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revista electrónica de teoría de la ficción breve

TEXTOS COMO ESQUIRLAS:


LOS HÍBRIDOS GENÉRICOS DE AUGUSTO MONTERROSO

Salvo por el Indice, que debido a razones desconocidas viene después, el libro termina en esta
página, la 151, sin que eso impida que también pueda comenzar de nuevo en ella, en un movimiento
de regreso tan vano e irracional como el emprendido por el lector para llegar hasta aquí (Augusto
Monterroso, Movimiento perpetuo).

El concepto de “libro” ha estallado en la narrativa de Augusto Monterroso, escritor inclasificable que no

se castiga con limitaciones de género. Sus creaciones se revelan como las esquirlas irregulares que quedan tras la

explosión, marcadas por el rasgo común de la pequeñez (la brevedad) y la variada morfología, pues entre ellas se

cuentan los aforismos, los ensayos heterodoxos, los micro-relatos y las divagaciones de la más diversa especie. Este

hecho se constata especialmente en las tres obras misceláneas del autor, las menos conocidas y reeditadas, que ocupan

el tercer, quinto y sexto lugar entre sus siete libros publicados. Me refiero, claro está, a Movimiento perpetuo (1972),

La Palabra mágica (1983) y La letra e (1985). En las siguientes páginas me centraré en el análisis de estos textos

“excéntricos” -de acuerdo con su carácter “extraño”, han sido los menos valorados por la crítica- para demostrar

cómo en sus páginas se aprecian significativa los rasgos del “universo Monterroso”.

Los textos que componen Movimiento perpetuo, La palabra mágica y La letra e, aparecidos en la prensa a

medida que eran escritos y reunidos posteriormente en obras unitarias, reflejan la concepción monterroseana del libro

como un “cajón de sastre” donde cabe todo. Así, a finales de los cincuenta vio la luz en la Revista de la Universidad

de México “De atribuciones”, ensayo integrado quince años más tarde en Movimiento perpetuo; lo mismo ocurrió con

las reflexiones que conforman La palabra mágica, leídas en la Revista de la UNAM, Thesis, Vuelta, el suplemento

Sábado e incluso el boletín de FINASA antes de formar parte del libro. En cuanto a La letra e, su origen es revelado

por el autor en la introducción:

La primera versión de las líneas que siguen se halla en cuadernos, pedazos de papel, programas
de teatro, cuentas de hoteles y hasta billetes de tren; la segunda, a manera de diario, en un periódico
mexicano; la tercera, en las páginas de este libro (La letra e: 7)1.

Los títulos de estas tres obras ya reflejan su carácter agenérico y abierto2. El concepto de “movimiento

perpetuo” se aborda en el epígrafe que abre el libro homónimo:

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La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos


muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la
vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo (Movimiento perpetuo: 9).

La palabra mágica deriva de nuevo de la cita literaria que actúa como frontiscipio del texto: “Es preciso

encontrar la palabra mágica para elevar el canto del mundo” (Joseph Freiherr Von Eichendorff)” (La Palabra mágica:

5). La palabra escondida tras el título es “literatura”, sobre la que se reflexiona en este “libro-juguete”, integrado por

ensayos, viñetas, relatos, anécdotas y reflexiones que presentan una gran variedad tipográfica y aparecen en páginas

de diversos colores, acompañados de grecas, fotografías, grabados antiguos y dibujos del propio autor o del pintor

Vicente Rojo.

Finalmente, la misteriosa letra “e” ha provocado interpretaciones diversas. Jorge Ruffinelli lee “en la e de la

letra e (...) a la vez ego y escritura, el yo y la literatura. De eso se trata” (Ruffinelli: 213). El crítico uruguayo supone

que tras la vocal se esconden los dos grandes temas del libro: la autobiografía y las preocupaciones literarias. Para

Wilfrido Corral, en cambio, la letra “e” encubre una referencia a los lectores: “Los lectores de La letra e se verán en

el libro (yo soy ellos, dice Monterroso en el revelador prefacio)” (Corral: 11). Sin rechazar las anteriores propuestas,

considero que La letra e alude efectivamente a la palabra “ellos”, pero con este pronombre Monterroso se refiere a

la pluralidad de individuos que lo constituyen, con lo que refuerza el carácter autobiográfico de su escritura. Así se

refleja en el prefacio de este diario, que recoge sus meditaciones entre el 10 de diciembre de 1983 y el 1 de junio de

