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La Artritis Reumatoide

1. Prólogo
2. Introducción
3. ¿Qué es la artritis reumatoide?
4. Las enfermedades reumáticas
5. Diagnóstico y pronóstico
6. Tratamiento
7. Conclusión
8. Glosario
9. Bibliografía

Prólogo
La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune crónica caracterizada por una inflamación de las
articulaciones, aunque también puede afectar a otros órganos. Si no se trata de forma correcta, puede
deparar una incapacidad laboral permanente, una importante pérdida de la calidad de vida y un
acortamiento medio de la supervivencia de unos cinco años.
En España, según el estudio Episer, cerca del 0,5% de la población padecería de artritis reumatoide, es
decir, entre 200.000 y 250.000 personas. Aunque en los últimos años la incidencia de esta enfermedad no
se ha modificado, sí se ha producido un incremento en su diagnóstico, sobre todo debido a los avances en
el campo de la reumatología, en particular el desarrollo de nuevas pruebas diagnósticas y la creación de las
llamadas Consultas de Artritis de Reciente Comienzo (CARC). Por fortuna, también ha mejorado
notablemente el pronóstico de esta enfermedad, y no sólo porque los pacientes se diagnostican y tratan
antes, sino también porque actualmente se dispone de tratamientos más eficaces.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta el paciente con artritis reumatoide es el
desconocimiento de su enfermedad. En la era de la información, donde el conocimiento es global y muy
cercano, nos vimos en la necesidad de trabajar en este sentido para las personas con artritis reumatoide y
sus familias. La investigación que tenemos en las manos pretende ser cercano a las personas con artritis
reumatoide: explica en qué consiste, cuáles son sus causas, sus factores pronósticos y sus síntomas, y
alerta sobre la importancia del diagnóstico y el tratamiento precoces. Pero lo más importante es que
ayudará a que las personas con artritis reumatoide y sus familiares tomen conciencia de la realidad de la
enfermedad, colaboren con el reumatólogo y los demás profesionales sanitarios involucrados y se
beneficien de la atención integral que merecen: la que les garantizará una mejor preservación de su calidad
de vida.

Introducción
En este trabajo en general lo que es la artritis reumatoide, lo que consiste, síntomas y tratamientos.
Este trabajo se trata sobre la artritis y veremos aquí muchas cosas de sobre cómo prevenirla y cómo
podemos evitarla y haci podremos quietarnos un riesgo para nuestra salud.
Este trabajo es importante en el área médica ya que es una muy buena investigación sobre este tema que
es importante en la sociedad y así podremos evitar un gran daño en ella.
A menos que estas personas entiendan esto créanme que les será de utilidad.
Daremos un gran paso para este proyecto y así ayudaremos con nuestro granito de arena a prevenir esta
enfermedad crónica.
Esperemos y este trabajo sea de su agrado.

Capitulo 1.
¿Qué es la artritis reumatoide?
La artritis reumatoide (AR) es una enfermedad inflamatoria crónica, de naturaleza autoinmune,
caracterizada por manifestaciones en las articulaciones (como dolor, tumefacción y rigidez) y la presencia de
síntomas generales (como cansancio, sensación de malestar, fiebre ligera, inapetencia y pérdida de peso
corporal). Además, con el paso del tiempo es común la aparición de algunas manifestaciones extra
articulares, es decir, que afectan a sectores del organismo no relacionados con las articulaciones (como la
piel, los vasos sanguíneos, el corazón, los pulmones, los ojos y la sangre). En las fases avanzadas, y en

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ausencia de tratamiento, la enfermedad puede causar importantes limitaciones físicas y un marcado


deterioro de la calidad de vida.
La evolución de la AR está ligada a la inflamación articular y es muy variable. En algunas personas, cesa de
forma espontánea. Sin embargo, en la mayoría de los casos evoluciona durante muchos años, incluso de
por vida, siendo característica la alternancia de períodos de exacerbación sintomática (brotes sintomáticos),
que suelen durar unas cuantas semanas o unos pocos meses, con períodos de calma relativa o absoluta.

Sin el tratamiento oportuno, los brotes sintomáticos tienden a ser más frecuentes y duraderos, hasta
provocar una progresiva limitación de la movilidad articular y la aparición de ciertas deformidades
esqueléticas características. Por ello, en ausencia de tratamiento, lo más habitual es que la AR depare un
importante deterioro de la capacidad funcional y la calidad de vida.
1.1 Enfermedades autoinmunes
Las enfermedades autoinmunes constituyen un nutrido grupo de trastornos en los que, por razones aún no
bien establecidas, el sistema inmunitario, encargado de la defensa del organismo, reacciona contra tejidos
del propio cuerpo a los que identifica erróneamente como extraños, como si representaran una amenaza.
Algunas enfermedades autoinmunes son específicas de órgano, porque afectan a una estructura corporal
determinada, por ejemplo la piel o la mucosa respiratoria, mientras que otras son sistémicas, pues las
lesiones que causan involucran al conjunto del organismo. La AR corresponde a esta última categoría, ya
que el blanco de los ataques
Autoinmunes es el tejido conectivo, un tejido que cumple básicamente una función de sostén y que, por lo
tanto, se encuentra presente en prácticamente todas las estructuras orgánicas, incluidas las articulaciones.
1.1.1 Células defensivas y anticuerpos
El sistema inmunitario tiene como objetivo proteger al organismo de elementos que representan una
amenaza, como son los microorganismos o las células tumorales.
Entre los diversos componentes que forman parte del sistema inmunitario, destacan los glóbulos blancos o
leucocitos, que circulan por la sangre y se distribuyen por los distintos tejidos para ejercer una vigilancia
constante: si detectan la presencia de un elemento potencialmente peligroso, intentarán eliminarlo poniendo
en marcha diversos mecanismos.
1.1.2 La inflamación
La inflamación es la reacción defensiva fundamental que pone en marcha el sistema inmunitario ante una
amenaza. Se trata de una reacción muy compleja, ya que conlleva la participación de numerosos
mecanismos y elementos.
La dilatación de los vasos sanguíneos de la zona favorece la llegada de un mayor número de células y
elementos defensivos, como los anticuerpos referidos. Pero también implica la llegada de un mayor flujo de
líquido, que se acumula en la zona afectada y da lugar a la propia inflamación, además de ejercer presión
sobre las terminaciones nerviosas sensitivas, lo que a su vez genera la característica sensación de dolor.
Así pues, el aumento del flujo sanguíneo y la acumulación local de líquido son responsables de las cuatro
manifestaciones características de la inflamación en la zona afectada: tumefacción, dolor, enrojecimiento e
incremento de la temperatura.
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Como actúan las células defensivas
1.1.3 Los autoanticuerpos
En los trastornos autoinmunes, por razones aún no esclarecidas, las células defensivas no sólo
desencadenan procesos inflamatorios inoportunos y a menudo persistentes, sino que también fabrican unos
anticuerpos desorientados, denominados “autoanticuerpos”, que reaccionan contra tejidos propios del
organismo. Estos autoanticuerpos, junto a los procesos inflamatorios repetidos y persistentes, son los
causantes de las lesiones características de los trastornos autoinmunes.
La identificación y valoración de estos autoanticuerpos, que se lleva a cabo mediante pruebas específicas
en análisis de sangre, constituye uno de los aspectos más importantes que los médicos tienen en cuenta a
la hora de establecer el diagnóstico, controlar la evolución e incluso perfilar el pronóstico de la AR. Entre
estos autoanticuerpos, los mejor conocidos y más utilizados son el factor reumatoide (FR) y los anticuerpos
anti péptidos cíclicos citrulinados (anti-CCP).
En los últimos años se ha producido un gran avance en el conocimiento de los mecanismos y elementos
involucrados en los procesos inflamatorios de los trastornos autoinmunes. En relación con la AR, se ha visto

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Algunas células defensivas (A) se encargan de detectar e identificar los elementos
extraños (D), como microorganismos y células tumorales, y emiten las señales oportunas
para que otras células defensivas (B) los ataquen directamente y otras (C) fabriquen y
secreten anticuerpos (E) para neutralizarlos.

