria es el uso de numerosos personajes bien detallados y
la contraposición de puntos de vista de los múltiples protagonistas. De hecho,
Tarzán fue uno de los mayores bestsellers del siglo XX.
Así comencé a leer autores de mi tiempo. A quien adoré, y adoro, es a Julio
Cortázar, especialmente en Autopista del Sur, aunque en ese tiempo devoré
todo lo que de él caía en mis manos. De García Márquez me han gustado más sus
cuentos que sus novelas. No he sido adicto a Carlos Fuentes, pero sí, en cambio,
al cubano Alejo Carpentier y al brasileño Jorge Amado. De Vargas Llosa lo único
que hoy quiero recordar es el personaje del escribidor en La tía Julia.
Con el ánimo de educarme, leí al menos un libro de cada uno de los premios
Nobel, un libro de los llamados escritores de la literatura universal y, asimismo,
uno, tan siquiera, de la literatura española clásica y contemporánea. A la par,
hice una formación autodidacta en gramática, por lo que suelen ser notorios
mis errores en el tema… pero como ya escribía a diario, pues debía cuidar mi len-
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guaje escrito, me cultivé, aunque de un modo desordenado, lo acepto.
¿Cómo es que llegué a ser autor de libros para niños y jóvenes? Supongo que
fueron las circunstancias. Quedaría más elegante decir que fue por vocación, pero
no fue así; lo que ha devenido en pasión, comenzó simplemente por ser un trabajo
por encargo: un libro de trabalenguas para una editorial. Aunque, a fuerza de ser
sincero, ya escribía sobre títeres y teatro para niños, amén de que acudía regu-
larmente a las ferias del libro para niños y jóvenes, en donde solía participar de
muy diversos modos. El libro se llama Pablito clavó un clavito… y su publicación
(y enorme éxito) hizo que el timón virara.
Entre 1988 y 1993 fui invitado a un montón de festivales de títeres, estuve en
la capital de la antigua URSS: Moscú. Anduve por Bulgaria, Turquía, Grecia, las
antiguas Yugoeslavia y Checoslovaquia (Praga es la capital mundial de los títeres
y sede de uno de los mayores museos temáticos), Francia, España, Portugal,
norte de Marruecos… En Nueva York, acudí al festival Jim Henson (creador
de los Muppets). Y en el Festival Cervantino de Guanajuato fui invitado espe-
cial. En 1995, junto con la doctora Sonia Iglesias, montamos una exposición
llamada El oro del guiñol: México 1930-1960 y publicamos un libro de arte
que lleva por nombre Piel de papel, manos de palo. Historia de los títeres en
México, beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) ese
mismo año.
Y allí sucedió un nuevo giro, porque el mismo Fonca me becó para realizar la
investigación sobre los autores para niños y jóvenes en México, que se publicó con
el nombre de Palabra de juguete. Una historia y antología de los libros para niños
y jóvenes en México. Al alimón con Beatriz Tortarolo Donnet, Betty Donnet o
Bea, como suelo llamarla, y un servidor. Esa obra se publicó en dos tomos y están
absolutamente agotados, me trajo grandes alegrías, como ir a la Universidad del
Sur de Mississippi, donde se encuentra la colección Grummond, a dar una serie
de charlas sobre la literatura infantil en México, impartir la cátedra homónima
en la escuela de escritores de la Sogem, y ofrecer muchas conferencias en escue-
las normales y pedagógicas.
No obstante, me trajo un gran sinsabor: descubrir que la inmensa mayoría
de los autores de libros para niños y jóvenes que hay en México (y en Estados
Unidos) suelen ser egocéntricos, desinteresados en verdad de la vida de los ni-
ños y ocupados simplemente en el éxito económico, comercial o social de sus
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carreras. Sin embargo, a partir de entonces, mi producción artística se centró en
el público más pequeño. Asimismo, comencé a compartir una serie de charlas y
conferencias basadas en el texto antedicho, entre otras:
Edades de lectura.
οο Fomento a la lectura. Taller vivencial para preescolares.
οο Historia de los libros para niños y jóvenes en México y en el mundo.
οο Infancia y poesía (las conformaciones de lo Imaginario).
οο ¿Por qué contar cuentos de hadas? (Seminario UNAM 1987, con valor
curricular a cátedra).
οο Leyendas, fábulas y cuentos de animales.
οο Cuentos chistosos para niños traviesos.
οο La literatura fantástica.
οο Cuentos de horror y misterio: ¿por qué interesan a los jóvenes?
οο Teatro de títeres y literatura (taller).
οο El problema de la lectura en México (Grummond, EU, 2000).
οο Taller para ser cuentacuentos (México DF, desde el año 2011).
En marzo de 2011, luego de muchos años de vida en pareja, Bea y yo decidi-
mos separarnos por mutuo acuerdo; sin embargo, seguimos siendo amigos y,
como puede verse, seguimos trabajando juntos, aunque a distancia. Regresé a
la ciudad de México (mi amado DF, no sabía cuánto lo amo hasta hace poco:
soy absolutamente chilango) y por una serie de afortunadas coincidencias
—a las que yo suelo llamar la voluntad de Dios—, decido independizarme de
las editoriales y comenzar una empresa de animación y fomento a la lectura con la
finalidad de crear nuevos lectores.
Digo esto porque si este libro está en tus manos se debe a esta suma de
realidades.
Comencé a formar un equipo de cuentacuentos, visitamos escuelas, damos
talleres y pláticas a maestros, conformamos clubes de lectura con los papás,
creamos la escuela de padres en torno al fomento a la lectura, hacemos títeres, traba-
jamos en los talleres vivenciales, contamos cuentos desde preescolar —incluso
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maternal— hasta tercero de secundaria; formamos a papás, maestros y nuevos
aspirantes en el arte de la narración oral. Y, desde luego, leemos.
Fue así como le pedí a Bea que trabajara en los capítulos que conforman su
libro. A medida que los fue entregando incorporé los capítulos bis, mi libro. Un
complemento teórico vivencial que dio por resultado nuestro libro. El que hoy
tienen en tus manos. Esperamos les sea de utilidad.
Capítulo I
Los lectores terminan repitiendo estas palabras… aunque debo confesar que
el padre de Ozu parece no ser de su agrado. Y no corresponde aquí que el adulto
lector se detenga en largas disquisiciones filosóficas al respecto, se trata de un
cuento que admite varios niveles de lectura.
En esta etapa, debemos comprender que los niños se quedan con lo anecdó-
tico, ya que su desarrollo intelectual aún no les permite entender el verdadero
“cuento detrás del cuento”. Todo cambia si le contamos esta historia a un grupo de
adultos. Se los recomiendo, es un experimento muy interesante. Lo que me re-
cuerda una frase de Michael Ende: “cuando dos personas leen el mismo libro,
¿leen el mismo libro?”
Algo parecido ocurre con El Principito. Me lo leyó mi mamá a los seis años, el
recuerdo que tengo de esa época es el sofá rojo de la casa de mi abuela, la voz de mi
mamá y la imagen de una boa que se había tragado a un elefante… pasarían
varios años para que al final pudiera comprender que: “lo esencial es invisible
a los ojos”.
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Los textos en esta etapa de “los que empiezan a leer” deben ser breves y
dejar buen sabor de boca en nuestros lectores. No olvidemos que estamos fin-
cando las bases de un gran edificio, debe hacerse con los mejores cimientos.
Preferentemente debe haber un equilibro en cuanto a la presencia del texto y de
la imagen. Honrosas excepciones son los picture-books, los álbumes ilustrados
de autores de la talla de Anthony Browne o de Chris Van Allsburg, donde cada
imagen cuenta una historia.
Muchos libros indicados para esta etapa ayudan al niño a resolver conflictos
como: la llegada de un hermanito, alguna discapacidad física o intelectual, la
fatídica hora de ir al baño, comer o el miedo a la oscuridad: la hermosa serie
de los personajes Plip y Charly, de Jonathan Farr (A la orilla del viento, FCE),
ha hecho milagros con Emiliano y muchos de mis alumnos. ¿El resultado? Papás
y maestros agradecidos.
Un buen libro salva vidas. Quienes hayan disfrutado del film Una aventura
extraordinaria (o La vida de Pi) coincidirán conmigo. Si no la han visto, se las
recomiendo, véanla junto con sus hijos. Claro que la novela es mejor… como
suele suceder.
grupo Norma) o de un familiar cercano (El mejor truco del abuelo, de Dwight
Holden, A la orilla del viento, FCE), la guerra (Hermano en la Tierra, de Ro-
bert Swindells, FCE), el acoso escolar y la discriminación (El buscapleitos y el
ladrón, de Jan Needle, FCE), las familias disfuncionales (un tema que puede
ser tratado con tanto humor como el de Vivian Mansour en Familias fami-
liares, FCE); las nuevas familias: separaciones, divorcios, nuevas parejas (Besos
mágicos, de la gran escritora brasileña Ana María Machado, CIDCLI) y por
supuesto, debemos animar a nuestros jóvenes lectores a que lean libros donde
los adultos no salimos muy bien parados: me refiero a casi toda la literatura del
escritor galés Roald Dahl.
Hay que aprender a no tomarse tan en serio las cosas, inclusive si nuestros
lectores comienzan a identificar a sus madres con La peor señora del mundo, de
Francisco Hinojosa, el gran clásico de las letras infantiles mexicanas. El humor
sigue siendo la mejor medicina y hay extraordinaria literatura sobre el tema.
Si nunca aprendimos a reírnos, ahora es el momento de comenzar.
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Aviso importante:
Leer en casa
Por Beatriz Donnet
“Se recuerda a los padres que a los de primer año
no se les permite tener escobas propias”.
(Del Reglamento para alumnos de nuevo ingreso al Colegio Hogwarts de Magia)
Harry Potter y la piedra filosofal de J. K. Rowling.
Una preposición hace la diferencia: ¿leer para los hijos o con los hijos? Me
inclino por lo segundo. Se platica mucho alrededor del libro leído, los niños pre-
guntan, hacen comentarios, sacan sus propias conclusiones. Los adultos solemos
cambiar parte de los textos, explicar algunas ilustraciones y hacer comentarios.
Lo importante es que nuestros hijos asocien la lectura con pasarlo bien con papi
o mami. Y aunque crean que esta tarea es esencialmente femenina, yo estimulo
mucho a los papás para que sea “su chamba”, por el hecho de que son los que
están menos en la casa, bueno, al menos en mis épocas.
Un papá nos compartió cómo había resuelto la cuestión de leer con su bebé
de menos de un año: lo hacían por la mañana, a la hora del desayuno. Ponía a su
hijo en su regazo, abría la revista Proceso y le iba señalando las fotos, diciéndole:
“éste es bueno, éste es malo”.
No sé si su hijo sea hoy asiduo lector de la revista o haya aprendido algo acerca
de las bondades de los políticos, pero estoy segura de que seguirá asociando
lectura con su padre, buen humor, relax… y un rico desayuno.
“Puesto que la lectura es una actividad social —dice Kropp en su obra
citada—, ésta siempre debería estar acompañada de abrazos, conversación,
bromas, preguntas y respuestas. Especialmente para los niños mayores, algunas
de las experiencias más valiosas de la lectura no son la lectura, sino que se
producen con la conversación iniciada por el libro”.
Mi hija Amaranta —mamá del multicitado Emiliano— tuvo algunas difi- 39
cultades con los mecanismos de la lectura. La receta más exitosa fue ponerla de
cuentacuentos, es decir, que ella nos leyera o bien, “de punto a punto, lees tú”
y “de punto a punto, leo yo”. Sin corregir ni avergonzarla por sus errores, más
bien, decirle “vuelve a leer, creo que cambiaste una letra por otra, o te comiste
una palabra”, en tono amable y cariñoso. El mismo método que uso para mis
alumnos en los talleres. No hay mejor manera de vacunar a un niño contra la
lectura que convertirse en juez implacable y crítico de su modo de leer.
¡Pero cuidado! No hay que dormirse en los laureles. ¿Que su hijo ya lee solo?
¡Qué bueno, siga leyéndole! Hay muchas razones para seguir leyendo en voz
alta para su hijo durante tanto tiempo como pueda. En su proceso lector irá
entendiendo más palabras de las que puede leer. Como padre debe seguir leyendo
tanto tiempo como su hijo lo deje. No se arrepentirá.
El espinoso tema del dinero
Nada me hace más feliz que ver las caritas de emoción de mis nuevos alum-
nos cada año. Léase maternal, primero de primaria o tercero de secundaria.
Con los más pequeños debo cuidar mis palabras, porque todo lo que les diga
será repetido en sus casas con carácter de obligación. Y me aprovecho de ello,
lo confieso.
Los libros que vamos a leer en otro bimestre, se los llevan a su casa; así que
hay que pensar desde el principio dónde los vamos a poner. Mi alumna Regina
llegó a casa diciéndole a su mamá que: “ya no quería más a los peluches en el
estante junto a su cama, que éste iba a ser el lugar de los libros, como dijo mi
maestra Bea” (y conste que yo no mencioné lo de correr a los peluches). Digo
esto porque pienso que un niño debe tener un lugar personal para sus propios
libros. Si hay librero en su salón de clases, biblioteca en la escuela y librero en la
casa, esto es muy bueno: los libros necesitan tener una presencia física. Pero el
librero personal es eso, el lugar donde guardar nuestros tesoros: los libros que
más leemos, amamos y compartimos. Dice un estudio que algunos de los libros
que están en el estante de nuestros hijos serán leídos hasta trescientas veces antes
de que comiencen a perder interés en ellos.
Toca entonces hablar de dinero y cómo escoger un buen libro para niños.
Sería maravilloso que cada niño mexicano pudiera tener el dinero suficiente
40 para comprar un libro al mes y añadirlo a su librero.
En una entrevista con mi amiga editora Liliana Santirso, me decía que, a su
modo de ver, una de las causas de la baja lectura en nuestro país era que el libro no
estaba incluido en la canasta básica. Que así como presupuestamos y compramos
arroz, frijoles, chiles, deberíamos destinar un dinero mensual para libros.
Comprar libros no tiene porqué ser algo terriblemente caro: hay buenos
libros de bajo costo. Podemos compartir libros, pedir libros de regalo, hacer un
“guardadito” para el Día del Niño, Navidad, cumpleaños (en muchas escuelas
Guillermo estimula esto con las llamadas “alcancías escolares”, ahorro destinado
a la feria del libro). Comprar libros de segunda mano, hacer feria de “cambala-
che” para cambiar libros con los amigos. Aprovechar las promociones de las
ferias de libros en remate o saldos. Invitar a nuestros hijos a guardar parte de
sus “domingos” e ir a la librería.
Capítulo I I
Leer en ca sa
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Capítulo I I I
Leer en la escuela
Por Beatriz Donnet
Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts.
Enséñanos algo, por favor.
Aunque seamos viejos y calvos
o jóvenes con rodillas sucias
nuestras mentes pueden ser llenadas
con algunas materias interesantes.
Porque ahora están vacías y llenas de aire,
pulgas muertas y un poco de pelusa.
Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,
haz que recordemos lo que olvidamos,
haz lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,
y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.
Harry Potter y la piedra filosofal de J. K. Rowling.
En una de las escuelas en las que trabajo, por falta de espacio, se ha optado por
tener bibliotecas en cada salón, con fichero y sistema de préstamo, donde cada
niño tiene su credencial. El material se renueva constantemente y se intercam-
bian libros entre los salones. Hace poco llegué a un salón de quinto de primaria,
donde mis alumnos estaban haciendo un examen escrito y me causó grata im-
presión ver a la maestra leyendo el bestseller Las cincuenta sombras de Grey, en
lugar de estar pintándose las uñas u hojeando un catálogo de zapatos.
§
También me ha tocado ver, tristemente, espléndidas bibliotecas, impecables, sin
una mota de polvo, adonde los niños tienen el acceso restringido y los libros se
compran con criterio “decorativo”: como si se dijera, “necesito dos metros de
libros”. Triste. Por supuesto, no existe el puesto de bibliotecario, es una tarea
más para la maestra de español que hace su mejor esfuerzo. El personal directivo
es hostil e inaccesible cuando de hablar de este tema se trata. Su plan lector
consiste en la “toma de lectura” en casa: con reloj en mano, los padres deben
revisar que el alumno (su hijo) lea diez minutos diarios y anotarlo en una guía
especial. (Me pregunto qué pasa si el niño quiere leer más tiempo… ¿se le deja o se
le dice que no?). Y otra locura similar: que lea no sé cuántos cientos de palabras
por segundo, ¿eso, para qué sirve? No hay ciencia que muestre que leer rápido
sirva para algo, especialmente si no se comprende lo que está escrito.
O en otra escuela, donde la biblioteca es un aula pequeña, pero bien apro- 45
vechada. Hay mucha luz, amplios cojines en el suelo, carteles en las paredes
relacionados con la lectura (como los divertidos “Si no leo me a…burro”) y un
tablero que anuncia las últimas novedades adquiridas, además de un par de li-
breros bien surtidos. Mi amiga Edith, la bibliotecaria, pasa casi todos los días por
los salones a anunciar los títulos nuevos y realiza un pequeño periódico de
novedades. También se imparten talleres y conferencias a los papás. Un trabajo
muy interesante, con pocos recursos, mucha creatividad y amor al oficio. ¿Qué
tipo de escuela prefieres para tu hijo?
3. Establecer un plan lector que incluya desde talleres para niños, maestros,
padres de familia hasta ferias de libros en la escuela, jornadas de teatro leído, invi-
taciones para que algunos autores visiten la escuela, viajes a ferias de libros, visitas
a librerías, el día del “cambalache”, en el que se cambien libros usados que ya no
leemos, o hemos leído, por otros… carteleras, carteles, concursos. Los alumnos de
los grados superiores van a leerle a los más pequeños. Se hacen alcancías para colec-
tar un peso diario y comprar los libros deseados. Y siempre tener las puertas
abiertas, mental y realmente.
Uno de mis mejores maestros fue Celso Castiñeira de Dios, “Telo”, editor
durante muchos años de varias revistas médicas de cultura general en las que
colaboré. Recuerdo un día en que se quejaba amargamente de cómo se le negaba
el acceso a la escuela de su nieto, simplemente porque sí, como se hace en casi
todas las escuelas, salvo excepciones.
Yo fui muy afortunada: Amaranta y Guille fueron a una escuela activa que
aceptaba todo tipo de propuestas en este campo. Hicimos un club de papás lectores
que cada viernes iba a leer al salón de sus hijos… lo que a ellos les parecía más
interesante. No había censura y el que tuvo más pegue fue el músico Eugenio
Toussaint, quien en cuarto de primaria les compartió El corazón delator de
Edgar Allan Poe. Yo prefería aterrorizarlos con algunos cuentos de Richard
Matheson (antes de que Soy leyenda se pusiera de moda gracias a la película) o
de Ray Bradbury. Todo se valía. Lo más interesante de esta experiencia fue que
se agregaron abuelos y los papás que no participaban fueron empujados por sus
propios hijos a hacerlo.
¿Qué es mucho trabajo? ¿Qué estás dispuesto a hacer por tus hijos?
“Yo sugiero que estimule y apoye la lectura de su hijo pero es trabajo de la
escuela enseñarle a leer. Usted debería poder confiar en que la escuela realice
la enseñanza en una forma organizada, efectiva y excitante. No acepte menos”,
dice Paul Kropp (las cursivas son de Beatriz).
§
Y como también de recetas se trata, me gustaría compartir con padres y
maestros algunas ideas que pueden hacer más agradable y divertida la hora del
cuento:
οο A la hora de narrar es importante escoger con anticipación el texto, nos tiene
que gustar. No es necesario ensayar, el relato debe ser espontáneo. A mí no se
me da muy bien la narración oral sin libro. Admiro mucho a los que pueden
hacerlo. Yo leo libro en mano, le aclaro siempre a mi auditorio que primero “leo
las letras y luego muestro los dibujos”.
οο Presento el libro, al autor y al ilustrador. Si voy a leer a niños pequeños
u oyentes de primera vez, les muestro las partes del libro y lo que contienen:
portada, contraportada, dorso o lomo. Me gusta decirles a los pequeños, que si
se trata de un libro nuevo hay que “olerlo”, un libro nuevo huele delicioso. Si cada
quien tiene el suyo, les invito a hacerlo. Les digo que el mío huele a “sopita de
fideo” o a “torta de milanesa” o a “pizza con doble queso”, así se animan cuando les 47
pregunto… y encuentran sus propios olores familiares. En algún momento de
este ensayo les dije que un buen libro entra por los ojos y los oídos ¿Por qué
no intentar otros sentidos como el olfato y el tacto? También se vale acari-
ciar para descubrir temperaturas y texturas; hay libros lisos, arrugados, con
relieves. Libros tibios, fríos y calientes… Démonos un tiempo para que todos
participen. Les encanta.
οο El uso de las fórmulas de entrada y de salida. El espacio del relato es una
corta estancia en otro país. Debemos abrir la puerta para entrar… y tener la
precaución de cerrarla. No vaya a ser la de malas y se cuele alguien de otra rea-
lidad. La mejor manera de hacer esto es empleando las fórmulas de entrada y
salida. Veamos algunas fórmulas de entrada (las más conocidas, no son todas).
Fórmulas iniciales o de entrada
Mucho antes que nosotros, en un país lejano, aún más lejano que el monte
Ararat... (fórmula de los armenios).
Era en el tiempo en que los gatos llevaban zapatos... (fórmula eslava) similar
a varias españolas: En tiempos de Maricastaña... Antes de que inventaran la
rueda, etc.
Hace mucho tiempo, cuando los pollos tenían dientes... (fórmula bretona).
Hace tiempo, en los días de los gigantes... En días que se fueron... (fórmulas
escocesas).
Hace varios miles de años... (fórmula tibetana).
Fórmulas universales:
Érase una vez...
Hace mucho tiempo...
Érase antaño...
Había una vez...
48 He aquí la fórmula de entrada árabe-marroquí: Érase que se era, érase Dios
Alá en todo lugar, érase la albahaca y el lis en el regazo de nuestro profeta,
sobre él sean la bendición y la paz, érase un bien, érase en nuestro país, érase
un mal en el país de los cristianos y los negros, ellos visten la pez y el alquitrán,
nosotros vestimos la seda y los oros...
Fórmulas de entrada en El Quijote: Érase que se era, el bien que viniere
para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar... (Cuento del cabrero
que relata Sancho).
“Érase que se era, que en buena hora sea, el bien que viniere para todos sea, y
el mal para la manceba del abad, frío y calentura para la amiga del cura, dolor
de costado para el ama del vicario y gota de coral para el rufo sacristán, hambre
y pestilencia para los amigos de la iglesia...” (Cuento que relata Sancho en el
capítulo XXI de la sexta parte de El Quijote de Avellaneda).
Capítulo I I I
Leer en la e s c uela
Esto que les voy a decir, bien contado, tiene mucho chiste...
Este cuento que les voy a contar me lo contaron mis grandes —y a ellos ya se
los habían contado.
Están ustedes para bien saber y yo para mal contar el cuento de...
Aquí estoy para bien o mal contar...
Hace mucho tiempo, en un país muy lejano...
Hace mucho tiempo, cuando aún no habían nacido los abuelos de tus
abuelos...
Cuentan que una vez había...
Veamos algunas fórmulas de salida (las más conocidas, no son todas).
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Fórmulas finales o de salida
El gallo cantó y mi cuento se acabó.
El rey, muy alegre, hizo preparar un festín en señal de júbilo. Y yo he vuelto
(ambas fórmulas son francesas).
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado (fórmula española).
Así están viviendo (se menciona a los personajes del cuento) hasta este mismo
día, esperando a que lleguemos, para hacer una estadía (fórmula escocesa).
Vivieron largo tiempo, bebiendo y comiendo; vosotros también vivid, comed
y bebed (fórmula de Azerbaiyán).
Les dejamos comiendo piedras, pero hemos venido para comer dátiles
(fórmula árabe).
Fórmulas universales
Mi cuento se ha acabado antes de que mis reservas se hayan agotado.
Fueron muy felices y comieron perdices,
A mí no me dieron porque no quisieron.
Nuestra historia se va al filo del agua,
Pero nosotros permanecemos con los nobles.
Ancha la hoja, estrecho el camino,
Cuenta el tuyo que yo ya termino.
§
Ellos quedaron contentos y felices
Y nosotros aquí, con un palmo de narices.
§
Mendrugos de pan comieron y un bolo que era bazofia:
Viva la novia, ¡viva la novia!
Así estuvieron y disfrutaron. Y a mí nada me dejaron.
Y allí se quedaron y bien disfrutaron. Y a mí nada me regalaron.
50
No, me dieron un centimito… Y lo metí en un agujerito.
Ellos quedaron felices y contentos… Y nosotros aquí mordiéndonos los dedos.
Vivieron y disfrutaron y en grande se lo pasaron. Y a mí nada me dejaron.
Gastaron mucho lujo y mucha juerga. Pero a mí me dejaron en la puerta.
Para comer hube de ir a la hostería. Y así termina esta historia mía.
Hicieron muchas fiestas, bailes y melodías.
Y nosotros quedamos con las manos vacías.
Y vivieron felices y contentos. Y aunque nada me dieron, yo se los cuento.
Y entró por un caminito dorado. Salió por otro plateado,
Cuéntame otro más agraciado.
Capítulo I I I
Leer en la e s c uela
Hace poco iba a leerles a mis alumnos de quinto, un grupo con el que he
estado desde primero de primaria. Comencé directamente el relato, y me
callaron las voces de protesta:
“Miss Bea, ¡se te olvidó la canción!”
οο Es importante aclarar que no se desean interrupciones. Me ha pasado
estar leyendo un cuento y que llegara algún personal de la escuela con un aviso. Les
toca esperar, la hora del cuento es más importante.
οο El tono de voz: relajado, mesurado, cálido. Si tenemos el talento, dar a
cada personaje su voz. Hacer énfasis en las partes donde hay suspenso, tal vez
un alto en el relato (a mí me gustan los efectos especiales como decir: “tan tan tan
tan”, algo así como música de suspenso de películas). Dar vuelta a las páginas
con suavidad, crear ambiente. Puedo contar un cuento y antes de llegar al des-
enlace decir “¡Oh, no, no puede ser!”, (para que todos pregunten: “¡qué pasa!”).
Divertirme y divertir.
οο Cerrar con la fórmula y aceptar preguntas. ¡Ojo! No evaluar, no hacer
un examen oral de lo contado, ni pedirlo por escrito. O un comentario como:
¡qué suerte tuvo fulano de tal en esta historia!
Lo mejor es pedir la opinión de los lectores, ayudarlos a ensayar su juicio
crítico —que les será muy útil en la vida. Este último aspecto debe ser trabajado
con los jóvenes de quinto y sexto de primaria. Funciona muy bien. Se puede 53
crear un debate que además sirva para hablar del respeto y la tolerancia a las
ideas diferentes… No se les olvide la frase de Ende:
Cuando dos personas leen el mismo libro, ¿leen el mismo libro?
Anímense, cuenten cuentos, acérquense a los lectores. El secreto es la buena
voluntad y el amor al oficio. Los buenos libros hacen el resto.
Ilustración de Vilhelm Pedersen para la primera edición del cuento El soldadito de
plomo, 1850.
Capítulo I V
Claro que con estos lectojuegos pretendemos educar, pero se hace de manera
no formal, en una atmósfera de juego donde no se califica a nadie ni se le encar-
gan “trabajos” o “informes de lectura” sobre lo aprendido; todo lo contrario a la
escuela formal. Y si además se hacen en un espacio diferente al aula de clases,
con un animador o animadora que no sea la maestra ni el maestro “de siempre”,
los resultados serán extraordinarios. En una de las escuelas donde trabajo con
toda la primaria, me ceden un salón especial donde tengo una gran cartelera.
En ella pegamos los comentarios, los chismes, las opiniones de los lectores,
los resultados de nuestros concursos, las listas de popularidad. Si hace buen
tiempo, leemos en el patio, en el piso, en sillas… y si no se puede, en el mismo
salón nos acostamos en el piso. En otro colegio, donde trabajo con todo el jardín
de infantes, el día de lectura también buscamos espacios alternativos.
El chiste es salirse del formato habitual… Y siempre, siempre, estos juegos
deben hacerse con los libros de lectura recreativa. Ya habrá tiempo para
los libros de texto laicos, gratuitos y obligatorios.
A continuación les comparto una serie de estrategias, tomadas inicialmente de
las autoras antes citadas, pero con cambios realizados por mi propia experiencia.
Son sólo puntos de partida que pueden ayudar mucho a que los animadores
inventen las propias. Por ejemplo: cuando leímos La fórmula del doctor Funes
de Francisco Hinojosa, hicimos un concurso de fórmulas mágicas… cada niño
trajo su propio invento. La regla era que fuera por escrito, como una receta de
cocina: título, para qué sirve, ingredientes y cómo se prepara. Y, por supuesto,
el modo de aplicación.