1985:

Escribiéndolo me encontré con diversas partes de mí mismo que quizá conocía pero que había
preferido desconocer: el envidioso, el tímido, el vengativo, el vanidoso y el amargado; pero también
el amigo de las cosas simples, de las palabras, de los animales y hasta de algunas personas, entre
autores y gente sencilla de carne y hueso. Yo soy ellos, que me ven y a la vez son yo, de este lado de
la página o del otro, enfrentados al mismo fin inmediato: conocernos, y aceptarnos o negarnos; seguir
juntos, o decirnos resueltamente adiós (La letra e: 7).

Esta interpretación pone de relieve el progresivo sesgo autobiográfico que ha ido cobrando el conjunto de sus

libros. Si La palabra mágica ya refleja su interés por los textos confesionales, La letra e se define como un di(et)ario

que abarca un periodo específico de su vida, seguido significativamente por Los buscadores de oro (1993), su última

obra publicada, en la que el escritor ha contado los años de su infancia y adolescencia en Guatemala.

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Se ha señalado en más de una ocasión cómo Monterroso se encuentra inmerso en una tradición literaria que se

remonta a la “silva de varia lección” renacentista y que en México ha contado con brillantes cultivadores. El espíritu

de libertad de estos textos breves es heredero del que supieron imprimir a sus creaciones Alfonso Reyes, Julio Torri

y Carlos Díaz Dufoo Jr. en los primeros años de nuestro siglo. Pero al autor de Obras completas (y otros cuentos)

le cabe el honor de haber reinventado el formato en los años setenta, convirtiéndose con Movimiento perpetuo -

reconocido por la crítica mexicana como el mejor libro publicado en el país durante aquel año- en el precursor de toda

una serie de títulos que han marcado de forma decisiva la literatura mexicana en los últimos años. Baste mencionar en

este sentido Manual del distraído (1978) de Alejandro Rossi, Disertación sobre las telarañas (1980) de Hugo Hiriart,

Textos extraños (1981) de Guillermo Samperio, La feria del progreso (1982) de Gabriel Zaid o Escrito en el tiempo

(1985) de Bárbara Jacobs.

Todos estos autores comparten su miedo a publicar en exceso y su amor al lenguaje. En algunos casos, se

encuentran directamente relacionados con Monterroso. Así, Bárbara Jacobs, su última esposa, le dedica Escrito en

el tiempo, libro en forma de cincuenta y tres cartas dirigidas a la revista norteamericana Time durante el año 1984

-coincide parcialmente con el periodo en que se escribió La letra e- y que muestra extraordinarias similitudes con las

reflexiones del escritor3. Por su parte, Guillermo Samperio incluye en Textos extraños un homenaje a las moscas que

pueblan Movimiento perpetuo titulado “Ellas no tienen la culpa”, en el que se refleja su admiración hacia la obra del

maestro.

En los otros casos es arriesgado aventurar una impronta directa del escritor guatemalteco-mexicano, pero las

coincidencias se suceden. Si Monterroso defiende las necrológicas o las autobiografías de una página en La palabra

mágica, Hugo Hiriart se interesa por nuevos géneros literarios como el instructivo o la dedicatoria; si denuncia

enconadamente las falsedades que rodean el mundo de la cultura, Alejandro Rossi y Gabriel Zaid hacen lo propio en

sus textos.

Todos ellos componen misceláneas flexibles y rigurosas a un tiempo, fundamentadas en el texto breve, donde

cabe la anécdota y la greguería, el cuento y el ensayo, el homenaje y la reflexión, la divagación y el aforismo. Son los

híbridos literarios, defendidos en La letra e frente a una crítica que sólo valora los formatos genéricos tradicionales:

¿Qué ocurre cuando en un libro uno mezcla cuentos y ensayos? Puede suceder que a algunos
críticos ese libro les parezca carente de unidad ya no sólo temática sino de género y que hasta señalen

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esto como un defecto. (...) Recuerdo que todavía hace pocos años, cuando algún escritor se disponía
a publicar un libro de ensayos, de cuentos o de artículos, su gran preocupación era la unidad, o más
bien la falta de unidad temática que pudiera criticársele a su libro (como si una conversación -un
libro- tuviera que sostener durante horas el mismo tema, la misma forma o la misma intención) (La
letra e: 27-28).

