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PROCESO PENAL
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SUMARIO: I. Introducción. II. El proceso de modernización de la administración de justicia y el empleo de la
videoconferencia en las actuaciones procesales. III. La articulación legal de la práctica de actuaciones procesales a
través de videoconferencia. 1. La práctica de prueba a través de videoconferencia 1.1. El carácter excepcional de la
obtención de la declaración a través de videoconferencia 1.2. Por razones de oportunidad: La declaración de
testigos o peritos cuya comparecencia resultase imposible o muy gravosa. 1.3. Por razones de utilidad: La
declaración de testigos y peritos protegidos y de los menores de edad. 2. La declaración del imputado a través de
videoconferencia. 3. El proceso para la producción de una actuación judicial a través de videoconferencia. 3.1.
Solicitud de la práctica de una actuación mediante videoconferencia. 3.2. Adopción mediante resolución
motivada. 3.3. Garantías para su práctica. A) La identidad del declarante. B) Autenticidad e integridad de la
actuación judicial practicada a través de videoconferencia. C) Fe pública judicial. 3.4. Documentación de la
diligencia practicada a través de videoconferencia. 4. Otras actuaciones no estrictamente jurisdiccionales
susceptibles de ser practicadas a través de videoconferencia. IV. Bibliografía.
I. INTRODUCCIÓN
El hecho de que hoy nos encontremos hablando de la posibilidad de obtención de
pruebas en el ámbito de la cooperación judicial penal, pone de relieve la voluntad de
comunitarizar esa política de cooperación policial y judicial que parece haber quedado
postergada en el Tercer Pilar; y que tras el fracaso del Tratado de Constitución Europea —
que hoy parece dormir el sueño de los justos—, se presenta como una realidad aún más
distante.
Sin que nos tilden de “europesimistas” debemos constatar que todavía estamos lejos de
poder imaginar un auténtico espacio judicial europeo y, aún más, de alcanzar una
jurisdicción penal europea; pues, pese a lo propagandístico que puede resultar el que en el
Consejo Europeo de Tampere se hiciese referencia entre sus conclusiones al principio de
mutuo reconocimiento de las resoluciones judiciales 1 , continuamos anclados en los
mecanismos tradicionales de cooperación, siendo buena prueba de ello que las diversas
modalidades de asistencia siguen requiriendo para su eficacia del previo examen por parte
del órgano requerido; lo que evidencia, ni más ni menos, que en ocasiones la UE se asemeja
más a los reinos de taifas que a una verdadera Comunidad asentada en la confianza mutua
entre sus Estados integrantes.
Las divergencias que parecen separarnos son también las que hoy nos unen en la
búsqueda de criterios comunes sobre los que asentar unas bases mínimas que nos permitan
En la sesión extraordinaria celebrada en Tampere los días 15 y 16 de octubre de 1999, el Consejo emite un
1
firme propósito político para confirmar la importancia de la creación de un espacio de libertad, seguridad y
justicia en la Unión Europea, para lo cual elabora hasta 62 objetivos que se plasman en un documento
rubricado “Hacia una unión de libertad, seguridad y justicia: los hitos de Tampere” (Conclusiones de la
Presidencia, Documento 200/1/99. En el apartado IV de este documento relativo al Principio de
Reconocimiento mutuo se contienen las conclusiones 33 y 34, en las que puede leerse respectivamente que:
“Un mejor reconocimiento mutuo de las resoluciones y sentencias judiciales y la necesaria aproximación de
las legislaciones facilitaría la cooperación entre autoridades y la protección judicial de los derechos
individuales. Por consiguiente, el Consejo Europeo hace suyo el principio del reconocimiento mutuo, que, a su
juicio, debe ser la piedra angular de la cooperación judicial en materia civil y penal en la Unión. El principio
debe aplicarse tanto a las sentencias como a otras resoluciones de las autoridades judiciales”. Y que “El
principio del reconocimiento mutuo debe aplicarse también a los autos anteriores al juicio, en particular a los
que permiten a las autoridades competentes actuar con rapidez para obtener pruebas y embargar bienes que
puedan ser trasladados con facilidad; las pruebas obtenidas legalmente por las autoridades de un Estado
miembro deberán ser admisibles ante los tribunales de otros Estados miembros, teniendo en cuenta la
normativa que se aplique en ellos”.
2
algún día —esperemos no muy lejano—, contar con una regulación única y común, que
evidencie que en materias tan delicadas como son las relativas al Derecho penal, son más
poderosas las razones que nos unen en la lucha común contra la criminalidad, que las
posibles divergencias que nos separan entorno a nuestras legislaciones, particularmente en
cuanto a las garantías procesales 2 .
En el estudio que pretende abordarse con este trabajo, que no es otro que el de la
obtención de pruebas a través de videoconferencia en el marco de la cooperación judicial
internacional, se aúnan dos aspectos que han venido a transformar el panorama del Derecho
procesal, como consecuencia directa de dos acontecimientos paralelos.
En primer lugar, la conformación de lo que hoy conocemos como UE ha supuesto la
integración de cada uno de los Estados nacionales miembros en un marco político‐jurídico
supranacional, cuya consecuencia directa ha sido la necesidad de desarrollar estrategias de
cooperación que permitan hacer de esta nueva realidad un espacio de seguridad, libertad y
justicia. La consecución de este objetivo común precisa que las autoridades de los diversos
Estados en determinadas ocasiones se encuentren obligadas a colaborar entre si, con el fin
último de dar una respuesta satisfactoria a los problemas que en el ámbito comunitario
puedan plantearse. De ahí, que cada vez resulten más frecuentes las ocasiones en que el
órgano judicial de un Estado parte necesita de la colaboración de sus homólogos en otros
Estados miembros para cumplir así la función jurisdiccional que le es propia. Así pues,
surgen en el seno de la UE con fuerza las políticas de cooperación judicial en materia penal.
Por tanto, nos encontramos ante la siempre espinosa materia de la cooperación judicial
internacional, en la que se manifiestan de forma más palmaria los conflictos de soberanía
entre los Estados. De ahí, que no resulte extraño que en ocasiones uno se muestre escéptico
con lo que se conoce como espacio único europeo, pues en Europa parecen no existir las
fronteras salvo para la justicia, y en particular para la justicia penal.En segundo lugar, el
Derecho procesal, tanto nacional como internacional, ha de hacer frente a los profundos
cambios derivados de la era tecnológica en la que nos encontramos inmersos, y no sólo
abordando las cuestiones relativas al tratamiento procesal de las nuevas tecnologías de la
información y comunicación, sino también emprendiendo un camino hacia la modernización
en la forma de administrar justicia. Y, en este camino, que desde luego debe emprender la
Justicia, no se puede sucumbir a la vorágine de los cambios que las TICs nos ofrecen sin más,
sino que se precisa que esa incorporación se realice de forma sosegada, analizando cuáles
son sus repercusiones en el procedimiento y en sus garantías, sin dejarse obnubilar por sus
considerables y desde luego nada desdeñables ventajas 3 .
2 Curiosamente, como pone de relieve NIETO MARTÍNEZ, «El fenómeno de la internacionalización de la
delincuencia económica», Estudios de Derecho Judicial, Fundamentos Constitucionales del Sistema Europeo de
Derecho penal, CGPJ, núm. 61, 2004, pág. 36: “Al hilo de esta crisis de la idea de armonización se advierte un
desplazamiento hacia el Derecho procesal penal como sector prioritario de la armonización, y es que en buena
medida la confianza mutua sobre la que se cimienta el principio de reconocimiento mutuo, puede verse
quebrada antes que por las divergencias del Derecho material, por las disparidades en las garantías
procesales”.
3 La complejidad del proceso de modernización de la Justicia fue el objeto del Seminario Internacional sobre
modernización de la Justicia en la Unión Europea, celebrado en el Palacio de Congresos de Madrid, los días 27
y 28 de junio de 2002, bajo la Presidencia española de la UE y organizado por el Ministerio de Justicia. En el
mismo se elaboraron una serie de conclusiones disponiendo en la primera de ellas rubricada La necesidad de
modernizar la Justicia, que «los Estados miembros de la Unión Europea han iniciado procesos de
3
Así pues, en el estudio de la obtención de pruebas a través de videoconferencia en el
marco de la cooperación judicial concurren dos problemáticas de la mayor trascendencia e
interés: de un lado, las siempre delicadas relaciones entre las autoridades judiciales de los
distintos Estados soberanos y, de otro, el reto ineludible al que la Administración de Justicia
se enfrenta en su necesario pero delicado proceso de modernización.
A continuación trataré de exponer de forma analítica la regulación acerca del uso de la
videoconferencia en el proceso penal español, pretendiendo con ello arrojar algo de luz sobre
los supuestos en los que España, siendo Estado requerido, deberá proceder a la admisión y
ejecución de una solicitud de asistencia judicial de un Estado miembro por concurrir
circunstancias análogas a las previstas en el derecho interno y, por consiguiente, no poder
ampararse en la cláusula de preservación de la competencia interna contenida en el art. 10
del Convenio para denegarla.
El art. 10.1º del Convenio establece como regla general que la asistencia judicial para la
obtención de una prueba a través de videoconferencia podrá llevarse a cabo cuando el sujeto
llamado a declarar lo haga en calidad de testigo o perito. No obstante, en el aptdo. 9º del
mencionado precepto se contempla la posibilidad de que la declaración a distancia pueda
también obtenerse a través del auxilio judicial en relación con personas imputadas en el
proceso en atención a determinadas circunstancias, cuestión esta última mucho más
controvertida que la anterior. Pues bien, de conformidad con el mencionado precepto se
podrá solicitar la audición a través de videoconferencia de un testigo o perito cuando no sea
oportuna o posible su comparecencia personal en el territorio del Estado miembro en el que se
sigue el procedimiento judicial.
El Convenio hace referencia a la falta de oportunidad o posibilidad de comparecer en
el Estado requirente, términos ciertamente imprecisos y que dan cabida a grandes márgenes
interpretativos o discrecionales, que han tratado de ser definidos por parte del Consejo en su
Informe explicativo adoptado en aplicación del Título IV del TUE 4 . Así, puede leerse en
aquél que «el concepto de “oportuno” podría aplicarse en los casos en los que el testigo sea
especialmente joven, de edad muy avanzada o no goce de buena salud, mientras que el
concepto de “posible” se aplicaría por ejemplo en los casos en que el testigo corra un grave
riesgo si comparece en el Estado miembro requirente».
La ambigüedad con que han sido redactadas estas causas constituye un arma de doble
filo. De un lado, puede entenderse que la amplitud de la formulación legal permite al Estado
reconducir sin excesivas dificultades las concretas circunstancias que justificarían la
declaración a distancia a alguna de las previstas en el convenio (oportunidad o posibilidad),
lo que facilita la motivación de la solicitud. Esta opción legislativa parece satisfactoria si se
tiene presente que el órgano judicial requirente que es quien mejor conoce las circunstancias
y fondo del asunto, es quien debe decidir sobre la pertinencia o no de la declaración a
distancia. Cualquier otra opción legislativa, como podría haber sido la enumeración de
modernización de sus sistemas judiciales para responder a los retos de la dinámica sociedad del siglo XXI, que
pide una Justicia más accesible, que preste un servicio de mayor calidad al ciudadano, y que sea capaz de
garantizar con rapidez y eficacia los derechos legalmente reconocidos», para a continuación analizar las
dificultades que entraña el proceso de modernización de los sistemas judiciales en el ámbito de creación del
espacio común de libertad, seguridad y justicia. Cfr. www.mju.es/modernizacion/seminario.pdf
4 DO C 379, de 29.12.2000, p. 7.
4
circunstancias más explícitas (v.gr. la necesidad de protección del testigo, la minoría o edad
avanzada del sujeto, etc.), o tal vez el establecimiento de una serie de delitos, habría
restringido o dificultado las solicitudes de cooperación. En cambio, esta puerta abierta que
parece haber dejado el legislador se entorna cuando se prevé como causa de denegación de
la solicitud de cooperación el que la utilización de la videoconferencia pueda resultar
contraria a los principios fundamentales del derecho nacional del Estado requerido. En este
caso y como contrapartida a la flexibilidad en las causas para justificar la declaración a
distancia, el recurso por parte del legislador a una norma de preservación de la competencia
interna del Estado requerido, favorece un amplio margen de discrecionalidad que los
Estados miembros pueden usar para apreciar la concurrencia de una efectiva causa de
inoportunidad o imposibilidad de la comparecencia personal del sujeto conforme al derecho
patrio 5 . Nos encontramos ante una regulación que pese a tratar de favorecer el principio de
reconocimiento mutuo de las resoluciones judiciales sigue trasluciendo algunos de los
parámetros tradicionales del auxilio judicial internacional 6 .
Las causas legalmente previstas en nuestra legislación procesal penal para la obtención
de una declaración a distancia se asemejan ciertamente —y como tendremos la oportunidad
de comprobar en las páginas que siguen—, a las previstas en el Convenio. De ahí, que
plateen similares problemas en cuanto al margen de interpretación que permiten. Por ello, si
a lo largo de este trabajo fuésemos capaces de interpretar los supuestos reconducibles a las
causas previstas en nuestro ordenamiento, nos encontraríamos también en posición de
afirmar en que concretos supuestos España deberá proceder al auxilio judicial por esta vía, lo
que desde luego no deja zanjados todos los problemas que se pueden plantear, pues
quedaría pendiente analizar en que casos la declaración a través de videoconferencia podría
atentar contra los principios fundamentales de nuestro ordenamiento, pero al menos este
análisis nos permitirá saber cuando se podrá acceder a la solicitud de cooperación por esta
vía.
