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“La próxima vez que intentes seducir a alguien, evita a toda costa hacerlo con palabras”.
William Faulkner.
“Nunca podemos tener conciencia del mundo como tal, sino solamente del impacto de las
fuerzas físicas en los receptores sensoriales”. R. P. Kilpatrik.
“Si nacimos con dos ojos, dos orejas y una sola lengua, es porque debemos observar y escuchar
dos veces antes de hablar”. Marquesa de Sevigné.
2. Es un error considerar que cada gesto tiene un único significado. Creo que son muy
arriesgadas las afirmaciones del tipo de: “Le he visto levantar el hombro, luego lo que ha dicho
es mentira”. Los gestos, al igual que los trazos de escritura en grafología, no deben analizarse
uno a uno, sino en su conjunto.
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Seis pasos para interpretar correctamente la comunicación no verbal
Puesto que lo desarrollarán en detalle los capítulos siguientes, me limitaré a sintetizar a
continuación, a modo de esquema, unas brevísimas ideas destinadas a ayudarnos si queremos
interpretar correctamente la comunicación no verbal de las personas.
- Su expresión facial.
- Su mirada, tanto su duración y lo que expresa como su modo de usarla para regular
la conversación.
- El contacto físico: desde su gesto de saludo hasta la forma en que sitúa sus manos
sobre otros, aunque ya sabes que dependerá mucho del país y de la cultura de los que
provenga.
- El uso del espacio: La distancia que mantiene con los demás y el espacio social y
personal en el que se desenvuelve.
- Su voz, que será una interesante fuente de información para identificar cómo puede
encontrarse anímicamente
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Capítulo 1.3. CUALIDADES DE LA VOZ Y SEÑALES VOCALES NO VERBALES.
“Vale más el oro del sonido, que el sonido del oro”. Porfirio Barba Jacob
“No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor
posible”. Antonin Artaud
“Se trataba de un sentimiento expresado no tanto con palabras y acciones como por medio de
sonidos terribles e inarticulados”. Don DeLillo en "Ruido de fondo" (1985).
“La voz posee un gran atractivo y puede constituir un elemento decisivo a la hora de elegir
pareja”. Sebastián Serrano
“El sonido adquiere significado en mi vida, cuando puedo hablar más allá del lenguaje”.
Rodrigo Rodríguez (compositor argentino)
“Comprendo la furia en tus palabras, pero no las palabras”. William Shakespeare en “Otello”
Acto IV.
“¿Cree que alguien le está tirando los tejos? Fíjese en su tono de voz” Allan y Barbara Pease en
“Por qué los hombres no escuchan y las mujeres no entienden los mapas” (2000)
“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”. William Shakespeare
“El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de los ruidos”. Miles Davis
¿Paralenguaje o prosodia?
En el capítulo anterior hablamos de la importancia de las palabras y de su impacto en la cultura
de los pueblos. A lo largo de este capítulo incidiremos sobre la enorme importancia que tiene
el modo de expresar las palabras y los sonidos que puedan acompañarlas, así como sus
consecuencias sobre nuestra imagen, nuestra profesión, nuestra vida y hasta sobre el modo de
vivirla.
Para entrar en materia sobre las cualidades de la voz, me voy a permitir obviar todos los
detalles anatómicos relativos a la fonación o producción del sonido humano. Lo que sí creo
necesario es dedicar unos cuantos párrafos a analizar lo que dicen los expertos cuando
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teorizan sobre dichas características, que es a lo que en comunicación no verbal nos referimos
como paralenguaje.
Entonces, ¿cómo debemos llamar a este término que vamos a encontrar tan frecuentemente
en internet y en multitud de publicaciones sobre esta especialidad?
Fernando Poyatos (1968), que fue uno de los españoles pioneros en estudiar este tema, habla
sin reparos de la paralingüística en sus escritos. En cambio, Knapp (1982), que para mí fue un
referente cuando empecé a estudiar comunicación no verbal, es consciente de su
trascendencia, pero habla de “las señales acústicas que acompañan a las palabras habladas”,
sin emplear un término específico para referirse a ellas. Hoy, muchos expertos incluyen sin
pudor la palabra paralenguaje, aunque los que a mí me parecen más serios, (los que he
estudiado y a los que más sigo, como Carmen Acosta, José Manuel Petisco o Rafael M. López
Pérez), parece que sólo utilizan el término paralenguaje para escritos divulgativos y tengo la
impresión de que prefieren ser académicamente más rigurosos y hablar de esto en sus escritos
llamándolo prosodia. Concretamente, prosodia emocional.
