La corrupción es parte de nuestra historia y el problema que más resiente la sociedad
peruana. En la última encuesta de opinión de Ipsos así lo dejó en evidencia: 91% de los peruanos considera que el problema de la corrupción va en aumento. Y en efecto, el problema de la corrupción no es un “escándalo más”, sino algo estructural en el país. Y esta es una verdad dolorosa. Con todos estos episodios políticos negativos desde el inicio de nuestra República hemos llegado a concluir: la corrupción se convirtió en la manera de gestionar el poder en Perú. Si analizamos la definición de “corrupción” como el: “Abuso de posiciones de poder o de confianza, para el beneficio particular en detrimento del interés colectivo, realizado a través de ofrecer o solicitar, entregar o recibir bienes o dinero en especie, en servicios o beneficios, a cambio de acciones, decisiones u omisiones”. Por lo tanto, entenderemos: “La corrupción está enquistada seriamente en los poderes del Estado y es parte de nuestra idiosincrasia”. La tan pregonada democracia participativa no está dando frutos contra la corrupción. Por ejemplo, tomando como referencia la palabra de moda, nuestro “hermanito” país, Chile, el segundo país de América Latina, con menor percepción de corrupción, recientemente por unos escándalos puntuales se incrementó exponencialmente dicho índice, pues no hay tolerancia. Tener una sociedad que reacciona fuerte y rápidamente frente a la corrupción es clave. Una sociedad adormilada en el formol de la corrupción es lo peor. Los gremios deben emprender con mayor empeño la lucha contra la corrupción. Esto implica ir más allá de comunicados y firmas de manifiestos o declaraciones. Hay que ser más proactivos, denunciando los casos concretos, colaborando con las autoridades y también dinamizando una tolerancia cero con los corruptos, exponiéndolos a una clara sanción social. ¿Hay algo por hacer? Según el Barómetro de las Américas de Lapop, el primer lugar en América Latina como el país que menciona a la corrupción como el mayor problema nacional; y también el primer lugar entre 25 países del mundo, según el Global Advisor de Ipsos, como el país al que más le preocupa la corrupción, seguido de Malasia y Rusia. Además, probablemente pocos recuerden que cuando se pregunta ¿qué te avergüenza de ser peruano? 68% responde la corrupción, seguido de 56% la delincuencia y 45% la falta de justicia, que no es lo mismo, pero está muy relacionado. La corrupción es, si se quiere, el peor cáncer de una democracia, porque corroe la posibilidad de establecer relaciones de confianza en la sociedad. Este problema va en aumento y puede ser una bomba para la democracia peruana. Un electorado desesperado puede caer otra vez en las garras de cualquier demagogo que cale en la opinión. Y seamos muy conscientes que la puerta de entrada de la corrupción es la financiación de las campañas políticas y el desinterés presentado por la mayoría de peruanos que solo nos indignamos y no hacemos nada al respecto. Lo único claro es que el Perú enfrenta ahora un gran problema de corrupción, pero también una gran oportunidad para salir adelante reescribiendo la edad oscura y corrupta de su historia.