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El juez de paz – SLC 2019 – Brazilian Drama 1

El juez de paz de la finca


(Una adaptación de O juiz de paz da roça, de Martins Pena)
Presentaciones:
 25 de abril, Jueves, 4:30pm – SC 239
 27 de abril, Sábado, 3pm - home of Professors Paul and Barbara Dixon (603 N. 5th St.,
Lafayette)
Personajes (y actores)
Aninha – Megi Inacio Jose – Renzo
José – Daniel Gregorio – Manuel
Maria Rosa – Lorena Manuel André – Débora
Manuel Joao – Gabriel Tomás – Paul Dixon
Juez – Jorge Joana Sampaio – Nyla
Escribano – Mario José da Silva – Niall (?)
Josefa Joaquina – Emily Francisco Antonio - Catalina

Observaciones:
 En amarillo aparecen las escenas que toman lugar en la casa de la familia y en azul las
escenas que se pasan en la casa del juez de paz.
 Los personajes Manuel André y Francisco Antonio no pueden ser adaptados para mujeres,
entonces Débora y Catalina deben ser caracterizadas como varones.
Acto único
Escena 1
Una sala con una puerta en el fondo. En el medio una mesa, junto a la cual estarán cosiendo María

Rosa y Aninha.

María Rosa – Tu padre tarda mucho.

Aninha – Dijo que tenía mucho trabajo que hacer hoy.

María Rosa – ¡Pobre hombre! Se mata trabajando.

Aninha – Madre mía, ¿ya preparó la jacuba para mi padre?

María Rosa – ¡Es verdad! ¡Se me había olvidado! Ve afuera y trae dos limones.

Aninha - Aquí están los limones.

María Rosa – Quédate aquí cuidando eso mientras voy allá adentro.
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Aninha, sola – Mi madre ya se está demorando mucho. Pensaba que ya no podría hablar con el

señor José que me está esperando bajo los cafetales. (Se llega a la puerta y saluda con un

pañuelo.) Ahí viene.

Escena 2

Entra José con pantalones y chaqueta blancos.

José – Hola, ¡Aninha mía! (quiere abrazarla)

Aninha – Estate quieto. No me gustan estos juegos. Yo me quiero casar con usted, pero no quiero

que me abrace antes de casarnos. Ahora dígame, ¿cerró la venta del bananal que le dejó su padre?

José – La cerré.

Aninha – Si usted ahora tiene dinero, ¿por qué no le pide mi mano a mi padre?

José – ¿Dinero? Ni un centavo.

Aninha – ¡Ni un centavo! ¿Entonces que ha hecho con el dinero? ¿Así dices que me amas? (llora)

José – Aninha mía, no llores. Oh, si tú supieses cómo es de bonita la Corte. Tengo un proyecto del

que te quiero contar.

Aninha – ¿Cuál es?

José – Tú sabes que ahora estoy pobre como Job, y entonces tengo pensada una cosa. Nos

casaremos aquí en el pueblo sin que tu padre lo sepa; después partiremos para la Corte y allí

viviremos.

Aninha - ¿Pero cómo? ¿Sin dinero?

José – No tengas cuidado. Aceptaré un puesto en los permanentes (guardias). Vamos para la Corte

y veras que buen lugar es. Hay muchas diversiones. En la calle del Oidor hay un cosmorama, en la

calle de San Francisco de Paula otro, y en el Largo una casa donde se ven muchos animales

disecados, muchas conchas de mar, cabritos de dos cabezas, cerdos con cinco patas, etc.
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Aninha – ¿Y cuándo pretendes casarte conmigo?

José – El vicario está listo a cualquier hora.

Aninha – Entonces, mañana por la mañana.

José – Pues sí. (Cantan adentro.)

Aninha - ¡Ahí viene mi padre! Vete yendo antes de que te vea.

José – Adiós, hasta mañana por la mañana.

Aninha – ¡Ojo, no falte! (Sale José.)