Hubo fórmulas para la felicidad eterna, para desaparecer a amigos indesea-
bles, para cambiar el color de las mariposas y otras rarezas…
Es importante explicar a los alumnos las reglas de cada ejercicio antes de comenzar.
2. ¿Están o no están?
Con este juego se pretende recordar a los personajes, incluso secundarios.
Objetivos: entender la lectura, ubicar a los personajes, trabajar la memoria.
Desarrollo: el animador elaborará previamente una lista de todos los perso-
najes del libro que se haya leído.
Puede haber dos formas de realizar la animación:
Dar a cada niño una hoja con la lista de los personajes con los que se va a jugar.
O bien, escribir dicha lista en el pizarrón.
57
Yo prefiero esta última y les pido que la copien. Así ejercitan la escritura.
Además, me divierto intercalando en la lista a personajes de moda del cine,
la tele, la literatura o la música. Así, Justin Bieber (o cualquier cantante de
moda) puede convivir con Long John Silver y Buzz Lightyear con el flautista
de Hamelín.
Participantes: esta estrategia funciona para toda la primaria.
¿Cómo se juega? Se reparten las hojas o se escribe en el pizarrón. Se da tiempo
para leerlas en silencio y marcar con palomita o tache los personajes que sí
o no están (esto es a criterio del animador).
Luego se puede pedir que se pase al pizarrón para marcar las opciones y
toda la clase participa. Si hay dudas sobre determinado personaje, se pide que
lo busquen en el libro. Nunca falla, todos abren su libro y buscan.
3. La frase falsa, “pirata” o “intrusa”
Objetivos: entender lo que se lee, ejercitar la memoria, poner atención en lo
que dice el libro. Trabajar la concentración y comprensión lectora.
Material: previamente se pasa al procesador de textos de la computadora
(o se escanea para darle formato digital) una página del libro leído y se le intro-
ducen “frases falsas” entre párrafo y párrafo.
Participantes: si el ejercicio es para niños de segundo o tercero de primaria,
sólo se escriben tres o cuatro, de sentido y contexto radicalmente diferente al
texto, para que sea más sencillo encontrarlas.
Para quinto y sexto pueden ser de diez a quince y parecidas al texto, es decir,
que les presenten un mayor grado de dificultad.
¿Cómo se juega? Cada alumno debe tener su libro. Les pido a todos mis lec-
tores que abran su libro en la página escogida y que la lean con mucha atención.
A los más pequeños les digo que la lean como “si le sacaran una fotografía”.
Doy un cierto tiempo para la lectura silenciosa. Luego les pido que cierren el
libro y les anuncio las reglas del juego: que voy a repartir a cada uno su hoja, la
deben leer primero en silencio y luego subrayar las frases falsas.
58 A mis alumnos más grandes les digo cuántas son. Y que no se puede ver el
libro. Les anuncio que tienen un determinado tiempo para hacerlo, que debe ser
en silencio y personal.
Pasado el tiempo acordado, cuando terminen una o dos, les pido a todos
que abran el libro y ellos mismos se pongan una puntuación de acuerdo con el
resultado obtenido.
4. ¿Antes o después?
Si el libro que se escoge es muy sencillo, la animación puede realizarse con
niños de poca edad, siempre que sepan leer individualmente. Para hacerla
con chicos y chicas mayores, el libro tendrá que ser un poco más elevado.
Objetivos: ejercitar la atención de la lectura, ejercitar el orden cronológico
y el ritmo, y aprender de la colaboración entre compañeros.
Capítulo I V
A j u gar c o n lo s li bro s
Cuando todos los equipos han tenido ocasión para lanzar preguntas, se podrá
dar una segunda vuelta y hasta una tercera.
Participantes: ésta es una estrategia para practicar desde quinto y sexto de
primaria en adelante.
6. La lotería
Propósito: descubrir personajes, lugares y cosas.
Material: hojas blancas tamaño carta (se puede usar material reciclado),
lápices, crayolas, frijoles, corcholatas, botones viejos, etc.
¿Cómo se juega? Se entrega a cada niño una hoja en blanco, un lápiz, crayolas
y una pequeña cantidad de frijoles o lo que se tenga a la mano. Se les pide que
dividan con rayas la hoja de papel en seis cuadros iguales y en cada uno dibujen
algún personaje, lugar o cosa del cuento (también la animadora puede haberlo
realizado con antelación, más aún si se trata de niños pequeños).
Se vuelve a leer el cuento y cada vez que se mencione algún personaje, lugar,
cosa, etc., que aparezca en los dibujos, deberán poner un frijol y cuando hagan
lotería lo anunciarán gritando: ¡Lotería!
Se puede jugar “cantando” a los personajes, para hacerlo más divertido.
Participantes: se puede jugar desde primero de primaria en adelante.
61
7. El cuento congelado
Propósito: expresar y representar la comprensión del texto.
¿Cómo se juega? Se divide al grupo en equipos de tres o cuatro niños.
Se les pide que vuelvan a leer el libro, que escojan una escena y que representen
“una escena congelada” del cuento, es decir, que adopten una determinada
posición y no se muevan. Cuando estén listos, se pide a cada equipo que pase al
frente y presente a los demás su escena “congelada”, todos tratarán de adivinar
cuál es y los protagonistas les dicen si acertaron o no.
Se continúa de la misma manera hasta que todos hayan pasado al frente.
Participantes: yo juego las escenas congeladas desde tercero de primaria.
También existe la variante de “dígalo con mímica”.
8. Sopa de letras
Propósito: que los niños aprendan a distinguir los personajes, lugares y objetos
del cuento. Trabajar la memoria, la concentración y la paciencia.
¿Cómo se juega? Previamente, el animador elabora la sopa de letras, con
diferente grado de dificultad, según el nivel de sus alumnos. Lo hace con los
personajes, objetos y situaciones del libro leído, de los cuales elabora una
lista previa.
Se cuadricula una hoja y se “acomodan” las palabras de la lista en sentido
horizontal, vertical, de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo, en diagonal, etc.,
y se completa el cuadriculado con letras sueltas.
Participantes: yo la trabajo desde cuarto de primaria.
Desarrollo: entrego a cada niño su hoja y le doy un tiempo. Les explico que cada
cinco minutos voy anotando en el pizarrón un par de nombres de la lista, como si
se tratara de una competencia, a ver quién termina primero, si ellos o yo… Con
mis alumnos de primaria, mi lista tiene diez palabras. Con los mayores le voy
agregando más.
9. Sigue la historia
Propósito: distinguir el orden cronológico de la historia y ejercitar la memoria.
62
Preparación: el animador debe seleccionar una historia que muestre clara-
mente el orden de los acontecimientos. Los alumnos ya la deben haber leído.
Se copia todo el cuento y se lo divide en fragmentos como “inicio”, “desarrollo”
y “fin”, o muchos más. Se pega cada parte en una cartulina.
¿Cómo se juega? Se reparten las cartulinas a cada uno de los alumnos en
todo el salón. El alumno que tiene el principio del cuento pasa al frente y lo lee.
Inmediatamente después, el que tenga la parte siguiente pasa al frente también
y así sucesivamente, hasta terminar el cuento.
Se nombra a uno o dos encargados que siguen la lectura, libro en mano, y
sirven de jueces o moderadores. Es parecido a la estrategia de “antes o después”,
pero se hace de manera grupal.
Capítulo I V
A j u gar c o n lo s li bro s
11. Sí o No
Propósito: trabajar la comprensión lectora y la memoria.
Material: el animador escribe previamente en una hoja o en el pizarrón
63
algunas frases del libro leído, algunas son textuales. Y otras “equivocadas”.
Si lo hace en una hoja, le reparte a cada alumno una copia. Si es en el pizarrón, se
pide a los alumnos que las copien. Al terminar cada frase escribe las palabras
Sí o No.
¿Cómo se juega? Cada alumno debe leer en su hoja las frases y marcar con un
círculo o una cruz la opción Sí o No.
Otra variante: se da a cada alumno dos cartones, se les pide que escriban
Sí en uno y No en el otro.
Leemos en voz alta las frases escogidas. Ellos levantan el cartón que creen
adecuado. Esta estrategia funciona muy bien desde primero de primaria.
12. Un cuento entre todos o “a quien le caiga”
Propósito: estimular la creatividad y el trabajo en equipo.
¿Cómo se juega? El animador dice en voz alta la primera frase de un cuento
que inventarán entre todos. Después, al azar, todos participan en la creación
del cuento.
Para que sea más divertido utilizo un cojín o un balón, a quien le cae debe
continuar con el “relato”. Y, aún más, cuando un alumno recibe en sus manos
el balón, le indico que entonces el relato debe continuar como un cuento “de
miedo”, “policíaco”, “de amor” etc.
Participantes: esta estrategia la uso en mis talleres con los maestros y padres
de familia, como manera de romper el hielo, es muy divertida. Funciona muy
bien desde tercero de primaria en adelante.
Una variación: se puede hacer por equipos, dando un tiempo a cada integrante
para escribir su parte. Para que el resultado sea más divertido, no se puede ver
lo que escribió el compañero anterior.
El animador debe recordar siempre las fórmulas de entrada y de salida.
Al terminar, cada equipo designa a un secretario que pasa al frente y lee en
voz alta el cuento completo.
Participantes: funciona bien desde cuarto de primaria y es importante poner
reglas, como no usar palabras altisonantes ni incluir a algún compañero o com-
pañera del salón como protagonista.
25. Un crucigrama
Aunque requiere algo de tiempo de elaboración, se puede hacer en casa un cru-
70 cigrama con las situaciones y personajes más relevantes de la historia.
Participantes: esta actividad es apta para alumnos de quinto de primaria
en adelante.
74 Podemos hablar de una época de oro de las letras infantiles, que es cuando se
publican los grandes clásicos (aunque muchos de ellos no fueron escritos para
niños, éstos se apropiaron de ellos), el período comprendido entre la publicación
de Robinson Crusoe de Daniel Defoe (1719) y La llamada de la selva (pésima
traducción de The Call of the Wild) de Jack London en 1907. Es cuando ven
la luz, entre otros:
Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift
Fábulas de Iriarte y de Samaniego
Ivanhoe de Walter Scott
Cuentos de los hermanos Grimm
El último mohicano de Fenimore Cooper
Cuentos de Andersen
Capítulo V
Breví sima histo ri a de lo s buen o s libro s para n i ñ o s y j ó v en e s… y su s au to re s
El premio Andersen
Si deseamos hacer un recorrido por los y las superstars de este universo, basta
echar una ojeada a la lista de sus ganadores. Curiosamente, muchos de ellos son
desconocidos en nuestro país. El premio Andersen —que se otorga cada dos
años en la Feria del Libro de Bolonia (Italia)— sigue siendo un premio europeo,
con honrosas excepciones como la brasileña Ana María Machado y la argenti-
na María Teresa Andruetto.
En el campo de la ilustración reconocemos algunos nombres como el genial
Maurice Sendak (su libro Donde habitan los monstruos es un clásico y ha in-
fluenciado a muchos ilustradores famosos); Quentin Blake, ilustrador de todos
los libros del gran Roald Dahl y Anthony Browne, conocido en nuestro país por
tener casi toda su obra publicada en la colección A la orilla del viento del FCE.
Detengámonos en algunos de ellos y descubramos a otros:
El galés Roald Dahl (1916-1990) es uno de los autores fundamentales en
la literatura contemporánea, tanto para adultos como para niños. Basta leer 77
sus autobiografías, Boy y Volando solo (Alfaguara juvenil) para enterarnos
de cómo fue su vida y dónde se originó su amor por la literatura. El humor de
Dahl es uno de los grandes atractivos, su estilo burlón y la capacidad para bur-
larse de los adultos lo convirtieron en ídolo de muchas generaciones (entre las
que me incluyo). Antes de que el director Tim Burton y el actor Johnny Depp
lo dieran a conocer al mundo, Charly y la fábrica de chocolate ya era uno de los
diez mejores libros para niños de todos los tiempos. Éxitos como Matilda (con
quien me identifico en muchos aspectos), Los cretinos, James y el melocotón
gigante, La maravillosa medicina de Jorge, El gran gigante bonachón, El fan-
tástico señor zorro. Muchos de estos títulos trajeron horas de risas y felicidad a
nuestra lectura familiar.
A mi hijo Guillermo, de casi 25 años le envié a Inglaterra, donde estudia, Boy;
con su lectura se curó un poco la nostalgia, a la vez que se lo leyó a su esposa,
noche a noche, como cuando él era pequeño. Los libros son una maravillosa
medicina. ¿No lo había dicho, verdad?
Keiko Kasza, autora japonesa contemporánea que reside en Estados Unidos,
ha hecho las delicias de mis jovencísimos alumnos. Recientemente, en mi taller
de teatro de las tardes hicimos una puesta de Choco encuentra una mamá, con
títeres de varilla y mucho trabajo corporal. La historia del pajarito amarillo y
cachetón, que sale al mundo en busca de una madre y termina por encontrarla
en el ser más inesperado, es sensacional y mueve multitudes. Cada vez que se
la cuento a Emiliano, actúa la parte de los besos, los abrazos y el baile que hacen
Choco y la señora Oso. Kasza pertenece a esta nueva camada de artistas que
escriben e ilustran sus propios cuentos en su casa, todos ellos están dirigidos a
niños muy pequeños: Mi día de suerte, El estofado de lobo y otros, publicados
en México dentro de la colección Buenas noches, del grupo Norma.
Chris Van Allsburg, también contemporáneo, estadounidense y de for-
mación escultor, ha invadido el mundo de las letras para niños y jóvenes con
su audaz propuesta plasmada en los llamados picture-books, donde la ilustra-
ción prácticamente cuenta el cuento, el texto es un escueto refuerzo. Se hizo
mundialmente famoso con la película Jumanji, claro que el libro es mejor… y
El expreso polar. En México nos hemos podido asombrar con El higo más dulce,
Los misterios del señor Burdick (un álbum ideal para secundarias y prepas), La
escoba de la viuda y la hermosa Mal día en Río Seco, hecho en colaboración con
78
su pequeña hija Sophie. Si me dieran a escoger, prefiero La escoba de la viuda,
un cuento de brujas, aparecidos, humanos intolerantes y finales inesperados…
toda su obra está en la citada colección del FCE.
Si hay un artista amado en nuestro país —sus libros han formado parte del
Plan Nacional de Lectura y bibliotecas de aula— es el inglés Antonny Browne,
premio Andersen 2000 como ilustrador. Cuando nuestra editorial, Fondo de
Cultura Económica, tomó la decisión de lanzar una colección con lo mejor de la
literatura contemporánea para niños y jóvenes —un proyecto original del director
del FCE, García Terrés, retomado por Miguel de la Madrid, con el editor Daniel
Goldin como responsable— se hizo una investigación a nivel mundial, con apoyo
de IBBY-México, y Browne fue uno de los primeros autores contemplados.
Ya había ganado prestigiosos premios en su país natal y su primer trabajo
Gorila asombró al mundo anglosajón… luego lo haría con el mexicano.
Capítulo V
Breví sima histo ri a de lo s buen o s libro s para n i ñ o s y j ó v en e s… y su s au to re s
Lo primero que leí y vi de él fue El libro de los cerdos. No podía creer lo que
mis ojos estaban viendo: una propuesta novedosísima sobre el cambio en los
roles familiares. Las conciencias políticamente correctas podrán decir que no
es un libro para niños… me río de eso, otra vez aparecen quienes subestiman la
inteligencia de los pequeños. Este libro genera polémicas en los auditorios.
Lo leo a niños, a jóvenes y a padres de familia… siempre aclaro que hay que
“saber ver las ilustraciones”. Muchos niños identifican a la familia De la Cerda
con la suya y platicamos largo al respecto.
Gorila, un libro sobre las figuras parentales ausentes y cómo el ingenio de
una niña suple estas carencias, también admite varias lecturas; como me gusta
llamar “el cuento detrás del cuento”. Cambios aborda el tema de la llegada del
hermanito, desde el punto de vista del mundo del niño, José K. (¿tal vez algún
elemento kafkiano?). Luego llegaría la serie de Willy, un pequeño chimpancé en
busca de su lugar en el mundo. Browne confiesa que “él es Willy”. Todos sus
trabajos con primates —animales que admira profundamente— se reflejan en
su obra, de la cual Gorila, un libro no sólo para contar, es el último texto publi-
cado en México, hasta ahora. Ha ayudado a que Emiliano comience a contar.
Mi hija Amaranta, de 23 años, la mamá de Emiliano, aprendió a leer con el
libro de Browne, Cosas que me gustan. Y hablando de gustos, lo conocí perso-
nalmente, lo entrevisté hace muchos años y tuve el placer de volver a verlo hace
dos, cuando vino como invitado especial a la Feria Internacional del Libro de
79
Guadalajara 2011, donde reunió a mil niños en el auditorio. Ha realizado una
versión muy original del cuento Los tres osos (una mala traducción de You and
Me), contratado por la fundación Carroll para ilustrar una nueva edición de
Alicia. Ha ilustrado novedosamente Hansel y Gretel. Y ha hecho propuestas
novedosas para maestros de arte como El juego de las formas. Me ha tocado
verlo trabajar frente a más de 200 niños: una experiencia inolvidable. Él mismo
confiesa, en un interesante reportaje hecho para Argentina, que se puede pescar
en Google, que el cine aún no es lo suyo. Espero que se siga manteniendo así.
De la australiana y premio Andersen, Margaret Mahy, me ha tocado leer un
texto buenísimo, que encanta a mis alumnos de cuarto y quinto de primaria:
Tiritimoras, tubértifas y teléfonos (FCE).
La historia de Sárracen, un niño que vive en una isla en compañía de una
abuela aventurera. Sárracen, a veces, se siente como cualquiera de nosotros en
sus días grises: como “una hoja de lechuga marchita en la gran ensalada de la
vida”. ¡Guau! Pero no se asusten, esta historia tiene final feliz.
En nuestro país varios autores ocupan un sitio de honor y de mucho cariño en
el corazón de sus lectores. El primero de ellos es Francisco “Pancho” Hinojosa,
más conocido como “el papá de La peor señora del mundo” (supongo que eso dirá
en su lápida, sólo que espero falte mucho para ello). Hinojosa apareció modesta-
mente —como autor de libros para niños— en el primer Festival de la Lectura
A la Orilla del Viento, allá en 1992, organizado en el Museo Rufino Tamayo…
La explanada estaba vacía. Nada que ver con el exitazo de este evento, que se
realiza actualmente para el Día del Niño en las librerías del FCE del DF y su sede
central. Compré La peor señora del mundo y me sentí inmediatamente sumer-
gida en un mundo roaldhaliano, versión mexica. Así sigo viendo este espléndido
cuento, objeto de amores y odios. Hace unos años, una mamá de una escuela
Montessori, donde trabajaba, llegó hecha una furia a reclamar “por qué
les hacía leer a estos niños un texto con tanta violencia”. Claro, era alguien
que no entendía de humor negro, vamos, creo ni sentido del humor tenía.
Es el bestseller de las letras infantiles mexicanas, con miles de ejemplares ven-
didos y leídos. De Hinojosa, disfrutamos mucho la lectura de La fórmula del
doctor Funes, Amadís de anís, Amadís de codorniz, Aníbal y Melquíades y Una
semana en Lugano, Léperas contra mocosos, además de Repugnante pajarraco
y Hoja de papel.
80
También brilla con luz propia en el universo de las letras mexicanas Vivian
Mansour. Textos como La mala del cuento, Familias familiares, El peinado de
la tía Chofi, El enmascarado de lata o Las aventuras de Pillo Polilla han hecho
las delicias de mis lectores.
Y puedo seguir mencionando a autores como Jaime Alfonso Sandoval, Juan
Villoro (su Libro salvaje será tema de otro capítulo), la misma Teresa Castelló
alias Pascuala Corona (hay que ver su extraordinario Baúl de cuentos publi-
cado en Norma), Mónica Brozon, los hermanos Malpica, Norma Muñoz
Ledo, Laura Fernández, Bertha Hiriart (con extraordinarias aportaciones a la
dramaturgia para niños) y me olvido de muchos… ya se los dije, para no hacer-
les el cuento largo, mejor vayan a la bibliografía y decidan por dónde empezar.
Lo importante es investigar, conocer, leer. Dejarse llevar por las modas,
decidir cuál es nuestro camino como lectores: todo se vale. Lo que no, es dejar a
Capítulo V
Breví sima histo ri a de lo s buen o s libro s para n i ñ o s y j ó v en e s… y su s au to re s
nuestros hijos, alumnos, seres humanos que se nos acerquen, sigan en la orfan-
dad de los buenos cuentos, condenados a la lectura silenciosa… cuando leer en
voz alta es la mejor de las aventuras. Vivimos en un mundo donde escuchar se
ha convertido en una moda en desuso, digo, escuchar con atención, dejando
fuera los otros ruidos. La hora del cuento, el momento de la lectura es una
experiencia única, no la desechen.
Un día cualquiera de 1986, muchos narradores orales se reunieron bajo
la batuta del gran maestro Francisco Garzón Céspedes en la Universidad de
Venezuela. El resultado fue esta Declaración Universal de:
2. Todo niño tiene derecho a exigir que sus padres les cuenten
cuentos a cualquier hora del día. Aquellos padres que sean sorprendi-
dos negándose a contar un cuento a un niño, no sólo incurren en un
grave delito de omisión culposa, sino que se están auto-condenando
a que su hijo jamás les vuelva a pedir otro cuento. 81
3. Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le
cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedirle al adulto de su pre-
ferencia que se los cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo
hace con amor y ternura, que es como se cuentan los cuentos.
83
Ilustración de Vilhelm Pedersen para el cuento El soldadito de plomo, 1850.
Capítulo V I
Hace poco leí que cuando las novelas por entregas de Dickens llegaban a
Nueva York, el día que arribó el capítulo final de La tienda de antigüedades
(1841) seis mil personas se juntaron en el muelle esperando el barco y que
algunas hasta gritaban a los marineros: “¿Qué pasó, se muere la pequeña Nell?”
Algo así pasó con Harry Potter… los afortunados que sabían inglés se ade-
lantaban, pero no decían ni pío. Y las películas impulsaron más aún la lectura.
Hoy día ya no es un fenómeno tan masivo, pero mi nuera Fabiola ha recibido
de regalo de cumpleaños la colección completa de Harry Potter, en parte para
mejorar su inglés y porque en nuestra familia somos de la idea de que “es bueno
tener una pasión en la vida”. Su autora, Joanne Rowling, ha hecho lecturas
masivas ante auditorios llenos de niños embelesados.
Capítulo V I
¿ Ho rmo na mata n euro na?
Una vez me invitaron a presentar Nombre de torero, novela del chileno Luis
Sepúlveda. Paco Ignacio Taibo II, otro de los presentadores, nos invitó luego a
su casa a cenar y platicar.
Luis contó anécdotas hermosas de Salvador Allende y una muy lapidaria
del dictador Pinochet; contó que pasado el golpe que derrocó a Allende se
reabrió la Universidad y el mismo Pinochet decidió dar el discurso de aper-
tura del cual nadie recuerda nada, salvo la frase final: “y a la Universidad se
viene a estudiar, no a pensar”.
Un buen libro, aunque sea “de estudiar”, si es bueno, aceitará los mecanismos
de nuestro pensamiento. De allí el miedo que algunos le tienen al poder de la
lectura.
f) Pedir ayuda si hace falta: podemos ayudar a nuestros hijos y
alumnos volviendo a poner de moda los diccionarios, las bibliotecas,
los préstamos de libros, las consultas en Google. En casi todas las
escuelas se pide un diccionario en la lista de útiles, pero pocos profe-
sores y maestros lo usan y alientan a sus alumnos al respecto. Con
un poco de ingenio, y algo de ayuda, el diccionario puede ser motivo
de juegos y competencias, además de ayudarnos a mejorar la orto-
grafía y enriquecer el lenguaje. En mi casa siempre ha habido una
buena biblioteca y, a la hora de preparar conferencias o consultar,
decir “en este libro puedes encontrar algunas respuestas”, hará que
nuestro adolescente se sienta menos solo y desorientado.
A los siete años empezó a escribir su propia historia sobre un dragón. “No
recuerdo nada de ella —diría años más tarde— a excepción de un hecho filoló-
gico, mi madre no hizo comentario acerca del dragón, pero señaló que no podía
decir “un verde dragón grande” sino “un gran dragón verde”.
Con el tiempo trazó el famoso mapa que podemos ver en la película, mismo
que estaba en la pared del sótano de su casa, el cual era su estudio y lugar de
trabajo. El fruto de todo este esfuerzo de la mente y el espíritu dio al mundo
el que está considerado uno de los mejores libros del siglo XX: El señor de los
98 anillos. El resto es leyenda y vale la pena bucear por estos mares. Lo escri-
bió mientras daba clases en Oxford, atendía tesis de sus alumnos, se reunía
con sus amigos todos los jueves a compartir escritos, criaba cuatro hijos y
peleaba con su mujer por cuestiones religiosas. Amó los árboles, los valores
de la lealtad, el servicio, la camaradería y el idealismo. Fue un niño que también
leyó para no estar solo y un padre que contaba cuentos a sus hijos todas las
noches. El hobbit nació de esa manera, de un cuento para divertir a sus hijos.
Él gustaba definirse así: “En verdad soy un hobbit, excepto por el tamaño. Me
gustan los árboles, los jardines, las granjas sin máquinas; fumo en pipa, me gusta
la comida sencilla (no refrigerada) y detesto la comida francesa; me agradan
—y hasta me atrevo a usar en estos días oscuros— los chalecos adornados.
Tengo predilección por las setas (de campo); tengo un sentido del humor muy
elemental (que incluso mis críticos favorables hallan fastidioso); me acuesto
y me levanto tarde (cuando puedo) y no viajo mucho”.
Capítulo V I I
¿Q ué h a c e Steph en Ki n g en e ste li bro?
Edgar Allan Poe, Washington Irving, Daniel Defoe, Louisa May Alcott
(puedo considerar que Mujercitas fue mi libro de cabecera durante años, no
sé si para Stevenson también… no lo creo), Julio Verne, Alejandro Dumas,
Arthur Rimbaud, Honoré de Balzac, León Tolstói, Mark Twain, Antón
Chéjov, Henrik Ibsen, Oscar Wilde, Rudyard Kipling o Jack London fueron lle-
gando a las manos de Stevenson a lo largo de toda la vida, su breve, pero intensa
vida. Comenzó a ir a la escuela a los ocho años. De los 13 a los 17 viajó con su
padre por Europa, lo que despertó en él amor e interés por los lugares soleados, en
contraste con la nubosa y gris Edimburgo y el recio clima escocés que le harían
tanto daño a sus enfermos pulmones.
A diferencia de King, Tolkien y Guevara, el padre de Robert Louis tuvo un
papel crucial en sus gustos lectores y su carrera literaria. El padre de Robert
Louis Stevenson había escrito algunos cuentos de piratas “para su consumo per-
sonal” y era uno de los primeros lectores de los manuscritos de su hijo, además
de financiar sus ediciones. Ya hacía falta un padre protector en este capítulo.
Dejemos que hable él mismo desde las páginas de La isla del tesoro (colec-
ción Cara cruz del Grupo Editorial Norma, de la cual hablaré en el capítu-
lo final): “Los hombres nacen con diversas manías: la mía, desde la primera
infancia, fue la de jugar con una serie de acontecimientos imaginarios; y en
cuanto a escribir, me volví muy amigo de los fabricantes de papel… Emprendí
Rathillet antes de los 15, la Vendetta a los 29 y la sucesión de derrotas duró hasta
101
que cumplí los 31”, dice de sí mismo, refiriéndose a sus éxitos literarios.
“Llevaba una vida de trabajo cuya futilidad a veces me hacía sonrojar porque
dedicaba mis energías de hombre a este oficio, y sin embargo no lograba ganar-
me la vida; pero frente a mí brillaba un ideal inalcanzado… todavía no había
escrito una novela”.
Aprovechando la tradición familiar que lo llevaba a relacionarse con el mar,
aplicó parte de sus conocimientos: “yo no era capaz de manejar un bergantín1
pero pensaba que podía ingeniármelas para navegarla como goleta sin incurrir
en vergüenza pública… y podía construir personajes”, nos cuenta a propósito
del nacimiento de La isla del tesoro, publicada en 1881. “El loro le pertenece
a Robinson Crusoe y el esqueleto a Poe… ningún hombre puede aspirar al
monopolio de los esqueletos ni apropiarse de los pájaros habladores”.
1 La Hispaniola debió haber sido un bergantín (nota de Beatriz).
Desde que comenzó a escribir La isla del tesoro, cada día y en voz alta, leía
un capítulo a su familia reunida en la sobremesa. “Mi padre no sólo escuchaba con
deleite el capítulo diario, sino que se puso a colaborar activamente. Cuando
llegó el momento de saquear el baúl de Billy Bones, mi padre debió pasar la
mayor parte del día preparando, en el revés de un sobre de guardar papeles, un
inventario del contenido del baúl que yo seguí exactamente”.
