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Posibilidad del conocimiento

Se ha llegado a dudar de que podemos realmente conocer la realidad tal como es.

El escepticismo antiguo negaba la posibilidad del conocimiento, al argumentar que la realidad


siempre nos será desconocida, porque el sujeto jamás podrá aprehender al objeto tal como es
en su totalidad. Siempre habrá algo del objeto que no podremos conocer, y que el sujeto jamás
podrá aprehender.

El conocimiento es imposible, lo que creemos conocer no es más que una ilusión.

En cambio, otros pensadores como Aristóteles, afirmaban la realidad y la posibilidad del


conocimiento, pensaban que, por naturaleza, el ser humano quiere conocer, satisfacer su
natural curiosidad por el mundo. Esta postura es conocida como dogmatismo.

El dogmatismo es aquella posición epistemológica para la cual no existe todavía el problema de


conocimiento. El dogmatismo da por supuestas la posibilidad y la realidad del contacto entre el
sujeto y el objeto. Es para él comprensible de suyo que el sujeto, la conciencia cognoscente,
aprehende su objeto. Esta posición se sustenta en una confianza en la razón humana, todavía
no debilitada por ninguna duda.

Aristóteles reconoció tres fases del conocimiento:

• La sensación del objeto particular

• La intelección y abstracción de lo universal (entendimiento agente)

• La ciencia, aplicación del universal, (entendimiento paciente)

Kant, filósofo del Siglo de las Luces, intenta superar la discrepancia entre empiristas y
racionalistas con su teoría llamada criticismo. Afirma que los juicios o pensamientos de la razón
son a priori, es decir, que se no se han originado con la experiencia.

Este tipo de juicios o pensamientos tienen necesidad lógica y validez universal, no aportan nada
nuevo al conocimiento, solo son juicios explicativos.

Mientras que a los juicios o pensamientos que se originan con la experiencia, Kant los llama
juicios a posteriori. Estos no tienen validez universal ni necesidad lógica, pero sí aportan nuevos
datos al conocimiento.

El subjetivismo

Por el contrario, para el subjetivismo, el conocimiento humano se funda en el sujeto, puesto que
el conocimiento no se da en el objeto sino en quien percibe, que aprehende los objetos gracias
a su consciencia cognitiva.

La compresión de la realidad depende del sujeto que aprehende, de sus condiciones particulares
y previas al proceso del conocimiento, su cultura, su educación, su sistema de creencias, todas
las cuales intervienen en la recreación que haga del objeto en su mente.

El subjetivismo radical El subjetivismo radical afirma que las cosas no existen si no son
percibidas, tal como pensaba Berkeley (1685 - 1753), filósofo irlandés, representante del
empirismo y del subjetivismo extremo, para quien «ser es ser percibido»; es decir, la realidad
objetiva simplemente no existe si no hay un sujeto que la esté percibiendo.
Lo que no toma en cuenta el subjetivismo es que el mismo sujeto filtra y deforma la realidad
objetiva al percibirla; desde su estructura cognitiva, su ideología y sistema de creencias logra
interpretar la realidad, la reconstruye, sin que pueda percibir la realidad tal como es.

El extremo del subjetivismo es el solipsismo que afirma que lo único que existe es el sujeto que
conoce, y llega a la necesidad de establecer un sujeto trascendental y superior como lo hicieron
el filósofo místico Plotino (205 - 270) y otros panteístas que colocaron un espíritu divino en todas
las cosas, fundamento de la verdad. Así el proceso del conocimiento ya no es aprehender un
mundo objetivo sino que consiste en adherirse al sujeto trascendental que proporciona a la
consciencia todos los contenidos del conocimiento.

El relativismo

Como el subjetivismo, el relativismo sostiene que la realidad es relativa al sujeto que la percibe,
por lo que hay tantas verdades y realidades como sujetos cognoscentes. Según esta postura, no
existe un conocimiento único ni una verdad absoluta. La realidad que percibimos depende de
factores culturales, históricos, psicológicos, físicos, etc. Además, los relativistas se basan en el
hecho de que ha habido tantas ideas y concepciones sobre las cosas, a lo largo de la historia y
en diferentes épocas, que no se puede afirmar que hay un conocimiento independiente del
sujeto.

Desde los sofistas

Toda la filosofía platónica es un intento de superar de forma completa el relativismo de los


sofistas, quienes sostenían la relatividad de todo, y la crítica a las posturas dogmáticas y
universalistas. Protágoras decía: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en
tanto que son y de las que no son en tanto que no son».

Oswald Spengler, en su obra Decadencia de Occidente, señala que «Solo hay verdades en
relación a una humanidad determinada». Según esta postura, las verdades que una sociedad
establece dependen del círculo cultural, temporal y social de la que surgen. No hay un sistema
de creencias absoluto y único, no hay un sistema filosófico absoluto, ni menos un solo
conocimiento universalmente válido.

Sócrates y Platón combatían las consecuencias del relativismo sofista en el plano moral y político
que las veían como desastrosas, puesto que el relativismo deshace toda posibilidad de verdad,
de tal manera que pierde validez cualquier sistema moral y político que requiera de una postura
dogmática con respecto al conocimiento.

Además, decir que no hay verdades absolutas es una contradicción, ya que esta, tal como está
enunciada, es una verdad que pretende ser absoluta.

El pragmatismo

Es la postura epistemológica según la cual lo verdadero es aquello que nos es provechoso y útil
para la vida. La verdad o la falsedad de las cosas dependen de su contribución a un fin práctico,
también llamado pragmático.

Al enfrentarse con la realidad, el sujeto debe encontrar una manera de orientarse, de situarse y
alcanzar un fin. Para ello debe ser práctico y adoptar la verdad que le sea útil. Entonces la verdad
(teoría) debe estar en congruencia con la práctica. Para que algo sea verdadero, debe plasmarse
bajo la forma de una actividad práctica. En definitiva, toda realidad puede ser juzgada como
verdadera de acuerdo con sus efectos prácticos.
Para el filósofo pragmático William James (1842 - 1910), el hombre es incapaz de captar la
esencia íntima de las cosas, la razón humana es incapaz de resolver los enigmas metafísicos,
entonces fija su atención en los resultados prácticos. El pensamiento es como una función vital
que tiene su papel en la conservación y preservación de la vida. Así, introduce un nuevo
concepto de la verdad: la verdad es útil y fomentar la vida.

Este pensamiento pragmatista se enmarca dentro de las filosofías de la vida para las cuales la
vida humana es el valor primero, siendo todos los otros valores medios útiles para el fomento
de ella. La verdad es, por tanto, lo útil y conveniente al hombre. El conocer y el pensar son
funciones al servicio de la conservación y promoción de la vida.

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