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Quien parte de una desigualdad que entiende de hecho, evidentemente la admite. Esto
significa que reconoce que o bien hay desiguales a él (inferiores) y él aspira igualarlos
(haciendo lo posible por "ascender" a los inferiores), o bien hay desiguales a él
(superiores) que él debe esforzarse en igualar, pero con la ayuda de los superiores (ya que
de no ser así, evidentemente no serían sus superiores y podría bastarse a sí mismo). En
cualquiera de los dos casos, lo que domina – y es la matriz de la lectura política que hace,
"El maestro ignorante" –, es el menosprecio, ya sea del otro o de uno mismo. En este
sentido, lo que Rancière nos quiere mostrar, es que es posible, a través del método de
Jacotot, plantear la ecuación de otra manera, borrando de antemano el prefijo "des". Un
personaje de comienzo del siglo XIX, académico, pedagogo y lector de literatura francesa,
experimentó en su exilio en Holanda, que el azar y la voluntad bien conjugados nos puede
llevar a nuevas respuestas en situaciones que creemos ya resueltas. Mientras la burguesía
y en ocasiones las masas populares, se turnaban el poder en Francia post caída de
Napoleón Bonaparte en Waterloo. En una época que incitaba a los cambios en búsqueda
de una estabilidad civil perdida, desde la época monárquica, Joseph Jacotot, sufre un
exilio en los países bajos, donde ofició comoprofesor de lengua francesa en circunstancias
aparentemente adversas, ya que él no sabía holandés ni sus alumnos conocían el francés.
Sin embargo, él quería responder a los deseos de ellos, es así que recurrió a una edición
bilingüe de Telémaco, de Fénelon, publicada en esos momentos en Bruselas. Les pidió
que aprendieran el texto francés ayudándose de la traducción. Posterior a esto, les hizo
repetir una y otra vez lo que habían aprendido y les dijo que se contentasen de leer el resto
al menos para poderlo contar. Para su sorpresa, luego de pedirle a los estudiantes así
preparados que escribiesen en francés lo que pensaban de todo lo que habían leído, se dio
cuenta de grandes progresos que habían alcanzado esos jóvenes. Habían podido
comprender de manera avanzada una lengua que no conocían, y lo más interesante en este
caso, ajeno a explicaciones que supone el método tradicional de enseñanza.
El hecho era que esos estudiantes se habían enseñado a hablar y a escribir en francés sin
la ayuda de sus explicaciones los habría dejado solos con el texto de Fénelon. Y su
voluntad de aprender francés. Y, en consecuencia, habría suprimido esa distancia
imaginaria que es el principio del embrutecimiento pedagógico.
Habían avanzado como los niños, a ciegas adivinando. Todo lo que ocurre al menos una
vez puede repetirse siempre.
Sabia que la voluntad de los individuos podía hacer que nacieran capacidades inéditas en
circunstancias en que la urgencia obligaba a quemar las etapas de la progresión
explicadora aquel método de la igualdad era antes que nada un método de voluntad (se
podía aprender, cuando así se lo quiera sin maestro explicador).
Los alumnos habían aprendido sin maestro explicador, peor no por eso sin maestro. Antes
no sabían ahora si, por lo tanto Jacotot las había ensenado algo. Se había separado, se
habían liberado las inteligencias un respecto de la otra, las dos facultades la inteligencia
y la voluntad. Entre el maestro y el alumno de habían establecido una pura relación de
voluntad a voluntad. Hay un embrutecimiento allí donde una inteligencia esta
subordinada a otra inteligencia.
Por aquellos entonces los hombres del orden querían elevar al pueblo por encima de sus
apetitos brutales, los hombres de la revolución querían conducirlo a la conciencia de sus
derechos; los hombres del progreso deseaban, por medio de la instrucción, reducir la
brecha entre clases; de la misma manera, los hombres de la industria soñaban con ofrecer
a las mejores inteligencias del pueblo los medios de su promoción social. Entre los
progresistas y los industriales, había un método que se llevaba los honores: la enseñanza
mutua. Permitía reunir a un gran número de alumnos divididos en cuadrillas, dirigidas
por los más avanzados, que habían sido promovidos al rango de instructores. De esta
manera, la autoridad y la lección del maestro irradiaban, gracias al relevo de los
instructores, sobre toda la población a instruir.