Qué interesante saber que esta novela, que significó un verdadero parteaguas en
la historia de la literatura universal —con los temas del fin de la infancia, el tener a
un niño como protagonista y el de islas con tesoros enterrados— fue casi una crea-
ción colectiva. Stevenson pensó en llamarla El cocinero marino, título que fue cam-
biado por su editor y apareció publicada sin pena ni gloria en un periódico local.
“No llamó la atención en lo más mínimo. No me importó. Me gustaba el relato, en
gran parte por la misma razón por la que a mi padre le había gustado el comienzo:
era mi especie de gracia pintoresca… y había terminado un relato y escrito FIN en
mi manuscrito, como no lo hacía desde El levantamiento de Pentland, cuando
era un muchacho de 16 años”.
Su breve vida fue una gran aventura. El mundo de sus lecturas fue el detonante
para terminar la más extraordinaria de las novelas; ¿cuántas más no se han
escrito con el tema de la búsqueda del tesoro?
De Stevenson nos han quedado Flecha negra, El extraordinario caso del
102 doctor Jekyll y Mr. Hyde, El demonio en la botella, Cuentos de los mares del sur,
entre otros relatos. Con todos ellos, con casi todas las historias de los autores
mencionados en este capítulo, podemos pasar buenos ratos con los hijos y la
familia. Hace poco leímos en tercero de primaria una versión abreviada de
La isla del tesoro y recordé algunas noches con mis hijos y Guille, recitando:
¡Quince hombres en el baúl del muerto,
jo, jo, jo y una botella de ron!
Creo que toda la saga de Piratas del Caribe está en deuda con el tusitala escocés.
Capítulo V I I I
Literatura y cine:
¿quién es el huevo y quién la gallina?
Por Beatriz Donnet
—Papá —dijo— ¿no podrías comprarme algún libro?
—¿Un libro? —preguntó él—
¿Para qué quieres un maldito libro?
—Para leer, papá.
—¿Qué demonios tiene de malo la televisión?
¡Hemos comprado un precioso televisor de doce pulgadas
y ahora vienes pidiendo un libro! Te estás echando a perder, hija…
Matilda de Roald Dahl.
La batalla del abismo de Helm (en la película Las dos torres) sigue siendo,
para mí, una de las mejores batallas jamás filmadas, tanto como la del inicio de
la película Gladiador.
Sin embargo, la poesía, la calidad de la prosa del gran J. R. R. es única y sólo se
puede apreciar leyendo su obra.
¿Es malo, perjudicial, o como se le quiera llamar, ver mucho cine? No lo creo,
para mí es igual que preguntarse si es malo o perjudicial leer demasiado.
¿Qué o cuánto es leer demasiado? Decía don Miguel de Cervantes Saavedra
que el Quijote enloqueció por leer tantas novelas de caballería; Béla Lugosi, el
actor húngaro que encarnó a Drácula en varias películas, terminó sus días dur-
miendo en un ataúd; Madame Bovary pensaba que el mundo real era como
el de las novelas que leía, hasta que tuvo un amargo despertar…
Si alguno ha llegado hasta aquí en la lectura de este ensayo-recetario es porque
se habrá hecho esta pregunta muchas veces.
Si alguna vez ese “alguien” se levantó al ver la luz encendida en el cuarto de su
hijo o hija en la madrugada y le dijo: “ya no leas tanto, duérmete” y fue recibido
con rezongos; tendrá que haberse hecho esta misma pregunta:
¿Cuántos libros son demasiados?
107
Ilustración de la primera edición de Oliver Twist, de Charles Dickens, elaborada por
George Cruishank, 1838.
Capítulo IX
Es más probable que papá le diga al niño la palabra o la pase por alto y siga
adelante. El enfoque de papá mantiene el relato en la acción.
Yo practico algo de esto último cuando estoy contando un cuento, general-
mente les pido a mis alumnos que escuchen y que si tienen dudas, preguntas o
comentarios, los hagan al final de la narración. Así se mantiene el hilo conductor
de la historia. Con los más grandes, con quienes generalmente leemos capítulos de
una historia mayor, digo “pausa” en voz alta para detener la lectura y hacer
o recibir comentarios, más cuando me doy cuenta de que se está “leyendo por
leer” sin comprender lo que se lee.
El segundo espacio, luego de casa, que definió mi carrera lectora fue la escuela.
En los años 60, en Argentina, se llevaba un “libro de lectura” y un “manual” para
las materias, que no eran gratuitos. Al inicio del año escolar mis papás recibían
la famosa “lista de útiles” y había que hacer cola en las librerías para comprar lo
necesario. Luego nos dimos cuenta que se podían comprar y vender los textos
usados (al fin que sólo eran leídos y no había cuadernillos anexos de escribir
o recortar) y cuidábamos nuestros libros todo el año. El libro de lectura traía
textos cortos de grandes autores y así aprendímos a leer. No se me olvida lo de
“Pepe pela las papas” y “mi mamá me ama”. Sobre el famoso manual, todo era
más complicado porque se hacía la misma publicación para todo el país, con
textos centrados en la ciudad capital y alrededores. Yo sabía más de plantas y
animales que nunca había visto; claro que tuve la suerte de viajar mucho con mi 111
papá por mi estado y no es por nada, pero él era un pozo de ciencias al respecto.
Allá por los años 60 se convirtió en un fanático del cultivo de la soya y era visto
como un “bicho raro”. Pensar que la Argentina de hoy es un gran productor
mundial de la misma.
Mis maestras de primaria nos invitaban a leer, leíamos a diario nuestro libro,
hacíamos concursos de ortografía (¿ya mencioné que la lectura es el mejor
aliado de la buena ortografía?). Nos tocaba aprender poesías y canciones para
las fiestas patrias. Se hacían “composiciones”, pequeños ensayos de extensión
variable sobre diversos temas.
Cuando ingresé a primero de secundaria mi maestra de español puso en la
lista de lectura El hombre ilustrado de Ray Bradbury y Cuentos de amor, de
locura y de muerte de Horacio Quiroga.
Lecturas obligatorias a las cuales —sobre todo a Bradbury— no les encontrá-
bamos sentido. También varias “buenas conciencias” se quejaron de “cómo en un
colegio de monjas leíamos esa literatura de Quiroga”, porque Horacio Quiroga
tiene dos facetas: la tierna y encantadora de Cuentos de la selva y la oscura de
estos cuentos que poblaron mis pesadillas.
A la vuelta de casa estaba la biblioteca pública Herrera. Curiosamente, antes
fue la casa donde mami pasó su infancia. La visité algunas veces porque estaba
interesada en la vida de Sissi, la famosa emperatriz, que gracias a las empalago-
sas películas protagonizadas por la actriz Romy Schneider (otra vez la literatu-
ra y el cine) ocuparon parte de mi vida. Ahí estaba la serie completa, pero debo
confesar que me gustaba más leer en casa. Nuestro colegio de monjas también
tenía una espléndida biblioteca en donde descubrí a Verne y Salgari. Era un
lugar silencioso y fresco, siempre abierto y poco visitado.
Ya les conté de las bizarras poesías de papá a la hora de dormir, años
más tarde él era quien se levantaba para decirme que apagara la luz. Le gustaba
leer textos sobre el lunfardo1 y las revistas de deportes, amaba el box, el futbol
y el rugby. Mami se quedaba leyendo hasta tarde con un pequeño velador de
cabecera. Me gustaba eso, pero no me agradaba que por leer olvidaba al resto
de su familia, era como si se subiera a un universo privado, donde nadie más
tenía acceso. Ahora sé que se llama el paraíso del lector. De ellos aprendí la
actitud hacia los libros.
112
Las vacaciones de los largos veranos argentinos solíamos pasarlas en casa de
mi abuela, en la capital del país. En algunas siestas nos leía, luego nos dejaba leer.
Leí completo El tesoro de la juventud y me compró Heidi, mi primer libro.
Pertenecía a una colección de cubiertas amarillas, creo que se llamaba
Iridium. En la contraportada venían todos los títulos de la misma, libros
que fui comprando, consiguiendo, encontrando. Me acuerdo de toda la serie
de El príncipe valiente, con su ridículo peinadito y de Louisa May Alcott (no
me gustaron nada las versiones fílmicas de Mujercitas, sobre todo porque
Winona Ryder no se parecía a la Jo de mis fantasías). Mi abuela nos llevaba
mucho al cine y gracias a ella descubrí los libros de leer, colorear, recortar y
pegar. Creo que me estrené con Moby Dick.
Por todo lo que les he compartido, leer con y para Guillermo y Amaranta fue
natural, fluido, como seguir el mismo curso del río que llevo navegando. Hoy es
domingo por la mañana, a las ocho vino a despertarme Emiliano con su “abela,
pento”… le digo que sí, que traiga el que quiere. La parte de abajo del librero
familiar es la suya. Escoge dos cuentos, se sube a mi cama y procede a instalarse
con toda ceremonia. Hoy tocó Pinta ratones y un libro de animales. A sus tres
años ya le lee a su mamá. Franklin, la tortuga verde y sus aventuras es lo último
que escucha, casi como un ritual antes de dormir.
No sé adónde lo lleve la vida, pero espero que siempre tenga la oportunidad
de visitar el paraíso del lector… ahí nos volveremos a encontrar.
115
Caperucita Roja. Ilustración de Gustave Doré, 1865.
Capítulo X
El libro salvaje
(autores mexicanos para todos)
Por Beatriz Donnet
—El señor Hemingway dice algunas cosas que no comprendo —dijo Matilda.
Especialmente sobre hombres y mujeres. Pero, a pesar de eso, me ha encantado.
La forma como cuenta las cosas hace que me sienta
como si estuviera observando todo lo que pasa.
—Un buen escritor siempre te hace sentir de esa forma —dijo la señora Phelps.
Y no te preocupes de las cosas que no entiendas.
Deja que te envuelvan las palabras, como la música.
Matilda de Roald Dahl.
“La mamá de los pollitos” se llama Teresa Castelló Iturbide, Pascuala Corona
120 para todos. Soy su fan número uno. Doña Tere se ha dedicado a la recopila-
ción de cuentos, es una suerte de hermana Grimm solista, nacida en México en
1917. En 1935 comenzó a trabajar como maestra de niños y dicen por ahí que
fue cuando “descubrió el poder de los cuentos”. A partir de la tradición oral y
la literatura, Pascuala Corona ha recompuesto relatos y dado vida a persona-
jes tan entrañables como Sangalote (CIDCLI - Reloj de cuentos) y la mayoría
de sus cuentos están reunidos en Baulito de cuentos, publicado por el Grupo
Editorial Norma. Hay reyes, princesas, títeres, diablos, conejos tramposos. El
mejor sin duda alguna es El morralito de ocelote, publicado por Scholastic en
una hermosa edición de lujo. En casi todos sus cuentos recurre a las fórmulas
clásicas de repeticiones, exageraciones y mucha musicalidad. Es un “garbanzo
de a libra”. Leo sus relatos a mis niños de primero a tercero de primaria y nos la
pasamos muy bien.
Capítulo X
El li bro salvaj e
Los lectores jóvenes, los padres y los maestros le están muy agradecidos a
Eduardo Robles Boza, más conocido como “Tío Patota”. Su partida de este
mundo hace algunos años dejó un vacío difícil de llenar.
Se dedicó incansablemente al tema de la promoción y animación de la lectura
a lo largo y ancho del país. Tal vez no fue un extraordinario autor de cuentos,
pero sí un narrador atractivo y anti-solemne. Lograba divertir a los auditorios
de todas las edades, llevando libros grandes y pequeños y haciendo repetir hasta
el cansancio “Si no leo me a…burro”. Logró que todos termináramos dicien-
do las palabras burro, burro, burro (claro, con perdón de las nobles bestias).
Casi toda su obra está publicada en Random House Mondadori, antes Grijalbo.
Berta Hiriart es polifacética y muy trabajadora. Cuentista, dramaturga y fe-
minista, tiene entre sus temas y preocupaciones la denuncia social y la defensa
de los derechos de la infancia. A mí me gusta mucho Un día en la vida de
Catalina, delicioso cuento que trata justamente de eso, el día en que la vida
de Catalina cambia totalmente por el nacimiento de su hermano. Centrado
nada más en su confuso estado emocional, ha sido tema de conversaciones y
polémicas entre mis alumnos, quienes se identifican con el personaje.
De Guillermo Murray, a quien conozco desde hace 35 años y tuvimos dos
hijos —Guillermo y Amaranta—, cabe decir que es un autor muy prolífico y,
como se señala en el Diccionario de autores latinoamericanos: disparejo. Lo que
significa que va de lo maravilloso y atrevido, a veces genial, a lo abominable. 121
La colección Castillo del terror, de Ediciones Castillo, actualmente en Ediciones
del Lirio, es una saga de 10 novelas de suspenso y es una lectura que fascina a
los chicos de tercero de primaria en adelante, incluso de secundaria. En la ac-
tualidad rehace la historia de la nana Soledad, publicada primero en Alfaguara,
luego en Editorial Patria y ahora en Ediciones del Lirio y han aparecido Casas
de espanto y La dama de negro, en especial este último es de sus mejores libros,
adecuado para los más grandecitos.
Sus colecciones de adivinanzas y trabalenguas han tenido tirajes importantes.
Así como los libros que compilan cuentos de hadas y maravillosos. Otras com-
pilaciones notables son las leyendas de los pueblos mexicanos, que han tenido
múltiples versiones en diversas editoriales, incluso como libros bilingües.
Finalmente destacan sus novelas para adolescentes, ABC del perro que habla,
una historia delirante sobre un ex guerrillero y un brujo mulato brasileño que
enseñan a hablar a un perro, pero a diferencia del Pigmalión de Bernard Shaw,
el can les hace la vida de cuadros, especialmente cuando se convierte en el nuevo
mesías. Las siete maravillas es una novela histórica en donde realidad, fantasía
e historia se entremezclan; muchas chicas de secundaria quedan encantadas.
Y dos novelas de ciencia ficción, El niño de las estrellas, publicado origi-
nalmente en la editorial colombiana Norma y actualmente en Ediciones del
Lirio, probablemente el libro más poético y bello de la producción de Murray
(él aclara: “hasta ahora”), donde una pandilla de adolescentes que vive en los aste-
roides se rebela contra el Imperio, sucede en el siglo XXV; y La séptima casa, una
aventura espacial que es el preámbulo de la saga de ciencia ficción de este autor.
Es mucho lo que queda por hacer en México para fomentar, estimular y pu-
blicar a los autores nacionales. No todo lo que reluce es oro, pero vale la pena
escarbar, investigar y dar a conocer. “Escribir para niños es tan difícil como jugar
al ajedrez… con las reglas de las damas chinas”, dijo alguna vez Juan Villoro.
Coincido. Aunque muchos autores “para grandes” se han lanzado al ruedo,
lo cierto es que pocos han sobrevivido. Yo sólo recuerdo La verdadera historia
del flautista de Hammelin de Álvaro Mutis (CIDCLI - Reloj de cuentos) que a
veces aterroriza a mis lectores de cuarto o quinto de primaria por aquello del
adulto cascarrabias que se deshace de los niños varias veces. Y Las orejas del niño
Raúl de Camilo José Cela (CIDCLI - Reloj de cuentos), un personaje tierno
122
y melancólico que se pasa la vida viendo si sus orejas “casan” (es decir, a ver si
encajan), porque tiene una más grande que la otra. Dos autores de talla inter-
nacional (uno colombiano y otro español, respectivamente) que han pasado la
prueba, pero que no han no han vuelto a escribir para público infantil. Como
bien dijera Hamlet: “El resto es silencio…”
124
οο Queneau, Raymond, Ejercicios de estilo, Cátedra, Madrid, 1989.
οο Quintanal, José, Comprensión lectora, Octaedro, Barcelona, 2007.
οο Rebolleda Escalante, Humildad y otros, Cuentos en la iniciación lectora.
Talleres de lectura y expresión, Documentos IEPS, Madrid, 1989.
οο Rodari, Gianni, Gramática de la fantasía, Aliorna, Barcelona, 1988.
οο Rueda, Rafael, Recrear la lectura. Actividades para perder el miedo a la
lectura, Narcea S.A., Madrid, 1994.
οο Sastre García, Isabel y Roberto García Velasco, Estrategias para animar
a leer, CPR de Fuenlabrada, Madrid, 1994.
οο Solé, Isabel, Estrategias de lectura. Materiales para la innovación educativa,
Graó, Barcelona, 1992.
οο Varios autores, Leer un libro. Experiencias escolares, X Concurso Santillana,
editorial Santillana, Madrid, 1988.
Cartel para la obra La vuelta al mundo en 80 días, basada en la obra homónima de
Julio Verne, 1874. Ilustrado por L. Charbonnier.
Capítulo I bis
La incógnita de la lectura:
leer, ¿para qué?
Por Guillermo Murray
Y a pesar de todo lo anterior, no leen. Pero, ¿por qué? Como decía, paralela-
mente al creciente interés por los libros para niños y jóvenes, se da el crecien-
te fenómeno del analfabetismo funcional. Es decir, que un número cada vez
mayor de personas —sin considerar su edad— si bien en términos estadísticos
lee y escribe, no tiene interés por la lectura en general.
No sólo hay ausencia de lectores en literatura, sino que esta carencia se ma-
nifiesta en que no se compran libros, no se adquieren periódicos ni revistas,
las bibliotecas están vacías o son poco visitadas. Y en términos de promedio, la
Unesco menciona que en México el consumo es de medio libro por habitante al
año. En tanto que el secretario de Educación Pública, doctor Reyes Tamez,
afirmó orgullosamente, en el año 2003, que dicha cifra era de dos libros y medio
por habitante al año ¡Qué horror!
Nos damos cuenta de que una sociedad que ignora el gusto por la lectura
entre sus hijos, tendrá obligatoriamente rezagos culturales e intelectuales en el
futuro, pero la mayoría de los padres en México, aunque estén conscientes
del hecho, se cruzan de brazos con total indiferencia. Puede parecer inconcebible,
pero es real.
En México existen muchos factores que de modo inconsciente —o volunta-
rio— influyen para que dicho atraso sea una tremebunda realidad del presente.
Y dichos factores (que analizaré en Los complejos y prejuicios en torno al libro
128
en México) siguen sin ser removidos, por lo que difícilmente se podrá avanzar si
no se comienza por este “psicoanálisis”.
Veamos someramente algunos de los puntos que en forma de “complejos cul-
turales” funcionan como verdaderos obstáculos epistemológicos para avanzar
en este terreno:
1) La vanagloria de la ignorancia.
2) El rechazo a toda autoridad, especialmente los planes de gobierno. En donde
podemos observar el papel de muchos maestros mexicanos y de los traba-
jadores del Estado, en especial los vinculados a la Secretaría de Educación
Pública y su anomia como una defensa o protesta. A lo que se suma
el problema del colonialismo cultural no sólo del extranjero, sino el central.
3) La gratuidad de la cultura, la diversión y el entretenimiento.
4) La conclusión inevitable es que leer no sirve para nada.
5) Los problemas económicos, sociales o familiares, que se ven reflejados en
la neurosis por falta de tiempo y de dinero.
6) El miedo a los lectores.
7) La falta de material adecuado en el momento justo.
8) La carencia de animadores.
9) La ausencia de una ley nacional del libro.
Éstos son sólo algunos de los prejuicios y complejos que se manifiestan como
excusas y pretextos para no leer, con frases del tipo:
οο Sólo leo para mi especialidad.
οο Sólo leo a los autores mexicanos.
οο Los libros son caros.
οο Leer no sirve para nada.
οο No tengo tiempo.
οο No tengo dinero.
οο Si mi familia me dejara…
οο Los que leen están locos. Se les seca el cerebro, como al Quijote…
οο No hay qué leer. 129
οο No sé qué leer.
οο Los libros son un lujo... Entre muchos más pretextos.
Apercibidos de nuestra realidad, muchos somos los que hemos emprendido
la labor para dejar atrás la queja y ocuparnos del tema. Es decir, trabajar más
que lamentarnos. Solemos cambiar la profecía auto-cumplida de “en México no se
lee”, de la cual se infiere, “los mexicanos no leen, yo soy mexicano, yo no leo”,
por la esperanzadora idea de que en México sí se quiere leer, aunque no se sabe
cómo hacerlo. Podría parecer que esta declaración es a primera vista una con-
firmación del punto de vista oficial que pretende construir “un país de lectores”;
pero más allá de las apariencias, es necesario analizar en dónde hay coincidencias
y en dónde se vuelve vital cultivar un ejercicio crítico del “país de lectores”, pues,
como veremos, los planes que no consideran la totalidad del fenómeno suelen
quedar en eso, en meros planes.
Capítulo I b i s
La in c ó gn ita de la le c tura : leer , ¿para q ué?
Por todo lo anterior, yo leo, leo por placer. No para tener éxito en el estudio,
informarme, saber de dónde vengo o saber quién soy, conocer mejor a los otros,
saber hacia dónde voy ni para conservar la memoria del pasado y sus tradicio-
nes. Tampoco para iluminar mi presente, sacar provecho de experiencias anterio-
res vividas en cabeza ajena y así no repetir las tonterías de mis abuelos.
Ni porque quiero ganar tiempo, perder tiempo, buscarle un sentido a la
vida, comprender los fundamentos de la civilización, alimentar mi curiosidad,
distraerme, cultivarme, comunicarme o ejercer mi espíritu crítico. ¡No!
Capítulo I b i s
La in c ó gn ita de la le c tura : leer , ¿para q ué?
La realidad
El periodismo cultural para niños pertenece en la práctica a otro mundo, no al
mexicano. Las secciones para niños suelen desaparecer de los periódicos en un
país que no lee. Por dar un ejemplo, Michoacán, con más de cuatro millones de
habitantes, cuenta con cuatro o cinco periódicos de importancia, cuyo tiraje dia-
rio, conjunto, no alcanza la cifra de 15 mil ejemplares. Aunque se argumente
que cada periódico es leído por tres personas, significa que el 1% de la población
lee el periódico a diario y como las secciones para niños son semanales, quiere
decir que uno de cada cien niños lee el periódico una vez a la semana.
La indiferencia de los editores de secciones culturales en cuanto a dar es-
pacios para reseñas y comentarios sobre novedades literarias para motivar a
140 los niños a leer, se vuelve comprensible cuando nos percatamos de las cifras
y entonces el problema se vuelve circular.
Si bien en México es mucho lo que se publica para niños y jóvenes, hay autores e
ilustradores de primera línea e incluso se ha comenzado la creación de librerías
especializadas para niños, la pregunta es, ¿se acercan el joven lector, sus padres
y sus educadores a estos libros? La respuesta es no. ¿Qué está sucediendo?
En México no existen centros de documentación de libros para niños, apenas
está creándose uno en la SEP, pero faltan años para que sea de utilidad pública.
No hay universidades, ni siquiera cátedras dedicadas al tema de la literatura
destinada a niños y jóvenes. No hay una escuela nacional de promotores o ani-
madores de lectura. En síntesis, no existe una ley nacional del libro que vuelva la
lectura una necesidad vital, permanente y nacional.
La creación de talleres literarios, premios y becas, ferias de los libros —nacio-
nales e internacionales— y, desde luego, en un futuro próximo la creación de un
centro de documentación que sea la base de una cátedra y quizá de una escuela
de escritores dedicados al género, son los pasos a dar en un futuro más o menos
inmediato. Pero, ¿se hará?
El odio al libro
Uno de los mitos actuales es que es necesario leer, no se sabe muy bien para qué
ni por qué, pero como entra dentro del programa de la SEP, debe cumplirse.
Y surge entonces la imposición de esta consigna: “los niños mexicanos deben leer”.
No interesa qué ni cómo. Tampoco su etnia. Ni, menos aún, el sentido literario
o hedonista de la lectura.
Lo que importa es el mandato. Y queda una especie de espíritu flotando en
el aire, un espectro algo quijanesco —quijotesco sería mucho decir— donde
puede verse a un niño moreno ojos de capulín enfrascado en los dos tomos
de las Lecturas clásicas para niños (SEP), obra de Bernardo J. Gastélum y
José Vasconcelos, creada para la incipiente SEP, publicada en los años veinte
del siglo XX. Y la realidad es justamente lo opuesto, el odio al libro.
Vamos a entrar en el mundo de las justificaciones y las excusas, todas ellas
muy valorables y valoradas por quienes las emiten, pero en cuyo trasfondo
pueden encontrarse complejos y prejuicios acumulados desde larga data, veá- 141
moslos, con el ánimo de removerlos, ésta es una de las tareas más arduas del
animador a la lectura:
1) El odio al libro del colonizado
En el México prehispánico existieron códices, es decir, una especie de libros ela-
borados en pieles de animales y en un papel especial obtenido de la corteza de
un árbol llamado amate.
Pero, ¿estos libros fueron hechos para los niños y jóvenes mexicanos? No, eran
textos sagrados destinados a los sacerdotes y a la memoria del pueblo.
Cuando llegaron los conquistadores españoles decidieron quemar todos los
códices, por lo que el recuerdo de aquella literatura es, en forma preponderante,
de tipo oral; pues sólo algunos se salvaron de la hoguera.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
Mataron niños, enfermaron a los abuelos con viruela y gripe, destruyeron las
plantaciones del teuhtli y, junto a éstas, hundieron a toda una cultura. Los indios
odiaron la lengua invasora y todo cuanto ella podía significar.
Siglos de abominación en los que, marginados y esclavizados, lejos de la
escuela, los niños indios prefirieron el alcohol del pulque, para matar las penas
y olvidar el hambre, a las historias que podían contar sus abuelas.
A pesar de este horror, los pueblos de México aprendieron a transmitir sus
narraciones y leyendas de boca en boca, como probablemente lo venían haciendo
desde hace siglos y muchos de estos cuentos llegaron hasta nuestros días.
Pero podría uno preguntarse, ¿son en verdad historias para niños? Y la res-
puesta probable es, no. No fueron pensados para los pequeños, sino para toda
la comunidad.
En su libro La conquista musical de México, Lourdes Turrent (FCE) nos
muestra el modo en que los niños, sin importar si eran plebeyos o nobles, iban a
los cuicacalli, centros musicales de enseñanza que tenían la misión de transmitir
la historia y hazañas del pueblo mexica. Cuando los europeos llegaron, destru-
yeron estas casas de canto y en su lugar impusieron la evangelización por medio
del catecismo.
Los españoles decidieron transmitir su cultura y además de emplear el teatro
de títeres como medio de penetración ideológica, usaron los llamados catecismos
142 para instruir a los indios acerca de su religión.
Una necesidad inmediata fue la edición de catecismos. En su ensayo “La
lectura de evangelización en la Nueva España”, publicado por el Colegio de
México dentro del libro Historia de la lectura en México, Pilar Gonzalbo nos
dice que junto a la espada llegó la pluma de los escribanos; y cerca, muy cerca de
la cruz, estaba el libro, o los libros, de la revelación de las sutiles cuestiones teológi-
cas, de los fervorosos arrebatos místicos y de las pecaminosas aventuras galantes.
Habían transcurrido ya cuatro años de la Conquista y la primera escuela
era insuficiente para la instrucción de niños y adultos. Entonces comenzó
la construcción del Colegio de San Juan de Letrán. Miles y miles de niños fueron
educados en esa institución, Fray Pedro de Gante compuso un Catecismo de la
doctrina cristiana en mexicano, que mandó a imprimir en Amberes. Éste fue el
primer libro para niños que llegó a México.
Mientras que el Catecismo del padre Ripalda apareció en la ciudad de
Burgos en 1591, importado de España, se imprimió en la ciudad de Puebla en
1689. Posteriormente fue traducido a muchas lenguas autóctonas, entre las
que destacan las versiones en náhuatl, maya, chinanteco, mixteco y zapoteco,
entre otras.
Es aquí donde comienza lo que podríamos llamar el primer “odio al libro” por
parte de los mexicanos. Octavio Paz, premio Nobel de Literatura, hace referencia
a este complejo de inferioridad en su ensayo El laberinto de la soledad.
“Cuando llegaron los españoles” suele ser una frase común en las escuelas
primarias ¡Desde hace más de 500 años!
¿Podemos seguir alimentando este prejuicio, este complejo de haber nacido
por la violación del español a nuestra madre india? El libro es visto como objeto
masculino y violador. Este tipo de iletrados prefiere las canciones de las cantinas
en donde ahoga sus penas o el resentimiento del “comal y la olla”.
Odiar la lengua es el primer paso hacia una brutal pérdida de la cultura
propia, y esto conlleva a vivir en los suburbios, en formas promiscuas y haci-
nadas, en gigantescos basureros sin agua potable. El animador de un taller de
lectura se enfrenta con esta pared.
Muchos dirán que es la falta de proteínas en el cerebro, el acercamiento
a una lengua que no se comprende u otras ideas que en el fondo manifiestan 143
prejuicios racistas. El primer paso es acercar los libros con amor, revertir el odio
ancestral y comprender que la lectura puede ser un arma candente.
España el mito de que Alonso Quijano se volvió loco luego de tantas lecturas
(novelas de caballería) que le quemaron el seso y lo convirtieron en el Quijote
de La Mancha.
