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PASH UIU COLO Rme Vist) Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) La BIBLIOTECA AYACUCHO fue creada por el gobierno SCS CED Mr Mlk como C | sesquicentenario de la batalla mediante la cual, en Ayacucho Cree CYS MTR tet erie) al mando del Gran Mariscal venezolano Antonio José de Sucre Reena icteric Pte Sol ete mlb tut oetr ce La BIBLIOTECA AYACUCHO concebida como una contribucién Pence Cer iat Coeteco ICM Ca ey eee etree race COM crete cra ae Ree ete enter VC Le) Pee Ce Een tty Cet uC CE EL seh tt CoM Coc ih MST Coron Com Er CR Ter CME eE TTC politico, folklore, antropologia, etc.— desde los aportes de las civilizaciones indigenas hasta la poderosa creatividad de nuestros CCM CECE COMMERCE Crt y variadas manifestaciones de una cultura que es, por definicién, mestiza, producto de una original mezcla de legados. La BIBLIOTECA AYACUCHO COR RC men titer CnC Venezuela a la cultura de nuestra America, a la vez que pretende ee eerie su rica tradicién literaria, subrayando lo que tiene de eC Ree tee Le Peeetr ett Com Cent ny BAe rs Cart autonomia intelectual y a una Chl eC n Ct Moet ot FUNDACION BIBLIOTECA AYACUCHO. CONSEJO DIRECTIVO José Ramén Medina (Presidente) Simén Alberto Consalvi Pedro Francisco Lizardo Oscar Sambrano Urdaneta Oswaldo Trejo Ramén J. Veldsquez Pascual Venegas Filardo DIRECTOR LITERARIO José Ramén Medina TESTIMONIOS, CARTAS Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) / \ TESTIMONIOS, CARTAS Y MANIFIESTOS INDIGENAS (Desde la conquista hasta comienzos del siglo XX) Seleccién, prélogo, notas, glosario y bibliografta: MARTIN LIENHARD BIBLIOTECA A AYACUCHO © de esta edicibn BIBLIOTECA AYACUCHO, 1992 Apartado Postal 14413 Caracas - Venezuela - 1010 ISBN 980-276-187-7 (empastaday ISBN 980-276-183-4 (riistica) Disefio / Juan Fresin Forocomposicién y Montaye / Edigufas, CA Impreso en Venezuela Printed m Venezuela Oye, ladrén bandido, hoy te mataré, carajo. cPara qué has venido a nuestras casas, 4 nuestros pueblos, carajo? Quién acaso ba ido 4 tus casas, a tus pueblos? ¢No decian ustedes todavia: caraso, hoy como stempre, como antes, bien de rodillas me has de servir? A partir del dia de hoy esto, carajo, se termind, has de olvidarlo del todo. Ladrones, hombres ladrones, cdénde estan nuestras chacras? cdinde estén nuestros antmales? Ladrones, perros, mistis, hoy en nuestras manos van a mort. Hoy no somos ya como antes, ya no somamos ni dormimos. Hoy pues estamos despertando del todo, carayo. “Versos de escarnio contra los latifundistas”, Rumitage, Canas (Cusco), 1921, trad. del quechua. x PROLOGO LA DESTRUCCION DE LAS SOCIEDADES AMERINDIAS Y¥ SU RECONSTRUCCION COLONIAL CUANDO SE DESPERTARON de la pesadilla del encontronazo, las colec- tividades humanas que ocupaban desde tiempos inmemoriales el conti- nente ubicado al oeste de Europa cuvieron que admitir la evidencia: los intrusos estaban todavia alli. Antes de que pudieran adaptar su pensa- miento y su prdctica a esta nueva presencia, los falsos huéspedes se habian convertido en los verdaderos duefios de su espacio. Cuando los autéctonos intentaron expulsarlos por la fuerza militar, los extranjeros ya se habian granjeado la simpatia de algunos de los sefiores locales y pudieron resistir ventajosamente las embestidas desesperadas de los otros que no ten{an Ja intencién de dejarse someter. Al final, las colec- tividades autdctonas no hallaron otra solucién que la de contemporizar con sus adversarios demasiado astutos y crueles. Algunas, para salvar algo de su pasada autonomia, se retiraron a unos lugares por entonces inaccesibles. Oras, inmovilizadas por su propio tamajio, optaron por negociar con los intrusos su porvenir mal encaminado El despertar amargo de los “indios americanos” fue vivido, simul- t4neamente o no y con las peculiaridades del caso, por todas las colecti- vidades autéctonas a lo largo y lo ancho