Pero Jacotot, soñaba con algo diferente: para la instrucción mutua, que cada ignorante
pudiera erigirse en el maestro de otro ignorante, un maestro que le revelaría su poder
intelectual. Su problema no era la instrucción del pueblo: se instruye a los reclutas detrás
de un estandarte,, a los subalternos que deben comprender las órdenes, al pueblo que se
pretende gobernar. Su problema era la emancipación: que cada hombre del pueblo pudiera
concebir su dignidad de hombre, medir su capacidad intelectual y decidir sobre su uso.
Los amigos de la instrucción aseguraban que ésta era la condición para una verdadera
libertad. Jacotot, no veía que la libertad podía resultar para el pueblo de los deberes que
imponen los instructores. Por el contrario, percibía en todo el asunto una nueva forma de
embrutecimiento. Quién enseña sin emancipar embrutece.
No era un método para instruir al pueblo, era una buena nueva para anunciar a los pobres:
que podían todo aquello que puede un hombre.
Proclamó: que se puede enseñar lo que se ignora y que un padre de familia, pobre e
ignorante, puede: si se está emancipado, encargarse de la educación de sus hijos, sin el
auxilio de ningún maestro explicador.
Todo está en todo. Y todo está en Telémaco: un libro que es un todo, un centro con el
cual es posible relacionar todo lo nuevo que se aprenda. Un círculo donde se puede
comprender cada una de esas nuevas cosas, encontrar los medios para decir lo que se ve,
lo que se piensa, lo que se hace. Este es el primer principio de toda enseñanza universal:
es necesario aprender algo y relacionarlo con todo y el resto. Y ante todo, es necesario
aprender alguna cosa. El libro es la fuga bloqueada, no se sabe qué camino trazará el
alumno. Pero sí se sabe de dónde no saldrá: del ejercicio de la libertad. Se sabe además
que el maestro sólo podrá tendrá su derecho a permanecer en la puerta. El alumno debe
ver todo por sí mismo, compara incesantemente y siempre responder a la triple pregunta
¿qué ves? ¿Qué piensas? ¿Qué haces? Y así al infinito. Pero ese infinito ya no es el secreto
del maestro, es el camino del alumno. El libro es un todo, que el alumno puede abarcar
con su mirada, no hay nada que el maestro pueda arrebatarle y nada que él pueda hurtar
a la mirada del maestro. El maestro debe enseñar que el alumno puede, entonces el círculo
de la potencia comienza, y muy pronto podrá decirlo todo. Por eso el método Jacotot, no
es el mejor, es otro método. Es Telémaco: como podría ser cualquier otro. Se comienza
por el texto y no por la gramática, por las palabras completas y no por las sílabas. Esto no
implica que sea necesario aprender así para aprender mejor ni que el método Jacotot sea
el ancestro del método global. De hecho se va más rápido si se empieza por Calipso y no
por B, A, BA. Pero la velocidad ganada no es sino efecto de la potencia conquistada, una
consecuencia del principio emancipador. El problema consiste en revelar una inteligencia
a sí misma. Siempre hay algo que el ignorante sabe y que puede servir como término de
comparación, con el cual es posible relacionar una cosa nueva a conocer. Siempre hay
algo que el maestro puede ordenarle encontrar, acerca de lo cual el maestro puede
preguntar y verificar el trabajo de su inteligencia.
Para entender este concepto desarrollaremos el método creado por Sócrates quién se
interesó por un solo problema, la educación del hombre., y en forma muy especial la
educación del ciudadano. Lo importante para él no es el conocimiento de los principios
que rigen el universo, sino saber algo de sí mismo. No era un buen ciudadano el que sabía
más de leyes sino el que sabía de su propia condición. Quería hacer conocer a cada
individuo cual era su misión. Cada hombre lleva dentro de sí su propio ser, aquello para
lo cual está hecho, su virtud. Esta virtud es la que debe conocer el hombre; ésta es la
verdad que debe descubrir. El hombre debe descubrirse a sí mismo, conocerse a sí mismo.
