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Hace 46.000-50.

000 años
Horno sapíens llega a Europa. Hace 20.000-30.000 años
Casi todos los europeos actuales Pobladores de Asia central
proceden de las líneas de ADN se desplazan hacia Europa
mitocondrial que aparecieron hace y hacia Beringia.
entre 13.000 y 50.000 años.

Hace 80.000 años


Un grupo humano cruza
el sur de la península
• Arábiga, camino de la
• India. Toda la población
no africana desciende de
este grupo.

Orígenes africanos
Hace más de 150.000 años,
los humanos actuales
-nuestros antepasados Hace 120.000 años Hace 75.000 años
según el ADN mitocondrial- Un grupo humano se desplaza Pobladores humanos
vivían en África. al norte por Egipto e Israel, de la India se desplazan
pero se extingue hace hacia China y el sureste
90.000 años. asiático.
Hace 22.000-25.000 años
Grupos humanos cruzan
el estrecho de Bering por
el puente de tierra que unía
Alaska y Siberia.

'." .
Hace 40.000 años
Pobladoresde la costa
orientalasiática se desplazan
haciael oeste por la Ruta de Hace 15.000-19.000 años
laSeda. Utensilios y herramientas
encontrados en Pensilvania
demuestran que hubo grupos
Hace 40.000 años humanos que emigraron a
Pobladoresde Pakistán América antes del período
remontanel río Jndo y se glacial.
adentranen Asia central.

,
o

Hace 70.000 años


Grupos humanos
pasan de Timar
a Australia.

Hace 12.500 años


Utensilios y huellas de población
humana encontrados en Monte
Verde, Chile.
LOS SENDEROS DEL EDÉN

SERIE MAYOR
Directores:
JOSEP FONTANA Y GONZALO PONTÓN
STEPHEN OPPENHEIMER

LOS SENDEROS ~

DELEDEN
ORÍGENES Y EVOLUCIÓN
DE LA ESPECIE HUMANA

Traducción castellana de
ANTONIO-PROMETEO MOYA

CRÍTICA
BARCELONA
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier me-
dio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de
ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

Título original:
OUTOFEDEN
The peopling of the world

Diseño de la cubierta: Joan Batallé


Fotocomposición: Pacmer, S.A.
Revisión general: Isabel Germán
© 2003, Stephen Oppenheimer
© 2004 de la traducción castellana para España y América:
CRíTICA,S. L., Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona
e-mail: editorial@ed-critica.es
http://www.ed-critica.es

ISBN: 84-8432-572-5
Depósito legal: M. 39.960-2004
Impreso en España
2004 - BROSMAC, S.L., Polígono Industrial 1, calle C, 31
28932, Móstoles (Madrid)
Para mis hijos Maylin y David,
para mi esposa Freda
y para mis padres.

Para saber adónde vamos,


hay que saber dónde estamos;
y para saber esto, hay que saber de dónde venimos.
Versión filipina de un proverbio de Oceanía
AGRADECIMIENTOS

Desde que Cann, Stoneking y Wilson publicaron, hace dieciséis años,


su decisivo trabajo sobre nuestros orígenes africanos, son muchas las
personas de todo el mundo que han contribuido al conocimiento de nues-
tro pasado por los crecientes árboles genéticos de los humanos actuales.
Entre ellas se encuentran los sujetos de estudio, el personal de laborato-
rio, los doctorandos, los investigadores de posdoctorado, etc., hasta los
directores de laboratorios concretos. Hasta donde me ha sido posible he
procurado identificar las aportaciones citando los trabajos pertinentes;
pero aunque las publicaciones citadas son el principal fruto visible de las
investigaciones de los científicos, éstos se basan tanto en el trabajo con-
cienzudo como en esa moneda de cambio más fluida y transferible que
son las ideas originales. Las ideas, como las buenas canciones, corren de
boca en boca y a veces ocultan su procedencia. Raras veces se concreta
su autoría y en los trabajos colectivos resulta difícil averiguado.
Los primeros trabajos sobre ADN mitocondrial se realizaron en Es-
tados Unidos a finales de los años setenta y se debieron a Wesley Brown
y Douglas Wallace. Todo el mundo admite que el fallecido Allan Wilson,
principal autor del artículo de Cann y otros de 1987, ha sido fuente de
inspiración de quienes lo siguieron. En el presente libro cito sobre todo
trabajos publicados en fecha posterior. Gracias al creciente ritmo inves-
tigador de la década de 1990 y de los primeros años del siglo XXI, hay
personal nuevo en escena. Sin desestimar la aportación de otros grupos
y asociados, me gustaría destacar a un círculo de científicos que ha pro-
movido el «método filogeográfico» para la reconstrucción de los movi-
mientos de la humanidad prehistórica. Instalados en distintos puntos de
Europa, estos científicos se reconocen, por decido de algún modo, por-
10 LOS SENDEROS DEL EDÉN

que otros genetistas disienten de sus métodos. En este círculo se encuen-


tran los genetistas Martin Richards, Antonio Torroni, Silvana Santachia-
ra-Benerecetti, Toomas Kivisild (que trabaja con Richard Villems) y Peter
Forster. Lo revolucionario de su trabajo fue la matemática empleada para
la nueva construcción de árboles. También me gustaría destacar al erudi-
to y matemático Hans-Jürgen Bandelt ya Vincent Macaulay, físico, es-
tadístico y matemático, cuyos métodos pioneros han ayudado a muchos
equipos, algunos de Rusia y China, en fecha reciente. En un campo de in-
vestigación notable por su competitividad, es sorprendente la cantidad de
ideas que tienen en común los miembros de este CÍrculo.
La faz del cromosoma Y comenzó a perfilarse gracias a ciertos gene-
tistas de Leicester (Mark Jobling y Matt Hurles) y de Oxford (Chris Ty-
ler-Smith), pero luego quedó en manos de laboratorios norteamericanos
que contaban con una buena financiación; los mejores ejemplos son los
equipos de Peter Underhill (dirigido por Luca Cavalli-Sforza) y Mike
Hammer. Gracias a su amplio repertorio de marcadores gen éticos han
hecho mucho por construir el árbol del cromosoma Y con el mismo deta-
lle que el del ADN mitocondrial. Puesto que el ADN mitocondrial es re-
lativamente pequeño, su información tiene un límite y es inevitable que el
cromo soma y acabe aventajándole, aunque su datación seguirá siendo
un problema. Lluís Quintana-Murci (actualmente en París) ha hecho im-
portantes aportaciones al desarrollo de ambos árboles.
Cuando las ideas y opiniones que expongo no son mías, cito los tra-
bajos que han supuesto progresos particulares. Remitirse a los autores
cuando corresponde es una función de la bibliografía y tan importante
como mostrar que la argumentación se basa en pruebas. Los libros de di-
vulgación sobre genética que no llevan bibliografía pueden dar a enten-
der que todo se debe al autor. Pero citando publicaciones no agoto mi
gratitud por las deudas contraídas durante la redacción de este libro.
Mientras lo escribía recibí mucha ayuda directa de personas que me de-
dicaron su tiempo para explicarme cosas, criticaron mis ideas de manera
constructiva y me hicieron sugerencias. Ante todo he de dar las gracias
a Martin Richards, con quien entré en contacto hace unos años; yo bus-
caba a su jefe, pero quiso la suerte que lo encontrara a él. Martin me ha
dedicado una atención incesante e incluso realizó una lectura crítica del
manuscrito. En mi opinión, es uno de los grandes profetas de este campo
científico. A continuación viene Vicent Macaulay, por nuestras muchas
horas de comunicación telefónica y otros conceptos, y tras él Hans Ben-
delt, Peter Forster, Toomas Kivisild y Chris Tyler-Smith. Por el estudio
AGRADECIMIENTOS 11

genético de los Orang-Asli de Malaisia, quisiera dar las gracias a los


coautores británicos, Catherine Hill, Martin Richards, William Meehan,
James Blackburn, Mike Ward y Douglas Clarke, y también a nuestros
colaboradores extranjeros, en particular a Adi Taha, sin cuyo extraor-
dinario esfuerzo habría fracasado el estudio, a Patima Ismail, mi cola-
borador genético malayo, a David Bulbeck, que me animó a seguir la tra-
yectoria de su estudio, y a Muhamad Mahfuz Bin Nordin; y a Norrulhuda
Mohamad Halim, a Norazila Kassim Shaari, a Joseph Maripa Raja, a
Antonio Torroni, a Chiara Rengo, a los colaboradores Orang-Asli, a la
JHEOA [Dirección General de Asuntos Orang-Asli, de Malaisia] y, como
es lógico, a Discovery Channel por su ayuda económica.
Hay más genetistas que me han concedido su tiempo y hecho suge-
rencias. Durante unos años, mientras escribía el presente libro, asistí a la
magnífica serie de seminarios que organizó el finado Ryk Ward y que
trató multitud de temas de bioantropología. Tim Crow me explicó la es-
peciación humana por el cromosoma Y. Chris Tyler-Smith, Peter Under-
hill, Mark Jobling, Matt Hurles, Mark Stoneking y Lluís Quintana-Mur-
ci me dieron buenos consejos. Roger Dawkins y Joe Williamson tuvieron
la amabilidad de leer las galeradas en un tiempo récord y me hicieron
sugerencias muy útiles.
He recibido asimismo gran ayuda instructiva de algunos arqueólo-
gos, en particular de Derek Roe, que me dio lecciones prácticas sobre
hojas líticas; de Andrew Sherratt, que me corrigió, también con lecciones
prácticas, algunas ideas equivocadas sobre la importancia de la reduc-
ción del tamaño y el uso de las empuñaduras en el Paleolítico, leyó todo
el libro y me hizo críticas constructivas sobre el Prólogo y los capítulos 2
y 3; de David Bulbeck, que leyó los capítulos 4-7 con el casco de arqueó-
logo y antropólogo. Zuraina Majid me condujo por la secuencia cultural
de los guijarros tallados (pebble-tools) de la cuenca del Lenggong. Susan
Keates me ayudó mucho con las referencias y leyó los capítulos 5 y 6.
Seife Berhe organizó la visita de campo eritrea y tuvo la amabilidad de
enseñarme los arrecifes antiguos que había descubierto. Ipoi Datan me
facilitó una visita a las cuevas de Niah. Graeme Barker, Ian Lilley, Chris
Stringer, Mike Morwood, Tim Reynolds, Beatrice Clayre, Sandra Bowdler,
Rob Foley, Marta Lahr, William Davies y Paul Pettitt también me conce-
dieron su tiempo y me hicieron sugerencias.
Acerca de mis agentes, Julian Friedmann y Carole Blake, sólo tengo
palabras de elogio y recomendación para quienes tengan la suerte de
contratarlos.
12 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Mis editores ingleses, Constable and Robinson, han sido muy pacien-
tes y no han escatimado esfuerzos para transformar un libro escrito con
intención académica en algo más ameno y accesible. Creo que han hecho
un buen trabajo. El primer lugar de la lista corresponde al equipo edi-
torial: Pete Duncan (mi corrector de estilo), John Woodruff, Anna Wi-
lliamson, Sara Peacock y Jane Anson. El ilustrador Bill Smuts realizó
unos mapas magníficos con mis múltiples dibujos. Pero hay otros, como
Gary Chapman, Sallie Robins y Jennifer Duthie.
Muchos otros que no figuran en los grupos mencionados me ayuda-
ron igualmente. Georgina Harvey, que investigó la literatura sobre el Toba
y me puso en contacto con el oceanógrafo Eelco Rohling, que me ilus-
tró sobre la prehistoria de la salinidad del mar Rojo. Un antiguo amigo,
George Wells, me obligó a revolver los 200 años de historia de los dos
paradigmas del origen del lenguaje. Roger y Geeta Kingdon me dieron a
conocer el trabajo de Jonathan Kingdon, y John Robinson me propor-
cionó referencias y mucho apoyo. Por último he de mencionar a mi mu-
jer, Freda, que siempre ha hecho mejores fotos que yo y me ha ayudado
en todo momento.
Que haga constar mi gratitud hacia estas personas no significa ne-
cesariamente que estén de acuerdo con las opiniones expresadas en este
libro.
PREFACIO

Imaginemos una cola de facturación de equipajes en el aeropuerto


de Chicago o de Londres. Hay siete personas esperando y cada una mira
hacia un punto diferente. Una es un procurador de origen afrocaribeño,
otra es una joven rubia cuya familia procede del norte de Europa, otra
un informático nacido en la India. Otra es un adolescente chino que oye
música con los cascos puestos. Las tres restantes van a asistir a una con-
ferencia sobre pintura rupestre y una es de Australia, otra de Nueva Gui-
nea y la tercera de Suramérica. Las siete están calladas y evitan mirar-
se porque no se conocen y no creen tener ninguna relación entre sí. Sin
embargo, podría demostrarse que las siete personas están relacionadas
y que en última instancia todas tienen dos antepasados africanos comu-
nes, uno masculino y otro femenino.
En todas nuestras células hay genes. Los genes están hechos de
ADN, el código vital en forma de cadena que determina lo que so-
mos, desde las uñas hasta el potencial innato para tocar el piano. Si
analizáramos los genes de cualquiera de estas siete personas, podría-
mos reconstruir la ruta geográfica seguida por sus antepasados hasta
llegar a su primitiva cuna africana, en el alba de la especie. Además,
si distribuyéramos a estas personas de dos en dos y comparásemos
sus genes, descubriríamos que tienen en común un antepasado más
reciente que vivió con toda seguridad fuera de África (véase la figu-
ra 0.3). Más aún, creo que actualmente podemos comprobar dónde
vivieron estos antepasados y cuándo abandonaron su respectiva pa-
tria. La posibilidad de esta comprobación ha cristalizado durante la
última década, gracias a la labor innovadora de una serie de investi-
gadores.
14 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Muchos nos hemos preguntado qué encontraríamos si pudiéramos


subir a una máquina del tiempo y remontar nuestro árbol genealágico.
¿ Hasta dónde llegaríamos? ¿ Descubriríamos que estamos vagamente
emparentados con algúnfamoso o algún canalla célebre? ¿Cuántas ge-
neraciones tendríamos que recorrer hasta llegar a los primeros huma-
nos? ¿ Se remonta nuestra línea hasta los monos, y después hasta los gu-
sanos, y después hasta los seres unicelulares, como sostenía Darwin? Por
las áridas clases de biología de la facultad sabemos que debe ser así,
pero al igual que cuando afrontamos la incertidumbre de lo que sucede
después de la muerte, cuesta hacerse una idea de conjunto.
Actualmente estamos tan acostumbrados a los progresos técnicos que
el asombro se va reduciendo conforme se producen. Sin embargo, hasta
hace muy poco, la posibilidad de que los genetistas reconstruyeran, con
ayuda de los genes, la historia detallada de cómo poblamos el planeta
no pasaba de ser una fantasía. Su pesimismo se debía a que casi todos
los genes que estudiaban se mezclaban en cada generación y, en cual-
quier caso, eran comunes a casi todas las poblaciones. Su misión era
más o menos como reconstruir una mano de póker analizando los naipes
después de barajar. Era casi imposible reconstruir un árbol genealágico
genético más allá de unos centenares de años, y no digamos hasta el ori-
gen de la especie. Casi todas las poblaciones humanas son muy pareci-
das por debajo de la piel. ¿ Por dónde había que empezar?
Todo esto ha cambiado en los últimos diez años gracias al empleo de
líneas genéticas sexuales, los llamados genes Adán-y-Eva. A diferencia
de los demás genes, el ADN mitocondrial (serie de genes que están fue-
ra del núcleo de la célula) se hereda sólo por vía materna, y el cromo-
soma Y lo heredan sólo los varones. Estos dos paquetes de genes vincu-
lados al sexo se transmiten intactos de generación en generación, sin
que se mezclen, y en consecuencia se pueden rastrear para llegar a nues-
tros antepasados, a los primeros mamiferos e incluso a los gusanos y co-
sas peores. Podemos así trazar dos árboles genéticos, uno para nuestros
padres y otro para nuestras madres. El resultado es que en cualquier po-
blación, sea cual fuere el tamaño, podemos remontar por uno de estos
dos árboles genéticos el linaje de dos individuos cualesquiera hasta lle-
gar al antepasado común más reciente. Al margen de si este antepasado
vivió hace 200,5.000 o 150.000 años, todos los antepasados tienen un
lugar establecido en los árboles genéticos Adán-y-Eva que se han recons-
truido hace poco. Son auténticos árboles genealágicos de líneas genéticas
de humanos modernos, con ramificaciones reales. Cada rama de cada
PREFACIO 15

árbol puede fecharse (aunque la seguridad de la datación deja todavía


mucho que desear).
En la actualidad pueden ensamblarse muchos árboles genéticos re-
gionales, como un rompecabezas gigante que se empieza juntando bordes
con caracerísticas definidas. En el curso de la última década se ha con-
seguido componer una imagen en que las líneas gen éticas Adán-y-Eva
parten de África y se extienden por todos los rincones del mundo. Ha lle-
gado ya a ese punto de satisfacción en que, como en los rompecabezas,
el dibujo general adquiere de repente forma y coherencia; aunque faltan
todavía muchas piezas, se van colocando en el árbol y en el mapa con
facilidad y velocidad crecientes. Se ha acelerado tanto el ritmo que el
personal que trabaja en una región concreta puede no enterarse de que
en otra ha habido progresos revolucionarios. El árbol y toda su copa
pueden proyectarse ya sobre un mapa del mundo que pone de manifies-
to por dónde viajaron nuestros antepasados y sus líneas genéticas mien-
tras conquistaban el planeta.
La nueva herramienta intelectual ha resuelto algunas de las aparen-
tes paradojas que arrojaba la comparación entre la historia cultural y la
historia biológica de los últimos 150.000 años. Incluso podemos ya em-
plazar los fósiles regionales de este período en el lugar exacto que les
corresponde en el árbol genético de la vida.
Se han despejado muchos enigmas. Ahora resulta que el mundo no es
un crisol genético común, con movimientos y mezclas masivos en la
prehistoria; por el contrario, la mayoría de los individuos de la diáspo-
ra humana moderna ha permanecido en las colonias que fundaron sus
antepasados. Casi todos llevan viviendo en esos lugares desde mucho an-
tes de la última glaciación. También podemos rastrear lafecha de migra-
ciones concretas producidas durante los últimos 80.000 años. Así, tras
no tener más que un cuadro con mucha diversidad y poca definición,
ahora podemos enfocar con mayor concreción las ramificadas redes de
la exploración humana.
Los nuevos árboles genéticos han resuelto también otros viejos y co-
nocidos problemas arqueológicos. Uno es la polémica sobre si nues-
tros orígenes son africanos o multirregionales. La teoría africanista dice
que todos los humanos modernos que viven fuera de África descienden
de una oleada migratoria que salió de este continente hace menos de
100.000 años. Este éxodo acabó con todos los humanos anteriores en
toda la superficie terrestre. En cambio, los multirregionalistas aducen
que las poblaciones humanas primitivas, el Horno neanderthalensis (los
16 LOS SENDEROS DEL EDÉN

neandertales) de Europa y el Horno erectus del Lejano Oriente, evolucio-


naron y formaron las razas locales que vemos actualmente en el mundo.
La teoría africanista ha ganado la partida porque los nuevos árbo-
les genéticos nos conducen directamente a África en los últimos 100.000
años. 1 En nuestro árbol genético no hay rastros de especies humanas an-
teriores, exceptuando evidentemente las raíces, donde podemos medir la
distancia genética que nos separa de los neandertales. Éstos se han cla-
sificado ya genéticamente utilizando ADN mitocondrial antiguo y pare-
ce que son nuestros primos más que nuestros antepasados. Ellos y no-
sotros tenemos un antepasado común, el Horno helmei.
Los actuales defensores del africanismo suelen curarse en salud ale-
gando que los australianos, los asiáticos y los europeos proceden de dis-
tintas emigraciones africanas de Horno sapiens. No es así: en los árboles
genéticos masculino y femenino sólo hay una línea que sale de África.
Ésta es la tesis del presente libro. No hubo más que un éxodo de humanos
africanos: en ambas líneas sexuales sólo hubo un antepasado genético
común que fue en un caso la madre y en el otro el padre de toda la hu-
manidad no africana.
Hay más prejuicios que se han venido abajo. Ciertos arqueólogos y
antropólogos europeos sostienen desde hace mucho que los europeos fue-
ron los primeros que aprendieron a pintar, a tallar, a tener una cultura
compleja, incluso a hablar; casi como si los europeos representaran un
importante progreso biológico. La estructura del árbol genético corrige
esta idea. Los aborígenes australianos están emparentados con los eu-
ropeos y ambos grupos tienen un antepasado común que aparece poco
después de la emigración africana hacia Yemen, que se produjo hace
unos 70.000 años. Aquellos humanos se desplazaron lentamente por las
costas del océano Índico y alfinalfueron de isla en isla por 1ndonesia has-
ta llegar a Australia, donde, completamente aislados, produjeron sus com-
plejas y singulares culturas artísticas. Las primeras pinturas rupestres
australianas son tan antiguas por lo menos como las primeras europeas.
Puede que los humanos salieran de África sabiendo ya pintar.
Otra antigua polémica arqueológica se refiere a la difusión de la cul-
tura neolítica desde Turquía hacia Europa, hace 8.000 años. ¿ Elimina-
ron y sustituyeron los agricultores de Oriente Próximo a los cazadores
europeos o las innovaciones se difundieron más pacíficamente, recon-
virtiendo las comunidades paleolíticas de cazadores-recolecto res ? La
respuesta genética es clara: el 80 por 100 de los europeos modernos des-
ciende de los antiguos tipos genéticos de cazadores-recolectores y sólo
PREFACIO 17

el20 por 100 procede de los agricultores de Oriente Próximo. Los viejos
no eran tan frágiles. 2
Por último, y por desplazamos a la otra punta del mundo, siempre ha
habido especulaciones vistosas sobre los orígenes de los polinesios. Thor
Heyerdahl no fue el primero (la verdad es que el capitán Cook estuvo más
cerca de acertar cuando adujo que había un vínculo polinesio con el ar-
chipiélago malayo). Los arqueólogos han alegado durante los últimos
quince años que los polinesios procedían de Taiwan. El árbol genético lo
desmiente; los antepasados de los tripulantes de las grandes piraguas
partieron de un punto más avanzado: Indonesia oriental. 3
Por volver a nuestra cola del aeropuerto, deberíamos recordar asi-
mismo que todos somos personajes de esta historia genética, dado que el
99 por 100 de la reconstrucción de nuestros antiguos árboles genéticos se
llevó a cabo con ADN moderno, donado voluntariamente por personas
de distintas regiones del mundo. Es una historia que afecta a todos y cada
uno de nosotros.
PRÓLOGO

Muchos antropólogos dicen hoy que procedemos de África, pero


¿cómo lo saben? Si todos salimos de allí en fecha relativamente reciente,
¿por qué parece haber distintas razas de humanos? ¿Qué parentesco tie-
nen estas razas? ¿Es válida la idea de «raza»? ¿Formamos parte de una
sola familia o los indígenas africanos, australianos, europeos y asiáticos
orientales han tenido un origen distinto y una evolución paralela? ¿Y por
qué nosotros? ¿Qué fuerza clave en la historia de la evolución permi-
tió que los descendientes de unos monos que acababan de bajar de los ár-
boles recorrieran andando la sabana africana y menos de dos millones de
años después aterrizaran en la luna?
The Aseent of Man de Jacob Bronowski y The Making of Mankind de
Richard Leakey fueron documentales decisivos que despertaron el inte-
rés público por la evolución humana. Sin embargo, al igual que toda teo-
ría basada en opiniones; dejaron muchos problemas sin resolver. La falta
de pruebas pertinentes también ponía de manifiesto que en aquellas fe-
chas, de modo inevitable, había lagunas informativas. Hallazgos bioló-
gicos y arqueológicos posteriores nos han permitido llenar algunas lagu-
nas y plantear problemas nuevos. Actualmente estamos en condiciones
de corregir la distorsionada opinión que tenemos sobre lo que realmente
nos diferencia de nuestros antepasados y de nuestros primos vivos, los
grandes monos, y de destruir los mitos que han dificultado el progreso en
épocas anteriores.
El análisis del ADN ha aumentado enormemente el conocimiento de
la historia biológica regional de los humanos modernos. Como veremos
más adelante, los llamados genes Adán-y-Eva nos permiten realmente
retroceder en el tiempo y en el espacio para seguir los desplazamientos
20 LOS SENDEROS DEL EDÉ

de la familia humana por todo el globo. Pero no todos los progresos se


han hecho en biología molecular. La paleoantropología, el estudio de
nuestros antepasados, ha dado importantes saltos adelante en distintos
campos desde que Leakey presentó su síntesis, hace más de veinte años.
En primer lugar, una serie de cráneos primitivos recién encontrados den-
tro y fuera de África ha resuelto la escala temporal y el alcance geográ-
fico de las repetidas emigraciones africanas de los dos últimos millones
de años. Otros cráneos hallados han prolongado la rama que une a nues-
tros antepasados con cráneos de chimpancés de cronología anterior. En
segundo lugar, el análisis comparado de la forma craneana tiene hoy una
base más científica gracias a la aparición de los ordenadores de alta velo-
cidad, con el resultado de que ahora es lícito acercar cráneos clave de po-
blaciones prehistóricas de todo el mundo a las ramas del árbol genético
humano y poner a sus descendientes actuales en las subramificaciones.
Esta forma de definir las ramas del árbol biológico de los humanos
modernos, la comparación de cráneos, tenía fama de ser una seudocien-
cia vinculada al racismo a causa de las actividades de los antropólogos
nazis a mediados del siglo xx. Motivos diferentes, mayor objetividad y
matemáticas más seguras han permitido a los paleontólogos posteriores
a los años sesenta añadir detalles al árbol homínido y al de los humanos
modernos. El creciente interés público por este campo y el persistente te-
mor de que se pusiera al servicio del nacionalismo y el racismo han con-
ducido por desgracia a un campo minado de eufemismos «políticamen-
te correctos», preparado por los antropólogos occidentales con objeto de
protegemos de nuestros prejuicios. Aunque este lenguaje tiene la fina-
lidad manifiesta de definir con mayor claridad las diferencias entre las
poblaciones, el resultado ha sido el oscurecimiento y la prohibición de la
polémica. Por ejemplo, «raza» es hoy un término políticamente incorrec-
to y «etnia» también lo es en algunos CÍrculos. Esta susceptibilidad de-
bería ser más un reto que un obstáculo. Hablar de las diferencias huma-
nas es racista cuando las prioridades son la competencia, la exclusión y
el desprecio. Pero también puede ser una celebración constructiva de
nuestra diversidad.
En este libro trato sobre todo de asuntos de nuestra historia reciente,
es decir, de los últimos 200.000 años, que pueden solucionarse retroce-
diendo en el tiempo con nuestros genes. Pero para hacerlo debidamente
y comprender lo que nos indujo a explorar todos los rincones del plane-
ta y más allá, tenemos que preguntamos antes que nada: «¿Por qué noso-
tros?». Las fuerzas que gobernaron nuestra supervivencia adaptativa en
PRÓLOGO 21

la sabana africana, superando obstáculos poderosísimos, son la clave de


nuestra naturaleza y de nuestra historia excepcional. No nos «pusieron»
aquí totalmente formados, pensando, hablando, únicos entre los anima-
les. Nos seleccionó y moldeó especialmente un medio feroz, ciego e irra-
cional. Como todas las especies en desarrollo, tuvimos antepasados y
primos que tenían algunas de nuestras habilidades, pero que perecieron
ante la adversidad. Nuestra adaptación física y conductual se concentró
en sobrevivir en la lucha contra el clima, nuestro mayor enemigo y nues-
tro maestro más severo.
Uno de los cuentos inmortales de Precisamente así de Rudyard Ki-
pling habla del pequeño elefante que en tiempos aún no tenía trompa y
torturaba a sus tíos con sus preguntas molestas. Cometió el error de acu-
dir al cocodrilo para preguntarle qué cenaba normalmente. El cocodrilo
le dijo que se acercara si quería oír la respuesta. En cuanto se acercó el
elefante, el cocodrilo cerró las fauces, le pilló la nariz y tiró con fuerza.
El pequeño elefante tiró también y consiguió soltarse al poco rato, pero
entonces comprobó que la nariz se le había convertido en un apéndice lar-
go y delgado. Esta fábula de Kipling, como otras de la misma serie, se
burla de la teoría de la evolución de Jean-Baptiste de Lamarck, que se ba-
saba en la transmisión de los caracteres adquiridos, pero hay un asomo
de realidad darwiniana en el resultado. Por medios poco recomendables,
el pequeño elefante consiguió una nariz modificada de una utilidad ex-
cepcional, aunque le costó un poco darse cuenta. De modo semejante, las
modificaciones que han tenido lugar en nuestro encéfalo, en nuestras
manos liberadas, en nuestros pies, y en la vida familiar y social han sido
resultado selectivo de la recurrente inclemencia del clima de los últimos
millones de años, y hemos dado a estas modificaciones usos nuevos y
excepcionales.
Uno de los hallazgos más sorprendentes procede del creciente cono-
cimiento de los efectos de los ciclos glaciales de los últimos 2,5 millones
de años en la evolución y dispersión de los humanos fuera de África.
Aunque los cambios climáticos fuertes suelen causar extinciones en
masa entre la megafauna, parece que el surgimiento de especies humanas
nuevas y más resistentes coincidió con glaciaciones intensas y expansio-
nes notables de la sabana africana. Sin embargo, es posible que el clima
haya sido un motor de primer orden de la evolución homínida durante
más tiempo. Los primates tienen por lo general más destreza manual, un
cerebro más grande, una alimentación más variada y una vida social más
compleja que la mayoría de los mamíferos contemporáneos. Hace diez
22 LOS SENDEROS DEL EDÉN

millones de años, África era un exuberante paraíso con grandes bosques


abiertos y espacio para diversas especies de simios. Ya por entonces ha-
bía varias especies de primates, no sólo simios, que intentaban vivir a ras
de suelo y en las praderas que rodeaban las islas y lenguas de bosque. La
pradera africana ha venido ampliándose desde entonces, conforme el cli-
ma del planeta se enfriaba y se secaba, pero ha ocurrido en rachas cíclicas
de frecuencia y dureza crecientes.

SIMIOS ANDANTES

Según sabemos por los efectos de nuestra última glaciación, la fase


peor del ciclo, aunque breve, puede producir extinciones en masa. Sólo
los que sobreviven a estos episodios climáticos pueden transmitir su tipo
genético, que contiene rasgos especiales tal vez seleccionados por el
entorno. Hace entre 7 y 8 millones de años se produjo una reducción es-
pectacular de las especies de simios y al mismo tiempo un proceso de en-
friamiento planetario y de expansión de la pradera que duró millones de
años. Algunos han sugerido que esta breve época glacial señala el mo-
mento de la división entre nuestros antepasados y los antepasados de los
chimpancés modernos. El cambio físico inicial más importante que expe-
rimentaron nuestros antepasados, la bipedación (andar con dos pies), po-
dría haberse incubado en este período. Sin embargo, la prueba más anti-
gua de bipedación se ha visto sólo en esqueletos de Australopithecus
anamensis, un simio andante de hace cuatro millones de años, hallado a
orillas del lago Turkana, en Kenia septentrional, en 1995. I
Muchos piensan que entre la expansión de la pradera y el paso de la
vida cuadrumana en los bosques a la bipedación en la sabana hubo una
relación de causa y efecto. Puede que sea verdad, pero si tenemos en cuen-
ta a los colmilludos depredadores con quienes compartían el medio, es
poco probable que los primeros simios bípedo s se adentraran mucho en
la llanura y se alejaran de la protección de las islas de bosque. En cual-
quier caso, otros primates, como los antepasados de los papiones, se las
apañaron bastante bien en la sabana andando a cuatro patas (al igual que
los papiones modernos).
Otros han propuesto teorías alternativas de por qué fue beneficioso
adoptar la postura erguida, por ejemplo porque mantenía la cabeza fres-
ca, en sentido literaf o, como en el caso de los suricatas africanos, por-
que permitía vigilar a los depredadores de la llanura. Sin embargo, el ce-
PRÓLOGO 23

rebro de nuestros antepasados, aunque mayor que el de casi todos los de-
más mamíferos terrestres, no era más grande que el de nuestro primo el
chimpancé y, por lo tanto, no debía de ser mucho el peligro de sobreca-
lentamiento. Y no es lo mismo ponerse erguido -cosa que hacen mu-
chos mamíferos, como los monos, los chimpancés, los osos y los surica-
tas- que andar habitualmente con dos extremidades durante largos
períodos. La idea de liberar las manos para hacer travesuras como em-
puñar palos pesados para la caza (o más probablemente para defenderse
de los depredadores, ya que nuestros antepasados eran básicamente ve-
getarianos) resulta interesante entendida como fuerza evolutiva. Por des-
gracia no tenemos ninguna prueba material, porque la madera desapare-
ce y no conocemos útiles de piedra de aquellos tiempos.
Después de aquellos primitivos simios andantes, de los que sólo te-
nemos todavía indicios fragmentarios, apareció la famosa familia de
«Lucy», el Australopithecus afarensis. Donald Johanson descubrió un
esqueleto parcial femenino en 1974, en Hadar, Etiopía. Vivió hace 3-4 mi-
llones de años y su especie medía entre 1 m y 1,5 m de estatura, con una
tendencia más acentuada a la postura erguida ya la bipedación, y una pel-
vis más parecida a la nuestra. Por encima del cuello terminaban las se-
mejanzas, ya que su cráneo y su cerebro eran de chimpancé (375-500 crrr'
de volumen), aunque sus caninos eran más pequeños (véase la lámina 1).
Como en el caso de los gorilas, las hembras eran mucho menores, lo que
sugería una sociedad-harén. Otra versión bípeda (Australopithecus afri-
canus) vivió hace 2-3 millones de años; no obstante tener el mismo ta-
maño que los chimpancés, su cerebro, con un volumen medio que osci-
laba entre 420 y 500 crrr', era ligeramente mayor. Sus dientes también
eran menores y más parecidos a los nuestros. Convendría decir que estos
dos bípedos concretos no representan pasos obligatorios en una cadena
evolutiva que culmina con nosotros: en aquellos tiempos, nuestro ante-
pasado habría podido ser perfectamente otra especie, aún por descubrir.
Por ejemplo, cabe la posibilidad de que nuestro antepasado más próximo
fuera una especie recientemente descubierta, de hace unos 3,6 millones
de años y llamada Kenyanthropus platyops, que significa «hombre cari-
chato de Kenia» (véase la figura 0.1). La cara chata, un rasgo humano,
podría ser un puente entre los simios andantes y nosotros. Lo que es segu-
ro, sin embargo, es que durante los escasos millones de años en que los
australopitecos (esimios del sur») y sus antepasados inmediatos reco-
rrieron andando la pradera africana sólo vemos un crecimiento encefáli-
co moderado, no un aumento espectacular.
24 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Chimpancé
Orrorin tugenensis •

-
Sahelanthropus tchadensis

Ardipithecus ramidus.

Australopithecus
Paranthropus

Paranthropus aethiopicus

africanus _
boisei ••••••

_
_
Paranthropus robustus

Australopithecus afarensis ••••


• Australopithecus garhi
Kenyanthropus platyops •

Australopithecus bahrelghazali • Horno habilis

Australopithecus anamensis _

Horno rudolfensis •••

Horno ergaster _

Horno erectus ••••••

Horno heidelbergensis _

Horno neanderthalensis

Horno sapiens

8 6 543 2 o
Millones de años antes del presente

FIGURA 0.1. El «árbol desordenado». Durante los últimos 8 millones de años de


la evolución homínida (aquí se incluye sólo a nuestro pariente vivo más cercano, el
chimpancé) lo normal fue que coexistieran varias especies en un momento dado; tra-
zar un árbol de descendencias directas basado en hallazgos fósiles casuales podría
llamar a engaño, de ahí que este árbol no tenga ramas.

LA CABEZA CRECE DURANTE LA GRAN SEQUÍA

Las cosas iban a cambiar, porque hace 2,5 millones de años el mun-
do comenzó a enfriarse. En menos de un millón de años, el húmedo y cá-
lido Plioceno cedió el paso al helado Pleistoceno, el cual consistió en un
PRÓLOGO 25

catastrófico y repetitivo ciclo de épocas glaciales secas, con avances y re-


trocesos de la pradera africana, que duró hasta la última glaciación co-
nocida y culminó hace 18.000 años. Muy poco después de comenzar este
período inestable, helado y seco hicieron acto de presencia en la sabana
africana los primeros humanos (el género Horno), con un cerebro mayor
y utensilios de piedra. Como ya había sucedido millones de años antes
con la división entre los que se desplazaban a cuatro patas y los que em-
pleaban dos, fue un momento de diferenciación para los descendientes
de los simios andantes. Una rama, la de Paranthropus, desarrolló unas
mandíbulas más grandes para triturar materia vegetal dura. La otra, la de
Horno, fabricó utensilios de piedra, desarrolló un cerebro sensiblemente
mayor y puso las bases para ser mejor cazador-recolector y, finalmente,
nosotros.
Como es lógico, tendemos a pensar en los humanos como en seres
especiales y situados al margen de los demás simios. Muchos creen
que somos como somos a causa de nuestro cerebro, que es particular-
mente grande. Algunos incluso piensan que la fabricación de herra-
mientas se debió a un crecimiento del cerebro, pero es una suposición
poco verosímil. A diferencia del desplazamiento bípedo y de la destre-
za manual, la talla de herramientas de piedra puede que sea exclusiva de
los humanos (y tal vez de Paranthropusi.' pero también los chimpancés
fabrican herramientas toscas pero eficaces con madera, y tienen un ce-
rebro más pequeño y se diferenciaron mucho antes que los simios an-
dantes. Aunque carecemos de testimonios de madera de los últimos sie-
te millones de años, los chimpancés siguen teniendo aproximadamente
el mismo tamaño encefálico que nuestros antepasados comunes, que vi-
vieron a comienzos de aquella época. No parece que esto dé firmeza a la
conexión entre la simple talla de herramientas y la obtención de un ta-
maño encefálico crítico. Tampoco descarta la posibilidad de que los an-
tepasados comunes a los chimpancés y los humanos ya fabricaran herra-
mientas.
Uno de los talladores de herramientas más antiguos, Horno habilis,
tenía un tamaño encefálico medio de 650 crrr', pero entre los cráneos de
«hábiles» conocidos hay uno de 1,9 millones de años de antigüedad con
una capacidad chimpancesca de 500 cm", que es el límite superior del ta-
maño de los australopitecos, que son más antiguos." A causa de la pe-
queñez del cuerpo y del encéfalo de Horno habilis, y de sus demás rasgos
simiescos, algunos antropólogos han solicitado que se le expulse del gé-
nero Horno, del «club humano»; sin embargo, a pesar de la solidez de las
~~- ----

26 LOS SENDEROS DEL EDÉ

acusaciones, parece que estamos ante un prejuicio y no ante un razona-


miento científico. Es poco probable que Horno habilis fuera nuestro an-
tepasado directo (aunque eso también puede decirse de casi todos los ho-
mínidos); y fabricaba utensilios de piedra.
La idea de que primero creció nuestro cerebro y luego decidimos qué
utilidad darle es una negación de los principios darwinianos. La innova-
ción en el comportamiento se adelanta siempre a la adaptación física que
se fomenta para sacarle partido. Mucho antes de que comenzaran los fríos
del Pleistoceno debió de haber ya algún aspecto de nuestro comporta-
miento ~quizá relacionado con nuestra forma de afrontar los problemas
climatológicos-e- que diera un valor de supervivencia al cerebro grande
y consumidor de mucha energía. El problema de la alimentación en un
entorno de sequedad creciente debió de poner a prueba los recursos de
nuestros antepasados. Un cerebro mayor tuvo que resultar útil de un modo
u otro. El comportamiento en cuestión parece que sigue con nosotros,
porque durante las glaciaciones de los últimos 2,5 millones de años apare-
cieron en África nuevas especies humanas con más capacidad y un cere-
bro más grande. Cuando el clima se calentaba tras cada máximo glacial, el
Sahara se volvía verde durante unos milenios y las últimas especies hu-
manas se arriesgaban a salir y a probar suerte en Eurasia. Hace un millón
de años, el volumen encefálico de las diversas especies humanas que vi-
vían tanto dentro como fuera de África había pasado de 400 a 1.000 crrr'
e incluso cruzado los umbrales del tamaño moderno. En otras palabras,
el cerebro humano había alcanzado las tres cuartas partes de su tamaño
moderno mucho antes de que apareciéramos en escena.'

¿POR QUÉ NOS CRECiÓ EL CEREBRO?

Ha habido varias propuestas sobre cuál pudo ser el comportamiento


clave que seleccionó el crecimiento del cerebro. Las glaciaciones cau-
saron una extrema aridez en África y probablemente aguzaron el ingenio
de los menguantes humanos de la sabana y les impulsaron a cooperar. En
estas circunstancias entendemos el valor de un cerebro mayor, pero en-
tonces ¿por qué creció nuestro cerebro y no el de los demás mamíferos
que vivían en el límite de la sabana? Una característica conductual que
sigue muy arraigada en nosotros es nuestra inclinación a acompañar las
verduras con carne. Sin ir más lejos, la antropóloga londinense Leslie
Aiello y su colega Peter Wheeler (el autor de la teoría de las cabezas
PRÓLOGO 27

frescas) han sugerido que necesitábamos comer carne para favorecer el


crecimiento cerebral." Un cerebro necesita alimentarse con muchas ca-
lorías y para crecer necesita nutrientes de la mejor calidad. Sin embargo,
como admiten Aiello y Wheeler, comer carne es más un medio que un
motivo para que aumente el tamaño del cerebro. Aducen además que la
reducción paralela de los intestinos humanos, según vemos en la alte-
ración de la caja torácica de Horno ergaster, indica que se pasó a comer
más carne que verduras. En otras palabras, los humanos más antiguos
habían abandonado la dieta vegetariana que caracterizaba a los australo-
pitecos. Pero esta alteración de la caja torácica se produjo antes del es-
pectacular crecimiento encefálico.
Es posible que humanos primitivos como Horno habilis, Horno ru-
dolphensis y Horno ergaster fueran más carroñero s que cazadores. Pue-
de que aprendieran a ahuyentar a los grandes depredadores armados con
palos y piedras, y que su confianza aumentara conforme mejoraba la ca-
lidad de sus herramientas y su capacidad para cazar en grupo. Pero sin
testimonios, todo lo que se diga sobre el papel del clima y de la dieta car-
nívora en el crecimiento encefálico se queda en pura especulación de
tertulia. Sabemos que, al menos en África, Horno erectus empleaba he-
rramientas de piedra para partir carne," pero para establecer una cone-
xión entre dieta carnívora, empeoramiento del clima y crecimiento ence-
fálico necesitaríamos hacer comparaciones con primates exclusivamente
vegetarianos del mismo entorno y del mismo período.
Sarah Elton,8 antropóloga de la Universidad de Kent en Canterbury,
las ha hecho hace poco, pero sus resultados más bien han puesto en entre-
dicho la excepcionalidad de la línea humana. Midió la capacidad de una
serie de cráneos fósiles de especies primates de una antigüedad compren-
dida entre 2,5 millones de años (comienzo del enfriamiento) y 1,5 millo-
nes. Estudió las dos principales ramas de homínidos que se separaron
durante este período, la de Horno y la de Paranthropus, abarcando un to-
tal de seis especies. Como grupo primate de referencia tomó varias especies
prehistóricas de grandes monos teropitecos, animales herbívoros, pare-
cidos a los papiones, que vivieron en el mismo entorno durante el mismo
período. Los grandes monos vegetarianos no manifestaron ningún in-
dicio de crecimiento encefálico durante el período en cuestión, pero sí
los homínidos de las ramas de los dos Horno (ergaster y habilis) y de Pa-
ranthropus (boisei). Así, no sólo aparecieron especies nuevas de Horno
y de Paranthropus con un cerebro creciente, sino que el tamaño encefá-
lico aumentó de manera concreta en las especies de cada género. La úl-
28 LOS SENDEROS DEL EDÉN

tima observación es una prueba más contundente aún de que en el an-


tepasado común de Horno y Paranthropus había un nuevo comporta-
miento, seleccionador de un cerebro mayor, pero que no estaba en otros
primates contemporáneos. El crecimiento relativo en ambas ramas de
homínidos no deja de resultar sorprendente, porque las grandes man-
díbulas de la rama de Paranthropus estaban teóricamente destinadas a
triturar productos vegetales. En el millón de años estudiado por Elton,
el cerebro medio del homínido creció más del doble y pasó de 400 crrr'
a 900 crrr'.
Si comparamos esta primitiva época de asombroso crecimiento en-
cefálico con épocas más recientes de la línea humana vemos que hay una
discontinuidad clara entre los antiguos y los modernos. Entre los primeros
ejemplares de Horno habilis, de hace menos de dos millones de años,
y los primeros fósiles del llamado Horno rhodesiensis, de hace 1,07-
1,3 millones de años," es decir, durante un período de unos 700.000 años,
el volumen encefálico aumentó dos veces y media. Durante los 1,2 mi-
llones de años siguientes, aunque hubo crecimientos encefálicos más
modestos en tipos humanos concretos de fuera de África, como en el
Horno erectus asiático y los neandertales europeos, faltó sólo un creci-
miento neto del 6 por 100 para alcanzar el tamaño encefálico de los hu-
manos actuales. (En realidad ha habido un descenso general del volumen
encefálico en los humanos modernos durante los últimos 150.000 años;
véase la figura 0.2). Así pues, desde el punto de vista físico, el período
más antiguo del árbol humano fue el más espectacular.
Estos resultados dan a entender que el primer período de adversidad
climatológica de finales del Plioceno y el cambio climático radical del
Plioceno-Pleistoceno favorecieron selectivamente el desarrollo cerebral
en las especies nuevas de homínidos, pero no en otros primates del mis-
mo entorno. ¿Qué quiere decir esto? En primer lugar, confirma la opinión
de que todos estos homínidos de las ramas de Paranthropus y Horno, y
por derivación su antepasado común, tenían algún nuevo comportamien-
to selectivamente potenciador del crecimiento cerebral que ya tenían por
lo menos desde el comienzo del período frío. En otras palabras, es po-
sible que las semillas conductuales de nuestro rapidísimo crecimiento
encefálico estuvieran ya plantadas en los simios andantes de hace 2,5 mi-
llones de años. En segundo lugar, pone en entredicho la teoría de la car-
ne, aunque Elton aduce para defenderla que Paranthropus no era estric-
tamente vegetariano ni incapaz de fabricar herramientas para extraer
comida de una serie de fuentes. 10 En tercer lugar, parece que la selección
PRÓLOGO 29

del tamaño encefálico alcanzó su velocidad máxima en el amanecer de


nuestro género, hace más de dos millones de años.
La teoría de que «la carne vuelve listos a los cazadores» presenta otro
problema. Los primates superiores no eran los únicos cazadores en gru-
po de la sabana africana. Sin embargo, no vemos que los leones, las hie-
nas ni los chacales vaguen por el continente con el cráneo crecido. La
verdad es que estos carnívoros impenitentes tienen un cráneo relativa-
mente mayor y parecen más calculadores que sus presas, pero no pue-
den compararse con los humanos, ni siquiera con los chimpancés. Son
auténticos y obcecados especialistas en dentaduras, zarpas y músculos.
Los homínidos, por el contrario, han reservado siempre su agilidad físi-
ca y mental para explotar las fuentes alimenticias. Seguimos comiendo
productos vegetales, muchísimos: frutas, raíces, hojas, semillas, frutos
secos y bayas. Nuestras manos y dientes, más que especializarse, se han
vuelto más universales y versátiles. El único rasgo físico que ha evolu-
cionado en relación con nuestras manos, descontando el pulgar, es la par-
te del cerebro dedicada a su gobierno.
Muchas diferencias conductuales en la estrategia dietética que nos
diferencia de los carnívoros son en realidad características que tenemos
en común con nuestro pariente vivo más cercano, el chimpancé. Com-
partimos con él incluso el significado social de cazar en grupo. Hay unas
películas asombrosas de chimpancés cazando colobos en África que po-
nen de manifiesto las diferencias entre los cazadores primates y los ma-
míferos carniceros. Nos cuentan que esos primates listos alcanzan ín-
dices de eficacia muy superiores a los de los leones. La carne de sus
presas, aunque muy apreciada, no es parte esencial de su dieta. No todos
los grupos de chimpancés cazan ni todos los chimpancés de una partida
de caza llegan a probar la carne. Los privilegiados pueden ser segundo-
nes de confianza o hembras con las que el macho cazador dominante quie-
re copular. Así pues, la caza, entre los chimpancés, pudiera ser más una
cuestión de prestigio que una estrategia de supervivencia, como entre al-
gunos humanos. En tal caso, los favores sexuales permiten que los ma-
chos cazadores transmitan sus genes con más seguridad. Todos sabemos
adónde conduce la selección sexual autorreforzada a la cola del pavo
real; o quizá a un cerebro grande.
Especulaciones sexuales aparte, lo que me gustaría subrayar es que
deberíamos buscar más atentamente las semillas de nuestros triunfos en
el comportamiento de nuestros parientes vivos más cercanos. La historia
de los primates de los últimos diez millones de años no es la historia de
30 LOS SENDEROS DEL EDÉN

unos rumiantes que decidieron dejar de comer productos vegetales para


comerse a los vegetarianos y en el ínterin se volvieron más listos. Es la
historia de un orden de omnívoros ya inteligentes, con cerebro grande,
que vivía en los bosques y que convirtió su versatilidad en virtud inclu-
so cuando cambió de hábitat. Todos conservaron la destreza de sus ma-
nos de cinco dedos y en casi todos los casos los dientes se les redujeron
en vez de crecerles.
Un grupo, el simiesco antepasado de los chimpancés y nuestro, se
volvió más numeroso. Como señores del territorio, sus miembros explo-
taron un amplio surtido de productos vegetales del bosque. En busca de
la omnivoría, probaron a comer animales más pequeños que ellos. A cau-
sa de la fuerte competencia por las parejas sexuales, la caza pudo haber
quedado como una práctica cultural para mantener el prestigio. Como
eran listos y cooperaban, le sacaron mucho partido; pero ni los chimpan-
cés ni nuestros antepasados renunciaron nunca a la versatilidad y valor
de supervivencia de una dieta variada ni a la flexible cooperación social
que utilizaban para aprovechar tan bien el medio.
La especialización física más importante que desarrollaron nuestros
antepasados los australopitecos fue la capacidad, única entre los mamí-
feros, de andar habitualmente con dos extremidades. Se debiera esta
adaptación al crecimiento de la sabana, a la necesidad de tener la cabe-
za fresca o -lo que es más probable- a la liberación de las manos, el
caso es que se produjo millones de años antes de la repentina acelera-
ción del crecimiento encefálico. Cuando el clima empeoró seriamente,
hace 2,5 millones de años, su conducta y forma física estaban prepara-
das para el siguiente paso. Tenían las manos libres, la cabeza despierta
y fresca, y seguían aprovechando por norma y de manera inteligente y
colectiva un amplio abanico de productos alimenticios, entre ellos la car-
ne. El clima seco se limitó a aumentar la presión selectiva sobre la sa-
bana, lo cual redundó en un mejor aprovechamiento de los menguantes
recursos vegetales. Lejos de imitar a los grandes felinos y transformar
sus caninos en sables y aumentar la longitud de sus garras, para volverse
verdaderos carnívoros, hicieron lo que ya venían haciendo desde siem-
pre: utilizar el cerebro y las manos. Con este arraigado historial de ver-
satilidad y cooperación social, al comenzar los hielos del Pleistoceno,
hace 2,5 millones de años, entró en funciones un nuevo y excepcional
rasgo conductual asociado con un crecimiento encefálico acelerado.
Este rasgo aportó el potencial necesario para enfrentarse a la adversidad
climática. Que estaba presente hace 2,5 millones de años, antes de la
PRÓLOGO 31

aparición de los primeros humanos, lo prueba el rápido crecimiento en-


cefálico experimentado también por el género hermano de Horno: Pa-
ranthropus.

MODELOS EN RENOVACIÓN INCESANTE

Aunque otros simios inteligentes, como varias especies de Paranthro-


pus, siguieron recorriendo a pie la sabana africana desde entonces, quie-
nes nos interesan son los humanos, el género Horno. Los humanos su-
pusieron una nueva idea evolutiva en muchos aspectos, no sólo por su
cerebro desarrollado, su dieta variada y sus dientes reducidos, sino tam-
bién por su comportamiento adaptativo, en el que hay que destacar el he-
cho de que ya la primera especie humana que apareció fabricara las pri-
meras herramientas de piedra tallada.
Si tomamos a Horno ha bilis como prototipo, entonces Horno erectus
fue el humano definidor de la línea, el Ford T del nuevo género. De un
modo más completo que el Ford T, dominó el planeta durante millón y
medio de años. Con una expresión triste y recelosa, la nariz aplastada y, al
principio, un desarrollo encefálico acelerado, Horno erectus era exacta-
mente igual a nosotros de cuello para abajo (véase la lámina 2). Tenía he-
rramientas de piedra, al principio simples guijarros retocados, pero des-
pués hachas de mano más trabajadas. Su progenitor africano, Horno
ergaster, fue el primer humano que salió de África, hace 1,95 millones
de años, y luego pasó a ser el Horno erectus asiático. Éste era un poco
más bajo que nosotros y se extendió rápidamente por Oriente Medio,
Rusia, la India, el Lejano Oriente y el sureste asiático, llevando consigo
la llamada tecnología de los «guijarros tallados» (pebble-tools).' , Se ha
afirmado, no sin polémica, que el antecesor en el árbol, Horno habilis,
que era de menor tamaño, dio el mismo salto al mismo tiempo. Sin em-
bargo, son más claros los indicios que dicen que todas las especies hu-
manas posteriores salieron de África aprovechando los calentamientos
interglaciales.
Los tipos de Horno erectus poblaron el mundo durante casi un mi-
llón de años, hasta que otra terrible serie de glaciaciones resecó buena
parte de África hace más de un millón de años y dio lugar a la aparición
de una familia nueva y más especializada. El primer representante de
este modelo nuevo fue Horno rhodesiensis. Con el mismo tamaño que
nosotros y un volumen encefálico que alcanzaba ya los 1.250 cnr', tenía
32 LOS SENDEROS DEL EDÉN

un utillaje conocido con el nombre de achelense, llamado así por un


pueblo francés próximo al primer yacimiento donde se encontró este es-
tilo. El utillaje achelense comprendía bifaces en forma de lágrima que
se empleaban como hachas de mano. Este recién llegado pasó de Áfri-
ca a Europa y posiblemente a China, durante un breve calentamiento
que se produjo hace medio millón de años, y llevó consigo la tecnología
achelense."
Hace 350.000 años se produjo otra fuerte glaciación que probable-
mente dio lugar a la aparición de otro humano de cerebro grande en la
escena africana, hace unos 300.000 años. Unos lo llaman Horno sapiens
arcaico y otros Horno helmei. Para evitar las confusiones, aquí utiliza-
remos el segundo nombre. De cejas pobladas, con el mismo tamaño que
nosotros y un volumen encefálico de 1.400 crrr', ligeramente superior al
nuestro, representó el estancamiento en lo que se refiere al crecimiento
espectacular del cerebro. Como veremos en el capítulo 2, estuvo también
relacionado con el comienzo de una de las revoluciones tecnológicas
más importantes de la humanidad, el Paleolítico Medio. Algunos han
llegado a insinuar que si se instalaran en el seno de una familia moder-
na, estas criaturas de cejas como cepillos podrían adaptarse a nuestra
sociedad. 13
Durante un período cálido, hace 250.000 años, se produjo un prolon-
gado y nutrido movimiento migratorio de Horno helmei, que se expandió
por Eurasia. Puede que esta especie diera origen al Horno neander-
thalensis de Europa y Asia (véase la lámina 4) y que tuviera parientes en
la India y en China por las mismas fechas. La familia humana original
que contenía a nuestros antepasados siguió en África por el momento,
materialmente separada de sus primos los neandertales europeos. 14
Nuestra especie, Horno sapiens, apareció hace unos 170.000 años y
surgió de los restos de lo que fue casi una extinción humana en una fe-
nomenal glaciación que redujo la población total a unos 10.000 indivi-
duos." Aunque Horno sapiens abandonó África puntualmente y se diri-
gió a Oriente Próximo durante el siguiente intervalo interglacial, hace
120.000 años, el testimonio gen ético señala que sus herederos murieron
allí durante la siguiente glaciación sin dejar descendencia. (Por Oriente
Próximo entendemos lo que actualmente es Siria, Líbano, Israel, Pales-
tina y Jordania.) Cuando los humanos modernos abandonaron África
por fin y se diseminaron por el resto del mundo hace entre 70.000 y
80.000 años, aún había otras especies humanas en Eurasia. Los neander-
tales europeos y posiblemente el Horno erectus del sureste asiático so-
PRÓLOGO 33

brevivieron hasta hace menos de 30.000 años, pero no quedan rastros ge-
néticos de ninguno de ellos en los humanos vivos.
Es significativo que tanto los neandertales como los humanos mo-
dernos anteriores a la última glaciación, hace 20.000-30.000 años, tu-
vieran un cerebro algo mayor que los humanos actuales. 16 Es como si el
efecto mágico de las glaciaciones, la dilatación del cerebro, se hubiera
producido antes de nuestra aparición como subespecie de Horno helmei
(véase la figura 0.2). Es posible que el peligro obstétrico que representa
una cabeza grande fuera un factor restrictivo. O eso o el tamaño ence-
fálico dejó de ser el determinante principal de la eficacia y en su lugar se
puso algo distinto que estábamos haciendo con el cerebro, otra innova-
ción cultural o conductual.
Cuando salimos de África, aunque el cerebro había dejado de crecer-
nos, el clima siguió rigiendo nuestras expansiones e invenciones hasta
llegar a los tiempos actuales. No sería exagerado decir que las fuerzas im-
pulsoras de las olas de innovación técnica que inundaron Eurasia desde
hace 80.000 años se debieron más a la angustia y al alivio que a un per-
feccionamiento biológico de la máquina humana. Por ejemplo, la difu-
sión de las tecnologías llamadas por los arqueólogos Paleolítico Superior
Antiguo, Medio y Tardío, Mesolítico y Neolítico coincidió con especta-
culares mejoras del clima en Europa y con expansiones demográficas ha-
cia nuevos territorios. Estos acontecimientos se correspondieron en el
. sureste asiático con expansiones y progresos en la construcción de bar-
cas y en la navegación, para hacer frente a la inundación de la plataforma
continental cuando el nivel del mar subía y bajaba.
En resumen, el rápido desarrollo del tamaño cerebral fue un factor
clave que distinguió a los humanos de los simios andante s que vivieron
hace más de 2,5 millones de años. Desde entonces, el volumen de nues-
tro cerebro se ha triplicado. No fue un crecimiento gradual ni uniforme:
casi todo se produjo hace dos millones de años, con la duplicación del
volumen en Horno erectus. En otras palabras, el crecimiento más acele-
rado del tamaño relativo del cerebro se produjo hace más de 1,5 millones
de años, en los orígenes de nuestro género, y luego se redujo poco a poco.
La paradoja es que nuestra notoria explosión cultural es básicamente re-
ciente y se está acelerando.
34 LOS SENDEROS DEL EDÉN

LA IDEA DE BALDWIN

La solución de la paradoja de que el crecimiento encefálico se pro-


dujera en tiempos remotos y la explosión cultural humana en fecha re-
ciente es que la cultura humana se alimenta de sí misma y por lo tanto
genera un ritmo propio, exponencialmente acelerado. Como veremos
luego con claridad, la historia de la evolución cultural humana no es un
reflejo del árbol biológico, con especies que superan en inteligencia a las
de abajo y utilizan inmediatamente herramientas más eficaces. Nuestra
evolución biológica no ha impulsado nuestras innovaciones culturales,
siempre ha sido al revés, y aunque el cerebro dejó de crecemos hace
mucho tiempo, nuestra cultura sigue evolucionando. La coevolución de
cultura y gene s está detrás de la reciente revolución humana. Aunque pa-
rece una idea sencilla, va contra todos nuestros prejuicios étnicos y de la
especie.
Los mecanismos por los que las innovaciones conductuales o «cul-
turas nuevas» rigen la evolución fueron expuestos hace un siglo por el
psicólogo norteamericano Mark Baldwin." Baldwin dio una versión
conductual de la teoría darwiniana para explicar fenómenos evolutivos
tan sencillos como el de la jirafa cuyo cuello se estira para poder comer
las hojas superiores de los arbustos y de la copa de los árboles. Sugirió
que la versatilidad conductual y el aprendizaje podían ampliar y predis-
poner el curso de la selección natural. Una vez que las nuevas costum-
bres, inventadas o aprendidas, han cambiado el contexto o el hábitat de
un grupo dado de animales, la selección natural podría favorecer ge-
néticamente las características conductuales y físicas que mejor apro-
vechen el nuevo entorno. Conocido por «coevolución» o «asimilación
genética», este sencillo argumento eludía el escollo de la desprestigiada
teoría lamarckiana de la herencia de los caracteres adquiridos, aunque
conservaba una de las ideas olvidadas pero también más proféticas de
Lamarck.