del continente “descubierto” por los europeos. En mayor 0 menor medida, ellas sobrevivieron al primer choque. Sobrevivieron también, pero con tremendas pérdidas, a las guerras contra el invasor; a las guerras contra otras colectividades autéctonas en que fueron involucradas por los europeos; a las guerras que las facciones de europeos, con ejércitos fundamentalmente indige- nas, se libraron. Con pérdidas mas tremendas todavia, sobrevivieron a las enfermedades nuevas traidas por los conquistadores. Sobrevivieron, XI finalmente, a toda la brutal desestructuracién de su modo de vida (or- ganizacidn social, economia, sistema politico, religién, cultura). Después de Ia catdstrofe, las colectividades indigenas, mermadas, debilitadas y marginadas, reorganizaron bien que mal su vida y su auto- nomia —relativa— en el marco, ciertamente incémodo y desventajoso, que les ofrecia un sistema colonial ya inamovible. No dejaron nunca, pese a las apariencias, de actuar como sujetos en una historia que les pertenecia sdlo en parte: en una parte a veces minima. Ya que la guerra absoluta contra el invasor, cuando habjan intentado realizarla, se habia frustrado siempre, optaron generalmente por una estrategia defensiva que les permitiera conservar una autonomia relativa. Esta estrategia combinaba la negociacién, casi permanente, con acciones guerreras, pun- tuales y de alcance limitado, encaminadas ante todo a la defensa de la autonomia amenazada, La expulsién militar de los europeos —para no decir, mds tarde, la de los criollos— no iba a figurar mas al orden del dia. EL DISCURSO INDIGENA DESTINADO A LOS "EXTRANOS” EN EL INTERMINABLE proceso de “negociacibn” entre las colectividades indigenas y las autoridades coloniales 0 criollas, el “alegato” de la parte indigena, cuando Mega a desembocar en un documento escrito, suele tomar la forma de un testimonio, de una carta, de un manifiesto. A veces, la de un tratado o de una narracién historiogréfica. Escritos, dictados 0 “dichos” por indios, estos textos forman parte de una tex- tualidad “indigena”, pero no se deben confundir con la que se viene Iamando, tradicionalmente, “literatura indigena”’ En todas las colectividades amerindias se atribuia (y se sigue atri- buyendo) un prestigio indiscutible a ciertas practicas verbales, social- mente estables y de cierto refinamiento, que podriamos calificar de “literatura” —mas por su funcién, relativamente andloga a la de la literatura en las sociedades occidentales, que por su apariencia—. Los “textos” verbales producidos, no siempre auténomos, se suelen insertar con frecuencia en unos “discursos” complejos que combinan los mas variados medios y cédigos semidticos: medios propiamente verbales (lenguajes, recursos narrativos y poéticos...), musicales (misica, ritmo, entonacidn...) y gestuales (actuacidn teatral, coreografia, vestimenta, XII pintura corpérea...). Estas son, para las colectividades amerindias, las practicas “textuales” bdsicas, su “tradicién”. Vinculadas a menudo a determinados momentos sociales (rito, trabajo, ejercicio politico), ellas contribuyen, en una medida importante, a afianzar y a demostrar su cohesién socio-cultural. Si bien muchas colectividades amerindias dis- ponian, desde antes de la conquista, de “escrituras” 0 sistemas de nota- cidn, la existencia de “textos” escritos (pensemos, por ejemplo, en los cédices “glificos” de Mesoamérica) no debe suscitar la idea de unas practicas escritas autosuficientes, destinados a la lectura individual y a su difusién mas alla de los limites de la comunidad. Latentes, los textos prehispénicos “escritos” requerfan, para alcanzar su plenitud, su recita- cién oral frente a un auditorio. La expresién literaria propia de los colectivos amerindios fue, por lo canto, predominantemente “oral” e “interna” [cf. Lienhard 1990: cap. I]. Ante la necesidad de “hablar” a sus interlocutores europeos o crio- llos, las