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¿Por qué causa tanta sensación e incluso contradicción que alguien hable de
Satanás y del infierno, de exorcismo y oración de liberación? A la vez surge la
pregunta, ¿Cómo es que aumentan como nunca los cultos satánicos y esotéricos,
los brujos y astrólogos en pleno auge de la era tecnológica? Ciertamente en estos
últimos decenios hemos tenido que constatar una vasta crisis doctrinal que se está
extendiendo no sólo en los laicos sino especialmente entre el clero.
La Iglesia corre el riesgo de proclamar la muerte de Satanás, pues muchas
veces se subestima incluso el poder que nos ha dado Jesús para expulsar los
demonios. El padre Amorth aseguraba que hay países en los que no existe ni
siquiera un solo exorcista, como Alemania, Suiza y Portugal. Y allí donde hay
exorcistas comienzan a verse con sospecha, como bichos raros, locos, o fanáticos, a
veces ni siquiera tolerados por los mismos obispos que los nombraron.
Lo que nunca había sucedido en la historia bimilenaria de la Iglesia ha
acontecido en estos últimos decenios: por primera vez se ha venido formando una
silenciosa corriente teológica, sobre todo en el período posconciliar, que
prácticamente niega la existencia del diablo. De hecho, no pocos consagrados y
sacerdotes, sin una formación demonológica, pueden llegar a ser instrumentos de
ese diablo a quien creen haberle dado ¡el adiós! . 3
1
Pablo VI en su alocución durante la audiencia general del 15 de noviembre de 1972.
2
Michele Sciacca, en un artículo publicado el 7 de febrero de 1975 en el periódico Il Tempo de Roma, con el
título “Satanás entre nosotros”.
3
Corrado Balducci, El diablo existe y se puede reconocerlo, 1990
1
Contrariamente, quien pretenda que no se hable del diablo, de la oración de
liberación y de los exorcismos, favorece la cultura del miedo y la incertidumbre,
del dominio del mal, del cual Cristo vino a liberarnos enseñándonos a orar cada
día: Líbranos Señor de todos los males.
“Cuanto más se comprenda la santidad de Dios, tanto más se comprenderá
la oposición a lo Santo. El mejor ejemplo de esto es el mismo Cristo: junto a Él, el
Santo por excelencia, no podía permanecer oculto Satanás, y su realidad se veía
obligada a manifestarse. Por esto podríamos quizá decir que la desaparición de la
conciencia de lo demoniaco pone de manifiesto un descenso paralelo de la
santidad. El Diablo puede refugiarse en su elemento preferido, el anonimato,
cuando no resplandece para descubrirlo la luz de quien está unido a Cristo” . 4
Todos somos testigos del sufrimiento humano. En esa infinita escala de los
males físicos, psíquicos, morales que podemos padecer y a los cuales es sometido
el hombre, se manifiesta también el influjo de Satanás, su poder y su lucha
incesante contra el reino de Dios en Cristo. La teología nos enseña que el hombre,
en virtud de la gracia y los dones preternaturales, en el paraíso gozaba de la
inmunidad de todos estos males. En efecto, es la misma redención de Cristo la que
devuelve la gracia, pero no todavía los dones preternaturales. Hemos sido
reintegrados al Reino de Dios, pero todavía no sustraídos de la lucha y el posible
influjo de Satanás y sus seguidores.
Ante esta circunstancia, se debe tener presente que hay tres acciones y
estados que comprometen al ser humano. Lo natural, que es la acción que se
adecúa al obrar de la naturaleza del universo material. Lo preternatural, que es la
actuación que va más allá del obrar de la naturaleza del universo material. Lo que
es fruto de la acción de una naturaleza angélica o demoníaca. Y en tercer lugar lo
sobrenatural, que se refiere a la actuación que va más allá de cualquier naturaleza
creada. Esta forma de obrar es propia de Dios.
El tormento corporal aunque es una realidad dramática no es la actividad
primaria de la acción demoniaca, que de hecho, lo hace presente, y en
consecuencia, se puede combatir mediante el exorcismo. Hay en cambio, una
actividad solapada, devastante y letal que no se percibe fácilmente. Si bien, lo que
más llama la atención de la gente son los episodios de posesiones diabólicas, bien
escasos por cierto, fenómenos de opresión, infestaciones, etc., todo ello es apenas la
punta de un inmenso iceberg.