FIGURA 0.2. Tamaño encefálico y evolución cultural. Gráfica del crecimiento en-
cefálico que pone de manifiesto tres fases durante los últimos 2,5 millones de años,
separadas aquí por líneas verticales discontinuas. La curva de abajo muestra la rapi-
dez de la aceleración cultural durante la reducción del tamaño encefálico. (Se da el
mismo valor a los hitos culturales reconocidos. Las líneas logarítmicas de regresión
1-6 guardan relación con tipos humanos regionales contemporáneos estrechamente
emparentados, tal como indican los símbolos.)
PRÓLOGO 35

Crecimiento rápido y I Crecimiento uniforme fuera de África, en, Reducción en la línea


~proporcional -4 líneas no antepasadas de Horno sapiens ~I de Hamo sapiens ~2.~cm]
en África!

e africanos: H. erectusll Á asiáticos: H. erectus esp.


1.900 cm]
H. ergaster I H. rhodfSiensis
O humanos anatómicamente
/:;. H. habilis I H. rudolft¡nsis modernos I Hamo sapiens O
1.800 cm]
e Parantrhopus esp. I
I
• africanos arcaicos:
H. helmei
H. sapiens I
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• europeos: H. heidelbergensis
y H. neanderthalensis • O
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I Edad de los Metales
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Neolitico
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I Arte graveuiense ~ ~
Puntas dentadas (pinturas de ~
Instrumental óseo I calidad, etc.) ....."-
Pesca
Objetos con incisiones -,,
IPrincipio del..
I Paleolítico
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", . «;" Cuentas
~-'-"" ' ...~Microlitos

500 cm'
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'Principio del
'Paleolítico Paleolítico Medio i
Achelense Inferior
-, "~H . 1"
Olduvaiense ······t- errarmentas iucas
desarrollado

~-L __-L__~L- __L-~ L- ~ ~ __-L -J400cm3


2.500 2.~ 1.500 l.~ 500 250 100
Miles de años antes del presente
36 LOS SENDEROS DEL EDÉN

La coevolución no afecta sólo a la historia de nuestra especie. En eta-


pas más remotas del árbol de la vida, determinadas aptitudes conductua-
les nuevas, inventadas o quizá adoptadas por casualidad, pero en todo
caso adaptativas, impulsaron cambios genéticos que determinaron la apa-
rición posterior de rasgos físicos especiales para aprovechar aquellas
conductas. Todos los pinzones de Darwin descendían de una sola y vul-
gar especie de pinzones de Centroamérica que tuvo que probar distintas
soluciones para sobrevivir en el entorno desconocido y problemático de
las islas Galápagos. Así evolucionaron físicamente especies nuevas de pin-
zones, para explotar mejor estas aptitudes.
Por limitamos al árbol de los vertebrados, las crías de muchas espe-
cies imitan y reaprenden, al comienzo de cada generación, las habili-
dades «innatas» de sus padres. Conocemos muchos casos entre los ver-
tebrados superiores en que los padres intervienen activamente en el
aprendizaje de sus crías. Así, al principio, estos nuevos comportamientos
«inventados» no se transmitían fundamentalmente por los genes, sino
por la enseñanza de los padres y otros, y por el aprendizaje de las crías.
Posteriormente, la evolución biológica comenzó a seleccionar genes fa-
vorables al nuevo comportamiento, preparando así a las nuevas especies
para aprovechar mejor las nuevas conductas. En otras palabras, genes y
cultura coevolucionaron.
El desarrollo de la cultura no necesitaba por fuerza estar tan ligado a
la herencia genética. Durante casi toda la evolución de los mamíferos la
enseñanza de la cultura ha estado estrictamente limitada a los miembros
de la familia o grupo inmediato; por consiguiente, el comportamiento ha
estado vinculado a los genes. Sin embargo, entre los mamíferos sociales,
las habilidades de supervivencia se transmiten entre miembros de un
grupo social que no siempre está emparentado. Así, en algún momento
de los millones de años de evolución biológica de los primates, la evo-
lución de la cultura adquirió cierto grado de independencia respecto de
la codificación genética de los animales que la apuntalaban. Por hacer
una comparación, la aparición de la familia del violín habría podido de-
berse igualmente a un gremio de fabricantes de instrumentos que a una
familia que transmitía su saber de padres a hijos.
¿Qué pruebas tenemos de esto? Ciertos rasgos culturales, más apren-
didos que innatos, están localizados geográficamente de tal modo que
podrían estar al margen de la influencia genética. Hay macacos japo-
neses que lavan batatas en el mar, un rasgo cultural local, con un origen
geográfico e histórico conocido, que luego se transmitió de generación
PRÓLOGO 37

en generación. Es muy improbable que este comportamiento nuevo de-


pendiera de un rasgo genético nuevo; pero, por desarrollar el ejemplo, si
lavar batatas comportara alguna ventaja especial en la supervivencia, y
las batatas vinieran a ser el principal artículo de la dieta de esta raza
local de macacos durante muchas generaciones, la selección natural de
alteraciones genéticas aleatorias en las generaciones futuras podría des-
tacar la práctica de lavar batatas de un modo u otro. Eso sería coevo-
lución."
La localización geográfica de las culturas inventadas entre los pri-
mates superiores no humanos se ve con especial claridad en el caso de
los chimpancés. En las tribus de chimpancés, las técnicas específicas
para tallar herramientas están en poder de un grupo concreto y de otros
grupos cercanos pero no emparentados. Son técnicas culturalmente ad-
quiridas que no están genéticamente determinadas y por lo tanto no tie-
nen por qué encontrarse en otros lugares. En cierto momento, quizá an-
tes de la aparición de los homínidos, la cultura saltó la barrera de las
especies y pasó a ser patrimonio común de distintos simios. Puede de-
cirse que la evolución cultural llegó a la pubertad mucho antes de que
esto sucediese y que posee su propia prehistoria, paralela a la evolución
genética.
Desde esta perspectiva baldwiniana, podemos hacer una predicción y
una observación. La predicción es que si la comunicación deliberada-
mente compleja exige un cerebro desarrollado, antes de la aparición de los
cerebros grandes tuvo que haber alguna clase de comunicación deli-
beradamente sencilla. La observación es que la invención de la escritura
se produjo hace unos 5.000 años y que la invención de la notación mu-
sical es de fecha mucho más reciente. Podría decirse que estos dos siste-
mas codificados de comunicación no oral representan las cimas más ele-
vadas del ingenio humano, pero para explicar uno y otro no invocamos
especies nuevas de humanos con gene s especiales y un cerebro distinto.

CÓMO CRECIÓ NUESTRO CEREBRO Y POR QUÉ ES IMPORTANTE EL TAMAÑO

Buena parte de las diferencias que se perciben entre los humanos


modernos y otros animales se han relacionado con las dimensiones del
cerebro. Sin embargo, hay que aclarar algunas cosas. El tamaño es muy
importante, pero no lo es todo. Mayor tamaño no significa necesaria-
mente más inteligencia. Por ejemplo, los cerdos, por ser animales gran-
38 LOS SENDEROS DEL EDÉN

des, tienen el cerebro más grande que pequeños y expertos cazadores como
el gato montés. Los humanos a los que por razones médicas hay que ex-
tirparles medio encéfalo en la infancia pueden tener inteligencia y ap-
titudes casi normales con los 700 crrr' restantes. Está claro que las co-
nexiones influyen y es innegable que dentro del cerebro tenemos más
interconexiones que otros mamíferos; pero ¿cómo llegó a producirse?
Por lo general, los cuerpos grandes necesitan cerebros grandes. Por
decirlo sin rodeos, se debe a que los órganos y músculos grandes de los
cuerpos grandes necesitan que los gobierne un cerebro más grande o al
menos una pequeña parte de la atención que el cerebro presta a la masa
general del cuerpo. Esta relación entre cuerpo y tamaño encefálico, aun-
que previsible en casi todos los mamíferos, no es directamente propor-
cional; si lo fuera, los ratones, por ejemplo, tendrían un cerebro mucho
menor del que tienen. La relación es incluso menos directa en los mamí-
feros superiores, porque la razón cuerpo/tamaño encefálico se ha altera-
do aquí en varios aspectos. Los primates, por ejemplo, tienen de adultos
un cerebro comparativamente mayor que el de otros mamíferos, porque
tienen un cuerpo que ya desde los primeros momentos de vida crece más
despacio, aunque su cerebro se desarrolla a la misma velocidad absoluta.
Los humanos tienen asimismo un reloj para la maduración del cere-
bro que es más lento que el de otros simios. En todos los mamíferos, el
crecimiento encefálico se detiene antes que el crecimiento corporal, por-
que conviene a las necesidades funcionales del tamaño corporal adulto.
Los humanos, sin embargo, se diferencian de otros primates en que su
reloj interno deja crecer el cerebro durante más tiempo del que sería
lógico esperar por su tamaño final de primates. Lo que resulta de la
prolongación de las etapas fetal e infantil es un tamaño encefálico más
apropiado para un simio de 1.000 kg, como el extinguido Gigantopi-
thecus,"
Otra sencilla diferencia genéticamente derivada es que las partes en-
cefálicas situadas originalmente en la parte posterior del embrión que
empieza a desarrollarse crecen relativamente más en los humanos que en
otros primates." Esto quiere decir que, en el humano adulto, el cerebelo
y el córtex terminan siendo desproporcionadamente grandes. Estas dos
partes del encéfalo son esenciales para la coordinación y el pensamien-
to superior. Los cambios genéticos que produjeron estos efectos tan es-
pectaculares probablemente fueron sencillos y supusieron la interven-
ción de pocos genes del desarrollo. Los cambios relativos en el tamaño
de diferentes partes del encéfalo tienen consecuencias profundas.
PRÓLOGO 39

Todos estos efectos modificadores del tamaño están programados ge-


néticamente para que comiencen en el embrión en una etapa muy tem-
prana, antes de que la mayoría de las células cerebrales establezca sus
conexiones. La hinchazón del córtex le permite tener más tejido nervio-
so del que hace falta para cumplir la mundana misión de mantener el res-
to del cuerpo funcionando. En otras palabras, los humanos (y en menor
medida, los simios actuales) tienen una cantidad de córtex aparentemen-
te sobrante que no desempeña ningún papel administrativo.
Si la hipertrofia del córtex se produce en el embrión mucho antes de
que las diferentes partes encefálicas empiecen a interconectarse, ¿puede
afectar esto a la calidad de las conexiones finales? La respuesta es que
cuando las neu-ronas de partes alejadas del encéfalo empiezan a conec-
tarse entre sí, el tamaño desempeña, en una fase posterior del desarrollo
del embrión, un papel importante en la determinación de la firmeza y la
cantidad de las conexiones que el córtex establece en su propio tejido, y
fuera de él, con el resto del encéfalo y con la médula espinal. La consi-
guiente multiplicación de las conexiones corticales puede compararse
con un poderoso «ministro sin cartera», con muy buenos contactos y con
una mano en todos los asuntos del ejecutivo. El aumento de las conexio-
nes corticales internas puede volver a los humanos particularmente aptos
para la travesura, la creatividad y el pensamiento simbólico asociativo.
La multiplicada capacidad conectiva del córtex con el exterior nos ha
dado además un control directo sobre núcleos motores del tronco en-
cefálico que rigen la producción del habla. Estos núcleos estaban an-
teriormente bajo el control de un piloto automático subcortical. Y todo
por culpa del rudimentario reajuste de quizá media docena de genes re-
guladores."
Casi todo este proceso tuvo lugar mucho antes de que aparecié-
ramos. Si comparamos el tamaño encefálico y corporal de los primeros
humanos veremos que esos cambios avanzaron a toda máquina con la
evolución de Horno erectus. Así pues, sabiendo ya que unas cuantas
alteraciones genéticas bastaron para producir un gigantesco desarrollo
del potencial funcional del encéfalo humano, volvemos a preguntamos
por el comportamiento nuevo que impulsó el rápido crecimiento de
hace 2,5 millones de años.
40 LOS SENDEROS DEL EDÉN

¿ALIMENTO DEL ESPÍRITU O UNA SIMPLE CHARLA GASTRONÓMICA?

El psicólogo evolucionista Robin Dunbar, de la Universidad de Li-


verpool, ha aducido que los animales con un cerebro relativamente gran-
de pueden recordar una red social mayor y relacionarse estrechamen-
te con ella. En teoría, dice, los que tienen mayor «capacidad social» son
los humanos. Por comparación con otros animales podemos suponer
unos trescientos individuos en el caso de los humanos modernos y los
neandertales. Personalmente tengo que decir que, aunque en la facultad
era capaz de reconocer a más de mil individuos, en la actualidad tengo
trato personal con muchos menos. En un contexto más pertinente, hay un
límite para la densidad demográfica que puede sostener una zona con-
creta de la árida sabana. Los estudios sobre los !kung, cazadores-reco-
lectores del África meridional, revelan que el tamaño medio de sus
grupos de familias extensas era inferior a veinte, con un máximo de cua-
renta, en la estación seca, en campamentos de familias extensas. Salta a
la vista que, en los grupos mayores, la interacción social puede ser más
superficial que en los menores. Clive Gamble, estudioso del Paleolítico
de la Universidad de Southampton, ha dicho que nuestros antepasados (y
las sociedades actuales) compartían redes de diferentes tamaños con di-
ferentes funciones. El grupo o red más íntimo, que por lo general es la
familia nuclear, debía de tener unos cinco individuos; una red efectiva
mayor podría haber tenido unos veinte, y una red extensa, con menos
contactos cara a cara, habría oscilado entre cien y cuatrocientos. La po-
sibilidad de compartir o intercambiar bienes materiales se habría pro-
ducido sólo en las dos primeras redes, aunque por algunos motivos de
cálculo e interés el intercambio seguramente se buscó también en la ter-
cera. No hay base suficiente para decir que la sociabilidad, por sí misma,
impulsara el desarrollo encefálico."
Aunque la capacidad para reconocer a muchos colegas puede estar
relacionada con un cerebro grande, cuesta creer que este efecto interco-
nectivo estimulara cada racha de crecimiento encefálico durante los úl-
timos 2,5 millones de años, en particular si la interacción de la red se
reducía a poco más que quitarse las pulgas y los piojos y a tratarse con
cordialidad. El exceso de contactos podía mermar el tiempo disponible
para la importante cuestión de encontrar comida.
Robin Dunbar y Leslie Aie110 han sugerido que el lenguaje pudo ha-
ber sido al principio un medio energéticamente barato de acicalamiento
social en este contexto," aunque también es un medio para cambiar infor-
PRÓLOGO 41

mación. Casi todos invertimos mucho tiempo hablando en situaciones


sociales. Sin embargo, me cuesta concebir que el lenguaje hablado -una
facultad que tenemos en exclusiva- apareciera más como forma de aci-
calamiento mutuo y cotilleo que como medio de extender nuestra coo-
peración de manera productiva y de educar a nuestra prole, transmitién-
dole información práctica. La criatura humana pasó de ser un humilde
animal carroñero-recolector a ser uno de los máximos depredadores de la
llanura africana en el período inmediatamente anterior a la salida de Áfri-
ca de nuestros antepasados, ya totalmente modernos. Seguro que no se
consiguió a fuerza de chismorreo s ni de ganar puntos sociales. Los chim-
pancés que han aprendido a comunicarse por señas se concentran más en
temas alimentarios, cuando se comunican, que en trivialidades cotidianas.
En realidad, yo diría que fue al revés. Sostengo que el lenguaje fue
aquel comportamiento de carácter exclusivo que tuvieron en común los
géneros hermanos Horno y Paranthropus hace 2,5 millones de años y lo
que les permitió, con versatilidad y espíritu de cooperación, resistir los
temibles ciclos de la glaciación pleistocénica y lo que en consecuencia
impulsó su crecimiento encefálico. Según la teoría coevolucionista de
Baldwin (<<uncomportamiento nuevo antes del cambio físico adaptati-
vo»), ya debían de tener alguna modalidad de lenguaje como punto de
partida. No se puede negar que el vocabulario simbólico y la sintaxis del
lenguaje complejo, así como la cooperación productiva que posibilitan,
se benefician de un modo gradual de un aumento de la capacidad de cal-
cular. Dicho con sencillez, es mucho más admisible pensar que ya está-
bamos comunicándonos con provecho y eficacia hace 2,5 millones de
años y que esto impulsó nuestro crecimiento encefálico, que suponer que
nuestro cerebro creció hasta que alcanzó un tamaño límite y que, como
el pequeño elefante de Kipling con su nueva trompa, descubrimos de
pronto que podíamos hablar.

LENGUAJE y PENSAMIENTO SIMBÓLICOS: ¿UNA EXCLUSIVA HUMANA?

Es indudable que la comunicación consciente, de una u otra modali-


dad, comenzó hace mucho tiempo. La expresión oral es tan sólo la forma
más compleja de la comunicación humana y ha sido seleccionada en los
humanos por una variedad de cambios físicos especializados. La expre-
sión oral es superior en ciertos aspectos concretos a la sencillez de la mí-
mica, aparte de ser más apta para transmitir ideas complejas. Podemos
42 LOS SENDEROS DEL EDÉN

comunicamos en la oscuridad, entre los árboles y sin mirar a la persona


con la que hablamos. Es mucho más útil para embaucar, engañar, men-
tir y eludir la comunicación con los extraños que hablan otras lenguas.
Los niños aprenden a mentir alrededor de los cuatro años. Algunos han
sugerido que la aptitud masculina para contar chistes y hacer reír a las mu-
jeres pudo haber sido un elemento de la selección sexual. Pero al igual
que todos los demás aspectos de la cultura, el lenguaje fue una invención
y todos los niños que aprenden a hablar tienen que reinventarlo.
Los humanos modernos pensamos, y con razón, que nos diferencia-
mos de los demás primates vivos por nuestra capacidad de hablar. Por
desgracia, no abandonamos en este punto las comparaciones cualitativas.
Del mismo modo que exageramos las variaciones religiosas y étnicas entre
los de nuestra especie, tendemos a señalar las diferencias visibles res-
pecto de otros simios más bien con objeto de establecer un marco con-
textual de ellos/nosotros. Una expresión reciente y extrema de esta costum-
bre de excluirse entre sí los grupos humanos modernos fue el término
untermensch (literalmente, «infrahumano»), utilizado por los nazis para
caracterizar a las personas a las que acosaban y mataban.
Además, nos creemos poseedores de múltiples habilidades intelec-
tuales y manuales exclusivamente nuestras que nos separan del resto del
reino animal. Mirar a través de la pared de separación se tacha de «an-
tropomorfismo». Sin embargo, desde comienzos del siglo xx, el chim-
pancé, nuestro pariente vivo más cercano, ha deparado algunas sorpresas
a los observadores atentos y ha derribado el muro ladrillo a ladrillo. Al
viejo mito de la unicidad humana le ha costado morir. Primero se dijo
que los humanos eran los únicos animales que utilizaban herramientas.
Cuando esta idea perdió credibilidad, el prejuicio se pulió y se dijo que
los humanos eran los únicos animales que modificaban herramientas.
Cuando también esto se descalificó, tuvimos que contentamos con afir-
mar que sólo los humanos éramos capaces de inventar y fabricar herra-
mientas. Una vez más, los chimpancés han demostrado que nos equivo-
camos.
Buena parte de esta información constaba ya en los estudios que ha-
bía realizado Wolfgang Kohler con un grupo de chimpancés, a principios
de los años veinte, en la isla de Tenerife. Kohler, psicólogo de la Gestalt,
hizo algo más que mostrar que los chimpancés podían resolver proble-
mas. Hizo una elegante demostración práctica de que eran capaces de
cultivar el pensamiento abstracto y racional." Por desgracia, pocos hu-
manos fueron capaces de mirar racionalmente sus resultados experimen-
PRÓLOGO 43

tales en aquella época. Hubo que esperar a que Jane Goodall y otros, me-
diante una observación paciente y un brillante trabajo fotográfico de
campo, convencieran a los científicos y al público de las consecuencias
de los resultados de Kohler, muchos años después.
La primera sorpresa, ya en la segunda mitad del siglo xx, fue averi-
guar que los chimpancés, una especie muda de simio, separada de la
nuestra en el árbol evolutivo al menos por cinco millones de años, tiene
una capacidad lingüística incipiente. Se les ha enseñado a comunicarse
con los humanos. Más impresionante es que sean capaces de asimilar la
nueva habilidad y la utilicen para comunicarse entre sí, sirviéndose de
signos simbólicos y codificados. El principal protagonista de esta histo-
ria es Kanzi, una bonobo (los bonobos son parientes cercanos de los
chimpancés y tienen varios rasgos conductuales que nos recuerdan a no-
sotros). Kanzi aprendió a comunicarse utilizando un complejo lengua-
je de símbolos en un ordenador. Además, empezó espontáneamente a
aprender el inglés hablado, interpretando correctamente la sintaxis. La
magnitud de su hazaña sin duda tuvo que ver con el hecho de que fuera
una bonobo (parece que los bonobos podrían estar genéticamente más
cerca de los humanos que otros chimpancés), pero es más probable que
se debiera a que asimiló las habilidades cuando era pequeña, alIado de
su madre chimpancé adoptiva, cuando su capacidad para aprender esta-
ba en su mejor momento. Kanzi fue en realidad el objeto deliberado de la
enseñanza lingüística y, ya de adulta, se esforzaba por aprender aquellos
símbolos desconocidos. También se ha demostrado que los chimpancés
cultivan el pensamiento abstracto, simbólico y racional, así como lo que
se ha llamado «inferencia simbólica» y «manipulación simbólica», aun-
que, lógicamente, no son tan hábiles en este campo como nosotros. Lo más
probable es que se trate de una simple cuestión de grado. Por lo que se re-
fiere al lenguaje, los chimpancés tropiezan con el problema de que no
tienen dominio vocal, y una de dos, o no están predispuestos o no son ca-
paces de entender el valor de la comunicación no verbal prolongada."
Por asombroso que parezca, casi ningún lingüista ha prestado aten-
ción a las consecuencias profundas de estos experimentos. Para com-
prender esta resistencia hay que tener en cuenta las dos teorías que cir-
culan actualmente sobre el origen del lenguaje y el pensamiento. Desde
el siglo XIX hay dos explicaciones que han discurrido en sentido parale-
lo. La primera, que concibe el lenguaje básicamente como una inven-
ción, la esbozó Étienne Bonnot de Condillac, un filósofo ilustrado del
siglo XVIII. Según él, el lenguaje hablado había nacido de la mímica
44 LOS SENDEROS DEL EDÉN

(langage d'action) y ambos eran invenciones basadas inicialmente en la


asociación simple. La teoría de Condillac avanzó la idea de evolución
cultural y su desarrollo puede verse en el darwinismo y en un pensador
de mediados del siglo xx, Ronald Englefield, hasta culminar en los re-
cientes trabajos del psicólogo neozelandés Michael Corballis y otros. La
teoría madura entiende que la mímica apareció al principio entre los
simios y que una vez que se volvió convencional o se codificó como téc-
nica nueva, impulsó su propia evolución. Posteriormente, los signos ver-
bales, algunos de los cuales ya estaban presentes en el repertorio «inna-
to» de los primates, fueron asimilados y transformados en comunicación
codificada intencional. Las necesidades evolutivas potenciaron la apa-
rición del aparato vocal y también de la zona del cerebro inmediatamen-
te contigua a la responsable de la mímica. Este centro del habla suele lla-
marse área de Broca."

¿SEÑALADO POR EL DON DEL HABLA?

La otra teoría dominante en la actualidad es casi creacionista porque


niega el proceso evolutivo. Dice que el lenguaje, en este caso concreto la
palabra hablada, apareció de pronto entre los humanos modernos hace
entre 35.000 y 50.000 años, más o menos como un «big bang» de la es-
peciación. Según Noam Chomsky, y después de él Stephen Pinker, la ca-
pacidad de expresar palabras y de utilizar la sintaxis se implantó genéti-
camente en nuestro cerebro en fecha reciente, en una especie de órgano
del lenguaje. Esta concepción del lenguaje está relacionada con la anti-
gua idea de que el pensamiento lógico o racional depende en cierto modo
de las palabras. La idea procede de Platón y estuvo muy en boga en el
siglo XIX entre autores como Jakob Grimm (el.os animales no hablan
porque no piensan») y Max Müller (<<Ellenguaje es nuestro Rubicón y
ningún animal se atreverá a cruzarlo» y «Sin lenguaje no hay razón y sin
razón no hay lenguaje»)."
La idea creacionista del gran salto adelante en la calidad del pensa-
miento humano se refleja muy bien en una interpretación habitual del
arte europeo del Paleolítico Superior. Según este punto de vista, pinturas
rupestres europeas y figurillas talladas con más de 30.000 años de anti-
güedad son barruntos del pensamiento simbólico y abstracto y también
del lenguaje. Sin embargo, la madura perfección de las pinturas más an-
tiguas de la cueva de Chauvet, en el sur de Francia, parece desmentir esta
PRÓLOGO 45

teoría." En cualquier caso, esta interpretación eurocéntrica pasa por alto


el hecho de que los australianos, en la otra punta del planeta, conocían la
pintura rupestre en la misma época que los primeros europeos. Hay mu-
chas pruebas y razones, como se verá en las páginas de este libro, para
suponer que su común antepasado africano dominaba ya las técnicas del
habla, la pintura y la representación simbólica mucho antes de que salie-
ra de África, hace 80.000 años.
Otro problema de la teoría creacionista, o del «big bang», sobre la
unicidad de las facultades humanas modernas es que hay indicios de que
los neandertales tenían ya la misma anatomía vocal especializada que no-
sotros. La posesión de un hueso hioides parecido, una médula espina!
alargada hasta el tórax y un orificio ampliado para que el nervio hipoglo-
so llegue a la lengua permiten pensar que los neandertales hablaban. En
la hipótesis de Baldwin, estas características indican además que el an-
tepasado común de los neandertales (y nuestro), Horno heidelbergensis,
hablaba ya hace más de medio millón de años. Puesto que Horno heidel-
bergensis poseía asimismo un orificio nervioso ampliado y otros rasgos
anatómicos del habla, el razonamiento podría alcanzar incluso a Horno
erectus, que parece haber tenido un cerebro asimétrico. Se cree que este
rasgo es un importante fenómeno asociado al lenguaje. Algunos han que-
rido ver en la cara interior del cráneo de Horno habilis una huella del
área de Broca, lo cual concuerda con la opinión de que el proceso de am-
pliación especializada para adaptarse al habla había comenzado ya hace
dos millones de años."
La especulación anatómica nos devuelve a los primeros humanos y
a la espectacular aceleración del crecimiento encefálico experimentada
por los géneros Horno y Paranthropus. Si alguna vez hubo un «big bang»
en la especiación de los homínidos inteligentes, se produjo entonces. Tim
Crow, profesor de psiquiatría en Oxford, ha aducido que se pueden iden-
tificar dos importantes acontecimientos especiadores con dos mu-
taciones estrechamente relacionadas del cromo soma Y, producidas des-
pués de separamos de los chimpancés. Hay motivos para suponer que una
de estas mutaciones, o las dos, está relacionada con la asimetría cerebral
y posiblemente con el lenguaje. Si es así, podríamos imaginar que la pri-
mera mutación se produjo en el antepasado común a Horno y a Paran-
thropus, y la segunda en Horno erectus, dado que éste acusa los primeros
indicios de asimetría cerebral."
La investigación neurofisiológica moderna, sirviéndose de un aba-
nico de técnicas de imágenes activas de la actividad cerebral, ha contri-
46 LOS SENDEROS DEL EDÉN

buido a erosionar la concepción biológica y determinista del pensa-


miento y de la evolución y adquisición del lenguaje. Sabemos ya que
la sintaxis de cada idioma se procesa en diferentes zonas cerebrales. La
sintaxis no se implanta: la infieren los niños, que, en comparación con
los adultos que aprenden un nuevo idioma, tienen más capacidad y ver-
satilidad para descodificar asociaciones simbólicas y adivinar la verda-
dera inferencia sintáctica. Los humanos no son los únicos que tienen un
período crítico en el desarrollo en el que se adquieren las técnicas lin-
güísticas. Se ha visto el mismo fenómeno en «cantores» no primates,
como los pájaros y las ballenas. Las complejas canciones, a menudo úni-
cas, que cantan estos animales cuando son adultos se han aprendido,
modificado y grabado en una etapa temprana. Además, la investigación
demuestra que el habla no está forzosamente limitada a una zona o zo-
nas concretas del cerebro."
Estos estudios neurofisiológicos han sugerido, frente a la teoría choms-
kyana de la evolución del lenguaje, una alternativa que incorpora las ideas
de Condillac, Englefield y Corballis. y es la teoría de que el lenguaje ha-
blado fue en última instancia una invención de los primates, como la ta-
lla de herramientas, que rigió la evolución biológica del cerebro y del
aparato vocal. En tanto que invención cultural, también ha evolucionado
por su cuenta fuera de nuestro cuerpo, en el seno de comunidades cultu-
rales concretas. La combinación excepcional de los rasgos léxicos y sin-
tácticos de un idioma como el francés es un bien cultural de la comunidad
francófona y es evidente que no se deriva de ningún aspecto biológico
concebible del hecho de ser francés. Todos los idiomas, con su correspon-
diente sintaxis, evolucionan al pasar de una generación a otra, adaptán-
dose sin cesar para responder a las tendencias de cada nueva serie de in-
teligencias jóvenes e inmaduras.
En resumen, entre todas las facultades mentales y prácticas que los
filósofos han aducido para señalar las diferencias cualitativas entre los
humanos modernos y los chimpancés, la única que sigue en pie es ellen-
guaje humano. Evidentemente, hay una gran diferencia cuantitativa en lo
que se refiere a la capacidad intelectual, pero el intelecto humano no bro-
tó de pronto hace 35.000 años, en el Paleolítico Superior europeo: ya ve-
nía evolucionando desde hacía cuatro millones de años. Durante los dos
últimos millones los humanos han mejorado el modelo del simio andan-
te sirviéndose del cerebro, pero es posible que en este empeño les ayu-
dara la coevolución del tamaño encefálico, impulsada por el lenguaje. Al
igual que la elástica trompa que adquiere el pequeño elefante de la fábu-
PRÓLOGO 47

la de Kipling, nuestro nuevo cerebro, con su mejorada capacidad para


procesar conceptos y series simbólicas, se ha dedicado a una variedad de
tareas complejas ajenas al lenguaje oral. El hecho de que podamos espe-
cular sobre la geometría del universo y sus orígenes, e incluso empezar a
explorarlo, sugiere que la versatilidad y el afán de exploración de nues-
tro intelecto tiene pocos límites.
Hemos visto que los ciclos de desertización que seguían a las glacia-
ciones africanas estimularon el crecimiento del encéfalo de los humanos
hace dos millones de años. Este crecimiento lo experimentaron también
nuestros hermanos del género Paranthropus, pero no los grandes monos
de la sabana, lo que sugiere que los homínidos en cuestión poseían ya en
exclusiva algún comportamiento concreto que dependía del tamaño en-
cefálico. Hay cierta tendencia a creer que el crecimiento desenfrenado
del encéfalo humano es un hecho reciente, pero si repasamos los indicios
vemos más bien lo contrario. El crecimiento proporcional más rápido se
produjo entre el penúltimo y el último millón de años. Cuando aparecie-
ron los humanos modernos, el crecimiento encefálico había perdido ya
mucha fuerza. La paradoja es que nuestra aparente explosión cultural
es muy reciente y se está acelerando en progresión geométrica.
Lejos de aceptar lo obvio -que la cultura humana se nutre de sí mis-
ma, generando así su propio ritmo de aceleración-, muchos antropólo-
gos, arqueólogos y lingüistas creen que en los últimos 100.000 años se
produjo algo «genético» que afectó al funcionamiento de nuestro cere-
bro, dando lugar a un cerebro diferente, con un organigrama neuronal
distinto. Algunos van más lejos y sugieren que ese comportamiento
nuevo y excepcional fue seguramente el lenguaje." Hablando con fran-
queza, creo que esto es antidarwiniano y de una lógica retorcida. La co-
municación codificada intencional o «lenguaje» es sin duda un compor-
tamiento útil, nuevo y excepcional. Más sencillo sería todo, sin embargo, si
hubiera sido esto lo que hubiera diferenciado a nuestros antepasados re-
motos de otros primates grandes de la sabana y hubiera impulsado la
evolución de su tamaño encefálico hace 2,5 millones de años, para poder
comunicarse mejor y afrontar el empeoramiento del medio de un modo
más ingenioso.

Hasta aquí he hablado poco de la genética, que tendrá un papel des-


tacado en este libro. Buena parte de la historia humana de los últimos 2,5 mi-
llones de años se ha reconstruido estudiando huesos fósiles y el clima de
48 LOS SENDEROS DEL EDÉ

aquellos tiempos. Todas las especies humanas menos una desaparecie-


ron, algunas hace mucho y no disponemos de genes suyos para estu-
diarIos. Esto no significa que la genética no tenga nada que decimos de
las épocas oscuras de nuestra evolución, anteriores a la aparición de los
humanos modernos. Ya en los años setenta los genetistas empezaron a
utilizar herramientas inmunológicas toscas para medir las semejanzas
proteínicas entre las especies, y sugirieron que los humanos y los chim-
pancés estaban más estrechamente emparentados de lo que se pensaba.
Estas sugerencias se recibieron con desdén en la época, pero acabaron
reivindicándose cuando las técnicas comparativas pasaron de la inmuno-
logía a la demostración de una similitud genética básica y finalmente a la
medición exacta de las diferencias genéticas. Cada vez hay más razones
para creer que estamos mucho más cerca de los chimpancés que de los
demás simios grandes, los gorilas y los orangutanes, ya que nuestro li-
naje común se dividió hace poco más de cinco millones de años."
Decir que no quedan genes de otras especies humanas no es del todo
exacto. Casi todos nuestros genes nucleares los hemos heredado prácti-
camente intactos de humanos y simios remotos. Algunos genes humanos
pueden encontrarse en diversas formas que se ramificaron antes de que
apareciésemos en el planeta. Además, los científicos han extraído breves
fragmentos de ADN mitocondrial de huesos de neandertales y en la ac-
tualidad están en condiciones de responder a preguntas básicas como
hasta qué punto estamos emparentados con ellos y si en las poblaciones
humanas modernas quedan genes suyos.
Sin embargo, la verdadera revolución en el conocimiento de la prehis-
toria genética humana se refiere a los últimos 200.000 años, que son los
que aquí nos interesan. En relación con este período, las últimas investi-
gaciones genéticas han arrojado mucha luz sobre un campo lleno de po-
lémicas, dominado hasta entonces por colecciones europeas y africanas
de utillaje lítico y unos cuantos restos esqueléticos mal datados. Antes de
entrar en los detalles del rastreo genético, sería útil echar un vistazo a algu-
nas ideas que hay detrás de la herencia genética y a su evolución. Los con-
ceptos en juego son sencillos, ya que están relacionados con nuestros co-
nocimientos y preocupaciones cotidianos acerca de la herencia, aunque
suelen tergiversarse, por la propaganda que reciben o porque se confun-
den con una jerga.
PRÓLOGO 49

EL SECRETO DE LOS GUISANTES

Los humanos han tenido algún conocimiento de la herencia genética


desde que se domesticaron los primeros animales y se cultivaron las pri-
meras plantas. Los agricultores se esforzaban seriamente por erradicar
rasgos indeseados, como un tamaño excesivo o la agresividad. Se ensa-
yaba con el grano buscando un aumento de tamaño y mejores cosechas.
Sin embargo, la «sabiduría campesina» contenía muchos aspectos que
eran básicamente erróneos, aunque funcionaban a trancas y barrancas.
La especulación sobre los mecanismos y leyes exactos que gobernaban
la herencia se disparó a mediados del siglo XIX, a raíz de la aparición de
El origen de las especies de Charles Darwin, aunque la idea que tenía
éste de los principios de la herencia no difería mucho de la que tenían sus
antecesores. Fue su contemporáneo, el religioso austríaco Gregor Men-
del, quien estableció por primera vez un marco de referencia para com-
prender cómo se transmitían las características paren tales , basándose en
unos meticulosos cálculos matemáticos sobre la herencia del color y la
forma de los guisantes.
Mendel demostró básicamente que la expresión o manifestación de
cada rasgo físico o carácter concreto de la planta del guisante, por ejem-
plo el color de la flor, venía determinada por dos genes (aunque Mendel
utilizó otro término). Las relaciones de dominancia relativa entre estos
dos genes determinaba su expresión en la planta. Durante la reproducción
sexual las nuevas plantas recibían un gen de cada progenitor. Así pues, la
descendencia recibía una mezcla de los caracteres de cada progenitor, y
en cada generación era el efecto combinado de dos genes lo que determi-
naba cada rasgo físico. Puesto que, para cualquier par de genes, los pro-
genitores podían tener genes de distinto tipo (por ejemplo para distintos
colores de los pétalos, y sólo uno se seleccionaba al azar, las proporciones
de las distintas variedades en la descendencia seguían una pauta que po-
día predecirse si se conocían los gene s que poseía cada uno de los proge-
nitores. Mendel demostró así que la herencia de los caracteres se produ-
cía mediante la transmisión de pequeños paquetes de información. La
variedad de la descendencia dependía de la exacta pero aleatoria mezcla
de los paquetes o genes en cada individuo, fuera un guisante o un humano.
Mendel prefirió fijarse en caracteres sencillos, corrientes y fácilmen-
te apreciables, para estudiarlos por separado. En realidad, la expresión de
un carácter físico está determinada por más de un gen y todos tenemos
alrededor de 30.000 pares de genes funcionando, dado que somos orga-
50 LOS SENDEROS DEL EDÉN

nismos bastante complejos. Así, la perceptible aleatoriedad en las varia-


ciones entre hermanos de una misma familia no se debe a ninguna incon-
creción en el proceso hereditario, sino a que hay muchísimos genes selec-
cionados al azar durante la procreación. Con tantos genes en diferentes
combinaciones, el potencial de la variabilidad es inmenso. Por el contra-
rio, la semejanza extrema de los gemelos idénticos nos permite entrever
la exactitud con que la herencia llega a traducirse en forma física. La ha-
zaña de Watson, Crick y Rosalind Franklin fue traducir los descubrimien-
tos de Mendel al lenguaje de la bioquímica, o de la biología molecular,
que es como ha acabado por llamarse este apartado de la bioquímica.

LAS CLAVES DE LA VIDA EN CARTULINA

«Somos el fruto de nuestros genes.» Dos científicos con iniciativa,


Jim Watson y Francis Crick, dibujaron en 1953 las claves secretas de este
tópico eduardiano en una cartulina que recortaron en fragmentos peque-
ños." Estas «claves» eran diagramas, trazados a escala, de cuatro molé-
culas (bases de nucleótido) cuya excepcional interrelación interna, inser-
ta bajo la cremallera del ácido desoxirribonucleico (ADN), contiene el
código de toda la vida en la Tierra. Los fragmentos de cartulina desentra-
ñaban el mecanismo que vinculaba los trabajos de Mendel con la teoría
de la evolución por selección natural, expuesta por Darwin en El origen
de las especies. Watson y Crick explicaron con precisión cómo miles de
características únicas, que variaban de un individuo a otro, se transmitían
intactas de generación en generación. En pocas palabras, fue el progreso
más grande del siglo xx en el campo del conocimiento biológico.
En el interior de cada célula de nuestro cuerpo tenemos cadenas de
ADN increíblemente largas. Es la materia prima de los genes. Almacena,
reproduce y transmite todas nuestras características personales y únicas,
nuestra herencia genética. Estas cadenas de ADN contienen las plantillas
codificadas de las proteínas, que son los ladrillos de nuestro cuerpo. Esta
codificación es una serie de combinaciones de cuatro moléculas, llama-
das bases de los nucleótidos (y representadas por las letras A, G, C YT),
que dan todas las instrucciones necesarias para fabricar nuestro cuerpo.
Heredamos ADN de nuestros dos progenitores y, puesto que recibimos
una mezcla única de ambos, la cadena de ADN de cada uno de nosotros es
ligeramente distinta de la de los demás. Nuestro ADN es como una huella
dactilar molecular.
PRÓLOGO 51

Durante la reproducción sexual humana, el ADN de los progenitores


se copia y se transmite en proporciones iguales. Es importante saber que,
aunque casi todo el ADN de cada progenitor se separa durante la repro-
ducción, en cada generación se barajan y se mezclan pequeños fragmentos
de las dos aportaciones. Por mezcla no se entiende aquí la distribución
aleatoria y masiva de genes deducida por Mendel, sino pequeños inter-
cambios, duplicaciones y permutas entre el lote materno y el lote paterno
de ADN. Este fenómeno se llama técnicamente «recombinación». Afor-
tunadamente para los fines de los investigadores genéticos, hay dos pe-
queñas porciones de nuestro ADN que no se recombinan. El ADN no
recombinante es más fácil de rastrear, dado que su información no se al-
tera durante su transmisión de una generación a otra. Las dos pequeñas
porciones son el ADN mitocondrial (ADNmt) y la parte no recombinante
del cromo soma Y (YNR).

EL ADN MITOCONDRIAL:
ELGENEVA

Decir que recibimos exactamente la mitad de nuestro ADN de nuestro


padre y la otra mitad de nuestra madre no es totalmente verdadero. Un pe-
queño fragmento de nuestro ADN se hereda sólo a través de la madre. Se
llama ADN mitocondrial porque se trata de filamentos circulares indivi-
duales contenidos en pequeñas cápsulas tubulares llamadas mitocondrias
que funcionan un poco como baterías en el interior del citoplasma celular.
Algunos biólogos moleculares dicen que, cuando el mundo era joven, la
mitocondria era un organismo autónomo con su propio ADN y poseía el
secreto de generar muchísima energía. Invadió organismos unicelulares
nucleados y allí sigue desde entonces, dividiéndose, como la levadura, por
fisión binaria. Aunque los varones reciben y usan el ADN mitocondrial de
la madre, no pueden transmitido a los hijos. El esperma tiene mitocondrias
propias para propulsar el largo viaje desde la vagina hasta el óvulo, pero
al entrar en éste, las mitocondrias masculinas se marchitan y se mueren.
Es como si el varón tuviera que dejar las pistolas en la puerta.
Así pues, cada cual hereda el ADNmt de la madre, que a su vez lo ha
heredado intacto de su madre y ésta de la suya, hasta el infinito; de ahí
el nombre popular del ADNmt, «el gen Eva». En última instancia, todas
las personas que viven hoy en el mundo han heredado su ADN mito-
condrial de una única antepasada que vivió hace casi 200.000 años. Este
ADNmt nos proporciona un raro punto de estabilidad en las arenas mo-
52 LOS SENDEROS DEL EDÉN

vedizas de la transmisión del ADN. Sin embargo, si todos los cromoso-


mas Eva del mundo actual fueran una reproducción exacta del primer
gen Eva, todos serían idénticos. Sería algo prodigioso, pero significaría
que el ADNmt tiene poco que decimos sobre nuestra prehistoria. Saber que
todas las mujeres descienden de una remota Eva común resulta emocio-
nante, pero no nos ayuda a reconstruir la vida de cada una de sus hijas.
Necesitamos un poco de variedad.
Aquí es donde aparecen las mutaciones puntuales del ADN. Al here-
dar el ADNmt de nuestra madre, a veces hay un cambio en una o más
«letras» del código del ADNmt, aproximadamente una mutación cada
mil generaciones." La nueva letra, llamada «mutación puntual», se trans-
mitirá desde entonces a todas las descendientes. Aunque otra mutación
es un fenómeno raro dentro de una sola línea familiar, la probabilidad to-
tal de las mutaciones aumenta de manera visible a causa de la cantidad
de mujeres que tienen hijas. Así, en una generación, un millón de mujeres
podría tener más de mil hijas con una mutación personal e intransferible.
Por este motivo, y salvo que hayamos tenido una antepasada común en
los últimos 10.000 años, cada cual tiene un código que es ligeramente
distinto del de los demás.

UTILIZAR LAS MUTACIONES PARA CONSTRUIR UN ÁRBOL

Durante casi 200.000 años se han ido acumulando pequeñas muta-


ciones aleatorias en las moléculas del ADNmt humano que se han trans-
mitido a las hijas de Eva de todo el mundo. Esto representa, para la tota-
lidad de los humanos actuales, entre siete y quince mutaciones en cada
registro personal de Eva. Por lo tanto, las mutaciones son un expediente
acumulativo de nuestra prehistoria materna. La misión principal del ADN
es reproducirse para cada nueva generación. Podemos aprovechar las
mutaciones para reconstruir un árbol genético del ADNmt, porque cada
nueva mutación del ADNmt en el óvulo de una futura madre se transmi-
tirá a perpetuidad a todas sus descendientes. Cada nueva línea femenina
queda así definida tanto por las mutaciones antiguas como por las re-
cientes. Por consiguiente, conociendo todas las series de mutaciones de
las mujeres vivas de todo el mundo, podemos reconstruir un árbol genea-
lógico que se remonte hasta nuestra primera madre.
Aunque resulta fácil trazar en el dorso de un sobre un árbol de
ADN mt reciente con sólo un par de mutaciones en juego, el problema se
PRÓLOGO 53

complica mucho cuando tratamos con toda la raza humana, con miles de
combinaciones de mutaciones. Por eso hay que emplear ordenadores en
la reconstrucción. Observando el ADN de una muestra de personas ac-
tualmente vivas y reconstruyendo los cambios aparecidos durante va-
rias generaciones, los biólogos pueden remontar la genealogía hasta un
remoto antepasado común. Como sólo heredamos el ADNmt de la ma-
dre, esta línea da un cuadro de la genealogía femenina de la especie hu-
mana.
No sólo podemos reconstruir el árbol, sino que, además, teniendo pre-
sente de dónde proceden las personas muestreadas, podemos ver dónde
se produjeron determinadas mutaciones, es decir, si fue en Europa, en
Asia o en África. Más aún, como los cambios se producen a un ritmo es-
tadísticamente coherente (aunque aleatorio), podemos averiguar de ma-
nera aproximada el momento en que se produjeron. Esto nos ha permi-
tido, a finales del siglo xx y principios del actual, hacer algo que los
antropólogos del pasado tenían que limitarse a soñar: reconstruir las mi-
graciones de los humanos modernos por todo el planeta. Resulta así que
los cambios más antiguos de nuestro ADNmt se produjeron en África
hace entre 150.000 y 190.000 años. Luego aparecieron otras mutaciones
en Asia, hace entre 60.000 y 80.000 años (véase la figura 0.3). Esto nos in-
dica que los humanos modernos maduraron en África y que algunos pa-
saron al continente asiático hace menos de 80.000 años.
Hay que señalar que la datación es aproximativa, a causa de la natura-
leza aleatoria de cada mutación. Hay varias formas matemáticas de fe-
char las migraciones demográficas que se ensayaron con resultado de-
sigual en los años noventa, pero en 1996 se estableció un método que
fecha cada rama del árbol gen ético calculando la media de mutaciones
posteriores en los tipos filiales de dicha rama;" este método ha resistido
la prueba del tiempo y es el principal que empleo en este libro.

EL CROMOSOMA y: EL GEN ADÁN

A semejanza del ADNmt de transmisión materna y que reside fuera


del núcleo de la célula, dentro del núcleo hay un paquete de genes que
sólo se transmite por línea masculina. Es el cromosoma Y, el cromo soma
definidor de la masculinidad. Exceptuando un pequeño segmento, el cro-
mosoma Y no desempeña ningún papel en el promiscuo intercambio de
ADN que se permiten otros cromosomas. Esto significa que, al igual que
54 LOS SENDEROS DEL EDÉN

AFRICANOS NO AFRICANOS
6,5
millones
de años

n TI Todo nuestro ADNmt se remonta a una

Ewm,,~,",,/
sola línea africana

200-

1190 1
1
I

I I
I

162 Llbc
L2'3

149
150-
Chimp ancé lb

r-r- 138
L2
Mutaciones no encontradas en África
empiezan a aparecer hace 60.000-80.000 años
Llc

Llk Lla

103
100-

africanos
L3 83 L3

I
LZc L2a~ 121M

?
Erupción I
del Toba -= 67 N
A

J
60R
57 M8 F
HY
53 J U 51 B
50- G 48 P

41 D
37~ 36

Último
r+
máximo
glacial -

Hoy
l ,1 r 11

Tribu o nación
PRÓLOGO 55

el ADNmt, la parte no recombinante del cromosoma Y pasa intacta a cada


generación y puede rastrearse, siguiendo una línea ininterrumpida, hasta
nuestro primer antepasado masculino.
Los cromosomas Y se utilizan desde hace menos tiempo que el ADNmt
en la reconstrucción de árboles y hay problemas para estimar el alcance
cronológico. Cuando se solucionen, el método YNR podría tener una re-
solución cronológica y geográfica mucho mayor que el ADNmt, tanto
para el pasado reciente como para el remoto. Esto se debe sencillamen-
te a que el YNR es mucho mayor que el ADNmt y en consecuencia tiene
más variabilidad potencial.
Sin embargo, el cromosoma Y ya ha contribuido a trazar un camino
genético paralelo al del ADNmt. En los principales puntos de ramifi-
cación geográfica corrobora la versión del ADNmt: señala que hubo en
África un antepasado común a todos los humanos modernos y en Asia un
antepasado más reciente de todos los no africanos. Además, como el com-
portamiento masculino se diferencia del femenino en determinados as-
pectos clave, los genes Adán añaden detalles interesantes. Una diferen-
cia es que hay más variación cuantitativa en la descendencia de los
varones que en la de las mujeres: unos cuantos varones engendran mu-
chos más hijos que los demás. Las mujeres, por el contrario, tienden a
ser más uniformes e «iguales» en el número de hijos que tienen. El prin-
cipal efecto de este fenómeno es que la mayoría de las líneas masculinas
se extingue con más rapidez que las femeninas, dejando el terreno a un
puñado de líneas masculinas dominantes.
Otra diferencia se refiere al movimiento. Se ha dicho a menudo que,
como las mujeres solían trasladarse al poblado del marido, sus genes han
de ser más móviles por fuerza. Paradójicamente, podría ser así en el mar-
co de una región cultural, pero la mezcla y dispersión rápidas de ADNmt
se producirían sólo dentro de dicha región cultural. En el caso de los des-
plazamientos de una región a otra, o de las largas migraciones intercon-
tinentales, por mar por ejemplo, el tener que cuidar de los hijos debió de
limitar la movilidad femenina. Los grupos de pillaje debieron de estar

FIGURA 0.3. Árbol genético materno real de 52 poblaciones seleccionadas al


azar en todo el mundo. Adviértase la antigüedad de la Eva mitocondrial. Datación de
las ramas del autor, que se basa en datos secuenciales completos; la antigüedad del
coalescente chimpancé-humano procede del análisis, es decir, que no es una deduc-
ción basada en testimonios fósiles; véase la nota 22 del capítulo 1.
56 LOS SENDEROS DEL EDÉN

compuestos básicamente por varones, le>que sin duda aumentó la movi-


lidad del cromosoma Y.
Una observación final sobre los métodos de rastreo genético de las
migraciones: no hay que confundir este nuevo método de rastrear la his-
toria de las moléculas en un árbol de ADN, y que se denomina filogeo-
grafía (literalmente, «geografía de la especie»), con el estudio matemáti-
co de la historia de las poblaciones humanas, que ha venido aplicándose
durante décadas y que se conoce por genética de poblaciones clásica. Las
dos disciplinas se basan en los mismos principios biológicos mendelia-
nos, pero tienen objetivos y presupuestos muy diferentes, y esta diferen-
cia ha dado origen a muchos malentendidos y polémicas. La forma más
sencilla de exponerla es decir que la filogeografía estudia la prehistoria
de las moléculas del ADN individual, mientras que la genética de pobla-
ciones estudia la prehistoria de las poblaciones. Dicho de otro modo,
toda población humana contiene versiones múltiples de cada molécula
concreta de ADN, todas con su historia particular y diferente origen.
Aunque se trata de diferentes formas de enfocar la prehistoria humana, el
objetivo de los dos métodos es rastrear las migraciones humanas. Ras-
trear las moléculas individuales que llevamos con nosotros es mucho
más sencillo que rastrear grupos enteros.

NOMBRES DE LÍNEA GENÉTICAS

En este libro hablo indistintamente de clanes matemos y paternos, de


líneas genéticas, de linajes, de grupos/ramas genéticos, incluso de ha-
plogrupos. Todos estos términos significan aproximadamente lo mismo:
un grupo amplio de tipos genéticos con un antepasado común (por lo ge-
neral por su ADNmt o su cromosoma Y). El tamaño del grupo es hasta
cierto punto arbitrario y depende de la altura del árbol genético a la que
está la base de la rama. Algo que salta rápidamente a la vista cuando se
analizan árboles gen éticos es la falta de uniformidad en la nomenclatura
de estas ramas. Por lo que se refiere en concreto al cromosoma Y, cada
nuevo artículo científico propone una nueva nomenclatura científica, ba-
sada en diferentes marcadores genéticos «de la casa», utilizados por
diferentes laboratorios de investigación. Por culpa de esta situación, los
cotejos de los estudios llegan a ser tediosos y ponen continuamente a
prueba la memoria del lector. El árbol de base, sin embargo, es más o me-
nos el mismo en todos los laboratorios. Hace poco se ha publicado una
PRÓLOGO 57

nomenclatura Y aceptada por todos, en la que se describían las principa-


les ramas genéticas del árbol con letras de la A a la R.37 En las descrip-
ciones y figuras empleo esta nomenclatura hasta donde me es posible. El
problema es que cuesta retener en la memoria, por lo menos en la mía,
estas dieciocho letras y el lugar que tienen en el árbol. Que sean sólo le-
tras empeora las cosas.
Por suerte, nuestra memoria recibe a menudo la ayuda del contexto y
la asociación. Por este motivo, y sólo por él, he puesto nombre a las ra-
mas principales y a otras a las que me refiero con frecuencia. Unos nom-
bres son locales, por ejemplo Ha, que designa una rama Y de China y el
sureste asiático (y la he llamado así por el almirante Cheng Ha, explorador
del sureste asiático, y también por Ha Chi Minh, el venerado dirigente
nacional vietnamita). Otros son bíblicos, por ejemplo Adán, el fundador
de la línea Y que salió de África y que tiene tres líneas de descendientes,
Caín, Abel y Set (véanse los apéndices 1 y 2). No hay que buscar doble
sentido a estos nombres; son simplemente ayudas mnemotécnicas.
La película del ADNmt es un poco menos complicada. Muchos la-
boratorios se pusieron de acuerdo para emplear una sola terminología ya
en las primeras etapas (¡quizá porque había menos testosterona por me-
dio!). Por ejemplo, se admite que hay dos líneas de descendencia no afri-
cana, «N» y «M», que proceden de L3, la única línea que salió de África.
A una le he puesto Nasreen, para que armonice con sus posibles orígenes
surarábigos, y a la otra Manju, para que sea compatible con un origen in-
dostánico.
Capítulo 1
FUERA DE ÁFRICA

Una de las imágenes mediáticas más perdurables de la genética po-


pular de los años ochenta fue una portada de Newsweek en la que se veía
a Adán y Eva desnudos, refinados, atractivos y negros, compartiendo la
manzana, ante la mirada complacida de la serpiente. Gracias a la porta-
da, el número batió marcas de ventas. Sin embargo, a pesar del reclamo
popular, la revista estaba informando de un importante progreso. En la
portada se plasI?aban dos hechos asombrosos que se comentaban en el
artículo principal. Uno se refería a un nuevo método genético, hecho pú-
blico en 1987, que utilizaba genes que podían transmitirse sólo por vía
materna. La investigación, llevada a cabo por Rebecca Cann y sus cole-
gas, resolvía la antigua polémica sobre la cuna de los humanos moder-
nos. Los últimos resultados decían que los humanos actuales, «la familia
humana moderna», se habían originado en África, en una sola línea ge-
nética, en los últimos 200.000 años, y no en virtud de múltiples fenóme-
nos evolutivos producidos por separado en distintos puntos del planeta.
Esta línea única, que se remonta en último término hasta el antepasado
común que nos emparenta con los neandertales, dio lugar a la media do-
cena de clanes (o ramas) maternos principales que son, incluso actual-
mente, de innegable origen africano. I
El segundo motivo para poner una alegoría bíblica en la portada de la
revista era que el nuevo método genético utilizaba sólo ADN mitocon-
drial, que es de transmisión materna. Diez años después, un reducido
equipo de genetistas utilizaba el método recién descubierto para averiguar
que de esa docena larga de primitivas ramas maternas de África brotó un
vástago que formó la línea fundadora del resto del mundo.' En otras pala-
bras, todas las líneas femeninas africanas tenían una sola antepasada co-
60 LOS SENDEROS DEL EDÉN

mún, O «Eva mitocondrial», y luego, mucho más tarde, apareció una línea
secundaria de «Eva extraafricana» cuyas descendientes genéticas pobla-
ron el resto del mundo. Fue un descubrimiento extraordinario.
La etiqueta «Eva» o «Primera Dama», explotada por los medios de co-
municación de la época, no era totalmente exacta, desde el punto de vista
de los genetistas. Éstos, sirviéndose de ADN mitocondrial, habían iden-
tificado una primitiva línea genética femenina de una minúscula parte de
nuestra herencia genética. La Eva mitocondrial no fue una sola persona,
una «primera madre» individual, como a menudo daban a entender los
medios de comunicación. Rastrear un marcador genético materno has-
ta llegar a una antepasada común no significa que todos nuestros genes
procedan de una sola mujer. En todos nuestros núcleos celulares hay
más de 100.000 posiciones genéticas (el término técnico es loci) que
pueden cartografiarse. Cualquiera de estas posiciones podría utilizarse
como sistema marcador para rastrear una línea genética, hasta dar con un
antepasado común.' Como las posiciones se mezclan en cada genera-
ción, no todos sus árboles genéticos se remontan al mismo antepasado.
La verdad es que la herencia genética de los humanos modernos podría
proceder de un grupo de 2.000 o 10.000 africanos que vivieron hace unos
190.000 años.
Aunque podría parecer que la realidad de los «árboles genéticos» eli-
mina el encanto de la leyenda de Eva, esto no afecta a la capacidad ex-
cepcional de este rastreador gen ético para contamos la epopeya de los
vagabundeas humanos durante los últimos 200.000 años. Su habilidad
para contar la misma historia utilizando multitud de genes confirma y
enriquece el contenido. Las líneas genéticas masculinas, por ejemplo,
tienden más a extenderse aventurera e intercontinentalmente que las fe-
meninas. Por ejemplo, los genetistas han averiguado hace poco que una
sedicente «tribu perdida de Israel», de África del sur, tenía antepasados
judíos, pero sólo por línea masculina."