Los españoles o los hijos de éstos, los criollos, podían tener acceso a las
escuelas, no así los indígenas ni los campesinos mestizos, por lo que el libro fue
considerado un objeto cultural perteneciente al invasor. Las llamadas escuelas de
indios, creadas por la ilustración española tras el impulso reformista del reinado
de Fernando VII, no tuvieron el mismo propósito que en España, pues en éstas lo
que interesaba era instruir a las niñas en las artes del hogar y a los muchachos
en los temas religiosos, preponderantemente.
A esto se agregó algo curioso… A nadie le interesaban las gacetas que pu-
blicaban algunos mestizos venidos a más e hijos de criollos que —repletas sus
cabezas con las ideas francesas— hablaban de independencia. Pues luego de
tantas traiciones, de tantas guerras y de tanto dolor, ¿qué podían esperar? ¡Leer!
¡Vaya, qué ilusión!
La negligencia en materia educativa es un problema que nace en el periodo
Colonial y que se extiende luego de la Independencia y la Revolución hasta nues-
tros días. Hoy en día, los hijos de las familias acomodadas reciben el privilegio de
una educación privada y continúan sus estudios superiores en universidades
de Europa o de Estados Unidos.
146 Al odio a lo ibérico, al rechazo al engaño de promesas incumplidas por
siempre y a los libros cuya gratuidad nos aleja de la gratitud, se suma un vacío
aterrador en los anaqueles de las librerías donde supuestamente debían existir
libros para niños y jóvenes. Esto se percibe como un vacío.
El animador de un taller de lectura se topa con este dolor. Es una sensación
sorda, un silencio plagado de resentimientos. ¿Se puede remover este odio hacia
todo lo vinculado con el poder? ¿Hacia el padre “ilegítimo” y la cultura espuria?
Es fácil ver que en muchas oficinas de gobierno —municipal, estatal o
federal— los trabajadores del Estado se encuentran en una situación que se
asemeja mucho a la anomia. Veamos el caso de las escuelas:
El rechazo a toda autoridad, especialmente los planes de gobierno, suele ser
uno de sus leitmotiv. “No importa qué, pero me opongo”. Y si estos maestros
o funcionarios son cuestionados, responden: “Ellos hacen como que me pagan y
yo hago como que trabajo”. O incluso pueden argumentar su oposición a causa
de principios ideológicos que deben conducir a la huelga, a las marchas y a las
manifestaciones de protesta. Sin comprender que esa actitud de indiferencia,
abulia y apatía, en esas horas gastadas para nada, lo único que hacen es repro-
ducir, justamente, el statu quo. El tema del movimiento magisterial que tuvo
sentido en los años ochenta del siglo pasado, devino en mafias, líderes corruptos, sin-
dicalismo mal comprendido y en figuras tan deshonestas como “la maestra”
Elba Esther Gordillo.
Ésta es una de las más sutiles formas de la corrupción. Cobrar sueldos sin
trabajar, el pluriempleo, las jubilaciones anticipadas, en fin, este raterismo hacia
el pueblo de México que paga impuestos. En esta anomia podemos observar a
muchos maestros mexicanos y otros trabajadores del Estado, en especial a los
vinculados con la Secretaría de Educación Pública, en una aparente defensa o
protesta contra el sistema. A lo que se suma el problema del colonialismo cul-
tural no sólo del extranjero, sino el central, es decir, los programas de estudio,
los libros de texto, los libros de español, todo ello derivado del gobierno central
de la República.
¿Se puede remover este complejo? Creemos que sí. Sociedades similares a la
nuestra en su configuración sociocultural han logrado avances significativos.
No creemos que las culturas reliquia —en términos de Darcy Ribeiro— sean un
obstáculo, sino un factor de avance, especialmente si dejan de ser “reliquias”. 147
Para ello deben tener voz, voto e independencia. Muchos de estos trabajadores
del Estado o trabajadores que reciben su paga a través de la SEP tienen como ideal
al presidente Benito Juárez. Imaginemos a Juárez sin educación primaria o con
una educación tan deficiente como la que actualmente reciben muchos niños
de los estados de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, entre otros. ¿No resulta con-
tradictorio? “Un pueblo que no lee es fácil de someter”, dijo “El Che” Guevara.
Juárez iletrado versus Juárez ilustrado, ¿cuál es la mejor opción? Muchos adul-
tos, que dicen luchar por sus ideales políticos suelen ser títeres de sus deseos
económicos y de sus frustraciones como clase social; anteponen su egoísmo
a la formación de las nuevas generaciones. El plan de estudios que viene del
centro de la República puede ser modificado conforme a las necesidades locales,
pero negarles una educación de calidad a las nuevas generaciones es un crimen
que debería estar catalogado en la ley.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
150 Paralelamente, otro tipo de literatura para niños fue adquiriendo cada vez más
importancia, me refiero a la literatura dramática o al teatro para niños, que ha
perdido ya la solemnidad de la doctrina religiosa y ha salido a las calles donde
se le desacralizó.
Las llamadas pastorelas, un género teatral típicamente mexicano, adquiere
durante el siglo XIX gran popularidad, así como el teatro de títeres, y son un
ejemplo de lo que hacían los niños mexicanos hace más de cien años. Y como
afirma Marc Soriano, si bien no leían, tenían a su alcance la cultura escrita por
intermedio del teatro.
Como no puede haber títeres ni pastorelas sin música, podemos pensar que
la literatura para niños en México fue básicamente oral y lírica, una caracterís-
tica importante para comprender la singularidad de este fenómeno en nuestro
país. Lo cierto es que podríamos remontarnos incluso hasta los cuicacalli, donde
la transmisión del conocimiento era por medio de cantos y bailes.
“¿Para qué leer, si lo que debo saber me lo cantan en las rancheras y en los co-
rridos?”, suele ser uno de los pensamientos de quien prefiere la vida en canciones.
Estos adictos a la literatura oral que comparten muchas de las características
de los confundidos y de los marginados, se encuentran en una etapa similar a
aquellos que comienzan a leer. Lo que significa que en cierto modo es más sencillo
el trabajo de la motivación, pues hoy en día contamos con libros grabados, o en
otros medios audiovisuales, que pueden ser el puente hacia la literatura escrita.
Los que sólo viven de oídas hallarán apasionante la lectura de un material
que se vincule estrechamente con sus necesidades. Quienes somos cuentacuentos
solemos hacerles la tarea más sencilla y, con una buena orientación, pronto
comenzarán a ser lectores.
6) El odio al libro ilustrado
Marc Soriano en su libro La literatura infantil y juvenil señala en el capítulo
acerca del problema del analfabetismo en Francia, que las publicaciones ilus-
tradas fueron uno de los medios para hacer acceder a los iletrados al mundo de
la palabra escrita.
Del mismo modo, en México comenzaron a aparecer una docena de gacetas
y gacetillas que, a modo de periódicos infantiles, sirvieron para ilustrar a los
hijos de los campesinos que dejaban el campo para ir a trabajar a la ciudad.
No fue sino hasta bien entrado el siglo XX cuando comenzaron las publicacio-
nes destinadas a la infancia. Luego de la Revolución Mexicana, en un país que 151
comenzaba a industrializarse, una de las preocupaciones del nuevo gobierno
fue instruir a los hijos de los campesinos para formar obreros.
Si bien se puede situar un desarrollo interesante en la imprenta de Antonio
Vanegas Arroyo, a principios del siglo XX, quien publicó una serie de obras
cortas de tipo popular bajo el título de Galería de teatro infantil, con ilustracio-
nes de José Guadalupe Posada, no fue sino hasta la década de los veinte cuando
se consolidó un primer proyecto de edición y difusión del género.
Muchas lecturas populares nacieron, precisamente, del amor de los mexicanos
a las historietas (especie de nuevos códices) que se vuelven a contraponer con la
cultura elitista del libro.
El cómic, la historieta, los cuentos ilustrados pasaron a formar parte de la
cultura de “los agachados”, de “los supermachos”, de “nosotros los pobres”.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
Tienen dibujos que nos muestran un mundo de fantasía y así, dentro de esa
ilusión, apesta menos el interior del camión, porque hoy a alguien le hizo daño
el revoltijo de frijoles y tacos de suadero. Dibujos de Patolandia -o sea, de
Disneylandia, del país de allá, casi el paraíso- hacen pasar el rato. Y a veces
nos arrancan “lágrimas y risas”. Mejor aún si los dibujos son de viejas y viejos de
película, donde cualquiera se da un taco de ojo, ¿o no?
Súmese a todo lo anterior, que todas las publicaciones e historias para niños y
adolescentes que escribían las autoras mexicanas parecían tomadas del sermón
dominguero del cura del pueblo, todavía envuelto en las llamas de su conciencia
pecadora. Y ai si no, no se va a poder, fíjese usté, porque preferimos de todas todas
inventar un lenguaje propio, lejano del gachupín y de las comadres persignadas,
cantinflesco si se quiere, pero nuestro que ni qué. Y este lenguaje, antagónico a la
letra escrita, es más, se burla de ella, no supone más que el balbuceo infantil de
quien se está incorporando a una lengua. Rechazarlo es absurdo.
Autores como José Agustín y otros de la llamada literatura de la onda,
en lugar de despreciarlo o menospreciarlo, lo incorporan, que es lo lógico.
Una jerga no sustituye al idioma, lo enriquece. Y aquel que se expresa sólo con
una jerga, requiere de ayuda para hacerse de palabras que expresen finalmente
su mundo interior, no sólo en pintas y graffiti, sino en poemas y narraciones.
Los intelectuales —se dice— no leen cómics… Es un error. Hoy leen hasta
152
novelas gráficas. Así que una de las estrategias para remover prejuicios puede
ser realizar un estudio de historietas de los ilustradores mexicanos para chicos
y grandes, del encantador mundo de los libros ilustrados e ir, paso a paso, atra-
vesando los senderos de la imaginación infantil desde el concepto material
al abstracto.
Con Vasconcelos prospera la idea de que la educación deberá ser a partir de ese
momento obligatoria, laica y gratuita. Aquí vemos formarse otro de los núcleos
del rechazo del mexicano al libro. El texto gratuito es a la vez obligatorio, lo cual
es en sí mismo contradictorio. Es como decir “toma, te obligo a que aceptes mi
regalo”. Entonces no es un regalo, no es gratuito, sencillamente es obligatorio. Y
no hay mejor mecanismo para alejar a un niño de la lectura que obligarlo a leer,
castigarlo con la lectura. La imagen del Quijote, un viejo que se ha vuelto loco
por leer tantos libros, parece volverse popular.
En 1959, un acto ni siquiera efectuado con mala fe, sencillamente realizado
con la mejor de las voluntades, derivó en un fracaso estrepitoso, el libro de
texto gratuito. Pues paralelamente a esta buena intención surgió el problema
de la gratuidad. Es decir, ya que se trata de algo gratuito, pues simplemente
no vale nada.
Durante décadas el PRI trabajó el concepto romano “pan y circo”, transfor-
mando a la cultura nacional en un circo y los libros iban incluidos en el paquete.
Donde esta gratuidad, de oquis, de gratis, de a nada, ha venido convirtiéndose en
la forma más sorprendente de anular lectores.
Odiar el libro escolar porque significa el tedio y el encierro en el presidio
del salón de clases, es parte de lo cotidiano. Leerlo es autotraicionarse, como
si uno se odiara a sí mismo y quisiera castigarse. Súmase a esto que la maestra
154
deja como obligación leer de la página tal a la cual y pone un cero grande como
un balón de futbol si no lo aprende el alumno de memoria. El mayor deseo es
quemarlos.
Como es lógico, los libros de texto gratuitos, laicos y obligatorios son un gran
negocio para las imprentas. En su confección no participan escritores, sino que
son hechos por quienes están más a la mano de la ideología del Estado, maestras,
educadoras e institutrices. Un ejemplo de todo esto es el libro Rosas de la infancia,
lecturas escolares de María Enriqueta, impreso por primera vez en 1914, pero
convertido en uno de los textos oficiales por muchos años.
Después los ejemplos pueden multiplicarse por centenares. Bastaría recorrer
las librerías de viejo en las que aún se pueden encontrar las “antologías” que los
maestros preparaban para vendérselas a sus alumnos.
La más terrible conclusión de todo esto es el analfabetismo, no sólo el real, sino
también el que podríamos llamar “funcional”, del tipo de persona que sabe leer y
escribir o que al menos sabe firmar un documento, pero que no lee ni siquiera el
periódico. Una vez causado el daño, es difícil percibir más que la herida. Es más, ni
siquiera interesa el arma que lo realizó… lo que importa es sanar.
El animador de un taller de lectura comprende que no debe reproducir este
estado de cosas, si la mentalidad es “lo que cuesta, vale”, entonces deberá valorar
su trabajo, fomentar la compra o adquisición de libros (no necesariamente en
forma individual, pues puede ser colectiva o cooperativa), ayudar a detener la
piratería en forma de fotocopias o ediciones fraudulentas, a la vez que en lugar
de imponer lecturas, las sugiera y comparta. La consigna no es leer por deber,
sino por placer.
Incluso con independencia de los planes escolares y del modo en el que
se empleen los libros en la institución en la que trabaje el animador de lectura,
en su taller el sentido de libertad y la voluntad para leer es lo que debe imperar.
La conciencia crítica no puede formarse en un clima de exigencias, imposicio-
nes y decretos. Si un niño o un adulto no quieren leer tal o cual libro, están en su
perfecta decisión de no hacerlo. Lo que tendremos que buscar es qué les interesa y
cuáles son sus necesidades, no amoldarlos a nuestros caprichos ni a nuestra
ideología, sino que partimos de la base de que el respeto a su personalidad es el
principal instrumento para auxiliarlos en el camino hacia la lectura. Nosotros
155
debemos tener el instrumental adecuado, apropiado, los libros, las técnicas y
las ideas que podemos sugerir y animar, sólo así formamos lectores.
8) El odio al libro oficial
Desde 1940 hasta 1970, aproximadamente, las únicas publicaciones destinadas
a los niños y jóvenes estuvieron a cargo del Estado. Si nos damos cuenta, las co-
sas no habían variado desde los tiempos de la Colonia, lo único que se modificó
fue la ideología de los gobernantes, pero el sistema continuaba sin variaciones.
A pesar de esta situación, desde los años veinte comenzó a aparecer un grupo
de intelectuales interesados por la educación artística de los jóvenes, éste es el
caso de los escritores yucatecos Ermilo Abreu Gómez y Antonio Mediz Bolio,
quienes junto con algunos de los trabajos de Alfonso Reyes produjeron lo mejor
del género en los primeros 50 años del siglo XX.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
9) El odio al libro del televisado (lo mismo vale para el cibernético, telemático y
adorador de teléfonos móviles)
Con el nacimiento de la televisión en México, en la década de 1950, tiempo
en el que el presidente Miguel Alemán declara que el nuestro es un país de
maquila y que la cultura carece de sentido práctico, los libros son casi abando-
nados por la clase media. Debido a que con sólo aprender lo básico de la lectura y la
escritura se puede comprender una televisión que se ha infantilizado (pues una
audiencia achabelizada compra más “gansitos”). Y de nada sirve procurar un
mejor nivel cultural, pues las clases sociales parecen ser departamentos estancos
e inamovibles.
Una de las grandes justificaciones de este complejo odio al libro se encierra en
que el bajo ingreso anual per capita, la sobrepoblación, el desempleo, el atraso en el
157
campo y el grave endeudamiento no permiten siquiera adquirir un libro de
segunda mano que vale veinte pesos. La televisión es gratuita o más barata. No
hay que pensar, sólo consumir imágenes. Es un círculo vicioso llamado igno-
rancia, del cual es muy difícil salir sin ayuda. Es más, el que está enganchado ni
siquiera se da cuenta de su estado.
En forma directa a estos problemas económicos, la política oficial determina
que las dificultades en materia de educación, el bajo porcentaje de producción
de libros (uno de los últimos censos estableció medio libro por habitante al año),
las muchedumbres en edad escolar que no son atendidas y los maestros mal
capacitados para atender la creciente demanda, son algo así como un mal inevi-
table del tercer mundo y el subdesarrollo.
No se hace un análisis de que la pronta deserción escolar tal vez responda a
métodos educativos congelados en patrones tradicionales, ya inadecuados para
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
las más modernas necesidades. No se realizan acciones que lleven a una con-
ciencia nacional de la importancia de la lectura, reflejada en una ley nacional
del libro y en la consideración de los libros dentro de la canasta básica familiar.
No se realizan planes de capacitación de la planta docente. A lo que se suma la
desigualdad en las oportunidades educacionales distribuidas en los estados que,
en su conjunto, hacen de México un país analfabeta.
Una de las mayores dificultades se encuentra en el sistema de educación
mexicano, supuestamente federal, pero que en la práctica es comparable al
sistema político que ha regido la vida del país en el último siglo. La curricula
académica, los maestros y las decisiones relevantes respecto a las escuelas, se
toman desde el órgano burocrático central. Y como el gobierno determina
los impuestos, las leyes y las políticas económicas locales, no existe pluralidad
educativa, sino centralismo.
No hay bibliotecas suficientes para satisfacer las necesidades de la pobla-
ción estudiantil y no estudiantil, esto puede verse en la continua creación de
bibliotecas de los estados, pues es evidente que se están haciendo cambios en
los últimos años. Pero la pregunta a este complejo cultural sería, ¿todos nuestros
problemas se resolverían con dinero para construir más escuelas, bibliotecas,
laboratorios y campos deportivos, así como con una producción mucho mayor
de libros de texto para satisfacer las necesidades de esas nuevas escuelas y de su
personal? Esto es lo que se viene afirmando desde que Isabel Schon publicara
158
su estudio en los años setenta, pero han pasado décadas y es evidente que el
problema no es sólo de índole económica.
Escuché comentar alguna vez que si el Estado dedicara el mismo esfuerzo de
propaganda que realiza para que vivamos sin drogas —en la televisión, radio
y periódicos— para que la lectura sea una prioridad en la vida de los mexica-
nos... otra sería la historia. ¿O no? Pocos años después, el Estado emprendió
esta campaña con un discurso tan disociado que la gente terminaba por reírse
del “yo también leo veinte minutos al día”, de figuras públicas, televisadas, cuya
imagen distaba mucho de la de ser lectores.
Una televisión al servicio de la cultura del libro, una política cultural de con-
junto que se ocupe de toda la población (niños y adultos) y no sólo de un sector,
y la labor de vincular el libro con la vida, como una adquisición permanente, son
los pasos por dar si es que en realidad queremos un país de lectores.
10) El odio al libro politizado y del miedo a (y de) los lectores
Luego del movimiento estudiantil de 1968, cuando el gobierno reprimió bru-
talmente a los estudiantes, matando a centenares de ellos en las calles de la ciudad,
el proyecto cultural del país se vio bruscamente interrumpido. La Secretaría de
Educación Pública dejó de publicar libros destinados a la infancia y a la juventud.
En los años setenta ser estudiante podía ser sinónimo de comunista, rebelde o
contestatario; en ocasiones, de hippie, drogadicto o extranjerizante. Y como los
estudiantes eran dados a la lectura de “obras prohibidas”, el libro, nuevamente,
volvió a ser cosa vedada. El estudiante se transforma en un marginado.
En los últimos años, las empresas que habían sido tradicionalmente mexi-
canas han ido desapareciendo, al ser compradas por multinacionales, por dar
ejemplos, Ediciones Castillo, una editorial nacida en Monterrey, pasó a ser
parte del grupo Macmillan, de capital inglés; o grupo Editorial Patria que fue
absorbida por Larousse, hay muchos más ejemplos.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
de la SEP... Sólo así se formarán lectores que amen los libros, las bibliotecas y los
textos, ya no por gratuidad, sino por gratitud. Si la pregunta fue, ¿leen o no leen
los mexicanos? La respuesta es: han comenzado apenas ayer.
En resumen, el rechazo del pueblo mexicano a los libros se debe a factores
muy antiguos, que arrancan con la colonización y la marginación. Aunado a
confundir literatura para niños con pedagogía o didáctica, lo que ha convertido
la mayor parte de los libros anteriores a 1970 en textos carentes de principios
estéticos y llenos, en cambio, de ideología explícita. Finalmente, la “gratuidad de
la cultura” produjo la paradoja del acentuado analfabetismo nacional. Y la más
terrible conclusión de todo esto es el analfabetismo, no sólo el real, sino también
el que podríamos llamar “funcional”: personas que sabe leer y escribir —o que al
menos saben firmar un documento—, pero que no leen ni siquiera el periódico,
pues carecen de toda motivación para hacerlo. El miedo más complejo y prejui-
cioso es el miedo al libro politizado. El miedo al lector con conciencia.
En una investigación realizada por Michèle Petit (Nuevos acercamientos a
los jóvenes y la lectura, FCE) en niños y jóvenes de zonas marginales, los datos
dejaron claro que los chicos que habían podido acercarse a las bibliotecas,
encontrar el apoyo de un maestro o bibliotecario paciente y apasionado, que
se habían podido refugiar en la lectura, habían encontrado los medios para ser
un poco más sujetos de su propia vida. Expresaron que la lectura les había per-
mitido imaginar otros mundos posibles, no conformarse con la propia realidad,
162
encontrar una distancia frente a lo que estaban viviendo y, por lo tanto, una
capacidad para reflexionar sobre la propia existencia.
En la medida que podamos abrir los ojos y soñar, existe la posibilidad de
inventar la propia vida. No hay acto personal que no provenga de un sueño. Así
que podríamos aventurarnos a decir que el libro, la ficción, es una matriz para
poder soñar. Porque la lectura tiene que ver con un acto de intimidad, de libertad
y de soledad muy propicio para la ensoñación.
Quizá sea esto lo que ha asustado a los que en distintas épocas detentan el
control. En palabras de Jacqueline Held, en Los niños y la literatura fantástica:
función y poder de lo Imaginario (Paidós): “Las ensoñaciones, tanto las del es-
critor, como las del lector, son incontrolables”. Y además el que lee, “quién sabe
en qué estará pensando”. Es decir también se corre el riesgo de pensar. Y todos
sabemos que el primer acto de control de cualquier fanatismo es adueñarse del
pensamiento y anular la capacidad de razonar. El mundo imaginario es, en este
ámbito, un espacio sobre el cual la sociedad no puede ejercer ningún control.
Es un lugar íntimo, inabordable, fantástico.
A pesar de lo anterior, la lectura no nos aísla del mundo, sino que introduce
el mundo de otra manera. ¿Cómo? Para la filosofía, una vida que valga la pena
de ser vivida es una vida sobre la cual se puede reflexionar. Para la psicología, la
búsqueda y el encuentro con uno mismo es un hito en el desarrollo psíquico. Así
que por medio de la lectura podemos reflexionar sobre nosotros mismos, encon-
trarnos, identificarnos y reconocernos, volvemos al mundo siendo otros.
La lectura no solamente asusta a los que detentan el poder y creen detentar el
control. Puede asustar también al propio lector. Leer es arriesgarse a ser tocado,
trastocado, conmovido, cuestionado. A ser alterado. Y si la identidad es frágil, no
soportará la más mínima alteración. Un texto puede colocarnos frente a nues-
tras propias contradicciones, frente a la pluralidad de caminos, frente a nuestra
propia fragmentación. En palabras de Graciela Montes, fundadora de ALIJA
(Asociación Argentina de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina): “esto
gracias a esa manera de horadar que tiene la ficción, de levantar las cosas
tapadas, de mirar del otro lado, de fisurar lo que parecía liso”.
El miedo al libro es también ese miedo a la fisura en nuestro ser y el terror
a que se desmorone todo un edificio de creencias, toda esa armadura que uno
163
piensa que es la propia identidad.
11) El odio al libro para niños o el prejuicio machista
El adjetivo “infantil” en una sociedad conformada bajo las normas de que sólo
lo adulto, lo masculino, lo económicamente poderoso, lo blanco y el credo mo-
noteísta es lo correcto, presenta una connotación similar a estúpido, ingenuo,
cándido, poco valioso, amanerado, vulnerable, incorrecto y débil.
Esta serie de prejuicios establece que los niños —como las mujeres, los salvajes
y los ancianos— son seres carentes de alma (entendida como raciocinio), más
emocionales que racionales. Seres sinceros y juguetones, capaces de asombro
ante lo maravilloso, a los cuales debe tenerse en consideración por ser “el futuro
de la patria”, pero que son seres molestos, inquietantes o amenazadores de la
paz de los adultos.
Capítulo I I b i s
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Pueden existir muchas curas para este prejuicio. En algunos hombres de campo
e incluso en los habitantes de las nuevas ciudades, donde la población masculina
puede ser una recién llegada del campo, la crianza de los niños es cosa de “viejas”.
En el sentido más despectivo de este término: castradas. Pues lo viejo se asocia
con la impotencia, con la fealdad grotesca y con la castración.
No hay como ayudarles a convivir de nueva cuenta con sus emociones repri-
midas. No es una tarea fácil, pues no es de “hombres” leer esas tonterías de niños.
Pero un instructor masculino que con su presencia y labor, con su ejemplo y
tesón ayude a remover este complejo de inferioridad, muy relacionado con una
homosexualidad reprimida, podrá hacer milagros en esos no lectores.
Está claro que el material con el que se debe comenzar no son las novelas
rosa, pues algunos de estos sujetos no querrán saber nada con esas “joterías y
mariconadas”. Pero en toda comunidad hay temas de interés muy “masculinos”,
sobre este punto habrá que comenzar a trabajar. Una vez que se comienza,
podrán desarrollarse distintas estrategias de lectojuegos, tomando en cuenta que
son adultos que quizá fueron alfabetizados, pero que las circunstancias de su
vida los llevaron al analfabetismo funcional. Éste es uno de los complejos que
Octavio Paz analiza en El laberinto de la soledad (FCE).
11) El prejuicio de la infantilización
La sociedad de consumo ideó métodos para “infantilizar” a las audiencias, busca
164
todo el tiempo fórmulas fácilmente asimilables para crear públicos pasivos de
compradores. Es más fácil vender a una colectividad uniforme. Es más sencillo
venderle a una persona analfabeta funcional, que reconoce algunas letras y
logotipos, pero cuya conciencia crítica se halla adormecida en un mar de imágenes,
en el diluvio informativo de nuestro tiempo.
No sólo la publicidad, sino muchos programas emiten contenidos francamente
estúpidos y junto a estribillos pegajosos, hipnóticos, la orden casi subliminal del
producto que debes adquirir.
“Infantil”, como decía anteriormente, es sinónimo de menosprecio, para
muchos intelectuales dedicarse a escribir para niños es casi lo mismo que ser
calificado de inepto. Algunos llegan a excusarse diciendo que lo hicieron, como
si fuera un pecado religioso o una falta moral, como ensayo para ganar práctica
o porque necesitaban dinero en esos días inexpertos.
El prejuicio del infantilismo les amenaza el ego y optan por alejarse cuanto antes
de esos riesgosos temas. Aunque está clarísimo que si sus obras no fueron admi-
tidas en los planes nacionales de lectura, entonces pondrán el grito en el cielo,
pues ellos son “la cultura nacional”.
Hemos visto algunos de los complejos prejuicios que conforman la vanagloria
de la ignorancia. Algunos se formaron por la gratuidad de la cultura, justificando
que el entretenimiento es sinónimo de diversión y que el libro es una cosa aburrida,
sin siquiera investigar en los muchos libros que existen.
Una de las conclusiones, al parecer inevitables de una sociedad de consumo,
es que leer no sirve para nada, ya que los problemas económicos, sociales o fami-
liares —que se reflejan en la neurosis de falta de tiempo y de dinero— son más
apremiantes que una buena lectura, vista ésta como pérdida de tiempo.
Pensamos que la falta de material adecuado en el momento justo y la carencia
de animadores, contribuyen, desde luego, a agravar el problema. Pero la conclu-
sión a la que llegamos es que para revertir la situación presente se requiere una
ley nacional del libro que contemple todos los aspectos de la creación, produc-
ción, reproducción, distribución, comercialización, difusión y adquisición de los
textos e ilustraciones. Pues cuando se intenta resolver un problema tomando
en cuenta sólo una de sus partes (el consumo de libros o la población infantil), sin
hacer caso de las demás variantes (la producción de libros o el público adulto),
es seguro que dicha “solución” fracase, pues no se trata más que de un arreglo 165
provisional, una cinta adhesiva en donde se tiene que hacer una operación
quirúrgica.
§
En el año 2000, en la citada conferencia, me atreví a afirmar, a modo de con-
clusión o cierre (luego veremos dónde acerté y en dónde me equivoqué): “Sin
el ánimo de hacer profecías, sino basado en el estudio del comportamiento del
mercado y lo que he visto en estos últimos diez o quince años, puedo atreverme
a decir lo siguiente:
No será, como hemos visto, la iniciativa del gobierno —no al menos
la de la Secretaría de Educación Pública tal y como los hemos cono-
cido hasta el día de hoy—, la que produzca lectores en el país. No se
logrará sin una reforma estructural, no sólo de forma, sino también
de contenidos.