El interés por estos formatos abiertos crece desde el momento en que buscan el texto conciso y escueto,

olvidando los excesos formales de otros moldes canónicos:

Un libro es una conversación. La conversación es un arte, un arte educado. Las conversaciones


bien educadas evitan los monólogos muy largos, y por eso las novelas vienen a ser un abuso del trato
con los demás. (...) Hay algo más urbano en los cuentos y en los ensayos (La letra e: 26)4.

Movimiento perpetuo, La palabra mágica y La letra e se constituyen por ello en los textos más libres del

autor, pues en sus páginas se dan cita cuentos, micro-relatos, aforismos y ensayos de la más diversa factura. El relato

ha manifestado su naturaleza proteica especialmente en el último cuarto de siglo5. Monterroso, maestro del género,

lo es también del micro-relato, categoría literaria que cada día cuenta con mayor número de adeptos6. En cuanto al

aforismo, formato en el que se plantean verdades sin discusión, es elegido precisamente para invertir su naturaleza

dogmática. Finalmente, en el ensayo -el “centauro de los géneros” de acuerdo con la ya clásica definición de Alfonso

Reyes- se pueden manifestar las propias opiniones sin que éstas deban ser acatadas como verdades absolutas:
El ensayo no pretende juzgar, ni enseñar, ni establecer, ni fijar maldita la cosa. (...) En el
ensayo uno da sus opiniones, emite sus juicios, manifiesta preferencias o rechazos sin que para nada
pretenda estar diciendo algo que deba ser creído, acatado, o incluso refutado (...). El ensayo es así el
género más libre, y por tanto uno de los más bellos que existen (Viaje al centro de la fábula: 55)7.

Pero pasemos ya al análisis de las constantes visibles en los textos. Si todas los creaciones de Monterroso se

encuentran relacionadas entre sí, este hecho es especialmente relevante en sus tres misceláneas, que giran alrededor

de dos grandes motivos: la denuncia al etnocentrismo de los países del Primer Mundo y la reflexión sobre el hecho

literario.

En el primer grupo, el ensayo “La exportación de cerebros”(Movimiento perpetuo), estrechamente

relacionado con el famoso cuento “Mr. Taylor” (Obras completas (y demás cuentos)), reflexiona sobre el éxodo de

intelectuales hispanoamericanos a los países desarrollados. La voz narradora concluye irónicamente que la diáspora

de “cabezas pensantes” (como la exportación de cabecitas hispanoamericanas en el cuento citado) es beneficiosa para

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Hispanoamérica: “La historia muestra en buena medida que la fuga de determinado cerebro beneficia mayormente al

país que lo deja marcharse que su permanencia en éste” (Movimiento Perpetuo: 42). Ofrece varios ejemplos de este

hecho, lo que deriva en una conclusión absurda: “lo único positivo que los gobiernos dictatoriales de Hispanoamérica

han hecho por esta región es expulsar cerebros” (Movimiento Perpetuo: 43). El ensayo concluye con una invitación

ilógica, en la línea de la “Modest Proposal” de Swift y que pone de relieve de forma sangrante la crítica expoliación

sufrida por el subcontinente: “Por cada cerebro exportado importemos dos” (Movimiento perpetuo: 43).

En “Recuerdos de un pájaro”, homenaje a Ernesto Cardenal incluido en La Palabra mágica, se satiriza el

imperialismo ya en los primeros párrafos, que reflejan los motivos de la primera poesía del amigo nicaragüense:

“Pulía grandes poemas (...) sobre alegres risas de muchachas, que en esos poemas y en la vida real terminaban sin

faltar una siendo para otros, de igual manera que los ríos, los pájaros y las maderas preciosas de su Nicaragua natal

eran siempre de otros y para otros” (La Palabra mágica: 25).

