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ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA SOCIAL EN LA
CIUDAD DE EL TOCUYO COLONIAL
(1545-1821)

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SOBRE EL AUTOR

MARCO ANTONIO GHERSI GIL (Barquisimeto, 9 de


octubre de 1968). Cursa su primera enseñanza en el Colegio
Andrés Bello. En el año de l994, obtiene el título de Médico
Cirujano con la distinción honorífica Cum Laude, ocupando
el primer lugar entre 183 egresados de la Universidad
Centroccidental Lisandro Alvarado, en Barquisimeto. En esta
área ha ganado algunos concursos como el de Magister
Scientiarum en inmunología, en el IVIC, Venezuela, y Médico
Residente en el postgrado de Radiodiagnóstico en el Hospital
Universitario de Caracas y Universidad Central de Venezuela.
Como historiador ha publicado numerosos artículos en
revistas especializadas y ha prestado diversas asesorías en
trabajos de investigación a historiadores. En la actualidad
dicta un curso de un año sobre la historia de la ópera en la
UCLA y trabaja en dos nuevos libros en la rama de la
genealogía.

Obra publicada: El linaje Alamo del Barrio en Venezuela :


Dr. José Angel de Alamo. (UCLA, 1990); Algunas familias
descendientes de fundadores y primeros pobladores de El
Tocuyo, (Tipografía Horizonte, edición privada, 1998).

Libros inéditos: Análisis de la estructura social en la ciudad


colonial de El Tocuyo 1545-1821, Segundo y Tercer tomos
(2500 cuartillas); Las familias coloniales de la Nueva
Segovia de Barquisimeto (500 cuartillas); Las familias
coloniales de El Portillo de Carora (500 cuartillas); Historia
de la Medicina en el Estado Lara hasta el siglo XIX (200
cuartillas).

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MARCO ANTONIO GHERSI GIL

ANÁLISIS DE LA ESTRUCTURA SOCIAL


EN LA CIUDAD DE EL TOCUYO
COLONIAL (1545-1821)

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Primera edición, 2000

Copywright. Marco Antonio Ghersi Gil, 2000.


Copywright. Análisis de la estructura social en la ciudad
de El Tocuyo colonial (1545-1821),2000

Todos los derechos reservados.

Diseño de la portada: Miguel Pirela y Alejandra Araujo Mavare (con


dibujo de la autora, basado en fotografía del siglo XIX del Templo
de la Concepción de El Tocuyo).
Diseño Gráfico: Dirección de Cultura de la U.C.L.A.
Prólogo: José Antonio Yepes Azparren, 1999
Imprime: Departamento de Imprenta y Reproducción central de la
U. C. L. A
ISBN: 980-320-066-6
Depósito Legal: lf 69720009001581
Printed in Venezuela

(La presente investigación fue realizada entre los años l986 y


l993, y el presente tomo --Estudio Preliminar-- fue escrito en
el mes de junio de l993)

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AGRADECIMIENTOS
Deseo dejar aquí constancia de mi agradecimiento a las siguientes
personas e instituciones:
A la historiadora Nieves Avellán de Tamayo, por su invalorable amistad,
por compartir material vital para esta investigación, y por su incesante estímulo
para que yo terminara esta investigación y por su valiosas sugerencias desde el
inicio hasta la revisión final.

A la profesora Rosa Cecilia Aguilar de Ferrer, amiga incondicional con


quien compartí todo el proceso de reescritura del libro a partir de la versión
original de 1993.

Al poeta y ensayista José Antonio Yepes-Azparren por su apoyo incon-


dicional para la revisión final de este libro y por su especial prólogo.

Al Presbítero Renzo Begni, quien me permitió durante más de 13 años,


con gran generosidad, consultar los archivos de la arquidiócesis de Barquisimeto
y su amitad muy valiosa para mí. Por su particular interés en este libro, desde su
versión preliminar.

A la memoria del Dr. Santiago Gerardo Suárez, Académico de Número


de la Historia, quien quiso ver en 1993 como novedosa e importante la metodo-
logía usada en este libro, y que de manera generosa apoyó hasta donde le fue
posible la tarea por mucho tiempo infructuosa de publicarlo.

A la Dra. Ermila Troconis de Veracoechea, Académico de Número de la


Historia, quien en 1993 revisó todos los manuscritos de mis libros de história y
genealogía escritos para entonces, teniendo la nobleza de aportarme sugeren-
cias de indudable interés.

A mis padres, Cecilia Gil García y Antonio Ghersi Lares, por su apoyo
sin tregua siempre; y a la memoria de mis abuelos maternos Victor y Adela Gil
García, por quienes soy descendiente de los fundadores de El Tocuyo.

A Alejandra Araujo por la hermosa portada de este libro.


A Sor Juanita Páez, profesores René García Jaspe y Carmen Mavare,
Lic. Aura Oviedo Osorio, Dres. Guillermo Briceño Porras, Francisco Cañizales
Verde, Graciella y Rosalba Cammarata Segura y Telésfora Sempere Rincón, Sr.
Jesús María Arispe A., Carmen Luisa, Juan Ignacio y Mireya Franceschi, Flora
Venturini Calvani, Hugo Montiel, Fabiola y Natalia Ferrer Aguilar, Dr. Humberto
Andrade, Raquel Méndez y a todos los que mostraron su entusiasmo perma-
nente por esta investigación y colaboraron con ella de alguna forma..
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Al Dr. Marco Tulio Mendoza, Director de Cultura de la
U.C.L.A., artífice de la publicación de este libro, lo que demuestra
a las claras su nobleza intelectual.
A las siguientes instituciones:
Dirección de Cultura de la Universidad Centroccidental Lisandro
Alvarado, por publicar este libro.
Y aquellas instituciones que conservan y me facilitaron las
fuentes primarias y secundarias para esta investigación, a saber:
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Barquisimeto
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de San Felipe
Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Caracas
Archivo Histórico y Biblioteca de la Academia de la Historia
Archivo General de la Nación
Archivo parroquial de la Catedral de Caracas
Registro Público Principal de Barquisimeto
Registro Público Subalterno de El Tocuyo
Centro Histórico Larense

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PRÓLOGO(*)

Por José Antonio Yepes Azparren

El estudio que el lector tiene en sus manos es de


harta singularidad y de una importancia que es imposible
desconocer y, aún más, que es indispensable subrayar; pues
aparte del evidente interés que reviste el tema, el descomunal
esfuerzo del autor en el acopio de datos durante más de trece
años, fatigando documentos antiguos en archivos de registros
públicos y eclesiásticos, con una paciencia franciscana;
despertará a su vez un interés adicional, pues la metodología
utilizada marcará un hito y un revuelo en el modo de llevar
en el futuro investigaciones de esta índole no solamente en
nuestro país sino incluso en los de mayor desarrollo y, por
tanto, más avezados por tradición en esta suerte de
menesteres. Para comprender mejor la veracidad y la
novedad que esta afirmación entraña y que por igual define
mejor el carácter de este volumen: “Análisis de la
Estructura Social en la Ciudad de El Tocuyo Colonial
(l545-l82l)”, es necesario reconocer de entrada que su autor,
el Dr. Marco Antonio Ghersi Gil no es solamente un acusioso
investigador movido por una desbordada pasión por la rama
de la genealogía sino que, además, felizmente está poseído
por el hado nada frecuente de una curiosidad incesante y
ordenadora y, a un tiempo, de una mentalidad exigente y
analítica; los cuales serían ya suficientes alicientes para
avalar el mérito de esta obra, sino tuviéramos que agregar
que también es un impenitente estudioso de la historia de
Venezuela (no sólo la referente a la época colonial); y aun
para sorpresa de quienes lo lean domina otras ramas
científicas colaterales, como la paleografía, la societnología,

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la estadistica y la demografía, entre otras. Especialidades
que le han permitido ahondar con inusitados hallazgos en
los diversos tópicos que abarca este trabajo; que, para decirlo
en pocas palabras, refiere las peculiaridades del poblamiento,
la alternancia de las diferentes castas sociales --españoles
peninsulares y blancos nacidos en Venezuela, mestizos,
indios, africanos, mulatos, pardos y esclavos--, al principio
claramente diferenciadas y luego vemos cómo debido a
diversas razones de orden social y ecónomico se ven
impelidos a un mestizaje que les permitía avanzar o
involucionar dentro del panorama tan estricto y cerrado de la
época. Así, asistimos al conocimiento pormenorizado, con
ejemplos siempre oportunos, de cómo se dan las instituciones
heredadas de las ocupación española, como la encomienda,
la Dote, la concertación matrimonial, la limpieza de sangre,
el “blanqueamiento”, el sistema de las haciendas, los oficios
viles y toda una panoplia de posturas rígidas que trazan el
panorama social de una etapa crucial en la historia
venezolana, y cómo se lleva a cabo la transformación
socioconómica y su impacto en aquellos tempranos
pobladores, junto al minucoso rastreo de los familias de origen
indígena, europeo y africano, y los inevitables
entrecruzamientos entre ellos.

Como consencuencia de lo anterior, no podía ser éste


nunca un libro aburrido o un simple lugar para la repetición
de datos de importancia, ya citados por otros. Es, muy por el
contrario, un libro de un dinamismo constante que ilumina
zonas hasta ahora nunca tratadas, un libro documental cuya
vivacidad se multiplica sin cesar. Cuanto hasta aquí llevo
dicho sería insuficiente sino reconozco a viva voz que no
existía en el país sobre el tema un libro como éste, y no me
queda más remedio que echar mano del inefable lugar común
que inscrito en estas páginas deja de serlo: este libro llena
un vacío, o más bien, colma los vacíos que sobre los tópicos

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tratados existían hasta esta publicación. Pasar revista de
cuáles son tales tópicos rebasaría la intención de este sucinto
prólogo y no voy a repetir aquí lo que el autor dice con
suficiente soltura, con un ordenamiento sistemático poco
común y una interpretación siempre pertinente y clara de la
gran complejidad de factores analizados. A partir de los datos
obtenidos, en los folios de las escribanías y los libros de
registros del período que ocupa al autor, el complejo
panorama se nos va presentado sin limitaciones --salvo la
pérdida de tantos libros en algunos períodos determinados
y la falta de continuidad en aquella época por llevar un registro
más minucioso de su realidad poblacional y de los
pormenores del peculiar y difícil desarrollo social de El Tocuyo
de la colonia, cuya importancia en el poblamiento de las
nuevas ciudades y villas fue de gran influencia en el resto
del país; y cuyas repercusiones son conocidas por los
especialistas desde la época de los primeros cronistas.

El Dr. Ghersi Gil nos aclara el panorama social de aquel


Tocuyo de un modo que no deja de sorprendernos. Y es que
la lectura de este libro nos revela aspectos claramente
inéditos de la realidad estudiada, además lo hace en un
estilo ameno, que en tantas ocasiones nos lleva de asombro
en asombro por los datos aportados. Asímismo, ya el lector
sabe por cuanto he afirmado que la acuciosidad con que
este autor acomete su tarea de recomponer los fragmentos
dispersos de aquellos remotos años ocultos en legajos,
amenazados de exterminio, mal conservados y en continuo
proceso de paulatina destrucción inexorable, está
rigurosamente ceñida a la realidad de lo que consignan tales
documentos. No conoce Ghersi Gil la fantasía y la pereza en
cuanto a lo histórico se refiere y desconfía de su
extraordinaria memoria: siempre que ha debido regresar a
las fuentes para confirmar un dato lo hace y lo hará cuantas
veces sea necesario. Lo que habla a las claras de lo absoluto

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fidedigno de cuanto registra este libro. Yo que le conozco y
sé de su inequívoca ética de trabajo puedo dar fe de ello. Y
lo que es mucho más importante y fundamental, Ghersi Gil
desde el comienzo se ha atrevido a pensar, a analizar, a
esforzarse sin límites por construir un universo con ideas
propias. Ya sabemos que sustentadas siempre por los hechos
históricos. Y de allí se lanzó a la interpretación en gráficas
rigorosas, cuadros de análisis de variables y cálculos de las
relaciones porcentuales para darle expresión estadística a
sus hallazgos y aportes inequívocos, cuya valía tardará en
reconocerse en un medio tan mezquino como el nuestro (y
no me refiero, por supuesto, solamente a la sojuzgada
provincia). Justo aquí nos topamos con la novedad esencial
que presenta este libro, como anoté al incio, y es la utilización
por vez primera de la demografía con un criterio exhaustivo
en lo etnohistórico, basada en fuentes primarias indiscutibles
como los libros parroquiales, de bautismos, matrimonios y
entierros, en contraposición de las fuentes comunmente
utilizadas, que no son otras que las incompletas e inexactas
matrículas poblacionales (elaboradas por los vicarios en el
período estudiado), las cuales estas plagadas de errores de
clasificación étnica. En esto, el uso de la genealogía en cada
caso proporciona datos para una clasificación veraz que
muestra las verdaderas variantes y matices del mestizaje en
El Tocuyo colonial.

La lectura de este libro me ha dejado exhausto de


entusiamo, convencido y tranquilo de que todavía existen en
nuestro país espíritus lo suficientemente heterodoxos; que
son los que en realidad pueden iluminar los caminos nuevos
a transitar por la historia, tan lejanos de cierta asoladora (y
desoladora) tendencia historicista donde la desidia y la falta
de verificación real, aparte del estilo las más de las veces
rupestre, nos agobia desde siempre por la insoslayable
existencia de tanto seudohistoriador. Este libro, en fin, nos

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permite conocer y aisistir a la reconstucción de los diferentes
grupos étnicos que contribuyeron a formar El Tocuyo colonial,
su peculiar comportamiento social y la urdimbre de
fenómenos que hicieron posible gran parte de lo que hoy
somos.

Faltan aún dos tomos por publicar, a través de los cuales


conoceremos en detalle la conformación de las familias
“principales” (la aristocracia blanca), las familias “llanas” (los
blanco pobres y/o mezclados con indígenas), los grupos
aborigenes, los mestizos (unión de blanco con indio), los
pardos libres (mezcla de las tres razas) y los esclavos (negros
o pardos) que conformaron la sociedad colonial tocuyana y
cuyas repercusiones son sin duda de primer orden. Este
tomo inicial comprende el “Estudio Preliminar”. Que la
Universidad Centro Occidental Lisando Alvarado haya
decidido entregarlo a los lectores es un acierto que nos
regocija de manera sustantiva. Que estamos ante una obra
de capital importancia, ya lo he sugerido suficientemente.
Sé que los próximos dos tomos también verán la luz en su
momento, como sucede siempre con los trabajos fundadores
como éste. El desemesurado esfuerzo del Dr. Ghersi Gil por
querer mostrarnos en gran medida quiénes somos se
comprenderá en cabal medida cuando podamos revisar la
segunda y tercera entregas con el mismo minucioso interés
con el cual escribió las genealogías de todas las familias
que iniciaron el poblamiento y sus descendientes (registrados
con una imparcialidad científica a toda prueba) hasta llegar
a nuestros antepasados: (1) algunas familias hasta l82l y
otras hasta finales del siglo XIX. Descomunal aporte para
conocer de verdad de dónde venimos, que nos llena de
verdadero entusiasmo saber que ha sido escrito con tal
admirable seriedad y que un día próximo podremos interrogar
para conocer más cerca nuestro verdadero rostro. Por ahora
este estudio preliminar inicia su peregrinaje y su intercambio

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con los lectores, gracias a la iniciativa del Dr. Marco Tulio
Mendoza Dávila, quien supo apreciar y ver con generosa
honradez intelectual el claro valor de estas páginas. Espero
que estas líneas no desmerezcan de una obra cuya
importancia irá creciendo en el tiempo como tal vez pocos
puedan al menos imaginar ahora. ¿Para qué agregar más?

Barquisimeto, 8 de diciembre, l999


(*) Este prólogo lo escribí durante la madrugada del día 8 de diciembre.
Pocas veces he escrito con igual soltura un texto definitivo en pocas horas,
pues soy un escritor lento que sobre todo paladea el estilo y la sonoridad de las
frases, y avanza y revisa incontables veces. No dejó de extrañarme por ello
que me saliera este prólogo con relativa facilidad, mas lo olvidé en breve, sin
más. Días después, al entregárselo al Dr. Ghersi Gil, él me reveló que la
madrugada en que lo escribí era el inicio del día de la celebración de la
Inmaculada Concepción, advocación mariana de la Virgen bajo cuyo nombre
se fundó la ciudad (Madre) de El Tocuyo. Una vez más compruebo que la
casualidad da siempre paso a la causalidad. Mi asombro no tiene fin.

(1) Doy a continuación algunos de las familias más destacadas en el


período abordado en este estudio, que se encuentran en los dos tomos aún
por publicarse: En el siglo XVI las familias Villegas, Escorcha, Losada, Leyba,
Grubel, Reinoso, Escalona , de la Peña, Silva, Freyre de Mendoza, Rodríguez
de Porras, Riberos, Castro, Alvarado, Fernández de Córdoba, Miranda, León,
Torralba, Hervás, Sotomayor, Torrellas, Quirós, Vargas, Rodríguez Moreno,
Peraza, Colmenares Aguilar, entre otras. En el siglo XVII además de las
anteriores Hurtado, Piña-Ludueña, Gonzales, Yepes, Balconete, Del Castillo,
Vizcaya, Guedes, Figueredo, Manzano, Gil de la Hyta, Garrido
Anguiano,Arauxo,Piñero, Matheos de León, Rodríguez de Séspedes, García,
Marques de Estrada, Ortiz, Ruiz Valero, Cortes, Goyo, Lucena, Godoy, Viera,
Cordero, Freytes, entre otras. En el siglo XVIII se agregaron las familias Anzola,
Tamayo, Oropeza,Veracoechea, Fernández, Duque, Yanes, Olavarrieta, Gomes,
Toledo, Ramos, , Correro, Arangú, Canelón, Brizón, Ravell, Marín, Recarte, y
algunas familias pardas de la aristocracia como Garmendia, Peraza, Giménez,
Graterol, Piña Bustamante, entre otros. Se hacen mención de algunos apellidos
autóctonos como Viray, Guat, Guarc, Mim, Tet, Exco, Payla,Sacoroco, Espuio,
Sap, Jut, Hot, Saro, Saray, Buraia, Cup, Sum, Camacaro, Ariaguana, Iguagua,
Iguahure y Guaibai, entre otros.
--------------------------------------------------------------------------------------------------
El poeta y ensayista venezolano José Antonio Yepes Azparren
(Barquisimeto, l6 de marzo de l96O) es suficientemente conocido en el país,
por lo que no requiere de mayor presentación, salvo resaltar que es uno de las
voces más originales de nuestra poesía actual (Nota de M.A.G.G.).

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INTRODUCCIÓN GENERAL

La ciudad de El Tocuyo desde su fundación en


1545 representó uno de los mayores baluartes de la
colonización Hispánica en el territorio de la antigua provincia
de Venezuela, tema suficientemente tratado por no pocos
historiadores, incluso por los antiguos cronistas de Indias.
En consecuencia es importante ahondar en las raíces de sus
primeros pobladores, ya que ellos no tardaron en dar origen
a nuevas ciudades y poblados, formando ramas de los clanes
familiares de El Tocuyo en estas poblaciones derivadas.
Estudiando, pues, tales orígenes se dan en este trabajo
aportes sustantivos al conocimiento de las familias y
pobladores de Venezuela durante el período colonial que nos
ocupa.

La ciudad de El Tocuyo mantuvo


una indiscutible posición privilegiada durante todo el período
colonial, status preponderante que perderá a fines del siglo
XVIII a manos de Barquisimeto, intensificado luego de la
guerra de independencia y el siglo XIX. Gran parte de sus
pobladores aún desde estas lejanas épocas coloniales se
trasladaron a otras ciudades como Barquisimeto, Valencia,
Caracas y a villas como San Felipe, San Carlos, donde no
tardaron en perpetuar sus apellidos.

Este trabajo ha buscado reunir los nombres,


parentescos y relaciones familiares existentes entre los más
antiguos pobladores de El Tocuyo para estudiar su
comportamiento social durante el período colonial
fundamentalmente, analizando detalladamente conceptos
como el mestizaje y la movilidad social, que si bien no son
nuevos, no habían sido documentados de manera exhaustiva

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como me he propuesto en esta investigación.En tal sentido,
debido al tamaño de la muestra considerada, que representa
la mayoría de la población en muchos casos, los datos
obtenidos resultan claves y difíciles de objetar por cualquier
análisis estadístico riguroso.

El objetivo general de esta investigación ha sido


estudiar en forma completa y detallada las uniones realizadas
en los diferentes grupos étnicos y sociales de la sociedad
colonial de El Tocuyo, haciendo hincapié en señalar los
diferentes tipos de mestizajes verificados, señalando los
porcentjajes de cada grupo particular.

No obstante, se tropezaron con numerosas


limitaciones en esta investigación. Una de las mayores fue
la pérdida de documentación referente a los siglos XVI y XVII
en los archivos tanto parroquiales como civiles. Esta es la
mayor limitación para el estudio de las actuales fuentes de
la historia colonial en la jurisdicción de El Tocuyo. Por otra
parte, hubo en algunos casos desinterés de las altas
autoridades por registrar datos demográficos generales
durante este período, aunque hay que reconocer que los
documentos de ese período actualmente no se han
encontrado.

En consecuencia, la pérdida y subregistro de


material vital de las escribanías y libros parroquiales de El
Tocuyo —siempre los más fidedignos al respecto— anteriores
a 1660 determina una completa oscuridad documental para
ese período 1545-1660. Por otra parte, la muy escasa,
contradictoria y complejísima información que se ha
encontrado en la documentación apropiada de escribanías
y parroquiales correspondientes a algunas villas de la
jurisdicción para 1616 en adelante, no llega a esclarecer de
modo satisfactorio este tema. Por demás está decir que de

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ningún modo se agotan las múltiples posibilidades de
interpretación que sobre el tema pueden hacerse con los
datos existentes, y si se diera el caso de disponer en el futuro
del descubrimiento de otros documentos que permitan aclarar
aún más el tema.

No obstante, al basarnos en el riguroso y metódico


estudio de cada caso que aparece en la documentación, se
puede ordenar, sistematizar y tratar de interpretar la situación
demográfica existente con la base de los escasos pero
fidedignos datos disponibles. Una gran complejidad de
factores, de índole demográfica y socioetnológica, fue
analizada para su interpretación en gráficas de columnas,
sectores, histogramas, cuadros de asociación de variables,
cálculo de tasas y relaciones porcentuales.

Como resultado de estos esfuerzos se expresarán


en este trabajo una serie de conclusiones de indiscutible
validez, apoyadas en la sección documental, en los gráficos
y estadísticas que he elaborado con los datos de la
investigación demográfica. Primero, se procedió a reunir,
clasificar las procedencias, tendencias reproductivas y otras
peculiaridades de los primeros blancos, indios, mestizos,
mulatos y esclavos africanos, asentados en los libros
parroquiales.

Con los gráficos y cuadros que constan en este


primer volumen, pudieron finalmente apoyarse las teorías
emitidas con las bases documentales . Con ello se espera
aclarar en cierta medida el oscuro y complejo panorama de
este tema, aun las limitaciones debidas a la carencia de
material documental concluyente, así como al hecho de tener
que recurrir a procedimientos estadísticos menos ortodoxos.
A propósito de esto, se realizaron pruebas estadísticas de
significancia; las cuales resultaron satisfactorias, avalando

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la presente investigación. Antes, naturalmente, se procedió
a realizar un estudio preliminar para definir el tamaño y
alcances de la muestra, variables y procedimiento de trabajo
a emplear.

La muestra resultó de la transcripción de todas


las partidas de matrimonios de blancos y los matrimonios
efectuados entre 1700 y 1741 para la llamada “gente del
común”. En cuanto a los bautizos, se incluyeron todos los de
los blancos de 1661 a 1821 y de la “gente del común”, los
efectuados entre 1661 y 1721 y muestras al azar de los
bautizos comprendidos en uno a tres años consecutivos,
tomados cada 10 años entre 1700 y 1788. Así se tomaron
1735-36, 1749-50, 1768-69, 1778, 1788. El total de la
muestra resultó de 12000 partidas, de las cuales 6290
partidas con doble número de progenitores correspondieron
a raza africana pura o mezclada étnicamente; unas 1000 a
indígenas y unas 4000 de blancos y mestizos; tomados de
una población total para el mismo período de al menos 50000
partidas. Igualmente, se procedió a clasificar la población en
grupos sociales tomando las siguientes directrices:

En la ciudad de El Tocuyo y su jurisdicción los


blancos fueron tomados en su totalidad por considerar su
escaso número y en las doctrinas se respetó la misma norma.
En consecuencia, se trató de obtener la genealogía de la
mayoría de estas familias estudiando las mezclas a que
dieron lugar durante el período 1545—1821.

Sobre los mestizos e indios fueron tomados en


las doctrinas las poblaciones completas de ambos entre 1619
y 1670 aproximadamente. Esto se hizo para seguir la
genealogía de los primeros pobladores aborígenes, de
quienes se tiene memoria por los documentos.

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Para la ciudad sólo se disponían de datos desde
1660 por lo cual se decidieron tomar muestras al azar de
esta población hasta 1788, dando preferencia a las uniones
mixtas, especialmente a aquellas con blancos o negros
esclavos.

En cuanto a los africanos y sus descendientes,


se tomaron todos los esclavos bautizados entre 1660 y 1700
y aquellos casados entre 1700 y 1741 y luego se extrajo una
muestra de algunos de ellos hasta 1788. Se tomaron,
igualmente, todas las familias pardas que se destacaron
social o militarmente para la época, considerando algunos
de sus descendientes hasta fines del siglo XVIII. Todo esto
fue realizado para tomar en cuenta las diferentes uniones a
considerar en este grupo étnico.

Los datos fueron recogidos en una sábana de


datos conforme al modelo anexo, directamente de los
documentos de los libros de casamientos y bautizos de gente
del común, luego clasificados y sistematizados por años,
grupos y subgrupos étnicos, clasificando a cada individuo
de la población según características étnicas exactamente
similares y por año.

El procesamiento de los datos se hizo de manera


manual, con la ayuda de la elaboración de tablas y cuadros
de trabajo; y las medidas de resumen utilizadas fueron los
promedios, porcentajes, la variación promedio anual y las
tasas estadísticas y algunas tasas de salud pública
modificadas.

Al analizar la población blanca, se procedió a


realizar la genealogía, consultando para ello las diferentes
fuentes, a saber: Documentos del Archivo General de Indias,
gentilmente facilitados por la historiadora Nieves Avellán de

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Tamayo; documentos de escribanías de El Tocuyo de 1660
a 1821 y de Barquisimeto de 1603 a 1821; dispensas
matrimoniales, Capellanías, Ordenes de Sacerdotes y otros
documentos del Archivo Archidiocesano de Caracas desde
1620 hasta 1740; documentos del Archivo General de la
Nación y finalmente los libros parroquiales de bautizos,
matrimonios y entierros de los diferentes grupos étnicos de
El Tocuyo y su jurisdicción de 1616 a 1821, localizados en
el Archivo Archidiocesano de Barquisimeto.

Posteriormente, se procedió a extraer los


diferentes aportes de Testamentos, Dotes, Ventas y otros
documentos para obtener nuevos datos que permitieran la
reconstrucción y para la realización del presente estudio
preliminar.

Es importante advertir que en trabajos


genealógicos tan extensos como éste, fruto de trece años de
labor ininterrumpida (aun cuando compartidas con
actividades diversas, como mi carrera de Médico Cirujano)
no es posible entrar en detalles bibliográficos, porque sería
presentar otro volumen de carácter tan extenso o de mayor
amplitud que el presente. Por tanto, no se señalarán citas
documentales a cada partida, ya que han sido revisados y
citados en dos restantes tomos la mayoría de libros y
documentos completos utilizados como fuentes primarias.
En caso de aparecer citas al respecto, se supondrá que se
refiere a libros parroquiales que no fueron citados completos
en el transcurso de esta obra.

Este tomo es la introducción preliminar de una


investigación —que abarca una serie de tres volúmenes-- y
trata de las generalizaciones y conclusiones, no siempre de
manera sintética, que se hacen sobre la base de las
particularidades observadas a lo largo de mi estudio por años

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en el campo de la genealogía y demografía de El Tocuyo
colonial. Aquí se presentan, aparte de mis consideraciones
sobre los temas tratados, los datos suficientes que resaltan
a modo de ejemplos las afirmaciones que van tejiendo todo
el libro. No se incluyen notas a pie de página, pues se cita
gran parte de la información en el transcurso de la
investigación completa.

Asimismo, en este volumen se hace referencia a


cada uno de los grupos étnicos y sociales que se identifican
en El Tocuyo durante el período colonial, analizando el
comportamiento social que tuvieron durante el lapso 1545-
1821, detallando las características particulares de cada uno,
en los diferentes subgrupos sociales en que se pueden dividir,
principalmente los blancos y mestizos. Al final, se incluye
una sección estadística, que comenta los resultados del
aspecto demográfico, acompañada de cuadros y gráficas que
permiten visualizar mejor las generalizaciones señaladas.

El segundo tomo comprende a las familias blancas


o de origen hispánico. Esta dividida en dos partes: la primera,
sobre las llamadas familias “principales”, estrato dominante
para la época; y la segunda sobre las llamadas familias
“llanas”, a saber el subestrato inferior, pero que aún así
correspondía al estrato socialmente dominante.

El tercer tomo comprende cuatro secciones: la


primera señala las familias aborígenes en las doctrinas y en
la ciudad; la segunda incluye a las familias de origen mestizo
de fines del siglo XVII hasta 1821; la tercera parte incluye a
los africanos esclavos que aparecen desde 1660 hasta 1741;
y La cuarta parte se relaciona con las familias pardas libres
más destacadas durante el período colonial.

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ADDENDA.

En esta investigación se hace mención continua a


jerarquías, clasificaciones, segregaciones y toda clase de
alusiones a prejuicios sociales y raciales.Considero necesario
advertir, para finalizar esta introducción, que como autor no
comparto de ninguna manera, como pudiera creer algún
lector desprevenido, tales actitutes marcadamente racistas
y clasistas, de honda raíz peyorativa. Sin embargo, al tratar
estos temas me fue indispensable reflejar esta inclinación
para mostrar fielmente la forma de pensar y el sentimiento
mismo de los documentos, para así ceñirme rigurosamente
al concepto, la manera de pensar y el contexto de la época
que abarca este estudio .

Marco Antonio Ghersi Gil

Barquisimeto, 5 de octubre de l996

22
LA ESTRATIFICACIÓN SOCIAL INICIAL Y
LOS ESPAÑOLES

La ciudad de Nuestra Señora de la limpia y pura


Concepción de El Tocuyo, fundada el año de 1545 en la
Provincia de Venezuela, resulta uno de los más interesantes
centros de asentamiento colonial del siglo XVI. La importancia
estratégica militar que definió este establecimiento desde su
fundación, en la conquista de la antigua Provincia de
Venezuela ha sido un tema profundamente estudiado por
numerosos y autorizados historiadores. Por estas razones,
sólo recalcaremos que sus fundadores y primeros
pobladores fueron mayoritariamente oficiales y soldados de
la Hueste Indiana, de diversas procedencias y orígenes. No
obstante, dado el papel de sede del poder político, los
funcionarios reales —algunos de los cuales provenientes del
grupo de los militares—, bien pronto pasaron a engrosar el
reducido número de estas primeras familias.

Como en toda conquista lograda por medio de la


guerra, la población predominante resultó la masculina, que
sustancialmente superaba en número a la de índole
femenina. Por ello la reproducción de este grupo de manera
“pura” tuvo considerables dificultades, y mecanismos
peculiares cuyas causas luego expondremos —como el
mestizaje con los aborígenes— resultaron medios factibles
para estos propósitos. La población europea, si bien en menor
magnitud que la aborigen, fue diezmada por los flagelos de
la guerra y las nuevas enfermedades tropicales, así como la
inclemencia de un hábitat al que no se hallaban

23
acostumbrados aún.

Si a estos factores se les agrega la sucesiva


marcha de una parte importante de sus pobladores para la
fundación de otras ciudades, se concluye en la dificultad de
preservar el establecimiento de la ciudad y garantizar la
reproducción suficiente del grupo con la sola población
europea, ya que el grupo de los primeros mestizos tuvo vital
participación en este proceso durante tan conflictivo período.
Las cifras son más que elocuentes en este sentido: contando
61 vecinos para su fundación 1545, para 1549 había
alcanzado la centena, pero ya en 1579 Y 1581 apenas
contaba con 50 vecinos europeos. Los fundadores y primeros
pobladores y sus descendientes, intentaron desde el
momento mismo de la fundación instalar en ella un centro
de operaciones para el establecimiento de nuevos centros
poblados hispánicos, como en efecto se verificó, intentando
garantizar la estabilidad militar en la región.

En este sentido, numerosos historiadores han


demostrado que la ciudad tuvo vital participación en el
proceso de formación de la población de origen europeo de
la Venezuela del siglo XVI, pues sus vecinos: españoles
nacidos en Venezuela y europeos e inclusive los mestizos
,vinieron a constituir los grupos fundadores y pobladores de
las demás ciudades de la provincia, por lo cual el estudio de
tal población resulta de trascendencia vital para el análisis
de la sociedad colonial venezolana. Es muy conocida su
importante vinculación de carácter matriz con otros grupos
de origen europeo establecidos en otras áreas geográficas
de la Venezuela de la época.

Las familias económica y socialmente


“principales”, por la posición preponderante de sus
progenitores en las ciudades recién fundadas, se

24
fragmentaban en diversas ramas con el fin de disfrutar de
los privilegios que en cada una de ellas les habían sido
asignados en virtud de sus méritos militares, y así
virtualmente “despoblaban” a las ciudades matrices como
El Tocuyo y Coro" para poblar a otras nuevas como Caracas,
Valencia, Borburata, Barquisimeto,Carora, Trujillo y otras.

El crecimiento vegetativo de la población viene a


ser lento pero significativo sólo a finales del siglo XVI,
ascendiendo la población de 50 vecinos en 1578 a 60 en
1607, principalmente debido a la estabilidad del
asentamiento, ya que los aborígenes locales quedaron
relativamente pacificados en la jurisdicción de El Tocuyo cuya
ubicación geográfica la preservó de la codicia de los piratas
y filibusteros.

Dentro del grupo de los primeros pobladores y


fundadores, los jefes y oficiales del “Real Ejército” ( llamado
por algunos historiadores “la Hueste Indiana”) más
destacados en la conquista del territorio, gozaban de elevada
posición política y social, contrastantes con el grupo de
hombres de la tropa que nunca pasaron de simples
subalternos. Justamente por la cortedad de su número, la
“élite” de los primeros europeos que fundaron y poblaron la
ciudad de El Tocuyo, repartió los privilegios económicos y
políticos basándose en los méritos bélicos, y la división entre
los jefes y dirigentes y el restante grupo de encomenderos
de segunda categoría, originando la perpetuación de estos
Privilegios, heredados en primera, segunda y hasta tercera
vida por los descendientes del sector dominante. Para
analizar correctamente la procedencia de los primeros
pobladores y fundadores de la ciudad, así como su
vinculación a grupos notoriamente destacados en la
Venezuela del siglo XVI, tenemos que considerar varios
hechos documentados y discutidos por numerosos

25
historiadores.

Primero, siendo la ciudad de El Tocuyo la más


antigua y estable militarmente de las poblaciones del territorio
ocupado, además de concentrar la organización político—
administrativa, era la residencia obligada de la parentela de
los jefes y oficiales conquistadores más brillantemente
destacados en el campo bélico. Segundo, la relativa
seguridad militar y la estabilidad económica del asentamiento,
comparado con los contemporáneos y aún posteriores,
necesarias para asegurar el progreso de las primeras
actividades económicas, fueron tres condiciones
indispensables ofrecidas por la ciudad de El Tocuyo que
contribuyeron a definir su posición como polo de atracción
para la escasa población hispánica de la Venezuela del siglo
XVI.

Son obvias, pues, las razones que motivaron a


los más destacados personajes de la Venezuela desde 1545
a 1569 que quedaron tan hondamente vinculados a la ciudad
y en ella ocuparon los cargos directores en las instituciones
hispánicas coloniales durante la mayor parte del siglo XVI.
Todos estos factores determinaron finalmente la
concentración de los vecinos más importantes de la Provincia
por largo tiempo en la ciudad de El Tocuyo y la muy antigua
repartición de privilegios, tierra y encomiendas en la
jurisdicción de El Tocuyo.