OBJECIONES DE MULTIRREGIONALISTAS y GENETISTAS

Fue inevitable que se levantaran voces en contra del claro y audaz ca-
mino de la expansión humana trazado por los marcadores mitocon-
driales. Los multirregionalistas discreparon, de eso no hubo duda. Se
trataba sobre todo de paleoantropólogos que seguían creyendo que las
«razas» del planeta procedían de formas primitivas premodernas de dis-
FUERA DE ÁFRICA 61

tintas partes del mundo, que recibían nombres como «Hombre de Java»,
«Hombre de Pekín» y neandertales. Un importante escollo con que se
tropieza con esta teoría es que las poblaciones humanas modernas regio-
nalmente definidas se parecen más entre sí en muchos aspectos que a sus
presuntos antepasados. Para salvar el escollo, ciertos multirregionalistas
dicen ahora que las «especies humanas» regionales se mezclaron des-
pués, intercambiaron material genético y formaron las complejas razas
modernas de la actualidad (véase la figura l.1).
Sin embargo, los resultados genéticos no revelan esa concienzuda
mezcla interregional. Las distribuciones geográficas de las ramas y sub-
ramas de los árboles extraafricanos modernos son regionalmente muy
concretas. En la última carga de los multirregionalistas, el «acuerdo so-
bre la mezcla interregional» se ha ampliado para abarcar la hipótesis
africanista, sugiriendo que las poblaciones regionales arcaicas, como los
neandertales, a veces se apareaban con recién llegados anatómicamente
modernos, es decir, «como nosotros», los Cro-Magnon. (Los «humanos
anatómicamente modernos» somos los miembros de la especie Horno
sapiens [sensu stricto] que poseemos rasgos esqueléticos que nos dife-
rencian colectivamente, a nosotros y a nuestos inmediatos antepasados
africanos de los últimos 200.000 años, de extinguidas versiones arcaicas
de Horno sapiens [sensu lato], entre ellas nuestro pariente Horno helmei.
Las principales características «anatómicamente modernas» son el crá-
neo alto y redondo, la barbilla pronunciada, cara y mandíbulas pequeñas
y finos arcos superciliares.) La mezcla interregional de veteranos y re-
cién llegados es en realidad una solución de compromiso poco con-
vincente por parte de la hipótesis africanista, que permitiría que hubiera
restos genéticos de poblaciones arcaicas en la reserva genética moderna.
Como prueba de este mestizaje se ha citado un esqueleto infantil hallado
en Portugal, con extremidades cortas y robustas y con una antigüedad fi-
jada en 24.500 años, cuando ya no había neandertales. Sin embargo, en-
tre las decenas de miles de no africanos cuyo ADNmt y cuyo cromoso-
ma Y se han sometido a estudio no hay absolutamente ningún rastro de
esta mezcla.'
Para ser justos hay que decir que aquí no termina la historia. Aunque
no hay pruebas de ninguna suma arcaico/moderno en las líneas «Adán»
y «Eva», estas líneas contienen sólo una fracción infinitesimal de la in-
mensa biblioteca de ADN que es nuestro genoma. Como en cada genera-
ción se transmite una sola versión de ADNmt y de cromo soma Y (YNR)
y no dos, cabe la posibilidad de que algunas líneas específicamente
62 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Modelo multirregional

africano europeo asiático indonesio


H. erectus H. heidelbergensis H. erectus H. erectus

!
Neandertal
!
Ngandong

modernos
~1~
•••
···········"········•••
~••••···········<······· ••••
africanos europeos
modernos
•••
~~·><.l asiáticos
modernos
australianos
modernos

Modelo africanista

africano europeo asiático indonesio


H. erectus H. heidelbergensis H. erectus H. erectus

!
africanos
!
Neandertal
! !
Ngandong

r-
modernos

africanos europeos
7 ~
asiáticos
~
australianos
modernos modernos modernos modernos

FIGURA 1.1. Comparación entre el modelo multirregional y el africanista. En el


segundo, los africanos «anatómicamente modernos» reemplazaron por completo a
todos los demás humanos del mundo en fecha reciente; según la hipótesis multirre-
gional, subsiste en la actualidad una proporción variable de la herencia física y gené-
tica de arcaicas especies humanas regionales.

neandertales de ADNmt se sumaran ocasionalmente a las poblaciones


de Cro-Magnon y luego se extinguieran. Pero podría haber aún indicios de
mestizaje acechando entre el resto del vasto genoma nuclear. Dado que
este ADN nuclear se revuelve y recompone en cada generación, es difí-
cil construir un árbol de cada una de las numerosas líneas genéticas y sa-
ber con seguridad qué procede de los humanos modernos y qué de po-
FUERA DE ÁFRICA 63

blaciones arcaicas regionales." Puede que al final resulte que, como afir-
man algunos, las cejas peludas de ciertos jugadores de rugby y de ciertos
aficionados al fútbol son atavismos neandertales y no (como supongo yo)
variaciones normales de humanos modernos.
Los genetistas de poblaciones tradicionales objetaron algo más. Les
sorprendía -y quizá incluso les molestara- que el ADN mitocondrial
diera una imagen tan diáfana, porque sus métodos, que se servían de cien-
tos de marcadores genéticos tradicionales, es decir, de genes del núcleo,
transmitidos tanto por los varones como por las mujeres, venían dando des-
de hacía años una imagen donde la separación entre África y el resto del
mundo era confusa. Varios factores contribuían a esta confusión. El más
importante era el método clásico de los tradicionalistas, basado en las po-
blaciones y consistente en construir árboles de migraciones masivas en
vez de árboles de líneas genéticas. Se empeñaban en seguir una idea de la
«migración racial» muy general, aunque con base matemática, en vez de
rastrear las migraciones de líneas genéticas individuales encontradas en
esas poblaciones. Otro factor importante era la mezcla y remoción de lí-
neas genéticas nucleares en cada generación, cosa que no le sucede al
ADNmt ni al YNR. Además, casi todos los marcadores genéticos que em-
pleaban tenían árboles sencillos con una pequeña cantidad de ramas muy
antiguas, y las subramas eran comunes a muchas poblaciones.
Por todos estos motivos, el método tradicional de comparar poblacio-
nes de distintas regiones, midiendo incidencias de genes nucleares, era
una forma básicamente defectuosa de estudiar las migraciones antiguas.
Como para ilustrado, ya se había publicado en Nature, en 1986, un estu-
dio de James Wainscoat y sus colegas, basado en resultados obtenidos con
genes de un solo locus nuclear (es decir, no con genes Adán o Eva) y que
postulaba un modelo africanista. Fue un año antes de los hallazgos de
Rebecca Cann, divulgados por el artículo de Newsweek, y utilizaba mues-
tras de sujetos humanos de todo el mundo, incluso muestras que había
recogido yo en Nueva Guinea en 1984. En vez de comparar la incidencia
de muchos genes, Wainscoat construyó un sencillo árbol genealógico de
poblaciones a partir de un solo locus genético. El resultado se parecía mu-
cho a los hallazgos de Cann en el sentido de que señalaba un origen afri-
cano. Hubo también otros genetistas que pusieron objeciones de elevado
nivel técnico al análisis de los genes «Eva». Estas objeciones técnicas han
ido desapareciendo una tras otra.'
Gracias a los recientes análisis del otro sistema que no se mezcla, el
cromo soma Y, y al estudio de muchos otros marcadores genéricos," la
64 LOS SENDEROS DEL EDÉN

idea africanista, sugerida por los marcadores mitocondriales, ha salido


triunfante y los multirregionalistas han pasado a ser una minoría aislada,
aunque ruidosa.

¿Dos RUTAS
PARASALIRDE ÁFRICA?

Los humanos tuvieron que salir de África al final, como todos sus
parientes primates, pero el momento y el camino, como siempre, los de-
cidieron los cambios climáticos. Había dos rutas posibles para salir de
África, una en el norte y otra en el sur, y el clima determinaba cuál era
practicable en un momento particular. La que estaba abierta orientaba a
su vez a los exploradores sobre adónde ir a continuación, hacia el norte o
hacia el este. Los primeros humanos modernos que salieron de África lo
hicieron hace más de 120.000 años por una puerta septentrional. Como
veremos después, esta primera expedición terminó en castástrofe. La se-
gunda obtuvo mejores resultados y cruzó Asia por el sur y hacia el este por
un camino recorrido ya por otros grupos. Europa se pasó por alto y no atra-
jo el interés hasta hace 50.000 años.
África es la cuna de todas las especies humanas que han vagado por
el planeta. Este vasto y aislado laboratorio natural moldeó a los humanos
durante interminables ciclos alternos de desertización y reverdecimien-
to. Ese mosaico excepcional de sabana y bosque que es el África sub-
sahariana está realmente separado del resto del mundo por dos series de
puertas y pasillos ambientales. En el curso de los dos últimos millones
de años, esos pasillos han funcionado como un gigantesco corral de ga-
nado cuyas dos puertas se abrían y cerraban alternativamente. Cuando
una puerta estaba abierta, la otra por lo general estaba cerrada. Una puer-
ta conducía al norte por el Sahara, hacia Oriente Próximo y Europa, y la
otra conducía al sur, al otro lado del mar Rojo, a Yemen, Omán y la In-
dia. Que estuviera abierta una puerta u otra dependía del ciclo glacial y
determinaba si los mamíferos, incluidos los humanos, que salían de Áfri-
ca iban hacia el norte y hacia Europa o hacia el este y hacia Asia."
En la actualidad, África está físicamente unida al continente euroasiá-
tico sólo por uno de aquellos pasillos, el septentrional, que llega a la penín-
sula del Sinaí. Desierto seco y normalmente implacable, la ruta potencial
por el Sahara y el Sinaí hacia el resto del mundo se abre únicamente,
como una puerta estelar de película de ciencia-ficción, cuando las alte-
raciones de la órbita terrestre y la inclinación del eje de rotación produ-
FUERA DE ÁFRICA 65

cen un breve episodio de calentamiento. Este acontecimiento, fugaz en


tiempo geológico, se produce una vez cada 100.000 años aproximada-
mente: el calor solar derrite los hielos polares y domina un clima global
cálido y húmedo. El Sahara, el Sinaí y los desiertos australianos se pue-
blan de lagos, se visten de verde y florecen durante una breve primavera
geológica (véase la figura 1.2). Pero como este interludio cálido es muy
breve, la puerta climática septentrional puede ser una trampa mortal para
los emigrantes.
Durante la mayor parte de los dos últimos millones de años, los hu-
manos han pasado frío con los hielos del Pleistoceno, por eso los geólo-
gos llaman óptimo interglacial al breve pero notable calentamiento de la
superficie del planeta que abre las puertas del Edén. Los cortos períodos de
exuberancia contrastan con las condiciones glaciales del Pleistoceno, nor-
malmente frías y secas. Los humanos modernos sólo hemos podido vis-
lumbrar el paraíso en dos ocasiones desde que estamos en la Tierra. El
óptimo interglacial más reciente se alcanzó hace sólo 8.000 años, y aún
tenemos suerte de disfrutar de los efectos secundarios de su bondad oto-
ñal. Durante unos dos mil años aproximadamente el Sahara fue una pra-
dera y todos los animales del sur poblaron el norte del continente africa-
no y llegaron a Oriente Próximo. Paradójicamente, el actual calentamiento
planetario producido por la contaminación está conteniendo la inevitable
recaída en las condiciones frías, secas e inestables que han caracterizado
a la mayor parte de nuestro tiempo de permanencia en la Tierra.
Por lo general, los científicos han de conseguir las pruebas de estos
dramas climatológicos de la prehistoria cavando la tierra y perforando
los glaciares y el fondo del mar. En el presente caso, sin embargo, para
demostramos que esto es verdad no necesitamos los abundantes datos
que han acumulado los científicos sobre arqueología y cambios climáti-
cosoPodemos comprobarlo personalmente mirando las maravillosas pin-
turas de los riscos del Sahara central. Hace 8.000 años se pintaron allí
miles de imágenes naturalistas de búfalos extinguidos, de elefantes, ri-
nocerontes, hipopótamos, jirafas, avestruces y grandes antílopes. Este vis-
toso registro histórico ha proseguido intermitentemente hasta tiempos
recientes. Las pinturas posteriores nos cuentan que hace más de 5.000 años
desapareció la fauna sahariana y fue sustituida por el camello.
Este período en que la fauna africana subió brevemente hasta Marrue-
cos, Egipto y Oriente Próximo fue, a escala mucho mayor, como los agua-
ceros que caen de tarde en tarde en los desiertos y sacan de su prolongado
letargo las semillas de unas flores preciosas. El exuberante paraíso duró
66 LOS SENDEROS DEL EDÉN

poco; la fauna retrocedió y el desierto volvió a imponerse. Los grandes ma-


míferos no tenían semillas que pudieran esconderse en la arena. Incluso
animales no mamíferos que son magos de la sequía, como la rana del de-
sierto y el pez pulmonado, pueden aislarse sólo durante una breve tempo-
rada, mientras esperan el siguiente aguacero. Así pues, durante la última
interglaciación, la primera de nuestra estancia en la Tierra, un valiente gru-
po de exploradores salió de África por el norte y llegó a Oriente Próximo
antes de que la puerta sahariana se cerrase lentamente a sus espaldas.
La primera interglaciación de las dos experimentadas por los huma-
nos modernos, conocida por los científicos con el nombre de período
Eemiano o Ipswichense, se produjo hace 125.000 años, poco después del
nacimiento de la familia humana. Sabemos que unos humanos modernos
primitivos subieron del África subsahariana hacia el norte del continen-
te y Oriente Próximo porque se han encontrado sus huesos en esos luga-
res. En realidad, los restos humanos más antiguos que se han encontrado
fuera de África tienen entre 90.000 y 120.000 años, y se localizaron en
Oriente Próximo.'? La principal pregunta es si dejaron una huella dura-
dera. Da la impresión de que no.

DE ÁFRICA A EUROPA: EL FRACASO DEL PRIMER ÉXODO

Hasta que se confirmaron estas primeras fechas, el bando científico


africanista suponía que el primer grupo de humanos modernos que
emigró hacia Oriente Próximo formó el núcleo del que surgieron los
europeos y casi todos los asiáticos. Pero en esta hipótesis había algunos de-
fectos elementales. El primer grupo de humanos modernos se extinguió
tristemente en Oriente Próximo hace alrededor de 90.000 años. Por los
registros climáticos sabemos que hace 90.000 años hubo un breve pero
devastador período de frío y sequía que desertizó Oriente Próximo por
completo. Después de la helada, el desertizado Oriente Próximo volvió a
poblarse en seguida, pero esta vez por residentes más antiguos -nues-
tros primos hermanos, los neandertales- que seguramente se vieron obli-
gados a bajar hacia el sur a causa de los glaciares que avanzaban por el
norte. No tenemos más pruebas materiales de que hubiera humanos mo-
dernos en Oriente Próximo ni en Europa durante otros 45.000 años, has-
ta que apareció la población de Cro-Magnon (como indica la presencia de
tecnología auriñaciense) hace entre 45.000 y 50.000 años y consiguió
desplazar a los neandertales del norte."
FUERA DE ÁFRICA 67

•• Pluvisilva

Bosque

Matorral

O Pradera

D Desierto

Ruta septentrional

nIJ Lago

FIGURA 1.2. La ruta septentrional para salir de África. En el mapa vemos la dis-
tribución de la flora africana durante una interglaciación como la que se produjo hace
125.000 y 7.000-8.000 años. En estas ocasiones la pradera cubrió el Sahara, permi-
tiendo que los habitantes del sur siguieran la caza hasta la franja norte y por aquí has-
ta Oriente Próximo. Para simplificar las cosas, se han identificado matorral y sabana,
al igual que el semi desierto y el desierto extremo.

Casi todos los autores admiten hoy que los primeros humanos mo-
dernos que salieron de África murieron en Oriente Próximo al reprodu-
cirse las condiciones de frío y sequía que volvieron a desertizar la región.
Bloqueados en el pasillo septentrional por el Sahara, no tuvieron forma
68 LOS SENDEROS DEL EDÉN

de volver ni lugares donde refugiarse. La laguna de 50.000 años que hay


entre la desaparición de los primeros proximoorientales y la posterior in-
vasión de Europa pone seriamente en entredicho la teoría, dominante
hasta hace poco, de que el éxodo septentrional africano dio origen a los
europeos. 12 En seguida veremos por qué.
Para comprender por qué muchas autoridades arqueológicas y antro-
pológicas europeas aducen que los europeos surgieron separadamente de
una emigración africana hacia el norte tenemos que reconocer que podría
haber un factor de eurocentrismo cultural en lo que se quiere explicar con
la emigración hacia el norte. Lo más significativo es la inamovible convic-
ción de los europeos vigesimoseculares de que los Cro-Magnon que
entraron en Europa hace 50.000 años (véanse las láminas 5, 8, Y9) de-
finieron el comienzo de nuestra especie en tanto que «humanos mo-
dernos», en el sentido intelectual más completo. Esta epifanía humana,
caracterizada por un extraordinario florecimiento de la pintura, las artes
manuales y la cultura, recibe entre los arqueólogos el nombre algo brus-
co de «Paleolítico Superior europeo». Para muchos, lo que proclamó nues-
tra mayoría de edad como especie sensible fue esta explosión de crea-
tividad. Las magníficas pinturas rupestres de Chauvet y Lascaux, y las
figurillas talladas de las exquisitas y voluptuosas Venus encontradas por
toda Europa pertenecen a esta cultura.
La argumentación viene a decir: si en última instancia procedemos
de África y si esta primitiva revolución artística que evoca el pensamien-
to abstracto salió de Oriente Próximo, entonces estamos sólo a un paso
de Egipto. Por lo tanto, «nosotros los occidentales» (porque los defen-
sores de esta teoría son todos de origen europeo) procedemos del norte
de África. La ruta septentrional es, pues, para muchos expertos, el pun-
to de partida conceptual de las emigraciones africanas. En el capítulo si-
guiente veremos que es lógicamente imposible que los europeos fueran
los primeros «humanos totalmente modernos» y que, en cambio, hubo
africanos totalmente modernos, que cantaban, bailaban y pintaban a otros
humanos mucho antes de que salieran del continente.
Además, hay serios problemas para explicar cómo los antepasados
subsaharianos de los europeos pudieron salir por el norte de África en
aquellos tiempos. Por ejemplo, dado que el desierto del Sahara fue in-
transitable durante la mayor parte de los últimos 100.000 años, toda
invasión posterior de Europa por norteafricanos tuvo que partir de algún
refugio verde que quedara en el norte de África, por ejemplo el delta del
Nilo, después de la interglaciación de hace más de 100.000 años. Los
FUERA DE ÁFRICA 69

europeos no pudieron llegar del África subsahariana hace entre 45.000 y


50.000 años, salvo que navegaran por el Nilo en troncos de árbol, viaje
que la historia genética niega.

¿UN REFUGIO VERDE EN EGIPTO?

Si hubo realmente un refugio verde durante el largo período de se-


quía que siguió a la interglaciación, tuvo que ser el domicilio provisional
de los antepasados europeos durante 45.000 años por lo menos. En el
norte de África había refugios verdes, como el delta del Nilo y el litoral
mediterráneo marroquí. El esqueleto infantil encontrado recientemente
en Egipto, en Monte Taramsa, y que tiene entre 50.000 y 80.000 años de
antigüedad, sugiere que pudo haber habitado aquel lugar una población
de supervivientes. Algunos destacados defensores del africanismo se
sienten atraídos por esta posibilidad, porque explica con claridad la la-
guna de 45.000 o 50.000 años. El más notable es un paladín de la hipóte-
sis africanista, Chris Stringer, que trabaja en el Museo de Historia Natural
de Londres. En su opinión, el niño egipcio de Monte Taramsa perteneció
a una colonia de refugiados del norte de África y los antepasados de los
habitantes de Oriente Próximo y de Europa salieron de aquellas colonias
hace 50.000 años."
Pero apenas quedan más indicios arqueológicos de los antepasados
de los Cro-Magnon en el norte de África. Incluso el niño enterrado en
Monte Taramsa se encontró con utillaje lítico del Paleolítico Medio que
podía haber sido fabricado igualmente por neandertales y que no mos-
traba ningún síntoma de la nueva tecnología que estaba a punto de flore-
cer en Europa.

EL PROBLEMA AUSTRALIANO

Sin embargo, el principal escollo con que tropieza el eurocentrismo


cultural que hay tras la teoría del éxodo por el norte de África es el que
plantean los australianos, que desarrollaron su propia cultura de cantos,
bailes y pinturas mucho antes que los europeos y sin su ayuda. ¿De qué
parte de África procedían? ¿Qué ruta tomaron? ¿Formaban parte de la mis-
ma migración que dio origen a los europeos? Y por encima de todo, ¿cómo
fue posible que llegaran a Australia mucho antes de que los europeos lle-
70 LOS SENDEROS DEL EDÉN

garan a Europa? Este misterio ha generado multitud de explicaciones in-


gemosas.
Salta a la vista que no se puede responder satisfactoriamente a nin-
guna de estas preguntas con una sola emigración hacia Europa de hace
45.000 años, seguida por una expansión por el resto del mundo, como
sugería el antropólogo de Chicago Richard G. Klein en su clásico The
Human Career. Las fechas son demasiado tardías para dar cuenta de los
hallazgos australianos y, por lo tanto, están equivocadas según esta teo-
ría. Jonathan Kingdom, zoólogo, experto en África, pintor y escritor, ha
ido más lejos al aducir que la primera emigración «frustrada» hacia Orien-
te Próximo, que se produjo hace 120.000 años, ya había avanzado hacia
el este y colonizado el sureste asiático y después Australia hace más de
90.000 años. Esta solución permite la existencia de una sola emigración
temprana: la que siguió la ruta septentrional. Chris Stringer ha adoptado
la explicación más sencilla proponiendo que Australia fue colonizada in-
dependientemente mucho antes que Europa por una emigración distinta
que bordeó el mar Rojo. 14
Al igual que Chris Stringer, el equipo de Cambridge del arqueólogo
Robert Foley y la paleontóloga Marta Lahr postula asimismo la existen-
cia de un refugio norteafricano que se amplió por la ruta norte hacia
Oriente Próximo y que fue el crisol de los europeos y los proximoorien-
tales. Estos investigadores se desentienden de si hubo una o varias emi-
graciones y alegan en su lugar que hubo múltiples escapadas de refugia-
dos esparcidos por Etiopía y el norte de África. Este enfoque explica las
expansiones demográficas africanas interglaciales de hace 125.000 años.
Para Lahr y Foley, el regreso de las condiciones glaciales supuso la parti-
ción del continente africano en colonias humanas, concentradas en islas
de vegetación (véase la figura 1.6), que vivieron aisladas y separadas en-
tre sí por tramos de desierto durante los 50.000 años siguientes. Según el
planteamiento de Lahr y Foley, los antepasados de los asiáticos orientales
y de los australianos pudieron haber salido por Etiopía y cruzado el mar
Rojo en cualquier momento. Así pues, tomaron la ruta del sur, indepen-
dientemente de los antepasados de los europeos. Foley y Lahr han desa-
rrollado esta hipótesis norte-sur, presentando recientemente con el nor-
teamericano Peter Underhill, experto en el cromo soma Y, una síntesis
genético-prehistórica. En este trabajo se describe una emigración primiti-
va a Australia por la ruta meridional y una emigración posterior más ge-
neral, que pasa por Suez y Oriente Próximo hasta llegar a Europa y el res-
to de Asia (véase la figura 1.3), que se produjo hace 30.000-45.000 años. 15
FUERA DE ÁFRICA 71

_ Primitiva emigración hacia Australia, hace 40.000-60.000 años


- Migraciones posteriores hacia Eurasia, hace 20.000-45.000 años

FIGURA1.3. Hipótesis del éxodo múltiple. La teoría africanista más reciente


defiende por lo menos una emigración por el norte hacia Europa y Asia en el curso de
los últimos 50.000 años, aunque admite la posibilidad de que hubiera un itinerario
anterior hacia Australia por el sur (Stringer et al., 1996, 2000 (nota 14); Lahr y Foley,
1998 (nota 15); Underhill etal., 2001 (nota 15).

Es evidente que la teoría según la cual los europeos llegaron por el


norte de África se basa en varias explicaciones hipotéticas. Tenemos a
los refugiados norteafricanos y además emigraciones múltiples o una
perseverante emigración temprana desde Oriente Próximo hacia el Leja-
no Oriente. Estas explicaciones tropiezan con escollos porque tratan de
reservar para los europeos la consagrada ruta del norte. Abordaremos
primero el escollo más sencillo. Jonathan Kingdon ha sugerido que hubo
una sola emigración primitiva por el norte hace 120.000 años, durante la
interglaciación eerniana." Puesto que muchos pasillos desérticos de Áfri-
72 LOS SENDEROS DEL EDÉN

ea y Asia occidental estaban cubiertos de vegetación por entonces, los


presuntos emigrantes a Australia pudieron haberse movido con rapidez
hacia el este, yendo directamente desde Oriente Próximo hasta la In-
dia. Tal vez se tomaran un respiro en las zonas verdes de Asia me-
ridional para dirigirse luego hacia el sureste asiático, adonde llegaron
hace 90.000 años, y posteriormente colonizaran Australia. (Cuando ha-
blo de «Asia meridional» me refiero a los países situados entre Adén y
Bangladesh cuyas costas dan al océano Índico. Esta zona comprende los
países de Yemen, Omán, Pakistán, India, Sri Lanka [ant. Ceilán] y Ban-
gladesh, y las partes más meridionales de los que tienen costa en el gol-
fo Pérsico: Arabia Saudí, Irak, Kuwait, Bahrein, los Emiratos Árabes
Unidos e Irán.)
Como prueba de la presencia primitiva de humanos industriosos al
este de Oriente Próximo, Jonathan Kingdon señala el abundante utilla-
je lítico del Paleolítico Medio que comenzó a aparecer en la India hace
163.000 años. El problema de esta explicación es que fuera de África no
se han encontrado restos esqueléticos de humanos modernos con tanta
antigüedad. Kingdon admite que el utillaje en cuestión pudo perfecta-
mente haber salido de las manos de humanos arcaicos o premodernos
tardíos (los Mapas, como los llama él) que estuvieron en Asia oriental
por aquella misma época.
Es evidente que para llegar a Australia, los australianos tuvieron
que cruzar Asia, pero esta lógica no es pese a todo una prueba de que
«humanos anatómicamente modernos» recorrieran Asia hace más de
90.000 años, y no digamos hace 120.000-163.000 años.

LAS BARRERAS ORIENTALES

El margen de 90.000-120.000 años que da Kingdon para la coloniza-


ción del sureste asiático plantea otro problema. Si su primitiva ola mi-
gratoria hacia el sureste asiático dejó Oriente Próximo hace menos de
115.000 años, lo más probable es que pereciera en el empeño. El estu-
dio de las migraciones humanas y de otros mamíferos de África hacia Asia
de los últimos cuatro millones de años sugiere que, fuera de los períodos
interglaciales, había diversos obstáculos que dificultaban la circulación
entre Oriente Próximo y el resto de Asia. Cuando el mundo no goza de la
húmeda calidez de una interglaciación, hay grandes barreras montañosas
y desérticas que impiden desplazarse desde Oriente Próximo hacia el
FUERA DE ÁFRICA 73

norte, el este y el sur. Al norte y este se encuentran las cordilleras Taurus


y Zagros que, en combinación con los desiertos sirio y arábigo, aíslan
Oriente Próximo de Europa oriental y de la península indostánica." En
condiciones glaciales normales es un desierto montañoso imposible de
franquear. El camino del norte es muy difícil a causa del mar Caspio y el
Cáucaso.
Como en tiempos de Marco Polo, la ruta terrestre alternativa para
pasar de Oriente Próximo al sureste asiático es llegar lo antes posible al
océano Índico y seguir luego la costa. Pero al sur y al este de Oriente
Próximo están los desiertos sirio y arábigo, y la única opción que queda
aquí es seguir la cuenca del Tigris desde Turquía y por el borde occiden-
tal de los Montes Zagros alcanzar el golfo Pérsico (véase la figura 1.8).
Pero el Creciente Fértil, por el que pasa esta ruta, era también un árido
desierto fuera de los períodos interglaciales, y era imposible cruzado'.
La imposibilidad material de que los humanos modernos llegaran al
sureste asiático desde Oriente Próximo hace entre 55.000 y 90.000 años
significa que una emigración africana por el norte durante aquel período
habría producido europeos y proximoorientales, pero no asiáticos suro-
rientales ni australianos. Ahora bien, Europa y Oriente Próximo no se co-
lonizaron hasta hace 45.000-50.000 años, y Australia, que está en la otra
punta del mundo, se colonizó mucho antes. Esto significa a su vez que,
a fin de conservar la ruta septentrional para los europeos, Chris Stringer,
Bob Foley y Marta Lahr han tenido que proponer rutas distintas para los
australianos e incluso para los asiáticos. La historia genética se encarga
de resolver este enredo.

Lo QUE NOS DICEN LOS GENES SOBRE LA RUTA DEL NORTE

Todas estas especulaciones estaban basadas en un registro arqueoló-


gico que consistía en unos cuantos huesos fechados con titubeos y sepa-
rados por largos períodos. Pero a comienzos del siglo XXI empezaron a
publicarse los resultados del rastreo gen ético europeo que llevan a cabo
científicos como Martin Richards, Vincent Macaulay y Hans-Jurgen Ban-
delt; la situación ha cambiado y ahora podemos estudiar el primer salto
fuera de África con unas coordenadas cronológicas y geográficas más
exactas. 18 El trabajo de estos investigadores ha conseguido dos cosas. En
primer lugar, confirma que la expedición hacia Oriente Próximo de hace
más de 100.000 años pereció sin dejar descendencia, de modo que la pri-
74 LOS SENDEROS DEL EDÉN

mera emigración de humanos modernos, al igual que los neandertales


que perecieron 60.000 años después, no dejó rastros genéticos identifi-
cables en Oriente Próximo. En segundo lugar, aunque los africanos sub-
saharianos han dejado su impronta genética en fechas más recientes en la
octava parte de las sociedades bereberes modernas, no hay en ella ningún
indicio genético de que los europeos o los proximoorientales llegaran di-
rectamente del norte de África.
¿ y cómo lo sé? La construcción de un árbol genético exacto, emplean-
do ADN mitocondrial, permite hacer algo más que identificar a nuestros
antepasados comunes. En la figura 1.4 tenemos nuestro árbol mitocon-
drial, que empieza en la base formando muchos clanes en África y lue-
go dirige una rama única (L3) hacia Asia meridional (la India). L3 fue
así nuestra Eva extraafricana asiática y no tardó en subdividirse para po-
blar Arabia y la India, y más tarde Europa y Asia oriental. Podemos da-
tar las ramas de este árbol y, mirando su distribución geográfica, señalar
dónde y cuándo aparecieron los iniciadores de una migración prehistó-
rica concreta. Con este método a gran escala se puso a prueba la hipótesis
africanista.
Con este método vemos que la línea europea más antigua, denomi-
nada U (de 50.000 años de antigüedad y representada en la figura 1.4), y
que he bautizado Europa por la amante de Zeus del mismo nombre, sur-
gió en algún lugar cercano a la India de la rama R, que he bautizado Ro-
hani por el lugar de la India en que se encuentra. R, a su vez, brotó de la
rama N, que yo llamo Nasreen y que surgió de la rama de la Eva extraa-
fricana, L3. Si los europeos surgieron hace 45.000 años de grupos indí-
genas norteafricanos como los bereberes, sería lógico esperar que las
líneas genéticas norte africanas más antiguas procedieran directamente
del origen o base de la rama L3. 19
Pero cuando nos fijamos en los norteafricanos, en concreto en los be-
reberes, que se cree que son oriundos de la zona, vemos lo contrario. Las
líneas norteafricanas corresponden a inmigrantes que son más recientes
o que están muy alejados de la raíz de L3. En primer lugar, en el norte de
África no hay indicios de los ramales más antiguos Nasreen y Rohani.
En cambio, están presentes en Asia meridional, según se ve en la figura.
Lo que advertimos en realidad es que el norte de África ha estado pobla-
do sobre todo por recientes emigraciones hacia el sur de líneas genéticas
típicamente europeas y proximoorientales. La línea autóctona más anti-
gua de ADNmt norteafricano, llamada a veces «motivo bereber», llegó
de Oriente Próximo hace unos 30.000 años y es un ramal solitario (U6,
FUERA DE ÁFRICA 75

Eva
mitocondrial

• África

• India y Asia meridional

~ Asia oriental
O Europa
Próximo
y Oriente

FIGURA 1.4. Una sola expansión desde África. Red simplificada de grupos de
ADNmt que muestra que un único clan africano entre trece da origen a todos los no
africanos. El grupo N (Nasreen) se amplía para distinguir sus ramificaciones en Eura-
sia occidental. M (Manju), en cambio, no tiene presencia aquí, pero está abundante-
mente representada en la India. (Para los detalles y antigüedad de las tres ramas, véa-
se el Apéndice 1.)

véase la figura) que procede del clan Europa de Eurasia occidental (y por
Eurasia occidental entendemos Europa más Oriente Medio). U6 tiene to-
dos los indicios de haber salido de Oriente Próximo y no de lo contrario.
Alrededor de la octava parte de las líneas genéticas maternas del norte
de África proceden de migraciones más recientes que salieron del Áfri-
ca subsahariana y más de la mitad son emigraciones europeas recientes
hacia el sur. Por último, el otro clan filial de la Eva extraafricana, el super-
grupo asiático M que se localiza en la India, falta por completo en Euro-
pa, en Oriente Próximo y en el norte de África. Esto significa que es muy
improbable que los asiáticos procedieran del norte de África, tal como
propone el esquema de Jonathan Kingdon."
Todo lo cual hace pensar que Europa y el norte de África fueron re-
ceptoras de antiguas migraciones procedentes de zonas más orientales.
76 LOS SENDEROS DEL EDÉN

En otras palabras, ninguna prueba indica que hubiera un éxodo primitivo


desde el África subsahariana hacia el norte, sino más bien lo contrario.
En seguida veremos de qué partes concretas de oriente salieron las ramas
Nasreen, Rohani y Europa.

UNA SOLA EMIGRACIÓN

La prueba más contundente de que la ruta septentrional no fue la


principal que utilizaron los europeos, ni para el caso ningún otro humano
moderno, procede una vez más de la estructura del árbol genético mater-
no de toda la especie humana. Según vemos en la figura 1.4, tras aban-
donar África para colonizar el resto del mundo, sólo sobrevivió una pe-
queña derivación (la Eva extraafricana) de una rama de la docena de
clanes matemos vigentes. De este pequeño grupo surgió toda la pobla-
ción humana moderna de fuera de África. Evidentemente, si sólo hubo
una emigración, sólo pudo seguir una de las dos rutas por las que se po-
día salir de África. Nunca se subrayará suficientemente la importancia
del hecho sencillo y singular de que todos los no africanos procedan de
una sola línea africana.
En la población emigrante habría sin duda una mezcla de potenciales
líneas fundadoras de la «Eva» genética. Esto es válido para todo grupo
aleatorio de personas. Sin embargo, sólo sobrevivió una línea genética.
Saber cómo ocurrió equivale a saber cuántas emigraciones consiguieron
su objetivo. Digamos que quince tipos genéticos o líneas de ADNmt sa-
lieron de África en un grupo concreto (podría ser más o menos como en
la figura 1.5). Es una cifra realista; en la actualidad quedan quince líneas
maternas africanas con más de 80.000 años (véase el Apéndice 1). Ima-
ginémoslas como quince canicas de diferentes colores dentro de una bol-
sa. Al cabo de muchas generaciones, sólo una de estas líneas mitocondria-
les terminaría siendo la línea de la Eva extraafricana o «línea materna» de
la antepasada común del resto del mundo. En otras palabras, al final sólo
quedarían canicas de un mismo color. Este proceso de selección y extin-
ción aleatorias se denomina «deriva genética», porque la primitiva mezcla
de líneas ha «derivado» hacia un tipo genético.
El mecanismo que hay detrás de la deriva es sencillo. De tarde en tar-
de se extinguirán algunas líneas maternas porque las mujeres en cuestión
no tendrán hijas para reproducirse. Estas extinciones de líneas genéticas
se exponen en la figura 1.5. En una población pequeña y aislada, al final
FUERA DE ÁFRICA 77

sólo quedará una línea de descendientes. La deriva tiene efectos con-


tundentes en los grupos pequeños. Un ejemplo moderno y corriente de la
deriva, vista por el lado masculino, es el de las pequeñas aldeas aisla-
das de los Alpes o de Gales, que al cabo de varias generaciones terminan
por tener un solo apellido -Schmidt, o Evans- en los escaparates de
todas las tiendas.
Si ahora tomamos dos grupos idénticos que emigran de África y los
aislamos en diferentes regiones (en nuestro símil, dos bolsas de canicas),
cada grupo derivará hacia una sola línea genética. Como la deriva se
debe a la extinción aleatoria, será difícil que los dos grupos deriven hacia
la misma línea (si cada tipo inicial baraja los mismos números, las po-
sibilidades son 1 entre 15). Si a continuación tomamos dos grupos que
salen de distintas regiones de África (la ruta norte y la ruta sur, véase infra)
en diferentes momentos, con decenas de miles de años de diferencia, se-
rían muy desemejantes y representarían una selección de líneas africanas
completamente distintas. Aquí es menos probable aún que los dos grupos
deriven hacia la misma línea.
No hace falta saber mucho de estadística para darse cuenta de que
son escasísimas las probabilidades de que dos grupos independientes
que salen de África en momentos y con direcciones diferentes deriven
aleatoriamente hacia la misma línea genética materna. Sería como ter-
minar al final con canicas del mismo color en ambas bolsas. Si hubiera
habido dos emigraciones, los no africanos habrían tenido inevitablemen-
te dos Evas. En otras palabras, los genes nos confirman que si fuera de
África sólo sobrevivió una línea genética mitocondrial es porque sólo
hubo un grupo que la sacó del continente y pobló el resto del mundo. Ese
mismo pequeño grupo dio origen con el tiempo a los australianos, los chi-
nos, los europeos, los indios y los polinesios. Y sus genes salieron de Áfri-
ca en algún momento.
Con este enfoque unitario, salta a la vista que si la ruta septentrional
no dio origen a los australianos, entonces, lógicamente, no pudo dar ori-
gen a nadie más fuera de África. Pero antes de descartar la ruta del nor-
te y pasar a examinar la viabilidad de la ruta meridional deberíamos
preguntamos si el resto de las pruebas genéticas es realmente compa-
tible con esta teoría de la emigración única. Cuando observamos mar-
cadores genéticos distintos del ADN mitocondrial, la respuesta es afir-
mativa. Cuando observamos el cromosoma Y, vemos que todos los no
africanos pertenecen a una sola línea masculina africana, denominada
M168. Diversos estudios que han utilizado marcadores transmitidos por
78 LOS SENDEROS DEL EDÉN

6
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15 .

16

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FIGURA 1.5. La deriva genética. En una población aislada de tamaño constante
(por ejemplo, 100-400), la variación natural del proceso reproductivo experimenta
una tendencia a reducir la diversidad: así, de muchas variedades de ADNmt se pasa
a unas cuantas líneas o una sola (destacada en negro). El rastreo ascendente desde la
decimosexta generación revela aquí que todas tienen la misma antepasada.

ambos progenitores revelan una vez más que sólo hubo una emigración
de África."
Otro tema que viene muy al caso es la predicción de fechas. Cuando
observamos la línea genética fundadora, la Eva extraafricana, vemos que
tiene una antigüedad de unos 83.000 años" (véase la figura 0.3). Esto no
coincide con los indicios arqueológicos y genéticos, que hablan de una
FUERA DE ÁFRICA 79

colonización de Oriente Próximo y de Europa que data sólo de hace


50.000 años.
En contraste con la naturaleza derivada de las líneas genéticas del
norte de África, hay otra región africana que posee una extraordinaria
diversidad de líneas genéticas, cercanas y paralelas a las raíces mismas de
la rama que salió de África. Se trata de Etiopía, con verdes colinas que
destacan en medio del desierto y las secas sabanas del cuerno oriental del
continente. Pero Etiopía está al sureste del Sahara, materialmente en las
puertas de la ruta meridional. Los genetistas compiten actualmente en el
estudio de los etíopes, algunos de los cuales podrían descender de la po-
blación original de aquella emigración primitiva. Esto nos obliga a fijar-
nos en la ruta meridional.

LA RUTA DEL SUR

Para entender bien la alternancia de pasillos que los emigrantes po-


tenciales tenían ante sí, debemos volver a los primeros humanos que aban-
donaron África. Hace millones de años, cuando el supercontinente Pan-
gea estaba a punto de fragmentarse, África se estremeció y se desprendió
por el flanco. Esta gigantesca falla de la corteza terrestre se articula con
el rift-valley del este de África. Su efecto más visible es una profunda
hendidura que separa África de Arabia, es decir, el mar Rojo. En el ex-
tremo norte del mar Rojo se encuentra actualmente Suez y en el extremo
sur hay un estrecho de 25 km de anchura y de 137 m de profundidad,
llamado de Bab el-Mandeb (<<Puertade la Catástrofe» ) a causa de los nu-
merosos arrecifes que contiene (véase la lámina 6). Hace dos millones
de años, este estrecho estaba seco y África estaba aún unida a Arabia por
aquel istmo. Multitud de mamíferos euroasiáticos y africanos podía tran-
sitar entre África y Arabia por los dos extremos del mar Rojo. En aque-
lla época, sin embargo, África se estaba alejando ya de Arabia a unos
15 mm por año, el estrecho se ensanchaba y al final quedó cerrada la
puerta meridional para salir de África.
Resultados recientes revelan que uno de los últimos mamíferos que
salió de África a pie, antes de que la Puerta de la Catástrofe se inunda-
ra y se cerrase, fue nuestro primo segundo Horno erectus (véase la lá-
mina 2), que se llevó unos cuantos guijarros tallados elementales. En
esta etapa, puesto que las dos puertas estaban abiertas, nuestro primo se
expandió rápidamente hacia el este por la India y el este de Asia y por
80 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Oriente Próximo, llegando a Dmanisi, en el Cáucaso, hace 1,8 millones


de años."
La inundación de la Puerta de la Catástrofe no fue la única barrera
que entorpeció las migraciones de mamíferos hacia Asia. Habían surgi-
do otros dos obstáculos. El primero, mencionado más arriba, era la lar-
ga cadena montañosa formada por las cordilleras Taurus y Zagros, que se
habían plegado y levantado durante los últimos millones de años, al mis-
mo tiempo que la cordillera del Himalaya. Esta barrera rocosa que se ex-
tiende entre Irán y Turquía impidió pasar materialmente de Oriente Pró-
ximo hacia la India, Pakistán y el Lejano Oriente desde que los primeros
humanos salieron de África. La otra barrera terrestre aislaba la puerta
norte de la puerta sur (veáse la figura 1.6) y hoy recibe el nombre de de-
sierto Arábigo, aunque también se conoce como «región vacía». Es uno
de los desiertos más secos del mundo y creció hasta abarcar toda la pe-
nínsula Arábiga en los comienzos de nuestro período glacial actual, el
Pleistoceno, hace dos millones de años.
Por período glacial hay que entender un clima más frío, con menos
evaporación de agua, lo cual, a su vez, significa menos precipitaciones en
el cinturón desértico. En una glaciación realmente intensa, como la que
tuvimos hace sólo 18.000 años, quedan toneladas de agua comprimidas
en costras heladas de más de un kilómetro de espesor. Durante el período
de glaciación máxima, el nivel del mar desciende hasta el punto de que
el intercambio normal de aguas entre el océano Índico y el mar Rojo casi
se interrumpe." En los últimos 200.000 años ha habido dos momentos,
los dos durante nuestra andadura en la Tierra, en que el mar Rojo fue
realmente un lago salado en evaporación. Casi todo el plancton murió.
Aunque el mar se volvió realmente estéril, aún quedó un estrecho cau-
ce, de unos cuantos kilómetros en la desembocadura, interrumpido por
arrecifes e islas.
Al igual que el reverdecimiento del Sahara, estas glaciaciones inten-
sas son fenómenos raros y de corta duración. Cuando se han producido,
una vez aproximadamente cada 100.000 años durante los últimos dos
millones, los humanos de África han podido cruzar fácilmente la puerta
meridional por el estrecho de Bab el-Mandeb, tal vez con balsas primi-
tivas, o saltando de isla en isla cuando hacía falta. (Como es lógico, la op-
ción de las balsas no estaba al alcance de otros grandes mamíferos.) Pero
la península Arábiga no era una meta muy apetecible para los emigran-
tes, ni siquiera cuando se podía cruzar el estrecho, ya que en plena gla-
ciación estaba totalmente seca. Sin embargo, hay refugios verdes en los
FUERA DE ÁFRICA 81

montes yemeníes que quedan por encima de Adén. El litoral arábigo me-
ridional sufre además el azote de los monzones. Es posible que los hu-
manos saliera de África por la ruta meridional por lo menos tres veces en
los dos últimos millones de años."
Cuando los humanos se adentraron por primera vez en Asia, hace dos
millones de años, las barreras desérticas que separaban Europa y Orien-
te Medio de Asia se cerraron. Saliendo de África por la puerta meridio-
nal, sólo podían llegar a la India siguiendo la costa, mientras que los que
tomaron la ruta norte sólo pudieron llegar a Oriente Próximo, el Cáucaso
y Europa.
Este complejo de corrales y obstáculos a la emigración hacia Asia
marca la pauta de la colonización humana del resto del mundo. Confor-
me aparecían en África nuevas versiones del género Horno, unas tribus
tomaron seguramente la ruta septentrional durante una interglaciación
cálida y otras tomaron la meridional durante una glaciación. Los prime-
ros humanos que tomaron la ruta norte durante una interglaciación, hace
alrededor de 1,8 millones de años, llegaron a Dmanisi, Georgia. Por su
aspecto estaban seguramente más cerca de Horno habilis, el primero y
más primitivo humano africano, que de su propio contemporáno, el erec-
tus de Asia oriental. Y dieron nombre a una especie nueva, Horno geor-
gicus, situable entre el primitivo erectus africano (Horno ergaster) y
Horno habilis. Esta colonización paralela a cargo de dos especies huma-
nas primitivas que han seguido rutas diferentes confirma la idea de que
las emigraciones de África anteriores al cierre de la ruta meridional tu-
vieron más que ver con las oportunidades geográficas que estaban al al-
cance de cualquier mamífero africano que con ningún comportamiento
especial de Horno erectus, como se pensaba hasta ahora."
Al parecer, los humanos de Dmanisi murieron hace mucho en el Cáu-
caso y en Oriente Próximo, cuando bajaron las temperaturas. Como he-
mos visto, la misma tragedia afectó a los humanos modernos dos millo-
nes de años más tarde, después de la interglaciación eemiana. Cuando se
secó Oriente Próximo, al cabo de unos miles de años, los humanos de
Dmanisi no pudieron escapar por el norte, por el sur ni por el este, y en
consecuencia sucumbieron. Podría considerarse un homenaje al siguien-
te grupo emigrante, el de Horno heidelbergensis, que sus descendientes
consiguieran mejores resultados en sus sucesivos intentos de colonizar
Europa, seguramente tres en los últimos 800.000 años. La última de es-
tas emigraciones septentrionales podría haber ocurrido durante una in-
terglaciación reciente, hace 250.000 años. Por entonces, el Horno origi-
82 LOS SENDEROS DEL EDÉN FUERA DE ÁFRICA 83

La ruta meridional

.. : : Desierto. polar :: o

•••••• : '. • o • : o :: r~1idra esteparia;


. :-.-::-:".::-::.::".:::".::-:-:.::: ..-

•• Pluvisilva

Bosque

11 Matorral

[J Pradera

Oo" Tundra este paria

O Desierto

D Hielo

. .
..... . .. Ruta de los recolec-
tores de conchas
6-6- Montañas

n
\j
Lago

o • : Desierto:

FIGURA 1.6. La ruta para salir de África por el sur. Itinerario completo que si- mar aparecen tal como estaban hace 70.000 años. Adviértase hasta qué punto la ex-
guieron los recolectores de conchas por el mar Rojo y el litoral índico-pacífico hasta tensión del desierto impidió pasar a Eurasia septentrional en este período.
Australia y otros lugares como China, Japón y Nueva Guinea. La flora y el nivel del o
84 LOS SENDEROS DEL EDÉN

nal africano, aunque todavía de cejas pobladas, tenía ya un cerebro ma-


yor y cultivaba la industria del Paleolítico Medio, más avanzada. Foley y
Lahr llaman Homo helmei al antepasado de aquel último emigrante afri-
cano." Alegan que Homo helmei evolucionó en Europa y dio origen a
nuestro primo carnal Homo neanderthalensis (véanse la lámina 4 y el
capítulo 2).
Parece que durante el mismo período (hace entre 160.000 y 800.000
años) se produjo un número semejante de emigraciones humanas hacia
el Lejano Oriente por la ruta meridional. Estos asiáticos de encéfalo gran-
de eran parecidos, aunque no idénticos, a sus primos europeos. Así como
los neandertales adquirieron un encéfalo mayor, las emigraciones hacia
oriente de hace 200.000 años pudieron asimismo haber dado lugar a ti-
pos de encéfalo grande, como los cráneos chinos de Maba y Dali,28y po-
siblemente la «Madeleine» de Java (véase la figura 0.2).
Podemos incluso remontar la última de estas emigraciones por el sur
a un período anterior a la aparición de los humanos modernos. La cuen-
ca del Narmada, en la India central, albergó a un humano arcaico de en-
céfalo grande cuyo cráneo ha sido mal fechado, pero que indiscutiblemen-
te vivió hace más de 150.000 años. Aunque la India ha producido pocos
fósiles humanos premodernos, abunda en el utillaje lítico que éstos fa-
bricaron. Las herramientas, más tardías, del llamado achelense (Paleo-
lítico Inferior) que se han encontrado en la India tienen aproximadamen-
te una antigüedad de entre 160.000 y 670.000 años, mientras que las
africanas del Paleolítico Medio, más recientes, aparecen en la India al fi-
nal de ese período, hace alrededor de 160.000 años." Esto sugiere que la
última emigración africana de humanos premodernos pudo haberse pro-
ducido hace 160.000 años, durante la seca época glacial que precedió al
despertar de los humanos modernos.
El paso final del utillaje del Paleolítico Medio al del Paleolítico Su-
perior se presenta asimismo en las cuencas del Narmada central y del Soan
medio, en el norte de la India, asociado a un estrato de ceniza volcánica,
procedente de la gran erupción del Toba, en la isla de Sumatra, que se
produjo hace unos 74.000 años. Sugiere que por entonces hubo un im-
portante cambio cultural." Las herramientas del Paleolítico Superior eran
características de los primeros humanos modernos que llegaron a Orien-
te Próximo y a Europa entre 25.000 y 30.000 años después.
FUERA DE ÁFRICA 85

¿PIES FRÍOS?

La hipótesis de la disponibilidad de una ruta meridional por el mar


Rojo cuando la Tierra sufría una glaciación explica hasta cierto punto los
crecientes indicios sobre la emigración que nos definió. Creo que no se
produjo durante la cálida interglaciación eemiana, de hace 125.000 años,
sino 45.000 años más tarde, en el umbral de otra glaciación larga. Cuan-
do analizamos actualmente los indicios de esta emigración fundacional y
tratamos de precisar aún más la datación, aparecen tres interrogantes ob-
vios y relacionados entre sí: por qué cruzamos el mar Rojo, cuándo lo cru-
zamos y por qué no lo cruzamos antes.
La respuesta a la última pregunta -por qué esperamos tanto para
dar el pequeño salto, de 11 km durante las glaciaciones, lo que repre-
senta un cauce más estrecho que el de la desembocadura de muchos
ríos- es quizá la más reveladora. Los humanos podemos ser obsti-
nados, agresivos e impacientes, pero también somos inteligentes y fe-
cundos en recursos. No se nos ocurre emigrar en masa a otro planeta ni
a otro continente allende los mares si las condiciones que nos describen
los exploradores no son alentadoras. También nos gusta imaginar que
hay posibilidades de sobrevivir al regreso si nos vemos obligados a dar
media vuelta. La reconstrucción de las paulatinas oleadas de emigrantes
polinesios por el Pacífico durante los últiinos miles de años nos dicen
eso precisamente.
A juzgar por la rapidez con que los humanos modernos se extendie-
ron después por la costa del océano Índico hasta Australia, es posible que
los primeros asiáticos modernos emplearan en muchas ocasiones balsas
o botes para salvar la estrecha desembocadura del mar Rojo durante los
primeros 70.000 años que sus antepasados estuvieron en África oriental.
¿Qué fue lo que lo impidió? Es muy probable que fuera la presencia de
otras poblaciones al otro lado del mar, tal vez detectadas por expediciones
de exporación. Es evidente que esas otras poblaciones no eran de hu-
manos modernos, sino de los mamíferos que más se parecían a ellos: los
descendientes asiáticos del Horno helmei africano. Los testimonios de la
India confirman esta hipótesis, al igual que el abundante utillaje del Pa-
leolítico Medio encontrado en Yemen y el sur de Arabia.
Un libro reciente sobre los orígenes humanos" ha puesto como
ejemplo la escena del bar «cosmopolita» de la película La guerra de las
galaxias para subrayar que unos cientos de miles de años antes de que
aparecieran los humanos modernos había habido varias especies huma-
86 LOS SENDEROS DEL EDÉN

nas que habían conseguido coexistir en este planeta durante largos pe-
ríodos sin exterminarse entre sí. Esta coexistencia pacífica probable-
mente se debió menos a una buena política de convivencia que al hecho
de que cada especie viviera aislada por lo general en continentes e islas
propios.
Cuando varias especies humanas han intentado compartir un conti-
nente, el resultado normal ha sido la rápida reducción de una especie.
Los restos fósiles de África revelan que el alba de los humanos modernos,
hace 130.000 años o más, coincidió con el rápido declive de los testi-
monios de nuestro pariente Homo helmei en el mismo lugar. Los últimos
vestigios tienen unos 130.000 años de antigüedad. No sabemos si el
atroz período de sequía de hace 140.000-190.000 años acabó con todos
los homínidos africanos menos con los humanos modernos o si fueron és-
tos quienes «limpiaron» África de ejemplares de Homo helmei, pero te-
nemos una buena teoría. Dicha teoría se basa en el reciente historial de
los genocidios intentados y logrados en Tasmania, Alemania, Ruanda y los
Ba1canes. La aniquilación de los tasmanios en el siglo XIX es el único
genocidio racial proyectado que ha conseguido destruir totalmente una
población, y se hizo en un tiempo relativamente breve, sin duda porque
los víctimas estaban atrapadas y no podían huir de la isla que acabó sien-
do su tumba. Así pues, según la historia reciente, estamos ya preparados
y dispuestos a exterminar a los vecinos de nuestra propia especie. Tene-
mos todas las razones del mundo para suponer que, en el curso de unos
miles de años, pudimos obtener el mismo resultado con toda una espe-
cie, a nivel continental. 32
Los primeros pasos en un continente desconocido son los más difíci-
les. La extraordinaria y victoriosa expansión prehistórica en la que los
antepasados de los polinesios, partiendo del sureste asiático, ocuparon
las islas de la región índico-pacífica nos da una idea de lo que es aden-
trarse en territorio desconocido. Aunque poseían una tecnología de pri-
mer orden en el campo de la navegación a vela, envidiada incluso por el
capitán Cook, siempre evitaban colonizar islas ya habitadas. Allí donde
la duración de sus largos viajes hacia el este les obligaba a desembarcar
como «invitados», por ejemplo en la vasta y ya habitada isla de Nueva Gui-
nea, sus colonias se fundaban literalmente en la playa y allí han seguido
hasta nuestros días, miles de años después." Que un pequeño ejército de
invasores cruce el mar y, gracias a su superioridad en tecnología militar, se
apodere con facilidad de un continente poblado es una hazaña que sólo
ha podido hacerse en los últimos quinientos años.
FUERA DE ÁFRICA 87

Puede que los humanos modernos, en calidad de supervivientes, tu-


vieran el continente africano para ellos solos desde hace 130.000 años. Si
los primeros africanos orientales modernos conocían, cosa que es proba-
ble, la existencia de unos seres primitivos de cejas pobladas, con habili-
dades parecidas a las suyas, que vivían en Yemen, al otro lado del mar, es
muy posible que pensaran que ya tenían bastante con dominar en África
y que, por el momento, la prudencia era la mejor parte del valor. Sabre-
mos mejor lo que les aguardaba al otro lado del mar Rojo cuando se in-
vestigue y se feche el Paleolítico yemení más detalladamente. Las prime-
ras excavaciones llevadas a cabo por la arqueóloga de Cambridge Gertrude
Caton- Thompson han establecido ya sin posibilidad de duda que allí
hubo humanos durante el Paleolítico."