La denuncia del imperialismo sigue siendo un tema esencial en La letra e. Asume el carácter de ensayo en

“La tierra baldía”, cuyo título, deudor del célebre poema de Eliot, surge a partir de las declaraciones del presidente

Reagan sobre el gobierno de Nicaragua. Adopta la forma del poema en prosa en “El avión a Managua”, una dolorida

y nostálgica evocación de Guatemala. Se convierte en furioso alegato en “El lugar de cada quien”, y presenta un

formato de pseudo-greguería en el divertido “Las bellas artes al poder”: ¿Qué tiene de malo que Reagan sea actor?

Hitler era pintor” (La letra e: 195).

La cuestión del etnocentrismo, ya desarrollada en relatos de Obras completas (y demás cuentos) como “Mr.

Taylor”, “Sinfonía concluida” y “El eclipse”, se mantiene en los ensayos “Dejar de ser mono” y “Poesía quechua”.

“Dejar de ser mono” (Movimiento perpetuo) critica el complejo hegemónico de los países occidentales denunciando

la recepción de que es objeto la literatura hispanoamericana en los países del Primer Mundo :
En los Estados Unidos y en Europa han descubierto a últimas fechas que existe una especie
de monos hispanoamericanos capaces de expresarse por escrito, réplicas quizá del mono diligente
que a fuerza de teclear una máquina termina por escribir de nuevo, azarosamente, los sonetos de
Shakespeare (Movimiento perpetuo: 85).

La representación del escritor hispanoamericano como un mono es bastante ilustrativa del procedimiento de

disminución en que se sustenta el texto. Frente a los hombres “completos” del Primer Mundo, los hispanoamericanos,

-situados un escalón más abajo en la cadena evolutiva-, sólo pueden producir obras literarias “por casualidad”, como

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el mono de feria que teclea al dictado de su dueño (en este caso, la cultura dominadora) los sonetos de Shakespeare.

“Poesía quechua” (La Palabra mágica) presenta un nuevo alegato contra el complejo de superioridad europeo. Los

comentarios que generan las obras de arte americanas constituyen el punto de partida de la reflexión:

Cuando ven una obra de arte autóctono (...), no faltan quienes estén dispuestos a asombrarse
quizá un poco más de la cuenta y a atribuir a tales trabajos un mérito que seguramente no tienen: el
de haber sido hechos o escritos por seres inferiores a hombres (La Palabra mágica: 84).

Frente a esta estúpida fascinación por lo que suponen exótico, Monterroso preconiza el acercamiento riguroso

a las creaciones americanas, que deben ser consideradas como tales y no como ejemplos de barbarie. Entonces

“depararán más de una sorpresa a quien se acerque a ellas no con el espíritu del que se asombra de que nuestros

bisabuelos hicieran poesía, como si aún hubieran sido subhombres, sino con la optimista suposición de que, como

nosotros, en cierta medida habían dejado ya de serlo” (La Palabra mágica: 85-86).

En “Novelas sobre dictadores I” (La palabra mágica) de nuevo se critica la prepotencia de ciertos países

en su forma de considerar Hispanoamérica. Los europeos olvidan voluntariamente las manchas que emborronan

su historia. Sólo a través de esta ventajosa amnesia el Viejo Mundo puede seguir considerándose depositario de la

cultura:

Los dictadores son antiguos como la historia, pero nosotros, de pronto, asumimos alegremente
esa responsabilidad y en Europa, que con dificultades ha vivido sin uno desde que los romanos les
dieron nombre, hace algunos años comenzaron a pensar qué divertido, cómo Hispanoamérica puede
dar estos tipos tan extraños, olvidando que ellos acababan de tener a Salazar, a Hitler y a Mussolini,
y que todavía contaban con Francisco Franco (La Palabra mágica: 45).

“Huxley” (La letra e) encierra uno de los más duros alegatos contra el pensamiento etnocéntrico. El ataque se

origina a partir de una opinión del escritor Aldous Huxley sobre Centroamérica, expuesta en una carta dirigida a un

amigo. Escribió Huxley: “las cinco repúblicas de América Central ejemplifican muy claramente la falacia moderna de

suponer que la economía está al fondo de todo. En América Central no hay economía: sólo malas pasiones” (La letra

e: 190). Ante tal aseveración, heredera del determinismo filosófico que tanto daño ha infligido a Hispanoamérica, el

comentario de Monterroso no se hace esperar:

