Sie sind auf Seite 1von 25

Revista ÁPICES DIGITAL

REDACCIÓN
Magdalena Cámpora
Diego Ribeira
Luis Ángel Della Giovanna
Raúl Lavalle
Editor responsable: Raúl Lavalle
Dirección de correspondencia:
Paraguay 1327 3º G [1057] Buenos Aires, Argentina
tel. 4811-6998
raullavalle@fibertel.com.ar

nº 32 – 2019

Nota: La Redacción no necesariamente comparte las opiniones aquí vertidas.

1
ÍNDICE

“Inspiración” de Luis Alposta, uno de los mejores poemas


del mundo p. 3

Maximiliano Hünicken. El escaque del tiempo y sus locuras p. 5

“If I can stop” de Emily Dickinson (trad. Claudia Moliné) p. 7

“La magnolia” de José Santos Chocano p. 8

Jonathan Georgalis. Acerca de algunas ideas metafísicas


de Edgar Allan Poe p. 9

Jean Villon. Sobre dos poemas de Houellebecq p. 14

Samira Bandali de Susmann. El pacto p. 15

“Primera advertencia” de Carlos Enrique Berbeglia p. 17

“Curriculum” de Carlos María Romero Sosa p. 18

Wilson González Alfonzo. La lluvia mansa (poema) p. 19

Libros y otras cosas p. 20

2
“INSPIRACIÓN” DE LUIS ALPOSTA,
UNO DE LOS MEJORES POEMAS DEL MUNDO

En el nº 29 de esta revista habíamos publicado el poema


“Inspiración”, de Luis Alposta. Lo tomamos de uno de sus MOSAICOS
PORTEÑOS (cf.: https://mosaicosportenos.blogspot.com.ar/2018/01/el-
patio-y-la-mesa-bajo-el-parral.html), con permiso del autor y lo
comentamos muy brevemente. Pero pocos días después de haber hecho
esto, el propio Alposta se dirige epistolarmente a nosotros y nos da la
bellísima noticia: “Inspiración” era galardonado en un muy prestigioso
certamen mundial de poesía. Volvemos a reproducirlo.

El patio y la mesa bajo el parral.


El pibe que he sido escribe un poema.
Algo me impulsa a dictarle unos versos.
Él no puede oírme, pero los escribe.

Recuerdo ahora una lejana mañana.


El patio y la mesa bajo el parral,
y yo escribiendo unos versos
como si alguien me los dictara.

Estoy escribiendo estas líneas en marzo de 2018, después de


recibir un aviso del médico, poeta y lunfardista. En efecto el 21 de marzo
pasado tuvo lugar el fallo del Premio Internacional de Poesía Jovellanos
en la Universidad de Oviedo.

El jurado del Premio Internacional de Poesía Jovellanos EL


MEJOR POEMA DEL MUNDO está compuesto por el poeta Xuan
Bello, la editora de Ediciones Nobel Ana de la Calle, quien actúa como
secretaria del jurado, la poeta Ángeles Carbajal, el profesor y escritor
José Luis García Martín, el abogado internacional Antonio Garrigues
Walker, el poeta Cristian David López y el subdirector de Liberbank
Ignacio Martínez.

En esa edición han participado 2.058 poemas procedentes de 45


países distintos. Entre ellos figuran algunos como Israel, Kenia, Croacia,
Mozambique o Suecia. Destacan España, México y Argentina como los
países con más candidatos; y entre los de habla no hispana, Estados
Unidos y Brasil. Además se han recibido poemas escritos en 14 idiomas
diferentes, desde el español, el italiano o el ruso hasta el suajili, el
quechua, el búlgaro o el esperanto. El ganador fue el asturiano Alejandro
Garmón Izquierdo, con su poema “Alejandría.”

3
Pero entre los pocos finalistas de tan importante certamen figuró
Luis Alposta, con el antes mencionado “Inspiración.” Te pido me
perdones, querido lector, si me adjudico una parte muy pequeña de la
distinción de nuestro amigo. En efecto, no bien lo vi en los MOSAICOS
PORTEÑOS, hice algo parecido a lo de Julio César: leí, gusté y
seleccioné. Quiero entonces compartir contigo la alegría de Alposta y la
mía propia.
Raúl Lavalle

Una de las ediciones del certamen

4
EL ESCAQUE DEL TIEMPO Y SUS LOCURAS
MAXIMILIANO HÜNICKEN

En latifundios de perplejidad priman aquellos pensamientos que


se asocian a la idea del absurdo. Ya lo decía Miguel de Unamuno,
cuando nos profería que sólo quienes ensayan lo absurdo son capaces de
conquistar lo imposible. Y en ese profundo misterio, que recita con
universal sentido, podemos encontrarnos en el centro de un tablero de
ajedrez, que ajetrea arcanos y fantasmagorías al precio de un entusiasmo,
el de los niños que crean desde lo lúdico el universo de los imposibles.

