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Breves notas para seguir pensando las economías populares.

¿Qué es el dispositivo
Grabois?

El presente artículo se encuentra dividido en dos breves partes. En la primer parte


señalaremos sucintamente por qué las llamadas economías populares o informales se
presentan como un campo estratégico para pensar nuestro presente. En la segunda,
proponemos reconstruir y problematizar, a partir de algunas intervenciones y escritos de
Juan Grabois -referente de la C.T.E.P- uno de los sentidos (¿dominantes?) que buscan
cifrar la complejidad de las economías populares en sus términos. A grandes rasgos,
nuestro objetivo es desanudar lo que denominaremos el “dispositivo Grabois”, ya que
entendemos que radica en el intento de cerrar “desde arriba” la complejidad y las
posibilidades que las economías populares alojan.

Las economías populares como campo estratégico para la acción y el pensamiento.

¿Cómo pensar el complejo mapa social y político que abren las economías
populares? ¿Por qué pensarlas? ¿Desde dónde? ¿Qué abren? ¿Qué ponen en disputa?
Las llamadas “economías populares” se presentan en la actualidad como un campo
de acción estratégico y privilegiado para atender a la redefinición de las prácticas
laborales, las concepciones en torna a ellas, las luchas sociales y las posibilidades de
trasformación social en el capitalismo actual. Lejos de presentarse como un campo
transparente, sus circuitos económicos, sociales y simbólicos, presentan una abigarrada
heterogeneidad y una vital dinámica “silvestre” o “salvaje” en permanente apertura y
mutación. Esto hace que se trate de un campo opaco, gris, multicromático y difuso que
hace difícil (o estéril) cualquier definición exhaustiva y precisa de la pregunta de qué es
la economía popular. Quizás, mejor que una definición cuyo efecto resultaría petrificante,
sería necesario ensayar una genealogía –siempre provisoria- que dé cuenta, bajo un
esquema de relaciones de fuerza, cómo se han ido modificando desde los años ´70 las
relaciones entre capital, los sectores populares y las mediaciones estatales. Trazar la
genealogía, de los movimientos de desocupados a los movimientos piqueteros y sociales
que pusieron en crisis la retórica neoliberal a comienzos del siglo, a la extensión e
intensificación de la economía popular en los años de los llamados gobiernos progresistas,
y frente a los gobiernos de ajuste actuales, supone ir viendo los diferenciales, las
discontinuidades y las variantes en triple relación/tensión en cada coyuntura histórica.
Las economías populares o informales presentan una interesante dinámica donde
se re-elaboran constantemente ciertas cuestiones que una “sensibilidad de izquierda” o
atenta a la conflictividad social y el presente no puede pasar por alto: nuevas figuras
proletarias y nuevos modos de explotación, sujeción y desposesión, así como nuevas
posibilidades de subjetivación y nuevos sentidos por lo común. En este sentido, se vuelve
un foco apropiado para dar cuenta de lo que Partha Chaterjee llamo la “política de los
gobernados”, es decir las múltiples estrategias y tácticas que “desde abajo” negocian o se
apropian del sentido de las técnicas gubernamentales y de la lógica del capital para la
reproducción de la vida. Por ello, en el campo difuso de la economía popular y en sus
múltiples topografías es posible mapear los conflictivos y las tensiones entre
capital/trabajo. En este sentido, las economías populares ponen en juego una doble
revisión. Por un lado, una revisión de qué es el trabajo y quiénes son los sujetos
trabajadores en la era posfordista, donde la fábrica y la mediación salarial tal como
organizaba la vida en el Estado de Bienestar bajo la idea de “pleno empleo”, ha sido
desplazada por otras formas productivas. Y por otro lado, las EP también suponen
redefinir el operar del capital y las formas de explotación cuando la mediación patronal y
la forma de extracción del plusvalor tradicional no resultan aplicables para estos sectores.
La economía popular nos fuerza a re-pensar las subjetividades populares así como las
mutaciones en las formas de despojo y explotación del Capital.
La idea de “política de los gobernados” para pensar estas economías nos resulta
interesante ya que descentra la política del nudo estatal y de la idea moderna de soberanía
y la abre al campo de lo social. Presión, negociación, piquete, olla popular pero también
organización y autogestión en los territorios. Las economías populares como un ambiente
de relaciones y prácticas económicas, simbólicas y sociales presenta una inherente
inestabilidad y precariedad, un carácter difuso que entremezcla y yuxtapone elementos
heterogéneos que van desde el emprendedurismo individual, formas explotación y
autexplotación y también formas económicas de gestión comunitarias. Este carácter
polimórfico de la economías popular crean una serie de dinámicas que escapan, por así
decirlo al, “ojo del soberano”, constatando una incapacidad del Estado de controlar e
intervenir con efectividad sobre la gestión de los territorios.
Por otra parte, para muchos eruditos y militantes, la potencialidad de las
economías populares radica en la ambivalencia de su autonomía y la idea de lo común
que suponen: también se trata de formas económicas que escapan al “ojo del patrón”, de
formas de producir cooperativamente donde los medios de producción están en manos de
los propios trabajares. Si bien este punto es interesante, se vuelve necesario atender a
cómo han mutado las formas de explotación en el capitalismo actual a partir del trabajo
sin patrón, pero en un proceso de extensión e intensificación de la precarización y del
dispositivo de las finanzas y la deuda. Habría que ver hasta qué punto esta autonomía y
esta libertad no queda inmediatamente capturada por estos dispositivos. Por otra parte, lo
común que pone juego deberá responder a formas de invención y de imaginación popular.