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que una proteína conocida como ”TNF” desempeña un papel esencial en la iniciación y perpetuación de la
inflamación articular.
Ello ha permitido desarrollar unos nuevos medicamentos, los “fármacos biológicos”, muchos de los cuales
actúan específicamente contra el TNF. Últimamente, estos fármacos se han incorporado al arsenal
terapéutico que se utiliza en el tratamiento de la AR y, gracias a ello, se ha conseguido una notable mejora
en el pronóstico de la enfermedad.

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Como actúan los anticuerpos

1.2 Anatomía de las articulaciones


Las articulaciones son las estructuras que conectan los huesos entre sí y proporcionan el necesario grado
de movilidad y estabilidad a los distintos segmentos esqueléticos. Algunas son fijas, pero la mayoría son
más o menos móviles.
Las articulaciones móviles, que son las que se afectan en la AR, están formadas por los extremos de dos o
más huesos y por otros componentes no menos importantes, como son el cartílago articular, la cápsula
articular y la membrana sinovial.
1.2.1 Los huesos
Los huesos constituyen el elemento básico de la articulación. La forma de los extremos óseos varía en cada
articulación. Es precisamente la correspondencia de estos extremos óseos, es decir, su encaje, lo que
condiciona la movilidad de los segmentos esqueléticos involucrados.
1.2.2 El cartílago articular
Las superficies óseas no contactan directamente entre sí, sino que están tapizadas por una capa de tejido
elástico, el cartílago articular, que evita las fricciones y el consiguiente desgaste. En las articulaciones
grandes, como las rodillas y las caderas, el cartílago articular tiene unos 3-4 mm de grosor, mientras que en
las articulaciones pequeñas de los dedos sólo alcanza una fracción de milímetro.

Principales componentes de una articulación móvil

1.3 La lesión articular


Las lesiones articulares de la AR se producen a consecuencia de la artritis, es decir, la inflamación articular.
El tejido que protagoniza las alteraciones iniciales es la membrana sinovial que tapiza el interior de la
cápsula articular. La inflamación de la membrana sinovial se denomina “sinovitis”.
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En los trastornos autoinmunes, algunas células defensivas (A) actúan de forma
inadecuada fabricando y secretando autoanticuerpos (B), es decir, anticuerpos que actúan
contra órganos del propio cuerpo, como los músculos, el corazón, las articulaciones u
otras estructuras.

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La sinovitis aguda se caracteriza por la proliferación y acumulación de diversos tipos de células inmunitarias
y la producción excesiva de líquido sinovial. La sinovitis aguda es la causante de los síntomas y
manifestaciones típicos de las fases iniciales de la AR.
Con el paso del tiempo, la sinovitis se hace crónica. Como consecuencia de ello, la membrana sinovial se
engrosa y en su espesor se va formando un nuevo tejido, parecido a una cicatriz e invasor, conocido como
pannus. El pannus va creciendo poco a poco hacia el interior de la articulación hasta afectar al cartílago
articular.

Si la enfermedad no se detiene, al cabo de un tiempo el pannus acaba infiltrándose en el cartílago articular,


e incluso puede lesionar los extremos óseos de la articulación provocando erosiones y osteoporosis (es
decir, pérdida de densidad del tejido óseo). En estas fases avanzadas de la enfermedad, las lesiones
articulares originan rigidez y deformaciones articulares.

Articulación con Artritis Reumatoide

Las enfermedades reumáticas


Las enfermedades reumáticas constituyen un amplio grupo de trastornos que afectan de manera genérica al
aparato locomotor (compuesto básicamente por los huesos, los músculos, los tendones y las articulaciones)
y que no se producen a consecuencia de un traumatismo. Este grupo de enfermedades incluye a la AR y a
otros trastornos autoinmunes que afectan al tejido conectivo.

Algunas enfermedades reumáticas, como la AR, cursan con artritis o inflamación articular. Otras afectan
exclusivamente a los huesos, como ocurre en la osteoporosis. Y otras se deben a un proceso degenerativo
producido por el desgaste del cartílago articular, como sucede en la artrosis, sin duda la dolencia reumática
más frecuente.

Principales enfermedades reumáticas


Enfermedades inflamatorias del tejido conectivo
Artritis reumatoide
Lupus eritematoso sistémico
Síndrome antifosfolípido
Esclerosis sistémica (esclerodermia)
Miopatías inflamatorias idiopáticas
Síndrome de Sjögren

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Síndrome de superposición del tejido conectivo


Vasculitis
Espondilo artropatías inflamatorias
Espondilitis anquilosante
Artritis psoriásica
Artritis reactiva
Artritis enteropatías (colitis ulcerosa, enfermedad de Crohn)
Espondilartropatías indiferenciadas
Enfermedades reumáticas de la infancia
Artropatías microcristalinas
Gota
Enfermedad por depósitos de pirofosfato cálcico
Enfermedad por depósito de hidroxiapatita
Otras enfermedades microcristalinas
Enfermedades reumáticas relacionadas con agentes infecciosos
Manifestaciones articulares de los procesos tumorales
Artrosis
Enfermedades del metabolismo óseo
Osteoporosis
Osteomalacia
Enfermedad de Pagel
Enfermedades hereditarias del tejido conectivo
Reumatismos de partes blandas
Locales: tendinitis, hombre doloroso
2. A quien afecta la Artritis Reumatoide
La AR es una enfermedad relativamente frecuente. Según datos estadísticos globales, afecta al 0,3-1% de
la población, lo que significa que actualmente habría en todo el planeta entre 100 y 200 millones de
personas que padecen este trastorno.
Se estima que en España, según las encuestas epidemiológicas más actuales, la AR afecta
aproximadamente al 0,5% de la población adulta, lo que significa que en nuestro país habría, en total, más
de 200.000 personas afectadas por esta enfermedad. Además, esta cifra se incrementa de manera
progresiva, pues cada año se diagnostican entre 10.000 y 20.000 casos nuevos.
La frecuencia de la AR no sólo varía entre los diversos países y regiones, sino también según el sexo y la
edad. Así, el trastorno es tres veces más frecuente en las mujeres que en los varones y resulta mucho más
habitual en las personas mayores que en los adultos jóvenes, situándose su edad de inicio más frecuente
en los 40-60 años de edad. En consonancia con estos datos, se estima que la AR afecta a alrededor del 5%
de las mujeres mayores de 55 años de edad, entre quienes la enfermedad resultaría unas 5-10 veces más
frecuente que en la población general.
Pese a las precisiones apuntadas, hay que tener presente que la AR realmente puede aparecer en cualquier
período de la vida, sin excluir la infancia ni la adolescencia.
Cabe matizar que la AR es más frecuente en quienes tienen cierta predisposición genética a padecerla,
aunque ello no significa que los hijos y familiares de un enfermo tengan necesariamente, y por esta razón,
un riesgo elevado de desarrollar la enfermedad.
También es más frecuente entre quienes presentan una proteína plasmática conocida como “factor
reumatoide”, que representan aproximadamente el 5% de la población general. Es por ello que la detección
del factor reumatoide forma parte de los análisis que se solicitan rutinariamente para realizar el diagnóstico y
controlar la evolución de la enfermedad.
2.1 Causas de la Artritis Reumatoide
Los factores genéticos incrementan el riesgo de que se desarrolle la enfermedad. Las investigaciones
llevadas a cabo en los últimos años apuntan a que la AR es una enfermedad “poligénica”, lo que significa
que son varios los genes que estarían involucrados en su origen. En concreto, se ha identificado la
existencia de ciertos alelos (es decir, variaciones estructurales en los genes) que, por mecanismos muy
diversos y complejos, podrían predisponer al desarrollo de AR.
La lista de los alelos o variaciones genéticas que se han implicado en el origen de la AR es extensa, pero
se ha constatado que algunos de ellos tienen un papel importante como “marcadores” de la enfermedad.
Esto significa que pueden utilizarse para establecer el riesgo de aparición de la AR, para realizar el propio
diagnóstico de AR e incluso para perfilar el pronóstico. Éste es el caso del denominado “epítope compartido”