Para ello, comenzaré haciendo una sucinta referencia al proceso de modernización de
la Administración de Justicia, alusión que considero oportuna para poder comprender el
desarrollo normativo posterior en esta materia; pues la tardía pero apresurada política de
modernización de nuestro sistema judicial nos condujo a una situación singular, en la que se
5 Tal como repara PÉREZ GIL, «El convenio de asistencia judicial en materia penal entre los Estados miembros de
la UE: ¿un instrumento anclado en coordenadas superadas?, Diario la Ley, núm. 6208, marzo, 2005, pág. 8: “La
limitación impuesta por el respeto a los «principios fundamentales del Derecho» del Estado requerido no es
tampoco un dato baladí, sino que nos habla de que el principio de favor cooperationis se halla lógicamente
subordinado a las garantías del debido proceso en la interpretación que realice la autoridad judicial de
ejecución. Estamos así en presencia de una cláusula de salvaguarda, que nos habla de la existencia de recelos
hacia las garantías presentes en otros ordenamientos procesales”.
6 Asevera PÉREZ GIL, «El convenio de asistencia judicial en materia penal entre los Estados miembros de la
UE…», supra cit., pág. 11, que: “El Convenio no da cabida al principio del reconocimiento mutuo, pero sí
introduce un compromiso de aplicación de normas procesales foráneas. Aun cuando sea apreciable que se
halla radicado en unas coordenadas en gran medida superadas, sigue aspirando a acreditar su utilidad en
relación con un determinado tipo de asistencia judicial en materia penal, de menor calado si se quiere que la
contenida en otros cuerpos normativos (v. gr. todo lo referido a la euroorden de detención y entrega). La
constatación de su momentáneo fracaso no deja de ser significativa, en la medida en que pone de manifiesto
los recelos que aún perviven de manera más o menos explícita en diversos ámbitos (legislativos, judiciales y
académicos) hacia ordenamientos jurídicos diversos al propio cuando se trata de aplicar normas ajenas”.
5
contaba con los medios técnicos, la voluntad de uso por parte del colectivo judicial de esta
nueva tecnología y, en cambio, no se disponía de una cobertura legal para su empleo.
II. EL PROCESO DE MODERNIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Y EL EMPLEO DE LA
VIDEOCONFERENCIA EN LAS ACTUACIONES PROCESALES
En la década de los ochenta comienza el proceso de modernización de la Justicia, pero
debemos esperar hasta entrado el siglo XXI, para poder hacer referencia a una auténtica
incorporación de las tecnologías de la información y comunicación en el sistema judicial.
Desde finales del siglo XX
vivimos inmersos en una
revolución tecnológica que está
modificando la base de la
sociedad a un ritmo acelerado,
casi podríamos decir frenético, en
el que las nuevas tecnologías de la
información y comunicación han
conquistado todos y cada uno de
los ámbitos de la sociedad, desde
la economía hasta la cultura en
general. El impacto de estas
nuevas tecnologías ha sido y es
tal, que desde hace tiempo puede
hablarse del fin de la sociedad
industrial y del comienzo de la era
tecnológica de la información.
Nada ni nadie escapa hoy al
influjo de las nuevas tecnologías,
pues constituyen uno de los principales motores que impulsan el desarrollo de la sociedad
actual. Así pues, y como no podía ser de otro modo, las tecnologías de la información y
comunicación han irrumpido con fuerza tanto en la forma de organización como en el
funcionamiento de la Administración.
Si bien la Administración de Justicia no ha sido pionera en esta materia —y prueba de
ello es que aún se encuentra muy lejos de alcanzar el nivel de inversión de otras
Administraciones públicas en este tipo de tecnologías—, no ha podido permanecer al
margen de los cambios tecnológicos que desde las dos últimas décadas del siglo XX se han
venido produciendo.
De ahí, que pese al
anquilosamiento que
parece caracterizar a la
función jurisdiccional, en
los últimos años estemos
presenciando una
innegable —que no
6
incuestionable— voluntad de reforma de la Justicia.
Prueba inequívoca de ello fue el Pacto de Estado para la reforma de la Justicia, firmado
el 28 de mayo de 2001 por el Gobierno de la Nación y los Partidos Popular y Socialista
Obrero Español 7 , que si bien parece haber caído en el olvido en el panorama político,
constituyó durante algún tiempo el baluarte y el punto de inflexión de muchas de las
reformas emprendidas para la modernización de la Administración de Justicia 8 . No en vano
comienza el mismo proclamando que «los españoles, comenzando por quienes dedican la
vida al servicio de la Justicia, demandan inequívocamente un esfuerzo profundo de mejora y
modernización de nuestro sistema judicial». En su apartado 12, relativo a la oficina judicial, y
en el 14, con carácter genérico, se alude a la necesidad de adoptar las medidas encaminadas a
implantar plenamente las nuevas tecnologías y mejorar los medios materiales a tal fin 9 .
Con este propósito se han realizado en los últimos años vastos esfuerzos tanto de
carácter organizativo como presupuestario, para incorporar a la Administración de Justicia
las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías 10 . Esfuerzos a los que han seguido las
consiguientes reformas que han tratado de situar el sistema judicial en el siglo en el que
vivimos y para el que, sin duda, no fue pensado ni diseñado.
7 En relación con los principios del Pacto de Estado para la reforma de la Justicia cfr. www.mju.es/pacto.pdf
8 El declive del compromiso político adquirido en el Pacto de Estado para la Reforma de la Justicia había sido
ya denunciado por Rascón Ortega en un artículo publicado en el Diario El País, de 16 de abril de 2003, titulado
¿Réquiem por un Pacto de Estado?, en el que aseveraba que: “El Gobierno, como el grupo parlamentario que
lo sostiene, no ha cumplido con el deber de impulso político que contrajo con la sociedad para mejorar el
estado de la Justicia, al apartarse del espíritu y metodología del Pacto que firmó, y lo ha hecho de manera
ventajista tratando de legitimar su particular política judicial al socaire de un pacto que es de todos. Por su
parte, el PSOE no ha sabido exigir al Gobierno el desarrollo adecuado del acuerdo, y eso significa también
incumplimiento ‐por omisión‐ de sus deberes políticos. En este estado de cosas, si no se recuperan de nuevo, y
pronto, las señas de identidad del Pacto de Estado por la Justicia, éste quedará en papel mojado, y,
añadidamente, en sueño de una noche de verano esa Justicia eficaz, moderna y transparente que prometía el
mismo y merece la sociedad española, con las frustraciones de todo orden que acarreará para todos,
particularmente para los únicos responsables del fracaso, quienes, presentándose como protagonistas, se
arrogaron el papel de impulsores del Pacto, alentaron a los demás colectivos implicados a hacerlo suyo y,
finalmente, ofrecieron en vano a la ciudadanía una Justicia propia de una sociedad democrática avanzada. En
cualquier caso, a tanta frustración le queda la esperanza, también democrática, de que quienes así actúen
paguen el precio de su deslealtad social allá donde los ciudadanos se lo exijan”.
9 Así puede leerse en el apartado 14 que: “Se reformará en profundidad la Oficina Judicial, modernizándola de
manera que ofrezca una atención de calidad a los ciudadanos. El nuevo diseño de la Oficina judicial se
inspirará en los siguientes principios: […] d) Se modernizarán los métodos de trabajo. La modernización,
informatización y ofimatización de la Oficina Judicial responderá a criterios de flexibilidad y realismo. Los
servicios comunes aprovecharán mejor los recursos, uniformarán tareas y optimizarán las bases de datos. Se
introducirán técnicas de gestión de personal y de tareas. Se implantará de manera generalizada el uso de las
nuevas tecnologías y se mejorarán los medios materiales dispuestos a tal fin. Se modificará el art. 230 de la Ley
Orgánica del Poder Judicial pasando de la «posibilidad» de uso de los medios informáticos y telemáticos a la
«obligatoriedad» de la implantación y uso de estos sistemas en todos los Órganos jurisdiccionales y entre
quienes Profesionalmente se relacionan con la Administración de Justicia”. Y con carácter genérico se prevé en
el apartado 14 que: “Se elaborará un Plan Estratégico de las Nuevas Tecnologías que se implantará de manera
integral. Este Plan contribuirá a modernizar las técnicas de funcionamiento de las Oficinas Judiciales, agilizar
los procedimientos y abaratar los costes en las comunicaciones y notificaciones. La informatización de la
Administración de Justicia se llevará a cabo en estrecha colaboración con el Consejo General del Poder Judicial
y las Comunidades Autónomas”.
10 Sobre el desarrollo del plan de implantación de la videoconferencia cfr. GIMÉNEZ ONTAÑÓN, «Estado actual de
la videoconferencia en la Administración de Justicia», Diario La Ley, núm. 5831, 2003, págs. 1‐9.
7
El fin último perseguido con esta renovación no es otro que el que la Justicia proceda
con mayor celeridad y por tanto de manera más eficiente, sirviéndose para ello de métodos
más modernos y de procedimientos menos complicados. De hecho ésta es una de las
aspiraciones contempladas en el Preámbulo la Carta de Derechos de los Ciudadanos frente a
la Justicia 11 , en el que puede leerse que «en los umbrales del siglo XXI la sociedad española
demanda con urgencia una Justicia más abierta que sea capaz de dar servicio a los
ciudadanos con mayor agilidad, calidad y eficacia, incorporando para ello métodos de
organización e instrumentos procesales más modernos y avanzados» 12 .
En este contexto se creó la
Subdirección General de las Nuevas
Tecnologías, dependiente de la
Dirección para la Modernización de
la Administración de Justicia que
fue quien, en dos etapas sucesivas,
se encargó de la implantación del
uso de la videoconferencia 13 .
De hecho, su establecimiento
efectivo así como su uso en el
desarrollo de la actividad
jurisdiccional precedieron a la correspondiente reforma legislativa, que no se produjo hasta
finales de 2003, lo que provocó algún que otro desencuentro entre los operadores jurídicos.
La videoconferencia constituye una tecnología de la información y comunicación que
posibilita una conferencia mantenida mediante imágenes y sonidos transmitidos por una red
de comunicaciones 14 . Luego permite lo que se conoce como “reunión” o “encuentro virtual”,
de forma que espacios diversos pueden convertirse tanto en emisores como en receptores de
una misma actividad, puesto que este tipo de tecnología permite todas las modalidades de
intercambio de información que son posibles en las reuniones presenciales. Por consiguiente,
11 Proposición no de Ley aprobada el 16 de abril de 2002 por el Pleno del Congreso de los Diputados por
unanimidad de todos los grupos parlamentarios. El texto íntegro puede consultarse en www.mju.es/carta de
derechos de los ciudadanos ante la justicia.pdf
12 En relación con la repercusión que las nuevas tecnologías han tenido en el ámbito de la justicia es muy
clarificadora la clasificación que realiza PÉREZ GIL, «El uso de las NTI en la mejor gestión procesal», NT,
octubre‐noviembre, 2002, en el Observatorio Procesal, http://www.njbosch.com, págs. 1 y 2, cuando menciona
que: “Una mínima sistematización de las conexiones entre Justicia y nuevas tecnologías nos llevaría cuando
menos a distinguir entre dos campos de observación: a) las nuevas tecnologías como herramienta o
instrumental para la mejora de la Justicia, en la medida en que las aplicaciones informáticas han superado su
función tradicional para el mero tratamiento de textos o registro, pasando a desempeñar un papel
fundamental en la tramitación procesal (actos de comunicación, de documentación, videoconferencia, etc.); y
b) el comportamiento de la Justicia frente a una realidad social que, en ocasiones, parecería superarla y a la
que sin embargo tiene que dar una respuesta jurisdiccional acorde con su extendida utilización (nuevas
técnicas de investigación frente a nuevas formas de criminalidad, valor probatorio de documentos
electrónicos, etc.)”.
13 En relación con el plan de implantación de la videoconferencia en la Administración de Justicia cfr.
www.mju.es/Videoconferencia.pdf, documentación en la que se expone en qué consiste la videoconferencia;
posibles utilidades, ventajas que reporta para el justiciable, etc.).
14 Acepción dada por el Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. Real Academia
Española.
8
la incorporación de la videoconferencia a la Administración de Justicia hace posible que una
actuación judicial pueda desarrollarse al mismo tiempo en lugares diferentes, en la medida
en que los sujetos llamados a participar en ella podrán hallarse en lugares diferentes 15 . Así
pues, en principio hace innecesaria la presencia física en la sede material del órgano judicial
de todos y cada uno de los sujetos intervinientes en el proceso para la realización de una
actuación procesal, posibilidad impensable hasta ese momento.
En cualquier caso, es importante señalar que la videoconferencia es un instrumento al
servicio de la Administración de Justicia, que tiene una incidencia directa en la tramitación
procesal, por lo que su implantación repercute no tanto en la calidad como en la agilidad.
Hasta hace relativamente poco en nuestro ordenamiento carecíamos de una regulación
legal que contemplase la práctica de actuaciones procesales a través de videoconferencia. De
ahí, que como adelantábamos, la implantación efectiva de la videoconferencia no sólo en la
sede de los tribunales sino también en otras instituciones colaboradoras con la
Administración de Justicia, desembocase en una situación realmente atípica, pues contando
con los medios técnicos y con la disposición del colectivo judicial para su uso se carecía, sin
embargo, de la necesaria cobertura legal 16 .
en la que se dispone que: “A propósito de esa prueba testifical practicada a distancia, debemos hacer una
breve referencia a la validez de las pruebas practicadas por el novedoso sistema de “videoconferencia”. El
apoyo normativo de esta forma de practicar pruebas en procesos judiciales debe buscarse en el art. 230 de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, que dispone: “1. Los Juzgados y Tribunales podrán utilizar cualesquiera
medios técnicos, electrónicos, informáticos y telemáticos para el desarrollo de su actividad y ejercicio de sus
funciones, con las limitaciones que la utilización de tales medios establece la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de
octubre, y demás leyes que resulten de aplicación”. Ni en la decimonónica Ley de Enjuiciamiento Criminal ni
en la moderna Ley de Enjuiciamiento Civil vigente encontramos referencias expresas a la utilización de este
sistema, que permite, mediante la grabación de imágenes y toma de sonido transmitidos simultáneamente
desde distintos puntos, el mantenimiento de un diálogo a distancia, viéndose y oyéndose los interlocutores.
