Sie sind auf Seite 1von 14

Trabajo femenino y economías familiares

. ; i •. MONTSERRAT CARBONELL

Mujeres y trabajo es un tema clave al que las investigaciones de his-


-'a de las mujeres y de género han otorgado prioridad desde los ini-
s de la disciplina. Probablemente, la explicación reside en que las
eticas, la cultura y las representaciones del trabajo se insertan en la
crucijada de la vida y de la actividad humana, esto es, el punto de
cuentro entre producción, reproducción y consumo, en el que signi-
ativamente las mujeres hemos acumulado una larga experiencia his-
rica. La importancia decisiva de esta actividad humana a la que de-
minamos trabajo es tal, que en todas las sociedades ha trascendido
ás allá de la mera esfera de la subsistencia y la reproducción social
para insertarse plenamente en el ámbito de lo político. La actividad de-
nominada trabajo tiene, por tanto, una dimensión política fundamen-
te!. En primer lugar, porque está sujeta a un marco insritucional {legis-
jición laboral, desarrollo técnico, nivel educativo, política económi-
P» etc.) que regula, y en muchos casos ha limitado, el acceso de las
TOUJeres a éste. En segundo lugar, porque es una actividad susceptible
^ ser valorada o infravalorada y, por lo tanto, está sujeta a un cueipo
^ representaciones simbólicas con un claro contenido ideológico y
político. Por último, las prácticas en tomo al trabajo han generado cul-
^^'^ específicas del trabajo que pueden ser leídas en clave política, en
que han emergido desde abajo haciendo, a menudo, posible el em-
^^amiento (empowerment), es decir, el proceso a través del cual las mu-
acceden al control de recursos materiales y simbólicos, y refiaer-
Sus capacidades y protagonismo en todos los ámbitos.

237
Llegar a vislumbrar el amplio alcance de lo que hoy atañe a la jn- cómo éste se había constmido históricamente (Lemer, 1979). Natalie
vestigación en tomo al trabajo de las mujeres ha exigido una larga tj- pavis, afinalesde los setenta, nos mostraba sutilmente la importancia
rea colectiva, en la que a menudo el método, la teoría y el quehacer política de la experiencia en las mujeres (Davis, 1980).
historíográfico se han mezclado con la práctica política. Estas páginas En los años ochenta se desarrollaron en España diversas iniciativas
tienen por objeto mostrar cuál ha sido el camino recorrido por la his- Je jomadas y encuentros científicos, que tuvieron como tema central
toria de las mujeres en relación con el trabajo y con las economías fa- el análisis histórico del trabajo de las mujeres. E n octubre de 1986,
miliares en la Edad Moderna durante los últimos veinticinco años en en el Centre d'Investigació Histórica de la Dona se celebró el «Primer
España. No obstante, el presente texto, lejos de intentar constituirse CoMoqui d'História de la Dona. De la Casa a lafibnca.Segles v-xx»;
en un estado de la cuestión exhaustivo, trata, tan sólo, de apuntar los y en abril de 1987, el Seminario de Estudios de la Mujer de la Univer-
hitos que hemos juzgado claves de este recorrido, estilizándolo al máxi- sidad Autónoma de Madrid organizó las VIJomadas de investigación in-
mo para hacerlo más entendedor, sabiendo por supuesto que la contn- ¡crdJsciplinaria sobre la mujer. El trabajo de las mujeres: si^s x\'hxx, pub
bución ha sido de todas y todos los que han trabajado en historia de unos años después (Matilla y Ortega, 1996). Allí emergieron interesan-
las mujeres y que no aparecen citados en estas páginas. E l límite crono- estudios sobre el trabajo de las mujeres en los señónos, el trabajo
lógico fijado —la Edad Modema— resulta un requisito puramente tivo, la prostitución, las actividades religiosas o sobre la desvalori-
metodológico, puesto que la disciplina de historia de las mujeres ha ción del trabajo de las mujeres (Carbonell, 1989). Fue entonces cuan-
crecido en la interdisciplinaridad de áreas científicas y en la transversa- 0 se iniciaron trayectorias investigadoras muy valiosas con relación al
lidad de periodos cronológicos. "undo del trabajo, que en los noventa y especialmente hoy están dan-
excelentes frutos.
Una muestra de ello son los distintos trabajos presentados en las I Jor-
U N LARGO CAMINO RECORRIDO •;: „• , ÍJ . das de A U D E M bajo el título El trabajo délas mujeres, celebradas en
[álaga en marzo de 1996 y publicadas más tarde (Birriel Salcedo, 1998),
Se ha escrito mucho sobre mujeres y trabajo. Desde los textos clá- en el Congreso Internacional del Seminario de Estudios Interdis-
sicos de Alice Clark y de Ivy Pinchbeck publicados a principios del si- hnarios de la Mujer, celebrado en Málaga en el año 1996 (Ramos y
glo XX hasta hoy, se ha sucedido un sinfin de reflexiones sobre esie 1996), donde, especialmente en historia contemporánea, se plan-
tema (Clark, 1982 [1919]; Pinchbeck, 1981 [1930]). No seria razonable temas enormemente novedosos como es el uso del tiempo.
En los noventa, la investigación de historia de las mujeres en el pe-
escribir acerca de los estudios en tomo a mujeres y trabajo en los últi-
ío modemo empieza a poner atención en el análisis de los aspectos
mos veinticinco años sin fijar el punto de partida, analizar cuál fue su
: articulan la amplia realidad material de las mujeres y cómo el estu-
legado, cómo lo hemos utilizado hasta hoy y qué nuevos caminos es-
de ésta redimensiona y reconceptualiza los procesos que antes se
tamos abriendo. "ían abordado sin tener en cuenta a las mujeres y al género. De este
El movimiento feminista de los años setenta impulsó el desarrollo jdo, los trabajos sobre nodrizas, servicio doméstico y lavanderas que
de la Historia de las mujeres. Algunos de los estudios claves que se gC' los inicios de la disciplina constituían espacios temáticos donde en-
neraron entonces y que más han influido en la historia de las mujeres trar a las mujeres (Bolufer, 1993; Borrell i Sabater, 1997; Rial Gar-
con relación al trabajo fueron básicamente los trabajos de Tilly y Scott, 1996; Tarifa, 1996; Dubert, 1999), darán lugar más adelante a for-
Cerda Lemer, Christine Delphy y Natalie Davis. Tilly y Scott captaron laciones tales como la formación del mercado de trabajo, indispen-
brillantemente el punto de encuentro entre trabajo, familia y consumo Ics para la constmcción del conocimiento histónco (Sarasúa, 1994).
y aportaron elementos claves como el concepto de salano famÜ''"^ pobres, inmigrantes recién llegadas, prosritutas y marginadas
(Tilly y Scott, 1978). Christine Delphy conceptualizó la explotación Tasco, 1994; Candau, 1996; Tausiet, 1997) que poblaban los hos-
las mujeres a través de formular el modo de producción doméstico, 'i-'' is, comedores populares o las colas de empeño en los montes de
ciendo emerger lo que se ha denominado doble jomada laboral Je ij'^ dad se convierten en los años noventa en hacedoras de estrategias
mujeres (Delphy, 1982). Cerda Lerner nos expHcó cómo la vida d supervivencia, convirtiendo la pobreza —que antes ubicábamos en
las mujeres transcurria mayoritariamente dentro del orden patnarc^í'.

