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presentando los diversos cuestionamientos que se le han 6 realizado. Explicaremos que la dignidad, pese a su trascendencia política y
jurídica, no representa un fundamento tan sólido para los derechos humanos y fundamentales.
En el tercer capítulo presentaremos la noción “necesidades humanas básicas” y explicaremos que su satisfacción es un mejor sustento
para los derechos humanos y fundamentales frente a la noción de dignidad (sin ser excluyentes). Para formular esta idea de necesidades
recurriremos a algunas fuentes teóricas e ideológicas actuales que nos permiten plantear un concepto de necesidades humanas básicas
desde una fundamentación no metafísica (sino más bien política e incluso pragmática) para el reconocimiento y la tutela de los
derechos.
En el cuarto y último capítulo relacionaremos la satisfacción de necesidades humanas básicas con los derechos humanos y los derechos
consagrados en nuestra Constitución (que pueden ser derechos fundamentales y derechos constitucionales). Así, daremos cuenta muy
brevemente sobre el contenido tradicional de estos derechos, plantearemos que las necesidades básicas (las exigencias vinculadas a su
satisfacción) son derechos humanos con una gran carga moral, lo que permitiría hablar de una preferencia argumentativa frente a los
demás derechos. En similar sentido, sostendremos que los derechos fundamentales (distintos a los derechos constitucionales en general)
tienen un especial contenido por disposición de la propia Constitución, por lo que detentan cierta prevalencia frente a los derechos que
no son fundamentales. En ese marco, finalmente, presentaremos algunos corolarios prácticos que se deprenden de esta precedencia
prima facie a la que aludimos.
Características del constitucionalismo contemporáneo El constitucionalismo contemporáneo (o del Estado Constitucional) surge tras la
segunda Gran Guerra29: como se sabe, luego de las atrocidades cometidas por los regímenes fascista y nazi30, los pueblos del mundo
reconocieron la dignidad de la persona como fundamento del Estado y del Derecho. A partir de ello, ocurrieron una serie de fenómenos
que permiten afirmar que nos encontramos frente a un nuevo tipo de constitucionalismo; no uno contrapuesto o resueltamente
diferente a los anteriores (constitucionalismos liberal, democrático y social), pero sí uno con características muy singulares que lo
diferencian Este constitucionalismo tiene como forma de Estado al “Estado Constitucional”, que –como explicamos antes– no debe
entenderse solo como una compilación de lo mejor de los movimientos constitucionales precedentes, como tal vez podría considerarse
si se tiene en cuenta la recurrida denominación agregativa “Estado democrático y social de Derecho
En efecto, recién será con la posguerra que se reivindica el valor preferente de la persona representada en la idea de dignidad humana.
La dignidad humana aparece, pues, como un signo de estos tiempos, que inicialmente afirma –sin perjuicio de lo que precisaremos
luego– el estatus superior del ser humano frente al resto de la naturaleza así como el deber moral de tratar a otros humanos como fines
valiosos en sí mismos, erigiéndose entonces como garantía inexpugnable contra diversas manifestaciones de injusticia extrema,
vejamen, situación humillante o exclusión intolerable infligida contra cualquier ser humano. 107 HABERMAS, Jürgen. Ob. cit., p. 7. La
tesis de Habermas es que “siempre ha existido –aunque inicialmente de modo implícito– un vínculo conceptual interno entre los
derechos humanos y la dignidad humana”; así, la dignidad no sería simplemente una característica común a estos derechos, sino antes
bien “constituye la ‘fuente’ moral de la que todos los derechos fundamentales derivan su sustento” (HABERMAS, Jürgen. Ob. cit., p. 6,
vide ss.). 42 Sobre esta base –aunque sin ponerse de acuerdo en sus exactos contornos y pese a las (enormes) diferencias culturales y
políticas–, las sociedades y naciones del mundo han generado un amplio consenso respecto al valor de la dignidad humana, afirmando
en torno a ella un conjunto de derechos caracterizados por ser iguales para todos, universales, indivisibles y prepolíticos, los que, a su
vez, fundamentan los ordenamientos políticos y jurídicos (nacionales e universales). En este marco, a efectos de sopesar su enorme
importancia en la actualidad, vale la pena dar cuenta de algunos ejemplos contemporáneos que evidencian claramente cómo –a
diferencia del constitucionalismo inicial y de las primeras declaraciones de derechos– la nueva sociedad mundial de naciones, el sistema
universal de derechos humanos y el constitucionalismo contemporáneo se fundamentan en la noción de dignidad humana. Al respecto,
en primer lugar debemos referirnos a la Carta de Naciones Unidas (1945), que es el tratado que da origen a la Organización de Naciones
Unidas (ONU) y establece un nuevo orden político universal tras las dos Guerras Mundiales, con la finalidad de garantizar la paz y
seguridad internacionales. Recociendo expresamente el difícil contexto en que surge, la Carta enfatiza el valor y dignidad de la persona
de todo ser humano.