La LEC hace referencia en su art. 135 a los “medios técnicos” de los que puedan disponer los Tribunales y que
permitan en envío y la normal recepción de escritos y documentos, exigiendo que “esté garantizada la
autenticidad de la comunicación y quede constancia fehaciente de la remisión y recepción íntegras y de la
fecha en que se hicieren”, pero al tratar del lugar donde deben practicarse las actuaciones establece el su art.
129 –en consonancia con el art. 268 de la LOPJ‐ que “se realizarán en la sede del Tribunal, salvo aquellas que
por su naturaleza se deba practicar en otro lugar”; para añadir seguidamente que “las actuaciones que deban
realizarse fuera del partido judicial donde radique la sede del tribunal que conozca del proceso se practicarán,
cuando proceda, mediante auxilio judicial” y que “los tribunales podrán constituirse en cualquier lugar del
territorio de su circunscripción para la práctica de las actuaciones cuando fuere necesario o conveniente para
la buena administración de justicia” y “también podrán desplazarse fuera del territorio de su circunscripción
para la práctica de actuaciones de prueba, conforme a lo prevenido en este Ley y en el art. 275 de la LOPJ
(diligencias de instrucción cuando el lugar estuviera próximo y resultare conveniente, dando noticia al Juez
competente, o cuando no se perjudique la competencia del Juez correspondiente y venga justificado por
razones de economía procesal)”. Pero ni en esos preceptos ni al regular la forma de prestarse el auxilio
judicial, la LEC contempla la utilización de la videoconferencia, disponiendo en su art. 169 que se solicitará el
auxilio judicial para las actuaciones que hayan de efectuarse fuera de la circunscripción del tribunal que
conozca del asunto, cuando el tribunal no considere posible o conveniente hacer uso de la facultad que le
9
Pese a que no se contaba con una regulación específica, algunos órganos judiciales se
aventuraron hacer uso de las nuevas tecnologías puestas a su disposición, buscando el
respaldo legal del que carecían en un precepto tan genérico como el 230.1 de la LOPJ,
referido al modo de realización de las actuaciones procesales, en el que se dispone con
carácter genérico que los tribunales pueden utilizar cualquier medio técnico, electrónico,
informático o telemático para realizar su actividad 17 .
No obstante, en la práctica forense la generalidad del mencionado precepto procuraba
ser implementada con otras normas de carácter especial y algunos preceptos reformados de
la LECrim, que para supuestos muy concretos justificaban la utilización de medios
audiovisuales para la realización de actuaciones procesales tanto en la fase de instrucción
como en la de plenario. Así por ejemplo, se acudía a la LO 19/1994, de 23 de diciembre, de
Protección a Testigos y Peritos 18 ; a la LO 1/1996, de 15 de enero, de Protección Jurídica del
Menor 19 y a los arts. 448, 707 y 713 de la LECRIM 20 . En todos estos casos, los mencionados
preceptos y leyes en atención a la minoría de edad del sujeto o a la necesidad de adoptar una
condene la misma ley de desplazarse fuera de su circunscripción para practicarlas, sin prever la práctica de
una diligencia a distancia mediante este sistema electrónico. La Ley de Enjuiciamiento Criminal,
necesariamente más parca al respecto por su antigüedad, dispone en su art. 184 que cuando una diligencia
judicial hubiere de ser ejecutada por un Juez o Tribunal distinto del que la haya ordenado, éste encomendará
su cumplimiento por medio de suplicatorio, exhorto o mandamiento, estableciendo expresamente el art. 719,
respecto a la declaración del testigo imposibilitado para comparecer ante el tribunal y que no residiere en el
lugar donde se celebre el juicio oral, que se librará exhorto o mandamiento para ser examinado ante el Juez
correspondiente, permitiendo a las partes que se consignen por escrito las preguntas o repreguntas. Se
deduce, por tanto, de la anterior normativa procesal que todas las actuaciones procesales deben practicarse,
bien en la sede el juez o tribunal que conoce de la causa, bien ante el órgano judicial que presta el auxilio.
Ahora bien, la insuficiencia normativa en la regulación de este moderno sistema de práctica de pruebas no
puede implicar la imposibilidad de su utilización. Todas esas prescripciones legales, en conjunto, cumple la
prueba practicada por videoconferencia, siempre que cuente con el auxilio del Juez o Tribunal del lugar
donde se encuentre el testigo o perito”.
La insuficiente cobertura legal del uso de la videoconferencia en los procesos judiciales había sido advertida
también por la doctrina, en este sentido cfr. LLORENTE FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, «Sobre el Estado actual de
las nuevas tecnologías en el proceso penal y algunas propuestas de reforma», Actualidad Jurídica Aranzadi,
núm. 554, 2002, pág. 2.
17 En el apartado 1º del art. 230 de la LOPJ, redactado conforme a la LO 16/1994, de 8 de noviembre, puede leerse
que: “Los Juzgados y Tribunales podrán utilizar cualesquiera medios técnicos, electrónicos, informáticos y
telemáticos, para el desarrollo de su actividad y ejercicio de sus funciones, con las limitaciones que a la
utilización de tales medios establece la Ley Orgánica 5/1992, de 29 de octubre y demás leyes que resulten de
aplicación”.
18 En el art. 2.b) de la LOPTP se prevé la posibilidad de utilizar, tanto en la fase de instrucción como en la de
enjuiciamiento, cualquier procedimiento que imposibilite la identificación visual normal de quienes en
calidad de testigos o peritos estén llamados a declarar en un proceso penal como testigo o perito, cuando la
autoridad judicial aprecie racionalmente un peligro grave para su persona, libertad o bienes; su cónyuge o
persona a quien se halle ligado por análoga relación de afectividad o sus ascendientes, descendientes o
hermanos.
19 En su art. 9.1 se dispone que el menor tiene derecho a ser oído en cualquier procedimiento judicial en que esté
directamente implicado y las comparecencias se realizarán de forma adecuada a su situación y desarrollo
evolutivo, cuidando de preservar su intimidad.
20 En todos estos preceptos —introducidos por la LO 14/1999, dictada en desarrollo de la Ley de Protección
Jurídica del Menor—, se prevé la posibilidad de que las declaraciones del menor, sea o no víctima del delito,
puedan realizarse a través de medios audiovisuales con la finalidad de evitar la confrontación visual del
testigo con el inculpado, tanto en fase de instrucción como en el juicio oral, previa resolución motiva e informe
pericial.
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medida de protección permiten la utilización de tecnologías que eviten la confrontación
visual entre el declarante y el sujeto imputado, de ahí que se justifique excepcionalmente el
uso de la videoconferencia para la obtención de la declaración de estos sujetos.
Consecuencia directa de esta insuficiente regulación fue la situación generada por la
Instrucción 1/2002, en la que la Fiscalía General del Estado se mostraba contraria a la
celebración de juicios orales en materia penal a través de videoconferencia, y en la que se
indicaba que si el MF era citado para la celebración de lo que denominaba “juicio oral
virtual”, debía excusar su asistencia por carecer en aquel momento de cobertura legal en
nuestro sistema y, por tanto, no poder garantizar el debido respecto a los DDFF consagrados
en la Constitución. Pese a lo contundente que pudiera parecer en un primer momento la
posición de la Fiscalía sobre el uso de la videoconferencia en el proceso penal, ésta se suaviza
no sólo por las sucesivas Instrucciones dictadas sobre el particular, sino también si se
interpreta la misma en las circunstancias y contexto en que fue emitida.
La Instrucción 1/2002 se pronunciaba sobre un supuesto muy puntual, en concreto ante
el anuncio por parte de un órgano jurisdiccional de una zona insular de la intención de
celebrar los juicios orales constituido en su propia sede geográfica, mientras que el Fiscal y
las demás acusaciones, en su caso, así como el propio acusado, los testigos y peritos, se
encontrarían en otra de las islas de la demarcación. Se plantaba así la insólita posibilidad de
celebración de vistas orales conforme a un formato enteramente virtual, valiéndose para ello
del sistema de videoconferencia.
Ante esta posibilidad no es de extrañar la posición adoptada por la FGE, que rechazaba
con rotundidad lo que consideraba como “ser juzgado sin la presencia física del tribunal”, lo
que no parece un desatino si tenemos presente que en nuestro ordenamiento se prevé como
preceptiva la presencia del acusado y del abogado defensor en la celebración del juicio (art.
786.1 LECrim). Se trataba de evitar que se adoptase un “modelo virtual” de desarrollo de la
vista oral, sin contar para ello con la necesaria cobertura legal que permitiese garantizar el
respeto de los derechos y principios inherentes al proceso penal 21 .
Esta postura de la FGE no tardó mucho en ser matizada y reinterpretada por la
Instrucción 3/2002, en la que se decía que la posición adoptada en la Instrucción 1/2002 no
debía ser entendida como una negativa generalizada al uso de los medios técnicos,
singularmente la videoconferencia, en el ámbito de la Administración de Justicia. Dicha
interpretación, continuaba argumentando la Fiscalía, supondría un mal entendimiento no
sólo de la mencionada Instrucción, sino también un desconocimiento de la realidad de
nuestro ordenamiento jurídico, que contempla su utilización no sólo con carácter general
sino también sectorial. Pues, como se señala en esta última Instrucción, la utilización de la
videoconferencia por sí misma no supone la restricción de derecho fundamental alguno.
Probablemente la primera posición de la FGE no fue más que el reflejo de un “recelo
excesivo” ante un “posible uso abusivo” de esta nueva tecnología. Pero lo que no podía
21 Así se ponía de relieve en la Instrucción 3/2002 de la FGE, en la que se podía leer que: “La preocupación del
Ministerio Fiscal ante la posibilidad de que, sin las debidas cautelas, todos y cada uno de los sucesivos actos
procesales que integran el juicio oral adaptaran su esquema de desarrollo a un modelo virtual, ha llevado a
expresar un criterio contrario a esa alternativa, mientras no se encuentre dotada de la necesaria cobertura
legal”.
11
sostenerse de ninguna manera era la negativa absoluta del uso de la videoconferencia, pues
no parece discutible que su uso correcto y comedido, es decir todo lo restringido que se
considere oportuno, puede redundar en una mejor administración de la justicia 22 .
En cualquier caso, esta situación vino a poner de manifiesto que, pese a que podía
entenderse que el art. 230.1 de la LOPJ contenía un principio de autorización 23 , era
conveniente que, como había sucedido en nuestro entorno cultural, el legislador regulase no
sólo las posibilidades de practicar actuaciones a través de medios telemáticos sino también
las garantías y procedimiento a seguir para su adopción 24 .
La necesidad de este desarrollo normativo resultaba aún más acuciante si se tiene
presente que era bastante dudoso que el art. 230 de la LOPJ, que es una disposición de
carácter genérico acerca de la forma de realización de las actuaciones procesales, cumpliese
con la exigencia de “calidad” o “adecuación” de ley, requerida por el TEDH para cualquier
disposición que incida sobre las garantías reconocidas en el Convenio de Roma de 1950,
entre las cuales no debemos olvidar se encuentra el derecho de defensa y el derecho a un
proceso con todas las garantías.
III. LA ARTICULACIÓN LEGAL DE LA PRÁCTICA DE ACTUACIONES PROCESALES A TRAVÉS DE
VIDEOCONFERENCIA
La esperada regulación del uso de la videoconferencia en la actividad jurisdiccional no
llegó de la mano de una reforma pausada y sosegada sino que —como en otras muchas
materias durante la última legislatura del Gobierno saliente—, se produjo a través de la
precipitada incorporación en trámite parlamentario de la modificación de sendos preceptos
de la LOPJ y de la LECRIM, al hilo de la aprobación de la Ley de modificación de la Prisión
22 Tal como advierte MUÑOZ CUESTA, «Celebración del juicio oral sin la presencia física de los acusados,
declarando por videoconferencia. Comentario a la STS, Sala 2ª, de 16 de mayo de 2005», Repertorio de
Jurisprudencia Aranzadi, núm. 20, 2005, BIB 2005\2180, pág. 1: “Negar hoy o poner en duda la utilidad y lo
beneficioso de servirse de medios técnicos para agilizar o solventar determinados problemas de ejecución de
actos procesales, sería realizar una afirmación necia y de espaladas a la realidad, que conllevaría anclarse en
otros tiempos, olvidando los avances de los medios mecánicos de todo tipo y en especial de sonido e imagen
que pueden ser decisivos en la modernización del servicio que presta la Administración de Justicia. Pero
pensar que las nuevas tecnologías y la utilización de los mismos pueden sustituir de forma generalizada la
forma de desarrollarse la actividad judicial, celebrándose de forma ordinaria toda clase de actuaciones sin
presencia física de las partes u otros intervinientes en el proceso, sería igualmente erróneo. Es necesario
armonizar las formas tradicionales de exteriorización del proceso con el uso de aquello que pueda representar
un avance […]”.
23 De hecho así lo había entendido gran parte de la doctrina, entre otros cfr. DE LA MATA AMAYA, «La utilización
falta una regulación más detallada en la que se especificasen los supuestos concretos en los que es posible la
obtención de un testimonio a distancia, las garantías que deben adoptarse cuando la declaración se obtiene de
este modo y el procedimiento a seguir para su adopción. Mucho más detalladas son las regulaciones de
algunos países de nuestro entorno, cfr. entre otras la Ley de 2 de agosto de 2002, relativa a las declaraciones
prestadas mass media audiovisuales de Bélgica y la Legge 7 gennaio 1998 n. 11, disciplina della partecipazione
al procedimento penale a distanza e dellʹesame in dibattimento dei collaboratori di giustizia, noncheʹ modifica
della competenza sui reclami in tema di articolo 41‐bis dellʹordinamento penitenziario de Italia.