Escena 4

Entra Manuel João con una azada al hombro, vestido con pantalones de pana azul, con una de las

piernas arremangada, chaquetón de bayeta azul y descalzo. Lo acompaña un negro con un cesto

en la cabeza y una azada al hombro vestido de camisa y pantalones de algodón.

Aninha – La bendición, mi padre.

Manuel João – Dios te bendiga, chiquilla. ¿Dónde está tu madre?

Aninha – Esta allá adentro preparando la jacuba.

Manuel João – Ve a decirle que la traiga, pues me muero del calor. (Aninha sale)

Escena 5

Entra María Rosa con un cuenco en las manos y Aninha la acompaña.

Manuel João – Saludos, mi señora María Rosa.

María Rosa – Saludos, amigo mío. ¿Está muy cansado?

Manuel João – Mucho. ¿Me da eso?

María Rosa – Pensando que vendría muy cansado, hice un cuenco entero.
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Manuel João – Gracias. (Bebiendo) Hoy trabajé como animal... Mi señora, ¿ya está lista la comida?

María Rosa – Hace rato.

Manuel João – Pues tráigamela.

María Rosa – Aninha, ve por la cena de tu padre. (Aninha sale)

Manuel João – Señora, ¿sabe qué más? Es preciso que casemos a esta chiquilla.

María Rosa – Ya había pensado en eso; pero somos muy pobres. (Entra Aninha con dos platos y

los deja sobre la mesa)

Aninha – Madre mía, la carne seca se acabó.

Manuel João – Ya?

María Rosa – La última vez vino solo media arroba.

Manuel João – La buena carne no se cuenta, vuela. Siéntense y comamos. (Se sientan todos y

comen con las manos. La cena consta de carne seca, frijoles y naranjas.)

Escribano, entra – ¿Se puede, señor Manuel João?

Manuel João – Que entre quien sea.

Escribano, entrando – Dios esté en esta casa.

María Rosa y Manuel João – Amén.

Escribano – El servidor de la señora y la señorita.

María Rosa y Aninha: A su servicio. (Saludan)

Manuel João – ¿Usted por aquí a estas horas? ¡Qué novedad!

Escribano – Vengo de parte del señor juez de paz para requerirle que lleve un recluta a la ciudad.

Manuel João – Hombre, ¿no hay nadie más que pueda hacerlo?
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Escribano – Todos se han rehusado de la misma manera y el servicio, entretanto, se tiene que

hacer.

Manuel João – Sí, los pobres son los que pagan.

Escribano, molesto – El señor juez manda decir que, si no cumple, irá preso.

Manuel João – Pues dígale al señor juez con todos los diablos que allá iré.

Escribano, aparte – En buena hora lo dices. ¡Coño! Me ha costado hallar un guardia...A sus

órdenes.

Manuel João – Su servidor.

Escena 6

María Rosa – ¡Pobre hombre! Ir a la ciudad solamente para llevar un preso. Perder así un día de

trabajo.

Aninha – ¿Madre mía, para que mandan a los presos a la ciudad?

María Rosa – Para ir a la guerra.

Aninha – ¡Pobrecitos!

María Rosa – No hay mayor injusticia. Manuel João todos los días viste uniforme. Es de nunca

acabar.

Aninha – ¿Pero mi padre por qué se va?

María Rosa – Porque el juez de paz lo obliga.

Escena 7

Entra Manuel João con el mismo pantalón y la chaqueta de calicó/percal, suecos, barretina de la

Guardia Nacional, cinturón con bayoneta y un mazo/palo grande en la mano.

Manuel João, entrando – Estoy uniformado. Adiós, señora. Hasta mañana. (la abraza)
El juez de paz – SLC 2019 – Brazilian Drama 6

Aninha – Adiós, padre mío.

Manuel João – Adiós, mi niña. No se olvide de mover la harina y dar de comer a las gallinas.