238 239
los márgenes del sistema— en un espacio central de la vida económi
ca, de la actividad urbana y de la economía informal de las ciudades
del periodo modemo (Carbonell, 1994,1997). El estudio de las ocupa
clones, tales como el trabajo de las mujeres en los gremios (Aguado, 1996)
y en las pnmeras fábricas de indianas, se transforma en una aportación
clave para entender los procesos de trabajo y la formación de culturas
del trabajo específicas en las mujeres tanto en el contexto urbano conio
mral (Vicente, 1993, 1994, 2000; Rial García, 2005). El esmdio del tra
bajo de las mujeres vinculado a la salud y la enfermedad convierte a sa-
nadoras, matronas y médicas en ejemplos claros de creación de autori
dad femenina y de empoderamiento a partir de una determinada acti
vidad laboral (Ortiz, 1996; Cabré y Ortiz, 2001). La investigación
sobre la familia se desplaza del estudio del marco juridico, los confiit
tos y los rasgos de la subordinación (Pérez, 1997; W.AA., 1994) al es
tudio de las mujeres en las estrategias familiares y de hogar, y en las re-
des de parentesco y vecindad (Matalí, 1990; Arbaiza, 1996; Lope?
Cordón y Carbonell, 1997; Chacón y Ferrer, 1997).
Por último, las Jomadas del año 2001 en Barcelona, cuya publici
ción posterior lleva el título Tiempos, trabajos y género, marcan la emcr
gencia de nuevos enfoques teóricos y categorías analíticas sobre el tr.i
bajo desde una perspectiva interdisciplinar (Carrasco, 2001). De algún
modo, la historia de las mujeres que habíamos desarrollado en los
ochenta y los noventa en la que habíamos buscado a las mujeres
en los gremios, en el servicio domésrico, en la gesrión de tabernas, en
burdeles, en los monasterios, en las explotaciones agrícolas, en la venta al
menor, en las fábricas o en los hospicios, da paso a nuevas preguntas
que redimensionan la propia actividad femenina y, por ende, el traba
jo de las mujeres, incorporando la aportación de éstas a la sostenibili
dad de la vida. Conceptos como «la economía del cuidado» desarrolla
do por Antonella Picchio (Picchio, 2001) o las aproximaciones en tor
no al «tiempo de vida y tiempo de trabajo» de Lia Cigarini (Ciganm.
1996) se difiinden ampliamente en el entorno de la historia de las mu
jeres y de género. Ello ha permitido entender la complejidad de los iti
nerarios laborales de las mujeres a lo largo de su curso de vida, la con
ciiiación de tiempos distintos, la importancia de las estrategias salaria
les en el hogar, el papel de las mujeres como gestoras del consumo. I '
relación entre mujeres y mícrofinanzas, o las mujeres emprendedora^
en la frontera entre trabajadoras y empresarias. Temas todos ellos abier
tos hoy a la investigación.
En definitiva, hoy las investigaciones de historia de las mujeres so-
bre el trabajo en el periodo modemo plantean interesantes preguntad

240
241
relativas al papel de las mujeres en la sostenibilidad de la vida humana Las distintas formulaciones del ciclo vital han generado una inten-
que, paradójicamente, resultan contrastables con la experiencia actual sa polémica entre adeptos y críticos. Desde finales de los años setenta,
de éstas en los países en desarrollo. Esto nos hace pensar que la histo- diversos estudios han analizado el ciclo de formación de las familias y
ria de las mujeres y el trabajo en un contexto de sociedad patriarcal, los mecanismos formales e informales de adaptación. Distintos estu-
a menudo presenta rasgos específicos que se reproducen en una espe- dios han mostrado que hay fases del ciclo familiar de enorme ríesgo,
cie de continuum en épocas y lugares distintos, convirtiendo el periodo principalmente en el periodo de crianza de los hijos y en la vejez, cuan-
cronológico y el lugar en aspectos principalmente metodológicos. do la ratio entre ingresos y gastos es desfavorable, creándose así una
alta probabilidad estmctural de pobreza (Anderson, 1971; Woolf, 1986).
Los únicos momentos en los que los riesgos de pobreza disminuirían
MUJERES, TRABAJOS Y ECONOMÍAS FAMILIARES serían el final de la adolescencia y los años de matnmonio que prece-
dían al nacimiento de los hijos. La teorización sobre el ciclo familiar y
En los últimos años se ha avanzado bastante en el estudio sobre el los riesgos de pauperización ha permitido avanzar mucho en el análi-
trabajo de las mujeres en la Edad Modema y sobre cuál fue su papel en sis de las estrategias de supervivencia formuladas por Louise Tilly
las economías familiares y/o domésticas. En términos generales, estos (Tilly, 1979), las economías de la improvisación formuladas por
estudios han permitido deshacer diversos tópicos cuyo telón de fondo Olwen Hufton (Hufton, 1984) y las economías familiares adaptativas
era la concepción de que la Edad Modema, por contraposición a la formuladas por Richard Wall (Wall, 1990). Todas ellas participan de
Edad Contemporánea, era un periodo poco dinámico y más bien rígi- esta visión dinámica de la familia y de una visión plural del trabajo re-
do donde el mundo de la familia y el del trabajo permanecían prácti- cogidas en los textos de ámbito español (Garrido, 1995; Reher, 1996; Car-
camente estáticos sin cambios perceptibles. La historia de las mujeres bonell, 1994,1997; Chacón y Ferrer, 1997).
ha contribuido a mostrar que no fue así. No obstante, las distintas teorizaciones sobre el ciclo familiar han
recibido también muchas criticas. Un análisis longitudinal del ciclo fa-
miliar comporta problemas teóricos y metodológicos porque vincula a
Mujeres y economíasfamiliares cada mujer o cada hombre a una familia de origen y lo sitúa en la di-
námica de formación de una nueva familia, y así sucesivamente en un
La historia de las mujeres y la demografía histórica de los últimos continuum marcado por el ciclo familiar. Támara Hareven insisría en la
veinticinco años han contribuido a desarrollar una concepción diná- importancia del análisis desde el «curso de vida», ya que muestra la in-
mica y cambiante de la familia y de las economías familiares. La distin- teracción entre lo individual y lo común, entre las expectativas sociales
ción entre ciclo vital, curso de vida y ciclo familiar ha facilitado el ca- de comportamiento y la excepción: el itinerario de vida que se constm-
mino. Támara Hareven distinguía entre el ciclo vital (life cyck) de las ye desde la dialéctica entre necesidad y deseo, dentro de un marco de
mujeres que transcurre a partir de pautas fundamentalmente biológi opciones limitadas. Desde la crítica feminista se ha cuestionado la teo-
cas, el curso de vida (life course) que tendría una dimensión individua! ría del family cycle a partir de considerar que es indispensable introducir
y que resultaría de las distintas opciones y decisiones tomadas o no en la perspectiva de género para llegar realmente a establecer; cómo se dis-
un contexto determinado, y, por último, el ciclo familiar (family cyck) tribuían los recursos en el seno de las familias y hogares, cuáles eran las
que estaría sujeto a fases de formación y desarrollo {Hareven, 1982,1995). priorídades de consumo y quién y cómo se determinaban. Caroline
La noción de «curso de vida» ha permitido explorar la interacción en Glendinning y Jane Millar (Glendinning y Millar, 1989, 1991) plan-
tre la dimensión individual y la común, entre individuo, familia y co- tean duras críticas al modelo de ciclo familiar, argumentando que par-
residencia. Aunque muy probablemente hoy tendríamos que añadir ten de un propósito improbable según el cual las unidades familiares
un cuarto nivel de análisis que no seria ni el de la unidad doméstica se basaban en el consenso y no en el conflicto y en la desigualdad en-
marcada por la co-residencia, ni el de la familia troncal o extensa, m tre sus miembros. Esto explicaría, según estas autoras, que se presupon-
tampoco el estrictamente individual, sino que se trataría de redes de re- gan aspectos no suficientemente demostrados; por ejemplo, que los in-
laciones singulares entre parentesco, vecindad, oficio o amistad. gresos y los recursos se compartían igualitariamente en el hogar, que el

242 243
consumo de estos recursos y las condiciones de vida de los miembros • una importancia económica clave. La preparación de la comida, la
del hogar eran iguales, o que las condiciones de vida estaban única- conservación de los alimentos, la elaboración de los vestidos, el traba-
mente determinadas por la cantidad de recursos disponibles sin que jo en el taller o en el campo o la crianza de los hijos tenía una impor-
afectaran al modo en que los recursos se generaban o se administra- tancia económica clave. En este sentido, el término trabajo doméstico,
ban. En este sentido, el estudio sobre consumo de las familias desde entendido como conjunto de tareas no retribuidas propias del hogar,
una perspectiva de género en España sigue siendo un reto que se ha cobra para las sociedades preindustriales un significado más complejo,
empezado a abordar recientemente (BaixauU, 2003a, 2003b; More- (jn ejemplo de ello es que el servicio doméstico se contrataba en fun-
no, 2003, 2005). ción de su capacidad de trabajo en el taller o en el campo. En definiti-
En definitiva, los puntos de consenso a que ha llegado la investiga- va, los esmdios de las sociedades preindustriales —al igual que el testimo-
ción histórica sobre la familia y las economías familiares indican la ne- pjo de muchas sociedades actuales de países en desarrollo— contribu-
cesidad de estudiar la familia como un proceso fluido y mutante, en lu- yen a cuestionar el esquema liberal según el cual las tareas domésticas
gar de una realidad estática. La intensidad de este proceso se hace más son una actividad no laboral y no remunerada dentro de la casa, mien-
visible al considerar que la mayor parte de la población en el periodo tras que las tareas productivas son las que corresponden al trabajo re-
modemo vivía, a causa de lafi"agilidaddel ciclo económico familiar, munerado hiera de la casa. E l estudio del pasado nos enseña que tal
en una amenaza permanente de disgregación de la familia y del hogar. Concepción —a menudo alejada del análisis empírico— se constmyó
La «economía de la improvisación» a que a menudo se veían arrojadas históricamente a medida que se desarrollaba el Estado liberal y la eco-
nomía de mercado. El problema, en todo caso, residiría en establecer
estas familias provocaba la disgregación de la unidad de origen y gene-
©lál o cuáles eran exactamente el grado y los distintos tipos de división
raba otras formas de afinidades a partir de las cuales se constmían nue-