Se puede apreciar una clara diferencia entre los sofistas y Sócrates: los sofistas no podían
enseñar al discípulo, por lo que se refiere al conocimiento, sino la utilidad de las palabras.
La palabra, el logos, no es sino un instrumento al servicio de los intereses del que la usa:
un instrumento capaz de defender cualquier causa. Esta causa puede ser justa o injusta,
depende de la habilidad del que maneja la palabra. El sofista adiestraba a los jóvenes en
el arte de defender cualquier causa, en el arte de la disputa. Sócrates no enseña el arte de
manejar las palabras, no enseña retórica; enseña a conocer lo que está al alcance del
hombre. La palabra es también para Sócrates un instrumento; pero un instrumento al
servicio de la verdad. Es un instrumento para intuir la verdad. La palabra sirve `para sacar
a flote las verdades que lleva en sí cada individuo. Los sofistas jugaban con las palabras
asignándoles distintos contenidos, haciéndolas equívocas, falaces. Sócrates asignaba a
cada palabra un contenido, el cual se encuentra dentro del hombre; no hay un doble
sentido, la palabra sirve para ver aquello que se busca, la verdad. Para Gorgias las palabras
no eran otra cosa que sonidos, inútiles para transmitir el conocimiento, lo que se veía: los
colores no pueden hacerse oír, ni los sonidos, ver. Para Sócrates la palabra no es simple
sonido, no es simple verbalismo, sino un instrumento que sirve para intuir la verdad; cada
palabra tiene sentido, el alude a una realidad. La palabra sirve para hacer ver al hombre
aquello que se le quiere hacer ver. El hombre lleva dentro de sí verdades que salen a flote
provocadas por las palabras. Sócrates se sirve de la palabra para hacer ver al interrogado
la verdad que lleva dentro de sí. Por medio del diálogo, Sócrates enseña al discípulo lo
que éste sabe internamente, lo hace conocerse a sí mismo. Lo hace parir su propia verdad.
El interrogado va diciendo cosas que creía no saber, sin necesidad de que se las digan,
como si las recordase al ser interrogado. Mediante el diálogo maestro y discípulo buscan
la verdad que se encuentra en ellos mismos. Mediante la mayéutica o arte de hacer parir,
los jóvenes se van encontrando a sí ismos, se van dando cuenta de su misión.
Sócrates no quiere enseñar, como lo hacían los sofistas, ningún arte, salvo el de
conocerse a sí mismo. Las cosas que se enseñan, las cosas que se transmiten por medio
de la palabra o el adiestramiento, es menester aprenderlas de memoria; pero lo que
aprende de memoria se olvida, es un saber inútil, no tiene valor (acá coincide con
Jacotot lo que este llama viejo método) lo que sí vale la pena poder mostrar a cada
hombre lo que es, sacar a flote lo que lleva dentro de sí. No hay que hacer memorizar
lo que no se es, porque se olvida, sino recordar lo que se es porque esto es lo que
permanece.
El método de Jacotot difiere radicalmente del método del maestro socrático. Sócrates,
por medio de sus preguntas, conduce al esclavo para que este pueda encontrar aquello
que ya estaba en el. La demostración de su saber es al mismo tiempo la de su
impotencia: nunca avanzará por su cuenta y, por otra parte, nadie le pide que lo haga,
sino para ilustrar la lección el maestro. Sócrates interroga a un esclavo destinado a
seguir siendo esclavo.
En la obra "El Maestro ignorante" Jacotot, no deja de sorprender cómo ya desde sus
primeras páginas dirige un ataque sobre un recurso clásico de toda educación: la
explicación.
Dice Jacotot que la progresión razonada del saber es una mutilación reproducida
infinitamente. "Un hombre al que se le enseña no es más que un hombre a medias".
