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Comienza criticando a Pfeifer por no dar preeminencia en el análisis del problema al punto
de vista económico y a la ganancia de placer que este conlleva. Después se aboca al
análisis de su experiencia personal. Nos describe al niño con una muy buena interacción
con su medio y sobre todo con su madre, pero llama la atención sobre el hecho de que el
niño poseía el hábito de arrojar lejos de sí todos los objetos que estaban a su alcance y al
hacerlo acompañaba tal acto con una expresión de satisfacción que según el mismo
Freud y su madre significaba: “se fue” (Fort). El niño jugaba a que sus juguetes se iban.
Tal juego tenía una variante en especial con un carretel atado con un hilo, en la cual se
añadía el hecho de que el juguete que desaparecía “retornaba” y era saludado
amistosamente con un “acá está” (da), segunda fase que provocaba una mayor ganancia
de placer que la primera.
Freud interpreta que la renuncia pulsional que implicaba el admitir sin protestas la partida
de la madre se resarcía escenificando por sí mismo, en los objetos que estaban a su
alcance, el desaparecer y regresar de su propia madre. Teniendo en cuenta que es
imposible que la partida de la madre resultara para el niño agradable, Freud se pregunta
“¿cómo se concilia con el principio de placer que repitiese en calidad de juego esta
vivencia penosa para él?”. Descarta la tesis que escenificaba la partida para poder sentir
el gozo de la vivencia del retorno porque la primera parte era muchas veces escenificada
por sí sola y, en su proceso, cuantitativamente mucho mayor que la escenificación misma
del regreso. El primer factor de interpretación que nos ofrece: la ganancia de placer que
provoca la repetición del juego es el cambio cualitativo del rol actuado. En la escena real
de la partida de la madre y la consiguiente experiencia displacentera, el niño juega un rol
pasivo, en cambio, en la repetición escenificada, su rol es activo. De modo que el rol de
poder y decisión, o “pulsión de apoderamiento”, es lo que aporta una ganancia de
placer que hace posible la repetición.
Freud dedica prácticamente todo el capítulo 4 de Más allá del principio del placer a
construir toda una interpretación mecánico-biológico-psíquica de la vida en orden a
sustentar su conclusión que es el carácter conservador de la compulsión de repetición .
El último fundamento de la compulsión de repetición es una tendencia de repetición de un
estado anterior a la misma vida, que es el estado inorgánico. Es decir, el estado de no
vida o muerte. La pulsión de muerte es entonces el último fundamento