12
Provisional (LO 13/2003, de 24 de octubre, de reforma de la LECrim en materia de prisión
provisional). Tres han sido los preceptos modificados y uno más adicionado, tres de ellos de
la LECRIM y uno de la LOPJ, que pasaría a sustituir al 230 como norma habilitante con
carácter general para el uso de la videoconferencia.
La LO 13/2003, de 24 de octubre, adiciona un apartado 3 al art. 229 de la LOPJ en el que
se dispone que «podrán realizarse a través de videoconferencia u otro sistema similar que
permita la comunicación bidireccional y simultánea de la imagen y el sonido y la interacción
visual, auditiva y verbal entre dos personas o grupos de personas geográficamente distantes,
asegurando en todo caso la posibilidad de contradicción de las partes y la salvaguarda del
derecho de defensa, cuando así lo acuerde el juez o tribunal». De este modo, el mencionado
precepto pasa a reemplazar al art. 230.1 de la LOPJ como norma habilitante con carácter
general para el uso de la videoconferencia en las actuaciones procesales.
Mientras que en los arts. 325 y 731 bis de la LECRIM, relativos respectivamente a la
formación del sumario y a las disposiciones comunes de la prueba, se contempla la
posibilidad de que tanto en la fase de instrucción como en la fase de plenario puedan
tomarse declaración a los imputados, testigos y peritos a través de videoconferencia, cuando
así lo aconsejen «razones de utilidad, seguridad u orden público, así como en aquellos
supuestos en que la comparecencia resulta gravosa o perjudicial».
Por tanto, puede decirse que en la actualidad la videoconferencia puede emplearse
para la realización de diligencias de instrucción, la práctica de pruebas anticipadas y de
pruebas en la vista oral con respaldo legal, aunque éste resulte —como veremos más
adelante— claramente insuficiente.
Finalmente, señalar que el art. 306 de la LECRIM también ha sido reformado y que en
su párrafo IV prevé la posibilidad de que contando el órgano judicial con los medios técnicos
necesarios para ello, pueda el MF intervenir en cualquier procedimiento penal a través de
videoconferencia u otro sistema similar, incluyendo dice el mencionado precepto la
comparecencia del art. 505, referente a la adopción de la prisión provisional 25 .
Muchos son los que vieron en este precepto un intento por parte del legislador de
apaciguar los ánimos del colectivo fiscal que, aquejado por el inmenso volumen de trabajo
aumentado si cabe tras la aparición de los juicios rápidos, exigía un aumento de la plantilla
de personal. El empleo de esta tecnología hace posible que el MF puede comparecer desde la
sede de la propia Fiscalía o, en su caso, desde la sede del Decanato del partido judicial al que
se hallen adscritos sin necesidad de largos y tediosos traslados que en ocasiones dificultan no
sólo su labor sino el normal desarrollo del procedimiento 26 .
25 El párrf. IV del art. 306 de la LECRIM fue adicionado por la LO 13/2003, de 24 de octubre, de reforma de la
LECRIM en materia de prisión provisional. Sobre este particular señala CATALINA BENAVENTE, («La regulación
de la prisión provisional tras la reforma efectuada por la LO 13/2003, de 24 de octubre: Muchas expectativas
insatisfechas», trabajo inédito), que la posibilidad que se concede en este precepto al MF para comparecer a
distancia no puede ser utilizada torticeramente por el órgano jurisdiccional para propiciar la adopción de esta
medida, por tanto el juez o tribunal deberá motivar en cada caso la necesidad de suplir la presencia física del
MF en la audiencia del art. 505.
26 A este respecto HERRERO‐TEJEDOR ALGAR, «El Tribunal Constitucional y la nueva regulación legal de la prisión
provisional», Repertorio Aranzadi del Tribunal Constitucional, núm. 5, 2004, BIB 2004\502, pags. 9‐10, señala al
comentar la comparecencia necesaria para la adopción de la prisión provisional que: «Obviamente tal
13
Si bien no nos cabe la menor duda de que ésta es una medida mucho más rentable que
la de aumentar el personal, ni que decir tiene que sólo tranquiliza a aquéllos que consideran
que la labor del Fiscal se reduce a la comparecencia en las actuaciones judiciales, olvidando
el trabajo previo, que es previsiblemente el más tedioso. Con ello, no queremos sin embargo
restar importancia a la utilidad de esta tecnología que puede revertir en una mejor
organización de los recursos personales con los que cuenta la Fiscalía, haciendo innecesarios
algunos desplazamientos.
En este misma línea de actuación se enmarca la Instrucción 7/2005, que al referirse a la
mejora en el rendimiento organizativo —que atribuye a la utilización de medios técnicos, y
singularmente a la videoconferencia—, señala que «se procurará potenciar por las Secciones
contra la Violencia sobre la Mujer el sistema de videoconferencia u otro similar que permita
la comunicación bidireccional y simultanea de la imagen y sonido como medio de
intervención a fin de evitar el desplazamiento del fiscal adscrito a la Sección a sede distinta
(art. 306 LECrim, 3 Estatuto, e Instrucción 3/2002 FGE) en las ordenes de protección,
comparecencia de diligencias urgentes, de medidas de prisión...».
La ausencia durante años de previsión alguna en el ámbito nacional resultaba cuanto
menos chocante con la existencia de una multiplicidad de normas de carácter supranacional
que contienen previsiones acerca de la utilización de la videoconferencia en el proceso penal.
Sin ánimo de exhaustividad, puede citarse el Estatuto de la Corte Penal Internacional 27 , que
contempla entre sus preceptos la posibilidad de que en los casos en que el imputado
perturbase el orden en la sala de forma continua pueda ser expulsado, en cuyo caso
presenciará el proceso y dará instrucciones a su defensor desde fuera de la sala, utilizando
para ello las tecnologías de la información (art. 63.2 ECPI). También se faculta al Tribunal
para permitir al testigo que preste testimonio a través de videoconferencia, especialmente
cuando se trate de víctimas de agresiones sexuales o de un menor de edad (arts. 68.2 y 69.2
ECPI).
En el ámbito europeo son muchas las resoluciones que han hecho referencia a la
utilización de la videoconferencia en las causas penales. En las Resoluciones del Consejo de
comparecencia tiene lugar en la sede del órgano jurisdiccional. Ahora bien, existen más de 400 Juzgados de
Instrucción de guardia diariamente en España (al menos uno por partido judicial), cuyos titulares han de
residir en la población en que se halle radicado el Juzgado. Por el contrario la mayoría de los Fiscales tienen la
obligación de residencia en la capital de la provincia o en la sede de la adscripción permanente de la Fiscalía.
Por otra parte, la plantilla del ministerio Público es en la actualidad inferior a la mitad de la correspondiente a
los Jueces y Magistrados. O se multiplica prácticamente por tres la plantilla orgánica del Ministerio Fiscal (lo
que resulta impensable, innecesario y radicalmente antieconómico), o se establecen los medios para que la
representación de la Fiscalía intervenga en las comparecencias de forma razonable. Piénsese que existen
Partidos Judiciales que se encuentran a más de cincuenta kilómetros de la capital de la provincia, y en
ocasiones se hallan separados de la misma por deficientes medios de comunicación o accidentes naturales que
dificultan notablemente su acceso inmediato. Obviamente el justiciable no debe esperara a conocer la decisión
acerca de su prisión o libertad al momento en que el fiscal pueda comparecer físicamente. Por ello el
legislador se va haciendo sensible a la utilización de las nuevas tecnologías en la Administración de Justicia».
De ahí que al comentar la reforma operada en el art. 306 destaque que «la voluntad legislatoris» aparece clara,
y no debe merecer sino elogios y estímulos para dotar a la Administración de Justicia de los medios técnicos
necesarios para poder llevar a efecto las previsiones citadas».
27 Aprobado en Roma el 17 de julio de 1998 y cuya ratificación ha sido autorizada mediante LO 6/2000, de 4 de
octubre (BOE de 5 de octubre de 2000).
14
Europa de 23 de noviembre de 1995 28 y de 20 de diciembre de 1996 29 , relativas a las personas
que colaboran con el proceso judicial en la lucha contra la delincuencia organizada
transnacional, se permite la declaración desde una localidad secreta y a través de medios
audiovisuales por motivos de seguridad. En el ámbito de la UE la Acción Común 97/154/JAI,
relativa a la lucha contra la trata de seres humanos y la explotación sexual de los niños 30 ,
disponía que los Estados miembros deben adoptar las medidas necesarias para garantizar la
adecuada protección de los testigos que faciliten información sobre estas infracciones, lo que
pasa para la adopción de los medios tecnológicos que posibiliten de forma segura su
declaración en el acto del juicio. Por su parte, el Convenio sobre Asistencia Judicial
Internacional en material penal 31 contempla como preceptivo el que las declaraciones se
realicen mediante videoconferencia cuando así se haya solicitado por el Estado requirente y
el Estado requerido cuente con medios para ello y no vulnere ninguno de los principios
esenciales de su Derecho nacional 32 . Y asimismo, en la Decisión Marco del Consejo de la
Unión Europea, de 15 de marzo de 2001, relativa al Estatuto de la Víctima en el proceso
penal 33 , se opta como vía preferente para la toma de declaración de las víctimas residentes en
otro Estado el sistema de la videoconferencia o conferencia telefónica (art. 11.1) y se
contempla la posibilidad de utilizar los medios técnicos necesarios para proteger a la víctima
cuando preste declaración en audiencia pública (art. 8.4).
Pues bien, en este momento hay que señalar que si como acabamos de comprobar la
técnica legislativa fue ciertamente censurable —pues como se ha escuchado y dicho hasta la
saciedad parece que en los últimos tiempos se viene legislando “a golpe de telediario”,
“parcheando” el denostado Código procesal con el que contamos—, no lo es menos, como
veremos a continuación, la escasa y parca regulación que se ha dado a la materia, que deja
abiertas ciertas dudas acerca de las garantías procesales que ofrece.
1. LA PRÁCTICA DE PRUEBA A TRAVÉS DE VIDEOCONFERENCIA
1.1. EL CARÁCTER EXCEPCIONAL DE LA OBTENCIÓN DE LA DECLARACIÓN A TRAVÉS DE
VIDEOCONFERENCIA
Llegados a este punto puede decirse que nuestro ordenamiento permite la realización
de actuaciones procesales a través de videoconferencia de conformidad con el actual art.
229.3 de la LOPJ. No obstante, esta posibilidad debe entenderse como excepcional, puesto
que en los arts. 268.1 y 229.2 de la LOPJ se dispone, como regla general, que las actuaciones
28 DO C 327, de 7.12.1995, p. 5.
29 DO C 10, 11.01.1997, p. 1.
30 DO L 63, de 4.03.1997, p. 2.
31 DO C 197, 12.07.2000, p. 3.
32 En su art. 10.1 se dispone que: “Cuando una persona que se halle en el territorio de un Estado miembro deba
ser oída como testigo o perito por las autoridades judiciales de otro Estado miembro deba ser oída como
testigo perito por las autoridades judiciales de otro Estado miembro, este último, en caso de que no sea
oportuno o posible que la persona a la que se deba oír comparezca personalmente en su territorio, podrá
solicitar que la audición se realice por videoconferencia”. En su apartado 2 se señala que: “Deberá autorizar la
audición por videoconferencia siempre que el uso de la videoconferencia no sea contrario a los principios
fundamentales de su Derecho Nacional y que disponga de medios técnicos necesarios para una conferencia. Si
el Estado requerido no dispone de los medios técnicos necesarios para una videoconferencia, el Estado
miembro requirente podrá ponerlo a su disposición previo acuerdo mutuo”.
33 DO L 82, de 22.03.2001, p. 1.
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del juicio deben realizarse en presencia del órgano judicial. Previsión que se encuentra
plenamente justificada en la medida en que los actos realizados por los sujetos que
intervienen en el proceso no sólo están dirigidos al juez, sino que además deben ser
necesariamente recibidos y percibidos por éste, garantizándose de este modo plenamente el
principio de inmediación 34 .
Pese a que la videoconferencia permite una “reunión virtual” en los términos
anteriormente expuestos, no puede en ningún caso entenderse que puede sustituir con
carácter general y sin limitaciones a la presencia física de las partes que intervienen en el
proceso en la sala de vistas; pues, no cabe duda de que la percepción que se obtiene a través
de la comparecencia física no se tiene a través de la imagen proyectada en un monitor o
televisor 35 . Tal y como se señala en el ordenamiento anglosajón, con ese grafismo que les
caracteriza, sólo la inmediación física permite “oler el miedo” (smell the fear) 36 .
Luego, la práctica de una actuación a través de videoconferencia en cuanto supone
sustituir la comparecencia física ante el órgano jurisdiccional, por una “comparecencia
virtual”, debe encontrarse amparada en razones legalmente previstas, que permitan justificar
la “incomparecencia” en la sede del tribunal, que es donde legalmente se prevé que se
realicen las actuaciones para garantizar esencialmente el principio de inmediación, pues no
puede decirse que la videoconferencia interfiera en los principios de oralidad, publicidad o
contradicción 37 . No obstante, conviene advertir que el empleo de la videoconferencia en este
tipo de actuaciones procesales constituye una «modalidad técnica de la práctica de la
prueba». Esta circunstancia debe hacernos reparar en dos cuestiones trascendentales: en
primer lugar, que no nos hallamos ante un nuevo medio de prueba, sino que se trata de una
modalidad probatoria susceptible de ser empleada para la obtención de declaraciones y que,
por consiguiente, puede resultar apta para la práctica de pruebas testificales, periciales y,
quizás también, para la declaración del imputado en circunstancias realmente excepcionales.