Por lo tanto, es de la masa escondida del iceberg que debemos preocuparnos
y no de la punta que emerge siempre en forma espectacular y sugestiva. Si la
acción demoniaca se redujera sólo a fenómenos externos podríamos decir “qué
pobre diablo tan inteligente y potente, pero tan reducido”; así las cosas, la batalla
sería más simple y fácil de lo que imaginamos . 5
4
Card. Ratzinger
5
Giancarlo Gramolazzo, Presidente de la asociación internacional de exorcistas 2008
2
Históricamente hablando, el mal moral y físico se ha lanzado sobre el
hombre no sólo por el simple efecto de su desobediencia, sino por efecto de la
voluntad del hombre mismo, detrás de la instigación y el influjo de Satanás. El
pecado se ubica no en el marco de una lucha entre el bien y el mal, sino en el
choque del Reino de Dios y la acción contraria de Satanás a Cristo.
Dicho de otro modo, nuestra lucha no es sólo contra la carne y el mal que
históricamente viene del libre albedrío del hombre y los límites de su naturaleza,
sino, como nos recuerda san Pablo, de Satanás y de los ángeles rebeldes que
operan a través de los males que la carne nos inflige. Detrás de cada mal físico y
moral que nos golpea se oculta efectivamente el influjo personal de Satanás. Esto lo
reafirma el Papa Pablo VI en la catequesis del 15 de noviembre de 1972, cuando
dice que:
a. El mal no es solamente una deficiencia sino una eficiencia, un ser
vivo, espiritual, pervertido y pervertidor.
b. El demonio está al origen de la caída de la humanidad, es el
enemigo número uno y tentador por excelencia.
c. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se
niega a reconocerlo existente. También quien lo explica como una
pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las
causas desconocidas de las desgracias humanas.
6
Juan Pablo II. Catequesis de julio y agosto de 1986.
3
1. LA EXISTENCIA REAL DE SATANÁS
antes del período conciliar la existencia real del demonio era de pacífica aceptación
por parte de creyentes y pensadores católicos. Una verdad que entraba sin
problemas en el depósito de la fe o en la doctrina de la Iglesia.
Pero después del Concilio y no por culpa del concilio, que ciertamente
reafirma la doctrina al menos 18 veces, algunos teólogos en Francia, Alemania y
Holanda se hicieron esta pregunta: ¿Satanás existe realmente o es sólo un género
literario bíblico para indicar la realidad del mal, una personificación conceptual y fantástica
de las causas desconocidas de nuestros males?¿Es una persona real?
7
Gino Oliosi, 1934. Obispo italiano, exorcista y penitenciario de la Diócesis de Verona.
4
b. El triunfo del Diablo
c. La teología protestante
5
d. La teología católica
6
Ratzinger corrige a Haag por querer interpretar la Biblia no con su criterio
interno, sino con la mentalidad y categorías actuales bajo una razón que se
autolimita arbitrariamente a lo empíricamente verificable. Igualmente, el desarrollo
de la demonología del Nuevo testamento quiere dejar claro el único poder de Dios
sobre el diablo, como lo presenta ya el Antiguo testamento.
2. ¿QUIÉN ES EL DIABLO?
Bien se preguntaba san Agustín: ¿Si Tú Señor, eres infinitamente bueno, eres
el Ser supremo y bellas son todas las cosas que has hecho, de dónde viene Satanás?
De Ti que sólo amas y eres el Amor viene sólo el bien. San Agustín vivió la experiencia
del maniqueísmo, antigua filosofía fundada por Mani, quien admitía dos
principios absolutos:
a. Principio del bien: el Dios bueno
b. Principio del mal: el dios malo
El mal no puede derivar de Dios porque Dios es Sumo bien, origen divino
de cada ser, de cada bien. Entonces, ¿de dónde viene el mal? El Concilio
lateranense IV (1215) enseña que “aquellos que llamamos demonios no han sido
creados así”; fueron creados como ángeles buenos, pero se convirtieron así por su
libre decisión. El mal moral y físico se ha lanzado sobre el hombre y también sobre
el cosmos no ya por el simple efecto de su desobediencia, sino por efecto de la
voluntad del hombre mismo con la instigación y el influjo de Satanás.
7
Oliosi dice que si el mal se hubiera lanzado sobre el hombre por simple 8
8
G. Oliosi, Il demonio come essere personale, una verità di fede. 2008.
8
c. LA SOBERBIA. Se trata de una opinión sostenida especialmente por
Orígenes y después por muchos pensadores cristianos, hasta convertirse
en doctrina común de la Iglesia propuesta en el Catecismo. El pecado es
el orgullo: la decisión de autosuficiencia destruyendo el propio don y
dando paso a la mentira. Orígenes se sostenía en dos textos proféticos:
Isaías 14, 10-20 y Ezequiel 28, 11-19, en los cuales se dice, que llevado por
su propia belleza y altura espiritual, Lucifer pensó ponerse en el lugar
del Señor del cielo y de la tierra y de no someterse más a Él. No aceptó su
condición de creatura y se rebeló contra la Omnipotencia divina. El
desorden de su alienación fue no aceptar ser ellos mismos, queriendo
asumir la posición de Dios. Están en situación de perenne conflicto que
parte de la rabia y el odio a Dios, deseando la muerte a todas las demás
creaturas.