Capítulo I I b i s
M éxic o : lo s c omplej o s y prej ui c i o s en to rn o al li bro
171
Mapa creado por Robert Louis Stevenson para su
obra La isla del tesoro, 1883.
Capítulo I I I bis
Ya sea desde el punto de vista comercial (el consumidor) o desde las necesi-
dades del animador a la lectura (el destinatario) es necesario hablar de etapas,
pues los códigos del receptor varían en función a su edad literaria. El destinatario
es un receptor cambiante; sé que esto suena a algo así como el “hombre lineal y
tipográfico de la galaxia Gutenberg”, pero es un hecho. Y debemos estudiarlo.
Debido al desarrollo de la pedagogía y ciencias de la educación, y al estudio
de la ontogénesis y psicogénesis de las series complementarias a las que se aboca
la psicología evolutiva (remito nuevamente al lector al capítulo sobre Teoría e
historia), muchos coincidimos en dividir las etapas de adquisición del hábito
de la lectura en:
1) Los que aún no hablan.
2) Los que aún no leen.
3) Los que comienzan a leer.
4) Los que leen bien.
5) Los grandes lectores.
Éstas son “edades literarias” más que edades cronológicas, intelectuales o de
desarrollo…
Pero, ¿qué se entiende por “edad literaria”? ¿El grado de afición a la lectura?
¿La comprensión del texto? ¿El gusto por determinados temas y el aborreci-
miento de otros? ¿Qué?
174
En realidad se trata de un conjunto de características que, en su totalidad,
conforman un perfil del lector, las cuales son tanto internas como externas,
por ejemplo, dentro de las características internas están las necesidades específi-
cas a su edad lectora, las habilidades —las llamadas competencias— para leer y
comprender lo que está escrito, los tópicos que se tratan; en tanto en las externas, se
encuentra el formato de los libros, tipografía, tipo de papel, tópicos… Vamos a ir paso
a paso. Lo primero será definir qué es un libro para niños o para jóvenes basados
en algunos tópicos que enumeraré para hacerle sencilla la comprensión al lector.
Baste decir, por ahora, que un adulto, por ejemplo, un sujeto que por ley
puede votar, puede ser catalogado en cualquiera de estas cinco edades literarias,
sin que importe en realidad su edad cronológica. Asimismo, un niño puede ser
un gran lector a la edad de siete u ocho años, o estar a esa misma edad cronoló-
gica entre los que no aún no leen.
1) La línea de tiempo
Conocemos el mundo paso a paso. Las primeras manifestaciones del conoci-
miento no son más que imágenes como poemas en miniatura: biorritmos. Los
latidos del corazón de mamá, los ciclos circadianos, las nanas y los arrullos.
Entramos al tiempo de la mano del compás. El eje temporal se construye
entre la presencia y las ausencias del objeto amado; en los rostros que comenzamos
a identificar como familiares; en el ensayo de los primeros juegos. Cuanto
más pequeños, más necesitamos de la estructura temporal. El orden, la secuencia
cronológica del antes, durante y después, o sea, el principio, desarrollo y fin,
ayudan al niño pequeño a comprender la historia.
Tomando a grandes rasgos las ideas y propuestas de Georges Jean en Los
senderos de la imaginación infantil (FCE), podemos decir que la literatura
nace de la poesía. De las canciones de cuna, de los primeros juegos de palabras y
trabalenguas, de las rimas infantiles y de la vinculación entre cuerpo y lenguaje.
Luego, en esta línea temporal, vendrán los primeros cuentos. Los más senci-
llos cuentos maravillosos y de hadas, las fábulas y los cuentos de animales que
hablan. Hacia los ocho o diez años de edad en promedio, el chico o la chica se
comenzarán a interesar por textos más largos, leerán novelas cortas y cuentos
largos; para finalmente acceder al mundo de los grandes lectores cercana ya su
adolescencia. Esto en términos generales. 175
El ritmo del narrador del cuento es, entonces, más importante que el cuento
en sí mismo. La abuela despierta nuestra imaginación y la suspende en la espera
de lo que “va a venir”; la abuela que cuenta un cuento es más importante que el
cuento mismo.
El tiempo del cuento en la primera infancia es el tiempo del mito. Un eterno
presente. Cuando el niño crece y la palabra le da coherencia a su temporalidad,
es el tiempo de la leyenda. Cuando descubre las epopeyas, escribe. Así sucedió
con la humanidad en su conjunto.
La imaginación se estructura como un lenguaje y sus más importantes capas
—a modo de estructuras geológicas— fueron inventadas y descubiertas por
el devenir de la historia del hombre y éstas son reeditadas por cada niño que
ingresa en el mundo de la cultura.
Capítulo I I I b i s
La s edad e s d e la le c tura
Lentamente el lector irá hacia los cuentos fantásticos, aquellos en los que el
cuerpo queda detrás y el alma trepa entre las palabras, en un universo de lenguaje
donde lo material es apenas importante, pues lo que interesa es el significado.
Así llegamos a la novela. A los cuentos contemporáneos. Y, más adelante,
a ensayos y escritos abstractos. De lo concreto a lo simbólico, en un viaje que
dura poco más de quince años a nivel del individuo y cuyo origen nos remontaría
al nacimiento de nuestra especie a nivel de conjunto.
Para darle forma al concepto del tiempo en la literatura, puedo decir que una
novela que pretendiera diversos planos temporales, con multitud de personajes
y con rupturas a la linealidad narrativa, no podría ser comprendida —ni leída
coherentemente siquiera— por un niño pequeño.
En cambio, una historia con unidad de tiempo, breve, con pocos personajes,
cuya secuencia sea casi la de una historieta o película cinematográfica con pocos
selectos cuadros dramáticos, servirá para que el pequeño comprenda la anécdota
y quizá su sentido.
Los que todavía no hablan y no leen necesitan referencias constantes de su
entorno, un tiempo que no se aleje demasiado de su biorritmo. Si narramos
con otra temporalidad perderemos su interés. Los que comienzan a leer nece-
sitan tanto de la imagen como de grandes letras, escenas en secuencia, orden,
una temporalidad sin rupturas.
176 Los que leen de corrido gustarán primero de los trabalenguas y los versos con
pocas palabras, luego de cuentos con una temporalidad casi infinita: siempre es
de día cuando Caperucita recoge flores en el bosque y hace miles de años que día
a día hace lo mismo. El tiempo de los primeros cuentos de hadas es el tiempo del
paraíso, casi el de la eternidad.
Sólo poco a poco la imaginación y la inteligencia aceptan el mundo. El tiempo
de los grandes lectores sufre un colapso, pues cuando se lee las horas pasan sin
siquiera sentirlas, absortos. Pero ya podemos estar en un cosmos cuya temporali-
dad sea einsteniana, o en otro en el que el cosmos es dueño de una temporalidad
lineal. Entonces llega la novela y nos lanza a una nueva dimensión de la existencia.
Las lecturas en donde lo importante es el significado, la psicología de los per-
sonajes, el juego de tiempos narrativos que propone el autor, nos dice que el
tiempo de los niños ha finalizado.
2) La poética del espacio
Además del factor temporal, el espacio es determinante. Es curioso que los se-
res humanos nacemos con un espacio predeterminado al que solemos llamar “el
país de las hadas”.
El discernimiento del espacio es un proceso largo, un proceso de aceptación
de la realidad. Para ello necesitamos existir y explorar el mundo que nos rodea,
salir de casa, ir a la escuela, ocupar un sitio en el salón de clases, mudarnos.
Una historia que ocurriese en el número 12 de la calle 24 de la ciudad de
Mérida, luego se traslada la acción al barrio de Belgrano, en Buenos Aires, y
continúa en las calles de San Francisco, es evidente que no puede ser compren-
dida con claridad por alguien que carezca de nociones de geografía. Pero tanto un
niño del centro de África como otro, nacido en ciudad Nezahualcóyotl, y
un tercero, habitante de la Quinta Avenida de Nueva York, comprenderán de
inmediato el país de “Había una vez... en el país de las hadas”.
El espacio del que no lee es más pequeño y material, a medida que se adentra
en el universo de Gutenberg y se vuelve textual, traza una línea imaginaria que le
otorga orden y sentido al espacio, hay un norte. Y así, del país de las hadas los niños
comienzan a descubrir escenarios: el desierto en primavera, el bosque en otoño, el
fondo del mar, el lejano espacio, una ciudad en la Tierra, una calle, una casa.
Las edades
Para todo este subtema, les aconsejo revisar la bibliografía que nos recomienda
Beatriz al final de su primer capítulo.
pueblos sin poesía y sí los hay sin prosa. Es inconcebible una sociedad sin mitos
ni canciones, en cambio muchas pueden existir sin escritura.
Comprender el proceso de desacralización de la palabra poética para profa-
narla en su aspecto formal y convertirla en narración, es el paso mental que nos
lleva del mito in illo tempore, al tiempo. La existencia del tiempo ocurre como la
salida del jardín, donde un árbol contenía una manzana prohibida. De la imagen
poética, acontecida en un instante atemporal, al discurso. Cada niño que inicia
el proceso de lectoescritura es tanto un aprendiz de brujo como un profanador.
Vuelve consciente, verbal, aquello que hasta entonces era una imagen o un deseo.
En este tránsito aparecen los títeres y el juego dramático en el que “yo soy
capaz de imitar, representar y ponerme en el lugar de otro”, o que otra persona
—o muñeca— puede ocupar mi lugar, sustituyéndome imaginariamente, esto
será un paso fundamental para dejar de ser poetas. “El títere —dice Donald
Woods Winnicott en El objeto transicional— funciona como un objeto tran-
sicional entre el Yo y el no-Yo, permite ir separándome o diferenciándome del
resto de las cosas y objetos”.
Uno de los senderos de investigación en México se realiza en el campo de
la poesía infantil, con base en los estudios de Georges Jean, los cuales buscan
una pedagogía poética o una pedagogía basada en lo imaginario, así como en la
teoría de los biorritmos y la adquisición del símbolo. Muchos son los que siguen
182 a Octavio Paz cuando afirma: “los niños son incapaces de aislar palabras, no
tienen conciencia de las palabras; la tienen y muy viva, de las frases: piensan,
hablan y escriben en bloques significativos y les cuesta trabajo comprender que
una frase esté hecha de palabras”.
El ritmo que se descubre en el latido del corazón, luego en el arrullo y la nana,
avanza en complejidad conforme a la experiencia lingüística del niño. Éste es el
inicio del goce estético literario, formado por pausas y repeticiones. Imitar los
ritmos y mezclarlos, mímesis y “míxtasis”, es la base de toda experiencia crea-
dora. Imitar no es copiar, sino representar, volver a hacer presente una función de
la memoria, de la imaginación formal. En tanto unir, sintetizar o generalizar es
más una función de la imaginación dinámica y material.
Los poemas se componen por trozos de representaciones como son la re-
petición rítmica, la rima, la métrica, la enumeración, la asociación y demás
características formales, sonoras de la poesía. Un ejemplo de lo anterior, dado
por Vicente T. Mendoza en su Lírica infantil de México es:
Estaba la media Muerte, sentada en un carrizal,
comiendo tortilla dura, para poder engordar.
Estaba la media Muerte, sentada en un tecomate,
diciéndole a los muchachos:
—Vengan, beban chocolate.
Estaba la media Muerte, sentada en un taburete,
los muchachos traviesos le tumbaron el bonete.
Estaba la Muerte seca, sentada en un carrizal,
comiendo tortilla dura y frijolitos sin sal, sin sal, sin sal...
O bien:
El piojo y la pulga se van a casar,
y no hacen la boda por no tener pan.
Arrorró, arrorró, que te arrollo yo.
La cual finaliza:
Responde una gata desde la cocina:
—Que se hagan las bodas, yo seré madrina. 183
Mariquita, la de atrás,
que vaya a ver
si viene o no viene,
para echarnos a correr.
con bordes redondeados, de cartón, tela, plástico, con distintas texturas, con
sonidos. Ilustraciones sencillas con colores llamativos. Los temas pueden ser
animales humanizados, historias cercanas al entorno familiar, imágenes que
permitan nombrar objetos, con repeticiones, canciones, conceptos.
Para los grandes lectores son recomendables las novelas de aventuras y viajes;
personajes heroicos y exóticos como Tarzán, Sandokán, etcétera; libros de poesía,
cuentos de todo tipo.
Literatura juvenil
El tiempo de la adolescencia es un tiempo abierto a encuentros y
desencuentros afectivos. Los múltiples estímulos de una sociedad en
apresurado cambio, el ruido publicitario, las autopistas informativas,
los acontecimientos históricos desgarrantes y mortíferos, el ruido
y las furias, acrecientan la dificultad de comunicación con otros, abrirse
al afecto, especialmente a la quieta presencia de la palabra escrita.
sociedad actual y hacerlo, en muchas ocasiones, desde el punto de vista del joven
encarnado en el protagonista o en alguno de los personajes principales, con el fin
de que se produzca una identificación o al menos un acercamiento psicológico
entre el lector y los personajes que viven la historia.
Pero no estamos, en general, ante una literatura aséptica que exponga los pro-
blemas sin tomar postura ante ellos. Por el contrario, los autores juveniles tratan
de promover valores humanos y actitudes positivas ante los problemas de las
personas, los males sociales y los peligros que acechan al planeta.
La literatura juvenil aborda, por consiguiente, los problemas de la socie-
dad contemporánea (racismo, discriminaciones religiosas, sexuales, sociales;
minusvalías) desde el punto de vista del adolescente o del joven de hoy, pues
sus personajes suelen responder a los modelos o tipos de jóvenes que encontra-
mos en nuestros barrios, ciudades y pueblos.
Y, aunque los protagonistas pertenecen mayoritariamente al modelo de
adolescente-joven urbano de clase media: español, europeo o norteamericano,
también aparecen jóvenes de otras culturas y razas, y en muchas ocasiones
se abordan los problemas de convivencia que se suscitan en la sociedad europea
ante los emigrantes de los países más pobres, bien sean africanos, asiáticos, ibe-
roamericanos o de la misma Europa del Este. La convivencia con personas de
otras razas, culturas y religiones está presente en la literatura juvenil y su trata-
194 miento suele ser el de la tolerancia, la convivencia pacífica, la defensa de los
derechos de cualquier persona y la superación de los segregacionismos, es decir,
la aceptación de las diferencias como un valor de la persona y consideración del
pluralismo como una riqueza de los seres humanos.
La literatura infantil y juvenil de la segunda mitad del siglo XX recoge con
particular sensibilidad e interés los problemas sociales y políticos de nuestro
mundo —hoy ya la aldea global o de cristal— y lo hace con un enfoque o tra-
tamiento realista, a veces incluso con dureza. No obstante el joven lector debe
percibir una esperanza de solución que le motive a participar en la creación
de un mundo mejor, desde la toma de conciencia del mundo en que vive y
con capacidad crítica que le ayude en situaciones nuevas.
El tratamiento realista de los temas tiene en la literatura juvenil dos ámbitos
de desarrollo. Uno es el de la realidad cotidiana constituida por el mundo de la
familia, las amistades, la escuela, el barrio. El otro ámbito es el de la aventura:
las novelas de viajes y descubrimientos, las “robinsonadas”, los westerns, las
novelas policíacas, de espionaje y la novela histórica, que ha alcanzado un
gran desarrollo y calidad literaria con autores como Concha López Narváez:
La colina de Edeta, La tierra del Sol y la Luna y Endrina o el secreto del peregrino.
También pueden ser objeto de lectura las leyendas y relatos de fondo histórico
en los que están presentes elementos maravillosos como una forma de enlace
con la propia tradición cultural. Los cuentos de tradición oral, patrimonio co-
lectivo de la humanidad, en los que tan rica es la cultura de todos los pueblos de
América, son también un filón en el que hay que interesar a nuestros jóvenes.
El nonsense (disparate, sin sentido o despropósito) constituye, asimismo, otra
corriente de la fantasía en la literatura infantil y juvenil. Lo ilógico y disparatado
estaba ya presente en ese folklore infantil de tradición oral. El escritor utiliza,
a veces, ese humor disparatado no sólo para divertir y recrear sino para crear
una fantasía comprometida y poner a través de la imaginación y el humor,
el dedo en la llaga de nuestro mundo y nuestro tiempo. En esta corriente estarían
J. A. Cañizo: Oposiciones a bruja y otros cuentos, Las cosas del abuelo, y
Consuelo Armijo: Mercedes o Inés o cuando la tierra da vueltas al revés, Inés
y Mercedes o cuando los domingos caían en jueves. Alicia en el país de las ma-
ravillas sería el ejemplo clásico de esta literatura del nonsense.
Los relatos de ciencia ficción o ficción científica nos trasladan a un mundo del
futuro donde la ciencia y la tecnología han hecho posibles los sueños de algunos 195
hombres, no sólo de conocimiento, sino también de dominio de las leyes de la
naturaleza gracias a la genética, la astrofísica y la cibernética. Se crean mundos
poblados de androides, mutantes y seres de otras galaxias. La Tierra se nos ha
quedado pequeña, está amenazada o la hemos destruido y el espacio intergaláctico
es el escenario donde los seres se mueven y trasladan sus pasiones. La verosi-
militud apoyada en datos científicos, paracientíficos o pseudocientíficos es la
característica de estos relatos (Verne, Huxley, Asimov). Y entre los autores
juveniles como Tomás Salvador: Marsuf, el vagabundo del espacio; Jordi Sierra
i Fabra: En un lugar llamado tierra; Guillermo Murray: Las siete maravillas,
La séptima casa y El niño de las estrellas, entre otros.
Reprografía intervendia de un cartel de propaganda ruso para promover la lectura,
1919.
Capítulo I V bis
Ya mi admirado Bruno Bettelheim, nos decía que “lo que se necesita para
hacer que el niño aprenda a leer no es el conocimiento de la utilidad práctica de la
lectura, sino la firme creencia de que saber leer abrirá ante él un mundo de expe-
riencias maravillosas, le permitirá despojarse de su ignorancia, comprender
el mundo y ser dueño de su destino…”
“La animación a la lectura es un acto consciente para producir un acerca-
miento afectivo o intelectual a un libro concreto de forma que esta experiencia
produzca un acercamiento al mundo de los libros como algo divertido”,
afirma Carmen Olivares.
“La animación a la lectura es una actividad que se propone el acercamiento
del niño al libro de una forma creativa, lúdica, placentera”, resume Carmen
Domech.
Por ende, si existe un proceso de animar a leer, esto supone su contrario,
una serie de actividades que llevan a desanimar la lectura. Por ejemplo:
οο Les presentamos fondos obsoletos, como algunos de los cachivaches
que esconde el dragón en su guarida.
οο Les proponemos lecturas sin ningún atractivo, como el aburrido reino que
deja atrás el príncipe azul en busca de nuevos horizontes.
οο Les ofrecemos un catálogo muy restringido o de escasa variedad temática,
200 y no una “cestita de Caperucita” llena de apetitosos manjares.
οο Les solicitamos que lea libros muy lejanos a sus intereses, necesidades
o apetencias, como le resultaba la vida en tierra a Simbad el Marino mien-
tras anhelaba surcar los mares en su bajel.
οο Les exigimos un nivel lector determinado, sin tener en cuenta unos
requisitos y unos pasos anteriores, olvidándonos de que el Patito Feo necesitó
su tiempo para ser un esplendoroso cisne.
οο Les obligamos a la lectura de textos de modo generalizado sin tener en
cuenta su nivel lector, como fue una obligación dura para Cenicienta atender
las continuas demandas de su “adorada” madrastra. En especial cuando se trata
de textos escritos en España a los cuales urge quitarles las castañuelas.
οο Les reclamamos resultados obviando el propio proceso de la lectura. Nos
olvidamos de que también son importantes los senderos que se recorren por
las páginas (como el camino amarillo de Oz), los puentes que se cruzan con las
frases (donde pagamos el peaje al duende guardián) y los pasos que nos hacen
dar las palabras (como los del pequeño Hiawatha en sus descubrimientos que
le conducen a la paz del alma y de las naciones).
οο Escolarizamos siempre la lectura con obligación de un trabajo posterior,
e incluso, con un examen. ¡Cómo se entere el Rey Arturo mandará a poner
orden en ese asunto a unos de sus caballeros de la Mesa Redonda!
οο Le transmitimos un modelo de profesorado que le pide que lea, pero
somos incapaces de reflejar una imagen de profesorado-lector, con la que
emularíamos a los conocidísimos ratones de biblioteca, o a aquellos magos y
astrónomos que se pierden entre pergaminos y manuscritos.
οο Utilizamos la biblioteca o la lectura como castigo, igualando biblioteca o
lectura a una terrible mazmorra lóbrega y maloliente.
οο Usamos la biblioteca o la lectura como actividad de comodín o de relleno,
y nos entretenemos como los traviesos trolls, amigos de la improvisación y del
mínimo esfuerzo.
οο Le solicitamos que lea en la escuela, olvidándonos de motivarlo a que lo haga
en otros momentos y en otros lugares, como la hermana de Alicia que le
leía relatos bajo la sombra de un árbol.
οο Nos dedicamos a la “mecánica lectora” relegando los sentimientos que 201
afloran con la lectura, ¿dónde queda la alegría que sentimos con los duendes
de la espesura o esa sensación tan extraña cuando viajamos en el Nautilus?
§
Puedo concluir que el objetivo de la animación es abrir el apetito lector en
nuestro alumnado. A su vez, en un plano más amplio, es fomentar la implica-
ción de las familias y del alumnado en diversas actividades y contagiar a toda
la comunidad educativa la pasión por los libros. A veces no recogemos todos los
frutos que deseamos, pero no debemos desanimarnos, hay que seguir sembrando
en estas etapas educativas esenciales para la creación del hábito lector.
En toda biblioteca escolar se debería intentar trabajar la animación en
varias direcciones y abrir las actividades a toda la comunidad educativa, ya que
es esencial que las familias y otras instituciones participen y se involucren,
por lo menos, en algunas actividades.
Capítulo I V b i s
¿Q ué e s el f o men to o la an ima c i ón a la le c tura?
202
Capítulo V bis
El papel de la familia
Por Guillermo Murray
Te cuento un cuento
Sara Cone Bryant define el cuento para niños como “un relato breve de hechos
imaginarios, con un desarrollo argumental sencillo, cuya finalidad puede ser
moral o recreativa y que estimula la imaginación y despierta la curiosidad
del niño.” Nos dice que el cuento es ante todo una obra de arte.
Los cuentos tienen una gran importancia en el desarrollo psicológico del
niño, así como en la transmisión de una herencia cultural que perdura a través
de las generaciones —esto último es la postulación de Vladimir Propp, léase por 205
ejemplo Edipo a la luz del folklore. Dice Bruno Bettelheim en Psicoanálisis de
los cuentos de hadas, que los cuentos ayudan a la consolidación del Yo y a la ela-
boración del Complejo de Edipo, lo cual se puede traducir en estos apartados:
οο Ayudan a desarrollar el gusto por la belleza a través del lenguaje literario
y de las imágenes.
οο Hacen posible el desarrollo del lenguaje en cuanto al aumento del vocabu-
lario, proporcionando modelos expresivos nuevos.
οο Favorecen la concentración, la atención y la memoria.
οο Ayudan al desarrollo afectivo-social en la medida en la que el niño
puede comprender el significado de los valores sociales y humanos a través
de la bondad o maldad de los personajes, así como las consecuencias de de-
terminadas acciones.
Capítulo V b i s
El papel d e la fami li a
es su función primordial; pero sin refuerzos en casa, el camino puede ser muy
duro. No conviertas la hora de la tarea en un agobio, piensa que si comienzas por
leer y contar cuentos en ese periodo de tiempo, mucho antes de que comiencen
los deberes escolares, estarás abonando un terreno con la mejor calidad posible.
Un poco más adelante, ayudarlos a encontrar y mantener el placer de la
lectura será un nuevo desafío. Si bien hay niños a los que bastará acercarles
un libro para que se conviertan en ávidos lectores —ese fue mi caso y Gabriel
García Márquez no entiende que pueda existir otra posibilidad más que esa,
¡pues cómo no te va a gustar leer, si es lo máximo!—, lo cierto es que la mitad
de los niños requerirán de estímulos adicionales. Por ello, disponer siempre de
tiempo para dedicar a la lectura compartida, a la narración de cuentos, a
escuchar sus historias, relatos de clase, a que nos lean los cuentos, es un buen
principio. Abordar estas actividades con ganas y, si es posible, con entusiasmo,
es esencial. Y de lo más importante será oír, comprender y aceptar cuáles son
los gustos de nuestros hijos o hijas, sin criticar, sin contradecir, aliándonos en el
proceso de leer con placer.
Un buen estímulo es narrar cuentos que conocemos o cuentos inventados con
ellos como protagonistas, mezclando elementos de su realidad inmediata y ele-
mentos fantásticos, historias de cuando los mayores éramos chicos. Asimismo,
leer cuentos y pedirles que nos lean los cuentos, releer los cuentos favoritos
208
o cuentos que les encantaban cuando eran más pequeños ayudará, en su conjun-
to, a que la hora de los deberes o tareas escolares no sea una tediosa carga, sino un
proceso tan natural como hacer la digestión. Para crear la necesidad y el hábito de
comprar libros, es necesario que se comprenda que el libro debe formar parte de la
canasta familiar, así como la leche o el pan; porque no somos bestias.
Momentos para la lectura
Para contar cuentos o leer no hay momentos, ¡siempre es un buen momento!
Sin embargo, se pueden promover ciertos hábitos lectores muy saludables
como el de leer antes de acostarse y quedarse dormidos con un cuento o leyendo.
A mi modo de ver, existen tres momentos en el día. El primero es el de la
mañana, es el tiempo de las nanas, canciones de cuna, arrullos, juegos, saltos y
brincos acompañados de letras y estribillos, es decir, es el tiempo de la narra-
ción oral con todo el cuerpo. Esta tarea la asume la escuela desde preescolar, ya
que los niños desde temprana edad aprenden poemas, canciones, trabalenguas,
adivinanzas y otras formas literarias; la escuela destina un tiempo a la hora del
cuento, van papás a contarles historias a sus hijos, en ocasiones acuden cuen-
tacuentos, titiriteros, actores y otros artistas que tienen la palabra hablada como
eje de su labor.
El segundo momento es el de la noche. Es el tiempo de las lecturas tranquilas,
de la mano de papá o de mamá, para pasar de la vigilia al sueño. De esta forma
no creamos un tránsito esquizoide entre noche y día, como dos entidades ajenas
y divorciadas, sino que existe una armonía que estructura al Universo como un
lenguaje y le da sentido.
El tercer momento es por la tarde. Es el más peligroso de todos y el que permite
pronosticar si ese pequeño será un lector o cómo le irá en la escuela. Disiento
radicalmente de quienes propugnan separar el tiempo del cuento del tiempo de
las tareas escolares. Se trata de un proceso armónico, porque leer no es tomar
miel sobre hojuelas; eso es mentira, es un trabajo y el lector debe ser activo,
participativo y creador. Crear momentos diferenciados de las tareas escolares
(a no ser que sea el cuento nocturno) es comenzar a disociarnos y repetir la
dicotomía romana: ocio y negocio (no-ocio). Es ridículo. La propuesta es que
la hora del cuento vespertino es el preámbulo a las tareas, si abordamos la vida con
placer y comprendemos que el trabajo es parte de la vida (si no la vida misma, pues
amar, comer, reproducirnos, leer… todo es trabajo), no disociaremos el placer
de leer del placer de estudiar, aprender, conocer, cultivarse, pensar. 209
En este sentido, afirma Gianni Rodari que “hay dos clases de niños que leen:
los que lo hacen para la escuela porque es un trabajo o un deber y los que lo
hacen para sí mismos, para satisfacer una necesidad personal”. Ambas debe-
rían combinarse, lamentablemente no siempre es así. Por lo que es tarea del
animador —y también de papá y mamá— crear lazos entre estas dos esferas
o actitudes.
Fuera de casa
Si queremos formar hijos lectores, será nuestra obligación visitar la librería para
comprar, hojear libros y ver las novedades. Claro que decir “obligación” es como
una broma para quienes nos gusta leer, el problema de ir a las librerías y ferias del
libro no es llegar, sino salir. Y no hacerlo con los bolsillos vacíos y las manos llenas
de libros por leer.
Capítulo V b i s
El papel d e la fami li a
Estrategias anti-lectura
Si deseas que tu hija o hijo se convierta en una bestia cuadrúpeda carnívora,
voraz, desconsiderada y egoísta, pronto candidato a la violencia, las adicciones
y una vida infeliz, he aquí algunas sugerencias que podrán ayudarte en tu
objetivo:
οο Oblígalos a leer; como leer es un verbo que no debería tener imperativo.
Jamás deberíamos decir: ¡lee! ¡Créalo! Pues entonces hazlo y refuérzalo con
estas palabras: “¡tienes que leer 20 minutos al día, incluso sábados y domingos
210 y aunque te sientas mal!”, “No quiero que dejes de leer, porque de seguir así, vas
a terminar siendo tan bruto como tu padre…” Y refuerza tu enseñanza con un
buen zape en la cabezota. ¡Excelente!