Para él [Huxley], como para tantos otros escritores y poetas de hoy, ya no ingleses sino nuestros,
suponer que la economía estaba al fondo de todo en Centroamérica era una “falacia moderna” (...);

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y así, sólo se necesitaría calmar las “malas pasiones” para que nosotros tuviéramos el Paraíso, esa
Arcadia que dan las eleciones libres con pastores poetas y pastoras poetisas haciendo cola frente a
las urnas; una prensa libre con editorialistas cada vez menos corruptos; una economía libre en que
los elotes puedan ser cambiados por automóviles o satélites sin recurrir a intermediarios; un congreso
libre sin necesidad de que a nadie se le mande a cortar la lengua, como en los Estados Unidos; o tal
vez un parlamento con unos cuantos lores, quizá una reina... (La letra e: 191).

El segundo bloque temático significativo en Movimiento perpetuo, La palabra mágica y La letra e se encuentra

constituido por los textos que reflexionan sobre el hecho literario. Como señala Jorge Von Ziegler, “para Monterroso,

más que para otros de nuestros escritores, escribir literatura es definir a la literatura” (Ziegler: 161). Según Jaime

Labastida “es, como escritor, autor de textos sobre sí mismo pero, especialmente, sobre escritores y para escritores

(...), un escritor para escritores, que hace continuas referencias cruzadas en sus textos, que alude a otros escritores”

(Labastida: 88-89).

El ataque a los autores oficiales se plantea en “El poeta al aire libre” (Movimiento perpetuo) y en “Los libros

tienen su propia suerte” (La Palabra mágica). “El poeta al aire libre” describe a un “vate” que lee en un parque sus

composiciones sobre la felicidad y la perfección del mundo, ignorando el desinterés del público y los ruidos de la

calle. El relato ataca la actitud de los creadores que viven de espaldas a la realidad, protegidos por el sistema. Este

hecho se refleja por la presencia de cargos públicos en la lectura, quienes confieren al acto una pomposa y ridícula

solemnidad: “Detrás del poeta, sentadas ante una larga mesa cubierta con una tela roja, se encontraban las autoridades,

serias, como corresponde” (Movimiento perpetuo: 140). La cursilería del declamador se pone de manifiesto a través

de su apariencia y sus gestos: “vestido un poco fuera de moda... se ayudaba con el cuerpo y estiraba los brazos hacia

adelante, como si de su boca lanzara al público en lugar de palabras, alguna otra cosa, tal vez flores” (Movimiento

perpetuo: 139). Este texto se encuentra en estrecha relación con “Los libros tienen su propia suerte” (La palabra

mágica), donde Monterroso teme la posibilidad de que sus creaciones queden asimiladas por la cultura oficial y, por

tanto, pierdan su sentido:

Los niños de las escuelas irán el día de tu aniversario a la calle que lleva tu nombre, y el ministro
dirá su discurso, mil quinientos años lejos, y podrás ver desde el lugar en que estés a aquellos seres
extraños diciendo palabras en un idioma que ya no comprendes, y en un momento dado el ministro
levantará la vista y el brazo y agitará su papel en la mano como saludándote y como diciéndote no
te preocupes por tu mensaje, estamos contigo y te queremos mucho; mientras, los niños mirarán
asimismo hacia lo alto y se llevarán la mano a los ojos cubriéndolos no sabrás si del sol o de tu propio

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resplandor (La Palabra mágica: 10).

Ante esta grotesca situación el escritor prefiere desaparecer, como señala a partir de una melancólica evocación

de las coplas manriqueñas: “Nuestros libros son los ríos que van a dar en la mar que es el olvido” (La letra e: 7).

Frente a los creadores institucionales, otros han debido hacer frente a todo tipo de impedimentos para

desarrollar su vocación. “Llorar orillas del río Mapocho” (La palabra mágica) supone una estupenda meditación

sobre los trabajos y los días de éstos últimos. Descrita por José Miguel Oviedo como “relación de las tragicómicas

aventuras del escritor americano” (Oviedo: 11), cuenta las penurias económicas que soportó Monterroso cuando llegó

a Chile desde su exilio de Guatemala. En el texto se destacan las tensas relaciones del escritor hispanoamericano con

las autoridades:

Para un latinoamericano (...) escribir es un acto pecaminoso, al principio contra los grandes

modelos, en seguida contra nuestros padres, y pronto, indefectiblemente, contra las autoridades (...)