Y, en segundo lugar, y como consecuencia directa de su condición de modalidad probatoria
técnica, debe entenderse que es el concreto medio de prueba que se va a llevar a cabo
34 Sobre el concepto de inmediación cfr. BACIGALUPO, El debido proceso penal, Buenos Aires, 2005, págs. 97‐103.
35 Tal y como acertadamente señala DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las
actuaciones judiciales», op. cit., pág. 1.277, no es sólo que la percepción física permita mayores posibilidades
de participación y sea, al menos potencialmente, mucho más amplia, sino que “en este sentido es sumamente
gráfica la expresión norteamericana de que es preciso que jueces, jurados y litigantes puedan «smell the fear»,
lo que únicamente puede conseguirse cuando las personas están una frente a otra, cuando los testigos o
acusados prestan su declaración a presencia del tribunal”.
No obstante, puede pensarse en supuestos en que el seguimiento del desarrollo de la vista se realiza más
cómodamente a través de un pantalla de video que permite una mejor visión de la cara y gestos del que
declara; así sucede por ejemplo en la Audiencia Nacional especialmente cuando se trata de macroprocesos en
los que abogados y defensores se disponen en filas unos tras de otros que pueden llegar a dificultar la
visibilidad del sujeto declarante.
36 En efecto señala CABEZUDO RODRÍGUEZ, «La administración de justicia ante las innovaciones tecnológicas. del
entusiasmo a la desconfianza pasando por el olvido legal», Revista Jurídica de Castilla y León, núm. 7, octubre
2005, pág. 174, que: “Entendemos que la presencia física aporta referencias tales, como el propio lenguaje
corporal, que no siempre quedan fielmente reflejados en la videoconferencia, sistema de reproducción de
imágenes que, por su propia naturaleza, sólo permite la visión de un plano fijo y sesgado del sujeto. Sin
sublimar la importancia de la expresión corporal del sujeto, se trata de datos que no se deben desdeñar pues
inciden habitualmente en las relaciones humanas. Todo ello sin perjuicio de la eventual manipulación de la
imagen que permite cualquier medio audiovisual”.
37 Cfr. DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», cit., pág. 1.274.
16
mediante videoconferencia (declaración de testigo, interrogatorio de perito o imputado), el
que determinará la forma y garantías que deben adoptarse en su práctica, si bien el empleo
de esta tecnología implicará ciertas particularidades en cuento a la documentación y
fehaciencia de la actuación. Por tanto, salvo la relativización de la inmediación —que pasará
de ser presencial a virtual—, puede decirse que el uso de la videoconferencia no conlleva
vulneración alguna de los principios procesales que han de regir la prueba.
El hecho de que las actuaciones del juicio deban realizarse como regla general en
presencia del órgano judicial (arts. 229.2 y 268.1 LOPJ) es lo que determina que la realización
de cualquier acto a través de este sistema deba encontrarse fundamentado en alguna de las
causas contempladas en la legislación procesal. Esta excepcionalidad en el uso de la
videoconferencia ha sido plasmada en los arts. 325 y 731 bis de la LECRIM, de ahí que en el
proceso penal tanto las diligencias de investigación como las pruebas para poderse realizar a
través de videoconferencia deberán fundarse en razones de oportunidad, utilidad o
seguridad u orden público, en cuanto suponen una excepción a dicho principio 38 . En efecto,
señala MUÑOZ CUESTA que «para valorar el buen uso del medio que nos ocupa habrá de
valorarse su proporcionalidad, debiendo existir la misma entre el sacrificio que supone la no
presencia en una vista oral del acusado, testigo o perito y las causas que pueden justificarlos,
porque es claro que sigue rigiendo el principio general de la presencia material de todos
aquellos en la vista oral y pública que deba celebrarse y será una excepción, justificada y
motivada en una resolución judicial, su ausencia» 39 .
El carácter excepcional en el empleo de la videoconferencia para la realización de
alguna actuación del juicio debe aumentar cuando lo que se pretende llevar a cabo por este
sistema es un acto de prueba, especialmente la testifical, pues en estos actos resulta crucial la
presencia física e inmediata de la fuente probatoria, que permite apreciar todas las
circunstancias que rodean su práctica 40 . Si bien es cierto que el testimonio prestado a través
de videoconferencia puede ofrecer otras ventajas lo cierto es que en la declaración a distancia
se pierde en cierta medida la disposición del órgano judicial de apreciar ciertas
circunstancias relativas por ejemplo a la actitud, gestos y disposición del declarante. No
obstante, esta relativización de la inmediación tal y como ha sido concebida
tradicionalmente, no puede ser óbice para el empleo de este nueva tecnología en la obtención
de pruebas, dado que en nuestro Ordenamiento se conocen otras excepciones al principio de
40 En sentido contrario se manifiesta DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las
actuaciones judiciales», cit., pág. 1.275, quien considera que la excepcionalidad de la autorización de pruebas a
través de videoconferencia sólo puede predicarse respecto de la declaración de presos en cuyos casos puede
incidirse en las garantías procesales del interno‐acusado, pues: “En los restantes, la autorización del empleo
de estas tecnologías no debe limitarse a casos excepcionales o extraordinarios. Razones de oportunidad,
eficiencia, ahorro, etc., son más que suficientes para su puesta en acción. De hecho, la cautela excesiva no es
más que parte del proceso lógico y natural de adaptación psicológica a una tecnología novedosa, que
rápidamente se generalizará”. También otros autores se manifiestan en favor de una utilización generalizada
de este instrumento para la realización de todo tipo de actuaciones procesales, vid. VELASCO NÚÑEZ, «La
videoconferencia llega a los juzgados», cit., pág. 9.
17
inmediación que no lo mitigan, como es el caso, sino que directamente lo sacrifican 41 . En una
acertada apreciación se subraya en la SAP de Barcelona núm. 344/2005 (Sección 2ª), de 21
abril (ARP 2005\497), que «la disyuntiva se plantearía entre el mantenimiento a ultranza del
principio de inmediación, pudiendo ello derivar en detrimento del fin del proceso penal, o la
aceptación de prescindir del mismo en aras de dicho fin, admitiéndose entonces, de forma
excepcional, la supresión de la inmediación en la forma en que nosotros la entendemos».
Desde esta perspectiva, podrían sintetizarse en tres los supuestos en que legalmente
cabría la práctica de prueba a través de videoconferencia, dependiendo de que tipo de
circunstancia la justificase: si se ampara en supuestos en los que resulta conveniente en
atención al tiempo y lugar evitando una comparecencia dificultosa o gravosa estaremos
hablando de razones de oportunidad. Si, por el contrario, la declaración a distancia a lo que
obedece es a la conveniencia de su empleo para proteger algún otro interés digno de tutela y
en peligro, nos referiremos a razones de utilidad. Y, finalmente, según la LECRIM también
podrá motivarse la utilización de la videoconferencia por seguridad u orden público.
1.2. POR RAZONES DE OPORTUNIDAD: LA DECLARACIÓN DE TESTIGOS O PERITOS CUYA
COMPARECENCIA RESULTASE IMPOSIBLE O MUY GRAVOSA
En primer lugar y por razones de oportunidad, se podría efectuar la declaración
mediante videoconferencia cuando en atención a las circunstancias personales del perito o
testigo que reside fuera del lugar donde se celebra el juicio se considerase que su
comparecencia personal podría resultar extraordinariamente difícil o gravosa. No hay que
discurrir mucho para darnos cuenta de que esta previsión del art. 731 bis es parangonable a
la del art. 719 en el que «si el testigo imposibilitado de concurrir a la sesión no residiere en el
punto en que la misma se celebre, se librará exhorto o mandamiento para que sea examinado
ante el Juez correspondiente». Dicho de otro modo, en todos aquellos supuestos en los que
según la ley es posible el auxilio judicial —tanto nacional como internacional— será viable la
obtención de la declaración del testigo o perito a través de videoconferencia.
41 Así puede señalarse que en nuestro Ordenamiento jurídico se permite la utilización de declaraciones
prestadas durante la instrucción por un testigo fallecido o desaparecido en el acto del juicio oral; asimismo y
siempre que no haya oposición puede tomarse en consideración el informe pericial de los peritos
pertenecientes a organismos oficiales prescindiendo de su comparecencia en juicio. En todo caso, hay que
tener presente que en lo la Sala Segunda del TS, de forma unánime tras el Acuerdo no Jurisdiccional del Pleno
de 21 de mayo de 1999, ha considerado que la pericia habrá de practicarse en el juicio oral siempre que exista
impugnación manifestada por la defensa tanto si se refiere al contenido de la misma como si lo hace a los
presupuestos objetivos de validez. Asimismo, la LECRIM contempla alguna otra excepción a este principio, ya
que permite la incorporación al proceso de la prueba anticipada practicada a través de un medio técnico de
reproducción. Puede leerse en el art. 777.2 que: “Cuando, por razón del lugar de residencia de un testigo o
víctima, o por otro motivo, fuere de temer razonablemente que una prueba no podrá practicarse en el juicio
oral, o pudiera motivar su suspensión, el Juez de Instrucción practicará inmediatamente la misma,
asegurando en todo caso la posibilidad de contradicción de las partes. Dicha diligencia deberá documentarse
en soporte apto para la grabación y reproducción del sonido y de la imagen o por medio de acta autorizada
por el Secretario judicial, con expresión de los intervinientes. A efectos de su valoración como prueba en
sentencia, la parte a quien interese deberá instar en el juicio oral la reproducción de la grabación o la lectura
literal de la diligencia, en los términos del artículo 730». Idéntica previsión se contempla para los juicios
rápidos en el artículo 797.2 LECRIM.
Sobre las posibles excepciones la principio de inmediación, cfr. BACIGALUPO ZAPATER, «La noción de un
proceso penal con todas las garantías», Manuales de Formación Continuada, núm. 22, CGPJ, 2005, págs. 514‐519.
18
En estos casos, el hecho de que el auxilio judicial pueda llevarse a cabo mediante
videoconferencia contribuye de forma decisiva a la agilización de la tramitación del proceso,
eliminándose las dilaciones inherentes a la utilización de los exhortos y mandamientos 42 .
Más aún, podría decirse que en estos supuestos la tecnología de la videoconferencia revierte
en un mayor cumplimiento de las exigencias del principio de inmediación, en la medida en
que el órgano que se encuentra conociendo del asunto presenciará personalmente la práctica
de la prueba —aunque sea de forma mediática—, lo cual hasta el momento venía realizando
el tribunal requerido para prestar el auxilio judicial 43 . Luego, esta tecnología posibilita en
estos casos la “inmediación” (si quiera virtual), de lo distanciado físicamente.
Además, se potencia la agilización de los trámites procesales, esos que de otro modo se
prolongarían días e incluso meses y que en definitiva no se realizarían en presencia del
órgano que se encuentra conociendo del asunto. También se ha llegado a afirmar que en
estos supuestos la práctica de la prueba a través de videoconferencia favorece el derecho de
acceso a los tribunales y propicia la consecución de un proceso sin dilaciones indebidas 44 .
Incluso podría aventurarse que favorecerá la colaboración ciudadana con la Administración
de Justicia, en la medida en que tiende a evitar los desplazamientos gravosos cuando no
resulten estrictamente necesarios.
En la práctica también se ha recurrido a esta causa (imposibilidad o comparecencia
muy gravosa) para interrogar a través de videoconferencia a peritos que colaboran
frecuentemente con la Administración de Justicia 45 . Así sucede, por ejemplo, en los casos de
peritos que prestan sus servicios en organismos públicos de ámbito territorial muy amplio,
como son el Instituto Nacional de Toxicología, el de Médicos Forenses, la Agencia del
Medicamento y las Unidades especializadas de Policía Científica 46 . En todos estos casos, se
42 La conveniencia de la práctica de pruebas a través de videoconferencia cuando han de llevarse a cabo
mediante auxilio judicial se pone de manifiesto en la STS de 5 de octubre de 2001 (RJA 9045). Vid. también el
ATS de 19 de septiembre de 2002 (RJA 229857). Entre la doctrina vid. MAGRO SERVET, «La viabilidad legal del
uso de la videoconferencia para la celebración de los juicios rápidos», Actualidad Aranzadi, núm. 519, febrero,
2002, pág. 3; este mismo autor (con DE URBANO CASTRILLO), La prueba tecnológica en la Ley de Enjuiciamiento civil,
Navarra, 2003, pág. 70.
43 Afirma BUJOSA VADELL, «Prueba de testigos y cooperación judicial internacional en materia penal», Diario la
Ley, núm. 5627, octubre, 2002, pág. 2, que: “Las declaraciones testificales entre países distintos, a través de
comisiones rogatorias o de otros medios a distancia, necesariamente distorsionan estos principios y reducen el
nivel de garantías del proceso penal, aunque, bien es verdad, la alternativa en muchos casos puede ser, o la
impunidad con posible vulneración del derecho a la prueba, o, en caso de contar con declaraciones del testigo
en fase de investigaciones realizadas con las mínimas garantías, la aplicación del art. 730 LECrim y tras la
lectura en el juicio oral de esas declaraciones anteriores, propiciar el debate contradictorio”.
44 Para DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», op. cit., pág.
1.274, en la medida en que la utilización de la videoconferencia en estos supuestos garantiza los mencionados
derechos y principios: “En estos casos, la utilización de la videoconferencia y de los demás medios técnicos
que establece el art. 230 LOPJ no sólo incorpora una regla general de autorización, sino que impone al juez o
tribunal la responsabilidad de tomar en consideración todas las opciones tecnológicas disponibles para
asegurar la más amplia efectividad de los derechos anteriormente referidos”.
Cfr. STS de 20 de junio de 2005 (RJA 5194); SAP de Murcia de 11 de julio de 2005 (ARP 2005\626) y SAP de
Madrid de 8 de febrero de 2002 (ARP 124743).