οο Además de obligarlos a leer, te aconsejo que les impongas las lecturas que
tú deseas, no los oigas ni hagas caso de sus gustos. ¡Imagínate nada más, cuándo
se ha visto, que los niños opinen! Eso es cosa de grandes. Busca los textos más
tediosos, moralizantes y pasados de moda que puedas hallar, si no sabes dónde
encontrarlos, vete a las ferias de saldos o, de plano, a las librerías de viejo, pero
no para hallar incunables, sino ladrillos. Y, por supuesto, obliga a tus hijos a
terminar el libro que escogiste para ellos. Por ejemplo, ¿qué te parece buscar un
libro de texto gratuito publicado por la SEP en 1960? Si a tus hijos les gusta la
historia, dales uno de física y viceversa. Además dales un par de sermones sobre
la lectura, sus beneficios y de cómo los niños que leen son más inteligentes
o adaptables. Si los sermones y las críticas a los niños que no leen no te están
sirviendo para crear resentimientos, es simple: pégale con el libro. Un librazo
bien dado te sacará de problemas.
οο Critica siempre los libros que elige tu niño. Así pienses que está leyendo
libros muy fáciles o superficiales o tratados que no sabes ni de qué demonios
tratan, no respetes sus gustos y haz críticas lo más negativas que se te ocurran.
Como la lectura en sí es una práctica muy valiosa que ayuda a construir
confianza, así como habilidades para escribir, lo mejor que puedes hacer es
desalentarla.
οο Asume que no tienes tiempo para la lectura, que tienes mucho trabajo y
obligaciones, que el dinero no te alcanza y que no hay nada que leer. Enciende
la televisión y pásate varias horas viendo tonterías, cuanto más idiota sea el
programa, ¡mejor!
οο Pretende crear lectores instantáneos. Haz comparaciones del tipo: “Mira
a Juanito, el hijo de la vecina, en dos días se leyó los siete tomos de ese Henry
Patter (sic), en cambio tú, pequeña bestia, no sabes ni las vocales… Pero ya
verás cómo aprenderás a leer de inmediato, me compré un látigo y una colección
que vendían en el Metro de lectura veloz, ¡ahora sí vas a aprender!”
οο Hacer comparaciones con amistades o familiares que sí leen siempre da
muy buenos resultados en el proceso anti-lectura. A lo que se aunará el que le
traces metas no realistas. Cada vez que busques y encuentres pequeños signos 211
de progreso en vez de cambios dramáticos en sus hábitos de lectura, celébralo
y, al mismo tiempo, ponlo en evidencia. Con frases como: “Quién esperaría que
un pequeño adverso a la lectura, como tú, se termine un libro en una noche,
como tu primo…; quizá lo haga en toda una semana y con apoyo. Claro, para
eso me tienes aquí, de tu esclava, a ver, dame esa porquería de libro…”
οο Haz reproches por no leer. Es de lo mejor que puedes decirles a tus hijos,
con el propósito de hacerlos sentir culpables, inútiles, que bajen su autoestima
y se perciban como los mayores perdedores del mundo. De ese modo adquieren
un resentimiento profundo hacia los libros y hacia todos los nerds y estudiosos,
¡esos imbéciles que pierden su tiempo entre las páginas! Y logras que ellos se
sientan como auténticos mexicanos cuando salen a festejar al Ángel de la
Independencia y causan destrozos, gritando la consigna: ¡en México no se lee,
viva México, ca…!
Capítulo V b i s
El papel d e la fami li a
No quiero leer
¿Hay algo que como padres podamos hacer para incentivar a nuestros hijos a
leer? Primero, es importante saber por qué realmente no quiere o no le gusta leer.
Estas razones pueden servir para saber qué funcionará mejor en el momento
de motivarlo a que redescubra lo divertido que puede ser leer.
Los estudios muestran que cuanto más lee un niño, mejor se desenvolverá en
esta actividad, no sólo aprovechando sus ventajas sino también disfrutándolo.
Lamentablemente, aquellos niños que leen poco no pueden desarrollar sus ha-
bilidades lectoras y terminan por alejarse de los libros al ver con frustración que
les es difícil leer. Algunas razones que dan los chicos para no leer son:
οο Es aburrido. No se desespere si a su hijo le aburren las lecturas que le mandan
a leer en la escuela. En casa le puede ofrecer otro tipo de lecturas, aquellas sobre
temas que realmente le interesen.
οο No tengo tiempo. Los chicos siempre están ocupados. El colegio, los
amigos, los deportes, las tareas, la televisión o diversos dispositivos electrónicos.
Todas ellas tareas que compiten por su tiempo. Algunos chicos necesitarán su
ayuda para reorganizar sus horarios y hacerle un espacio a la lectura.
213
οο No es importante. La mayoría de las veces los chicos no aprecian que
la lectura se puede hacer para realizar un sueño o un propósito específico. A los
padres nos corresponde encontrar libros con temas que realmente atraigan a
nuestros hijos.
οο No es divertido. A algunos niños, especialmente aquellos que tienen difi-
cultad para leer, los libros les causan ansiedad. Incluso a los que sí leen bien, la
presión ejercida en el colegio y la casa para que pasen un tiempo frente a un
libro puede hacer que vean la lectura como una tarea en vez de sentirla como
un momento de placer. Consejo: no presionemos a nuestros hijos para que lean ni
impongamos lecturas ni horarios.
Si alguien de su familia ha tenido problemas para leer, existe alguna posibi-
lidad de que sus hijos experimenten esas dificultades también. Si se da el caso,
Capítulo V b i s
El papel d e la fami li a
hable con los profesores si tiene alguna sospecha de que se esté presentando algún
problema. Los exámenes realizados con anticipación en el colegio pueden detectar
a tiempo alguna deficiencia en sus niveles de aprendizaje para poder tomar las
medidas correspondientes y a tiempo.
Cómo seleccionar lecturas apropiadas o adecuadas
Pasemos al tema de cómo elegir libros adecuados para nuestros hijos.
οο Lo primero es consultar con personas con experiencia en bibliotecas, con
librerías, con el profesorado. Si hay un club de papás lectores en la escuela, los
otros papás y mamás ayudarán muchísimo; si se es socio de una biblioteca
pública, con seguridad habrá conferencias de especialistas que gustosamente
brindarán su ayuda.
οο Permitir la autonomía en la elección de lecturas, aunque siempre se
puede sugerir o contrastar opiniones, es un buen camino. Por ejemplo, depen-
derá de la edad del niño, pero podemos decirle, “tenemos tanto dinero para
libros, vamos a dividirlo en dos, con la mitad, tu comprarás el libro que más
te guste, siempre que no exceda este presupuesto. Con la otra parte, yo elegiré
un libro que me agrade leer contigo. Luego leeremos juntos los dos libros y
haremos los comentarios que se nos ocurran, ¿de acuerdo?” Elegir atendiendo
a sus gustos es ayudar a leer con placer.
214 οο Contrastar libros informativos sobre un mismo tema. Sin que se trate de dar
una lección, sino con el ánimo de enseñar a investigar, a ejercer un espíritu
crítico y no quedarse con una sola opinión. Ésta fue una de mis labores
constantes con mis hijos y aunque los resultados fueron dispares en un tiempo,
a la larga ha prevalecido el ánimo de búsqueda en todos ellos.
οο En los talleres para papás que suelo dictar dentro de los programas de
Escuela para Padres de diversas instituciones, cuando hablamos de los tres
momentos de contar cuentos y de la importancia del juego y la interacción
en el cuento vespertino, suelo decirles que ello les obliga a leer el libro primero,
pues de otro modo no podrán dramatizarlo. Aún en secundaria, cuando vienen
a presumir que su hija o hijo ya se leyó los tres tomos de la serie Los juegos
del hambre, suelo preguntar, “¿y usted, ya los leyó? Porque lamento informar-
le que son libros de contenido nazi, fuertemente racistas, antiambientalistas y
propulsores de la violencia, ¿esos son sus valores familiares?”
οο Tener en cuenta las revistas infantiles y juveniles, las suscripciones, los suple-
mentos de algunos periódicos, atendiendo a criterios de calidad y teniendo en
cuenta las revistas que incitan al consumo. Aunque en ocasiones la oferta no es
mucha, especialmente en provincia (viví en Morelia muchos años y simplemente
no hay revistas para niños), es bueno buscar socios en las bibliotecas, formar
clubes en la escuela o en la sala de lectura y, entre todos, adquirir ejemplares
atrasados o suscribirse a una publicación de calidad, nacional o extranjera.
La biblioteca familiar
Es recomendable habilitar un espacio específico, se trata de la despensa del
saber y de la imaginación. Hay que considerarlo como un espacio valioso e impor-
tante. Éste debe contener una enciclopedia (que la multimedia no supla, sino
complemente); un diccionario de la lengua, de idiomas, de sinónimos y antóni-
mos; libros informativos y libros de ficción. Si es posible, cada niño deberá tener
su estantería o repisa en donde colocar sus libros y se deberá respetar su espacio
y orden, aunque lo consideremos desorden.
Algunas ideas para animar la lectura en casa
οο Leer con entusiasmo, pero dejar de contar o de leer cuando percibamos
que se empiezan a aburrir.
οο Dejar de contar o de leer antes de terminar la historia y dejarla en suspenso
215
para así despertar el deseo de que llegue la próxima sesión.
οο Cambiar la voz según los personajes, la situación, el lugar y dramatizar
la lectura.
οο Al día siguiente comentar sobre la historia o sobre algún personaje.
οο Señalar detalles de las ilustraciones, palabras, textos.
οο Recitar un pequeño poema y cantar canciones, juntos.
οο Repetir las historias que más les gustan.
οο Fomentar el hábito de leer antes de acostarse.
οο Contar un cuento y pedir que le pongan un título a la historia, o cambiar
el nombre a los personajes. También se puede hacer dibujos.
οο Contar un cuento y grabarlo. Lo podrán escuchar cuando quieran (¡pero
no dejar de contar cuentos!).
Capítulo V b i s
El papel d e la fami li a
219
Ilustración por Alberto Della Valle para El corsario negro, de Emilio Salgari, 1904.
Capítulo V I bis
El animador y la animación
Por Guillermo Murray
Según José Quintanal, “el animador docente desarrollará un papel de mediación,
como favorecedor del contacto del niño con el libro. Esta acción media-
dora potencia la actividad del lector en tres formas diferentes:
οο Provocando su derroche imaginativo y estimulando la recreación personal.
οο Organizando experiencias de lectura, tanto a nivel personal, que serán
íntimas y estarán sujetas al propio control del lector, o compartidas, en el que
la función docente desarrollará un papel fundamental en la intercomunicación
de la propia experiencia de lectura.
οο Llevando a efecto actividades lúdicas, con los textos literarios o a partir
de ellos. Estas tres funciones del animador será posible llevarlas a efecto igual-
mente desde la escuela, como institución organizada, de una forma estructural,
a partir de un currículo que, eso sí, haya considerado la comunicación escrita
no sólo como una acción didáctica, sino que supere ésta en pos de su carácter
motivante”.
§
Y me atrevo a añadir que el docente que quiera animar a la lectura deberá: 221
οο Ser un lector o lectora activa, en cualquier tipo de soportes y en diversos
ámbitos. Debe ser un buen lector. No puede trasmitirse lo que no se vive.
οο Leer según sus gustos y preferencias.
οο Acudir a lecturas que amplíen sus horizontes como lector o lectora.
οο Ser conocedor de la psicología infantil.
οο Conocer las lecturas de su alumnado.
οο Ser conocedor de la literatura infantil, autores, libros, colecciones.
οο Manejar libros sobre bibliotecas escolares y además acerca de teoría y
práctica de la animación lectora.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
§
Como objetivo general se pretende desarrollar en el niño el hábito lector,
de manera que la lectura se convierta en una actividad placentera elegida
libremente. Pero al mismo tiempo también buscamos alcanzar propósitos
concretos como:
οο Descubran el libro físicamente, iniciándose de forma paralela en el
lenguaje de la imagen.
οο Relacionen lo oral y lo escrito dando paso a la lectura como un ejercicio
posterior.
225
οο Desarrollen la capacidad de escuchar, comprender y retener.
οο Comprendan lo que dice el libro completo.
οο Desarrollen su capacidad analítica y creativa: repetir y recrear a partir
de lo contado.
οο Evolucionen de una lectura pasiva a una activa, incorporando este
aprendizaje en su vida cotidiana.
οο Logren otras formas de comunicación no estereotipadas a partir de la
recreación y la invención.
οο Reflexionen sobre los valores y actitudes que encierran los libros con
espíritu crítico.
οο Descubran la diversidad de los libros.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
1) Técnicas de impregnación
Algunas técnicas que buscan inundar el ambiente de lectura son las siguientes:
οο Promoción o creación de frases y eslóganes.
οο Distribución de separadores con información y acontecimientos, fechas
significativas, realizados por el salón o que proporcionan editoriales, librerías
y entidades.
οο Colocación de carteles pro-lectura que:
• Nos suministran las editoriales, librerías y entidades.
• Se pueden diseñar en clases y/o en talleres.
• A través de concursos y muestras.
Promoción del libro como premio y regalo de cumpleaños, Navidad, el amigo
secreto, homenajes, etcétera.
Conmemoraciones y actos en torno a la lectura y al libro: aniversarios de
autores, apertura de bibliotecas, presentaciones de libros, Día del Libro, Día
de la Biblioteca. Preparación de días especiales relacionados con la poesía o 227
el teatro, en relación con un autor (con ocasión de su fallecimiento o cente-
nario) o la organización de la semana del libro, con actividades especiales en
torno al Día del Libro. Ha tenido especial relevancia la celebración del ani-
versario de Andersen, con numerosas actividades en bibliotecas escolares
y públicas.
οο Manifiestos de entidades a favor de la lectura. Por ejemplo, los derechos
del lector.
οο Visitas a bibliotecas, librerías, imprentas, ferias del libro, museos, periódicos,
estaciones de radio, etcétera.
οο Ferias y muestras de libros en el colegio o escuela.
οο Distribución de folletos y calcomanías promocionales de la lectura.
οο Promoción de portales y direcciones en Internet relacionados con la lectura.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
230 Entonces es tiempo de contar un cuento. Por lo general les cuento uno
de alguno de mis libros, por ejemplo, Cuento de hadas, Cuentos de sirenas
o Cuentos y leyendas de los mayas para niños.
Comienzo con las palabras apropiadas. Érase una vez, hace mucho, mucho
tiempo, en un país muy lejano…
¿Me entienden? Creo que no, bueno sí: comprenden que les presto aten-
ción, que hablo y cuento, que los consiento. Y escuchan, para terminar como
es debido:
Y colorín, colorado, el cuento se ha terminado y yo no sé si les habrá gustado… pero
es muy bueno bien contado.
Cinco de mis bebés terminarán sentados en mis piernas y nos mecemos al
ritmo de un nuevo conjuro. Los he hecho en estancias infantiles, en casas cuna,
en maternal y otros.
Y, ¿qué tiene todo esto que ver con los libros y la promoción de la lectura?,
preguntarán ustedes. Pues tiene todo que ver. Dice Pierre Gamarra en su texto
El libro y el niño:
Conocemos hoy —y cada vez mejor— la importancia de las pri-
meras adquisiciones. Los pedagogos, los psicopedagogos y los medios
y los médicos nos lo dicen, lo que el niño adquiere en los prime-
ros años de su vida cuenta tanto como lo que adquirirá en el resto de
su existencia. Esas palabras, ideas y sueños que el pequeño descubre en
los primeros cuentos que oye, en los primeros poemas que cantan en sus
oídos y en sus primeras lecturas, lo acompañarán siempre. Su sensi-
bilidad quedará doblemente enriquecida o herida. Su apertura al
mundo se verá favorecida o entorpecida. Su expresión oral se verá
alimentada o mutilada. Por eso la literatura para la juventud tiene
no sólo la importancia cuantitativamente, sino también cualitativa-
mente. Constituye una parte notable de las primeras adquisiciones.
Conviene sus defectos o sus taras, y también sus poderes.
Y dice más adelante que:
…la lectura comienza antes que el aprendizaje sistemático de la
misma por muchas razones. No pueden leerse los libros si no se ha
comenzado a leer el mundo circundante… Es preciso ante todo que
el joven lector tenga un buen dominio del lenguaje y una culturiza- 231
ción previa lo más rica posible.
¿Objetivos? ¿Cuáles son los objetivos? Es posible que no se vean claramente.
No pretendo enseñar a leer, a escribir, a reconocer colores, a pintar, a saltar o
a recortar. Si me preguntan la edad para que mis bebés desempeñen tal o cual
destreza, tendré que confesar que no lo sé, sencillamente porque no me atañe…
Lo que busco, lo que me interesa, es que los niños que llegan a mí, aprendan
mucho acerca de la vida, el afecto, la seguridad y la confianza... Son esas relacio-
nes y vínculos afectivos sólidos; las palabras dichas, repetidas, contadas, bailadas
y vueltas a decir y la multiplicidad de experiencias agradables, las bases sobre las
cuales los niños construirán la lectura del universo que los rodea. Y cuanto más
rico sea este universo circundante que mis bebés leen, tanto mejor estarán pre-
parados para la lectura de los libros en el momento apropiado.Un día, todos mis
bebés lloran... Otro día, todos ríen...
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
Técnica: se entrega una copia a cada niño y se les pide que realicen las si-
guientes actividades: colorear, inventar un título o una historia que correspon-
da a la portada y al título que han creado. Se deja un tiempo (media hora) para
que realicen esta tarea. Luego se leen los títulos e historias que han escrito los
niños. Por último, se presenta el libro al que corresponde la portada y se invita a
los niños a leerlo para comentarlo en una sesión posterior. Las copias coloreadas
con las historias inventadas por los niños pueden encuadernarse formando un
libro que ocupará su lugar en la biblioteca del aula.
Cuando los niños hayan leído el libro se dedicará una sesión a comentarlo y
comparar sus historias con la historia del libro.
Tiempo: realizaremos la animación en dos sesiones de una hora.
Interés y dificultad: habrá que insistir mucho en que no es un trabajo de clase,
no va a haber calificaciones, se trata de que dejen libre su imaginación para crear una
historia. El animador intentará crear un ambiente de confianza sin rechazar
ninguna historia, valorando los aspectos positivos de todas ellas.
5) Técnicas de lectura
Ofrecemos una serie de técnicas que podemos usar para animar al alumnado
a leer textos y libros:
236 οο Preparación de un ambiente adecuado (intimidad, música ambiental,
comodidad) para una lectura libre.
οο Lecturas colectivas en sus variantes: clubes de lectura, lecturas secuenciadas,
teatro leído…
οο La hora de la lectura en la biblioteca: se organizan turnos de clases para
acudir a la biblioteca, donde libremente el alumnado elige y lee un libro
(lectura silenciosa).
οο Lecturas con entonación exagerada y con imitaciones.
οο Lectura acompañada de efectos sonoros.
οο Lectura con reparto de roles: se dividen las acciones entre los niños
(narrar, leer, repartirse los personajes, realizar descripciones, etcétera).
οο La radionovela: se hace un relato en voz alta y se graba con efectos sonoros.
Luego se escucha. Esto es muy bueno para intercambio entre grupos.
οο La visión borrosa: se les presenta a los niños y niñas un texto escrito difícil
de leer a simple vista; ellos deberán hacer todo lo posible para poder leerlo
correctamente. Así, por ejemplo, un texto es fotocopiado de derecha a izquierda,
de esta forma las letras aparecen al revés y para leerlo correctamente tendremos
que colocar un espejo enfrente, o poner el papel por el otro lado y leerlo a
contraluz. Otra forma es intercalar una frase correcta con otra escrita al revés.
οο Lectura y aprendizaje de textos hechos: trabalenguas, adivinanzas, refranes,
frases hechas, chistes, poesías, retahílas… (volveré al tema).
οο Los sabuesos: los niños deben cumplimentar un cuestionario sobre un
hecho, para lo que tienen que buscar, de forma individual o por equipos, las
respuestas en la biblioteca.
οο El argumento sin acabar: se les relata el argumento sin el final para que
lean el libro y pongan en común dicho final.
οο La gran carpeta documental: se elige un tema y en una carpeta anillada
se coloca toda la información, lo que se va consiguiendo sobre dicho tema.
οο Colecciones temáticas: se conforman colecciones sobre un tema de-
terminado con los fondos disponibles, colocándolas en un lugar destacado
y se preparan sesiones de lectura. Así, por ejemplo: colección de los piratas
o de Julio Verne.
οο Aparecen-no aparecen: se le da un listado de cosas al lector y, mientras 237
lee, tiene que observar si aparecen o no aparecen en el relato y así lo reseña
en el listado.
οο ¿Qué ocurre cuando…? Mientras lee el libro se le proponen al lector varias
cuestiones a las que tiene que responder (con consecuencias). Así, por ejemplo,
en Pinocho, ¿qué ocurre cuándo Pinocho miente?
οο Verdadero o falso: se le dan al lector unas aseveraciones que debe cotejar
con el texto que lee e indicar si son verdaderas o falsas.
οο Las incongruencias: se le pide al lector que adivine qué incongruencia
se encuentra en un texto, basado en un libro que está leyendo. Por ejemplo: en
el Pequeño Hiawatha, “y el niño piel roja encendió el motor de su canoa”.
οο El reloj de arena: se elige un libro y cada día un lector lee unos párrafos
hasta que caiga el último grano de arena de un reloj.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
6) Técnicas de post-lectura
Estas técnicas pretenden profundizar en las lecturas realizadas:
οο Registro personal de lectura: cada lector dispondrá de un registro donde
irá apuntando sus lecturas.
οο Ficha del libro: cada lector puede hacer una ficha con datos del libro
que acaba de leer.
οο Los títulos: se pide al alumnado que diga un número determinado de
títulos de libros leídos relacionados con una característica común, por ejemplo,
libros donde aparezcan personajes fantásticos o libros donde aparecen
mascotas.
οο Cuestionarios sobre aspectos de un libro leído en sus diversas posibilidades: 239
de opciones, de sí o no, de verdad o mentira, abierto, cerrado.
οο El encuentro con el autor.
οο Lecturas complementarias: el profesor le suministra al lector, o a un grupo,
un listado de lecturas complementarias a una ya realizada.
οο Adivinar el personaje: el maestro piensa en un personaje de algún cuento
o libro conocido por los niños. Ellos podrán formular todas las preguntas que
deseen hasta conseguir averiguar el personaje, pero sólo recibirán un sí o un no
como respuesta.
οο Cuentos por el final: se escoge un cuento conocido y se comienza a contarlo
por el final. Los niños, quienes estarán atentos, dirán “alto” en el momento en
que uno de ellos identifique la historia. Este último continuará la narración,
y así sucesivamente.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
4) Buzones de cartas: se dejan tres cajas (pueden ser más o menos) decoradas
convenientemente. Una será el buzón de las cartas de autores, otra de persona-
jes y la tercera de ilustradores. Cada niño después de leer un libro se pondrá en
el papel del autor, personaje o ilustrador y escribirá una carta a sus compañeros
recomendando el libro. Cuando el profesor lo considere oportuno se sacará una
carta de cada buzón y la leerá en voz alta.
La mochila viajera
Consiste en proporcionar los mejores cuentos y libros a las familias para acer-
carlas a la lectura. Suelen tener como mínimo una semana para leer los libros o
ver las películas (a veces un mes) y tienen un “libro viajero” en el que escriben
su experiencia o los libros que más les han gustado.
Rutas literarias
Son especialmente interesantes, sobre todo en secundaria. Puede hacerse una
ruta de leyendas mexicanas de misterio, por ejemplo, leyendas de Xochimilco,
si se vive en la ciudad de México; o leyendas de Morelia, en la capital del estado
de Michoacán de Ocampo.
Acudir a obras de teatro o musicales es otro modo de animación a la lectura.
Por ejemplo, La bella y la bestia o El mago de Oz. Los colegios alejados de
las grandes ciudades donde tienen lugar estas actuaciones son los que tienen
el mayor problema; lo mejor es emplear videos, aunque los ayuntamientos y
administraciones deberían fomentar la movilidad de estas actuaciones para que
muchos colegios puedan disfrutarlas.
Invitación, especialmente a los mayores, a participar como cuentacuentos o
narradores y recopilar historias y narraciones orales del entorno y de nuestros
mayores.
Dificultades
En el primer año de primaria las dificultades apenas existen, pues como
los niños todavía no leen, el libro se les presenta como un juego en el que todos
quieren participar.
En segundo y tercero de primaria las dificultades son mayores, sobre todo en las
animaciones en las que es necesaria la lectura previa del libro, con lo que en 251
principio, y debido a su carácter voluntario, sólo los que ya tienen una inclina-
ción a la lectura son los que deseen participar. Existen varias estrategias que nos
permiten ir incorporando a los alumnos menos motivados, como las siguientes:
οο Dejar que se queden y participen del juego aunque no hayan leído el libro.
Los comentarios que hacen sus compañeros sobre el libro y lo divertido del
juego que se realiza después, motivan que muchos pidan el libro para leerlo, o
se animen a leer el libro que se presentará para la siguiente animación.
οο Marchar a la biblioteca con los alumnos que han leído el libro dejando a
cargo de su profesor a los que no lo han leído.
οο Es más ameno realizar el comentario de un libro y el juego de animación
que una clase normal. Esta reflexión también hace que los alumnos se decidan a
leer el libro en la siguiente sesión.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
De todas formas siempre quedan algunos alumnos a los que resulta muy
difícil motivar y será a través de un seguimiento más individual sobre sus gustos
lectores y analizando las dificultades que pueden tener en la lectura, como con-
seguiremos que paulatinamente vayan tomando gusto a la lectura.
Errores
οο Confundir la animación con actividades en torno al libro.
οο Utilizar fragmentos de obras para realizar las animaciones.
οο Transformar la animación en una clase más.
οο Pedir a los niños que realicen un trabajo sobre ese libro.
οο Que la animación se convierta en agitación.
οο Obligar a los niños a participar en la animación. La animación debe ser
voluntaria.
οο Elegir los libros en función sólo de nuestros gustos o desde el punto de
vista estético o literario. El libro debe elegirse en función de los intereses y el
gusto del niño.
¿Cómo trabajar los trabalenguas?
Podemos presentar trabalenguas conocidos y hacer que los niños se fijen en
la dificultad que presentan: repetición de un sonido o grupo de sonidos; gru-
252 pos consonánticos; palabras largas o palabras inventadas. Pedir que se recopi-
len trabalenguas preguntando en casa, buscando en libros. Recitarlos en
clase tratando de aumentar la velocidad. Se puede hacer concursos, escribirlos
e ilustrarlos.
Los objetivos son la retención lingüística, la memoria de las palabras, la adqui-
sición de nuevos vocablos, la buena pronunciación y la articulación de las voces
(silabeo). Los niños realizarán sus propios trabalenguas y podemos partir de:
• Un sonido (c, g, rr, p, ll, b).
• Una palabra. Se inventan palabras, se convierten nombres en verbos, aña-
dimos sufijos y prefijos.
Todo esto se hará primero en forma oral, viendo las dificultades y superándolas;
luego por escrito. Si elegimos trabajar sobre un sonido, los niños irán diciendo
palabras que tengan ese sonido y se escribirán en el pizarrón, facilitando así
el poder elegir las que quieran para realizar el trabalenguas.
Al igual que con las adivinanzas, se puede realizar un libro con los trabalen-
guas inventados por los niños. Se puede trabajar con trabalenguas a partir de
segundo de primaria, ocasionalmente desde primero. Si organizamos concursos,
debe haber categorías, como: primaria baja, primaria intermedia y primaria alta.
Asimismo, el concurso (llamado “la guerra de los trabalenguas”, por ejemplo)
deberá considerar, al recitarlo:
οο Velocidad para decir un trabalenguas.
οο Extensión del mismo (número de palabras o de párrafos).
οο Correcta pronunciación.
οο Porcentaje de errores: una palabra por otra, una letra por otra, etcétera.
οο Decirlo en la secuencia correcta.
Al escribir el trabalenguas se deberá considerar:
οο Originalidad.
οο Uso de las letras adecuadas.
οο Extensión y lógica secuencial.
253
οο Poesía del lenguaje.
El concurso puede ser complementado con ilustraciones (con sus respecti-
vos ganadores) y ejercicios de memoria inmediata: se proyecta un trabalenguas
y el concursante lo leerá en voz alta, luego le dará la espalda y sin ver, repetirá el
trabalenguas. O bien, el autor recitará el trabalenguas y el otro concursante lo
repetirá del mejor modo que le sea posible.
La ceremonia de premiación se realizará con toda solemnidad, invitando a
los representantes de la asociación de padres de familia, maestros, directivos,
una figura pública, representantes de la Secretaría de Educación (supervisora
de zona escolar o jefa del sector), etcétera.2
2 Ver los libros de Guillermo Murray Pablito clavó un clavito, Tres tristes tigres y Rápido
ruedan las ruedas (todos ellos en Selector) y Trabalengüísimo en este sello editorial.
