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La teoría del aprendizaje social de Rotter

La teoría de Julian B. Rotter establece que la conducta que el ser humano exhibe en su vida
cotidiana es adquirida a través de la experiencia social. Nuestros patrones de conducta dependen
de la interacción que mantengamos con el medio, la cual se lleva a cabo en gran medida a través
de la vinculación con otros semejantes. Así para lograr nuestros objetivos necesitamos de la
participación de otras personas.

Esta teoría sería denominada por el propio autor como teoría del aprendizaje social,
conociéndose también como teoría del aprendizaje cognoscitivo. En ella, Rotter considera que el ser
humano busca suplir sus necesidades a partir de la búsqueda de refuerzos positivos y la evitación de
castigos. Para ello va a realizar o no determinadas conductas, en base a los aprendizajes que haya
realizado a lo largo de la vida y que estas le supongan o no un refuerzo que les lleve a repetirlas.

Además, también aprendemos mediante las consecuencias de las conductas de otros, obteniendo
aprendizaje mediante su visualización y afectando estos conocimientos a la propia conducta con
el fin de que los resultados obtenidos por otros puedan ser replicados por nosotros mismos, o bien
evitados.

Se trata de una teoría realizada en un un momento de la historia en que la corriente predominante


era el conductismo, cosa visible en los términos y estructuras de pensamientos utilizados. Sin
embargo, Rotter va más allá considerando al contrario que el conductismo que los actos mentales
sí son estudiables objetivamente y considera el pensamiento, la imaginación, la evocación, la
intencionalidad y otros aspectos vinculados a la cognición y la emoción como conductas encubiertas.
Toda conducta está mediada socialmente y la sociedad nos proporciona refuerzos o castigos en
base a estas, cuyas consecuencias aprendemos.

El enfoque de psicología

El interaccionismo social es un enfoque de la psicología educativa que aúna ideas de la psicología cognitiva y
las del humanismo. Desde esta perspectiva, se considera que las personas aprenden y dan sentido al mundo que
les rodea a través de las interacciones en las que participan desde el momento en que nacen. La aplicación de
este enfoque a la enseñanza de lenguas se traduce en que el aprendiente aprende una segunda lengua o lengua
extranjera cuando tiene ocasión de usarla en interacciones significativas y, por tanto, participa en la
construcción de su propio conocimiento y comprensión de la lengua.

Los orígenes del interaccionismo social se encuentran en la teoría general del aprendizaje que desarrolló L. S.
Vigotsky entre los años 20 y 30 del siglo XX. En su escuela son esenciales los conceptos de zona de desarrollo
próximo ( ZDP) y de mediación. Vigotsky acuñó el término de ZDP para hacer referencia al grado de destreza o
habilidad que se halla un nivel por encima de la competencia que el aprendiente posee en un momento
determinado. Según esta teoría, el aprendizaje es más eficaz cuando el aprendiente trabaja junto a otra persona -
profesor, compañero- en el nivel inmediatamente superior al de sus capacidades actuales. Los teóricos del
interaccionismo social denominan a este proceso mediación. La persona con más conocimientos -el mediador-
tiene como función encontrar formas de ayudar al otro a pasar al siguiente grado de conocimiento o
comprensión. En los años 80 del siglo XX, R. Feuerstein y sus colaboradores analizaron experiencias de
aprendizaje en las que participaban mediadores. Este análisis les permitió desarrollar una teoría coherente de la
mediación.

Actualmente, la denominación de interaccionismo social también se aplica a una teoría reciente en el campo de
adquisición de segundas lenguas que sostiene que la adquisición de una segunda lengua o lengua extranjera
consiste en la interacción entre la capacidad innata del ser humano para el lenguaje y los datos lingüísticos que
el aprendiente encuentra en los intercambios comunicativos significativos en los que participa. Esta teoría se
encuentra a medio camino entre aquellas posturas que sostienen que la adquisición se produce exclusivamente
como consecuencia de la predisposición innata del ser humano al lenguaje y aquellas que consideran que el
aprendizaje del lenguaje es totalmente computacional. Según este modelo, el aprendiente comprueba sus
hipótesis, confirmándolas o rechazándolas, a través de la interacción con los datos lingüísticos que le
proporciona su experiencia comunicativa. Además, desde esta perspectiva, también se considera que el estado
de la interlengua del aprendiente incide de forma importante en el tipo de interacción resultante, tal como
demuestran los estudios sobre el habla dirigida a personas no nativas.

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