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EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE “THE L WORD”

Por Lorena Aguirre Velasco

Siempre he encontrado divertido hacerles a los niños la ociosa pregunta: “¿Qué


quieres ser de grande?”. Las respuestas son tan diversas y excéntricas que
generalmente me dejan con una sonrisa en la boca. Después pienso que parte
de la comicidad se basa en lo absurdo de preguntarle a un niño de 5 años lo
que planea hacer con el resto de su vida.

Lo mismo creo de las adolescentes que a los 15 años se auto-proclaman


lesbianas o bisexuales. Una decisión tan trascendental para el proyecto de vida
de una persona no se toma a esa edad. Aún pienso que a los 18 somos muy
pequeños para elegir una carrera para toda la vida, ¡cuanto mas para elegir el
estilo de vida social y sexual!

La homosexualidad es mucho mas que un clic instantáneo en la mentalidad de


la persona, no se trata de despertar un día y decir “que bonita mañana, me
apetece volverme lesbiana”, lo que es verdad es que existen muchos factores
que generan confusión en las adolescentes y las orillan a sentirse parte de ese
grupo.

Hablar de homosexualidad es hablar de un tema delicado y polémico porque


envuelve todas los esferas de la persona. No es un cuerpo o una mente
homosexual (por eso tampoco encuentro sentido en el argumento de las
personas que dicen ser una mujer encerrada en un cuerpo de hombre) Decirse
homosexual es hablar de un modo de verse, de sentir, de vivir, de actuar, y en
general de ver la vida. Compromete a cada persona en su totalidad. Así que es
muy probable que de alguna manera lo ataquemos, aún sin buscarlo. Pido una
disculpa de antemano si alguna persona se siente ofendida, no es mi intención.

Hoy la gente se pronuncia “homofóbica” u “homofílica”, con tanta facilidad como


si se hablara de elegir dónde comer. Debo decir que estoy en desacuerdo con
esa tendencia porque de entrada etiqueta y predispone sobre lo que se va a
escuchar a continuación. Así que no me voy a pronunciar como seguidora de
ninguna de las dos posturas sólo explicaré cuál es mi intención al escribir este
artículo.

Todo lo que afirmaré a continuación es mi intención de dar respuestas y


explicaciones tanto las adolescentes que se encuentran confundidas y creen
que viven una crisis sexual solas (sin comprensión ni compañía de nadie y
también creyendo erróneamente que son las únicas que la sufren, así que
podríamos llamarla una “doble soledad”) como a sus educadores, llámense
padres, maestros, orientadores o terapeutas.

Pretendo dar una explicación social que repercute en la percepción emocional


del origen de las conductas o sentimientos “lésbicos” son tan fuertes en esta
época, su época.
Y aquí me detendré un momento. Antes de empezar a explicar la crisis en sí,
quiero hablar del contexto social, un aspecto fundamental en el desarrollo de la
identidad.
Ubicándonos en el espacio y tiempo

Los adolescentes escuchan, ven, sienten e introyectan dos ideologías (en


realidad son muchas pero quiero hacer énfasis en dos) que definen la cultura
de hoy: disfruta sin pensar en las consecuencias y busca experiencias donde
“sentir más” sea tu principal tarea. Por todos lados hay campañas con slogans
“Vive light” y “vive extremo”.

Y no es difícil caer en esa falacia porque ¿quién huiría de sentirse “bien” o de


poder hacer lo que le plazca sin que haya una consecuencia y menos una
negativa? Y digo falacia porque a los adolescentes nadie les dice que si te
excedes, aún con lo light, habrá consecuencias; que las crudas con una
cerveza light también existen y que el daño al hígado sigue estando presente.
Nadie habla de la gastritis que te ocasionan las botanas extra-hot o los
aderezos extra-spicy ni de la decepción que genera saber que la extra
eficiencia de las cremas reductivas o anticelulíticas dura lo que tardas en beber
un vaso de agua.

Mi punto es: lo light y lo extra son una farsa. Pero una farsa en la que caemos a
pesar de nuestro (supuesto) desarrollado sentido común, y los adolescentes
son un blanco aún más fácil para creer fervientemente todos estos argumentos.
Este tema lo retomaré más adelante.