En aquel mítico tablero de 64 escaques se oculta el magisterio del


tiempo inmóvil y sin divisiones. Pero, como el tiempo ha de dividirse en
un antes y un después, se hace menester la acuciante racionalidad de
Leibniz, que traza en cada escaque el cálculo infinitesimal de las
distancias certeras. Su racionalidad impera y el estudio del laberinto del
continuo lo obsesiona al punto de desvariarlo de la realidad. Él, con la
teoría de la eliminación del vacío, cree haber descubierto la pólvora
milenaria del escaque sin tiempo; pero su racionalidad lo obliga a
desistir de esa ficción.

Continúa el mítico tablero tambaleándose hacia los abismos de la


historia y nos encontramos con el rumiador de historias, con el profeta
de las sátiras y las ironías; nos encontramos con Friedrich Nietzsche. Ya
su escaque no será similar al de Leibniz, porque su centro de gravedad
estará marcado por el círculo de los griegos. Más que nunca es un niño
quien traza como un agrimensor las distancias del escaque y las
longitudes del tiempo.

5
A diferencia de Leibniz, lo intrigan las metáforas dionisíacas y
apolíneas de cómo serán los micromundos de cada escaque en esa
totalidad universal. El arte del niño es el olvido del tiempo y la
fascinación por un nuevo instante auspiciador. Mientras Leibniz juega
con los cálculos hacia un tiempo infinitesimal, Nietzsche juega con los
creadores hacia un tiempo que responde al eterno retorno de lo mismo,
pero que avizora un ahistórico momento de fantasía en la felicidad del
inventar.

Por ello, para desempatar a la filosofía en este latifundio de


ficciones y curiosidades, es pertinente buscar un advocatus, hacer un
llamado al señor de la literatura; es decir, al mismísimo Jorge Luis
Borges. Es el tercero en discordia, quien desempata esta aparente
igualdad de originales propuestas del tiempo y sus locuras. Mas Borges
inclina su balanza hacia el filósofo de las tragedias, porque detrás de
cada absurdo se esconde la inocencia y locuacidad de la infancia
creadora. Y Borges, un poco siendo niño, un poco siendo ese anciano
culto y sagaz, nos dice que el escaque del tablero posee el universo de
los griegos y las paradojas de la vacilación escandalosa y aleccionadora;
porque no se pretende calcular el tiempo sino jugar con aquello que nos
excede en misterio. Como dice el poema del poeta alemán Théophile
Conrad Pfeffel (1736-1809):

Después llega el que ordenó


las piezas del juego, dándole
a cada cual los papeles
de distintos personajes.
Tómalos y en negra caja
echa pequeños y grandes
por completo confundidos.
He aquí del mundo la imagen.

La imagen de un gran escaque cuyo tiempo es infinito, cuya


perplejidad es finita como la pereza de quienes razonan tan sólo
calculando y sopesando magnitudes y números reales, y no juegan con la
imaginación de aquellos primeros vocablos que designan hados y
arcanos de número primos, que pueden dejar sin aliento al agrimensor
racionalista y utilitarista, al arquitecto pragmático y realista, ante el
sueño surrealista de quienes buscan en el absurdo la gran apuesta:
“Tocar el escaque del universo griego, con fervor y entusiasmo genuino,
para no empalidecer con tibiezas racionales.”

MAXIMILIANO HÜNICKEN

6
IF I CAN STOP1

If I can stop one Heart from breaking


I shall not live in vain
If I can ease one Life the Aching
Or cool one Pain

Or help one fainting Robin


Unto his Nest again
I shall not live in vain.

EMILY DICKINSON

Si pudiera evitar que un solo Corazón se rompiera


No habré vivido en vano
Si pudiera hacer que una Vida no duela
O calmar una Pena

O ayudar a un Zorzal desvaído


A llegar de nuevo a su Nido
No habré vivido en vano.

(Trad. Claudia Moliné)

1
Agradezco a Claudia Moliné su traducción de este poema. Según datos de la Red, se
halla en Complete poems (ed. 1924) y es el nº VI de la Part One.

7
LA MAGNOLIA

En el bosque, de aromas y de músicas lleno,


la magnolia florece delicada y ligera,
cual vellón que en las zarpas enredado estuviera,
o cual copo de espuma sobre lago sereno.

Es un ánfora digna de un artífice heleno,


un marmóreo prodigio de la Clásica Era:
y destaca su fina redondez a manera
de una dama que luce descotado su seno.

No se sabe si es perla ni se sabe si es llanto.