LA LLEGADA DE LOS “NOBLES ESPAÑOLES”

Un factor decisivo para perpetuar la división entre


los dos grupos de españoles que habitaban la provincia “jefes,
oficiales reales e hidalgos” y “tropa”, fue la llegada para las
últimas décadas del siglo XVI de personajes socialmente
destacados en Europa. Durante y generalmente luego de

26
concluida la conquista, algunos hidalgos, en desgracia
económica o política, emigraron a la Provincia de Venezuela
ávidos de reivindicación o por motivos personales. Estos
hidalgos “recién llegados” a pesar de no pertenecer al grupo
fundador, gozaban de los fueros y privilegios de la “nobleza
titular” europea, ya que la legislación hispánica e indiana así
lo garantizaba. En consecuencia, y apadrinados por la corte
y el Real Consejo de Indias, no tardaron en relevar de los
altos cargos políticos a los conquistadores y algunos de sus
descendientes para finales del sigo XVI.

La unión social de la élite española nacida en


Venezuela y la nobleza titular hispánica tuvo hondas razones
político-socio-económicas. Los “nobles”, incluso los llegados
en la primera mitad del siglo XVI estaban subestratificados
en los llamados “principales”, “caballeros”, “infanzones”, y
otros, pero la mayoría eran simples hidalgos, a saber el último
estrato de la nobleza de España. Por su situación económica
y social secundaria en la península, buscaban fortuna y
carrera política expedita sin mayores sacrificios, que
efectivamente encontraron en la sociedad colonial del siglo
XVI. No obstante se encontraban en posición privilegiada
por su status de “nobleza”. Desde 1527 los españoles
“hidalgos” habían alcanzado las más elevadas posiciones
socio políticas en las ciudades de Coro y El Tocuyo y en la
Venezuela del siglo XVI. Además de los muy ventajosos
fueros y privilegios de su “casta”, siendo el estamento “militar”
por excelencia, y estando académicamente preparados para
ejercer cualquier oficio de República —aunque sólo fuere
teóricamente--, la “nobleza titular” recién llegada venía
apadrinada por el elenco burocrático de la corte para los más
altos cargos de la colonia.

En consecuencia, gozando de amplio poder


político y social estaban en condiciones de exigir y escoger

27
enlaces matrimoniales ventajosos con las doncellas y viudas
españolas nacidas en Venezuela, reales herederas de la élite
territorial, económica y militar de los primeros pobladores de
esta ciudad. Por su parte, los fundadores y sus hijos — los
españoles nacidos en Venezuela dominantes— ,
consideraron como prioritario englobar a la “nobleza” para
sus descendientes por todas las poderosas razones antes
mencionadas. Estos enlaces también les proporcionarían los
altos fueros sociales y fiscales y cargos políticos de la nobleza
titular y garantizaron sus solicitudes de encomiendas, tierra
y demás privilegios económicos con las cuales fortalecer y
perpetuar su hegemonía.

DIFERENCIAS POLITICAS ENTRE ESPAÑOLES NACIDOS


EN VENEZUELA Y PENINSULARES

En este orden de ideas, como lo han señalado


numerosos historiadores, y por ser un importante factor
común a otras colonias Hispánicas en América y hasta las
colonias de otros países como Inglaterra, Francia y Portugal,
resulta ampliamente conocida la diferenciación de calidades
entre españoles europeos y americanos, perfectamente
reproducida en esta ciudad de El Tocuyo. A pesar del poder
militar y económico de la aristocracia “española nacida en
Venezuela ”, no podemos negar que por su origen y posición
política, su categoría comparada a la de los funcionarios
peninsulares era notoriamente menor, aunque en los
documentos oficiales del Real Consejo de Indias ni en los
códigos de Recopilación de leyes de indias realmente pueda
apreciarse esta situación.

Naturalmente que por su origen y posición, los


funcionarios peninsulares vienen a desplazar de los cargos
más elevados a los primeros colonizadores del territorio. La
diferencia de calidades entre criollos y peninsulares puede

28
explicarse a través de los siguientes argumentos: los
españoles nacidos en Venezuela y otros grupos
“segregados”, no alcanzaban los altos empleos políticos.
Insoslayables razones de orden político de la Corona llevaron
a que ex-profeso sus peticiones y solicitudes fueran recibidas
con frialdad y burocratización, aunadas al impedimento que
tenían de tramitarlos personalmente. Por otra parte, se les
consideraba menos confiables para cargos de semejante
responsabilidad, por la escasa fe depositada en la lealtad,
eficiencia y capacidad de aquella población, aislada, con poco
o inexistente acceso a la educación en instituciones de
prestigio académico, y porque obstaculizaban la designación
de los empleados de confianza, que deseaban imponer desde
Europa. Los empleos más elevados, y de mayor
responsabilidad y prestigio estaban reservados para los
“nobles”, recién llegados de provincias españolas,
principalmente de Castilla, o quienes se vinculaban a ella
por antiguas alianzas, favores, vasallaje feudal, y a la
burocracia de la corte por motivos políticos, geográficos y
sociales.

La Corona se los reservaba con entera confianza;


si el servicio en la provincia de Venezuela era considerado
de menor jerarquía y privilegios que los de otras colonias o
en España, muchos se arriesgaban con aspiraciones de
mando superior y dispuestos a concertar nupcias ventajosas
a cambio de gruesas Dotes con que los ricos y poderosos
españoles nacidos en Venezuela de la provincia buscaban
atraerlos. No era oculto que existía cierto desprecio por parte
de estos “funcionarios” impuestos por la península, contra
las viejas familias española nacida en Venezuela s por su
origen. Era quizás un mecanismo de que se valían estos
europeos; pues evidentemente mientras más noble o
destacado era el caballero, concertar un matrimonio ventajoso
requería aumentar la Dote “por la limpieza del linaje” de sus

29
hijas. Uno de los aspectos en que podían materializar este
desprecio, era en la situación de franco mestizaje de las viejas
familias de la élite española nacida en Venezuela ; se veían
como los únicos “libres” de mezcla con otras razas
consideradas inferiores y les aventajaba en sus ambiciones
de poder político y económico.

Para los españoles nacidos en Venezuela más


importantes, ricos y destacados militarmente, no se ocultaba
esta situación, que creaba en ellos verdadera tensión y
frustración. No podrían comprobar que aunque destacados
e ilustres, hijos y nietos de las personas más importantes,
favorecidas por el Rey, habían escapado al mestizaje. Aunque
las certificaciones de “limpieza de sangre”, de “calidad,
méritos y servicios” de los descendientes de personas tan
destacadas como DIEGO DE ESCORCHA, ALONSO
CAMACHO, FRANCISCO DE SAN JUAN, legítimamente
casados con mujeres sospechosas de mestizaje como
CATALINA DE LEYVA, FRANCISCA DE LEYVA Y MARIA
DE LA PEÑA, jamás mencionan ningún indicio en tal sentido;
aún los forasteros como FRANCISCO PEREZ DEL REAL
declaran que los españoles nacidos en Venezuela locales
“tenían su pedazo de los naturales de la tierra porque su
bisabuela o rebisabuela fue mestiza”.

LA CONCERTACION MATRIMONIAL EN EL TOCUYO

Para que las española nacida en Venezuela s


pudieren alternar matrimonialmente con los “hidalgos
españoles” peninsulares o españoles nacidos en Venezuela
y ser consideradas “personas de su misma calidad”, sus
representantes masculinos: padres, hermanos y hasta
abuelos, concertaban con los “nobles” Dotes las más de las
veces cuantiosas, significaban sacrificios considerables dada
la pobreza de la provincia, pues siempre una superior

30
categoría del futuro marido “noble” requería costosas
compensaciones. Por otra parte, como las esposas española
nacida en Venezuela s no tenían noción de “la fuerza y
fundamento de sus derechos” las entregaban al marido para
que “velase por su vida, bienes y futuro”, encargándoles la
administración y multiplicación de los bienes dotales. A este
respecto podemos señalar que las leyes sobre la Dote,
buscaban proteger a la mujer y a la institución familiar como
expondremos a continuación.

Al enviudar el marido, si había hijos, quedaba el


marido por “tutor y curador” de ellos hasta que a la mayoría
de edad se rendían cuentas y se repartían entre los herederos
las Dotes, Capitales y herencias. En el caso de no haber
sucesión, debían regresar los bienes dotales al “tronco de
quien provinieron”, bajo la amenaza de fuertes castigos de
las leyes en vigencia. En el caso de separación litigiosa,
estaba obligado a la protección de la mujer y de los hijos a
pesar del “divorcio”, y se les vetaba otras nupcias hasta que
enviudaran. A la muerte del marido, la mujer recuperaba su
Dote íntegra, y sólo los gananciales de la misma o del “capital”
hecho por el marido al momento del matrimonio eran
repartidos entre los hijos. De esta manera, se garantizaba
certera y seguramente el monopolio de los “nobles titulares
Hispánicos” por la “aristocracia española nacida en
Venezuela ” en grupos o “clanes” familiares, sólidamente
constituidos, con leyes de segregación hacia otros grupos
no considerados “personas de su misma calidad”, que
garantizaban la concentración de bienes, poder político y
social efectivos y el control del clero local para sus
descendientes, los españoles nacidos en Venezuela
“principales”.

SEGREGACION ENTRE ESPAÑOLES Y ABORIGENES

31
Las ventajas y fueros legales, sociales y
económicos que estaban asignadas al grupo fundador,
contrastaban con la condición de encomendados de los
indios.

Mediante procedimientos legales específicos, la


Corona buscaba manejar fácilmente la conflictiva situación
política de la colonia, por lo que en la provincia de Venezuela
como en otras, este sistema, basado en la segregación
establecida entre las dos castas identificables, intentaba
establecer pragmáticamente una mejor organización político
administrativa.

A pesar de que una estructura de este tipo pudiera


bien ajustarse a la natural segregación entre dos culturas y
grupos étnicos diferentes, numerosos factores modificadores
generarían una situación completamente diferente.

ORIGEN Y DESTINO DE LOS PRIMEROS MESTIZOS

Señala Magnus Mörner en su investigación “La


mezcla de razas en la América Latina”, que la Corona sólo
promovio activamente dos tipos de uniones mixtas, y
exclusivamente con los aborígenes. La primera de ellas fue
expresada por el Cardenal Cisneros como Canciller de
Castilla en 1516, donde se recomendaba a los 3 frailes
Jerónimos que habían quedado encargados del gobierno civil
en las Indias, la unión de los españoles con las hijas de los
caciques a quienes en su concepto “Hispánico” pertenecía
la sucesión “por falta de varones” porque “de esta manera
muy presto podrán ser todos los caciques españoles y se
excusaran muchos gastos”. No obstante, que la idea del
cacique hereditario en los aborígenes de la familia caribe,
estaba afianzada en el matriarcado. En segundo caso, la
legalización de uniones concubinarias, con lo cual se

32
casarían los “españoles con sus mancebas que son las indias
principales” por lo cual en 1539 el Rey ordenó en un plazo
de tres años casarse a los encomenderos o traer a sus
mujeres e hijos de España, so pena de perder sus
encomiendas. (Mörner, 1969:46)

Estas disposiciones legales intentaban contener


la violencia que era de temerse por parte de los Españoles
para unirse con las indias, por lo que ya desde 1501 el Rey
había ordenado al Gobernador Ovando en La Española que
las indias “no debían retenerse en contra de sus deseos y
los españoles que desearan desposarlas sea de voluntad
de las partes y no por fuerza”. En 1528 se estableció por
decreto que era ilegal separar a una india de su marido
aborigen aunque ella lo deseare. Estas instrucciones
favorecían los matrimonios mixtos pero rechazaban la
violencia que pudiera haber en las mismas, porque sabían
lo “inconveniente” de tan brutales agresiones sexuales. Por
otra parte, las uniones mixtas que daban hijas mestizas
frecuentemente casadas con caballeros “de su misma calidad
y linaje... españoles principales” resultaban a los ojos de la
población aborigen como legítimas herederas de los
derechos al “cacicazgo”, lo que contribuyó en alguna forma
a fortalecer el poder de los hispánicos en estas regiones.
(Mörner, 1969:45)

A pesar de todos los esfuerzos del estado y la


Iglesia, muchos de cuyos miembros eran hijos mestizos como
el Presbítero Juan Mateos, hijo legítimo de Esteban Mateos
y de su esposa, una mujer de la Ysla —india de Santo
Domingo— el concubinato siguió constituyendo la forma
común de las relaciones interétnicas.

No obstante, el Emperador Carlos ordenaba a sus


súbditos de la Audiencia de México en 1533 —esto fue luego

33
acatado en Venezuela dentro de líneas generales— que se
“recogieren a todos los hijos de Españoles que hubieren
habido en indias... y anduvieren entre los indios” y darles
educación y formación Española. Para las Reales
Autoridades y a todos los efectos, los mestizos de sangre,
habidos bajo enlace matrimonial —como el caso de los hijos
Esteban Mateos— eran considerados “Españoles españoles
nacidos en Venezuela”, a diferencia de los habidos
concubinariamente que eran considerados “mestizos”.
(Mörner, 1969:45)

Según parece fue en cierta forma sinónimo esta


palabra de hijo ilegítimo con india, como en los casos de
FRANCISCA Y CATALINA DE LEIVA, MARIA DE LA PEÑA
y los 3 hijos varones mestizos del Mariscal Gutierre de la
Peña , así como AMBROSIO RITZ y ALONSO RUIZ DE
VALLEJO, hijos naturales mestizos de JOACHIM RITZ Y
DIEGO RUIZ DE VALLEJO. En parte, estos hechos pudieron
deberse al concepto católico romano de la importancia de la
“unión sacramental” así como de la “ortodoxia religiosa” en
el origen de la “limpieza del linaje”, donde todos los españoles
nacidos en Venezuela y peninsulares debían mostrar que
en sus antepasados no había uniones concubinarias sino
matrimonios legítimos y no había otro origen que el de
“cristianos viejos” que tanto declaran en la documentación
del siglo XVI, como pueden citarse lo expedientes de “limpieza
de sangre y linaje” certificados por el Real Consejo de la
Indias o la Casa de Contratación de Sevilla,en España sobre
personas “principales” como JUAN DE VILLEGAS,
GUTIERRE DE LA PEÑA , PEDRO DE MIRANDA, MANUEL
DE SILVA, ALONSO FREYLE, ANTONIO DE AGUIRRE,
JUAN DE HERVAS, BARTOLOME DE TORRALBA, PEDRO
DE LOS RIOS, y otros.

Pero sucedió que había tal escasez de población

34
española y tal número de estos “mestizos” en la provincia de
Venezuela y en la ciudad de El Tocuyo, que como se verá
luego, tanto los hijos legítimos como concubinarios quedaron
tempranamente englobados en la población europea de la
ciudad, sí bien con diferentes gradaciones de categoría,
principalmente según el orden de proveniencia en el
estamento de jefatura militar.

En consecuencia, la aparición de un numeroso


estrato intermedio entre ambas “castas”, esto es, el de los
mestizos (producto de las relaciones iniciales entre los dos
grupos étnicos), cuya clasificación no se ajustaba a los
simplistas parámetros iniciales de españoles e indios,
representaba un obstáculo evidente al cumplimiento de las
normativas Indianas; ya que estas normas y preceptos
establecidas por la recopilación de leyes de indias
rechazaban a los mestizos del ejercicio de los empleos como
funcionarios en las instituciones y estructuras hispánicas,
según el modelo de Castilla.

En los documentos de la época se señalan la


escasez de personal calificado para tales empleos, así como
de soldados españoles para el Real Ejército, lo que forzaba
a utilizar a los mestizos a ocupar tales posiciones, aunque
las Leyes Indianas no contemplaban tal opción, debido a la
esmerada educación para los Oficios de República que les
solían dar algunos padres a sus hijos.

Otro factor definitivo fue la improvisación reinante


en el proceso de la conquista y colonización en estas
regiones, debida en parte a la dificultad para el poblamiento
de la provincia, así como a las grandes penurias a que estaba
sometida la población europea, de por sí notoriamente
escasa, y además, como ya hemos dicho, aniquilada por la
guerra, enfermedades, y otros flagelos que se detallan más

35
adelante. Estas condiciones impedían el establecimiento de
una estructura social rigurosamente clasificada y dividida en
dos “castas”, excluyentes entre sí. Por otra parte, la inicial
unión pacífica interétnica con la población femenina aborigen
había garantizado para la reproducción del grupo europeo
un número suficiente de “doncellas” mestizas, educadas para
el matrimonio a la usanza española; que eran accesibles a
quienes no podían aspirar a las escasas españolas puras,
que en breve tiempo serían especialmente valiosas para el
crecimiento, población y reproducción de los españoles,
“principales” y, en mayor grado, del “estado llano”.

LAS DONCELLAS MESTIZAS APTAS PARA EL


MATRIMONIO

La situación legal de los hijos naturales de los


primeros pobladores merece especial mención. Las hijas
mestizas eran consideradas de similar categoría social a las
europeas, especialmente sino había otros herederos, y a la
vez eran instrumentos de verdadera utilidad para alcanzar y
sostener el poder doméstico por parte de las familias española
nacida en Venezuela s. Las mestizas no necesitaban
legitimación, ya que la estimación y Dote del padre eran
suficientes por el esmero de su preparación para el
matrimonio.

No pocas dificultades representaba el enlace con


europeas puras, si consideramos que eran una minoría, por
lo que sólo los personajes más encumbrados podían aspirar
a enlazarse con sus hijas, codiciadas con mayor celo que el
fortuna, como las únicas capaces de perpetuar sus privilegios.
La situación de mestizaje finalmente prevaleció. La
generalidad de los soldados y oficiales españoles, casados
o solteros, privados de europeas con quienes convivir y
deslumbrados por la “lujuria e impudicia” de las aborígenes

36
(que tildaban de “voluptuosas y lascivas”), compañeras
ideales durante la guerra e inestabilidad de los primeros años,
generaron tal cantidad de “cópulas ilícitas”, que como
resultado hubo una desproporcionada cantidad de hijos
mestizos.

Las doncellas mestizas, libres de “toda mala casta


y tacha de moros, mulatos y judíos”, gozaban del afecto y
bienes de sus padres españoles, por lo que no había
diferencias reales entre ellas y las española nacida en
Venezuela s no mestizas; ambas habían sido
cuidadosamente preparadas para ser buenas esposas.
Concertar con ventaja su matrimonio con personas de su
misma calidad, conforme a la dignidad y linaje de sus
antepasados no era difícil para el padre, porque a las ventajas
anteriores, la más importante era la educación esmerada para
las nupcias, según el modelo hispánico, como declaran en
muchos documentos de la época “con notoria diligencia,
desvelo, pudor, honestidad y moral cristiana” —casi en olor
de santidad y totalmente aptas para lo que ellos consideraban
un hogar cristiano viejo —Testamentos diversos 1660—1821
El Tocuyo—.

Por su parte, muchos de aquellos españoles del


“estado llano”, relegados por sus méritos bélicos
insuficientes, buscaban ansiosamente y por reivindicación
el matrimonio con alguna hija natural mestiza de sus oficiales
, con la venia y apoyo de su futuro suegro, abuelo o cuñado(s),
por razones muy obvias. Para poder contraer matrimonio
debían ser considerados “de la misma calidad”. Gracias a la
“calidad mestiza” de la cónyugue se evitaban las cuantiosas
“arras propter nupcias” que la virginidad y limpieza de linaje
de la mujer —superior por su padre “noble y principal”—
obligaban las Leyes Indianas en el siglo XVI para matrimonios
donde el varón era inferior . Por otra parte, el padre avala la

37
unión, interesado en casar la hija mestiza, garantizando
además una cuantiosa Dote y ,a veces, hasta la “dejación de
encomiendas” a favor de sus futuros yernos, para que así
fueran “personas de su misma calidad”.

Para optar a los privilegios de Encomiendas,


tierras y empleos de República, se requerían expedientes
de “calidad, méritos y servicios”, que los “vecinos llanos” por
su desnivel en el campo bélico y social no estaban en
condiciones de solicitar. En estos casos, el panorama con
las nupcias cambiaba de manera tan radical que les permitía
escalar el parentesco por afinidad con los “jefes principales”
—por otras vías inaccesibles — y muchas veces garantizaba
un ascenso efectivo personal militar, civil y social. Estos
hechos eran más notorios para sus descendientes, que
llevaban el apellido del abuelo o bisabuelo materno, si era
un destacado conquistador, y se proscribía el paterno por
razones obvias. De esta manera gozaban de todos los
privilegios de la “gente principal” como bienes, y cargos de
República y clero, y heredaban sus tierras, esclavos y hasta
en segunda o tercera vida sus Encomiendas.
Sin embargo, debe aclararse que en cuanto al uso del
apellido del abuelo materno era costumbre en España porque
así el segundo hijo tomaba el mayorazgo que, por parte de
su abuelo materno le correspondía.

LOS VARONES MESTIZOS Y SU DESTINO

Debido a la ausencia de personal calificado y a


la elevada mortalidad en la población española, los empleos
principales quedaban bien pronto vacantes, especialmente
los de cabildo, Real Hacienda y de la Iglesia. Muchos
destacados funcionarios como DIEGO RUIZ DE VALLEJO,
contador de la Real Hacienda de la provincia y el alemán

38
JOACHIM RITZ, contador y tesorero de los Welser, no
teniendo otros herederos y no ocultando su paternidad
pretendieron legítimar a sus hijos mestizos, no obstante la
raza indígena de sus madres Para ello mostraban sobradas
razones tales como la esmerada educación con que los
habían preparado para sucederles en sus cargos y para
cualquier empleo de República, que los hacia “iguales” a los
españoles nacidos en Venezuela no mestizos y también
“caballeros de su misma calidad” a las doncellas de las
principales familias.

En consecuencia, tuvieron el mismo destino que


los hijos legítimos de los restantes fundadores, al integrarse
al estamento élitesco y concertar sus enlace con doncellas
de origen europeo, que era un modo de subsistencia de sus
privilegios, costumbres y de linaje para las futuras
generaciones. La dignidad y privilegios de los hijos mestizos
eran en muchos casos equiparables a las de aquellas familias
europeas “puras”, porque sus padres y abuelos eran los
mismos primeros pobladores de la ciudad, que constituían
una minoría. Los casos de AMBROSIO RITZ y ALONSO
RUIZ VALLEJO, tal vez mejor preparados a los oficios de
República que los españoles recién llegados o españoles
nacidos en Venezuela, se repetirán numerosas veces en esta
ciudad y veremos con cierta frecuencia la inclusión de “sangre
mestiza” en las venas de la “gente principal” de El Tocuyo.

PRIVILEGIOS DE LA ÉLITE ESPAÑOLA NACIDA EN


VENEZUELA EN EL S. XVI

Los españoles nacidos en Venezuela “principales”,


descendientes de los primeros conquistadores, pobladores
y funcionarios, tenían una larga tradición de servicios leales
a la Corona, que generación tras generación cuidaban con
esmero y aun a costa de los mayores sacrificios económicos

39
y militares. Tenían en común el privilegio de ser nobles por
una Real Cédula de Don FELIPE II del 13-6-1573, dada en
el bosque de Segovia según la Recopilación de Leyes de
los reynos de las Yndias ”Que los pobladores principales y
sus hijos y descendientes legítimos sean hijosdalgos en las
Indias” Ordenanza 99 de Don Felipe II , se ordena que “ Por
honrar las personas,hijos y descendientes legítimos de los
que se obligaren a hacer población y la hubieren acabado y
cumplido su asiento , les hacemos hijosdalgo de solar
conocido, para que aquella población y otra cualesquier
partes de las Yndias sean Hijosdalgo y personas de noble
linage y solar conocido y por tales sean habidos y tenidos y
les concedemos las honras y preeminencias que deben haber
y gozar todos los hijosdalgos y Caballeros de estos Reynos
de Castilla,según fueros, leyes y costumbres de España
deben hazer y gozar”... (Recopilación de Leyes de las Indias
mandadas a imprimir y publicar por la Magestad Católica
del Rey Don Carlos II, nuestro señor, Tomo Segundo, Madrid
MDCCLXXXXI, Quarta impresión Libro IIII, Título VI, página
18, Ley vj)

Tal disposición fue elaborada al efecto en


compensación a sus esfuerzos por fundar ciudades, tomar
posesión de tierra americanas a nombre de la Corona de
Castilla y haber sometido bélicamente a los aborígenes,
laborado con los misioneros en sus establecimientos, iniciado
el proceso de la esclavitud de aborígenes y africanos, que
garantizó y cimentó los regímenes encomenderos,
latifundista semi-feudal, absolutista, municipal y eclesiástico
de esas nuevas ciudades de ultramar.

Habiéndoles confiado la Real Corona el


codominio de sus tierra, minas, aguas, bosques y riquezas
locales, mediante capitulaciones que contenían exenciones
impositivas, concesiones de explotación, mercedes

40
encomenderos y enfeudamiento de mayorazgos,
aprovecharon hasta el extremo esas ventajas para acumular
toda la riqueza posible hasta los límites naturalmente
alcanzables, a pesar de la pobreza de la provincia Acciones
tales como atropellos, herencias indivisas, maniobras,
uniones matrimoniales consanguíneas, manejo
indiscriminado de recursos e insolvencia fiscal no fueron
infrecuentes durante el período en cuestión.

LA POBREZA DE LA ÉLITE EN EL TOCUYO

La pobreza de la Provincia de Venezuela y de la


ciudad de El Tocuyo era notoria. Las casas lujosas como las
de DIEGO RUIZ DE VALLEJO Y DAMIAN DEL BARRIO eran
la excepción y no la regla, según se desprende de las
Relaciones Geográficas y de los documentos de escribanías
de la época.

A pesar de sus privilegios, dada la situación


general del establecimiento, las familias más poderosas
estaban en una deplorable situación económica, ya que la
forma en que se desarrolló la conquista y colonización no
había permitido desarrollar la ganadería y la agricultura como
era de esperarse. Los españoles nacidos en Venezuela
“nobles” declaran insistentemente en sus solicitudes para
encomiendas, títulos del cabildo, milicias, eclesiásticos, Real
Hacienda, y otros, que estando tan pobres... “no pueden
sustentar tantos hijos” con la decencia y nivel social que les
es menester.

Dentro de su sistema de vida, no les faltaba razón,


ya que siendo “hidalgos” no era asunto fácil casar dignamente
una hija sin Dote suficiente. La pobreza era un enemigo
declarado que impedía toda concertación de nupcias “con
personas de su misma calidad”, de manera que como

41
declaraba Don Ambrosio de Mendoza tenía que conformarse
con tener “dos hixas casadas pobremente en la Provincia
del Dorado y otras dos doncellas por casar”. Por otra parte,
careciendo de conventos, que requerían menor Dote, donde
recluir a sus hijas doncellas conforme a la dignidad y calidad
de sus antepasados, no había nada digno para resolver su
situación para ellos desesperada.

Ejemplos clásicos son las declaraciones de todos


los españoles nacidos en Venezuela principales, siendo muy
peculiares las de DON AMBROSIO DE MENDOZA,
FRANCISCO FERNANDES DE ESCORCHA y de JOAN
ANGULO DE VILLEGAS en el siglo XVII, que dicen tener
muchos hijos que no pueden sostener y casar conforme a
su calidad y linaje.

Muchas veces como dice la solicitud de la


Encomienda luego concedida a DOÑACATHALINA DE
AGUIRRE para suceder a su padre, se buscaba ayudar para
el matrimonio de una doncella que de otra forma no podría
recibir el matrimonio honrado y conveniente que el trato social
de su origen obligaba.

Los españoles nacidos en Venezuela y sus


antepasados declaran que es sórdido que justo ellos, los
verdaderos forjadores de aquella provincia de ultramar,
conquistada con tal dificultad, estuvieran tan pobres hasta el
punto que no podían sustentarse con decoro, además, era
materialmente imposible desempeñar los oficios de
República en tal austeridad, menos aún servir a la Iglesia .
Y enfatizan repetidamente que en ello pusieron su vida y
bienes. Declaran con insistencia que después de haber
concurrido al servicio del Rey “a su costa y mincion” a la
conquista de “indios facciosos que causan mucho daño”,
gastaron considerable parte del caudal que los dejó en gran

42
pobreza y ahora no tienen como garantizar las bodas de una
hija, o una capellanía para que puedan ordenarse y así servir
a la Iglesia sus hijos. Por otra parte, sabían sobradamente y
así lo argumentaban que en el clero local los únicos ministros
durante este período fueron ellos y sus descendientes.

LOS ESPAÑOLES NACIDOS EN EL TOCUYO Y EL


MONOPOLIO DEL PODER DOMESTICO: CABILDO,
IGLESIA Y MILICIAS COLONIALES TOCUYANAS

Desde la fundación los españoles nacidos en


Venezuelas monopolizaron el poder doméstico a través de
las instituciones locales y en ello la evolución acumulativa
de honores, prerrogativas, títulos de ennoblecimiento,
distintivos de hidalguía; acceso continuo a las órdenes
religiosas, seminarios y universidades, a los empleos de
República, especialmente del cabildo y hacienda, cuerpos
milicianos; todas estas profesiones selectivas, de prestigio y
honoríficas, lograron constituir con el cabildo, los gremios
profesionales, las milicias de nobles y la Iglesia colonial:
firmes baluartes de su poder real en la jurisdicción de la
ciudad.

Se habían destacado exitosamente en las


crecientes actividades agrícolas, ganaderas y aún mineras,
y luego, con el pasar de los años ingresando a las sagradas
órdenes, al título de doctores en cánones sagrados y derecho
civil, al ejercicio de la ya muy prestigiosa milicia, o a los cargos
públicos como depositario general, alcalde ordinario o en
depósito, síndico, alférez real, regidor, alcalde o provincial
de la santa hermandad, procurador general, contador de la
Real Hacienda, familiar del Santo Oficio, mayordomo del
santo hospital, teniente justicia mayor, teniente de gobernador
y corregidor; cargos remunerados y además honoríficos, que
también eran excusas perfectamente viables para que sus

43
descendientes solicitasen la protección de la Corona a la
hora de elegir los cargos públicos vacantes.

ESTRATIFICACION SOCIAL DE LA ÉLITE ESPAÑOLA


NACIDA EN VENEZUELA DEL S. XVII

No obstante todos los españoles nacidos en


Venezuelas no tuvieron la misma estratificación étnico-social,
influida por su origen mestizo o no, y desde el punto de vista
político-social como puede verse en los documentos de los
siglos XVI y XVII. Ello se origina de una serie de factores
importantes que consideraremos a continuación.

La segregación, basada en la categoría militar de


sus antepasados, era lo fundamental en aquella colonia, y
generaba consecuentes divisiones económicas y sociales,
determinantes de la elevada jerarquía social de los primeros
descendientes de los fundadores y primeros pobladores de
la ciudad. En muchos casos, incluso el mestizaje étnico,
pasaba a segundo plano por ser dominante la “categoría”
del padre. La élite española nacida en Venezuela estaba,
pues, claramente fragmentada para el siglo XVI en las
“familias principales” y las “familias menos balidas”, con
varias sutiles subdivisiones que luego veremos.

Para el siglo XVII y comienzos del XVIII, el


estamento denominado entonces como de los “blancos o
españoles” clara y francamente se hallaba dividida,
principalmente por la categoría económica, y también por el
origen cercano mestizo y los antecedentes legales
relacionados a los “expósitos”.

LAS FAMILIAS DE LA “GENTE PRINCIPAL”

El más encumbrado sector de todo el estamento

44
era como ya hemos dicho, una “élite social, económica y
territorial “, y era el sector entonces denominado “gente
principal”. Correspondía a un heterogéneo origen étnico y
legal, para el propio siglo XVI, y por consiguiente se acentuará
la heterogeneidad en el siglo XVII con el paulatino auge de
algunas actividades económicas en la ciudad y su jurisdicción
Estas últimas, permiten el sucesivo ascenso de no sólo los
primeros extranjeros e hispánicos y mestizos segregados,
sino a nuevos personajes de un origen no tan conocido,
incluso de otras ciudades o colonias de Hispanoamérica.

FAMILIAS DERIVADAS DE GOBERNADORES

Sobre ellas debemos advertir que sólo el fundador


de la familia, peninsulares, llegó a ser Gobernador y Capitán
General de la provincia en el siglo XVI ( y sus subsiguientes
miembros no llegaron a ser gobernadores de la provincia).
No obstante la mayoría de ellos tuvieron los más altos cargos
en la ciudad de El Tocuyo. En cierta forma, este grupo fue el
sector con mayor poder económico, social y político en la
ciudad y fuera de ella. Sus familiares y descendientes ya
desde el siglo XVI conforman el grupo de los principales
militares, funcionarios de la Corona, y religiosos, es decir,
las más altas dignidades civiles, militares y eclesiásticas.

El grupo de los “Gobernadores” incluye de


manera práctica los descendientes por todos los “clanes
familiares” de los Capitanes Generales que estuvieron como
fundadores o primeros pobladores en El Tocuyo: JUAN DE
VILLEGAS, DIEGO DE LOSADA, MARISCAL GUTIERRE
DE LA PEÑA , LICENCIADO ALONSO ARIAS DE
VILLASINDA y DON PEDRO PONCE DE LEÓN.

Algunos europeos Hidalgos, que si bien no

45
Gobernadores se enlzaron a estas familias, incluían: del
Grupo Villegas, ANTONIO DE SOTOMAYOR Y AGUIRRE,
FRANCISCO MALDONADO, JUAN DE HERVAS,
BARTOLOME DE TORRALBA, LUIS DE TORRELLAS; del
grupo Losada JUAN OÑATE DE OCHOA, GONZALO DE
OSORIO; del Clan Villasinda LEONARDO GRUBEL, suizo
de San Gallen, ANTONIO DE REINOSO, y de estos dos
últimos clanes varios miembros se unieron a las
descendientes FRANCISCO LOPES DE TRIANA y PEDRO
DE MIRANDA. El clan de la Peña incluyó por enlaces a
nobles portugueses como MANUEL SA SILVA, MATHEO
RUIZ DE SEQUERA Y ALONSO FREYRE y a otros nobles
españoles.

FAMILIAS DE OFICIALES Y FUNCIONARIOS

La segunda gran división que se ha establecido


para las familias principales de la ciudad es la de las llamadas
familias de “oficiales y funcionarios”, compuestas por los
descendientes de los más importantes capitanes y oficiales
del Real Ejército y de los funcionarios de República con
cargos de mayor confianza y notoriedad, aunque en España
no necesariamente pertenecían al grupo de los hidalgos.
Engloba la descendencia de los hidalgos como LUIS DE
CASTRO, DIEGO GOMES DE ALVARADO y FRANCISCO
LOPES DE TRIANA, PEDRO DE MIRANDA y LUIS DE
NARBAEZ, entre otros. VICENTE RIBEROS, JUAN
FERNANDEZ DE CORDOBA, DIEGO DE ESCORCHA,
PEDRO MADROÑERO, ALONSO DE CAMPOS, JUAN
NUÑEZ, CRISTOBAL RODRIGUES, JUAN HIDALGO,
JUAN GUTIERREZ FARFAN, MELCHOR DE LEON,
GONZALO MARTEL y otros.

Del grupo de los “blancos llanos ennoblecidos”


citaremos los descendientes de PABLOS MATHEOS Y

46
MARCELLA DE GRADOS, GONZALO DE VIDES, y las
familias tocuyanas de origen caroreño como los XIMENES
DE ENCISO y XIMENES DE LA PEÑA .

EL TÍTULO DE DON Y LA ÉLITE ESPAÑOLA NACIDA EN


VENEZUELA TOCUYANA

Para comprender la realidad social de este


período, el mejor indicador del origen y procedencia en
aquella primera sociedad élitesca de la ciudad, lo constituye
el uso del título de doña, en las mujeres de la época, que
como se verá, lo llevaban las mujeres que realmente eran
de origen europeo o con muy lejano ascendiente mestizo.
Sea cual fuere la posición económica de sus maridos y
padres, algunas descendientes de los primeros pobladores
más encumbrados no llevaban el título de “doña”, mientras
si lo llevaban algunas expósitas como doñaMaría de Piña .
Estos conceptos pueden corroborarse con detalle a través
de la lectura de este volumen; pues son floridos en este
sentido los casos que allí se estudian. Baste citar el caso de
CATALINA DE LEYBA y sus descendientes: las Escorcha.