Carta de las Naciones Unidas Preámbulo “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones
venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la
fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y
mujeres y de las naciones grandes y pequeñas (…)”
43 Otro texto importante es la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), que representa el primer esfuerzo multicultural por
establecer un conjunto de derechos básicos mundiales108. La declaración, aprobada por la gran mayoría de países integrantes de la
ONU109, además de reiterar en parte lo señalado por la Carta de las Naciones Unidas, precisa que un futuro de libertad, justicia y paz
mundiales se basa en el reconocimiento de la dignidad y los derechos esenciales de todos los seres humanos. Esta Declaración afirma el
carácter universal de la dignidad humana, intrínseco a toda persona; asimismo, que los derechos declarados son iguales e inalienables, y
que toda persona nace con ellos. Declaración Universal de Derechos Humanos Preámbulo “Considerando que la libertad, la justicia y la
paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana;
Teoría de las necesidades humanas Una alternativa a tener en cuenta para apartarnos de fundamentaciones metafísicas de los derechos
humanos es preguntarnos si, desde las ciencias sociales, puede darse cuenta de necesidades esenciales comunes a todos los seres
humanos y señalarse cuáles valdría la pena ser reconocidas y exigidas universal y urgentemente.
Una tarea así fue emprendida por la pensadora Agnes Heller –posiblemente a la autora a la que más se acude para tratar la idea de
“necesidades”– quien trabajó en una antropología social265 , inicialmente desde la gran narrativa marxista. Como se sabe, desde el
ideario marxista se consideraba que la sociedad presente (capitalista) generaba un discurso ideológico dependiente de los poderes
económicos y que ello producía “alienación” (ausencia de “conciencia de clase”), siendo una consecuencia inmediata de ello admitir que
las personas no siempre podían identificar sus “auténticas” necesidades debido a que el capitalismo se las ocultaba. Ante ello, la
antropología social que construía Heller (y la Escuela de Budapest, de la que formó parte266) insistía en inquirir sobre las necesidades
humanas, analizando lo señalado por Marx al referirse, por ejemplo, a las “necesidades naturales” o “físicas” (que serían necesidades
biológicas, dirigidas a la conservación de funciones vitales267), y a “necesidades necesarias” (surgidas históricamente y no dirigidas
únicamente a la supervivencia, lo que incluye aspectos culturales, morales y consuetudinarios que forman parte del estándar de
vida268). En sus primeros estudios Heller estudio también la categoría “necesidades sociales”, que fue utilizada por Marx en diversos
sentidos. Estas podían referirse a “necesidades socialmente determinadas”, producto de la sociedad capitalista, y aludir a la
manipulación de las necesidades humanas como consecuencia de la alienación y que produce la deshumanización del hombre269 . Con
ello, por efecto del capitalismo, el mundo de las necesidades humanas se reduciría a la necesidad de tener270. Es más, este sistema
precisamente se sostendría y reproduciría por la existencia de estas necesidades, volcadas al mercado en forma de consumo De otra
parte –siempre conforme a Nussbaum–, por necesidades sociales Marx también podía hacer referencia a “necesidades dirigidas a bienes
materiales en una sociedad o clase”272, referidas a la demanda efectiva de una clase social en el mercado, es decir, a lo que en la
práctica adquieren o pueden adquirir las personas de una clase, independientemente de sus “necesidades sociales reales”273. Así, hace
alusión a una necesidad “aparente”, generada por el mercado. Otra acepción de “necesidad social” estaría referida a la “satisfacción
social de las necesidades”, con lo cual las personas no solo tienen necesidades producidas socialmente, sino también necesidades