Hay entre ella y la luna cierta historia de encanto,
en la que una paloma pierde acaso la vida:

porque es pura y es blanca y es graciosa y es leve,


como un rayo de luna que se cuaja en la nieve,
o como una paloma que se queda dormida.

JOSÉ SANTOS CHOCANO1

1
El autor (1875-1934), destacado poeta peruano, con estos versos me hizo acordar de
las numerosas camelias que vi hace poco, en un viaje que hice por parte de Portugal y
de España. Sé que camelias y magnolias no son lo mismo, pero es bueno leer tan bello
soneto. [Manuel Pereiro]

8
ACERCA DE ALGUNAS IDEAS METAFÍSICAS
DE EDGAR ALLAN POE
JONATHAN GEORGALIS

P.— Quisiera que se explicase usted mejor, míster Vankirk.


V. — También lo querría yo; pero eso requiere un esfuerzo mayor del que soy
capaz de hacer. No me pregunta usted adecuadamente.
P. — ¿Cómo he de interrogarle, entonces?
V. — Debe usted empezar por el comienzo
P. — ¡El comienzo! Pero ¿dónde está el comienzo?
V. — Ya sabe que el comienzo es Dios1.

La metafísica tiene que vérselas, fundamentalmente, con el tema


del comienzo. Ese comienzo sin comienzo de donde todas las cosas, de
una u otra forma, proceden, obsesionó desde sus orígenes temporales la
mente de los filósofos y desveló sus conciencias en una búsqueda desde
entonces perpetua. ¿Quién sabe qué misterio se esconde en el origen,
entendiendo por origen, no ya el principio temporal sino más bien el
arché, el fundamento originario? El artista superior tiene su palabra en
este debate varias veces milenario. Quizás la índole misma del problema
exija de la naturaleza el concurso de otra facultad, además de la simple
inteligencia discursiva. Será la intuición la que penetre en profundidad y
con su visión global sea capaz de esclarecer la naturaleza de unos
vínculos tenues y racionalmente imprecisos. En esa visión el misterio
estalla en un océano de luminosidad y, al adentrarnos reverentemente,
nos enceguecemos.
Las limitaciones de la racionalidad Edgar A. Poe las supera
literariamente con el recurso de la influencia mesmérica. Ésta, según sus
palabras, al limitar la acción de los sentidos burdos, guarda un
parentesco extraordinario con la muerte. Las potencias mentales se
repliegan y el alma, sola consigo misma, se esconde en su núcleo más
recóndito y etéreo. En este punto, su visión intuitiva se tornará posible.
El alma separada de la materialidad retrasa el efecto de la muerte,
precisamente porque el influjo mesmérico permite la interlocución con
una conciencia desencarnada. Eso explica la trama de El caso del Señor
Valdemar y también explica el final de la Revelación mesmérica. En esta
especie de substracción vivencial de las tramas de la materialidad, las
limitaciones discursivas se debilitan y es posible alcanzar una visión
sincrónica y sinóptica, siempre y cuando la voluntad sea interrogada de
la manera correcta:
1
Poe, E. A., “Revelación mesmérica” en Cuentos, Traducción de Julio Gómez de la
Serna, Barcelona, Planeta DeAgostini, 199, p. 182.

9
Las abstracciones pueden ser una diversión y un ejercicio, pero no se
adueñan del espíritu. Por último, mientras permanezcamos sobre la Tierra, la
filosofía, estoy persuadido de ello, nos mandará siempre en vano que
consideremos las cualidades como cosas. La voluntad puede asentir; el alma, el
intelecto, nunca. Repito, pues, que he sentido tan sólo a medias, y nunca he
creído intelectualmente. Pero en una época reciente hubo en mí cierta mayor
profundidad de pensamiento hasta hacerle adquirir tan extraña semejanza con
la aquiescencia de la razón, que fue difícil distinguir entre los dos. Tengo
motivos para atribuir la huella de ese efecto a la influencia mesmérica. No
podría explicar mejor mi idea que por la hipótesis de que la exaltación
mesmérica me hace ser capaz de percibir un sistema de razonamiento que en mi
existencia anormal me convence, pero que, por una plena concordancia con el
fenómeno mesmérico, no se extiende, excepto por su efecto, hasta mi existencia
normal. En el estado hipnótico, el razonamiento y su conclusión (la causa y su
efecto) están presentes simultáneamente1.
Siendo estos algunos de los medios ofrecidos por el sueño
hipnótico, emerge la posibilidad de utilizar esos recursos para el
conocimiento relativo a las realidades primeras. El comienzo es Dios,
eso ya lo sabemos. La sana filosofía enseña que antes del movimiento
está el pensamiento, y que antes del pensamiento se encuentra Dios.
¿Pero cuál es la naturaleza de ese Dios que se expresa mediante el
pensamiento y cuya providencia gobierna, desde el principio al final, el
curso del universo entero?