2- El dispositivo Grabois
Lejos de trazar aquí una genealogía de la economía popular, nuestro ejercicio aquí
será más modesto: intentaremos reconstruir (y problematizar) cierto sentido
(¿hegemónico?) y cierto lenguaje que busca cifrar la economía popular en sus términos.
En este sentido, nos interesa pensar las economías populares desde la polémica y la
disputa (abierta) por su sentido. Proponemos, entonces, un ejercicio provisorio de discutir
lo que llamaremos el “dispositivo Grabois”.
Es evidente que la figura de Juan Grabois emerge actualmente como una de las
principales dadores de sentido a la pregunta de qué es la economía popular, cuáles son
sus objetivos, finalidades y qué potencialidades aloja. Como intentaremos que sea
evidente, no se trata de desestimar, impugnar, o deslegitimar una figura sino más bien de
un ejercicio de re-pensar una posición.
Valga una primera aclaración en relación al término dispositivo. Retomamos este
concepto siguiendo la reconstrucción que Deleuze, hace de Foucault, en ¿Qué es un
dispositivo? Allí Deleuze señala que un dispositivo “Es una especie de ovillo o madeja,
un conjunto multilineal. Está compuesto de líneas de diferente naturaleza (…) Cada línea
está quebrada y sometida a variaciones de dirección (bifurcada, ahorquillada), sometida
a derivaciones (…) Las dos primeras dimensiones de un dispositivo, o las que Foucault
distingue en primer término, son curvas de visibilidad y curvas de enunciación”
Un dispositivo es a grandes rasgos un régimen de visibilidad y de enunciación, es
cierta traza de líneas de sentido en torno a lo real que permite y habilita cierta percepción,
prácticas y acciones. Como dice Deleuze un dispositivo anuda o entreteje varias líneas.
Pensar los escritos y declaraciones de Grabois como dispositivo nos permite anudar y
entretejer afirmaciones que muchas veces se presentan como aisladas o contradictorias.
Lo que interesa es tanto recorrer las líneas sentido que anuda como la forma en que están
tejidas o anudadas. Entendemos que esto nos puede ayudar a comprender la lógica que
opera en su forma general de pensar las economías populares. La revisión que
intentaremos llevar a cabo cuestiona ciertos aspectos del dispositivo Grabois señalando
que hay un intento de “cerrar desde arriba” las tensiones y los sentidos de las prácticas de
los gobernados. El problema de fondo que intentaremos plantear es si este dispositivo no
despolitiza a los sujetos a los cuales da la praxis transformadora.
Consideraremos que el dispositivo Grabois funciona articulando, al menos, tres
grandes líneas (aquí podría agregarse más otras): 1) concepción de la EP como una
economía de subsistencia/solidaria frente a los efectos excluyentes del neoliberalismo, 2)
una visión de los sectores populares que los victimiza al sólo considerarlos como
“excluidos”, “descartados” y “los sin voz” 3) Idea de poder popular basado en la
organización que implica orden, unidad, moral y jerarquías. Intentaremos hilar
brevemente en nuestra argumentación como estos tres ejes suponen una visión que busca
neutralizar la conflictividad social a partir de la configuración de un orden de distinciones
y asimetrías, de roles y funciones, de capacidades e incapacidades.
Para reconstruir las ideas de Grabois en torno a la economía popular resulta
interesante partir de qué idea rechaza y confronta. En un artículo en su blog personal
Grabois crítica la “idealización neoliberal”, que ve en las economías informales, el
autoemprendedurismo antiestatista, la creatividad individual para hacerse en el mercado,
y la necesidad de la des-regulación de las lreaciones económicas y el laissez faire. Esta
posición, bautizada como “capitalismo popular” por el economista peruano Hernando del
Soto y ampliamente difundida por Mario Vargas Llosa, será disputaba da por Grabois a
partir de denunciar las condiciones precarias y de explotación propias de la EP. Grabois
apunta sus armas para definir la economía popular desde una posición crítica y de
resistencia frente al neoliberalismo.
“En realidad la economía popular es, en primer lugar, la economía de los excluidos, pues
está conformada por todas las actividades que surgieron como consecuencia de la
incapacidad del mercado para ofrecernos a todos un trabajo digno y bien remunerado
como obreros en una fábrica o empresa.”
En las afirmaciones de Grabois hay un énfasis recurrente en dos ideas que aquí aparecen,
la idea de que la economía popular es de los excluidos y la idea de su génesis se debe a la