45 Sobre este particular cfr. las SSAP de Burgos, de 9 de octubre de 2002 (ARP 283640) y de 23 de mayo de 2002
(ARP 193078) y de la AP de Lleida, de 15 de noviembre de 2002 (ARP 147555).
46 DE URBANO CASTRILLO, («La prueba pericial videográfica», La Ley Penal, núm. 4, abril, 2004, pág. 3), hace
referencia a ella como “prueba pericial videográfica” definiéndola como “aquella modalidad de pericia que se
19
ha considerado que la videoconferencia no sólo agiliza el proceso, sino que además se gana
en la eficiencia de estos servicios que podrán centrar sus esfuerzos en la realización de sus
informes, ratificándolos desde su propia sede 47 . Si no nos cabe la menor duda de que esto
último es así, es preciso advertir que el empleo de la videoconferencia en el desarrollo de un
proceso y más aun tratándose de una actividad probatoria debe fundamentarse en “intereses
procesales” que permitan considerar proporcional el sacrificio de la inmediación. De ahí, que
no debamos perder de vista que su uso puede encontrarse plenamente justificado en la
medida en que este tipo de tecnologías nos permiten la agilización de la actividad
jurisdiccional y, por ende, la consecución de un proceso sin dilaciones indebidas 48 . Por tanto,
y aunque indirectamente —o no tan indirectamente—, reporte una reducción en los costes
del servicio que presta la Administración de Justicia, no debemos en ningún caso permitir
que políticas organizativas de reducción de costes (materiales o humanos) sean las que
amparen el uso de las nuevas tecnologías per se.
Dentro de estos supuestos de oportunidad se encontraría sin lugar a dudas el de la
declaración de la víctima de un Estado miembro cuando el delito lo hubiese sufrido en otro
de los Estados de la UE. Con esta iniciativa contemplada en la Decisión Marco del Consejo de
15 de marzo de 2001, relativa al Estatuto de la Víctima en el Proceso Penal 49 , se pretende
poner fin a la impunidad en que suelen quedar los delitos cometidos contra ciudadanos
comunitarios particularmente en periodos vacacionales 50 .
1.3. POR RAZONES DE UTILIDAD: LA DECLARACIÓN DE TESTIGOS Y PERITOS PROTEGIDOS
Y DE LOS MENORES DE EDAD
En segundo lugar y en este caso podríamos decir que por razones de utilidad, la
videoconferencia podrá utilizarse para procurar que la declaración de determinados sujetos
se produzca de la forma más libre y espontánea posible. Para ello se tiende a utilizar esta
tecnología que permite evitar la confrontación visual del testigo (o, en su caso perito) con el
imputado, pues de no ser así podría dificultarse un testimonio natural debido a la
concurrencia de circunstancias determinantes de una especial presión sobre su persona, la de
sus familiares o sobre sus bienes. Este sería el caso de las declaraciones prestadas en relación
con determinadas infracciones, así por ejemplo, en los delitos contra la libertad sexual,
narcotráfico, trata de seres humanos y, en general, los delitos de banda organizada.
En estos casos la videoconferencia además permitirá paliar, al menos en parte, algunos
de los efectos que se producen como consecuencia de lo que se conoce como victimización
practica en un punto determinado, distinto de la Sala de Vistas del Juzgado o Tribunal, ante la cual se
visualiza, mediante una comunicación en tiempo real de imagen y sonido, permitiendo participar a las partes
procesales”.
47 DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», op. cit., pág. 1.281 y
MAGRO SERVET (con DE URBANO CASTRILLO), La prueba tecnológica en la Ley de Enjuiciamiento civil, Navarra, 2003,
pág. 69.
48 LLORENTE FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, «Sobre el Estado actual de las nuevas tecnologías en el proceso penal y
algunas propuestas de reforma», cit., pág. 5.
49 DOCE L 82, de 22.03.2001, p. 1.
50 En relación con este extremo vid. GARCÍA RODRÍGUEZ, «Las víctimas del delito en el espacio judicial europeo»,
Diario la Ley, núm. 5342, julio, 2001, págs. 5‐6.
20
secundaria 51 . Por ello, esta tecnología constituye un instrumento técnico idóneo para
complementar o posibilitar la aplicación de las medidas de protección de testigos y peritos
en causas criminales contempladas por la LO 19/1994, de 23 de diciembre 52 .
Dentro de estos supuestos el caso de los menores merecería una mención especial, pues
como ya adelantamos tanto en los arts. 9.1 y 11.2.d) de la LO 1/1996, de Protección Jurídica
del Menor como en los arts. 448.III y 707.II de la LECRIM, se dispone que las comparecencias
de los sujetos menores de edad ante los órganos judiciales deben practicarse de forma
adecuada a su situación y desarrollo evolutivo, preservando su intimidad y procurando
evitar, cuando resulte procedente la confrontación visual con el inculpado, para lo cual
puede resultar especialmente apta la declaración a través de videoconferencia 53 .
2. LA DECLARACIÓN DEL IMPUTADO A TRAVÉS DE VIDEOCONFERENCIA
Finalmente hay que analizar la posibilidad de obtención de la declaración del
imputado a través de videoconferencia. El legislador español al contemplar su uso, tanto en
la fase de investigación (art. 325) como en la fase de plenario (731 bis), hace referencia
expresa no sólo a aquellos sujetos llamados a comparecer en calidad de testigos o peritos
sino también de imputados. Por ello, en teoría tanto razones de oportunidad, como de
utilidad o de seguridad u orden público podrían llevar al órgano jurisdiccional a acordar el
interrogatorio del imputado a distancia.
Esta posibilidad hoy recogida expresamente en el tenor de la ley y con anterioridad
planteada sobre la base del art. 230 de la LOPJ ha suscitado opiniones contrapuestas. Ni que
decir tiene que no pueden compararse los supuestos de declaración de testigos o
interrogatorio de peritos con el del imputado, pues en este último caso nos encontramos ante
51 En relación con los beneficios que reporta el empleo de la videoconferencia cuando se trata de menores señala
DAMIÁN MORENO, «Un juicio sin miedo», Diario la Ley, Tribuna, núm. 6269, junio, 2005, pág. 1, que: “La codicia
institucional que exhiben ciertos representantes del Ministerio Público o el temor fundado de algunos jueces a
no respetar suficientemente las garantías constitucionales del acusado no pueden nunca poner a las víctimas
ante la tesitura de sufrir lo que los psicólogos llaman «victimización secundaria. No sólo hacen falta políticas
activas que les proporcionen el bienestar material que precisan y que protejan a los testigos más vulnerables
de la posibilidad de nuevas agresiones, sino también medios para intentar que no acudan con miedo a los
tribunales el día en que se vean en la necesidad de afrontar la traumática experiencia que supone revivir el
doloroso momento de enfrentarse a su agresor. Afortunadamente hoy la tecnología permite afrontar con éxito
esa situación sin tener que prescindir del juicio y de sacrificar por ello las garantías procesales del acusado. Ya
ni tan siquiera la presencia física es imprescindibles”.
Cfr. también DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», cit.,
pág. 1.280‐1.281 y VELASCO NÚÑEZ, «La videoconferencia llega a los juzgados», op. cit., pág. 9.
52 En estos casos, que en la práctica pueden llegar a resultar tan controvertidos, el problema real no se encuentra
en la obtención de la declaración a distancia, sino en la aplicación de dispositivos que nos permiten alterar la
imagen y el sonido, encontrándonos entonces ante lo que se conoce como “testigo oculto” o “anónimo”. En
relación con los mismos puede consultarse el trabajo de ZARAGOZA AGUADO, «La protección de acusados,
testigos y peritos en causas criminales en el ordenamiento jurídico español. Ámbito de aplicación de la Ley
Orgánica 19/94. El problema de los testigos ocultos y anónimos», Revista de Derecho y Proceso penal, núm. 7,
2002, págs. 67‐86.
53 En relación con los menores puede verse el pormenorizado estudio llevado a cabo por PÉREZ MARTELL, «La
declaración del menor en el proceso penal. ¿Cabe el uso de la videoconferencia?, Aranzadi Penal, núm. 2, 2003,
págs. 1‐17. Sobre esta materia puede verse la SAP de Sevilla de 5 de febrero (ARP 88888).
21
el sujeto del proceso penal, única parte procesal que litiga por un derecho propio, en la
medida en que pueden encontrarse en juego algunos de sus derechos más preciados. La
persona que está siendo enjuiciada no es por tanto un interviniente más en el proceso sino
que se trata de su protagonista, de ahí su necesaria presencia en el desarrollo de todas y cada
una de las actuaciones procesales.
Aunque no contamos con un precepto de carácter genérico en el que se establezca la
necesaria presencia material del imputado durante el acto del juicio oral, son muchos las
referencias indirectas que pueden hallarse en la LECRIM y que presumen su comparecencia
física en la sala de vistas. Así pueden citarse entre otros el art. 687 en el que se prevé la
posibilidad de apercibir o expulsar al procesado de la sala cuando altere el orden; el art. 688
en el que se dispone que tratándose de pena correccional el Presidente habrá de preguntar al
acusado si se confiesa reo del delito que se le imputa; el art. 689 en el que se contempla la
posibilidad del procesado de prestar conformidad con la calificación más grave; y el art. 739
en el que se prevé el derecho a la última palabra. Además de todos estos preceptos que
presuponen la asistencia del procesado al acto del juicio, el propio derecho de defensa
establecido en el art. 118 de la LECRIM parte del hecho de que el sujeto de este derecho
fundamental e inalienable es el propio imputado, de ahí que la autodefensa, consistente en la
intervención directa y personal del imputado, presuma ya su comparecencia durante el
proceso 54 .
Pues bien, en este contexto algunos autores se han mostrado reacios o suspicaces ante
la posibilidad de que el interrogatorio del imputado pueda obtenerse a través de
videoconferencia, al considerar que se estarían vulnerando el derecho de defensa y el
principio de inmediación. En cuanto a este último, recordar que pese a que la comparecencia
mediática no es parangonable a la física, su empleo excepcional en atención a otras
circunstancias es lo que nos permitiría comprobar si su uso es proporcional y, por
consiguiente, justifica el sacrificio de la inmediación tal y como se ha concebido
tradicionalmente.
En lo que atañe al derecho de defensa, se ha considerado que sólo la presencia física del
imputado en la sala de vistas permite la comunicación confidencial con el abogado defensor
para hacerse mutuamente las indicaciones que consideren oportunas, lo cual no es sino una
de las garantías del derecho de defensa 55 . Si la única objeción en cuanto al derecho de
defensa fuese la entrevista reservada y confidencial no nos hallaríamos ante un obstáculo
insalvable, pues las nuevas tecnologías de la información y comunicación cuentan con
medios que posibilitarían este tipo de comunicación. La solución a estos problemas, de
concurrir realmente circunstancias extraordinarias que justificasen la utilización de la
videoconferencia, pasaría por la adopción o bien de las cautelas ya previstas en el art. 63.2
del Estatuto de la Corte Penal Internacional —adopción de los medios técnicos necesarios
54 Aunque nuestra LECRIM parece potenciar la defensa técnica en detrimento de la autodefensa, se trata de un
derecho fundamental reconocido en algunos otros instrumentos de derecho internacional ratificados por
España, así en el art. 14.3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el art. 6.3 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos.
55 En relación con el nacimiento y contenido del derecho de defensa tras las últimas reformas legislativas, cfr.
LÓPEZ JIMÉNEZ, «La intervención del abogado defensor en el proceso penal ordinario, abreviado y en el
enjuiciamiento rápido de delitos a la luz de lo previsto por la Ley 38/2002, de 24 de octubre», Tribunales de
Justicia, núm. 4, 2003, págs. 1‐19.
22
para posibilitar una comunicación privada entre ambos—; o bien, por la designación de un
abogado colaborador que se encontrase junto al acusado en el lugar donde se produce la
declaración. No debemos olvidar que el derecho de defensa se satisface siempre que el
procesado cuente con todas las facultades que comporta el contenido de esta garantía 56 ,
luego poniendo a disposición del imputado los medios técnicos para hacer efectiva la
comunicación privada no debiéramos entender vulnerado este contenido.
Finalmente, señalar que curiosamente algunos de los más fervientes impulsores del uso
de la videoconferencia, se han mostrado contrarios a su uso en los casos del imputado
cuando se trata de juicios por jurado, considerando que dado que en el art. 42.2 de la LOTJ se
prevé en concreto el lugar que en la sala de vistas debe ocupar el imputado, en ningún caso
se podrá obtener su declaración a distancia. A mi juicio, se trata de un argumento
ciertamente frágil, pues puede considerarse que el mencionado precepto fue una disposición
que trataba de ordenar físicamente las salas de vistas a las necesidades del una nueva
realidad, el jurado, y que aprovechaba para situar al imputado en el lugar más cercano a su
abogado para posibilitar su comunicación directa con el mismo; pero esto no puede ser un
obstáculo para la aplicación, siquiera excepcional, de lo previsto en el art. 731 bis de la
LECRIM.
En la práctica forense y amparándose en razones de seguridad, se llevó a cabo a un
proceso en el que no sólo el interrogatorio sino que el desarrollo completo del juicio fue
seguido por los imputados a través de videoconferencia desde el Centro Penitenciario. Se
trataba del conocido como “Juicio de Foncalent”, en el que la Audiencia Provincial de
Alicante decidió que la celebración del proceso se seguiría por los procesados desde los
distintos centros de internamiento a los que habían sido trasladados dada su peligrosidad
(veinte presos que habían protagonizado un motín en el Centro Penitenciario de Foncalent).