“únicamente susceptibles de satisfacción mediante la creación de de instituciones sociales relativas a ellas”274 . Con lo anterior, es claro
que el marxismo denunciaba el empobrecimiento de las necesidades a las que pueden aspirar las mayorías (asalariadas) en una sociedad
capitalista, a las que se les inducía a concentrarse únicamente en sobrevivir, sin capacidad de criticar al sistema275. Al respecto, Heller
encuentra en el ideario marxiano la alusión a las “necesidades radicales”, que serían necesidades anti o extra-sistémicas, es decir, que se
generan o pueden ser satisfechas únicamente fuera del sistema (por ejemplo, adquiriendo conciencia de clase)276. Sobre este tipo de
necesidades volveremos luego recapitulando, el desarrollo de la teoría de las necesidades humanas que realiza Heller tiene varios
aportes de interés a efectos de construir nuestra noción de necesidades básicas: la denuncia de que la sociedad (o el sistema) generan un
conjunto de necesidades que no tienen como objetivo el bienestar de las personas sino el mantenimiento y reproducción del sistema; la
idea de que las necesidades humanas no pueden impuestas desde una burocracia o desde “grandes narrativas”; el reconocer que –pese
a lo anterior– puede establecerse necesidades generales (socio-políticas) para ser implementadas desde las instituciones públicas
(Estado de bienestar); que las necesidades humanas finalmente afirman libertades de las que cada persona dispone autónomamente, y
que las prioridades en la implementación entre unas y otras necesidades debe ser resuelta de manera política-democrática (y no
aludiendo a una jerarquía metafísica o esencialista)2
Capítulo IV: LA SATISFACCIÓN DE LAS NECESIDADES BÁSICAS Y SU RELACIÓN CON LOS DERECHOS HUMANOS, LOS DERECHOS
FUNDAMENTALES Y LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES En el capítulo anterior postulamos una definición de necesidades humanas
como exigencias morales vinculadas con capacidades o condiciones de vida, cuya falta de satisfacción hacen imposible una vida humana
sin daños graves, padecimientos u opresiones. Asimismo, indicamos que la satisfacción de estas necesidades permite la supervivencia en
condiciones saludables, que cada quien elija y cumpla los planes de vida que considere valiosos, así como el autogobierno y la
participación en la comunidad política. Conforme explicamos, las necesidades básicas han de ser finalmente determinadas a través del
diálogo público razonado, es decir políticamente. También señalamos antes –supra, Capítulo II– algunas carencias de la noción “dignidad
humana” para fundamentar adecuadamente los derechos humanos o fundamentales. Entre las falencias de este término nos referimos a
su contenido impreciso y polivalente y, de manera especial, a que suele responder a consideraciones metafísicas, especulativas o
esencialistas, debido a lo cual resulta difícil, sino imposible, ponernos de acuerdo en sus alcances, valor, manifestaciones, etc. Asimismo,
explicamos que fundamentar los derechos implica brindar buenas razones para su reconocimiento, protección y eficacia, y que, en
general, mejores fundamentos son aquellos que remiten a razones más firmes y sólidas. Siendo así, razones más idóneas serían aquellas
que tiendan a ser evidentes, corroborables o generalizables, y lo son menos aquellas no verificables, subjetivas o totalmente
controvertidas. En este marco, uno de nuestros objetivos ha sido, precisamente, explicar que la noción de necesidades básicas (mejor
aún, la satisfacción de estas necesidades) aporta razones poderosas para justificar los derechos humanos y fundamentales; sobre todo
frente a otras nociones, como la de dignidad humana. Creemos haber sustentado suficientemente ello, tanto al explicar nuestro
concepto de necesidades humanas básicas como al indicar que la fortaleza de esta noción reside en (1) brindar fuertes razones para
actuar (de mayor peso que otras), (2) ser determinable a través