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Aprender conlleva un proceso molecular que se ha ido elaborando y haciéndose más complejo con la

aparición del sistema nervioso, comenzando con los invertebrados. Un caracol, por ejemplo, posee una
poderosa maquinaria neuronal con la que aprende a distinguir en su entorno lo que es bueno (un trozo de
comida) de lo que es malo (cualquier sustancia tóxica).

El cerebro de los mamíferos, y entre ellos el ser humano, posee un diseño orquestado por códigos
heredados a lo largo del proceso evolutivo que empujan a todos los seres vivos a aprender de modo
espontáneo. Códigos que vienen impresos en el programa genético de cada especie. Al nacer, el de
aprendizaje es el primer mecanismo cerebral que se activa. Es el mecanismo responsable de la
adaptación al medio ambiente y la supervivencia.

Una de las citas más importantes y famosas del autor es “el hombre es bueno por naturaleza, es la
sociedad quien lo corrompe”. Este concepto es el eje central de su libro Emilio, en el que también
encontramos algunas bases de su ideal educativo como que el niño debe ser el centro del aprendizaje y
hay que tener en cuenta sus intereses y sus necesidades y fomentar aquellas potencialidades innatas que
tiene el niño para un desarrollo educativo deseable. Es decir, deja a un lado la educación pública para
centrarse en fomentar un aprendizaje individual.

Emilio, o De la Educación fue escrito en 1762, cuando Rousseau tenía 50 años. En esta obra el autor da
una nueva perspectiva sobre la educación y relata el proceso de aprendizaje que tiene que llevar un niño,
en este caso Emilio, según sus ideales. Él se interpreta como el maestro que ha de guiar a Emilio en su
aprendizaje. El libro consta de cinco partes. Las tres primeras hacen referencia a la niñez de Emilio; la
cuarta a su adolescencia; y la quinta se refiere a la educación de Sofía, la mujer ideal, y a la vida paternal,
política y moral del protagonista.

Según Rousseau, el niño, durante su infancia y niñez, debe aprender por si solo ya que tiene capacidades
desde que nace para hacerlo. La experiencia es vital para que el niño aprenda y también lo es el hecho que
el niño viva en la naturaleza, que aprenda de ella y que no esté en contacto con la sociedad hasta que no
esté preparado. El desarrollo natural es el ideal y no hay que dejar que nada interfiera.

Según Rousseau, el niño, durante su infancia y niñez, debe aprender por si solo ya que tiene capacidades
desde que nace para hacerlo. La experiencia es vital para que el niño aprenda y también lo es el hecho que
el niño viva en la naturaleza, que aprenda de ella y que no esté en contacto con la sociedad hasta que no
esté preparado. El desarrollo natural es el ideal y no hay que dejar que nada interfiera.

Si el niño se comporta mal, no hay que castigarle, hay que dejar que aprenda él mismo las consecuencias
de sus actos y así aprenda de la experiencia.

El autor no está de acuerdo con enseñar al niño cosas para las cuales no está preparado, como se haría en
la enseñanza pública, si no proteger al niño de todas aquellas influencias negativas que puedan acecharle.
La idea de obediencia y del deber son conceptos que no tienen ninguna importancia ni interés para
Rousseau, además de considerarlos perjudiciales. La única ley que debe seguir el niño es la de la
necesidad, refieriéndose a que el niño de lo único que tiene que ser dependiente es de las cosas y no de las
personas.

En la tercera parte, Emilio esta en el período de transición entre la niñez y la adolescencia. En este
período ya está totalmente preparado para esta nueva etapa en la que la curiosidad por conocer tiene
mucha importancia. Como dice Rousseau: “Ha adquirido toda la razón posible para su edad y en ello ha
sido tan libre y tan feliz como se lo ha permitido su naturaleza”.

Al no haberle prohibido su libertad por explorar, aprender y experimentar, tiene la mente abierta para
poder descubrir cosas nuevas del ambiente en el que vive. La resolución de problemas y método por
descubrimiento son las técnicas didácticas principales utilizadas por Rousseau para que Emilio aprenda.
No cree que esté preparado todavía para aprender materias formales.

En la cuarta parte del libro, Emilio tendrá 15 años y llegará hasta los 20. En esta etapa ya está preparado
para actividades intelectuales y sociales. Empezará a estudiar historia, literatura, arte, teatro, música,
política, etc., y realizará viajes para conocer más mundo y empaparse culturalmente. Está preparado para
entrar en sociedad, ya que está suficientemente equipado para enfrentarse a los peligros.

A Emilio le aflorarán sus pasiones y sus intereses y curiosidades sexuales y será su maestro quien lo guíe
a través de la moralidad y los sentimientos.

Antes de "la edad de la razón", el niño no aprende con ideas, lo hace con imágenes. Por eso hay que
mantenerle alejado de la lectura, que es el "azote de la infancia". "¡Libros! ¡Qué triste mobiliario para su
edad!". Pretender adelantar el aprendizaje de la lectura puede ocasionarle un aborrecimiento que
arrastrará para siempre. Por el contrario, ha de insistirse en el cultivo del cuerpo y de la sensibilidad: "sus
primeros maestros de filosofía son nuestros pies, nuestras manos, nuestros ojos. Sustituir por libros todo
esto no es enseñarnos a razonar, es enseñarnos a servirnos de la razón de los otros; es enseñarnos a creer
mucho, y a no saber nunca nada". Para Rousseau la "razón sensitiva", corporal, visual y vital, será la base
de la futura "razón intelectual": el "arte de ver" dará paso al "arte de razonar"

Prestamos demasiada atención a lo que debe aprender y no tanto al cómo debe aprenderlo: "importa poco
que aprenda esto o aquello con tal que capte bien lo que aprende y el uso de lo que aprende". Es a él a
quien corresponde fijar lo que quiere aprender: "desearlo, buscarlo, hallarlo". Si el aprendizaje es un
proceso de búsqueda, la terea educadora es poner ese deseo "a su alcance, hacer nacer con habilidad ese
deseo y proporcionarle los medios de satisfacerlo".

Por tanto, el naturalismo pedagógico de Rousseau se basa en potenciar la observación y la


experimentación, considerar los intereses y capacidades de los niños y, sobre todo, estimular el deseo de
aprender, desencadenar en su mirada el asombro y activar su voluntad de transformación. Modificar su
entorno para cambiarse a sí mismo, buscando extraer su mejor yo.

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