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La des-composición del cuerpo como fenómeno post-moderno: Lenguaje del Rizoma en Chernov
Jhonnathan David Torres Ramos.
Chernov habla de su cuento "La composición del relato" del libro Amores brutales y
articula algunos conceptos de la "Filosofía de la composición" de Edgar Allan Poe.
EL HORROR
Ocurre que en esta segunda mitad del siglo XX la muerte y el mal se volvieron muy
extraños. Soportamos la masacre industrializada del holocausto; asistimos a la bomba
atómica que puede destruir al mundo por completo y mata de cáncer a gente aún no
nacida; vivimos durante décadas signados por el oxímoron de la guerra fría; sufrimos la
desaparición de las personas y el vacío emocional de guerras engañosas que sólo
parecen ocurrir en la pantalla del televisor; se crearon neologismos como Ecocidio o
Megamuertos. Poe atravesaba por tristezas exaltadas, a nosotros las formas modernas
del horror, los excesos y sus cifras, nos dejan aturdidos. La muerte ha enfermado de
tanta irrealidad que un pedazo de cadáver usado para inventar un cuento parece una
necesaria vuelta a las fuentes. Poe escribió con la misma maestría relatos de horror y
otros de lógica indestructible. Cuando, por sus cuentos de horror, lo acusaron de imitar a
ciertos románticos alemanes el poeta respondió: "El horror no es de Alemania, es del
alma". (Sin embargo, precisamente Alemania.) Tanto en la explicación de la escritura de
El cuervo como un puro acto intelectual, como en la invención del cuento policial de
razonamiento, reconozco en Poe a un hombre del Iluminismo; a pesar de su afición por
el espanto creía en la inteligencia, a nosotros las obras de la inteligencia nos han
desilusionado. Entre el universo de Poe y el nuestro media la distancia que va desde su
Nunca más (Nevermore) por la amada muerta, hasta nuestro Nunca más de la
CONADEP.
DIGRESIÓN TÉCNICA
Para los romanos los pelos eran las menudencias, las cosas de poca monta. Decían por
ejemplo: Pili non facio, no me importa un bledo. E Cappadocia ne pilum quidem, no he
recibido la menor noticia de Capadocia. O sea que compilar es coleccionar pequeñeces.
En mi opinión esto es fundamental porque creo que el efecto de verosimilitud, en
cualquier tipo de literatura, sea ésta de ficción o científica, se logra consignando los
detalles menores, las trivialidades. Los detalles parecen desenmascarar el mecanismo
íntimo de la experiencia; se los supone verdades secretas arrancadas a la materia, en el
caso de las ciencias, y a la vida, en el caso de la literatura.
Contar proviene del latín computare. Contar reconoce dos sexos bien diferenciados:
cuenta y cuento, ya sea que se opere con números o con letras. Cuenta significa numerar
las cosas. Cuento es la relación de palabra o por escrito de un suceso verdadero o
fabuloso. Computare es el pensamiento; el rigor de las imágenes no es suficiente para
pensar, pensamos en letras y números: unidades discretas, claras y distintas; aquello que
puede ser dicho y, por lo tanto, fijado en un sistema de notación. Marcadas por la
precisión de la lengua las ficciones deben ser operaciones exactas. Las ficciones
acrecientan la capacidad representacional de una lengua, aumentan su inteligencia. Los
cuentos y los poemas breves remedan mejor la forma acotada de las ecuaciones; los
poemas extensos y las novelas impresionan como incurablemente laxos.
Poe afirma que compuso El cuervo como un problema matemático; suena chocante que
transformara en frío cálculo el dolor por la muerte de su amada. Sin embargo, el pobre
sólo trataba de aliviar su corazón. Ocurre que el mal, la muerte, arrasa con los frágiles
significados que los humanos queremos darle al mundo. Frente al horror nos quedamos
sin palabras. Justamente por eso escribimos, angustiados nos esforzamos por recuperar
el sentido, la escritura es lenguaje cargado de sentido al máximo. Donde terminan las
palabras comienzan las letras.