¿Y qué es la prosodia?
Hay un significado que también obviaremos aquí, que es el referido los rasgos fónicos que
afectan a la métrica en poesía; especialmente en lo relativo a los acentos y su cantidad.
Tampoco consideraremos lo tocante a la prosodia en escritura, como son la puntuación, la
ortografía, la tipografía o la distribución espacial del texto.
En su acepción relativa a la fonética, que es la que aquí nos interesa verdaderamente, la RAE
dice en una primera acepción que es la “Parte de la gramática que enseña la recta
pronunciación y acentuación”. Continúa precisando que es el “Estudio fonético y fonológico de
los elementos que se refieren a unidades superiores al fonema, como las sílabas u otras
secuencias de la palabra u oración”. Esto, para un pobre ingeniero como el que suscribe,
aunque me considere ingeniero “de letras”, es un poco complicado. Afortunadamente, mis
expertos favoritos citados lo explican de manera más clara que me ayuda a entenderlo al
explicarnos sus componentes. Así, siendo muy ortodoxos, nos explican que hay cuatro tipos de
prosodia (Monrad-Krohn - 1947), sobre los que nos apoyaremos para continuar, que son:
Para pasar de preguntar o asentir cambiamos la curva melódica o patrón melódico, es decir los
tonos que utilizamos y esos cambios pueden ser muy grandes o muy sutiles. Por ello, en lo que
se refiere al campo entonativo, su rango podrá oscilar del hipermelódico al supermonótono. La
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amplitud de la entonación está íntimamente relacionada, tanto con variables de personalidad,
como con estados emocionales.
Poner énfasis debería incluirse también en este apartado. Enfatizar es dar sentido a lo que se
dice en una frase, acentuando lo más interesante. Si se descuida este aspecto tan importante
de la dicción puede suceder que la parte medular del mensaje pase inadvertida. No obstante,
debería evitarse caer en dos prácticas peligrosas, que son: hacer un uso excesivo de la fuerza
enfática, lo que podría ser interpretado como una sobreactuación y el uso del énfasis de
manera continua, que puede resultar agotador para la otra parte.
En este mismo grupo debería estar incluida también la precisión al articular. Este término se
refiere a la claridad con la que se pronuncian las palabras y al modo como se marcan los límites
entre unas palabras y otras. Así, nos moveremos en toda la escala que iría desde farfullar a
sobre-articular. Desde nuestra óptica interpretaremos que, a mayor precisión, más tensión,
más intención comunicativa y más esfuerzo por ser entendido. Si hay demasiado esfuerzo el
oyente puede sentirse amenazado.
Lo mismo puede ocurrir con determinados tipos de dislalias. Recordamos que las dislalias son
fallos repetidos en la articulación de uno o más fonemas y siempre en los mismos. Si estos
fallos esporádicos se producen en uno o más fonemas diferentes, se podría explicar que esto
ocurre por la presencia de un distractor mental o real, por inseguridad o por un aumento de la
tensión en la musculatura articulatoria como, por ejemplo, repeticiones de una sílaba o
tartamudeos de tipo nervioso, que podríamos achacar a nerviosismo o a otras causas, que
pudieran relacionarse con la presencia de emociones.
Los diferenciadores, que modifican cualitativamente las palabras pero que también pueden
aparecer independientemente, como reacciones fisiológicas o emocionales. Así, podemos
citar: El carraspeo (fisiológico o de tensión, por ejemplo, para advertir a alguien de algo); la tos
(fisiológica o de ansiedad, para llamar la atención), el suspiro (fisiológico, para manifestar
placer, alivio o nostalgia), el grito (de agresión, alarma o simple dolor); el bostezo (de sueño o
por aburrimiento). En este mismo grupo estarían también la risa, el llanto, los jadeos y sonidos
fisiológicos diversos como estornudar, tener hipo, escupir o eructar. Su interpretación
acostumbra a ser obvia y, por supuesto, serán absolutamente dependientes del contexto.