P.— ¿No es Dios inmaterial?


V.— No hay inmaterialidad; es ésta una simple palabra. Lo que no es
materia, no es nada en absoluto, a menos que las cualidades sean cosas.
P.— ¿Es Dios, pues, material?
V.— No. (Esta respuesta me dejó muy asombrado.)
P.— Entonces, ¿qué es Él?
V.— (Después de una larga pausa, y balbuciente.) Le veo; pero es una
cosa difícil de decir. (Otra larga pausa.) Él no es espíritu, pues existe. No es
materia, “como usted la entiende”. Pero hay “gradaciones” de materia que los
hombres no conocen; la densa empuja a la ligera, la ligera penetra a la densa.
La atmósfera, por ejemplo, empuja al principio eléctrico, mientras el principio
eléctrico pasa a través de la atmósfera. Estas gradaciones de materia aumentan
en tenuidad o en ligereza hasta que llegamos a una materia “imparticulada” —
sin partículas—, indivisible, “una”; y aquí se modifica la ley de impulsión y
penetración. La materia esencial o imparticulada no sólo penetra las cosas, sino
que las impele, y “es”, por ende, todas las cosas en una misma. Esta materia es
Dios. Lo que los hombres intentan corporeizar en la palabra “pensamiento” es
esa materia en movimiento2.

1
Op. cit., p. 181.
2
Op. cit., p. 183.

10
Todo lo que existe supone la existencia de un soporte. Dios no es
inmaterial, ya que él mismo es ese soporte. Luego debe ser material.
Pero la materia, como todo lo demás, nos ofrece un caso donde se aplica
la universal ley de las gradaciones. Existen formas de materialidad más
densas y otras más tenues. Desde las manifestaciones más groseras
ofrecidas por nuestros sentidos mundanos, nos elevamos gradualmente,
nos espiritualizamos, hacia el origen mismo de toda otra determinación,
el substrato fundamental y único, una physis viva y original, que él
denomina “materia imparticulada”:

P.— ¿Puede usted darme una idea más precisa de lo que es para usted
el término materia imparticulada?
V.— Las materias que los hombres conocen escapan a los sentidos
poco a poco. Tenemos, por ejemplo, un metal, un trozo de madera, una gota de
agua, la atmósfera, el gas, el calórico, la electricidad, el éter luminoso. Ahora
llamamos materia a todas esas cosas y abarcamos toda materia en una
definición general; pero, a despecho de eso, no hay dos ideas más
esencialmente diferentes que la que asignamos al metal y la que asignamos al
éter luminoso. Cuando nos fijamos en este último, sentimos una tendencia casi
irresistible a clasificarle con el espíritu o con la nada. La única consideración
que nos contiene es nuestra concepción de su constitución atómica, y aun aquí,
tenemos necesidad de pedir a nuestra noción de un átomo, como algo
poseyendo, en una infinita exigüidad, solidez, tangibilidad, peso. Suprimida la
idea de la constitución atómica, no seremos capaces mucho tiempo de
considerar el éter como una entidad, o, al menos, como materia. A falta de una
palabra mejor, podríamos llamarle espíritu. Demos ahora un paso más allá del
luminoso éter; concibamos una materia mucho más rara que el éter, como el
éter es mucho más raro que el metal, y llegaremos al fin (a despecho de todos
los dogmas escolásticos) a una masa única, a una materia imparticulada. Pues
aunque podamos admitir una infinita pequeñez en los átomos mismos, la
infinitud de la pequeñez en los espacios entre ellos es un absurdo. Habrá un
punto, habrá un grado de rareza, en donde, si los átomos son bastante
numerosos, los interespacios deberán desaparecer, y la masa, juntarse. Pero
habiendo quedado ahora apartada la consideración de la constitución atómica,
la naturaleza de la masa se desliza inevitablemente dentro de lo que
concebimos como espíritu1.

Conjuntamente con el grado de sutileza, nos hundimos


gradualmente en el ámbito de lo infinitesimal. En un extremo ideal, no
existirá el espacio vacío. Existe, sí, una especie de velo de materia muy
sutil, cuyas agitaciones de pensamiento se extienden en forma de
movimiento generador, adquiriendo gradualmente una forma más densa.
La manifestación de la naturaleza aparece, así, como un continuo
formado por el pensamiento en su proyección fuera de sus fuentes
1
Op. cit., pp. 184-185.