El joven avanza, se le enseñó, entonces aprendió, por lo tanto puede olvidar. Detrás
de él se abre de nuevo el abismo de la ignorancia.
Lo que ha olvidado ha sido superado, más olvida más se hace inteligente, más se hace
evidente que entiende y que puede mirar desde lo alto a quienes ha superado, a los
que repiten a falta de ser lo bastante inteligentes para comprender. Y este es el
temperamento de los explicadores: al ser que ellos han vuelto inferior lo amarran con
el más resistente de los lazos al país del embrutecimiento: a la conciencia de su
superioridad. Esta conciencia, no mata los buenos sentimientos, el joven instruido tal
vez se conmueva ante la ignorancia del pueblo y querrá trabajar en su instrucción.
Pero si es abnegado, sabrá que existe un tipo de explicaciónadaptado a cada categoría
en la jerarquía de las inteligencias.
Si todos los alumnos de Jacotot lograron aprender de forma bastante parecida un idioma
que no conocían, es porque las diferencias entre sus inteligencias no debieron ser muy
grandes. Lo que movilizó a aquellas inteligencias fue la voluntad a aprender algo que
deseaban aprender. De esta forma, al eliminar la explicación se eliminó el miedo
jerárquico entre profesor que explica y alumno que aprende, y todas las inteligencias
quedaron en igualdad de condiciones. Jacotot plantea que todos los hombres nacen con la
misma inteligencia. Estas inteligencias, que cuando eran infantes no se diferenciaban
mayormente unas de las otras, iniciaron el camino del aprendizaje sin ningún maestro al
aprender la herramienta fundamental del hombre
para poder comunicarse, que es el lenguaje, y ahora volvían a reencontrarse con ese
mismo tipo de aprendizaje. Con respecto a esto l puso a prueba con sujetos de diversas
edades, género y condición social obteniendo respuestas que superaban sus propias
expectativas.
Es decir, los seres humanos poseemos múltiples inteligencias, para las múltiples
demandas que encontramos en nuestra vida diaria.
Sócrates decía que el hombre es el animal racional, Gardner dice que el hombre es
el ser que tiene inteligencia musical, espacial, lingüística, interpersonal, etc. Así
como todos tenemos distintas personalidades, también poseemos distintas
combinaciones de inteligencia. No hay dos personas que tengan exactamente la
misma combinación.
Para Gardner su teoría afecta al problema de la educación, porque para él ésta debe
tomar este tema muy seriamente y tratar de individualizar la educación al máximo
posible. Dice que en el futuro todos nos vamos a reír de las escuelas que enseñan a
todos del mismo modo y que evalúan a todos por igual, porque va a ser fácil
personalizar la tarea, registrar lo que funcionó o no, y enseñarlo de otra manera la
próxima vez. Y alega… la vieja escuela será como un médico que no pide la historia
clínica del paciente y le da el mismo medicamento a todo el mundo por igual "será:
mala praxis".
Es posible enseñar lo que se ignora: para probar esta premisa incursionó en disciplinas
que ignoraba totalmente como piano y pintura. También supuso que, dado que se puede
transmitir lo que se ignora un humilde e "ignorante" padre de familia, podría educar a sus hijos
sin maestro explicador".
Lo que movió a esos alumnos fue la voluntad de aprender, en este caso se obtuvo
éxito pero no se podría asegurar que en todos los casos pase lo mismo, los alumnos
por el solo hecho de ser alumnos, ignoran determinados conocimientos que se supone
el maestro los posee para transmitirlos. Ahora bien, la forma en que haga esta tarea
puede variar, lo puede hacer sólo transmitiendo, transmitiendo pero a la vez
emancipando (acompañando al alumno a que logre significativamente el
conocimiento). O lo puede hacer de memoria, pero en todos los casos es necesarios
alguien que acompañe el proceso d enseñanza y aprendizaje. Es decir, que eche a
andar capacidades que el alumno ya posee.