«
4,t\o en función del sexo en una sociedad determinada y en un
vos hogares. Muy probablemente, estas unidades estaban sometidas a
una mayor movilidad. Así, en las sociedades del Antiguo Régimen se )mento concreto.
sumarían a las unidades conyugales otras formas de unidades domésti- En las sociedades preindustriales europeas, la economía familiar
cas surgidas a partir del intercambio de intereses, de afectos y de afini- a economía de las unidades domésticas se ha basado en la aporta-
dades: hogares extensos, múltiples o solitarios, de mujeres y hombres ción del fruto del trabajo de cada uno de sus miembros (mujeres,
con vínculos no sólo de parentesco, sino también de vecindad, oficio Sombres, ancianas, ancianos, niños y niñas). En efecto, las mujeres
o amistad (Carbonell, 2000, 2002). .-. mían un papel clave en las estrategias salariales de las unidades fa-
iiliares o domésticas; su aportación, lejos de ser complementaria,
en muchos casos indispensable. Por lo tanto, la historia moderna
ffifirma que en muy pocos momentos de la historia de la humani-
El trabajo de las mujeres en la encrucijada
id se ha generalizado el modelo de salario (o ingreso) único delpater
de la producción, reproduccióny consumo
.). Vl.;....{.' •- •
fnilias.
Hoy resulta insostenible el tópico de la mujer trabajadora como •. Diversos estudios indican que la aportación de las mujeres a la

I
producto de la Revolución Industnal, porque mucho antes de la apari- onomía familiar tenía un peso específico esencial. El trabajo de las
ción de las fábricas, la inmensa mayoría de las mujeres tenía que traba- üjeres era en muchos casos el más versátil y el que se adaptaba me-
jar para sobrevivir. Éstas trabajaban no solamente en las tareas deriva- a las «economías de la improvisación». Esta versatilidad en las ta- '
das del consumo y la reproducción, sino también, y sobre todo, en Kis s permitía reorientar las estrategias de supervivencia del grupo, y,
derivadas de la producción y la distribución de productos primarios, nismo tiempo, mostraba su precariedad en tanto que trabajado-
mercancías y servicios. . en términos generales, excluidas de la especialización. Hilar, ven-
En las sociedades preindustriales, el trabajo se llevaba a término en ayudar en el taller, lavar ropa, transportar agua, hacer de ama de
el ámbito integrado por la fiisión de tareas productivas, reproductivas f o el servicio doméstico podían ser, entre otras, tareas remunera-
y derivadas del consumo. Las tareas domésticas, en tanto que estaban i desarrolladas por una misma mujer en momentos diferentes de
integradas en la actividad económica y en el proceso de trabajo, teniJn

244 245
Este carácter de versatilidad del trabajo de las mujeres procedía t i .
su aprendizaje informal, que transcurría al margen de las instituciones
gremiales, sin acceso a los exámenes de oficialía o maestría. Este apren
dizaje informal se llevaba a término en el taller del padre, del mando
de algún pariente, o del dueño. De este modo, las mujeres estaban su-
jetas a un abanico ocupacional más amplio y menos especializado. As-
pectos que les confería un papel clave cuando la fragilidad del c i c l o
económico familiar obligaba a reorientar las estrategias de superviven
cia (Carbonell, 1997).
En este sentido, la investigación desde la historia de las mujeres h.i
contribuido a esclarecer que las familias del periodo moderno no se
restringieron a una sola ocupación y que existía una enorme flexibüi
dad, versatilidad y multiocupación en el grupo familiar. Tal como nos
ha señalado Heather Swanson, esta flexibilidad no se encuentra refle]a-
da en la documentación insritucional como la gremial (Swanson, 1 9 8 8 ) .
El estudio de Marta Vicente sobre las mujeres trabajadoras de la Barce-
lona de los siglos XVII y xviii muestra muchos casos de unidades do
mésticas con más de un oficio. Los registros administrarivos que vene
bran la imagen que una sociedad da de sí misma no son, por lo tanto,
ajenos a los criterios de ordenación de la realidad que en el periodo
moderno era patriarcal (Vicente, 1994, 1996).

El uso de los tiempos y el trabajo .• • \\\^ ;'r... ,r

En los úlrimos años, las investigaciones sobre mujeres y trabajo se


han planteado como uno de los aspectos prioritarios para analizar la
concepción y percepción de los tiempos, los ritmos y frecuencia de los
trabajos, lo que E . P. Thompson denominaba «la organización del
tiempo social» (Thompson, 1984). Así, el trabajo en las sociedades
preindustriales se caracterizaría por ser discontinuo e irregular. Discon
tinuo en cuanto se simultaneaba con otras tareas, ya que en la casa l.i
actividad se dirigía indistintamente hacia la producción, el consumo o
la crianza de los pequeños. Irregular, en tanto que se trabajaba cuando
el ciclo agrario lo requería o cuando había trabajo que terminar. C o i v
tranamente, y generalizando, podria pensarse que, en las sociedad^'-
capitalistas y en el sistema fabril que se desarrollaría más adelante, =-'1
trabajo tendería a ser continuo, sin interrupción, y uniforme, en tant'-^
que se dirigía íntegramente a una única fase del proceso de producción'
Y era regularen tanto que se trabajaba el mismo número de horas cad'i
jomada adaptándose al calendario laboral.
Alejandro de Loarte, La vendedora de aves. Colección particular.

246
Es afinalesdel siglo xviii cuando algunos textos empiezan a carac-
terizar el trabajo propio de las sociedades preindustriales de trabajo im-
perfecto y potencian la idea de trabajo continuo, regular y uniforme, es
áecir, perfecto. La ampliación de la oferta de trabajo y la ocupación con
tinuada parece ser la altemativa que tienen en mente los ilustrados des-
de sus presupuestos poblacionistas: «Como unas y otras mujeres sue-
len tener algún tiempo hueco, la idea es llenar este tiempo útilmente;
lo primero para que así ayuden a mantenerse, y lo segundo para acos-
tumbrarlas a una ocupación continua; pues lo que en gran parte au-
menta la ociosidad de España es la falta de tener en que emplearse de
continuo» (Ward, 1762, 358). La sustitución de la antigua práctica de
trabajo, el trabajo imperfecto, por el trabajo perfecto, se hace a partir de so-
cavar la antigua forma de vivir el trabajo, la antigua cultura del trabajo
que se equipara con la ociosidad. Las mujeres serían objetivo príoríta
rio en la implantación de esta nueva concepción del trabajo, ya que su
perfil de versatilidad y simultaneidad se idenrifica con algo perverso. El
texto de Bernardo Ward es suficientemente elocuente: «Nadie ignora
la necesidad de sacar a las mujeres de tanta ociosidad...», o bien: «Ha
brá en España más de millón y medio de mujeres que viven poseídas
de la ociosidad... y aunque parece obra de mucho empeño sacarías de
su acostumbrada inutilidad... pues sin hacer el Reyno más fábricas
Diego de Velázquez, Las hilanderas, 1657, Madrid, Museo del Prado.
de las que hay, aplicándolas a hilar lana y lino, cuyo exercicio, con la
ocupación que les dará la seda... basta para que a ninguna le falte en
que emplearse y ganar con que ayudar a mantener sus obligaciones-'
(Ward, 1762,383).
micus. La desvalorización del trabajo de las mujeres, la invisibilidad del
De este modo, la organización del riempo social empieza a adqui- trabajo domésrico que desaparece de la Historia del trabajo y de la
rir a finales del siglo xviii un valor distinto que muy pronto, con el Economía, la emergencia de la doble jomada laboral para éstas, son es-
triunfo del factory system, se revelará como un bien estratégico. E l éxito labones de una misma cadena.
de la adaptación del trabajador a los ritmos y tiempos de la máquina
determinará buena parte del beneficio; la velocidad de circulación del
capital o, dicho de otra forma, el tiempo que los productos permane Mujeres, cultura del trabajo y representaciones -
cenan almacenados antes de la comercialización, influirá en las ganan
cias obtenidas. Expresiones como éstas cobran senüdo: ¡el tiempo tit f\a interrelación entre historia y antropología nos ha mostrado la
ne un precio!, ¡el tiempo es oro! Relojes, timbres y sirenas se encarga importancia de abordar el proceso de trabajo como forma de prá
ron de recordarlo en las fábricas y plazas públicas. social (Narotzky, 1988, 1997). Maurice Godelier distinguió entre
El cambio del uso de los tiempos fue una operación política ác proceso de trabajo orientado a la producción de valores de uso —
gran alcance que exigió un largo proceso y enormes recursos orienta- comprendería aspectos estrictamente económicos— y el proceso
dos a la socialización e interiorización de nuevos valores y comporta trabajo orientado a la producción social, es decir, entendido como
mientos. Las mujeres ubicadas secularmente en la encmcijada entre ceso que genera un conjunto de relaciones sociales (Godelier, 1980
producción, reproducción y consumo se encontraron atrapadas en un estudio de Natalie Davis sobre el trabajo de las mujeres en los gre
proceso que condujo irremisiblemente a la aparición del Homo econo- el Lyon de los siglos xvi y xvii plantea la existencia de formas