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(EC), cuyos portadores tienen un riesgo 2,5-4,5 veces superior de desarrollar la enfermedad y que, de
hecho, está presente en el 80% de las personas ya afectadas de AR.
2.1.1 Antecedentes de AR en la familia
En concordancia con lo expuesto, se considera que los antecedentes familiares de AR (en concreto, el
hecho de que padres, abuelos, hermanos o familiares cercanos de una persona hayan padecido o padezcan
esta enfermedad) constituyen un factor de riesgo a tener en cuenta.
Ello no obstante, conviene insistir en que los factores genéticos sólo son “predisponentes”, y no
determinantes, lo que significa que una persona portadora de algún rasgo genético que potencialmente
favorezca el desarrollo de AR no necesariamente acabará por desarrollar la enfermedad.
2.1.2 Factores no genéticos
Los factores no genéticos tampoco se conocen bien. Los más relevantes son las infecciones, las hormonas
femeninas, el tabaquismo, el estrés, la obesidad y el tipo de alimentación.
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Antecedentes familiares y AR

2.2 Infecciones
Se ha postulado que las infecciones por diversos virus o bacterias podrían desencadenar la enfermedad o
agravar su curso. Esta teoría se basa en que en algunas ocasiones la AR se ha presentado como lo hacen
los brotes epidémicos, y también en que en décadas pasadas, cuando no se adoptaban tantas medidas
higiénicas para prevenir las infecciones, la enfermedad era más frecuente, en particular entre las personas
que habían recibido transfusiones sanguíneas. Esta teoría no ha sido demostrada, aunque es probable que
en el futuro se encuentre una explicación más consistente al respecto. En cualquier caso, debe quedar claro
que la AR no es una enfermedad contagiosa que se pueda transmitir directamente de persona a persona.
2.2.1 Hormonas femeninas
Al parecer, las hormonas femeninas, en particular los estrógenos, ejercerían una cierta protección frente a la
AR, pues se ha constatado que tanto el consumo de anticonceptivos como el embarazo disminuyen el
riesgo de que se desarrolle la enfermedad e incluso reducen o retrasan sus manifestaciones. En cambio, en
el período posterior al parto y en la menopausia, cuando la actividad de estas hormonas disminuye, ocurre
lo contrario.
2.2.2 Tabaquismo y estrés
Se ha encontrado una clara relación estadística entre el hábito de fumar y el estrés, de un lado, y el riesgo
de desarrollar AR, por otro, sobre todo en las personas que presentan una predisposición genética. Por
ejemplo, se ha visto que, en muchas personas, tanto las primeras manifestaciones como los brotes
sintomáticos de la AR son precedidos por épocas de estrés y/o de incremento de consumo de tabaco.
2.2.3 Obesidad y tipo de alimentación
Se ha demostrado que la AR es más frecuente en personas obesas. Sin embargo, no se ha podido
evidenciar que alguna dieta en particular tenga un efecto sobre el riesgo o el pronóstico de la AR. Con todo,
se cree probable que las dietas ricas en pescado azul contribuyan a disminuir la intensidad de la inflamación
articular y que una alimentación sana en general resulte beneficiosa en la prevención de esta enfermedad.

3. Síntomas
La artritis reumatoide tiene una forma de inicio sumamente variable, aunque algunos patrones de comienzo
son más o menos característicos.
En la mayoría de los casos, los primeros síntomas que se perciben con claridad son la tumefacción, el dolor
y la rigidez matutina, que denotan la existencia de un proceso inflamatorio. Por lo general, se localizan en
una sola o bien en unas pocas articulaciones pequeñas (en las manos y/o en los pies) y se van
intensificando a lo largo de semanas o meses.
Lo más característico es que en las fases iniciales la inflamación afecte sólo a una o unas pocas
articulaciones de los dedos de las manos o los pies, y que dicha afectación sea simétrica, es decir, que
comprometa casi por igual a ambos lados del cuerpo. Sin embargo, también es posible que las primeras
articulaciones afectadas sean las más grandes, por orden de frecuencia: los tobillos, las rodillas, los
hombros, los codos, las muñecas o las caderas.
Sea cual sea el patrón inicial de la inflamación articular, la tendencia típica es que con el paso del tiempo se
acaben afectando varias articulaciones (lo que se conoce como afectación “poliarticular”), y que esto ocurra
de forma simétrica, a ambos lados del cuerpo.

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Las personas con antecedentes familiares de AR tienen más posibilidades de
desarrollar la enfermedad, aunque ello no significa que necesariamente vayan a
padecerla.

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Por último, en contadas ocasiones el trastorno se inicia con una manifestación extra articular, lo que expresa
el compromiso de otras estructuras. Por ejemplo, alguna vez la primera manifestación de la AR corresponde
a la aparición de un «nódulo reumatoide» (bulto indoloro que se forma bajo la piel, sobre todo en los codos,
las rodillas u otras zonas de fricción), una pericarditis (inflamación del manto que recubre el corazón) o una
pleuritis (inflamación de la cubierta de los pulmones). No obstante, conviene recalcar que las
manifestaciones extra articulares se suelen presentar cuando la enfermedad ya está bien establecida.