De esta forma, a los privilegiados del sistema se les explica que son superiores, por lo
tanto son quienes deben guiar a la sociedad de inferiores. Mientras los inferiores se les
explica que de los deben servir a los superiores, pero que en cierto sentido son
privilegiados ya que no tiene que esforzarse tanto en "servir" a los demás como las mentes
superiores.
La misión del maestro ignorante es la de emancipar al alumno para que él mismo cree su
propio aprendizaje, pero para emancipar al alumno es necesario que el maestro esté
emancipado antes. Maestro es quien mantiene al que busca en su rumbo. Para ello es
necesario considerarse uno mismo emancipado, reconocerse como "viajero del espíritu",
semejante a los demás viajeros. Jacotot invierte la premisa de Descartes "pienso luego
existo", por " soy hombre, luego pienso" no establece diferencias entre la obra del
artesano, el obrero, el científico o la retórica del las elites.
Todo existe en todo. Todo está en todo. Y todo está en Telémaco: un libro que es un todo, un
centro con el cual es posible relacionar todo lo nuevo que se aprenda. Un círculo donde se puede
comprender cada una de esas nuevas cosas, encontrar los medios para decir lo que se ve, lo que
se piensa, lo que se hace. Este es el primer principio de toda enseñanza universal: es necesario
aprender algo y relacionarlo con todo y el resto. Y ante todo, es necesario aprender alguna cosa
Quien quiere puede:
La experiencia inédita vivida por Jacotot, le hizo constatar que es posible aprender sin un
maestro explicador, que si alguien quiere aprender puede ser capaz de disponer las
relaciones con el otro de manera original y propia. Aprender sin un maestro explicador,
no quiere decir, que se prescinda de todo maestro. Para Jacotot es preciso separar las dos
funciones que la práctica del maestro explicador une: la del conocedor o especialista de
un saber y la del que enseña. No se trata de enseñar el propio saber, sino de hacer explícito
que el otro es capaz de aprender lo que quiera. Lo que se enseña cuando se emancipa es
a usar la propia inteligencia. La función del maestro será plantear al alumno un desafío
del que no pueda salir más que por sí mismo. Es interrogar como un igual, y no como un
conocedor, que ya sabe todas las respuestas. El que enseña emancipando sabe él también
que él esta aprendiendo y las respuestas del otro son nuevas para él. La palabra circula
entre todos y no solo en una dirección.
El único imperativo que el maestro debe sostener con tenacidad frente al alumno es "¡tú
puedes!
Pensemos: "una gota de agua puede perforar una piedra, y no por su peso, sino por
su perseverancia"
B- Método de emancipación
Etimológicamente se cree que la palabra alumno, significa "carente de luz". Se dice que
esto es erróneo, y más bien, es una palabra que viene del latín alumnum, que deriva de la
palabra alere, que significa alimentar, significa también "alimentarse desde lo alto". Para
efectos de la siguiente metáfora, la etimología del mito nos servirá para describir el
método Jacotot. La enseñanza religiosa presenta una verdad absoluta, incuestionable. Su
enseñanza distingue bien del mal, tiene un axioma que no transa con cuestionamientos
relativistas. Es una verdad iluminada, que da cobijo en un oasis de luz al alumno que
quiere tener, o que se le impone una respuesta arbitraria. Este alumno se queda para
siempre bajo esa luz acogedora, y no pretende entrar al oscuro bosque del conocimiento,
pues éste es solamente un distorsionador de esa "Verdad Absoluta". Pero hay alumnos
que sí quieren cuestionarse dichas verdades, y optan por los maestros quienes guían el
oscuro camino del bosque. El maestro bien sabe cruzar el bosque, y desde atrás, ilumina
el camino al alumno, para que encuentre la salida más rápida. De cierto modo, hay un
primer paso, pero que es engañoso, pues el alumno puede tomar ese camino iluminado
por el profesor como la única vía de salida para llegar al conocimiento. Es cierto que el
alumno se atrevió a entrar al bosque, pero sin duda no estaba convencido de ello, salvo
porque el maestro estaba ahí, y se sabía el camino. Pero Jacotot busca que el alumno entre
solo al bosque del cual él mismo, como maestro, desconoce las salidas. Así el alumno
encontrará por su cuenta propia, la entrada, el camino y la salida. En la metáfora del
bosque, cuando uno tiene una luz y un camino ya condicionado por el maestro, el único
sentido que se emplea, es el sentido de la vista. Si no existe tal camino definido, el
individuo está obligado a utilizar todos sus sentidos. Lo que genera la necesidad de
aprender de los alumnos de Jacotot es la desesperación por comunicarse, es decir en la
búsqueda metafórica, es la agudeza y la utilización de todos los sentidos (el individuo
total) sin fragmentaciones, y la superación del entrampamiento de las dualidades, sujeto-
objeto, individuo-sociedad, maestro-alumno, enseñanza-aprendizaje.
