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en el proceso evaluativo
Cada cierto tiempo, los docentes nos preguntamos si la variada oferta que
presentan las investigaciones, nos permite respirar y poder tomar decisiones acertadas en
torno al uso de herramientas pedagógicas que sean de real aporte al quehacer
pedagógico. Desde esta perspectiva, la evaluación sigue siendo un desafío para lograr
mejoras en el resultado de los estudiantes, especialmente en el área humanista donde se
espera que en asignaturas como Lenguaje y Comunicación / Lengua y Literatura e Historia,
Geografía y Ciencias Sociales, se puedan expresar de manera escrita u oral argumentando
de manera clara sus ideas, tarea que involucra pruebas con preguntas abiertas o
investigaciones particulares de temáticas específicas.
Pero, ¿qué pasa cuando recibimos treinta o más respuestas diferentes en una
evaluación específica?, ¿o cuando los trabajos de investigación, ensayos u otras tareas
solicitadas son tan diferentes que no logramos aunar criterios para colocar el puntaje
requerido? Por otra parte, ¿qué le sucede al estudiante cuando entrega un trabajo o
responde una pregunta en una prueba y ve que le han descontado puntaje sin conocer las
razones que utilizó el docente para hacerlo?
Es ahí donde nos debemos hacer cargo de las inquietudes de los estudiantes,
quienes suelen comparar sus respuestas buscando alguna señal que les permita sustentar
el argumento del error, el cual puede tener como base el desconocimiento de las
condiciones que el trabajo requería. En este sentido, las Bases Curriculares Ministeriales
son enfáticas en la utilización de instrumentos evaluativos que transparenten los criterios,
indicadores y descriptores de una tarea, ámbitos que, de manera integrada, posibilitan la
ejecución de una actividad de manera informada y justa. Las Orientaciones para evaluar
los aprendizajes del MINEDUC plantean
Así, las rúbricas son entendidas como “guías de puntuación usadas en la evaluación
del desempeño de los estudiantes que describen las características específicas de un
producto, proyecto o tarea en varios niveles de rendimiento, con el fin de clarificar lo que
se espera del trabajo del alumno, de valorar su ejecución y de facilitar la proporción de
feedback (retroalimentación)” (Andrade, 2005; Mertler, 2001 a través de Fernandez, A
Revista de Docencia Universitaria Vol.8 (n.1) 2010).
- Su uso permite dar un feedback al estudiante, de modo que pudiese mejorar sus
procesos en el futuro. Permite orientarlo hacia lo qué se espera de él, cómo hacer
un buen trabajo, qué es lo más relevante y, por tanto, dónde hay que poner el
énfasis (Blanco, 2008).
- La rúbrica no sólo pretende evaluar los conocimientos de los estudiantes, sino que
además, sirve como herramienta de reflexión que le permite tomar conciencia de
lo aprendido. También le sirve como guía para complementar las partes en las
que se estructura una actividad. Precisamente, esta última función apoya la acción
tutorial del docente” (Torres & Perera, 2010: 148).
- También se debe tomar en cuenta que la rúbrica puede constituir la base para la
participación de los estudiantes. En lugar de ser aplicadores “pasivos” de los
criterios establecidos por el profesorado, pueden construir colaborativamente los
criterios que son relevantes para valorar la calidad de un trabajo. Algunas
experiencias al respecto muestra el interés y los beneficios de esta práctica en
términos de apropiación de los criterios por parte del alumnado y de mejora del
rendimiento (Puigdellívol y Cano, 2011; Puigdellívol, García y Benedito, 2012).