María Rosa – No olvidaré, ¡adiós! (sale Manuel João.)

Escena 9

Una sala en la casa del juez de paz. Una mesa en el medio con papeles; sillas. Entra el juez de paz

vestido con pantalones blancos, saco de vestir con rayas, chinelas verdes y sin corbata.

Juez – Vamos preparándonos para dar audiencia. (Organiza los papeles. Tocan a la puerta.)

¿Quién es? Puede entrar. (Entra alguien con un racimo de bananas y una carta que entrega al

juez. Juez, leyendo la carta.) “Excelentísimo señor, mucho me alegro de decir a Su señoría que al

momento de escribir esta carta me encuentro bien y que lo mismo deseo a su señoría por los

circuncloquios con los que la venero.” (dejando de leer) Circunloquios... ¡qué palabrita! ¿Qué habrá

querido decir? Continuemos (leyendo). “Me tomo la libertad de mandar a su señoría un racimo de

bananitas para que Su señoría las coma con su boca y dé de comer también a su señora jueza y a

sus señoritos juecitos. Su señoría ha de reparar en la insignificancia de este regalo, sin embargo,

ilustrísimo señor, las reformas de la Constitución permiten a cada uno hacer lo que quiera, incluso

hacer regalos. Ahora, mandándolo así dichas reformas, Su señoría hará el favor de aceptar las

dichas bananas que diz mi señora Teresa Ova son muy buenas. Sin más, reciba las órdenes de

quien es su venerador y tiene la honra de ser Manuel André de Sapiruruca.” (Tocan a la puerta.)

¿Quién es?

Escribano, adentro – Soy yo.

Juez – Puede entrar.

Escena 11

Inacio José, Francisco Antonio, Manuel André e Sampaio entregan sus peticiones.
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Juez – Señor escribano, haga el favor de leer.

Escribano, leyendo – Dice Inacio José, natural de este pueblo y casado con Josefa Joaquina, su

mujer por la Iglesia, que necesita que Su Señoría destierre a Gregorio porque tuvo el atrevimiento

de darle una panzada a su mujer, que casi la hizo abortar, de tal panzada la hizo caer a su dicha

mujer con las piernas en el aire. Por lo tanto, pide que Su Señoría destierre a dicho Gregorio para

Angola.

Juez – ¿Es verdad, Sr. Gregorio, que usted dio una panzada a la señora?

Gregorio – Es mentira, Sr. Juez de paz, yo no doy panzadas a brujas.

Josefa Joaquina – ¡Bruja es la mujerzuela de tu mujer, malcriado! ¿Ya no se acuerda que me dio

una panzada y que me dejo una marca morada en la barriga? Si usted quiere ver, puedo mostrarle.

Juez – No, no; no es preciso. Yo le creo.

Josefa Joaquina – Sr. Juez, no es la primera panzada que este hombre me da; yo es que no he

querido contarle a mi marido.

Juez – Esta bien, señora, cálmese. Sr. Inacio José, déjese de estas burradas, dar panzadas no es

crimen clasificado en el Código. Sr. Gregorio, haga el favor de no dar más panzadas a la señora;

si no, le cargo las leyes en la espalda y lo mando de paseo a la prisión. Hagan el favor de retirarse.

Inacio José, para Gregorio – Allá afuera me la pagarás.

Juez – Quedan conciliados. (Inacio José, Gregorio y Josefa Joaquina salen). Sr. escribano, lea otra

petición.

Escribano, leyendo – Yo, Ilustrísimo Sr. Juez de paz, soy señor de una finca que está a la orilla del

rio, adonde se dan muchas buenas bananas y naranjas, y por lo tanto, pido a Su Señoría el favor

de aceptar una canastica de las mismas que yo mandaré esta tarde. Mas, como iba diciendo, la

dicha finca fue comprada con el dinero que mi mujer ganó con las costuras y otras cosas más; y,

fue entonces cuando, un vecino mío dijo que la mitad de la finca era de él. Y entonces, que le
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parece, Sr. Juez, ¿no es un atrevimiento? Pero, como iba diciendo, pido a Su Señoría que asista a

la demarcación de la finca. Manuel André.