De esta forma, la misión del maestro ignorante es la de emancipar al alumno para que él
por si mismo cree su propio aprendizaje. Jacotot tenía la llave complementaria de la
libertad en el aprendizaje. Sin embargo, es Rancière en los tiempos actuales, quien
extiende estos planteamientos al ámbito de la política, la sociedad, y a todo orden de cosas
donde el hombre esté presente. Entonces:
Primero tenemos que entender que un alumno emancipado es una persona consciente de
su propio poder o potencia. Es decir alguien que siente, o se ha apropiado de la idea que
puede aprender lo que desee si se lo propone. Esta emancipación no es planteada desde
logros materiales o intelectuales, sino desde el simple hecho de situarse como un igual.
Pero según Jacotot, antes de lograr este fin, el maestro debe ser un emancipado, para que
la relación entre alumno y maestro sea de igual a igual. "La posibilidad de emancipación
en el enseñar, está ligada para Jacotot, a la potencialidad de un triple cuestionamiento,
que es un llamado libertario dirigido a la inteligencia, y un imperativo radical, dirigido a
la voluntad. El maestro no debe dejar de preguntar: "y tú... ¿qué ves?, ¿qué piensas?, ¿qué
harías?". Entonces una persona emancipada es alguien que puede comprender que todas
las personas son iguales por el hecho de querer serlo. "La igualdad no se da ni se
reivindica, se practica, se verifica." Por ende, enseñar y aprender, es un vínculo directo
entre los individuos (sin mediaciones), la imposibilidad de institucionalización, la
relación conflictiva con el estado contradicen el objetivo deseado. Las instituciones
jerarquizan y crean márgenes por lo tanto es imposible que una institución llámese
gobierno, ministerio u otras hablen de igualdad en la sociedad, sin que sea simplemente
un discurso demagógico. El paternalismo y autoritarismo, son dos caminos que convergen
en la misma ruta. Parten desde distintos escenarios pero finalmente privan al otro de
consumar una verdadera realización. Basta ver en la contingencia, en este caso como el
ministro de educación, Joaquín Lavín, toma un enfoque paternalista y de inmediatez, a la
hora de proponer formar estudiantes que estarán preparados para poder lograr una
movilidad social. Mientras el ex ministro de estado, José J. Bruner, en una pretendida
igualdad que habla de equidad, busca insertar la mayor cantidad de estudiantes en un
sistema educativo que en sí ya es excluyente, por lo tanto el círculo permanece igual.
Aportar a la emancipación del otro, sin situarnos desde el recurrente discurso de la
democracia, los clásicos paternalismos caritativos, o demagogias de luchas de clases, es
el primer paso para promover de manera aterrizada una sociedad igualitaria. Es la
aplicación de una fórmula que permite eliminar el entramado que nos lleva siempre a
plantearnos las cosas desde la dualidad y desde la dialéctica de la negación.