En el Auto de la AP de Alicante de 29 de julio de 2002 en el que se acuerda la declaración de
los imputados mediante el sistema de videoconferencia —del que disponen tanto la
Audiencia de Alicante como los Centros Penitenciarios de Fontcalent y Picassent, en los que
se encuentran distribuidos—, se considera que se «garantiza la seguridad en su celebración y
produce idénticas garantías que si estuvieran físicamente en la Sala, habida cuenta que se
desplazará a un fedatario judicial tanto al centro penitenciario de Fontcalent como al de
Picassent, a fin de dar fe de que se recibe perfectamente la señal, imagen y sonido y que los
acusados reciben y entienden perfectamente las preguntas que se les formulan, de tal manera
que en la Sala el secretario judicial de la Sección 1ª da fe de que se recibe correctamente la
imagen y sonido de los dos centros penitenciarios y de que las preguntas que se formulan
son las que son contestadas por los acusados, produciéndose un perfecto ensamblaje entre
ambos fedatarios judiciales. El secretario judicial que está en el centro penitenciario da fe de
la recepción concreta de las preguntas que le formula el Presidente del Tribunal, el
Ministerio Fiscal y partes presentes en el acto, así como de las contestaciones que da a las
preguntas formuladas que son cotejadas con la presencia al mismo tiempo del secretario
judicial que está físicamente en la Sala». Además, continúa diciendo que «se entiende que en
el presente caso concurren razones excepcionales que aconsejan el uso de la videoconferencia
en razón a las especiales circunstancias del juicio, delitos que se imputan por el Ministerio
Fiscal y la larga lista de acusados e incluso testigos que se encuentran en prisión por otras
56 Vid. MORENO CATENA, La defensa en el proceso penal, Madrid, 1982, pág. 24.
23
causas que permiten el uso de la videoconferencia desde dos centros penitenciarios
sustituyendo la presencia física en la sala con sendos fedatarios judiciales. Además, se da
cumplimiento a la motivación de su uso por medio de la presente resolución judicial».
Las defensas no tardaron en impugnar la celebración del juicio seguido a distancia por
los procesados, al considerar que se vulneraban las garantías constitucionales del derecho de
defensa. Y el pronunciamiento del Tribunal Supremo no se hizo esperar suscitando
opiniones encontradas. En la STS de 16 de mayo de 2005 (RJ 2005\6586) se declara nula la
Sentencia de 2 diciembre 2002 dictada por la AP de Alicante (ARP 2003\587) debiéndose
celebrar de nuevo la vista oral, al considerarse que no queda plenamente garantizado el
derecho de defensa y tampoco haberse podido acreditar las circunstancias excepcionales de
peligrosidad que permitan ponderar la ausencia de los procesados en la sala de vistas.
Además, hace alusión a la ausencia de relevancia de cuestiones tales como «el ahorro de
gastos o de las dificultades y molestias derivadas de traslados y comparecencias, pues es
obligación del Estado, dentro del correcto ejercicio de su «ius puniendi», facilitar los medios
necesarios para respetar los principios rectores de nuestro sistema de enjuiciamiento,
siempre que fuere posible 57 . Concluyen los argumentos del TS considerando que «sólo
motivos de absoluta imposibilidad de asistencia personal del acusado servirían para
justificar, válidamente, el empleo en estos casos de los novedosos métodos contemplados en
nuestra legislación, en especial cuando de la presencia del propio acusado se trate»; llegando
a recomendar un cambio legislativo para que el acusado esté situado en la sala de vistas
durante el juicio oral junto con su abogado defensor.
Pues bien, hemos de coincidir con nuestro más Alto Tribunal en que la utilización de la
videoconferencia debe establecerse desde “planteamientos rigurosamente restrictivos”; pero,
esta rigurosidad no puede se tal que se niegue todo atisbo de posibilidad de obtener la
declaración de un imputado a través de videoconferencia. En este sentido, coincidimos
plenamente con aquellos que han entendido que tal vez la interpretación del TS, que llega a
hacer referencia como única causa de ausencia la enfermedad del imputado, constituye —si
se me permite la expresión— un “exceso receloso” y garantista de los derechos del
imputado, frente a una práctica probablemente fruto de un “exceso confiado” en las
posibilidades que brinda la utilización de la videoconferencia en el proceso penal 58 .
A nuestro juicio hoy no cabe duda de que la posibilidad de obtener la declaración del
imputado a distancia es legal, pues así se contempla en el tenor literal de un precepto el 731
bis de la LECRIM, al menos de momento constitucional. Cuestión distinta será el uso que de
esta facultad deban hacer los tribunales, pues la especial condición del imputado, que no es
57 Pese a que han sido muchos los autores que han hecho referencia a este tipo de ventajas que ofrece la
videoconferencia, (entre otros DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones
judiciales», op. cit., pág. 1.280 y VELASCO NÚÑEZ, «La videoconferencia llega a los juzgados», op. cit., pág. 9); lo
cierto es que como ya dijimos este tipo de políticas organizativas no pueden en modo alguno justificar una
modificación de las formas y garantías que ha de revestir el proceso penal.
58 Afirma MUÑOZ CUESTA, «Celebración del juicio oral sin la presencia física de los acusados, declarando por
videoconferencia…», cit., pág. 2, que: “El Tribunal Supremo se decanta por un uso absolutamente restringido
de la posibilidad de ausencia del acusado en el juicio con presencia virtual en el mismo a través del medio de
la videoconferencia, posición que si bien está fundada en el derecho de defensa y asistencia jurídica del
acusado creemos que puede ser algo más flexible, siempre sin merma de los repetidos principios que rigen el
proceso penal y ese derecho”.
24
sino el sujeto protagonista del proceso, requiere aún si cabe de una mayor excepcionalidad
en la adopción de esta medida 59 .
Además hay que decir que nuestro Ordenamiento conoce algunas excepciones a la
preceptiva asistencia del imputado al proceso. De un lado, se contempla la posibilidad de
celebrar juicios en ausencia, cuando tratándose de pena privativa de libertad ésta no exceda
de dos años o siendo de otra naturaleza de seis (art. 786.1 LECRIM). En estos casos, prestando
su conformidad el propio imputado, tal y como se hace en otros ordenamientos de nuestro
entorno—, y existiendo circunstancias que justificasen la imposibilidad o dificultad de
comparecer no creemos que se pudiese plantear ningún tipo de objeción legal; pues, la ley no
sólo prevé la posibilidad de que el juicio se pudiese llevar a cabo sin su presencia, sino que
además también contempla la posibilidad de su “comparecencia a distancia”, aunque se trate
de supuestos excepcionales (art. 731 bis LECRIM). Además de en estos casos, también parece
razonable admitir la declaración a través de videoconferencia en los supuestos previstos en
el art. 970 en relación con el 971 ambos de la LECRIM, en los que se prevé la posibilidad de
que residiendo el imputado fuera de la demarcación del juzgado ante el que se celebra la
vista no existirá obligación de concurrir al acto del juicio, de modo que podrá dirigir al juez
escrito alegando lo que estime conveniente en su defensa, así como apoderar a abogado o
procurador que presente en aquel acto las alegaciones y las pruebas de descargo que tuviere.
En este contexto debemos concluir que deberá ser el órgano jurisdiccional en cada caso
concreto el que realice un juicio de proporcionalidad y razonabilidad del empleo de la
videoconferencia, en atención a las circunstancias, que habrán de ser realmente excepcionales
para que legitimen la sustitución de la presencia física del imputado por la comparecencia
virtual, garantizando que con ello no se vulnera ninguna de las garantías del derecho de
defensa 60 . Y, en todo caso, la medida habrá de ser motivada permitiendo así su control y
posible impugnación 61 . De lo que se trata, en última instancia, es de no relativizar la
importancia que tiene el plenario; quizás, debamos recordar que la Justicia se ha impartido
tradicionalmente en palacios revestidos de una gran simbología y ornamentación, donde las
vistas se celebraban con una serie de formalidades y rituales que tal vez tengan un mayor
significado y trascendencia del que acostumbramos a darles.
3. EL PROCESO PARA LA PRODUCCIÓN DE UNA ACTUACIÓN JUDICIAL A TRAVÉS DE
VIDEOCONFERENCIA
59 Son muchos los autores que ponen de relieve la necesidad de extremar las precauciones cuando se trata del
imputado pues en estos casos la utilización de la videoconferencia puede incidir en las garantías del derecho
de defensa. En este sentido, entre otros, PÉREZ GIL, «El uso de las NIT en la mejor gestión procesal», op. cit.,
nota 18, pág. 7.
60 Así para DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», cit., pág.
1.274, quien se muestra favorable a la utilización de la videoconferencia como un modo general de práctica de
la prueba, sólo señala como “excepcional o extraordinario” su aplicación al interrogatorio de los presos, pues
considera que: “En estos casos la ponderación de los intereses en juego, en cuanto puede colisionar con las
garantías procesales del interno‐acusado, ha de imponer que, únicamente en supuestos excepcionales y
debidamente justificados por las razones antedichas (la extrema peligrosidad de algunos reclusos, riesgos de
fuga y problemas de orden o seguridad pública), se impida al acusado la presencia física ante el Tribunal”.
61 Cfr. VELASCO NÚÑEZ, «La videoconferencia llega a los juzgados», cit., pág. 9. Vid. también la SAP de Madrid
de 8 de febrero de 2002 (ARP 124743).
25
3.1. SOLICITUD DE LA PRÁCTICA DE UNA ACTUACIÓN MEDIANTE VIDEOCONFERENCIA
En principio la iniciativa de practicar una prueba a través de videoconferencia podrá
partir tanto del órgano jurisdiccional como de cualquiera de los sujetos que participen en el
proceso. Parece conveniente que las partes así como el Ministerio fiscal debieran ser oídas
para que pudieran poner de manifiesto lo que considerasen oportuno acerca de la
proporcionalidad, idoneidad y posible afectación de derechos o principios por la modalidad
de la práctica probatoria propuesta 62 . Si con carácter general puede decirse que resultaría
conveniente escuchar a las partes, no cabe duda que así deberá ser cuando lo que pretenda
llevarse a cabo a través de este recurso tecnológico sea la declaración del imputado privado
de libertad 63 .
3.2. ADOPCIÓN MEDIANTE RESOLUCIÓN MOTIVADA
La resolución mediante la cual se acuerde la realización de la práctica de la prueba a
través de videoconferencia deberá ser motivada, extendiéndose su razonamiento a la
conveniencia, proporcionalidad e idoneidad de que la práctica de la prueba se lleve a cabo a
través de esta modalidad atendiendo al fin perseguido, y que permitiría justificar la quiebra
del principio de que las actuaciones judiciales deben realizarse en la presencia inmediata del
juez o tribunal. La exteriorización de las razones que avalan o justifican la práctica de la
prueba a través de este medio, será lo que permita la impugnación por cualquiera de las
partes que no la considere procedente por comportar la merma de algunos de sus derechos
fundamentales. Además, sería conveniente que en dicha resolución se hiciese expresa
mención de las cautelas que serán adoptadas para salvaguardar los derechos de cualquiera
de las partes, que pudiesen verse afectados, particularmente las garantías del derecho de
defensa y los principios de inmediación y contradicción 64 .
Por tanto, y dada la ausencia de una concreta regulación acerca de la forma en que
debe acordarse y desarrollarse la práctica de la prueba a través del formato telemático, esta
decisión del órgano jurisdiccional deberá ser el resultado de un análisis pormenorizado de
las circunstancias que rodean a cada caso atendiendo, como ya dijimos anteriormente, a la
conveniencia, proporcionalidad, idoneidad y sobre todo a la posible afectación d derechos
fundamentales.
3.3. GARANTÍAS PARA SU PRÁCTICA
A) La identidad del declarante
62 En sentido contrario, afirma DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones
judiciales», cit., pág. 1.283, que: “No parece imprescindible que, de forma previa, deba oírse a las partes sobre
la oportunidad y pertinencia de utilizar el recurso tecnológico, en los casos de razones de protección de
derechos de víctimas de delitos o menores, en los de alejamiento físico de quienes han de comparecer o de
búsqueda de mayor eficiencia en el desempeño del trabajo en Institutos o laboratorios especializados
(periciales). Todo ello sin perjuicio del derecho de las partes a impugnar la resolución acordada”.
63 DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», cit., pág. 1.283.
de examinarse el caso, y atender a cuestiones que la hagan atendible y que no se basen en una inercia de
comodidad […]. El criterio decisional, por otro lado, no es el de la necesidad ni el de la indiferencia sino el la
conveniencia o adecuación, en relación al caso, previa exposición de las razones concretas que hagan oportuna
su práctica por este medio”.
26
En el art. 229. 3 de la LOPJ se dispone que en los casos en que una actuación procesal
sea realizada a través de videoconferencia, «el secretario judicial del juzgado o tribunal que
haya acordado la medida acreditará desde la propia sede judicial la identidad de las
personas que intervengan a través de videoconferencia mediante la previa remisión o la
exhibición directa de la documentación, por conocimiento personal o por cualquier otro
medio procesal idóneo». Por lo tanto, la comprobación de la identidad del declarante no
conlleva dificultad alguna, pudiéndose realizar incluso en el mismo acto de la prueba
remitiéndose por fax o a través de uno de los recursos que ofrece la videoconferencia como
es el portadocumentos o la cámara de documentos.