TIEMPO DE MUDANZA

Se ha especulado mucho recientemente sobre la posibilidad de que la


vida de «barreplayas» de los africanos modernos fuese un motivo para
diseminarse fuera de África por las costas del océano Índico (véase la fi-
gura 1.6). Durante la mayor parte de los dos primeros millones de años
que estuvieron en la Tierra, los humanos recorrieron la sabana como ea-
zadores-recolectores. Al igual que los kalahari de África meridional, ex-
plotaban el elevado potencial alimenticio de las presas cazadas colec-
tivamente, cuya carne complementaban con ensaladas de raíces, fruta y
hojas. Cuando la gran glaciación de hace 130.000-190.000 años empe-
zó a reducir el área de la sabana, se les ocurrió la idea de buscar y comer
moluscos y otros productos marinos de la costa. Siempre cabe la posibi-
lidad de que el barrido de las playas comenzara antes, pero como aquellas
playas están hoy sumergidas, nunca lo sabremos. Una comida así, rica en
proteínas, es nutritiva, buena para el cerebro y más fácil de conseguir que
la caza. La vianda costera presenta además la ventaja de que está dispo-
nible cuando la sabana se seca durante una glaciación.
Los testimonios de este barrido costero son insólitamente fáciles de
evaluar, por los característicos concheros o montones de conchas que
se van dejando. Pero saber exactamente cuánto duró esta actividad re-
presenta un problema. Los concheros se encuentran por lo general inme-
diatamente por encima del límite de la marea alta, pero durante la mayor
parte de los últimos 200.000 años el nivel del mar ha estado muchos me-
tros por debajo de las playas actuales. Esto significa en principio que se
88 LOS SENDEROS DEL EDÉN

han perdido todas las conchas antiguas menos las depositadas durante
los períodos en que el nivel del mar estaba alto, es decir, durante inter-
glaciaciones como la que se produjo hace 125.000 años.
Los neandertales barrieron playas en España y en Italia hace 60.000
años, de modo que es posible que llevaran consigo la práctica cuando
salieron de África. Hasta hace poco, sin embargo, el conchero africano
más antiguo estaba en Suráfrica, en la desembocadura del río Klasies,
y tenía una antigüedad de entre 100.000 y 115.000 años. En el año 2000,
sin embargo, se descubrieron indicios más antiguos ,en Abdur, en la cos-
ta de Eritrea, al norte mismo de la Puerta de la Catástrofe. Son de hace
125.000 años, del momento culminante de la interglaciación eemiana, y
en el mismo conchero se han encontrado restos troceados de mamíferos
grandes, lo que indica una dieta mixta. El utillaje, consistente en hojas
de obsidiana, salió muy probablemente de manos humanas modernas."
El gran interés que despierta este yacimiento pegado al mar Rojo es
doble: nos da el testimonio más antiguo del mundo de la actividad reco-
lectora de conchas y está muy cerca de la salida meridional de África.
Los dos aspectos juntos dan para un bonito modelo que podríamos llamar
«cabriolé playero a Australia». Y nos cuentan una convincente historia
de recolecto res de conchas que se multiplicaban hasta que su playa no
podía ya mantenerlos y entonces se iban a otra sin explotar, y luego a otra.
Con esta rápida progresión y una vez cruzado el mar Rojo, la vanguar-
dia se habría limitado a seguir comiendo por la costa del océano Índico
hasta llegar a Indonesia en menos de 10.000 años. Los bajos niveles del
mar de aquellos tiempos seguramente les permitieron pasar andando de
Adén al extremo de lava y saltar luego de isla en isla hasta llegar a Aus-
tralia, donde los concheros coinciden con los primeros rastros de pobla-
ción humana.
Estoy totalmente seguro de que este modelo de la primera coloniza-
ción de Australia es verdadero, pero tienen que encajar las dataciones, no
sólo las del registro arqueológico, sino también las del reloj molecular
del árbol genético de todas las demás expansiones euroasiáticas. Si ade-
más del modelo cabriolé proponemos una sola emigración africana para
colonizar Australia y el resto del mundo, ya podemos ponemos a hacer
cálculos sobre la cronología de la colonización de la India y del sureste
asiático, y del movimiento contemporáneo hacia Nueva Guinea. Estos
cálculos deberían ser la prueba de fuego de la teoría.
FUERA DE ÁFRICA 89

POR QUÉ Y CUÁNDO SALIMOS DE ÁFRICA

Un problema que plantea el reloj molecular genético es que hay que


trabajar con márgenes de error bastante amplios. Así, aunque estamos
seguros de que el árbol genético nos dice que sólo hubo una emigración
que llegó a buen puerto, la datación genética aproximada dice que este
hecho pudo haber ocurrido hace entre 70.000 y 95.000 años." Nuestros
antepasados, por lo tanto, pudieron haber sido recolectores de conchas
que estuvieron 55.000 años -desde hace 125.000 años por lo menos-
en la orilla occidental del mar Rojo, hasta que decidieron cambiar de do-
micilio.
Antes de analizar los testimonios arqueológicos de esta mudanza po-
dría ser útil saber si hubo algún episodio climatológico que influyera en
la decisión, como tantas veces ha ocurrido en nuestra prehistoria. Por
ejemplo, un aumento pasajero de la crudeza de la glaciación pudo haber
bajado el nivel de las aguas de la Puerta de la Catástrofe hasta el punto de
permitir el paso saltando de arrecife en arrecife. La creciente aridez de la
costa africana oriental pudo haber reducido las reservas de agua potable,
con lo que las condiciones monzónicas y algo más húmedas de la costa
meridional yemení habrían sido más atractivas para los recolectores de
conchas. Un vado que llegara hasta Arabia habría contribuido a vencer
cualquier residuo de temor a los vecinos. Es posible que éstos a su vez,
quizá por falta de experiencia en la recolección de conchas, se hubieran
ido de Arabia meridional a causa de la sequía.
A pesar de las evocaciones bíblicas de este guión, el problema con
que tropieza una emigración a pie enjuto por la desembocadura del mar
Rojo hace 60.000-90.000 años es que el registro oceanográfico niega que
la Puerta de la Catástrofe haya estado totalmente seca en ningún mo-
mento de nuestra permanencia en la Tierra. Estuvo a punto de secarse
en tres ocasiones, durante sendas glaciaciones del último medio millón
de años: hace 440.000 años, hace 140.000 años y hace 18.000 años, du-
rante el último máximo glacial. 37
El estrecho era mucho más angosto durante las glaciaciones y per-
mitía pasar fácilmente por los bajíos y arrecifes del Hanish el Kubra, en
el extremo norte del istmo. Como ya hemos visto, fue el lugar por don-
de seguramente pasó el Hamo erectus asiático, así que no tuvo por qué
representar un impedimento para que nuestros exploradores acabaran
llegando a Australia al cabo de unos miles de años. Aunque las aguas del
mar Rojo no se separaron, hubo un importante acontecimiento climato-
90 LOS SENDEROS DEL EDÉN

lógico durante la época de nuestro primer éxodo de África (veáse la fi-


gura 1.7). Las mediciones practicadas en el casquete glaciar de Groen-
landia revelan que hace entre 60.000 y 80.000 años se alcanzó la segun-
da temperatura más baja de los últimos 100.000 años." En su momento
más frío, hace 70.000 años, esta glaciación hizo que el nivel del mar des-
cendiera 80 metros por debajo del nivel actual. La forma en que se calcu-
ló el tope inferior de las aguas en el mar Rojo contiene una clave inespe-
rada de lo que pudo ser el incentivo para trasladarse.
Los oceanógrafos han conseguido calcular los topes superiores del
nivel del mar estudiando los arrecifes de coral. Los topes inferiores que
se alcanzaron durante los momentos de glaciación máxima son de con-
firmación más difícil. Eelco Rohling, oceanógrafo de la Universidad de
Southampton, ha descubierto un método para solucionar este problema
en el caso del mar Rojo. Midió los niveles prehistóricos del plancton del
mar Rojo. Durante un máximo glacial, la Puerta de la Catástrofe queda
casi cerrada y el mar Rojo se convierte en un mar interior, separado del
océano Índico. La evaporación hace que la salinidad aumente tanto que
el plancton, base de la cadena alimentaria marina, desaparece. Durante
una interglaciación, como la actual, el alto nivel de las aguas permite al
mar Rojo expulsar la sal que contiene, con lo que la vida marina co-
mienza de nuevo. Los topes inferiores del nivel del mar como el que se
alcanzó hace 70.000 años no bloqueaban por completo la desemboca-
dura del mar Rojo; por consiguiente, el plancton, aunque seriamente afec-
tado, no desaparecía del todo. El bajo nivel de plancton permitió a Roh-
ling confirmar que el mar descendió 80 metros por entonces, tal como se
había calculado anteriormente."
La disminución del plancton se acentúa a causa de los bajos niveles de
oxígeno y de la elevada temperatura del agua de los bajíos, tal como su-
cede cerca de las playas de Abdur, en Eritrea, y en la desembocadura del
mar Rojo. Es probable que los bajos niveles de plancton en el mar Rojo
influyeran a su vez en la buena suerte de los recolectores de conchas. Por

FIGURA 1.7. Cronología comparada de acontecimientos c1imáticos y expansio-


nes humanas. La interglaciación de hace 125.000 años permitió la primera emigra-
ción por el norte. El empeoramiento del clima hace 80.000 años afectó a la salinidad
del mar Rojo y pudo haber propiciado la búsqueda de la puerta meridional. La erup-
ción del Toba originó cuellos de botella genéticos dentro y fuera de África. La glacia-
ción de hace 70.000 años permitió llegar a Australia y dos series de interestadios per-
mitieron colonizar Europa en los últimos 50.000 años.
FUERA DE ÁFRICA 91

Surde Lejano
Europa y . PapuasiaJ
Arabia y Oriente y
Clima África Oriente India Nueva Australia
golfo sureste
Próx. Guinea
Pérsico asiático

Primera línea
Eva 190

140

Primer cráneo
se:: anatómica-
mente
O)
V> moderno
•...
O)
o. Primera
Q) emigración
"O 120 (fracasada) de
V> humanos
~
e:: modernos a
o; Oriente
V> Próximo
O
le::
o;
O)
"O
V>

~ 100
~
Oriente
Próximo
Salida de Áfric repoblado por
hacia Adén neandertales Llegada al SE
L1egadaa
80 Separación de asiático antes
Papuasia-Nueva
la línea Maniu del Toba
Guinea
Erupción
India cubierta Liegadaa Australia
del Toba
Separación de por cenizas Cráneo de
la línea Nasreen Liujiang Primer
testimonio
Separación de
arqueológico
la línea Rohani
60

Separación de
la línea El/ropa Segunda
) colonización
de Oriente
Próximo
y Europa
40

Fin de los
neandertales

20

Hoy
Principales etapas de la colonización del mundo
92 LOS SENDEROS DEL EDÉN

el contrario, las playas del golfo de Adén, al otro lado del estrecho, en Ye-
men, quedaban fuera de la Puerta de la Catástrofe y estaban bañadas por
las aguas profundas del océano Índico, que afloraban oxigenadas y ricas en
nutrientes. En otras palabras, en la costa meridional de la península Ará-
biga, las condiciones para recoger conchas eran seguramente excelentes."
Por lo tanto, cabe pensar que la reducción de los recursos alimen-
ticios de las costas occidentales del mar Rojo, las atractivas playas del
golfo de Adén y la posibilidad de encontrar refugio en las húmedas y frías
tierras interiores del Yemen fueron factores que estimularon a nuestros an-
tepasados a dar aquel paso memorable. La cuestión sigue siendo cuándo lo
dieron: ¿esperaron hasta que se agotaron los moluscos, hace 70.000 años,
o se trasladaron antes, cuando las cosas empezaron a tener mal cariz?
Una vez más, el plancton del mar Rojo puede damos una pista. Los ni-
veles de plancton no estaban determinados sólo por el nivel del mar en la
Puerta de la Catástrofe. Los cambios en los monzones del noreste son in-
dicio de grandes glaciaciones y afectan a la oxigenación y evaporación
de las aguas del mar Rojo. Hay una especie concreta de plancton, parti-
cularmente sensible a estos cambios, que empezó a desaparecer masiva-
mente hace 80.000 años." Tal vez fuera el acicate que puso a nuestros an-
tepasados en la ruta de los concheros.
Las perforaciones de la plataforma litoral de la península Arábiga
han encontrado indicios de otra gran catástrofe climatológica durante
este descenso del nivel del mar." Se trata de la erupción del volcán Toba
de Sumatra, hace 74.000 años. Famosa por ser la erupción más violen-
ta de los últimos dos millones de años, esta megaexplosión originó un
largo invierno nuclear y lanzó una inmensa nube de ceniza de 1-3 metros
de espesor que se extendió hacia el noroeste y cubrió la India, Pakistán
y la región del golfo Pérsico.
Si nuestros antepasados salieron de África hace 80.000 años, sus des-
cendientes dispusieron de 6.000 años para expandirse antes de la explo-
sión del Toba (véase la figura 1.7) y los recolectores de conchas dellito-
ral del océano Índico estuvieron debajo mismo del peor diluvio de ceniza
volcánica que conoce la historia de la humanidad. La erupción del Toba
es, por lo tanto, un importante punto de referencia para las dataciones,
porque la ceniza cubrió una zona muy amplia, se ha fechado con exactitud
y puede identificarse en todos los estratos intactos del suelo.
La arqueóloga malasia Zuraina Majid ha estudiado los restos de una
cultura humana moderna en un boscoso valle del estado de Perak, cerca
de Penang. Hay allí una ininterrumpida tradición paleolítica, llamada
FUERA DE ÁFRICA 93

cultura de Kota Tampan, que se remonta a decenas de miles de años


atrás. En un yacimiento se ha encontrado utillaje de esta cultura empo-
trado en ceniza volcánica del Toba.43 Si se confirma su relación con los
humanos modernos, significaría que éstos llegaron al sureste asiático an-
tes de la erupción del Toba, es decir, hace más de 74.000 años. Esto, a su
vez, hace más plausible la existencia del éxodo de hace 80.000 años.
Cuadran igualmente con esta hipótesis las pruebas aportadas por el mé-
todo genético y otros sobre la existencia de una ocupación humana de
Australia hace 70.000 años. La erupción del Toba cubrió la península in-
dostánica con una espesa capa de ceniza. Cuesta entender cómo sobre-
vivieron los primeros colonos de la India a esta devastadora catástro-
fe. Podríamos suponer por lo tanto que se formó una zona de extinción
humana entre Asia oriental y Asia occidental. Esta profunda división en-
tre el este y el oeste, este «surco», puede verse todavía con claridad en el
registro genético.
¿Cómo se compagina un éxodo tan temprano con la información ge-
nética? Es quizá la parte más polémica y emocionante de la historia. La
escueta respuesta es que las dataciones y el árbol genéticos admiten la po-
sibilidad de un éxodo temprano (véanse los capítulos 3 y 4). Esto resuelve
además la cuestión del origen de los europeos, que ha quedado pendien-
te: por qué Europa se colonizó hace sólo 50.000 años, a pesar de que sus
conquistadores tenían la misma antepasada materna que los australianos
y los asiáticos.

Los PRIMEROS CLANES ADÁN y EVA EN ASIA

Como ya hemos visto, un puñado de clanes de Evas fundadoras de-


sembarcó en Yemen y quedó aislado de África. Con el paso de las gene-
raciones, estas líneas acabaron derivando hacia una sola Eva mitocon-
drial de origen africano, más conocida por la sosa etiqueta técnica L3. L3
dio origen a dos clanes femeninos filiales: Nasreen (N) y Manju (M) (véa-
se la figura 1.4).
La familia de Manju, más antigua y heterogénea, está localizada en
la India, y Nasreen, por su lado, fue la única madre de los europeos, ya
que prácticamente no hubo hijas de Manju en Eurasia occidental. Las
descendientes de Nasreen y de Manju, sin embargo, están hoy en todas
las partes del mundo menos en Eurasia occidental (véanse el Apéndice 1
y la figura 0.3). Este hecho confirma por sí solo que todos los no africa-
94 LOS SENDEROS DEL EDÉN

nos de Australia, América del Norte, Siberia, Islandia, Europa continen-


tal, China y la India pueden retroceder por su herencia genética hasta lle-
gar a una sola línea de origen africano: confirma que hubo únicamente
una emigración. Después del éxodo, parece que la identidad africana ex-
clusiva de L3 experimentó la deriva genética y desapareció sin dejar más
que unos cuantos restos locales, esto es, Nasreen, Manju y sus hijas. Por
lo tanto, podemos emparentar con aquel primer grupo que salió de Áfri-
ca a cualquier descendiente moderno de no africanos que esté esperan-
do ante el mostrador de cualquier tienda de Mongolia Exterior, Alice
Springs o Chicago.
Hay un par de excepciones que confirman la regla. Una es U6 (ya
mencionada), que volvió de Oriente Próximo al norte de África. La otra es
M1, que volvió a cruzar el mar Rojo hacia Etiopía, aproximadamente du-
rante la última glaciación. ¿Cómo lo sabemos? Las recientes e interesan-
tes investigaciones de los genetistas estonios Toomas Kivisild y Richard
Villems han revelado que M1, cuando da media vuelta, no se adentra tan-
to en África como el clan Manju en Asia." En otras palabras, MI fue una
recolonización más reciente de África oriental que volvió de Asia.
La línea Manju descendiente de Eva se encuentra sólo en asiáticos, no en
europeos. Cuando analizamos las ramas Manju más antiguas de Asia, ve-
mos que el clan Manju tiene en Asia central una antigüedad de 74.000 años,
de 75.000 años en Nueva Guinea y de 68.000 años en Australia. La In-
dia, como ya se ha dicho, posee la mayor variedad de subramas Manju y
podría ser además la cuna de los Manju descendientes de L3; sólo un sub-
clan indio (M2) tiene una antigüedad local de 73.000 años."
Cuando analizamos la trayectoria genética de nuestros padres, es-
crita en el cromosoma Y, vemos una imagen parecida. Entre todas las
líneas masculinas presentes en África antes del éxodo, sólo una dio ori-
gen a todas las líneas o clanes masculinos no africanos. Esta línea del
«Adán extraafricano» dio origen a tres grandes ramas masculinas fuera
de África, frente a las dos femeninas (Nasreen y Manju). Aunque cono-
cidas por los genetistas por las claves C, DIE (o YAP) y F, para simpli-
ficar las cosas he preferido llamar a estos tres clanes Caín, Abel y Set,
por los tres hijos de Adán (véase el Apéndice 2). Como en el caso de la
línea de la Eva extraafricana, actualmente quedan representantes africa-
nos subsaharianos y es la línea Abel, que tiene una rama asiática y otra
afroeuropea. Esta última tiene una alta representación, concretamente
en los pueblos bantúes, que en fecha reciente se movieron de forma es-
pectacular del norte al sur de África. Para no complicar demasiado las
FUERA DE ÁFRICA 95

cosas en este estadio, hablaré con más detalle de los tres hijos de Adán
en los capítulos 3-7.

EL ORIGEN DE LOS EUROPEOS

El árbol genético nos dice con claridad algo extraordinario sobre los
europeos y los proximoorientales: que no proceden directamente de Áfri-
ca, sino de algún lugar de la India meridional. Su matriarca, Nasreen, fue
probablemente la más occidental de las dos hijas asiáticas que le na-
cieron a Eva en la ruta de la costa. Se diferencia de Manju en que sus des-
cendientes se encuentran entre no africanos de todo el mundo, de Eura-
sia, de Australia, de América. Este factor diferencial respecto del clan
Manju, que falta en Europa y en Oriente Próximo, significa que la divi-
sión de Nasreen en orientales y occidentales pudo haberse producido
cerca del punto por donde los recolectores de conchas entraron en la In-
dia. Según la datación genética, las descendientes asiáticas y australianas
de Nasreen son por lo menos tan antiguas como Manju." El punto de la
ruta donde es más probable que naciera Nasreen es el golfo Pérsico. En
aquellos tiempos de sequía no era un golfo, sino una serie de lagos de
agua dulce y poco profundos, alimentados por acuíferos y por las aguas
de los ríos Tigris y Éufrates. Allí, en el sur, Nasreen tuvo una hija, Ro-
hani, hace 60.000 años o más. Esta hermosa reserva del desierto debió de
durar miles de años, porque aunque está claro que los clanes occidenta-
les se originaron en el sur, los primeros rastros genéticos y arqueológicos
que señalan que las hijas de Nasreen y Rohani llegan a Europa ya Orien-
te Próximo son de hace 45.000-50.000 años.
Como de costumbre, hay una razón climatológica que explica por qué
las hijas de Nasreen colonizaron Europa tan tarde, y se ha encontrado
en las perforaciones practicadas en la plataforma sumergida de la penín-
sula indostánica, en el fondo del delta del Indo. Como ya dije, el paso
de Siria al océano Índico estaba cortado por el desierto durante las gla-
ciaciones. Sin embargo, hace casi exactamente 50.000 años se produjo un
breve pero intenso calentamiento y reverdecimiento en el sur de Asia,
con monzones menos violentos que en la actualidad. Esta mejora clima-
tológica se detecta en forma de estrato rico en carbono en el fondo del
delta del Indo.47 Puesto que el período cálido probablemente duró sólo
unos milenios, los geólogos no hablan de interglaciación, sino de interes-
tadio, pero su efecto en el aletargado Creciente Fértil de Irak fue el mismo.
96 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Durante un tiempo quedó abierto ese pasillo verde y estrecho (véase la


figura 1.8), permitiendo el paso del golfo Pérsico a Siria; y las tataranietas
de la Eva asiática subieron por el Creciente Fértil hacia el noroeste, hacia
Oriente Próximo (véase el capítulo 3). Que estos emigrantes protoeuropeos
tenían un origen surasiático se sabe por su rastro genético: como puede
verse en el árbol genético (véase la figura 1.4), por cada rama Nasreen que
se dirigió a Europa hubo otra rama Nasreen que se dirigió a la India.
Este cuadro, en el que los europeos tienen sus raíces genéticas en
Asia meridional, echa por tierra la teoría de la emigración por el norte de
África. También pulveriza la concepción eurocentrista de que los euro-
peos representaron la primera cultura humana totalmente moderna fuera
de África. Así pues, para estar seguros, debemos preguntamos si hay algún
dato arqueológico que desmienta la idea de que los primeros europeos
salieron de Asia meridional. Por lo visto no hay ninguno; en cambio, hay
muchos que la confirman.
El testimonio arqueológico más antiguo de la tecnología del Paleolí-
tico Superior en Eurasia occidental no tiene más de 47.000 años. El ar-
queólogo belga Marcel Otte pone en duda la idea tradicional de que los
antepasados de los europeos son de origen norteafricano y desarrollaron
por el camino su propia tecnología del Paleolítico Superior, y propone por
el contrario los Montes Zagros, situados al norte del golfo Pérsico, en la
actual región étnica del Kurdistán, que según él argumenta fue el centro
creador de la tecnología del Paleolítico Superior."
Sri Lanka, que entonces era una península del sur de la India, es un
caso extraordinario porque da la vuelta a la tortilla cultural oriente-occi-
dente. Los hallazgos atribuyen 28.000 años de antigüedad a la fabrica-
ción de microlitos cingaleses. Se trata de hojas líticas en miniatura, para
usos muy concretos, que no aparecieron en Europa ni en Oriente Pró-
ximo hasta hace 10.000 años. Resulta muy tentador que en un nivel por
debajo de estos microlitos se haya encontrado otro estrato de microlitos
más básicos, al que se ha dado entre 64.000 y 74.000 años de antigüedad.
Si se confirma esta datación, podría ser un rastro del trayecto iniciado en
África hace alrededor de 70.000 años."

FIGURA1.8. El pasillo del Creciente Fértil hacia Europa. Hace unos 50.000 años,
el tiempo se calentó y humedeció hasta el punto de formarse un pasillo verde (líneas
discontinuas) que cruzaba el desierto entre Asia meridional y Turquía. Era la prime-
ra vez, desde la interglaciación que tuvo lugar hace 75.000 años, que los humanos en-
traban en Oriente Próximo; y por aquí llegaron a Europa.
• Pluvisilva
Hielo
• Bosque

Matorral

o Pradera

Pradera y bosq ue
D despejado

O Desierto

O Hielo

66 Montañas "
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••••• Ruta del Creciente
Fértil entre Asia »,
meridional y Turquía,
Oriente Próximo y
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Europa »
••••• Ruta del Cáucaso

. Desierto: ..

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98 LOS SENDEROS DEL EDÉN

RESUMIENDO

Las polémicas arqueológicas y antropológicas sobre la verdadera cuna


de la última especie humana podrían resolverse con el ininterrumpido
árbol genético que remonta nuestra línea Eva a los primeros africanos
modernos. Los resultados genéticos nos han permitido cotejar esta pers-
pectiva con los movimientos concretos de nuestros antepasados inmedia-
tos. Y sólo vemos un grupo que salió de África hace más de 70.000 años.
Este enfoque, que se diferencia radicalmente de la hipótesis tradicional
que postula múltiples emigraciones de África, determina todas las rutas
migratorias del resto de la historia humana a partir de aquel solitario ca-
mino meridional. Los primeros exploradores que salieron de África avan-
zaron por la costa de la península Arábiga hasta el golfo Pérsico, donde
fundaron la primera colonia de occidentales, los mismos que colonizarían
Europa mucho tiempo después. El viaje de la India hacia oriente tiene otra
historia.
Capítulo 2
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS?

La obsesión regionalista de los europeos por su pasado y por su pre-


sunta superioridad en la cultura material del Paleolítico produjo en el si-
glo pasado una serie de suposiciones. A grandes rasgos, venían a decir
que habíamos sido los primeros (porque también yo soy europeo) en
pensar con símbolos y abstracciones, y los primeros en hablar, pintar, ta-
llar, vestirse, tejer y cambiar productos.
En el capítulo 1 he dado a entender que la errónea idea de que estas
habilidades eran desconocidas para nuestros antepasados africanos está
relacionada con la convicción de que los proximoorientales y los eu-
ropeos surgieron de una emigración africana por el norte, distinta de la
que dio origen a los australianos y a los asiáticos. Esta concepción se vie-
ne abajo si aceptamos las pruebas que nos dicen que los europeos y otras
líneas genéticas occidentales estuvieron entre los primeros descendien-
tes del grupo familiar surasiático que dio origen al mundo no africano.
En este capítulo sostengo que el afán de situar en Europa y en Oriente
Próximo la «mayoría de edad» de los humanos modernos ha marginado
otras teorías válidas sobre la prehistoria de Oriente y Occidente.
La prueba genética de que los humanos modernos salieron de África,
dejando tras de sí representantes de la «tierra natal» cuyos descendientes
siguen viviendo en África y son indiscutible y «totalmente modernos» en
todos los aspectos, tiene consecuencias perturbadoras para los prejuicios
occidentales sobre los africanos que han persistido hasta nuestros días.
Aunque las implicaciones de estas ideas saltan a la vista, la mentalidad
de algunos arqueólogos europeos no ha cambiado en absoluto.
100 LOS SENDEROS DEL EDÉN

AFRICANISMO y MULTIRREGIONALISMO

Los arqueólogos siguen aduciendo que los primeros europeos tenían


una serie de comportamientos humanos, básicos e innatos, que los dife-
renciaba radicalmente de sus primos europeos, los neandertales, y tam-
bién, por el mismo razonamiento, de sus inmediatos antepasados de
África. Es posible que se hiciera tanto hincapié en las diferencias para re-
plicar a la hipótesis multirregional del origen humano y dejar claro que
no descendíamos de los neandertales. En esta argumentación, sin em-
bargo, se presuponen dos cosas: por un lado, que los primeros europeos
modernos (los Cro-Magnon) fueron los primeros que idearon y transmi-
tieron estas habilidades a sus descendientes, y por el otro que los nean-
dertales, en cierto modo, no eran biológicamente aptos para ello. Extra-
polando este enfoque, resultaría que los antepasados anatómicamente
modernos que tenían los Cro-Magnon en África tampoco fueron lo bas-
tante listos para crear la tecnología del Paleolítico Superior. En otras pala-
bras, los europeos fueron los primeros que hablaron, pintaron y tallaron,
y después es de suponer que se las arreglaron para enseñar a los africanos y
a los australianos (por no hablar de los asiáticos). Ahora bien, es posible
que haya entendido mallo que he leído, pero ése es el mensaje que he
visto incluso en publicaciones muy recientes. Antes de analizar las prue-
bas externas contra este eurocentrismo, repasaré lo que tal vez fuera la
causa de sus distorsionadas conclusiones.
El problema comenzó en 1856, cuando se descubrió el primer cráneo
de neandertal. Los neandertales tuvieron mala prensa desde el principio;
la gente se burlaba de ellos, retratándolos como idiotas de cejas peludas.
Esta imagen se concretó en 1921, en un cuento de H. G. Wells titulado «Una
raza aterradora», donde aparecen como monstruos encorvados y farfu-
llantes, en contraste con los modernos y educados Cro-Magnon. Los in-
tentos de rehabilitar a los neandertales por ser nuestros primos y nuestros
semejantes en potencia no han conseguido cuajar nunca, porque incluso
sus defensores los han condenado sistemáticamente con tibios elogios, y
la información fílmica ha seguido acentuando su aspecto físico y pasan-
do por alto su capacidad craneana.
La verdad es que seguimos considerando inferiores a los neandertales
y los expertos continúan subrayando las diferencias culturales percepti-
bles. Cuando cotejamos su cultura material con la de sus contemporá-
neos, los primeros europeos modernos, el prejuicio parece confirmarse.
Los modernos pintaban cuevas e incluso su propia piel y no hay indicios
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 101

de que los neandertales hicieran eso. Los modernos trabajaban con ma-
terial no lítico, como el hueso, las conchas, el cuerno, y tallaban figuri-
llas, cosa inimaginable en ningún neandertal. Estos artículos recorrieron
cientos de kilómetros por Europa, dando testimonio de alguna clase de
comercio o intercambio. Al principio no se encontraron rastros de estas
actividades entre los neandertales. Y cómo iban a encontrarse, si los nean-
dertales ni siquiera utilizaban estos materiales. Esta cooperación a larga
distancia parecía corroborar otros datos que se han utilizado para aducir
que los modernos tenían redes sociales mayores y más complejas que los
neandertales. Éstos, por el contrario, se ha supuesto que vivían obstina-
damente en grupos pequeños, dado que carecían de medios intelectuales
para adaptarse a las circunstancias en transformación, aunque Clive Gam-
ble ha señalado que antes del Paleolítico Superior se transportaba piedra
rara de primera calidad, hasta distancias de 300 kilómetros, con objeto de
desbastarla, en múltiples zonas de Europa. 1 Los modernos construían ho-
gares y enterraban a sus muertos, rasgos que no eran propios de la cultura
neandertal. Por último, cuando nos fijamos en los testimonios más abun-
dantes y duraderos del pasado, las herramientas líticas, vemos una clara
y conveniente diferencia entre los neandertales y los modernos. Éstos fa-
bricaban hojas, lascas desgajadas de un núcleo lítico que eran dos veces
más largas que anchas.
Los Cro-Magnon, los primeros europeos modernos, por todas estas
razones parecían ser los que «cantaban y bailaban» cuando se compara-
ban con los obtusos, salvajes y tercos neandertales, ¿y cuál era la causa?
La respuesta canónica ha sido siempre que éramos biológicamente su-
periores. La reconocida superioridad física de los neandertales, con unos
huesos grandes que contrastaban con nuestro delgado esqueleto, com-
pletaba el cuadro que contraponía fuerza bruta e inteligencia. Los distin-
tos grados de diferencia cultural entre los dos grupos se han utilizado
además para alegar que los europeos modernos habían llegado a la ma-
durez biológica de la sensibilidad, pero hay poca lógica en esta argu-
mentación.
¿Qué más podía decirse de nuestros primos? Entre las diferencias
que pusieron al hombre por encima del animal figuran el pensamiento
abstracto y simbólico y, naturalmente, el lenguaje. ¿Podía demostrarse
que los neandertales eran seres «que no hablaban», es decir, «tontos»?
Que tuvieran en la tráquea un «hueso del habla» (el hioides) muy parecido
al hioides de los modernos no ha puesto fin a estas especulaciones. Hay
incluso una opinión muy extendida que dice que todas las habilidades re-
102 LOS SENDEROS DEL EDÉN

presentadas por los europeos modernos, incluido el lenguaje, se deben


a un gen o genes especiales que se activaron hace 40.000-50.000 años
(véase el Prólogo).
Los primeros y en realidad casi todos los espectaculares descubri-
mientos de la creatividad de los primeros humanos modernos (el arte y
la tecnología del Paleolítico Superior, hace aproximadamente 18.000-
35.000 años) se hicieron en Europa. Al fin Yal cabo, la arqueología se fun-
dó en Europa y casi todos los arqueólogos de los últimos 150 años son
europeos. Todos conocemos el encanto, el realismo y la sutileza perceptiva
de las pinturas rupestres de Lascaux y Chauvet (véase la lámina 5). Se diría
que ver esto como factor determinante de la mayoría de edad de los huma-
nos modernos es una prolongación casi inconsciente de las reflexiones que
suscita la explosión artística de la tardía Edad de Piedra europea (también
llamada Paleolítico Superior europeo). Algunos exponen esta idea con pa-
labras sencillas y aducen que, antes de aquellas fechas, los «humanos ana-
tómicamente modernos», cuyos restos africanos son de hace por lo menos
130.000 años, podrían parecer modernos, pero aún no lo eran del todo.'
Si los europeos modernos estaban saliendo de las crisálidas con tan
espectacular despliegue de inventiva (prosigue el enfoque radical), tuvo
que deberse a algún elemento biológico (es decir, genéticamente deter-
minado), latente hasta entonces en nuestra constitución. Sin embargo,
esta argumentación parece conducir a la peligrosa conclusión de que los
antepasados de los africanos y australianos modernos estaban menos
avanzados biológicamente que los europeos.
¡Alto! ¿Qué estamos diciendo? ¿No viene a ser como si un señorito de
ciudad llegara a una aldea proclamando: «[Paletos, sois seres primitivos
biológicamente desfasados!», o como si un historiador afirmara que la in-
vención de la escritura, las revoluciones industrial y agrícola y la notación
musical son fruto de genes nuevos? Los historiadores futuros que compa-
ren la complejidad de la vida y el predominio de los países occidentales
desarrollados con las culturas de Papúa y Nueva Guinea de la Edad de
Piedra harán mal si atribuyen las diferencias a factores biológicos.
Muchos, probablemente casi todos, pensamos sin decido que hay otros
grupos que son inferiores a nosotros por razones evidentes. A causa de
este prejuicio, el biólogo norteamericano Jared Diamond quiso poner las
cosas en su sitio. En su libro, que fue un éxito de ventas, Guns, Germs and
Steel,3 explicó que las desigualdades en desarrollo y poder internacio-
nal se deben más a casualidades históricas de oportunidad que a dife-
rencias intelectuales innatas entre las poblaciones. Quería explicar cómo
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 103

fue posible, por ejemplo, que unos pequeños grupos de conquistadores


consiguieran destruir las populosas civilizaciones de la América preco-
lombina.

LA PREGUNTA DE YALI

Al comienzo del libro, Diamond formula su pregunta fundamental tal


como se la formuló un hombre notable llamado Yali, un dirigente local de
la costa norte de Nueva Guinea, de una de las últimas culturas neolíticas
que quedan en el mundo. Yali dijo: «¿Por qué los blancos producíais tan-
to cargamento y lo traíais a Nueva Guinea, pero los negros teníamos
poco cargamento propio?» (<<cargamento»,en el contexto en que Yali em-
pleó esta palabra, significa literalmente «mercancías importadas», como
sacos de arroz australiano, frigoríficas y otros artículos de lujo). Yali no
era un aldeano corriente. No era un humano corriente, ya que había pa-
sado buena parte de su vida lidiando con las consecuencias de esta pre-
gunta desde el punto de vista mágico-religioso de su propia cultura. Dia-
mond se sintió fascinado por él y es evidente que lo consideraba una
persona insólitamente perspicaz, inquisitiva e inteligente.
Yali había sido también el jefe de la secta de los cargamentos más nu-
merosa que ha habido en Nueva Guinea (las sectas de los cargamentos se
basaban en la convicción de que los ritos generaban cargamentos de mer-
cancías) y su magnetismo desbordó el círculo formado por sus paisanos
de Nueva Guinea y un biólogo curioso. Por su carisma y cualidades de
dirigente mereció figurar en otro libro, Road Belong Cargo, del antropó-
lago australiano Peter Lawrence." Es la mejor descripción que se conoce
de las sectas de los cargamentos y contiene tres capítulos dedicados a
Yali y a sus sectas en evolución continua.
En cierta ocasión me habló de Yali una persona que lo había conoci-
do mejor que la mayoría. A principios de los años ochenta yo trabajaba
de médico en Nueva Guinea, en la provincia de Madang, que era donde
vivía Yali. Durante una breve temporada también yo estuve ingresado en
el hospital provincial y compartí un pequeño cubículo con un viejo, arru-
gado y decrépito agricultor australiano. Mo Johnson era un diabético que
vivía prácticamente en el hospital, ya que había averiguado que, por su
condición de veterano de guerra, la atención médica y la comida le salían
gratis. Era un viejo encantador, aunque muy pícaro; no tenía nada en el
mundo salvo una radio de onda corta, con la que enfadaba a la sor de la
104 LOS SENDEROS DEL EDÉN

sala, que era samoana. Mo me contó la historia de su vida. Burdo y mal-


hablado, sólo se refería a los neoguineanos con adjetivos racistas. Aque-
llo no encajaba con el personal que le rodeaba, ya que siempre había una
cola de visitantes junto a su cama, y todos eran neoguineanos.
Mo era uno de los pocos supervivientes que quedaban del legendario
grupo de los «vigías costeros», topos humanos que durante la segunda
guerra mundial se enterraban en las selváticas faldas montañosas de las
costas de las islas del Pacífico. Casi todos habían sido propietarios ru-
rales y habían preferido quedarse después de la invasión japonesa para
informar por radio sobre los movimientos de tropas, aviones y barcos del
enemigo. Se les atribuía un papel destacado en la batalla del mar del Co-
ral. Casi todos los vigías costeros murieron en combate o por enfermedad,
o fueron capturados y acabaron sus días en campos de prisioneros.
Mo, el héroe de guerra, le debía la vida a Yali, y esto es lo que inte-
resa de esta anécdota. Yali era el «ayudante nativo» de Mo y lo protegió
durante toda la guerra; en cierto momento lo ayudó a escapar de un cam-
po de prisioneros japonés y lo condujo por 300 km de selva y pantanos
hasta llegar a Madang. Al acabar la guerra, Yali también era un héroe; las
autoridades coloniales británicas advirtieron que además era un dirigen-
te carismático y lo cultivaron. Pero las relaciones se volvieron tensas
cuando las autoridades comprendieron que lo que tenían en sus manos
era un Mesías y no un títere. Según me contó Mo y según cuenta Peter
Lawrence en su libro, las autoridades decidieron aplicarle un castigo ejem-
plar. Y lo metieron en la cárcel. Entonces Mo me dijo algo característico
que revelaba inconscientemente las actitudes y el lenguaje de su propia
cultura, y al mismo tiempo reflejaba una gran sinceridad personal. Me
dijo: «Steve, le partieron el corazón al encerrarlo. Yali era el mejor. Era
mejor que ellos. Era un blanco de verdad». Muchos australianos me han
dicho que esta frase no entraña ninguna actitud racista.
Yali no era blanco ni tampoco australiano. De las palabras de Dia-
mond y Lawrence se desprende que tenía una enorme curiosidad intelec-
tual; sin embargo, conociendo poco una cultura extraña, mal podía res-
ponder a la pregunta que formuló a Jared Diamond. En Nueva Guinea no
se fabricaban frigoríficas, así que ¿por qué tenía que saber cómo se fabri-
caban? En el fondo de la pregunta de Yali estaban todos los artículos de
lujo que llegaban regularmente para los colonos blancos en barcos que atra-
caban en los muelles de Madang. Los miembros de las sectas de los car-
gamentos, entre los que Yali era el elemento descollante, estaban conven-
cidos de que las mercancías se creaban en virtud de una magia secreta que
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 105

sólo conocían los blancos. A pesar de sus cualidades personales y de su


intelecto claramente superior, el limitado conocimiento de Yali y su he-
rencia cultural mágico-religiosa, propia del Neolítico, le impedían concebir
el complejo agrícola e industrial que había al otro lado del océano. Una
expresión que se utiliza a veces para explicar esta religión de los carga-
mentos es «desconocimiento de los medios de producción», pero esto sim-
plifica demasiado el dilema de Yali, porque, como todos sabemos, el co-
nocimiento no destierra automáticamente la fe en lo «sobrenatural».
La población de la costa de Madang es horticultora por encima de
todo. Cada hortelano cultiva en su parcela hasta treinta variedades de co-
locasia (una raíz comestible) junto con otros productos, un sistema que,
dicho sea de paso, protege del añublo a las plantas. Sin embargo, a pesar
de sus habilidades, los hortelanos neoguineanos creen que sus buenos re-
sultados no se deben a su saber y experiencia, sino que dependen de la co-
rrecta administración de la magia de la siembra y el crecimiento. Como
ya advirtió Peter Lawrence, pensaban que si las cosechas no eran buenas,
el fracaso se debía a la mala administración de la magia y no a su incom-
petencia agrícola. A fin de cuentas, todo el mundo sabe cómo se cultiva
la colocasia. Tal era la concepción neoguineana de todas las habilidades
culturales: estaban en posesión de «expertos» que conocían la magia
apropiada. Esta concepción que ponía la magia por encima de los medios
de producción contagió inevitablemente a las exóticas mercancías que se
importaban y cuyos medios de producción se desconocían o se entendían
vagamente. Era necesario que los cargamentos se hicieran con magia.
Los esfuerzos de Yali por obtener o copiar la magia de las mercancías del
hombre blanco estaban condenados al fracaso, y era improbable que se
diera cuenta de su equivocación, porque daba por sentado que los colo-
nizadores guardarían celosamente su secreto. Por su parte, los colonizado-
res blancos pensaban (y decían) que Yali y sus secuaces eran por un lado
unos idiotas y por otro unos granujas. También ellos se equivocaban, en
las dos descripciones.

No JUZGUÉIS A LA GENTE POR SU CULTURA

¿Qué tiene que ver todo esto con el origen humano y los primeros
europeos modernos? Bueno, todavía hay prehistoriadores que cometen
el error cotidiano de juzgar el potencial humano por las herramientas, los
productos y el «desarrollo cultural». Se equivocan cuando comparan a
106 LOS SENDEROS DEL EDÉN

los «modernos» Cro-Magnon con los «antiguos» neandertales porque se


fijan en la gran diferencia que hay entre la cultura material de los recién
llegados y la de los pobladores ya instalados. Casi sin darse cuenta, vuel-
ven a equivocarse cuando comparan al Cro-Magnon con los «humanos
anatómicamente modernos» que habían vivido en África durante los úl-
timos 100.000 años.
Como hemos visto, los humanos modernos habían colonizado Asia y
Australia mucho antes de llegar a Europa. Sus descendientes viven to-
davía en aquellas regiones y tienen todo el derecho a quejarse de la idea
eurocentrista de que los europeos, que fueron los pioneros de la era in-
dustrial, fueron también los primeros en ser «realmente humanos». La
debilidad de esta opinión salta a la vista: el motivo por el que tenemos
tantos testimonios de la grandeza del Paleolítico Superior en Europa es
que Europa es el único lugar donde se han buscado. Las tremendas difi-
cultades para encontrar testimonios de formas artísticas primitivas en
África tienen que ver con el tiempo, la conservación y ciertas clases de
cuevas. Todo arte es perecedero en última instancia y la pintura plasma-
da en superficies a la intemperie podría haber desaparecido si era muy
antigua.
Entonces, ¿hasta qué punto eran «tontos» los neandertales? ¿Y es jus-
ta la comparación de tecnologías? Antes podríamos preguntar si con las
mismas ventajas culturales habrían igualado las conquistas de los huma-
nos modernos. La opinión general es que eran perdedores por vocación.
Habían estado por toda Europa, adaptándose a las inclemencias locales
durante más de 200.000 años, pero no habían conseguido instalarse en
las zonas más frías. En cambio, los modernos, recién llegados pero adap-
tados al clima tropical, se instalaron sin problemas en todas las regiones
frías y en muy poco tiempo. Sin embargo, podría argüirse que los mo-
dernos tuvieron mucha suerte por haber inventado herramientas cultu-
rales y técnicas en otros lugares. ¿Siempre fabricaron los humanos he-
rramientas distintas o mejores que los neandertales? En otras palabras, si
observamos a los humanos modernos antes de que entraran en Europa y
nos fijamos en su colonización del resto del mundo, ¿encontramos la misma
superioridad clara y distinta entre los «humanos anatómicamente mo-
dernos» y otros humanos contemporáneos premodernos de las mismas
regiones? La respuesta es casi siempre no.
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 107

Los AFRICANOS ANATÓMICA MENTE MODERNOS


y LAS TECNOLOGÍAS LÍTICAS

Hay «humanos anatómicamente modernos» desde hace por lo menos


130.000 años. Durante los primeros 100.000 años, aproximadamente, casi
todos fabricaron y utilizaron la misma clase general de herramientas que los
neandertales. Su fabricación suponía ya un complejo proceso de varias eta-
pas. Llamada normalmente tecnología del Paleolítico Medio, probable-
mente la inventó hace más de 200.000 años el africano Horno helmei, que
podría ser un antepasado común nuestro y de los neandertales (véase el ca-
pítulo 1). Para complicar el asunto, la industria lítica del Paleolítico Medio
se denomina según el lugar donde se encontró. Los restos encontrados en
Europa, norte de África y Oriente Próximo se denominan musterienses, por
el yacimiento francés donde se hallaron ejemplares concretos, relacionados
con restos de Horno heidelbergensis y de Neandertahl. Los restos encon-
trados en el África subsahariana se denominan Edad de Piedra Media.5
Los rasgos más característicos del Paleolítico Medio podrían ser
perfectamente la reducción de la herramienta, el uso de empuñadura y
el empleo de núcleos líticos preparados para la talla de herramientas.
Desde hacía más de un millón de años, el Horno erectus africano estaba
fabricando hachas manuales tallando por ambos lados un núcleo plano
o una lasca; lo que quedaba del núcleo o de la lasca era el hacha termi-
nada. En cambio, los poseedores de las técnicas del Paleolítico Medio
preparaban cuidadosamente un núcleo, dándole una forma especial (una
técnica que había aparecido antes, hace quizá 350.000 años), y a base
de golpes sacaban varias lascas de él. El retoque final daba forma de-
finitiva al producto acabado, conservando el filo del borde." Para aumen-
tar su eficacia se le podía hacer una empuñadura a la lasca.
Exceptuando un par de casos (que veremos en las páginas 121-124
los africanos modernos del norte y el sur del Sahara siguieron fabricando
y empleando utillaje de la Edad de Piedra Media (y anterior) hasta hace
unos 50.000 años. Como ya hemos visto en el capítulo 1, los primeros
africanos modernos que salieron del continente fundaron su breve y des-
venturada colonia al norte del Sahara, con puestos avanzados en Orien-
te Próximo, hace entre 90.000 y 125.000 años. Como era de esperar tra-
tándose de emigrantes norteafricanos, tenían un utillaje del Paleolítico
Medio idéntico al de los neandertales que habían salido de África antes
que ellos y también idéntico, lógicamente, al empleado por otros nean-
dertales que no tardarían en repoblar Oriente Próximo.
108 LOS SENDEROS DEL EDÉN

EMIGRANTES HUMANOS CON TECNOLOGÍA PARECIDA

Hago hincapié en que era de esperar que los primeros humanos mo-
dernos que salieron de África hace más de 100.000 años poseyeran bási-
camente la tecnología del Paleolítico Medio porque no hay indicios de la
presencia contemporánea de una tradición más moderna en el norte y el
este de África. Las herramientas de 125.000 años de antigüedad encon-
tradas en el conchero próximo a la desembocadura del mar Rojo -que
fue, en mi opinión, el verdadero escenario del éxodo humano moderno-
eran del Paleolítico Medio, aunque no se halló ningún resto humano que
pudiera identificar a los fabricantes.
Lo mismo podría decirse de las herramientas de sus antepasados in-
mediatos, que emigraron a Asia. En la India aparecieron las primeras
herramientas del Paleolítico Medio hace unos 150.000 años, pero están
claramente relacionadas con la última interglaciación cálida, de hace
125.000 años. Estas dataciones podrían significar dos cosas: o que Horno
helmei llevó allí este utillaje o que los humanos modernos llegaron a la
India antes de lo que se ha venido creyendo. En cualquier caso, el único
resto óseo que da fe de la presencia de humanos en la India hace entre
100.000 y 200.000 años, el cráneo del Narmada, definitivamente no es
moderno y, por lo tanto, sugiere la primera posibilidad.'
Los testimonios seguros más antiguos que se conocen de la presencia
de humanos modernos en el sureste asiático, los de la cueva de Niah, en
Borneo, son un cráneo moderno de 50.000 años de antigüedad y una in-
dustria de lascas del Paleolítico Medio que se considera típica del soa-
niense o Paleolítico Medio indio." Puesto que las pruebas genéticas nos
dicen que todos los humanos modernos no africanos proceden de una sola
emigración, lo dicho corrobora el principio general de que los primeros
humanos modernos que salieron de África todavía fabricaban utillaje del
Paleolítico Medio (es decir, igual que el de los neandertales) cuando cru-
zaron el mar Rojo. Lo curioso del sureste asiático -y que nos advierte
una vez más contra la valoración excesiva de la tecnología- es que, des-
contando aquel solitario testimonio de la industria de lascas del Paleo-
lítico Medio en la cueva de Niah y otros casos, la mayor parte del regis-
tro paleolítico de la zona refleja un retroceso. Después, los asiáticos del
sureste en general dejaron de utilizar núcleos preparados durante mucho
tiempo. En otras palabras, podría decirse que volvieron a una tecnología
lítica más antigua.
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 109

EL PALEOLÍTICO SUPERIOR EUROPEO:


POR QUÉ LA DIFERENCIA ESTÁ EN LAS HOJAS

Se atribuye a los humanos modernos como el Cro-Magnon el haber in-


ventado la etapa tecnológica que siguió al Paleolítico Medio, es decir, el Pa-
leolítico Superior. ¿Cuál fue el principal progreso técnico del Paleolítico
Superior europeo en lo que se refiere al utillaje lítico? En términos generales
fue la diversidad, pero un rasgo fundamental fue la aparición y uso de hojas.
Al igual que a muchas personas, los esotéricos términos técnicos que utili-
zan los arqueólogos para describir las herramientas de piedra tallada me re-
sultan difíciles de entender y manejar. Por eso fui a ver a un experto en el Pa-
leolítico: el profesor Derek Roe, director de la Unidad de Investigación del
Cuaternario de la Universidad de Oxford, que está a unas calles de mi casa.
Mientras tomábamos un excelente café, este culto y encantador ex-
perto me dejó tocar unas cuantas lascas y hojas de verdad. A grandes ras-
gos, las hojas se obtienen exactamente igual que las lascas, golpeando un
núcleo lítico ya preparado; pero la hoja es más larga y delgada que la las-
ea y del núcleo prismático que queda después se pueden extraer más ho-
jas (véase la figura 2.1). La hoja, lejos de tener la forma ovalada o trian-
gular de la lasca, es una esquirla larga, delgada, simétrica, ligeramente
curva y con doble filo que se puede retocar para fabricar con ella un am-
plio abanico de herramientas secundarias, como cuchillos, buriles, puntas
y raspadores. Fue enorme el progreso potencial que permitió esta forma,
ligeramente diferente, de trocear el núcleo. En primer lugar, se obtienen
muchas herramientas de un núcleo preparado y no una solamente. Aho-
rra mucho trabajo y si resulta que la piedra útil escasea o está en lugares
poco accesibles, ahorra igualmente el tener que ir a buscarla y transpor-
tarla. En segundo lugar, de un solo núcleo pueden salir muchos produc-
tos distintos. En otras palabras, los inventores de las hojas dieron origen
a una revolución que se alimentaba de sí misma.
Entonces pregunté al profesor Roe cuál había sido, en su opinión, el
salto conceptual más importante: el perfeccionamiento del uso de nú-
cleos preparados para la extracción de herramientas en el Paleolítico Me-
dio; o la invención de la hoja en el Paleolítico Superior. Lo pensó duran-
te unos instantes. Su meditada respuesta fue que la primera hazaña, la del
Paleolítico Medio, porque la preparación de los núcleos era un proceso
de muchas etapas que exigía que el fabricante tuviera siempre presente el
producto final. Un error durante la preparación y el fabricante tenía que
empezar de nuevo. Sacar hojas en vez de lascas golpeando el núcleo, aun-
110 LOS SENDEROS DEL EDÉN

que abría un amplísimo abanico de oportunidades, exigía sin embargo


una sola habilidad en el punto final de una secuencia previa. En otras pa-
labras, los humanos primitivos que fabricaron núcleos preparados en los
tiempos del Paleolítico Medio realizaron un progreso conceptual más im-
portante que los humanos modernos cuando inventaron las hojas en el
Paleolítico Superior, cientos de miles de años después."
Robert Foley va más allá con esta concepción del «sello distintivo» y
aduce que la tecnología del núcleo preparado del Paleolítico Medio se-
ñala la aparición de Horno helmei y es además un punto de referencia me-
jor para ver la expansión planetaria de los humanos modernos que las
hojas del Paleolítico Superior. 10
Para explicarme la paradoja «conceptual» de la revolución de la hoja,
busqué algún ejemplo cotidiano, algún invento técnico sencillo que hu-
biera acabado por tener multitud de usos, y al final pensé en el velero. Con
todo el respeto debido a la perspicacia (o previsión) del inventor, el arti-
lugio ya lo habían inventado las plantas con las semillas que se desplazan
pegadas a la lana de las ovejas. Aunque la originalidad de la invención
del velero fue rutinaria, sus aplicaciones han revolucionado muchos as-
pectos de la vida cotidiana.

Los NEANDERTALES ESTABAN ATRASADOS, PERO ¿PODÍAN ALCANZARNOS?

Por lo tanto, hace más de 50.000 años los humanos modernos estaban
en el mismo estadio que los neandertales en lo que se refiere al uso de
instrumentallítico; éste es un apecto de la tesis. ¿Y qué hay del período
que transcurrió hace entre 40.000 y 28.000 años, que fue cuando los nean-
dertales entraron en contacto con los modernos? Podríamos poner a prueba
las hipótesis contrapuestas de los cerebros mejores y los cerebros iguales
fijándonos en lo que ocurrió cuando los dos grupos se relacionaron. Si se
trataba simplemente de que a los neandertales, que tenían un gran volumen
encefálico y estaban evolutivamente emparentados con los modernos, se
les había pasado por alto una buena idea, lo lógico sería asimilar la inno-

FIGURA 2.1. Núcleos preparados, lascas y hojas. Imagen simplificada de los


avances producidos en la fabricación de instrumentallítico (Modos 1-5 de arriba aba-
jo), por orden cronológico relativo y no absoluto. Un avance no supone necesaria-
mente el abandono de los modos anteriores; por el contrario, el progreso era acumu-
lativo.
Dirección del tiempo
~
Industrias del guijarro tallado (olduvaiense):
lascas sencillas extraídas de guijarros por ~
percusión, con choppers y lascas

I~$~I c--.
o
c:
;¡:.,
z
~
"
O
Z
O
o:
<
O
Industrias del núcleo preparado (Paleolítico ~
Medio, Edad de Piedra Media): se preparan los
núcleos antes de extraer las lascas, que luego se ---- ~ §::
O
retocan (/)
Industrias de la hoja (Paleolítico Superior): se
extraen lascas largas y delgadas que luego se ~ ~
retocan para fabricar multitud de instrumentos O

"'"
tTl

1$& ~ ~,ij
Industrias microlíticas: se extraen
lascas y hojas muy pequeñas que
luego se retocan y se utilizan en
herramientas compuestas
Z
O
(/)
• ...;¡

••....
••....
••....
112 LOS SENDEROS DEL EDÉN

vación a través de los invasores. Si por el contrario eran realmente tontos e


incapaces de comprender las innovaciones, entonces no aprenderían nada.
Pero el caso es que se adaptaron y en algunos lugares incluso idearon ver-
siones propias de las últimas tecnologías del Paleolítico Superior. Pero es
evidente que fue una adaptación demasiado lenta.
Cuando se piensa en las posibilidades del intercambio tecnológico, lo
primero que se advierte es que, aunque los neandertales y los modernos co-
existieron en Europa entre 5.000 y 12.000 años (en algún momento de los úl-
timos 28.000-40.000 años), las pruebas dicen que sus respectivos territo-
rios estuvieron separados durante la mayor parte del tiempo. Conforme los
modernos avanzaban rápidamente por Europa occidental, los neandertales,
que estaban concentrados en el oeste, se retiraron poco a poco hacia sus úl-
timos reductos: Italia, luego Francia meridional y por último España y
Portugal. Recientes y concienzudos análisis por ordenador de yacimien-
tos y fechas han revelado que las áreas de coexistencia tienen menos de
35.000 años y se limitaban a los dos últimos reductos, el del sur de Francia
y el del extremo suroccidental de la península Ibérica (véase la figura 2.2).
Por entonces era quizá demasiado poco y demasiado tarde. Sobre los mo-
tivos del retroceso de los neandertales sólo podemos hacer cábalas. ¿Se
debió a algún conflicto violento, por ejemplo, o a una competencia más
pacífica? La falta de coincidencia territorial durante 10.000 años sugiere
un punto muerto largo y probablemente hostil. Pese a todo, un aumento
de la coincidencia no tenía por qué cambiar los métodos de fabricar he-
rramientas de los neandertales. Al fin y al cabo, los modernos habían tar-
dado decenas de miles de años en desarrollar los nuevos avances tecnoló-
gicos. Así como la gente de Yali no pudo desentrañar nunca los secretos de
las mercancías de lujo de los europeos, tampoco los neandertales pudie-
ron comprender del todo el potencial de la revolucionaria cultura de los
recién llegados si no estaban socialmente próximos a ellos. Es posible que
no tuvieran ocasión de asimilar la nueva tecnología. A pesar de estos in-
convenientes, consiguieron asimilar muchas costumbres «modernas», so-
bre todo en los períodos y en las regiones de coincidencia territorial. 11

HOGARES y TUMBAS

Se ha dicho que la construcción de hogares es el distintivo de la ma-


durez del Paleolítico Superior, pero en Rusia y Portugal se han identifi-
cado hogares de 50.000 años de antigüedad, asociados a instrumental
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 113

\i,'~:~,Y,%t .di • ..,.--....,.


7 11". Area de coexistencia de neandertales y modernos, hace 30.000-35.000
'1' .' Área d¡ coexistencia de neandertales y modern6s,JJa~¿ 2?:500-30.00p,áños
UU;g!<:asquete glaciar

FIGURA2.2. Estimación espaciotemporal de coexistencia de neandertales y mo-


dernos. Los últimos refugios de los neandertales estuvieron en el suroeste de Fran-
cia y en Portugal.

musteriense, lo que sugiere que la práctica ya estaba vigente en el Paleo-


lítico Medio y que, por lo tanto, la cultivaron también los neandertales.
Una de las reivindicaciones de los neandertales más polémicas quizá sea
la relativa a los entierros formales. Los entierros ceremoniales, sobre todo
con artículos y herramientas utilizados en vida, sugiere, porque lo evoca,
cuando menos cierta preocupación por lo que sucede después de la muer-
te y quizá cierta creencia en el más allá. Una creencia así podría incluso
considerarse el primer indicio de un aspecto concreto del pensamiento re-
ligioso. Esta pequeña especulación filosófica es importante para saber si
una serie concreta de huesos se enterró deliberadamente y si haya no ob-
jetos funerarios en la tumba. 12
Los esqueletos completos podrían indicar que hubo entierro formal,
pero no siempre. La presencia de esqueletos humanos completos con
114 LOS SENDEROS DEL EDÉN

menos de 100.000 años y en concreto de neandertales de hace entre


40.000 y 60.000 años podría deberse también a la ocupación de las
cuevas por hienas y otros carniceros. También ha suscitado polémica la
medida en que los artículos funerarios, como flores, círculos de pie-
dras, cuernos de cabra e instrumentos se colocaron ritual o religiosa-
mente." Puede que la prueba más importante de que sólo fue una in-
novación cultural a nivel local es que los primeros entierros aparecen
en exclusiva entre los humanos de Eurasia occidental, incluyendo los
primeros modernos de Qafzeh en Israel (véase el capítulo 1). No hay
indicios de que sus contemporáneos de África practicaran el enterra-
miento. En otras palabras, el enterramiento, como muchos otros aspec-
tos de la tecnología del Paleolítico Superior, fue una invención local de
Eurasia occidental que se extendió entre los neandertales, que a su vez
se adelantaron a los africanos modernos en esta práctica. Esta secuen-
cia pone en entredicho el determinismo biológico que atribuye prác-
ticas culturales concretas exclusiva y progresivamente a especies hu-
manas concretas.

¿y POR QUÉ HAY QUE SOBREVALORAR A LOS NEANDERTALES?

Si adopto esta actitud defensora, justipreciando las habilidades de


los neandertales en comparación con las de los primeros humanos, no es
porque me proponga demostrar que tenían el mismo potencial intelec-
tual «genéticamente determinado». Con las pruebas actuales, no hay
manera de afirmar una cosa así. Los neandertales, además de tener un
encéfalo grande, eran anatómicamente distintos de los modernos en otros
aspectos, de modo que no sería de extrañar que hubiera habido algunas
ligeras diferencias mentales. No; mi intención es decir que los argu-
mentos sobre que los neandertales estaban cultural mente atrasados por-
que eran más torpes, menos despiertos o más necios que los invasores
modernos se basan en la falsa creencia de que los rasgos biológicos y
culturales están relacionados. Al menos por lo que se refiere a Europa,
esta idea podría haberse exagerado y haberse explotado más de lo que
permitían las pruebas.
El Paleolítico Superior europeo se ha calificado con entusiasmo de
«revolución humana», por sus espectaculares adquisiciones cognitivas
como el pensamiento abstracto y el lenguaje. En este enfoque suele es-
tar presente la idea de que ha habido un progreso biológico: la idea de
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 115

que lo que produjo la revolución del Paleolítico Superior en Europa fue


un cambio genéticamente determinado, un gen del pensamiento o del
lenguaje. Sin embargo, muchas de las innovaciones más espectacula-
res de los modernos forasteros fueron sólo eso: invenciones de última
hora que tuvieron un claro principio regional y cronológico muy pos-
terior a la aparición de nuestra especie. Estas invenciones tardías die-
ron a los modernos una ventaja local concreta. Los neandertales estaban
desbordados y desconcertados por la compleja cultura que los recién
llegados habían articulado en los últimos tiempos. En comparación,
ningún antropólogo osaría decir que los neolíticos neoguineanos de
Yali tenían menos potencial biológico que los propios paisanos de Ja-
red Diamond, que eran de la edad de los metales, pero es evidente que
a causa de su aislamiento cultural no sacaron provecho de ciertas inno-
vaciones técnicas occidentales de los últimos 2.000 años, como los ca-
ñones y el acero.
¿Por qué defiendo a los neandertales? La respuesta es que denostar a
los neandertales, tomándolos por seres que eran como nosotros pero di-
ferentes, es síntoma de esa profunda necesidad de excluir e incluso sa-
tanizar a otros grupos que tienen todas las sociedades humanas (véase
también el capítulo 5). Creo que la no demostrada cortedad de los nean-
dertales es un ejemplo del mismo prejuicio cultural que, por una lógica
confusión geográfica, califica a nuestros propios antepasados africanos,
«anatómicamente modernos», de «modernos frustrados». Lo que es real-
mente problemático para el eurocentrismo es que los africanos modernos
son descendientes directos de aquellas poblaciones anteriores al Paleo-
lítico Superior y tienen más gene s suyos que ninguna otra población del
mundo. Denigrando a sus antepasados, por derivación los denigramos a
ellos.

EL PALEOLÍTICO SUPERIOR EUROPEO:


¿REVOLUCIÓN CULTURAL O BIOLÓGICA?

Clive Gamble es un experto internacional en el comportamiento hu-


mano en el Paleolítico. En un libro muy ameno, Timewalkers, resume las
opiniones tradicionales y localiza el umbral conductual crítico que dife-
renció a antiguos y modernos en el período comprendido entre los años
60.000 y 40.000 antes de los tiempos actuales. Describe el final de este
período, hace 40.000 años, diciendo que después de aquel momento se
116 LOS SENDEROS DEL EDéN

produjo la gran aceleración y en Europa aparecieron el arte, el utillaje


óseo, los adornos corporales, las sepulturas en lugares abiertos, los pozos
de almacenaje, las canteras, el intercambio de productos y la ocupación
a largo plazo de entorno s hostiles. Prosiguiendo con el tema del umbral,
dice: «Es indudable que hacia 35.000 años antes del presente se impu-
sieron las industrias del Paleolítico Superior, no sólo en Europa, sino en
buena parte del Viejo Mundo, con la única y notable excepción de Austra-
lia ...».14La excepcionalidad de Australia no es tal en lo que se refiere al
arte rupestre, porque seis páginas después habla de «los grabados en pie-
dra de Karolta, en Australia meridional, ya fechados directamente en unos
32.000 años». Esta datación los vuelve casi tan antiguos como las pintu-
ras de la cueva de Chauvet y en realidad parece ampliar el primer argu-
mento de Gamble para abarcar Australia, por lo menos en parte.
Otros, como el paleoantropólogo de Chicago Richard Klein, llevan más
allá esta explosión cultural y la interpretan como una epifanía biológica hu-
mana. En un manual clásico, The Human Career, escrito en 1989, afirma:

Podría decirse que el Paleolítico Superior representa el cambio más ra-


dical del comportamiento humano que pueda detectarse en el registro arqueo-
lógico [...] La estrecha correlación entre utillaje del Paleolítico Superior y
restos humanos modernos sugiere además que fue el tipo físico humano mo-
derno el que hizo posible el Paleolítico Superior (y todos los progresos cul-
turales posteriores). Surge entonces la duda de si hay un vínculo detectable
entre la evolución de la población moderna y la aparición de esos rasgos
conductuaJes que distinguen al Paleolítico Superior.