Juez – No puedo condescender por estar muy atareado con un cultivo; por tanto, llama al suplente,

que el mi compadre Pantaleón.

Manuel André – Pero, Sr. Juez, él también está ocupado con una siembra.

Juez – ¿Contestas? Mira que te mando para la cárcel.

Manuel André – Su Señoría no puede prenderme sin razón; la Constitución lo prohíbe.

Juez – ¡La Constitución!… ¡Está bien!… ¡Yo, el juez de paz, tengo por bien derogar la Constitución!

Sr. escribano, tome nota que la Constitución esta derogada, y mándeme aprender este hombre.

Manuel André – ¡Esto es una injusticia!

Juez – ¿Todavía contestas? Suspéndole las garantías...

Manuel André – ¡Que ofensa!

Juez, levantándose – ¡Sinvergüenza!... (Manuel André corre, el juez le cae detrás.) Agárralo...

Agárralo... Ya se fue... Que se lo lleve el diablo. (Se sienta) Vamos a otra cosa.

Escribano, leyendo - Dice Joana de Sampaio, que siendo el “señora absoluta de un lechón que tuvo

la puerca más vieja de la casa, aconteció que el dicho referido arriba lechón hizo un agujero a la

cerca del señor Tomás por la parte de atrás, y con la poca ceremonia que tiene todo puerco,

hociqueó la huerta del mismo señor. Voy al respecto a decir, señor juez, que el lechón, es necesario

ahora advertir, no tiene culpa, porque nunca vi un puerco pensar como un perro, que es otra clase

de animal y que piensa a veces como un hombre. Pero voy al respecto a decir que el señor Tomás

no tiene razón en querer quedarse con el lechón solo porque se comió tres o cuatro cabezas de

nabo. Así, pido a Su Señoría que mande entregarme el lechón”.

Juez – ¿Es verdad, señor Tomás, lo que dice la señora Sampaio?


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Tomás – Es verdad que el lechón era de él, sin embargo, ahora es mío.

Sampaio – Pero si era mío y usted no me lo compró, ni yo se lo di, ¿cómo puede ser suyo?

Tomás – Es mío, he dicho.

Sampaio – Pues no lo es, no señor (agarran ambos al lechón y lo jalan cada uno para su lado).

Juez, levantándose - ¡Dejen el pobre animal, no lo maten! Señores míos, solo veo un modo de

conciliar esta contienda que es dar ustedes este lechón como presente a alguna persona. No digo

con eso que me lo den a mí.

Tomás – Recuerde esto, Su Señoría. Pido licencia a Su Señoría para ofrecérselo.

Juez – Muchas gracias. Es usted un hombre de bien, que no gusta de demandas. ¿Y qué dice la

señora Sampaio?

Sampaio – Voy al respecto decir que, si Su Señoría acepta, quedo contento.

Juez – Muchas gracias, muchas gracias. Haga el favor de dejarme verlo. Ay hombre, está gordo,

tiene cuatro dedos de tocino. Pueden retirarse, quedan conciliados. (Tomás y Sampaio salen. Juez

sentándose.) Señor escribano, lea la otra petición.

Escribano, leyendo - Dice Francisco Antonio, natural de Portugal, sin embargo, brasileño que

habiendo él casado con Rosa de Jesús, trajo ella misma por dote una perra. “Ahora, aconteciendo

tener la perra de mi mujer un hijo, mi vecino José da Silva dice que es de él, solo porque el dicho

hijo de perra de mi mujer salió manchado como su perro. Ahora bien, como los hijos pertenecen a

las madres, y la prueba de esto es que mi esclava María tiene un hijo que es mío, pido a Su Señoría

mande que mi vecino me entregue el hijo de la perra que es de mi mujer”.