248 249
percepción y de modelos de expresión específicos en los grupos cen-a-
dos de mujeres que se dedicaban a un oficio determinado (Davis, 1982).
El proceso de trabajo entendido como práctica social comporta tam- E L FRAUDE D E L « H O M O ECONOMICUS»
bién una experiencia del trabajo generadora de sensaciones y concien- Y LA SOSTENIBIUDAD SOCIAL D E LAS MUJERES
cia específicas susceptibles de ser estudiadas. W. Reddy analiza la expe-
riencia del trabajo de los tejedores de Lille a mediados del siglo xix A finales del siglo xviii se pone de manifiesto la emergencia de la
y una de las conclusiones que extrae es que la experiencia del trabajo economía de mercado y del Estado liberal como dos grandes procesos
coesiona y dota de conciencia y de dignidad de grupo a los tejedo- de transformación que se producen con la conrinuidad de fondo de la
res, contradiciendo, por tanto, el argumento de los grupos dirigentes sociedad patriarcal. El pensamiento económico clásico y neoclásico ha
de atribuir a la pobreza degradación moral (Reddy, 1984). Esta línea forjado el Homo economicus como ejemplo prototípico de los valores y
de investigación, a pesar de contar con importantes trabajos desde la concepciones de las sociedades capitalistas y patriarcales. La expresión
historia cuhural (Amelang, 1986; López Nieto, 1996), es aún un terri- «tras cada Homo economicus hay una gran mujep>, parece ser la más ade-
torio que está prácticamente inexplorado para la historia de las muje- cuada para resumir la interacción entre capitalismo y patriarcado. Los
res de la España moderna y principios del periodo contemporáneo, estudios más recientes elaborados por economistas feministas sobre
con la excepción de algunos trabajos recientes (Vicente, 2000; Rome- trabajo han puesto de manifiesto cómo la economía clásica y neoclási-
ro Marín, 2004; García Balañá, 2004). Es en los procesos culturales ca parten de la falacia según la cual el trabajo no remunerado no es tra-
que acompañan la experiencia del trabajo donde podemos encontrar I bajo. De este modo, el Homo economicus «emerge como un ser presun-
indicios significativos de procesos de empoderamiento en las mujeres. [tamente asexuado aunque responde inequívocamente al género homo.
En estos procesos es indispensable entender cómo funcionan las w Se ignora cómo se reproduce porque siempre liega crecidito, aseado,
des informales de soporte, ayuda mutua, solidaridad o reciprocidad, bien vestido y a su hora a las puertas de una empresa a la que dedica la
que hacen posible el desempeño de labores por parte de las mujeres inmensa mayoría de su riempo... es un ser carente de necesidades, de-

P
(Carbonell, 1997).
ndencias y afectos hacia las demás personas» (Tello. 1995). En los
Por último, otra dimensión de estudio se encuentra en el análisis os treinta, Lewis Mumford ya había planteado algo parecido:
del trabajo y de sus representaciones (la idea, el lenguaje, la iconogra-
fía, la propia acrividad o los mismos protagonistas, etc.), tanto la tbmia Había nacido un nuevo tipo de personalidad, una abstracción
como ellos se ven, como la forma en que son vistos por sus contempo- ambulante: el Hombre económico. Los hombres vivos imitaban a
esta ambulante máquina automática tragaperras, a esa criatura del ra-
ráneos o por la historiografía en distintos momentos. Maurice Carden,
cionalismo puro. Esos nuevos hombres económicos sacrificaron su
por ejemplo, parte de la idea de que el mundo del trabajo comporta digestión, los intereses de la paternidad, su vida sexual, su salud, la
una jerarquía simbólica entre los disrintos gremios y dentro de cada mayor parte de los normales placeres y deleites de la existencia civi-
uno de ellos (Carden, 1975). Otro ejemplo clásico es el estudio de Joan lizada por la prosecución sin trabas del poder y del dinero (Mum-
Scott sobre la revolución del 48, en el que analiza dos niveles de rep: - ford, 1994).
sentación: por un lado, cómo una parte de la sociedad francesa perci-
bía el mundo del trabajo en la revolución de 1848; por otro lado, El éxito y la rápida implantación de este prototipo, el Homo econo-
cómo la historiografía ha hecho una determinada lectura de esta repre- icus, y todo lo que él conlleva con relación a la subordinación de las
sentación desde principios de siglo (Scott, 1986). En esta línea, la his- Jlujeres, fue una operación política de largo alcance. Exigió tres trans-
toria subalterna y los escritos de Ranahit Guha (Guha, 2002) tienen irmaciones decisivas: la primera, la constmcción del mercado de tra-
mucho que aportar a la deconstmcción de los discursos acuñados con jo con la liberalización de la fiierza de trabajo paralelo a la desvalo-
relación a las mujeres tanto por sus contemporáneos como por la his- ación del trabajo de las mujeres; en segundo lugar, la aparición de
toriografía. E l análisis del discurso ilustrado sobre el trabajo y el ocio • nuevas leyes de pobres o leyes de beneficencia que excluían a los
puede ser un buen campo de estudio en este senrido (Carbonell, 198'^^ bajadores y a las mujeres de la asistencia pública —el Estado traslada-
Sarasúa, 2004). Y el cuidado de enfermos, ancianos y niños a la familia, es decir, a las