Resulta especialmente interesante que el


indicador más fidedigno de la categoría de la población
masculina de los principales vecinos es el empleo del título
de “Don” en la firma de los varones principales de la ciudad.
Con respecto a la identificación en la población masculina
de esta calidad, no utilizando el título de “Don” por
prohibiciones específicas del Rey y el Real Consejo de Indias,
resulta más fácil precisarlo que en el caso femenino. Es, pues,
un detalle muy significativo el otorgamiento del título de “Don”:
una concesión muy especial dada por el Rey, principalmente
debida a servicios militares destacados del portador o de sus
antepasados muy cercanos que hubieran desempeñado
servicios de feliz memoria a su Real Majestad.

47
Debemos resaltar que durante el lapso
comprendido entre los primeros años de la ciudad, de la gente
que dejó sucesión en ella; esto es, los escasos individuos
que gozaron de tal privilegio fueron: DON AMBROSIO DE
MENDOZA, único de los hijos de Mariscal Gutierre de la Peña
que lleva este título en su firma, que tal vez se lo debe al
origen hidalgo de su madre; ya que el propio Mariscal no
gozó de tan honorífica distinción. Luego su hijo DON
FRANCISCO y sus nietos DON FRANCISCO y DON
ALONSOcontinúan usando tal título, además de los hijos del
Gobernador Don PEDRO PONCE DE LEÓN, llamados DON
ANDRES Y DON RODRIGO PONCE DE LEÓN y el hijo de
LUIS DE NARVAEZ, hidalgo, llamado DON RODRIGO DE
NARVAEZ Y VALDELOMAR. Entrado el siglo XVII aparece
usándolo el portugués DON NICOLAS GOMES DE
LUCENA. Para entonces, dos tocuyanos de conocida
vinculación con las más antiguas familias y con mezcla de
sangre aborigen, cuyos padres no gozaron del uso del “Don”,
DON LUIS VENTURA DE VILLEGAS Y DON ALONSO LUIS
DE VILLEGAS —padre e hijo lo ostentaron, no siendo
excluidos los blancos de origen mestizo, pues DON LUIS
VENTURA DE VILLEGAS era hijo del CAPITAN FRANCISCO
DE SAN JUAN y nieto por tanto de MARIA DE LA PEÑA, hija
mestiza del Mariscal Gutierre de la Peña.

Como veremos a continuación, ni siquiera en un


aspecto tan estricto y penalizado para el siglo XVII, se pudo
evitar que algunos miembros de la “élite” trataran de
transgredir estas normas. Lo pondremos de manifiesto con
una Carta que el Licenciado Francisco Pérez del Real, natural
de Carora, dirigiera al Obispo de turno, donde se opuso a la
pretensión de su hermano en religión, el Presbítero
Licenciado Pedro de Alarcon Vetancur, que, según él, había
usurpado el privilegio del título de “Don”. En dicha carta

48
textualmente podemos leer:

...”El sacerdote ha menos de ventiocho y más de


veinte y cuatro años es Cura en Propiedad de la Dha ( dicha)
Ciudad y en los Títulos que tiene así de Ordenes de Cura en
ninguno de ellos le llaman más que Pedro de Alarcón porque
cuando súbitamente sin aver tenido ascenso a Dignidad que
se lo permitiese se puso el DON avia más de seys años que
era Cura y tenia más de Treynta de edad... por su nacimiento
procede de la Gente lucida que a tenido El Tocuio si bien
tiene su pedazo de los naturales de la tierra porque su
bisabuela o rebisabuela por la parte materna fue
mestiza....así el como dos hermanos legítimos de padre y
madre que tiene de la gente más lucida que ha tenido y tiene
El Tocuio y siendo hombres de más de quarenta años el
Cavildo de aquella ciudad nunca los ha ocupado en cargo
alguno de la República ni pienso lo harán...” (Archivo
Archidiocesano Secreto de Barquisimeto Legajo Varios 1)

Como vemos Pérez del Real enfatiza que no tiene


el derecho a tal título por su origen, ni tampoco por servicios
a la Corona ni al Patronato Eclesiástico.

LA ORTODOXIA RELIGIOSA

Este era uno de los factores más importantes en


el origen de la “gente principal”, por lo que debían demostrar
no tener “mezcla de mala tacha de moros, mulatos o judíos”
por ninguna rama y descender sólo de “christianos biexos”
por un mínimo de cuatro generaciones, que debían certificar
en Europa para los españoles peninsulares y luego por
genealogía para los españoles nacidos en Venezuelas.

Esta tacha era tan “criminal” a los ojos de las altas


autoridades que bastó con que Diego de Losada, el mozo,

49
llamara judío a Marcos Hontañon de Alvarado, Escribano
Público y de Cabildo de El Tocuyo, y a Antonio de Esteves,
para que se originara en la ciudad un “pleito ruidoso” y una
rebelión el 29—1—1602 a las 9 de la noche; en el cual fueron
presos los acusados de “judíos” y luego su acusador en el
año de 1602.

Hontañón le notificó al Rey a Madrid el 4—6—


1602 que Losada, apoyado por sus amigos y parientes, por
el Teniente Justicia Mayor Lope Rebellon de Rodas, por
Francisco Martín de Arroio y el cura de la Orden de la Merced
Juan de la Cueva, “con grandisimo escandalo y alboroto y
fuerza de armas y tropel de gente” fungiendo de ministros y
oficiales inquisidores “sin tener poder ni comisión de los sres.
inquisidores apostólicos ni a vra. señoría como inquisidor
ordinario” prendieron a Esteves por “delincuente del dho (
dicho) Sto. Oficio” y lo entregaron al Alguacil Mayor Manuel
de Silva con pena de “mil pesos de fortuna y hombres de
guarda... publicando a altas voces que era judío y que lo
habían de quemar en dentro de cuatro días”. El pleito terminó
con el ajusticiamiento de Diego de Losada, el mozo, por el
Gobernador Alonso Suares del Castillo, quien a la vez fue
“envenenado”, al parecer de su viuda, en venganza por los
partidarios de Losada “que son toda la gente principal desta
ciudad”. (Silva Montañés, 1983:III—88)

Como se verá a continuación, bien puede


apreciarse que la “ortodoxia religiosa” era de más importancia
que el aspecto étnico a la hora de solicitar cualquier tipo de
privilegios de la Corona.

En un Documento del que incluimos a


continuación un extracto, se lee cómo la hermana mulata
del Mariscal Gutierre de la Peña, hija natural de su padre
con una negra “atezada” viene 1562 a El Tocuyo, como “beata

50
profesa” y en calidad de persona noble, en compañía de
dos criadas, mujeres españolas; una era Inés de Mendoza y
la otra el Mariscal antes de embarcar en Sevilla. se
reservaban el derecho a escogerla. Luego dice el Documento,
en 1562: “FRANCISCA HERNANDES, beata no profesa
como de sinquenta años de edad nral (natural) y veza(vecina)
de la ciudad de Toledo hija de JUAN FERNANDEZ DE LA
PEÑA qe la tubo en MARGARIDA HERNANDES, negra
atezada nral (natural)al pareser de Guinea, pero xristiana
católica limpia era nieta por la parte de su padre de
GUTIERRE DE LA PEÑA y de CATALINA HERNANDES”.
Pasó a Venezuela con su hermano el Mariscal Gutierre de la
Peña, “hijo lexitimo del referido JUAN FERNANDEZ DE LA
PEÑA en Virtud de Real Cedula despachada en Madrid el
25—4—1563 por la cual se le permite llevar dos mozas para
su Servicio”.( A.G.I. Legajo de Casa de Contratacion 5220,
Año 1563, Número 556, folios 9 al 10).

“En Sebilla diez de Septiembre de mill e


quinientos y sesenta y tres años la dha ( dicha) Francisca
Hernandes presento por Testigo en la dha ( dicha) razon al
Mariscal Gutierre de la Peña vezino de la Provincia de
Benezuela y natural de la ciudad de Toledo están te en esta
ciudad del qual...recibi juramento en forma de derecho e
siendo preguntado dixo que conoce a la dha ( dicha)
Francisca Hernandes a más de 45 años que conocio a
margarita Hernandes de color negra atezada la cual conocio
a más de sinquenta años....—falta linea 10— (a) tiempo de
sesenta años que la dha ( dicha) Margarita Hernandes estaba
en casa de Gutierre de la Peña aguelos deste Testigo quel
este Testigo cree y tiene por sierto que era natural de Tunez
porque era negra atezada la qual era buena e persona
temerosa de Dios y que nunca fue penitenciada ni otra
cosa”...”era muger de buena bida y fama y si otra cosa fuera
este testigo lo supiera”...”tiene y sabe el testigo que Juan

51
Fernandez de la Peña padre deste Testigo la dha ( dicha)
Francisca Hernandes que la dha ( dicha) Margarita
Hernandes”..” -faltan lineas 21 y 22— “berdad para el
Juramento que hizo... Hernandes”.— Linea 27—. El Mariscal
Gutierre de la Peña firma el documento.

Aunque fue mulata, hija de negra, no recibió trato


sino de mujer “principal” porque su madre fue mujer “ de
buena bida y fama” y “cristiana... temerosa de Dios”,
imponiéndose la calidad de sus muy “nobles” abuelos
paternos y de su hermano, así como la acompañaron en
calidad de criadas dos españolas (Idem).

52
LOS BLANCOS DEL ESTADO LLANO.

Miguel de Cervantes y Saavedra nos orienta


hacia el significado real de esta expresión “estado llano”, a
través de una frase que pone en boca de Sancho, cuando
dice “volvamos a andar por el suelo con el pie llano”, luego
de una gran desilusión durante su breve gobierno, ansioso
de terminar la farsa y anhelando volver a ser libre dentro del
grupo social del cual se había salido (Nieves de AVELLÁN
DE TAMAYO, 1992 cita a Salazar Rincón, 1986: 309). De
esto podemos deducir que la clasificación de la sociedad
feudal española en “nobles” y “estado llano” quedó
inevitablemente perpetuada en la sociedad colonial tocuyana,
con un estrato dominante por sus méritos bélicos a la usanza
de la España feudal, y un grupo segregado con pocas
posibilidades de alcanzar ascenso social y económico.
Muchos de ellos también habían sido relegados por su origen
“desnivelado” en la propia España, según puede verse en
algunos documentos de la época.

En la documentación referente a los cargos


públicos, propiedades territoriales, Dotes y demás aspectos
ligados a la vida pública y social de las familias “principales”,
se las puede separar del grupo denominado de los blancos
o españoles “del estado llano”. Como se mencionó antes, la
“República de “españoles “ estuvo clasificada de acuerdo
con la procedencia social en España de los primeros
pobladores de la ciudad, quedando claramente separado el
sector del “estado llano”, al que posteriormente se agregan
otros grupos relegados por las familias “Principales y
fundadoras”: encomenderos de segunda categoría o
soldados y pobladores españoles no poseedores de
encomienda. Para 1579 de 40 vecinos 30 eran

53
encomenderos y en 1588 de 50 vecinos 38 eran
encomenderos, lo que representa un 75 % de vecinos
españoles encomenderos.

EVOLUCION SOCIOETNICA DE LOS “BLANCOS LLANOS”

Si bien el estado “llano” no fue el más númeroso


—20 al 25 %— durante los comienzos del siglo XVII , dentro
de la población blanca de la sociedad colonial tocuyana
durante el siglo XVI, bien pronto quedó reforzado por la
anexión de otros grupos desnivelados, que harían posible
que pasase a ser el predominante estadísticamente para el
siglo XVIII y más aún en el siglo XIX. Como hemos
mencionado, los españoles rechazados no siempre habían
logrado casarse con sustanciosa Dote, ya que las hijas
“doncellas” mestizas y bastardas de los oficiales y jefes
destacados en el combate, habían sido monopolizadas por
otros sectores en ascenso. Así tuvieron en muchos casos
que enlazarse con las “doncellas” mestizas de su propio
subestrato del “estado llano”.

Por lo demás, fueron sólo sus hijas las únicas


que tuvieron oportunidad de ascenso para enlazarse a
españoles — de grupos tenidos a menos como vascos,
catalanes, gallegos o canarios — “recién llegados”, que no
siendo hidalgos ni destacados en el ejercicio de las armas
como aspiraban las “nobles”, eran igualmente apartados. Sólo
muchas generaciones más tarde se les vio alternar con la
“gente principal”.

A Los “blancos llanos” quedaron vinculados


desde el siglo XVI los hijos naturales mestizos de los “vecinos
principales” que no habían sido capaces para desempeñar
los oficios de prestigio y confianza o que habían sido
relegados por sus padres por tener descendientes legítimos.

54
Los hijos varones legítimos de la “gente del estado llano”
sólo pudieron aspirar a casarse sin Dote con mestizas
"blanqueadas" apartadas por la categoría inferior de sus
nacimientos ilegítimos o por la dudosa “honorabilidad” de
las madres (tal sospecha de deshonor era un estigma notorio
para entonces).

Muchas veces se enlazaron con hijas bastardas


mestizas recientes, habidas por los varones principales
cuando ya la situación había cambiado por haber
descendientes europeas y legítimas a quienes heredar. Para
el siglo XVII también se les agregaron los hijos naturales
mestizos de la “gente noble” que habían alcanzado prestigio
por su trabajo como mayordomos y que no podían aspirar a
española nacida en Venezuela s de mayor nivel social por
su origen y empleos “inferiores”.

La mayoría de los “nobles” había supuesto por


experiencia la conveniencia de la progenie bastarda para
servir los mayorazgos y propiedades como capataces y
tenientes encargados de sus bienes, latifundios, esclavos y
Encomiendas, pues estos nobles requerían ausentarse casi
permanentemente de la ciudad y al mismo tiempo sentían
repulsión por esta clase de oficios considerados viles,
además de que no tenían necesidad de ejercerlos ppr existir
suficiente personal para ello”

Hondas relaciones de parentesco y lealtad los


unían con los fundadores y primeros pobladores de la ciudad,
pero aún de ello estaban marginados por su origen --en la
mayoría de los casos la situación legal de estos individuos
era la de expósitos o la de bastardos. La posición económica
inicialmente precaria de éstos se vio transformada por la
administración racional de sus recursos, lo que les permitió
comprar a sus parientes tierras ociosas a un precio ínfimo y

55
ganado y esclavos suficientes para establecer prósperas
explotaciones agrícolas y ganaderas que les dió una situación
desahogada y honorable.

A lo largo de este período, varones españoles


nacidos en Venezuela “nobles” de ramas poco prominentes,
o “desheredados” de familias principales a causa de
matrimonios “morganáticos”, se vieron forzados a contraer
matrimonio con blancas llanas de su nivel, o con aquellas
blancas hijas naturales o expósitas que ningún derecho legal
tenían sobre las fortunas de las “familias principales”.

A ellos se unían la mayoría de los descendientes


de canarios y extranjeros — portugueses, franceses, ingleses
o flamencos— introducidos desde el siglo XVI al XVIII, que al
ser despreciados y excluidos de todo enlace con la “gente
principal” buscaban refugio en el escaso fortuna que
pudiesen ofrecer aquellos blancos pobres, radicándose en
las inmediaciones de estos grupos blancos, donde eran
tolerados y se concentraban a la manera de ghettos.

LOS EXTRANJEROS Y LA ÉLITE ESPAÑOLA NACIDA EN


EL TOCUYO

Recordará el lector, que históricamente para


aquella época España se hallaba fragmentada por el proceso
de reconquista y unificación, y en ello se reflejaba la
segregación de aquellos individuos que provenientes de las
Islas Canarias o de las Baleares, igualmente súbditos
españoles, eran cualitativamente inferiores a los
peninsulares, y esto se reflejaba en los cargos y empleos
que rara vez fueron ocupados en los siglos XVII y XVIII por
personas de esta procedencia.

situación a veces quedaban agregados los grupos étnico—

56
LOS OFICIOS VILES Y LA POBLACIÓN DEL ESTADO
LLANO

Los Oficios viles más frecuentemente


desempeñados por las personas blancas fueron: “barbero”,
“sastre”,” dorador”, “talabartero”, “tenedor”, “alarife”,”
zapatero”, “carpintero”, “maestro de azúcar” y ,en los casos
más destacados, “administrador de fabrica”,”mayordomo” y
“maestro de obras”. A pesar de lo que sucedía en otras
provincias, los “plateros” y “orfebres” tales como Diego de
Flores en 1670, Manuel de Reyna en 1710 y Rafael Bonilla
en 1740 fueron consideradas “personas comunes y
hordinarias” y tuvieron escasas ganancias que motivaron,
como en el caso de Diego de Flores, marcharse a otras
provincias donde su arte era mejor apreciado y remunerado.

En cada uno de estos oficios había las categorías


de maestro, oficial y aprendiz. El maestro, por sus
conocimientos técnicos en las diversas especialidades, tenía
a su cargo, además de la vigilancia y supervisión del oficio
por parte de oficiales y aprendices, la enseñanza de estos
oficios en cada tipo de jerarquía profesional.

Un ejemplo es el documento registrado en la


escribanías de El Tocuyo el 8-1 1680 donde “JUAN GABRIEL
DE HORTIZ, hombre español, maestro de carpintero” celebra
contrato con MARTA DE OCHOA --mestiza libre-- para que
su hijo JOSEPH DE OCHOA que “será de hedad de trece o
catorce años” aprenda el oficio de carpintero y ebanista para
lo cual se comprometen, Ortiz a enseñar el oficio a cabalidad
y se compromete a poner a su disposición un mulato
ayudante para que “corte y trate la madera de la manera
gruesa”, habitación y comida y dos reales de ocho castellanos
de renta, mientras dure la enseñanza; a cambio del pago por
adelantado, según el contrato de cincuenta pesos de plata

57
por MARTA DE OCHOA y JOSEPH DE OCHOA, se
comprometió igualmente para “servir primero de aprendiz
hasta que aprendiera el oficio, y de ayudante para trabaxar
la madera de la manera gruesa y fina”, por lo cual no se le
pagaría renta.

Es interesante reflexionar en el hecho de que se


les permitiera ejercer oficios viles a esta parte del sector
“blanco” de la ciudad sin objeción alguna y a veces con la
venia de las autoridades tocuyanas. A pesar de la prohibición
muy tajante a que los blancos ejercieren los oficios viles,
“por ser cossa inconbeniente”, un gran número de estos
vecinos eran pobres, los ejercían sin ninguna objeción legal
del cabildo ni de las autoridades tocuyanas.

Por otra parte, dado el origen social de los “blancos


llanos”, era imposible aceptarlos como iguales de la “gente
principal”, puesto que eran considerados y tenidos como los
fieles “mayordomos” de sus haciendas, o como “maestros
de obras” de sus fábricas en las mismas. En otras ocasiones,
tenían que decir a su favor que eran “reputados por
hordinarios y gente del serbicio... tratados como inferiores”
desde siempre. Sin mucha memoria, podían recordar los
empleos de “latoneros”, “carpinteros”, “albañiles”, “sastres”,
“doradores”, “tenedores”, “zapateros” que habían
desempeñado ellos mismos o sus antepasados cercanos,
así como su origen bastardo reciente, olvidando los grandes
servicios prestados por ellos y tan necesarios para la
fabricación o expansión de sus ingenios y trapiches en el
pasado. Pero fueron los “nobles” quienes les vinieron a
facilitar el ascenso social, por las razones que comentaremos.

Los “nobles” y sus descendientes, debido al poco


interés que demostraron por sus propiedades o a la natural
división de la riqueza en una familia creciente, no tardaron

58
en terminar en una situación económica desventajosa. Los
blancos llanos, tras alcanzar una buena posición económica
y edificar ingenios o hatos de ganado con fabulosa
productividad, terminaron por ser excelentes partidos para
contraer nupcias, obviándose las diferencias de linaje y
calidad por no haber Dote por parte de los arruinados
“nobles”. Aún en el caso de resistirse a estas uniones,
finalmente luego de dos o tres generaciones, muchos “
blancos principales”, empobrecidos hasta el límite, vinieron
a ver como superiores a este grupo despreciado y segregado.

Fue entonces que ansiaron enlazarse en nupcias


con ellos para evitar irse a sus haciendas en semejante
pobreza, donde como por experiencia no desconocían que
posiblemente terminarían por adquirir los vicios del ambiente
bucólico, donde por falta de Dote sus hijas se convirtieran
en madres solteras, o se desposarían a mayordomos
mestizos o a personas ordinarias.

LOS HIJOS NATURALES DE LAS MUJERES BLANCAS


LLANAS

El sector de los “Hijos Naturales” era inicialmente


uno de los menos numerosos para el siglo XVII, pues
generalmente quienes los tenían eran los varones, ya fueran
europeos o criollos, habidos principalmente en las indias o
mestizas, y muy rara vez las mujeres solteras de origen
europeo. No obstante, hubo excepciones interesantes.

Una de las principales fue la de ALONSO LOPES


BALCONETE, hijo natural del Capitán Gracian de Alvarado,
el viejo, quien nos muestra que como descendiente de “gente
principal” por sus cuatro abuelos, fue capaz de concertar
matrimonio a principios del siglo XVII con
DOÑAESCOLASTICA DE LA PEÑA, hija del Escribano Luis

59
de la Peña y biznieta de Diego de Losada, Juan de Villegas
y el Mariscal Gutierre de la Peña .

Por otra parte, en 1658 el Maestre de Campo


Francisco Fernández de Escorcha, caballero principal y
hombre casado, legitimó a su hija “DOÑAJOANA DE
ESCORCHA” habida en mujer soltera blanca, María de
Aguilar --probablemente blanca llana-- con el fin de poder
“tratar y concertar que se case con el Cap Juan Peraza de
León, su futuro marido” y así pudieran ser de la misma
calidad. A su vez, en 1684 el Cap. Buenaventura de Torralva,
en vísperas de casarse, legítima una hija natural, “Juana...
havida y tenida en madre soltera” de nombre Francisca de
Arroyo --mujer mestiza-- y en el mismo acto instituye para
ella una dote de 200 pesos para que pueda “tratarse que en
el futuro se case y vele conforme a su calidad y linaxe”.

Para el siglo XVII, dado el creciente número de la


población del estado llano y su desnivelada situación
económico y social, empieza a formarse un estrato con
aquellas mujeres blancas llanas, que comienzan a tener
sucesión ilegítima, la cual a engrosar este nuevo sector, en
creciente expansión. Tenemos ejemplos como DOÑAJUANA
MARIA DE ESCOBAR, hija legítima de Lorenzo de Escobar,
“mestizo” y heredero de su padre homónimo, y doñaJuana
Rodríguez Moreno, expósita; a pesar de que el escándalo
de concebir varios hijos ilegítimos que le llevó a bautizarlos
como expósitos a los primeros. Finalmente Inés de Escobar
es registrada como hija natural. Así lo registra en su
Testamento cuando declara tener por hijos naturales a “Juan
Marcelo del Barrio, Juan Sebastián Guedes, Jacinto de
Escobar, Catalina de Escobar e Inés de Escobar “, al parecer
de por lo menos tres padres diferentes, algunos “llanos” y
otros “principales”.

60
Con frecuencia las madres solteras expósitas o
blancas del Estado llano y sus hijas recaían en el círculo
vicioso de la pobreza y dependencia por varias razones. Los
varones “nobles” no aportaban más que exiguos recursos,
ya que la payor parte de su fortuna la destinaban a sus
matrimonios legítimos. En n el caso de dejarles casas y
tierras, en cierta forma estas eran improductivas porque no
contaban con los recuros ecónomicos y los mayordomos
expertos necesarios para explotarlas; y, por último, la
mentalidad religiosamente inquisitiva de la época respecto
al adulterio y al nacimiento ilegítimo.

El hecho inevitable de ser pobres, desheredadas


y bastardas (ellas y sus hijas) les impedía casarse
legítimamente, a excepción de algún despreocupado, como
siempre lo hubo, dado que la carencia de Dote con que
suavizar esta situación, era improbable realizar el enlace.
Sus hijas y nietas, imitando el ejemplo, por no tener otra salida
viable antes que mezclarse con los mulatos o mestizos
inferiores a ellos, a la larga también muestran la misma
conducta de madres solteras o amantes de “vecinos
principales”.

Cuando en estas familias algún miembro lograba


ascender al clero o a una posición económica desahogada o
bien eran protegidas por un padre responsable, y dotadas a
tal efecto, terminaron entroncándose con las familias blancas
más importantes de la ciudad; ya que en el peor de los casos
lo hacían con los blancos del estado llano, ya fortalecidos
económicamente y en franco ascenso social.

LOS EXPOSITOS

Durante el período colonial venezolano, la rígida


estructura religiosa y la moral, respaldada sólidamente por

61
las leyes Indianas, era especialmente inquisitorial respecto
a los hijos adulterinos o de mujeres solteras, si se les
compara a las sociedades venezolanas de siglos posteriores.
No obstante, dadas las características especiales del período,
a pesar de que esta situación tuvo notables excepciones, es
notorio que tal situación legal “ilegítima” era motivo de
grandes demostraciones de desprecio por la población
“blanca principal”.

Es fácil entender, entonces, cómo los padres de


aquellas mujeres blancas que caían en este tipo de
situaciónes, utilizaran una serie de mecanismos correctivos
a estas transgresiones, creando una situación legal que fue
denominada “niños expósitos”. En tales casos, se aseguraba
la supervivencia del niño con el abandono de los infantes a
la propia casa de la familia afectada, es decir, a la de la madre
o al padre natural, o por otra parte, otorgándoselo a alguna
pareja sin prole. Ellos eran quienes asumían la educación y
crianza del nuevo miembro, que se hallaba totalmente
inseguro desde el punto de vista legal, a menos que le
instituyeran Dotes, o alguna participación mediante
testamentos, hecho que dependía de la categoría económica
de los padres adoptivos.

En muchos documentos como dispensas


matrimoniales, juicios de discenso y otros, se reconocía
públicamente el nombre del padre, más el nombre de la
madre “por honor se caya”, aunque se mencionare la familia
a la que pertenecía, bien lo dicen los documentos del siglo
XVI y XVII, como veremos a continuación. Como prueba de
las anteriores afirmaciones presentaremos también algunos
datos del expediente que hizo levantar en la ciudad de El
Tocuyo ILDEFONSO DE LA PAZ PIÑERO, el cual se había
radicado en la ciudad de San Carlos, para probar que sus
antepasados pertenecían a las más antiguas familias de la

62
ciudad. En este documento se dice que MIGUEL PIÑERO,
natural de Maracaibo, se casó y veló en Coro en 1661 con
ANA DE LA PAZ, natural de esa ciudad. No obstante, era
vecino de El Tocuyo para 1675 pues en ese año apadrina
junto a doñaFrancisca de Mendoza, a ROSA MARIA, una
niña expósita, en casa del Maestre de Campo Thomás de
Colmenares, la cual será su futura nuera.

De sus hijos, nos interesa tratar al SARGENTO


JUAN AGUSTIN PIÑERO, el cual siendo sargento de la
compañía de infantería de blancos de Coro, “traxo
información de ser hombre blanco”, y en que se casó y veló
en El Tocuyo con la ya citada ROSA MARIA DE
COLMENARES, ahijada de su padre. En el expediente,
Ildefonso de La Paz Piñero hace constar mediante
declaraciones de quienes la habían conocido, que en realidad
era la hija natural habida por el CAPITAN BARTOLOME DE
TORRALBA ALMODOBAR (el mozo) y su madre era de la
familia de las Bambelle, pero el nombre de la misma “por
onor se calla”. Así lo prueban varios testigos, que también
alegaron que “saben del trato de persona blanca que se le
dio, aún en la casa de su Exposición”.

Hijo de JUAN AGUSTIN fue GREGORIO DE LA


PAZ PIÑERO, casado y velado en Humocaro Bajo en 1711
con ANA SIMONA GARRIDO ANGUIANO, bautizada en El
Tocuyo en 1693, como expósita en casa del Alférez real JOAN
GARRIDO ANGUIANO, siendo sus padrinos el Bachiller
Francisco González de Figueredo y DoñaInés de Mendoza.
Igualmente con suficientes y acreditados testigos, Ildefonso
de la Paz Piñero hace certificar que en realidad era hija natural
del propio Juan Garrido Anguiano, habida en una señora de
la casa de los Muñoz de Vega, la que era biznieta materna
del Capitán Antonio de Vargas, encomendero de Humocaro
Bajo. Naturalmente, igual que en el caso anterior, el nombre

63
de la madre “por onor se calla”. (Archivo Registro Principal
de Barquisimeto, Escribanías.1738 Expediente de limpieza
de sangre de Ildefonso de la Paz Piñero. Folio 1 y ss.).

En siglos posteriores aparecerá el nombre de la


madre, especialmente si involucraba alguna dispensa
matrimonial como el año de 1828 se encuentra la dispensa
matrimonial de Carlos Pérez, hijo de Carlos Pérez, expósito,
y María Felipa González para casar con RITA RAMONA hija
de Ignacio Orellana Y Carmela González, y están ligados
por el tercer grado de consanguinidad. Su padre, CARLOS
PEREZ era viudo de sus dos anteriores esposas de apellido
Vargas, antes de casar con Felipa González y a su vez él era
hijo natural de doñaFrancisca González. Esta abuela paterna,
natural de CARLOS PEREZ era legítima hermana de Don
Luis González, padre legítimo de doñaCarmela González,
madre legítima de su futura esposa RITA RAMONA
ORELLANA.

Como se verá, estos expósitos podían tener


varios destinos. Sólo una minoría, educada con esmero por
sus padres reales o adoptivos --parejas sin hijos, por lo
general-- y protegidos por dotes y testamentos a su favor,
lograban concertar matrimonio con gente de su misma
calidad real, ya que pasaban a alternar con la “gente principal”
como es el caso de DOÑAMARIA DE PIÑA Y MENDOZA.
No obstante, era mucho más frecuente que mujeres expósitas
como CATALINA DE OSORIO apareciescen como madres
solteras hacia 1660.

Un grupo importante de expósitos contraía


esponsales entre sí, y luego se formaban “fuertes clanes
familiares” que eran exageradamente endogámicos. Otro
grupo alternaba matrimonialmente con blancos llanos,
formando grupos similares a los anteriores que en muchas

64
ocasiones también formaban clanes familiares complejísimos
por sus madejas de múltiples parentescos. Estos hechos,
numerosos en extremo, dieron origen a una nueva
subdivisión del estrato social de los blancos del estado llano
que comenzó a estrechar vínculos entre sí y con otros estratos
inmediatamente superiores o inferiores, como se verá, según
el caso, originándose nuevos matrimonios con expósitos o
hijos de matrimonios de expósitos o sus descendientes:
personas del estado llano.

Para ejemplificarlo, y continuando con el caso


anterior, DON LUIS JOSEPH GONZALES, abuelo de RITA
ORELLANA era hijo del Notario Eclesiástico JOSEPH
GONZALES, mestizo cuarterón de La Victoria, y Petronila
Badillo, hija ésta de Simón Badillo, expósito y Rosa Ximenes
de la Peña, de una antigua familia del estado llano. LUIS
GONZALES casó y se veló en 1773 con DOÑAISABEL ANA
DUQUE hija de JACINTO ANTONIO DUQUE Y ISABEL ANA
DE COLMENARES, matrimonio de expósitos tocuyanos
casados en 1749. Posteriormente, en 1810 su hija
DOÑACARMELA GONZALES casó con su primo hermano
y en otros grados pariente DON IGNACIO DE ORELLANA.
IGNACIO, que era hijo de su tía MANUELA DUQUE
COLMENARES, hija del citado matrimonio expósito y de
DON ANTONIO DE ORELLANA, hermano este del
REGIDOR JUAN DE LA CRUZ PONTE ORELLANA, de
quien hemos dicho que fue persona de notoria importancia
aun de provenir del estado llano. Por demás, eran parientes
consanguíneos de los GONZALES BADILLO por ser la madre
de éstos MARIA PETRONILA BADILLO y la madre de los
hermanos ORELLANA, PETRONILA XIMENES primas,
ambas sobrinas de MARIA DE LA ENCARNACION
XIMENES DE LA PEÑA, abuela paterna de los hermanos
JUAN DE LA CRUZ y ANTONIO ORELLANA.

65
Preguntadas estas familias las razones de tan
intrincada cantidad de dispensas y parentescos, respondían
invariablemente respuestas como esta: “... hallándose tan
despoblada esta ciudad de personas onradas de nuestra
misma calidad y hallándonos huérfanos y en una gran
pobreza no hay otro marido que pueda hacer la felicidad desta
huérfana que el que pretende desposarla por palabras de
presente...”.

LOS EXPOSITOS CASADOS CON LA “GENTE PRINCIPAL”

Para ejemplificar esta idea pondremos el caso


de doñaMaría de Piña, esposa del portugués Cristóbal de
Guedes Fonseca, mostrando el caso de una mujer expósita
que dio origen a una familia tenida y tratada como igual por
las “blancas nobles”, es decir sin mácula de ilegitimidad o
mestizaje cercano.

DOÑAMARIA DE PIÑA Y MENDOZA, fue


bautizada en 2-10-1617 como “una niña botada de padres
no conocidos, que llamose MARIA” siendo sus padrinos el
CAPITAN GONZALO DE PIÑA LUDUEÑA Y DOÑAJOANA
ARIAS VALDES, su legítima muger. Casó y se veló en la
ciudad de la limpia y pura Concepción de El Tocuyo con el
Portugués CRISTOBAL DE GUEDES FONSECA, hijo
legítimo de DON FRANCISCO CORREA DE BRITO y de
DOÑADOMINGA GUEDES FONSECA, naturales que fueron
de la villa de Peneguian, en el reyno de Portugal.

En ocasión del matrimonio pretendido por Jacinto


López de Ampuero hijo del Regidor Mayor y capitán Martín
López de Ampuero, enemigo mortal de Guedes, y de su mujer
doñaLuisa de Miranda, para unirse con doñaMaría de Guedes
hija de los anteriores, el Regidor Martín López de Ampuero,
queriendo evitar un enlace a su modo repugnante, hizo seguir

66
un largo juicio para estorbar el matrimonio alegando que
existía un impedimento del tercero con cuarto grado de
consanguinidad en virtud de que doñaMaría de Piña era hija
de Alvaro de Carrizales, hijo legítimo de MELCHOR DE
LEON Y CATALINA DE MIRANDA.

El juicio, que empezó el 16-5-1673 tuvo


interrogatorios y declaraciones por parte del demandante
hasta el 25-5-1673, declarando luego el 19-9-1673 Cristóbal
Guedes, y sus testigos. Por su parte, GUEDES declara en
defensa del matrimonio: ...”Martín López de Ampuero es
hombre mui rico balido y emparentado en esta ciudad de El
Tocuyo y Cristóbal Guedes es hombre pobre sin deudo en la
ciudad...” Es entonces cuando aparecen una serie de
contradictorias declaraciones, en las que se le atribuye la
paternidad de doñaMaría tanto al cura Alvaro de Carrizales,
como a Bartolomé de Torralba.

Cristóbal Guedes, inteligentemente presenta por


testigos a varios miembros de la familia Torralba, en virtud
de que su declaración de considerarla hermana era suficiente
alegato de tal paternidad, ya que ninguno de ellos reconocería
públicamente tal situación de no ser la verdad, y menos aún
la esposa del afectado se atrevería a dar a su marido por un
adúltero ya que para 1617 tenían ocho años de casados.

El primero de ellos, el Tesorero Bartolomé de


Torralba, declaró que: ...”Que aunque este testigo a tenido a
la dha (dicha) DoñaMaría de Piña por su hermana por estar
reputada por hixa natural del Capitán Bartolomé de Torralba,
padre del declarante, como así mesmo se lo dixo su madre
doñaMagdalena de Sotomaior y Villegas y siempre la llamado
hermana y al dho ( dicho) Cristóbal Guedes cuñado y a los
hixos de ellos como sobrinos ha oydo desir de un tiempo
para acá que es hija del dho ( dicho) Alvaro de Carrizales

67
...”.

