ARQUITEC -
TURA REPU.
BLICANA
7 JUAN MANUEL UGARTE ELESPURU
sefianzas biotécnicas, con el frontispicio de piedra o de ladrillo;
el escudo de piedra o la inscripcién religiosa: “Alabado sea el
Santisimo Sacramento”; los muros de color arcilla roja con
ventanales claros verdes 0 azules; los balcones auspiciosos ta-
llados con influencia andaluza y mudéjar en el Siglo XVII, a-
francesados en el Siglo XVIII, con medallones Luis XV y guir-
naldas y vanos ovalados; las ventanas de rejas con vistosas la-
bores, el zaguan, gloria del claroscuro, con poyos de adobe, pa-
ra mendigos de Ribera, pinturas mitolégicas en los muros y el
fanal sofioliento en las noches, el patio grande, de guijarros,
con corredores y aixosas columnas de traza andaluza y policro-
mia de azulejos, la sala, con sus puertas taraceadas, sus claras
ventanas de rejas doradas, hacia el patio y sus colgaduras de
damasco; la “cuadra familiar y acogedora con vanos al traspa-
tio, mundana a la hora del “once” o de la cena y mistica en la
del Rosario en las que se abrian las puertas del oratorio; el
traspatio, Ileno de luz y de macetas de geranios; el comedor y
Ja despensa prévida con la nota cantarina de la tinajera; las
camaras de dormir anchas y espaciosas, con sus ventanas teati-
nas que prestan —segiin Velarde— “una luz suave y un frescor
sin violencias”, especie de respiraderos de buque y dan a la
azotea y al viento sur; al fondo, el callején, que daba a la co-
cina, a las caballerizas y a las viviendas de los servidores y es-
clavos, el pozo y la huerta Dena de Arboles frutales. Las carac-
terfsticas mds saltantes de esta concepcidn limefia fueron los
palcones de formas caprichosas y multicolores, los patios Jumi-
nosos, los techos planos, los espacios abiertos, las ventanas de
barrotes torneados por la falta de vidrio, tfpicas de la edifica-
cin colonial; el uso de la quincha y el adobe impuesto por los
terremotos; los artesonados tallados en el Siglo XVII y los cie-
los rasos de yeso o de tcla pintada en el Siglo XVIII y la “es-
tructura eldstica” de la casa, obtenida segun Juan y Ulloa, por
el amarre de vigas y cuartones con ligaduras de cuero.”
EI transito de Ja Colonia a la Reptiblica no introdujo mayo-
res novedades en cuanto a este modelo tinico y general de dis-
tribucién y planimetria. En realidad, apenas las casonas s¢ m0-
difican en cuanto a la ornamentaci6n, que deja de ser la barro-
ca-rococé del Siglo XVIII, para adoptar austeras y sobrias apa-
riencias de gusto neoclasico, durante el curso del Siglo XIX. Es-
ta sobriedad se ira acentuando; desaparecen Jas portadas de
formas ampulosas y los balcones pequefios y coquetos, suplan-