La otra clase son los alternantes, bien identificables y clasificables fonética y funcionalmente y
que podríamos calificar como “cuasipalabras”. Pueden ser los vocálicos o consonánticos
(Uhmmm, aaaaa…) y las onomatopeyas. Se utilizan semánticamente como si fueran palabras,
pero al no serlo, la mayoría poseen nombres y verbos para designarlos: clics, siseos, bisbiseos,
gruñidos, imitaciones de sonidos, llamadas a animales, etc.
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4. La prosodia emocional, que es la que más nos interesa. Ya en 1872, Darwin afirmaba en
su libro “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” que las emociones
afectan a la voz. Para autores como Fernández-Abascal, Jiménez y Martín (2003), la prosodia
emocional es el fenómeno consistente en introducir contenidos emocionales en el mensaje,
los cuales a su vez serán interpretados por el oyente.
Como en los tres apartados anteriores, haré una breve descripción de lo que significa cada una
de estas características, para estudiar después, en el punto siguiente, sus potenciales
implicaciones en cuanto a generación de significado e impacto en la comunicación.
a) El tono de la voz lo determina la forma de las cuerdas vocales y el pecho por lo que, en
principio es una cualidad fisiológica innata. Al tratarse de una frecuencia, se mide en Hz que,
como sabes, son ciclos por segundo. En principio, el tono podrá ser más agudo o más grave. En
cuanto a su significado, refleja la emocionalidad y la afectividad del hablante. Cuando este se
encuentra ante una emoción intensa, su tono de voz se vuelve más agudo, (imagínate cómo le
hablaríamos a un bebé). En general, los tonos graves buscan transmitir seguridad, confianza y
cercanía. Los agudos, por el contrario, pueden producir lo contrario: inseguridad y distancia
(quizá porque cuando hay distancia real también tendemos a agudizar la voz).
c) La velocidad del habla. Hay numerosos estudios, como el de Banse y Scherer (1996), que
demuestran que las emociones también afectan a la velocidad del habla, con la salvedad de
que habrá que tener en cuenta el idioma y la cultura en la que nos encontremos. En esta línea,
podemos afirmar que, en general, las emociones de ira, alegría y miedo provocarían un
incremento en la velocidad del habla. Por el contrario, la tristeza, el disgusto y el aburrimiento
producirán su ralentización.
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ideal es mantener un ritmo variado y fluido, que sea acorde al contenido del mensaje y a la
capacitación del interlocutor.
e) El timbre. Es la cualidad que nos permite identificar a quien está hablando, sea por radio,
TV, teléfono o personalmente, por el solo sonido de la voz. Es la personalísima cualidad del
sonido vocal de cada persona: Su manera de hablar. La resonancia y sonoridad de cada voz
dependerá de las condiciones individuales (estructura y funcionamiento). de todo el aparato
de fonación de cada persona. En él intervendrá también la disposición de factores como la
apertura bucal o la presencia de la sonrisa. Su valoración estará determinada por el efecto
perceptivo que produzca en los oyentes. Emma Rodero lo explica perfectamente en un video
TED titulado “Persuade con tu voz. Estrategias para sonar creíble”, cuya visión os
recomiendo.https://www.youtube.com/watch?v=YlI-e4QJWG0
La intención de un silencio deliberado a veces es positiva y a veces menos. Unas veces puede
deberse a la simple dificultad para expresar un pensamiento y otras puede ser utilizado como
un elemento de presión, censura o intimidación (como el de un jefe ante un colaborador o el
del cliente al camarero ante una factura excesiva); también puede hacerse como muestra de
respeto (el que guardamos ante alguien que reclama) o para rebajarse (ante la posible multa
de un policía de tráfico) o por muchas otras razones. Interpretar los silencios puede entrañar
dificultad. Para hacerlo correctamente es importante sintonizar más con la lógica del otro que
con nuestros propios temores o fantasías. También es importante evaluar la carga de otros
factores no verbales, como la presión de una mirada o la presencia de determinada
gestualidad o expresión facial que acompañen al silencio.