11
luminosas y perfectas. La diferencia entre espíritu y materia, términos
usados en el curso del diálogo por Poe, debe ser, no obstante el rechazo
de la distinción ofrecida anteriormente, precisada, dado que en esos
términos se comprende generalmente la naturaleza de lo humano, que
busca esclarecerse:

V.— Sí, para evitar una confusión. Cuando digo “espíritu”, quiero
decir materia imparticulada o suprema; por “materia” entiendo todo lo demás.
P.— Ha dicho usted que “para las nuevas individualidades la materia es
necesaria”.
V.— Sí, pues existiendo el espíritu incorpóreo, es simplemente Dios.
Para crear seres individuales, pensantes, era necesario encarnar porciones del
espíritu divino. Por eso el hombre está individualizado. Despojado de la
vestidura corporal, sería Dios. Ahora el movimiento especial de las porciones
encarnadas de la materia imparticulada es el pensamiento del hombre, como el
movimiento conjunto es el de Dios1.
La materia, a semejanza de los filósofos escolásticos, hace las
veces de principio de individuación en la concepción de Poe. El núcleo
de lo humano, desprovisto de toda materialidad, coincidiría con la
divinidad. Pero hasta ese grado de despojamiento es imposible llegar. El
motivo es que no puede haber una causa sin consecuencia. Y la creación,
en su regreso completo y homogéneo a la divinidad original, se perdería
en un retorno sin enriquecimiento. La acción del pensamiento,
manifestado en la creación de las individualidades y el universo, no
alcanzaría de ese modo ningún resultado. Existe entonces, un pequeño
límite, que siempre separará al hombre de la pureza de Dios, un velo
tenue, que los luminosos rayos de la divinidad pueden traspasar,
transfigurando la esencia de la humanidad.
El hombre, por lo tanto, se compone de un núcleo de naturaleza
semejante a la de Dios, y de diversas capas de materia más o menos
densa. El hombre no puede desprenderse, finalmente, del cuerpo, porque
hacerlo sería desprenderse de su individualidad. ¿Pero acaso no nos
muestra la muerte esa disgregación de los elementos materiales? ¿Qué
significa, entonces, la liberación del espíritu de la prisión material? ¿Es
la muerte el fin de todo?
P.— No comprendo. ¿Dice usted que el hombre no podrá desprenderse
nunca del cuerpo?
V.— He dicho que no podrá estar nunca sin cuerpo.
P.— Explíquese.
V.— Hay dos cuerpos: el rudimentario y el cabal, correspondientes a
las dos condiciones de la oruga y de la mariposa. Lo que llamamos “muerte” no
es sino la metamorfosis dolorosa. Nuestra encarnación actual es progresiva,
preparatoria, temporal. Nuestra encarnación futura es perfecta, suprema,
inmortal. La vida final es el objetivo supremo.

1
Op. cit., p. 186.

12
P.— Pero tenemos una noción palpable de la metamorfosis de la oruga.
V.— “Nosotros”, ciertamente, pero no la oruga. La materia de que está
compuesto nuestro cuerpo rudimentario está al alcance de los órganos de ese
cuerpo, o, más claro, nuestros órganos rudimentarios son apropiados a la
materia de que está formado el cuerpo rudimentario, pero no a la de que está
formado el supremo. El cuerpo supremo escapa por eso a nuestros sentidos
rudimentarios, y percibimos sólo la envoltura que cae, en el declinar de la
forma interior, no la forma interior misma; pero esta forma interior, lo mismo
que la envoltura, es apreciable para los que han adquirido ya la vida final1.

JONATHAN GEORGALIS

1
Op. cit., p. 187.

13
SOBRE DOS POEMAS DE HOUELLEBECQ

Tengo Configuración de la última orilla, poemario de Michel


Houellebecq (Barcelona, Anagrama, 2016). Confieso que me impresionó
mucho. Escribo aquí mi sentir sobre dos de sus poesías. No las voy a
transcribir, porque soy gran ignorante en cuestiones legales. Solo haré
algunas citas mínimas.

En p. 64 está la que empieza “Il n’y a pas d’amour.” Me llama


mucho la atención la similitud de espíritu con Mimnermo de Colofón,
aquel lírico griego que escribió que la vejez es peor que la muerte.
Michael (como su apellido es difícil, uso su nombre en sermo noster) es
muy tremendo, pues nos dice que morimos en total abandono; que no
hay piedad para con nosotros; que en la vejez “rien ne nous attend”,
salvo la “mémoire vaine” de los días pasados. En suma, nuestro
sentimiento será de una dura desesperación. Y estoy en todo de acuerdo
contigo, Michael… menos en una cosa: que para mí el recuerdo es algo
muy grato. Yo vivo de él y me place, pues me permite viajar a tiempos y
lugares. Sí, vivo de él.