Por su parte el testigo Tomás de Torralba


Almodobar, declaro que había oído decir de su familia y tenía
por cierto que doñaMaría de Piña era hija del Capitán
Bartolomé de Torralba, padre del declarante, ya difunto y que
de pocos días a esta parte había oído decir que era hija de
Alvaro de Carrizales, y” no sabe si cuia hixa era del susodho
( dicho) - su padre- pero que ni este declarante se ha tratado
de deudo con la doñaMaría ni sus hixos se han tratado con
los desta como parientes”.

Luego en declaración de DoñaAna de Torralva


se lee: .”que dha ( dicha) DoñaMaría de Piña ha estado en
opinión de la declarante por su hermana e hixa del referido
su padre el Capitán Bartolomé de Torralba”...”y que la dha (
dicha) DoñaMaría de Piña, muger de Cristóbal de Guedes
ha estado y reputada siempre por hixa del dho ( dicho)
Capitán Bartolomé de Torralba...”. El Licenciado cura
Francisco de Torralba Almodobar declara que: ...”la he tenido
siempre por mi hermana por aver estado reputada por hija
del Capitán Bartolomé de Torralba, padre de este
declarante...”. El declarante Diego Fernández de Escorcha
confirma lo anterior en su declaración diciendo que había
oído tratar a Bartolomé de Torralba como Cuñado a Cristóbal
Guedes y a los hijos de este como sobrinos y a ellos llamarles
tío, a pesar de que Piña Ludueña le había dicho que era su
hija natural.

Cristóbal Guedes había declarado por su parte


que: ”...Si saben que a más tiempo de 56 años le llebaron
una noche al capitán Gonzalo de Piña Ludueña una niña
acabada de nacer (,) con un papel escrito que desía que
cuando la bautizaran le pusieran por nombre María (,) la qual
resibio en su casa e yso bautizar crió y sustentó y dotrinó

68
asta que tubo edad (,) la caso con el dho ( dicho) Cristóbal
Guedes y le dió dote (,) y que es la contenida la dha ( dicha)
DoñaMaría de Piña su muger (,) madre de la dha (dicha)
DoñaMaría de Guedes y que si saben que la noche que le
llebaron al dho (dicho) Capitán Gonzalo de Piña a la dha
(dicha) DoñaMaría de Piña (,) mi muger escribió de su puño
y letra el día y ora que se la llebaron mes y año (,) y para lo
que les a mostrado al dho (dicho) (papel) y traído a los testigos
que vieren y leieren y conosieron la letra del dho (dicho)
Capitán Gonzalo de Piña para que la reconozcan (;) y si
saben que en el referido tiempo de más de 56 años que fue
viva la dha ( dicha) DoñaMaría de Piña nunca jamás se
supo ni su padre ni su madre de la dha ( dicha)
DoñaMaría....sino que lo era del dho ( dicho) Gonzalo de
Piña por el mucho amor que le tenía y con el recato que la
crió y por la dote que le dió y la casó”. Esto lo confirmó
Francisco de Trexo Quesada “quien conoció al dho ( dicho)
Gonzalo de Piña y recuerda como la noche que le llevaron a
la niña vió que este le decía a su esposa DoñaJuana Arias
Valdés con la niña en el regazo que ya tenía una hija, pues
no tenían hijos al presente”.

Según declaración del testigo Diego Fernandes


de Escorcha, “el declarante estubo tratando de cassar con
dha ( dicha) DoñaMaría de Piña y el Capitán Gonzalo de
Piña le daba 20.000 pesos de a 8 reales de dote, y le dixo
que la referida era su hixa natural, y que siendo este
matrimonio a disgusto de los deudos de éste declarante
trataron de impedirlo poniendo por estorbo que DoñaMaría
de Piña era hija de Alvaro de Carrizales, deudo de este
declarante y entonces muchas personas dixeron que era hixa
del Capitán Bartolomé de Torralba que abiendo sido deudos
no podrían conseguir sus intentos por este camino y la
hecharon por terseros al Capitán Luis Péres (Hurtado) y a
Gervasio Falcón, cunado de este declarante...”.

69
Otro declarante, el Capitán Gracián de Piña
Ludueña, dijo que” el dicho Gonzalo de Piña, su tío, tuvo
asentado casamiento a la dha ( dicha) DoñaMaría con Diego
Fernandes de Escorcha y llevando las amonestaciones al
Padre Diego Phelipe de León, cura, le dijo que querían cassar
y el cura le dijo que DoñaMaría era hija de Alvaro de
Carrizales, deudo muy cercano de Escorcha y que no trataran
de desenterrar los huesos de los muertos dexandoles
descansar en paz y que por dho ( dicho) parentesco dexó
dho ( dicho) casamiento por no querer enviar dispensacion
y sabe que Gonzalo de Piña tuvo mucho amor a DoñaMaría
y que cuando la casó la dotó con 4000 pesos y mas”. (Archivo
Arquidiocesano de Caracas Matrimoniales legajo 5)

CRISTOBAL DE GUEDES FONSECA testó en


El Tocuyo el 6 de Abril de 1690, viudo de DOÑAMARIA DE
PIÑA Y MENDOZA, y dice en el Testamento que recibió dote
de su suegro y que los padres de su muger fueron el Capitán
Gonzalo de Piña Ludueña y DoñaN. de Mendoza (no se lee
el nombre por estar destruido esta parte del documento). Allí
declara por sus hijos legítimos a los que se encontraban vivos
para el momento del testamento. Estos hijos intentaron
enlazarse con las familias principales de la localidad, pero
encontaron oposición para ello. Sus hijos legítimos:

GONZALO DE GUEDES FONSECA, su hijo


mayor, se había marchado hacia tiempo de la ciudad y para
1690 era vecino de Panamá.

MATHEO DE GUEDES FONSECA, casado hacia


1685 con JACINTA DE ESCORCHA HL del Licenciado
PEDRO MARTINEZ CAMACHO y de MELCHORA DE LOS
REYES.

70
CRISTOBAL DE GUEDES, Alguacil Mayor en su
ciudad natal, había casado hacia 1690 con DOÑAANA DE
ARROIO HL del Procurador General FRANCISCO MARTIN
DE ARROIO y de su muger DOÑALUCIA DE SILVA Y PEÑA

Otro hijo MATHEO, fallecido infante antes que


su madre.

FRANCISCO DE GUEDES FONSECA, que se


casó y veló antes de 1683 con CATALINA DE ESCORCHA
HL del Licenciado PEDRO MARTINES CAMACHO y de
MELCHORA DE LOS REIES, su muger. De quienes se
hablará con motivo del Juicio de Nulidad de matrimonio que
la mestiza JUANA DE AGUILERA entabló contra él por ser
su amante y tener hijos con él a pesar de ser prima de la
esposa, para lo cual no pidió dispensación.

DOÑAMARIA DE GUEDES FONSECA, que


pretendió casar en 1673 con Jacinto López de Ampuero hijo
legítimo del Regidor Martín López de Ampuero y de
doñaLuisa de Miranda, pero que finalmente casó, como lo
dice su padre en su testamento previa dote con LUIS DE
ALVARADO MUÑATONES, viudo de doñaGinesa de Silva y
Peña hijo legítimo del Capitan Gracian de Alvarado y Castro
y de doñaFrancisca de Sotomaior y Villegas
DOÑAELENA DE GUEDES, casada previa Dote
con MIGUEL PEREZ DEL CASTILLO HL del Depositario
General Sebastián Perez del Castillo y de doñaMaria
Langayo.

MANUEL DE GUEDES FONSECA, quien


pretendió matrimonio con Inés Cordero de Sotomaior, hija
legítima del Alférez Bartolomé Ruiz Cordero y de Ana
Ximenes de la Peña en 1675. El 7-2-1674, Francisca

71
Rodrigues, viuda de Luis Martin Morzillo a nombre de su
nieta María Magdalena de Aguilar demandó a Manuel de
Guedes ante los tribunales eclesiásticos y ante el notario
Dionisio de Roxas por la falsa palabra de matrimonio con
que había gozado de su virginidad.

Declara la abuela de la joven que se han seguido


todos los requisitos requeridos: ”... deseando oviar malicias
y sospechas lo que dependerá luego y antes de comenzar la
causa nombrando para ello un moso audiente deudo mío
hel callado y de buenas costumbres pagando al Pe(Padre)
Fco ( Francisco) del Castillo para que escriviese la causa
por ser liveral y fiel como tengo experimentado...”. Acusa
firmemente a Guedes declarando que: ”El dho ( dicho)
Manuel de Guedes llebado de la codisia de una limosna que
doña Catalina Alvarado dejó a Inés Cordero a quien por
expósita crió en su casa, pretendió casar con ella y el padre
y los tíos de esta moza han adelantado esta pretension
amparados de que Martín Lopes Ampuero, que siendo como
es enemigo de Xristobal Guedes, padre del dho ( dicho)
Manuel, parese que desea vengarse de el qual no le puede
faltar, casándose con cualquiera de las dos mujeres, por que
si lo hase con Maria Magdalena de Aguilar es una moza
humilde y hixa natural y si con Ines Cordero es casi lo mismo
y de parte de su madre es mulata según la opinión de este
pueblo”.

Manuel de Guedes, por su parte desmiente el 21-


7-1674 la anterior declaración de Luis Lopes Balconete y
Nicolas Francisco de Barrios que declararon el mismo día
que Manuel “se llevó a María Magdalena por una ventanilla
de la casa de su abuela, que allí la tenía encerrada para
resguardo de su honra”. También alega Manuel que está
para tomar estado con Ines hija del Alférez Bartolomé Ruiz
Cordero y Ana Ximenez de la Peña .

72
María Magdalena de Aguilar declara el mismo día
que es”...vecina y natural de esta ciudad, muger pobre y sin
abrigo y desamparada protestán do por las causas referidas
no me parese perjuisio todo lo que dexare de desir y alegar y
asimesmo por no estar cursada en estas materias y ignorar
como muger la fuerza y fundamento de mi derecho digo que
por mandado de Umd a mi se me a dado traslado de las
probansas que tengo dadas en la demanda que tengo puesta
a Manuel de Guedes Fonseca sobre deberme mi birginidad
con palabra de casamiento que me otorgó y en cuia
conformidad gosó de ella y digo que justicia mediante hai
debe Vmd en conformidad de la prueba que tengo dada de
mandar debajo de grabes penas me cumpla pues como
consta de los dho ( dicho)s los testigos siendo algunos de
ellos y los más amigos íntimos y familiares y criados y
esclavos de la casa del padre del susodho ( susodicho) que
me gosó bibiendo yo por el cuidado y desbelo de Francisca
Rodrigues, mi abuela que puso notorio empeño ante toda
esta ciudad enserrada devaxo de llave siempre que se
ausentaba de casa...”

Manuel Guedes declara nuevamente el 7-1-1675


diciendo que María Magdalena huyó de casa de su abuela.
Presenta por testigos a Baltasar, mulato que dice que ella es
hija natural de Juana Martín y no sabe quien es su padre y
que a sus hermanas “no les ha uisto ninguna onestidad”.

Ella presenta por testigos a Juan Martínez de


Orellana, mulato carpintero y Juana García, mulata libre, que
declararon conocieron a su madre Juana Martin, que no fue
mujer casada y a su padre, Bartolomé de Aguilar y
Torres,vecino y encomendero de indios; lo cual confirman
Juan de Pineda mulato esclavo, el Sargento Miguel Gozales
de Pazos, español isleño y Alonso Cornieles, mulato, Pedro

73
Matute, María Alvarado, mulata libre. Jacinto de Colmenares,
mulato esclavo agrega: “que ella y sus hermanas son
donsellas recogidas”. Por su parte, Bartolomé Sedeño,
forastero dice que conoce a María Magdalena y sus hermanas
Petronila y Francisca Martín de Aguilar

A ello agrega Antonio Ruiz Valero, español de la


gente principal, que: María Magdalena y sus hermanas son
hijas naturales de Juana Martín, mujer no casada y habidas
y tenidas por hijas de Bartolomé de Aguilar, el cual decía
“que habían de casarse sus hijas conforme a su calidad y
que gozaban de todo su afecto y aprecio, siendo el persona
noble, Alcalde de la Santa Hermandad y Encomendero”.

Simón, negro esclavo, y Luis López Balconete,


español respaldan lo anterior y dicen que si bien eran niños
cuando Juana Martín murió no se le conoció más hombre a
la dicha que Bartolomé de Aguilar. Esto lo respaldan al igual
que toda la versión de ella: Bartolomé de Torralba Sotomaior,
el Licenciado Juan de Grados, el Sargento Mayor Luis de
Silva y Peña, el Licenciado Juan de Torralba, el Sargento
Mayor Thomás de Colmenares, el Capitán Luis Pérez
Hurtado, todos de las familias principales de la nobleza criolla.

Los esclavos de Guedes nombrados el criollo


José, el mulato Thomas, Juana de la Cruz, mulata libre, Juana
Moysen, negra esclava y Tomasina esclava de Cristóbal
Guedes y Bartolomé Sánchez, mulato libre, confirman la
honestidad de María Magdalena.

(Archivo Arquidiocesano de Caracas, Matrimoniales


legajo 5).

Parece que no se celebró ningún matrimonio con


ninguna de las dos aunque el resultado del juicio no consta

74
en el cuerpo del mismo.

LOS HIJOS NATURALES DE MADRES EXPOSITAS Y SU


ASCENSO SOCIAL

Un fenómeno de gran importancia y relevante


frecuencia fue el de las mujeres expósitas que --debido a
diversos motivos principalmente económicos-- terminaron por
convertirse en madres solteras; por la pobreza generada de
la procedencia ilegal de sus nacimientos y la notoria miseria
en que se hallaban las familias en cuyas casas estas “niñas
botadas” fueron abandonadas, no pudiendo disfrutar de la
seguridad económica necesaria para garantizar su
subsistencia, así como la posibilidad de un matrimonio
decente con otro blanco por carencia de dote. En estos casos,
la única conducta posible era la de convertirse en amantes
de hombres ricos e influyentes que pudieren solventar sus
problemas económicos, y luego simplemente unirse
sucesivamente a otros cuando éstos terminaban por retirarle
sus favores.

Otro caso frecuente resulta el de aquellas que


fueron madres solteras pero cuya pareja era un blanco en
las mismas condiciones que las propias, como es el caso
que enseguida veremos de MARIA DE LA ENCARNACION
AGUILERA Y JOSEPH DE AZUAXE.

Pero lo irónico de tales casos resulta la situación


final de “pobres de solemnidad” que siempre tuvieron estas
madres solteras. No obstante, es evidente como las hijas o
nietas de estas madres solteras no sólo se enlazan
matrimonialmente con los blancos del estado llano
económicamente importantes, sino también en muchos
casos a las familias nobles de la ciudad.

75
Por otra parte, con frecuencia las hijas ilegítimas
imitaban la conducta de madre solteras, de sus madres con
nexos ilegítimos con criollos “nobles” dando lugar a prole
igualmente segregada a la de sus progenitoras. No obstante,
cuando algún padre responsable las protegía con dote y
apoyo, pasaba a segundo plano el hecho de sus nacimientos
bastardos y ser las hijas y nietas de madres solteras
expósitas, terminando por establecer lazos nupciales con los
vecinos más destacados de la ciudad. A continuación dos
ejemplo característicos.

DOÑA JUANA ANTONIA DE ORTIZ, Bautizada


en 1674 --en el libro de “blancos”-- como expósita en casa
de GABRIEL ORTIZ fue criada pobremente por unos padres
adoptivos del estado llano que no pudieron evitar que
desamparada, segregada y humillada se convirtiera en
amante de un blanco principal y, de este modo, se convirtió
en madre soltera, sufriendo el desprecio y humillación que
esto generaba entre la “gente honorable” que no reconocía
hijos bastardos, ocultando estos accidentes frecuentes con
“niños expósitos”.

De sus hijos, DOÑA JUANA BUENAVENTURA


CONTRERAS, debido a la pobreza económica y la
humillación de ser bastarda no tardó en convertirse en madre
ilegítima de varias hijas, hasta que cansada de su vida
sospechosa de poco honesta falleció soltera en 1745, siendo
enterrada como “blanca pobre de solemnidad en cuarto
tramo”. Aun la pobreza de su vida y nacimientos, sus hijas
no tardaron en concertar matrimonios y casaron y se velaron
con los blancos llanos de su misma condición social o con
los “ennoblecidos” por el oro.

Su hija MARIA DEL ROSARIO DE LUGO, casó


con JUAN MIGUEL AZUAJE Hijo natural de MARIA DE LA

76
ENCARNACION AGUILERA y otra hija, MARIA DE LA
CONCEPCION LUGO, casó con el Sargento JOSEPH
ANTONIO FERNANDES,hermano del anterior.

Otra de ellas, JUANA JOSEFA CONTRERAS,


Inicialmente fue amante de DON FRANCISCO GARRIDO
ANGUIANO con quien tuvo a LUISA MARIA Y MARIA
MANUELA GARRIDO Y CONTRERAS, casadas
honorablemente. No importando su pecado, se casó y veló
honradamente con DON PEDRO LUIS DE SILVA Y VALERO,
de las familias más “principales” y “nobles” de la localidad,
acostumbrada a no tolerar tal tacha.

Otra hija, DOÑAJUANA DE LOS ANGELES


CONTRERAS, casó nada menos que el rico y poderoso
militar, hacendado y noble reciente Sargento Mayor y Regidor
DON JUAN JOSE ARAUXO GIL DE LINARES, de la “gente
principal” de El Tocuyo.

Otro caso similar fue el de MARIA DE LA


ENCARNACION AGUILERA, Bautizada en El Tocuyo en
1690 --asentada en el libro de blancos-- como expósita en
casa de Juana Camacho y fue una de las blancas expósitas
que procrearon sin contraer esponsales dando lugar a los
Fernández de Azuaje, ya que el padre de sus hijos fue
JOSEPH AZUAXE, “hombre español llano, soltero, natural
de Trujillo”, a quien se enterró en el Hospital el 8-2-1735,
asentándose en el libro del “común” por “error” como dice la
partida.

Su hijo, JUAN MIGUEL AZUAJE, Bautizado el


19 6-1718 --y asentado en el Libro de blancos-- en El Tocuyo
casó el 25-1- 1737 y se veló el 25-12-1737 con MARIA DEL
ROSARIO LUGO Y CONTRERAS, Bautizada el 14-6-1716
--asentada en el Libro de blancos-- como hija natural de

77
JUANA BUENAVENTURA CONTRERAS, --asentada en su
entierro el 2-1-1745 en el libro de “blancos” como hija natural
de DOÑAJUANA DE ORTIZ, con este título.

Fue hijo de ellos JOSEPH GREGORIO DE


AZUAXE Y LUGO, Bautizado en El Tocuyo el 13-4-1744, en
el Libro del “común” y casó y se veló en Quíbor el 17-9-
1777, en calidad de “blanco”, con MARIA DEL ROSARIO
TORRALBA hija de Cándido Torralva y Barbara María
Rodríguez, nieta materna de Matheo Felipe Rodríguez Franco
y Carmona de Mesa y Rosa Montesinos-Cordero-Soto, de
las familias blancas llanas más respetables de El Tocuyo y
la Nueva Segovia.

Su hija, DOÑALUISA DE AZUAXE Y TORRALBA,


protagonizó en 1792 un largo Juicio contra el cura de El
Tocuyo Don Domingo Hurtado de Mendoza, con motivo de
su boda con el Gallego DON DOMINGO GOMES que lo
acusó de que su esposa “fue tratada como una mujer de
mala casta sin el título de Doña” El Cura alega que si la
amonestó sin este título era por que “la dha ( dicha) Luisa
María sus padres y abuelos jamás han obtenido en esta
ciudad el tratamiento de Don”.

Dice que encontró su partida de bautizo en los


Libros del “Común”, lo cual fue parcialmente cierto, como
en efecto pudo comprobar que ella, su padre, JOSEPH
GREGORIO DE AZUAXE, y sus tíos estaban asentados en
el libro del “Común” como “blancos pobres”, pero sus abuelos
JUAN MIGUEL AZUAJE Y MARIA CONTRERAS y sus
bisabuelas MARIA ENCARNACION AGUILERA, expósita,
JUANA BUENAVENTURA CONTRERAS y su tatarabuela
DOÑAJUANA DE ORTIZ, expósita “Y tanto ellas como sus
hijos y parientes han sido asentados en el libro de blancos”
con esa calidad.

78
Dice que en tal circunstancia y por no venir por
legitimidad por que su abuelo JUAN MIGUEL AZUAXE no
fue legítimo hijo de MARIA ENCARNACION, muger ordinaria
y su mujer MARIA CONTRERAS era hija natural de JUANA
VENTURA, también hija ilegítima de JUANA ORTIZ “de
sórdido nacimiento” a quienes “ ni se les ha distinguido con
el Don ni han estado en dha (dicha) posesión en tiempo
alguno”.

Arguyó el Cura que “Juan Gregorio, su padre, y


JUAN MIGUEL, su abuelo, han estado “siempre reputados y
colocados en la casta de mestizos y no en la de blancos
según la publicidad de esta ciudad y como tales se han
exercitado en los oficios inferiores sirviendo a los blancos
que siempre los han tratado como a personas inferiores
ordinarias y no he visto darle el tratamiento de Don a los
mestizos”.

Como lo señalan GOMES y su futura mujer,


apoyados en las partidas certificadas por otro cura de la
ciudad, nunca se asentó la categoría de mestizos en las
partidas de esta familia y por el contrario las veces que
aparece una categoría es la de blancos pobres, al igual que
indistintamente se asentaban en los libros de blancos y de
mestizos y rara vez en el del Común, donde por error se
habían asentados también partidas de “blancos Principales”
como Don Antonio de Escalona. Incluso el matrimonio de
sus padres GREGORIO AZUAXE Y MARIA ROSARIO
TORRALVA, acaecido en Quíbor el 17-9-1777, resulta prueba
irrefutable pues un cura sobremanera escrupuloso les
declaraba “blancos” a todos siendo los abuelos maternos
Cándido Torralva y Barbara María Rodríguez asentados como
don y doña en la partida.

En vista de ello, DOMINGO GOMES llevó a Caracas

79
el Juicio, declarando en ocasión del triunfo de su causa “se
mande al cura de El Tocuyo le ponga en la amonestación el
tratamiento de DON a la dha (dicha) DOÑALUISA, como se
lo dio la Real Audiencia de Caracas en AUTO del 30-3 1792”
pues de lo contrario apelará ante los tribunales superiores, y
en tal carácter fue asentada la Boda el 11-7-1792.(Archivo
Arquidiocesano secreto de Barquisimeto. Legajo
Matrimoniales de El Tocuyo. A.G.N. Sección Discensos
Matrimoniales)

80
CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN
EUROPEA DURANTE LA COLONIA
Muy lento tuvo que ser el crecimiento vegetativo
de las primeras familias coloniales tocuyanas en el siglo XVI.
La población europea hubo de crecer lentamente producto
de una natalidad restringida por la escasez de mujeres de
origen europeo y producto de maridos y mujeres que por
necesidad vivían geográficamente separados (por ejemplo,
Juan de Villegas y Doña Ana Pacheco), y de una mortalidad
elevadísima por la dramática situación sanitaria de la
Venezuela de la época, plagada de endemias y epidemias
de tres razas diferentes y coexistentes, en guerra continua
con los indios.

La mayor solidez militar y económica del


asentamiento en siglos posteriores --XVII y XVIII-- generó un
lento pero certero crecimiento (que se puede apreciar en los
gráficos que al respecto se han elaborado con la
documentación existente) que comprueba la evolución de
los índices de natalidad, mortalidad general e infantil. Puede
verse el peculiar proceso de crecimiento poblacional en la
“casta de los blancos” al analizar seria y detalladamente los
cuadros y gráficos estadísticos elaborados para tal fin.

La ciudad fue fundada por 120 hombres, con


unas 50 familias --mujeres e hijos y criados (estos últimos,
engloban los parientes, u otros españoles que les servían
como ayudantes a los vecinos principales, en oficios diversos
como escribientes, administradores, y algunos más de
verdadera importancia)-- que sumaban en ese momento
inicial unos 250 a 300 habitantes blancos, cifra que tuvo un
rápido y breve apogeo señalado por el obispo Fray Miguel
Jerónimo de Ballesteros; quien declara en 1549 que la ciudad

81
tendría 100 vecinos, mientras que Coro sólo tenía 40, muchos
de ellos enfermos. (Boletín A.N.H., vol. 70: 3-14). Luego, en
1579 señalan las relaciones geográficas que algunos de los
pobladores iniciales por haber marchado a fundar otras
ciudades, en consecuencia en El Tocuyo sólo quedaron 38
vecinos encomenderos.(Arellano Moreno, 1964:150)

Fueron estos 38 vecinos y otros que luego de


concluida su vida militar volvieron a El Tocuyo, donde tenían
sus hijos y parientes, y que generaron las primeras familias
de la ciudad (en su mayor parte representaban la élite de la
sociedad colonial tocuyana desde el siglo XVI al XIX). En
cifras de la época “un vecino que posee vecindad es cabeza
de familia incluidos servidumbre y parientes”, lo cual equivale
de 5 a 6 blancos por cada vecino, que en nuestro caso
representa unos 200 a 240 habitantes blancos.

El lento crecimiento de la población tocuyana


blanca fue mayor desde 1578 hasta 1607, cuando ascendió
hasta sólo a 50 vecinos y los encomenderos se mantuvieron
entre unos 34 a 38 (Arellano Moreno, 1947:133 s.). Con este
aumento de 12 vecinos, no debió a su vez elevarse en más
de 72 habitantes el número de personas blancas (cálculo
apróximado).

Según un documento datado hacia 1660 se


menciona la cifra de 60 a 70 vecinos (Archivo Archidiocesano
Secreto de Barquisimeto, Legajo Varios, No 1), lo que sugiere
que el crecimiento de la población blanca entre 1607 y 1660
no fue mayor de 15 a 20 vecinos, lo que representa 100
nuevos blancos. Se podría estimar la población blanca era
de unos 380 habitantes.

En total, durante el primer siglo hasta 1660, la


población colonial de El Tocuyo no tuvo un aumento mayor

82
a 160 blancos, que añadidos a los 220 españoles
preexistentes generan cifras cercanas a los estimados de
380, que la documentación revisada en los archivos permite
aproximar hacia 360-380 blancos (por blancos o españoles
se incluyen todos los subgrupos sociales ya mencionados).
Durante este período los “principales vecinos “ constituían
por lo menos la mitad de los blancos. En un más de un siglo
1545-1660, la población blanca apenas aumentó un 68 %
por ciento: la mayoría nacidos en El Tocuyo; y sólo se
duplicará hacia 1739, cuando aproximadamente ya existían
450 blancos. Estos datos son aproximación de las inferencias
de los libros bautizos, matrimonios y entierros de esas fechas
(y anteriores), y otras del interesante libro de confirmaciones
del Obispo José Felix Valverde. Esto indica un crecimiento
anual vegetativo neto de sólo 1.3 a 1.5 nuevos blancos, en
su gran mayoría tocuyanos, representando una variación
promedio anual de 0.6 %. Estas cifras son elocuentes sobre
la insalubridad del establecimiento y las condiciones médico-
asistenciales durante el siglo XVI y XVII, y principalmente las
que representaron la viruela y otras plagas epidémico-
endémicas (enfermedades pesthinenciales, según el uso de
aquel período) en brotes fatídicos como el de 1595, que
virtualmente “despoblaron” la ciudad y la Provincia de
Venezuela.

Para 1747 volvió a azotar a “la ciudad madre”


otra epidemia de viruelas, que atacaría nuevamente entre
1766 y 1768 con numerosas víctimas blancas. Es por ello
que, según la Matrícula de 1768, elaborada con gran
precisión por los curas tocuyanos, aparecen sólo 545
personas blancas, lo cual representa un crecimiento respecto
a 1660 de un 47.29 % y una variación promedio anual de
0.47 %. Hay que considerar también que la población blanca
tocuyana residente en las doctrinas y misiones representaba
por lo menos el 40 % del total de la jurisdicción, y la población

83
en los campos de El Tocuyo representaba un 60 %, de
manera que la cifra de ascenso tal vez haya sido 1 % anual
(es decir, el doble). Estas cifras muestran diferencias
significativas --40 % mayores-- con las del período
precedente. Si las comparamos luego con las cifras desde
1788 hasta 1800 en que se contaron 850 personas blancas
en El Tocuyo y sus campos, se muestra un crecimiento de
un 56 % en apenas 30 años, lo cual representa una variación
promedio anual de 1.75 %, que triplica las cifras
preexistentes, o las sextuplica, si consideramos que la
población blanca en las doctrinas por lo menos representaba
cifras iguales a las de la ciudad.

Fue debido al mejoramiento de las condiciónes


sanitarias precarias y aún las socioeconómicas deplorables,
preexistentes para los siglos XVII y XVIII, y al desarrollo de la
economía agrícola y ganadera en El Tocuyo, que la población
blanca aumentó considerablemente.

Entre otros fenómenos involucrados en


el lento crecimiento de la población blanca entre 1545 y 1748,
que luego aumentará, triplicándose la variación promedio
anual entre 1748 y 1800, tenemos los proceso étnicoes de
blanqueamiento que elevaron la población blanca
proveniente de blancos de la “pleve” e hijos naturales de
madres mestizas --a expensas del estrato aborigen--,
especialmente durante fines del siglo XVIII. También
contribuyeron a ello la elevada mortalidad general, neonatal
e infantil; el descenso de la natalidad; y el éxodo de la
población blanca hacia los pueblos de doctrina.

En este lapso, en El Tocuyo, la relación


de los vecinos “principales” y “llanos” desde 1660 a 1770
tuvo una oscilación franca. La población “principal” pasará
de un 59 % de los bautizos de blancos en 1660-1670 con 8

84
bautizados al año a un porcentaje de 42 % para 1690-1700,
con un promedio de 12 bautizados al año. Pero
posteriormente la población “principal” disminuirá en
porcentaje total a un 40 % en 1720-1740 y a un 35 % en
1760-1780, para luego en 1800 sólo representar un 28 %
del total.

El inicial ascenso de la natalidad real, que se


verificó a fines del siglo XVII, demostrable perfectamente por
su aumento entre 1660 y 1700 de modo considerable --pero
a expensas de la población “llana”--, tuvo una posterior
tendencia a disminuir, especialmente a mediados del siglo
XVIII. Al estudiar la composición y el número de nacimientos
en esta población en sus diferentes subgrupos identificables
de la llamada “gente blanca” o “española” se encuentra la
siguiente evolución: la proporción inicial de los subestratos
del estamento blanco era predominantemente a favor de la
“gente principal”. De un 80 % que representaría en 1581,
pasará a un 75 % del total para 1607, y a un 60 % para
1660. Para 1660-69, el 59 % de los bautizos de blancos --8
bautizados anuales-- correspondían a la “gente principal”,
seguida por un 20 % --2 bautizos al año-- de “blancos llanos”.
Los hijos expósitos (a saber, hijos bastardos de doncellas
principales) y los hijos naturales de blancas llanas
representaban aproximada y respectivamente el 14 % y el 5
% de los bautizos de blancos.

Esta relación quedará alterada cuando a pesar


de un número de nacimientos crecientes de “principales” de
8 a 12 bautizos anuales de 1660 a 1700, el número de “llanos”
se cuadruplicara de 2 bautizados al año en 1660-1670 a 11
en l690-1700, alterando la relación porcentual de los
“principales” y “llanos” a 42 % y 38 % respectivamente en
1700.

85
El número de expósitos se mantuvo estable
porcentual mente de 14 % a 12 % para 1660-1700, a
diferencia de los hijos naturales de mujeres llanas, quedaron
estabilizados con tendencia a descenso muy leve, originando
una variación porcentual de 8 % a 7%. Es durante el siglo
XVIII cuando se alcanzarán relaciones porcentuales de
máxima diferencia para 1760-80 cuando los “llanos”
representarán el 46 % de los bautizados blancos, los
“principales” el 35 % y los expósitos e hijos naturales el 14
% y 4 % respectivamente.

Es trascendente el hecho de que el crecimiento


de la población blanca durante el siglo XVIII será debido al
aumento de los “blancos llanos” a expensas del
blanqueamiento de los mestizos de la ciudad. La población
blanca llana pasará de un 20 % con 2 bautizados al año
para 1660-1670 hasta aproximadamente un 38 % con 11
bautizados al año para 1690-1700. Posteriormente, el cambio
será más drástico en el siglo XVIII, cuando del 43 % en 1720-
1740 pasará a un máximo de 45 % para 1760-1780. Estos
cambios también serán motivo de profundo análisis dada la
complejidad de los variados factores involucrados, bajo el
título “evolución socio étnica de los blancos del estado llano”.

Un hecho muy peculiar viene a observarse para


1790-1800: la cantidad de hijos naturales de mujeres blancas
y expósitos representaron el 20 y 10 % respectivamente de
la población total de blancos, que pasará a constituir un 30
% como mínimo de los bautizados en la ciudad para fines
del siglo XVIII. Este hecho podrían explicarse con una
tendencia a menor rigidez moral con que se cuestionaban a
los hijos bastardos y una mayor resistencia por parte de las
doncellas solteras a ser obligadas a contratos matrimoniales
por parte de sus padres, debido por lo general al creciente
cantidad de blancos llanos que aumentaron en la ciudad para

86
entonces, además de que la “gente principal” había
empezado a arruinarse y a perder muchos de sus privilegios
económicos.

Además, veremos que la relación se invierte para


la independencia puesto que entre 1810 y 1821 la cantidad
de hijos naturales pasa a representar el 35 % de todos los
bautizados y el de expósitos un 5 %, viéndose que hasta las
mujeres “blancas principales” aparecen como madres
solteras para el período. Estudios sobre las catástrofes de
las guerras en todas partes del mundo, muestran similares
características para estos períodos de “tragedia”.

Resulta interesante analizar la evolución de la


natalidad entre 1715 y 1760, cuando los bautizos anuales
variaron de 25 a 17 en la población blanca total, acompañado
de un descenso de la mortalidad total de 16 a 14 defunciones
anuales, con un predominio de 26 % de menores de 1 año y
una mortalidad infantil de 18 a 21 %. La deducción lógica de
este conjunto de hallazgos estadísticos nos permite hacer la
afirmación significativa de que el descenso de la natalidad
aunado a una alta mortalidad total e infantil generaron un
crecimiento exageradamente leve en la población blanca de
El Tocuyo entre 1700-1760. Si bien la natalidad tendió a
disminuir en el siglo XVIII, es de destacar que debido a una
tendencia a la reorganización de los componentes de cada
subgrupo blanco, que generarán cambios tan drásticos para
los 40 años comprendidos entre 1660 y 1700 y luego
acentuados para 1740-1800.

Entre los factores influyentes en el ascenso de la


natalidad a mediados del siglo XVIII, estuvieron el
mejoramiento de las condiciones socioeconómicas generales
y el desarrollo del régimen de las “haciendas”, que fortaleció
a la población blanca, además de otros hechos como la

87
residencia de la población en los suburbios y en la propia
ciudad. Cuando el desarrollo de la encomienda de tributo y
la superpoblación de blancos en la ciudad originaron
respectivamente el éxodo de los blancos y mestizos de la
ciudad a las tierras baldías abandonadas por el éxodo
aborigen a las haciendas, se “despoblará” la ciudad de gran
parte de los blancos; lo cual generara un descenso de la
población blanca y de la natalidad de este grupo,
manteniéndose constante la tasa de mortalidad, que fue el
fenómeno observado en la práctica desde 1758 a 1800.

El mencionado éxodo blanco y mestizo a las


haciendas, aunado a la “mestización” del aborigen por su
migración a las haciendas y su éxodo a la ciudad, reforzará
el proceso de intenso “blanqueamiento” de los mestizos de
la ciudad y las doctrinas.

Esto invertirá las relaciones porcentuales entre


aborígenes, mestizos y blancos en las doctrinas, donde los
Indígenas nunca estuvieron por debajo del 85 % en el siglo
XVII, cuando en doctrinas como Quíbor y Humocaro Bajo,
para mediados del siglo XVIII, los aborígenes sólo
representaban el 40 % de la población; el 10 % del total era
blanca; un 25 % mestiza y 25 % parda libre y esclava. Al
respecto, pueden consultarse los datos y gráficos estadísticos
de las doctrinas para los siglos XVII y XVIII.