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Investigaciones en curso

3.1 Las manifestaciones articulares


Las manifestaciones articulares son consecuencia de la inflamación articular y de las lesiones que ésta
origina a medio y largo plazo. Las más importantes y características de la AR son las antes referidas: la
tumefacción, el dolor y la rigidez matutina. No obstante, también cabe mencionar otras que no siempre
están presentes o bien no suelen resultar tan pronunciadas, como el ligero calentamiento en la piel que
recubre las articulaciones afectadas o, más raramente, el enrojecimiento de la zona.
4.1.2 La tumefacción
La tumefacción articular, propio reflejo de la inflamación, suele advertirse a simple vista, ya que conlleva un
incremento del diámetro o volumen de la articulación afectada. Esto es lo que sucede cuando la inflamación
asienta en los nudillos, las muñecas, los tobillos o los codos, todas ellas articulaciones bien expuestas y
visibles. Sin embargo, la tumefacción de las articulaciones profundas, como la cadera, o la de aquellas que
están recubiertas por un grueso manto muscular, como los hombros, no se puede apreciar a simple vista.
4.1.3 El dolor
El dolor, probablemente el síntoma más molesto y acusado en las personas con AR, suele acentuarse
cuando se mueve o se intenta mover la articulación afectada, pero también cuando se ejerce una presión
sobre ésta, como ocurre al tocarla o al apoyarla sobre una superficie dura. El dolor sigue la pauta de la
enfermedad: disminuye o desaparece en los períodos de calma y se intensifica durante las exacerbaciones
sintomáticas y en las fases avanzadas. Sin embargo, su papel en la evolución y el pronóstico de la
enfermedad es mucho menos relevante que el de la inflamación que lo provoca.
4.1.4 La rigidez matutina
La rigidez matutina consiste en una notoria dificultad para mover la articulación afectada tras el reposo
nocturno. En general, persiste durante unas cuantas horas, con un mínimo de 30 minutos. A veces es leve y
se percibe sólo como una tirantez, mientras que en otras ocasiones puede ser tan pronunciada que impida
realizar cualquier tipo de movimiento con la parte del cuerpo correspondiente (por ejemplo, cerrar el puño).
Paradójicamente, el movimiento y el ejercicio suelen aliviarla.
5
Tumefacción, dolor y rigidez matutina

Principales articulaciones afectadas por la AR

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Actualmente los científicos investigan otros posibles factores causales de la AR
tanto genéticos como no genéticos. El principal interés de estas investigaciones
radica en que es muy probable que sus resultados permitan identificar factores de
mayor peso y, de paso, explicar por qué ninguno de los mencionados
anteriormente tiene una influencia determinante en la aparición y la evolución de
la AR.
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La tumefacción, el dolor y la rigidez matutina constituyen la expresión más
característica de la enfermedad y, salvo en algunos casos iniciales, afectan a todas
las personas con AR, aunque con
notables variaciones en lo que respecta a su localización, intensidad y evolución.

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Porcentaje de afectación

3.2 Evolución de las manifestaciones articulares


En ausencia de tratamiento, los síntomas suelen evolucionar de manera progresiva, alternándose períodos
de exacerbación (brotes sintomáticos) con períodos de relativa calma. Sin embargo, en una minoría de los
casos desaparecen de manera espontánea (remisión espontánea) o bien, por el contrario, se acentúan
incesantemente y con notable rapidez.
En las fases más avanzadas, conforme las lesiones afectan al cartílago articular y los huesos, la limitación
de la movilidad de las articulaciones se acentúa y aparecen las deformaciones esqueléticas. En estas fases,
a diferencia de lo que ocurre en los inicios de la enfermedad, las lesiones son irreversibles, aunque a
menudo tanto las limitaciones de la movilidad como las deformaciones esqueléticas pueden corregirse,
hasta cierto punto, mediante diversos tipos de intervenciones quirúrgicas.
En las fases avanzadas también pueden presentarse diversas complicaciones que afectan a los tejidos
vecinos, en particular los tendones (las bandas fibrosas mediante los cuales los músculos se insertan en los
huesos). Las más comunes son la tendinitis (inflamación de un tendón) y la rotura de tendón.
3.2.1 Las manos y muñecas

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Por orden de frecuencia, las articulaciones más afectadas son las de las manos y los pies
(90%), los tobillos y las rodillas (80%), los hombros y las articulaciones
acromioclaviculares (60%), los codos y las muñecas (60%), las articulaciones de la región
cervical de la columna vertebral (40%), las articulaciones temporomandibulares y
esternoclaviculares (30%), las caderas (10-30%) y las articulaciones cricoaritenoideas (de
la laringe, donde están las cuerdas vocales) (10%). En la AR no se afectan, salvo
auténticas excepciones, las articulaciones de las regiones media e inferior de la columna
vertebral (regiones dorsal, lumbar y sacra).

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Las articulaciones de las manos se afectan en alrededor del 90% de las personas con AR, y a menudo son
las primeras en resultar comprometidas. Las más comúnmente involucradas son las metacarpofalángicas
(las de las bases de los dedos) y las interfalángicas proximales (que unen las dos primeras falanges entre
sí). En cambio, es raro que se desarrollen lesiones en las interfalángicas distales (que unen la segunda y la
tercera falanges de los dedos). Por su parte, las muñecas están afectadas en alrededor del 60% de las
personas con AR. Como es habitual en esta enfermedad, las lesiones suelen comprometer de forma
simétrica a ambas manos y muñecas.
Las articulaciones afectadas están tumefactas, lo que se puede apreciar a simple vista por el aumento del
diámetro de los nudillos y la inflamación de ambas caras de la muñeca, es decir, la dorsal, que se continúa
con el dorso de la mano, y la palmar, que conecta con la palma de la mano. Con todo, los síntomas más
acusados son la rigidez matutina, que suele persistir durante varias horas tras el reposo nocturno; el dolor,
que en ocasiones tiende a ser persistente, y la debilidad muscular.
Con el paso del tiempo, la afectación de las articulaciones de la mano comienza a dificultar notablemente la
flexión de los dedos e impide la acción de cerrar el puño, una maniobra que, además, suele intensificar el
dolor. También dificulta los movimientos del pulgar, sobre todo su aproximación a la palma de la mano. Por
su parte, conforme la enfermedad avanza, la afectación de las muñecas entorpece tanto su flexión como su
extensión.
Articulaciones de la mano afectadas en la AR

Se estima que al cabo de tres años el 50% de las personas con AR padecen cierto grado de desviación o
deformidad en las manos. La más característica es la desviación cubital, en la que todos o algunos de los
dedos están rígidos y desviados hacia fuera. Otra deformidad esquelética frecuente es la que recibe el
nombre de “dedo en cuello de cisne”, porque la base del dedo afectado queda rígida y en extensión,
mientras que la parte media de los dedos queda igualmente rígida pero en flexión. Finalmente, por
mencionar otra posible deformidad, también es frecuente la que se conoce como «pulgar en zigzag», en la
que este dedo está rígido y adquiere la forma de una “z”.
7
Afectación en mano

3.2.2 Los pies y tobillos


Las articulaciones de los pies resultan afectadas en el 90% de las personas con AR y a menudo ya están
presentes desde el inicio de la enfermedad. Las más comúnmente afectadas son las metatarsofalángicas
(que unen las bases de los dedos al resto del pie), pero también pueden comprometerse las articulaciones
del dorso del pie y las que unen las falanges de los dedos, en especial en el dedo gordo. En cuanto a los
tobillos, también están afectados en la mayoría de las personas con AR, concretamente en el 80% de los
casos. De manera característica, tanto las articulaciones de los pies como los tobillos suelen
comprometerse de forma simétrica, es decir, tanto en el miembro inferior izquierdo como en el derecho.
El pie y el tobillo constituyen una unidad funcional que es clave para el apoyo y la movilidad del conjunto del
esqueleto. Por ello, tanto el dolor como la rigidez matutina pueden traducirse en un marcado inconveniente

7
Las manos y las muñecas forman una unidad funcional que interviene en la realización
de innumerables movimientos y tareas. Por ello, su afectación suele tener un gran
impacto en la vida cotidiana, ya que entorpece o incluso impide la realización de
movimientos aparentemente tan sencillos como coger un objeto, asirse a una barra, abrir
o cerrar un grifo, fregar los platos o escribir.