250 251
mujeres—; por último, la exclusión de las mujeres de la ciudadanía. I-\ gran seres inferiores por definición. Y, por otro lado, la inferioridad del
tas páginas se limitarán tan sólo a apuntar algunos rasgos relativos a las trabajo de las mujeres. Los pensadores ilustrados y la legislación se en-
dos primeras transformaciones. cargaron de dar difiasión a tales concepciones que, por otra parte, se
apoyaban en procesos reales, tales como la menor retribución salarial
de las trabajadoras.
Sobre ¡a desvalorización del trabajo délas mujeres :'•.}? y- En primer lugar, a pesar de los intentos de Campomanes de difian-
dir la industria domiciliaria, paulatinamente se asisrirá a la mptura de
A finales del siglo xviii, se asiste a la elaboración de una política la unidad doméstica como unidad de producción, reproducción y
de empleo por parte de los pensadores ilustrados como Campomanes consumo. El trabajo domésrico no remunerado dejará de ser conside-
ojovellanos que descubren en la oferta de trabajo uno de los principa- rado trabajo. Maxine Berg plantea una metáfora muy significativa al
les bienes materiales de las naciones. En este contexto de cambio emer- afirmar que a partir de este momento el trabajo domésrico pasará a for-
gen una serie de medidas y disposiciones legislativas que sancionaban mar parte de la historia «natural», en lugar de hacerio de la historia del
lo que en la práctica se estaba llevando a cabo. Con la Real Cédula trabajo {Berg, 1987b).
de 18 de marzo de 1783 se procede a la liberalización del acceso a la En segundo lugar, el trabajo de las mujeres fije visto e interpretado
práctica del trabajo, declarando que el trabajo es lícito, que no es infa- como un complemento al trabajo del hombre, que es el trabajo impor-
mante, ni envilece. Los valores de una sociedad estamental y aristocrá tante y el indispensable. Expresiones de la época relativas al trabajo de
dea estaban siendo puestos en tela de juicio. Las corporaciones gremia- las mujeres afirmaban que el objetivo de éste era: «para que así ayuden
les que restringían la libre fabricación estaban tocando a sufin;Cam- a mantenerse». Por último, las mujeres, siguiendo la tendencia iniciada
pomanes, desde el Consejo de Castilla, y Jovellanos, desde la Junta siglos antes, serán relegadas a las últimas franjas de la pirámide de la je-
General de Comercio, contribuyeron a ello mediante la publicación rarquía laboral.
de distintas disposiciones. Desde la Baja Edad Media, pero especialmente a partir del siglo xvii,
Esta liberalización del acceso al trabajo se hizo extensiva a las mu- se observan importantes restricciones en la participación de las muje-
jeres, que a partir de 1784 podrán trabajar libremente y acceder a todos res en la vida gremial, que irán acompañadas de múltiples conflictos
los oficios sin restncciones aparentes. No obstante, y de acuerdo con entre mujeres y gremios. Desde el siglo xvii se repiten las continuas
las propias paradojas y contradicciones que caracterizan el pensa- disputas entre mancebos de oficios relacionados con el textil, torcedo-
miento ilustrado, dicha liberalización fiae eminentemente restrictiva. ^res de seda o tejedores, de una parte, y los maestros agremiados, de
La Real Cédula de 12 de septiembre de 1784 titulada Facultad General tra, acusados estos últimos de contratar mujeres asalariadas para reali-
de las mugeres para trabajar en todas las artes compatibles con el decoro de su ir las tareas de los mancebos. Por lo tanto, los costes de trabajo eran
sexo, decía así: «Para mayor fomento de la industria y manufacturas, he enores si se uriHzaba mano de obra femenina. Campomanes abogó
venido en declarar por punto general en favor de todas las mugeres del ~r la expansión de la industria mral y domiciliaria, precisamente por
reyno la facultad de trabajar, tanto en la fábrica de hilos como en to- os menores costos del trabajo femenino y por su visión moral según
das las demás artes en que quieran ocuparse y sean compatibles con el la cual el sistema fabril envilecía a los trabajadores y especialmente a las
decoro y fiierzas de su sexo; revocando y anulando qualquiera orde- trabajadoras (Sarasúa, 2004). El transcurso de los acontecimientos mos-
nanza o disposición que lo prohiba.» La restricción consistía precisa- traría que la modernización definitiva no llegó de manos de la indus-
mente en esta cláusula tan ambigua del «decoro yfiaerzasde su sexo». tria domiciliaria sino del sistema fabril.
En efecto, la liberalización del trabajo comportaba ya desde sus A finales del siglo xvin se pone de manifiesto que los motivos ar-
fiindamentos la jerarquización en el seno de la propia práctica del tra- güidos para justificar esta adscripción mayoritaria de la mujer a los úl-
bajo y, por lo tanto, una valoración determinada. Esta jerarquización timos peldaños de la jerarquía laboral eranfiandamentalmentede ca-
se desarrollaria a dos niveles: por un lado, la inferioridad del trabajo rácter ideológico. E l año 1779, el conde del Carpió expondrá: «Hay va-
manual frente a las llamadas profesiones liberales. Ello conduciría a de- rias obras en las que es lástima emplear la foerza varonil, y en las que
sarrollar la concepción de que los obreros, los trabajadores manuales las mujeres y niños pueden aventajarse: los cordones, botones, encajes.

252 253
bordados y otras manufacturas de esta especie, son suficiente objeto to. Bemardo Ward argumentaba la necesidad de que las mujeres traba-
para las manos de una mujer y un niño, y no deben ocupar a un hom- jaran del siguiente modo: «para que ayuden a mantener sus familias,
bre digno por otra parte de más sólido e importante trabajo» (Car- concurre la razón principal de la crianza de sus hijos, pues recibiendo
pió, 1779,351). los de uno y otro sexo las primeras impresiones de sus madres, convie-
En efecto, la subvaloración del trabajo femenino es un hecho. El ne mucho al bien público, que los que deben vivir de su trabajo, los
argumento que lo sostiene es puramente ideológico; que lafiaerzava- tengan razonables y capaces de hacer de la industria el aprecio que me-
ronil es digna de trabajos «más importantes». La precisión, laboriosi- rece» (Ward, 1762, 361-362).
dad, capacidad de concentración que comportan son atributos que se Los efectos que se desprenden de esta paradoja que emerge a fina-
infi-avaloran (Stolcke, 1978; Benería, 1979; Berg, 1987a y b). Pero cuan- les del siglo xviii, según la cual la mujer trabajadora debe ser una obre-
do la energía hidráulica y más adelante la propulsión apareció en la es- activa y al mismo tiempo cumplir sus obligaciones en el hogar, se-
cena económica, las mujeres que posiblemente por sus caracteristicas fundamentalmente la justificación de lo que se ha dado en llamar
genéricas con relación al trabajo eran las más preparadas para enfren- dobk jomada laboral de las mujeres trabajadoras en la sociedad con-
tarse y adaptarse a la nueva tecnología, fueron excluidas de ella. La téc- mporánea. Finalmente, esta paradoja plantea problemas adicionales
nica file declarada especializada y masculina. Los hombres intentaron la investigación histórica al señalar distintos campos de análisis: el pa-
conservar su prioridad como mano de obra ante la competencia que "1 que desempeña el discurso como mecanismo de poder y como
suponían las nuevas máquinas y las propias mujeres. Estas integraron ente de subordinación; cuáles son y cómo actúan los mecanismos
de forma mayontana el sector de obreros no especializados y no cuali- por los cuales se puede interiorizar el mensaje dominante; y, por últi-
ficados. No obstante, la invesrigación que Cristina Borderias está reali- mo, las formas en que dicha paradoja contribuye a la toma de concien-
zando sobre cualificaciones laborales de las mujeres en los primeros ia de muchas mujeres y a procesos específicos de empoderamiento.
tiempos de la industrialización replantea aspectos importantes (Borde-
rías y López Guallar, 2001).
Por último, es afinalesdel setecientos cuando emerge una parado- Las mujeres y los procesos de la vida humana , .
ja que, además de poner en evidencia las contradicciones del pensa-
miento ilustrado, constituye la base del handkap de las mujeres traba- En toda Europa, la formación del mercado de trabajo exigió la li-
jadoras de las sociedades contemporáneas. Esto es, por un lado, se des- beralización de la fuerza de trabajo. Ello conllevó también abandonar
cubre la flierza del trabajo de las mujeres como un gran potencial para las viejas leyes de pobres o el antiguo sistema de beneficencia y caridad
ser reconducido fuera de la unidad doméstica, es decir, hacia la fábn- para sustituirlo por las nuevas leyes de pobres o nueva legislación so-
ca. Bemardo Ward, consejero del rey, planteará el año 1767 lo siguien- bre beneficencia. En España, este proceso se realizó de forma parecida
te: «Reduciremos a cuatro los principales ramos de la industria que son a como se hizo en los distintos países de Europa, con sorprendentes si-
el cultivo de la rierra, las mejoras y obras públicas, el empleo de las muje- militudes con el caso inglés, puesto que el objetivo que se perseguía era
res, y las fábricas» (Ward, 1762, 358). Pero, por otro lado, se potencia la idénrico: liberalizar, desamortizar, convertir a cada trabajador/a en un
imagen de la mujer dentro del hogar, de madre y esposa dedicada a las individuo aislado sujeto a las fiierzas de mercado sin una cobertura
tareas propias de su sexo. El modelo de mujer burguesa se hace exten- asistencial (ya fiiesen la comunidad y las viejas leyes de pobres en Gran
sible a las mujeres trabajadoras. Un testimonio de ello es la Real Cédu- Bretaña, o la caridad y la beneficencia en España). En definitiva, el Es-
la de 1783 sobre el reglamento de escuelas públicas de niñas en la que [tado liberal incipiente desatendió lo que con el tiempo y las luchas so-
se expone: «El fin y el objeto principal de este establecimiento son fo- pales de la clase trabajadora acabarían siendo auténticos derechos
mentar... la fe católica... y las labores propias de su sexo... para hacer ipciales —esto es, la ayuda a los enfermos, la viudedad, la desocupa-
progresos en la virtud, manejos de sus casas y en las labores que les Kón, la maternidad, la crianza, la vejez o la incapacidad—, dejando la
corresponden» (Novísima recopilación, vol. III). No obstante, la misión «isfacción de estas caicas a la iniciativa privada o a la familia y el hogar,
que la mujer tenía adjudicada dentro del hogar era la de socializar los • decir, a las mujeres, y reservando los casos extremos de locura, expo-
hijos e hijas en ios valores y creencias hegemónicas en aquel monien- • d ó n , delincuencia o defionción a la asistencia pública (Carbonell, 1997).