Acto seguido llama la atención sobre el instrumental, básicamente


del Paleolítico Medio, de humanos modernos anteriores, y concluye di-
ciendo:

En resumen, la modernidad anatómica y la modernidad conductual


podrían haber aparecido al mismo tiempo en Europa, pero tanto en Orien-
te Próximo como en África la modernidad anatómica es anterior a la mo-
dernidad conductual, por lo menos según el registro arqueológico. Esta
observación es difícil de explicar. Es posible que [...] los primeros hu-
manos anatómicamente modernos de África y Oriente Próximo no fueran
tan modernos como sugiere su esqueleto. Neurológicamente hablando,
cabe la posibilidad de que les faltara la capacidad totalmente moderna
para la cultura. Puede que ésta apareciese en fecha reciente, hace entre
40.000 y 50.000 años, momento en que permitió que [los que eran por]
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 117

entonces humanos totalmente modernos se desperdigaran rápidamente


por el mundo."

En estos juicios manifiestamente biológicos tenemos un modelo del


africanismo convencional dominante, que sitúa el umbral cronológico y
genético de nuestra modernidad (conductual y neurológica) en Eurasia
occidental y hace 50.000 años, después del abandono de África. Este
modelo se concibió antes de 1989, en una época en que se creía que
Australia se colonizó hace sólo 40.000 años. Dicho de otro modo, Klein
interpreta los testimonios de tal manera que Australia -y, por lo tanto,
también Asia- acaba colonizada por «humanos anatómicamente mo-
dernos» sólo después de la aparición del Paleolítico Superior europeo.
Esto le permite argumentar que aquellos nuevos modernos, «neurológica-
mente perfeccionados», que había en Europa pudieron haber colonizado
también el resto del mundo no africano. En 1999 se publicó la segunda
edición del libro de Klein y en ella admite, en las dos últimas páginas, la
posibilidad de que Australia (y Asia) se hubiera colonizado antes, hace
60.000 años, y la posibilidad de pescar con arpón en África hace entre
90.000 y 155.000 años. En sus conclusiones, sin embargo, vuelve a la tesis
de que en Europa, hace entre 40.000 y 60.000 años, se produjo una revo-
lución neurológica evolutiva (es decir, inducida genéticamente): «A mí
me sugiere que la facultad totalmente moderna para la cultura sólo pudo
aparecer por entonces [hace 50.000 años]»."
Incluso antes de evaluar los testimonios vemos que esta argumenta-
ción representa un enfoque biológicamente determinista de la evolución
cultural. Supone que cada progreso cultural está determinado o es «per-
mitido» por un cambio genético. Como ya he dicho en el Prólogo, la cul-
tura humana (o de otro primate cualquiera) primero se inventa, luego se
aprende y luego se transmite de generación en generación. Los progresos
o habilidades no salen de ningún gen de última hora. Por el contrario,
primero vienen los nuevos comportamientos y después las modificacio-
nes genéticas que mejor los aprovechan. En otras palabras, el cambio cul-
tural precede al cambio corporal, y no al revés. Además, hay diferencias
culturales geográficas que son previsibles. Si una invención concreta en
una región conduce a otras invenciones locales, el ritmo acelerado de las
invenciones daría a dicha región una cabeza de ventaja. Así, en el ritmo del
progreso cultural son de esperar las diferencias regionales, incluso den-
tro de una especie humana.
118 LOS SENDEROS DEL EDÉN

¿SE TRANSMITIÓ A LOS DEMÁS ALGÚN GEN SABIO DE LOS EUROPEOS?

En la argumentación de Klein hay varios presupuestos lógicos e inevi-


tables que quieren que los humanos total y «neurológicamente modernos»
aparecieran hace menos de 40.000-50.000 años. En primer lugar está la
consecuencia explícita de que los primeros africanos modernos no eran tan
modernos a nivel biológico, es decir, que no tenían capacidad neurológica
para adoptar comportamientos modernos. Esta extraña conclusión se apli-
caría inevitablemente a los modernos que se quedaron en África y también
a los primeros modernos que se dirigieron a Asia y a Australia, puesto que
actualmente se acepta en términos generales que esas colonizaciones tu-
vieron lugar hace bastante más de 50.000 años (el momento más antiguo
al que puede remontarse el Paleolítico Superior en Oriente Próximo). ¿Qué
significan estas hipotéticas conclusiones? En primer lugar significarían que
los antepasados directos de los africanos actuales que vivieron hace entre
50.000 y 130.000 años eran biológicamente incapaces de adoptar el com-
portamiento del Paleolítico Superior o de utilizar su tecnología. No ha-
brían sabido pintar, tallar, comerciar, organizarse, etc. Muchos dicen que
no sabían hablar o que, si hablaban, su lenguaje era «primitivo». Con estas
desventajas es muy probable que, si se les hubiera dado la oportunidad, no
habrían sabido conducir coches o pilotar aviones, ni componer ni tocar
soul, espirituales, reggae, clásica o jazz; ni ser médicos, financieros ni ge-
netistas. Los árboles del ADN mitocondrial y del cromo soma Y dan a en-
tender que los africanos actuales descienden sobre todo de líneas que ya
estaban allí hace 50.000 años y no de líneas exteriores. Así pues, ¿por qué los
descendientes africanos actuales hacen cosas como las enumeradas y de
las que sus antepasados eran al parecer genéticamente incapaces?
Hay otro inconveniente de orden lógico. Si los europeos fueron los
primeros humanos biológicamente modernos, fueron los últimos en lle-
gar y estaban relativamente aislados, ¿qué hay del resto del mundo? ¿Cómo
es que se puso a su altura? Todos los humanos modernos actuales somos
«anatómicamente modernos» y podemos reconstruir nuestro rastro ge-
nético hasta llegar a un pequeño grupo ancestral que empezó a ramifi-
carse en África hace alrededor de 190.000 años. En ningún momento pos-
terior estuvo la población total moderna por debajo del millar, 17 de modo
que hay que suponer que de un grupo, por expansión y ramificación, sa-
lieron muchos grupos.
Así pues, el primer núcleo de modernos se expandió, se dividió y se
diseminó en fecha temprana; algunas de sus ramas no volvieron a juntar-
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 119

se hasta épocas recientes. Este efecto de la separación «sin retorno» al-


canzó sus máximas consecuencias cuando un grupo solitario consiguió
salir de África cruzando el mar Rojo y se dirigió a la India y Australia. Si,
como creen muchos evolucionistas, hubo en Europa un cambio genético
de última hora que nos hizo conductualmente modernos y diferentes de
los conductualmente «arcaicos», esta mutación (o serie de mutaciones)
tuvo que producirse en todos los pobladores europeos en un momento
concreto, hace menos de 45.000 años; y, obviamente, fuera de África.
Todos sus descedientes habrían heredado la mutación, pero sus «pri-
mos» y sus respectivos descendientes habrían estado libres de ella, sal-
vo en los casos de los matrimonios mixtos posteriores. Las probabilidades
de estos matrimonios mixtos habrían disminuido radicalmente conforme
los grupos se separaban y se diseminaban por el mundo. Así pues, si real-
mente hubo, por ejemplo, una «mutación de la pintura» o una «mutación
del lenguaje», sólo podrían heredar la destreza en cuestión los descen-
dientes de los individuos en los que se produjo la mutación. Por lo tanto, si
la serie de mutaciones «de comportamiento totalmente moderno» apareció
a nivel local en los europeos hace 40.000-50.000 años, entonces, el res-
to del mundo colonizado -los asiáticos, los africanos y los australia-
nos- no podía ser capaz de pintar, tallar, hablar, hacer hojas ni apostar
por un caballo. Tampoco sus descendientes modernos. Pero como sí pue-
den, el razonamiento es absurdo.
Según este punto de vista, el único medio para que las primitivas co-
lonias modernas de asiáticos, africanos y australianos pudieran ponerse
a la altura de una cultura del Paleolítico Superior europeo que era fruto
de una mutación genética habría sido recibir algunas dosis de aquellos
nuevos «genes culturales». La única forma biológica de recibir genes, o
flujo genético, pasa por la migración y los matrimonios mixtos. Pero no
bastaría con tener unos cuantos primos extranjeros. Para cambiar todas
las habilidades de los descendientes, habría que reemplazar por com-
pleto los antiguos e hipotéticos «genes culturales» por los «nuevos». Es
curioso, pero esto del flujo genético masivo es exactamente el mismo ar-
gumento de que se valen los desprestigiados multirregionalistas para ex-
plicar cómo evolucionaron por su cuenta las poblaciones humanas en di-
ferentes partes del mundo a partir de variantes locales de Homo erectus,
aunque acabaron pareciéndose más entre sí que a los erectus locales. El
principal escollo de la teoría niveladora del flujo genético es que la geo-
grafía de los árboles del ADNmt y del cromosoma Y no muestra esa mez-
cla interregional a tan gran escala.
120 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Tomemos un ejemplo cultural. Para que los australianos produjeran


arte rupestre hace 32.000 años (cosa que al parecer hicieron), en el mis-
mo momento en que apareció en Europa, habría sido necesario que des-
de Europa hubiera habido un flujo genético masivo e instantáneo hacia la
otra cara del planeta, con objeto de «capacitarlos» para alcanzar ese ni-
vel. Es una idea ridícula que puede ponerse a prueba fácilmente. En el
registro genético vemos que aunque los australianos modernos compar-
ten con los europeos los dos antepasados extraafricanos M y N, de hace
más de 70.000 años, conservan sus propios tipos M y N. No hay indicios
de que desciendan de europeos. Tampoco hubo ningún flujo genético sig-
nificativo de Europa a Australia durante el resto del Paleolítico. 18

LA NORMA ES LA AUSENCIA DE MEZCLA GENÉTICA TRAS SALIR DE ÁFRICA

Los indicios aportados por los marcadores gen éticos sexuales, el


cromosoma y y el ADNmt, revelan en realidad lo contrario de un flujo
genético masivo. Una de las enseñanzas más importantes de la histo-
ria del cromosoma Y y del ADNmt es que, después de la dispersión ini-
cial de los humanos modernos fuera de África, se colonizaron todas las
regiones del Viejo Mundo y de la zona australiana, y hubo poco flujo ge-
nético interregional, cuando 10 hubo, hasta los comienzos de la última
gran glaciación, hace 20.000 años. Las dos series de marcadores gené-
ticos revelan divisiones regionales e intercontinentales claras.
Es mucho más probable que el método empleado durante el Paleolí-
tico para transmitir cultura a larga distancia fuera la difusión cultural,
una especie de filtración o divulgación de cultura que no necesita mucho
movimiento demográfico y que no exige por fuerza el flujo genético.
Pero ¿realmente fue posible que el arte rupestre australiano, que tiene
32.000 años de antigüedad, derivara del que había en Europa por las mis-
mas fechas? La cultura en cuestión habría tenido que recorrer medio
mundo en un tiempo inverosímil.
La solución más sencilla, que resuelve esta paradoja y otras pare-
cidas, es que los antepasados africanos de los no africanos salieron de
África pintando, hablando, cantando y bailando, iY totalmente modernos!
Hay muchas pruebas biológicas y también lógicas que desmienten que
hace 40.000 años se produjera un acontecimiento genético evolutivo ten-
dente a la formación de humanos totalmente modernos en Oriente Pró-
ximo, en Europa o en cualquier otro lugar fuera de África. Esta circuns-
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 121

tancia nos recomienda analizar las pruebas arqueológicas directas y los


argumentos antropológicos según el modelo más sencillo, a saber, que
los primeros africanos «anatómicamente modernos» ya eran totalmente
modernos por su potencial intelectual.

LAS PRUEBAS

Dos conocidos equipos de antropólogos y arqueólogos analizaron hace


poco el utillaje, la tecnología y el modo de vida de nuestros antepasados,
con objeto de calcular su potencial. Sus métodos eran muy distintos, al
igual que el contexto de sus opiniones, pero sus conclusiones, a mi juicio,
fueron básicamente las mismas. Mientras repasamos su trabajo necesita-
remos recordar la pregunta de Yali y ver desde su perspectiva las pruebas
arqueológicas de las diferencias tecnológicas de los diversos grupos. La
escritura convencional se inventó hace más de 4.000 años en Occidente,
pero nadie defiende la existencia de un gen de la escritura; lo mismo ca-
bría decir de los asombrosos inventos del siglo xx, la radio, la televisión,
los ordenadores, el lenguaje informático, las naves espaciales, etc. En otras
palabras, no podemos poner como hito biológico el perfeccionamiento de un
invento técnico reciente y concreto. Además, hay muchos testimonios de
la existencia de una cultura técnica y simbólica, como la talla y la pintura en
madera, que son perecederos, motivo por el que habría menos testimonios
aún de manifestaciones anteriores de culturas que emplearan la madera.
Esto significa que, fuera del debido contexto, no podemos dar por he-
cho que las innovaciones técnicas indiquen una evolución biológica. Por
lo que sabemos sobre la difusión de las innovaciones culturales durante
nuestra propia historia, la historia escrita, sería de esperar una mejora ge-
nerallenta, jalonada por revoluciones locales visibles que se difundirían
por otros lugares y al final producirían una aceleración general. Puede
que lo más importante, cuando se analizan los orígenes de la revolución
del Paleolítico Superior, sea buscar la localización geográfica de la cul-
tura que le ha precedido: ¿norte de África o Asia meridional?

REGUEROS DE PIEDRAS PARA SEGUIR A LOS HUMANOS POR EL MUNDO

Como es lógico, deberíamos empezar por el registro más abundan-


te y duradero: él utillaje lítico. El equipo de Cambridge del antropólo-
122 LOS SENDEROS DEL EDÉN

go Robert Foley y de la paleontóloga Marta Lahr ha llevado a cabo una


revisión en profundidad de los testimonios líticos y óseos de todo el
mundo para ver si realmente se pueden compaginar los modelos de las
tecnologías líticas con las especies humanas, antiguas y modernas. La
conclusión más importante a que se ha llegado es que lo que define más
exhaustivamente la dispersión planetaria de los humanos modernos
es la aparición de la llamada tecnología del Modo 3 (véanse las fi-
guras 2.1 y 2.3), un umbral técnico que nuestro antepasado africano
Horno helmei cruzó hace unos 300.000 años. Definida al principio por
el uso de un núcleo lítico especialmente preparado del que sacar lascas
a golpes, el Modo 3 es en realidad el Paleolítico Medio con otro nom-
bre. Puede verse también el Modo 3, no como un simple cambio en la
técnica de la talla, sino más bien como el paso de las hachas de mano
grandes y pesadas a un instrumental más pequeño, en el que hay lascas
afiladas que pueden tener empuñadura. 19 El Modo 3 coincide así con la
aparición de Horno helmei y su encéfalo grande, que según Foley y Lahr
fue el antepasado común del que salimos nosotros y los neandertales.
El Modo 3 fue la principal tecnología que utilizaron los miembros de
esta última familia humana -en la que estaban los modernos- hasta
hace menos de 50.000 años. El empleo de núcleos preparados para la
obtención de lascas fue conceptualmente el invento más complejo y
se produjo en el Paleolítico Inferior. Si estas personas tenían inteli-
gencia para fabricar núcleos preparados, seguramente la tenían para fa-
bricar hojas.
La segunda técnica de referencia es la fabricación de hojas a partir de
núcleos prismáticos preparados. Sin embargo, es mucho menos útil en el
papel de marcador de la expansión de los humanos modernos, ya que fue
un acontecimiento que se produjo tarde y a nivel local, en Europa y la
cuenca mediterránea (aún más tarde se produjo en África y en Asia, aun-
que no en Australia). Y podría no ser fiable como marcador concreto de
los humanos totalmente modernos fuera de África, porque hay indicios
de que también otros grupos fabricaron hojas, grupos no modernos (como
la industria «de Chatelperron» que se menciona en la nota 11 de este ca-
pítulo) y los primeros africanos modernos (como en Howieson's Poort,
Suráfrica, hace 60.000-90.000 años), en yacimientos que por lo demás
son de la Edad de Piedra Media. A modo de desenlace, estas breves apa-
riciones de hojas «inteligentes» en África fueron sustituidas más tarde
por industrias del Modo 3. Algunos arqueólogos suponen que antes del
Paleolítico Superior se inventaron las hojas varias veces y luego se olvi-
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 123

Difusión geográfica de las tecnologías y los humanos relacionados con ellas

FIGURA 2.3. Difusión espacioternporal de la tecnología lítica. El oscurecimien-


to de los sombreados con el paso del tiempo señala la difusión de los Modos 1-5 (de
África a Europa por la izquierda; y al Lejano Oriente por la derecha). Las especies
humanas relacionadas con la difusión de los modos concretos aparecen superpuestas
como ramas de un árbol.
124 LOS SENDEROS DEL EDÉN

daron." Es posible que los dos principales progresos prácticos del Pa-
leolítico Superior, la diversidad de instrumental y la economización de la
materia prima, coincidieran en el uso de la hoja.
El dúo antropoarqueológico formado por las norteamericanas Sally
McBrearty y Alison Brooks ha llevado mucho más allá la tesis de las fa-
cultades de los antiguos africanos de la Edad de Piedra Media. En un tra-
bajo titulado «The revolution that wasn't»?' analizan en profundidad el
origen del comportamiento humano moderno, y ponen en duda la orto-
doxia de la «revolución humana» de 40.000-50.000 años de antigüedad.
En el mismo sentido que Foley y Lahr, que ven en las tecnologías del
Modo 3 (el Paleolítico Medio) los rasgos definidores del comportamien-
to humano moderno, pero utilizando un método distinto, McBrearty y
Brooks enfocan la evolución del comportamiento cultural moderno des-
de el punto de vista de la Edad de Piedra Media africana. Ésta, a grandes
rasgos, fue contemporánea del Paleolítico Medio europeo hasta llegar a
la Edad de Piedra Tardía africana, con un largo e irregular período de cam-
bios que comenzó hace menos de 70.000 años. Las dos ven en la Edad de
Piedra Media africana, que apareció con Horno helmei hace 250.000-
300.000 años, una secuencia evolutiva cultural más dinámica e inventiva
que la del Paleolítico Medio europeo, ya que adelanta algunos compor-
tamientos que son más característicos del Paleolítico Superior europeo.
Según cuentan estas investigadoras, los humanos de África acabaron acu-
mulando, en el curso de centenares de años, mediante la invención, un
conjunto material y cultural de técnicas de especialización creciente. Si
observamos el registro africano, vemos que sólo unos pocos progresos
técnicos y sociales podrían relacionarse con puntos de referencia bioló-
gicos cuando los humanos modernos reemplazaron a Horno helmei. Po-
drían atribuirse muchos más a la simple evolución cultural, que tiene su
propio ritmo de aceleración.

HERRAMIENTAS INTELIGENTES DE ÁFRICA

McBrearty y Brooks demuestran que, a diferencia de lo que sucedió


en Europa, donde las elogiadas hojas fueron un rasgo definidor de la lle-
gada de los humanos modernos, hace 40.000-50.000 años, éstas se em-
plearon intermitentemente en la Edad de Piedra Media africana durante
nada menos que 280.000 años, adelantándose a los humanos modernos
en casi un cuarto de millón de años." Otra herramienta que floreció en
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 125

el Paleolítico Medio y Superior fue la punta de piedra. Las puntas son


básicamente lascas rebajadas por ambas caras para que puedan servir,
por ejemplo, de punta de lanza. Su historia africana tiene 250.000 años,
es más larga que la europea, y, como dicen McBrearty y Brooks, pre-
senta una gran diversidad regional y mucha complejidad (véase la fi-
gura 2.4).
Una clase concreta de utensilio especializado que se fabricó primero
en África y apareció más bien tarde en la prehistoria europea fue el micro-
lita. Con menos de 25 mrn de longitud y un borde romo como la cuchilla
de una navaja, estos instrumentos diminutos pero moldeados con preci-
sión se hacían a partir de hojas pequeñas o de fragmentos de hoja. Tenían
múltiples usos, sobre todo cuando se acoplaban a herramientas y armas
complejas con empuñadura, como lanzas, cuchillos y flechas. Un micro-
lita puesto en estas armas podía repararse o reemplazarse con facilidad.
Clasificados en el Modo 5 -el último grito en instrumentallítico-, son
el distintivo de la Edad de Piedra Tardía africana y aparecieron en el refu-
gio montañoso de Mumba, en Tanzania, hace 70.000 años. Sin embargo,
en Europa aparecieron mucho después, básicamente después de la última
glaciación, hace 8.000 años. El registro no africano más antiguo de indus-
trias microlíticas no está en Europa, sino, dato significativo, en Sri Lanka,
con unos 30.000 años de antigüedad, y sugiere una fertilización directa
de África a través de la ruta meridional (véase el capítulo 4).23
El empleo de materiales no líticos, como el hueso y el cuerno, para
fabricar herramientas y armas es otra habilidad nueva que se ha reivin-
dicado como invento europeo de hace 30.000-40.000 años. McBrearty y
Brooks, sin embargo, señalan el amplio muestrario de herramientas óseas
que había ya en África hace 100.000 años. Y no sólo eso, sino que algu-
nas de las primeras herramientas óseas africanas eran puntas dentadas
con aspecto de puntas de arpón (véase la figura 2.4).
Otro fascinante artículo del instrumental humano que se remonta a
280.000 años atrás, a los tiempos de nuestro abuelo Horno helmei, es la
piedra de moler. Las muelas casi siempre han tenido dos funciones dis-
tintas: picar comida y moler piedras para obtener pigmentos minerales
como el ocre rojo y amarillo. La segunda aplicación afecta más a la his-
toria de nuestra evolución cultural."
126 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Complejo nubio

FIGURA 2.4. Distribución de los estilos de puntas líticas de la Edad de Piedra


Media africana. Recuérdense también las «puntas de arpón» dentadas de Katanda.

PINTORES AFRICANOS

El empleo de pigmento se considera otro hito del Paleolítico Supe-


rior europeo," de modo que su aparición en África hace 280.000 años
pone de manifiesto que la publicidad que se ha dado a las bellas pinturas
de Chauvet en tanto que primer signo de comportamiento simbólico ha
eclipsado la detección de las mismas inquietudes en nuestros antepasa-
dos más lejanos. El pigmento se utilizaba tanto hasta hace 100.000 años
que la extracción de minerales como la hematites alcanzó lo que podría
llamarse escala industrial. La apertura de canteras en Europa comenzó
hace sólo 40.000 años. En una mina africana llegaron a extraerse por lo
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 127

menos 1.200 toneladas de mineral de la cara de un risco." A ciertos ar-


queólogos y antropólogos les ha impresionado el empleo sistemático
de pigmento, porque piensan que es el primer testimonio, junto con las
sepulturas, de comportamiento simbólico. Los pigmentos se empleaban
para pintar en paredes y objetos, para pintarse el propio cuerpo, en las
sepulturas y para curar pieles. Los neandertales utilizaban pigmentos,
aunque la datación de los hallazgos parece indicar que tomaron su uso,
por difusión cultural, de los primeros modernos. Es triste confesar que
nunca sabremos cuánto vello tenían los neandertales para combatir el
frío, pero si fue abundante es posible que impidiera pintar el cuerpo con
facilidad y espontaneidad.
Los humanos del Paleolítico Superior emplearon pigmentos vegeta-
les y minerales, pero con el paso del tiempo tiene que haber desapareci-
do gran parte de las pruebas del uso de pigmentos vegetales en la Edad de
Piedra Media africana. Las muestras de pintura figurativa también se han
visto limitadas por el tiempo, sobre todo en África, donde hay muchísi-
mas menos cuevas de piedra caliza capaces de conservar pinturas como
las de Lascaux y Chauvet. Algo curioso de la cueva de Chauvet, que es la
pinacoteca europea más antigua, es que concentra lo mejor del arte pa-
leolítico que conocemos. Con unas pinturas de acción realistas e imagi-
nativas, algunas de las cuales, para aumentar el dramatismo, aprovechan
rasgos físicos ya existentes, como las irregularidades de la superficie ro-
cosa, Chauvet no parece precisamente el primer destello de la conciencia
simbólica. Lo que vemos es un estilo totalmente maduro, un apogeo de la
confianza tras el que sólo podría haber decadencia."
Sin embargo, el primer testimonio claro de pintura figurativa no se
encontró en Europa, sino en una cueva de Namibia, en el sur de África,
cuyo contexto de la Edad de Piedra Media permite fechar entre hace
40.000 y 60.000 años, con lo que se adelanta a la pintura europea (véase
la lámina 7). También se han encontrado en varios puntos del sur de Áfri-
ca «lápices» de hematites con las caras gastadas que se remontan a hace
más de 100.000 años. Estos testimonios por sí solos también niegan que
la «revolución simbólica» se produjese en Europa. Como han dicho Me-
Brearty y Brooks, la pintura africana podría tener una antigüedad incluso
mayor, pero los testimonios directos o han desaparecido o están esperan-
do a que se les descubra cuando los yacimientos africanos se investiguen
con la misma intensidad que los europeos."
Las imágenes reconocible s de personas, animales y objetos no tienen
por qué ser la primera muestra de representación simbólica. Es probable
128 LOS SENDEROS DEL EDÉN

que los arañazos regulares, el sombreado de trazos cruzados y las mues-


cas en piedras o bloques de pigmento mineral tuvieran alguna finalidad
simbólica. Estos artefactos aparecen en el registro africano desde hace
100.000 años. Parece que los testimonios más antiguos de este tratamien-
to intencionado de la piedra son los de las cuevas de arenisca de la India
fechadas durante la transición entre el Paleolítico Inferior y el Medio,
hace entre 150.000 y 300.000 años. El arqueólogo australiano Robert
Bednarik aduce con actitud polemizadora que ciertas incisiones de tra-
zo ondulado y ciertas concavidades de las cuevas de Bhimbetka, cerca de
Bhopal, son los testimonios de arte simbólico más antiguos que existen."

ORNAMENTOS AFRICANOS

Según algunos arqueólogos, la ornamentación personal, por ejemplo


con cuentas y colgantes, anuncia el comienzo de las prácticas rituales y
simbólicas complejas en el Paleolítico Superior europeo. Hay testimo-
nios de que los humanos totalmente modernos de Europa emplearon
adornos corporales hace aproximadamente 40.000 años; en realidad fue
un rasgo concreto de la cultura gravettiense, que apareció hace unos
30.000 años, pero hay indicios de su existencia que tienen 40.000 años.
Uno de los ejemplos más espectaculares se encontró en una tumba situa-
da a 200 km al este de Moscú, en Sunghir. Hace 24.000 años, a muy poca
distancia de las capas de hielo del máximo glacial que se acercaba, se
cavaron allí dos tumbas para tres difuntos, un anciano y dos niños. Los
tres cadáveres estaban vestidos con prendas adornadas con miles de cuen-
tas de marfil (véase la lámina 8). Pulseras de marfil, figurillas de animales
y colgantes completaban el ajuar."
McBrearty y Brooks han demostrado que los adornos personales apa-
recieron en África decenas de miles de años antes que en Europa. Men-
cionan un colgante de concha agujereado que se enterró con un niño en
África meridional hace 105.000 años y otros adornos y colgantes per-
forados que se remontan por lo menos a 130.000 años atrás, a la Edad
de Piedra Media africana. Las cuentas perforadas de cáscara de huevo de
avestruz son una característica de la Edad de Piedra Tardía africana y po-
drían remontarse a 60.000 años atrás."
Como vemos en la figura 2.5 (que resume los testimonios de la ad-
quisición, más bien gradual, de los elementos de la cultura «moderna»
en los últimos 300.000 años), el uso de pigmentos, hacer incisiones sim-
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 129

U --- Imágenes

Cuentas
@
a~G Microlitos

g Objetos de registro (con incisiones)

A Minería

t7' Puntas dentadas

~
~' ~
Instrumentos

Pesca
óseos

;:il0~ Intercambio a larga distancia

O Captura de marisco

OO~ Puntas

/' Preparación de pigmentos

@ Piedras de moler

Hojas
IDW@
50 100 150 200 250

Miles de años antes del presente

FIGURA 2.5. Comportamientos modernos y antigüedad de su adaptación en


África durante los últimos 300.000 años. Cuatro están presentes antes de la aparición
de los humanos modernos y la mayoría es anterior al Paleolítico Superior europeo.

bólicas en la piedra y fabricar hojas y puntas no fueron en absoluto in-


venciones de los humanos modernos. Estas habilidades y los comporta-
mientos simbólicos aparecieron hace más de 250.000 años, es decir, en
un momento bastante temprano de la historia de nuestros arcaicos an-
tepasados. También se han encontrado en África otros testimonios de
cultura compleja más perecederos, como las pinturas y las cuentas, y
130 LOS SENDEROS DEL EDÉN

tienen una antigüedad que se adelanta en decenas de miles de años a


los primeros testimonios europeos. La minería, las herramientas óseas
y los arpones de hueso aparecieron hace 100.000 años. En estos tres ca-
sos, las habilidades estaban cronológica y claramente asociadas a los
modernos.

PESCADORES AFRICANOS

Estas innovaciones «modernas» eran objetos que fabricaban los huma-


nos. Cuando analizamos su forma de vida, encontramos un horizonte con-
ductual aún más fascinante que al parecer despuntó hace entre 110.000 y
140.000 años, precisamente el período en que aparecemos en el registro
fósil como especie africana moderna. Aunque no deberíamos caer en la
trampa de atribuir automáticamente habilidades nuevas a cambios genéti-
cos extraordinarios, vale la pena repasar los nuevos comportamientos que
tal vez nos pusieron por delante de nuestro antepasado de encéfalo grande,
Homo helmei. La clave pudo haber sido la adaptación, hace 150.000 años, a
productos alimenticios nuevos y variados, como el pescado y el marisco.
Los neandertales, que no eran menos, también practicaron la recolección
de conchas hace 60.000 años, en la cuenca mediterrénea? .
Puede decirse que el comportamiento animal más destacado es la ob-
tención de comida. Durante los dos últimos millones de años no hizo
sino aumentar la desertización de África y, por lo tanto, la dificultad para
encontrar comida. Los humanos tuvieron que aguzar el ingenio para so-
brevivir, se amoldaron a las condiciones de la sabana y acabaron siendo
cazadores-recolectores muy desarrollados. Los humanos arcaicos cazaron
herbívoros grandes y peligrosos desde comienzos de la Edad de Piedra
Media.33 Una terrible glaciación que duró de 170.000 a 130.000 años an-
tes del presente destruyó casi toda la caza de la que dependía el consumo
de calorías y proteínas de la población humana. Por lo tanto, podría no ser
una casualidad que desde 140.000 años en adelante, en la Edad de Piedra
Media africana, encontremos otro modelo de subsistencia, la recolección
de conchas, es decir, la recolección de moluscos en las costas, para com-
plementar el aporte proteínico de la caza.
La recolección de conchas se practicó también en África del sur, en
la desembocadura del río Klasies, pero el yacimiento más importante
para nuestra historia es el conchero de Abdur, en la costa eritrea del mar
Rojo. Al fin y al cabo, podría ser el punto de partida del trayecto jalona-
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 131

do de concheros que terminó en Australia (véase el capítulo 1). En este


lugar, en el nivel marino más alto de la última interglaciación, hace alre-
dedor de 125.000 años, tenemos restos de herramientas y conchas de la
Edad de Piedra Media mezclados con residuos troceados de animales
africanos grandes. McBrearty y Brooks aducen que el paso de la reco-
lección de conchas a la pesca propiamente dicha se produjo en África
hace 110.000 años."
Hace poco el geólogo eritreo Seife Berhe me concedió el honor de en-
señarme el célebre arrecife de Abdur, descubierto por él. Mientras des-
cendíamos con el coche por parajes escarpados, fuimos dejando atrás las
frescas y húmedas tierras montañosas que rodean a la capital del país,
Asmara, que se encuentra a 2.200 m por encima del nivel del mar, y no
tardamos en llegar a la tórrida costa del mar Rojo, al puerto de Massawa,
una ciudad de aspecto árabe y destruida por la guerra. Tras detenemos
brevemente para beber agua con hielo, fuimos hacia el sur durante tres
horas por una carretera costera estriada, polvorienta y a prueba de tem-
porales. Paisajes volcánicos y pliegues montañosos asombrosamente re-
cientes alternaban con llanuras de aluvión, cubiertas de barro seco. Tu-
vimos que detenemos un instante por culpa de un pinchazo causado por
una roca volcánica afilada.
Era el final de la estación seca y el único verde que se veía era el de
los raquíticos arbustos, básicamente acacias. Los animales que se veían
de vez en cuando, gacelas, chacales, liebres, avutardas, águilas, eran los
pocos que quedaban de la numerosa fauna de caza que abundaba allí an-
tes de la última guerra. Por todas partes vi manadas de camellos, cabras,
vacas y ovejas del desierto, de cola gruesa. Exceptuando algunos pasto-
res nómadas, la única población indígena de aquella parte de la costa es
la de los afar, que se extiende hasta Yibuti. Los afar viven en cabañas sen-
cillas, hechas con madera de arbusto, dependen de su ganado y los abre-
van todos los días abriendo pozos en el seco lecho de los ríos. Acampamos
en una llanura arenosa, cerca de uno de estos cauces secos, a unos 10m
por encima del nivel de la playa.
No tardé en averiguar que en realidad habíamos acampado en el fa-
moso arrecife que se elevó hace 125.000 años. Cuando el clima se enfrió,
hace 120.000 años, bajó el nivel del mar y secó este arrecife formado por
corales y conchas de múltiples clases y delicadamente conservados, que
llegaba hasta la misma superficie. Una elevación tectónica constante le-
vantó el arrecife otros 5 m, formando un pequeño acantilado que bordea
la costa a lo largo de 10 km. Esta sustentación de última hora protegió el
132 LOS SENDEROS DEL EDÉN

arrecife de los efectos erosionantes de otra elevación del nivel del mar,
que se produjo hace 5.500 años.
Al día siguiente recorrimos el acantilado hasta llegar a la llanura de
los cauces secos y vimos a unos amables afar que daban de beber a sus
animales. Para no destruir el pozo, sacaban el agua en cubos y la vertían
en grandes hoyos en forma de plato que abrieron en la arena. Mientras
las vacas, las cabras y las ovejas hacían cola para beber por turnos en los
improvisados abrevaderos, los pastores cantaron una canción dedicada
al agua.
Inmediatamente por encima de esta escena de tiempos antiguos, Sei-
fe Berhe me enseñó las conchas de 125.000 años de antigüedad, restos
de banquetes de ostras que parecían haberse celebrado la víspera. So-
bresaliendo con claridad, aunque firmemente enterrada entre las conchas
fosilizadas, había una lasca de obsidiana. Por su forma, se notaba que la
habían tallado, pero tuvieron que trasladarla allí, porque la fuente de ob-
sidiana más próxima está a 20 km. Las conchas, los huesos de animales
descuartizados, la lasca y otros objetos de obsidiana reflejaban la dieta
mixta que comían los humanos que vivieron junto a aquel arrecife en
tiempos remotos.
Había bloques de coral en proceso de separarse del precipicio y gra-
cias a ellos pudimos subir y mirar de cerca. Entre los escombros corali-
nos que poblaban la arena que rodeaba estos grandes bloques había mul-
titud de hojuelas de obsidiana, de 10-14 mm de longitud, algunas muy
pulidas y afiladas. Habría podido afeitarme con ellas. Recordaba que el
artículo de Nature que daba cuenta de aquel importante yacimiento ar-
queológico hablaba de hojas de obsidiana, pero yo veía microlitos. Lo
desconcertante era que hace 125.000 años era demasiado pronto para que
estuvieran allí aquellos pequeños instrumentos, a no ser que los hubieran
llevado al arrecife con posterioridad. El hecho de que estuvieran aisla-
dos, sin revelar ninguna conexión clara con las conchas, apoyaba esta
posibilidad. Los microlitos aparecieron en el registro arqueológico afri-
cano hace sólo 80.000 años. Estaban por toda la arena que quedaba por
encima del precipicio, de modo que tal vez hubiera sido así. Es intere-
sante señalar que los microlitos extraafricanos más antiguos se han en-
contrado al este del mar Rojo, en Sri Lanka."
Entre los elementos clave del paquete conductual «humano moder-
no» encontramos en último lugar el intercambio a larga distancia, es de-
cir, el comercio o traslado de objetos importantes, por ejemplo herra-
mientas y obsidiana en bruto, a distancias de hasta 300 km. De nuevo
¿CUÁNDO NOS VOLVIMOS MODERNOS? 133

vemos en el registro africano que este humanísimo comportamiento co-


menzó hace por lo menos 140.000 años."

Dos MILLONES DE AÑOS DE EXPERIENCIA HUMANA

El retrato robot, hecho por McBrearty y Brooks, de los primeros afri-


canos «anatómicamente modernos», muestra que cuando aparecieron,
hace 140.000 años, ya poseían la mitad de las catorce pistas del compor-
tamiento y de las habilidades cognitivas que sustentaron las que al final
nos llevaron a la luna. Tres (la elaboración de pigmentos, las piedras
de moler y las hojas) habían sido inventadas por las especies anteriores de
humanos modernos 140.000 años antes. Hace alrededor de 100.000 años
-poco después de la primera emigración hacia Oriente Próximo- ya se
habían inventado la tres cuartas partes de estas habilidades; las tres res-
tantes aparecieron en escena antes de que los primeros modernos se
adentraran en Europa (véase la figura 2.5). Si hubo una acumulación de
mejoras culturales en los últimos 300.000 años, la idea de que hubo una
repentina «revolución humana europea» hace 40.000 años estalla como
una pompa de jabón. Por el contrario, empezamos a damos cuenta de
que nuestra humanidad básica, entendida como «adaptación e invención
con evolución física posterior» se remonta a los dos millones de años que
tiene la historia del género Horno: fuimos cazadores, inventores y talla-
dores de herramientas desde el principio.
A pesar de esta desconstrucción de la importancia evolutiva del Paleo-
lítico Superior europeo, éste sigue siendo un registro excepcional que re-
fleja un período gloriosísimo de autodescubrimientos locales. Pero ¿qué
nos dice sobre nosotros? Bueno, hay indicios, por la distribución y por
las fechas de las primeras culturas del Paleolítico Superior claramente
asociadas con la invasión de Europa por los humanos modernos --el auri-
ñaciense y su sucesor, el gravettiense-, de que no hubo una invasión, sino
dos. En el capítulo siguiente sabremos por qué, por dónde y cómo confir-
ma el rastro genético esta opinión.
Capítulo 3

DOS CLASES DE EUROPEOS

Como hemos visto, el espinoso tema del origen europeo no consiste


sólo en saber si los futuros europeos emigraron de África separados de
los futuros asiáticos y australianos, ni en enterrar el mito de que fueron los
primeros humanos con comportamiento moderno. Es más que eso. ¿Dón-
de se originó su extraordinaria fecundidad cultural? ¿Fue un fenómeno
totalmente doméstico o fue importado? ¿Por qué algunos arqueólogos
proponen varias importaciones culturales tempranas entre 50.000 y
20.000 años antes de los tiempos actuales, incluyendo una de origen orien-
tal? En este capítulo veremos que hay marcadores masculinos y femeninos
exactos que discurren en sentido paralelo a dos olas culturales que entraron
sucesivamente en el registro arqueológico europeo de los 25.000 años
que culminan en el último máximo glacial. Dichos marcadores revelan que
no es tan extravagante sugerir un origen «oriental».
En el capítulo 1 hemos visto que los antepasados de los europeos, el
clan N (o Nasreen), pertenecían a una de las primeras subramificaciones
de la solitaria rama migratoria que llegó al sur de la península Arábiga
hace quizá 80.000 años. A pesar de la clara posición que ocupan en la
raíz del árbol materno asiático, los antepasados de los europeos tuvieron
que esperar decenas de miles de años en Asia meridional. Esperaron has-
ta hace por lo menos 50.000 años, momento en que una fase cálida y hú-
meda reverdeció el desierto Arábigo lo suficiente para abrir el Creciente
Fértil y les permitió dirigirse al norte y al oeste, hacia Turquía y Orien-
te Próximo. Estos obstáculos no habían afectado a sus primos, la van-
guardia de los recolectores de conchas que siguieron recorriendo el litoral
del océano Índico hacia el sureste asiático y Australia. Llegaron a Austra-
lia hace más de 60.000 años, mucho antes de la colonización de Europa.
136 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Desde el punto de vista asiático, Europa es una península inaccesible


que sobresale por el noroeste del Viejo Mundo, un callejón sin salida geo-
gráfico. Genética y geográficamente, los europeos son también una sub-
ramificación del árbol humano extraafricano. Como los primeros humanos
modernos no africanos eran asiáticos, es más probable que la «Europa pe-
ninsular» fuera receptora y beneficiaria de las simientes de las primeras
innovaciones culturales del Paleolítico Superior y no su punto de origen.
Desde este punto de vista, el capítulo anterior se dedicó a desmontar el
mito arqueológico/antropológico de que en Europa y Oriente Próximo se
produjo una revolución biológica humana que puso al resto del mundo
detrás delliderazgo europeo.-

L9S PRIMEROS EUROPEOS MODERNOS

En el capítulo anterior hemos visto que nuestros primos los neander-


tales ya habían empezado a asimilar la tecnología inteligente del Pa-
leolítico Superior antes de desaparecer de la faz de la tierra, hace unos
28.000 años. Este oscurecimiento parcial de las diferencias culturales en-
tre neandertales y humanos modernos no significa que los arqueólogos
no puedan detectar las clarísimas huellas culturales que señalan la entra-
da de los primeros humanos modernos en Europa. Todo lo contrario: hay
varias tradiciones culturales que se remontan a más de 30.000 años atrás,
y que están asociadas en concreto con los humanos modernos, que se di-
fundieron rápida y sucesivamente por toda Europa. La difusión de estas
tradiciones se produjo en fechas distintas y cada una siguió una dirección
diferente. Han recibido una amplia gama de denominaciones, basadas en el
estilo de los utillajes y en los lugares donde se encontraron. Las primeras
culturas modernas de Europa fueron de carácter variado y algunos arqueó-
logos las clasifican a grandes rasgos en dos oleadas. La idea de movi-
miento puede tomarse por algo más que una difusión cultural y perfilar la
existencia de dos migraciones humanas diferenciadas, con su cultura co-
rrespondiente. La primera oleada, que comenzó hace 46.000 años, reci-
be el nombre de auriñaciense, por Aurignac, un pueblo del sur de Francia
donde se descubrieron los primeros restos típicos. La segunda oleada, que
entró básicamente entre 30.000 y 21.000 años antes de nuestros días, se
denomina gravettiense, por el yacimiento de La Gravette, en la región
francesa del Perigord, y se caracteriza por las hojas reforzadas (con un
borde romo, como un abrecartas) y las hojas con punta. I
DOS CLASES DE EUROPEOS 137

Es tentador atribuir la difusión de las ideas a las migraciones masi-


vas. Sin embargo, como nos demuestra la historia posterior, la circulación
de las ideas y habilidades dentro de las poblaciones llega a ser más rápi-
da y general que el movimiento de éstas. Pero por lo que se refiere a las
primeras colonizaciones europeas de los humanos modernos, parece que
hay pruebas genéticas de que hubo al menos dos migraciones diferentes
que se corresponden con las nuevas tradiciones culturales introducidas
por los modernos.

Los AURIÑACIENSES

La cultura auriñaciense, del Paleolítico Superior, apareció en Bulgaria,


adonde llegó probablemente desde Turquía, hace menos de 50.000 años.
El nuevo estilo de utillaje lítico no tardó en remontar el Danubio hasta
Istállósko (Hungría) y luego más allá, hasta Willendorf (Austria). El mo-
vimiento, al parecer incesante, de la cultura auriñaciense, río arriba y ha-
cia el oeste del mar Negro, alcanzó por fin la cuenca superior del Danubio
en Geissenklosterle (Alemania). Mucho antes de que esto ocurriera, la
cultura auriñaciense había avanzado por el sur de Austria y había entrado
en el norte de Italia. Desde allí se difundió con rapidez hacia el oeste, por
la Costa Azul, cruzó los Pirineos y pasó por la cueva del Castillo, en la co-
munidad española de Cantabria, hasta que llegó finalmente a la costa atlán-
tica portuguesa hace unos 38.000 años (véase la figura 3.1).2
La tradición cultural auriñaciense pervivió de una forma u otra hasta
mucho más tarde y en su debido momento se identificó inequívocamen-
te con restos esqueléticos de humanos modernos; pero esta temprana y
rápida difusión por regiones que hasta entonces sólo habían albergado
culturas del Paleolítico Medio sugiere una colonización en toda regla.
Fuera de Europa no hay ninguna fuente arqueológica de estilo auriña-
ciense a la que haya podido atribuirse claramente una antigüedad mayor
de 47.000 años, aunque Oriente Medio podría ser más antigua. El arqueó-
logo belga Marcel Otte ha sugerido que los Montes Zagros (que forman
parte del Creciente Fértil) podrían ser la patria chica de las técnicas auri-
ñacienses, lo cual es compatible con mi teoría de que el Creciente Fértil
fue un pasillo paleolítico hacia Oriente Próximo. Los primeros humanos
que entraron en Europa probablemente lo hicieron por el estrecho del
Bósforo (que entonces estaba seco, ya que el mar Negro era un lago de
agua dulce)?
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• Yacimientos auriñacienses con
más de 37.000 años
O Auriñaciense de Oriente Próximo

X Otros yacimientos

b. Montañas

•••••• Posible ruta de la introducción de la


vanguardia auriñaciense en Europa,
procedente de Oriente Próximo
DOS CLASES DE EUROPEOS 139

EMPAREJAR GENES y FECHAS DE LAS PIEDRAS

Una pregunta tentadora es si hay rastros genéticos de esta invasión


de Europa. Lo asombroso es que en Europa sólo hay una línea mito-
condrial que tiene aproximadamente la antigüedad señalada; y tiene
una antepasada en Oriente Medio. Dicho de otro modo, hay un empal-
me y muy probablemente indica que Europa fue colonizada por un solo
grupo. Pero no se llega a estas conclusiones abriendo un «manual de his-
toria genética» y buscando el cruce de la coordenada genética con la abs-
cisa cronológica; no existen estos manuales." La confusa prehistoria
genética de Europa ha empezado a despejarse hace muy poco. Para em-
pezar, en los últimos 50.000 años ha habido múltiples movimientos
demográficos en Europa, que sufrió extinciones masivas en el período
glacial. Las guerras, las invasiones y el vaivén migratorio entre Euro-
pa y Oriente Medio pueden haber agitado el crisol humano en varias oca-
siones.
Un destacado equipo internacional formado por treinta y siete inves-
tigadores y dirigido por el genetista evolucionista Martin Richards, ac-
tualmente en la Universidad de Huddersfield, Inglaterra, recogió todos
los datos disponibles sobre el ADNmt y nos enseñó los resultados. Re-
visaron todas las investigaciones que se habían hecho sobre el ADNmt
prehistórico de Europa y, con ayuda de una depurada serie de normas
para detectar y eliminar errores, como los efectos del regreso de emigran-
tes, identificaron once líneas fundadoras en Europa y dieciocho líneas
originales potenciales en Oriente Medio.5
Valiéndose del reloj genético, Richards y su equipo dataron las líneas
originales de Oriente Medio y las fundadoras de Europa (véase la figu-
ra 3.2). Cuatro líneas originales de Oriente Próximo (en la figura, J, T, U5
e I) tenían una antigüedad de entre 45.000 y 50.000 años, lo que sugería
que Oriente Medio ya había sido colonizado en aquellos tiempos por lí-
neas que eran hijas y nietas de Nasreen. Como vemos en la figura 3.3,
eran líneas bisnietas y nietas de L3, nuestra solitaria Eva extraafricana.
Dado el amplísimo margen de error de la datación con ADNmt, una anti-

FIGURA 3.1. Rutas posibles de la introducción de la vanguardia auriñaciense en


Europa hace más de 37.000 años. Sólo se muestran los yacimientos auriñacienses
más antiguos (puntos negros); la línea discontinua señala las rutas naturales que ha-
bía entre punto y punto, por los ríos, las tierras bajas y las costas. Se muestra asimis-
mo una ruta paralela entre los Montes Zagros y Kara-Bom, en el Altái ruso.
140 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Mesolítico
Paleolítico Paleolítico Paleolítico
Primer Paleolítico Superior Superior Superior Neolítico
,
Sup~rior Anti,guo Medio Tardío
, , ,
U5 (Europa) , , </l

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A-.

60 50 40 30 20 10 O
Miles de años antes del presente

FIGURA 3.2. Antigüedad estimada (margen de confianza 95 por 100) de la intro-


ducción en Europa de linajes de ADNmt de humanos modernos de Oriente Próximo,
utilizando el análisis del fundador (nota 5). La línea más antigua procede de Europa
(U5), y corresponde al Primer Paleolítico Superior europeo; la siguen «HV», que co-
rresponde al Paleolítico Superior Antiguo, e «1», que corresponde al Paleolítico Su-
perior Medio (nota 1).

güedad de 45.000-50.000 años permite incluir los primeros milenios del


Paleolítico Superior, de modo que podría decirse que la cronología de la
colonización de Oriente Medio encaja."

LA QUINTA HIJA DE EUROPA

Es posible que la conclusión más pasmosa entre las muchas a que se


llegaron en esta revisión general de la prehistoria europea sea la iden-
tificación y datación de la primera línea fundadora de Europa, U5. La
única línea que se adentró al principio en Europa fue U5, bisnieta gené-
tica de una de las cuatro fundadoras principales de Oriente Medio (véa-
se la figura 3.4). El clan Europa es característico de Oriente Medio y de
Europa. A pesar de su antigüedad, no se encuentra en Asia oriental, está
DOS CLASES DE EUROPEOS 141

l Eva extraafricana (L3)


- 80
Salida de
África

Erupción del
- Toba
N asiático N asreen (L3)
-70
R asiático Rohani (L3)

-60
Europa S
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i - Hoy
Eurasia occidental
t
América

FIGURA 3,3, El árbol del ADNmt de Eurasia occidental. Como puede verse,
Manju no aparece y, aunque Nasreen y Rohani se remontan a 65,000-70,000 años
atrás, la expansión de las líneas por Eurasia occidental sólo se produce en los últimos
55,000 años, en consonancia con el movimiento hacia el noroeste desde Asia meri-
dional. Los vínculos con la India (nota 10), África del norte (nota 9) y América (ca-
pítulo 7, nota 47), con trazo débil. Datación basada en análisis de secuencias completas
de ADNmt (capítulo 1" nota 22),

localizado únicamente en Oriente Próximo, en la zona situada entre el


golfo Pérsico y Asia central, en países de la cuenca mediterránea y en la
Europa continental y tiene una antigua rama filial, U2i, en la India, El
clan en general tiene una antigüedad de más de 50.000 años en Oriente
Medio. Según el reloj molecular, nuestra quinta hija de Europa, U5, tie-
ne también 50.000 años de antigüedad y es con diferencia la primera lí-
nea que entra en Europa, 15.000 años por delante de la otra línea funda-
dora. Ahora bien, la señal genética de Europa se dirigió a Oriente Medio
~
-
+:-
N

F r
O
CIl

CIl
lTl
Z
CI
lTl
;O
O
CIl

CI
rn
r
lTl
CI
1Tl,
Z

-- Ruta de entrada en Europa y África del norte


hace 45-50.000 años (Primer Paleolítico Superior)
Ruta por Europa oriental seguida en los últimos 33.000 años
(Paleolítico Superior Antiguo)
Líneas de ADNmt en redonda: p. ej., US
Líneas de cromosoma Y en cursiva: p. ej., Inós
DOS CLASES DE EUROPEOS 143

y, por mediación de su hija U5, pasó al continente europeo hace entre


54.400 y 50.000 años, y sin embargo las primeras muestras del Paleolíti-
co Superior en Oriente Próximo y los primeros rastros del auriñaciense
en Bulgaria son de hace 47.100 y 46.000 años respectivamente. La dife-
rencia podría deberse a una sistemática tendencia a la baja, a un efecto lí-
mite que produce el método del carbono 14 cuando se trata de dataciones
que rebasan los 40.000 años de antigüedad.'
Aunque parece que U5 se engendró en Oriente Medio en la misma
época en que entró en Europa, sus descendientes actuales se encuentran
sólo en zonas limitadas y en minorías que viven sobre todo en Turquía y
en la región transcaucásica de Turquía e Irán (véase la figura 3.4). Estas
minorías son los turcos, los armenios, los azerbaiyanos y los kurdos, que si-
guen viviendo dentro de los antiguos límites del Creciente Fértil, que
parte de Turquía y Transcaucasia suroriental, sigue los Montes Zagros y
pasa por Irak e Irán. El Creciente Fértil abarca el Kurdistán y luego forma
un pasillo que baja hacia la costa del golfo Pérsico, uniendo así Oriente
Próximo con el océano Índico. Interesa saber que U5 es casi inexistente
en Arabia, lo cual parece negar que los antepasados de las poblaciones
citadas fuesen la base demográfica de la primera colonización de Euro-
pa, la auriñaciense.
¿ Tenemos algún rastro gen ético que coincida exactamente con el rá-
pido movimiento de los artesanos auriñacienses, que se desplazaron
hacia el oeste de Europa y, cruzando los Pirineos, hacia España hace
40.000 años? Aunque U5 está presente en toda Europa, sabemos que la
bisnieta más vieja de Europa, U5a, de unos 40.000 años de antigüedad,
tiene su incidencia máxima en el País Vasco español. El área vasca, que
fue uno de los pocos refugios de Europa durante la última glaciación, ha
conservado más muestras de su diversidad genética original que otras
zonas de Europa occidental.
U5 es, pues, la única línea filial de Europa que vive todavía y que per-
mite dar a los primeros europeos una antigüedad de 50.000 años, y se tra-
ta del mismo tipo ancestral que el de los armenios, los turcos, los azer-

FIGURA 3.4. Rutas propuestas para la difusión de las líneas genéticas de Europa.
La línea gris corresponde al Primer Paleolítico Superior, que se concentra alrededor
del Mediterráneo (véase la figura 3.1); la línea negra corresponde al «Paleolítico Su-
perior Antiguo», que es posterior, entró por Europa oriental y se localiza sobre todo en
el norte y el oeste europeos (notas 3, 5, 8, 14-19 Y 28-37). Las líneas de cromoso-
ma Y aparecen en cursiva; son de datación menos segura que el ADNmt (nota 29).
144 LOSSENDEROS
DELEDÉN

baiyanos y los kurdos. ¿Qué sabemos de su familia, de dónde vino y qué


hermanas tuvo? El repaso del árbol genético (véase la figura 3.3) nos da
una genealogía que podemos describir al estilo bíblico: Europa fue hija
genética de Rohani, que fue hija genética de Nasreen, que fue la hija ge-
nética de la extraafricana L3. Pero ¿por qué camino llegó a Oriente Pró-
ximo el clan materno Europa y dónde nació su hija U5, que colonizó Eu-
ropa? Los tipos iniciales de Nasreen y Rohani sólo se conocen en Asia
meridional, donde escasean los de Nasreen y abundan los de Rohani. Casi
todos los tipos iniciales de Rohani encontrados en la India son exclusivos
de la zona y su gran diversidad nos permite calcular cuándo comenzó a
ampliarse su línea. Fue hace 55.000 años por lo menos, lo que quiere de-
cir que se adelantó a la llegada de Europa, hija de Rohani, a Oriente Pró-
ximo, lo cual aumenta mucho las probabilidades de que Asia meridional
fuese la patria de origen de las líneas europeas. La fecha de la expansión
está sin duda por debajo de la edad del clan Rohani. Rohani podría tener
en Asia una antigüedad superior a 55.000 años: en China se ha obtenido una
estimación más antigua con dos subgrupos asiáticos de Rohani."

LASTRESPRIMERAS
HIJASDEEUROPATENÍAN50.000 AÑOS

U5, la quinta hija genética del clan Europa, tuvo seis hermanas en to-
tal, pero sólo dos tenían una antigüedad parecida a la suya. Eran U6 y
U2i, pero ninguna era característica de los europeos. Ya nos hemos cru-
zado con U6 en el norte de África. Identificadora excepcional de berebe-
res, tiene la misma antigüedad que U5, 50.000 años, lo que sugiere que
mientras U5 avanzaba hacia el noroeste de Turquía y entraba en Europa,
U6 se dirigió al oeste por la costa meridional del Mediterráneo y llegó al
norte de África. Incluso tenemos probables testimonios físicos de la lle-
gada de aquellos exploradores de Oriente Próximo. En el yacimiento cos-
tero de Haua Fteah, en Libia, se han encontrado herramientas del Paleo-
lítico Superior Antiguo que sin duda se remontan a 40.000 años atrás y
que posiblemente reflejan esta primera invasión."
La tercera de las tres hijas gen éticas del clan Europa con 50.000 años
de antigüedad nació al parecer a muchísimos kilómetros de los berebe-
res de Libia, en algún lugar con costas al océano Índico. Responsable del
9,5 por 100 de todas las líneas maternas de la India y del 78 por. lOa de
todas las líneas indias de Europa, U2 maduró claramente en aquella
zona, donde tiene una antigüedad de 53.000 años. U2 no está presente ni
DOS CLASES DE EUROPEOS 145

en Oriente Próximo ni en Europa, donde encontramos una pequeña versión


de rama europea, U2a, que tiene entre la mitad y las tres cuartas partes de
su antigüedad 10 (véase la figura 3.3).
Otro hecho que pone en Asia meridional la cuna del clan Europa es
que se ha localizado allí el tipo original de Europa y el nacimiento de
otra rama de ésta, U7, que se expandió después con discreción hacia Orien-
te Medio y Europa. 1 1

SE ABRE EL PASILLO DEL CRECIENTE FÉRTIL

Nuestro árbol genético materno propone un origen surasiático de


50.000 años de antigüedad para nuestras Primeras fundadoras europeas.
Para dirigirse al norte y llegar a Anatolia hace más de 50.000 años ha-
brían tenido que bordear los desiertos sirio y arábigo utilizando como pa-
sillo el Creciente Fértil. Dados los amplios márgenes de error del reloj
molecular, deberíamos investigar este viaje desde los Montes Zagros y la
marismas de la costa suroccidental iraní bajo la perspectiva de la oportu-
nidad climática, que, al igual que los anillos de los árboles, nos da una da-
tación muy precisa. Como ya he señalado en el capítulo 1, el pasillo del
Creciente Fértil estaba seco y ha estado cerrado durante buena parte de los
últimos 100.000 años, abriéndose sólo durante momentos de mejora cli-
matológica llamados «interestadios» (véase la figura 1.7).
Hace entre 55.000 y 65.000 años el mundo entró en un período de
frío y sequía casi ininterrumpidos. El pasillo del Creciente Fértil estuvo
cerrado durante este tiempo. Luego, desde hace 56.000 años, sobrevinie-
ron en rápida sucesión cuatro épocas de calor y humedad. La última, de
hace 51.000 años, fue la más cálida y larga, ya que duró casi 5.000 años.
La verdad es que este interestadio fue tan cálido y húmedo que el mon-
zón de la India era aún más húmedo de lo que es actualmente; además de
abrirse el pasillo del Creciente Fértil hubo zonas secas de Oriente Próxi-
mo, como el desierto de Néguev, que se volvieron habitables para los ar-
tesanos del Paleolítico Superior. Si alguna vez nos multiplicamos en Asia
meridional y nos extendimos hacia Oriente Próximo, fue en aquella épo-
ca. La cronología climática y la arqueológica confluyen en el exuberante
período que discurrió entre 50.000 y 45.000 años antes de los tiempos
actuales. Seguro que no anda muy lejos el momento molecular de la llega-
da de las primeras líneas filiales de Nasreen a Oriente Próximo. 12
146 LOS SENDEROS DEL EDÉN

HISTORIA DE ADÁN

Así pues, tenemos la versión que dice que la historia del clan feme-
nino Europa comenzó en algún lugar de Asia meridional hace más de
50.000 años. Sin embargo, la ausencia absoluta en Europa y Oriente Pró-
ximo del clan Manju, dominante en la India, sugiere que Europa pudo ha-
ber nacido más bien al oeste de la India, en la base del Creciente Fértil,
cerca de la antigua ciudad de Ur, en el golfo Pérsico. Pero, lógicamente,
donde hay madres, hay padres. En el capítulo 1 he descrito por encima la
solitaria línea del Adán extraafricano y sus tres hijos, Caín, Abel y Set,
que salió de África por la ruta meridional y pobló el mundo. Los tres hijos
genéticos proceden de aquella emigración única." ¿Tienen los tres hijos del
Adán extraafricano una historia parecida a la de las dos hijas de la Eva
extraafricana en este viaje concreto que partió de Asia meridional? Pues
bien, la tienen, y la historia geográfica de los descendientes de al menos
una línea Y, Set, es más explícita aún que en el caso de Europa, aunque
resulta difícil de fechar. (En el caso de otra línea, el tipo Abel o YAP, la ex-
plicación resolvería uno de los grandes enigmas de la prehistoria genética
masculina; véase el capítulo 4.) Como en la historia de las hijas de Euro-
pa, tenemos que remontamos desde las ramitas secundarias hasta las ra-
mas principales para saber en qué dirección se movían los varones.
Los descendientes de Set, hijo del Adán extraafricano (véase la figu-
ra 3.5) son los más numerosos del mundo, y no digamos fuera de África.
Uno de sus cinco hijos domina Oriente Medio, junto con el tipo original
de Set, y es responsable de la cuarta parte o de la mitad de los varones de
la zona comprendida entre Irán y el Mediterráneo. Según una reciente
reclasificación acordada por la comunidad científica, este hijo se cono-
ce por la letra J, pero yo lo llamaré Jahangir, para que refleje su presun-
to origen surasiático. En Eurasia occidental y meridional sigue la distri-

FIGURA 3.5. Árbol del cromosoma Y en Eurasia occidental, distribución geo-


gráfica y rutas de entrada. El árbol es un subconjunto formado por los ocho grandes
grupos cromosómicos de Eurasia occidental (designación consensuada al final de
cada rama; cf. nota 13). La tabla da la incidencia general de estos ocho grupos en tres
regiones europeas y en cuatro itinerarios posibles desde Asia meridional; por ejem-
plo, Ruslán y M17 entraron claramente por Europa oriental y los altos índices de
Turquía y el litoral mediterráneo indican que también se entró en Europa por el sur:
según se ve en el mapa, donde Jahangir tiene índices elevados y diversidad menguan-
te conforme avanza de Pakistán al Mediterráneo (notas 14-16, 19 Y 29-37).
DOS CLASES DE EUROPEOS 147

Adán extraafricano
F
YAP Abel Set
Jahangir 1 G Krishna
N Polo
E

Ruslán MI?