Juez – ¿Es verdad que usted tiene el hijo de perra preso?

José da Silva – Es verdad; sin embargo, el hijo me pertenece, pues es mío, que es del perro.

Juez – Tenga la bondad de entregarle el hijo a su dueño, pues es aquí de la mujer del señor.
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José da Silva – Pero, señor juez...

Juez – Ni peros ni medios peros, entregue el hijo, si no, cárcel.

José da Silva – Voy a quejarme al presidente.

Juez – Señor escribano, mándelo agarrar para soldado.

José da Silva, con humildad - Su Señoría, no se reniegue. Yo lo entregaré.

Juez – Pues bien, retírense. Quedan conciliados (salen los dos). ¿No hay más nadie? Bueno, se

cierra la sesión. ¡Hoy me cansaron!

Manuel João, dentro – ¿Se puede?

Juez – ¿Quién es? Puede entrar.

Manuel João, entrando – Un servidor de Su Señoría.

Escena 12

Entra José.

Juez – Aquí está el recluta; haga el favor de llevarlo para la ciudad (le da un papel).

Manuel João – Si, señor. Pero, señor juez, ¿esto no podía esperar hasta mañana? Hoy ya es tarde,

puede anochecer en el camino y el fulano escaparse.

Juez – ¿Pero dónde se va a quedar él? Bien sabes que no tenemos cárceles.

Manuel João – ¡Esto es el diablo!

Juez – Solo si usted quiere llevárselo para su casa y apresarlo hasta mañana.

Manuel João – Si, señor. Joven, acompáñame (Salen Manuel João y José).
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Escena 13

Juez – Ahora nosotros vamos a cenar. (Cuando se disponen a salir, tocan a la puerta.) ¡Otro más!

¡Esta gente piensa que un juez es de hierro! ¡Entre quien sea!

Escena 14

Entra Josefa (Joaquina) con tres gallinas colgadas en una mano y una canasta con huevos.

Juez – ¿Que se le ofrece?

Josefa (Joaquina) - Traigo este presente para el Sr. Juez. Perdone que no sea gran cosa. No traje

más porque la peste llegó hasta mi casa, y solo me quedó esto que traigo y una gallina que se

quedó empollando.

Juez – Esta bien, muchas gracias por acordarse de mí. ¿Quiere cenar?

Josefa (Joaquina) - Su Señoría tenga el gusto, que yo ya he tenido el mío en casa.

Juez – Entonces, con su permiso.

Josefa (Joaquina) - A su servicio. (Sale)

Escena 15

Juez, con las gallinas en las manos – Sr. Escribano, ¡vea que gordas!

Escribano – Parecen pavos.

Juez – Vamos a cenar. Traiga estos huevos. (Salen).

Escena 17

Entra Manuel João. José está con él, pero espera afuera.
El juez de paz – SLC 2019 – Brazilian Drama 12

Manuel João – Dios bendiga esta casa.

Maria Rosa – ¡Manuel João!...

Aninha – Padre mío!...

Manuel João, para José – Haga el favor de entrar.

Aninha, aparte – ¡Dios mío, es él!

Maria Rosa – ¿Qué es esto? ¿No fuiste a la ciudad?

Manuel João – No, porque era tarde y no quería que este fulano se fugase en el camino.

Maria Rosa – ¿Entonces cuándo te vas?

Manuel João – Mañana por la madrugada. Este amigo dormirá encerrado en aquel cuarto. ¿Dónde

está la llave?

Maria Rosa – En la puerta.

Escena 18

Aninha, sola – Voy a darle escape... ¿Pero ¿cómo se dejó prender? ...Ya me contará; vamos a

abrirle. (Toma la llave que esta sobre la mesa y abre la puerta.)

Jose, entrando – Oh, Aninha mía, ¡cuánto te debo!