En la ciudad de El Tocuyo, entre 1760 y 1800,


las tasas e indicadores antes señalados quedaron
estabilizados en 16 y 14 habitantes la natalidad total y la
mortalidad total anuales, respectivamente, y a 25 % las
defunciones de párvulos anuales y 19 % de mortalidad
infantil. Esto se deberá al hecho de que todo el excedente
de la población adulta y párvula blanca se marchaba a las
antiguas doctrinas, no aumentando las cifras de natalidad

88
aún si se toma en cuenta el efectivo crecimiento poblacional.

La consecuencia de los hallazgos teóricos nos


inclina a esperar un escaso crecimiento en este período, lo
cual no coincide con la realidad por las razones antes
indicadas; pues la población blanca pasará de 545 habitantes
en 1768 a 850 habitantes en 1800, con una tasa de variación
promedio anual de 1.75 %, el triple de la observada hasta
entonces. En conclusión, se puede inferir como causa
principal de tal ascenso el blanqueamiento.

El número creciente de mestizos, que se


incrementó de 130 habitantes con 7 bautizos al año para
1660 hasta 500 habitantes, con 19 bautizos al año en 1720,
puede explicar perfectamente que el blanqueamiento fuere
la principal vía de incremento de la población blanca tocuyana
en el siglo XVIII.

Como argumento principal se tiene que hubo un


aumento total de blancos aunado con el número selectivo de
blancos del estado llano, que pasaron en el mismo período
de un 20 % al 30 % de la población blanca. Estos valores
pasarán a 840 blancos y 1500 mestizos en 1800, con un 70
% de blancos llanos e hijos naturales para la misma fecha,
lo cual explica de manera elocuente el fenómeno ocurrido.
El proceso fundamental, como se ha mencionado, fue un
predominio del crecimiento de la población a expensas del
estado llano, producto del blanqueamiento de los mestizos -
-estos grupos de mestizos incluidos dentro de un grupo
común con los “blancos” por el Obispo Martí y los curas
locales para mediados del siglo XVIII, son obviamente
subvaluados.

Dentro de las estadísticas y matrículas los


mestizos estaban sumados con los blancos, pues estos

89
últimos deseaban a toda costa separar los grupos “libres de
sangre negra” del resto de la población del “común”. De esta
manera, el número real de descendientes mestizos se
subestima y no tardaron en denominarse “blancos” por el
predominio de este grupo étnico en la relación porcentual
del fondo común de genes de la población mestiza, donde
representaba un porcentaje no menor del 70 %.

Como veremos en las gráficas y estadísticas,


producto de sumar individuo por individuo de las matrículas
existentes durante el siglo XVIII, dado el porcentaje de error
que tienen las clasificaciones simplistas de los curas de la
época, con el previo conocimiento de la genealogía, incluidas
todas en esta obra, los mestizos pasaron de 130 habitantes
en 1660 a 500 en 1720 y luego a 1500 en 1800, lo cual
refuerza sin duda alguna nuestras teorías.

Todo lo cual nos indica que el éxodo temprano


de los aborígenes de las doctrinas desde fines del siglo XVIII,
aunados al “blanqueamiento” y el mestizaje que finalmente
consumió la población aborigen. La población aborigen de
la ciudad de El Tocuyo era para 1660 de 400 habitantes y un
24 % del total de la población de la ciudad, y los mestizos
conjuntamente con los blancos, representando un 28 a 32
% del total; y en poco menos de 120 años, en que pasó la
población total de 1600 habitantes a 7500, tan sólo
representó unos 350 habitantes y un 5 % para 1778. Por
otra parte, se recordará el intenso éxodo aborigen despobló
las doctrinas, y fue consumido como grupo de tal manera
que no sólo no aumentó la población indígena en la ciudad
de El Tocuyo, sino que como es obvio por el contrario
disminuyó.

La principal consecuencia del éxodo blanco


y mestizo a las doctrinas durante 1690-1750 será la

90
disminución de la natalidad real en la población blanca de
un total de 26 bautizados al año en 1715 a 16 en 1790, lapso
éste en que la población blanca de la ciudad se mantuvo
prácticamente estable, dada la estabilización de la tasa de
defunciones anuales del grupo alrededor de 14 al año.

La tendencia de los blancos de todos los


subgrupos a concentrarse en las villas de doctrina era de
índole económica principalmente -- el sistema de las
haciendas- que trataremos a continuación. Veremos entonces
que en aquellas doctrinas donde los “blancos” representaban
tan sólo un 1 % para 1581, llegarán a representar un 10 %
para 1748 y los mestizos de un 2,5 % para 1581 pasarán a
un 25 % en el año 1748.

La intensificación del mestizaje de los aborígenes,


iniciado apenas en el siglo XVII; producirá un aumento de
los blancos tan notorio como el operado en Quíbor donde
representaban los “blancos” más del 10 % de los 4200
habitantes de esa villa en 1768- 420 habitantes, siendo la
población blanca de El Tocuyo ligeramente superior a la de
la misma villa para el mismo momento. Si comparamos la
composición en llanos y nobles vemos que en Quíbor la
“gente principal” representaba un 5 % de la población blanca;
y los llanos, expósitos e hijos naturales un 95 % del total,
mientras en la ciudad, los nobles no representaban menos
del 35 % para ese momento. En la villa de doctrina de
Humocaro Bajo, puede verse el mismo proceso donde los
blancos apenas sumaban 15 en 1708 y para 1778 la
población de los mismos era al menos de 300 habitantes.

En contraste, doctrinas de indios como


Barbacoas, que quedaron aisladas relativamente del contacto
con el blanco para el siglo XVII y mediados del XVIII para
1800, tenía por lo menos un 70 % de población aborigen

91
total; menos de un 3 % de blancos; y un 8 % de mestizos.
Las razones de la mudanza de blancos y mestizos de la
ciudad a las haciendas y el campo, serán revisadas
suficientemente en la sección de los blancos del estado llano
y los mestizos blanqueados, y al analizar el mestizaje en las
doctrinas de indios, así como al hablar del sistema económico
de las “haciendas”.

Veamos ahora cuál era la relación porcentual de


la residencia real de los blancos en El Tocuyo durante el
período colonial, tanto en la ciudad y sus suburbios como en
las doctrinas y sus suburbios. Según las estadísticas que
posee el autor, la población blanca en la ciudad de El Tocuyo
para el siglo XVII, representaba el 50 % de la misma, siendo
el 45 % vecina de los lugares aledaños en el campo y sólo
un 5 % era vecino de las doctrinas. Esta relación se va invertir
para las primeras décadas del siglo XVIII, en que se intensificó
el éxodo de blancos y mestizos y el de los indios a la ciudad
y a las haciendas, abandonando la ciudad y las doctrinas.
Incluso, para mediados del siglo XVIII la población blanca
vecina de la ciudad estaba concentrada en un 60 % en los
suburbios de la ciudad de El Tocuyo, mientras que la
población residente en la propia ciudad era de un 40 %. Estos
estas dos suman en total sólo un 60 % de toda la población
blanca de la jurisdicción, ya que el 40 % estaba radicada en
las inmediaciones de las villas de doctrinas y misiones.

Para la década previa a la independencia, esta relación


se había invertido, cuando el 60 % de los blancos estaban
radicados fuera del territorio y suburbios de la ciudad para
establecerse en las doctrinas y sus campos aledaños.

92
LOS ABORIGENES

La población indígena de El Tocuyo estaba


formada por las llamadas “naciones”, subgrupos entre los
que se incluyen las etnias caquetías, gayones, ajaguas,
coyones, cuibas, guamonteyes, buires, camagos y otros.

Al inicio del período hispánico, los indios de la


jurisdicción de El Tocuyo eran aproximadamente 20000
(AVELLÁN DE TAMAYO, 1997 ; 352). En las relaciones
geográficas de 1579 existían 38 encomiendas de indios, y
para 1581 había 30 a 34 de ellas, de las cuales la mayor
tendría unos 200 indios, lo que representa unos tres a cuatro
mil aborígenes. (Arellano Moreno, 1964: 150). En 1582 se
contaron 2600 indios (Tamayo, idem)

En una matrícula levantada en 1609 se contaban


en las 5 áreas de concentración de los indígenas existentes
en la jurisdicción de El Tocuyo 2590 aborígenes, distribuidos
así: Humocaro (708), Guarico (548), Yacambú (606), Sanare
y Caura (728). (Perera, 1964: capitulo 2)

Otra matrícula de 1696, cuando se realizó una


concordía para acordar los estipendios de los clérigos
doctrineros bajo el Gobernador Don Diego Ximenes Enciso
y el obispo Don Diego Bañez y Sotomayor, se encontró la
siguiente distribución de la población indígena de El Tocuyo:
Humocaro Alto 213 indios, Humocaro Bajo 82 aborígenes,
Quíbor 101, Guarico 213, Sanare 112 y Cubiro 110
aborígenes. El total sumaban 813 indios, los cuales
seguramente corresponden a los indios cabeza de familia y
útiles (de doctrina), lo que permite calcular la población total
en unos 3000 a 4000 indios. (Perera, 1964)

93
La sociedad colonial había sido dividida por las
leyes de indias en dos castas con jurisdicción legal diferente.
Mediante procedimientos legales específicos, la Corona
buscaba manejar fácilmente la conflictiva situación política
de la colonia. En Venezuela, las dos castas identificables; la
de los españoles e indios, estaban excluyentemente
clasificadas con autoridades particulares a cada una de ellas,
lo que intentaba establecer una mejor organización político
administrativa. No obstante, a pesar de que una estructura
de este tipo pudiera bien ajustarse a la natural segregación
entre dos culturas y grupos étnicos diferentes, numerosos
factores modificadores generarían una situación por completo
diferente, siendo el de mayor envergadura el mestizaje y sus
consecuencias sociales.

Como veremos a continuación, a pesar de los


supuestos parámetros simplistas de clasificación existía
también una marcada subdivisión interna de la casta de los
indios. En la mayr parte de los casos influía definitivamente
en ella el origen y procedencia del cacicazgo y la nobleza
aborigen. En no contadas ocasiones, la nobleza aborigen
gozaba de especiales fueros y privilegios que la equiparaban
a los descendientes de europeos en muchos aspectos.

Por otra parte, los primeros conquistadores


habían intentado desde la fundación favorecer el cacicazgo
hereditario de aquellos jefes indígenas que habían sido
poderosos aliados durante la conquista, aunque para ello se
hubieran segregado líneas con derechos hereditarios más
legítimos y firmes. Estos sucesos de supremacía local para
la sucesión hereditaria del cacicazgo creaban una especial
situación como veremos. Los jefes y caciques generalmente
eran confirmados por las autoridades hispánicas en estos
cargos hereditarios y para ello primordialmente influían los
méritos bélicos, al bando de los conquistadores. Es evidente

94
que esto generó una situación administrativa que fortaleció
peculiar y profundamente al poder hispánico en lo local.

ALTERNANCIA SOCIO-ETNICA ENTRE ESPAÑOLES Y


ABORIGENES

Señalan Magnus Morner en su libro “La mezcla de


razas en la América Latina” y Santos Rodulfo Cortés en su
obra “El régimen de las gracias al sacar en Venezuela” que
en la “Real Pragmática de Matrimonios” de 1778 y 1790, el
Rey ordenó que “en las informaciones sobre limpieza de
sangre... no se ponga entre las malas razas o con tacha la
de indios”, excluyendo explícitamente a los indígenas de las
listas de los grupos raciales o sociales sobre quienes recaían
prohibiciónes o discensos para contraer nupcias con
europeos. Santos Rodulfo Cortés señala que “Por habérseles
considerado por la legislación del Imperio como españoles
por nacimiento y súbditos directos del soberano todas las
Cédulas Reales y Provisiones de las Audiencias posteriores
trataron de ratificar este concepto”. (Rodulfo Cortes 1978, I)

Debemos agregar que el punto de partida de las


castas españoles e indios involucraba primordialmente fines
políticos-adminitratitivos y en este caso la excusa perfecta
era la protección del indígena, que sabían era frágil ante los
desacatos a la Corona por parte de los españoles
peninsulares y criollos.

Los fundamentos legales de la alternancia entre


blancos e indios son los siguientes: La ley 7, título 7, libro 1
de la recopilación de leyes de indias encarga a los obispos
de indias que “ordenen de sacerdotes a los mestizos si
concurrieren a ellos la suficiencia y calidades necesarias
precediendo de diligente averiguación de su idoneidad,
costumbres y nacimiento de legítimo matrimonio” --

95
Recopilación del 31-8-1588, de cuya disposición se ha
deducido que habilitados para tan alto ministerio lo están
por necesidad para la instrucción de la gramática, fiilosofía,
teología, moral, escolástica y dogmática, y hechos sacerdotes
se hallan aptos para predicar, confesar, servir de curas de
almas, y dispuestos para otros ascensos eclesiásticos,
adoptando el pensamiento para los estudios y ciencias
correspondientes a las carreras militar, civil y política.

En la primera época, aunque a los mestizos no


se les negaba el derecho que tenían por naturaleza y origen,
se les excluía de cargos y empleos públicos por neófitos,
viciosos, de malas costumbres, espurios, ilegítimos e
incapaces para desempeñarlos y por cuyo juicio la ley 40,
título 8, libro 5 prohibe que puedan ser escribanos y notarios
públicos, recopilación de leyes de indias del 15 11-1576, la
ley 7, título 6, libro 6; que sean protectores de indios,
recopilación de leyes de indias del 20-11-1578, y aún la Real
Cédula del 13-12-1577 expedida al Obispo del Cuzco
encargándole que cuidase mucho de las personas que
estuviesen asistidas de la virtud, calidad y prendas
necesarias, se les previno excluyeran principalmente a los
mestizos hasta que otra cosa no se proveyese. Las Reales
Cédulas del 21-1-1594 y del 24-3-1621 para contener el
desorden y sus graves perjuicios controlaba que por falta de
sacerdotes que supiesen la lengua de los indios en Lima se
les ordenara y encargaran doctrinas a los mestizos, en vista
de observarse tal arbitrariedad, excesos y abusos aún
respecto de los que eran ilegítimos, sin que por ella
consiguieren los mestizos dignidades, prebendas u otros
distinguidos beneficios eclesiásticos. En la tercera época,
todos estos obstáculos fueron allanados y se habilitaron a
los mestizos para tan altos honores, pero se excluyo a los
pardos, mulatos y otras castas de ellos --Juan de Solórzano,
Política Indiana, Libro 2, Capitán 30--.

96
(Morner, 1969:51 s. y Rodulfo Cortes, 1978:II 129)

La Real Cédula del 7-4-1778 en que circuló a indias la real


pragmática del 23-3-1776 sobre licencias de contraer
matrimonios, al mismo tiempo que comprendió... a los
caciques e indios puros se excluyó de ella a los mulatos,
negros...e individuos de castas y razas semejantes, tenidos
y reputados por tales, exceptuando a los que sirviesen en
las milicias o por su reputación buenas operaciones y
servicios se distinguisen de los demas. Lo mismo decretó el
5-5-1781 la de Chile en su artículo 5, y la de México del 1 -8-
1781.

El Dr Juan German Roscio declaraba el 11-9-


1798 en su información para ser incorporado en el colegio
de abogados que “ ni en la letra ni el espíritu de ella --las
constituciones-- se nota tal diferencia ni se le habría dado
paso ni aprobación si se le hubiere notado en la corte: luego
es preciso confesar que aunque el pretendiente fuese tenido
o reputado por indio seria lo mismo que ser(lo)...por blanco,
y blanco que por el origen y carácter de la nación, por los
pactos y derechos inviolables y sagrados con que la
providencia divina la incorporó a la Corona de España” y
que “ si los indios no fuesen blancos e iguales a los españoles
y demás naciones en Europa ni ahora ni desde su
descubrimiento les había sido lícito y permitido el casarse
mestizamente siendo tan recomendada y necesaria,
especialmente en estos tiempos la igualdad de los
contrayentes”.

A su vez, Juan Germán Roscio cita al Rey Don Felipe


IV en la ley fin, título 10, libro 6 de la recopilación de leyes de
indias que declara “quiero que me déis satisfacción a mí y al
mundo del modo de tratar a esos mis vasallos y de no hacerlo

97
con que en respuesta de esta carta ver yo ejecutados
ejemplares castigos en los que hubieren excedido en esta
parte, me dare por servido y aseguraos que aunque no lo
remediéis lo tengo de remediar y mandaros hacer gran cargo
de las más leves omisiones en esto por ser contra Dios y
contra mi y en total ruina y destrucción destos reynos cuyos
naturales quiero y estimo que sean tratados como lo merecen
vasallos que tanto sirven a la monarquía y tanto la han
engrandecido e ilustrado”. E igualmente en el artículo 9 del
Título 2, Libro 2 y del artículo 23, del Título 10, Libro 6 su
conclusión por las injurias y daños que experimenten,
declarando en aquella el señor Don Felipe IV el deseo de
favorecerles y hacerles bien, el de servicio que de lo contrario
resultaba a su majestad y encargando y mandando a los del
real consejo de indias que con particular afecto y ciudado
procurasen siempre proveer lo conveniente acerca de esto,
para que en todo fuesen tratados, mirados y favorecidos como
vasallos suyos castigando con rigor a los que lo contrario
hicieren para que con esto entendiesen la merced que S.M.
les deseaba hacer bajo su real protección y amparo había
sido para el bien de todos ellos”, disposiciones que luego
confirmará enérgicamente el Rey Don Carlos II, y no
contentos con ellos el artículo 21 del título 10, Libro 6
declararon “que fuesen castigados con mayor rigor los
españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los
indios, que si los mismos delitos se cometiesen contra
españoles declarándoles finalmente como delitos publicos”.
Por las leyes 16, título 12, libro 6 y la ley 7, título 5, libro 7 se
impuso a los negros y mulatos que tuvieren indios a su
servicio la pena de cien azotes publicamente por la primera
vez, de cortarles las orejas por la segunda, o de desterrarlos
para siempre conforme a las circunstancias”. Juan Germán
Roscio declara que la Ley 7, título 7, libro 1 pasó en silencio
que sean “ los indios y mestizos de aptos para obtener los
honores y distinciones nacionales expresamente les abrió el

98
camino para ser incorporados en el estado eclesiástico
secular y regular...limitada únicamente a los que tengan mala
mezcla o a los ilegítimo s o a los que no tengan las virtudes
necesarias para desempeñar el oficio”. Roscio declara que
“acerca de la inviolabilidad y firmeza de todos los derechos,
privilegios, gracias, mercedes, preeminencias y
prerrogativas” de los indios, los monarcas insistieron de tal
forma que la ley 5, título 1, libro 2 de la recpilación del
recopilación de leyes de indias “que se guardasen
inviolablemente y sin embargo de apelación o suplicación
las que fueren en favor de los indios so pena de la real merced
--a los más altos funcionarios de Virreyes para abajo.

Juan Germán Roscio apoya el principio de la “no


segregación” en la ley 2, título 1, libro 6, de la recopilación
de leyes de indias que jdeclara “es nuestra voluntad que los
indios e indias tengan como deben entera libertad para
casarse con quien quisieren asi con indios como con
naturales de nuestros reynos o españoles nacidos en las
indias y que en esto no se les ponga impedimento”.
Igualmente lo reforzaron las reales pragmáticas de
matrimonios. La de Santiago de Chile el 15-3-1779, aprobada
por Real Cédula el 22-8-1780 en su artículo segundo,
considerando “injusto e irracional el discenso a este respecto”.
La de México, aprobada por Real Cédula del 13-11-1781 en
artículo 1 y 5 concuerda en ello, y en la Real Cedula de
erección del colegio de nobles americanos erigido el 15-1-
1792 en Granada y donde se dice en el segundo artículo
que serán “llamados a su incorporación e ingreso por
solamente los hijos de caciques si también los demás indios
y mestizos nobles sin distinción alguna” Así se explica que
la corte rechazara todo tipo de prueba en los juicios de
limpieza prematrimonial en que estuvieran involucradas los
indios, por que era admitido sin reservas que ellos tenían
convalidación de honores, dignidades y alternativas sociales

99
con los blancos españoles”. (S.Rodulfo Cortés, 1978, II:129)

Por estas razones, en las instituciones no se


opusieron trabas y obstáculos al ingreso y ascenso de los
hijos de indios o mestizos, si estaban preparados para ejercer
cualquier empleo de república o la iglesia, como solía suceder
y se vio desde los primeros años de la conquista con los
hijos de Esteban Mateos, Joachim Ritz y Diego Ruiz Vallejo.
Por el contrario, para los siglos XVI y XVII, los caciques y sus
descendientes estaban legítimamente autorizados a llevar
el título de “don”, que sólo una minoría de los blancos podían
ostentar por ordenanzas reales específicas . Los indios y
mestizos descendientes de caciques gozaban de un status
social especial que puede verse en los documentos desde
el siglo XVI con el caso de Francisco Faxardo y de celebres
funcionarios mestizos como Martin de Xaen, Alonso Ruiz de
Vallejo, Pascual y Ambrosio Rizz, Diego de los Ríos.

LA “GENEALOGIA” EN LA NOBLEZA ABORIGEN

La nobleza aborigen “titular” era descendiente


hereditaria de las familias de primeros caciques establecidas
con las encomiendas, y cuyo origen no conocemos si fue
por el orden hereditario de los “primeros caciques desta tierra”
como lo declaraban sus descendientes en el siglo XVI. Sin
embargo, aunque las líneas hereditarias no fueren estrictas
por línea primogénita y varonil, el cacique de las encomiendas
debía “descender de antiguos caciques de la tierra”, de
manera que la “genealogía” era uno de los medios vitales
para sostener y mantener el sistema del “cacicazgo
hereditario”, tanto de las encomiendas donde se les
denominaba “capitán de la encomienda” como del “cacique
principal”, es decir, el gobernador indio en las villas de
doctrinas. Para este último cargo, no sólo se requería ser

100
descendiente de los caciques de las encomiendas sino
también de los “capitanes indios principales”.

Como ejemplo de las anteriores afirmaciones, puede


verse en la sección del tecer volumen de esta investigación,
referente a los indígenas, la lista y genealogía de los caciques
de las doctrinas de Quibor, Cubiro, Humocaro Bajo y Alto.

Los altos cargos de “capitán” de encomiendas y


“principales”, el título de “don” y el privilegio de “nobles” que
se había otorgado a la nobleza aborigen indicaban una
posición social muy similar a la de algunos estratos de
españoles venezolanos , que si eran de origen “mestizo” se
esforzaban en demostrar que lo eran de “sangre de caciques”,
aunque en muchos casos no fuera posible comprobarlo. En
este sentido sólo lograron probar que los españoles y sus
descendientes habían tenido a sus hijas e hijos mestizos
con las “indias principales”, como lo dicen algunos
documentos de la época. Así también aparece en la
recopilación de leyes de indias, pero no se conocen los
parámetros usados por los conquistadores y primeros
pobladores para tal clasificación, pues no existen pruebas
definitivas sobre el origen de las antiguas esposas y
concubinas de los primeros conquistadores, ya que no todas
ellas eran hijas de caciques.

Si bien desde los más remotos años iniciales del


período colonial se puede comprobar que en los registros
sacramentales de las iglesias parroquiales no existían libros
de mestizos, ben por la destrucción o pérdida de los mismos
o ya que estos estaban agrupados junto a los blancos, de a
cuerdo con la ley, según disposiciones vigentes desde la
época del Obispo Agreda sólo se llevaban libros de “indios
de doctrina” aparte del de los “vecinos españoles”. Estas
disposiciones no tenían índole segregativa “racial” sino

101
simplemente “legal” en la cual ambos súbditos “españoles”
e “indios” tenían leyes diferentes que los gobernaban según
los recopilación de leyes de indias.

LAS MILICIAS Y EL ABORIGEN

Incluso, tan altos honores como la milicia, nunca


estuvieron vetados a los indígenas, quienes al igual que los
mestizos y blancos fueron en El Tocuyo admitidos a las
milicias de “españoles”, luego de demostrarse que no tenían
“mala tacha de moros, mulatos y judíos” y ortodoxia religiosa
“biexa” por no descender sino sólo de “xhristianos biexos”.
Sin embargo, bien sabemos que los primeros indígenas eran
“gentiles”, que es el término bíblico con el que se denomina
a los indios “no xhristianos”, en un antiguo documento de
bautismo de “adultos gentiles” de 1630 en Quíbor y de 1616
en Cubiro. En consecuencia, la “ortodoxia” se refería a que
por no descender de “sangre africana” no estaban
contaminados en el pasado con la religión musulmana,
diseminada en Africa.

En las milicias ocupaban los europeos y sus


descendientes cargos de capitanes, oficiales y suboficiales,
y los individuos de tropa eran básicamente mestizos y
algunos aborígenes libres descendientes de “caciques”.
Luego con el advenimiento del Siglo XVIII los aborígenes
pasaron a ingresar en las “milicias de españoles “ con carácter
numéricamente significativo. Evidentemente los europeos y
mestizos eran más abundantes, y se reservaron los empleos
de oficiales. En tal carácter también derramaron buena parte
de su sangre en las campañas realizadas en la defensa contra
los piratas holandeses, ingleses y franceses, que asolaron
las costas venezolanas en los siglos XVI, XVII y XVIII y que
luego con orgullo los hijos y nietos de los fundadores
señalaban en sus informaciones de “calidad, méritos y

102
servicios”.

Santos Rodulfo Cortés señala en la citada obra como


natural por este motivo “que no se encuentren nóminas de
indígenas en compañías separadas a las de los Europeos,
es decir las de la “gente de color”, ni aparecían en los
discensos o en los cuadernos de ingreso a los cuerpos
militares alguna pregunta relativa al origen o condición
aborigen de los pretendientes por que se prescribía que eran
iguales a los hijos de los españoles nacidos en América”. En
contraste, tales cuestiones si se planteaban a los que se
sospechara siquiera que pudieren tener alguna línea --por
más lejana que fuere-- de ascendencia africana, así como
de religiones herejes o paganas diferentes al carácter de
“christianos viexos” de sus antepasados, ya fueren moros,
judíos o protestantes. (Rodulfo Cortes, 1978: I, 346 )

EL AISLAMIENTO INDÍGENA EN LAS DOCTRINAS Y SUS


DIMENSIONES DURANTE LOS SIGLOS XVI Y XVII

La política del aislamiento del aborigen en


pueblos de doctrina y en misiones tenía entre otras finalidades
preservar de los abusos ocurridos en otras regiones de
América a tan “frágil” población. En consecuencia, legalmente
los españoles estaban vetados de permanecer en pueblos
indígenas desde 1600, y tales disposiciones fueron
asentadas en 1680 en la recopilación de Leyes de indias,
según señala Mörner (Mörner , 1969, 98). Este veto no fue
respetado por los hispánicos, a menos que los indígenas
protestaran tal violación como lo hicieran en el siglo XVII los
de Humocaro Alto --es de advertir que con muy escasos
resultados. Las autoridades como el Obispo Angulo
investigaron y sometieron a juicio los abusos de los
encomenderos, y de alguna forma los castigaron
severamente .

103
Por citar algunos, doña Felipa de Mora y el
Capitán Thomás de Ponte, su marido, fueron acusados de
obligar a los indios a “trabajar en los obraxes de liensso” en
condiciones infrahumanas, sin respetárseles el domingo ni
el sábado como días de descanso. Otros como el
Encomendero DIEGO RODRIGUES MORENO, en Cubiro
fueron privados de su encomienda porque se le comprobó
haber alquilado los indios para trabajos en construcción de
viviendas y corte de maderas, y por habérsele proporcionado
una serie de vejámenes inauditos, lo cual no impidió que las
irregularidades continuaran sucediendo. En Humocaro Bajo,
por ejemplo, para el 8-5-1649 escribe el Presbítero Salvador
de Villalobos Leal en el libro de entierros, que a FELIPE,
indio del encomendero “ Juan Ochoa de Losada” --el fundador
del pueblo-- no lo pudo enterrar por fallecer en “el trapiche
de su amo y no e podido haser con su amo que benga a su
población” y, más tarde, el 17-6-1655 declara que sucedió
todavía lo mismo, con ANDREA, india de OCHOA, “sin
confición por yo no pude remediar por llevar las indias a
trabaxar tres leguas digo seys distante “ declarando que en
comunicación con “ el bicario no se ha probeydo nada” en
remedio de esta situación. Si bien este veto era en cierta
forma un triunfo para proteger a la población indígena, las
frecuentes violaciones trastornaron sensiblemente la
situación. Además, como no estaba vetada la residencia de
los mestizos de madre india nacidos en el pueblo, el creciente
número de ellos bien pronto vendría a cambiar el panorama.
En este aspecto, autores tan autorizados, como cita a Mörner,
indican que en Nueva España desde 1546 quedaron
excluidos tales individuos, no sólo por mestizos sino también
por ilegítimos, de la supervisión y trato cercano con los
indígenas --este hecho fue frecuente en las doctrinas y
misiones de la jurisdicción de El Tocuyo.

104
Según señala acertadamente Mörner, entre
1570-80 se dictaron leyes prohibiendo acceso a ciertos
cargos como protector de indios, corregidor y cacique a los
mestizos, y luego en 1643 fueron excluidos de ser soldados
según Konetze --el autor de este libro ha observado una
frecuencia elevada de hechos contrarios a estos en El Tocuyo.
Por otro lado, según autorización del Papa y del Patronato,
no se veía exclusivismo en contra de mestizos recientes en
los seminarios y conventos siempre que no fueren hijos
ilegítimos o adulterinos. Sacerdotes tan ejemplares como
Juan Mateos, hijo legítimo de Esteban Mateos y la cacica
doña Isabel, provenían de este origen y gozaban de “honrras
y preeminencias”, debidas a su alta estirpe --su madre doña
Ysabel se supone era descendiente de los caciques
principales caribes de Salvatierra en Santo Domingo.

En otras palabras, indios y españoles --


incluyendo a los mestizos-- amparados por las leyes tenían
jurisdicciones civiles y religiosas independientes y
excluyentes unas de otras, lo que no pudo sin embargo evitar
su “illicita copulla” y unión interétnica. Los indígenas, por lo
menos durante el siglo XVI, estuvieron más protegidos de
los africanos; pues desde 1578 estaba prohibido cualquier
residencia de negros o mulatos en estas doctrinas. No
obstante, fue imposible que la mayor afluencia de estos
negros durante los siglos XVII y XVIII dejara de consumir y
absorber sin freno alguno la población aborigen. Ni siquiera
las mejores intenciones ni la encarnizada oposición de las
altas autoridades lograron impedir esta situación.

LA ENCOMIENDA Y SUS CONSECUENCIAS SOCIALES

Como consecuencia del elevado precio de los


negros esclavos y de su escasa cantidad en El Tocuyo y su
jurisdicción para fines del siglo XVI, por razones que luego

105
se verán en sección aparte, la única fuente de trabajo de los
españoles en las haciendas agrícolas y ganaderas e incluso
en los obrajes(telares) de lienzo era la mano de obra aborigen
de las encomiendas. Como sabemos el sistema de la
encomienda de servicio personal fue introducida al fundarse
El Tocuyo en 1545 y finalmente trocada en la de tributo para
fines del siglo XVII, con una vigencia de por lo menos 150
años.

Según Arcila Farías, entre las características de


la encomienda tocuyana estaban: el establecimiento tardío y
evolución lenta; el trabajo de la mujer; el servicio personal
casi hasta su extinción; encomiendas de escaso número de
indios y con pobreza de rendimiento; vigencia del régimen
de la llamada “encomienda natural” así como el de la
“encomienda de “repartimiento y doctrina” --término usado
para fusión del repartimiento y la Encomienda--. Entre los
fines de la encomienda estaban; sustentar y fijar a los
españoles; conservar la paz con los indígenas y “proteger” a
su población de los malos tratamientos para conservar su
población y fijarlos, ser acicate a la empresa de la conquista
y colonización y al descubrimiento de minas; finalmente
premio a méritos y servicios y socorro a españoles
necesitados.

Según lo establecieron los ordenamientos


jurídicos, era inminente la concentración de la población
aborigen en poblados diferentes a los de españoles. Estas
disposiciones legales generaron intensos esfuerzos de las
autoridades por concentrarla en pueblos de doctrina y
misiones, tal como el efectuado por el gobernador Francisco
de la Hoz Berrío en 1621 y luego apoyado por Gracian de
Alvarado, Juan Ochoa de Losada y otras autoridades
tocuyanas, a lo cual se dedicaron grandes esfuerzos.
Peculiarmente un grupo importante y poderoso de estos

106
mismos vecinos eran los principales interesados en
contravenir las disposiciones reales al respecto por poderosas
razones de índole económica. Además del interés en la
cercanía de la encomienda a sus propiedades por razones
obvias, el sistema de encomiendas múltiples y el “sonsaque”,
y otras irregularidades muy frecuentes. A pesar de estar
prohibido tener haciendas en las cercanías de la jurisdicción
de las doctrinas y misiones para evitar abusos incontrolables,
tales irregularidades al igual que otros vicios como el llamado
“sonsaque” --garantizado principalmente por uniones
matrimoniales, obviando de modo truculento las dispensas
requeridas-- fueron causales fundamentales por las que
algunos grupos privilegiados de la élite blanca concentraron
la mayoría de la mano de obra india de la encomienda en
sus telares de lienzo o en sus haciendas agrícolas o
pecuarias.

Estos abusos, aunados al horario excesivo y a unas


condiciones infrahumanas de trabajo de los encomendados,
bien se pueden ejemplificar con las denuncias y acusaciones
hechas a doña Felipa de Mora, por el sistema de explotación
reinante en los obrajes de Telares de lienzo “Tocuyo”, en que
empleaba los indios de su encomienda que hasta la llevó a
comparecer a juicio bajo graves cargos. En el libro de
entierros de Humocaro Bajo de 1648 aparecen comentarios
del Presbítero Salvador Leal, Doctrinero, donde declara que
el 8-5-1652 falleció FELIPE, indio de Juan Ochoa de Losada,
“y no lo enterré por aver muerto en el trapiche de su amo y
no e podido haser con su amo (que) vengan a su población”.

Igualmente, el 1-4-1652 falleció JUANA, en el mismo


Trapiche. El 17-6-1655 enterró a ANDREA DE OCHOA, “sin
confeción que yo no puedo remediar por llevar las indias a
trabaxar tres leguas digo seys y así en el dho (dicho) las
diligencias con el bicario no se a probeydo nada”. Vemos,

107
entonces, como la estricta jurisprudencia sobre la materia
no pudo ser acatada por numerosos intereses involucrados.
Por otra parte, las disposiciones legales no siempre eran
acatadas por los propios gobernadores; ya que el propio
Diego de Osorio entre 1595 y 1596 concedió una elevada
proporción de encomiendas a mujeres, a menores bajo la
tutela de la madre u otros y aún a sujetos extranjeros, lo cual
era un desafío a las disposiciones legales en vigencia. El
gobernador Sancho de Alquiza declara que en 1602-1606,
en ocasión de regularizar las composiciones y Encomiendas,
no halla los documentos originales ni constancias de las
disposiciones de Diego de Osorio, lo cual deja bastante que
desear.

Otro desalentador ejemplo se ofrece con motivo del


cargo fundamental de “protector de indios”. Las disposiciones
legales indicaban que nunca debería ser encomendero, pero
la realidad era todo lo contrario en El Tocuyo. Una prueba
fehaciente de ello resulta que el protector de indios en 26-5-
1621 era el encomendero Bartolomé de Torralba y la máxima
autoridad, el Capitán General y Gobernador La Hoz Berrío
declara que “no hai vecinos particulares a propósito de los
que no son encomenderos para Protectores de indios”.

Aunque legalmente la encomienda de servicio


personal fue abolida en Venezuela en 1687, sólo a fines del
siglo XVII vino en definitiva a aplicarse tal disposición en El
Tocuyo, como ha visto el autor en numerosos ejemplos
prácticos en todas las doctrinas de El Tocuyo. Por otra parte,
la fundación de los pueblos de Quíbor, Guarico, Sanare,
Humocaro Bajo y Alto hecha en torno a determinadas
encomiendas muchas veces múltiples, fortalecía el sistema
de abusos e impedía toda vigilancia. La mayoría de las veces,
incluso en el caso de tener las mejores intenciones, como
los de Juan Ochoa de Losada y Gracian de Alvarado, no

108
lograban impedir la cercanía de las recién fundadas doctrinas
a las haciendas de los españoles en cuya vecindad solían
vivir los encomenderos y hacendados y sus capataces
blancos o mestizos, siendo estos “un azote” para los
aborígenes.