Capítulo V I b i s
El an imad o r y la an ima c i ón
La guerra de trabalenguas
En mi empresa, llamada Libros de Guillermo Murray, desarrollamos esta acti-
vidad con un ejemplar del libro de trabalenguas por cada dos o tres alumnos y
realizamos las siguientes rondas:
οο Primera: los alumnos escriben un trabalenguas original.
οο Segunda: repiten un trabalenguas que hayan aprendido.
οο Tercera: se proyecta un trabalenguas (con un proyector u otra forma) y
los alumnos tendrán una oportunidad de verlo para memorizarlo y después
repetirlo sin leerlo.
οο Cuarta: Guillermo Murray les recita un trabalenguas que tendrán que
repetir lo más certeramente posible.
La escuela se divide en tres partes: primaria baja (primero y segundo); prima-
ria media (tercero y cuarto) y primaria alta (quinto y sexto), para realizar las
rondas en cada una e ir seleccionando a los ganadores.
Lo organizamos así:
οο Reciben la visita del cuentacuentos para explicar la dinámica de las rondas de
la guerra de trabalenguas y él o ella les ayudará a resolver todas las dudas para el
concurso. Motivará a los alumnos y hará entrega de los libros (ese día se realiza
el pago de los mismos).
254 οο Ya que exista una fecha para la realización de la guerra de trabalenguas (aproxi-
madamente 10 días después, para que estén preparados) nos presentaremos junto
con el escritor Guillermo Murray para hacer el concurso y la premiación, con
presencia de invitados especiales por parte de la escuela: padres de familia,
supervisor del área escolar, maestros invitados.
256
οο Se pueden agrupar por temas (meteorología, agrícolas, morales, etcétera).
Los niños se organizan en equipos y cada equipo elige un tema.
οο También resulta interesante escribir una historia que contenga como sen-
tencia un refrán.4
3 Las adivinanzas se pueden tomar de un libro, pero en ese caso se trata de una animación a
posteriori. Ver el libro de Guillermo Murray Adivinanzas tradicionales en este sello editorial.
4 Ver el libro de Guillermo Murray Refranero en este sello editorial.
colectiva, todos los niños van dando su opinión. Se empieza pidiendo a un niño
que diga el nombre de un animal y se escribe en el pizarrón. Después se pide
a un segundo niño el nombre de otro. Con los dos nombres mezclados crea-
mos un ser fantástico que trataremos de definir ¿Cómo se llama? ¿Qué come?
¿Dónde vive? ¿Qué costumbres tiene? ¿Cómo se comporta en cada estación del año?
A partir de cuarto año, una vez trabajada esta técnica oralmente, se puede
pedir que cada niño cree su propio ser fantástico, luego encuadernaremos en un
libro todos los que realicen, incluyendo dibujos o recortes montados. Es posible
trabajar esta técnica a partir de segundo año.5
Colecciones de palabras
Una buena forma de trabajar el vocabulario es coleccionando palabras. Para ello
podemos utilizar cajas de cartón o plástico dónde iremos introduciendo, escri-
tas en una cartulina, las palabras nuevas que vamos trabajando en clase o que
descubren los niños en la lectura de libros.
En cada cartulina se escribirá la palabra, su significado y una frase en la que
se utilice la palabra. Si la palabra se encontró en un libro de lectura, puede in-
dicarse por detrás el título del libro. Cada caja puede corresponder a una letra.
Cuando el número de palabras lo permita, se puede sacar de dos o tres cajas una
palabra al azar y construir con ellas frases o historias.
257
Si queremos que la colección de palabras sirva como juego y nos ayude a intro-
ducir a los niños en el lenguaje poético, podemos utilizar cajas de colores y que
cada niño introduzca en ellas palabras que puedan relacionar de algún modo con
ese color. También podemos coleccionar las palabras clasificándolas en cate-
gorías gramaticales: una caja de sustantivos, otra de adjetivos, otra de verbos...
Como siempre se recomienda trabajar primero a nivel oral antes de pasar a
realizar ejercicios escritos.6
Fichas de lectura
Para que no resulte una carga para los niños, convirtiéndose en motivo de
alejamiento en lugar de acercamiento a los libros, deben cumplirse algunas
condiciones:
οο Serán lo más sencillas posibles.
οο Tendrán carácter voluntario.
οο Su objetivo será orientar a futuros lectores de ese libro, no evaluar a quien
ha realizado la lectura.
οο Algunos apartados que puede incluir una ficha de lectura son:
• Título
• Autor
• Editorial
• Número de páginas
• Clasificación personal del libro (con dibujos previamente acordados)
• Descripción de un personaje
• Vocabulario, palabras nuevas
258 • Nivel de lectura: alto, medio, bajo
• Apartado libre
No es recomendable realizar fichas antes de quinto año y el carácter de esta
actividad debe ser siempre voluntario. Pero es conveniente que se explique
para qué sirven las fichas. Cuando lo hago, y generalmente lo hago en se-
cundaria, les comento que durante una época de mi vida fui un ávido lector,
al punto que me leía un libro cada día. En ese tiempo viví en España en una casa
centenaria, de piedra, en medio del campo castellano, la cual era sumamente
económica; como me dedicaba sólo a leer, pues ya se imaginarán de qué tamaño
llegó a ser mi biblioteca. Fue en ese momento cuando decidí organizar mis lec-
turas, debí leer al menos un libro “clásico” de las letras españolas cada semana,
un libro de un galardonado con el premio Nobel de Literatura cada semana y,
por supuesto, mi pasión, un libro de ciencia ficción.
El cúmulo de lecturas era tan enorme que la única solución fue activar una
memoria externa, pero en ese tiempo no había computadoras ni lectoras de
mentes, así que recurrí a las fichas. Lo interesante fue que cuando regresé a
México no tuve que trabajar durante un año porque transcribía mis fichas
a una sección de El Universal; a La Cultura, el suplemento que dirigía Paco Ignacio
Taibo y a una columna llamada Morral de Libros. Recomendé de todo, desde
Camilo José Cela (español y Nobel) hasta novelitas de ficción que han pasado
al olvido.
Encuentros con autores
Siempre resulta atractivo y motivador para los niños conocer a los autores
de los libros que leen. La mayoría de las editoriales ofrecen en sus centros este
tipo de encuentros. La tarea del animador o del profesor consistirá en elegir el
libro y el autor más adecuados.
259
Ex libris de Edgar Rice Burroughs, creador de Tarzán, diseñado por Studley
Burroughs en 1922.
Capítulo V I I bis
Narración oral
Por Guillermo Murray
Cuentacuentos
Si bien en las bibliotecas públicas la hora del cuento es ya una institución, des-
graciadamente esto se está perdiendo en la primaria, por no hablar de la pérdida
de los “rincones” o espacios de lectura dentro del aula. Sin embargo, en algunas
262 escuelas europeas las narraciones orales, así como las lecturas de libros y álbu-
mes ilustrados son una parte esencial e imprescindible de las actividades edu-
cativas diarias (esto también está implantado en España con los planes lectores
de centro). Además, en muchas bibliotecas escolares de España es común la
hora del cuento, por lo menos una vez a la semana, e incluso a veces en todos
los “recreos de lluvia”.
También son interesantes los “maratones de cuentos” o la recopilación de
cuentos de la zona para que los cuenten los alumnos mayores del colegio o se
escriban en un libro. La hora del cuento o las sesiones de cuentos en el aula y en
la biblioteca son los mejores modos de animación a la lectura en los primeros
años. El placer de escuchar llevará a nuestro alumnado probablemente al placer
de leer.
La narración oral
Afirma Francisco Garzón Céspedes:
...la narración oral es un acto de comunicación, donde el ser
humano, al narrar de viva voz y con todo su cuerpo, con el público y
no para el público, inicia un proceso de interacción en el cual emite
un mensaje y recibe respuesta, por lo que no sólo informa sino
que comunica, pues influye y es influido de inmediato en el instante
mismo de narrar, para que el cuento crezca con todos y de todos,
entre todos. La narración oral es un acto de imaginación, que no
refleja sino que recrea la realidad. Y reinventado la realidad asume
el ayer, reafirma el hoy, y predice el mañana, para ser camino del
tiempo, camino del futuro. La narración oral es un acto de sabiduría,
que renueva el conocimiento milenario que vibra en cada cuento.
La narración oral es un acto de transparencia, que trasluce como el
cristal desde la propia personalidad del narrador, la personalidad
del cuento y de todos los personajes de cada cuento. La narra-
ción oral es un acto de belleza, donde el ser humano, al narrar de
viva voz y con todo su cuerpo, resulta capaz de divertir y enseñar,
de emocionar y analizar, de cuestionar y de afirmar, de debatir y de
comprometer.
El narrador oral deberá entrenar tres aspectos: su voz, su lenguaje corporal y 263
su memoria.
La voz
Si bien se pueden dedicar varios tomos al entrenamiento de la voz y sus múlti-
ples aspectos, voy a mencionar qué es lo que debemos cuidar primordialmente
cuando vamos a contar cuentos. Hay talleres y clínicas de manejo de voz,
los cuales son impartidos por actores, locutores, cantantes, foniatras, maestros
de primaria ya capacitados, entre muchos más.
Los aspectos básicos son: respiración, afinación, postura y proyección, con
estos elementos de expresión encontramos una tonalidad adecuada para diri-
girnos al público meta. Todos ellos están relacionados con la técnica vocal y
la expresión. Durante la emisión de la voz se manejan cualidades como son el
volumen, la modulación del aire, los matices, el brillo y la coordinación de la
salida del aire.
Capítulo V I I b i s
Narració n o ral
Emplea la consonante “p”, úsala con “pa”, “pe”, “pi”, “po” y “pu”, comienza en
voz baja y sube el volumen, súbelo hasta que llegue a ser un estallido. Deletrea,
silabea y vocaliza trabalenguas que tengan la letra “r”, por ejemplo: “rápido
ruedan las ruedas del ferrocarril”. Deletrea, silabea y vocaliza trabalenguas que
tengan las letras “s”, “c” y “z” (si no eres castellano pronuncia estas letras como
si fueran “s”, pero con claridad).
7. Silabeo es la pronunciación lenta y pausada de las palabras, de forma que
se distingan sus sílabas. Por ejemplo, en lugar de decir “murciélago”, pronuncia-
mos “mur-cié-la-go”. Primero lo hacemos con un grupo de palabras, en especial
con aquellas que detectamos que suelen causarnos problemas al hablar coti-
dianamente para ello podemos pedir ayuda, que otros nos escuchen y señalen
los defectos lingüísticos que cometemos a menudo. Luego pasamos a la lectura
silabeada de oraciones o párrafos.
8. La articulación de la voz humana en el proceso del habla es la correcta pro-
nunciación de las palabras y de los silencios o pausas que existen entre ellas. No se
refiere solamente a los signos de puntuación, a los cuales incluye (pausas breves
en las comas, pausas más largas en los puntos y aparte, etcétera), sino a los espa-
cios o silencios que existen entre una palabra y otra. La articulación es el proceso
del habla por medio del cual se obtienen los diferentes fonemas.
Para aprender a articular, lee en voz alta y marca insistentemente los espacios
268 entre palabras y haz énfasis en las pausas dadas por los signos de puntuación. Con
ayuda de alguien detecta cuáles son las palabras que tiendes a deformar o a unir
en un solo vocablo y practica separarlas.
9. Pronunciación, inflexión, timbre y acento. En este apartado vamos a dar un
paso más, para pasar del mundo de los aficionados al profesional.
Existen muchos idiomas en el mundo y cada uno de ellos se pronuncia de un
modo distinto; el hablante adquiere la lengua materna hacia los tres años de
edad y, a partir de allí, pronunciará de un modo específico, aunque hable otra
lengua. Esto es notorio en las personas que siendo nativas de Estados Unidos
o de Francia al hablar el castellano, aunque lo articulen con claridad, tendrán
un dejo o acento específico.
En la obra teatral Pigmalión de George Bernard Shaw (basada en el mito
griego relatado por Ovidio, en el cual Pigmalión se enamora de una estatua que
él mismo creó)2 un profesor de fonética, Henry Higgins, transcribe la dicción de
las personas y determina su origen con sólo oírlas. Y nos queda claro que incluso
en la lengua castellana podemos identificar estilos muy distintos de pronunciar,
pues hay un habla argentina, andaluza, gallega, castellana, mexicana y más.
El cambio de tono de la voz que da un carácter particular a la entonación se
llama inflexión, por ejemplo, “con una inflexión de súplica le pidió permiso a
su padre para salir”.
Cuando un actor, oen este caso en especial, un narrador oral se prepara,
debe “construir” a sus personajes; cada uno de éstos tendrá un tono de voz,
un ritmo en el habla, un acento y un carácter determinado. Pero no son mo-
nolíticos, hay entonaciones e inflexiones, es decir, intenciones en su discurso.
Es aquí donde entramos en el terreno de la polisemia, la interpretación y el
arte. Los matices, las ironías, los guiños verbales al escucha, son formas de co-
municar que se entrelazan con la poética, donde pueden coexistir diversos niveles
de significado en una misma frase u oración, todo dependerá de cómo se diga.
Pongamos un ejemplo y practiquémoslo. Veamos cuántas, casi infinitas
maneras hay de emitir una misma sentencia:
¿Cómo amaneciste? (Tipo saludo, “hola, ¿cómo amaneciste?).
¡Cómo, amaneciste! (Con ira).
¿Cómo amaneciste? (Seducción, luego de una noche de placer, invitación). 269
¿Cómo amaneciste? (Con indiferencia, carente de todo significado).
¿Cómo amaneciste, vieja? (Saludo).
¿Cómo amaneciste vieja? (Lamento, afirma un estado inevitable: vejez).
¿Cómo amaneciste? Vieja. (Ironía, pesimismo: ¡ay, cómo es que amaneciste
tan vieja!).
10. El tono de la voz (agudo o grave) es la altura o elevación de la voz que resulta
del número de veces que vibran nuestras cuerdas vocales. Cuantas más
vibraciones (mayor frecuencia), más aguda es la voz y más alto el tono; por el
contrario, cuantas menos vibraciones (menor frecuencia), más grave es la voz
y más bajo el tono. De esta manera, el tono permite clasificar el sonido en más
agudo o más grave.
2 La cual diera lugar a la película musical My Fair Lady (Mi bella dama, 1964).
Capítulo V I I b i s
Narració n o ral
lo que, si existen dudas sobre ello, recomendamos preguntar acerca de los ejer-
cicios y su ejecución. El secreto está en ser insistentes y dedicar el mayor tiempo
posible a practicar estos ejercicios previos antes de ejecutar el canto, la actuación
o el arte de narrar en voz alta.
§
En síntesis: un cuentacuentos o narrador oral tiene la palabra hablada como
uno de sus mayores recursos, en mucho se parecen hablar y cantar, por lo que
el estudio de la declamación, la oratoria, la recitación y el canto ayudarán a su
formación, bien sea en lo concerniente a los ejercicios preparatorios o, como
es el caso de muchos colegas, en la combinación artística de canto y cuento. El
narrador oral es un poeta en voz alta.
La expresión corporal
Pasemos al segundo recurso en importancia del narrador oral. Digo que viene a
continuación porque he trabajado con actrices y actores con limitaciones físicas
que narraban de un modo estupendo y suplían su carencia con entonaciones,
imágenes poéticas y malabarismos verbales que envolvían a sus audiencias en
mundos imaginarios con un pacto de ficción inigualable.
Nuestro cuerpo habla, porque no es sólo cuerpo, sino que es un sistema psi-
cofísico. En todo momento nuestro mundo interno está presente y con cada
272 gesto se expresa. Para que esa comunicación no verbal sea rica y significativa,
debemos tener un discurso. Como todo lenguaje, el discurso corporal debe con-
tener frases que a su vez estarán formadas por palabras corporales (psicofísicas).
Se puede concretar que el cuerpo y sus diferentes partes que lo componen son
lo que hace posible el movimiento y por lo tanto la expresión. Las articulaciones
que conforman y unen nuestras partes corporales cumplen un papel funda-
mental a la hora de realizar un movimiento; como manera de expresión, porque
las articulaciones son las que le dan flexibilidad al cuerpo.
La expresión corporal es la forma más antigua de comunicación entre las
personas, incluso anterior al lenguaje escrito y hablado. Es el medio para ex-
presar sensaciones, sentimientos, emociones y pensamientos. De esta forma, el
cuerpo se convierte en un instrumento irreemplazable de expresión humana
que permite ponerse en contacto con el medio y con los demás. La expresión
corporal, como expresión artística, se basa en la forma en que se interpretan
emociones por medio de nuestros movimientos, se caracteriza por la disciplina
que lleva a expresar emociones.
El propósito principal es sentir libertad en la ejecución de cada movimien-
to artístico, con base en los sentimientos que se quiere expresar se utiliza la
creatividad para inventar formas y movimientos. En teatro podemos pensar en
actuaciones basadas exclusivamente en gestos y movimientos, conocidos como
pantomima, no así en la narración oral, donde el texto desempeña un papel
preponderante.
El ser humano se ha expresado a través del movimiento y la danza desde su
aparición en la Tierra, y de esta manera ha manifestado alegrías, tristezas, emo-
ciones, rogativas y agradecimientos. Así, nos llegan desde tiempos inmemoriales
sus artes y sus costumbres, su forma de vida y hasta parte de su historia. La
danza no es ajena a este fenómeno. La expresión corporal se basa en el ritmo,
la forma de los movimientos, el empleo del espacio y el tiempo, la energía de las
acciones.
La expresión corporal del narrador escénico se basa en la mímica, los gestos
simbólicos, elementos del canto y de la palabra. En el trabajo de la narración
oral el lenguaje corporal adquiere la función de “lenguaje”, la búsqueda de
un “vocabulario” propio de movimientos que, organizados en una unidad signi-
ficativa de forma y contenido, permitan transmitir, al igual que otros lenguajes
artísticos, ideas, emociones y sensaciones personales y subjetivas, posibles de ser 273
objetivadas en una elaboración externa al individuo.
Cuando hablamos con alguien, sólo una pequeña parte de la información que
obtenemos de esa persona procede de sus palabras. Los investigadores han esti-
mado que entre 60 y 70 por ciento de lo que comunicamos lo hacemos median-
te el lenguaje no verbal; es decir, gestos, apariencia, postura, mirada y expresión.
Si analizamos el lenguaje corporal cotidiano nos encontramos con varios tipos
de gestos:
οο Emblemas o gestos simbólicos por los que nosotros interpretamos que a una
acción o un gesto le corresponde un significado. Hay emblemas específicos de
cada cultura, pero también hay emblemas universales. Empleamos los
emblemas como recurso escénico para identificar más fácilmente a un perso-
naje, en ocasiones planteo realizar emblemas casi caricaturescos.
Capítulo V I I b i s
Narració n o ral
del personaje, para regresar al tema del aspecto físico del personaje y su caracteri-
zación, sólo así se comprenderá cómo empleamos el cuerpo en la narración oral.
La memoria
Para nuestro propósito vamos a distinguir dos tipos de memoria: la memoria
emotiva y la memoria cognitiva.
De la memoria cognitiva me ocuparé en el apartado acerca de cómo trans-
formar el texto escrito en una narración oral, en síntesis: es lo que comúnmente
conocemos como la capacidad del alma humana de retener experiencias, en
este caso, las palabras de un escrito. Aunque luego veremos que sólo retendre-
mos el hilo conductor y los aspectos esenciales, estructurales, de la historia por
contar; a la que le prestaremos nuestro cuerpo y palabras. No se trata de una
representación teatral, sino de una creación novedosa. En nuestro caso, con
el objetivo o propósito de permitir a los niños más pequeños interesarse e
incluso apasionarse por lo que está escrito, pues anhelarán leer la historia que
les hemos contado.
De la memoria emotiva me ocuparé en el apartado de cómo se realiza la
creación de un personaje en el proceso de montar un cuento escénicamente, en
síntesis: la memoria emotiva es una técnica introspectiva donde el actor se re-
pliega a su interioridad para encontrar el estado emocional necesario para la
276 escena o el personaje que está creando. En nuestro caso, no para interpretar
histriónicamente un papel dramático, sino para darle cuerpo y verosimilitud
al personaje narrado, hacerlo creíble, por más fantástico que sea. La memoria
emotiva está compuesta por momentos que la memoria registra, buenos o
malos, felices o tristes; constituida por emociones que han quedado guardadas
en el inconsciente del cerebro.
Baste señalar, por ahora, que de ninguna manera el actor o el narrador oral
deben ir directamente hacia el recuerdo trágico o alegre, sino que debe “rodear”
el recuerdo: ¿qué olores había en esa situación?, ¿qué sonidos se escuchaban?,
¿qué objetos se podían divisar?, es decir, evocar la memoria afectiva mediante
la memoria de los sentidos. Es indiscutible que cuando uno huele un perfume
que le recuerda a alguien, surge el recuerdo de esa persona, aquí el perfume fun-
cionaría como estímulo para la evocación, lo mismo ocurre con ciertos objetos
o texturas que nos transportan hacia un momento vivido. Esta evocación no se
traduce rápidamente en acción, o mejor dicho, no se traduce inmediatamente
al cuerpo. Surge de la mente, de la memoria y no del cuerpo, de las profundi-
dades del ser. Por lo que el trabajo consiste en darle corporeidad, sentimiento,
credibilidad a ese recuerdo. Es el motor que pone en marcha la construcción de
la escena o del personaje, pero no debemos confundirlo con catarsis, porque
aquí el objetivo es estético y no psicoanalítico o psicodramático.
contar la relación entre una abuela y su nieta, podemos querer hablar de los
peligros que entraña dejarse llevar por un desconocido, podemos destacar la
valentía o las peripecias de una niña valiente y aventurera. Estos objetivos son
muy válidos y conforman parte de la polisemia, es decir, del arte.
Del texto escrito al oral
Lo primero que tenemos que hallar es el hilo conductor, para ello debemos re-
tirar historias paralelas, descripciones excesivas, simplificar la historia al máxi-
mo. Una vez que tenemos el hilo conductor, el cual suele componerse de:
1) El o los personajes protagónicos
2) El ambiente (época y lugar en donde los acontecimientos suceden)
3) El conflicto central
4) El desarrollo de la trama
5) El clímax
6) El desenlace
Pasemos a analizar cuál es el conflicto. A continuación, nos preguntamos,
¿cuál es el clímax? El clímax es el punto donde el conflicto llega a su máximo
apogeo, es el objetivo en la trama. El clímax está siempre muy cercano (en
orden de sucesos) a la resolución. Con estos dos puntos esclarecidos: conflicto y
clímax, nos adentramos en el orden de sucesos.
278
Proceso de montaje
Una vez que obtuvimos la secuencia del hilo conductor y hemos analizado cada
una de sus partes, procedemos a la construcción del personaje. En cierto modo,
cada cuento, fragmento de novela o leyenda que montamos escénicamente es
un personaje. Tiene su propia personalidad, un origen, un país que lo vio nacer, una
época (tanto literal como literaria), un género al que pertenece, un estilo propio.
El respeto al creador original es importante, pero el trabajo de re-creación, en el
sentido de divertir enseñando y volver a crear la historia, lo es más para nuestro
trabajo. Porque no somos pericos repetidores, sino artistas.
Lo primero que tenemos que fijar es el principio y el final, lo que suele ser lo más
trabajoso. Podemos alejarnos del texto y encontrar nuestras propias palabras,
sin embargo, las primeras y últimas palabras de un cuento debemos tenerlas tan
claras como el agua ya que suponen la mitad del éxito del cuento. En el caso del 281
principio supone nuestro punto de arranque, el detonador de enfoque, por eso
siempre los cuentos de tradición oral comienzan con “había una vez”, “ocurrió
en un lugar muy lejano”, “hace mucho, mucho tiempo…” Si no llamamos la
atención y despertamos el interés de nuestros escuchas, estamos perdidos. De allí,
también, la importancia de los juegos de caldeamiento que luego expondré.
Lo mismo sucede con el final, un cuento maravilloso puede quedar en el
olvido si el final no es claro o deja lugar a dudas, o si queda abierto —sin ser
nuestra intención— la mente entonces lo deja escapar y no habremos conseguido
casi nada después de todo nuestro esfuerzo, de ahí que los cuentos tradicionales
terminen siempre con las fórmulas “colorín colorado”, “vivieron felices y comie-
ron perdices” o cualquier otro final de similares características, dando al oyente
la fiel sensación de que esto se ha terminado, cerrando el círculo que abrimos al
comenzar la historia.
Capítulo V I I b i s
Narració n o ral
9. Corrige.
Momentos de la narración
1. Caldeamiento
2. Auto-presentación
3. Presentación del material
4. Reglas y consignas
5. Momentos dramáticos
6. Fin
Para facilitarnos el trabajo, proponemos un esquema a seguir; así como en todo
lo dicho anteriormente, desde el cómo armar un cuento, cómo representarlo,
cómo alcanzar alguno de los objetivos propuestos; vale la pena recalcar, nueva-
mente, que cada persona lo hará a su manera. Es simplemente una guía que nos
ha dado excelentes resultados, pero no quiero decir en ningún momento que
éste es el método infalible que conduce a la verdad o que no hay otros senderos.
La única ventaja de las recetas ya probadas es que nos permiten aprender a
cocinar, ensayándolas. Luego cada chef hará lo suyo.
Caldeamiento o warming-up es un término tomado del psicodrama de Jacobo
Moreno cuyo propósito es que el actor mantenga los ojos del público fijos en él.
Las formas de conseguirlo son extremadamente personales. Mi amiga y colabo-
radora Luz Martínez juega con lo siguiente: tras saludar a los pequeños, les pre-
gunta si trajeron las tres cosas que les pidió la maestra el día de ayer. Luego del
286 asombro (incluso de la maestra), les dice “¿No trajeron sus ojos inteligentes?,
¿sus oídos atentos?, ¿ni su sonrisa elegante?” Beatriz menciona en su escrito una
canción que le sirve como abracadabra. Por mi parte, suelo jugar al cuento del
burrito que estaba contento y también al cuento del gato, con los pies de trapo
y los ojos al revés. En fin, es infinito, cada persona sabe cómo hacerlo o puede
aprenderlo en algunos talleres.
Ya que tenemos la atención de los pequeños, nos presentamos. Nuevamente,
puede ser en forma solemne o muy alocada. Acto seguido, les decimos para
qué estamos allí y presentamos el material. En este caso, el libro del que vamos
a contar algún cuento o leyenda, el autor (que soy yo, Guillermo Murray)
y alguna anécdota relativa a mi persona y labor; el título del libro, la editorial
y lo que ese día venga a cuento. Es de vital importancia dar con claridad las
reglas y consignas de la actividad, lo que se puede y lo que no se puede hacer.
Por ejemplo, puede quedar prohibido levantarse del asiento, o no, dependerá
del cuento y del narrador. Como empresa, les explicamos que al día siguiente
el escritor irá a firmar sus libros, que sólo firmará sus libros, que sólo vendrá
un único día, que pueden tomarse fotos. Les damos el precio de los libros y les
decimos que pueden invitar a sus papás a la conferencia que se impartirá al
día siguiente. Entregamos volantes y separadores de obsequio.
La narración comenzará con las palabras mágicas introductorias. Nueva-
mente dependerá del cuento y del narrador la forma en la que dé inicio. Lo
verdaderamente importante es que, para entonces, la expectativa del cuento sea
altísima y todos a uno escuchen con atención.
Hay ocasiones, cuando la actividad se realiza correctamente, que se tiene la
sensación que nadie respira, no se escucha ni el zumbar de una mosca. Claro
que aquello se rompe en el momento de la carcajada, pues buscamos, siempre,
el humor y la participación activa en la historia contada.
Por último, tras el silencio que suele sobrevenir al terminar de contar vienen
los aplausos, las gracias de ambas partes por haber contado un cuento y porque
hayan escuchado con tanta atención, y el modo en el que han de salir del
recinto (si viene al caso). Suelo despedirme dándole la mano a cada uno de los
participantes.
§
De interés
Francisco Garzón Céspedes, creador y fundador del concepto narración oral
287
escénica y de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica
(CIINOE): ciinoe@hotmail.com
Red Internacional de Cuentacuentos (RIC): red@cuentacuentos.eu y
www.cuentacuentos.eu
Foro Internacional de Narración Oral (FINO): teléfono 56 11 92 79,
cuentos2000@yahoo.com
Río Abierto: talleres de manejo del cuerpo, imparte Moisés Mendelewicz,
búscalo en Facebook, Río Abierto, teléfono: 55 43 30 57, fax: 55 36 08 91,
rioamex@rioabierto.org, difusionrioabierto@gmail.com
Marcela Romero García: talleres de manejo de voz y oratoria, búscala en
Facebook.
Cuenteros y Cuentistas, www.cuenterosycuentistas.blogspot.mx. Florina
Piña, directora; Abril Olivares, promoción y difusión; Carolina Velázquez, re-
laciones públicas; teléfono: 55 59 40 81 13. cuenterosycuentistas@gmail.com
Ilustración de Maurice Leloir para Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas,
1894.