254 255
De este modo se hizo invisible lo que Antonella Picchio denomina - I j el uso de sus distintos tiempos. En definitiva, bajo la operación política
economía del cuidado» (Picchio, 2001). de la constmcción del Homo economicus, que comportó la emergencia de
Esta operación de transferir la carga del cuidado de los otros al ho- la economía de mercado y del Estado liberal, se hicieron invisibles los
gar, y concretamente de adjudicarlo a las mujeres, fiie una operación procesos de la vida humana cuya significación, ahora, estamos recupe-
política de enorme alcance y requirió un proceso largo en el que cabe rando (Shiva, 1995; Nussbaum, 2002). La historia de las mujeres tiene
señalar dos hitos. En primer lugar, la exclusión de las mujeres de la ciu- un papel clave en ello.
dadanía, haciendo extensivo el contrato social de Locke (que está en la
base de la construcción del Estado liberal) a la relación entre géneros
Carole Pateman denominó contrato sexual al pacto social según el cual BiBUOGRAFlA . i
las mujeres deberían satisfacer las necesidades de los varones relativas
al cuidado de la vida, para que éstos pudieran cumplir con su condición A G U A D O , Ana María, «La lucha entre el hogar y el taller. La lucha de las mujeres valen-
de ciudadanos y trabajadores asalariados o empresarios (Pateman, 1995). cianas contra los gremios en la crisis del antiguo régimen-, en María Dolores Ramos
En segundo lugar, esta operación política de enorme envergadura se y María Teresa Vera (eds.), £ / trabajo de ¡as mujeres. Pasado y présenle. Málaga, Centro
de Ediciones de la Diputación de Málaga, 1996, vol. 2, págs. 305-312.
completaría extendiendo la falacia de que el modelo que había de
á J ^ M E L A N G . Jamcs, La formación de una clase dirigente. Barcelona, ¡490-1714, Barcelona,
seguirse —a pesar de que la realidad, las estrategias salariales y los tes- K Ariel. 1986.
rimonios de ocupación femenina dijeran todo lo contrario— era el H t ( E L A N G , James y N A S H , Mary (eds.), Historiay género. Las mujeres en la Europa modema
mak breadwinner, según el cual el hombre es proveedor de ingresos y la y contemporánea, Valencia, Alfons el Magnánim, 1990.
mujer ama de casa. Bajo esta fórmula, las mujeres cuidarían además B N D E R S O N , Michael, Family Structure in Nineteenth Century Lancashire, Cambridge, Cam-
bridge University Press, 1971.
a niñas, niños, personas ancianas o enfermas, para que estos varones
A R B A I Z A VH.ALLCJNGA, Mercedes, Familia, trabajoy reproducción social. Una perspectiva
adultos pudieran dedicarse plenamente a su trabajo de mercado o acti- microhislórica vizcaína afinalesdel /Jntiguo Régimen, Bilbao, Universidad del País Vas-
vidades públicas. co, 1996.
AYUSO LÓPEZ, Teresa (ed.). Fuentes documentales sobre el trabajo de las mujeres, Madrid,
La «economía del cuidado» contempla la satisfacción de las necesi- Akal, 1997.
dades humanas en el seno del hogar (Picchio, 2001; Carrasco, 2001). En- i ^ u x A U L i J U A N , Isabel A., -EIs dots i l'aixovar doméstic a la Valencia del segle xvii»,
tre éstas figurarían tanto aquellas que tienen una dimensión objetiva, ti- • ¡ • 4 ^ í . 18 (46), 2003a, págs. 663-692.
les como la producción de bienes y servicios (que en situaciones de ren- Casarse a l'Antic Régim. Dona ifamilia a la Valencia del segle xvn, Valencia, Universi-
tas medias y altas pueden ser mercantilizables —servicio doméstico— o H'tat de Valencia, 2003b.
«El trebali doméstic femení a la Valencia del sis-cents. De Polonia Seu a la casa de
cubiertas por el Estado), como aquellas necesidades que tienen una di- H ' Mossén Oierdi", Estudis, 30 (2004), págs. 133-156.
mensión subjetiva (que no son mercantilizables y no pueden ser cubier- ^ W E R Í A , Lourdes, -Reproducción, produccción y división sexual del trabajo". Mientras
tas por el Estado o por el mercado), tales como los afectos, el cuidado, H & m t o , núm. 6 (1979), págs. 477-484.
la seguridad psicológica, la creación de relación y lazos humanos o la ^ B " L a globalización de la economía y el trabajo de las mujeres», Mientras tanto, 48 (1979),
• págs. 113-138.
autoestima. Estas actividades, que han sido y son tareas complejas de
^ K G , Máxime, La era de las manufacturas, 7750-/520, Barcelona, Crítica, 1987a.
gestión y organización que permiten de algún modo que el mundo •Women's work, mechanisation and the early phases of industrialisation in England»,
siga fiincionando, han sido y son actividades no valoradas, invisibles, ^ • e n Patrick Joyce (ed.), The historical meanings of Work, Cambridge, Cambridge
pero al fin y al cabo son claves para el sustento de la vida humana. • j J n i v e r s i t y Press, 1987b, págs. 64-98.
A pesar de ello, la «economía del cuidado», el trabajo doméstico (p'''^' ^ p U E L S A L C E D O , Margarita-Johanna (comp.), Estrategias laborales femeninas: trabajo, ho-
WLíf'fsy educación. Málaga, Servicio de Publicaciones, Centro de Ediciones de la Dipu-
ducción de bienes, servicios y afectos) está ausente de la teoría eco M tación de Málaga ( C E D M A ) , 1998.
nómica neoclásica y aún tiene una representación escasa en la ^ ' ^ M WmF^-\ preguntas, nuevas miradas: fuentes y documentación para la historia de las
ria. Esta multiactividad, que también desarrollaron las mujeres ^Kpttjeres, siglos xiii-xviii. Granada, Universidad de Granada, 1992.
periodo modemo, sólo se pudo llevar a cabo con el apoyo de redes ^ ^ ' ^ R P F . R I ; G A , Mónica, "Actitudes ante el trabajo femenino en el siglo xvin», en
^ ^ í a r í a Dolores Ramos y María Teresa Vera (eds.), El trabajo de las mujeres. Pasado y
cíales de soporte y solidaridad que utilizaron las mujeres para sof^"^^^' ^ H r ' í o i í í , Málagj, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 1996, vol. 1,
tirar de la familia adelante o desarrollar su proyecto
de vida conjugante
256 257
— «La lactancia asalariada en Valencia a finales del siglo xviii-, Saítabi, 43 (1993), págj. las mujeres. Pasado y presente. Málaga, Centro de Ediciones de la Diputación de Mála-
ga, 1996, vol. 2, págs. 271-278.
ñas 255 y ss. C H A C Ó N , Francisco y F E R R E R , Lloren^ (eds.). Familia, casay trabí^ (Seminario Familia
BoRDERlAS, Cristina, - L a feminitzadó deis estudis sobre el trebali de les dones (19691999)., y Elite de Poder en el Reino de Murcia, siglos xv-xix). Murcia, Universidad de Mur-
Afen, 33/34, 1999, págs, 459-492. cia, 1997.
B o R D E R l A S , Cristina y L ó i ' K Z G U A L I ^ R . ?ihi. La teoría del salario ohreroy la subestimación
— Historia social de laJdmilta en España, Alicante, Diputación de Alicante, 1990.
del trabajo femenino en ¡Idefons Cerda. Barcelona, Ajuntament de Barcelona, 2001. C I G A R I N I , Lia, La política femenina se hace historia, Barcelona, Icaria. 1996.
B O R R E L L I S A B A T E R , Miquel, «El didatge hospitalari cátala en el segle xviu: un exemplg
C L A R K , Alice, Working life of women in the Seventeenth Century, Londres, Roudedgc & Kegan
d'intervenció eclesiástica en la vida popular», Manuscrits, 15 (1997), págs. 323-340. Paul, 1982,
B R I D L N T H A L , Renate y K O O N Z , Claudia (eds.), Becoming Visible: Women in Europain D A V I S , Natalie, «"Women's History" in Transition: T h e European Case-, Feminist
Histoiy, Boston, Houghton Mifflin, 1977. Studies, 3 (34) {pnmavera-verano de 1976), págs. 83-103.
C A B R É , Montserrat y O R T I Z , M . Teresa (eds.). Sanadoras, matronasy médicas en Europa, si-
— «Gender and Genrc: Women as Historical Writers, 1400-1820», en Patricia Labalme (ed.),
glos xil-xx, Barcelona, Icaria, 2001. Beyond Tln-irSex: Leamed Women ofibe European Past, Nueva York, New York Univer-
C A N D A U C H A C Ó N , Mana Luisa, "Prostitutas y desarraigadas en la Sevilla del Antiguo sity Press, 1980, págs, 153-182.
Régimen», en María Dolores Ramos y María Teresa Vera (eds.). El trabajo de las mu- — «Women in the Crafts in Sixteenth-Cenmry Lyon». Feminist Studies. 8 (1982), pági-
jeres. Pasado f presente. Málaga, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, l'í96 nas 46-80.
vol. 2, págs. 237-252. D E L P H Y , Christine, Por unfeminismo materiaUsta: el enemigo principal y otros textos, Barcelo-
C A R B O N E L L E S T E L L E R , Montserrat, "Hecho y representación: sobre la desvalori^a- na, La Sal, 1982.
ción del trabajo de las mujeres (siglos xvi-xvni)», Mujeres y hombres en ¡a Jormat ton DEL V A L V A L D I V I E S O , M . ' Isabel, T O M Á S P É R E Z , Magdalena, D U E . Ñ A S C E P E D A , M . ' J e -
del pensamiento occidental. Actas de las Vil Jornadas de Investigación Interdnciplinaria. sús y D E L A R O S A C U B O , Cristina, La historia de las mujeres: una revisión historíográfi-
Madrid, Ediciones de la Universidad A u t ó n o m a de Madrid, 1989, vol. 11, pági ca, Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial Universidad de
ñas 157-172. Valladoiid, 2004.