Aninha – Dejémonos de saludos. Dígame, ¿cómo se dejó prender?

José – Así puse los pies fuera de esta puerta, me encontré con el juez, que me mandó agarrar.

Aninha – ¡Pobrecito!

Jose – Y si tu padre no fuera responsable de llevarme, hubiera estado perdido, había de ser soldado

por fuerza.

Aninha – ¿Y si nos fugásemos ahora para casarnos?


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José – Bien pensado. El vicario a estas horas está en la iglesia y se puede hacer todo con brevedad.

Aninha – Pues vámonos, antes que mi padre venga.

José – Vámonos. (Salen corriendo).

Escena 19

Maria Rosa, entrando – ¡Aninha! ¡Aninha! ¿Dónde está esta maldita? ¡Aninha! ¿Pero qué es esto?

¿Está la puerta abierta? ¡Ah! Sr. Manuel João! ¡Sr. Manuel João!

Manuel João, adentro – ¿Qué pasa ahí?

Maria Rosa – Venga acá deprisa. (Entra Manuel João en mangas de camisa)

Manuel João – Entonces, ¿qué pasa?

Maria Rosa – ¡El soldado escapó!

Manuel João – ¿Qué dices, mujer?

Maria Rosa, apuntando a la puerta – ¡Mire!

Manuel João – ¡Demonios! (Llégase hasta el cuarto) ¡Es verdad, escapó! Tanto mejor, no tendré el

trabajo de llevarlo a la ciudad.

Maria Rosa – Pero no escapó solo...

Manuel João – ¡¿Que qué?!

Maria Rosa – Aninha escapó con él.

Manuel João – ¡¿Aninha?!

Maria Rosa – Sí.

Manuel João – ¡Mi hija escapar con un vago de esos! ¡He aquí lo que hacen las guerras del Rio

Grande!
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Maria Rosa – ¡Ingrata! ¡Hija ingrata!

Manuel João – Deme mi chaqueta y mi sombrero, que quiero ir a casa del juez de paz a poner una

queja de lo que nos sucede. He de mostrar a aquel mequetrefe quien es Manuel João... Ande,

señora, no lloriquee.

Escena 20

Entran José y Aninha y se arrodillan a los pies de Manuel João.

Ambos – ¡Señor!

Manuel João – ¿Y ahora qué es esto?

Aninha – Padre mío, aquí está mi marido.

Manuel João – ¡¿Tu marido?!

José – Sí señor, su marido. Hace mucho tiempo que nos amamos, y sabiendo que no nos daría su

consentimiento, huimos y nos casamos en el pueblo.

Manuel João – Estaá bien, levántense; ahora ya no hay remedio. (Aninha y José se levantan.

Aninha va a abrazar a su madre.)

Aninha – ¿Y mi madre, me perdona?

Maria Rosa – ¿Y cuando no te he perdonado? ¿No soy tu madre? (Abrázanse)

Manuel João – Ahora es preciso irnos a dar parte al juez de paz que tú ya no puedes ser soldado,

pues estás casado. Señora, ve por mi chaqueta. (Sale Maria Rosa) ¿Entonces, el señor piensa vivir

a costa mía y de mi trabajo?

José – No señor, también tengo brazos para ayudar; y si usted no quiere que yo viva aquí, me iré

para la Corte.

Manuel João – ¿Y qué vas a hacer allá?


El juez de paz – SLC 2019 – Brazilian Drama 15

José – Cuando no pueda hacer otra cosa, voy a trabajar en la Guardia Nacional. Cada ronda rinde

mil reis y cada guardia tres mil reis.

Manuel João – Anda, vete con el diablo, no seas tonto. (Entra Maria Rosa con la chaqueta y el

sombrero, y el chal).

Maria Rosa - Aquí está.

Manuel João, después de ponerse la chaqueta – Vámonos a la casa del juez.

Todos – Vámonos. (Salen)

Escena 21

Casa del juez. El juez de paz y el escribano. Tocan.