Pausas son las interrupciones o detenciones que realizamos al hablar, es decir: espacios breves
de silencio. Las pausas se originan por dos razones: Fisiológicas y lingüísticas. Las fisiológicas
vienen determinadas por la necesidad de respirar. Estas, por su menor trascendencia en
cuanto a interpretación, las obviaremos y no volveremos a referirnos a ellas en este punto.
Las lingüísticas, en cambio, señalan la intención de finalizar una expresión. En este caso, las
pausas podrán tender diferente duración y su interpretación también deberá ser distinta. De
este modo, las pausas ajenas a la pura necesidad de tomar aire pueden ser:
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- Lógicas: se usarán cuando lo exija el contexto o la frase. Generalmente serán breves. Las
veremos al término de una frase importante o de mayor duración o cuando se vaya a abordar
un nuevo desarrollo, en cuyo caso no siempre será fácil distinguirlas de las pausas psicológicas.
- Afectivas o emocionales: cuando se desea suscitar la emoción del oyente (por ejemplo, tras
una pregunta del tipo: “Entonces, ¿cómo debería haber reaccionado?”). Las emociones
buscadas podrán ser: duda, inquietud, reflexión, determinación, etc.
- Redirigir la atención tras una interrupción, dividir las ideas dentro de un discurso o pasar de
un tema a otro. Como vemos, siempre dotadas de una intención de contenido, digamos
“técnico”.
- Crear un clima o despertar el interés. Serán las pausas que preceden a palabras que
entendemos que son significativas, para hacer que su sentido se acreciente.
- Expresar emoción por parte del que habla (como disgusto, miedo, amor), o generar tensión o
ansiedad en el interlocutor o en el auditorio (reiteraciones de espacios de silencio de 5 o 6
segundos cada uno).;
Es conveniente recomendar que las pausas se utilicen con mesura, pues existen numerosos
estudios que demuestran que ponentes que utilizaron demasiadas pausas no rellenas, fueron
percibidos por su audiencia como ansiosos, coléricos, despectivos o simplemente torpes.
La buena notica relacionada con todas estas cualidades es que todas ellas se pueden entrenar
y controlar.
El ejercicio que te propongo es que selecciones una frase que entrañe cierta dificultad, por
ejemplo, que tenga un mínimo de 6 o 7 palabras y que no incluya un verbo. Ejemplos:
“Caminos de hierro del norte de España”; “Humo espeso de la vieja casa”; “Palabras usadas
que no dicen nada”; “Volutas de humo delante de un libro” o “Casas de barro en el monte
perdido”. Selecciona una de ellas, la que te guste y apréndetela de memoria.
Ahora, necesitas prepararte una lista de posibles modos de entonación, para tenerla delante e
ir siguiendo su contenido a medida que avanzas en el ejercicio. Te propongo estos 12:
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Con asco, como si lo que dice la frase fuera para ti lo más repugnante del mundo.
Con empatía: las palabras son ahora un mensaje de cercanía y afecto para quien te escucha.
Con dominio: como si fueses un político desde el atril, convenciendo a las masas en un mitin.
Para hacer el ejercicio, mientras te grabas, vas repitiendo la frase elegida con cada una de las
entonaciones, por orden y siguiendo la lista de modos de entonación. Para que la grabación
sea clara y ordenada, te recomiendo que, cada vez, antes de la frase digas con qué emoción la
vas a entonar. Si el ejercicio lo haces con tus amigos o en un curso, podéis pasar un rato
divertido oyéndoos y comentando cómo os ha salido y puntuaros si lo que habéis captado en
cada caso coincidía con lo que el emisor se había propuesto transmitir.
Con la voz transmitimos información, tanto de nuestro estado emocional como de nuestras
intenciones sociales. Los estudios (Morningstar et al. - 2018), demuestran que la capacidad
para entender estas señales emocionales en la voz va mejorando con la edad. Lo mismo se
puede decir en cuanto a nuestra capacidad para modificar nuestra voz a voluntad cuando
adquirimos consciencia para ello (Farley et al. - 2013). El hecho es que, consciente o
inconscientemente, nuestro tono de voz se ajusta al individuo con el que estamos hablando y,
en en especial, si estamos tratando con nuestra pareja.