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para realizar las tareas más elementales que requieren desplazamientos, como caminar, subir y bajar
escaleras o, incluso, apoyar los pies al levantarse de la cama.
Con el paso del tiempo, y en ausencia del tratamiento oportuno, tales dificultades tienden a acentuarse, no
ya por la propia inflamación, sino por el desarrollo de deformaciones esqueléticas, en particular el llamado
“antepié triangular” la parte delantera del pie se ensancha, el dedo gordo se desvía hacia fuera y los demás
dedos quedan rígidos en flexión (doblados hacia abajo), siendo típico que, además, se acentúe la
convexidad de la zona de apoyo de la planta.
Todo ello, sumado al roce y la fricción con el calzado, favorece la formación de callosidades en las plantas
de los pies y en los bordes externos y del quinto dedo y del dedo gordo, así como una mayor predisposición
a infecciones y úlceras (erosiones en la piel).
En los pies y tobillos, las tendinitis son mucho menos frecuentes que en las manos y muñecas, salvo la
tendinitis del tendón de Aquiles (en la parte posterior del tobillo), que se manifiesta por el engrosamiento del
tendón y un dolor que se acentúa al intentar extender el pie, dificultando la marcha.
8
La importancia de un adecuado calzado

3.2.3 Las rodillas


Las rodillas se afectan en alrededor del 80% de los casos, por lo general ya en las fases iniciales. Como es
habitual en la AR, suelen comprometerse las dos rodillas a la vez, aunque no es del todo infrecuente que el
trastorno se manifieste inicialmente por la inflamación de una sola rodilla.
En las fases iniciales, el síntoma predominante es el dolor, que se acompaña de rigidez matutina y en
ocasiones es continuo. Con frecuencia, también se aprecia que la rodilla está hinchada y caliente. Además,
a diferencia de lo que suele ocurrir en las articulaciones pequeñas, a veces se produce un «derrame
articular», es decir, una acumulación excesiva de líquido en el interior de la articulación, en este caso como
consecuencia de la inflamación.
Para evitar el dolor, las personas afectadas tienden a dejar las piernas flexionadas, ya que en esta posición
suelen sentirse más confortables. Sin embargo, la permanencia en esta posición viciosa puede conducir, a
largo plazo, a que se establezca una rigidez de la rodilla en flexión. Por otra parte, a veces las rodillas
quedan fijadas en otras posiciones, ya sea formando un ángulo hacia fuera (genu varus) o bien hacia
adentro (genu valgus).
Las lesiones y la afectación de las rodillas constituyen una de las principales causas de discapacidad en las
personas con AR. Sin embargo, como es común en todas las localizaciones de esta enfermedad, estas
secuelas pueden prevenirse mediante la instauración del tratamiento en las fases iniciales.

3.2.4 Los hombros


Los hombros se afectan en alrededor del 60% de las personas con AR. Aunque las lesiones en esta
localización se inician en general en fases tempranas de la enfermedad y afectan a ambos hombros, su
inflamación suele tardar en notarse, puesto que la propia articulación se encuentra cubierta por el grueso
músculo deltoides, con lo que queda oculta. Con igual frecuencia se produce la afectación de la articulación
acromioclavicular, que enlaza el extremo externo de la clavícula con el hombro.
Las primeras manifestaciones que denotan la afectación del hombro suelen ser el dolor y la limitación de la
movilidad. El dolor, en este caso, tiene una peculiaridad: sólo se percibe cuando se intenta mover o se
mueven las extremidades superiores, o bien cuando el afectado se tumba de lado, ya que en esta posición
el hombro resulta presionado.
Si no se procede al tratamiento oportuno, en las fases avanzadas los hombros suelen quedar en una
posición de aducción fija, es decir, los brazos quedan como “pegados” al cuerpo, siendo prácticamente
imposible alejarlos. Paralelamente, los músculos deltoides, gruesos por naturaleza, acaban
extremadamente adelgazados y debilitados.

3.2.5 Los codos


Los codos se afectan en alrededor del 60% de los casos, aunque generalmente ello no ocurre en las fases
iniciales de la enfermedad. Los primeros síntomas de esta localización son la propia tumefacción y el dolor,
que puede ser espontáneo y continuo o bien presentarse sólo cuando se roza o presiona la zona.

8
El calzado puede desempeñar un papel muy importante en la evolución del AR en
los pies, ya que si es demasiado duro incrementa el dolor en las zonas salientes,
mientras que si es demasiado blando favorece el desarrollo de deformaciones.

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Otra manifestación relativamente frecuente es la aparición de nódulos reumatoides, unos bultos de tejido
inflamatorio que se forman bajo la piel, indoloros, y que pueden medir entre unos cuantos milímetros y unos
pocos centímetros de diámetro.

Por todo ello, si no se procede al tratamiento en las fases iniciales, es probable que en las más avanzadas
resulte difícil estirar los brazos y girar las manos tanto hacia arriba como hacia abajo. Esta limitación supone
un notorio inconveniente para llevar a cabo numerosas actividades habitualmente muy sencillas, como
llevarse los alimentos a la boca, cargar objetos con los brazos estirados, vestirse, asearse, peinarse,
secarse el pelo, planchar, tender ropa o abrir y cerrar un grifo.

3.2.6 Las caderas


La afectación de las caderas ocurre en el 10-30% de los casos y suele ser simétrica. Por lo general, se
presenta cuando ya han transcurrido más de cinco años desde el inicio de la enfermedad.
La manifestación inicial más característica es el dolor, que, en este caso, se percibe en las ingles y en las
nalgas. Puede ser continuo y persistir incluso durante el reposo o bien presentarse cuando se desea mover
la articulación, notoriamente al intentar ponerse de pie o caminar. En muchos casos se produce lo que se
conoce como «claudicación intermitente»: el afectado logra caminar, pero se ve obligado, a causa del dolor,
a detenerse con mucha frecuencia, a veces tras efectuar tan sólo unos cuantos pasos.
La afectación de la cadera suele evolucionar de forma más rápida que la de otras articulaciones y
representa una serie amenaza para la calidad de vida. Sin embargo, puede prevenirse mediante la
instauración del tratamiento oportuno en las fases iniciales del trastorno.

3.2.7 La columna vertebral


La AR afecta a las articulaciones de la región cervical de la columna vertebral (la zona del cuello) en
alrededor del 40% de los casos. Por el contrario, la afectación de las articulaciones de otras regiones de la
columna vertebral es muy poco habitual.
Por lo general, el compromiso de las articulaciones de la columna vertebral cervical aparece en las fases
iniciales del trastorno, junto al de las articulaciones de las manos y los pies. El síntoma más característico es
el dolor, que no siempre está presente y que típicamente se localiza en la parte superior de la espalda,
aunque a menudo se irradia hacia uno o los dos hombros. También son comunes la rigidez matutina y las
limitaciones en los movimientos de la cabeza y los hombros.
En las fases más avanzadas, las lesiones características de la AR acaban por afectar a ligamentos, huesos
y otras estructuras de la zona, lo que puede dar lugar a la luxación o desplazamiento de las vértebras y, en
consecuencia, a la compresión de los nervios que emergen de la columna vertebral. Es entonces cuando
pueden presentarse ciertas manifestaciones neurológicas, como dolor en la parte posterior de la cabeza o
sensación de pinchazos en los brazos. Por fortuna, como ocurre en otras localizaciones de la AR, estas
complicaciones pueden prevenirse mediante la instauración del tratamiento oportuno en las fases iniciales
del trastorno.