— «Género, pobreza y estrategias de supervivencia». Boletín de la Asociación de Demogra- D U B E R T , Isidro, "Doméstic Service and Social Modemization in Urban Galicia, 1752-1920»,
Contmuity and Change, 14 (2), 1999, págs. 207-226.
fía Histórica, 1994.
G A R C Í A B A L A Ñ A , Albcrt, Lafabrícació de la fábrica: trebali i política a la Catalunya Contem-
— Sobreviure a Barcelona. Dones, pobresa i assislettda al se¿t xvm, Vic, Eumo, 1997.
poránia, ¡784-1884. Barcelona, Abadía de Montsen-at, 2004.
— «Crédito al consumo y economías familiares. Barcelona, 1750-1850», en A. Carre-
C A R D E N , Maurice, Lyon el les lyonnais au xviii' siecle, París, Flammarion, 1975. J
ras, P. Pascual, D. Reher y C . Sudriá (eds.), La industrialització i el desenvidupamcni
G A R F J E K J , Elisa et oL, Historia de las mujeres en España, Madrid. Síntesis, 1997.
económic dEspanya, Barcelona, Publicacions de la Universitat de Barcelona, 199'>.
G A R R I D O , Estrella, «El ciclo familiar y el riempo de vida en la Huerta de Valencia, 1747-1800»,
vol. 1, págs. 304-320.
Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, Xlll-t (1995), págs. 29-52.
— "Using microcredit and restructuring households: Two complementary survival strj-
G L E N D I N N I N G , Caroline y M I L L A R , Jane, «Gender and Poverty», Journal of Social Policy,
tegies in late 18th century Barcelona», International Review of Social Hisloty, vol. 45,
vol. 18, núm. 3 (1989). págs. 363-381.
Supplement "On Households' Survival Strategies», Cambridge University Press, di-
— «Poverty: The Forgottcn Englishwomen. Reconstrucring Research and Policy on
ciembre de 2000, págs. 71-92. Poverty», en Maclean y Groves (eds.), Women's Issues and Social Policy, Londres, Rout-
— "Microcrédito, familias y hogares. Barcelona a finales del siglo xviii», Revista de de- ledge, 1991.
mograjia histórica, XX, 11 (2002), págs. 23-52. G O D E L I E R , Maurice, «Work and its representations», History Workshop, 10 (1980).
C A R P I D , Conde del, «Memorias acerca de la conveniencia de los hospicios», en Mono- G U H A , Ranahit, Las voces de la hislonay otros esludios. Barcelona, Crítica, 2002.
rías de la Real Sociedad Patriótica de Sevdla, Sevilla, Imprenta de Vázquez Hidalgo )' H A R E V E N , Támara, Family time and industnal time. The relationship between thefamily and work ¡n
'i Cía., 1779. a New England industrial community. Cambridge, Cambridge University Press, 1982.
«Historia de la familia y la complejidad del cambio social», Boletín de la Asociación de
C A R R A S C O , Cristina, «La sostenibilidad de la vida humana: ¿un asunto de mujeres.'".
Demografía Histórica. Xllll (1995), págs. 99-150.
Mientras tanto, 1982, págs. 43-70.
(ed.), Transitions. TIJC Family and ihe Life Course in Historical Perspectwe, Nueva York,
— (ed.). Tiempos, trabajos y género, Barcelona, Publicacions de la Universitat de Barcelo- Academic Press, 1978.
na, 2001. ITON, O., "Women without men: widows and spinsters in Britain and France in the
CARRASCO, Cristina y A L A B A R T , Anna, D O M Í N G U E Z , M . y M A Y O R D O M O , Manbei. eighteenth century», Journal of Family History, 1984, 9 (4).
«Hacia una nueva metodología para e! estudio del trabajo: propuesta para una EP^^ lER, Cerda. The Majonty Frnds Its Past: Plaang Women in History, Nueva York, Oxford
alternativa-, en Tiempos, trabajos y género, Barcelona. Publicacions de la Universitat de University Press. 1979. .
Barcelona, 2001, págs. 211-23L' Laaeaaón del patriarcado, Barcelona, Crítica, 1990.
C A R J Í A S C O , Eva, "Aproximación a los conceptos de honor y prostitución en la Barcelo- P E Z , Victoria y N I E T O , José A . (eds.), El trabajo en la encrucijada. Artesanos urbanos en la
_ na del siglo xviii», en W , A A . , Las mujeres en el antiguo régimen, ¡mageny realidad, Bar- Europa de la Edad Modema, Madnd, Los libros de la Catarata, 1996.
celona, Icaria. 1994, págs. 121-169.
Adolfo, «El servicio doméstico femenino de la aristocracia en e
C A R R A S C O MARTÍNEZ.

