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I. FACTORES PREDISPONENTES
SOCIOCULTURALES:
La presión social para ser delgada
Más del 90% de las mujeres está insatisfecha con su imagen corporal;
El 75% de las mujeres están preocupadas por su peso, porque consideran que
están excedidas
Sólo el 25% está excedido desde el punto de vista médico
Más del 40% está a dieta como una forma de modificar la situación
Los medios prometen a las mujeres de figura esbelta y bajo peso una vida sofisticada,
de gran aceptación social y éxito.
Suelen aparecer notas acerca de cómo modificar el cuerpo: "la nueva dieta milagrosa".
De esa forma, se alienta la disconformidad con uno mismo, disfrazada de "mejorar",
"ser más exitosa", "ser más atractiva" o "gustarle más al hombre".
El contexto sociocultural premia la delgadez y tiene prejuicios contra la gordura.
Cuando hablamos de "un cuerpo ideal o espectacular" estamos refiriéndonos no a un
ideal de salud o bienestar, sino de moda imperante en ese determinado momento.
Los trastornos de la alimentación son típicos de las sociedades industrializadas del
mundo occidental. Tampoco afectan por igual a las diferentes clases sociales. Es propio
de la clase media y alta. Las personas de clase baja afectadas por este problema, son
aquellas jóvenes que por su trabajo se encuentran inmersas en un ambiente de clase
media o alta donde se juegan esos valores como fundamentales.
Es absurdo establecer una relación entre el éxito y el peso corporal. La persona que
sufre de un trastorno de la alimentación llega a estar tan obsesionada con la comida y
el comer que dispone de poco o nada de tiempo para pensar en estar bien y mucho
menos tiene las condiciones de estabilidad emocional mínimas para tener un buen
desempeño en su actividad laboral, escolar o social.
Sin embargo, muchas jóvenes se convencen de lo contrario y se valoran a sí mismas
como personas sólo a partir de la aceptación que puede tener su cuerpo para los
demás.
La sociedad comunica claramente que el papel más importante de la mujer es ser
atractiva físicamente, y los medios perpetúan y refuerzan esta idea sugiriendo que la
totalidad de la mujer se expresa a través de la imagen corporal.
La presión social para ser “supermujer”
Los anuncios de la televisión las muestran como "deben ser": delgadas, saludables,
sexys, hermosas, triunfadoras. Con un cuerpo perfecto, sin duda, debe desarrollar una
carrera brillante, debe desempeñarse fluidamente a nivel social, debe construir un
matrimonio perfecto y debe ser una perfecta madre. Deben tener un gran control sobre
sí mismas, con logros bien visibles y ser perfeccionistas.
Las mujeres creen este mensaje de "mujer moderna" y, a diferencia de los hombres, se
sienten culpables por no alcanzar el estereotipo de mujer que venden los medios. Se
sienten fracasadas por no poder responder a lo que suponen que son las únicas
expectativas que se tienen de ellas. Esto disminuye su sensación de seguridad, la
confianza en sus recursos, en lo que sí tienen de valioso: su capacidad de ser buenas
mujeres, esposas o madres o buenas amigas, buenas empleadas o buenas compañeras
de trabajo.
"No seré una mujer tan maravillosa, pero al menos en lo que hace a la figura sí voy a
lograr lo que me proponga." Así es como el peso se convierte en el área sobre la que sí
van a poder ejercer el dominio exigido. La idea que subyace es que el logro en el
"objetivo: peso" inmediatamente se trasladará a cualquier otra área de la vida.
La dieta comienza con el fin de ser más popular o atractiva, estar más acorde con los
cánones estéticos reinantes, sentirse más "integrada", pero puede desembocar en un
serio trastorno de la alimentación.
Y así aparecen la culpa, la ansiedad, el miedo y la pérdida de control sobre la
alimentación como efecto de "fracasar" en ese intento de manipular el peso corporal.
No obstante, en lugar de hacerla desistir, estos sentimientos la estimulan para "probar
nuevamente" con la dieta. Así se pone en funcionamiento el ciclo. También, como
efecto del mismo trastorno, se desarrollan actitudes y creencias extrañas acerca de la
comida, que rondan la obsesión, hasta el punto de no poder hacer ni pensar en otra
cosa. En especial, surge un intenso miedo a ganar peso descontroladamente, que
contribuye a paralizarse más.
Otros prejuicios que también presionan
Prejuicios en relación con la obesidad: se tiene la idea de que los obesos lo son porque
comen más que los no obesos, cuando en realidad las investigaciones demuestran que
no es así. La obesidad tiene otras raíces, y nadie se vuelve obeso por el solo hecho de
comer lo que es sano y esperable para su cuerpo. También se cree que los obesos
tienen más problemas psicológicos que los no obesos. Seguramente los obesos tienen
que luchar contra tremendas presiones sociales por su figura, lo cual acarrea
problemas, pero como un efecto secundario a la discriminación. Se piensa que la
obesidad, aun moderada, está asociada con un incremento de la mortalidad. Está
demostrado que la mayor mortalidad se produce en mujeres de bajo peso y que la
menor mortalidad se produce en las mujeres que pesan entre un 10% y un 20% por
encima de su peso esperado. Además, se dice que "los tratamientos con dietas
prolongadas son satisfactorios". Es verdad que la probabilidad de perder peso
inicialmente es alta, pero en varios seguimientos a largo plazo de pacientes que han
bajado de peso con dietas restrictivas se ve claramente el fracaso.
La mayoría de la gente piensa que no tener éxito con las dietas (o ser gordo) se debe a
una "falta de voluntad" por parte de los que lo intentan. Esta creencia sólo sirve para
perpetuar sentimientos descalificadores respecto de uno mismo y atribuirse la culpa
por no lograr los objetivos que te propones.