El de p. 65, que empieza “Ma vie, ma vie, ma très ancienne”, me


gusta por los diversos pensamientos que me obsequia. Uno es el de la
mujer que vuelve, tema que está en el tango Volvió una noche, con
maravillosos versos de Alfredo Le Pera. Otro, el del verso “entré en
dépendance entière”, porque soy terriblemente dependiente de los que
amo. Por fin, los dos finales: “Il existe, au milieu de temps, / La
possibilité d’une île.” Sobre esto último siempre digo que me considero
un isleño. Me gusta visitar islas y creo que mi país es una isla. Siempre
lo repito. Gracias, Michel, por tus raros pensamientos poéticos. No te
enojes, por favor, si alguien como yo se considera amigo tuyo.

JEAN VILLON

14
EL PACTO
SAMIRA BANDALI DE SUSMANN1

Me siento a la mesa, en mi restaurante favorito a la orilla del río


Aare. Le pido al camarero que mi ensalada no tenga pimiento morrón.
Cuando me deja la ensaladera sobre la mesa, como siempre, grandes
pedazos de pimientos son la primera cosa que salta a la vista. Pimientos
verdes, amarillos y rojos. Con mi tenedor los aparto y los paso al plato
de pan.

A través del gran arco de la ventana del restaurante, aprecio el


bosque verde, y viene a mi memoria aquel pimiento morrón en aquel
patio. Aquel patio asfaltado, cuyas paredes de unos diez metros de altura
lo separaban de la ciudad y al que unas rejas verticales ante la ventana
tornaban inaccesible para nosotras. Un patio sin árboles ni flores, tal
como nuestra comida, sin verduras o frutas.

No me acuerdo por medio de quién o cómo nos habían sido


provistas unas semillas de pimiento morrón. Cerca de una esquina del
patio algo de tierra se vislumbraba en una grieta del asfalto. El siguiente
día de la salida al aire libre, una de nosotras, que se jactaba de tener
“manos verdes”, hundió su índice en la tierra y sembró las semillas. Otra
las regó con una taza roja, de plástico.

Cada día, por entre las rejas, observábamos aquella esquina. El


amanecer que la planta germinó, bailamos de alegría alrededor de
nuestra celda de seis por diez metros.
Rezábamos por lluvia, para que el calor de verano no marchitara
nuestra planta. Un día, apareció un pimiento verde debajo de una hoja,
cual aro colgado de una oreja. Como una embarazada acariciando su
criatura a través de su vientre, nosotras también, con nuestras miradas,
acariciábamos aquel pimiento por detrás de las rejas.
El pimiento crecía y crecía.
Pasando el tiempo, algunas fueron liberadas, unas cuantas
fusiladas, varias trasladadas. Las recién llegadas las remplazaban. Con
ellas nos tocó decidir el destino de aquel pimiento morrón.

1
La autora es iraní. Reside en Argentina y, como se ve, se expresa perfectamente en
español. Estamos muy contentos con su visita literaria en este número. [R.L.]

15
Unas propusieron dejarlo en la planta hasta que se secara. La
mayoría decidió arrancarlo y repartirlo entre las ochenta de nuestra
celda. No recuerdo quién lo arrancó.

Al atardecer, sentadas sobre el piso alrededor del mantel de


plástico blanco, como en un ritual, lo pasamos de mano en mano.
Aspirándolo profundamente, registramos su rico aroma para siempre en
nuestras memorias. Aquélla fue la última vez que comí un pimiento
morrón.

Al terminar mi ensalada, dejo el dinero sobre la mesa y salgo a


caminar hacia el bosque verde y libre de Berna.

SAMIRA BANDALI DE SUSMANN

16
PRIMERA ADVERTENCIA

Curiosamente, las vías,


en un punto infinito
no llegan a encontrarse;
prosiguen, impertérritas y paralelas,
desobedeciendo las leyes de la óptica
y del buen sentido
dimanando luz sin movimiento y muda.
Miles de distancias
lejanizan su destino que ningún tren recorre
y quietudes de viento
aceran de entretelas el poniente,
sitio donde esos mismos rieles,
distendidos por la transgresión
pierden sus rumbos en el desierto.

Como expulsado de un rencoroso sueño


las únicas dimensiones que realiza la conciencia
insisten en avanzar o desandar
la interminable recta.

Solo una herramienta


que articula la mano
logra romper la simetría.

CARLOS ENRIQUE BERBEGLIA1

1
Agradecemos a este poeta y filósofo argentino su permiso para publicar aquí estos
versos de su poemario Palabra sin gesticulación (Buenos Aires, Vinciguerra, 2018, pp.
20-21). Varias cosas podríamos subrayar de este profundo poema. Solo anoto unas
pocas. Una, el uso de un neologismo moderado (“lejanizan”), que no hiere los oídos del
lector. Otra, nuestra vida como un riel, del cual no es fácil salir (si mi interpretación es
buena). La última, una como confianza en la inteligencia (al menos, la inteligencia
personal), que puede buscar otros caminos. Repito, es mi humilde (tal vez equivocada)
lectura. [R.L.]