Entendiendo a la adolescente

Polaino, psiquiatra y estudioso del tema de la homosexualidad dice que la


formación de personalidades atraídas al mismo género es multifactorial pero
puntúa como un momento muy importante para la consolidación de la
personalidad, el descubrimiento y aceptación de sí mismo, proceso que se
desarrolla a lo largo de la adolescencia. En esta etapa la afectividad y
sexualidad están a flor de piel y se confunde el cariño y la identificación de
roles con alguien del mismo sexo con atracción o gusto sexual por ellosi.

La adolescencia es una de las crisis mas ambivalentes del desarrollo humano:


no son niñas y a veces se aman y se odian por eso, pero tampoco son adultos
y les molesta no tener un lugar en el mapa. No hay nada peor que estar en el
limbo, no solo físico sino emocional y social.

Sin hablar de si la elección del ejercicio de la sexualidad es correcto o


incorrecto (pues no es el tema que nos atañe), me parece sumamente grave
que estas jóvenes se construyan “etiquetas” con implicaciones existenciales a
tan corta edad pero no podemos perder de vista que es precisamente esta
edad la más vulnerable para vivir con una concepción errónea de quienes son.

Cuestión de género

Como orientadora me encuentro con mucha frecuencia ante adolescentes


ansiosas y preocupadas por descubrir si “es normal tener sentimientos lésbicos
a su edad”. Y aquí quiero hacer una aclaración: este artículo habla sobre la
concepción social y los reforzadores de la homosexualidad en mujeres, no
porque la confusión homosexual no se dé en los varones sino porque las
féminas se ven mas afectadas dados los cambios de rol y funciones que se han
dado socialmente y en especial en el ámbito de amistad entre mujeres.
Ahondaré un poco más en esto.

Es histórico el rol del hombre en sus relaciones amistosas. El contacto físico es


esporádico y cuando lo hay se demuestra con un apretón de manos o una
palmada en la espalda, pero en general su acercamiento es rudo, agresivo,
“masculino”. En cambio, a las mujeres se nos permite darnos besos, abrazos,
decirnos piropos y echarnos porrasii. Y este es un escenario perfecto para que
una niña que está descubriendo su sexualidad, se sienta realmente confundida.

Es impresionante la manera en que el inconsciente colectivo ha adoptado la


imagen de una lesbiana. Si vamos caminando por la calle y vemos a dos
jóvenes tomadas de la mano, inmediatamente nuestro pensamiento alude a
una unión lésbica. Y si nos ponemos en los zapatos de esas jóvenes donde
vamos de la mano de alguien de nuestro mismo sexo, tenemos 14 años y
muchas dudas sobre nosotros, nuestras relaciones, gustos, capacidades y
sobre el mundo en general, ¿qué puede pasar? Que esas adolescentes
empiecen a considerarse homosexuales cuando ni siquiera han terminado de
conformar su identidad.

Los argumentos

Quisiera desmenuzar los que para mi, son los ingredientes principales de este
autoconcepto erróneo y esta confusión homosexual. Para ello utilizaré tres
argumentos de mis orientadas para que podamos comprender la lógica en el
pensamiento de estas adolescentes. A continuación cito, con permiso de ellas,
sus frases más repetidas y las que más las confunden:
- Besé a una compañera bisexual... y sentí rico. ¿Eso me hace lesbiana?
- Me la paso muy bien con Ana, a veces no me interesa estar con nadie
más que con ella, ¿soy lesbiana?
- Me da pena decirlo pero creo que estoy enamorada de María, tengo un
sentimiento muy grande de amor por ella.
Con estas tres afirmaciones tenemos material suficiente para hacer un análisis
profundo sobre las inquietudes y la lógica que siguen las mentes adolescentes
en el tema del amor, las relaciones y la homosexualidad. A continuación las
explicaré una a una.

a) El predominio de las sensaciones

En el último mes he visto dos películas de la misma actriz, una joven muy
guapa, con porte, segura, con un carácter fuerte y muchos atributos “imitables”.
Y resulta que en estas dos películas, su personaje dice dos frases interesantes
para el punto que quiero aclarar. En ambas películas un personaje secundario
le pregunta a la protagonista “¿Qué quieres (con él)?” y las respuestas parecen
escritas por el mismo guionista: “Quiero sentir” y “Cuando estoy con él, siento”

Sumando otra característica a nuestra sociedad posmoderna, estamos sujetos


a un bombardeo de hedonismo en el que las cosas valen la pena mientras son
agradables, mientras no cuestan trabajo y/o generan una gran expectación y
adrenalina. (De nuevo me refiero a lo extra del principio). Por eso no me
sorprende escuchar esas frases de las jóvenes, frases en donde el sentido de
sus relaciones es en la medida en que sienten. Y sobre todo en la medida de
sentir rico.

