Sie sind auf Seite 1von 7

EL "CRIMEN" DE LAS HERMANAS PAPIN

Nombres: Andrés Felipe Gómez

Raphael Paredes Eraso

Eduardo Fabio Bolaños

Clasificación: Asesinato

Características: Mutilación (arrancaron los ojos a las víctimas con los dedos)

Número de víctimas: 2

Fecha del crimen: 2 de febrero de 1933

Fecha de detención: Mismo día

Fecha de nacimiento: Christine - 8 de marzo de 1905 / Léa - 15 de septiembre de 1911

Perfil de la víctima: La señora Lancelin y su hija Geneviève

Método del crimen: Golpes con un martillo - Apuñalamiento

Lugar: Le Mans, Sarthe, Francia

Estado: Christine fue condenada a pena de muerte, sentencia conmutada por cadena perpetua.
Fue internada en el Psiquiátrico de Rennes donde murió el 17 de mayo de 1937. / Léa fue
condenada a 10 años de prisión. Fue puesta en libertad en 1941. Murió en 1981

Análisis del caso

En el presente trabajo se va a analizar el caso de Christine y Léa Papin, dos hermanas que
trabajaban como servicio en una casa burguesa en París. Acto que las localizó dentro de la
psicopatología en el rubro de las psicosis; y dentro de estas la paranoica.

Es un caso de paranoia que afectó a las dos hermanas, y es abordado por Lacan, que, aunque
no tuvo contacto real con las hermanas, se dio a la tarea de hacer un análisis, que sería
publicado en una revista surrealista de nombre El Minotauro.
Singularidad del acto

El desarrollo del caso presenta cinco aspectos principales:

— el carácter súbito; del como una noche 19 de febrero de 1933, sobreviene un ataque
súbito, al instante que la señora y la señorita Lancelin, llegaban de hacer unas compras
menores el momento en que las dos mujeres entran en la casa: los sombreros, los bolsos de
mano, los paquetes desparramados cubriendo el piso alrededor de los cadáveres son el
testimonio del carácter súbito del ataque; madre e hija no tuvieron siquiera tiempo para
quitarse los sombreros o depositar los demás objetos sobre algún mueble; las manos de la
señora Lancelin aún llevan puestos los guantes.

— la ausencia de motivo aparente; dado que el ataque se presenta de carácter súbito, las
víctimas, no alcanzaron a defenderse ni prevenir un posible ataque, que se alcanza a
considerar un arrebato de la furia, surgen preguntas, ¿por qué razón estaban tan alertas? , si
hasta ese entonces la relación con las “criadas” era “buena”, ¿Qué sucedió? Una falla en la
luz eléctrica por un fusible, que ocasiono que la casa entrara en penumbra, un motivo
desencadenante aparentemente para tal pasaje al acto.

— la violencia y la ferocidad; el crimen entra en pasajes del horror, dada la circunstancia en


que los cuerpos de las víctimas fueron encontrados; mutilados y ensangrentados, y los ojos
arrancados de sus órbitas, salpicaduras de sangre, fragmentos óseos, entre otros detalles, por
lo aludimos a la , “la metáfora más utilizada del odio”, como escribirá luego Lacan; sin
embargo, para Léa y Christine, no se trata de ninguna metáfora: ‘ “Te arrancaré los ojos ”,
significa, al pie de la letra, en el sentido más puramente literal lo que han de ejecutar: estamos,
pues, en una clínica de lo Real.

— su rigor; de como realizo tal acto, sin premeditación alguna, dada las circunstancias de
los hechos surge la pregunta: ¿Sadismo, humor macabro, firma del acto, como a veces dejan
los criminales en el lugar de sus crímenes?, además de que todos los instrumentos que
utilizaron, como cuchillos, un martillo entre otros, son limpiados y colocados en su respectivo
lugar como, las “amas de casa” que comúnmente eran, dejando todo limpio y ordenado.
— la simetría de las protagonistas.

En el caso se ve una simetría en los personajes, pues las víctimas eran madre e hija, y las
Papín, aunque eran hermanas, llevaban una relación que más bien podría haber sido la de
madre e hija.

Describiremos a las hermanas que ciertamente eran sirvientas modelo, pero aun así sirvientas
extrañas, misteriosas. Ante todo, está ese afecto exclusivo que las une. En los seis años de
vivir en casa de los Lancelin, no esbozan nunca el menor intento de encuentro con algún
muchacho, ni tampoco con las jóvenes domésticas de su edad empleadas en las casas vecinas.
Ni con los comerciantes del barrio, quienes al no obtener de ellas más de diez palabras
seguidas, las consideran extrañas.