Abel Jahangir M89 Inós G TAT Ruslán Ml7


IN
Europa occidental O O O 3 O O 4 O

Europa oriental O O 1 2 O 3 O 3

Litoral mediterráneo 2 2 O 1 l O 1 2
Turquía y Oriente
Próximo 2 3 0-2 O O O O O

Sur del Cáucaso 1-3


0-1 (4 en Zagros) O O 2 O 1-3 0-2
Kurdos y turcornanos
(Asia occidental) O 1-2 1-3 O O O 2-3 1
India y Pakistán (Asia
meridional)
O I 0-2 O O O I 3

Clave: 0=<7 %; 1=7-20 %; 2=20 - 30%; 3=30- 50%; 4=>50%

e Jahangir
o Otras líneas
Ruta del Primer
Paleolítico Superior

()

o
148 LOS SENDEROS DEL EDÉN

bución del clan Europa. La costa nororiental del Mediterráneo tiene los
porcentajes más altos de esta línea genética en Europa. La línea Jahangir
alcanza incidencias elevadas en la franja fenicio-israelí (30-60 por 100).
La incidencia europea más alta está en Anatolia, con el 40 por 100, segui-
da por los Balcanes e Italia, con el 20-30 por 100. Jahangir se encuentra
por toda Europa, pero estas elevadas incidencias están concentradas en la
cuenca mediterránea. También hay elevadas incidencias en países nor-
teafricanos, como Argelia, con el 41 por 100.14
Esta distribución mediterránea refleja la difusión de U5 y U6 hace
50.000 años; así pues, resulta una tentación buscar el origen de Jahangir
más al sureste. El camino del Creciente Fértil por el Kurdistán aumenta
de temperatura conforme avanzamos hacia el sureste. El varón Jahangir,
normalmente por encima del 35 por 100 en todo Irán, llega a inciden-
cias del 55 por 100 al sur del mar Caspio y al 59 por 100 en los Montes
Zagros, que quedan más al sur. Jahangir se encuentra igualmente aún
más al sur, en Pakistán y la India, y en Asia central y en Siberia, pero
con incidencias menores. 15
Es evidente que sólo con las incidencias no podemos saber dónde está
la patria de origen de un clan, pero la diversidad de las líneas genéticas
puede ayudamos. El genetista Lluís Quintana-Murci y sus colaboradores
argumentan que la cuna del clan Jahangir está en los Montes Zagros, al
sur del Kurdistán, o lo que es igual, la antigua tierra de Elam, situada en
la orilla nororiental del golfo Pérsico. No les faltan motivos, porque la
región de los Montes Zagros tiene la mayor diversidad de tipos Jahangir
de todo el mundo. Como ya he dicho, no hay acuerdo sobre la medición y
métodos de datación con el cromosoma Y y casi todos tienden a rebajar
las fechas; pero un método da a Jahangir una antigüedad de 37.000 años
en Europa, de 55.000 en Irán y de 62.000 en la India. Estas dataciones se-
rían compatibles con la historia genética materna, pero como sucede tam-
bién con otras líneas Y, otros métodos dan estimaciones más tardías. 16
Hemos visto que las historias arqueológica, climática y genética de la
llegada de los humanos modernos a Oriente Próximo y por aquí a Europa
y el norte de África pueden trazarse juntas desde hace unos 50.000 años.
El origen surasiático de los europeos contradice la opinión tradicional
de que hubo un camino norteafricano que llegó a Europa bordeando el
Mediterráneo oriental y que cuenta con pocos indicios de este carácter
triple.
En cambio, podemos rastrear fechas y lugares desde el golfo Pérsico
y por las laderas de los Montes Zagros hasta el Creciente Fértil. Un lar-
DOS CLASES DE EUROPEOS 149

go y cálido interestadio aportó la oportunidad dimática para subir al nor-


te del Creciente Fértil por el Kurdistán. Hay testimonios arqueológicos
que sugieren que la cuna de la cultura auriñaciense puede estar en los
Montes Zagros. Los primeros auriñacienses de Europa aparecen en Bul-
garia, no lejos del estrecho del Bósforo, hace unos 47.000 años. Cuando
buscamos las correspondencias genéticas de esta migración encontramos
una colonización temprana de Oriente Medio por múltiples líneas ma-
ternas originadas en el sur, aunque hoy características de Eurasia occi-
dental, hace unos 50.000 años. Estas líneas no provienen genéticamente
, del norte de África, de modo que los resultados señalan lógicamente el
éxodo surasiático. Aproximadamente durante la colonización de Oriente
Próximo aparecen tres líneas filiales del clan Europa que fundan, res-
pectivamente, la India, el norte de África y Europa. Por último, hay un
rastro confirmador de las líneas maternas en la línea masculina Jahangir,
que también se originó en el sur de Asia, aunque hay discrepancias en la
datación.

LA SEGUNDA INVASIÓN DE EUROPA: LA CULTURA GRAVETTIENSE

Martin Richards y sus colaboradores han conseguido identificar otro


hilo de emigrantes hacia Europa en la enmarañada madeja mesooriental
de la línea de Nasreen y otra historia no menos asombrosa, pero diferen-
te. Este segundo clan migratorio que se dirige a Europa se denomina HV,
por las dos ramas filiales, H y V, que hoy se encuentran por toda Europa
(véanse las figuras 3.2, 3.3 Y3.4). La segunda línea filial, V, apareció mu-
cho después, en el suroeste de Europa. Los descendientes de H aportaron
la mitad de las líneas maternas de todos los europeos occidentales y sep-
tentrionales, en concreto los es1avos, los fines es y las poblaciones ger-
mánicas. Estos datos difieren mucho de la historia de U5, que es muy an-
terior. La antigüedad de la expansión de HV se ha establecido en unos
33.500 años, lo que quiere decir que es unos 15.000 años posterior a U5
y 7.500 anterior a la siguiente inmigración. Lo realmente curioso es que
HV es mucho más joven en Oriente Medio (26.500 años) que en Europa
(más de 33.000 años) y su presencia allí pudiera deberse en buena me-
dida a emigrantes que volvieron de Europa. Esto aconseja descartar Orien-
te Próximo, Anatolia y Bulgaria para el papel de patria o región de origen
de HV, por lo que tenemos que buscarle otra vía de entrada en Europa que
no sea Oriente Próximo ni Anatolia."
150 LOS SENDEROS DEL EDÉN

El equipo de genetistas estonios, dirigido por Richard Villems y Too-


mas Kivisild, cuyas investigaciones con el ADNmt han convertido en
noticia la prehistoria genética del Paleolítico indio, tiene mucho que
decir sobre el origen y difusión de HY. Estos investigadores señalan
que las primeras raíces de HV se encuentran en Asia meridional (en la
India noroccidental y en Cachemira, con una antigüedad aproximada de
40.000 años), pero que el punto del primer florecimiento eurooccidental
fue Transcaucasia (véase la figura 3.4).18 Las investigaciones del equipo
estonio sugieren que el macizo del Cáucaso, empotrado entre los mares
Negro y Caspio, fue el punto de partida genético, durante el Paleolítico,
de las primeras migraciones de diversos clanes maternos europeos, el
más importante de los cuales era HY.
A muchas personas, yo incluido, la palabra «Cáucaso» les evoca
imágenes de poblaciones feroces e independientes del suroeste de la an-
tigua Unión Soviética, una región cuya famosa cordillera, el Cáucaso, ha
dado nombre a la «raza caucásica», que por algún oscuro motivo desig-
na al conjunto de los europeos. El abigarrado mosaico de las lenguas
caucásicas confirma esta impresión de que ya había mucha heterogenei-
dad. Rodeado por el norte y por el sur por una mezcla de idiomas indo-
europeos y altaicos, el Cáucaso tiene dos antiguas familias lingüísticas
que son exclusivamente suyas, la caucásica septentrional y la meridional.
La región, limitada al norte y al este por dos mares interiores y recorrida
por la cordillera del Cáucaso, es el único pasillo practicable entre Arme-
nia y Azerbaiyán para bajar a Oriente Próximo y subir a la Rusia europea
(véase la figura 3.4).
¿Puede ayudarnos el cromo soma masculino a rastrear la segunda mi-
gración hacia Europa? Para compensar las insuficiencias de la datación
con cromosomas Y, éstos muestran su especificidad intrarregional más '
claramente que el ADNmt. Es digno de mención un enigmático clan mas-
culino (véase la figura 3.5) que llamaré Inós, por Enós, el hijo de Set.
Inós es casi exclusivamente europeo. Según la genetista de Leicester Zoé
Rosser y sus colaboradores, la distribución relativamente uniforme de
este clan indica una entrada temprana en Europa. La genetista italiana
Ornella Semino y sus colaboradores norteamericanos son más precisos y
dicen que el predominio de Inós en Ucrania y los Balcanes sugiere la
existencia de una conexión con el clan materno HV y con la cultura gra-
vettiense. Al igual que HV, no se ve con claridad que Inós se originara en
Oriente Próximo, de modo que sigue abierta la posibilidad de la ruta de
Transcaucasia."
DOS CLASES DE EUROPEOS 151

¿ UN VACÍO EN LA OCUPACIÓN DE ORIENTE MEDIO?

Antes de que las especulaciones genéticas nos lleven demasiado lejos,


tenemos que aclarar qué nos dice el registro arqueológico sobre la primera
ocupación del pasillo caucasiano por humanos modernos. En el capítulo an-
terior hemos visto que, en Eurasia occidental por lo menos, la llegada de los
humanos modernos estuvo relacionada con el paso de la industria muste-
riense (Paleolítico Medio), que cultivaban los neandertales, al instrumental
del Paleolítico Superior que utilizaban los europeos modernos. En el sur de
Oriente Próximo, en lo que hoy son los desiertos de Néguev y del Sinaí, se
han encontrado los primeros indicios del paso del musteriense a industrias
de transición al Paleolítico Superior y tienen una antigüedad aproximada de
45.000-47.000 años (véase la figura 3.1). Hubo pues un largo vacío habita-
cional de unos 10.000 años, hasta que el sur volvió a ser poblado por hu-
manos que fabricaban herramientas del Paleolítico Superior Antiguo, del
llamado tipo ahmariense, una cultura que duró hasta hace 20.000 años. Este
hiato coincidió con un empeoramiento climático caracterizado por dos olas
de frío seco que llegaron a su punto máximo hace 45.000 y 40.000 años."
Entre los años 40.000 y 34.000 antes del presente, el mundo estuvo
seco y helado y apenas sopló el monzón indio. El prolongado calenta-
miento que comenzó hace 34.000 años invitó a repoblar las zonas más
secas de Oriente Próximo." En esta ocasión hubo otro repoblamiento, el
de una célebre cueva situada en la parte superior del Creciente Fértil, en
el tramo septentrional de los Montes Zagros. La cueva de Shanidar se en-
cuentra en la boca meridional del pasillo caucásico.
Esta cueva (véase la figura 3.1), que se encuentra cerca del punto del
Kurdistán septentrional donde confluyen las fronteras de Turquía, Irán e
Irak, al sur de Armenia, se hizo célebre al final de los años sesenta gra-
cias a Ralph Solecki, un arqueólogo que descubrió lo que según él era
una tumba neandertal con flores. La ocupación neandertal duró aproxi-
madamente entre los años 50.000 y 46.000 antes del presente. Luego, tras
un desahucio climático que duró 10.000 años, llegaron inquilinos de otra
especie humana. Una industria de transición al Paleolítico Superior, el
baradostiense, apareció en la cueva hace alrededor de 35.500 años y duró
hasta hace 28.700 años. Es actualmente la mejor prueba que tenemos de
la presencia permanente de humanos modernos en la puerta meridional del
Cáucaso durante aquellos tiempos."
Más o menos por entonces, hace 36.400 años, se produjo la primera
colonización de la Rusia europea por culturas del Paleolítico Superior,
152 LOS SENDEROS DEL EDÉN

en Kostenki, remontando el río Don, al norte del Cáucaso por más señas."
Los llamados spitsynienses fabricaban útiles de pedernal que se impor-
taba desde distancias de 150 a 300 km. Kostenki se hizo célebre después
porque hace entre 24.000 y 33.000 años floreció allí una cultura extraor-
dinaria y compleja, basada en el mamut, pero no hay ningún indicio de
ella entre los primeros spitsynienses.
Algunos expertos en arqueología europea preglacial creen que la pre-
historia paleolítica de Europa estuvo jalonada por una serie de fases tem-
pranas de ocupación creciente que coincidieron con mejoras climáticas.
La primera, la del Primer Paleolítico Superior, que se produjo hace
33.000-45.000 años, se caracterizó por la difusión de la primera tecno-
logía auriñaciense, de la que ya hemos hablado. La segunda fase, la del
Paleolítico Superior Antiguo, que se produjo hace 24.000-33.000 años,
señala el inicio de las altas cimas culturales del Paleolítico Superior. Hay
un grupo de culturas que se emancipan en esta fase, hace unos 30.000 años,
y que se conocen con el nombre de «complejo tecnológico gravettiense»,
aunque las variaciones locales acaban confundiendo. El gravettiense re-
presenta realmente la tercera fase de ocupación masiva y la introducción
de una nueva cultura en Europa, pero Clive Gamble, experto en el Paleo-
lítico, señala que el importante umbral cultural de esta segunda era euro-
pea se formó hace unos 33.000 años en la Europa nororiental, por ejem-
plo en Kostenki, a orillas del Don, y no con el gravettiense, localizado
mucho más al suroeste, hace 30.000 años."
Las principales innovaciones culturales del gravettiense fueron la
extracción de materiales de gran calidad en bruto, un arte rupestre de
gran calidad, entierros complejos, un amplio utillaje óseo, el uso del hue-
so --concretamente de mamut- para construir casas y la cacería espe-
cializada del mamut. En resumen, las culturas del Paleolítico Superior
Antiguo no sólo revelan un progreso acelerado en el arte figurativo
europeo, el uso de materiales exóticos y la práctica del enterramiento,
sino que podrían haber representado además la llegada de poblaciones de
Europa oriental, portadoras de las semillas de estas prácticas culturales.
Las culturas de las poblaciones no se quedaron en Europa oriental; algu-
nas de sus expresiones artísticas más elevadas se han encontrado en el
sur de Francia y el norte de España."
¿Podemos compaginar la señal genética HV de la expansión de los hu-
manos modernos en Europa septentrional y occidental con el advenimien-
to del Paleolítico Superior Antiguo, hace alrededor de 33.000 años? La
breve respuesta es que sí; hay una clara señal genética femenina en la fe-
DOS CLASES DE EUROPEOS 153

cha correspondiente, hay una ruta evidente que debió de tomar y hay un
homólogo masculino. El clan HV podría representar pues el primer avan-
ce de los humanos modernos por el norte de Europa a través de Trans-
caucasia.
¿Adónde fue después? Probablemente a todas partes. Como hemos
visto, HV es el clan más común en Europa, pero sus descendientes son
más comunes aún en la Europa del norte y del suroeste que en la cuen-
ca mediterránea. Mucho después tuvo una hija, el clan europeo V, apro-
ximadamente en la región de los Pirineos, pero ciertos estudios recientes
ponen de manifiesto la existencia de un protomodelo V de más antigüe-
dad en Transcaucasia, el norte de los Ba1canes, el sur de España y Ma-
rruecos, que sugiere un temprano avance desde Ucrania hacia Occiden-
te, a través de toda Europa (véase la figura 3.4).26

¿PUDIERON HABER VENIDO DE MÁS AL ESTE LOS ANTEPASADOS


DE LA POBLACIÓN DEL PALEOLÍTICO SUPERIOR ANTIGUO?

Sin embargo, existe la posibilidad de que la patria de HV, antes de


desplazarse a Europa, no estuviera en Transcaucasia, sino más al este, al
otro lado de la estepa centroasiática. En este caso, la región del Cáucaso
norte habría recibido inmigrantes de Asia central, del lado oriental del
mar Caspio, en vez de recibir el sur a los procedentes de Armenia. Esto
significa básicamente subir hacia Rusia por el este del mar Caspio y no
por el oeste.
Se ha especulado mucho sobre un grupo de momias caucásicas per-
fectamente conservadas que se encontró en Urumchi, en el Turkestán
chino, y que tienen una antigüedad aproximada de 3.000 años, y sobre
otras de puntos centroasiáticos de la Ruta de la Seda. Ya se trate de una
expansión neolítica de tribus indoeuropeas hacia el este o de descendien-
tes' de una población local más antigua, hay testimonios arqueológicos
de la ocupación de Asia central por humanos modernos desde hace más de
40.000 años. Se ha encontrado tecnología del Paleolítico Superior Anti-
guo en dos yacimientos del Altái ruso, en expansión hacia el sureste de
Siberia hace 39.000 años. Esto significa que hubo humanos modernos en
Asia central en fecha suficientemente temprana para haber provisto la
base de una invasión de Europa a través de Rusia."
Un tercio de las familias genéticas actuales de Asia central son líneas
maternas «Nasreen» de Eurasia occidental. Las familias HV abarcan la
154 LOS SENDEROS DEL EDÉN

mitad. La explicación habitual de esta «presencia de Europa en Asia» es


una reciente emigración europea hacia oriente por la Ruta de la Seda. El
inconveniente de este argumento es que V, la hija europea más frecuente
de HV, no se encuentra en Asia central. Además, casi todas las restantes
líneas Nasreen de Eurasia occidental que se localizan en Asia central pa-
recen haber llegado directamente de la India y no de Europa. En otras
palabras, HV podría haber llegado de Asia meridional, rodeado el mar
Caspio por el este y luego avanzado en sentido contrario, hacia el oeste y
hacia Europa (véase la figura 3.4). Hay confirmación cromosómica de
esta idea de que los clanes genéticos surasiáticos siguieron una ruta este-
oeste y llegaron a Europa tras dar un rodeo por Asia central."

ASIÁTICOS EN EUROPA

El cromo soma Y, por ser mucho mayor, debería contener más secre-
tos de nuestro pasado que el ADN mitocondrial, ese diminuto vestigio de
nuestro remoto invasor microbiano. Pero los genetistas no han hecho
más que empezar a desentrañarlos y aún tienen que cogerle el tranquillo
al reloj gen ético de Adán. Las fechas de las ramas varían mucho según
las establezca un equipo investigador u otro y por lo general son entre
dos y cinco veces más recientes que las que da el árbol de ADNmt. Di-
cho de otro modo, hay un buen rastro Y, pero los investigadores suelen
rebajar su antigüedad. Por suerte, el concienzudo análisis de líneas fun-
dadoras y la datación con ADNmt que han llevado a cabo Martin Ri-
chards y sus colegas, y otros como Toomas Kivisild, ha aportado un mar-
co de referencia con rutas genéticamente datadas con las que empalmar
el rastro de Y. Por el momento podemos servimos del árbol Y para mirar
más de cerca las rutas geográficas de expansión."
Peter Underhill, genetista de Stanford, consiguió construir a finales
del año 2000 un árbol mundial con 150 marcadores Y; esta extraordina-
ria hazaña fue complementada por Omella Semino y otros colegas del
equipo de Underhill, que llevaron a cabo una revisión más detallada de
Europa." Dicha revisión puso de manifiesto, con más claridad que la his-
toria del ADNmt, que Europa se colonizó siguiendo varias rutas.
Ya hemos visto que, al igual que las hijas de Europa, Jahangir, nieto
de la línea fundadora extraasiática a través de Set, pudo haberse ex-
pandido subiendo desde el golfo Pérsico por el Creciente Fértil, entran-
do por primera vez en Turquía y en Europa por el sur. ¿Vemos más líneas
DOS CLASES DE EUROPEOS 155

masculinas, descontando a Inós, que reflejen el itinerario de HV, que par-


tió del Cáucaso, o de alguna región rusa más oriental, y se introdujo en
Europa occidental cruzando Ucrania? La respuesta es que sí, y con rastros
más claros. Ya he mencionado a Inós como modelo que podría equivaler
a HV en el Cáucaso norte. Hay otras tres líneas genéticas que pudieron
haber entrado en Europa por el este y cuya distribución, antigüedad y
origen traen de cabeza a los genetistas. Al igual que Inós (y que Jahangir)
descienden en última instancia de Set, el tercer hijo del Adán extraafri-
cano. Dos líneas vienen del este con mucha claridad, probablemente de
Asia central, pero ¿cuándo llegaron y de dónde procedían exactamente?
Las dos son descendientes del más fértil de los cinco hijos genéticos de
Set, K, a quien llamaré Krishna por la divinidad india del mismo nombre
(Véanse las figuras 3.4 y 3.5).31
Una de estas dos líneas genéticas orientales se denomina TAT,por la
mutación que la origina y porque, por una notable casualidad, evoca el
nombre de la genetista de Oxford Tatiana Zergal, que tiene mucho que
ver con ella. Su presencia europea está limitada al borde oriental, donde
tiene una gran incidencia entre los fineses y rusos del Báltico oriental.
Probablemente partió de Asia central, aunque su padre y su abuelo gené-
ticos proceden en último término de Cachemira y Asia meridional. Asi-
mismo se encuentra en el Lejano Oriente, con incidencia baja. También
aquí son vagas las fechas, porque rastreamos cromosomas Y, pero su dis-
tribución, que es muy local (sobre todo entre los usuarios de idiomas urá-
licos), y su baja diversidad en Europa sugieren que fue una migración
procedente de Asia central."
El otro invasor europeo procedente de la línea Krishna se define por
la mutación M 17. Los húngaros presentan la incidencia más alta de esta
línea M17, el 60 por 100. La línea M17 domina en Europa oriental, yaun-
que se extendió por todos los rincones de Europa occidental y meridional
y de Oriente Próximo, en estos lugares presenta siempre una incidencia
baja. Su baja incidencia en Oriente Próximo podría desautorizar esta re-
gión como vía de entrada en Europa. Lluís Quintana-Murci, Peter Un-
derhill y sus colegas creen que Asia central, sobre todo el Altái, es el
punto de origen más probable de la línea M17 europea. Es inevitable que
Underhill y sus colaboradores opinen así, porque según ellos todo el clan
Set pasó en solitario del norte de África a Oriente Próximo y se dirigió di-
rectamente a Asia central (véase la figura 1.3).33
Para mí y para Toomas Kivisild el origen último de Ml7 y sus an-
tepasados es, lógicamente, Asia meridional; y como era de esperar, en-
156 LOS SENDEROS DEL EDÉN

contramos los porcentajes más altos y la mayor diversidad de MI7 en


Pakistán, la India e Irán oriental, y un porcentaje bajo en el Cáucaso.
MI7 no sólo es más heterogénea en Asia del sur que en Asia central, sino
que la heterogeneidad caracteriza su presencia en grupos tribales aisla-
dos del sur, socavando así toda teoría que diga que MI7 es un marcador
de una «invasión aria masculina» de la India. Una estimación cronoló-
gica del origen de esta línea en la India da hasta 51.000 años de antigüe-
dad. Todo ello sugiere que MI7 podría haber salido al principio de la In-
dia o de Pakistán a través de Cachemira, para dirigirse después a Asia
central, a Rusia y finalmente a Europa. (Añadiré entre paréntesis que es-
tas observaciones y otras parecidas sobre otras líneas Set en Asia me-
ridional constituyen el meollo de mi réplica a la idea de que Set llegó a
Asia central procedente del norte de África y de Oriente Próximo, y no
por mi favorita y solitaria ruta del extremo sur del mar RojO).34
Volviendo a Europa, aunque el origen de la línea M17 que llega a
Europa por el este parece claramente fijado en el Altái o más allá, las fe-
chas de esta migración este-oeste son más bien confusas. Semino y sus
colaboradores prescinden de la datación genética y toman a MI7 y a su
padre, MI73, por miembros de un movimiento paleolítico, datado ar-
queológicamente, que avanzó de este a oeste hace 30.000 años. Lo cual
nos lleva a MI73, la otra línea masculina asiática que también pudo ha-
ber entrado en Europa. Pertenece a un clan muy amplio que llamaré Rus-
lán, por un héroe de las leyendas rusas."

RUSLÁN, EL PROGENITOR ASIÁTICO


DE LA MITAD DE LOS VARONES EUROPEOS

Extendido por todo el Viejo Mundo, desde Inglaterra hasta Asia cen-
tral y meridional, por Siberia y más allá, incluso por Australia y Nortea-
mérica, el clan Ruslán se ha movido mucho y su modelo original, según
un estudio, es el modelo Y más común del mundo. Sin embargo, el padre
genético de Ruslán, P, que llamaré Polo por la familia de exploradores de
la Ruta de la Seda, se encuentra sólo en la India, Pakistán, Asia central y
Norteamérica. El estudio de la distribución geográfica y la variedad de
ramas y tallos genéticos sugiere una vez más que Ruslán, junto con su
hijo MI7, apareció muy pronto en Asia meridional, en algún lugar cer-
cano a la India, y se desperdigó no sólo hacia Australia por el sureste,
sino también por el norte, hacia Asia central, antes de bifurcarse y des-
DOS CLASES DE EUROPEOS 157

plazarse una parte hacia Europa y otra hacia Asia oriental (véanse los ca-
pítulos 5 y 6).36
A diferencia de su hijo M17, Ruslán no acecha en el umbral de Europa
oriental. En realidad es mucho más común en occidente, alcanzando el
86 por 100 en el País Vasco y porcentajes igual de elevados en las islas
Británicas. Esta distribución continuista de padre e hijo sugiere que el
primero pudo haber llegado a Europa mucho antes. Como veremos en
el capítulo 6, la explicación podría ser el período glacial. Baste decir
aquí que, aunque Ml7 pudo ser hasta cierto punto un recién llegado, su
padre Ruslán es probablemente la línea masculina marcadora más segu-
ra para el rastreo de la entrada inicial por el este del Paleolítico Superior
Antiguo en Europa occidental hace unos 33.000 años. Este equipo pater-
nofilial es el responsable del 50 por 100 de las líneas masculinas presen-
tes hoy en Europa."

LAS RAÍCES ASIÁTICAS DE EUROPA

Este viaje por el tiempo gen ético y humano nos hace concebir dos
conclusiones extraordinarias: primera, que la patria genética de los
europeos estaba localizada en la región Pakistán/golfo Pérsico hace más
de 50.000 años; y segunda, que los antepasados de los europeos si-
guieron dos rutas muy separadas para llegar al final al mismo frío pero
rico vergel. La ruta más antigua fue el Creciente Fértil, que se abrió hace
51.000 años y formó un pasillo desde el golfo Pérsico que permitió subir
por Turquía hasta Bulgaria y Europa del sur. En principio coincide con el
avance de la cultura auriñaciense por Europa. El segundo camino tem-
prano desde Asia meridional hasta Europa pudo haber remontado el Indo
hasta Cachemira y Asia central, donde hace 40.000 años o más empeza-
ron a cazarse animales del tamaño de los mamutes. Es posible que algu-
nos cazadores, en posesión de habilidades técnicas complejas, se despla-
zaran hacia el oeste, cruzaran los Urales, entraran en la Rusia europea y
de aquí pasaran a Chequia y Alemania. Un enfoque más conservador po-
dría sugerir que la ruta más antigua que siguieron los humanos para en-
trar en Rusia no pasó por Asia central, sino por Transcaucasia.
Capítulo 4
PRIMEROS PASOS EN ASIA,
PRIMER SALTO A AUSTRALIA

En el capítulo 1 hemos visto los alegatos en pro de una sola línea ge-
nética extraafricana, L3, cuyas líneas filiales, Manju y Nasreen, poblaron
el resto del mundo. Esta solitaria línea genética es fundamental para la
tesis de la emigración única por el sur. Como hemos visto en el capítulo 3,
el hecho excepcional de que los europeos desciendan únicamente del
clan Nasreen sitúa el origen de su rama en una temprana colonia del ea-
. mino de salida de África, probablemente cerca del golfo Pérsico. La ausen-
cia de Manju y de Nasreen en África del norte y Oriente Próximo y su
abundante presencia en la India excluyen la ruta septentrional hacia Euro-
pa y confirman la ruta meridional por la desembocadura del mar Rojo .
. Ahora repasaremos más detalladamente los testimonios genéticos y de
otra índole en favor de la colonización inicial de Asia del sur y de todo el
litoral del océano Índico. El cromosoma Y entra ahora en nuestra histo-
ria con más cuerpo, junto con algunos marcadores genéticos distintos de
los genes Adán y Eva. Asia meridional comprende todos los países que
se encuentran en aquel itinerario recolectar de conchas que siguió el li-
toral septentrional del océano Índico.

SUPERVIVIENTES DE LA LARGA MARCHA: ÉPOCA Y LUGAR

Si todos los no africanos tienen el mismo origen, la fecha de salida de


los antepasados de los indígenas australianos será la misma que la de los
europeos, indios y chinos. Todas sus trayectorias deberían remontarse a
160 LOS SENDEROS DEL EDÉN

un solo punto en el tiempo y el espacio; y todas las colonias fundadas por


el camino deberían contener claves genéticas e incluso físicas sobre quié-
nes pasaron por allí. Y así es, efectivamente. Si analizamos el ADNmt o
los cromo sornas Y de cualquiera que no sea africano, les encontraremos
un lugar en la rama correspondiente del árbol genético extraafricano. Sa-
ber en qué lugar exacto de la rama se encuentran informa muy a menudo
de cómo llegaron allí y, a veces, cuándo.
No deberíamos caer en la tentación de sacar conclusiones definitivas
de las dataciones genéticas descontextualizadas. La estructura exacta de
la ramificación del árbol y la distribución geográfica de las ramas suelen
ser más reveladoras que las dataciones derivadas del reloj molecular. ¡
. Estas dataciones son más bien aproximativas y deberían cotejarse siem-
pre con el resto de los testimonios, a saber, el registro climático, que nos
dice cuándo hubo oportunidades o impedimentos para las migraciones, y,
lógicamente, el registro arqueológico, allí donde existe.
El rastro arqueológico costero es inevitablemente débil. Entre 80.000
y 60.000 años antes de nuestros días el nivel del mar ha fluctuado entre
50 y 80 metros por debajo de su nivel actual, así que las playas e incluso
las zonas interiores que frecuentaron y por las que vagaron nuestros an-
tepasados están hoy mayoritariamente sumergidas. Pero hay excepcio-
nes a los efectos de este manto de agua, como veremos.
En el litoral del océano Índico encontramos todavía pequeñas co-
lonias de individuos llamados indígenas que tal vez desciendan a nivel 10-
cal de aquellos primeros recolectores de conchas. Mucho antes de poder
estudiarse el ADNmt, el principal motivo para llamar indígenas a estos
grupos era que su cultura y aspecto los diferenciaban de sus vecinos: al-
gunos tenían rasgos en común con africanos, por ejemplo el pelo rizado
y la piel muy oscura. En este capítulo y en el siguiente comentaré los tes-
timonios genéticos y físicos, que son más objetivos, para corroborar es-
tas impresiones, aunque lo primero que haremos será conocer el nombre
de algunos de estos grupos.
A menudo se les ha designado con términos polémicos y basados en
suposiciones, como «australoides», «negroides» y «negritos», para señalar
que se diferencian de las poblaciones vecinas. Partiendo del oeste, de la
costa meridional de Arabia, tenemos a los hadramaut, que se han califi-
cado de australoides, pero que casi con seguridad tienen un elemento de
procedencia africana, mucho más reciente. En la costa pakistaní, alrededor
de la desembocadura del Indo, tenemos a los grupos negroides makra-
níes. También aquí hay testimonios gen éticos e históricos que sugieren
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 161

una importante adquisición de elementos africanos recientes, a conse-


cuencia del comercio de esclavos. Podría no ser así en el caso de otros ti-
pos llamados negroides, como los que se encuentan en la India, básica-
mente los kadar y los paniyán. Hay además otros grupos indígenas en
Asia del sur, por ejemplo, los grupos étnicos llamados protoaustraloi-
des, como los korava, yanadi, irula, gadaba y chenchu de la India, y los
vedda de Sri Lanka. Los trabajos efectuados recientemente con dos gru-
pos, los chenchu y los koya, tienden a confirmar no sólo que compartían
excepcionalmente el ADNmt y el cromosoma Y con otros asiáticos del
sur y el oeste, sino que además son característicos de la herencia genética
más antigua de la región. Por lo visto, sus antepasados de origen afri-
cano, colonizadores costeros, les aportaron las semillas genéticas que
dieron lugar a la diferenciación de los acervos génicos característicos de
los eurasiáticos del este y del oeste, y ellos, desde entonces, sólo recibie-
ron un flujo genético limitado de otras regiones.'
En las islas Andamán, que se encuentran en el golfo de Bengala, entre
la India y el sureste asiático, viven varios grupos de cultura tradicional
prealfabetizada, con un aspecto físico muy característico que suele de-
nominarse africano. Los grupos menos afectados por las intrusiones son
los jarawa y los onge, que viven en las islas más meridionales. Ciertos
estudios recientes que aún se están analizando podrían ayudamos a de-
terminar sus orígenes maternos y paternos. Por el lado materno, los onge
y los jarawa representan grupos mitocondriales diferentes que, sin em-
bargo, pertenecen al superclán Manju, confirmándose así el compañeris-
mo de la solitaria emigración africana. Estas líneas genéticas muestran
conexiones con la base de dos antiguos y excepcionales clanes Manju de
la India, M2 y M4. M2 es el grupo Manju más antiguo y heterogéneo
de la India y es además el componente de ADNmt más común entre los
grupos indígenas de la India que se han mencionado más arriba. Por par-
te paterna, los onge y los jarawa sólo tienen el clan Abel (la más escasa
de las tres líneas Y que salieron de África y que se conoce como Grupo D
o YAP asiático). Todo ello es compatible con la idea de que los onge y
los jarawa han sido grupos aislados desde que los primeros recolectores
de conchas barrieron el litoral del océano Índico. Los otros grupos in-
dígenas de estas islas, llamadas Grandes Andamán, son un poco diferen-
tes a nivel físico y cultural. A nivel genético, aunque comparten ramas de
las dos líneas Manju, es significativo que sus cromos amas Y procedan
todos de otro de los tres hijos del Adán extraafricano, Set (véanse las fi-
guras 4.2-4.4)?
162 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Siguiendo el rastro nos encontramos con los llamados negritos de la


península de Malaca, llamados generalmente semang; son quizá los po-
sibles vestigios de los antiguos recolectores de conchas que mejor se
conocen. Otro grupo superviviente que posiblemente dejaron los reco-
lectores de conchas en Indochina y en la península de Malaca son los lla-
mados malayos indígenas, que son físicamente intermedios entre los se-
mang y las poblaciones mongoloides (véase capítulo 5). Lo decisivo es
que contienen pistas acerca de las ramas más antiguas de una línea de
ADNmt, el clan F, que hoyes característica de las poblaciones mon-
goloides. Esta línea fundadora y precursora de F que se encuentra en los
malayos indígenas también está presente en grupos de las Grandes An-
damán, mencionados antes, y en habitantes de las islas Nicobar, otro ar-
chipiélago situado un poco más al sur."
Aún diré algo más, en este capítulo y el siguiente, acerca de las pobla-
ciones y colonias que se consideran residuos de aquel primer viaje por
las costas del océano Índico. Lo que interesa recordar, como de costum-
bre, es que el árbol gen ético nos dice que no fue una aventura extraafri-
cana anterior, como han propuesto algunos arqueólogos y paleontólogos.
Fue la vanguardia de la colonización de todo el Viejo Mundo.
Curiosamente, uno de los mejores testimonios arqueológicos, o qui-
zá el único, para fechar el viaje de los recolectores de conchas por elli-
toral índico no procede de la India, ni de Arabia meridional, ni de África,
sino de los últimos tramos del itinerario: de la península de Malaca, de
Nueva Guinea y de Australia. De modo que viajaremos allí primero para
echar un vistazo a los que llegaron más lejos: los neoguineanos y los aus-
tralianos.

Los PRIMEROS AUSTRALIANOS

Puede que haya habido más debates académicos sobre qué humanos
llegaron primero a Australia y sobre cuándo llegaron que sobre ninguna
otra incógnita planteada por la arqueología de la región. La pregunta
cuáles, una llamada a filas para los multirregionalistas y sus reiterativos
argumentos sobre diferencias regionales de formas craneanas deriva-
das de humanos anteriores (véase el capítulo 1), va perdiendo pertinen-
cia ante las crecientes pruebas genéticas de que todos los australianos y
neoguineanos modernos pertenecen al clan Nasreen o al clan Manju.' En
otras palabras, no son casos especiales, no son de un tipo humano primi-
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 163

tivo ni humanos modernos mezclados con el Horno erectus local. La acu-


mulación de testimonios no ha impedido que los multirregionalistas ha-
gan intentos de última hora, al estilo de Spielberg, utilizando ADN muy
antiguo para revitalizar sus alegatos. Sin embargo, los testimonios dis-
ponibles dicen que los pobladores de la región pertenecen a la misma
emigración L3 que todos los demás (en la nota puede verse un comen-
tario sobre los últimos avances en este delicado terna)." La pregunta cuán-
do está adquiriendo últimamente mucha más actualidad. Los historiado-
res gustan de adjuntar acontecimientos a las fechas en vez de contentarse
con un sencillo orden cronológico, de modo que hablaré de las fechas
primero, aunque probablemente será el último punto que acabará resol-
viéndose.
El testimonio arqueológico que se considera más antiguo sobre la
actividad colonizadora de los humanos modernos fuera de África era
australiano hasta hace poco, pero se trata de un campo que cambia muy
aprisa. Hasta la última década del siglo xx no había pruebas claras de que
hubiera habido humanos en Australia y Nueva Guinea hace más de
40.000 años. Ahora parece, como ocurre con las dataciones de Europa,
que estos resultados se debían a las limitaciones del método de datación
del carbono 14. Pero entonces empezaron a aplicarse métodos nuevos.
-Uno, la llamada datación de sílice por luminiscencia, permitió a los in-
vestigadores sondear más allá del límite de 40.000 años del carbono 14.
En 1990, el equipo australiano formado por el geólogo Richard Roberts
y la arqueóloga Rhys Jones situaron entre 60.000 y 50.000 años la pri-
mera ocupación de un refugio rocoso (véase la figura 4.1) de la costa de
la Tierra de Arnhem, al norte de Australia. La Tierra de Arnhem está
enfrente mismo de Timar, la isla más cercana del archipiélago indone-
sio y, por lo tanto, el trampolín que probablemente emplearon los pri-
meros australianos.'
De pronto, las «fechas» australianas dieron un giro espectacular y, por
así decido, derribaron las murallas. En 1996, el arqueólogo Robert Fulla-
gar investigó las pinturas rupestres de Jinmium. Las paredes de este
refugio están cubiertas de incisiones que se conocen con el nombre de
alvéolo s picoteados. Fullagar informó de que un fragmento de arenisca
caído y enterrado en los sedimentos se había datado con dos procesos in-
dependientes que habían arrojado una antigüedad de 50.000 y 75.300 años.
Además, recuperó utillaje lítico de estratos fechados por la termolumi-
niscencia entre 116.000 y l76.000 años, lo que al parecer convertía la
cueva en la habitación humana más antigua del continente y casi tripli-
164 LOS SENDEROS DEL EDÉN

caba la antigüedad de los refugios de la Tierra de Arnhem, mencionados


anteriormente. Estas nuevas fechas causaron una conmoción. Pero el pro-
blema pareció resolverse cuando se demostró que las fechas exagerada-
mente antiguas que se habían atribuido a la tierra que rodeaba el utillaje
se debían a la contaminación producida por arena de los escombros caí-
dos. En otras palabras, las fechas eran falsas y el análisis de los granos de
arena contribuyó a detectar y corregir las inexactitudes causadas por la
contaminación. En consecuencia, las fechas más antiguas de la ocupa-
ción humana de Australia siguen girando alrededor de los 60.000 años."
También hace poco se han publicado unas polémicas conclusiones
que dan 62.000 años de antigüedad y que se han basado en distintos ex-
perimentos efectuados con la tierra que rodeaba el esbelto esqueleto de
un «humano anatómicamente moderno» encontrado en el lago Mungo,
en la región de Willandra Lakes, al sureste de Australia. Uno de estos in-
formes señala que, para llevar allí tanto tiempo, los primeros australianos
debieron de haber llegado en fecha muy anterior, con un nivel del mar bajo.
La oportunidad del nivel bajo para llegar a Australia hace 70.000 años
da a entender que la población «anatómicamente moderna» del lago
Mungo estaba entre los habitantes más antiguos del continente, puesto
que el anterior descenso del nivel del mar se había producido 80.000 años
antes, en el alba de nuestra especie."

UNA SOLA OPORTUNIDAD

Al margen de las polémicas académicas, parece haber ya una acu-


mulación de testimonios procedentes de varios yacimientos que remon-
tan la presencia humana en Australia a 60.000 años atrás. Esta fecha
coincidió con el final de una profunda depresión de los océanos causada
por el aumento de la retención de agua en los casquetes glaciares sep-
tentrionales y que hizo que las playas australianas quedaran unos 80 m
por debajo del nivel actual. Aunque el límite inferior del descenso del ni-

FIGURA 4.1. Salto hacia Australia. Mapa del sureste asiático (Tierra de la Son-
da) y de Australia/Nueva Guinea (Tierra de Sahul) tal como eran hace 70.000 años, con
el nivel del mar 80 m por debajo del actual. La recolección de conchas se practicaba
a pie enjuto hasta Bali; pero para llegar a Sahul había dos rutas posibles y las dos exi-
gían ir de isla en isla. Era más fácil ir por el sur hasta Timor; para ir más allá se de-
pendía de las oscilaciones del nivel del mar.
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I I I rn nivel del mar-80 m


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166 LOS SENDEROS DEL EDÉN

vel marino durante aquella glaciación se ha datado en 70.000 años, el nivel


de las aguas siguió estando bajo hasta hace unos 65.000 años y luego as-
cendió con rapidez. 10
La presencia de humanos en la costa noroccidental australiana desde
hace 62.000 años contradice la posibilidad de que llegaran precisamente
por entonces, porque el nivel del mar había empezado a subir hacía ya
3.000 años. Habría habido algunas dificultades para llegar a Australia si la
travesía se hubiera efectuado realmente hace 62.000 años. La profundidad
real de la depresión es decisiva y determina la posibilidad de pasar con éxi-
to de Timor a Australia. En cualquier mapa topográfico que muestre la pro-
fundidad de la plataforma litoral del norte de Australia podemos ver que
la distancia entre Australia y Timor pasa de 170 km en la cota de -80 m a
220 km en la cota de -40 m ya 470 km en la cota de -20 m (véase la fi-
gura 4.1). La diferencia entre 170 km Y220 puede parecer pequeña, pero
hasta hace 20.000 años, el límite máximo de las travesías interinsulares
en todo el mundo era de 180 km. La travesía más antigua que se conoce
con esta distancia fue la colonización de la isla de Manus, al norte de Nue-
va Guinea, hace alrededor de 20.000 años. Así pues, salvo que la coloniza-
ción de Australia fuera resultado de un solo y lento proceso, la oportunidad
para llegar a este continente apareció hace entre 65.000 y 70.000 años; de
ese modo quedaría reflejada en el registro arqueológico del período com-
prendido entre 62.000 y 55.000 años. En cualquier caso, presentar la co-
lonización de Australia exclusivamente como una serie aleatoria de emi-
graciones casuales es una hipótesis inverosímil, dados los testimonios
genéticos de multitud de líneas maternas fundadoras del lugar. La mencio-
nada fecha de llegada es compatible con los 68.000 años de antigüedad ge-
néticamente calculados para la expansión de las poblaciones australianas. II
Además, tenemos que poner en otro contexto los testimonios que dan
60.000 años de antigüedad a la ocupación, pues hay restos de conchas en
algunos de los yacimientos más antiguos del continente. Es de creer, por
lo tanto, que los primeros que poblaron el noroeste de Australia eran to-
davía recolectores de conchas cuando llegaron. Si lo eran, no hay que es-
perar testimonios datables de su presencia inicial en las costas, porque el
mar de Timor ha avanzado 500 km en los últimos tiempos y ha cubierto
aquellos refugios costeros del principio. El testimonio más antiguo y
compatible con una entrada en bajamar hace 65.000-70.000 años debe-
ría estar, naturalmente, por encima de la siguiente pleamar. Esta pleamar
se alcanzó hace entre 55.000 y 60.000 años, elevó el nivel del mar hasta
20 m por debajo del nivel actual y puso la playa muy cerca de donde está
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 167

en nuestros días. La presencia de una playa próxima al refugio rocoso


de la Tierra de Arnhem hace 55.000-60.000 años es una suposición com-
patible con los niveles marinos previstos y con los 50.000-60.000 años
de antigüedad que da el geólogo Richard Roberts a la ocupación de
aquellos puntos. Si tenemos en cuenta este interludio, dependiente del
mar, entre la colonización y los testimonios arqueológicos de la ocupa-
ción, pensar que la travesía aprovechó el siguiente nivel bajo del mar, hace
55.000 años, sería proponer una fecha muy tardía y la ocupación difícil-
mente se reflejaría en el registro arqueológico antes de hace 50.000 años. 12
La vecina de Australia, la gigantesca Nueva Guinea, plantea el mis-
mo problema de accesibilidad a todo colono en ciernes, pero entre un caso
y otro hay importantes diferencias. Hay una posibilidad muy clara de
que Nueva Guinea se colonizase incluso antes que Australia. Digamos en
primer lugar que para recorrer las islas de Indonesia oriental hay dos ru-
tas con escalas (véase la figura 4.1). Como ya hemos visto, el camino di-
recto para pasar a Australia desde Timor exige que el nivel del mar esté
muy bajo si se quiere llegar con vida al final del último y largo tramo del
mar de Timor. En cambio, el camino natural hasta Nueva Guinea por Su-
lawesi y las Molucas tiene distancias interinsulares más cortas y apenas
resulta afectado por los cambios del nivel del mar. Desde cada isla del
itinerario se veía la siguiente. Las islas tienen costas en pendiente y para
llegar a Nueva Guinea se cruzaba muy poca plataforma continental. En
consecuencia, los cambios del nivel del mar afectaban poco a las distan-
cias interinsulares y fueran cuales fuesen las condiciones el viaje era ya
así de fácil (o de difícil) cuando nuestros antepasados llegaron a Borneo
por tierra. 13
Podría preguntarse si hay pruebas de que los australianos no siguie-
ron esta ruta alternativa septentrional, algo más larga, porque Australia
estuvo físicamente conectada con Nueva Guinea durante todo este perío-
do. El cuadro genético nos dice que los autralianos y los neoguineanos
no tienen clanes en común y que los segundos están genéticamente tan
alejados de los primeros como de cualquier otra población no africana.
Por si fuera poco, se ha calculado que la expansión de los clanes de
ADNmt indígena se produjo hace alrededor de 77.000 años, mucho an-
tes que la de los australianos. Esto sugiere que Nueva Guinea se coloni-
zó antes que Australia y además que los clanes australianos no eran des-
cendientes de los de Nueva Guinea; en otras palabras, es posible que los
primeros colonos australianos prefirieran seguir un trayecto insular vir-
gen, aunque era el más arriesgado. 14
168 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Esta seductora historia genética, compatible con la antigüedad e in-


dependencia de la colonización de Australia y Nueva Guinea, apenas
aparece reflejada en el registro arqueológico de las islas de Indonesia
oriental, ni en el de Nueva Guinea. Hasta hace muy poco, en ninguno de
los dos itinerarios interinsulares que cruzaban Indonesia oriental había
ningún rastro de presencia humana con una antigüedad de 40.000 años,
y no digamos de 70.000 años. Los interesantes testimonios encontrados
recientemente en Flores, una de las islas mayores de la ruta meridional,
podrían cambiar todo el panorama. La excavación de un pozo de 7 m en la
cueva de Liang Bua ha dejado al descubierto un registro arqueológico
ininterrumpido que abarca 840.000 años. Liang Bua podría ser una im-
portante fuente de testimonios culturales y paleontológicos sobre buena
parte de ese período, que abarca la fecha de llegada de los humanos mo-
dernos. Dos especies humanas ocuparon la cueva durante aquel tiempo.
La datación de la llegada de los primeros humanos está revisándose to-
davía, pero podría ser el mejor testimonio que tenemos hasta la fecha
para datar la aparición de los humanos modernos en Asia oriental. 15
Ahora bien, si, siguiendo la tesis de la oportunidad, la colonización
de Australia se produjo realmente entre 70.000 y 65.000 años atrás, y la
isla de Flores e incluso Nueva Guinea se colonizaron hace 75.000 años,
tendríamos que preguntamos con qué antelación habrían tenido que salir
de África los humanos modernos para llegar a los mares del Sur. Sin con-
jeturas, es una pregunta muy difícil de responder. En principio no pode-
mos decir cuánto tardaron en comerse literalmente lo que encontraron
camino de Timar o de Sulawesi si no dejaron ningún rastro. Como sabe-
mos por el registro mareográfico, las playas que barrieron nuestros an-
tepasados hace 60.000-80.000 años están actualmente sumergidas, así
que no es probable que encontremos muchos testimonios; salvo que nos
pongamos a bucear.

¿Los VESTIGIOS MÁS ANTIGUOS DEL RASTRO


DE LOS RECOLECTORES DE CONCHAS?

Está además el problema de que, si nuestros antepasados salieron de


África hace más de 70.000 años, es posible que al principio fabricaran y
utilizaran herramientas anticuadas muy parecidas a las empleadas por los
especímenes de Horno sapiens arcaico que tal vez salieron de África por
lo menos 100.000 años antes (véase el Prólogo). Tales herramientas del
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 169

Paleolítico Medio abundan en la India desde hace 160.000 años y, por lo


tanto, no hacen un buen papel como marcadores de la llegada de «huma-
nos anatómicamente modernos». En las arenas de la costa meridional de
la península Arábiga también abundan las herramientas del Paleolítico
Medio, pero no se han datado con seguridad. Yemen, mi supuesto pun-
to de desembarco del solitario éxodo, no ha recibido mucha atención ar-
queológica últimamente, pero allí se ha encontrado instrumental lítico
parecido al de las postrimerías de la Edad de Piedra Media africana. 16
Las fechas arqueológicas más antiguas de Australia y la posibilidad
de que Nueva Guinea se colonizase antes se han corroborado gracias a la
nueva evaluación de la cultura paleolítica de Kota Tampan, encontrada
en la cuenca del Lenggong, en el estado de Perak, de Malaisia, a dos ter-
cios del trayecto total de África a Australia. Los arqueólogos de los años se-
senta supusieron que esta cultura, identificada al principio por la pre-
sencia de guijarros (pebble-tools) grandes, extraños y tallados con cierta
tosquedad, trabajados por un solo lado, era fruto de una especie humana
más antigua. Cuando volvieron a evaluarse los estratos geológicos que
rodeaban el utillaje, se puso de manifiesto que eran más recientes. El in-
terés se disparó en 1975, cuando Tom Harrison, el pintoresco conserva-
dor del Museo de Sarawak, quiso relacionar las herramientas con la tre-
menda erupción del Toba, el volcán de Sumatra. Esta sugerencia, basada
en el análisis de las cenizas volcánicas que rodeaban las herramientas y
el yacimiento, levantó una liebre tan rápida que sólo en los últimos tiem-
pos ha aflojado el paso lo suficiente para que otros la vean bien."
Nadie ha investigado más la cultura de Kota Tampan y la cuenca del
Lenggong que la arqueóloga Zuraina Majid, de la Universiti Sains Ma-
laysia de Penang. El extensivo trabajo que ha realizado en numerosos ya-
cimientos de la cuenca del Lenggong sugiere que pudo haber existido
allí una cultura de guijarros tallados desde los tiempos de la gran erup-
ción del Toba hasta 7.000 e incluso 4.000 años antes del presente. 18 Si es
así, podría ser la respuesta a una de las preguntas más persistentes sobre
los guijarros ovales tallados por un solo lado: ¿quién los hizo? No son
herramientas especializadas, ni mucho menos. Los humanos arcaicos de
África y Europa hacían útiles de mejor aspecto mucho tiempo antes, lue-
go ¿por qué tendría nadie que pensar que los unifaces empotrados en la
ceniza volcánica habían sido fabricados por humanos modernos que vi-
vían en la época de la erupción?
Dos de las máximas autoridades en el Paleolítico del sureste asiático,
los arqueólogos australianos Peter Bellwood y Sandra Bowdler, están de
170 LOS SENDEROS DEL EDÉN

acuerdo con Zuraina Majid y Tom Harrison en que lo más probable es


que fueran «humanos anatómicamente modernos» los fabricantes de este
instrumental. Por lo pronto, la fecha de la mayoría de los guijarros en-
contrados en la cuenca del Lenggong es demasiado reciente para que las
fabricara nadie más. En segundo lugar, jamás se ha encontrado un solo
humano premoderno en la península de Malaca y menos aún en la cuen-
ca del Lenggong. El as de triunfo de Zuraina es el «Hombre de Perak»,
del que se habló mucho y que su equipo encontró en la cueva de Gunung
Runtuh, en la cuenca del Lenggong, en 1990. Era un esqueleto comple-
to de humano moderno y estaba rodeado por la misma clase de guijarro
tallado; los expertos dijeron que tenía características australomelanesias.
Tenía unos 10.000 años de antigüedad. Esta clara asociación reciente de
guijarros tallados y humanos modernos socava el argumento de que los gui-
jarros tallados de Kota Tampan eran demasiado toscos para deberse a in-
dividuos modernos. La misma localidad aporta también un vínculo de
continuidad con el utillaje más antiguo, suposición que según Zuraina
está reforzada por comparaciones técnicas. Así pues, al menos por el mo-
mento, el Hombre de Perak es el mejor testimonio local de que los gui-
jarros tallados más antiguos y empotrados en la ceniza fueron fabricados
por la misma especie de humanos (modernos). 19
Otro venerable experto en la arqueología del sureste asiático es Ri-
chard Shutler, que señala de un modo más general que estos utillajes fue-
ron llevados al sureste asiático insular por Horno sapiens hace unos
70.000 años. (El sureste asiático insular o SAl -para diferenciado del
sureste asiático continental- comprende todas las islas de Indonesia y
las Filipinas, más todo Borneo y menos Nueva Guinea occidental.) Shut-
ler advierte que no ha de pensarse que este utillaje refleja un retroceso
cultural, y coincide con otros en que la calidad de la materia prima dis-
ponible determinaba lo que podía servir de herramienta y en que es más
probable que para artículos más especializados, como los cuchillos, se
utilizara el bambú."
Pero ¿qué antigüedad tenía la ceniza de Kota Tampan? Cuando se
dató por primera vez, hace unas décadas, el resultado fue 31.000 años.
Que la ceniza del volcán Toba tuviera esta antigüedad viene preocupan-
do desde el principio a los geólogos e incluso a los arqueólogos como
Peter Bellwood." El problema es que la gran erupción del Toba no se
produjo hace 31.000 años. La última erupción del Toba, la explosión más
atronadora de los últimos dos millones de años se produjo mucho antes,
hace entre 71.000 y 74.000 años. Algunos geólogos, entre ellos el que hizo
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 171

la datación primera, llegaron posteriormente a la conclusión de que la ce-


niza que rodeaba las herramientas tenía realmente 74.000 años de anti-
güedad. La fecha es importantísima. Si los guijarros tallados de Kota Tam-
pan fueron obra de humanos modernos, entonces son el más antiguo
testimonio datado con seguridad de la presencia de humanos modernos
fuera de África. Todo parece indicar, pues, que los antepasados de los
australianos salieron de África y llegaron a Malasia por la ruta de los re-
colectores de conchas antes de la gran erupción del Toba.
Quizá haya algo más importante que la exactitud de la datación y es
que la conexión entre utillaje lítico y cenizas en la península de Malaca
pone a los primeros indios y pakistaníes en la trayectoria directa de la
mayor catástrofe natural que haya caído sobre los humanos en toda su
historia. La erupción del Toba fue la explosión más potente que se cono-
ce en los dos útimos millones de años. La nube de ceniza, empujada por
el viento, se extendió por el noroeste y cubrió toda la península del In-
dostán (véase la figura 4.3). La capa de varios metros de espesor puede
verse por toda la región incluso en la actualidad y en dos yacimientos in-
dios aparece asociada a herramientas del Paleolítico Medio y Superior."
La coincidencia de herramientas y cenizas permite prever que se formó
un surco profundo, ancho y genéticamente estéril que separó el este del
oeste; la India se recuperaría al final por la recolonización que llegaría
por ambos lados. Como veremos, en el mapa genético de Asia existe un
surco así.
A pesar de que el Toba está cerca del estado de Perak, la nube de ce-
niza sólo pasó rozando la península de Malaca. Los habitantes de Kota
Tampan no tuvieron suerte; otros que estaban en la península se libraron.
Algunos, basándose en la morfología craneana, creen que los negritos (se-
mang) indígenas, que son cazadores-recolectores y todavía viven en la
misma zona de la densa pluvisilva del norte de Malaisia, son descendien-
tes de poblaciones como el Hombre de Perak. La continuidad de la cul-
tura de Kota Tampan que postula Zuraina Majid permite establecer un
vínculo que se remonta a las herramientas de 74.000 años de las cenizas
del Toba. En el capítulo siguiente repasaremos los testimonios físicos
que vinculan a los semang con los primeros humanos modernos que lle-
garon por el litoral del océano Índico."
Con vistas a producir un documental, The Real Eve, «La verdadera
Eva» (en el Reino Unido se tituló Out of Eden, «Fuera del Edén»), con el
que está relacionado este libro, Discovery Channel contribuyó a costear
un muestreo genético de los grupos indígenas de la península de Malaca
172 LOS SENDEROS DEL EDÉN

que dirigí en colaboración con el genetista inglés Martin Richards y al-


gunos científicos malaisios. Este muestreo formaba parte de un estudio
de alcance mayor sobre la genética de Asia oriental. Los resultados del
ADNmt fueron muy interesantes: las tres cuartas partes del grupo se-
mang (es decir, los negritos) tienen sus propias y exclusivas líneas Man-
ju y Nasreen, con pocas adiciones del exterior, lo cual es compatible con
la idea de que sus antepasados llegaron con los primeros recolectores de
conchas. Estas dos líneas exclusivas se remontan directamente a las raí-
ces de Manju y Nasreen (las dos primeras hijas de la Eva extraafricana;
véase el capítulo 1). Su línea Manju no se encuentra en ninguna otra po-
blación del sureste asiático (ni del resto del mundo) y, aunque ha sufrido
una fuerte deriva genética por culpa de la reciente reducción de la pobla-
ción, conserva diversidad suficiente para indicar una antigüedad aproxi-
mada de 60.000 años. El grupo de la línea Nasreen, R21, desciende de
Rohani, la hija genética de aquélla. Esta ausencia de conexiones espe-
cíficas con las demás poblaciones euroasiáticas es compatible con la idea
de que llegaron allí hace mucho tiempo y permanecieron genéticamente
aislados en la selva de la península de Malaca."
Otro testimonio de la zona tal vez podría situar a los «humanos anató-
micamente modernos» del Lejano Oriente por encima de los 70.000 años
de antigüedad. Se trata del célebre esqueleto de Liujiang, en el sur de Chi-
na. Consiste en un cráneo bien conservado y un puñado de huesos, y 10
encontraron en 1958 unos recolectores de fertilizantes en una pequeña
cueva de Tongtinian, en la comunidad autónoma de Guangxi Zhuang. No
cabe duda de que el individuo era «anatómicamente moderno», pero des-
de el principio hubo polémicas sobre su edad. Se dató con uranio y se ob-
tuvo una antigüedad de 67.000 años, pero este resultado se puso en duda
por el lugar exacto en que estaba en relación con estratos geológicos ya
datados. En diciembre de 2002, un grupo de investigadores chinos diri-
gido por el geólogo Shen Guanjun informó de la revisión que habían lle-
vado a cabo de la estratigrafía de la cueva y la datación del cráneo (revi-
sión que extendieron a otras cuevas vecinas) y señaló que éste no tenía
menos de 68.000 años y podría situarse entre los 70.000 y 130.000 años
de antigüedad. El cráneo se encontró en lo que en geología se llama «in-
trusión», es decir, una filtración de materiales de diversas épocas. Según
el artículo que publicaron en el prestigioso Joumal of Human Evolution, el
límite inferior de 68.000 años parece sólido, ya que se obtuvo calculando
la antigüedad de los depósitos calcáreos que quedaban por encima y cu-
briendo la intrusión. (Un depósito calcáreo se forma cuando el agua infil-
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 173

trada deposita calcita en una pared o en un suelo.) Su datación preferida,


la comprendida entre 111.000 y 139.000 años de antigüedad y basada en
fragmentos no estratificados de depósitos calcáreos y de calcita del inte-
rior de la intrusión, me parece más especulativa. Sea cual fuere el resulta-
do, el seguro límite inferior de la presencia de aquel humano anatómica-
mente moderno en el Lejano Oriente apoya también la teoría de que la
emigración primitiva por el mar Rojo se produjo antes de la erupción del
Toba, es decir, hace más de 71.000-74.000 años. Porque para estar en Chi-
na hace 68.000 años, sus antepasados tuvieron que expandirse antes por
un territorio de longitud equivalente a la cuarta parte del ecuador."
Sin embargo, algunos están convencidos de que los indígenas austra-
lianos proceden de una emigración africana anterior que dio origen a los
europeos, los asiáticos y los primeros americanos. Pero el rastro gené-
tico, una vez más, nos cuenta otra historia. Diversos estudios con clanes
matemos australianos han puesto de manifiesto que todos pertenecen a
nuestros dos superclanes Manju y Nasreen, y las abundantes investiga-
ciones con el cromosoma Y han revelado que todas las líneas masculinas
australianas pertenecen al mismo clan del Adán extraafricano al que per-
tenecen los demás no africanos, y que son de las líneas Set y Caín. La
misma distribución se ve con marcadores genéticos no transmitidos ex-
clusivamente por un solo progenitor. En otras palabras, el testimonio ge-
nético mixto sugiere con insistencia que los australianos proceden tam-
bién de la misma y única emigración africana. La lógica de este método,
en combinación con las fechas arqueológicas comentadas más arriba, si-
túa la llegada del humano moderno a la península de Malaca hace más de
74.000 años y a Australia hace aproximadamente 70.000. Además, esta
datación es compatible con la fecha de salida de África que se deduce del
estudio de los recolectores de conchas. Como hemos visto en el capítulo 1,
el motivo para abandonar el continente africano pudo ser el malogro de
la recolección en las costas del mar Rojo por culpa del brusco aumento
de la salinidad que comenzó hace 80.000 años. Mis cálculos sobre la cro-
nología del viaje por el litoral del Índico permiten pensar que los reco-
lectores de conchas pudieron tardar sólo 6.000 años en apurar las existen-
cias de la línea costera hasta Perak y otros 4.000 en llegar a Australia.
Estas magnitudes son necesarias para salvar la diferencia entre 80.000
años, momento de la salida de África, y 70.000 años, momento de la lle-
gada a Australia. La primera fecha es compatible con las estimaciones
cronológicas del reloj molecular sobre la expansión del racimo africano
L3 (véase también el capítulo 1).26
174 LOS SENDEROS DEL EDÉN

CARA A CARA CON LA MADRE QUE ENGENDRÓ MIL MILLONES DE FAMILIAS

Un detalle que viene obsesionando a periodistas y cineastas desde


que apareció el artículo sobre la Eva mitocondrial en Newsweek, en 1988,
es qué aspecto tenían ella y sus compañeras. Es probable que se diferen-
ciasen mucho entre sí, que fueran más variadas que cualquier selección
aleatoria de personas que hiciéramos hoy en un país cualquiera. Al fin
y al cabo eran la reserva de la que brotaron todos los no africanos y todos
los indicios dicen que la variación en el interior de los grupos disminu-
ye conforme nos alejamos de África, un fenómeno perceptible incluso en
la actualidad. Pero también aumentan las diferencias entre los grupos,
por ejemplo entre los chinos, los primeros americanos, los polinesios, los
melanesios y los australianos, conforme nos alejamos de África; de este
modo da la sensación de que la diferencia entre las llamadas razas aumen-
ta en razón proporcional a su distancia de África. Permítaseme decirlo de
otro modo. Mi difunta y queridísima suegra, que era china, me dijo en cier-
ta ocasión -y no lo decía en broma- que todos los europeos le pare-
cíamos iguales. Los europeos suelen decir lo mismo de los chinos. Hay
en esto una paradoja que tenemos que resolver antes de seguir rastrean-
do la diáspora genética fuera de África.
Todo es cuestión de cómo se bifurca la diversidad. Lo que parece una
paradoja en realidad es el resultado de múltiples divisiones de grupos de-
siguales con algo de deriva genética en el proceso. Podría explicarse
del siguiente modo: conforme los exploradores se dividían en una cre-
ciente cantidad de ramas, la variación genética original quedaba repartida
en diferentes grupos que hoy viven dispersos por Eurasia y América. Du-
rante los últimos 50.000 años aproximadamente, los miembros de estos
grupos escindido s de la diáspora extraafricana han acabado por parecer-
se más entre sí que a los miembros de otros grupos. Los grupos escindi-
dos se han diferenciado unos de otros. Aunque más tarde sostendré que
muchos de estos cambios fueron auténticas adaptaciones evolutivas a los
nuevos entornas, algunos se debieron a la forma aleatoria y desigual de
partirse el pastel.
¿Cómo es posible? La respuesta radica en los mismos procesos que
se pusieron en marcha cuando salió de África el primer grupúsculo. Ima-
ginemos -como ya he hecho en otro capítulo- que la reserva de la di-
versidad humana es una bolsa de canicas. Pongamos que en África y
hace 75.000 años había 10.000 canicas en la bolsa. Cuando los emigran-
tes cruzaron el mar Rojo, la diversidad quedó reducida a 250 canicas en
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 175

la colonia fundadora. Esta reducción se denomina «efecto fundador».