258Antiguo Régimen», en Maria Dolores Ramos y Mana Teresa Vera (eds.). El lrabaj>'"' 259
L Ó P E Z C O R D Ó N , María Victoria y C A R B O N E L L E S T E L L E R , Montserrat (eds.). Historia de SARASÚA, Carmen, Criados, nodrizas y amos. El servido doméstico en la formación del mercar
¡a mujer e historia del matrimonio, siglos xv-xix. Murcia, Universidad de Murcia, 1997, do de trabajo madrileño (1758-1868). Madrid, Siglo X X I . 1994.
M A T A L I , Rosa, "La familia com a céllula de producció i reprodúcelo a l'Edat Modenij. — «Leaving Home to Help Family? Temporary Migrants in Eighteenth and Nine-
Estat de la qüestió», Manuscrits, 8 (1990), págs. 105-138. teenth-Century Spain», en Pamela Sharpe (ed.), Gender and Labour Migration: Histo-
M A T I L I ^ , M . ' Jesús y O R T E C Í A , Margarita, VIJomadas de investigación interdisciplinaria so- rical and Global Perspectives, Londres, 2 0 0 0 .
bre la mujer. El trabtyo de las mujeres: siglos xvi-xx, Madríd, Universidad Autónoma de — "El oficio más molesto, más duro: el trabajo de las lavanderas en la España de los si-
Madríd, 1 9 9 6 . glos X V I U al X X - , Historia Social, 4 5 ( 2 0 0 3 ) . págs. 5 3 - 7 8 .
M O R E N O C I - A V E R I A S , Belén, «Mito y realidad de la feminización del consumo en l,i — «Una política de empleo antes de la industrialización: paro, estructura de la ocupa-
Europa Modema: las pautas de consumo de las mujeres en la Cataluña preindus- ción y salarios en la obra de Campomanes», en Francisco C o m í n y Pablo Martin
Aceña (eds.). Campomanesy su obra económica, Madrid, Ministerio de Economía y Ha-
trial". Arenal, 2 0 0 5 (en prensa),
cienda, Insrituto de Estudios Fiscales. 2 0 0 4 .
— -Pautas de consumo en el Penedés del siglo xvii. Una propuesta metodológica a par-
tir de inventarios sin valoraciones monetarias». Revista de Historia Económica (2003), S C O T T , Joan W., «El género, una categoría útil para el análisis histórico», en J . Amelang
número extraordinario, págs. 2 0 7 - 2 4 5 . y M . Nash (eds.), Historia y género. Las mujeres en la Europa modema y contemporánea.
Valencia. Alfons el Magnánim, 1 9 9 0 (1986), págs. 23-56.
M I : M F Ü R D , Lewis, Técnica y civilización, Madrid, Alianza Universidad, 1994.
N A R o r Z K Y , Susana, Trabajar en familia: mujeres, hogares y talleres, Valencia, Alfons el — «Les dones a The Makingof theEn^ish Working Class", Afers, 3 3 / 3 4 , 1999, págs, 343-366.
Magnánim, 1988. — -Statistical representations of work; the politics of the Chamber of Commerce's.
Statisrique de l'industrie á Paris, 1847-1848», en C . J . Koepp y S. L . Kaplan (eds.),
— Neze directions in económic antbropobgy, Londres, Pluto Press, 1 9 9 7 .
Work in France: representations, meaning, organization, and practice, Nueva York,
Novísima recopilación de las leyes de España, Madrid, 1805-1807.
Cornell University Press, 1 9 8 6 , págs, 335-363,
N U S S B A U M , Manha, Las mujeres y el desarrollo humano: el enfoque de las claridades, Bar-
S H I V A , Vandona, Abrazar la vida: mujer, ecologíay supervivencia, Madríd, Horas y Ho-
celona, Herder, 2 0 0 2 . ras, 1 9 9 5 .
O R T E G A L Ó P E Z , Marganta, -La participación laboral de la mujer en un señorío aragonüs S T O L C K E , Verena. «Las mujeres y el trabajo». Materiales, núm. 1 2 ( 1 9 7 8 ) , págs. 4 5 - 6 8 .
durante el siglo xv!i[: el señorío de Luna», en M . J e s ú s Matilla y Margarita Ortega, S W A N S O N , Heather, «The illusion of E c o n ó m i c Structure: Crafts & Guilds in Late
V¡Jomadas de investigación interdiscipttnaria sobre la mujer. El trabajo de las mujeres: si- Medieval English Towns». Past and Present, 1988, págs. 29-48.
glos xvi-xx, Madrid, Universidad Autónoma de Madríd, 1996, págs. 1 2 7 4 4 2 . T A R J F A F E R N Á N D E Z , Adela. «La mujer y el mundo del trabajo en el Antiguo Régimen:
O R T E G A , Margarita, S Á N C H E Z , Cristina y V A L I E N T E , Celia, Géneroy ciudadanía: revisiones las amas extemas de la casa-cuna de Úbeda (1665-1788)», en María Dolores Ramos
desde el ámbito privado, Madrid, Instituto Universitario de Estudios de la Mujer, 1999. j y María Teresa Vera (eds.). El trabajo de las mujeres. Pasadoy presente. Málaga, Centro
O R T I Z G Ó M E Z , Teresa, «Género y estrategias profesionales. L a formación de las matro- j de Ediciones de la Diputación de Málaga, 1 9 9 6 , vol. 2 , págs, 279-288,
nas en la España del siglo xviii», en María Dolores Ramos y María Teresa Vera (eds,). XusiET C Á R L É S . María, «Comadronas-brujas en Aragón en la Edad Moderna: mito y
El trabajo de las mujeres. Pasadoy presente. Málaga, Centro de Ediciones de la Diputa- realidad», Manuscrits. 1 5 (1997), págs. 377-392.
ción de Málaga. 1 9 9 6 , vol. 3 , págs. 229-238. telLO, Enríe, La historia cuenta. Del crerimiento económico al desarrollo humano ecofágica-
P A T E M A N . Carole, El contrato sexual, México, Anthropos, 1995. mente sostenible (en prensa).
PÉREZ M O L I N A . Isabel, Las mujeres ante la ley en la Cataluña modema. Granada, Universi- T H O M P S O N , Edward, P., -Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industrial», en Tra-
Ik dición, revuelta y consciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedadpreindustria!. Bar-
dad de Granada, 1 9 9 7 .
r celona, Crítica. 1 9 8 4 .
P I C C H I O , Antonella, «Sostenibilidad, equidad y crecimiento: una perspectiva feminist.i',
en A. Dubois, J . L. Millan y J, Roca Jusmet (coords.), Capitalismo, desigualdades y de- T l U Y , Louise y ScoTT. Joan, Women, work and family, Holt, Rinehart and Winston, 1978.
•— -Individual Lives and Family Strategies in the French ?ro[et¿ñi\-,Joumal of Family
gradación ambiental, Barcelona, Icaría, 2 0 0 1 .
History, 4 (1979).
P I N C H B E C K , Ivy, Women workers and the industrial revolution 1750-1850, Londres, Virago
VICENTE VALENTÍN, Marta, «Darrera les estructures gremials: dones i insritucions econó-
Press, 1 9 8 1 . miques a la Barcelona del xvn», Pedralbes. Revista d'História Modema, 1 3 (11). 1993,
R A M O S , María Dolores y V E R A , Maria Teresa (eds.). El trabajo délas mujeres. Pasadoy p!"''- págs. 319-327.
sente. Málaga, Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 1 9 9 6 , 4 vols. «Mujeres artesanas en la Barcelona modema», en Las mujeres en el Antiguo Régimen:
R E D D Y , William M . , Theriseofmarketculture. Thetextiletradeandfrenchsociety ¡750-1900. Imageny realidad, siglos .•^vi-xvt/i, Barcelona, Icaria, 1994, págs, 57-90.
Cambridge, Cambrídge University Press, 1 9 8 4 . «Artisans and Work in a Barcelona Cotton Factory, 1770-1816», International Review
R E H E R , David Sven, LaJ'amilia en España, pasado y presente, Madrid, Alianza, 1996. of Social Histoiy, 4 5 (2000), págs. 1-23.
R I A L G A R C Í A , Serrana M , , «El servicio doméstico: una vía laboral para las mujeres en •Images and Realities of Work: Women and Guilds in Early Modem Barcelona-, en
Santiago de Compostela a riñes del Antiguo Régimen», en Maria Dolores Ramo--) Magdalena S. Sánchez y Alain Saint-Saens (eds.), Spanish Women in the Golden Age:
Maria Teresa Vera (eds.). El trabajo de las mujeres. Pasadoy presente. Málaga, Centro Jt-' Images and Realittes, Westport C T , Greenwood Press, 1 9 9 6 , págs. 127-140.
Ediciones de la Diputación de Málaga, 1996, vol. 2 , págs, 313-322. \kA., Las mujeres en el Antiguo Régimen: Imageny realidad, siglos xvi-xviii, Barcelona,
— El trabajo de las mujeres del campo en la Galicia modema, Santander, 2 0 0 5 . Icana, 1 9 9 4 .
R O M E R O M A R Í N , Juanjo, Cambio social y respuesta artesana. Los menestrales bunelonf^i-'^
a mediados delsigh xix, Madrid, Asociación de Histona Social. 2 0 0 4 .
260 261
ridad Social. 1990, págs. 325-365. prcrvidenaas, dirigidas a ¡m>-

Mujeres en la economía campesina


OFELIA R E Y

,1.. /

El decisivo peso económico de las mujeres en la España agraria del


periodo moderno está oscurecido por una dramática ausencia de fuen-
tes, no ya sólo porque su condición jurídica las pusiese a la sombra de
los hombres, sino porque el mundo rural, justo el sector en elque las
mujeres producían más bienes y servicios para la familia, no es el ám-
bito mejor documentado, aunque la perduración de muchas prácticas
permitiría recomponer sus actividades recurriendo a la memoria viva.
La medición estadística del trabajo rural femenino no es factible más
allá de análisis zonales, ya que la única documentación posible, la fis-
cal —en especial el Catastro de La Ensenada—, apenas es útil por iden-
. , , .... ,V','V.ir-, tificar al cabeza de familia siempre con el varón, mcluso si éste se ha-
bía incorporado a la casa mediante matrimonio con la heredera o era
iV) ; 'i*'-. ' • '''' hijo de una viuda usufructuaria, lo que resta valor a cualquier cálculo;
a esta dificultad se añade que las mujeres se ocupaban de facetas sin
efectos tributarios cuando su producto no se comercializaba, que se ig-
nora el trabajo doméstico rural por no ser remunerado y que ciertas ta-
ifas en la explotación agraria son de difícil clasificación, según se des-
uñaban al mercado o al autoconsumo {García Ramón, 1984, 161). En
ífs escrituras notariales no es posible identificar a las mujeres en su ac-
*^dad, salvo declaración explícita, por la misma supeditación legal,
í*ro aquéllas permiten un conocimiento más preciso y expresivo de la
^ndición femenina en su medio social: dotes, cesiones, donaciones,
'dentarios, mejoras, compraventas, censos, etc., son documentos se-
s y fiables, pero no excluyen acciones verbales que desvirtúen su

263
262

Das könnte Ihnen auch gefallen