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Ecología de gatos urbanos

Los gatos domésticos (Felis catus) pueden tener diferentes espectros de comportamiento y estilos
de vida como son:

Gato feral: aquel cuya relación con los humanos es nula y no depende de este para su supervivencia.
Desarrolla esta conducta, al no haber tenido contacto con humanos en el período sensitivo y los
humanos como una amenaza, por lo que huye y es reactivo a su presencia. Suele vivir solo o puede
formar colonias usualmente alejadas del contacto humano.

Gato de vida libre (abandonado, callejero, comunitario): es aquel que alguna vez tuvo contacto
con humanos y puede aún formar lazos con ellos, por lo que son menos reactivos y ariscos. También
puede convertirse a feral y formar colonias, pero aún es capaz de crear vínculos con humanos. Puede
o no depender de las personas para su supervivencia, siendo la cacería y el rebusque de comida su
medio de subsistencia.

Gato de compañía: aquel que depende totalmente de un cuidador y forma lazos estrechos con este
y otros animales de la misma casa. Suelen estar confinados a un espacio, aunque a algunos se les
permite salir a áreas cercanas.

Dependiendo del estilo de vida que lleve un gato, existen diferencias comportamentales,
territoriales , alimenticias y reproductivas.

El comportamiento social del gato doméstico (Felis catus), al igual que en otras especies de
mamíferos, está marcado fuertemente por las experiencias que se den en el periodo sensitivo,
comprendido entre la segunda y octava semana de vida (Hildreth, Aaron M, Stephen M. Vantassel,
2010). En este espacio de tiempo, la relación con las personas determinará un comportamiento más
dócil, mientras que si no hay contacto, la conducta será más feral haciendo de este un gato no apto
para la convivencia con humanos. Este último tipo de animales, suelen tener una vida solitaria,
subsistir de la cacería de pequeños roedores y aves, evitar a las personas y proteger grandes
territorios principalmente rurales (Schmidt, Lopez, & Collier, 2007)

Aunque parecidos, los gatos de vida libre (callejeros, comunitarios o abandonados) que
previamente tuvieron contacto con humanos, tienen mejores habilidades sociales siendo capaces
de formar colonias y subsistir de residuos humanos, por ello es más común encontrarlos en áreas
urbanas o cerca de ellas. Estas colonias varían en el número de animales que las conforman,
pudiendo ir desde 8 hasta 30 individuos siendo mayoritariamente hembras con crías que forman
lazos familiares estrechos y duraderos (Hildreth, Aaron M, Stephen M. Vantassel, 2010). Sin
embargo, no todos se organizan en colonias, por lo que es común encontrar individuos
solitarios ocupando y protegiendo grandes territorios. Este comportamiento es más
evidente en los machos, quienes al alcanzar la pubertad (1 a 3 años de vida), abandonan su
territorio de origen para establecer uno propio (Lieberg, 1980)

Al igual que otros grandes felinos y carnívoros, los gatos de vida libre son más activos en la
noche con picos de intensidad al atardecer y al amanecer(Calhoon, 1993) tiempo en el cual
se dedican a labores de cacería o rebusque de comida y reproducción, lo que los lleva a
recorrer grandes distancias lejos de su núcleo territorial, en el que se ubican las zonas de
descanso y anidación (Barret, 1997; Gehrt, Wilson, Brown, & Anchor, 2013)
Estos niveles de actividad nocturna intensa representan apenas el 14% de la rutina diaria
de estos gatos, mientras que el restante 86 % lo dedican actividades de baja intensidad
como dormir, descansar o acicalarse según (Horn, Nohra, Warner, & Heske, 2011)

El territorio de estos gatos, delimitado por orina, heces, feromonas faciales y secreciones
de glándulas anales, se establece según la disponibilidad de comida y de refugio (Barret,
1997; Calhoon, 1993; Calhoon, Haspel, Calhoon, & Haspelt, 1989; Lieberg, 1980; Schmidt et
al., 2007) , así que suelen agruparse muy cerca de edificaciones abandonadas y basureros
buscando mantenerse alejados de los humanos y garantizar su supervivencia. Existen
diferencias en el tamaño de los territorios dadas primordialmente por el sexo del animal y
su estilo de vida o espectro de comportamiento (Barret, 1997; Gehrt et al., 2013; Horn et
al., 2011; Schmidt et al., 2007; Warner, 1985). Así pues, los machos poseen territorios más
grandes que las hembras, aunque la diferencia no es significativa. En cambio, el estilo de
vida o espectro de comportamiento si tiene gran impacto sobre el tamaño del territorio;
pues aquellos que pertenecen a una colonia controlada, que son alimentados por humanos
cerca a su vivienda o que son de compañía con libertad de salir, tienen territorios
considerablemente más pequeños que los gatos ferales propiamente dichos, y su actividad
de merodear es más reducida. Esto se debe a que no necesitan recorrer grandes distancias
en busca de refugio y alimento y se quedan en las cercanías de su zona de confort.
Contrario a lo que se pensaría, el estatus reproductivo, específicamente los gatos y gatas
castrados, no tiene ningún impacto sobre el tamaño de los territorios (Horn et al., 2011)

Las fuentes de alimento juegan un papel fundamental en la distribución y establecimiento


de las poblaciones de gatos en las áreas urbanas. Un contenedor de basura puede aportar
la misma o hasta tres veces más la cantidad de energía (J -gato-1-día-1) requerida por un gato
al día (Calhoon, 1993; Calhoon et al., 1989); esto sumado a la suplementación de alimento
por personas, genera una sobreoferta de comida que aumenta la capacidad de carga del
ambiente, lo que se traduce en más animales y mayor fertilidad (Calhoon et al., 1989;
Hernandez et al., 2018). Un ejemplo claro de ese fenómeno es el peso; un gato de compañía
pesa en promedio 4,7 kg (citado por Calhoon et al., 1989), mientras que un gato de vida
libre es de 4,1 kg (Calhoon et al., 1989)

Finalmente, en el aspecto reproductivo si existen grandes diferencias entre los gatos ferales
y los de vida libre o de compañía. Las gatas ferales por vivir en condiciones más precarias
de alimento y refugio tienen menor número de camadas al año, con un menor número de
crías por camada y menor tasa de supervivencia de las crías (Barret, 1997; Schmidt et al.,
2007). Según (Schmidt et al., 2007; Warner, 1985) las gatas de compañía o de vida libre
pueden tener hasta 1,6 camadas al año con 3 a 4 crías en promedio y con una tasa de
supervivencia mayor que las crías de las gatas ferales.

Conocer la ecología y etología de los gatos ferales y de vida libre, da una nueva y mejor
perspectiva para el control de estas poblaciones porque la elaboración de planes de trabajo
más claros y hechos en función del comportamiento de estos animales, lo que puede hacer
más eficiente su implementación.

BIBLIOGRAFÍA

Barret, D. G. (1997). Home range size, habitat utilisation and movement patterns of
suburban and fam cats Felis catus. Ecography, 20(1992), 271–280.
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Hernandez, S. M., Loyd, K. A. T., Newton, A. N., Gallagher, M. C., Carswell, B. L., &
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