3.2.8 Los pulmones


La afectación de los pulmones es muy común entre las personas con AR, aunque en la mayoría de los
casos no provoca síntomas lo suficientemente específicos ni graves, de manera que su presencia sólo se
advierte en las radiografías u otras exploraciones complementarias que se solicitan en las revisiones
médicas periódicas.
Las manifestaciones pulmonares más relevantes que se presentan con mayor frecuencia en algún momento
de la enfermedad son los propios nódulos reumatoides y el derrame pleural.
El derrame pleural se presenta en el 40-70% de las personas con AR. En la mayoría de los casos es poco
voluminoso, no genera síntomas y no requiere un tratamiento específico. No obstante, la aparición de tos
seca y de un dolor en el tórax que se acentúa con los movimientos respiratorios puede indicar que el
derrame ha adquirido un mayor volumen y que, por lo tanto, debe ser tratado.

Diagnóstico y pronóstico
El diagnóstico de la artritis reumatoide se basa ante todo en el juicio o criterio clínico del facultativo, puesto
que aún no se cuenta con una prueba que establezca con certeza el padecimiento de la enfermedad. En
otras palabras, el interrogatorio y la exploración física del paciente, mediante los cuales el facultativo indaga

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sobre los antecedentes personales y familiares del paciente y valora los síntomas y signos que éste
presenta, constituyen los pilares del diagnóstico de la enfermedad.
Para confirmar el diagnóstico de AR, los reumatólogos se basan en la valoración conjunta de los
denominados «criterios de clasificación», una lista en la que se relacionan y puntúan las manifestaciones
más características de la enfermedad.

3.3 El interrogatorio y la exploración física


Durante la primera visita, el facultativo toma nota de los datos personales del paciente, como la edad, el
sexo y sus ocupaciones habituales; indaga sobre los síntomas y manifestaciones que motivaron la consulta,
y recaba información sobre los antecedentes personales y familiares.
El interrogatorio puede proporcionar datos muy característicos y valiosos para el diagnóstico de la
enfermedad, muy en particular la presencia de dolor y rigidez matutina, sobre todo si se presentan de forma
simétrica en las pequeñas articulaciones de manos y pies.
A continuación, el médico procede a la exploración física del paciente poniendo especial atención en las
articulaciones afectadas, con el objeto de comprobar si están aumentadas de volumen y más calientes de lo
normal, pero también investiga la eventual presencia de signos que sugieran la afectación de otras
articulaciones o de otras manifestaciones más o menos comunes de la AR, como los nódulos reumatoides.
En general, tras el interrogatorio y la exploración física, el reumatólogo ya suele tener la información
suficiente para sospechar que las manifestaciones que ha evaluado en el paciente pueden ser provocadas
por una AR, aunque no es infrecuente que los síntomas y la exploración física no sean lo bastante definidos
o característicos. Sea como fuere, el facultativo solicitará algunas pruebas complementarias para confirmar
el diagnóstico.

3.4 El diagnostico diferencial


Se denomina “diagnóstico diferencial” al conjunto de evaluaciones que llevan a cabo los médicos para
descartar posibles diagnósticos hasta confirmar uno solo. El diagnóstico diferencial puede ser bastante
complejo cuando las manifestaciones que tiene un paciente pueden atribuirse a varias enfermedades.
La lista de enfermedades que se pueden confundir con la AR es extensa, aunque entre ellas destacan otras
enfermedades autoinmunes y algunos procesos infecciosos, como la artritis infecciosa. Por la misma razón,
son muchas las pruebas complementarias que pueden verse obligados a solicitar los médicos para
confirmar el diagnóstico de AR.
En estos casos, es posible que el especialista decida iniciar el tratamiento antes de obtener la confirmación
diagnóstica, ya que, como se ha repetido, el retraso en el inicio del tratamiento conlleva un empeoramiento
del pronóstico y de la calidad de vida. En cuanto al paciente, lo más conveniente es que se arme de
paciencia y no opte por cambiar de médico cada vez que haya una complicación en el proceso de
diagnóstico.

3.5 El diagnostico precoz


El diagnóstico precoz permite la instauración del tratamiento oportuno en las fases iniciales de la
enfermedad, y por ello resulta muy importante para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de las
personas con AR.
Tradicionalmente se ha considerado como diagnóstico precoz el que se lleva a cabo antes de que
transcurran dos años desde el inicio de las primeras manifestaciones de la AR. Sin embargo, en la
actualidad, con la disponibilidad de los nuevos y eficaces medicamentos, este período se ha rebajado y
tiende a considerarse que un tratamiento precoz debería instaurarse antes de que pasen tres meses del
inicio de las manifestaciones. Es decir: es muy conveniente que el diagnóstico se confirme lo antes posible
(y, sobre todo, que el tratamiento se inicie con la máxima brevedad).
En general, los pacientes son atendidos inicialmente en los centros de atención primaria, donde cuentan con
los recursos necesarios para efectuar el diagnóstico en la mayoría de los casos, así como para iniciar el
tratamiento. No obstante, más tarde o más temprano, el paciente suele ser derivado a la consulta del
reumatólogo, el especialista de referencia para los pacientes con AR.

3.6 Los factores pronósticos


Hoy en día, al realizar el diagnóstico de la enfermedad, los reumatólogos también pueden prever, hasta
cierto punto, si el trastorno tenderá a evolucionar de forma más o menos grave basándose en la valoración
de los llamados «factores pronósticos» de la AR. Estos factores pronósticos incluyen una serie de variables
o circunstancias tan diferentes como la edad del paciente al inicio de la enfermedad, los marcadores de
predisposición genética, la intensidad y las características de las manifestaciones propias de la AR, la

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detección y la cuantificación de los llamados marcadores sanguíneos de la artritis reumatoide, la evaluación


de las lesiones mediante exploraciones radiológicas o el inicio del tratamiento en las fases tempranas del
trastorno.
Los reumatólogos suelen analizar y valorar estos factores en las primeras visitas con el objeto de confirmar
el diagnóstico de AR y perfilar un pronóstico individualizado. No obstante, también analizan algunas de
estas variables en las visitas periódicas de control, en este caso no sólo para evaluar la evolución de la
enfermedad, sino también la eficacia del tratamiento.
Principales “factores pronósticos” de evolución desfavorable
 Retraso en el diagnóstico.
 Inicio tardío del tratamiento.
 Inicio de la enfermedad antes de los 40 años de edad.
 Afectación de más de 20 articulaciones al inicio de la enfermedad.
 Afectación de grandes articulaciones (hombros, rodillas,caderas) al inicio de la enfermedad.
 Presencia de marcadores sanguíneos de AR (factor reumatoide, proteína C reactiva, anticuerpos
anti-CCP).
 Elevación persistente de la velocidad de sedimentación globular (VSG).
 Presencia de ciertas variantes genéticas (HLADR4 y epítope compartido).
 Detección de cambios radiológicos articulares importantes en las fases iniciales.
 Incapacidad funcional en las fases iniciales.

Tratamiento
Lamentablemente, el tratamiento disponible en la actualidad no permite curar la enfermedad, aunque sí
aliviar de manera notable la intensidad de las manifestaciones, reducir o incluso frenar la actividad
inflamatoria y prevenir las secuelas –antaño características– de las fases avanzadas.
El tratamiento consiste básicamente en la combinación de una terapia no farmacológica y una terapia
farmacológica. De forma complementaria, a veces se recurre a la cirugía, por ejemplo para reconstruir un
tejido afectado o para reemplazar una articulación por una prótesis.
La terapia no farmacológica corresponde a una serie de recomendaciones relacionadas con el reposo y la
realización de ciertos ejercicios destinados a mejorar la flexibilidad de las articulaciones afectadas.
Asimismo, a menudo se indica el seguimiento de técnicas de fisioterapia o la inmovilización temporal de un
segmento corporal, por ejemplo mediante el uso de férulas de reposo.