Juez – ¿Quién es?

Manuel João, adentro – Un servidor.

Juez – Puede entrar.

Escena 22

Entran Manuel João, Maria Rosa, Aninha y José.

Juez, levantándose – Entonces, ¿qué es esto? Pensé que ya estaba lejos de aquí.

Manuel João – No señor, todavía no me fui.

Juez – Eso veo.

Manuel João – Este joven no puede ser soldado.

Juez – Oh, ¿una rebelión? Sr. escribano, mande convocar a la Guardia Nacional y envíe un oficio

al gobierno.
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Manuel João – Su Señoría, no se moleste. Este hombre está casado.

Juez – ¿Casado?

Manuel João – Sí señor, y con mi hija.

Juez – Ah, entonces no es rebelión... ¿Pero su hija casada con este sinvergüenza?

Manuel João – Lo tenía preso en un cuarto para llevarlo mañana a la ciudad; sin embargo, la niña,

que fue más astuta, robó la llave y se fugó con él.

Aninha – Sí señor, Sr. juez. Hace mucho tiempo que lo amo, y como hallé ocasión, aproveché.

Juez – ¡La niña no pierde ocasión! Ahora lo que está hecho, está hecho. El señor ya no irá más

para la ciudad porque está casado. Así que no hablemos más de eso. Ya que están aquí, me van

a hacer el favor de tomar una taza de café conmigo, y también bailamos antes una tirana. Voy a

mandar a llamar algunas personas más para que la rueda sea mayor. (Se asoma a la puerta)

¡Antonio! Ve a la tienda del Sr. Manuel de los Cocos y dile a los señores que salieron de aquí hace

poco que hagan el favor de volver para acá. (Para José) Perdóneme si lo llamé sinvergüenza; ya

no está aquí quien lo dijo.

José – Yo no me escandalizo; Su Señoría tenía razón de algún modo, por lo que me enmendaré.

Manuel João – Y si no se enmienda, tengo un látigo.

Juez – Dona Señora, quiera perdonar si todavía no la saludé. (Saluda)

Maria Rosa, saludando – A su servicio.

Juez – Gracias, señora mía. Ahí llegan los amigos.

Última escena

Los mismos de la escena anterior.


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Juez – Sean bienvenidos, mis señores. (Se saludan) Yo los mandé llamar para que tomen una taza

de café conmigo y bailemos un fado en honor al Sr. Manuel João, que hoy casó a su hija.

Todos – Gracias, Su Señoría.

Inacio José, para Manuel João – Deseo que su hija sea feliz.

Los otros – Lo mismo.

Manuel João – Gracias.

Juez – Sr. escribano, haga el favor de ir a buscar la guitarra. (Sale el escribano) No tengan pena,

hagan de cuenta que están en sus casas... Con libertad. Esta casa no es ahora del juez de paz –

es de João Rodríguez. ¿Sr. Tomás, me hace el favor? (Tomás se acerca al juez y este lo lleva para

una esquina) ¿El lechón se quedó en el chiquero?

Tomás – Se quedó, sí señor.

Juez – Bueno (para los demás). Vamos a hacer la rueda. La novia bailará conmigo, y el novio con

su suegra. Sr. Manuel João, organice otra rueda... ¡Vamos, vamos! (Se organizan las ruedas; el

escribano entra con una guitarra) Los otros señores, siéntense. Sr. escribano, o toque o de la

guitarra a otro de los señores. Un fado bien melódico... bien melancólico...

Manuel João – ¡Ahora me toca a mí, mi gente!

Juez – ¡Bravo, mi gente! ¡Toca, toca! (Uno de los actores toca la canción en la guitarra; otros

acompañan con las palmas y los demás bailan).

(Canción)

Juez – ¡Eso, mi pueblo! ¡Calienta, calienta!

Manuel João – ¡Hierve!

(Canción)

Juez – ¡Hierve, hierve!

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