Cuando esta primera colonia hubiera vivido aislada durante miles de años
al sur de Arabia, unas canicas habrían sido incapaces de reproducirse y
otras se habrían constituido en tipos dominantes. La bolsa de la variación
genética habría encogido más aún. Como ya he comentado en el capítu-
lo 1, eso es la deriva genética.
Conforme avanzaba la colonia se producían escisiones asimétricas.
Cuando el grupo se volvía demasiado numeroso para los recursos de la
playa, pequeños grupos de exploradores se aventuraban en el interior, re-
montando los ríos. Estos grupos menores llevaban un bagaje genético
. muy inferior al que había salido de África. Habían sufrido más derivas y
más efectos fundadores.
Tenemos que preguntamos ahora cuál era el árbol y cuál la ramifica-
ción. ¿Eran siempre la mayoría los recolectores de conchas y siempre la
minoría los exploradores o el tronco principal se desviaba hacia el interior
en cada etapa? ¿Qué grupo conservaba más canicas? Estas preguntas po-
drían parecer académicas, pero si nuestros periodistas quieren verle la cara
a un grupo moderno que esté a la mínima distancia posible de la emigra-
ción original, ésta es la pregunta a la que debemos responder: ¿qué po-
blación moderna no africana ha conservado más canicas originales?

Los MARCADORES GENÉTICOS NUCLEARES: UNA BOLSA


CON MÁS CANICAS PARA BUSCAR MARCADORES MÁS ANTIGUOS

Para ir más allá con esta pregunta sobre la diversidad tenemos que
descartar los marcadores genéticos de ADNmt y cromosoma Y. Por lo
que se refiere a éstos, sólo una canica original africana de cada línea pro-
genitora sobrevivió en último término para procrear el resto del mundo.
Como ya he dicho, así podemos aducir que hubo solamente una emigra-
ción (véase el capítulo 1). En una línea no hay ninguna diversidad. Y si
queremos comparar la diversidad genética primitiva con la del resto del
mundo, necesitamos tipos de marcador genético que resistieran el efecto
fundador y la deriva genética con más variedad y más población que una
sola línea por unidad. Así que tenemos que revisar el resto de nuestra com-
posición genética, el que reside en el núcleo de las células y no está vin-
culado en exclusiva a uno u otro sexo.
El símil de las canicas estaba muy simplificado para que se enten-
diera mejor. Cuando analizamos la pequeñísima parte del ADN que sir-
176 LOS SENDEROS DEL EDÉN

ve realmente para algo, vemos que de cada gen hay entre una y doce ver-
siones ligeramente distintas. Estas versiones pueden incluirse en términos
generales en un árbol genealógico. La base de cada árbol genético y sus ra-
mas inferiores suelen revelar un predominio africano, pero las últimas
ramas y en ocasiones también las anteriores se encuentran, con frecuen-
cias diversas, fuera de África. Además, podemos fijamos en las partes no
funcionales del ADN que poco a poco adquieren también paquetes adi-
cionales de información insignificante que pueden servir a los genetistas
de correo basura identificador. Estos paquetes añadidos pueden acumu-
larse hasta el punto de llegar a representar ellO por 100 de todo el ADN.
La ausencia de paquetes adicionales específicos en los individuos signi-
fica por lo general que han conservado el tipo ancestral o africano."
Cuando queremos saber qué poblaciones han conservado más heren-
cia africana original, nos remitimos a Australia y a Nueva Guinea. Estas
dos grandes masas tectónicas forman juntas la inmensa, distante y par-
cialmente sumergida plataforma continental de Sahul y han conservado
más tipos genéticos africanos originales que el resto del mundo no afri-
cano." En la actualidad, sin embargo, los neoguineanos y los australianos
no se parecen (véase la lámina 11) y, a juzgar por las apariencias, los úni-
cos habitantes de la región que se parecen a los africanos modernos son
los melanesios, que tienen la piel muy oscura y el pelo muy rizado. Aun
así, los neoguineanos de las montañas, que se tienen por los melanesios
«menos diluidos» de las primeras poblaciones pleistocénicas, tienen ras-
gos mucho más grandes (huesos grandes con arcos superciliares fuertes;
véase el capítulo 5) que los africanos de nuestros días. Lo cual exige que
nos preguntemos por el aspecto que tenían los africanos hace aproxima-
damente 80.000 años, en el momento de la emigración de los moder-
nos. Es casi seguro que no tenian exactamente la constitución delgada
(de huesos pequeños) de los bantúes, los nilóticos, los pigmeos o los !kung
de nuestros días. Los cráneos fósiles de Qafzeh y Skhul, que tienen una
antigüedad de entre 90.000 y 120.000 años, son mucho más robustos que
los de la población africana moderna, lo cual sugiere que los africanos
pueden haber cambiado en este aspecto más que los montañeses de
Nueva Guinea. Puesto que he vivido algunos años en Nueva Guinea y
en África, creo que puedo decir que la cabeza reconstruida de nuestro
documental, y que se basó en un cráneo de Qafzeh, no llamaría hoy la
atención en Nueva Guinea, pero sería más difícil de colar en África
(véase la lámina 12).
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 177

RESTOS GEN ÉTICOS DEL ÉXODO ENTRE LAS POBLACIONES


SUPERVIVIENTES MÁS PRÓXIMAS A ÁFRICA

¿ y acerca de otras poblaciones que podrían estar genéticamente más


cercanas a África a causa de su situación en el antiguo itinerario de los
recolectores de conchas? ¿Qué podemos saber comparando la incidencia
de conservación de los tipos genéticos ancestrales de las poblaciones afri-
canas y las no africanas? Hay dos regiones que destacan. Los pobladores
más cercanos (junto con los australianos y los neoguineanos) son los de
Pakistán y el sur de la península Arábiga, seguidos por los europeos y
luego por los indios. Muy atrás, con la mínima conservación de diversi-
dad africana y la máxima deriva, vienen las poblaciones de Asia oriental
y del continente americano."
La posición de los pakistaníes y de los pobladores del sur de Arabia,
cercana a la raíz, es desde luego la que correspondía esperar de acuerdo
con nuestra hipótesis de que se salió de África por la ruta meridional, y
hay otros testimonios que apoyan esta observación. En la costa meridio-
nal de Arabia se encuentran las aisladas poblaciones hadramaut, que al-
gunos califican de australoides. El 40 por 100 de su bagaje genético ma-
terno está compuesto por líneas africanas; no obstante, aunque alguno de
estos marcadores podría estar relacionado con la Eva extraafricana fun-
dadora, la mayoría ha llegado de África más recientemente. Avanzando
por la costa del Índico, tenemos la península indostánica, cuyas pobla-
ciones también se agrupan genéticamente más cerca de la raíz africana
que las poblaciones situadas al este. Algunos grupos étnicos indios, de
casta y de tribu, se sometieron a un amplio estudio con marcadores auto-
sómicos (es decir, con cromosomas no sexuales). Se averiguó que con-
servaban un porcentaje de tipos ancestrales africanos superior al de los
europeos y otros grupos asiáticos."
Hay más indicios de que en Pakistán se ha conservado la antigua di-
versidad genética africana. Aunque los pakistaníes en general tienen
vínculos de ADNmt con la India, Europa y Oriente Medio, poseen tam-
bién marcadores exclusivos que no se encuentran en ningún otro lugar
fuera de África. Hay poblaciones que se remontan realmente a aquella
antigua conexión. Los makrani, un grupo indígena de los llamados ne-
gritos, viven en la desembocadura del Indo y en la costa pakistaní de Be-
luchistán. Se cree que para salir de África tomaron la ruta costera. Tienen
un marcador de cromo soma Y africano que anteriormente sólo se daba
en África y que es característico de la región subsahariana. Este mismo
178 LOS SENDEROS DEL EDÉN

marcador se encuentra, con incidencias algo menores, en todas las demás


poblaciones del Pakistán meridional, en Arabia Saudí y en los Emiratos
Árabes Unidos, y con altos porcentajes en Irán. Otro marcador de cro-
mosoma Y exclusivo aparece fuera de África sólo en esta región (véase
la nota 31). Otro marcador de cromosoma Y antiguo señala concreta-
mente Pakistán como punto de origen y de separación de caminos. Se
trata de una rama temprana del Adán extraafricano que tiene una alta
incidencia en Pakistán y bajas incidencias únicamente en la India (sobre
todo en grupos tribales) y en Oriente Medio, en Cachemira, en Asia cen-
tral y en Siberia. El hecho de que este marcador no aparezca en Asia
oriental sugiere que el único medio por el que llegó a Asia central tuvo
que ser una temprana expansión por el Indo hasta Cachemira y más al
norte."

EL ORIGEN DE LOS EUROPEOS: ¿DÓNDE NACIÓ NASREEN?

La excelente posición de Asia meridional como conservadora de la


diversidad genética africana nos obliga a hablar del punto de aquella re-
gión en que se dividieron los caminos. Ahora podemos comprobar la ca-
pacidad de nuestro árbol genético materno/paterno para dejar rastros de
sus antiguos movimientos. Aunque la localización de raíces y ramas pri-
merizas de las líneas Nasreen y Manju en la costa de Arabia del sur y del
Beluchistán apoya con firmeza la idea de que sólo hubo una emigración
que salió de África por el sur y se dirigió a Asia meridional, no identifica
por fuerza el punto exacto en que aparecieron Nasreen ni sus seis hijas
occidentales, incluida Rohani, ni las hijas de ésta en Eurasia occidental
(U, HV y JT) (véase la figura 4.2). Aunque Rohani procede claramen-
te de algún lugar deAsia meridional (véase infra), la cuna de sus hijas de
Eurasia occidental está menos clara, aunque reviste un gran interés. No
obstante, cuando observamos el bagaje mitocondrial del rincón suroc-
cidental de Asia (Oriente Próximo más Anatolia, Armenia, Azerbaiyán,

FIGURA 4.2. Árbol del ADNmt de los recolectores de conchas. Muestra las ra-
mas de ADNmt encontradas en el litoral índico-pacífico y Oceanía. En todas puede
verse que la difusión genética va de Asia meridional a Japón y al Pacífico suroc-
cidental. Las líneas horizontales indican regiones; las flechas verticales, la represen-
tación local específica; los nombres con asterisco (*) señalan supuestas poblaciones
supervivientes de aquel viaje.
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 179

1 •••1----- Malayos indígenas'


~,..--------,~I1•••1------ Australia'
>-z~-----------------~:~ +_------- Indochina

<=
<l)
--------------- i.g +--------
0,"'"~ Península Malaca'/Nueva Guinea'

r------------L ~~ ~
.s +-------- Península Malaca'/Nicobar'/Andamán'
z'"
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¡;¡------ :El +_------- Semang*/Senoi*

~I

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"]-----
~-------------r +_------- Irakllndia'/Pakistán/Koya'
:sL ~.BlI +-------- lrak/Hadrarnaut" (S del Yemen)
z--------------- ~< +-------- Yemen'

]'M _
+_------- Australia'
J
N

CY +_------- Nueva Guinea'/Oceanía'


§ _------- Malayos indígenas'
+_------- Semang'

~I ~c ¡¡¡ g,¡,~ +_------- Semang'

cc
~:~ +_------- Semang*

:;;: .~~ +-------- Senoi*


~ti
~-o
::E +-------- Vietnam*
~ ~
i- +-------- Borneo*
+-------- Bomeo*/Península Malaca'
¡--§ir'" o
u +-------- China meridional
el -ee
.~ +-------- China meridionaVYun-nan'/Uttar Pradesh
I ti

~I j +--------
• China meridional

~ +-------- Bomeo*/Filipinas'
r-.

:::i] ~------- +-------- China meridional


~
~ +-------- China meridional
- es.g
~~r 3l'
co
+-------- China meridional
PakistánlGujerat
China meridional
Andamán'
~-- .§~~ e +-------- Chenchu'
'2 ~§
0-0 • Koya'
-o ~
S' -=< +-------- Tamil Nadu*/Bengala Occ."
51 ¿-

~r
ti ti
e,
Andamán'IChenchu'/Koya'
::E +-------- Koya*IChenchu'
:.: ~'~I •
~< IraklPakistánllndia*/Hadramaut* (S. del Yemen)
180 LOS SENDEROS DEL EDÉN

el norte del Kurdistán y regiones más meridionales como Yemen, Arabia


Saudí, Irak e Irán), tal como lo han puesto de manifiesto los análisis so-
bre los orígenes europeos que han llevado a cabo Martín Richards y sus
colegas, encontramos que la máxima diversidad genética de las hijas oc-
cidentales de Rohani se da en Irak (véase el capítulo 3). Son notables en
Irak los altos índices de tipos genéticos originales no clasificados y la
ausencia de otros grupos de hijas occidentales de Nasreen, como W, I o
X. Así, pudiera ser que las hijas occidentales de Nasreen nacieran más al
sur, en Mesopotamia o cerca del golfo Pérsico, antes o durante la prime-
ra migración hacia el norte, por el Creciente Fértil. 32
Estos enigmas sólo pueden desentrañarse mediante un análisis for-
mal de los orígenes, como el realizado por Martin Richards y sus colegas
para seguir las huellas de los fundadores europeos, pero esta vez compa-
rando las regiones de Asia meridional con Oriente Próximo. Mi opinión
es que para que U2i, la nieta india de Rohani, tenga una antigüedad pa-
recida, unos 50.000 años, a la de su hermana U5 en Europa, lo más sen-
cillo es suponer que Rohani y sus hijas (Europa, HV y JT) nacieron al sur
de la región del golfo Pérsico, a mitad de camino entre la India y Europa.
La verdad es que, como hemos visto en el capítulo 3, puede defenderse
con argumentos que varios grupos tempranos con cromosoma Y no africa-
no brotaron en Asia meridional y no en Oriente Próximo.P

ASIA MERIDIONAL: ¿ORIGEN DE TODAS LAS LÍNEAS ASIÁTICAS?

Aunque se ha publicado poco sobre marcadores genéticos del sur de


la península Arábiga, hay mucha información sobre la península in-
dostánica. Para el ADN mitocondrial contamos con un equipo estonio y
con colaboradores asiáticos, a los que hay mucho que agradecer, y hay
varios equipos europeos y norteamericanos que trabajan y colaboran en
el estudio del cromosoma Y. Esta situación podría desviar nuestra aten-
ción hacia la India y Pakistán, pero vale la pena. En Pakistán nace el Indo,
la principal ruta para pasar del Asia meridional a la central, por el oeste
del Himalaya. La India, Bangladesh y Birmania también están surcados
por grandes ríos asiáticos, el Ganges, el Brahmaputra, el Saluén, que nacen
al sur y al este del Himalaya.
Dada la variedad de aspectos físicos y culturas de la India, es una rica
zona de paso étnico y geográfico entre Eurasia occidental y oriental. En
el norte y el oeste vemos un cambio muy gradual en el aspecto físico de
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 181

los individuos, incluida la pigmentación (véase el capítulo 5), según va-


mos de Pakistán a Europa, pasando por Afganistán e Irán. Son sorpren-
dentes las semejanzas entre muchos asiáticos meridionales y europeos.
Esta transición gradual este-oeste por el norte de la India y Pakistán
se refleja en la incidencia relativa de los dos superclanes, Nasreen y
Manju, nacidos de la línea fundadora de la Eva extraafricana (L3) (véase
la figura 4.3). Cuando observamos a los hadramaut de Yemen, la in- ,1

cidencia es de 5 Nasreen por 1 Manju, compatible con la tesis de que


Nasreen se originó más al oeste que Manju, en la región del golfo Pérsi-
co. Entre el mar Rojo y la desembocadura del Indo, en Pakistán, los des-
cendientes euroasiáticos occidentales de Nasreen siguen superando en
número a los de nuestro superclan asiático Manju. Según seguimos hacia
el este, cruzamos el Indo, entramos en Beluchistán y avanzamos hacia la
India, el cuadro empieza a cambiar. La proporción entre Nasreen y Man-
ju es de 1:1 en Rajastán y Gujerat. Cuando llegamos a Bengala y a Ban-
gladesh, la proporción se ha invertido y es Manju quien domina. Vemos,
pues, que el clan dominante en la India es Manju, con una incidencia
creciente conforme avanzamos hacia el este."
Los cambios en el norte y el este de la India son, sin embargo, más
bruscos. En Nepal, Birmania y la India oriental tropezamos con las pri-
meras caras mongoloides de Asia oriental. Estas poblaciones hablan por
lo general lenguas de Asia oriental, una circunstancia muy sorprendente,
porque sus vecinos hablan mayoritariamente lenguas indoeuropeas o
dravídicas. Cuando llegamos al este de Birmania y al Tíbet, ha terminado
la transición al aspecto y a las tradiciones etnolingüísticas de Asia orien-
tal, así como la rápida transformación de los subclanes mitocondriales de
Manju y Nasreen. En el Tíbet, por ejemplo, la proporción entre Manju y
Nasreen se ha invertido y quedado en 3:1, y no vemos ninguna imbrica-
ción aceptable de sus subclanes en la India (véase la figura 4.2). En cam-
bio, en el Tíbet aparece el 70 por 100 de los subclanes de Nasreen y Man-
ju que son característicos de Asia oriental y meridional; el resto está
compuesto por tipos Manju de origen local y sin clasificar todavía. La
parte nororiental de la península indostánica muestra por lo tanto la fron-
tera este-oeste más clara y definida." Esta frontera refleja seguramente
e1profundo surco que abrió en la India la nube de ceniza del volcán
Toba, hace 74.000 años.
Al sur de la península indostánica, el principal tipo físico pasa por lo
general a tener la piel más oscura, el pelo rizado y los ojos redondos de
las poblaciones llamadas dravídicas (véase el capítulo 5). Ciertas com-
182 LOS SENDEROS DEL EDÉN

paraciones de la forma del cráneo relacionan la abundante población ta-


mil de la India meridional con los senoi, un grupo de la península de Ma-
laca, intermedio entre los semang y los malayos indígenas (véase supray."

MANJU NACIÓ EN LA INDIA


y NASREEN SEGURAMENTE EN EL GOLFO PÉRSICO

Manju, que falta casi por completo en Eurasia occidental, nos da mu-
chos motivos para sospechar que nació en la India. Allí es donde alcan-
za su máxima diversidad y antigüedad. En ningún otro lugar tiene tanta
variedad ni tan elevada proporción de tipos originales y ramas primarias
exclusivas. M2, la hija más antigua entre las muchas que tuvo en la India,
se remonta a hace 73.000 años. Aunque no está muy clara la fecha de la
expansión de M2, podría reflejar una recuperación demográfica local
tras la extinción causada por la erupción del Toba, hace 74.000 años. M2
tiene una gran representación entre los chenchu, tribus australoides de
cazadores-recoletores que habitan en Andhra Pradesh y tienen sus pro-
pias y exclusivas variantes de M2 y antepasados comunes con tipos de
M2 encontrados en el resto de la India. En términos generales hay mo-
tivos de peso para localizar la cuna de Manju en la India y no hacia el
oeste o en África."
El espectro tipológico de Nasreen en la India no es el mismo que el
del oeste. Aunque hay tipos de su nieta Europa en el 13 por 100 de los
indios estudiados, se deben casi por entero a dos subramas de Europa,
U7 y U2i (la versión india del clan U2), y a una dispersión de otros cla-
nes de Europa también localizados en el oeste; prácticamente no hay
tipos originales Nasreen. Este resultado sugiere que, aunque U7 y U2i
son clanes muy antiguos de Asia meridional, llegaron por el oeste en el
momento de la primera migración hacia Europa desde Asia meridional,
hace 50.000 años, es decir, mucho después del abandono de África. Tam-
poco hay testimonios que sitúen la cuna de Nasreen en la India, aunque
hay allí un disperso enjambre de hijas de primera generación que tienen
homólogas en Eurasia occidental. 38
La verdadera sorpresa entre las representantes del clan Nasreen en la
India es su hija Rohani. Como se recordará, Rohani es la hija más fecun-
da de Nasreen, ya que engendró a casi todos los occidentales, incluyendo
a Europa, y sin mencionar a las dos hijas del Lejano Oriente con familias
amplísimas (véase la figura 4.2). Rohani, en la India, hace que la fecun-
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 183

o •
O
Manju

o •
Nasreen
Líneas africanas
~ íIII M/N Lugar de origen propuesto
'!111' para Manju y Nasreen

o
\)
'i·G~,;:,' / .
(.:, .....

FIGURA 4.3. Distribución de Nasreen y Manju en Eurasia meridional. En Eura-


sia occidental sólo aparece Nasreen; en la mayor parte de Eurasia oriental hay inclu-
so mezclas de Nasreen y Manju, pero en la costa oriental de la India casi todo es
Manju. A raíz de la erupción del Toba se produjo en la costa oriental una extinción
casi absoluta de la que sólo se recuperó Manju.

didad parezca planificación familiar. El genetista estonio Toomas Ki-


visild ha identificado muchas otras ramas filiales de Rohani, al parecer
todas nacidas en la India y ninguna compartida por otras regiones. Son
tan lozanas estas ramas últimas que Kivisild ha podido fechar su expan-
sión en hace aproximadamente 73.000 años."
En ninguna otra parte, ni al este ni al oeste, encontramos la rica plu-
ralidad de la línea genética Rohani. Basándonos tan sólo en esto pode-
mos alegar que Rohani nació en Asia del sur. Parecería más lógico decir
que Rohani y sus hijas europeas nacieron en el golfo Pérsico y no en la
184 LOS SENDEROS DEL EDÉN

India; pero todavía no hay testimonios genéticos que lo corroboren. Da-


das las cortas distancias y las amplias simas cronológicas, los dos guiones
son igual de verosímiles. Si hay algo realmente improbable es que Ro-
hani naciera en Oriente Próximo o en Europa. En estas regiones no hay
ninguna raíz Rohani que apoye esta posibilidad, con lo que vuelve a dar-
se con la puerta en la cara a la presunta emigración primitiva desde el
África subsahariana hacia el norte.
En relación con el florecimiento exclusivamente indio de los clanes
Manju y Rohani hay algo que quizá sea más interesante y es la posibili-
dad de que representen una recuperación local de la catástrofe provocada
por la erupción del Toba de hace 74.000 años. La India, devastada, tal vez
fuera recolonizada por el oeste por tipos Rohani y por el este por tipos
Manju. Podría haber una confirmación de esta hipótesis en el reciente
estudio que Kivisild y sus colegas han realizado con dos poblaciones tri-
bales del estado suroriental de Andhra Pradesh." Una de estas poblacio-
nes, los chenchu, australoides y cazadores-recolectores, son casi total-
mente del clan Manju y tienen la mayor parte de las principales ramas
Manju que son características y exclusivas de la India. El otro grupo, los
koya, que no son australoides, tiene un surtido de ramas Manju de tipo
indio igualmente abundante (el 60 por 100 de todas las líneas), pero el31
por 100 de tipos Rohani exclusivamente indios. Los chenchu y los koya
poseen, pues, una antigua reserva de líneas genéticas Manju y Rohani de
la India que son anteriores, y abarcan a buena parte de la diversidad ge-
nética materna que está presente en el resto de la península indostánica.
Ninguno de estos grupos posee hoy tipos Nasreen de Eurasia occidental.
La presencia de tipos Rohani en los koya pero no en los australoides
chenchu podría deberse a algún componente de la posible recolonización
de la península indostánica por el oeste. Como testimonio de su evolu-
ción antigua e independiente, y a pesar de su localización y sus raíces ge-
néticas indiscutiblemente indias, no había tipos gen éticos maternos co-
munes (es decir, ninguna coincidencia exacta) a los dos grupos tribales.

Los PRIMEROS VARONES ASIÁTICOS: TRES RAÍCES

¿Podemos postular para el Adán extraafricano fundador una ruta y una


historia parecidas por la costa de Arabia y por Pakistán hasta la India?
Sería más fácil si quedaran representantes del Adán extraafricano, pero
como en el caso de la Eva extraafricana, la línea original de Adán se ex-
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 185

tinguió fuera de África y no dejó más que tres hijos, Caín, Abel y Set, las
tres líneas masculinas que abarcan todas las poblaciones no africanas
(véase el capítulo 3).41
Una de estas tres ramas iniciales, C (o RPS4Y), que he llamado Caín
por el primogénito de Adán, es una línea totalmente no africana y se en-
cuentra, con porcentajes generalmente bajos, en el sur y el este de Asia,
en Oceanía y en América. Caín está presente con un porcentaje más o
menos uniforme del 5 por 100 en toda la India, sin descontar a los pro-
toaustraloides chenchu. La línea de Set, F (o M89), es casi totalmente no
africana; la excepción es la serie de tipos originales que, al igual que una
rama de la línea materna Manju (MI), volvió al norte de África, en con-
creto a Marruecos. La rama Set es con diferencia la más frecuente de
las tres y se encuentra en todo el mundo extraafricano (véase la figura 4.5),
con porcentajes elevados en Australia y Nueva Guinea, lo que indica cla-
ramente que se unió a los otros dos hijos genéticos del Adán extraafricano
en aquella épica emigración de los recolectores de conchas. Es respon-
sable del 95-98 por 100 de las líneas masculinas indias, cuyas ramas pre-
sentan profundas escisiones.f
Entre las ramas de Set más frecuentes en la India hay tres que apenas
se encuentran en el resto del mundo (exceptuando Asia central, que que-
da inmediatamente al norte), lo cual refleja la pauta del florecimiento lo-
cal de las líneas maternas indias. Dos son derivaciones del grupo K, o
Krishna, el hijo más prolífico de Set (véase la figura 4.4), mientras que la
tercera es una rama de Set de la mejor calidad que se ha encontrado en el
norte, en puntos vecinos de Asia central, y también, dato significativo, en
Camboya, es decir, más al este. Los tres tipos tienen una destacada pre-
sencia en las poblaciones tribal es del sur de la India, sobre todo entre los
australoides chenchu. La cuarta parte de la población koya tiene además
un tipo Set original que no es frecuente. Este tipo está mayoritariamente
concentrado en la península indostánica y en zonas vecinas de Asia cen-
tral, lo que afianza la idea de que la India fue la primera escala impor-
tante de Set en la ruta meridional."
Según otro enfoque de la emigración africana, basado en datos del
cromosoma Y, los recolectores de conchas del principio sólo tenían Caín
y Abel; Set apareció mucho después, fue directamente a Asia central por
el norte de África y Oriente Próximo y pasó a la India y al sureste asiá-
tico. Como creo que se ve con claridad en este capítulo y en otros pasa-
jes del presente libro, no estoy de acuerdo con esta hipótesis y sostengo por
una serie de razones -como la estrecha coincidencia geográfica y ge-
186 LOS SENDEROS DEL EDÉN

•... Nueva Guinea*


•... Nueva Guinea*

•... Nueva Guinea*

•... Nueva Guinea*/Malaisia*


•... J Nueva Guinea=S. De China'/Sureste As. '/
1Australia'/Oceanía'fTíbetllndia
.•.J malaisios indígenas*
ISureste Asiático'
•... Sureste Asiático'

•... Sureste asiático'/Japón


•... J Sureste asiático'/Japón
1Andamáns/lndochina"
•... Australia*

•... 1 Chenchu'lKoya'fTamil Nadu'


1Australia'/Oceanía'/ Bengala Occ.'
•... J Australia*/Bengala Occ.*
ITamil Nadu'
•... Chenchu=Bengala Occ."
•... Andamánvlndia"

~ =-~-f:j-oo-~r= L*
Ñ-;e-Ll
•... Tamil Nadu'/Bengala
•... J Chenchu'fTamilNadu"
Occ*

IAndamán'/Bengala Occ.'
o fl--------G2 •... Malaisios
•... J Chenchu'fTamil Nadu'
~-$I-&l-
-_-_-_-_-_-_-_-:_-_-_-_-_-:-= :: 1Koya'/Bengala Occ. '/Camboya'
•... Koya'

0"1
:H
•... J Koya'/Cingaleses'/China meridional
1Australia'/Sureste As. '/Oceanía'
gl-~--------J' •... Bengala Occ'

•... Chenchu'/Bengala Occ'


-1-~--¡::¡--8-_-_-_-_-_-_-_- ;:
------!~~
--------------------~;
i/---- -----: -:::a- •... Australia'
Guinea" - - - - - --

CI I1 .... Japón
~:::
rb<---------- C3a •... Bengala Occ.vlndochinavlapon
,,--.1.. C3' ~ 1,1 •... Chenchuvlndonesia Or'/lndochina'

---------------------i~:c~----:::-~l--------::-~~~~,:::---
:o_-f~:g-C;-$-~ D2a .~ •... Andamán'fTalland,.'/Guam'
O ....- D' e> •... Yun-nan'fTíbetlJapón/~ureste As'

--------- DI! •... Asia central

r"{8~=.
•... Pakistán'

•... Eurasia Occ./Asia central

Eurasia OccJAsia central

~----E3bl Hadramaut' (Yemen)

éQ-~-~- E3b2b Hadramaut" (Yemen)

¡¡,¡ ~-~[~ E3'


8-§!l-~----E3a' :8i! •...J Hadramaut" (Yemen)
r.< 1Makraníes' (S. de Pakistán)
~ ~ El J ~~~S •... Oriente Medio
~ ~ s ~ ;: B2a1 j.~ •... Pakistán*
PRIMEROS
PASOSENASIA,PRIMERSALTOA AUSTRALIA 187

nética de las líneas fundadoras- que una sola ruta por el sur explica me-
jor los hallazgos. Por lo que se refiere a Set en Asia central, el tipo de
cromo soma y indio más frecuente contiene la solución al problema de si
las numerosas líneas Y compartidas por Asia central y la India surgieron
de aquí o de allí. Este tipo es M17, del que he dicho en el capítulo 3 que
era uno de los principales actores europeos que llegó procedente de Asia
central. M17 tiene una incidencia general en la India del 27 por 100, aun-
que en el Panjab llega al 47 por 100. Alcanza su diversidad máxima en
Irán, .la India y Pakistán, lugares donde es mucho mayor que en Asia cen-
tral y en Europa. Esto indica que su tierra natal podría ser Asia meri-
dional. Lo decisivo sería encontrar a la vez porcentajes altos y mucha di-
versidad de M17 entre las poblaciones tribales de la India meridional, sin
excluir a los australoides chenchu y yadhava. Si M17 hubiera sido un in-
truso y no un elemento en estas poblaciones tribales, su diversidad de-
bería ser escasa."

LA POLÉMICA
SOBREYAP: ¿AFRICANO
O ASIÁTICO?

A menudo se llama YAP a la tercera línea inicial, pero yo la llamo


Abel por el segundogénito de Adán. Esta línea tiene una pequeña, pro-
funda y temprana ramificación asiática que se encuentra distribuida in-
termitentemente y casi en régimen de exclusividad por el Lejano Orien-
te (véase infra). La otra rama YAP, la occidental, se bifurcó a su vez y
pobló sobre todo algunas zonas septentrionales de África y Oriente Me-
dio, aunque se dispersó en pequeñas cantidades por Pakistán, la India y
Asia central. Unas líneas derivadas de YAP son de las más comunes en
África, mientras que otras son características de Oriente Medio."
. Hay aquí cierta semejanza con la tradición bíblica: Sem y Cam, dos
hijos de Noé, poblaron Oriente Medio y el norte de África, respectiva-
mente. Por desgracia, parece que no ha sobrevivido la línea Abel inicial,
anterior a la escisión este-oeste, aunque sí sus dos hijos. Lo único que
nos ha legado es el misterio de su origen: ¿Etiopía o Arabia? El dilema
-«¿africano o asiático?»- se mantiene en el nombre de la familia lin-

FIGURA 4.4. Árbol del cromosoma Y de los recolectores de conchas. Muestra


las ramas Y encontradas en el litoral índico-pacífico y en Oceanía. En todas puede
verse que la difusión genética va de Asia meridional a Japón y al Pacífico suroc-
cidental.
188 LOS SENDEROS DEL EDÉN

güística camitosemitica, que habla la mayoría de los descendientes de


YAP. Utilicemos este adjetivo de resonancias bíblicas o el más moderno
«afroasiática», la polémica sobre si el origen de la familia de lenguas es
africano o asiático no ha terminado todavía. Dada la juventud de casi to-
das las grandes familias lingüísticas, una difusión como la que hemos
visto, fuese este-oeste u oeste-este, cruzando el mar Rojo, tuvo que pro-
ducirse aproximadamente en los últimos 12.000 años.
Mike Hammer, un genetista norteamericano, ha dicho y repetido que
YAP nació fuera de África y que uno de sus dos hijos volvió a este con-
tinente tiempo después; en cambio, el grupo de Peter Underhill insiste en
el origen africano.r''Yo me inclino por Harnrner y sostengo que YAP apa-
reció en la primera colonia extraafricana, estuviera donde estuviese, y
luego volvió a África, aunque es posible que la ambivalencia del origen
de la familia lingüística afroasiática refleje más de una semejanza. Las lí-
neas no africanas que poco a poco volvieron a Etiopía y al norte de Áfri-
ea," regresaron después del último máximo glacial, cuando las pobla-
ciones retrocedían para ocupar los desiertos reverdecidos. Una pregunta
interesante es con qué inmediatez se produjo esta nueva expansión pos-
glacial. Ciertos lingüistas y arqueólogos ven en la difusión de las princi-
pales familias lingüísticas del mundo un fenómeno paralelo a la revolu-
ción agrícola del Neolítico, que se produjo hace 5.000-7.000 años." La
datación genética, en cambio, sugiere una nueva expansión durante el
Mesolítico (es decir, hace 12.500 años), mucho antes del Neolítico."
Un aspecto desconcertante del rastro de Abel es que se concentra en
los extremos, Eurasia occidental y el Lejano Oriente, y falta por completo
en la India (véanse las figuras 4.4 y 4.5). Que estuvo en el camino de los
recolectores de conchas se sabe porque hay YAP asiático en las islas An-
damán, en Camboya y en Japón (véase el capítulo 5). Ciertos testimonios
recientes presentan YAP asiático con índices del 3-6 por 100, junto con
YAP occidental con incidencias parecidas, muy al norte del camino cos-
tero, en Asia central (en Uzbekistán). Esta situación refleja la de Caín,
que aunque no está del todo ausente de la India, tiene aquí porcentajes
muy inferiores a los de Asia central. Dado que el YAP asiático, aunque
raro, está presente en los alrededores del camino y más adelante, es po-
sible que su inexistencia en la India -y naturalmente los bajos porcen-
tajes de Caín en Asia meridional- se pueda explicar también por los
devastadores efectos de la erupción del Toba en la península indostánica,
tal como sugieren la geología y la historia genética materna (véase su-
pra). Toba pudo haber formado en la India un cuello de botella genético
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 189

Buriatos, evenki, yakutos

o Ket y seIkup
(j
Even, eVenki,~
oroqen

~Altáj f o

~KaZakOS
r: Mongolia

.......'"::.

FIGURA 4.5. Proporción de los tres fundadores masculinos, Abel, Caín y Set, en
los grupos étnicos de Eurasia. Set es predominante, aunque las cotas próximas al 100
por 100 que alcanza en la India probablemente sean fruto de la erupción del Toba. La
pronunciada deriva hacia Set se da asimismo en Asia noroccidental. Los elevados ín-
dices de Caín en Asia nororiental y Australia y de Abel en el Tíbet, las Andamán y Ja-
pón podrían deberse a la deriva. Esto último es compatible con la extinción local casi
absoluta que se produjo a raíz de la erupción del Toba y de la que sólo se recuperó Set
en la costa oriental.
190 LOS SENDEROS DEL EDÉN

al que siguió una recuperación básicamente local de la línea Set, a ex-


pensas de sus dos hermanos recolectores de conchas, Caín y Abel. 50

LAS TRES LÍNEAS MASCULINAS FUNDADORAS DE ASIA:


TODOS RECOLECTORES DE CONCHAS

¿Podemos, con nuestras líneas masculinas extraafricanas primordia-


les, formular las mismas preguntas que con marcadores nucleares y mi-
tocondriales sobre la ruta más antigua de difusión fuera de África? Creo
que sí. La datación de las ramas Y está todavía en la infancia, pero pode-
mos obtener una imagen de la secuencia geográfica de las ramas si bus-
camos la localización geográfica de antepasados y descendientes. Es el
método filogeográfico. Tomemos primero a Caín, que, con el 60 por 100
de todos los tipos de cromo soma Y de Australia, es la línea dominante.
En Indonesia oriental, concretamente en las islas Molucas y Nusa Teng-
gara, por las que tuvieron que pasar los recolectores de conchas para llegar.
a Australia, encontramos el tipo Caín original, o el menos alterado, del
que procede el tipo australiano exclusivo. Sólo hay otro lugar en el mun-
do donde se dé este tipo Caín original, y es la India, donde tiene una in-
cidencia baja en todas partes, incluso entre los grupos tribales austra-
loides. En la vecina isla de Nueva Guinea encontramos a C2, un grupo
hermano del tipo Caín australiano. Cuando buscamos otras colonias pri-
mitivas, lo primero que vemos es que Caín no aparece en Eurasia oc-
cidental, pero tiene una incidencia creciente en el este y el norte de la In-
dia. El análisis de la incidencia de Caín revela que el punto máximo está
en la costa pacífica de Asia oriental y en el sureste asiático,y que es me-
nos común en el interior, en Asia central, septentrional y meridional. Los
tipos asiáticos pertenecen mayoritariamente a un clan derivado q~e más
tarde se dirigió a América como fundador, aunque hay una diversidad
algo mayor en Japón."
La distribución por la costa de Asia oriental de las acentuadas dife-
rencias regionales de Caín y su prole en el sureste asiático y en Oceanía
(véase la figura 4.5) sugiere que cuantitativamente fue el principal fun-
dador masculino en la ruta inicial de los recolectores de conchas que
bordeó Asia, aunque no el único, porque sus dos hermanos también bor-
dearon la costa para llegar a Asia oriental y Japón. Sólo uno de los dos
tipos masculinos fundadores que quedaban consiguió llegar a Australia
y al sureste asiático, y bordear la costa de Asia oriental, y ése fue Set.
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 191

Está demostrada la presencia de Set en todas esas zonas, con un bajo


porcentaje de incidencia, en su aspecto ancestral u original. Australia
tiene dos tipos ancestrales locales mayoritarios: uno procede de Caín
(véase supra) y es el más común, con más del 60 por 100; el otro viene
de Krishna, el hijo asiático de Set, en un porcentaje que gira alrededor del
30 por 100. Este porcentaje de Krishna se mantiene aproximadamente y
con variaciones por todo el sureste asiático y por la cornisa pacífica has-
ta Corea. No obstante, la línea ancestral de Set se conserva en un 2 por
100 en todo el sureste asiático y Australia, y también en la costa pacífica
de Carea. Este dibujo nos dice claramente que la primera ruta de los re-
colectores de conchas no sólo se dirigió a Nueva Guinea y a Australia,
sino que siguió bordeando la costa asiática hasta llegar a China, Japón
y Carea. La tercera línea Y original, el YAP asiático, consiguió llegar a
Camboya, pero al parecer no pasó a Australia, sino que siguió bordean-
do la costa índico-pacífica; aparece con porcentajes bajos en el sureste
asiático y con porcentajes altos en el Tíbet, China meridional y Japón."
Este gráfico de los primeros varones recolectores de conchas refleja
el de las líneas maternas de ADNmt y nos dice mucho, aunque indirec-
tamente, dela identidad y antigüedad de las primeras líneas fundadoras
masculinas. Una predicción de nuestra hipótesis de la ruta sur dice que
en algún lugar cercano al comienzo del rastro, y antes de la escisión, de-
beríamos encontrar juntas estas tres líneas, las no africanas más antiguas.
Arabia meridional y la región del golfo Pérsico están investigándose to-
davía, pero cuando buscamos las tres líneas masculinas en Pakistán y en
la India en sentido general, allí están las tres. Encontramos raíz y rama
para Caín, Set y los hijos y nietos de SetoEncontramos incluso varios tipos
YAP exclusivos, procedentes de una rama YAP que normalmente sólo se
da en África y en Eurasia occidental. 53
En ningún otro lugar fuera de África encontramos tal pluralidad de
ramas y raíces profundas de Y, exceptuando, con un alcance mucho me-
nor, Asia central y septentrional. Este cuadro de Asia central que la pre-
senta como otra zona de transición entre Oriente y Occidente queda con-
firmado por la rica mezcla de líneas de ADNmt europeas y asiáticas que
también encontramos en esa región.r'Jo cual sugiere que una de las pri-
meras escisiones tras llegar a la India consistió en remontar el Indo hacia
Asia central. Esta temprana ruta interior será uno de los temas que trata-
remos en el capítulo siguiente.
En resumen: en la región surasiática, primera patria de aquellos emi-
grantes de la ruta meridional, vemos las raíces genéticas de aquella ex-
192 LOS SENDEROS DEL EDÉN

pansión, y no sólo en las poblaciones llamadas indígenas de la costa ín-


dica, sino también entre la masa de las poblaciones modernas. Entre es-
tas raíces detectamos campamentos base genéticos de las exploraciones
más occidentales que se emprendieron tierra adentro, hacia el vasto conti-
nente euroasiático. Los exploradores, tras una pausa, partieron hacia Euro-
pa, el Cáucaso y Asia central. Parece que la vanguardia de la columna re-
colectora de conchas conservaba un elevado porcentaje de la diversidad
genética original que quedaba en el grupo que había salido de África y que
avanzó aprisa por las playas del océano Índico. Tan aprisa que fue direc-
tamente a Indonesia y Nueva Guinea, y llegó a Australia mucho antes de
que sus primos hermanos llegasen a Europa.
Aquí es fundamental la cronología comparada del éxodo y de la lle-
gada al sureste asiático, y de la gigantesca erupción del Toba de hace
74.000 años. Primero porque la erupción es uno de los acontecimientos
paleolíticos fechados con mayor seguridad y precisión, y la lluvia de
ceniza que causó es un punto de referencia temporal válido para todo el
sur de Asia. Segundo porque los efectos de la lluvia de ceniza y del ine-
vitable «invierno nuclear» que siguió tuvieron que ser catastróficos
para todas las formas de vida que encontró a su paso y perjudiciales
mucho más allá de sus límites. El hallazgo de herramientas (supuesta-
mente fabricadas por humanos modernos) con ceniza del Toba en la pe-
nínsula de Malaca sugiere que la vanguardia de los recolectores de con-
chas llegó al Lejano Oriente antes de la erupción. La articulación de
esta fecha de referencia con otros testimonios corrobora esta versión.
Entre otras pistas tenemos la última datación del cráneo de Liujiang, las
dataciones australianas con luminiscencia, la datación del nivel del mar
más bajo que permitió pasar a Australia (hace 70.000 años), la datación
genética de la expansión del grupo L3 (hace 83.000 años) y el comien-
zo de la salinización en firme del mar Rojo, que se ha fechado en upos
80.000 años. El mejor testimonio de los primeros humanos modernos
en Asia debería venir de fósiles reales y de su contexto, debidamente
fechado. Este trabajo está en curso en el yacimiento de Liang Bua, en la
isla de Flores.
Ahora bien, si la erupción del Toba se produjo después de la primera
colonización de la India, lo lógico sería esperar una extinción en masa en
la península indostánica que afectara más al sector oriental que al occi-
dental. Es indudablemente una interpretación de la paradoja del cuadro
genético de la India: el rastro genético de los recolectores de conchas se
detecta, pero la mayoría de los subgrupos indios de Manju y Rohani son
PRIMEROS PASOS EN ASIA, PRIMER SALTO A AUSTRALIA 193

exclusivos de la península, en particular entre las tribus del sureste. Esto


es lo que esperaríamos en el caso de que hubiera habido una recupera-
ción tras una gran catástrofe. La antigüedad de las líneas locales más vie-
jas se ha calculado en unos 73.000 años.
En el capítulo siguiente veremos cómo llegaron los exploradores al
norte y al este de Asia y qué hicieron allí.
Capítulo 5
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS

Todos tendemos a ver diferencias. Una pregunta que repiten los ni-
ños desde muy pequeños es: «Mamá, ¿por qué esa persona tiene ese as-
pecto?». Y ésa es la cuestión: ¿por qué las personas de diferentes partes
del mundo se diferencian tanto? ¿Por qué los niños y los adultos se in-
teresan tanto por estas cosas? Para muchas personas, el tema de la dife-
rencia física está relacionado con el racismo, esa obscena y destructiva
forma del comportamiento grupal humano. Pero cerrando los ojos no lle-
garemos a ninguna parte. Las diferencias no desaparecerán. Una inves-
tigación sin prejuicios debería servimos para comprender «por qué esa
persona tiene ese aspecto» y por qué las diferencias en el aspecto físico son
un tema tan delicado.
Un argumento frecuente, presentado en el capítulo anterior, es que
cuando se dividieron los diversos grupos diseminados ya por el inmenso
continente asiático, pusieron distancia por medio y «evolucionaron» ais-
lados unos de otros. Al igual que para defender la unidad de la dispersión
original, hay razones genéticas para apoyar esta idea del aislamiento y el
cambio, pero el apoyo arqueológico y fósil de los pormenores de la his-
toria no está tan claro. La verdad es que hay muy pocos testimonios /
arqueológicos, y no hablemos de testimonios fósiles, que nos indiquen
dónde y cuándo estuvieron los antepasados de los grupos asiáticos mo-
dernos durante la mayor parte de los últimos 70.000 años, así que, hasta
cierto punto, toda respuesta será especulativa. Sin embargo, incluso con
las dudas de que haya testimonios fósiles, la datación de los yacimientos
arqueológicos, el conocimiento del clima prehistórico y los testimonios
de los marcadores genéticos nos permiten reconstruir las rutas que si-
guieron los primeros asiáticos. Los exploradores entraron en el gigantes-
196 LOS SENDEROS DEL EDÉN

co continente por tres puntos de la costa índico-pacífica muy distantes


entre sí. La elección de estas rutas tuvo profundas consecuencias en la
./ posterior diferenciación física de los exploradores, ya que derivó del ais-
vi/ lamiento y de la adaptación al nuevo entorno.
¿Por qué es un tema tan fascinante y, en cualquier caso, qué entende-
mos por «diferente»? La respuesta a lo primero seguramente radica en
nuestra naturaleza, en el hecho de que los humanos hemos desarrollado
una capacidad extraordinaria para reconocer y recordar una amplia can-
tidad de caras. Necesitamos esta facultad, entre otras cosas, porque nues-
tros grupos sociales en general son muy amplios. I Son más amplios, con
una interacción entre sus miembros mucho más compleja, que los de
nuestros parientes vivos más cercanos, los chimpancés. Estamos obli-
/
{/ gados a reconocer a muchas personas. No identificar a personas a quie-
nes deberíamos conocer es vergonzoso e inmediatamente se señala como
una debilidad.
Junto con las ventajas sociales que proporciona, nuestra capacidad
para reconocer caras nos permite clasificar 10 que vemos e identificar
semejanzas físicas comunes dentro de los grupos y diferencias entre un
grupo y otro. Como es lógico, esta capacidad puede influir y de hecho in-
fluye en nuestro comportamiento grupal exclusivista o acogedor y es lo
que puede llevamos a discriminar a los «foráneo s» que parecen «diferen-
tes». Por suerte, la percepción de nuestra tendencia innata a «agrupar y
excluir», y los terribles crímenes contra la humanidad a que puede dar
lugar el racismo organizado nos han obligado a tomar voluntariamente
medidas legales para frenar y prohibir este comportamiento. Pero, por des-
gracia, estos controles no siempre dan resultado y las amargas experien-
cias de los pogromos y la persecución de ciertos grupos dejan indiferen-
tes incluso a antiguas víctimas del racismo.

LA LIMITADA CAPACIDAD DE LAS PALABRAS

Un efecto secundario de la lucha contra el racismo ha sido convertir


/en tabú cualquier debate sobre las razas. Incluso se ha prohibido la palabra
«raza», contaminada para siempre por la época nazi; muchos antropólo-
gos la han descalificado por anticientífica, ofensiya.l:. absgrda, y porque
, /' da la falsa impresión de que las razas son entidades diferenciadas, cuan-
V do en todos los aspectos hay variaciones, gradaciones y adiciones. Todo
10 cual es muy valioso, pero sigue en pie el hecho -que cualquier niño
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 197

advierte de inmediato- de que las personas de diferentes lugares pue-


den tener un aspecto llamativamente distinto. Al final, las prohibiciones
y los eufemismos no sirven para nada; los términos alternativos como
«pueblo» y «grupo étnico» son tan vagos que podrían confundir igual-
mente. En este libro empleo términos como «caggísico», «mon~e» y
«~to» para describir tipologías físicas, no porque sean matemáticamen-
te exactos, sino porque son de uso común. Muchos antropólogos dirán
que son ofensivos y poco precisos. El lector que también lo crea puede
ver en la figura 5.1 la equivalencia entre mi terminología y la terminolo-
gía antropológica que da preferencia a la localización geográfica de las
poblaciones indígenas que parecen aglutinadas por un amplio espectro
de rasgos biológicos.
' Con mi terminología no pretendo ofender a la gente que no tiene mi
;:: aspecto; por el contrario, soy consciente de que para el resto del mundo
. es muy provechoso no parecerse a mí. Sin embargo, creo también que
los eufemismos políticamente correctos son tan imprecisos y desorienta-
dores como los términos de antes. Inevitablemente, una palabra archi-
conocida como «mongoloide» se emplea a menudo como descripción
abreviada de una tipología física general, pero deberíamos recordar en
todo momento que los términos «tradicionales» son descripciones vagas
de una compl~.a realidad biológica que varía muchísimo dentro de los
grupos y en la imbricación interpoblacional.
La diferencia física más llamativa entre los habitantes de Eurasia es
el color de la piel, que tiende a ser más oscura en las soleadas regiones
tropicales. Esto no es una casualidad. La oscuridad de la piel, que de-
pende del pigmento llamado melanina, depende a su vez deun puñado
de genes mal estudiados sujetos a evolución. Quienes viven en las regio-
nes tropicales y subtropicales corren menos riesgo de sufrir quemaduras,
de tener ampollas y de morir por cáncer de piel a causa de la luz ultra-
violeta, precisamente por tener la piel oscura. Hay otras ventajas, menos
espectaculares: por ejemplo, la abundancia de melanina permite a la piel
expulsar el exceso de calor e impide la destrucción del ácido fólico, una
vitamina esencial. Así, en los climas soleados, con el paso de las gene-
~ciones, los individuos con piel oscura viven más por término medio y
tienen familias más numerosas.' En Asia septentrional (es decir, la parte
de Asia que queda al norte de la meseta del Tíbet-Qinghai y al este de los
Urales) y en Europa hay menos sol y menos riesgo de sufrir cáncer de
piel, pero más probabilidades de padecer raquitismo, una enfermedad ósea
causada por la falta de luz solar que todavía mataba niños en Londres a
198 LOS SENDEROS DEL EDÉN

Terminología empleada Terminología basada en la concentración geográfica


en este libro de poblaciones indígenas
,
Africanos Africanos subsaharianos

/ Negritos / semang Habitantes de las Andamán, semang, aeta de Filipinas

v Caucásicos Europeos, Oriente Medio, norteafricanos

1/ Australoides Australianos indígenas, comprendidos los tasmanios


,/ Melanesios Nueva Guinea, Is. Bismarck, Vanuata, Nueva Caledonia

/' Mongoloides
meridionales
Asiáticos del sureste (menos los negritos), polinesios,
micronesios

Mongoloides Asiáticos del noreste (menos los ainu), poblaciones


/ septentrionales americanas

FIGURA 5. L Tabla de terminología aproximada de grupos y nombres étnicos /


diferencias raciales perceptibles.

comienzos del siglo xx. Lo sé porque tuve que hacer una investigación
sobre el raquitismo cuando trabajaba en el departamento de patología del
Royal London Hospital. El raquitismo, u osteomalacia infantil, volvió
con menos fuerza a Gran Bretaña en la segunda mitad del siglo xx pero
afectó a niños de familias procedentes de la penínula indostánica. Entre
otras cosas se debió al color de su piel, que por ser más oscura impedía
absorber parte de la ya escasa luz solar que recibe esié pais.
Hay por lo menos dos f!ler¡a~ €lvolHtivasseleccionadoras que fun-
cionan de manera concertada para graduar el color de la piel de acuerdo
con la latitud. Los cambios epidérmicos y capilares inducidos por el sol
tardan muchas generaciones en producirse. Por los testimonios genéti-
cos que tenemos, parece que los africanos han sufrido siempre una tre-
t/ menda presión selectiva para seguir siendo de piel oscura. Fuera de Áfri-
ca, sin embargo, vemos fluctuaciones en el color de la piel y el cabello
conforme bajamos desde la península escandinava hacia Italia y desde
Siberia hacia el sureste asiático. Los grupos no africanos de piel más os-
//
(/ cura todavía tienden a vivir en países tropicales y soleados. Está claro,
pues, que si para que cambie el color de la piel han de pasar muchas
generaciones, a veces encontraremos individuos cuyos antepasados re-
cientes se fueron a vivir a países soleados y todavía tienen la piel clara
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 199

(y al revés). Un buen ejemplo es Australia, un país soleado cuyos ha-


bitantes son de piel clara porque descienden mayoritariamente de inmi-
grantes recientes. Australia tiene uno de los índices de cáncer de piel más
elevados del mundo y esta circunstancia ha puesto ya en marcha ellen-
to proceso evolutivo que hará que los descendientes de los europeos ten-
gan al final, en términos generales, la piel más o_~~ura.Por el contrario,
es muy probable que los primeros visitantes del norte de Eurasia fueran
de piel muy oscura y que con el tiempo evolucionaran y acabaran por
/tenerla más clara. Salvo en las excepciones como Australia, el color de
la piel se adapta en términos generales a la cantidad relativa de luz ul-
travioleta (véase la figura 5.2).3
Puesto que este rasgo de la evolución afecta a los individuos de todas
las latitudes en todo momento, nuestro color podría contener más infor-
mación sobre los lugares donde vivieron nuestros antepasados en los úl-
timos 10.000-20.000 años que sobre su divergencia genética durante los
60.000 años anteriores. Así pues, el color de la piel de los individuos ac-
tuales tiene un valor limitado a la hora de reconstruir las antiguas rutas
que siguieron los emigrantes de África. En otras palabras, el color no es
el marcador más útil para conocer la prehistoria humana entre los últi-
mos 70.000 y, por ejemplo, 10.000 años. Puede que cause sorpresa saber
que el color de la piel es tan intangible, porque es la característica «racial»
más evidente y marginadora. Sin embargo, la clave del comportamiento
discriminatorio no radica en la lógica, sino en la necesidad de encontrar
un rasgo o pretexto reconocible que consolide nuestro grupo y excluya
a los grupos rivales. La diferencia podría ser trivial. Por lo general nos fi-
jamos en las diferencias más absurdas, por ejemplo, en las variantes re-
ligiosas que más se parecen a la nuestra, para justificar la persecución o
el exterminio de nuestros conciudadanos.