3.7 Terapia no farmacológica


La terapia no farmacológica cumple un papel muy importante en el tratamiento de la AR, porque ayuda a
que la persona afectada se sienta mejor y disfrute de una mejor calidad de vida.
Debe quedar claro que en ningún caso la terapia no farmacológica puede sustituir a la farmacológica, que
es la que puede modificar el curso de la enfermedad y, por lo tanto, constituye el pilar fundamental del
tratamiento de la AR. Es más: gracias a la nueva medicación disponible para el tratamiento de la AR, se está
consiguiendo mejorar de forma remarcable el pronóstico y la calidad de vida de las personas afectadas, con
lo que el papel de la terapia no farmacológica empieza a ser menos importante de lo que era hace tan sólo
unos años.
La terapia no farmacológica incluye un amplísimo abanico de recomendaciones generales y terapias
complementarias con objetivos tan variados como adaptar los hábitos de vida a las capacidades del
paciente, aliviar y/o saber convivir con el dolor, mejorar la flexibilidad de las articulaciones o sentirse con
más energía y optimismo.

3.8 El ejercicio físico


La actividad y el ejercicio físico pueden contribuir a mejorar el estado general y de las articulaciones en las
personas con AR siempre y cuando se practiquen de forma moderada, atendiendo a las circunstancias
particulares que atraviesa cada paciente y, por supuesto, con el consentimiento del equipo asistencial.
Las recomendaciones en cuanto al ejercicio físico forman parte del referido «plan de reposo y ejercicio
físico» personalizado que se elabora teniendo en cuenta aspectos tan variados como la edad y el estado
físico del paciente; la intensidad de la actividad inflamatoria, el dolor y la rigidez articular; la presencia de un
mayor o menor grado de limitaciones de los movimientos, y las preferencias individuales de cada persona.

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En general, se recomienda reducir la actividad y evitar el ejercicio físico durante los períodos de intensa
actividad inflamatoria, mientras que, por el contrario, se indica reiniciar e incrementar la actividad física
cuando los síntomas son menos acusados y en los períodos de remisión.

Conviene evitar los ejercicios físicos y las actividades deportivas que conllevan la realización de esfuerzos
intensos y mantenidos. En cambio, los ejercicios aeróbicos, como los que representan la marcha, andar en
bicicleta y nadar, practicados con moderación, durante un mínimo de unos 30 minutos y tres veces a la
semana, figuran entre los más recomendados.

3.9 La fisioterapia
La fisioterapia consiste en la utilización de un conjunto de medios físicos para el tratamiento de
enfermedades, entre ellos el frío, el calor o las corrientes eléctricas, así como la realización de ciertos tipos
de ejercicios físicos y la aplicación de masajes. Algunas pruebas realizadas por los fisioterapeutas sirven
para controlar la evolución y los resultados de los tratamientos.
Las personas con AR pueden requerir la ayuda de la fisioterapia en diversas fases y circunstancias de la
enfermedad, en particular para aliviar el dolor, reducir la rigidez y aumentar la flexibilidad articular. En
general, se considera que estas terapias constituyen un complemento del tratamiento farmacológico y del
ejercicio físico, ya que sólo tienen un efecto puntual y pasajero.

3.10 Terapia farmacológica


Los principales fármacos que se utilizan en el tratamiento de la AR son los analgésicos, los antiinflamatorios
no esteroideos (AINE), los corticoides, los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad
(FAME) tradicionales y los FAME biológicos.
La terapia farmacológica de la AR puede llegar a ser muy compleja, pues tiene que ajustarse a la evolución
de la enfermedad, a las circunstancias en las que se encuentre el paciente, a los resultados alcanzados con
los tratamientos previos y a la eventual aparición de efectos adversos o existencia de contraindicaciones.
En las visitas de control, el reumatólogo recabará información sobre todas las variables relacionadas con el
tratamiento, haciendo especial hincapié en la terapia farmacológica. Así pues, estas visitas brindan el marco
idóneo para que el paciente plantee todas las dudas e inquietudes que pueda tener en relación con la
medicación que está tomando.

3.10.1 Analgésicos
Los denominados analgésicos simples, como el paracetamol, actúan disminuyendo el dolor y la fiebre. En la
AR, a veces se indican puntualmente para reducir estos síntomas, pero no suelen integrar los planes de
tratamiento básicos porque no actúan sobre la inflamación y porque pueden alterar la actividad de otros
fármacos. Por todo ello, aunque estos fármacos se pueden adquirir sin receta, las personas con AR no
deben tomarlos sin el previo consentimiento del facultativo.
Los analgésicos más potentes, como la morfina y derivados, son muy efectivos para mitigar el dolor, pero
tienen el inconveniente de inducir adicción, por lo que se reservan para situaciones extremas en las que las
molestias son realmente intolerables.

3.11 La cirugía
Los denominados analgésicos simples, como el paracetamol, actúan disminuyendo el dolor y la fiebre. En la
AR, a veces se indican puntualmente para reducir estos síntomas, pero no suelen integrar los planes de
tratamiento básicos porque no actúan sobre la inflamación y porque pueden alterar la actividad de otros
fármacos. Por todo ello, aunque estos fármacos se pueden adquirir sin receta, las personas con AR no
deben tomarlos sin el previo consentimiento del facultativo. Los analgésicos más potentes, como la morfina
y derivados, son muy efectivos para mitigar el dolor, pero tienen el inconveniente de inducir adicción, por lo
que se reservan para situaciones extremas en las que las molestias son realmente intolerables.
Existe una gran diversidad de técnicas quirúrgicas utilizadas en pacientes con AR. Las más sencillas
pueden llevarse a cabo mediante una “artroscopia”, es decir, a través de un tubo que se introduce en la
articulación, pero muchas otras, como ocurre con el reemplazo de un articulación natural por una prótesis,
es necesario proceder a una intervención quirúrgica convencional, en la que se debe realizar una incisión
amplia para poder actuar sobre los tejidos afectados.

3.11.1 La artroscopia
La artroscopia es una técnica consistente en la introducción de un tubo en el interior de la articulación a
través de un pequeño orificio en la piel. El instrumento, denominado artroscopio, es un tubo delgado y

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flexible provisto de un sistema de iluminación y lentes que permite visualizar con claridad las estructuras
articulares. Además, a través del artroscopio se pueden introducir diversos utensilios que, manipulados
desde el exterior, sirven para realizar procedimientos quirúrgicos en el interior de la cavidad articular.