El destino de quienquiera que nazca en Honduras, Guatemala, Uruguay o Paraguay y por cualquier

circunstancia (...) se le ocurra dedicar una parte de su tiempo a leer y de ahí a pensar y de ahí a escribir,

está en cualquiera de las tres famosas posibilidades: destierro, encierro o entierro” (La Palabra

mágica: 16).

La labor de los críticos literarios es cuestionada en numerosas ocasiones. “El pájaro y la cítara” (Lo demás es
silencio), “Los juegos eruditos” (La palabra mágica) y “Peligro siempre inminente” (Movimiento perpetuo), ensayos

relacionables entre sí porque comentan desde diversas perspectivas una misma estrofa de Luis de Góngora, ponen de

manifiesto la enorme frecuencia con la que se yerra en la exégesis textual. “El pájaro y la cítara” parodia los estudios

gongorinos. El inefable crítico Eduardo Torres, protagonista de Lo demás es silencio, comenta una octava olvidada

del Polifemo acumu­lando los despropósitos. En contrapunto, “Los juegos eruditos” constituye un intento genuino de

exége­sis de la misma estrofa, denominada por Alfonso Reyes “reacia” debido a su dificultad. Finalmente, “Peligro

siempre inminente” establece como punto de partida dos interpretaciones de la octava gongorina (una escrita en serio

y otra en broma) para reflejar cómo fueron mal entendidas por unos amigos a los que las mostró (dieron por buena la

absurda y rechazaron la lógica). El título destaca, por consiguiente, el riesgo que siempre acecha a la hermenéutica

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literaria.

Un tercer punto en este apartado lo constituyen los frecuentes homenajes de Monterroso a los escritores que

admira. A ellos les dedica páginas biográficas en La palabra mágica (“Las muertes de Horacio Quiroga”, “Recuerdo

de un pájaro”, “La autobiografía de Charles Lamb”, “William Shakespeare”) y notas más o menos extensas (repetidas

en el caso de Kafka y Cervantes, sus autores favoritos) en La letra e8. La cantidad de nombres considerados da idea

de la amplitud y variedad de los intereses monterroseanos, que van de Carroll a Cortázar, Montaigne, Joyce, Torri,

Garcilaso, Dante, Eliot, Kierkegaard o Pessoa por citar unos pocos de los mencionados en este último libro.

Finalmente, su concepto de literatura y, a partir de ahí, su poética personal, se trasluce en las continuas

meditaciones sobre aquellos aspectos que han definido su escritura desde los primeros cuentos: el humor, la ironía, la

sátira y el juego, la defensa de la brevedad, el rechazo de los moldes genéricos establecidos, el amor al lenguaje y la

desconfianza hacia los autores que publican en exceso y no corrigen.

En definitiva, los textos de Movimiento perpetuo, La palabra mágica y La letra e desvelan los temas y

técnicas del “taller Monterroso” mejor que cualquier tratado crítico. Ajenos a la grandilocuencia y exigentes consigo

mismos, se revelan como ejercicios de la inteligencia, la de un escritor que basa el poder de sus palabras en el deseo

de obtener la página perfecta.

FRANCISCA NOGUEROL JIMENEZ

(UNIVERSIDAD DE SALAMANCA)

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Monterroso, Augusto (1981): Movimiento Perpetuo. Barcelona, Seix Barral.

----------- (1983): La Palabra mágica. México, ERA.

----------- (1987): La letra e. Madrid, Alianza.

----------- (1990): Viaje al centro de la fábula, Barcelona, Muchnik.

Corral, Wilfrido: “¿Dónde está el chiste en Monterroso?, texto manuscrito ofrecido por su autor.

Labastida, Jaime (1988): “Informe sobre Monterroso”, La literatura de Augusto Monterroso. México, UAM: 83-

90.

Noguerol, Francisca (1995): La trampa en la sonrisa: sátira en la narrativa de Augusto Monterroso. Sevilla,

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Universidad.

------------------- (1995): Humor e ironía en el micro-relato guatemateco contemporáneo. Guatemala, Nueva

Narrativa.