CAMBIOS FACIALES

Otras diferencias más sólidas, por ejemplo la forma de la cara, de-


penden de los huesos del cráneo. Éstos varían según nos fijemos en el
este, el sureste y el sur-de Asia, y suponen un largo período de separación
entre los habitantes de esas regiones. Por toda Asia oriental encontramos
el tipo mQogoloide (véase la lámina 11), que tiene un pliegue de más.Jla-
mado epigpto, para p~el párpado sUPJ:~rior,Yel cráneo y los pó-
~anchos. El tipo se suele dividir en mongoloide septentrional y
200 LOS SENDEROS DEL EDÉN

•fa Pardo oscuro


Pardo
~ Pardo claro
O Despigmentada

FIGURA 5.2. Distribución inicial del color de la piel en el Viejo Mundo. Des-
contando las excepciones evidentes como Australia, los grupos de piel más oscura
tienden todavía a vivir en países soleados y tropicales.

/mongoloide meridional; este último tiene el pliegue ocular menos acen-


tuado y comprende a los chinos y a los tipos mongoloides de piel más os-
cura del sureste asiático (véase la figura 5.3).4
En Asia meridional hay una gran variedad de poblaciones, sobre todo
en la India. La mayoría de los indios, aunque de piel oscura, se parece
más físicamente al europeo y al oriundo de Oriente Próximo que al asiá-
tico oriental. Lo.§.europeos., que tienen la cabeza estrecha y alargada, los
/ ojos redolldos y la piel clara, reciben a veces el nombre de caucásicos.
Cuanto más subimos al norte de la India y Pakistán, más aumenta el pa-
recido físico con los «caucásicos» de Oriente Próximo y Medio. En la In-
dia meridional son mayoritarios los individuos de piel más oscura, pelo
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 201

rizado y ojos redondos. En la India oriental, Assam y Nepal hay indivi-


duos con aspecto más mongoloide.
En el capítulo 4 hemos visto otra categoría de pobladores asiáticos que
podrían ser vestigios del primer viaje de los recolectores de conchas a
Australia. Esparcidos por la costa del océano Índico, unos en Pakistán y
en la India, otros en las islas Andamán, en las Filipinas y en Malaisia,
hay grupos llamados indígenas que por su aspecto recuerdan más a los
africanos y a los neoguineanos, ya que tienen la piel muy oscura y el pelo
muy rizado. Estas minorías se han denominado negroides, negritos y me-
lanesios, respectivamente.
Aunque estos grupos indígenas constituyen una minoría muy redu- /'
cida al lado de las demás poblaciones asiáticas que he mencionado? hace .
tiempo que los investigadores piensan que físicamente están más cerca
de los primeros emigrantes de África que el resto de los asiáticos. Esta
generalización sugiere en realidad que el grueso de la masa demográfica
asiática se ha modificado. Esta opinión se ha visto físicamente confirmada
por un estudio odontológico complementario, realizado en las mismas
poblaciones indígenas entre las que yo busqué marcadores genéticos (véa-
se el capítulo 4). Otro testimonio que apoya la tesis de que estos grupos
indígenas son supervivientes del camino de los recolectores de conchas
es que los cráneos fósiles más antiguos de Europa y los de Asia oriental
y suroriental anteriores a la última glaciación no son típicamente caucá- ('
sicos ni mongoloides. Lo que vemos, por el contrario, es una serie de for-
mas más próximas a cráneos africanos y 4~,_ºriente Próximo más anti- \
guos, de hace 100.000 años.'

¿ERAN MÁS CORPULENTOS Y PELUDOS LOS HUMANOS PRIMITIVOS?

¿Podemos saber qué aspecto tenían los primeros emigrantes que salie-
ron de África? La verdad es que no. La hipótesis más razonable y medi-
tada, que eran de piel oscura y.pelo rizado, se basa en el aspecto de los
africanos modernos," aunque es muy poco probable que los africanos de
hace 80.000-100.000 años fueran exactamente igual que los actuales. Sin
embargo, tenemos algunas pistas.
Hay unos cuantos cráneos de «humanos anatómicamente modernos»
de hace unos l-OO.OOO años que se han conservado fosilizados e intactos.
Uno que se suele considerar característico de aquel período procede del pri-
migenio y frustrado éxodo hacia Oriente Próximo. Se denomina Skhul 5,
202 LOS SENDEROS DEL EDÉN

por la cueva donde se encontró. En el mismo yacimiento se encontraron


más cráneos, pero el 5 está entre los mejor conservados. Para reconstruir
/a «cara de Eva» (véase la lámina 12) de nuestro documental The Real
Eve se utilizó un ejemplar de Skhul. Los cráneos de «humanos anatómi-
camente modernos» de la época son muy variables, pero también tienen
en común algunas características que se han modificado en poblaciones
posteriores, entre ellas los africanos modernos. Las dos más evidentes, la
«robustez» y la estatura, están relacionadas entre sí. Por robustez enten-
demos cráneo grande y de rasgos acentuados, huesos anchos y arcos su-
perciliares gruesos, en comparación con los de los humanos actuales. El
término opuesto a robusto, «delgado», se emplea para describir individuos
de frente alta, lisa y vertical, arcos superciliares menos sobresalientes, y
I huesos craneanos y de las extremidades más delgados. Entre los demás
rasgos ancestrales de los tiempos anteriores al éxodo meridional están la
relativa estrechez del cráneo (estrechez de sien a sien en comparación con
la distancia entre la frente y el occipucio) y la anchura de la parte supe-
rior de la cara.'
El tamaño y la robustez del esqueleto están estrechamente relaciona-
dos (sobre todo en el cráneo). Lo cual supone un problema cuando nos
valemos de los huesos para reconstruir la prehistoria, porque la modifi-
cación más señalada desde los tiempos de la gran emigración ha sido la
reducción progresiva del tamaño y la robustez de todos los individuos del
mundo, incluidos los africanos. Aunque alguno de estos cambios a largo
plazo será seguramente genético, las reducciones de tamaño más espec-
taculares se han producido hace menos de 10.000 años y, paradójicamen-
te, podrían tener una causa más nutricional que genética.

¿POR QUÉ HEMOS ENCOGIDO?

Los primeros cazadores-recolectores llevaban una vida difícil y erra-


bunda, y en consecuencia tenían una densidad demográfica baja, pero su
dieta era rica en proteínas y minerales, y su despensa vegetal era variada.
En cambio, aunque los cultivadores de cereal de los últimos 8.000 años
consiguieron sin duda un alto rendimiento por hectárea y familias nume-
rosas gracias al cambio de costumbres alimentarias, su dieta era mo-
nótona, con abundancia de hidratos de carbono y escasez de proteínas,
vitaminas y calcio. La alimentación infantil con muchos hidratos de
carbono y pocas proteínas redundaba en una atrofia del desarrollo que se
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 203

mantenía en la vida adulta. En consecuencia, aunque las poblaciones se


~/ampliaron con la llegada de la agricultura, la estatura del niño y el adulto
se redujo de manera espectacular. Este efecto es particularmente notable
en las poblaciones que comen arroz con pocas proteínas animales, por
ejemplo en el Lejano ofí~-'-'
En la actualidad podemos ver los resultados de la inversión de esta
forma de desputrición cultural. Cuando los asiáticos orientales que viven
en una cultura arrocera emigran a Estados Unidos y se adaptan a su dieta,
baja en fibra, alta en calorías y rica en proteínas, al cabo de dos gene-
raciones vemos niños asiáticos de estatura parecida a la de los niños nor-
teamericanos. También ha aumentado la estatura de los adultos norteame-
ricanos y europeos, cuya dieta ha mejorado desde la segunda guerra
mundial.f
Así pues, si la robustez depende hasta cierto punto del tamaño, y la
estatura media de las poblaciones regionales actuales depende de su die-
ta actual, entonces es muy limitado el valor de estos dos importantes fac-
tores a la hora de rastrear la diferenciación de los no africanos en los úl-
timos 70.000-80.000 años. Por otra parte, muchos cambios producidos
en la robustez, estatura y aspecto general de los humanos modernos des-
de los tiempos de la emigración extraafricana podrían invertirse con una
buena dieta y un estilo de vida sano. Ahora nos explicamos el aspecto de tV'

neandertal recio que tienen algunos jugadores de deportes de choque .


. No obstante, hay un par de cambios irreversibles en el cráneo y en la
dentadura que se mantienen con el tiempo. En la reducción del cráneo
-pues será de la primera que hablemos- intervinieron mecanismos li-
geramente distintos, según las diferentes regiones.

CRÁNEOS EN TRANSFORMACIÓN /'

Aunque los indígenas ausJralianos, y en menor medida algunos neo-


guineanos, han sufrido una reducción de estatura, parecen haber con-
servado más robust~~quelética que casi todos los demás grupos. El
~ráneo australiano se redujo en altura y en anchura. A veces se pone a los
.' indígenas australianos como ejemplo máximo de conservación de la for-
V ma ancestral, pero es posible que los neoguineanos sean mejores can-
didatos, por diversas razones. Aún quedan por explicar algunos detalles
relacionados con los indígenas de Australia y uno es que los cráneos fó-
siles más antiguos encontrados en Australia son de tipo delgado, no de
204 LOS SENDEROS DEL EDÉN

tipo robusto. Otro motivo para considerar descendientes «transforma-


dos» de la tipología primitiva a los australianos, y que quizá se deba a un
factor añadido, es que casi todos los australianos actuales tienen el pelo
más ensortijado que rizado."
Sólo hay otro grupo moderno que haya conservado un grado de ro-
.bustez parecido al de los australianos y neoguineanos, y es el de los fue-
./ guinos de América del Sur, que están prácticamente extinguidos. En Ja-
pón hay otro tipo craneano algo robusto, representado en el registro fósil
por los célebres cráneos de Minatogawa, de la isla subtropical japonesa
de Okinawa, y que se remontan al peor momento de la última glaciación.
~stos cráneos se relacionan por la forma con los antiguos jomon del Ja-
L/ pón preneolítico, que se consideran los antepasados de lQ~ainu, la mo-
derna población indígena del Japón septentrional. Entre los antepasados
de los europeos y pobladores de Oriente Medio hubo una reducción li-
mitada y variable de la altura craneana y la robustez, con un alargamiento
del cráneo (dolicocefalia) y una conservación de la robustez igualmente
variable, lo cual ~xplica sin duda mis cejas pobladas. 10
_ () Donde se produjeron las transformaciones más notables fue en las po-
l blaciones que actualmente llamamos mongoloides. La reducción del ta-
maño se produjo sobre todo por un llamativo acortamiento de la longitud
del cráneo, de la frente a la nuca, aunque conservaron la anchura y altu-
ra del mismo. Otra modificación consistió en un aplanamiento facial acen-
(
tuado. Este rasgo se advierte mucho en las poblaciones neolíticas de la
costa oriental del lago Baikal de Siberia y en la zona de Mongolia (véa-
se la figura 5.3). Se llama «acentuado» porque el aplanamiento facial no
es una novedad en el espectro normal de las variaciones humanas. Tam-
bién se ve apla~acial, aunque menor, en algunos cráneos africa-
V" nos primitivos, en los khosian, que son cazadores-recolectores de nues-
tros días, y en el venerado padre fundador de la Suráfrica posterior al
apartheid. Estos cambios produjeron la cabeza alta, de rasgos delicados
y algo ancha (braquicefalia) que es hoy dominante en Asia oriental y que
muy probablemente es de origen genético. Los asiáticos orientales están
también entre los tipos modernos más delgados. II
/. ¿Cuándo y dónde se produjeron los cambios físicos que son caracterís-
ticos de las poblaciones mongoloides actuales? La fecha de llegada de
los primeros humanos modernos a China está rodeada de polémica, pero
es posible que el hecho se produjera hace unos 70.000 años. Conviene
recordar que los primeros humanos modernos que poblaron China no te-
nían el típico aspecto mongoloide y que los escasos cráneos fósi~
..------ ~
.. ..
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 205

quedan en las tierras bajas de China y el sureste asiático de los tiempos


anteriores a la última glaciación (hace 20.000 años) tenían un aspecto ro-
busto, más primitivo. En realidad, los restos mongoloides más incuestio-
nablemente antiguos tienen menos de 10.000 años. Aunque proceden del
c.---
Lejano Oriente, los restos más antiguos de toda Asia con presencia de

-
rasgos mongoloides se han encontrado mucho más al oeste, en el yaci-
miento de Afontova Gora II, a orillas del río Yeniséi, en Siberia meridio-
nal, al oeste del lago Baikal, y datan de hace 21.000 años. Como se trata
de un hallazgo aislado de significado discutible y no hay otros cráneos
preglaciales en Siberia meridional para establecer una secuencia, lo úni-
co que podemos inferir de este magro registro fósil sin relación con otros
testimonios es que China no tiene por qué haber sido el origen de las mo-
dificaciones que condujeron a los rasgos mongoloides."

Lo QUE CUENTAN LOS DIENTES

Otra modificación, menos aparatosa pero no menos significativa, fue


la que se produjo en la forma de los dientes. Que los europeos modernos
conservan algunos rasgos esquelético s primitivos ha podido verse en una
reciente y pormenorizada investigación dental (véase la figura 5.4) que
pone de manifiesto que los europeos pueden englobarse en la cadena de ./

problaciones residuales de recolectores de conchas del litoral índico (es


decir, los indios meridionales, los semang o negritos de la península de
Malaca y los neoguineanos) que han conservado más rasgos craneanos y
dentales de los primitivos africanos que otras poblaciones no africanas.
Este vínculo dental, notablemente largo, entre los europeos y los otros gru-
pos no africanos y «menos transformados» del litoral índico se explicaría
./ por la existencia de un solo éxodo por el sur. Para mí, es otro clavo (si al- .:.r-
guno falta hace) en el ataúd del estereotipo racista que considera avan-
zados a los europeos y primitivos a los indígenas. '3
En el análisis dental, tras estas poblaciones «recolectoras odonto-
lógicamente indiferenciadas» hay otra constelación que le pisa los talo-
nes. La forman los indígenas no negritos (no semang) del sureste asiáti-
co, como las poblaciones malayas indígenas de la península de Malaca,
diversas poblaciones residuales de la cornisa pacífica, como los ainu de
Japón, y los polinesios. Estos grupos tienen en común algunos rasgos
derivados de una dentición muy antigua, llamada sendadoncia por la re-
gión geológica de la plataforma de la Sonda (la Tierra de la Sonda), don-
,
206 LOS SENDEROS DEL EDÉN

40°

~~~~_Cráneos de Upper Cave

Cráneo de Liujiang

Plataforma de la Sonda

Micronesia / Polinesia
Islas (sondadoncia)
Andamán y Mongoloides
Nicobar meridionales
(sondadoncia)

Tipos dentales

Iil Sinodoncia
fIl Sondadoncia m Plataforma de la Sonda

§ Dentición indiferenciada EJ Estepa del Mamut de Guthrie

FIGURA 5.3. Distribución de tipos mongoloides y diferenciación dental en Asia


oriental. Los tipos dentales sondadóncico y sinodóncico aparecen aproximadamente
en las mismas zonas que los mongoloides meridionales y los mongoloides septen-
trionales, respectivamente, exceptuando China meridional, donde la frontera entre
unos y otros es el río Yangtsé. No se incluyen la isla de Sajalín ni el archipiélago ja-
ponés porque su grupo indígena, los ainu, como sus antepasados los jomon, presen-
ta una sondadoncia parcial.
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 207

de se supone que apareció. La sondadoncia no se encuentra más al oeste


en el camino de los recolectores de conchas, por ejemplo en la India. In-
teresa señalar que casi todas las poblaciones sondadóncicas presentan
además algunos rasgos mongoloides, por lo que se las clasifica como PO-t
blaciones mongoloides meridionales. Los paleolíticos minatogawa y los
neolíticos jomon del archipiélago japonés, que podrían ser los antepasa-
dos de los ainu actuales, también tienen en común algunos rasgos de son-
dadoncia con las poblaciones del sureste asiático y del Pacífico. 14
Los indígenas australianos ocupan un lugar interesante en esta distri-
bución (véase la figura 5.4) porque, a diferencia de sus vecinos los neo-
guineanos, presentan algunos rasgos de sondadoncia. Esto apoya la po-
sibilidad de que hubiera elementos añadidos. 15 c->:
r;/" El otro grupo odontológico de Eurasia es la sinodoncia (literalmente,
«dientes chinos»). Las personas con sinodoncia se caracterizan por la
acentuación de ciertas formas dentarias presentes ya en los sondadónci-
cos y también en general por una ~ducción del tamaño de los dientes. La
sinodoncia es característica de las poblaciones mongoloides de Asia sep-
tentrional y aumenta conforme se avanza hacia el norte y se entra en Amé-
rica (véase la figura 5.3). La sinodoncia es inusual en el sureste asiático,
incluso en la actualidad.
Simplificiando las cosas, podría decirse que la sondadoncia repre-
senta la primera modificación dentaria de los recolectores de conchas ex-
traafricanos; sus rasgos, combinados con otros, se encuentran entre los
mongoloides meridionales del sureste asiático, en Polinesia, en Micro-
nesia y, ya en menor medida, entre algunos no mongoloides como los jo-
mon japoneses y los aislados isleños de las Andamán. La sinodoncia
representa una tendencia divergente posterior en la misma dirección mor-
fológica que la sondadoncia y se encuentra en los mongoloides septen-
trionales, incluyendo a la mayoría de los chinos, y con una forma más
acentuada aún entre los siberianos del norte y los indígenas de América
del norte. 16

EL ENIGMA DEL ORIGEN MONGOLOIDE

Nos fijemos en la forma del cráneo, en los dientes o en los marcado-


res genéticos, lo que está claro es que entre todos los grupos no africa-
nos, las poblaciones mongoloides son las que más se han modificado o
desviado desde los tiempos del éxodo. Esta diferenciación respecto del
N
O
00
o- Khoisan ~

África occidental

o- Australia

África del sur -O


Temiar r
O
C/l
~ENOI, C/l
, Micronesia Japón reciente Siberia nororiental tTl
: Polinesia o" 'o Noroeste de América Z
: .,...¿ 'o 'o O
m
Nueva Guinea
--O
L -: ·?
' •• Semelai ~ :
O-- Sureste asiático
~ (antigüedad)
Sureste asiático
»
China-Mongolia
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'" Semang / Siberia O
O-
-O
-, ........ ." meridional tTl'
Z
África del norte

Europa occidental o-Jomon


'O
Europa septentrional
<o

Indiferenciación Sondadoncia Sinodoncia

Evolución del tipo dental desde el indiferenciado hasta el sinodóncico


LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 209

modelo primitivo y esta pérdida de la diversidad grupal aumentan en las


poblaciones actuales conforme vamos hacia el norte por Asia oriental y
luego hacia el este para entrar en la América ártica. Lo que ya no está tan
claro es cómo, cuándo y dónde aparecieron esos rasgos que distinguen a
los mongoloides de todos los demás euroasiáticos. No son ociosos plan-
teamientos académicos. El tipo físico mongoloide es, al fin y al cabo, el
más numeroso y extendido del mundo. Llegó a América antes de la úl-
tima glaciación, la de hace 20.000 años (véase el capítulo 7), y sin em-
bargo no aparece de manera definida en las tierras bajas de China hasta
mucho después de aquel helado punto de referencia de la historia huma-
na. Hasta aquí podemos resumir su más bien compleja historia del si-
guiente modo:

/1. Los primeros asiáticos (que además fueron los antepasados de los
europeos) se parecían a los africanos de aquellos tiempos y segura-
mente tenían una dentadura idéntica.
2. Aquellos primeros surasiáticos, robustos e indiferenciados, partieron
hace 80.000 años de la costa de Arabia meridional y se diseminaron
por la costa surasiática a través de la India, hasta el sureste asiático y
también hasta Nueva Guinea, al final del arco del Pacífico surocci-
dental. Los descendientes actuales que se encuentran en aquella ruta
conservan rasgos dentarios primitivos. /
3. Estos tipos indiferenciados pasaron de Indochina a China, por la cor-
nisa occidental del Pacífico, hace entre 35.000 y 70.000 años. ~
4. Un complejo de formas dentarias llamado sondadoncia apareció en
algún momento anterior a la última glaciación entre las poblaciones
«premongoloides» que vivían en el sureste asiático. Estos nuevos ti-
pos dentales, ya modificados, se difundieron más tarde por la costa
pacífica hasta Japón (los prehistóricos jomon y los modernos ainu)
y hacia la Polinesia (véase la figura 5.3). /'
5. Otro complejo dental, la~oncia, es sin duda mucho más recien-
te y deriva.de.la sondadoncia. No parece que la evolución de la son-
dadoncia a la sinodoncia se produjera en el sureste asiático ni, por la

FIGURA 5.4. Proyección bidimensional de la difusión de la morfología dental.


El espectro parte de la dentición indiferenciada (África, Europa, grupos supervivien-
tes semang y senoi e indígenas de Nueva Guinea), pasa por la sondadoncia (malayos
indígenas,asiáticos del sureste e isleños del Pacífico) y termina en la sinodoncia (mon-
goloides septentrionales y grupos indígenas americanos). El estrechamiento de la di-
fusión indica la reducción de la diversidad conforme se aleja de África. Los jomon y
siberianos del sur destacan por su papel periférico.
210 LOS SENDEROS DEL EDÉN

costa pacífica, entre los jomon y los ainu de Japón; pero el grado de
sinodoncia aumenta conforme subimos al norte, entre las modernas
poblaciones mongoloides del interior de Asia oriental, y alcanza su
punto máximo en el continente americano. Parece pues que la sino-
doncia se gestó entre los sondadóncicos del sur. Por falta de fósiles,
no se ha detectado sinodoncia en el sur de China ni en Japón en fe-
chas anteriores a hace 10.000 años.
6. El cráneo mongoloide se caracteriza por tener huesos delgados y de-
licados, un aplanamiento facial acentuado y la reducción de la lon-
gitud. Se ha encontrado achatamiento nasa] en un cráneo de poco an-
tes del último máximo glacial en los alrededores del lago Baikal. El
aplanamiento facial sigue siendo muy acentuado en aquella región.
7. Al igual que en el caso de la sinodoncia, no se han detectado rasgos
mongoloides en los fósiles chinos anteriores al último máximo gla-
cial. En fechas más recientes se difundieron con amplitud por el nor-
te y el este de Asia, y son típicos de los sinodóncicos -es decir, de
los mongoloides septentrionales- y de la mayoría de los america-
nos nativos.

Parece, pues, que la progresiva transformación de los rasgos del crá-


v neo discurrió en el mismo sentido que la transformación de la sonda-
doncia en sinodoncia. Si los antepasados de los sinodóncicos eran son-
dadóncicos del sur, entonces otros rasgos físicos que caracterizan a los
mongoloides septentrionales podrían haberse originado también en el
sur. Si los antepasados de los mongoloides septentrionales que eran ya tí-
picamente mongoloides llegaron del sur, tendrían antepasados comunes
con las poblaciones que siguen viviendo en la zona, por ejemplo los ma-
layos indígenas. Como veremos, hay testimonios de mucho peso que di-
cen que al menos algunas líneas genéticas mayores de Asia oriental y
nororiental proceden en última instancia de Indochina; entre los indíge-
nas mongoloides del sur de la zona se encuentran todavía tipos primitivos.
Vale la pena detenerse a repasar las diversas consecuencias y la co-
herencia de este modelo de movimiento y transformación sur-norte de
dientes y huesos, opuesto al modelo norte-sur. La sondadoncia, la pri-
mera modificación dentaria, se originó probablemente en fecha tempra-
na en el sureste asiático y todavía se encuentra en algunas poblaciones
supervivientes no mongoloides. La sinodoncia, en cambio, es la más co-
mún en casi toda Asia oriental y en América, pero no se encuentra, ni si-
quiera en la actualidad, entre los indígenas del sureste asiático. Esta úl-
tima observación apoya la teoría sur-norte.
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 211

¿y el elemento añadido del norte? Si fue así como surgieron los


mongoloides meridionales, lo lógico sería que por simple asociación y
transferencia encontráramos entradas masivas de sinodoncia en el su-
reste asiático, cosa que no ocurre. La simple observación del grado de
modificación respalda igualmente la teoría de que la tipología dentaria
evolucionó para producir primero la sondadoncia en el sur, que luego de-
rivó hacia la sinodoncia conforme las poblaciones mongoloides subían
a Asia central.
Como sucede en el caso de la progresión y acentuación de rasgos son-
dadóncicos que dan lugar al tipo sinodóncico, algunos rasgos mongoloi-
des, como la cara achatada, aparecen más acentuados en los mongoloides
septentrionales que en los meridionales. Así, fuera cual fuese la fuerza
evolutiva que dirigía estos cambios específicos, seguramente siguió en
actividad más al norte, tal vez en el interior. Los testimonios fósiles (o más
bien su ausencia) sugieren que la región del «desarrollo posterior» de los
rasgos mongoloides no fue China, ni Japón, ni el sureste asiático, ni la In-
dia; sólo nos queda la zona de Asia central, al norte del Himalaya, por
ejemplo Mongolia o la región del lago Baikal, al sur de Siberia. Además,
hay un grupo sursiberiano concreto que tiene entre sus miembros una se-
rie de sondadóncicos, diferentes de los demás, que sugieren una conser-
vación local del tipo primitivo (véase la figura 5.4).

¿POR QUÉ LAS POBLACIONES MONGOLOIDES •..........


ACABARON POR PARECER DIFERENTES?

Ha habido muchas teorías sobre cómo y dónde aparecieron los ras-


gos esqueléticos mongoloides. Lo primero que hay que decir es que todas
contienen mucha especulación y son discutibles. Las teorías sobre «dón-
de» son básicamente especulativas, como ya he señalado, por la falta ge-
neralizada de fósiles mongoloides antiguos. Las teorías sobre «cómo» son
especulativas porque en la actualidad no hay forma de vincular cambios
esqueléticos concretos con genes reguladores concretos. Sin embargo, esto
no debería impedir que les echemos una ojeada.
Por desgracia, como suele suceder en los debates científicos, las polé-
micas terminan por lo general en un enfrentamiento entre dos opiniones
antagónicas, cuando es probable que la verdad radique en un punto inter-
medio. Por lo que se refiere al lugar de origen, podemos elegir entre las
teorías del sur y las del norte, y en lo que se refiere al «cómo» tenemos
212 LOS SENDEROS DEL EDÉN

/por un lado evolución adaptativa como respuesta al frío y por el otro sim-
ple aislamiento y deriva genética. (Hay cierto parentesco entre los dos
mecanismos modificadores que se han propuesto, ya que las teorías adap-
tativas se refieren en concreto a una fría zona norte de adaptación.)
La división geográfica norte-sur se ha afirmado con más fuerza gra-
cias a los testimonios físicos (y genéticos), antiguos y recientes, que dicen
que los mongoloides septentrionales y los meridionales pueden diferen-
ciarse. Ciertos estudios de curvas de crecimiento infantil en China, por
ejemplo, han revelado que los niños de Hong Kong (sur), aunque bien
alimentados, son más pequeños que los de Pekín (norte). El que estos ni-
ños de Hong Kong no sean del mismo tamaño que los de Pekín, incluso
después de generaciones de prosperidad económica, sugiere que entre
norte y sur hay una diferencia genética sistemática.'?

/ ¿PROCEDEN LOS RASGOS MONGOLOlDES


DE LA DERIVA O DE LA SELECCIÓN?

Las principales soluciones alternativas al problema «cómo» son muy


fáciles de exponer. La respuesta más sencilla (comentada en el capítulo
anterior) es que un pequeño grupo fundador, aislado de otros grupos, de-
rivará aleatoriamente hacia un tipo genético o físico. La suma de efecto
fundador y efecto de la deriva podría potenciarse con la selección sexual.
Por poner un ejemplo simplificado al máximo, imaginemos que en el gru-
po fundador mongoloide, que en este caso viene del sur, hay casualmen-
te más narices pequeñas que narices grandes. Por cuestiones de identidad
/' grupal o de preferencia a la hora de elegir la pareja sexual, eltipo físico
más fomentado del grupo podría terminar siendo la nariz respingona. Es-
tos factores acentuarán la deriva hacia las narices pequeñas y todos los
descendientes del grupo acabarán teniendo la nariz muy pequeña. Otros
rasgos genéticamente relacionados con la nariz pequeña, por ejemplo, la
/'
cara achatada, también acaban interviniendo en la deriva.
La otra teoría, más antigua y quizá más discutible, es que los funda-
dores mongoloides se adaptaron a un clima distinto y hostil, en este caso
al frío y al viento de las estepas del norte del Himalaya. Esta idea tiene
una larga historia, pero puede que sea el biólogo norteamericano Dale
Guthrie quien mejor la haya expresado. Guthrie ha descrito con convic-
/' ción lo que él llama estepa del Mamut del Asia paleolítica. La estepa del

------
Mamut era en realidad una vasta y alta pradera cuyo núcleo estaba al
'
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 213

norte del paralelo 35, al norte del Himalaya y de la meseta tibetana. Todo
aquel hábitat frío y complejo, llamado bioma paleártico por los biólogos,
desapareció hace 10.000 años por un efecto paradójico del calentamien-
to planetario, que acabó para siempre con un amplio caudal de flora y fau-
na de todos los tamaños. 18
Según Guthrie, el núcleo meridional de la estepa estaba ocupado por
humanos modernos primitivos diseminados por Sinkiang, en Mongolia,
(
y por la región siberiana del lago Baikal. En esas zonas hay vastos de-
siertosacjualmente. En su momento de máxima extensión, la e~ del
Mamut llegaba desde la costa atlántica de Europa hasta Hokkaidó, en el ¿j-
Pacífico. Era la pradera más grande de la historia del mundo y en ella po-
dían vivir manadas casi infinitas de grandes herbívoros. Algunos viven
todavía en territorios muy reducidos y en cantidades por lo general muy
pequeñas: el caballqsalvaje, el ~o, el almizclero, l~ saiga; porque los
grandes, el mamut lanudo, el bisonte estepario y el rinoceronte lanudo,
se extinguieron.
Salta a la vista que la estepa del Mamut tuvo que ser el paraíso para
los cazadores capaces de soportar el frío intenso y los vientos secos. Gu-
thrie supone que las poblaciones paleolíticas que cazaban animales este-
parias tendían a vivir en la franja meridional del paralelo 40, que era más
cálida y contenía bosques aislados donde refugiarse (véase la figura 5.3).
Es seguro que las personas que vivían en tales condiciones necesitaban
prendas de abrigo. Guthrie y otros han sugerido que hubo una serie de
adaptaciones físicas que ayudaron a los mongoloides a vencer la hosti-
lidad del entorno. Dichas adaptaciones son: el epicanto o doble.párpado
superior, para reducir las pérdidas de calor por los ojos; más grasa sub-
cutánea alrededor de los ojos, en las mejillas y en las mandíbulas; un~e-
ducción d~ariz para impedir.su congelación; mayor esfericidad de la
cabeza para eliminar ángulos y las consiguientes pérdidas de calor; tron-
co más corto y robusto, con extremidades más cortas; una distribución
más equitativa de la grasa, lo cual, con los cambios en las extremidades,
reduce en total en un 10 por 100 la proporción entre superficie y volu-
men; piel clara como la de los europeos para favorecer la adecuada pro- ----
ducción de vitamina D, que impide el raquitismo; y una mejor circulación
sanguínea en las extremidades para impedir la congelación.
Aunque la teoría es atractiva en términos generales, personalmente creo
que la lista de Guthrie es demasiado ambiciosa y desde luego no me con-
vence en absoluto lo que aduce para explicar la nariz pequeña. En Euro-
pa, tanto los modernos como los neandertales parece que seleccionaron
214 LOS SENDEROS DEL EDÉN

la nariz grande para que hiciera de acondicionador y calentara y humede-


ciera el aire antes de dejarlo entrar en las sensibles bolsas de los pul-
mones. Me parece una razón convincente para tener nariz grande y, si
es cierto, es evidente que el fenómeno se habría producido indepen-
dientemente dos veces. ¿Cómo puede entonces ser útil la nariz peque-
ña para el frío? Los esquimales y, en menor medida, los chukchi de la
Siberia nororiental tienen una nariz «de pellizco», un apéndice nasal que
sobresale de una cara muy lisa." Esta adaptación posterior de los mongo-
loides del extremo norte sugiere que la nariz pequeña no fue un acondi-
cionador particularmente útil al principio y que necesitó modificarse en
el Ártico.
Puede que el contexto interno de la teoría más convincente (y con esto
me refiero al grado de concordancia entre las observaciones reales y las
predicciones de la teoría) que apoyan la posibilidad de que las adapta-
ciones se produjeran en el norte, donde Guthrie dijo que se produjeron,
sean la piel relativamente más clara que tienen los mongoloides septen-
trionales y los cambios físicos radicales, como el achatamiento facial, que
se han dado en los alrededores del lago Baikal tanto en poblaciones anti-
guas como modernas."
Guthrie especula también sobre el tiempo que tardaron en producir-
se los cambios adaptativos y sobre cuándo comenzaron. Con buena lógica,
ve en el último máximo glacial, de hace 20.000 años, el desenlace de la
/ presión fría que produjo casi todos los cambios, aunque advierte que el
proceso pudo comenzar hace 40.000 años. El hecho, ya mencionado, de
que ciertos cambios como el achatamiento de la cara que se conocen al
oeste del lago Baikal se remonten a épocas anteriores a la última glacia-
ción (véase la figura 5.3) podría apoyar esta escala temporal tan larga.
Aunque la teoría de Guthrie me tienta en lo que se refiere a las pre-
siones evolutivas, me preocupa la escasez de evidencia física sólida en el
registro fósil. Además está el problema de la adquisición inicial de los ras-
gos característicos de los mongoloides meridionales del sureste asiático, ya
que se les supone descendientes de poblaciones sedentarias. Si todo el pa-
quete de rasgos comunes a los mongoloides septentrionales y meridiona-
les se debe fundamentalmente a la adaptación al frío, entonces, según la
teoría sur-norte, no debería estar presente en los mongoloides meridio-
nales. Como comentario anecdótico, diré que mi querida esposa, cuyos an-
tepasados son de la costa meridional de China y que en la clasificación
que utilizo aquí es mongoloide meridional, soporta el frío mucho menos que
yo, lo cual es compatible con un origen meridional en último término.
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 215

Si la teoría sur-norte y la de la adaptación al frío son acertadas, tene-


mos que admitir que los cambios físicos iniciales pudieron proceder de
mecanismos evolutivos distintos de la adaptación al frío y que algunos
de aquellos cambios fueron desarrollados después por casualidad por la
selección ejercida por el frío.

LA NEOTENJA EN LOS HUMANOS


,----
Me atrae la explicación de Guthrie que habla de las presiones evolu-
tivas en el norte, pero también me inclino por un movimiento sur-norte
basándome en testimonios dentales y genéticos. Hay otro fenómeno evo-
lutivo que podría hacer de mediador. Hace muchos años, el paleontólogo
Stephen Jay Gould propuso una interesante hipótesis y era que el pa-
quete de los cambios anatómicos de los mongoloides podría explicarse
mediante el fenómeno de la neotenia, que se produce cuando en la vida
adultase conserva la forma corporal juvenil o infantil. La neotenia de los
homínidos es todavía una de las explicaciones más sencillas que se dan
cuando preguntamos cómo fue posible que en los últimos millones de
años desarrolláramos tan rápidamente un cerebro tan desproporcionada-
mente grande. El cetebro grande, la inclinación del cráneo hacia adelante
y la pérdida de vello corporal, que son características humanas, son pro-
pias del chimpancé en la etapa fetal. Gould sugirió la existencia de una
/ligera intensjfic~n de la neotenia en los mongoloides, en los que el fe-
nómeno recibe el nombre de pedomorfosis.21 Es probable que un meca-
nismo así exija sólo la intervención de unos cuantos genes reguladores y
pueda producirse en un período evolutivo relativamente breve. Además,
explicaría por qué la ilógica nariz respingona y la pérdida relativa del ve-
llo facial entraron en el paquete. /
Hay varios mecanismos evolutivos por los que los individuos pedo-
mórficos podrían engendrar más descendientes con el tiempo, mecanis-
mos que podrían funcionar por deriva o por selección y que no se excluyen
entre sí. Uno podría operar en colaboración con genes frugales (thrifty),
útiles para las estepas frías (reducción de la masa muscular innecesaria,
menos masa dentaria, huesos más delgados y menor tamaño físico); este
proceso sigue el modelo selectivo/adaptativo de la evolución de los mon-
goloides, que podría haber recurrido a rasgos ya existentes que afloraron
por casualidad entre las poblaciones sondadóncicas que subieron por la
costa desde el sur. Paralelamente, las mujeres pedomórficas podrían ha-
216 LOS SENDEROS DEL EDÉN

/ ber sido más valoradas a causa de su aspecto: esto cae más en el campo
de la selección sexual y la hipótesis de la deriva, y, una vez más, aunque en
el norte hubiera habido una acentuación de la deriva o de la selección, los
rasgos latentes pudieron haber salido en última instancia del sur.
Yo diría que en la evolución de los mongoloides intervinieron los dos
mecanismos. Los rasgos mongoloides meridionales pudieron haber apa-
recido a consecuencia de la selección sexual y/o de la deriva. Algunas
poblaciones subieron tiempo después a Asia central y allí seguramente
prosiguió el «desarrollo del tema» en respuesta a las presiones evolutivas
que Dale Guthrie describe tan gráficamente. En cierto modo, pues, hubo
dos plataformas patrias en el desarrollo de los rasgos mongoloides. Esta
teoría de salón carece de base científica, porque los genetistas saben muy
poco todavía de los genes que regulan el crecimiento y la forma corpo-
ral, y menos aún de la localización de las diferencias importantes dentro
de nuestra propia especie. En cambio, el rastreo genético podría ayudamos
con la dirección de la emigración.

V CUATRO RUTAS PARA LLEGAR A ASIA CENTRAL

Como sucede y ha sucedido en)üdas las exploraciones humanas an-


tiguas y modernas, la geograffa.y'el clima decidieron la etapa siguien-
te de los recién llegados a Asia. Las reglas eran sin duda muy sencillas:
quedarse cerca del agua y cerca de terreno lluvioso; al mudarse, eludir
los desiertos y las montañas altas, y seguir por donde esté la caza y por los
ríos. Hemos visto testimonios circunstanciales de que la ruta de los re-
colectores de conchas por el litoral del Índico hasta Australia fue la op-
ción más sencilla y temprana. Pero ¿por qué tuvo que ser así? En princi-
pio, nuestros exploradores habrían tenido que vadear la desembocadura
de un río caudaloso cada varios centenares de kilómetros. Sin embargo,
es exactamente lo que tuvieron que hacer para llegar a Australia, de modo
que es posible que hicieran lo mismo por la costa de Asia oriental. Ante
cada río se abría siempre la posibilidad de que un grupo doblara a la iz-
quierda y avanzara tierra adentro, alimentándose durante la marcha con
productos del río y de la caza.
Como averiguó un pionero explorador europeo, Marco Polo, las mon-
tañas y los desiertos constituyen una barrera tremenda que impide llegar
a Asia central; exceptuando un puñado de caminos, las únicas rutas de
entrada son los valles que forman los ríos. Hemos visto que los antepa-
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 217

sados de todos los no africanos salieron de África y bordearon la costa


del océano Índico hace por lo menos 75.000 años. También pudieron lle-
gar recogiendo conchas a la costa de China y Japón en fecha muy tem-
prana. De ese modo habrían barrido toda la periferia de Asia central. Es
posible que trataran de remontar un río y de subir al interior en algún pun-
to del trayecto.
El norte de la India, con el Himalaya por medio, no era tan accesible.
Los elevados pliegues montañosos surgidos de la colisión tectónica de la
India con el escudo asiático se prolongan a ambos lados del Nepal y el
Tíbet mucho más allá de los picos más altos del Himalaya. Una ancha
franja de montañas que rebasan los 3.000 metros cierra el paso desde la
costa índica, formando una barrera de 6.500 km de longitud que nace en
Afganistán y llega hasta Chengdu, en China. Esta barrera se arruga como
una alfombra en la parte oriental, prolongándola hacia el sur con una se-
rie de cordilleras de orientación norte-sur que cubre una distancia de unos
2.500 km entre el comienzo de la Ruta de la Seda, en el norte de China,
y Tailandia.
La Ruta de la Seda, conocida en Occidente gracias a Marco Polo, es
~'na larga ruta comercial que une Oriente con Occidente y discurre en sen-
tido paralelo a la cara norte del Himalaya. Cruza Asia cental por el borde
meridional del núcleo de la estepa del Mamut de Guthrie. La Ruta de la
Seda era entonces, como en la actualidad, una de las pocas vías de comu-
nicación entre China y Occidente cuando se quería evitar la larga ruta cos-
tera que pasaba por Singapur.

Al este por la Ruta de la Seda desde el extremo occidental del Hima-


laya. La Ruta de la Seda bordea en la actualidad los límites septentrio-
nales y meridionales del desierto de Takla-Makan en la región autónoma
de Sinkiang. Lo que hoyes un desierto, en el Paleolítico era en su mayor
parte una pradera fértil, y al norte había ríos, como el Tarim y el Dzunga-
ria, que permitían pasar hacia Sinkiang y Mongolia a los cazadores de
/as regiones del oeste de Asia central, como Tayikistán, Uzbekistán, Kir-
, guizistán y Kazajstán. Es posible que los humanos primitivos utilizaran
estos cursos de agua para entrar en Asia central."
Para entender lo que eran las necesidades prácticas en la Edad de Pie-
dra, entremos en Asia central por la primera ruta, Indo arriba, 8.000 km /'
hasta el extremo occidental de la Ruta de la Seda, en China occidental.
Suponiendo en principio que nos referimos a una ramificación de los pri-
218 LOS SENDEROS DEL EDÉN

meros recolectores de conchas indias, lo primero que harían tras remontar


el Indo sería sortear las barreras montañosas del norte de la India y Pa-
kistán. Dichas barreras llegan hasta Afganistán. Eludir las montañas
adentrándose demasiado en Afganistán habría sido difícil, cuando no im-
posible, porque la zona era casi un desierto. Marco Polo atravesó estos
desiertos; salió de Ormuz, en la desembocadura del golfo Pérsico, y lle-
gó a Cachemira por Afganistán, cruzando un elevado puerto de montaña
para entrar en China y en la ciudad de Kashgar, desde donde siguió un
largo trecho de la Ruta de la Seda y entró en el núcleo central de la anti-
gua estepa del Mamut (véase la figura 5.5).
Sin embargo, Marco Polo habría podido seguir una ruta mucho más
)encilla para llegar a Cachemira. Un poco más al este, desde la costa pa-
/ kistaní, el Indo sube serpenteando hasta un punto donde hay comunica-
. ción fluvial con Cachemira. Otra ruta de baja altitud, también por las
fuentes del Indo, habría pasado por el desfiladero de Khyber hasta Ka-
bul, y de aquí hasta Uzbekistán y Kazajstán, y luego doblado al este ha-
cia Sinkiang.
De China hacia Occidente por la Ruta de la Seda. Durante toda la
historia humana, la Ruta de la Seda ha sido la única vía de comunicación
entre China y Occidente, pasando por Asia central. Así, una ruta alterna-
j ¡tiva para llegar a la estepa del Mamut habría tenido que partir de la costa
del Pacífico. La vanguardia de los primeros recolectores de conchas pudo
haber llegado a China y luego, ya en el norte de China, haber doblado ha-
cia Occidente por la Ruta de la Seda y cruzado Mongolia, Sinkiang y Si-
beria meridional.
Hacia el Tíbet desde Birmania. La tercera ruta de acceso a la este-
pa del Mamut, no muy utilizada hoy por los mercaderes, se encuentra al
este del Himalaya. El borde oriental del Himalaya es una serie de plie-
gues que siguen la línea por donde la plataforma indostánica chocó con-
tra el escudo asiático y lo arrugó. En el mapa (véase la figura 5.5) se ad-
vierte que estos pliegues forman las vaguadas de casi todos los grandes
ríos del sur y el sureste asiáticos. De oeste a este, tenemos el Brahmapu-
tra, que llega hasta Bangladesh, el Saluén, que llega hasta Birmania, el
Mekong, que llega hasta Vietnam, y el Yangtsé, que llega hasta China
meridional. Conforme salen del Tíbet por el sureste, las aguas de los cua-
tro fluyen paralelas durante unos 150 km, a pocos kilómetros uno de otro.
El Yangtsé nace al noreste del Tíbet, cerca del borde septentrional de la
meseta y ya en los comienzos de la estepa del Mamut. Menciono estas ru-
tas fluviales, no porque hoy las empleen muchos comerciantes respeta-
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 219

Ruta de los recolectores


de conchas
Ruta por el interior
Ruta de penetración fluvial
Fronteras íntemacionales
Yacimiento del Paleolítico Superior Antiguo
e Yacimiento del Paleolítico Medio
o Yacimientos paleolíticos de antigüedad desconocida
~ 3.000m
1. Kara-Bom 8. Cueva Denisova
2. Ust' Karakol 9. Cueva Okladinov
3. Mal'ta 10. Malaia Syia
4. Makarovo 11. Tongliang
5. Tolbaga 12. Liujiang
6. Varvarina Gora 13. Salawusu
7. Cueva de la Sociedad Geográfica 14. Shuidonggou

FIGURA 5.5. Cuatro rutas paleolíticas para entrar en Asia central. El Himalaya,
sus estribaciones y los desiertos han dificultado siempre el acceso a Asia central. En
este mapa se muestran las posibles rutas de entrada, sobre todo por los grandes ríos; es-
tas rutas se tienen en cuenta en los mapas de este capítulo y el siguiente. También se
muestran las primeras colonias humanas.
220 LOS SENDEROS DEL EDÉN

bles, sino porque permiten pasar directamente al Tíbet, a Mongolia y a


Asia central desde cualquiera de las cuatro separadas desembocaduras
por las que desaguan su caudal en el Índico.
Hacia oriente desde Rusia. Por último, hay que tener en cuenta
otra ruta, más septentrional que las anteriores: por la Rusia asiática, co-
nocida con el nombre de Altái ruso. La forma más sencilla y directa de
pasar del Altái ruso a Asia central durante los períodos más benignos
de la Edad de Piedra Tardía (hace 30.000-50.000 años) era cruzar la es-
tepa sin más rodeos. Avanzando hacia el este por los lagos y vías fluviales
de Siberia meridional, nuestros antiguos exploradores pudieron haber lle-
gado a la región del lago Baikal por una ruta que cruzara el norte de Sin-
kiang y de Mongolia. En aquellos tiempos, la estepa era pradera y tierra
de bosques abiertos. Es evidente que si los primeros humanos siguieron
esta ruta, tuvieron que llegar antes al Altái ruso. Como veremos, llegaron
al Altái ruso y al lago Baikal, en Siberia meridional, hace 40.000 años.

Hemos visto ya que hay cuatro rutas posibles para llegar a Asia cen-
tral: tres desde la costa índico-pacífica (oeste, sur y este) y otra desde Ru-
sia (noroeste). Una vez en Asia central, había tres rutas paralelas por sen-
dos cursos de agua que los exploradores pudieron seguir para pasar del
oeste al este de Asia: dos meridionales, por Sinkiang y Mongolia, y otra
septentrional por Siberia meridional. La ruta norte sólo habría sido acce-
sible durante los períodos más templados del Paleolítico (hace 30.000-
50.000 años), es decir, durante los interestadios (véase el capítulo 3).

¿CUÁNDO EMPEZARON LOS HUMANOS MODERNOS A VAGAR POR LA ESTEPA?

Hasta hoy, los testimonios arqueológicos más claros de la presencia


de humanos modernos al norte del Himalaya hace más de 40.000 años se
encuentran en el último y más septentrional de los tres pasillos descri-
tos. Siberia meridional queda encima de la frontera norte del núcleo de la
estepa del Mamut que forman Sinkiang y Mongolia. Las recientes e inte-
resantes excavaciones practicadas en las cuevas de U'st-Karakol y Kara-
Bom, en el Altái ruso (véase la figura 5.5) indican que la última tecnolo-
gía lítica del Paleolítico Superior llegó allí hace 43.000 años. Tras estos
yacimientos del Altái viene cronológicamente, con 39.000 años de anti-
güedad, el yacimiento de Makarovo, en la orilla occidental del lago Bai-
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 221

kal, también del Paleolítico Superior. Hay otros yacimientos, con unos
30.000-35.000 años de antigüedad, en Varvarina Gora y Tobalga, en la
orilla oriental del lago Baikal, y en Malaia Syia, mucho más al norte, cer-
ca del río Yeniséi. Esto significa que la transición al Paleolítico Superior
fue por lo menos tan temprana en Siberia meridional como en Europa."
El arqueólogo belga Marcel Otte ha sugerido hace poco que el centro

t
de origen de la tecnología del Paleolítico Superior podría estar en el tra-
mo norte de los Montes Zagros (Irán e Irak), desde donde se difundió por
el noroeste, hacia Oriente Próximo y Europa, y por el noreste, hacia Asia
central y el Altái ruso, seguramente por la ruta que siguió Marco Polo y
que se ha descrito más arriba, o pasando antes por el Cáucaso."

¿PUEDE DECIRNOS EL INSTRUMENTAL LÍTICO


QUÉ HUMANO LLEGÓ ANTES A ASIA CENTRAL?

La aparición de la tecnología del Paleolítico Superior se ha aceptado


como señal definitiva de la llegada de los primeros humanos modernos /'
a la Europa balcánica y se ha utilizado para distinguir sus movimientos
de los de los neandertales, que llevaban cientos de años fabricando allí
herramientas del Paleolítico Medio (véase el capítulo 3). Esta circuns-
tancia podría ser indicio de que sucedió algo parecido más al este, que hu-
manos modernos que cultivaban la misma tecnología del Paleolítico
Superior llegaron al Altái hace por lo menos 43.000_años, procedentes de
la región de los Montes Zagros." Sin embargo, si resultara que la tecno-
logía del Paleolítico Superior no es una condición indispensable para ver
modernos en Asia, entonces cabría la posibilidad de que los humanos
modernos llegaran al Altái ruso en una fecha anterior.
Hay diversos motivos para ser cautos a la hora de datar la llegada de
modernos a cualquier parte de Asia. En primer lugar, aunque la tecnolo-
gía lítica del Paleolítico Superior confirma la presencia de humanos
modernos en Europa, como hemos visto en los casos de Oriente Próximo
y del sureste asiático, no era la única tecnología que utilizaban los mo-
dernos, de manera que no puede servimos para concretar cuándo llegaron
a un lugar. El Paleolítico Superior consistió en una serie de innovaciones
que aparecen en el registro arqueológico hace 45.000-50.000 años y está
relacionado sobre todo con Eurasia septentrional y occidental. Los pri-
meros humanos modernos utilizaban también técnicas anteriores, algu-
nas pertenecientes al Paleolítico Medio y parecidas a las de los neander-
222 LOS SENDEROS DEL EDÉN

/ tales. Las cuevas del Altái ruso, sobre todo Kara-Bom, revelan además
una tradición mesopaleolítica debajo de estratos del Paleolítico Superior
auriñaciense y que se remontan a hace 62.000-72.000 años. Es difícil
atribuir estos estratos inferiores a los modernos o a humanos arcaicos
(como los neandertales), porque podrían ser de ambos y no hay fósiles a
mano para identificar a sus responsables. Ningún resto de neandertal se
ha encontrado nunca en una zona tan ~tentrional como el Altái ruso,
aunque sí al suroeste, en Teshik Tasly(Uzbekistán). Una cuestión clave
es saber si los estratos del Paleolítico Medio reflejan una evolución au-
tóctona hacia la tecnología posterior o si el Paleolítico Superior aparece
bruscamente. Parece más exacto lo segundo, por lo menos en lo que se
refiere a la tecnología auriñaciense. Por lo tanto, sigue en pie la posi-
bilidad de que el Paleolítico Medio, que tiene 60.000-70.000 años de an-
tigüedad en la cueva de Kara- Bom, indique una ocupación anterior del
Altái por los humanos modernos."
El segundo motivo para ser cautos es que hasta hace poco apenas se
había estudiado la cronología del registro paleolítico de Sinkiang, el Tíbet
y Mongolia. No se debía a que no hubiera restos paleolíticos, sino, en-
tre otras cosas, porque había muchos que no podían datarse. Un recien-
/ te informe de campo sugiere la presencia en Mongolia de una tradición
mesopaleolítica de unos 60.000 años de antigüedad. Otro informe su-
giere que en el Tíbet hubo dos tradiciones (microlíticas) del Paleolítico
Superior, independientes entre sí, una en el norte y otra en el sur, rela-
cionadas con poblaciones y tradiciones líticas del norte y el sur de Chi-
na, respectivamente. La datación era difícil porque muchos hallazgos
se habían hecho en la superficie (los hallazgos de superficie carecen de
contexto y estratificación, que son esenciales en la datación arqueo-
lógica)."
Así pues, hay testimonios arqueológicos clarísimos que permiten su-
poner que hubo una tecnología del Paleolítico Superior que se difundió
como en Europa pero más al norte, por el sur de Siberia, y que partió del
Altái ruso hace 43.000 años. Sin embargo, hubo humanos que ocuparon
Asia central y el núcleo meridional de la estepa del Mamut en fecha an-
/ terior, aunque no hay todavía testimonios fósiles claros que concreten
su identidad. Como veremos, el testimonio genético de Asia septentrio-
nal apoya los 40.000 años de antigüedad atribuidos a la llegada de los
humanos modernos al noroeste de Asia. El Paleolítico Superior de Asia
1; septentrional asimiló con el tiempo la rica cultura gravettiense (centrada
en la caza del mamut) de Europa central y oriental, como puede verse en
LAS PRIMERAS DIVISIONES ASIÁTICAS 223

el arte descubierto en Mal'ta, en las cercanías del lago Baikal, de hace


23.000 años." ,--------

LA GENÉTICA

He repasado el testimonio arqueológico que sustenta la presencia de


humanos modernos primitivos en Asia central y la propone en los pun-
tos de entrada de los tres únicos pasillos que había para llegar desde la
costa a Asia central, a la Ruta de la Seda y al núcleo de la estepa del Ma-
mut .de Guthrie. Estas tres puertas estaban en Asia noroccidental, en In-
dochina y en China nororiental. Hasta ahora he hablado poco del testi-
monio genético, aunque no sin motivo. La estructura del árbol genético
basado en marcadores de ADNmt y cromosoma Y es más útil para ras-
trear antiguas migraciones de moléculas que para datar movimientos o
para identificar a las llamadas «razas» o grupos étnicos. Es más seguro,
donde sea posible, saber primero qué rutas migratorias autorizan la geo-
grafía, la arqueología y el clima, y comprobar después lo que dice al res-
pecto la versión genética.

UNA CLARA DIVISIÓN NORTE-SUR EN ASIA ORIENTAL


,..----
En el capítulo 2 he dicho que después de la primera diáspora de los
humanos modernos fuera de África se colonizaron todas las regiones del
Viejo Mundo y del Pacífico suroccidental, y que posteriormente hubo
poco flujo genético interregional, si es que hubo alguno, hasta el adve-
nimiento de la última gran glaciación, hace 20.000 años. Asia, a pesar de
su larga tradición de movimientos de masas, no supone una excepción.
Los genetistas ya se habían percatado de ciertas divisiones genéticas
generales dentro de Asia antes de utilizar los marcadores de ADNmt y
cromosomas Y. Tal'como se esperaba, las regiones caucásicas de Eurasia
occidental aparecían juntas, con imbricaciones en la península indos-
tánica. Había una clara separación de Eurasia oriental, que a su vez se di-
vidía en norte-sur, 10 cual coincidía con la división de los mongoloides
en septentrionales y meridionales. Desde el punto de vista del origen
distinguimos así entre Asia suroriental (que abarca la costa meridional
de China: las provincias de Guandong, Guangxi y Fujian) y Asia noro-
riental (China septentrional, la costa oriental de China, Corea, Mongolia,
224 LOS SENDEROS DEL EDÉN

el Tíbet y partes de Siberia), más un grupo del extremo noreste de Asia,


intermedio entre los caucásicos y los mongoloides septentrionales."
Estos estudios han sido poco útiles a la hora de rastrear orígenes,
pero sirven para señalar que todavía hay notables diferencias regiona-
les, incluso entre la mayoría formada por el grupo étnico de China llama-
do han, que también presenta una clara diferencia norte-s~r. Además, estos
estudios han derribado ciertos mitos que había sobre el origen genético
de los chinos. Por ejemplo, antes se creía que, durante los últimos mile-
nios de régimen imperial, una numerosa masa de chinos han se expandió
desde el norte, imponiéndose, desplazando y reemplazando al grueso de
las minorías indígenas del sur. Las últimas investigaciones han demos-
trado, sin embargo, que la identidad han fue, por pragmáticos motivos
políticos, adoptada e incluso sintetizada por las poblaciones autóctonas
del sur durante los últimos siglos." Esto sugiere que buena parte de la mi-
gración china de tiempos históricos fue más aparente que real y apoya la
teoría de que las poblaciones regionales fueron más estables durante los
últimos milenios de lo que se creía hasta hace poco.
Otro método para saber si los mongoloides surgieron del norte o del
sur consiste en tener en cuenta la diversidad. Según los principios gene-
rales del darwinismo, una nueva especie (o, en este caso, un grupo étni-
co que se expande a partir de una pequeña población fundadora) debe te-
ner un centro de origen donde el grupo atesora la máxima diversidad de
tipos (se entiende que genéticos). Ahora bien, se utilice el sistema gené-
tico que se utilice, entre los mongoloides meridionales aparece siempre
mucha más diversidad genética que entre los septentrionales. Ya se ha
empleado el testimonio del cromosoma Y para localizar la patria mon-
goloide en el sur." Aunque este enfoque simplista de la diversidad es útil,
si lo adoptamos corremos el riesgo de caer en dos trampas. Una es que
ninguna línea o marcador genético utilizado se ha identificado clara-
mente como «mongoloide»; son mongoloides por inferencia circunstan-
cial, por el lugar donde se encontraron, de modo que el argumento podría
volverse circular si se aplica de modo rudimentario. La otra es que parece
que el norte de Asia, a diferencia del-sureste asiático, padeció despobla-
ción, extinción masiva y deriva genética durante la última glaciación, de
modo que lo lógico sería encontrar hoy una baja diversidad que no tiene
por qué reflejar el cuadro original.
Una hipótesis extrema de los efectos de la última glaciación en Asia
central y septentrional es que toda la zona asiática situada al norte del
Himalaya quedó completamente vacía de personas y que la población

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