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Bolivia y Chile: mirando hacia el mar

El acceso de los países al mar ha sido y sigue siendo una cuestión controvertida. Algunos autores consideran que
la salida al océano es un factor determinante a la hora de explicar por qué algunos países que carecen de costa se
encuentran en desventaja respecto de aquellos otros que sí poseen costa. En cambio, para otros autores la situación
de desventaja de las naciones sin litoral respecto de aquellas que sí lo tienen se debe no sólo a su
“enclaustramiento”, sino también a otros elementos como su fortaleza institucional. Ahora bien, con
independencia de si la salida al océano es o no el factor que determina que un Estado sea menos próspero que sus
vecinos de la costa, lo cierto es que para uno de estos países enteramente rodeados por tierra, Bolivia, la
“mediterraneidad” es una cuestión central. Este país nunca ha dejado de mirar hacia el mar y por ello mantiene
un diferendo con la vecina Chile que se ha convertido en uno de los asuntos de más compleja resolución en
América Latina.

El origen del diferendo

Entre 1879 y 1884 tuvo lugar un


conflicto armado que enfrentó a
Chile con Perú y Bolivia, conocido
como la Guerra del Pacífico. Este
conflicto, cuyo detonante fue la
explotación de los nitratos, terminó
con las provincias peruanas de
Tarapacá y Arica y los territorios
bolivianos del Departamento del
Litoral en manos de Chile. Las
relaciones entre este último y Perú
fueron restablecidas inmediatamente
por el Tratado de Paz suscrito en
Ancón el 20 de octubre de 1883, en
virtud del cual ambos países
acordaron que Tarapacá y Arica
quedarían bajo control chileno
durante diez años y que, expirado
este plazo, un plebiscito decidiría la pertenencia definitiva de esos territorios a uno u otro Estado. Sin embargo,
en el caso de Bolivia y Chile no ocurrió lo mismo, ya que estas naciones no firmaron la paz definitiva sino que
sólo suscribieron un Pacto de Tregua en 1884 que ponía fin a las hostilidades, pero dejaba los territorios
bolivianos del Departamento del Litoral ocupados por las fuerzas chilenas.

Esta nueva realidad, que suponía la “asfixia” de Bolivia porque se le negaba una salida al Pacífico, requería una
solución que evitara mantener encendido un foco de pugna en los siglos venideros. En este contexto, en 1885
ambos países intentaron alcanzar un arreglo mediante la firma de un acuerdo de paz y amistad, otro de comercio
y otro de transferencia territorial en el que Chile se comprometió a entregar a Bolivia las provincias peruanas
cautivas, si el plebiscito que se iba a celebrar sobre el destino de ambas le era favorable. Sin embargo, este intento
de cesión que Chile veía con buenos ojos porque consideraba que estos territorios adyacentes a Bolivia eran su
salida natural al mar, no llegó a producirse porque Perú, que mantenía la expectativa de recuperar sus territorios
perdidos, no estaba dispuesto a aceptar tal acuerdo y alegó que Chile no poseía título jurídico alguno sobre estas
provincias para realizar tal ofrecimiento a Bolivia.

Posteriormente, tras este intento frustrado de alcanzar un arreglo, llegó la paz definitiva entre ambos países. Así,
el 20 de octubre de 1904 las autoridades bolivianas y chilenas suscribieron un Tratado de Paz, por el cual el
primero entregaba al segundo su litoral a perpetuidad y este a cambio adquiría una serie de obligaciones para
compensar al primero, entre las que sobresale la construcción de un ferrocarril que uniera Arica y La Paz, la
entrega de 300.000 libras esterlinas o el reconocimiento de libre tránsito boliviano por territorio y puertos
chilenos.
De este modo, Bolivia perdía 400 kilómetros de costa y 120.000 km2 de superficie y se convertía en un país sin
salida al mar. Sin embargo, a diferencia de otras pérdidas territoriales que tuvo con otros países limítrofes como
Brasil y Paraguay, la perdida de la única franja de tierra que lo vinculaba al mar sí tuvo efectos en el imaginario
boliviano, pues, pese al acuerdo, el país del altiplano no cejó en su empeño de encontrar un arreglo que le
permitiera recuperar una salida soberana al mar.