B) Autenticidad e integridad de la actuación judicial practicada a través de videoconferencia
La comunicación bidireccional e interactiva que proporciona la videoconferencia en
tiempo real permite asegurar la autenticidad e integridad del testimonio que se está
prestando y que es percibido de una forma directa e inmediata por el propio órgano
jurisdiccional, que si bien de modo virtual, se encuentra tomando parte en la actuación
procesal, pese a la distancia física que les pueda separar 65 . Si esto es así cuando el sistema de
videoconferencia funciona de modo correcto, se hecha en falta una regulación técnica sobre
su uso, pues resulta evidente que si la tecnología falla no será posible la práctica de la
actuación, pero muchas más dudas suscitan aquellas otras eventualidades que pueden surgir
durante su uso sin llegar a frustrar la actuación y que, por seguridad jurídica, debieran
encontrarse previstas y reguladas. Buena prueba de ellos nos ofrece DE URBANO CASTRILLO,
quien sugiere que se piense «que aun en el caso de que la conexión y transmisión sea buena,
al estarse en los albores de estas pruebas tecnológicas, no es imposible que se produzcan
anomalías como las siguientes: campo reducido de imagen, que produce tomas estáticas que
cansan la atención; imperfecciones de la grabación, que hace no se capte con suficiente
nitidez las expresiones o gestos del perito, o más grave aún, los datos numéricos u otros
aspectos de la prueba, que en condiciones normales son comprobados «de visu» por el
propio Tribunal, al acercarse el documento, objeto, utensilio etc., a los mismos estrados;
asincronía sonido e imagen, con el problema de no poder tener una impresión valorativa
correcta del lenguaje visual que acompaña al lenguaje oral del perito; dificultades de éste
para apercibirse de las reacciones de la Sala, el público o las partes, a su declaración y
comentarios, etc. Pero puede suceder que llegado el día y hora prevista para la práctica de la
prueba, la técnica lo impida y no sea posible realizarla» 66 .
C) Fe pública judicial
En el desarrollo de una prueba a través de videoconferencia desempeña un papel
esencial el secretario judicial en cuanto fedatario público. La integridad del intercambio de
información propiciado a través de este sistema requerirá de la participación de dos
secretarios, uno en la sede del órgano enjuiciador y otro en el lugar desde el que se presta
testimonio, que habrán de dar fe de todo lo acontecido en el desarrollo de la
videoconferencia. Cada uno de ellos habrá de levantar un acta en el que se hagan constar
todos los extremos relativos a la práctica de la prueba a través de esta modalidad telemática,
65 Vid. art. 5.a) RD 1608/2005, de 30 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento Orgánico del Cuerpo de
Secretarios Judiciales.
66 «La prueba pericial videográfica», cit., pág. 9.
27
haciendo especial hincapié en la correcta recepción tanto del sonido como de la imagen 67 . En
concreto y de conformidad con el art. 229.3 de la LOPJ deberá que la videoconferencia
permite «la comunicación bidireccional y simultánea de la imagen y sonido y la interacción
visual, auditiva y verbal […], asegurando en todo caso la posibilidad de contradicción de las
partes y la salvaguarda del derecho de defensa».
Por tanto, la actuación de los secretarios judiciales en estos casos no se circunscribirá
únicamente a la dación de fe pública sino que además serán garantes de la seguridad jurídica
pues habrán de comprobar que se cumple la autenticidad e integridad de la actividad
probatoria realizada por medio de la videoconferencia.
Luego, la defensa de los derechos fundamentales en esta modalidad probatoria habrá
de extenderse de modo especial al aseguramiento de las exigencias derivadas de la fe pública
judicial, haciendo ésta extensible a todos aquellos puntos de emisión que hayan sido
conectados para la realización del acto procesal de que se trate 68 . Este extremo ha sido
interpretado de muy distintas formas. Mientras que para algunos será necesaria la
intervención de un secretario únicamente en la sala de vistas 69 ; para otros, la intervención del
fedatario público en el lugar de emisión no será precisa en todo caso 70 . A nuestro juicio, ni
una ni otra posición resultan satisfactorias, puesto que los actos realizados a través de
videoconferencia para que cuenten con fe pública precisarán de un secretario en cada uno de
los lugares de emisión y recepción, para poder así ser documentados en actas en las que se
puedan hacer constar cualquier tipo de incidencia (de imagen o sonido) que tuviese lugar
durante la celebración del acto. Por tanto, la práctica de la prueba a través de este mecanismo
requerirá de la presencia de fedatarios públicos tanto en la sala del órgano jurisdiccional
donde se celebra el juicio como en el lugar donde se encuentre el sujeto que presta
declaración 71 . Aunque con anterioridad a la reforma operada por la LO 19/2003, de 23 de
69 VELASCO NÚÑEZ, «La videoconferencia llega a los juzgados», op. cit., pág. 9.
70 Para DE LA MATA AMAYA, «La utilización de la videoconferencia en las actuaciones judiciales», op. cit., pág.
1.285: “En la mayor parte de los supuestos, la fe pública puede extenderse, como literalmente apunta la
Instrucción de la Fiscalía General del Estado, a todos los puntos de emisión/recepción conectados […] el
secretario judicial presente en la Sala de vistas puede dar fe por sí solo de toda la actuación judicial, tanto de
lo que acontece en la Sala de vistas como en los puntos remotos, en cuanto dispone: a) De la información
técnica que le proporciona el propio equipo (acerca de cuáles son los números conectados, y el estado y
mantenimiento de la conexión, etc.) b) De la información técnica que le proporcionan los técnicos de apoyo
presentes en ambos puntos acerca del nivel de calidad de la recepción de imágenes y sonido; c) De las
comprobaciones personales que realice tanto sobre la identificación y titularidad de los números y el lugar
donde están instalados los equipos a que tales números corresponden, como sobre la identidad de las
personas participantes d) De su propia percepción visual y auditiva del testimonio”.
71 De esta opinión se muestran partidarios MAGRO SERVET, (con DE URBANO CASTRILLO), La prueba tecnológica en la
Ley de Enjuiciamiento civil, Navarra, 2003, pág. 70. Así es como de hecho se está llevando en la práctica de ahí
que podamos leer en la SAP de Madrid, de 8 de febrero de 2002 (ARP 124743), que: “La garantía de la
autenticidad o fehaciencia la otorga la presencia, tanto en el lugar donde se encuentra el declarante como en la
sede del Tribunal, de un Secretario judicial, quienes redactarán las correspondientes actas; una expresando la
identificación del testigo o perito, la realidad de la conexión por videoconferencia con el juzgado o tribunal
exhortante, la hora y el día en la que se llevó a cabo la diligencia, y demás incidencias que se hayan
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diciembre, y de conformidad con lo previsto en el art. 282.1 de la LOPJ cabría la presencia de
un oficial habilitado donde se encuentre constituido el tribunal y un secretario donde se esté
prestando la declaración; en la actualidad, y según se dispone en el art. 453.1 de la LOPJ, la fe
pública corresponde en exclusiva a los secretarios judiciales, luego se requiere la
intervención de los mismos tanto en la sala de vistas como en la sala desde la que se declara.
De este modo, se posibilitará que el secretario judicial que se halle con el testigo o perito dé
fe de su identificación y de que las preguntas que le son hechas son comprendidas por el
mismo; mientras que el secretario del órgano jurisdiccional, dará fe de las respuestas
recibidas así como de que el acto se está reduciendo en unidad de acto.
3.4. DOCUMENTACIÓN DE LA DILIGENCIA PRACTICADA A TRAVÉS DE
VIDEOCONFERENCIA
Aunque nada se dice en la LECRIM, dado que las disposiciones de la LECIV deben
entenderse como supletorias, podemos considerar que la documentación de la actividad
probatoria desarrollada a través de videoconferencia se documentará según lo previsto en el
art. 147 del mencionado texto en el que se dispone que las actuaciones orales en vistas y
comparecencias se registrarán en soporte apto para la grabación y reproducción 72 . La
grabación de la actuación llevada a cabo mediante videoconferencia hace que desaparezca la
desconfianza relativa a la fidelidad de las actas manuscritas por el secretario, además de este
modo se puede verificar autenticidad de lo acontecido tanto en la sala donde se desarrollo el
juicio oral como en la que se llevó a cabo la declaración a distancia. De este modo
generaríamos lo que algún autor ha calificado como “declaración en conserva” 73 , que pese a
los reparos que pueda suscitar favorece o posibilita en alguna medida la inmediación en la
segunda instancia. Además de conformidad con el art. 11 a) del RD 1608/2005, de 30 de
diciembre, por el que se aprueba el Reglamento Orgánico del Cuerpo de Secretarios
Judiciales, éstos en su función de documentación habrán de promover el empleo de los
medios técnicos, audiovisuales e informáticos con los que cuenten.
La excepcionalidad en la práctica de diligencias a través de videoconferencia cuando se
trata de actos de prueba, puede ceder e incluso desaparecer cuando nos encontramos ante
otras actuaciones que no tienen la consideración de propiamente jurisdiccionales y que
consecuentemente no tendrán porque realizarse físicamente en la sede del tribunal. Así por
ejemplo, podrían realizarse mediante videoconferencia en el caso de los menores infractores
las entrevistas que deban realizársele tanto por la Fiscalía como por los Juzgados de Menores
producido, uniendo ese acta al exhorto que se devuelva, sin perjuicio de por vía más rápida (fax o correo
electrónico) copia de la misma; y la otra, del Secretario del Tribunal ante el que se celebra el juicio, en la que
constará la forma en que se ha practicado la prueba y el contenido de las manifestaciones del testigo o perito”.
72 MAGRO SERVET, («La validez en juicio de las declaraciones de los testigos y víctimas en la instrucción de los
juicios rápidos», Diario la Ley, núm. 5651, noviembre, 2002, pág. 3), señala que en una futura reforma de la
LECRIM se debería contemplar la obligatoriedad de la grabación de todos los juicios en soporte técnico. Tal y
como se establece en el art. 147 de la LECIV. De esta misma opinión se muestra partidario LLORENTE
FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, «Sobre el Estado actual de las nuevas tecnologías en el proceso penal y algunas
propuestas de reforma», cit., nota. 5, pág. 2.
73 JAÉN VALLEJO, «Los principios de la prueba en el proceso penal español»,
www.unifr.ch/derechopenal/articulos/html/artjae1.htm
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desde el propio Centro de Internamiento. Lo mismo podría decirse de las entrevistas del
Fiscal con internos en Centros Penitenciarios así como de las entrevistas de los Jueces de
Vigilancia Penitenciaria con los reclusos sometidos a su jurisdicción 74 .
En el foro el empleo de esta tecnología también se ha extendido a la práctica de algunas
diligencias de investigación no contempladas expresamente en el art. 325 de la LECRIM, este
sería el caso por ejemplo del reconocimiento en rueda, habiendo señalado el propio Tribunal
Supremo que es preferible su práctica a través de videoconferencia que por reconocimiento
fotográfico 75 . Ni que decir tiene que el uso de esta tecnología en algunas de estas diligencias
mejora las previsiones legislativas. En efecto, en el art. 422.I de la LECRIM puede leerse que
«si el testigo residiere fuera del partido o término municipal del juez que instruyese el
sumario, éste se abstendrá de mandarle comparecer a su presencia, a no ser que lo considere
absolutamente necesario para la comprobación del delito o para el reconocimiento de la
persona del delincuente, ordenándolo en este caso por auto motivado»; y en el párrafo
segundo continúa diciendo que «también deberá evitar la comparecencia de los empleados de
vigilancia pública que tengan su residencia en punto distinto de la capital del juzgado, de los
jefes de estación, maquinistas, fogoneros, conductores, telegrafistas, factores, recaudadores,
guarda‐agujas u otros agentes que desempeñen funciones análogas, a los cuales citará por
conducto de sus jefes inmediatos cuando sea absolutamente indispensable su
comparecencia». Pues bien, en todos estos casos la videoconferencia permitiría la
colaboración directa de estos sujetos durante la fase de investigación evitando esos
desplazamientos que el propio legislador parece considerar gravosos.
Finalmente, cabría señalar que existen otro tipo de actuaciones de carácter gubernativo
que se ven favorecidas por la instalación de los sistemas de videoconferencia, así por
ejemplo, se facilita la celebración de Juntas de jueces provinciales o autonómicas, así como
las Juntas de Fiscales de la capital con los de los destacamentos ubicados en distintos
partidos judiciales entre sí 76 . Entre estas actuaciones de carácter gubernativo podrían
incluirse también las diligencias informativas o instrucción de expedientes disciplinarios. En
todos estos casos, la videoconferencia permite un ahorro significativo de costes y dilaciones,
sin que en estos casos se encuentren estén comprometidos derechos o principios
fundamentales como sucede con las actuaciones del juicio oral, es decir, las propiamente
jurisdiccionales. También las legislaciones que contemplan las indemnizaciones para las
víctimas de delitos violentos prevén la posibilidad de que en la tramitación de estas ayudas
estatales el que fuese víctima de la agresión pueda comparecer en el procedimiento
administrativo a través de videoconferencia 77 .
testigo, se encontraba en Las Rozas (Madrid) mientras que el preso estaba en Galicia y aún no se utilizaba el
sistema de videoconferencia, que ahora sí se usa en algunas ocasiones, muy útil para evitar gastos y
desplazamientos en esta clase de diligencias”. Cfr. también LLORENTE FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, «Sobre el
Estado actual de las nuevas tecnologías en el proceso penal y algunas propuestas de reforma», cit., pág. 5.
76 VELASCO NÚÑEZ, «La videoconferencia llega a los juzgados», op. cit., pág. 9.
77 Vid. Real Decreto 738/1997, por el que se aprueba el Reglamento de ayudas a las víctimas de delitos violentos
y contra la libertad sexual; el Reglamento de Ayudas a las víctimas de delitos de terrorismo y Reglamento de
ejecución de la Ley 32/1999, de 8 de octubre, de solidaridad con las víctimas del terrorismo, modificados
30
Por tanto, cabe afirmar que existe un importante campo de aplicación de la
videoconferencia en la gestión ordinaria de la Administración de Justicia. Esto implica,
consiguientemente, que debe efectuarse un esfuerzo por desterrar todos esas suspicacias que
su uso ha despertado durante algún tiempo, pues no cabe duda de que la videoconferencia
reporta mayores ventajas que inconvenientes, redundandado en definitiva en la consecución
de una Justicia más moderna, ágil y eficaz, que es en definitiva lo que se persigue con la
introducción de las nuevas tecnologías en el proceso.
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32