La artroscopia, en el tratamiento de las lesiones de la AR, suele realizarse bajo anestesia general, aunque
entraña mucho menos riesgos que la cirugía convencional y permite que la recuperación sea mucho más
rápida. Está indicada para el diagnóstico y el tratamiento de numerosos tipos de lesiones que afectan a los
tejidos interarticulares, en particular de las grandes articulaciones, como las rodillas y las caderas.
La artroplastia consiste en el reemplazo de una articulación por una prótesis y es una de las opciones
quirúrgicas más utilizadas en pacientes con AR. La artroplastia puede ser parcial o total, según se
reemplacen sólo algunos o bien todos los componentes óseos de una articulación. Lógicamente, la
artroplastia conlleva la reparación o extracción de otros tejidos articulares, como la membrana sinovial, el
cartílago articular y los ligamentos.
En general, este procedimiento se indica cuando una articulación está gravemente comprometida, en
particular porque el dolor, la limitación de los movimientos o las deformidades esqueléticas son de tal
magnitud que impiden al paciente llevar a cabo actividades tan simples y necesarias como caminar.
Actualmente, la artroplastia se indica sobre todo en caso de afectación de las rodillas y las caderas, pues
son éstas las prótesis con las que se tiene más experiencia. No obstante, en los últimos años se han ido
produciendo notables avances en el reemplazo total de otras articulaciones, en particular los hombros y los
codos.
A veces, durante la artroplastia o en el postoperatorio se presentan algunas complicaciones que se pueden
prevenir seleccionando muy bien a los pacientes que se someten a este tipo de intervención y mediante un
riguroso control a lo largo de todo el tiempo durante el que el paciente permanece hospitalizado.
Aunque las prótesis pueden no adaptarse bien o no mantenerse en buen estado al cabo de cierto tiempo,
últimamente se están consiguiendo unos resultados muy satisfactorios con la artroplastia de rodilla y de
cadera, en particular en pacientes con AR. Según datos estadísticos, estas prótesis se mantienen
funcionales hasta en el 95% de los pacientes al cabo de 10 años y hasta en el 75% al cabo de 20 años.
Cuando una prótesis está desgastada o por alguna otra razón ya no es funcional, puede plantearse la
conveniencia de realizar un recambio de
Prótesis, procedimiento que requiere una evaluación aun más meticulosa que la colocación de la primera
prótesis, pero que incluso así está indicado en muchos casos.

3.11.2 La sinovectomia
La sinovectomia consiste en la extirpación de una parte o la totalidad de la membrana sinovial, el tejido en el
que se inicia el proceso inflamatorio de la AR. Este procedimiento quirúrgico se puede realizar mediante
artroscopia o mediante una intervención quirúrgica convencional y está indicado para eliminar el dolor y
mejorar la movilidad de una articulación afectada.
En la actualidad no se realiza con tanta frecuencia como en décadas pasadas, porque se ha visto que en
muchos casos la membrana sinovial vuelve a crecer al cabo de unos años, aunque sigue siendo común
efectuarla de forma complementaria cuando se lleva a cabo una cirugía convencional para reparar los
tendones u otras estructuras vecinas.
Por el contrario, últimamente se está difundiendo un procedimiento equivalente, conocido como
“sinovectomia isotópica o radiactiva”, que consiste literalmente en la destrucción de la membrana sinovial
inflamada mediante la introducción de sustancias radiactivas en el interior de la articulación.
9
La artroscopia

Conclusión
Con este trabajo he quedado muy satisfecho y he mostrado sobre la verdadera importancia de esta
enfermedad, que es bastante silenciosa ya que pasa muy desapercibida y además es muy difícil
diagnosticarlo.
Es de una gran importancia ir a su chequeo médica en lo principal aquellas personas de avanzada edad ya
por lo que vimos se podría decir que son las más afectadas por esta enfermedad crónica degenerativa.

9
La artroscopia consiste en la introducción de un tubo provisto de un sistema óptico en el
interior de la articulación para poder visualizar lesiones y servir como guía para realizar
intervenciones quirúrgicas en la cavidad articular.

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Hay que cuidarse bastante del sistema ósea, ya que las articulaciones llevan u importancia vital ya que sin
ellas los huesos rosarían.
Espero y este trabajo les haiga sido de gran utilidad para ver esta enfermedad y más que nada está hecho
para la prevención y si la persona ya padece de esta enfermedad saber cómo tratarla y no caer en pánico
ya que a habido casos de personas que caen en depresión por esta enfermedad.
Debe de ser tratada correctamente ya que aquí mencionamos bastantes tratamientos de los cuales muy
efectivos y espero que es trabajo les haiga sido de utilidad, es un gran esfuerzo y a la vez un gran orgullo
trabajar para el lector.
Es un orgullo trabajar para así llegar hasta su subconsciente y hacer un cambio verdadero en las actitudes
de vida y así poder llegar a prevenir lo que es la AR y que usted lleve un tipo de vida mas saludable.

Glosario
Artritis: Es la inflamación de una o más articulaciones.
Autoinmune: es una enfermedad causada por el sistema inmunitario, que ataca las células del propio
organismo.
Enfermedad crónica: a aquellas enfermedades de larga duración y por lo general de progresión lenta
Articulaciones: es la unión entre dos o más huesos, un hueso y cartílago o un hueso y los dientes.
Tumefacción: Hinchazón o bulto que se produce en una parte del cuerpo
Mucosa: es una capa formada por epitelio y el tejido conjuntivo subyacente que reviste las paredes internas
de los órganos que están en contacto con el exterior del cuerpo. Suele estar asociada a
numerosas glándulas secretoras de moco
Tejido conectivo: es un conjunto heterogéneo de tejidos orgánicos que comparten un origen común a partir
del mesénquima embrionario originado a partir del mesodermo.
Leucocitos: son un conjunto heterogéneo de células sanguíneas que son los efectores celulares de
la respuesta inmunitaria
Anticuerpo: son glicoproteínas del tipo gamma globulina. Pueden encontrarse de forma soluble en
la sangre u otros fluidos corporales de los vertebrados, disponiendo de una forma idéntica que actúa
como receptor de los linfocitos B y son empleados por el sistema inmunitario para identificar y neutralizar
elementos extraños tales como bacterias, virus o parásitos.
Péptidos: son un tipo de moléculas formadas por la unión de varios aminoácidos mediante enlaces
pepiticos.
Fármaco: es toda sustancia química purificada utilizada en la prevención, diagnóstico, tratamiento,
mitigación y cura de una enfermedad
Membrana sinovial: es una fina capa de tejido que recubre la parte interna de la cápsula articular (estructura
que envuelve las articulaciones móviles de los animales vertebrados). Tiene la función de producir un líquido
llamado líquido sinovial.
Osteoporosis: es una patología que afecta a los huesos y está provocada por la disminución del tejido que lo
forma, tanto de las proteínas que constituyen su matriz o estructura como de las sales minerales de calcio
que contiene.
Reumatismo: es un término no específico para problemas médicos que afectan a las articulaciones,
el corazón, los huesos, los riñones, la piel y pulmones.
Esclerosis: es un endurecimiento del órgano o tejido debido a un incremento de los tejidos conjuntivos. La
esclerosis es, por lo tanto, una enfermedad que deriva de otra, no es una enfermedad autónoma.
Miopatías: es una enfermedad del músculo o una enfermedad muscular.
Genética: es el campo de la biología que busca comprender la herencia biológica que se transmite de
generación en generación.
Nódulo: agrupación de células.
Tendinitis: es la inflamación de un tendón

Bibliografía
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1990;322:1277-1289.
 2. Smith JB Haynes MK: Rheumatoid arthritis- A molecular understanding. Ann Inter Med 2002;
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 3. Lipsky P. Rheumatoid Arthritis. HARRISON’S PRINCIPLES OF INTERNAL MEDICINE. Mc Graw


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Autor:
Juan Francisco Esquivel Díaz
juanfranciscoesquiveldiaz3d@hotmail.es

Universidad autónoma de Nuevo León


Escuela y Preparatoria Técnica Medica
Español ll
Portafolio 1
02/04/14 Monterrey, Nuevo León, México
Profesora. Enedelia Reynaga Valdés

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