Nunca van a los bailes, ni al cine. Son inseparables y su auténtica alegría consiste en
reencontrarse en su habitación, en “nuestro hogar”, como les gusta decir. Retiradas así en un
encierro temeroso y delicioso a la vez, fuera del mundo, fuera del tiempo, ¿qué hacen las
hermanas? Y bien, bordan. Bordan su ajuar: faldas esponjosas, calzones con volantes
escalonados, camisas con las iniciales caladas y adornadas con las más bellas puntillas, en
suma, un ajuar lujoso digno de las muchachas mejor dotadas de la ciudad. Pero, ¿para quién
es esa ropa interior? ¿Para qué novia? ¿Para qué galán? Pues ellas no han dejado nunca que
ningún hombre se les acercara; se han hecho un juramento: jamás ningún hombre las
separaría.

Felicidad de a dos, complementariedad narcisista, mundo cerrado en el que cada una es para
la otra la totalidad del universo, en el que comparten todo con una transparencia total: el
trabajo, el descanso, el tiempo libre, los temores, las aprensiones, las heridas, Clémence, la
señora y, más tarde, la misma responsabilidad por el crimen cometido. En relación con este
caso se ha hablado mucho de “alma siamesa”, de pareja psíquica. Esto merece una mayor
precisión. El vínculo entre Christine y Léa es siempre asimétrico. Christine es la que protege,
la que instruye, la que manda, mima, consuela y Léa es quien se deja amar. No estamos ante
dos seres idénticos, sino más bien ante el original y su copia.
El único rasgo destacable que pasó ajeno a la casa Lancelin, es que Christine no sobrellevaba
bien las llamadas de atención, sobre todo las «observaciones» que se le podían llegar a hacer
sobre su trabajo

Y un evento que pudo prevenir a la familia pero que fue omitido por Rene, el señor Lancelin;
fue que mientras ellos estaban de vacaciones, las hermanas se presentaron en la comisaría
para solicitar la emancipación de Lèa, no supieron explicar de quién o porqué se quería
emancipar, sólo dijeron que alguien las perseguía y las quería secuestrar, que no querían salir
de la casa Lancelin. Fueron remitidas a otro departamento del gobierno, quien aviso Rene a
su regreso y recomendó las dejara ir, pues no parecían ser normales.

Continuando con los primeros indicios del problema es la búsqueda de separación de la


madre, a la que posteriormente llamará a secas Señora, le dejan de dar dinero, y
posteriormente se presenta el evento de la comisaría que se mencionó anteriormente. Ahí
Lèa, se vuelve para Christine en su deliro una forma de reflejo de sí misma, un otro yo, que
a partir de la influencia que ejerce en ella y del tiempo que pasan confinadas ayuda a
mantener la ilusión, y cuando va a la comisaría a demandar la emancipación de su hermana
a quien en realidad hace la demanda es a su madre, ya que se ha realizado un desplazamiento
metonímico de la palabra madre que en francés es mère, y la que significa alcalde maire. Así
por desplazamiento mere/maire a quien realmente dirige la demanda de emancipación es a
su madre, quien las persigue, pero en su delirio no lo logra incorporar de forma satisfactoria.

Así ellas acuden a otra instancia, actuando otra vez un síntoma o característica del delirio
paranoide, que es volcar algo en lo contrario, y como el alcalde/maire, no las ayudo, se
convirtió en el persecutor.

Un segundo evento a considerar en el desarrollo del brote psicótico es la sustitución de


Clemence por la señora Lancelin, sustitución que comenzó a darse en día que tomo a la
hermana menor a su servicio por la propuesta de Christine, y el día que la señora intercedió
por ellas en el tema del salarió terminó por llevarse este desplazamiento simbólico de una
madre por la otra, este desplazamiento se lleva a cabo por transferencia, que al remitirnos al
léxico freudiano es una actualización o rememoración, pero más que de una persona de un
sentimiento que se revive con la persona que nos recuerda o emula esa otra que ha quedado
relegada.
La señora Lancelin era completamente diferente a la madre, pero con el tiempo y los
pequeños roces, las "observaciones" que hacía Clemence y que así las llamaba Christine,
comenzaron a filtrarse en la relación con la señora, y los comentarios o llamadas de atención,
estaban reforzando la transferencia, pero ahora de forma negativa, sobre todo un evento en
que la señora pellizco la manga de Lèa para arrodillarla y que recogiera un papel del piso,
eso podría haber comenzado a llevar la transferencia a algo negativo, en alguien que siendo
paranoico nunca iba a dejar de estar vigilante.

Pequeños problemas a los que Christine lograra adaptarse por medio de convertirse en la
madre buena que hace falta y hacerse cargo de la hermana menor, convirtiendo a esta en una
extensión de sí misma.