Desde un punto de vista profesional, son importantes los estudios (ver Leongomez el al. 2017)
que se refieren al comportamiento vocal de respuesta al supuesto estatus social del
interlocutor. Así sabemos que, por ejemplo, las personas que se consideran a sí mismas
dominantes utilizan un tono más grave; que los adultos se expresan en tono más bajo cuando
están tristes que cuando están enfadados, o que la ira y la tristeza se reconocen mejor que la
felicidad o el asco. Conocer y entrenar estas habilidades puede ser muy importante para
ayudarnos a conseguir nuestros objetivos.
Los componentes más relevantes de la voz para identificar emociones son la melodía, también
llamada el “pitch” o F0, que es la frecuencia fundamental a la que vibran las cuerdas vocales, la
intensidad de voz, la velocidad y las pausas, el timbre, la articulación y el ritmo. Un resumen de
su impacto podemos encontrarlo en la tabla anexa, que es la traducción de la de Murray y
Arnott (1993), que incluyó Iriondo Sanz (2008) en su tesis doctoral.
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F0 Promedio Mucho más Más alto Ligeramente Mucho más Mucho más bajo
alto más bajo alto
F0 Rango Más amplio Más amplio Ligeramente Más amplio Ligeramente amplio
estrecho
Cualidad de la Jadeante Estrepitosa Resonante Sonoridad Ruidosa
voz irreglar
Cambios en F0 Abruptos en Suaves inflexio- Inflexiones Normal Amplio, inflexiones
sílabas tónicas nes ascendentes descendentes descendentes
finales
Articulación Tensa Normal Arrastrada Precisa Normal
Tabla de efectos de la emoción sobre el habla de Murray y Arnott (1993)
Esto se refiere tanto al estudio de la emocionalidad en las variaciones de la voz, que es lo que
nos ocupa en este capítulo, como a los reflejados por los movimientos corporales y la
expresión gestual, de los que nos ocuparemos en capítulos sucesivos.
Obviamente, la información relativa a las emociones detectadas por ambos canales, visual
(gestos y aspecto) y auditivo (voz), debe ser coincidente. Lo interesante es que, a nivel
psicológico, ambos factores se correlacionan hasta el punto de que, a través de la voz, las
personas inferimos determinadas características físicas relativas al individuo. Así, nos
encontramos estudios como el dirigido por Zuckerman (2011), que plantean que pueden
obtener impresiones más negativas de las personas cuyo atractivo físico y vocal no coinciden,
que de aquellas que poseen tanto un rostro como una voz atractivos. La razón parece deberse
a que en el subconsciente se produce una cierta inclinación hacia el canal menos atractivo.
Tanto los rostros como las voces atractivas hacen que presupongamos cualidades más
positivas en atributos como bondad, inteligencia o credibilidad del individuo que las posee
(Krauss et al. – 2002). Por el contrario, de su vertiente opuesta, al inferir cualidades negativas
de la voz, pueden derivarse conclusiones inquietantes, por ejemplo, en cuanto a posibles
errores de percepción por parte de los jueces (Frumkin - 2004), relativos a la impresión de los
testigos por sus voces o a la presunción de conductas en inmigrantes, simplemente como
consecuencia de su acento.
En lo que se refiere al ámbito profesional, es bien sabido por numerosos estudios que la voz
afecta a la imagen del líder (Wolff & Putts – 2010). Tener una voz grave podría suponer una
fortaleza personal a la hora de escalar posiciones, tanto dentro de una empresa como en
política. Estudios como el de Klofstad (2012) concluyeron, además, que los CEOs con voces
más graves trabajaban en empresas más grandes, tenían mayor antigüedad ¡y ganaban más
dinero!.
También hay estudios (Russell et al. - 1995) que, comparando grabaciones, demuestran que
hoy, las mujeres a partir de cierto nivel cultural hablan en un tono más grave y profundo de lo
que lo hacían sus madres o abuelas. El equipo descubrió que la «frecuencia fundamental»
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había disminuido en 23 hertzios (Hz) durante cinco décadas, desde un promedio de 229 Hz a
uno de 206 Hz. Explican que el motivo de este cambio podría deberse al ascenso de las
mujeres a puestos profesionales más destacados, lo que les habría llevado inconscientemente
a adoptar un tono más profundo para proyectar autoridad y dominio en su lugar de trabajo.