9
En la homilía del 15 de agosto de 2007, Benedicto XVI, citando la Ciudad de
Dios de san Agustín afirma que “toda la historia humana, la historia del mundo, es
una lucha entre dos amores: el amor de Dios hasta la pérdida de sí mismo; y el
amor a sí hasta el desprecio de Dios y el rechazo de los demás”.
Grandes santos tuvieron experiencias de fuerte combate con el demonio y la
carne. Santa Gema Galgani, san Juan María Vianey, san Felipe Neri, y aún más
conocido, el padre Pío de Pietrelcina, a quien se aparecía el diablo en forma de un
animal repugnante que lo llenaba de terror. También en forma de mujeres
provocativas que lo tentaban contra su castidad; incluso refirió heridas físicas
infligidas por el demonio.
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El padre Francesco Bamonte afirma que ante estas formas de acción del
diablo existen muchas vías que pueden abrir la puerta a la acción demoníaca.
Veamos las principales:
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4. ¿CÓMO SE VENCE AL DIABLO?
9
G. Amorth., María contra el mal. 2017.
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5. CRITERIOS DE COMPRENSIÓN Y DISCERNIMIENTO
a. Criterios teológicos
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d. El ministerio de exorcizar personas poseídas por el demonio, se confía
con expresa licencia al Ordinario del lugar, el obispo diocesano (CIC
1172).
e. El permiso para exorcizar se debe conceder sólo a sacerdotes de probada
piedad, ciencia, prudencia, integridad de vida, y con la preparación
acorde para este oficio. (CIC 1172,2).
f. El rito se acompaña de gestos como: la señal de la cruz, la imposición de
manos, la exsufflatio (expiración del demonio) y la aspersión con el agua
bendita.
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i. El exorcismo no puede nunca interpretarse como un acto de magia o
superstición. Jamás debe prestarse para espectáculo de los presentes, por el
contrario debe realizarse con la debida prudencia y reserva.
j. Si al exorcismo son admitidas algunas personas, sea para orar intensamente
por la persona atormentada por el demonio. Sin embargo, deben abstenerse
de cualquier fórmula de exorcismo, invocativa o imperativa, reservada sólo
al exorcista.
k. Se debe distinguir entre el exorcismo y la oración de liberación. Dirigirse
directamente al demonio en nombre de Jesucristo es un exorcismo. En
cambio, la oración de liberación es una plegaria dirigida especialmente a
Dios y a los santos para obtener la liberación del demonio. (P. Cessare
Truqui).
CONCLUSIÓN
Finalizo con las mismas palabras del Papa Benedicto XVI: “Digan lo que
digan algunos teólogos, el Diablo es, para la fe cristiana, una presencia misteriosa,
pero real, no meramente simbólica, sino personal. Y es una realidad poderosa (“el
Príncipe de este mundo”, como le llama el Nuevo Testamento, que nos recuerda
repetidamente su existencia), una maléfica libertad sobrehumana opuesta a la de
Dios; así nos lo muestra una lectura realista de la historia, con su abismo de
atrocidades continuamente renovadas y que no pueden explicarse solamente con el
comportamiento humano.
Reto a los párrocos y sacerdotes a que no prediquemos tanto sobre el
demonio, sino sobre Jesús venciendo al demonio y el poder del mal; a que no
catequicemos bajo el moralismo del pecado, sino sobre el encuentro con Cristo en
un verdadero proceso de conversión. Definitivamente, el hombre por sí solo no
tiene fuerza suficiente para oponerse a Satanás; pero éste no es otro dios; unidos a
Jesús, podemos estar ciertos de vencerlo. Es Cristo, el “Dios cercano”, quien tiene
el poder y la voluntad de liberarnos; por esto, el Evangelio es verdaderamente la
Buena Nueva.
Por último, es probable que todo esto resulte escandaloso para una
mentalidad moderna que presume de abarcar toda la realidad con su propio
conocimiento. Pero la fe es un conjunto plenamente integrado y no se puede aislar
o quitar ningún elemento de su complejo entramado. Ante la presencia misteriosa
del mal, también resplandece el pueblo de Dios que se une espiritualmente a su
Creador mientras espera contra toda esperanza.
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