Las negociaciones entre Bolivia y Chile en el siglo XX

Tan sólo seis años después de suscribir el Tratado de Paz, Bolivia propuso a Lima y Santiago la cesión total o
parcial de las provincias peruanas ocupadas por Chile alegando que dichos territorios únicamente tenían utilidad
efectiva para Bolivia. Esta petición, similar al arreglo que se planteó en 1885, fue rápidamente desechada, ya que
no conllevaba ninguna obligación jurídica a ninguno de los Estados involucrados y se encontró una vez más con
la oposición peruana que alegaba que mantenía sus títulos jurídicos válidos sobre esos territorios bajo control
chileno y que no tenía intención de cederlos voluntariamente y también con la incapacidad chilena, que al no
gozar de soberanía territorial sobre las provincias peruanas que ocupaba, estaba impedido a otorgarle esos
territorios a Bolivia.

Tras el fracaso de esta proposición por la negativa peruana, Bolivia y Chile suscribieron en 1920 el Acta
Protocolizada, por la cual ambos países se comprometían a que Bolivia tuviese salida al mar al norte de Arica y
a que Tacna y Arica quedasen en manos de Chile. Sin embargo, dado que dicho acuerdo suponía de nuevo la
violación de la soberanía peruana no llegó a materializarse y Bolivia vio frustrada otra vez su aspiración de
recuperar el litoral perdido.

Ahora bien, estos reveses, lejos de disuadir a las autoridades bolivianas de su empeño de conseguir un acceso al
océano Pacífico, las “orientaron” hacia su siguiente paso, que consistió en plantear la revisión del Tratado de Paz
de 1904 ante la Sociedad de Naciones. Este camino, no obstante, tampoco terminó siendo favorable a los intereses
bolivianos, ya que esta organización decidió no involucrarse en el diferendo alegando que no podía modificar por
sí misma ningún tratado porque dicha modificación es competencia exclusiva de los Estados contratantes.

Así, tras volver al punto inicial, Bolivia continuó buscando una solución al “encierro” que padecía desde la Guerra
del Pacífico. Sin embargo, en este momento sus aspiraciones marítimas se enfrentaban a nuevas complicaciones
debido a que en 1929 se produjo la firma de un Tratado entre Perú y Chile, por el cual Tacna quedaba en manos
del primero y Arica quedaba en manos del segundo y ambos países se comprometían además a no cerrar sin
previo acuerdo entre ellos la cesión a un tercero de los territorios que quedaban bajo sus respectivas soberanías,
es decir, Tacna y Arica.

Las autoridades del país “enclaustrado”, pese a estos últimos contratiempos, decidieron entonces iniciar nuevas
negociaciones con la vecina Chile con el fin de conseguir el tan ansiado litoral. La primera de estas negociaciones
se llevó a cabo entre 1946 y 1952 y en ella se discutió la posibilidad de entregar a Bolivia un corredor al norte de
Arica de alrededor de 10 km de ancho y la posibilidad de construir un puerto y usar el ferrocarril Arica-La Paz a
cambio de la utilización por Chile de las aguas del lago Titicaca, del río Desaguadero y del lago Poopó. Sin
embargo, como era de esperar, este arreglo para dar acceso al océano a Bolivia a través del norte chileno se
estrelló ante el veto peruano.

Más tarde, en 1975, se inició otra importante negociación en relación a la mediterraneidad de Bolivia entre los
generales golpistas de Chile (Augusto Pinochet) y Bolivia (Hugo Bánzer) que terminaron con la firma del Acta
de Charaña en la que se establecía el compromiso de mantener el dialogo en este ámbito. En este contexto Bolivia
volvió a plantear un corredor al norte de Arica hasta la Línea de la Concordia y un enclave situado al sur del
territorio que Perú perdió a partir del Tratado de 1929 y Chile, que respondió de forma afirmativa la cesión del
corredor señalado, reclamó a cambio que se la compensase territorialmente con una superficie equivalente. Esta
“réplica” chilena a la propuesta de las autoridades bolivianas fue respondida por estas últimas señalando la
necesidad de revaluar el tema del canje territorial. Sin embargo, nada de esto se produjo finalmente y ambos
países rompieron relaciones.
Finalmente, en 1987 se inició una tercera negociación importante entre ambos países andinos conocida como la
del “enfoque fresco”, en la cual Bolivia presentó una primera propuesta que como en otras ocasiones reiteraba
como solución la cesión de un corredor al norte de Arica y una segunda en la que planteaba tres posibilidades de
cesión de un enclave sobre el litoral. Sin embargo, en este momento, eventos relacionados con la política interna
llevaron a Chile a rechazar de nuevo ambas propuestas.