He escuchado a varias adolescentes decir que un beso es muy importante para


ellas porque delimita si la relación con el sujeto en cuestión vale la pena o no.
Es más, sé de varias que han tomado como parámetro de elección de pareja si
el niño besa rico o no. Dice Vidal Schmill que cuando somos adolescentes,
“cualquier subida de temperatura es confundida con amor eterno y verdadero”iii

Mariana, una de mis orientadas, se rió a la vez que se tranquilizó cuando le dije
que el beso con su amiga “bisexual” lo que probaba era que tenía un excelente
sistema nervioso. ¡Pero es verdad! Todos sabemos que la piel está llena de
terminales nerviosas que precisamente se encargan de eso que los jóvenes
valoran en extremo: sentir. Y si una de sus premisas es “si contigo siento rico,
entonces eres mi alma gemela”, ¿qué pasa cuando esa que me hace sentir es
mujer? ¿Y si además es mi amiga y seguramente es una de las pocas
personas que entiende a la perfección lo que estoy pasando? La conclusión a
la que llegan es “estoy enamorada de ella”. Lo que nos lleva a los siguientes
dos puntos.

b) La necesidad de pertenecer

Suelo pensar que la entrada a la adolescencia es un segundo nacimiento. En el


primero fue un shock que tras venir de un ambiente cálido, acuoso y
confortable; pasemos a uno frío, ruidoso y además tengamos que hacer un
esfuerzo por comer y respirar.

En la adolescencia pasa algo similar. Ya teníamos un lugar, éramos


inteligentes, deportistas, obedientes, cooperativos... y de repente a las
hormonas se les ocurre armar una revolución dentro de nosotros y sin nuestro
permiso. Es entonces cuando nos convertimos en flojos, irresponsables,
apáticos, desordenados y si hablamos con la mamá de un adolescente les dará
muchos mas adjetivos. Pero, ¿en qué momento perdimos nuestro lugar de
honor en la casa, en el mundo y sobre todo, dentro de nosotros mismos? Los
adolescentes no se dan cuenta cuando empiezan a volverse introvertidos, a
darle un enorme peso a su mundo interno y dejan de interesarse por los otros,
solamente un día descubren que llevan cuatro horas acostados en su recámara
escuchando a Muse, en vez de a Hannah Montana. ¡Y que lo están disfrutando!

Ahora pensemos por un segundo: ¿quién, sano mentalmente, quiere estar en


un lugar donde siempre se le dice lo que ha perdido en el camino y se añora lo
que era antes? Es mucho más sano y sencillo buscar a aquellos que valoren
quienes somos ahora, que disfruten estar con esa persona en quien nos hemos
convertido. Y quienes disfrutan la compañía de otro adolescente ¡son los otros
adolescentes! Porque están en el mismo canal, simplemente por eso.
Por eso no es raro que nuestros amigos de la adolescencia sean para toda la
vida. ¿Por qué? Porque en la etapa en la que nos estábamos descubriendo y
decidiendo si queríamos el pelo largo o corto, rosa o negro, humanidades o
números, ellos también lo estaban haciendo. E incluso formaron parte activa de
nuestras decisiones de vida, decisiones que conformaron nuestra identidad.

Todo lo anterior fue dicho para explicar el segundo argumento que hace que
las niñas se confundan: si tengo un alto grado de intimidad y empatía con mi
amiga, soy lesbiana. Y es otra de las falacias que debemos aclararles.