El establecimiento de los corregimientos como parte del


sistema de tributo tuvo trascendentes consecuencias en la
encomienda en el ámbito de la estructura político-
administrativa-judicial debido que en muchos casos fueron
los menos idóneos aquellos funcionarios nombrados para el
cargo. El funcionario “corregidor” -sustituto del protector-
asistido por sus tenientes y los gobernadores indios, tenia
funciones administrativas, políticas y judiciales, según las
reales disposiciones del 12-12-1691 y sometidos al régimen
de las “residencias”. No obstante, en varias ocasiones fue
denunciada complicidad de estas autoridades para
escabrosas situación es administrativas.

UNIONES ETNICAS EN LA POBLACIÓN ABORIGEN


TOCUYANA

Para los 25 años de 1660-84 la población


indígena fue progenitora del 15.44 % de todos los bautizados
en El Tocuyo, con un promedio de 13.71 bautizados anuales.
Los valores porcentuales se mantendrán estables hasta
1736-39 (15.46 %), con cifras muy similares con diferencia
menor al 0.5 %, justificados por un crecimiento proporcional
en el número de bautizados anuales que para 1696-1708,
1709-1721 y 1736-39 representaron respectivamente 15.5,
20.75 y 28.62 bautizados anuales y 14.77, 15.28 y 15.46 %
respectivamente, del total general de la población tocuyana.

Es para 1749-50 que aparece por primera vez el


descenso que habrá de caracterizar la tendencia sucesiva,

109
con cifras del 12.29 % del total de los bautizados para un
mínimo valor hacia 1778-88 con un 8.5 al 8.75 % del total.
Esto puede explicarse en parte porque el promedio de
bautizados anuales de este grupo apenas osciló entre 38,
31, 45 y 35 bautizados, respectivamente para 1749-50, 1757-
59, 1768-69 y 1778. Estos datos se compaginan con la
representación porcentual total de la población indígena
aborigen sobre el total general. Resultan peculiares los
porcentajes similares entre blancos y aborígenes para 1660,
en contraste con los pardos libres que tenían cifras levemente
inferiores, todas cercanas a un 24 %. Para 1709-1721 apenas
representaron un 12 %, lo que representa un descenso del
50 % en el lapso de unos 60 años, lo cual permite situar la
variación promedio anual del descenso en un 0.83 %, cifra
muy significativa. Esto puede ser entendido si se estudian la
evolución porcentual de los diferentes subgrupos de este
origen y las alianzas que en ellos predominaron. Para 1660-
84 las uniones entre la población “indígena del servicio
personal” --o tributaria luego de 1687-- y libre” que participa
en los libros de bautismos “del común” como progenitora
representaba el 33.33 % del total, mientras que el 61.9 % lo
eran hijos naturales la mayoría de ellos mestizos y un
pequeño porcentaje de pardos libres, y un 4.7 %
representaban los enlaces de indias con negros, mulatos,
zambos libres o esclavos. Para 1696-1708, el 64 %
correspondió a uniones intracasta y el 22 % a hijos naturales
de indias, mientras el 14 % correspondió a las uniones de
indias con mulatos, zambos y negros esclavos o libres. Para
el 1709-21 las uniones intracasta representaban el 57 % y
los hijos naturales de indias el 32 %, mientras que las uniones
mixtas con esclavos o sus descendientes libres
representaban el 10 %. Para 1728-30 las proporciones fueron
de un 52 % de uniones intracasta, 34 % de hijos naturales y
se registró un ascenso hasta un 13 % de las uniones con
esclavos y pardos libres. Para 1736-39 las uniones

110
intracastas alcanzaron el 65 %, los hijos naturales el 17 %
mientras aquellas intercastas con esclavos y pardos
ascendieron al 18 % y de ellos el 83 % lo representaban las
uniones a esclavos. Para 1749-50 se acentuó este ascenso
de las uniones intercastas hasta un 29 % con esclavos y un
11 % con pardos libres, con apenas un 55 % de uniones
intracastas y un 16 % de hijos naturales de indias. Para 1757-
59 se obtuvo una estabilización entre los dos períodos
anteriores, descendiendo las uniones intercastas al 29 %,
de ellos el 60 % con esclavos, mientras que las intracastas
eran de un 52 % y un 19 % de hijos naturales. Para 1768-69
las uniones intercastas ascendieron al 37 %, con equiparidad
entre esclavos y pardos libres, mientras las uniones
intracastas eran del 49 %, con un 15 % de hijos naturales.
En cuanto al número de “tributarios --o del servicio personal
antes de 1687--” respecto al total, de un 30 % de los bautizos
de indígenas en 1660-1684 con 4.14 bautizados al año a
un porcentaje de 50 % para 1696-1708, con un promedio de
7.07 bautizados al año, manteniéndose en un 51 %, con
10.58 bautizados anuales para 1709-21 y en 45 y 47 %
respectivamente para 1727-29 y 1736-39, con un promedio
de bautizados anuales que osciló entre el 13.33 y 16.25.
Posteriormente veremos que la población indígena tributaria”
disminuirá en porcentaje total a un 23 % para 1749-50,
igualándose a un 22 % de indios libres, que representaban
un 8,5 % de bautizados anales para cada grupo. Los indios
libres hasta entonces habían oscilado entre el 3 y el 14 %
entre 1660-1729 y habían ascendido al 18 % para 1736-39,
con un promedio de 6 bautizados anuales El inicial ascenso
de la natalidad cruda, que se verificó a fines del siglo XVII,
demostrable perfectamente por el aumento entre 1660 y 1750
de modo considerable a expensas de la población “indígena
libre y tributaria, tuvo una posterior tendencia a disminuir
especialmente a mediados del siglo XVIII, como consecuencia
del incremento de las uniones mixtas que llegaron a

111
representar más de la tercera parte de ellas para 1749-50,
manteniéndose de esta manera por el resto del período. Al
estudiar la composición y el número de nacimientos en esta
población en sus diferentes subgrupos identificables de la
llamada “gente indígena “ se encuentra una peculiar
evolución. En las proporciones de los subestratos del
estamento indígena eran predominantes la “gente indígena
tributaria y libre “ ya que entre 1696-1708 y 1768-69
representaron entre el 64 % y el 49 % del total general, con
una variación promedio anual de - 0,2 %, el doble de la
observada para los hijos naturales. El número de hijos
naturales fue variable, desechando el 63 % --cifra
extraordinariamente alta para 1660-84-- desde un 22 % para
1696-1708 hasta un 15 % entre 1768-69, lo cual implica un
descenso con una variación promedio anual de - 0.1 %, que
en realidad no resulta demasiado franco. La variación
promedio anual para las uniones con los pardos libres y
esclavos fue de + 0.44 %, lo cual cuadruplica la del descenso
en los hijos naturales y duplica la del descenso de las uniones
intracastas.

CAUSAS DE LAS UNIONES INTERÉTNICAS MIXTAS DE


LA POBLACIÓN ABORIGEN TOCUYANA

Las causas de este proceso ya han sido descritas


al hablar de las implicaciones del cambio del sistema de la
encomienda de servicio personal a la de tributo y al
reforzamiento del llamado sistema de la “hacienda” y sus
consecuentes implicaciones sociales. Todas ellas motivaron
el abandono indígena de las doctrinas, que ya se vé en El
Tocuyo desde 1660-1684 cuando una gran cantidad de
indios del servicio personal de ellas residía en las
inmediaciones de la ciudad y las haciendas de los “ricos”
Tocuyanos en Boro, Buenavista, El Palmar, Guajira, Sabana

112
Grande y otras. Esto implicó el despoblamiento que
demostraremos a continuación de las mismas en población
aborigen, mientras que creció notablemente la población de
otras “castas”. Esto fue especialmente notorio para mediados
del siglo XVIII. Este éxodo indígena a las haciendas, aunado
a la “mestización” del aborigen por su migración de las
doctrinas a las haciendas y su éxodo a la ciudad, reforzara
el proceso de intenso “blanqueamiento y pardamiento” de
los indios de la ciudad y las doctrinas para dar lugar a otras
castas.

Como argumentos, mencionaremos que en cifras


netas hubo un crecimiento de la población indígena tributaria
y libre en El Tocuyo, si bien porcentualmente su
representación tiende a disminuir, como consecuencia del
aumento de otros grupos étnicos, primordialmente los pardos
libres. Pero es al evidenciarse que hubo un aumento total de
Indígenas, lo fue consecuentemente con un número
selectivamente alto de indígenas radicados en la ciudad en
contraste con las cifras descendentes de las doctrinas para
el mismo período. La población aborigen de la ciudad de El
Tocuyo era para 1660 de unos 400 habitantes y un 24 % del
total de la población de la ciudad, y en poco menos de 120
años, en que pasó la población total de 1600 habitantes a
7500, tan sólo representó unos 350 habitantes y un 5 %
para 1778. Por otra parte, se recordará el intenso éxodo
aborigen a la ciudad, que despobló las doctrinas, y el cual
fue consumido de tal manera que no sólo no aumentó la
población indígena en la ciudad de El Tocuyo, sino que por
el contrario francamente disminuyó a la mitad en el período
mencionado. Dada diversas razones de orden étnico, social
y económico, avaladas con datos estadísticos comprobados,
contribuyeron a generar interesantes cambios en los típicos
patrones proporcionales de cada subgrupo de los llamados
“indígenas y mestizos” del siglo XVIII, generando unas

113
condiciones especiales de movilidad social antes nunca
vistas.

El éxodo, sin dudad temprano de los aborígenes


de las doctrinas, desde fines del siglo XVIII, aunado al
“blanqueamiento” y al mestizaje, consumió al cabo la
población aborigen, tanto proveniente del “éxodo” (muy
marcado) de las doctrinas como la existente en la ciudad. La
tendencia de los indígenas de todos los subgrupos a
concentrarse fuera de las villas de doctrina era de índole
económica referente a los dos grandes cambios ya
mencionados que se estaban gestando; el sistema de las
“haciendas” y el cambio de la encomienda del servicio
personal a la del tributo. La consecuencia más llamativa e
importante del proceso de éxodo indígena que van a
caracterizar el siglo XVIII Tocuyano fue el consumo de las
etnias indígenas de la ciudad y doctrinas para generar una
amalgama “mestiza” que no tardó en denominarse “blanca”
o “parda”, según la unión con europeos o con africanos,
excluyentes entre sí por definición. Dentro de estos grupos
mestizos, incluidos conjuntamente con los blancos por el
Obispo Martí y los curas locales para mediados del siglo XVIII,
son obviamente subvaluados, lo mismo que resultan los
indígenas por el inmenso mestizaje que se había generado
ya para 1776.

COMPARACION ENTRE LAS DOCTRINAS INVADIDAS


DE OTRAS CASTAS

A continuación estableceremos la
comparación entre dos doctrinas con los comportamientos
más disimiles durante el período en cuestión, de las cuales
poseemos suficientes datos fidedignos por las matrículas y
libros parroquiales de bautizos.

114
La primera de ellas, más o menos aislada de los
hispánicos y africanos fue, la de San Miguel de Cubiro. La
segunda, la de nuestra señora del rosario de Humocaro Bajo,
invadida por estos grupos para el siglo XVIII. Ambas fueron
fundadas por orden del gobernador Francisco de La Hoz
Berrío --hijo de Antonio Berrío, otro Capitán General-- hacia
1620, y visitadas por el Obispo Fray Gonzalo de Angulo en
1625, contaban con un número de 112 indios residentes en
Cubiro y 85 en Humocaro Bajo, si bien según la Matrícula
de 1609 la doctrina y encomiendas que luego formarían a
Humocaro Bajo tenían unos 278 indios y las encomiendas
que corresponderían a Cubiro unos 224 indios del servicio
personal. En teoría estas cifras deberían aumentar, pues
luego de la visita del Obispo Angulo se ordenó que varios
encomenderos, que tenían sus indios fuera de las doctrinas
respectivas, se vieran forzados a llevarlos a ellas, como fue
el caso de Antonio de Vargas en Humocaro y Gonzalo de
Piña en Cubiro. Posteriormente, tenemos un interesante
censo levantado en 1640 por el Presbítero Andrés de
Escorcha en Cubiro, donde se declara que el pueblo de
doctrina de San Miguel incluye en ese momento a 126 indios;
de ellos, 38 útiles para el trabajo, 23 niños y 25 niñas de
“dottrina” y 40 indios casados e indias solteras; todos estos
indios formaban parte de las encomiendas de Francisco
Fernández de Escorcha y Francisco de Angulo. No obstante,
en los libros parroquiales se indica una gran cantidad de
otras encomiendas, cuyos miembros recibían los
sacramentos. En una matrícula posterior, del 21-7-1653, se
contaron 193 indios del servicio personal entre las
encomiendas de Gutierre de la Peña, Don Alonso de
Mendoza, Francisco de Escorcha, Jacinto Falcón, Diego
Liscano, Bartolomé Aguilar y Diego Rodríguez.

Un Informe del maestre de campo don Juan Peres


Hurtado al capitán general don José Solano y Bote indica

115
que en 1768 Cubiro tenía 616 pobladores, de los cuales 570
indios tributarios y libres, 6 españoles y 40 mestizos y
mulatos. Para mediados de siglo XVIII, según una matrícula
de 1746 del Presbítero Montenegro, Cubiro tenia 811 indios
tributarios: 355 adultos y 456 menores, según cifras del
Obispo Martí, dadas por el Presbítero Juan Francisco
Andueza, contaba Cubiro con 549 indios y 59 de otras castas
para 1776. Ya para 1781, según el Presbítero Andrés Duin,
se contaban 588 indios y 126 individuos de otras castas y
apenas 5 años después, en1786, contaba con 583 y 113
respectivamente. Para 1790 se contaron 584 indios y 53 de
otras castas, y para 1795, 649 indios y 102 de otras castas.
Estas cifras no sólo muestran un lento crecimiento vegetativo
y un descenso de la población aborigen para algunos
períodos.

Veremos, entonces, que en aquellas doctrinas


como Humocaro Bajo donde los “españoles” representaban
menos de un 1 % --los encomenderos y sus mayordomos--
para 1581, llegarán a representar los blancos de un 10 %
para 1748 y los mestizos de un 2 % para 1581, pasarán a un
25 % para el año 1748, así como los pardos y esclavos, de
ser inexistentes para 1581, pasarán a ser un 25 % de la
población total para 1748.

El proceso de éxodo, que se concentrará de


manera progresiva fuera de las doctrinas, generará una
intensificación del mestizaje de los aborígenes, iniciado
apenas en el siglo XVII, produciendo consecuentemente un
aumento de los grupos mixtos --tan notorio como el operado
en Quíbor donde representaban los “españoles “ más del 10
% de los 4200 habitantes de esa villa en 1768- 420
habitantes-- , siendo porcentualmente igual dentro del total
a la población blanca de El Tocuyo para el mismo momento.
Si comparamos la composición por subestratos, vemos que

116
en Quíbor la “gente principal” representaba un 5 % de la
población blanca, y los llanos, expósitos y los hijos naturales
un 95 % del total, mientras en la ciudad los nobles no
representaban menos del 35 % para ese momento. En la
villa de doctrina de Humocaro Bajo puede verse el mismo
proceso, donde los blancos apenas sumaban 15 en 1708 y
para 1778 su población era de por lo menos 300 habitantes.

En contraste, doctrinas de indios como


Barbacoas, que quedaron relativamente aisladas del contacto
con el blanco y primordialmente con el africano, en el siglo
XVII y mediados del XVIII, para 1800 tenía por lo menos un
70 % de población aborigen total; menos de un 3 % de
blancos; 8 % de mestizos y un 19 % de gente de color y
libre. Esto invertirá las relaciones porcentuales entre
aborígenes, mestizos e indígenas en las doctrinas, donde
los indígenas nunca estuvieron por debajo del 85 %. En
doctrinas como Quíbor y Humocaro Bajo, para mediados del
siglo XVIII, los aborígenes sólo representaban el 40 % de la
población; el 5-10 % del total era blanca; un 25 % mestiza y
25-30 % parda libre y esclava. Al respecto pueden
consultarse los datos y gráficos estadísticos de las doctrinas
para los siglos XVII y XVIII.

LA ESTRUCTURA ECONÓMICA DEL SISTEMA DE LAS


HACIENDAS Y SU INFLUENCIA SOBRE LA POBLACIÓN
INDÍGENA DE EL TOCUYO Y SU JURISDICCION

Según señala acertadamente Magnus Mörner en su


libro “La mezcla de razas en América latina”, uno de los
aspectos que van a modificar con mayor intensidad el
panorama social de las colonias españolas fue el paso de la
dicotomía españoles-indios a la de hacendados-peones.
Señala en su obra, criterio que comparto, que el punto de
partida para este lento proceso fue la ya muy conocida

117
declinación de las poblaciones aborígenes, luego del contacto
con el español, que ha sido estudiado profundamente por
autorizados historiadores (Mörner , 1969: 93 s.). Se han
implicado como principales causas de este exterminio las
grandes epidemias generadas desde el primer contacto y,
especialmente, la viruela, que fue el más violento de los
flagelos que contribuyó a esta aniquilación, y que al parecer
fue traído por los negros esclavos de Africa durante el siglo
XVI. Las guerras de conquista y los maltratos por parte de
los hispánicos han sido demostradas como causas menos
importantes cuantitativamente del fenómeno en la Provincia
de Venezuela.

Como consecuencia de lo anterior, Mörner


citando a Woodrow Borah, señala que esta disminución de
la mano de obra aborigen, habiendo una marcada escasez
de esclavos, generó el llamado “siglo de depresión”,
caracterizado por un lento crecimiento poblacional y
económico, por falta de recursos humanos y financieros
suficientes. (Mörner : 1969:93 s.)

Esto se ha venido comentando en ocasión de


señalar que “vecinos principales” de la categoría del Mariscal
Gutierre de la Peña y don Ambrosio de Mendoza declaran
en sus cartas de testamentos y solicitudes al Rey la “gran
pobreza” en que se hallan, por lo cual es imposible “concertar
las nupcias de sus hijas doncellas conforme a la calidad y
nobleza de su linaje con personas de su misma calidad” y
condición social.

Señala Mörner que la gran propiedad, la


“hacienda” se desarrolló entonces a partir del nuevo y adverso
clima económico al igual que en la Alta Edad Media. (Mörner
, 1969:93 s.)

118
Por lo general autoabastecidas, las haciendas
eran una forma de subsistencia eficiente que obtenía un
producto excedente para el comercio que generaba
ganancias dentro de aquella intensa austeridad, permitiendo
una vida más desahogada a amos y empleados blancos, al
igual que a los indios encomendados.

Como hemos mencionado anteriormente, los


regímenes encomendero y latifundista instaurados en la
ciudad de El Tocuyo, y los sistemas de productividad
agropecuarios aplicados en ella, fueron decisivos para el
crecimiento de la población hispánica durante los siglos XVII
y XVIII así como para la intensa movilidad social generada a
partir del siglo XVIII en la ciudad. Como consecuencia del
aumento de esta población, se genera un refuerzo del viejo
sistema de la “hacienda”, por las razones que comentaremos
de seguidas.

Las “mercedes de tierras”, conjuntamente con las


encomiendas que la real Corona concedió a los primeros
fundadores y pobladores de la ciudad; las modificaciones
introducidas por el sistema de la “composición de las tierras”
y la organización de las doctrinas aborígenes durante el siglo
XVII y, en consecuencia, el sistema de la encomienda de
servicio personal y de repartimiento, modificaron
sustancialmente la estructura de la encomienda y la tenencia
de la tierra desde el siglo XVII. A pesar de la resistencia de
los protectores de indios y altas autoridades reales
provinciales, estos cambios permitieron a los encomenderos
disponer con facilidad de mano de obra suficiente con la cual
abastecer sus grandes haciendas agrícolas, ganaderas y de
obrajes de lienzo, de explotación extensiva, hechos estos
que fortalecerían considerablemente el sistema económico
que llamaremos de las “haciendas”. (Mörner , 1969: 93 s.)

119
El nuevo sistema de las haciendas tendrá un
auge especial en el siglo XVIII, fortalecido por el éxodo de los
mestizos libres y aborígenes tributarios, acarreado por el
recién implantado sistema de encomienda de tributo. En este
proceso, la migración de grupos de la población blanca llana,
mestiza, y mulata libre tendrán vital participación al conformar
una masa de trabajadores libres, que ha de permitirle a un
grupo de hacendados incipientes convertir en florecientes
sus exiguas plantaciones de caña de azúcar y otros frutos, y
a sus hatos de ganado.

Como consecuencia de los servicios de sus


antepasados, las familias “principales” (hijos y nietos y
descendientes de los principales conquistadores y
fundadores así como de los “nobles” españoles llegados
después), recibieron convenientes mercedes y
composiciones de tierras, que sumadas a la mano esclava y
a sus encomiendas, formaron el estrato económico-social
dominante en este sistema de la “hacienda” en la ciudad hasta
el siglo XVIII. Contando con todos los recursos, las
“haciendas” se convirtieron en centros autoabastecidos que
se consolidaron frecuentemente durante el siglo XVII en El
Tocuyo. Para entonces, el sistema de las “siembras
comunales” y “los conucos” individuales aborígenes tenían
el pequeño territorio vital aledaño a las doctrinas, pero
concentraba una productividad efectiva controlada por los
curas doctrineros y gobernadores indios (hereditarios), los
cuales formaban un estrato dominante sobre todo en el
aspecto honorífico.

EL SISTEMA DE LA HACIENDA Y EL ORIGEN DEL


MESTIZAJE TARDIO EN LAS DOCTRINAS DESDE EL
SIGLO XVII

120
Como consecuencia del sistema económico de
las “haciendas” y la creciente necesidad de mayordomos
españoles llanos o mestizos, los vecinos “principales”
aprovecharon sus hijos --los numerosos mestizos recientes-
-, causando desconcierto y confusión social en las doctrinas
por el “falso” ascenso social de estos individuos en desmedro
de los aborígenes.

En este proceso, los “vecinos principales”


quedaron recompensados con el hecho de disponer de hijos
bastardos a los cuales encargar de sus asuntos económicos
y domésticos. Los grupos de mestizos recientes y blancos
llanos, provenientes de los primeros, utilizados en calidad
de mayordomos y administradores, daban mayor tranquilidad
y suficiente fortuna a los “nobles principales” para
concentrarse en la “concertación de los matrimonios” de sus
hijos legítimos con personas de “su misma calidad y linaxe”,
de manera endogámica dentro de su “casta”. Además,
disponían de sus hijas, que llamaré doncellas hispanizadas,
concedidas al modo europeo, para concertar enlaces, con
dotes reducidas aun cuando suficientes, con hijos similares
de sus vecinos hacendados, para obtener un dominio mayor
local.

Los varones (bastardos) mestizos fueron


convertidos en empleados de confianza para controlar y
supervisar el trabajo de los aborígenes encomendados y de
los esclavos, obteniendo considerables beneficios en la
productividad. Por otra parte, fueron asimilados a los
restantes oficios importantes para el buen desarrollo de una
propiedad, tales como albañiles, latoneros, carpinteros,
sastres, zapateros, oficiales de tenería o curtiembre, barberos,
doradores, alarifes, entre otros tantos.

El buen desarrollo de las “haciendas” en El Tocuyo

121
en los siglos XVI y XVII, en el cual los “blancos principales”,
actores preponderantes que se apoyaron de manera básica
en el sistema de servicio de personal de la encomienda, el
auge y florecimiento de este tipo de propiedades sólo tendrá
un éxito en gran escala --dada la creciente población blanca
y mestiza-- desde finales del siglo XVII y especialmente desde
1750.

FACTORES QUE FAVORECIERON EL REGIMEN


ECONOMICO DE LAS HACIENDAS COMO ORIGEN DEL
MESTIZAJE TARDIO.

Entre los pocos y al mismo tiempo significativos


hechos que vienen a reforzar el nuevo régimen económicos
de las haciendas, tenemos como el de mayor influencia, la
indudable mayor afluencia de esclavos traidos de Africa,
especialmente a paritr de 1671 hasta 1751. Hecho que
generará una mano de obra, como se sabe, lo suficientemete
resistente para el fuerte y arduo de las plantaciones, que no
podían acometer los vecinos “notables”, sin el consecuente
desgaste de su mano de obra escasa y de alto precio. Al
mismo tiempo se generaron nuevas y muy productivas
“haciendas” por parte de los hijos bastardos mestizos o llanos,
e incluso también mulatos libres. Como ya sugerimos, el
sistema de concertación matrimonial a la hispánica entre
estos grupos segregados, inicialmente tendrá consecuencias
fundamentales en el desarrollo de este sistema
socioeconómico de la hacienda, monopolizadas por los
nuevos grupos sociales en ascenso, explotando el potencial
de aquellas tierras de poco valor, que inicialmente fueron
dadas por los “principales” como parte de dotes o capitales.
Con tales tierras habían querido sus parientes “nobles” poder
anclar a sus intereses a estos descendientes relegados para
obtener una mayor productividad en sus explotaciones. Si
estas propiedades fueron considerados de ínfimo valor fue

122
por por hallarse lejos de la ciudad y en las estrictas cercanías
de doctrinas --lo que había impedido desarrollarlas por la
oposición de los aborígenes durante la encomienda del
servicio personal--, mas al agregarse el producto de un
inmenso trabajo productivo que culminó con la compra de
esclavos y explotaciones, a la manera y modelo de las
haciendas de que habían sido mayordomos o empleados,
su valor se vio multiplicado de manera considerable, viéndose
favorecido por la coincidencia del éxodo indígena a la ciudad
y a las haciendas como consecuencia de la encomienda de
“tributo”, y el hecho de contar con la mano de obra proveniente
tanto de la masa indígena, como de la mestización de las
doctrinas por causa del exceso de pobladores europeos en
sus cercanías.

Por lo anterior, es de suyo natural que no tardaran


en ser convertidas por estos grupos en ascenso en
productivas “haciendas” a la manera de las aledañas a la
ciudad, de manera que comenzaron a transformarse también
en estructuras económicas sólidas y autoabastecidas, que
las convertían en polos de atracción a otros grupos como los
blancos llanos, mestizos y pardos libres, agregado a la
creciente natalidad de mestizos dentro de las mismas
doctrinas derivadas, que comenzaron a migrar de la ciudad
y sus suburbios desde mediados del siglo, acentuándose a
finales del mismo. --Las razones de la atracción de blancos
y mestizos pobres argumentadas por Mörner se consideran
las más apropiadas, a saber: la creciente pobreza de los
españoles y mestizos producto de la natalidad creciente, que
generó una sobresaturación de ellos en la ciudad, iniciándose
desde fines del siglo XVII con un mayor auge hacia fines del
XVIII. (Mörner , 1969:98 s.)

Con la expansión y desarrollo de las otrora


“haciendas” pequeñas se expandieron y se fundaron otras

123
en las tierras baldías vecinas a las de los indios. Esto atrajo
mayor población blanca, mestiza e india para radicarse en
estas localidades donde el éxodo de los aborígenes por el
sistema de tributo había dejado cada vez más un gran
parcelamiento de tierras baldías de los indígenas, que los
blancos y mestizos invadieron incansablemente. Con la
finalidad de cultivar por ellos mismos y producir bajo forma
de “conucos”, los invasores buscaban el anhelado
autoabastecimiento que en cierta forma se asemejaba al de
las “grandes y medianas haciendas” de la localidad. Los
pobres ansiaban el éxito de los nuevos hacendados ricos y
se animaban para el trabajo con gran desvelo con la
esperanza de mejoría económica por matrimonios o por
tesonero trabajo. Por otra parte, como ya se señaló, el
excedente de mestizos se canalizó a las haciendas de los
blancos hacendados locales bajo la forma de peones libres
y con el sistema de arrendatarios mestizos. Esto último parece
haber sido menos frecuente en esta jurisdicción que lo que
Mörner y otros señalan para otras partes de América.

Por otra parte, se observa una afluencia


masiva de esclavos y gente de color (y libre) a partir de 1710,
para el trabajo de las haciendas, los primeros como lo que
eran --esclavos-- y los segundos con los mismos fines que
los mestizos, que habrá de generar una confusión étnica
complejísima similar al de la ciudad para fines del siglo XVIII.
Es entonces cuando aparecen, al modo de la ciudad, las
concepciones de “pardos libres” y se convierten los términos
“indio” y “mestizo” en conceptos sociales para indicar la
población aborigen en comunidad de corregimiento y el
“peonaje” mestizo básicamente en el sistema del conuco.
(Mörner , 1969:101 s.)

EL MESTIZAJE EN LOS PUEBLOS DE DOCTRINA Y LAS

124
MISIONES DE INDIOS DE LA JURISDICCION DE EL
TOCUYO DURANTE LOS SIGLOS XVII Y XVIII.

Los fenómenos antes expuestos aceleraron el


proceso de mestizaje de las doctrinas desde fines del siglo
XVII. Como se ha observado en la documentación analizada,
en los pueblos de doctrinas de indios de Quíbor y Humocaro
Bajo, según consta en los libros parroquiales más antiguos,
la presencia del mestizaje para fechas tan tempranas como
l633 en sus dimensiones son significativas estadísticamente.
Esta situación puede generalizarse a las restantes villas en
contacto directo con la población de todas las castas de la
ciudad de El Tocuyo, en donde no hay pruebas documentales
de la misma antiguedad y valor estadístico. Peculiar resulta
el contraste con pueblos como “San Felipe de la montaña de
Barbacoas” y Cubiro, en los que la orografía accidentada y
la lejanía de las haciendas en parte puede explicar menores
dimensiones de este proceso, culminando para el siglo XVIII
con un menor porcentaje de hijos mestizos y naturales.

Los hijos naturales mestizos habidos de manera


sucesiva y cada vez más frecuente por los blancos
hacendados y encomenderos y por sus capataces de madres
indias --y luego mestizas-- aparecen tempranamente en
aquellos pueblos sin ningún tipo de preferencia.
Generalmente casadas con sus congéneres de raza --si bien
por imposición de los misioneros y doctrineros-- las
aborígenes eran con menor frecuencia madres solteras en
los pueblos de doctrina a principios del siglo XVII.

Aquellas villas como Quíbor y Humocaro Bajo que


fueron fundadas parroquialmente en 1620, fechas tan
tempranas del proceso como 1633 en Quíbor y 1645 en
Humocaro Bajo, son suficientemente elocuentes. En los libros
de bautizos, casamientos y entierros desde 1633 --apenas

125
10 años de la fundación-- se evidencia un significativo
proceso de mestizaje, que como veremos habrá de
intensificarse a partir del siglo XVIII. Aunque en muchos casos
se hicieron quejas de que el encomendero y su familia no
permanecían el tiempo requerido en las encomiendas, sobre
todo en el caso del sistema múltiple de las mismas,es posible
documentar la presencia no autorizada de blancos no
encomenderos --capataces principalmente-- en las doctrinas,
que unida a la presencia de los encomenderos (efectivamente
legal) generará una situación de irregularidad de nacimientos
mestizos y naturales que mediremos con una creciente
frecuencia.

Tomando los argumentos de Magnus


Mörner, podemos mencionar que el sistema de tributos
establecido, generó una masiva deserción de los indios de
sus doctrinas de origen para radicarse en las haciendas de
los encomenderos y hacendados o a la ciudad de El Tocuyo,
protagonizando una intensa cantidad de matrimonios mixtos
especialmente para las décadas de 1710 a 1740. La
introducción de los indígenas en las haciendas establecía
pesadas cargas para la población restante, lo que convertía
el “escape” a la ciudad y pueblos lejanos en un circulo
vicioso.Estos hechos en cierta forma puedan explicar los
datos estadísticos que sugieren un descenso notorio de la
relación porcentual de los indios en sus pueblos de doctrina
de un 99 % para el siglo XVI hasta un 40 - 70 % para 1768
en todas las doctrinas, con la excepción de Humocaro Alto y
a predominio de Quíbor y Humocaro Bajo, invadidas por
“españoles y otras castas”.

LA TRANSFORMACION SOCIOETNICA DE LAS


DOCTRINAS EN EL SIGLO XVIII

126
El caso de Humocaro Bajo y Alto resulta
especialmente ilustrativo del proceso de mestización. La
llegada de blancos y mestizos pobres a las haciendas de los
pueblos invadiendo los terrenos de los indios en ocasiones
tuvieron oposición de los tributarios.. Como lo acusaron los
blancos al buscar el apoyo del obispo Martí, los indios de
Humocaro Alto en 1777 se habían mantenido bastante
aguerridos contra los blancos a pesar de sus progresos
doctrinarios. En la villa de Humocaro Bajo las condiciones
preexistentes desde 1648 generaron otro proceso diferente.
En ella había a lo sumo dos familias de españoles
encomenderos “vecinos” --los Rodríguez de Porras y los
Vargas-- para 1630-1660. Para 1668-80 aparecen en la villa
radicadas varias familias de capataces --españoles llanos
pobres-- como las de Miguel Piñero y Juan Velázquez de
Aguilar, los cuales se van casando y trasladando de la ciudad
con sus parentelas, dando lugar a 5 familias de españoles
nobles empobrecidas para 1708, que para 1725 ya se han
triplicado, contando los descendientes de los “blancos llanos”.
Igualmente vemos que la población blanca pasa de 15
individuos para 1710 a por lo menos 300 para 1768; y los
mestizos de un número de 60 a más de 400 en el mismo
período.

Entonces aparecen al modo de la ciudad


las concepciones de “pardos libres” y se convierten los
términos “indio” y “mestizo” en conceptos sociales para
indicar la población aborigen en una comunidad de
corregimiento y el “peonaje” mestizo básicamente en el
sistema del conuco. (Mörner , 1969: 101 s.) Es a mediados
del siglo XVIII cuando muchos aborígenes tributarios en
éxodo a las haciendas y a la ciudad, incluso de los
“descendientes de caciques” perdiendo su identidad y la
“pureza de su raza” se casan con las mujeres esclavas y

127
pardas libres. Como ejemplo, JUAN BAUTISTA DE
ALVARADO, Hijo de Juan Francisco de Alvarado y Bernarda
de Torralva, indios de origen “cacique” se casó en Quíbor el
10-6-1769 con ROSA MARIA, parda libre hija de JOSEPH
DE SANDOBAL Y de ISABEL, “libres”. JOSEPH DE
SANDOBAL, era en realidad un indio libre “en éxodo”, venido
del Nuevo Reyno, específicamente de Buitama, en la Zona
de Santa Fe de Bogotá, hijo de DON NICOLAS DE
SANDOBAL indio cacique y JOSEFA NUÑEZ. DON JOSEPH
DE SANDOBAL había casado, en El Tocuyo el 4-11-1728,
con ISABEL RUFINA, mulata “blanqueada” esclava de Josefa
Guedes e hija natural de Victoria, mulata esclava de Felix
Guedes, a la que luego comprara su “carta de manumisión”,
ya que para el matrimonio de su hija, en 1769 era ya “libre”.
Y entonces queda totalmente consumida la población
aborigen porque otros grupos crecientes la absorben, y su
sangre pasa a formar parte entre otros de los “pardos libres”.
Como otro ejemplo claro, tenemos la hija de los nombrados
JUAN BAUTISTA ALVARADO, indio y ROSA SANDOVAL,
parda, fue MARIA DE JESUS SANDOVAL, madre del General
FLORENCIO JIMENEZ, Epónimo del Municipio Jiménez,
pasa a ser clasificada en el grupo de los “pardos libres” a
pesar de su padre y abuelo indios “puros”. Posteriormente
veremos el mismo fenómeno de los mestizos blanqueados
recientes, quienes van ascendiendo socialmente y que es la
causa primordial del elevado y creciente número de “blancos”
que habitan esta villa de Humocaro Bajo para 1768 y 1777.