colectividades indigenas tuvieron que crear un discurso distinto, capaz de llegar a los ofdos 0 los ojos de los “extrafios”, adversarios 0 posibles aliados: autoridades, personalidades y funcionarios metropoli- tanos 0 coloniales, luego republicanos; jefes militares del campo adver- so; pero también, desde el siglo XVIII, la “opinién publica” local, na- cional o internacional. Provistas de este discurso nuevo, ellas aprendie- ron, también, a moverse en el universo de la escritura al estilo europeo: sea como testigos orales, pero conscientes de los mecanismos de la comunicacién escritural, sea como autores 0 “dicta-dores” de cartas, manifiestos y otros textos andlogos. Creado para hacer frente a las necesidades que imponia la situacién colonial, el discurso indigena des- tinado a los “extrafios” se inscribe en la relacién conflictiva entre el “colonizado” y el “colonizador”. Instrumento de la negociacién, el discurso que estructura los testi- monios, las cartas o los manifiestos indigenas ostenta, aunque no siem- pre, rasgos marcadamente "diplomaticos”. Por un lado —caracteristica general del sistema de comunicacién elegido— el discurso sobreentien- de més de lo que dice y exige, por lo canto, un desciframiento —un “dectiptaje”— cuidadoso. Por otro lado, para adaptarse al horizonte cultural de su destinatario, el texto se sirve, en mayor o menor medida, de los recursos que ofrece el arsenal poético-retérico de los “extrafios” —europeos o criollos—. Epistolar, historiogrdfico 0 testimonial, este nuevo discurso indigena implica, pues, la practica de un didlogo inter- cultural. En los textos realizados se desarrolla, de modo abierto 0 sub- terraneo, un intenso enfrentamiento entre la cultura impuesta y la pro- pia, desembocando a veces en una especie de esquizofrenia del sujeto Xi enunciador. De ahi, su interés para un mejor conocimiento de los pro- cesos indo-hispanicos de interaccién cultural, AREAS Y PERIODOS INSTRUMENTOS de y para la negociacién, las cartas y los testimonios indigenas suelen multiplicarse en los momentos Algidos del conflicto étnico-social que opone a “indios” y “no indios”. Organizados segin dreas hist6rico-culturales y momentos histéricos, los documentos reu- nidos en este volumen permitiran seguir, hasta cierto punto, la diplo- macia de diferentes colectividades indigenas marginadas y deducir sus estrategias politico-culturales frente a los poderes colonial o republica- no. Privilegiamos, a raiz de la relevancia continental de su historia interétnica, tres grandes espacios: Mesoamérica, Andes centrales y Area tupi-guarani. La breve seleccién de documentos procedentes de otras areas (Andes septentrionales, Caribe continental, Pampa argentina) per- mite una ojeada a algunos de los conflictos que se desarrollaron fuera de los grandes espacios mencionados. Si bien los testimonios, las cartas y los manifiestos indigenas ob- servan, hasta cierto punto, las convenciones “literarias” establecidas, en cada época, para tales escritos, una periodizacién basada en criterios poético-retéricos tendria poco sentido: los textos no se inscriben, prio- ritariamente, en una dindmica literaria, sino en determinadas situacio- nes de conflicto. Aunque se refieran, como sucede a menudo, a proble- mas muy concretos y locales, ellos remiten en definitiva a una etapa determinada del enfrentamiento étnico-social entre sociedades indige- nas marginadas y sectores hegeménicos. Algunos de sus autores —los lideres andinos del siglo XVIII, los dirigentes campesinos mexicanos del siglo XIX— se muestran perfectamente conscientes de la dimen- sién regional o continental de su lucha. Partiendo de la historia de las areas mds representativas, pode- mos distinguir, muy aproximativamente, las grandes etapas siguientes: 1. Implantacién y consolidacién del sistema colonial/ resistencias indi- genas. 2. “Paz” colonial/ resistencia cultural y movimientos locales de insu- bordinacién. 