Una mujer que está rayando los 60, me contaba que a ella no le causaba
ningún problema decir que con su hermana había jugado a probar a qué sabía
la lengua. Escucharla me pareció sorprendente. Si a una joven o niña de esta
época se le ocurre proponer ese juego, definitivamente será tachada como
“rara”. Porque en nuestra sociedad ya todo es posible, un juego ya no es solo
un juego y un descubrimiento del propio cuerpo (y de esas terminales nerviosas
de las que hablamos) ya es una perversión.

Si la pasas muy bien con tu amiga es porque las dos están pasando por lo
mismo. Tienen papás que, desde su punto de vista, las odian porque no las
dejan hacerse piercings por todo el cuerpo, maestros incompetentes que no
saben enseñar y solo exigen lo que no dan, hermanos molestos, cambios
fisiológicos y hormonales que las hacen estar dentro del mismo barco, les
guste o no. Y es mucho más fácil hablar con alguien que conoce tu idioma, es
mucho más fácil compartir parte de ese mundo interno que estás descubriendo,
de tu intimidad. Pero esa cercanía no implica, bajo ninguna lógica de causa-
consecuencia, una relación lésbica.

c) El amor, un sentimiento polifacético

Lo anterior nos lleva al último argumento que me dieron las jóvenes: sentir una
gran atracción hacia la personalidad de alguien del mismo sexo, hacia los
momentos, pensamientos y sentimientos que compartimos con ella NO es
sinónimo de estar enamorada de ella. Antes de continuar, debemos hacer una
aclaración sobre el acto de amar.

El amor ha sido manipulado por el hombre posmoderno de una manera


abrupta, grosera y reduccionista. Existen diversos niveles, categorías y
receptores de nuestro amor pero los hemos olvidado.iv

Junto con su contraparte el odio, el amor es el sentimiento más versátil que


existe. Se puede amar una pintura, una mascota, un trabajo, a una madre, a un
hermano, a una pareja, a un amigo, a la patria, a uno mismo. Y eso solo por
mencionar algunos ejemplos. Si el amor tiene tantas caras, ¿por qué limitarlo a
una relación puramente pasional, esponsal o sexual?

Si se crece con esa concepción de amor, es fácil entender la gran confusión


que sienten las jóvenes al enfrentarse con sentimientos tan fuertes de interés,
cercanía y cariño por sus amigas. La amistad es un modo de amor, es la
manera en que formamos parte de una relación que nos enriquece
mutuamente, nos hace compartir vivencias, creencias, sueños y realidades.
Una vez escuché una frase anónima que dice que un amigo es alguien con
quien puedes pensar en voz alta, con quien puedes conocerte mejor viéndote a
través de su percepción sobre ti ¿En qué momento pensamos que esos
sentimientos de amistad deben desembocar en una cama?

Es difícil que en nuestra mente se pueda formar el pensamiento “amo a mi


amiga” porque inmediatamente nos remitirá a una imagen sexualizada, como
todo lo que la sociedad actual entiende como “amor”. La escena de besos,
caricias y éxtasis. Considero muy importante empezar a quitarnos esas ideas
absurdas sobre el amor de pareja como la única forma del amor. No lo
menosprecio ni mucho menos, pero no estoy de acuerdo con que solo se
considere ese tipo de amor.

A las mujeres de las generaciones recientes se les ha dicho que si disfrutan


pasar tiempo con su mejor amiga, compartir pensamientos, decisiones, anhelos
y planes de vida, lo más seguro es que amen a esa amiga. Hasta aquí todo
bien. El quiebre viene cuando la idea concluye en que ese amor tiene que
terminar en una relación sexual. Nada más lejano a la realidad. El ser humano
en general y las mujeres en particular, son perfectamente capaces de
demostrar su amor por alguien de maneras que no tienen nada que ver con
conductas sexuales.

¿Cómo ayudar?

Una vez repasada esta ideología que surge de boca de estas adolescentes
confundidas, no podemos quedarnos con el conocimiento teórico. Menos como
parte de sus formadores. Las recomendaciones pedagógicas para los que
convivimos de cerca con adolescentes son precisamente para resarcir el daño
que la confusión ha creado en su autoconcepto y hasta en su rol social y son la
siguientes:

1. Aprovechar los recursos


No podemos cerrar los ojos ante la realidad, la homosexualidad se despliega
ante nosotros en series, películas, novelas, canciones, y un largo etcétera.
Pero hay una frase española que me encanta y dice que cuando la vida te da
limones, hagas limonada. Y los educadores tenemos el deber de aprovechar
cada situación como un recurso que permita aprendizajes, no es bueno
cerrarse a lo nuevo y tampoco significa aceptarlo. El secreto está en estar
dispuesto a comprenderlo para poder criticar y proponer en beneficio de quien
queremos ayudar.