Y por último el tema de lo escópico, de la mirada que le da la señora Lancelin a Christine, y


que es el símbolo de que ella es una buena madre, pero el menor cambio o desequilibrio en
la fantasía de la joven Papín todo se puede venir abajo, por lo que mantiene bajo observación
la mirada que la mira, haciendo esto un circuito que la mantiene en la fantasía circuito que,
al romperse, quebró la imagen, la fantasía y a Christine. De cierta manera las hermanas
podrían haber tenido una relación incestuosa y mediante sus “observaciones” (por eso le
arrancan los ojos) se transformó en un objeto de persecución para las hermanas.

La distancia en el tiempo de estas afirmaciones del joven Lacan, podemos apreciar que la
sociedad con los ideales que la comandan podría bien constituir lo Otro del crimen. Otro que
segrega, en particular, a aquellos que no califican para formar parte del discurso del Otro
imperante, quedan fuera, excluidos. Como excluidas, en “tensión social”, se encontraban las
hermanas Papin. Ante esta exclusión, que es estructural, al quedar parte de la sociedad sin
poder ser representado por los significantes de estos tiempos, se genera un retorno feroz de
aquellos ubicados en el margen —el criminal es una de las pocas inscripciones posibles—,
el retorno entonces aparece desde lo real, por ejemplo, el crimen, pero también el robo, el
delito, en una palabra. Podemos ubicar la existencia efectiva de cierta tensión ligada al delito;
furor, le llama Lacan en el crimen de las hermanas Papin. Esta tensión resulta con frecuencia
explicada por la responsabilidad individual, consignada por peritajes de expertos en delitos
(en los campos jurídicos, psicológicos, psiquiátricos y otros), sin tener en cuenta una
demanda social de éxito inmediato. Cambian las cosas si pensamos que el delito se vincula a
las exigencias del Otro social a pensarlo como un desajuste originado en un individuo
patológico.

La dimensión del espejo, precisamente, será uno de los ejes que requieren ser re-ordenados.
Para decirlo muy sucintamente: el objeto a se articula a la dimensión especular, en tanto
sustraído de la misma, constituyendo un blanco en la imagen narcisista, la cual, al mismo
tiempo, va a velar la falta que este objeto representa. El sujeto no ve lo que desea: el objeto
causa del deseo no está delante sino detrás de él, si así podemos decir. Es entonces desde este
reordenamiento de la dimensión especular en su articulación a dicho objeto que hay que
volver a pensar el pasaje al acto.

Ahora bien, en este segundo momento, el abordaje del pasaje al acto –que Lacan va a
distinguir del acting aut– no se centra en el “homicidio paranoico”, como sí lo hacía al
comienzo de sus teorizaciones. Abordar el doble crimen de las hermanas Papín, desde estas
nuevas perspectivas, enriquece sin duda, y permite situar de manera más precisa el pasaje al
acto en su especificidad en las psicosis.

Planteamos el momento, en esa paranoia, en que la posición del sujeto vira hacia una locura
parricida. Punto de inflexión en el cual algo se organiza en su discurso según la lógica del
delirio de reivindicación: la lucha por una Causa que lo empujará hacia el acto loco homicida;
Lacan llevó adelante sus concepciones de la personalidad como tensión social, y el acto
paranoico como ajeno al sujeto. y continuó sus indagaciones sobre la imagen del semejante
como constitutiva del yo, tesis que años más tarde se generalizará a toda estructura en “El
estadio del espejo”, de allí que finalmente: “el yo obedece siempre a una estructura
paranoica”.

Para esto, debe darse el encuentro entre dos sujetos: uno activo, llamado caso primario, casi
invariablemente un paranoico, inteligente y seductor, quien porta un delirio que le impone a
otro sujeto, sobre el cual ejerce influencia. Este último, pasivo y receptivo, es potencialmente
sano, pero se ve arrastrado por el delirio del caso primario o inductor.

Jacques Lacan siguiendo a Freud sostiene que todo sujeto está sometido a la ley simbólica,
con su construcción de los tres registros Simbólico, Imaginario y Real hace una lectura del
complejo familiar en la psicosis, ubicando el lugar del padre no como función interdictiva en
su doble operación sobre el lugar materno y sobre el niño, lugar de la primera sublimación,
sino como padre real, lugar del que no representa una función sino quien la encarna, dejando
al niño bajo los efectos de una maternidad intrusiva que no permite un lugar de existencia
para el niño, queda como un objeto, como una marioneta.

Esto es lo que Lacan llama grupo familiar descompletado, allí donde la alteración de las
categorías espacio y tiempo, que no se han podido adquirir en el Estadio del Espejo modifican
su relación con la realidad, lleva a un aislamiento social al que este grupo familiar es propicio
y alcanza su efecto máximo, en la “pareja psicológica” formada por una madre y una hija, o
dos hermanas como el caso de las hermanas Papin, denominado “folie a deux” por la
psiquiatría o delirio de a dos.

Das könnte Ihnen auch gefallen