También observamos que después de 1777, las


doctrinas como Humocaro Alto y Barbacoas que estaban
luchando por impedir este proceso de éxodo indígena a las
haciendas y la invasión de sus tierras por los blancos,
quedaron relegados por la gran cantidad de blancos
provenientes de la ciudad y de otras villas como Humocaro
Bajo y Guarico, principalmente, desplazando a su vez a la

128
población indígena, fuertemente belicosa y resistente a ello
hasta la llegada del obispo Martí. Vemos, entonces, que para
vísperas de la independencia se abre un voluminoso libro
de blancos cuando sólo esporádicas partidas de estos grupos
habían sido asentadas en el libro de tributarios desde 1740
hasta 1768. Es así como colapsa la estructura de las “castas”
en estos pueblos a la manera de la ciudad, intensificándose,
como ya se ha dicho el proceso de mestizaje, lo cual genera
cambios trascendentes en apenas 30 años.

LOS MESTIZOS RECIENTES EN LA SOCIEDAD


COLONIAL TOCUYANA DEL SIGLO XVII Y SIGUIENTES.

El proceso de mestizaje en la ciudad de El Tocuyo


para principios del siglo XVII fue especialmente importante,
principalmente en la formación de lo que se denominará los
“mestizos recientes”, que no eran más que hijos naturales
de los españoles peninsulares o criollos --muchas veces ya
mestizos-- con sus indias de encomienda de la ciudad o
doctrinas, y que por el excedente de su cantidad y por haber
legítimos herederos fueron relegados a un segundo plano y
segregados por sus padres hispánicos, a diferencia de lo
ocurrido hasta el recién terminado siglo XVI.

Debido a que estos mestizos recientes, fueron por


lo general segregados por sus parientes “nobles” por haber
herederos legítimos que cuestionaran sus derechos “por ser
hijos bastardos de gente principal”, habidos en indias de sus
encomiendas, no tardaron en incorporarse al grupo de los
“blancos llanos”, luego de un proceso de blanqueamiento y
enriquecimiento a través del sistema de haciendas. En
muchos casos, la carga excesiva de gastos les hizo retornar
a la critica situación económica inicial, que favoreció la
costumbre muy arraigada de la maternidad soltera entre sus

129
hijas, frustrando sus esperanzas de superación con un
matrimonio decente. La pobreza en que habitaron sus hijas
las imposibilitaba al matrimonio pues una dote escasa era
atractivo insuficiente para que los blancos pudieren enlazarse
a personas mestizas. Estándo en consecuencia sus hijas
mestizas pobres, discriminadas y ansiosas de fortuna para
el enlace con los blancos, de un amante de la “nobleza criolla”
que además proporcionaría sangre europea para que su
progenie se blanqueara, siendo la manera más práctica de
compensar la ilegitimidad de los nacimientos de su prole, y
la situación económica en que se hallaban. Halagábales el
hecho cierto de que mientras que si contraían esponsales
con mestizos la categoría social de la prole no era superior a
la de los padres, efectivamente sus hijos escalaban un
peldaño más alto del que pudieran aspirar si la progenie
bastarda tenía mayor porcentaje de sangre europea y el
origen era no “llano” sino por el contrario de la gente “noble”.
Y en estos casos, igual como lo que sospechaban los pardos,
era muy bien fundada la esperanza de ascenso social.

Además, los blancos “nobles” no sólo por


“apetencia carnal” se internaban en el mundo de aquellas
uniones, sino que se aprovechaban del producto de aquellas
en la provisión de hijos bastardos para encargarlos como
fieles mayordomos y encargados de sus bienes, y de hijas
bastardas a quienes unir con los vecinos llanos, que eran
mayordomos de sus propiedades o modestos agricultores y
ganaderos vecinos, con la finalidad de asegurar una
hegemonía notable sobre el sistema económico-social de
producción mediante alianzas matrimoniales. Lo que
parecían ignorar, aunque deben haberlo sabido mejor que lo
que podemos inferir por los documentos, era que en futuras
generaciones sus “nobles” descendientes terminarían por
mezclarse con esta gente inferior a ellos, principalmente por
el cambio en materia económica operado durante los siglos

130
XVII y XVIII.

Lo anterior no era más que un sistema de


blanqueamiento, en un principio ilegítimo, que si se
concretaba con una unión sacramental con un blanco, fuere
llano o extranjero, era manifiesto el cambio de “calidad” en la
progenie, y transcurridas las tres generaciones mínimas que
garantizarán la reducción de la sangre aborigen” a un cuarto,
llamado comúnmente “mestizo quarteron”, la condición social
de “blanco llano” no se dejaba esperar a la dos generaciones
siguiente, denominadas por algunos escrupulosos
sacerdotes tocuyanos como “mestizos quinterones”( octava
parte de indio) y “puchueles” (decimasexta parte de indios)
y en la opinión de la mayoría simplemente “blancos pobres”,
aunque su categoría económica no fuere exactamente reflejo
de este epíteto.( Ponce, 1999: 227 y ss citando a la Real
Cédula que se menciona en el A.G.I. Indiferente General
Legajo 431, libro 45 entre los folios 247 y 248)

Otro hecho evidente en estos enlaces era la


situación curiosa de que si se llevaba a cabo con un blanco
europeo, ya fuere extranjero o canario, tenia el mismo
significado que el realizado con “blancos llanos”, al contrario
de la connotación más elevada de un enlace con hispánico,
aunque fuere canario o de otra región diferente a Castilla. La
situación legal “desnaturalizada” de estos individuos
evidentemente era un factor decisivo era capaz de
anteponerse al aspecto étnico del mestizaje.

La “pobreza de solemnidad” impedía todo


discenso u oposición prenupcial, pero la sola actitud de
entablar relación con los esclavos y mulatos libres tropezaba
con una honda oposición paterna. No obstante,
desprejuiciados lograban evadirla si un capital o dote de los
“pardos de calidad” compensaba la indigencia crónica en

131
que se hallaban. Las uniones de concupiscencia a los
blancos “noble” eran la principal tendencia de las mujeres
de estas condición blanqueada por las razones antes
expuestas para el siglo XVIII, ya que las leyes dominantes
posibilitaban alcanzar la categoría de “blancos”.

Los criollos nobles, ya mestizos, eran


considerados muy superiores a estos individuos por múltiples
factores que ya hemos discutido, y es lógico que los
hispánicos, aun de grupos segregados, resultaran el
escalafón máximo siguiente a los “nobles” para el enlace de
los mestizos recientes con los europeos.

Los grupos europeos anglosajones: británicos,


flamencos y alemanes; y los eslavos, rusos o polacos eran
considerados tan inferiores como los italianos y portugueses
a la hora de enlazarse a los criollos “nobles”, quienes solían
preferir de estos grupos segregados a los vascos, gallegos,
y catalanes y hasta los canarios y franceses, principalmente
por causa de su origen. La mayoría de ellos, ilegalmente
introducidos durante la época del contrabando con estas
potencias europeas, eran considerados casi como filibusteros
o piratas --si es que realmente no lo eran-- a la hora de enlazar
con las doncellas “nobles” que aspiraban siempre maridos
de origen más aristocrático.Las mestizas blanqueadas en
ascenso, por su origen desnivelado deseaban sangre nueva
y caucásica, que consiguieron a pesar de carecer de dote,
pues sabían la inevitable situación en que se hallaban los
ingleses, franceses, polacos y otros extranjeros, que preferían
a las aborígenes y mestizas como esposas a las mulatas
acaudaladas, dada la connotación de “blancos” que tendrían
sus hijos a diferencia de la de “pardos”, que habrían de tener
en el segundo de los casos. Por ejemplo, en Quíbor el
británico SANTIAGO DE LA SANTISIMA TRINIDAD, de
nación Inglesa”, casó y se veló el 27-9-1748 con la india

132
pura ISABEL MARIA, hija de Juan Andrés y María de la
Concepción, indios del pueblo.

Los oficios viles desempeñados por los mestizos


blanqueados les daban rentas suficientes, por lo que les fue
posible adquirir tierras, desarrollar ingenios y hatos con
tesonero trabajo; hasta obtener riquezas con las que atraer a
los extranjeros, canarios o españoles segregados y,
principalmente, a los blancos del estado llano, garantizando
que algún descendiente llegare a las sagradas órdenes, sus
descendientes femeninas serían registradas con la categoría
de “doñas”.

Como ejemplo de todos los casos anteriores, la


sucesión mestiza de JOAN MARTINES GUERRERO, y
ALONSO MARTIN CAMACHO, legítimos cuñados. Tuvo
Martínez una hija natural mestiza, llamada MARIA
GALLARDO, para 1660 ya viuda de JUAN GUTIERREZ
CULEBRERO. Con motivo del matrimonio de su hija
DOÑAMARIA JOSEPHA CAMACHO con PEDRO DE
SANTIAGO, natural de las Islas Canarias, se presentó a
declarar el 3-11-1660 PEDRO MARTINES CAMACHO --hijo
de ALONSO MARTIN CAMACHO-- quien afirmó que aunque
“desde mui pequeña ha estado recogida hasta el día de hoy
en la casa de sus primos hermanos y míos por ser como es
hija de un tío mío hermano de mi madre --CATALINA DE
ESCORCHA-- y por tal la recogieron y alimentaron” es sabido
que “ha tenido junta illicita y copula carnal con ella PEDRO
DE SANTIAGO, natural de las Islas Canarias...” por lo cual
“en descargo de mi conciencia debo desir que existe
impedimento del segundo con tercer grado ex copulla illicita”.
(Archivo Arquidiocesano de Caracas, Matrimoniales legajo
3)

133
De igual manera consideramos el interesante caso
de JUANA CAMACHO o también llamada DE PAIBA, mestiza
quien declara con testigos acreditados ser hija natural de
una india de Alonso Martín Camacho, habida por el
Presbítero Licenciado MATHIAS CAMACHO, hijo del
encomendero. Concubina sucesivamente de DIEGO
LAMILLA CASTELLANO, y THOMÁS DE AGUILERA, --de
Tunxa en el Nuevo Reino--, españoles ambos tuvo del
segundo enlace dos hijas: JUANA, bautizada en El Tocuyo
el 27-11-1662 casada y velada en El Tocuyo con
FRANCISCO PERDOMO, hombre blanco, y ESPERANZA
DE AGUILERA.

ESPERANZA DE AGUILERA se casó y veló


hacia 1692 con FRANCISCO DE TORRELLAS Y SILVA. Ésta
había sido amante de FRANCISCO DE GUEDES, hijo del
portugués Cristóbal de Guedes, y de doña María de Piña y
Mendoza, expósita de gran renombre y calidad. Con motivo
de que GUEDES se casó y veló hacia 1683 con CATALINA
DE ESCORCHA, Hija del Licenciado PEDRO MARTINES
CAMACHO y de MELCHORA DE LOS REIES, el 3 de Mayo
de 1683 Esperanza Aguilera, y su madre Juana Camacho,
solicitaron la anulación de dicho matrimonio bajo el alegato
de “Copulla illicita” habida antes, durante y después de la
boda de Francisco de Guedes, y teniendo una hija natural
de esta unión. El alegato para ello, no haber pedido
dispensación de esta falta por ser parientas “en segundo con
tercer grado” las dos mujeres y por afinidad “ex copulla ilícita”,
argumentado por declaración del 1-5-1683 de su madre
JUANA CAMACHO, quien afirmó ser hija del Licenciado
Mathias Camacho --hermano de Licenciado Pedro Martínez
Camacho-- que no habiendo sido declarado antes de contraer
el matrimonio, tendría que ser anulado por falta de
dispensación. Por esta razón se le dictó a FRANCISCO DE
GUEDES una causa de excomunión el 27-7-1683 y

134
“mientras se fenesca y determine esta causa... que el susodho
(dicho) no salga de esta ciudad so la misma pena” dictado
por el Visitador Don Pedro Lozano del Valle.

En su defensa Francisco de Guedes declara,


apoyado con sus testigos y refiriéndose a JUANA
CAMACHO, la madre de Esperanza de Aguilera: ...”con el
pretexto de ser su hixa --del dicho licenciado. Mathias
Camacho-- ha declarado en su perjuisio y que la sussodha
(dicha) y el encomendero de la dha (dicha) madre de Juana
no son parientes y menos ser hija del dho (dicho) Mathias
Camacho, sino que es hixa de otro hombre vecino de Mexia,
por lo cual su nombre es Juana de Paiba...y lo dho (dicho)
es falsa calumnia”...” y en casso negado de que la susodha
(dicha) Esperanza de Aguilera fuese nieta del dho (dicho)
licenciado Mathias Camacho quando yo tube en ella amistad
y trato illisito fue ignorándolo”..”Y este es el mismo pretexto
con que pretendía estorbar su madre Juana Camacho cuando
se le ponía al dho (dicho) Diego Lamilla Castellano para
contraer matrimonio con la dha (dicha) doña Catalina de
Ossorio de Villegas, tía de la dha (dicha) mi muger”. el 29-7-
1683 declaró Esperanza de Aguilera con sus testigos
refutando abiertamente esta versión de Guedes, pero el
matrimonio finalmente no fue anulado, viviendo doña
Catalina en 1690 como viuda del Sgto Francisco de Guedes
Fonseca. (Archivo Archidiocesano de Caracas,
Matrimoniales legajo 7)

DESTINO DE LOS MESTIZOS RECIENTES


BLANQUEADOS

En estos casos era notoria la frecuencia y eficacia


del blanqueamiento en los pueblos de doctrina, donde no

135
había otra población europea, de modo que los “blancos
nobles” empobrecidos, confundidos o despreocupados,
consideraron a las mestizas blanqueadas siempre opciones
convenientes para sus nupcias. No existiendo competencia
suficiente en aquellos lugares, llegaban a alcanzar situación
destacada e incluso llegaban a regresar a la ciudad con el
título de “don”.

La concertación del matrimonio con los nobles


arruinados que moraban en sus haciendas era frecuente,
principalmente con gruesas dotes de por medio, ya que
obligados a vivir en sus ingenios temían que el ambiente
bucólico convirtiera a sus hijas en mujeres “llanas” o madres
solteras y perdieran así toda oportunidad de matrimonio.
Antes que permitirlo, eran convenientes las nupcias hasta
con los mayordomos de sus haciendas actuales, siempre
que no tuvieren sangre mulata y gozaran de suficiente capital.
Los nobles preferían capitular ante el interés y conveniencia
de sus viejas tradiciones y nobleza, luego de resistirse por
varias generaciones a la tendencia natural de sus
descendientes y la necesidad de no enlazarse con los
mulatos y quedar en franca pobreza.

Como veremos, los hijos naturales mestizos del


capitán GUTIERRE DE LA PEÑA LANGAIO: MANUEL,
JOSEPH, MARIA, mujer de Pedro Xorge de Ojeda,
BARTOLOME, y JUANA, mujer de Francisco de Torrellas y
Vega ilustran perfectamente esta situación. Ejemplo de
uniones realizadas para afianzar el poder doméstico tenemos
aquí cuatro casos en la misma familia.

PEDRO XORGE DE OXEDA, natural de Mérida


de los Caballeros, hijo natural de Damiana Teran, mayordomo
de la finca de Los Freytes en Quíbor, recibió Dote de 150
pesos de su suegro para casar con MARIA DE LA PEÑA,

136
hija natural del capitán GUTIERRE DE LA PEÑA LANGAIO.
Testó en la ciudad de El Tocuyo el 20-12-1718. Sólo tuvieron
una hija legítima: JUANA PASCUALA DE OXEDA, casada y
velada con Dote de 150 pesos con BERNARDO SANCHES
DE CASTRO. La Dote consistió en la misma posesión de
tierras en el sitio de Chaimare en el valle de Quibor y otros
enseres domésticos, recibidos antes por su madre.

El otro de los hijos naturales del capitán


GUTIERRE DE LA PEÑA LANGAIO, BALTASAR DE SILVA
Y PEÑA, de calidad mestizo, caso y se velo en su ciudad
natal con MARIA, llamada DIAS y también BENITES,
igualmente mestiza, e hija natural de Juan de Morales, el
mozo, quien la dotó en El Tocuyo, y tuvieron larga sucesión.
Otro de los hijos naturales del capitán GUTIERRE DE LA
PEÑA LANGAIO fue MANUEL DE SILVA Y PEÑA, llamado
tambien de la Peña, casado en El Tocuyo con ANA MARIA
ARROYO, llamada tambien OCANTO, hija natural mestiza
de Francisco Martin de Arroyo, quien la dotó, siendo ambos
de calidad mestiza. Tuvieron numerosa sucesión en la ciudad
hasta que ANUEL fue enterrado el 25-5-1709, siendo de edad
muy avanzada.El entierro se hizo «de limosna» por ser
«pobre de solemnidad».

El fundador de la extendida familia TORRELLAS


Y VEGA en la ciudad de El Tocuyo y de la que procedio la
aun más extendida rama de Santa Rosa de los Cerritos, fue
el tocuyano FRANCISCO DE TORRELLAS Y VEGA, persona
«mestiza», y cuya paternidad era el capitán ANTONIO DE
TORRELLAS Y VEGA, pues sus hermanas mencionan en
sus testamentos que este tuvo un hijo natural mestizo, que
bien podría ser la persona de quien tratamos. Lo que si consta
es que estaba casado y velado en su ciudad natal con JUANA
DE SILVA Y PEÑA, la que era hermana por parte de padre
de Manuel y Bartolome de Silva, y por esta razón hija natural

137
del capitán GUTIERRE DE LA PEÑA LANGAIO.Ellos
tuvieron larga sucesión en El Tocuyo, y sus dos hijos mayores
pasaron a la Nueva Segovia, radicándose en la Villa de Santa
Rosa, donde dejarían larga e ilustre sucesión que incluye al
presbítero coronel Andres Torrellas y sus sobrinos Albizu,
Casanova y otras familias de distinción.

Producto de la uniòn del capitan Gutierre de la


Peña con madres aborígenes y, al parecer diferentes, los
varones fueron mayordomos de haciendas de su padre y
tíos y las mujeres recibieron dote para casar con modestos
propietarios vecinos, mestizos o blancos llanos para
garantizar la hegemonía doméstica local. Las siguientes
generaciones dada su situación real, se caracterizaron por
madres solteras y prole “mestiza “blanqueada”, que se
transmiten primordialmente de madres a hijas, mientras los
varones se unían al igual que sus abuelos con mestizas con
dotes discretas y por acuerdo territorial. La culminación de
anhelos de esta familia que en 1660 era registrada en el libro
de “gente del común” como mestizos vino a verse colmada
con creces desde mediados del siglo XVIII hasta 1810, donde
aparecen con el título de “Don”, después de contraer
esponsales con la gente más destacada de la ciudad y de
los pueblos de Quíbor, Humocaro, Sanare y Guarico.

Un ejemplo resaltante del destino de los mestizos


blanqueados en las doctrinas es el de la familia ACEVEDO,
de Humocaro Bajo y Alto iniciada por tres mestizas con
sucesión bastarda blanqueada en Humocaro Bajo, la
progenitora india se desconoce y el apellido proviene de un
blanco llano mayordomo de la hacienda de doña Juana de
Porras, llamado JUAN DE ACEVEDO y de su hija MARIA
DE ACEVEDO, mujer de JACINTO GOMES, mestizo e hijo
de Petrona Gomes, mestiza libre. De un hijo de LUCIA
GOMES ACEVEDO, llamado JUAN DE LA CRUZ, casado

138
en 1737 con MARIA PASCUALA RODRIGUES, hija de
Margarita Arenas, mestiza blanqueada. Hubo hijas
“blanqueadas” que recibieron Dote para enlace con los
“nobles” como por ejemplo, MARIA DE LA CONCEPCION
ACEVEDO Y ARENAS, casada el 12-12-1759 con
APOLINARIO ANGULO, hija de la mestiza blanqueada
Josepha Angulo y MARIA MANUELA, casada el 12-1-1769
con JOSEPH FRANCISCO ANGULO, hijo de Leonor Angulo.
Sus nietos ANGULO, por estas líneas entablan directa
relación con los FALCON DE MIRELES y MARQUES DE
ESTRADA, todos ellos pertenecientes a las familias más
“nobles” de la ciudad de El Tocuyo, de origen “encomendero”
y desterrados por la pobreza económica generada por la
superpoblación blanca en sus haciendas del valle de
Humocaro Bajo.

Caso similar es el de los hijos blanqueados de


FRANCISCA ANA DE CORDOBA, mestiza Blanqueada a
su vez, que para 1730 alternan nupcialmente con expósitos,
y cuyo hijo JOSE NICOLAS DE TORRES, casó primero con
DOÑAISABEL NADAL y luego con DOÑAJUANA BARBARA
DE MARQUES Y CANELON, ambas damas de origen
“encomendero” y con larga sucesión entre la “gente principal”
de El Tocuyo concentrados en el pueblo como los FALCON
DE MIRELES y MARQUES DE ESTRADA.

139
140
LOS AFRICANOS
LOS AFRICANOS Y SU PROLE EN EL TOCUYO DEL
SIGLO XVI

Toca el turno de hablar sobre los esclavos y


negros africanos y criollos y sus descendientes en la ciudad
de El Tocuyo. Dada la escasez de documentación
correspondiente a la población blanca del siglo XVI, debe
entenderse que datos precisos sobre la población africana
en el mismo período son de accesibilidad prácticamente nula.
No puede precisarse exactamente su número total ni el
porcentaje de sus diferentes procedencias por naciones y
uniones; lo cual impide hacer cálculos para poder argumentar
la generalidad de los hechos ocurridos con esta población.
Las primeras “piezas de negros” llegaron con los
conquistadores como mercancías de usos múltiples para su
servicio personal. Las leyes del monarca legalizaron luego
su introducción en estas tierras con los contratos de “asiento”,
a pesar de que siempre el contrabando fue la vía principal
de su introducción, pues los propios países a quienes se
dieron “licencias” en este sentido los introdujeron ilegalmente
también durante el mismo período, como lo muestran Miguel
Acosta Saignes y otros historiadores en libros especializados
sobre el tema. La procedencia de la población africana de
esta naturaleza, según Acosta Saignes y otros provenía
básicamente de la franja costera extendida entre Cabo Verde
y la nación Angola, en la Costa de Gabón. Los Portugueses
fueron quienes iniciaron la trata, y ya legalmente desde 1534
en Venezuela se celebraron “asientos” y “licencias”. Su
apogeo vendrá con la unificación hacia 1580 con la corona
Española, coincidente con la Factoría de San Tomé, en la
antes citada costa de Gabón, sucedida en 1600 por Sao Paolo
Loanda, en la actual Angola. (AVELLÁN DE AVELLÁN DE

141
TAMAYO, 1992:II-217)

LICENCIAS

De este origen, el 13-3-1535 FRANCISCO DE


SAN JUAN pidió permiso para dos esclavos, eximiéndole
del pago de almojarifazgo pero pagando por cada esclavo
dos ducados por la licencia. El 14-12-1551, el gobernador
licenciado ALONSO ARIAS DE VILLASINDA pidió permiso
para 3 esclavos con la misma exención, y por su cargo de
funcionario Real se le otorgó “merced” de exención de pago
de la licencia. En 1552 JUAN DE VILLEGAS, Teniente de
Gobernador y Capitán General de Venezuela pide al rey
“merced de licencia” para pasar unos negros esclavos por
que “los negros en estas comarcas valen muy caros”. Los
Welser por su parte introdujeron 2500 de los 4000 que habían
contratado en 1528 en una Licencia; los cuales no fueron
vendidos en la Provincia. Posteriormente, el Rey les concedió
otra licencia el 21-6-1534 para introducir 800 esclavos con
la advertencia”: con tanto los paséis e llevéis todos a la dicha
tierra de Benezuela... destinándolas al trabajo de las minas”.
Posteriores solicitudes de los cabildos y aún del gobernador
Mazariegos en 1571 muestran como “no hay quien cultive
por falta de esclavos y a esta carestía están los vecinos muy
pobres”. Por estas razones la época comprendida entre 1550
y 1600 no se caracterizó por la entrada de numerosas piezas
de esclavos. (AVELLÁN DE TAMAYO, 1992: II - 218)

ASIENTOS

Desde 1595 hasta 1640 los portugueses


monopolizaron este tipo de contratos, entre mercaderes y la

142
Corona, donde aquel se comprometía a solucionar los
trámites de trata de un número mínimo de piezas que traía
personalmente hasta el sitio de embarque, recibiendo una
fianza al inicio de la negociación y un pago fijo de una
cantidad estipulada por cada uno de los años que duraba el
contrato. El Gobernador de Angola Juan Rodrigues Coutinho
y su sucesor su hermano Gonzalo Vaez Coutinho contrataron
con la Corona para introducir 500 piezas para la Margarita,
Cumaná y Venezuela. A la ciudad de Coro llegaron 207
esclavos comerciados a través de Vaez Coutinho en 1613.
El régimen de los Asientos, interrumpido entre 1640 hasta
1662 se reinició ese año con contratos con Domingo Grillo y
Antonio Lomellin, y luego al Consulado de Sevilla en 1676.
(AVELLÁN DE TAMAYO, 1992:II - 226 y s.)

LAS COMPAÑIAS

A pesar de que tuvieron su mayor importancia


en el Siglo XVIII, antes de 1675 se había formado de la de
“Lacheu o Cabo Verde”, de cuyas ruinas surgiría más tarde
la Real compañía de Guinea de Portugal, que firmó contrato
por un período entre 1696 y 1703, aunque continuó haciendo
entradas hasta 1718. La Real compañía de Guinea Francesa
contrata el 27-8- 1701, por la alianza del trono español con
los Borbónicos. Si bien inició sus actividades el 2-5-1702
hasta 1712 fecha en que el monopolio pasó a la compañía
inglesa del Mar del Sur, mediante Reales Cédulas del 26-3
y 15-4 que concedían el monopolio por 30 años. El primer
arribo lo hicieron en 1715 por La Guaira. Los traficantes de
esclavos estaban obligados a marcar las piezas con la
“calimba o carimba”, que era el objeto con que se herraba a
los negros “Bozales”. Los descendientes de los “Bozales”,
los negros criollos, por no tener que pagar los derechos de

143
entrada nunca fueron herrados. ( AVELLÁN DE TAMAYO,
1992: II - 219)

EL CONTRABANDO DE LOS NEGROS

Para 1535 se registra en los libros de la Real


Hacienda de Coro “dozientos y veinte y tres pesos de oro de
la tierra fundido por ensayar que estaban en el arca de tres
llaves en el depósito que procedieron de un esclavo negro
que havia venido fugitivo en un barco e lo traían los cristianos
están do en esta gobernacion”, por lo cual el obispo y
gobernador don Rodrigo de Bastidas ordenó abrir proceso
contra los oficiales de la contabilidad por la venta del negro.
Muy numerosas son las referencias documentales de estos
sucesos durante el siglo XVI y los siguientes en la jurisdicción
de Venezuela y en la ciudad de El Tocuyo. Por citar algunos,
en la memoria de tesorero Gonzalo de Los Ríos, de los negros
que se compraron a Hawkins en Borburata en el año de 1565
se mencionan a los siguientes compradores que eran vecinos
de El Tocuyo: Vicente de Riberos: 4 piezas de negros
enfermos en 180 pesos. Clara González, un muchacho y
una muchacha en 100 pesos. Tomé de Ledesma, 3
muchachos y una negra en 220 pesos. Francisco Carrizo,
un muchacho en 40 pesos. En el juicio de residencia del
gobernador Mazariegos en 1576 algunos declaran que los
negros que se intentaron introducir en 1574 venían
consignados a Vicente Riberos y que los traía un cuñado de
éste que estuvo en persona en el navío, aunque se había
opuesto a que desembarcaran porque el gobernador les
había puesto grandes penas a todos los que pretendiesen
tratar con los portugueses. (AVELLÁN DE TAMAYO, 1992: II
- 229 y s.)

144
PROCEDENCIA DE LOS NEGROS AFRICANOS
ESCLAVOS

En el testamento de Hernando de Aranguren,


natural de la anteiglesia de Baracaldo, casado con la tocuyana
DOÑA BEATRIZ DE VILLEGAS --Escribanías de
Barquisimeto, legajo Año de 1625 folio 68-- se menciona un
esclavo de Angola entre los bienes de esta familia tocuyana.
Aunque numerosos son los nombres de etnias africanas
introducidas, durante las primeras décadas del siglo XVII
predominaron básicamente en la ciudad de El Tocuyo los
negros de nación Angola, Congo, Loangos y Tarí, que por
medio de la vía del contrabando, asientos y licencias, lograron
introducirse en un número bastante escaso pero significativo
en la ciudad de El Tocuyo. Posteriormente, según
comprobación documental, y debido al sistema de la “trata”
en boga para mediados este siglo se observa la tendencia a
la llegada de estos esclavos extranjeros en varios períodos
comunes de llegada.

Producto del sistema vigente de su trata y


comercialización ilegal en la provincia sólo son fiables como
fuentes documentales los bautizos de esclavos africanos o
sus hijos, que se registran en los libros parroquiales del
“común”, correspondientes al período comprendido entre
1660 y 1821. Según esta documentación, se observa el
primer período común de llegada identificable de los casos
aislados, en 1671 hasta 1683. Otro nuevo período común
de llegada aparece en la década de los 1698 hasta 1722 y
luego un nuevo período común de llegada aparece para
1728-41. El total puede aproximarse a 1000 negros bozales.
Probablemente a estos mismos períodos comunes de llegada

145
pertenecieron los numerosos esclavos que casan entre sí y
con las negras, mulatas y zambas criollas, así como con las
aborígenes y mestizas libres.

Es evidente que la forma en que se realizó el


proceso de su trata y comercialización, donde aún dentro
de los lotes introducidos al mismo tiempo, existían grandes
diferencias de procedencia entre los africanos recién
llegados, lo cual determinaba una marcada heterogeneidad
cultural y étnica. A pesar de ello, de una muestra de 870
bozales apenas de una centena puede precisarse su
procedencia y de ellos por lo menos 60 eran de la nación
Tare o Tarí, la más importante numéricamente, seguida de
la nación Loanga con unos 15 individuos, y luego de Angola,
Guinea, Mandinga y Mina. Podemos afirmar, sin embargo,
que los caracteres antropométricos contrastantes por su
variabilidad de estas primitivas etnias africanas pronto
quedaron homogeneizados por la necesaria reproducción
del grupo; lo cual generó condiciones de mestizaje aún para
los negros criollos “puros” de estas primeras generaciones.
Dado el reducido número de la población, el aislamiento
étnico a que se le sometió, y la multiplicidad de naciones y
etnias de este heterogéneo grupo, no brindaron condiciones
para la preservación de etnias puras africanas --debido a su
múltiple procedencia por naciones y a la fisionomía resultante
en el grupo de la forzosa mezcla de caracteres
antropométricos diferentes, dada la multiplicidad de
características divergentes de los diferentes grupos humanos
en esa zona del continente africano.

EL TRATO A LOS ESCLAVOS Y SU LIBERTAD EN EL


TOCUYO

146
Todos los documentos indican un trato que
podríamos catalogar de benévolo, si se compara con el trato
a los esclavos negros en otras partes de América del Sur y
del Norte, relativamente escasos para el siglo XVI, y siendo
mercancías de elevado precio, los españoles y los criollos
tocuyanos tuvieron consideraciones relativamente
“humanitarias”, dado que el mal trato a una mano de obra
escasa y costosa les generaría pérdidas cuantiosas. El costo
era tan elevado que muchas veces constituía el principal bien
patrimonial o dotal de algunos matrimonios tocuyanos del
estado llano y la “gente principal”. Su posesión generó
disputas encarnizadas como aquella entre Don Gervasio
Alvares Peraza, quien reclama la posesión de una mulata
esclava llamada incluso en algunos documentos como “pieza
de mulata” y “mula humana”. Juzgaba que le pertenecía
porque su tío Hipólito de León Peraza la había concedido en
Dote a su madre doña Juana Escolástica, en 1710 con la
venia de su abuela, la viuda doña Francisca de Escorcha, y
luego la había retenido para sí durante más de veinte años.
La razón final de todo era que el “buen trato” a la negra había
permitido que tuviera “siete hixas e hixos”, todos patrimonio
del dueño de la mulata.

En consecuencia, dado el sistema de la propiedad


de los esclavos, existía la costumbre de algunas familias
“principales” de incentivar la reproducción de los esclavos,
considerados “piezas de esclavos” de precio elevado. Por
ello, según se les describían físicamente en los documentos,
eran alimentados adecuadamente y empleados en trabajos
útiles sin el desgaste que imponían las grandes plantaciones,
con el objeto de obtener de ellos “buenos esclavos” para
emplearlos en el trabajo o venderlos a buen precio. En ciertos
casos, pudiera inferirse de algunos documentos, que al
parecer existiría un método, mediante el cual al usar a los
negros importados bozales como “sementales” para las

147
esclavas criollas; se podría garantizar el éxito de lograr una
prole con “menos tachas malas y mejores buenas”. Al parecer
esta prole habida en tales condiciones tendría una
complexión física mayor, al compararseles en fortaleza y
fuerza física a los negros criollos; por lo cual los amos, se
supone que, utilizando el vientre negro o mulato criollo, y
sementales “bozales” adecuados, obtenían proles
fenotípicamente bastante satisfactoria, fuerte y apta para el
trabajo de los ingenios, haciendas agrícolas, ganaderas y
cacaotales a la manera de la región. Esto consta, por ejemplo,
en el antes citado juicio por herencia de una mulata y sus
hijos entre don Hipólito de León-Peraza y don Gervasio
Alvares-Peraza, l737, Escribanías de El Tocuyo. Esta práctica
que en la actualidad sería inconcebible, si es que realmente
ocurrió de tal manera, debe ser considerada dentro del
estricto marco del período que estudiamos, en el la esclavitud
era una de los tantos sistemas económicos, vistos y tenidos
como normales, y por ende, capaz de dar enriquecimiento a
los dueños de esclavos resistentes para el trabajo en las
plantaciones. De aquí que naturalmente se le diera toda la
importancia a la manera de lograr los mejores ejemplares
negros esclavos y a la reproducción de los mismos. Es
indispensable subrayar aquí que en los documentos de la
época está muy claramente saldada la cuestión de que los
esclavos eran tenidos como “mulas humanas” y “piezas de
esclavos”. Expresiones que son en suma elocuentes sobre
lo que venimos afirmando.

Estos tratos para con los esclavos negros


quedaban recompensados con el hecho de obtener gran
provecho de la venta y trueque de negros en “buen estado”,
aclimatados, que garantizaban elevado precio de venta, la
cual podría efectuarse en la ciudad o en las ciudades vecinas
por medio de mayordomos e intermediarios, según acuerdo
personal entre los propios amos. En muchos otros casos,

148
los negros fueron utilizados como oficiales y hasta como
maestros en los oficios de artesanos, explotando las destrezas
aprendidas por ellos. Es frecuente encontrar en los
documentos de las escribanías de El Tocuyo, y en los de
juicios civiles y eclesiásticos, a negros esclavos y libres como
oficiales y maestros de “curtiembre”, “tenería”, “zapatero de
obra prima”, “sastre”, “de ingenio de azúcar”, “música”,
“herrero”, “albañil” y otros. Anteriormente la mayoría de estos
oficios habían sido y continuaron siendo ejercidos por blancos
llanos y mestizos blanqueados, por lo cual no se les puede
ni siquiera comparar con el peor trato que recibieron los
esclavos empleados en los trabajos agrícolas. También las
negras, criollas o bozales, muchas veces fueron asignadas
al servicio de la casa como “cocineras” y “ayas”, en cuyo
oficio muchas de ellas fueron recompensadas con la ansiada
libertad por sus agradecidos “hijos de crianza”. No obstante,
también fueron empleados en oficios infamantes, como por
ejemplo los negros de Juan de Carvajal, que oficiaron como
verdugos de Bartolomé Welser y Felipe de Hutten para 1546.

La gran mayoría de los esclavos negros fueron


utilizados en el trabajo agrícola o ganadero como mano de
obra de las grandes haciendas de la localidad, y nunca fueron
empleados en gran escala en otra actividad --en los hatos y
conucos de los blancos llanos y mestizos por lo general no
habían esclavos--. Debido al profundo análisis de que han
sido objeto estas formas de explotación, sólo mencionaremos
que escasos tocuyanos, en su mayoría de la “gente blanca
principal” pudieron poseer haciendas de suficiente cuantía
como para desarrollar el sistema esclavista de plantación
clásica empleado en otras regiones de la provincia de
Venezuela. Sin embargo, algunos mulatos oficiales de
milicias y adinerados tenían numerosos esclavos en su
patrimonio; empleados en haciendas e ingenios y fueron
incluidos en las dotes a sus hijas y capitales de sus hijos.