incapacidad del mercado de ofrecer puestos de trabajo dignos. La idea de exclusión es
nodal en la argumentación de Grabois, tanto para la definición del sujeto de la economía
popular como para la crítica a lo que llama el neoliberalismo y sus efectos desposesivos.
“La exclusión es la cara de la injusticia social hoy. Excluir es dejar algo afuera: el
capitalismo hoy nos deja afuera”.
Esta idea, lo lleva a pensar a la economía popular como una economía de
subsistencia, donde los “excluidos” reinventan formas laborales, precarizadas e
“infraproductivas, desde el punto de vista económico”. La argumentación de Grabois
que retoma algunas intervenciones de José Nun señala que el capitalismo tardío genera
una “población sobrante” que lejos de ser un mero “ejercito de reserva” funcional al
capital, es un desecho. Aquí hacen su aparición los “excluidos”, los “descartados”. Ellos
son los sujetos de la EP. A partir de allí Grabois delinea una visión por momentos
miserabilista, donde la economía popular, aparece como respuesta precaria de los pobres
que han quedado “afuera” del capital. La lucha, para Grabois, radica en trastocar -a partir
de la presión y la negociación- estas condiciones indignas y lograr para lograr un “trabajo
digno y que permita el progreso” a partir de que la economía popular se transforme en
una economía solidaria. La posibilidad de esta economía solidaria se encuentra no solo
en que los medios de producción “pertenecen a los propios trabajadores” sino también,
según Grabois, en que en la economía de subsistencia no opera la “racionalidad burguesa”
la “cultura popular” “Lejos del cálculo productivista de la empresa capitalista, ese
heterogéneo conjunto de actividades de subsistencia se desarrolla con recursos sencillos,
lucha y sacrificio”.
Si bien compartimos que las ideas de Hernando Soto idealizan las condiciones de
las economías informales, al invisibilizar violencias y los despojos, también creemos que
la reducción de la economías populares a los términos de subsistencia, marginalidad y/o
solidaridad parecen no hacerle justicia a la heterogeneidad y las dinámicas que ponen en
juego. Impiden ver el carácter productivo que tienen muchas estas formas (y el
acumulativo de algunas) y sus múltiples relaciones con el operar del capital y la
extracción del valor. Por otra parte, al señalar a priori que la EP opera con una
racionalidad no capitalista también se opera con una idealización que da propiedades
inherentes y virtuosas a la “cultura popular”. Por otra parte, al cifrar a las economías
populares desde la noción de subsistencia y exclusión, como propia de “poblaciones
sobrantes” que producen por “fuera del capital” y exteriores al mismo, el conflicto se
reduce a una contradicción fundamental: “La contradicción fundamental en nuestra
sociedad es cada día más clara: están los que caben y los que sobran. Los integrados y los
excluidos. Los que son útiles para el proceso de acumulación capitalista, por un lado, y
los “residuos sociales”. Como señalamos, este modelo de exterioridad no deja de ser
problemático ya que no atiende a las dinámicas complejas que intrincan estas economías
a la extracción del valor, y por neutraliza los múltiples juegos de antagonismos y poder
entre trabajo vivo- capital, limitando el horizonte político a idea de inclusión/ exclusión.
Pasemos ahora a la segunda y tercer línea. La idea de que la EP es de subsistencia
y su devenir posible en ser una economía de solidaridad encuentra correlato en sus sujetos.
Como vimos, en el lenguaje de Grabois estos aparecen como los “descartados”,
“excluidos”, “desechados” y “los sin voz”. A contrapunto de la idealización neoliberal
que los ve como emprendedores activos, Grabois sostiene un lenguaje que solo los cifra
como víctimas. Son aquellos que siempre están entre el trabajo de subsistencia y el trabajo
digno, y sufren los despojos del sistema. Para este aspecto resulta interesante una
entrevista radial reciente en el programa Clinamen1. Allí Grabois analizaba el nuevo
contexto regional luego del triunfo de Bolsonaro y esbozaba una crítica a “cierta
intelectualidad que adopta la agenda de un progresismo de élites a la europea y no es
capaz de interpelar a las mayorías populares”. Para Grabois la crisis del progresismo
actual es síntoma, entre otras cosas, de un problema de “desconexión” entre lo que sienten
y desean las mayorías populares y lo que interpretan y proponen ciertos intelectuales y
dirigentes. En sus declaraciones Grabois configura un orden de distinciones que supone