En nuestras salas de clases donde nos encontramos a veces en un "territorio de nadie", en
una lucha permanente del profesor por explicar la materia, por enseñar sus conocimientos,
al encuentro de alumnos ansiosos, aburridos, desinteresados, algunos agresivos, que
desertan antes de comenzar, y que aprenden desde el miedo, ya sea, a la jerarquía o al
fracaso, las respuestas para lograr una tregua no abundan. En este sistema, que promueve
la disciplina por sobre la libertad, los conocimientos impuestos como vía para el
desarrollo, y la búsqueda de la especialización acentuada en las distintas ciencias como
forma para conseguir un estatus, no han dado soluciones al problema de la desigualdad
entre seres humanos. Y si aquel "evangelio" o buena nueva, que nos dice que la voluntad
individual de los hombres nos conduciría a la igualdad estuviese en lo correcto, son los
sistemas políticos-educativos actuales entonces, los que están buscando la equidad en una
dirección opuesta, alejándose cada vez más de ella.
La enseñanza universal no se consolidará, no se establecerá en la sociedad. Pero no
perecerá, porque es el método natural del espíritu humano, el de todos los hombres que
buscan por sí mismos su camino. Lo que los discípulos pueden hacer por él, es anunciar
a todos los individuos, a todos los padres y a todas las madres de familia, el medio de
enseñar lo que se ignora según el principio de la igualdad de las inteligencias.
Según afirman los explicadores, la opinión es un sentimiento que formamos acerca de los
hechos que hemos observado superficialmente. Las opiniones proliferan en particular en
cerebros débiles y populares y se oponen a la ciencia que conoce las verdaderas razones
de los fenómenos. Ranciere quiere enseñarnos ciencia. Una opinión no es una verdad.
Quién no conoce la verdad, la busca, y hay muchos encuentros en ese camino. El único
error es tomar nuestras opiniones por verdades. Creemos que eso es lo que le pasó
a Jacotot con la aplicación de su método.
El partió de ciertos hechos: niños y adultos aprendían solos, sin maestro explicador, a
leer, a escribir, a tocar música, o a hablar lenguas extranjeras. Según Ranciere, estos
hechos pueden explicarse por la igualdad de las inteligencias. Es una opinión cuya
verificación, busca Ranciere. Pero la primera dificultad con la que se encuentra es que la
inteligencia no se puede aislar, ni medir. Esto limita a repetir las experiencias inspiradas
en nuestra opinión. Pero nunca podremos decir: todas las inteligencias son iguales.
Las inteligencias son desiguales porque la individualidad es la ley del mundo. Y por lo
tanto hay una diferencia intrínseca en cada uno de nosotros.
En ese período histórico, las mentes superiores dirigían las mentes inferiores, nadie
discutía la desigualdad de inteligencias. Los cerebros superiores no se tomaban la
molestia de demostrar su superioridad a los inferiores. Los dominaban y punto.
El ser humano esta compuesto de dos elementos netamente distintos, que son el alma y el
cuerpo. En esta concepción, lo superior y por tanto lo que debe gobernar al resto, es el
alma. Distingue tres partes o funciones del alma: la parte racional, la parte irascible y la
parte apetitiva o concupiscible. De las tres, la racional es la formalidad mas elevada,
inmortal y emparentada con lo divino.
El primer hecho que ve es al hombre que hace cosas que el resto de los animales no hace
(espíritu, inteligencia). De la misma manera puede decir que el hombre es un animal
racional.
El segundo hecho es compara a dos hombres entre sí, ve que en los primeros momentos
de la vida, tienen exactamente la misma inteligencia, es decir que hacen las mismas cosas
(inteligencia igual).
Mas adelante ve hechos de diferentes: constata que esas dos inteligencias ya no hacen las
mismas cosas ni obtienen los mismos resultados pero no por ello dirá que la facultad de
uno es inferior a la del otro. No dirá que no ha tenido resultados tan buenos porque es
menos inteligente.
En este análisis Ranciere dice que no ha avanzado mucho. Pero si lo suficiente como para
salir del circulo que habla Jacotot. Hacia allí se orientan todos los ejercicios de la
enseñanza universal.