17
CURRICULUM

No se inflamó mi corazón creyendo;


ni estuve de las dudas a la altura.
Un ido afán mudé por la cordura
y a la medida impuesta fui viviendo.

La insignia tironeé de la aventura,


cosido con recelos su remiendo;
y más que en labios, en la miel, dulzura
degusté en mi lugar yendo y viniendo.

Sin notar que compensa con el canto


de grillos, de la noche el ciego abrazo.
Ni afianzarme en el ímpetu del viento:

Empuje, incitación y empleado santo


y seña liberándose a mi paso,
una hondura de huellas. Mi cimiento.

CARLOS MARÍA ROMERO SOSA1

1
Escritor argentino actual. Agradezco su permiso para publicar este soneto de Un cielo
a ras de mis declives (Buenos Aires, PROSA, 2019, p. 33). Este soneto no es un
curriculum laboris sino, bellamente esbozado, un verdadero currículo vital. [R.L.]

18
LA LLUVIA MANSA

Debes estar alegre porque la lluvia mansa


es como una caricia sobre la tierra seca
y es bendición sublime que reciben gozosos
los pájaros y plantas, los insectos y bestias.

Es vida que se ofrece para que otras vidas


sus cánones vitales extiendan en el tiempo
y avancen por las sendas espacio-temporales
cumpliendo su destino del modo más perfecto.

Es buena pues se entrega sin recompensa alguna


y se filtra en la tierra y asciende por los tallos
y se asoma en el fruto, en la flor y en la espiga,
se escapa en el gorjeo gracioso de los pájaros,
corre por las pendientes, se vuelca en el arroyo
y trisca entre las piedras cual si fuera un rebaño.

La lluvia mansa es oro que recibe el labriego


con los ojos chispeantes y el alma estremecida
viendo cuán jubiloso la recibe el sembrado
al hacerse presente su promesa de vida.

No importa si te mojas al salir a la calle:


¡es tan poco el perjuicio y tanta la ganancia!
Despreocúpate y anda sonriente y optimista
y goza de la vida con esta lluvia mansa.

WILSON GONZÁLEZ ALFONZO1

1
El autor es escritor uruguayo actual. Un amigo común me dice que ha ejercido la
docencia, lo cual tal vez se perciba en el cuidado preciosismo de su pluma. ¿Cómo no
pensar, al leer estos alejandrinos, en el inefable Rubén? Agradecemos su permiso de
reproducir aquí este texto, que ya ha sido publicado en su patria. [R.L.]

19
LIBROS Y OTRAS COSAS

Romancillo del final


No muy lejos, ya se ve,
no muy lejos está el puerto:
este es el fin y el principio
de tantos y tantos sueños.
Fue hace tiempo, una vez,
no recuerdo ya el comienzo.
Es cosa buena el llegar
y también el derrotero.
Hay muchas muertes y vidas
a lo largo del sendero:
quizá después de llegar…
muertes vendrán a mi encuentro.
Mas quizá las muertes tardas
vidas traigan en sus senos.
Vicente Herrera

Entre naranjas y papeles


En uno de mis habituales paseos por San Isidro, tomé la calle 25
de Mayo y, como es mi costumbre, tomé una naranja de los árboles de
sus bellas aceras y la pateé al gol, entre dos troncos que configuraron, en
mi desatinada imaginación, un arco de fútbol.

20
Pero mi afición futbolera no se detuvo allí. Vi en efecto que
algunas naranjas no estaban tan altas. Don Fulgencio habría estado de
parabienes conmigo, pues me acerqué, pegué un saltito –pésimo émulo
de Joe Jordan– y cabeceé el maradoniano pequeño esférico que estaba
más a mano. Un motociclista en Harley-Davidson, que andaba justo
deteniéndose por allí, se bajó de su moderno rocinante: “Usted sí que
tiene alma de niño”, me dijo. Sin duda, sabias palabras.
Seguí después y, para desgracia de San Isidro, di con un montón
de basura al lado de un tacho. Mi curiosidad siempre me mueve a la
pesca de alguna antigüedad… y dos fueron las que encontré. Vamos por
la primera, la de la foto de abajo.

Carlitos Balá solía decir a alguno de los personajes de sus


programas: “Andá a vacunarte contra la envidia.” Pues bien, de chico me
vacunaron en la escuela y en Saavedra 15; y yo mismo llevé a mis hijos.
Ahora este cartoncito de salud me trae la memoria de esos días, en que
yo era un poco menos niño que hoy. Y da algo de sanación a mi
atribulado espíritu.
El otro hallazgo fue un viejo boletín de calificaciones, del año
1976. Conservo los míos de la secundaria, que terminé en el ’70. Los
períodos eran bimestrales, no trimestrales. El alumno en cuestión había
tenido buenas notas, menos en matemática: su promedio de 1,75 estaba,
como encontré su libreta, por el piso. En conducta, un aceptable
“Bueno.” ¡Qué tiempos aquellos, en que había más respeto! La foto de la
contratapa puede ilustrarnos sobre eso.