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9/10/2018 https://marencoche.wordpress.com/2018/10/09/clinamen-charla-con-juan-grabois/
la distinción entre lenguas y pensamiento, donde los excluidos y los descartados son
aquellos a quienes incapaces de abstracción y reflexión, pero también aquellos que
“expresan sus sentimientos de maneras absolutamente distintas, con otro lenguaje sin
verbalizarlo”. Los excluidos no son solo de mercado sino que también están desposeídos
de la palabra política, desposesión que el dispositivo Grabois no solo constata, sino
también refuerza. Este orden de posiciones y desposesiones hace necesario que los de
abajo precisen de una mediación política “que re-interprete las aspiraciones de la
mayoría”. Esta tarea le cabe en el planteo de Grabois a los dirigentes y militantes
orgánicos, hermeneutas del lenguaje y el código “popular”. No debe sorprendernos una
posición de etse tipo. La sociología de Bourdieu también esgrimía la incapacidad de los
habitus populares para tomar la palabra política, precisando siempre de un “portavoz”.
Esta visión de los trabajadores de la economía popular conlleva a que el poder popular no
puede ser definido sino como organización y orden donde deben subordinarse a sus
dirigentes orgánicos. Si bien pueden pensarse como una muestra de “realismo” en torno
a realidad de las subjetividades populares, su inmediata y unívoca conceptualización de
éstos como “los sin voz” parece condenarlos a la eternidad de la afasia y la tutela política.
Verificar que “los descartados” no hablan ¿no es descartarlos aún más?

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