------------------- (1996): “Evolución del micro-relato hispanoamericano (1960-1990)”, Estudios, 8: 191-208.

------------------- (1996): “Micro-relato y Posmodernidad: textos nuevos para un final de milenio”, Revista

Interamericana de bibliografía, 46. 1: 26-44.

------------------ (1996): “Los juegos literarios: El Quijote como hipotexto en la narrativa de Augusto Monterroso”,

Encuentro, 19: 40-45.

------------------ (1994): “Augusto Monterroso y la literatura española”, Actas del XXIX Congreso Internacional de

Literatura Hispanoamaericana. Barcelona, PPU, IV: 145-156.

Oviedo, José Miguel (1988): “La colección privada de Monterroso”, La Literatura de Augusto Monterroso. México,

UAM: 115-122.

Rueda, Ana (1989): “El cuento hispanoamericano actual: operaciones de desmantelamiento”, Insula, 512-513: 29-

31.

Ruffinelli, Jorge (1991): “El otro M”, Nuevo Texto Crítico, 8: 215-216.

Ziegler, Jorge von (1988): “La literatura para Augusto Monterroso”, La literatura de Augusto Monterroso. México,

UAM: 161-175.

(Footnotes)ഀꀀꀀꀀ1Cito por las ediciones reseñadas al final del trabajo. Monterroso


ha destacado las causas que le llevaron a utilizar el formato del diario, y
que resume en el carácter abierto de este género. Señala que a través de él
puede hablar “de lo que detesto en mis amigos, que son los que importan; en los
restaurantes, en las reuniones, en las cenas formales; en los actos públicos;
en los políticos (de otros países); en los triunfadores; en los perdedores; en
la religión; en el ateísmo; en los funcionarios; en los colegas; en los que me
miran; en los que no me miran; en las premiaciones; en los homenajes, en las
condecoraciones...” (La letra e: 59).

El paratexto (títulos, epígrafes, índices, addendas, notas a pie de página)


    2

constituye un elemento fundamental en la interpretación de la obra que nos


ocupa. Analicé extensamente este aspecto en mi libro La trampa en la sonrisa:
sátira en la narrativa de Augusto Monterroso (Noguerol 1995).

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Los dos reflexionan ante las cuestiones de qué es un escritor o un crítico


    3

literario, qué se esconde tras un título, si existe independencia entre la


obra, el nombre y la vida de un artista, meditan sobre los problemas de la
traducción y sobre cómo se reconoce el talento literario.

Incluso cuando Monterroso ha adscrito sus obras a un determinado género


    4

literario, éste ha estado dominado por la brevedad: es el caso de los cuentos


que conforman Obras completas (y otros cuentos) (1959), las fábulas de La
oveja negra (y demás fábulas) (1969) o los fragmentos de Lo demás es silencio
(1978).

Como señala Ana Rueda, “en las dos últimas décadas sobre todo, el género
    5

estalla (...), erosiona arraigadas nociones sobre la estructura del cuento, la


propiedad de ciertos temas y la necesidad de un diseño unitario o de un mensaje
único. A su vez, el cuento exhibe la porosidad de sus fronteras al invadir
otros géneros y ámbitos discursivos: novela por entregas, diario, anuncio
publicitario, informe policial, género epistolar, etc” (Rueda: 29-31).

He investigado el magisterio de Monterroso sobre otros autores en Humor e


    6

ironía en el micro-relato guatemateco contemporáneo (Noguerol 1995), “Evolución


del micro-relato hispanoamericano (1960-1990)” (Noguerol 1996) y “Micro-relato
y Posmodernidad: textos nuevos para un final de milenio” (Noguerol 1996).

Buen hijo de su tiempo, Monterroso tiende a describir y enunciar problemas,


    7

no a resolverlos. Escéptico y desencantado, elude el diseño de la utopía,


manifestándose como un cronista de su sociedad en contraste con la postura
adoptada por los ensayistas hispanoamericanos del siglo pasado.

He estudiado la impronta decisiva de Cervantes en la obra de Monterroso en


    8

los siguientes trabajos: “Los juegos literarios: El Quijote como hipotexto en


la narrativa de Augusto Monterroso” (Noguerol 1996) y “Augusto Monterroso y
la literatura española” (Noguerol 1994).

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