Capítulo V I I I bis
La motivación y la promoción
de la lectura
Por Guillermo Murray
Un niño cruza una valla o un cerco por el atractivo o el interés de lo que hay
dentro; se atreve a pasar un túnel por el paisaje y la luz que irradia desde el otro
lado de la galería. Pero nosotros nos proponemos enseñarle a leer y a escribir
sin importarnos si tiene o no tiene interés en ello. De ahí que la mayor impor-
tancia la tiene este aspecto, el mostrarle el sentido y la finalidad, si es que
nos atrevemos a repetir sin ruborizarnos, que el centro y el protagonismo
de todo el proceso educativo es el niño.
No podemos pretender que éste aprenda algo que para él no tiene sentido
ni interés. Por eso, previamente al proceso de alfabetización, el niño ha tenido que
comprender, intuir y ser atraído hacia la lectura. De ahí que la mejor manera
de iniciarlo y dar el primer paso en esta conquista es el poder de fascinación y
atracción que la palabra escrita puede tener para él antes del proceso de alfabe-
tización. Por ello hay que poner el énfasis en la motivación. Ello se consigue
propiciando experiencias en las que despertemos el interés por la lectura y el
libro, para entender la prodigalidad que encierra la escritura de la palabra.
Seamos lo suficientemente dedicados para presentar al niño esa luz y ese 289
paisaje que hay al otro lado de la cortina, a fin de que él con sus propios medios
descubra y conduzca su propio proceso de aprendizaje, asistido por el maestro.
Para que la lectura se produzca de manera natural hace falta encender
los motores, la energía del propio niño y no jalarlo desde adelante ni empujarlo
desde atrás, sino ir al lado suyo o instalarse dentro de él.
La motivación, como etapa fundamental del proceso de adquisición de la lectura,
no ha sido tomada como importante, ni en serio, porque hasta ahora predomina la
concepción educativa conductista, que es la dominante en la mayoría de países,
la cual solamente reconoce conductas observables, medibles y evaluables. El
conductismo se basa y toma en cuenta las relaciones entre variables de estímulo y
de respuesta sin presuponer construcciones internas explicativas. El campo de la
motivación, tal como lo venimos considerando, entra en los factores que dicha
concepción no acepta y recusa, por considerarla vestigio del mentalismo.
Capítulo V I I I b i s
La mo tiva ción y la promo c i ón de la le c tura
Y esta manera de concebir la vida afecta más a la educación inicial que abarca
la edad en donde se vivencia lo esencial, entre otros aspectos, motivar. Lo esencial
en lectura es el asombro, el placer, la creatividad y estos contenidos deben descu-
brirse y vivirse más que tratar de demostrarse, y menos de aprenderse.
La etapa clave para cimentar en el niño un magnífico comportamiento lector
es entre los tres a los cinco años. Es en esta etapa cuando sus vivencias en torno
a la lectura son elementos definitorios para su posterior aprehensión de este
poder ser, estar, hacer y conocer; saberes que reúne y sintetiza la lectura.
Ante ello, el método es lo que menos importa cuando se ha despertado un
verdadero interés por leer en el niño, cuando éste ha descubierto los universos
fantásticos que hay escondidos debajo o detrás de las letras. El querrá, entonces,
desentrañarlo y querrá hacerlo con sus propios medios. Un niño con una
inteligencia normal puede aprender a leer con cualquier método, si es que está
suficientemente motivado para ello.
Encender al niño de entusiasmo, ése es el gran problema de la educación.
Encontrar la cerilla y la combustión con las cuales él se encienda y entonces
sea impulsado con sus propios motores, como una nave que sube al espacio in-
terestelar, ¡ese es el quid del asunto! Al motivar la lectura hay que “hacer arder
—como decía Apollinaire— los fuegos de la alegría”.
Los maestros casi siempre presionamos desde dentro y terminamos arro-
290 jándolos hacia fuera; o con sogas intentamos jalarlos; o con dardos y piedras
intentamos que el niño camine hacia delante; o con conminaciones para que
vaya por donde nosotros no fuimos capaces de ir, con el castigo de la nota y
frecuentemente con la falsa palabra dulce que intenta premiar.
Cuando nosotros les acercamos o aproximamos convenientemente a la
lectura es como si dejáramos que una voz interior sea la encargada de guiar al
niño por esas travesías imaginarias extensas y elevadas en las cuales va buscando
el camino de su propia realización. Las “situaciones de educación” con los niños
tienen que ser explosivas, de aguda imaginación, de suma gracia.
Desde el principio se trata de aprender a “leer de veras”, es decir, plenamente,
asuntos de verdadero interés para el niño, cargados con lo que él valora y ama
tanto, la vida. Con textos que le lleven a lo hondo del alma, que lo colmen de
admiración y maravilla por el mundo.
¡Allí radica y reside en realidad la clave de todo lo que hay que obtener en la
lectura! Activar experiencias, tocar fibras sensibles, poner en movimiento neu-
ronas dormidas pero estallantes en el fondo de la conciencia; dar o propiciar
pulsiones, ¡ése es el secreto!
El niño al leer tiene que sentir que aquello le habla, que en ello hay una
repercusión personal muy grande para su vida, con lo cual él puede establecer
un estrecho contacto total, decisivo y, de vida o muerte.
Ésta es la base para que él encuentre en la lectura una manera de escu-
char voces profundas que repercutan intensamente en su vida. Y de este modo,
lograr que los niños lean como caminan. Es decir, es asombroso pero se presenta
de manera natural. Y ello se alcanza cuando la decodificación del signo lingüís-
tico es un subproducto o un resultado de una adecuada motivación hacia la
lectura que podamos hacer con el niño en el proceso de su alfabetización.
Ésta es una idea que ya exponía Rousseau, cuando insistía que lo esencial en el
aprendizaje de la lectura no reside en la calidad del método sino en la motivación
profunda del alumno. Al respecto él escribió lo siguiente:
Locke quiere que el niño aprenda a leer con datos. ¿No es ésa,
acaso, una feliz invención? ¡Qué lástima! Un medio más eficaz que
todo eso, y que siempre se olvida, es el deseo de aprender. Infundid
al niño ese deseo, y dejad vuestros escritorios y vuestros datos de
lado, cualquier método será bueno para él. ¡El interés presente! 291
He ahí el gran móvil, el único que conduce lejos y de modo seguro.
De acuerdo con Petit, el promotor de la lectura es una persona que ama los
libros, alguien que puede recomendar libros. De un modo informal, añade esta
autora, éste “puede ser alguien cercano que ha tenido acceso a la lectura, puede
ser de otro medio social que uno conoce por la vía de relación o por la militancia.
Puede ser algunas veces un docente […] o puede ser un bibliotecario o un tra-
bajador social…”
Según la misma autora, la promoción de la lectura es una idea reciente. Por
mucho tiempo, tanto en Europa como en Latinoamérica, la preocupación se ha
centrado en los peligros que conllevan la práctica y la difusión “descontrolada”
de la lectura. Por lo general, los esfuerzos se centran en determinar qué es lo que
se debe leer, qué está proscrito, cuál es la buena y la mala literatura, cuáles son
los autores fundamentales, entre muchas otras limitaciones. En este contexto,
son muy pocas las iniciativas dirigidas a hacer que una gran mayoría lea
textos significativos, independientemente de su contenido para aprender, dis-
frutar, informarse, entre muchas otras funciones.
Aunado a esto, numerosos estudios han demostrado que la lectura no se pro-
mueve de una forma equitativa para todas las personas. Como lo señala Petit,
297
“mientras que para algunos todo está dado al nacer, para otros, a las distancias
geográficas se les agregan las dificultades económicas y obstáculos culturales y
psicológicos. Para quienes viven en barrios pobres o en el campo, los libros son
objetos raros y poco familiares. Estas personas están separadas de la lengua
escrita por verdaderas fronteras visibles e invisibles”.
¿Cómo se puede promover la lectura?
La promoción puede darse en distintos espacios: el hogar, la escuela, los lugares
de trabajo, los espacios públicos en general, Las técnicas de la promoción de
la lectura: animación o motivación en torno a los libros, revistas, periódicos
debería ampliarse y descentralizarse hacia los lugares de trabajo, de vida y de
esparcimiento. Lo que importa es que la gente descubra la calidad del lazo
que se establezca entre ellos y el texto. Se trata de hacer vivir a los libros en
lo cotidiano.
Capítulo V I I I b i s
La mo tiva ción y la promo c i ón de la le c tura
Por otro lado, en lugares donde hay que esperar, la lectura puede funcionar
como medio informativo, recreativo, de esparcimiento que permite al usuario
aprovechar el tiempo de la espera y hasta disfrutarla. Para ello se requiere que
el establecimiento, ya sea un centro de belleza, una terminal, un hospital o un
consultorio médico, disponga de cualquier tipo de textos como revistas, perió-
dicos, folletos, carteleras, publicidad. La dotación y actualización de los “rincones de
lectura” no requiere de grandes inversiones de dinero ni mucho esfuerzo físico.
En el ámbito médico-odontológico, generalmente los laboratorios farma-
céuticos y las empresas relacionadas con la producción de bienes y servicios que
tienen que ver con la medicina, producen folletos y publicidad para pro-
mocionar de manera indirecta sus productos como alimentación infantil,
prevención del cáncer de mama y de próstata, por ejemplo. Sería deseable
que permanentemente haya este tipo de materiales en los consultorios.
Asimismo, para leer no se requiere que el texto sea actual, sólo hace falta que
sea atractivo para el lector. Hay personas que se sienten atraídas por textos
que, aunque desactualizados, presenta información interesante. Las revis-
tas encartadas en los diarios de circulación nacional, con una amplia gama de
artículos de interés general, captan la atención de los pacientes y acompañantes
y pueden hacerlos olvidar, al menos por un momento, el motivo de la visita a
un centro médico y, además, contribuir con el mejoramiento de su educación.
El texto escrito resulta ser más económico y educativo que la televisión en
300
las salas de espera. La lectura no requiere el uso de dispositivos adicionales
distintos al lector y el texto no implica gasto de energía eléctrica ni sistema de
televisión por cable. Es sumamente eficiente para entretener, distraer, informar,
educar y persuadir. Además, los pacientes, acompañantes y visitantes prefieren
leer en vez de ver la televisión en las salas de espera. Encuentran en estos lugares
excelentes oportunidades para aprender sobre cómo mejorar su salud, preve-
nir enfermedades o, sencillamente, informarse sobre algo interesante.
Consciente o inconscientemente, los usuarios, clientes, pacientes y acompa-
ñantes reconocen la importancia de la presencia de textos escritos. Prefieren
aquellos lugares donde se promueve la lectura; por lo tanto, regresan y los reco-
miendan. En vista de esto, procura que tus clientes, pacientes o usuarios tengan
disponibles revistas, libros, periódicos. Con esto les estarás creando una expe-
riencia fascinante. De la misma forma, si te gusta leer mientras esperas, mien-
tras tomas un café, exige tu texto. Leer es placer. Lee y deja leer.
¿Cómo se puede promover la lectura desde la escuela?
La escuela puede desarrollar una relación dialéctica de aprendizaje con otros
ambientes sociales en donde se promueve la lectura espontáneamente, la
escuela puede aprender qué ocurre detrás de sus paredes, cómo se lee, cómo se
fomenta el hábito de lectura, cómo se construyen lectores; y en los contextos
extraescolares se pueden retomar todas aquellas experiencias que han sido exi-
tosas en la escuela para la formación de lectores. Probablemente muchos
docentes y bibliotecarios se preguntan, “¿cómo podemos promocionar la lectura
en la escuela en medio de tantas carencias y dificultades? Y si además se nos
propone salir de ésta, ¿cómo hacerlo?”
En la propuesta didáctica constructivista el docente tiene el papel protagó-
nico, desempeña una función trascendental; debe planificar, desarrollar y crear
situaciones que favorezcan la lectura. Es por ello que la formación permanente
del docente es de capital importancia. Prácticas de lectura, círculos de estudio,
cursos, talleres y seminarios, participación en eventos científicos, asesoría con
docentes e investigadores en el área y reflexión sobre la práctica contribuyen a
su formación y, en consecuencia, al mejoramiento de la práctica pedagógica en
el salón de clases. Todas y cada una de estas acciones pueden, y deberían con-
vertirse, en tareas de promoción lectora.
Los estudiantes son una fuente inagotable de aprendizaje. Escúchalos para
hallar soluciones a los problemas que enfrentas a diario en el aula. Son ellos 301
quienes saben qué les gusta, qué saben, qué desean saber y cuáles son las mejo-
res estrategias para aprender. Son ellos los que nos pueden guiar para saber qué
les gusta leer en casa a cada uno de los miembros de la familia; a partir de esta
información podemos trazar estrategias.
Dichas estrategias nos llevan a pensar que los textos deben ser significativos
e interesantes para los lectores; no pensemos al inicio en cantidad de lecturas,
programemos, quizá, un libro interesantísimo cada dos meses, elegido para
cada familia. Un texto será significativo para los estudiantes cuando esté “su-
ficientemente cerca de sus esquemas de asimilación como para que pueda
comprenderlo y, al mismo tiempo, presente un obstáculo para la asimilación,
algo realmente nuevo que requiera una acomodación de los esquemas ya cons-
truidos”. Lo interesante es lo que está en sintonía con lo que sé, lo que quiero
saber y lo que me gusta.
Capítulo V I I I b i s
La mo tiva ción y la promo c i ón de la le c tura
Durante la Edad Media se mantuvo esta concepción pero, debido a las creen-
cias religiosas —se creía que el niño cuando nace está ligado al pecado— se tuvo
muy en cuenta la vida de los santos en la educación, principalmente familiar y
doméstica o ligada a los monasterios. Predominaron los catecismos y las llamadas
“lecturas morales”.
No fue sino hasta el Renacimiento cuando, al dar mucha importancia al
pasado grecolatino, se pretendió construir un mundo nuevo, en el que se concebía
al niño como un ser “modelable”. A partir de esta época se extiende la idea de
que la educación ha de ser para todos y se incorpora la tendencia a la reeduca-
ción, a recoger niños abandonados en nuevas instituciones.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que este cambio fue más teórico
que práctico. La crisis social, política y económica que sufrió Europa durante
el Barroco no ayudó mucho a la implantación de los nuevos ideales sino que las
penurias que se padecieron correspondieron en mayor medida a la infancia,
afectada por la mortalidad, el abandono y la hambruna.
Comenio es uno de los personajes destacables en este periodo porque defen-
dió la idea de una escuela para todos, en la que es importante aprender jugando
y en la que se tiene en cuenta el alumnado y sus necesidades.
Luis Vives (1492-1540) expresó su interés por la evolución del niño, por las
diferencias individuales, por la educación de “anormales” y por la necesidad de
306 adaptación de la educación a los distintos casos y niveles. Destaca también
su preocupación por la educación de las mujeres. Esta idea es central, asimismo,
en el pensamiento de Comenio (1592-1670) quien insistió en que se debía educar
tanto a niños como niñas y en el papel de la madre como primera educadora.
Defendió la escolarización obligatoria hasta los 12 años de edad (idea abando-
nada por completo durante las etapas anteriores) y señaló las ventajas de
la enseñanza elemental en lengua materna y no en latín. Fue recién con la llegada
de los borbones a la Corona Española cuando en América Latina y, en especial
en México, comenzaron a introducirse estos significativos avances en torno
a la educación.
Un importante cambio en las concepciones de la naturaleza humana y, en
consecuencia, del niño, vino de la corriente empirista en filosofía. Locke (1632-
1704) insiste en la importancia de la experiencia y de los hábitos, proponiendo
una visión del recién nacido como tabula rasa o pizarra en blanco, donde la
experiencia va a ir dejando sus huellas. Es decir, el niño no nace bueno ni malo
sino que todo lo que llegue a hacer y ser dependerá de sus experiencias.
Con el reverso del empirismo propugnado por Locke, el racionalismo en
el llamado Siglo de las Luces —la llamada Ilustración— se impuso desde fines
del siglo XVII hasta el inicio de la Revolución Francesa, y produjo la aparición de
uno de los personajes claves en la historia de los libros para niños, me refiero
a Charles Perrault (1628-1703) quien fue un escritor francés, principalmente
reconocido por haber dado forma literaria a cuentos clásicos infantiles como
Caperucita Roja y El gato con botas, atemperando, en muchos casos, la crudeza
de las versiones orales. Pero Perrault recopiló esas historias para mostrar a la
élite lo irracionales que eran las clases bajas.
Cabe destacar a otros autores como Madame Leprince de Beaumont y a los
fabulistas Félix María de Samaniego y Tomás de Iriarte. La primera contó una
versión hermosa llamada La bella y la bestia, sin edulcorantes. En tanto que en
el caso de las colecciones de fábulas de los españoles Iriarte y Samaniego, éstas
fueron escritas por encargo y se dirigen a los hijos de las clases privilegiadas,
tanto social como económicamente.
Durante la Ilustración, la educación se consideró un medio para transmitir
conocimiento y cultura por lo que ganó popularidad entre la población que
pudo permitírselo. Lo racional, lo diurno, debería ser la meta, aunque en re- 307
trospectiva vemos qué supersticiosa, ocultista e irracional fue aquella sociedad.
Una de las figuras más importantes del siglo XVIII fue Jean-Jacques Rousseau
(1712-1778). Su obra Emilio, o de la educación (1762) contiene una serie de
principios básicos sobre cómo educar a los niños y se convirtió en un libro muy
de moda en la alta sociedad francesa. Entre sus ideas más influyentes y conocidas
está la de que “el niño es bueno por naturaleza”. Nace así y es la sociedad la que
puede llegar a pervertir las buenas inclinaciones del niño.
Nótese que en esto hay diferencias importantes entre Rousseau y las corrientes
empiristas (Locke y todo el empirismo inglés en general). Por otro lado, defiende
con vigor que toda educación debe adaptarse al nivel del niño, la importancia
de la acción y experiencia, y no sólo de la palabra, para adquirir el conocimiento.
Critica las prácticas instructivas excesivamente memorísticas.
Capítulo I X b i s
Te o rí a e h istori a de la literatura para n i ñ o s y j ó ven e s
Larrea, 1796-1877) en España; así como las novelas de los ingleses Lewis Carroll
(1832-1898), Alicia en el país de las maravillas y Robert L. Stevenson (1850-
1894), La isla del tesoro, las que abren las puertas a un nuevo género, el nuestro.
En estos dos siglos (XVIII y XIX) proliferaron las observaciones cada vez más
sistemáticas de niños, realizadas por pedagogos, filósofos y hombres de ciencia,
muchas de ellas con sus propios hijos. Se publicaron monografías biográficas,
Taine, 1876; Darwin, 1877; Preyer, 1882; etcétera. Hay un gran interés por los
sujetos “excepcionales” o “especiales”, el estudio de Itard sobre el niño salvaje de
Aveyron; estudio de superdotados (Mozart), de ciegos de nacimiento que recu-
peran la vista, etcétera.
Charles Darwin (1809-1882) con la publicación del Origen de las especies
(1859) provoca una revolución conceptual en las ciencias y en la concepción
del hombre. Aunque su influencia en la psicología es más tardía, en su teoría
subyacen conceptos clave como la continuidad animal-hombre y niño-hombre;
una aproximación naturalista al desarrollo humano y una psicología compa-
rada. Por ello se puede decir que el estudio científico del niño empieza en la
segunda mitad del siglo XIX.
Hasta finales del siglo XVIII, a los niños se les consideraba como adultos en
pequeño, por lo que se les presentaba un tipo de literatura que ni entendían ni
nada tenía que ver con sus intereses y necesidades. Son muy discutidos los
310 orígenes de la literatura infantil, pero como expone Cervera en Teoría de la
literatura infantil, ésta surge a partir del momento en que se empieza a consi-
derar al niño como entidad propia y no como un futuro hombre.
El escritor inglés Charles Dickens (1812-1870) escribe Oliver Twist y abre
un universo. A Dickens lo siguieron en Estados Unidos, Louisa Mary Alcott
(1832-1888) con su obra maestra Mujercitas, Mark Twain (seudónimo de
Samuel Langhorne Clemens, 1835-1910) con Las aventuras de Tom Sawyer
y Herman Melville (1819-1891) con Moby Dick, una novela que difícilmente
podría ser considerada para niños, aunque como en el caso de La isla del tesoro
de Stevenson, todos pensamos que sí lo son y olvidamos, injustamente, su tras-
fondo filosófico. Quizá debido a ello son obras enormes de la literatura universal
y los más jóvenes se han apropiado de éstas.
El libro de la selva de Rudyard Kipling (1865-1936), Pinocho de Carlo Collodi
(1826-1890) y las novelas escritas por el francés Julio Verne (1828-1905), entre
otras, propiciaron un contexto novedoso para la instauración de un nuevo
género literario destinado al lector más joven.
Cabe decir que luego de La Biblia y de publicaciones hechas por los Testigos
de Jehová y Alcohólicos Anónimos, el libro más traducido internaciona-
mente es Pinocho de Carlo Collodi, actualmente en 260 lenguas. Le siguen
El Principito de Antoine de Saint-Exupéry (1943) con traducción a 180
lenguas; Cuentos de hadas de Hans Christian Andersen (1852) con 153 traduccio-
nes; Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne (1870) en 147 idiomas
y Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carrol (1865) en 97 idiomas. Si
bien algunas de las novelas de Verne han pasado a la historia y otras son de-
masiado farragosas1; en su conjunto, es uno de mis escritores favoritos y sigo
fascinado por La vuelta al mundo en ochenta días.
De la mano de Darwin, Sigmund Freud y los psicoanalistas estudiaron las
etapas psicosexuales, el valor del juego como medio de expresión, donde
la palabra es un símbolo, una metáfora, sonidos nacidos de la jitanjáfora y la
onomatopeya; y comprendieron que el inconsciente se estructura como un len-
guaje. Descubrieron que el niño no es un adulto en miniatura, sino que tiene
fantasías, deseos y necesidades propias de su edad. Y con ello nació el concepto
de desarrollo infantil y la psicología evolutiva como hoy la conocemos.
Todas estas pequeñas conquistas han dado lugar a la concepción de la infancia
actual. Fue en el siglo XX cuando el niño llegó a configurarse como un estatuto 311
digno de ser mirado y estudiado desde todas las disciplinas y cuando la infancia
se convirtió en la etapa de mayor importancia en la vida del ser humano.
Hemos pasado del concepto de “niño” como un hombre pequeño que se
prepara para la vida, al concepto de que la mente del niño se asemeja a una
tabla rasa, sobre la que todo está por escribirse; a la noción de que hay ideas
innatas o al menos estructuras y procesos evolutivos y que éstas conforman
series complementarias. A lo que vino a sumarse el concepto revolucionario de
que la inteligencia no es algo dado sino que se construye.
οο El niño no es un adulto en miniatura.
οο Su mente evoluciona en lo anímico y en lo intelectual, pasa por etapas.
1 A Verne le pagaban por palabra escrita y abusó de ello, en especial en Veinte mil leguas de
viaje submarino.
Capítulo I X b i s
Te o rí a e h istori a de la literatura para n i ñ o s y j ó ven e s
§
Luego de los estragos de la Primera Guerra Mundial, Eglantyne Jebb creó en
1923 la primera Declaración de Ginebra, para comprometer a la humanidad
en la defensa de los niños. Un año después se incluyó en la Carta de Derechos de
la Infancia de la Sociedad de Naciones.
Hacia mediados del siglo XX, Henri Wallon y Lev Semiónovich Vygotsky,
entre otros, comprendieron que era necesario estudiar los mecanismos de
adquisición del lenguaje en los niños y de cómo uno de estos lenguajes se trans-
forma en pensamiento.
Jean Piaget estudió el desarrollo de la inteligencia en lo que denominó etapas
que llevan a nuestra mente de la noción al concepto. Por ejemplo, en El desarrollo
de la noción de tiempo en el niño, Piaget habla de las operaciones mentales que
312
el niño debe aprender, de reversibilidad, secuencia y orden para establecer la
idea de antes, durante y después. Piaget habló de adaptación y nos puso en
el sendero para comprender de qué modo se estructura la inteligencia para
alcanzar el estadio simbólico o de abstracción.
Después de la Segunda Guerra Mundial se realizó la Declaración Universal
de los Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos de la
Infancia (1989) para tratar de paliar las brutalidades y el desamparo al que
se han visto sometidos a lo largo de la historia. Indiscutiblemente uno de ellos es
el derecho a la educación.
Hoy, a inicios del siglo XXI, podríamos definir a la infancia como “el primer
periodo de vida humana, que se extiende desde el nacimiento hasta la adoles-
cencia, en el que se desarrollan las potencialidades, las capacidades y se sientan
las bases del desarrollo de la personalidad posterior del individuo”.
En definitiva, es una etapa decisiva para intervenir y procurar en el niño un
desarrollo positivo en todos los aspectos de su persona: físico, motor, cogni-
tivo, afectivo y social. Y la animación a la lectura es uno de los ejes de mayor
relevancia.
La Literatura Infantil —como escribía Juan Cervera, con mayúsculas— como con-
junto de obras creadas pensando en los niños como sus naturales receptores,
constituye una realidad inmensa y en constante crecimiento, lo cual acarrea
ventajas para su difusión, pero también inconvenientes para su conocimiento.
Una de las dificultades mayores que presenta radica en que ni siquiera los con-
siderados expertos en literatura infantil y juvenil pueden abarcarla con serenidad
más allá de la simple enumeración de títulos y de autores, y aún esto se torna
difícil, no sólo por los problemas derivados de su rápida expansión sino por la
falta de instrumentos informativos con los que puedan los interesados mante-
nerse al día. Dicho de otro modo, las pocas revistas especializadas carecen de la
amplitud crítica deseable. Quedan en el ámbito informativo la mayor parte
de las veces.
Baste recordar el esfuerzo de Carmen Bravo Villasante para comprender que
su obra sirve como un recuento de daños, pero en general no diagnostica ni
repara. Sin embargo, la formación del corpus de literatura infantil es una aspi-
ración, pero no una realidad que pueda servir de guía para el trabajo. Antes que
utilizarlo, habrá que crearlo.2
313
Por ende, el análisis sólo puede ser fragmentario e influirá una serie de fac-
tores al citar u obviar a alguien, gustos, tendencias políticas o ideológicas
compartidas o no, envidias y desencuentros, enemistades e ignorancia, amén
de un largo etcétera. Así que siempre hay que tomar el riesgo de equivocarse,
por ello, los autores más destacados del siglo XX, a mi modo de ver (claro que
pueden faltar muchos) fueron:
James Barrie, autor de Peter Pan, primera obra de teatro para niños cuyo
tema es el temor al crecimiento y a la muerte. La defensa es, entonces, una
fantasía semejante al paraíso (el país de Nunca Jamás) donde se puede existir
siendo niño por siempre. Esta nostalgia de una infancia idealizada ha recibido
muchos análisis, pero la calidad literaria del texto lo convierte en clásico.
2 La SEP lleva años en ello, pero no se sabe a qué secta le pertenecen tan esotéricos resultados,
me refiero al caso México.
Capítulo I X b i s
Te o rí a e h istori a de la literatura para n i ñ o s y j ó ven e s
Por esa época (entre 1908 y 1927) se publicaron en Inglaterra algunos libros
que muchos consideran fundamentales, la saga de Las crónicas de Narnia de
C. S. Lewis (a quien prefiero como autor para adultos); El mundo de Puff
donde Winnie, the Pooh es protagonista y su autora es A. Milne; El viento en
los sauces, de Kenneth Grahame; y El doctor Dolittle y sus animales, de Hugh
Lofting; en todos ellos los animales hablan, tienen personalidades antropomór-
ficas y tienden a ser sensibleros.
Hace 100 años los niños tenían una significativa presencia como fuerza
laboral en los países industrializados (en algunos casos hasta 50%), trabajan-
do jornadas laborales hasta de 13 horas diarias. Hoy las cifras han disminuido,
pero no desaparecido. Actualmente también existen niños obligados a com-
batir en guerras, víctimas de la violencia y el hambre, obligados a prostituirse.
Es mucho lo que queda por hacer.
Y, aunque resulte asombroso, digo parafraseando a “El Che” Guevara cuando
dijo que todo revolucionario está guiado por grandes sentimientos de amor, que
todo auténtico escritor de libros para niños y jóvenes no puede estar guiado ni
por el dinero ni por la vanagloria, sino por el amor, la esperanza de que hay un
mundo mejor y de que nuestros niños podrán vivir en él.
316
Índice
Advertencia 9
Prólogo 11
Prólogo bis 13
El libro de Beatriz
Capítulo I: Leer… ¿para qué? 19
La pelota se echa a rodar y pregunto: ¿Por qué es importante la lectura? 19
¿Cuál fue tu libro más odiado? 21
Etapas lectoras… ¿Qué es esto? 22
Libros recomendados 28
Capítulo V: Brevísima historia de los buenos libros para niños y jóvenes… y sus autores 73
El premio Andersen 77