21
En fin, querido amigo lector, mis paseos por San Isidro me traen
gratos momentos. Este me hizo volver a la infancia… la cual creo que
nunca abandoné.
R.L.

La vereda invernal
Comienzo con esta foto:

22
Algunos peatones, poco afectos a los carteles de “prohibido pisar
el césped”, han hecho una vereda en este espacio verde de Puerto
Madero, en la Ciudad de Buenos Aires. La mala acción de estos hombres
tuvo un efecto todavía peor, pues me movió a escribir esta copla:
Vereda que tantas veces
me has llevado hasta mi dueña,
tú sigues estando aquí…
el tiempo borró la huella
de mis amores tan tiernos:
¡pudiera volver a verla!
Es disculpable mi falta, porque soy riojano y porque la calle
Caminito está algo cerca de esa vereda invernal.
SAÚL GONZÁLEZ

Un poco más sobre mi amigo Dino

La foto que se ve arriba es la de un libro de mi amigo Bernardino


Rivadavia. Sobre él he escrito algunas cosas tiempo atrás. Me gustaría
recordar ahora un pequeñísimo aspecto de nuestra amistad. Me refiero a
los tiempos en que yo iba con alguna frecuencia a la redacción de Proa,
revista que dirigía Roberto Alifano.

23
Es mucho mayor la deuda, en este aspecto, que tengo con él, pues
por su intermedio conocí a bastantes personas del mundo de la cultura.
No obstante, días pasados me vino a la memoria que a través de mi
modesto intermedio Bernardino también gozó de buena amistad cultural.
Me vienen los nombres desordenadamente: Carlos María Romero Sosa,
Luis Martínez Cuitiño y Héctor Fernández Méndez Calzada (con este
profesor tenía jugosísimas conversaciones sobre historia del arte) forman
la tríada que recuerdo. Hubo seguramente alguno más. En fin, tengo
nostalgia de esos días.
R.L.

“La biblioteca”
Cubriendo los estantes de la gran biblioteca,
me hablan calladamente los libros familiares
que devanan en una maravillosa rueca
ideas infinitas, anhelos seculares.
Santos, poetas, sabios, hicieron estas obras;
enormes pensadores, poetas prodigiosos,
en horas de esperanza, de alegría o zozobras,
alzaron, línea a línea, estos templos suntuosos.
Prolijos, incansables, mi alma los imagina
frente al oculto océano del pensamiento fuerte,
con el ansia profunda de hacer obra divina
que cruce las edades y que venza la muerte.
¡Oh maestros insignes, quién pudiera en el frágil
vaso, donde una gota hay del néctar sagrado,
forjar también de nuevo el libro recio y ágil
que pueda sin rubores estar a vuestro lado!

Poco y nada puedo comentar yo, tan pobretón poeta, sobre estos
versos de Arturo Marasso. Te cuento nada más, amigo lector, que los he
enviado a mis amigos.
Radulfus

Justicia

No diga, honorable juez,


no diga: “Será justicia,”
pues añadirá a sus males
una tamaña mentira.

SAÚL GONZÁLEZ

24
Copla al ciego de Granada
Hace muchos años que visité Granada. Quizá por eso no
recordaba una cosa que tiene cierta fama. En un periódico llamado
Granada hoy firma una nota José Luis Delgado, en diciembre 2011. Cito
lo siguiente: “Los versos grabados en el muro al pie de la Torre de la
Vela hicieron famoso a su autor, el poeta mejicano nacido en 1863,
Francisco de Asís de Icaza: Dale limosna mujer / que no hay en la vida
nada / como la pena de ser / ciego en Granada. Aunque él ya era muy
conocido como diplomático, miembro de la Academia Mexicana de la
Lengua, de la Real Academia de la Historia en España y Premio
Nacional de Literatura en 1925. Sin embargo muy poco sabemos de ese
ciego, si es que existió, que le inspiró tan entrañables versos y tan
emblemáticos para los granadinos. Ser ciego en Granada es ciertamente
la mayor de las desgracias, aunque andan por ahí algunos que aun
gozando de buena vista, apenas ven nada. Y no hay peor ciego… ¡Santa
Lucía los ampare!” (https://www.granadahoy.com/granada/ciego-Puerta-
Justicia_0_541745898.html) Se me ocurrió, caro lector, hacer a modo
mío los versos. Esta es mi coplilla.
Dale limosna, mi bien,
y la luz de tu mirada,
que nada hay peor en el mundo
que ser un ciego en Granada. [Juan Sevilla]

25

Das könnte Ihnen auch gefallen