3. Reestructuraciones coloniales del siglo XVIII/ movimientos insu- rreccionales. XIV 4. Expansién latifundista/ Iuchas indigenas contra el despojo. 5. “Modernizacién dependiente”’/ movimientos indigenas nuevos. Dificiles de determinar a raiz de la propia complejidad de los procesos histéricos [cf. Lienhard 1990: cap. III], los limites cronoldgicos de estas etapas varian, en una medida importante, de un 4rea (0 sub- rea) a otra. Varian, también, las plataformas politicas y la idiosincrasia cultural de los movimientos que luchan, al mismo tiempo, por objetivos —a veces, pero no siempre— coincidentes, A la hora de consolidarse el sistema colonial en México central (mediados del siglo XVI), por ejemplo, el Pert se halla —guerras interespafiolas y resistencia incai- ca— en pleno caos, mientras que en Paraguay, los jesuitas no han comenzado, todavia, su trabajo de “conquista espiritual”. Cuando Juan Santos Atahuallpa lanza, en el Peri, su gran ofensiva contra la domi- nacién espafiola (1742), hace apenas cuatro decenios que se conquistd el Petén yucateco-guatemalteco. En estos mismos momentos, en el Ca- ribe continental, los guajiros estan librando su ultima guerra contra la conquista espafiola; cuarenta afios més tarde, debelada la gran insu- rreccién colonial de los mismos guajiros, los espafioles de la zona fes- tejan como suyo el triunfo que las huestes espafiolas del Pert: acaban de alcanzar sobre la insurreccién tupacamarista. En pleno siglo XIX, la lucha de los mayas yucatecos contra la expansidn latifundista, como 1a de los indios de la pampa argentina, contiene aspectos de “guerra con- tra la conquista”. En varias 4reas mexicanas, en cambio, los movimien- tos coetaneos conera el latifundismo anticipan el agrarismo de inspira- cién “socialista” 0 “cristera” que se manifestard en y después de la revolucién mexicana. En resumen: no seria dificil multiplicar los ejem- plos que demuestren la imposibilidad —y la falacia— de una cronologia precisa. Por motivos de espacio y de coherencia interna, nuestra documen- tacién no incluye el ultimo periodo. En la etapa de la “modernizacién dependiente”, el conflicto entre las colectividades “indigenas” y los sec- tores hegeménicos evidencia una serie de rasgos nuevos (aunque algu- nos de ellos se habian manifestado ya en los enfrentamientos agrarios mexicanos del siglo XIX). Nos referimos a la penetracién cada vez mas rapida del capitalismo en las areas rurales; la integracién socio- cultural creciente de las comunidades indigenas tradicionales (que im- plica, a menudo, su transformacidn en sectores urbanos marginales); la adopcién, por parte de ellas —o ellos— de nuevas formas de lucha, inspiradas en el sindicalismo, el socialismo o la teologia de la libera- cién; el desarrollo de fuerzas politicas criollas més o menos solidarias de las masas indigenas y marginales, etc. Al mismo tiempo, varios mo- XV vimientos indigenas modernos subrayan, con orgullo, los valores de su cultura ancestral y la necesidad de su defensa. A todo esto subyace y se agrega la internacionalizacidn creciente del contexto econdmico, politi- co y cultural. En este contexto nuevo y dindmico, las formas del “testi- monio” y del "manifiesto” —la practica epistolar tradicional dejé, prac- ticamente, de existir— vinieron experimentando una renovacidn pro- funda. A su difusién semiconfidencial sucedié su publicacién a través de todos los medios modernos: periddicos y libros, tribunas parlamen- tarias, radio, cine, televisién, video. Imposible en el marco de este vo- lumen, una presentacién antolégica de todos estos materiales seria, sin embargo, muy deseable. LOS TEXTOS COMO YA SE INDICO, los textos reunidos en este volumen se refieren, en su gran mayorfa, a situaciones de conflicto locales 0, a lo sumo, regionales. Las notas que introducen cada uno —o cada grupo— de ellos, proporcionan toda la informacidn contextual