2. Revalorar el amor
Sin ninguna connotación cursi. El amor es un sentimiento humano y es tan
amplio como complejo. Podemos empezar dando testimonio de que el amor no
solo es entre una pareja y se consuma con un papel, un “acepto” o en la cama.
El amor se contagia, cuando las adolescentes se dan cuenta de que no nos da
miedo decir que amamos a una amiga del mismo sexo y que no por ello
queremos que sea nuestra novia, se sienten más tranquilas y pueden ver otra
faceta del amor, una de tantas. Ojo, si la idea de decir “amo a mi amiga” es
inquietante para ti lector, el tema no está trabajado y hay que solucionarlo, tal
vez con ayuda de un orientador (psicológico, religioso, familiar) que te de
perspectiva y solucione a tu lado.

3. Escuchar con apertura


Las adolescentes son extremadamente sensibles y si se dan cuenta de que
pueden incomodarte con sus preguntas (que de hecho pasará si no lo tienes y
trabajado, como dije arriba), preferirán no formularlas y así crearse un mundo
de posibilidades y potenciar su confusión.
Así como los niños pequeños deben preguntar en algún momento cómo nacen
los bebés, las adolescentes pueden preguntar nuestra opinión sobre la
homosexualidad y porque necesitan saber si las rechazaríamos por sentirse o
ser “raras”. Necesitan de nuestra aprobación.
Es importante que recuerdes que escuchar no quiere decir aceptar. Muchas
personas piensan que si se evade el tema, se olvidará o se superará solo; o
incluso que si se toca el tema es como dar permiso. Y no es así. No es permiso
lo que necesitan sino una luz en medio de la confusión. Y es frustrante cuando
nadie quiere alumbrarte.

4. Acercarse
Lograremos ser agentes de cambio en las crisis de las adolescentes solamente
en el momento en el que dejemos de tener miedo a sus dudas, inquietudes y
problemas; cuando les hablemos con la claridad, el cariño y la cercanía con la
que a nosotros nos hubiera gustado que nos respondieran ese tipo de dudas
que tanto trabajo cuesta preguntar. Intenta ser muy receptivo/a a lo que en
realidad está preguntando, dale respuestas cercanas, sencillas.
Mantén abiertos los canales de comunicación, no permitas que los prejuicios o
las etiquetas que ponemos con tanta ligereza te impidan ver la imagen
completa, ve más allá de lo evidente, qué hay detrás de esa confusión, ese
rechazo, ese enojo o tristeza. Lo mejor para ayudar a resolver una confusión de
identidad sexual es la certeza de que vamos a estar allí siendo un soporte
emocional, no juzgándolas.

5. Asumir el compromiso de educar


No tengo palabras para agradecerle a mis orientadas la confianza de contarme
sus inquietudes, las que desataron todo este artículo. Me implica un gran
compromiso porque me dice que confían en mi respuesta o que por lo menos
tienen expectativas altas para que la ayude a resolver sus dudas existenciales.
El compromiso de educar, como padres, maestros u orientadores es muy
grande y mientras nosotros tengamos claro que lo que hacemos es con
profesionalismo y buscando siempre el bien de quien acude en nuestra ayuda,
ya sean hijos, alumnos o pacientes, seguramente nuestra intervención será
eficaz.
i
Polaino, Aquilino. (2000). Homosexualidad: una realidad sin mitos; Aquilino Polaino; Revista
Istmo; Año 41; Núm. 243
ii
César Bono en la obra “Defendiendo al cavernícola” hace una sátira maravillosa y aguda
sobre las diferencias entre la expresión afectiva entre hombres y mujeres.
iii
Schmill, Vidal (2003). Disciplina inteligente. Manual de estrategias actuales para una
educación en el hogar basada en valores. México. Producciones educación aplicada. p.88
iv
Cfr. Fromm, Erich. El arte de amar

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