En esta línea, es bien conocido el caso del cambio para convertir su voz en más grave, que
experimentó deliberadamente Margaret Thatcher a lo largo de su carrera política, con la ayuda
de un entrenador del habla, quien le ayudó a bajar el tono de su voz en casi 60 Hz, a fin de
hacerle ganar autoridad y credibilidad.
Y esto no sería lo peor: Hay un efecto llamado el “vocal fry” (en español, voz rasgada), que es
un tipo de voz caracterizado por vibraciones irregulares e intermitentes de las cuerdas vocales,
que produce una especie de burbujeo en el sonido. Para entender mejor este concepto, lo
mejor es oírlo en una grabación: https://www.dailymotion.com/video/x15scu1
Pues bien, en un experimento realizado por Anderson y sus colegas en 2014, demostraron que
la voz rasgada era percibida negativamente en ambos sexos, por ambos sexos y en cualquier
franja de edad por parte del oyente. Las personas que lo poseían eran percibidas como menos
competentes, menos educadas, menos fiables, menos atractivas y menos contratables
laboralmente. En casa tenemos una expresión para que definir algo tan malo como esto: Una
voz así no es fatal, ¡Es “fatatal”!
Entonces, ¿quieres que te recomiende algo para que lo entrenes y consigas que tu voz suene
atractiva, creíble y hasta carismática cuando te convenga? Es decir, lo que entenderíamos por
disponer de una voz con poder. ¿Te apetece? Pues si quieres intentarlo, vamos a ver qué te
parece el siguiente ejercicio.
2. Habla con tranquilidad. A mí me ayuda visualizar el contraste que habría entre la voz de un
adolescente nervioso, con voz de pito y que habla a toda velocidad, y el tono lento, enfático y
seguro de un juez al dictar sentencia.
3. Haz pausas conscientes. Se trata de transmitir confianza al hablar. Serían pausas de un par
de segundos entre frases o incluso en mitad de una frase. Esto transmite la sensación de que
tienes tal seguridad en tu poder, que estás seguro de que nadie va a interrumpirte.
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4. Haz caer la entonación. ¿Te habías dado cuenta de que la voz se eleva al final de una
pregunta? Se trata de que bajes el tono de voz, especialmente al final de las frases para que
sea evidente que, en vez de preguntar, afirmes, Para ensayarlo imagina, por ejemplo, una
afirmación de un juez que dice «Caso cerrado». Siente cómo desciende la entonación de la
palabra cerrado. Bajar la voz al final de una frase transmite poder. Esto es muy importante
porque haciendo caer la entonación ganarás credibilidad, seriedad y atractivo. Y si, además,
hacer que el tono de tu voz sea algo más grave, mejor.
5. Articula con claridad al pronunciar tus palabras, para mostrar que eres una persona
educada y creíble. Puedes mejorar la articulación ensayando la repetición de palabras difíciles
y ralentizando el ritmo del discurso. Jamás hablar demasiado rápido ni alterarte. Eso sí, ojo con
el exceso de articulación porque podría producir un tono extraño y reducir tu credibilidad.
6. Trabaja la fluidez del mensaje. Para ello, nada de vacilaciones al empezar a hablar. (“Yo, yo,
yo quiero…”), ni de repeticiones (“Yo quiero, quiero decirle…”), ni de palabras parciales (“En
rea-realidad, yo no...”). Cuanta más fluidez, más experto, sincero y confiado vas a demostrar
que eres.
7. Y, si quieres, reduce la rapidez y la frecuencia con que la que asientes para conseguir
parecer un poco más serio y distante. Tampoco se trata de que te presentes como alguien
“demasiado fácil”.
Qué de cosas ¿no? Pues para practicarlas, primero asegúrate de entender y practicar el
contenido de cada una de las siete recomendaciones por separado. Luego, prepárate un
discurso para una situación concreta en la que quieras demostrar lo positivo que eres y que
quieres parecer. Ahora, grábate y repasa cada punto de la lista. Después vuelve a grabarte y
nuevo repaso y así una y otra vez hasta que te guste. Recuerda que, como decía una persona
muy querida para mí: “Lo que no se ensaya, no sale”.
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