necesaria para su lectura y comprensién. Aqui no nos incumbe, pues, el estudio de los documentos particulares. A partir de una serie de ejemplos significativos, indagaremos el funcionamiento —y las transformaciones histéricas— de los procesos comunicativos que subyacen a los textos testimoniales y epistolares. Analizaremos sucintamente las caracteristicas formales (“género”, etc.) € ideo-tematicas de los documentos, determinadas en buena parte por la calidad de esos procesos y de sus protagonistas. El conocimiento de los mecanismos generales de la produccién testimonial o epistolar per- mitir4, luego, apreciar mejor los rasgos especificos de los documentos particulares. Ayudard, también, a interpretar mejor las omisiones, los rodeos, las "mentiras”, las imprecisiones y otros rasgos expresivos que caracterizan el “discurso indigena destinado a los extrafios” —y su trans- cripcién—. 1. LA “CITA” Y EL “TESTIMONIO DEL TESTIMONIO” EN MUCHAS de las numerosisimas relaciones confeccionadas por los conquistadores (militares o “espirituales”) durante 0 después de su ex- XVI pedicién, se ofrecen supuestas “transcripciones” de discursos que de- terminados lideres indigenas dirigieron —o no— a los “extrafios”. A menudo inverosimiles, tales “testimonios” se realizaron, a todas luces, sin contar con una infraestructura técnica adecuada (intérpretes, escri- banos, testigos) y —més grave atin— sin la participacién efectiva del locutor indigena. Con frecuencia, el discurso indigena se “transcribia” de memoria, afios o decenios después de haber sido pronunciado —en un idioma frecuentemente ininteligible para el cronista—: mondlogos de Motecuhzoma en la crénica de Bernal Diaz del Castillo, o de Atau Huallpa en la de Pedro Pizarro. Aunque contenga a veces ecos com- probables de un discurso que fue realmente pronunciado, su funcidn se reduce en estos textos a apoyar, en tanto “prueba fehaciente”, un ale- gato personal o de grupo. Facilmente “diabélicos”, tales discursos "trans- critos” justifican, en muchas relaciones, la represién que se abatiria sobre los indios. En otros casos —Montoya (doc. 104)— ellos ponen de relieve la dificultad de la conquista espiritual y la intrepidez de sus protagonistas. En el contexto de ciertos juicios e “informaciones” legales se halla una variante mds verosimil de la cita del discurso indigena: el “testi- monio del testimonio”. Un testigo —no indigena— cita fragmentos del discurso indigena para apoyar la argumentacién de quien o de quie- nes lo convocaron. Si bien, en este caso, el protagonismo indigena no resulta mucho menos dudoso que en el de las “citas” apenas menciona- das, se puede suponer que el contexto legal favorece, hasta cierto punto, una reproduccién més “cuidadosa”, mds fidedigna del discurso indigena: la institucién a la cual se ditige la probanza pod, si lo desea, realizar sus propias averiguaciones para controlar la autenticidad del “testimo- nio de testimonio”. Para demostrar la excelencia de sus servicios prestados al progreso del cristianismo entre los indigenas, el ambicioso clérigo presbitero Cristébal de Albornoz presenta, en 1570, 1577 y 1584, sendas “infor- maciones de servicios”. Los documentos entregados por el eclesidstico retinen, sobre todo, numerosos testimonios de colegas y otras persona- lidades que lo vieron trabajar [Millones 1990]. El punto que mas des- tacan los testigos es el papel decisivo que Albornoz desempefié en la represién del movimiento nativista ayacuchano que se conoce bajo el nombre de taki ongoy, “enfermedad de la misica y la danza”. Varios de los testigos dan una descripcién relativamente detallada de este mo- vimiento, y resumen incluso el discurso de sus predicadores-danzantes, centrado en el retorno de las buacas. Este término designa, en el area de los Andes centrales, los lugares sagrados y sus representaciones an- XVI

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