La cuestión de la mediterraneidad en el nuevo siglo

En el siglo XXI, al igual que en el que acababa quedar atrás, el tema del acceso al océano siguió siendo central
para Bolivia. Así, en febrero del año 2000 este país volvía a acordar con la vecina Chile una agenda en la que
ambos Estados se comprometían a dejar atrás el enfoque seguido en encuentros pasados. Seguidamente, en 2004,
ambas naciones retomaron las negociaciones sobre el litoral y dos años más tarde, el 1 de julio de 2006,
suscribieron en La Paz una agenda de trece puntos de interés común que incluía el tema marítimo con la intención
concreta de explorar fórmulas que condujeran a un arreglo. Desafortunadamente, estas conversaciones entre las
autoridades bolivianas y chilenas no materializaron ningún acuerdo específico. Como ya había ocurrido
anteriormente, se declaró la disposición a analizar propuestas factibles, concretas y útiles, pero nuevamente el
paso del tiempo y la falta de resultados llevaron a Bolivia a desconfiar de la actitud chilena en relación al tema
marítimo. En este contexto, el presidente Boliviano, Evo Morales, anunció en 2011 la intención de acudir a
tribunales internacionales y creó un organismo, la Dirección General de Reivindicación Marítima (DIREMAR),
para llevar a Chile ante dichos tribunales en demanda de una salida soberana al Océano Pacífico.

La respuesta chilena a este cambio de dirección boliviano no se hizo esperar, ya que el entonces presidente de
Chile, Sebastián Piñera, no sólo afirmó que el Tratado de 1904 fue válidamente suscrito y aprobado por ambos
países y fijaba con claridad los límites entre ambos Estados, sino que además manifestó la imposibilidad de
dialogar mientras las autoridades bolivianas tuvieran intención de acudir a tribunales internacionales para
impugnar dicho Tratado vigente.

En este contexto de distanciamiento, Bolivia acabó optando por dar cumplimiento a sus amenazas. Así, el 24 de
abril de 2013 el Estado Plurinacional presentó ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya (CIJ) una
demanda en la que solicitó que este alto tribunal intercediese ante Chile para que este negociase de buena fe y
con eficiencia un acuerdo que concediese al país demandante un acceso soberano al océano Pacífico. Sin
embargo, aunque Bolivia alegó que el detonante para llevar el diferendo por esta nueva dirección era la
inefectividad del marco bilateral para conseguir un arreglo, es probable que a la hora de decantarse por la opción
del alto tribunal, las autoridades bolivianas tuvieran en cuenta otro proceso judicial que envolvió a Chile y Perú.
En él la Corte de la Haya había decidido quebrar el paralelo marítimo en la milla 80 y otorgó a Perú una zona
económica exclusiva de 22.000 km2, es decir, se había demostrado que la posición chilena no era invencible.

Ahora bien, con independencia de cuáles fueran las razones que llevaron a este país enclaustrado a llevar su
reclamación a los tribunales, lo cierto es que recientemente la CIJ se ha declarado competente para juzgar el
reclamo boliviano para que Chile acceda a negociar la cesión de un acceso al mar. Esta decisión, pese a que
significa que se rechaza la alegación chilena que defendía que este asunto no se podía tratar en dicho Tribunal,
no quiere decir que los jueces estén de acuerdo con la postura boliviana, ya que sólo supone que a partir de ahora
se inicia una batalla legal que podría durar años.

Un futuro incierto

En los más de 100 años de diferendo, las relaciones entre Bolivia y Chile en relación al establecimiento de una
salida marítima para el primero han pasado, como se ha visto, por distintas fases. Sin embargo, aunque no se
puede negar el empeño de ambos Estados de llegar a una solución. Ahora, tras la presentación de la demanda
ante la CIJ por parte de Bolivia, se ha abierto una nueva fase para alcanzar un arreglo para el largo diferendo que
tampoco ha conseguido librarse de cierto escepticismo. Ahora bien, si bien es cierto que acudir a la CIJ ha
provocado un distanciamiento entre las partes y que una “victoria” de las tesis bolivianas tan sólo supondría
ingresar en una nueva negociación, lo cierto es que, a partir de este punto, también es posible que a ambas partes
decidan por fin romper con el tradicional enfoque del acercamiento-retroceso que han mantenido más de un siglo
para llegar finalmente a un acuerdo que termine con el statu quo y zanje definitivamente este problema.

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