INDIVIDUALES Y FAMILIARES
Problemas con la autonomía
Dificultad que tienen ciertas personas para funcionar de forma discriminada de la
familia o de otros externos. Esto es, jóvenes que viven muy pendientes de lo que otros
esperan de ellas, de cumplir con los ideales de sus padres, o de darles satisfacción a
los demás. La obligación de ser siempre "adecuada" les deja poco margen de seguridad
para desarrollar un pensamiento personal o para hacer los planteos propios de una
etapa de crecimiento. Planteos que seguramente mostrarán diferencias con los padres
o provocarán distanciamientos o dejarán temporariamente insatisfechos a otros.
Es inevitable entonces que se tenga una cierta sensación de ineficacia personal, una
gran dificultad para resolver las cosas apelando a recursos personales, porque se
termina siempre dudando de sí mismo.
Muchas veces, es la dificultad para encarar las situaciones cambiantes que atraviesa y
resolverlas lo que hace que una persona vulnerable a desarrollar un trastorno de la
alimentación convierta su cuerpo en el símbolo y la fuente de autonomía, control,
eficacia personal e identidad. Entonces se interpreta erróneamente la delgadez como
un signo de ser "especial" y el hacer dieta y bajar de peso, como indicadores de
autocontrol.
Déficit en la autoestima
El grado en que el individuo se acepta a sí mismo es conocido como "autoestima".
Cuanto menos parecido a lo que la persona considere como "ideal" es el concepto que
tiene de sí misma, más baja estará su autoestima.
En la mujer de nuestra sociedad, en general, la autoestima está más conectada con
factores como la imagen externa o apariencia, la aprobación del otro, cumplir con las
expectativas y responder a las necesidades de los demás, etcétera.
Una joven puede sentirse tan insegura acerca de sus posibilidades de cumplir con esos
parámetros y, por lo mismo, de ser exitosa en sus relaciones, que concentra en el peso
el área de triunfo y aceptación.
Camino a la perfección y el autocontrol
El sufrimiento y la sensación de ineficacia las hace muy exigentes, a tal punto que
nunca sienten que lo que hacen es suficientemente bueno. Si no van a poder hacer a la
perfección algo que se proponen, directamente no lo intentan.
Esa búsqueda de perfección también se desplaza al peso corporal: para alcanzar la
perfección es preciso mantener el cuerpo ideal, a cualquier costo.
Este perfeccionismo refuerza la sensación de inseguridad, porque exige no fallar, en
lugar de afirmar al individuo en sus recursos.
También es bastante frecuente encontrar en las jóvenes con trastornos del comer una
tendencia muy marcada a controlar todo en sus vidas, lo cual incluye un fuerte control
del cuerpo. Se sienten poderosas manipulando el peso corporal, seguramente como
compensación de sensaciones de impotencia que surgen frente a situaciones que les
son difíciles de manejar. Hasta que finalmente comprueban que el sistema de control
se les vuelve en contra.´
Estas jóvenes no soportan que las cosas no estén bajo su control y tienen una gran
dificultad para ensayar alternativas de salida, porque suponen que "deberían saber"
cómo hacer todo bien desde el comienzo. Entonces, surge el área de la comida y el
peso como un campo que sí es posible controlar, y la ilusión de que al lograrlo tendrán
la prueba cierta de su capacidad para enfrentar las cosas en la vida.
Miedo a madurar
Los trastornos de la alimentación se desarrollan por lo general en el período que va
desde la pubertad, pasando por la adolescencia, hasta la juventud. Es un período de
numerosos cambios: a nivel físico, sexual, emocional y social. Algunos jóvenes sienten
que son poco hábiles para convivir con estos cambios, que no tienen recursos o que
nadie los ayuda a transitarlos.
Los cambios físicos vienen acompañados de un aumento natural del peso corporal, que
es lo que finalmente le da al cuerpo una forma más "de mujer". Para muchas jóvenes
que tienen trastornos de la alimentación, éste puede ser el factor precipitante. Una
intolerancia a esa realidad, una dificultad para aceptar un cuerpo que inevitablemente
transmite el mensaje de que ya se ha dejado la infancia.
Generalmente, estas jóvenes están muy "estancadas en la niñez", y tienen temor a
crecer y a manejar la independencia que eso implica.
O bien, perciben claramente el temor de sus padres a que eso suceda y sufren en
realidad por la falta de estímulos de parte de ellos para animarse a entrar en el mundo
adulto.
Otro aspecto de ese temor a crecer es que conservan un pensamiento infantil que se
mueve entre los extremos: • bueno o malo, • todo o nada, • obeso o delgado.
Rasgos familiares
Se han identificado ciertas características familiares comunes a muchas de las
personas con trastornos de la alimentación:
Escasa comunicación entre sus miembros
Incapacidad para la resolución de los conflictos que se presentan
Sobreprotección por parte de los padres
Rigidez y falta de flexibilidad para encarar las situaciones nuevas, o regular las
reglas familiares adecuándolas a los cambios de etapa
Ausencia de límites generacionales (por ejemplo: jóvenes con papel de madres)
Expectativas demasiado altas de los padres respecto de sus hijos
Historias familiares que incluyen depresión y alcoholismo
Existencia en el seno de la familia de abuso sexual o físico
Para una joven que crece en el seno de una familia donde el cuidado de la imagen
externa es lo fundamental, donde la figura y el peso corporal ocupan un lugar
predominante en las preocupaciones de los adultos, es muy difícil escapar a esa
influencia.