Una vez que se ha dado este gran paso, la necesidad se vuelve menos imperiosa, el niño
se habitúa a aprender a través de los ojos del otro. Ocurre lo mismo con los hombres del
pueblo: desarrollan la inteligencia que las necesidades y las circunstancias de su
existencia les exigen. "El hombre es una inteligencia al servicio de una voluntad". Esta
formula es heredada de una larga historia.
Contra esos pensamientos dominantes, meditaron durante bastante tiempo a cerca del
sentido y de las virtudes que podría tener o volver a tener la vieja máxima socrática, en
cuanto a la respuesta del oráculo acerca de la ignorancia sabia de Sócrates. Cuando el
mismo se cuestiona de no tener conciencia de ser sabio ni poco ni mucho. Se pregunta
por que el oráculo afirma que es el mas sabio quien se inclina a descifrarlo examinando a
aquel sabio (un político) y dialogando con el experimenta la impresión de que muchas
personas creían que ese hombre era mas sabios que otros (opinión), pero que sobre todo
se lo creía el mismo y que en realidad no lo era. Intentando demostrarle que no poseía la
sabiduría que el presumía tener. Así pensando que el era mucho más sabio que el político:
ya que lo que no sabe, tampoco presume de saberlo.
De modo que Sócrates se preguntaba sobre la base del oráculo, si no era mejor ser como
el era: no siendo sabio en la sabiduría de aquellos ni ignorantes en cuanto a su ignorancia,
en lugar de poseer ambas cosas que ellos tienen. Así pues, se contesto a él mismo y al
oráculo también que es mejor para el ser como es. Los presentes crían que el era sabio
respecto a aquellas cosas en que refutaba a otro.
"El mas sabio entre ustedes, seres humanos es aquel que, como yo, ha caído en la cuenta
de que en verdad mi sabiduría no es nada".
"esa voluntad soy yo, es mi alma, mi potencia, mi facultad. Tengo sensaciones cuando
quiero, ordeno a mis sentidos que me las traigan. Tengo ideas cuando quiero, les ordeno
a mi inteligencia que busque… el hombre es una inteligencia al servicio de una voluntad".
El principio de veracidad
La mayoría de los pensadores del tiempo entiende la cuestión al revés de Jacotot. Para
ellos, la verdad que exige adhesión intelectual se identifica con el vínculo que mantiene
unido a los hombres.
La verdad es aquello que reúne la sociedad persigue este objetivo con el cual quiere que
el individuo se identifique para alcanzar una percepción justa.
La verdad existe por si misma; es lo que es y no lo que de ella se dice. El decir depende
del hombre, pero la verdad no.
Lo esencial es no mentir de esta manera, cada uno de nosotros describe en torno la verdad
su parábola.
Por eso Jacotot dice que el método Socrático representa la forma mas temida de
embrutecimiento. Porque el alumno siente que por su cuenta no habría elegido seguir el
camino al cual acaba de ser arrastrado y luego olvida que existen otros senderos, para ser
abiertos según su voluntad en los espacios intelectuales.
CONCLUSIÓN
No descarta que haya maestros pero pone como condición que no expliquen, que se
limiten a transferir su voluntad de saber a otras voluntades. Le preguntan entonces por
su relación con el psicoanálisis, a lo cual responde que tendría en común con el
psicoanálisis lacaniano que ambos (analista y maestro) asumen el lugar del "no saber".
Ante su posición frente a las diversidades culturales, responde no poder dar una respuesta
simple, ya que la emancipación siempre es singular y sólo para aquel que piensa que
existe una igualdad fundamental. Rechaza concepciones que resaltan la superioridad de
cualquier tipo de una cultura sobre otra. Por ejemplo las palabras de un aborigen mbyá
"no necesitamos papel porque tenemos la memoria".
La actualidad que Ranciere otorga a "El maestro ignorante" es que hoy, más que nunca,
las diferencias entre individuos que son supuestas como socialmente iguales, se basan en
la oposición "primera de la clase" y "atrasada". Incluso el gobierno de los mundialmente
poderosos se explica por su mayor saber y comprensión. Lo más significativo de las
instituciones escolares es que simbolizan globalmente el orden mundial.