149
Las condiciones inhumanas de la explotación en las
plantaciones de caña de azúcar, por todos conocidas, donde
el trato brutal de los capataces blancos o mestizos, motivaron
de estos grupos de esclavos bozales y criollos su solidaridad
con los restantes esclavos --incluso mulatos--, para
garantizarse la subsistencia. Para las primeras generaciones
de hijos de bozales nacidas en el territorio de la ciudad de El
Tocuyo, las condiciones no fueron diferentes a las de sus
progenitores y mucho más duras porque comenzaron a
desarrollarse nuevos ingenios y haciendas para la mismas
fechas. Estas condiciones hostiles contribuyeron a crear los
intentos de evasión de los esclavos, y dado que la fuga no
tenía buenos resultados en una ciudad, “al descampado”, lo
más fácil y coherente fue buscar abiertamente las uniones
étnicas mixtas. Es natural que fueren ellos los principales
propulsores de las uniones intercastas con aborígenes y
blancos, principalmente porque en su lucha por alcanzar la
libertad, resultaba la única forma viable para la reivindicación
de sus descendientes.

LA “PUREZA DE SANGRE “ EN LOS ESCLAVOS

Para el siglo XVII y como consecuencia de lo


anterior, predominaba entre los esclavos la masa de “negros
criollos”, en contraste con los africanos. Las razones de ello
son la escasez de la importación tanto legal como de
contrabando y las restantes que hemos esbozado
anteriormente. De menor precio y mayor número componían
la mayoría absoluta de los negros esclavos en la ciudad de
El Tocuyo desde el siglo XVII. Como se sabe, siendo tan
sencilla la clasificación de los esclavos mezclados
étnicamentes o libres de la “gente de color”, es evidente que
aquellos llamados por los blancos “negros criollos” o

150
“esclavos criollos”, realmente no eran descendientes puros
de etnias africanas, sino producto de aquel proceso de mezcla
interétnica lento pero efectivo que se generó en el siglo XVI
y se intensificó en los siglos XVII y XVIII, muy especialmente
en este último. Como argumento de las anteriores
afirmaciones, presentaremos la intensa y muy peculiar
variabilidad étnica de los esclavos para las décadas
anteriores a 1660 y 1680, que diulucidaremos luego en
separadamente y en detalle. Como consecuencia natural de
las condiciones legales, sociales y económicas en que se
hallaban estos individuos como propiedad privada de elevado
precio, los amos, vecinos y poderosos de la ciudad pudieron
en un principio frenar toda aspiración de las mujeres africanas
a participar de las uniones mixtas con indios, pero en breve
los blancos fueron subyugados por las negras esclavas y no
tardaron en generar progenie mulata. A pesar que la
población esclava, en el siglo XVI, con respecto a la gente
libre de origen africano era abrumadoramente superior,
debido al proceso de “mezclado interétnico” --que luego
desarrollaremos ampliamente-- el porcentaje de esclavos
frente a la “gente de color” y libre para finales del XVII era
significativamente muy inferior. Quedan ejemplificadas las
afirmaciones antes presentadas con los niños bautizados en
el período 1660-1684, perteneciente a la “gente del común”
y de cuyas estadísticas se hablará separadamente; donde
el número de negros criollos superaba con creces a la de los
negros africanos, habiendo igual cantidad de “mulatos
esclavos”. En consecuencia, los esclavos criollos componían
casi la mayoría de los esclavos del siglo XVI y XVII. A su vez,
la población de color y libre representaba similar cifra a la
suma de las partes mulata y negra de la población esclava.

Las etnias africanas que entonces predominaban


no tardaron también en convertirse en un grupo mezclado
étnicamente, no sólo por su variada procedencia, sino

151
también la sucesiva llegada de otros africanos a lo largo del
período, aunque los mismos sólo representaran la minoría
de la población esclava de la época.

LOS MATRIMONIOS MIXTOS DE AFRICANOS

Con una validez especialmente importante para


los siglos XVI y XVII no puede excluirse el factor azar en las
uniones intercastas, a diferencia de lo que se observara en
siglos posteriores. En ella se verá el modo de la concertación
del matrimonio de los esclavos y “gente de color y libre” casi
en el sentido de los “blancos”. En ella se seleccionaba la
pareja por ciertas conveniencias sociales o económicas aún
dentro de un grupo de similares características
socioeconómicas, e igualmente segregado por su origen
africano. .

Aun los estrictos lineamientos de la jurisprudencia


hallada en la recopilación de leyes de indias, recopilación
de leyes de indias, libro VIII ,título V, ley II de don Felipe II del
18-5-1572-que al respecto pudieren decretar infame
“obligándoles al igual que a los mulatos a tributar“ y al hecho
de que las altas autoridades indianas lucharan por proscribir
el matrimonio y la unión afroindia, como queda estudiado
por numerosos autores entre ellosM agnus Mörner en su
obra “La mezcla de razas en América latina”, veremos que
en la ciudad de El Tocuyo puede comprobarse
estadísticamente la elevada frecuencia, aún desde los
primeros años de la ciudad, del cruzamiento mezclado
mediante el matrimonio entre los varones africanos y las
mujeres aborígenes. Igualmente puede documentarse que
la incidencia de estas uniones fuera del vínculo nupcial fue
mayor a las antes mencionadas. Las autoridades domésticas

152
de la ciudad ninguna oposición trabaron a estas
transgresiones a las leyes españolas.

Las uniones afroindias generaban una prole cuya


clasificación y categoría étnica, por motivos de simplificación,
habían sido establecida por los europeos de manera simple
y rígida en los llamados “ zambos”, naturalmente libres por
serlo de esclavitud el vientre que los procreó. Las
conclusiones prácticas a esperar de estos enlaces era la
obtención de una prole libre de esclavitud, que
sucesivamente casada o unida con esclavos africanos o
aborígenes “puros”, diera lugar a un grupo mezclado
étnicamente que los europeos denominaron “ zambo”,
independientemente de cuanto porcentaje de sangre
aborigen y negra tuvieran aquellos individuos. El termino de
“grifo” fue empleado para indicar la cuarta parte negra y tres
cuartas de indio, y el de “ zambo prieto” el de porcentajes
iguales pero a predominio africano. Estas afirmaciones
resultan suficientemente convincentes y acreditables, en vista
del fenómeno histórico real y suficientemente documentado
de la utilización de los estratos intermedios libres --indígenas
y mestizos--, como mecanismos de enlace para la liberación
de parte importante de los descendientes del grupo de la
sujeción de la esclavitud.

La unión sacramental con los negros y mulatos


libres era otro de los mecanismos de liberación de la
esclavitud más empleados por la población en cautiverio
legal. En estos casos, la prole era designada simplemente
mulata, o “mulata prieta” para indicar un mayor porcentaje
de sangre negra y un cuarto de blanco. Los criollos y
europeos no mostraron ninguna objeción a estas últimas
uniones, que además realmente eran legales según la
recopilación de leyes de indias, puesto que a pesar de su
libertad o esclavitud, pertenecían todos a la raza “inferior”.

153
Con respecto a las mujeres africanas, los europeos no
estaban libres de la tentación que una etnia diferente
representaba para ellos, quizá tan atractiva para ellos como
la aborigen, de manera que desde la llegada del africano
bozal a la ciudad, los blancos se unieron sucesivamente con
negras criollas o africanas y mulatas, esclavas suyas o de
sus vecinos. La prole generalmente era esclava, con
excepciones reales aun cuando escasas. A este también
heterogéneo sector, que comenzó a incrementarse
progresivamente y algunas de cuyas ramas “por el
blanqueamiento” alcanzó con rapidez un gran número de
veces la libertad, se les denominó “mulato”, y este nombre
como veremos fue aplicado independientemente de cuanta
mayor cantidad de sangre europea respecto a la negra tuviera
el individuo. En este caso era otro de los instrumentos para
librarse del cautiverio en futuras generaciones. La ilegítima
unión de las esclavas africanas o criollas con los blancos o
mestizos económicamente importantes, involucraban deseos
ocultos a la simple “apetencia sexual del amo”, involucrando
intereses de la esclava en muchos casos, ya que mediante
la compra o las cartas de libertad, terminarían por conseguir
para sus hijos y ellas mismas la ansiada liberación. Aquel
motivo señalado por muchos testamentos “es mi voluntad
liberar a mi esclava... por que me ha servido fielmente... por
los leales servicios que me ha hecho” resultaba de la voluntad
de muchos amos y esclavas por sus relaciones ilegales.

LOS DESCENDIENTES LIBRES DE LOS AFRICANOS


“GENTE DEL COMUN”

Como conclusiones obvias de la situación antes


esbozada, los primeros grupos de africanos puros y sus
descendientes se vieron involucradas en la formación de un

154
grupo de personas de procedencia africana con diferentes
grados de mezcla interétnica que legalmente no estaban
sujetos a la esclavitud, y que se denominarán como “gente
de color y libre”. Luego agrupado con otros sectores de
diferente origen de la población tocuyana con el nombre de
“gente del común” en el siglo XVII, su papel fue trascendente
en la formación del estrato más numeroso en la población
de la ciudad y de la colonia a través de los siglos XVII, XVIII y
XIX. Argumentar esta aseveración resulta sencillo, ya que
considerando que esta población “de color” y condición libre
tuvo cuantitativamente hablando una representación
porcentual elevada y creciente, resulta lógica la participación
notable que hubo de tener el grupo en la formación de la
población “parda libre” y de la “gente del común” de la ciudad
de El Tocuyo, que representó el estrato más numeroso en la
misma durante todo el período colonial, especialmente los
siglos XVII, XVIII y aun más en el XIX. Había una elevada
proporción de personas de origen africano y de condición
libre para las primeras cuatro decadas del siglo XVIII, si se
compara con la de la población esclava, que puede
observarse en todos los documentos revisados de este
período con una frecuencia estadísticamente tan elevada que
representa la tendencia principal en aquellos grupos. Resulta
práctico afirmar que la población en cuestion, producto de la
imbricación profunda de los diferentes grupos de la llamada
“gente del común” fue mucho más heterogénea que su ya
mezclado grupo de origen, los esclavos. Debemos admitir
que a pesar de la tendencia principal del primer siglo a
mantener a individuos un estrato o estamento legal y
claramente separado de los restantes, en virtud de su
“procedencia inferior” por su vinculación a la esclavitud, el
ascenso paulatino de sus miembros, económicamente más
notorio para los siglos XVIII y XIX, resulta la demostración de
la movilidad social franca existente en la población general
durante el período en cuestión.

155
El comportamiento “clasico” de cada sexo en las
uniones interétnicas de los individuos africanos fue diferente.
No obstante, de los mecanismos de liberacion, quizas el más
empleado y con mayor éxito por los negros esclavos, fue
enlazarse con las indígenas, ya fueren libres o de
encomienda, con el futuro destino de “ zambos libres”, lo
mismo que con las mujeres de esta última procedencia.

En el grupo de los varones africanos, se


observó de manera predomiante una tendencia para los
matrimonios mixtos, que resultaba el mismo mecanismo para
liberar a su prole de la esclavitud; unirse sacramentalmente
con las indias o mestizas, o con sus descendientes
mezcladas étnicamente, las zambas; ya fueren de
encomienda o libres, garantizando que la progenie de la
primera generación adquiriese la categoria de “ zambos
libres” y ,naturalmente,que esta tendencia representó un
número respetable de las uniones legítimas de los esclavos
tanto negros y zambos como también mulatos. Sin embargo,
es conocida la relación porcentual mayor de las uniones
ilegítimas con este mismo grupo, y que tenía el mismo objeto,
dado que la prole estaba adjudicada a una madre libre. Es
por esto que vemos con elevada frecuencia a individuos “
zambos libres”, hijos naturales de madres aborígenes en
todas las doctrinas de Quibor, Humocaro Bajo, Barbacoas y
en la propia ciudad documentalmente comprobado desde
mediados del siglo XVII.

LA REPRODUCTIVIDAD DE LA POBLACIÓN LIBRE Y DE


COLOR

Por otra aparte, el enlace con mulatas libres era otra


de las situaciónes más frecuentes con alcances similares.

156
Por otra parte, obviamente por su situación social y legal,
resulta muy superior la “fertilidad” de la población de color
nacida libre al compararla con sus equivalentes étnicos
esclavos. En mejor situación económica y no sometidos al
desgaste del trabajo en esclavitud, los individuos libres
tuvieron una mayor supervivencia y mayor número de hijos,
además de poder ya estabilizar sus hogares y sustentar sus
obligaciones conyugales y paternales. Por otra parte, el
destino de esta prole incluyendo mezcla interétnicas con otras
castas consumía población de éstas, acrecentando el número
de “mulatos libres”. En estos casos, la progenie era
evidentemente “mulata libre”, dado que en esta categoría se
incluían las más diversas posibilidades de cruce y
proporciones diversas de mulato con blanco.

EL BLANQUEAMIENTO DE LAS MULATAS ESCLAVAS Y


LIBRES

El mecanismo empleado por las mujeres


mezcladas étnicamente y esclavas era completamente
diferente. Sea cual fuere el tipo de unión realizada, su prole
invariablemente sería “mulata esclava”. Es por esto que lo
más lógico era pensar que procurar la unión con el amo
podría en un futuro no muy lejano significar la libertad para
los suyos y por ende de ella misma. Naturalmente que en
los casos anteriores, si la libertad no era alcanzada, la
siguiente generación empleaba los mismos mecanismos de
liberación, diferentes, por supuesto para el varón y para la
mujer. Este tipo de conductas transmitidas por imitación,
consuetudinariamente por madres a hijas, ocasionaban un
profundo cambio étnico en la población esclava. Las
crecientes proporciones de sangre europea en la masa
esclava determinaban en este grupo un mezcla interétnica
aún mayor que el que habría de esperarse, y sólo comparable

157
al generado por las uniones intercastas procuradas por los
pardos libres. Como este efectivo proceso de franco
“blanqueamiento” observado en la población esclava era un
obstáculo a la productividad de la misma, los amos buscaban
e intentaron introducir los “sementales” africanos en esta
prole, lo que sólo consiguieron en casos limitados. En la
mayoría de las ocasiones, terminaron por sentir apetitos
carnales ante estas mujeres y esto les llevaró a darle la
libertad a sus hijos casi blancos y hasta velar por su futuro.
Es por eso que tales hijos bastardos, numerosas veces
terminaban por ser libres o por enlazarse ventajosamente
con personas libres. En consecuencia, este considerable y
“ventajoso” porcentaje de sangre europea quedaba aislado
del grupo para concentrarse en la población de color y libre,
que buscaba el blanqueamiento abiertamente.

En los documentos de bautizos y matrimonios


puede verse que la discriminación étnica de las autoridades
eclesiásticas calificó siempre de “mulatos” --aunque su
fenotipo fuere el de caucásico o muy cercano a él-- a los
descendientes del “blanqueamiento” de los mulatos libres y
esclavos. También resulta muy interesante como en algunos
casos las “mulatas libres”, muchas veces blanqueadas, eran
desposadas o se unían ilegítimamente con los esclavos, ya
fueren mulatos o zambos blanqueados, no importándoles
su condición legal. A pesar de ser mucho menos frecuentes
los casos de mujeres esclavas de origen zambo, porque
eran de madre esclava negra y padre aborigen o mestizo, o
de padre zambo libre y madre mulata o negra esclava, las
“zambas esclavas” eran relativamente comunes en la ciudad
en el siglo XVII y XVIII entre la población esclava. Como ellas
eran finalmente “piezas de esclavas”, y como tales se
comportaron, al unirse ilegítimamente con los amos blancos,
o a sus descendientes, los mestizos pobres; su prole era
designada invariablemente “mulata zamba”, y esta frase

158
buscaba explicar la sangre europea de la mezcla étnica del
zambo.

LOS TÉRMINOS DEL “BLANQUEAMIENTO” Y “MEZCLA


INTERÉTNICA”

Los hijos de mulata y blanco solían denominarse


mulatos cuarterones y el enlace de este tipo de prole a una
persona blanca originaba un mezclados étnicamente
denominado mulato quinterón. El mismo termino de
cuarterones y quinterones era aplicado al producto de mulata
zamba y blanco. El término “ochavón” rara vez apareció en
las partidas en El Tocuyo para señalar mezclados
étnicamente más blanqueados. En ocasiones frecuentes,
aparecen los “mulatos tercerones”, provenientes de mulata
prieta y blanco, o de mulato y mestiza, o de mestizo y mulata.
El término “mulato prieto” provenía del enlace cruzado entre
mulatos y negros, mientras el “ zambo prieto” a su vez era
producto de zambos y negros. Uniones sucesivas con negros
eran denominadas simplemente “negros”. La característica
principal de estas uniones es la de representar un grupo
complejo y heterogéneo por su origen, y cuantitativamente
numeroso, que abarcaba la mayor parte de la población total.
Durante el siglo XVII y primeras décadas del XVIII el clero
Tocuyano, asentaba en libros separados como la llamada
“gente del común” a todos aquellos que de una forma u otra
no formaban parte de la población blanca en la ciudad de El
Tocuyo --pues éstos eran registrados como “españoles o
gente blanca”. No obstante, este grupo que incluía a varios
sectores étnicamente diferentes, prácticamente a lo largo de
todo el período se mantuvo por separado en subestratos
independientes: mestizos y pardos. El primero de ellos

159
gozaba del privilegio de alternancia matrimonial y algunas
veces hasta social con el estrato de los blancos. Los “pardos
libres” incluían por su parte un heterogéneo sector que se
mantuvo con subdivisiones étnicas muy marcadas a lo largo
de todo el período, principalmente de orden económico. Las
primitivas clasificaciones de la “gente del común” en mulatos,
zambos y negros libres, consideradas de modo étnico y legal
completamente segregadas de las de blancos, mestizos y
aborígenes, ilustran de modo claro la tendencia principal que
habría de mantenerse hasta finales del período colonial, ya
que tenía muy especiales implicaciones afirmadas en la
aplicación de las reales pragmáticas de matrimonios. En lo
que respecta a los siglos XVII y XVIII, las uniones intercastas
entre indios y negros eran bastante frecuentes a pesar de
que la prohibición es específica, siendo taxativas las reales
pragmáticas de matrimonios sobre la unión mixta entre
esclavos y encomendados. Esto no sólo era frecuente en la
ciudad y en las doctrinas importantes como las de Quibor,
Barbacoas y Humocaro Bajo sino que también se registran
casos como los de “Marco Alfonso, hijo natural de Constanza,
mestiza de Trujillo, casado en Cubiro el 22-8-1694 con
LEONOR ZAMBA, hija de Inés, india de la encomienda de
Bartolomé de Torralba” y el de Benito, negro esclavo y Ana,
india de encomienda, ambos del capitán Gutierre de la Peña
Langayo en 1674.

ESTRATIFICACION SOCIAL DE LOS PARDOS LIBRES

Se puede definir que estos matrimonios mixtos


fueron la base para la formación de la población parda que
se autodenominó “de estimación”; debido a la transferencia
que los blancos les hicieron de los oficios viles tales como
herrero, carpintero, pulpero, oficial de alambique, oficial de

160
caporal, entre otros. Estos primeros individuos mezclados
étnicamentes adquirieron las ventajas de ser libres, aunada
a una clara oportunidad para competir económicamente con
la “gente blanca”. En ello encontraron fortuna, gracias a su
capacidad para el trabajo y buena administración, que
vigilaban personalmente al desarrollar ingenios y hatos de
ganado caballar y vacuno.

Fue igualmente frecuente que algún padre


“blanco noble” dotara a una hija natural mulata blanqueada -
de madre libre o esclava-, si bien aunque constan pocos en
recibos de dote lo declaran en sus testamentos estas mulatas
frecuentemente. Por lo general el marido, mestizo o a veces
extranjero o canario, obtenía una gran ventaja con este enlace
a pesar de que sus descendientes serían considerados
“gente de color y libre”.

Otras veces como lo declara Diego de Alvarado,


hijo mulato del Capitán Gracian de Alvarado el mozo, en su
Testamento de 1682, recibió de su padre con motivo de su
matrimonio en 1660 con María de la Troya, mulata de ”gran
estimación por ser partera... un pedaso de tierra en ligitima
donasion, donde fabriqué casa de bahareque de vivienda e
ingenio de barracón “ que según se desprende del inventario
de bienes luego convirtieron en productivo ingenio y hato de
“yeguas con su burro echor” y hasta “dos esclavos mulatos”.
A pesar de la disposición de la Legislación especifica, las
Reales Pragmáticas de Matrimonios, de frenar los
matrimonios mixtos, las autoridades tocuyanas mostraron
gran indiferencia por acatarlas ya que la población de la
época era escasa y probablemente los consideraban
económica y socialmente inferiores. Pero como discutiremos
en breve, generaciones más tarde sus descendientes tanto
legítimos como bastardos , bien fueren blancos o mestizos,
por demás, mayordomos de su confianza en sus haciendas

161
y bienes, quedarían ligados a muchas de las descendientes
de las uniones que transgredieron a las reales pragmáticas
de matrimonios. Es por esto, que éste grupo, social y
étnicamente marginado, con razón, dedicare todos sus
esfuerzos a alcanzar fortuna, que condicionaba su ascenso
social en la práctica, con las limitantes del caso. Pero además
de ello, sabiendo la capital importancia que legal y
socialmente se le daba a la mayor cantidad de sangre
europea respecto a la africana o aborigen que tuvieren los
individuos, estos pardos aspiraron en las primeras
generaciones al enlazarse a mujeres mestizas.

LA ÉLITE PARDA PROCEDENTE DE LOS PARDOS


BLANQUEADOS

Este grupo tan variado incluía los descendientes


blanqueados de mujeres mulatas, zambas, y otras mezclas
imposibles de calsificar cuando de manera sucesiva, al
menos luego de dos generaciones de uniones con blanco o
mestizo, alcanzaban un fenotipo más aproximado a las
grupos caucásicos. De manera que por su general similitud
(física-cultural-social) pasaron a autosegregarse en un grupo
o casta étnico-social denominada “pardos de calidad”,
muchas veces por la excelente posición económica y
escalafón que algunos de sus miembros alcanzara para el
enlace de hijas bien dotadas con blancos llanos o mestizos,
para dar al “blanqueamiento” un cariz más aceptable a los
blancos. Dentro del grupo de aquellos provenientes de
mujeres libres tenemos el de los llamados “mulatos
tercerones”, descendientes de blanco y mulata prieta o los
“cuarterones”, y provenientes de la mezcla de blancos con
las mulatas o con “terceronas”. Los “quinterones”, que de
apecto fenotípico caucásico, eran hijos de blancos y

162
cuarteronas; no tuvieron otro recurso que asimilar las leyes
de concertación matrimonial de los blancos y se unieron de
manera endogámica en un grupo oligárquico, socialmente
destacado (acorde a la recopilación de las leyes de indias,
libro octavo, título V, ley 10), privilegiado militar (acorde a la
recopilación de las leyes de indias, libro octavo, título V, ley
11) y económicamente, que se autodenominó “pardos de
calidad y estimación”.

La eficacia del proceso de blanqueamiento llegó


a tal grado, que este sector emuló perfectamente el
comportamiento socio-étnico de los blancos, para lo cual
instituyeron dotes para sus hijas, buscaron ávidamente el
“blanqueamiento” y se encerraron en los matrimonios
consanguíneos para evitar ser confundidos con la restante
“gente del común”. Al igual que en la generación anterior,
los hijos blanqueados de las mulatas, que en muchas
ocasiones han debido de gozar de cierta estimación del padre
y familiares paternos, no sólo buscaron enlace matrimonial
con los europeos y sus descendientes sino que incluso las
uniones concubinarias les resultaron satisfactorias aunque
el hijo fuere bastardo, siempre que se les considerara
“mulatos quinterones”. Este término era usado para designar
indistintamente los descendientes de las mujeres cuarteronas
(madres solteras con un compañero blanco), o el de los
varones mulatos cuarterones “adinerados” que se casaban
con mujeres blancas del estado llano en suma pobreza; como
es el caso del mulato cuarterón JUAN ANTONIO DE
GRATEROL y BLASA MARIA CANELON, blanca llana.
Aquellos cuarterones y quinterones que además de
blanqueamiento alcanzaban fortunas respetables, se unieron
endogámicamente de tal forma que no pasaron simplemente
a engrosar la élite parda libre, sino que surgieron dentro de
ellas a la manera de los blancos de diversos subestratos que,
aunque eran considerados iguales a los demás por los

163
blancos y las autoridades civiles y eclesiásticas,
representaban complejos sistemas de clanes familiares;
formando un grupo muy reducido, todavía más oligárquico y
privilegiado social, económica y militarmente, que se
autodenominaban “mestizos” sin ser otra cosa que “mulatos”,
según los libros parroquiales de El Tocuyo.

Los mulatos blanqueados, aun su


procedencia,continuaron siendo esclavos, algunas veces se
casaron ventajosamente y recibieron dotes después de su
manumisión por su padre natural, para casarse con mujeres
mulatas no blanqueadas con padres ricos que buscaban el
proceso de “blanqueamiento”, para lo cual no les importaba
que el sujeto hubiera sido esclavo si físicamente era de
aspecto fenotípico caucásico.

En contraposición, las esclavas mulatas


blanqueadas continuaron de manera predominante
uniéndose ilegítimamente a los poderosos blancos, con miras
a que su blanqueamiento “casi perfecto” las hiciera algún
día alcanzar la libertad y el matrimonio con algún blanco,
aunque fuere del estado llano, como en efecto se verificó
numerosas veces. Las mulatas blanqueadas, a diferencia
de sus predecesoras, denigraban el matrimonio con mulatos
más recientes aunque fueran libres, y de igual modo a los
aborígenes o zambos, aún cuando fueran adinerados

ORIGEN DE LOS “PARDOS DE CALIDAD”

Los hijos y nietos de aquellos mulatos o zambos


adinerados y respetables, consideradas personas “pardas
de calidad”, ejercían los más altos cargos permitidos a las
personas de origen mulato, los de milicias, y estaban
destacados económicamente, según lo demuestran los

164
inventarios de sus cuantiosas haciendas y bienes. Por ello,
aspiraban cada vez más a consolidar su posición social
mediante enlaces concertados por los bienes de fortuna, para
garantizar la movilidad social de sus futuras generaciones
mediante el enlace con descendientes de europeos, para el
tan ansiado “blanqueamiento”. La riqueza de sus hijos y
descendientes, honrados por cargos militares y sus
relevantes trayectorias, llegó a ser tan considerable, que
compraron luego haciendas, ingenios y cacaotales valiosos
por su productividad a cambio de fortunas, desde inicios del
siglo XVIII, que no obstante les redituarían ganancias por
largos períodos, aun la eventualidad de caer a posteriori en
la desgracia económica. Uno de los recursos para evitar tal
situación fue la concertación de los matrimonios y la lucha
por mantener las herencias indivisas, que queda ilustrada
por el largo juicio que los hijos del CAPITAN JUAN
GREGORIO GRATEROL, hermano del adinerado CAPITAN
MIGUEL GERONIMO DE GRATEROL, pretenden reclamar
la totalidad de bienes que quedaron por “fin e muerte de su
tío MIGUEL GERONIMO” porque no había tenido éste
sucesión con JUANA ISABEL LOPES. No pudieron los
“nobles” oponerse efectivamente a ello, ya que el “proceso
étnico” de purificación de la sangre africana de los “pardos
de calidad” tenía condiciones factibles de aplicación. Basado
en el atractivo de halagadoras fortunas ofrecidas a las blancas
llanas pobres, éstas no podían resistirse al enlace matrimonial
con ellos. Por experiencia sabían las “blancas llanas” que,
por su situación desnivelada que no se ajustaba a blancos
ni a mulatos, sufrían terrible indigencia al ser mujeres “no
doncellas”, carentes de Dote, madres solteras, hijas naturales
o expósitas, despreciadas por los blancos. Por esto vemos
al nieto de JUAN ANTONIO GRATEROL, mulato libre,
llamado el capitán JUAN ANTONIO GRATEROL, casándose
en 1743 con la blanca llana BLASA MARIA DE LA
CANDELARIA CANELON, hija bastarda de uno de los

165
Canelón Lanzarote, importantes caballeros de Barquisimeto,
y de Thomasa Perdomo, blanca llana tocuyana, quien a su
vez como era común, tenía una bisabuela mestiza, JUANA
CAMACHO.

De igual manera ponemos como ejemplo los


casos que se sucedieron donde hombres o mujeres blancos
con el título de “don y “doña” aparecen casándose con
africanos, ya fueran esclavos o sus descendientes libres.
Primero, citaremos el caso de LUCIA JORDANA, bautizada
en El Tocuyo el 24-5-1700 como hija natural de LUISA
ESCALONA, esclava del sargento mayor Diego de Itriago, la
cual se casó y veló en El Tocuyo el 13-7-1730 con don JUAN
ANTONIO PEREZ DEL CASTILLO Y LOSADA, viudo de
doña LUCIA PEREZ DEL CASTILLO, e hijo legítimo de don
MANUEL PEREZ DEL CASTILLO y doña ANDREA
VAZQUEZ DE LOSADA, de las familias principales
tocuyanas. En segundo lugar, el caso de doña JUANA
MARIA DE LAS VARILLAS, hija legítima de DON JUAN DE
LAS VARILLAS y de doña LEONOR MARTINEZ, quien se
casó y veló en El Tocuyo el 14-9-1730 con DOMINGO
VASQUEZ, pardo libre hijo legítimo de Pedro Vasques, negro
esclavo que luego fue libre y de Juana de la Cruz y Palma,
negra libre. En tercer lugar es el matrimonio celebrado en El
Tocuyo el 13-10-1728 entre FRANCISCO XAVIER DE LA
CRUZ, vecino de Araure, hijo legítimo de Juan Luis de la
Cruz, mulato libre de Barqusimeto y de MARIA SILVESTRA
DE LOS REYES, natural de las Islas Canarias, viudo de Isabel
Figueroa, de Cojedes, con la tocuyana ISABEL MARIA
BETANCURT, hija natural de Juana Felipa Betancurt, pardas
libres.

Entre otros casos, tenemos las hijas naturales


blancas de la expósita MARIA DE OROSCO, llamadas:
CATALINA RODRIGUEZ, casada el 30-3-1716 con Juan

166
Alvarado, pardo libre hijo de Ambrosio Alvarado y María
Perez, pardos libres y MARIA GERTRUDIS OROSCO,
casada el 28-8-1718 con JOSEPH ESCALONA, pardo libre.
También tenemos por otros casos a MARIA DEL CARMEN,
hija legítima de Juan Marcelo del Barrio y Escobar y Maria
Francisca Riveros de Losada, blancos, quien casó el 30-11-
1736 con el alférez ANTONIO DE COLMENARES, hijo
natural de de Josefa Vasquez, parda libre. Otro ejemplo es
el de BLASA MARIA CANELON hija natural de don Blas de
Canelon Lanzarote, noble de Santa Fé de Bogotá y Thomasa
Perdomo, blanca llana tocuyana; BLASA MARIA CANELÓN,
que casó en El Tocuyo el 6-8-1743 con el CAPITAN JUAN
ANTONIO GRATEROL, hijo del Capitán Juan Gregorio
Graterol y Catalina de Mendoza, pardos libres. Uno de los
más relevantes casos fue el de doña JUANA PAULA DE
MONCTEZUMA, hija de don Francisco de Monctezuma y
doña Elena Trexo, blancos, casada el 23-4-1740 con el
CAPITAN JUAN ALEJANDRO LINARES, hijo natural de
Eufemia Ana del Rosario, parda libre.

El caso mejor documentado es el de doña FRANCISCA


ANA FALCON, hermana legítima de don CARLOS FALCON
DE MIRELES, casada con enorme discenso con el pardo
libre BARTOLOME CANELON, hijo de Joseph Canelón y
Juana de Torralva, pardos libres. La boda Canelón-Falcón
tuvo que efectuarse en Carache el 3-12-1772 (para evitar el
enorme escándalo que hubiera provocado en Humocaro
Alto). Fueron padres de: JUAN PABLO CANELON FALCON,
casado en Guarico el 10-2-1812 con MARIA CONCEPCION,
hija legítima de Toribio Terán y Margarita Marques, mestizos.

CONTRATOS DE DOTES Y MATRIMONIOS


ENDOGAMICOS DE LOS PARDOS.

167
Otro de las características resaltantes del
“proceso étnico de blanqueamiento”, fue la creciente
endogamia manifiesta entre las familias autodenominadas
“pardas de calidad y estimación “, que exigió la institución
de prejuicios y normas al estilo de los blancos para la
concertación de la Dote. Los principios requeridos para esta
suerte de concertación matrimonial eran: el mayor tiempo
de blanqueamiento; moral cristiana familiar y prestigio militar
y poder económico; menor porcentaje de sangre africana y
más lejano ancestro sometido a esclavitud. Era inevitable
que intentaran segregarse de los restantes pardos, ya que
despreciados y marginados por los blancos por los mismos
motivos, temían “retroceder” socialmente, aunque tuvieran
para evitarlo pagar el alto precio de los enlaces concertados
por las fortunas y conveniencias étnico-sociales. De esto eran
acusados por los blancos, que temían su ascenso, con el
pretexto de que no consideraban sus sentimientos cristianos
como sinceros por la falta de tolerancia y caridad con sus
congéneres. Pero, como no no se tardó en confirmar, este
era el único camino para la preservación de sus bienes y
posición alcanzados con dificultad, haciéndose co-participes
del creciente “desprecio y segregación” por sus congéneres
de raza menos afortunadas y “blanqueados”, principalmente,
por el temor a veces justificado de que permitir matrimonios
con personas con mayor porcentaje de sangre africana, les
haría perder todo lo ganado con tanto trabajo sostenido.

LA DISCRIMINACION SOCIAL ENTRE LOS PARDOS Y


BLANCOS

La situación real que acusa la discriminación de


los pardos blanqueados era el ser registrados en los “libros

168
del común” con la misma categoría que los otros pardos, no
tomando en cuenta ni el computo real de razas ni su fortuna
ni su “calidad y estimación”. La frustración por tal desprecio
de los blancos era considerable, al no poder impedirlo ni
siquiera mediante sus cargos de oficiales de milicias, leales
al Rey y sus autoridades, desempeñados con honor,
pulcritud, esmero y costosos esfuerzos, sus hojas de servicios
intachables, moral y vida cristianas, su “blanqueamiento”
casi perfecto o por sus fortunas alcanzadas. No les fue posible
cambiar en modo alguno la intolerancia de los blancos, ya
que los clérigos, ajustados a las leyes vigentes, los
declaraban pardos.

Los pardos de calidad no deseaban ser


confundidos con aquellos encargados de “oficios viles”, dada
la condición segregada y humillante en que tales oficios eran
tenidos. De este parecer mostraban abiertamente su
aspiración franca a quedar excluidos de aquella agrupación
de individuos tan heterogénea. Por otra parte, también a
éstos les enervaba la segregación a que eran sometidos por
parte de los blancos, que no consideraban las meritorias
acciones acumuladas por sus antepasados y la profesión
superior que desempeñaban, ni los destacados antecedentes
personales que hubieran alcanzado, por el temor de que su
origen desnivelado y “vil” los igualara a ellos.

LA BUSQUEDA DEL BLANQUEAMIENTO

Según la Real Cédula del 7-4-1778, que circuló


en indias en Real Pragmática de Matrimonios (aprobada el
23-3-1776), un blanco sólo podía enlazarse legalmente a un
blanco, mestizo o aborigen. En contraste, de modo enfático
declaraba la Real Pragmática de Matrimonios, que “ no hai
alternancia con mulatos, negros y zambos”. Los severos

169
sacerdotes blancos, ciñéndose a la Real Pragmática de 1778,
estaban bien alertas, pero a veces inadvertida o
caritativamente celebraban este tipo de enlaces dentro del
marco legal. Los pardos esperaban a que estos inadvertidos
enlaces (permitidos ilegalmente) ocasionarían futuras
reivindicaciones, apoyadas en un error de clasificación que
los beneficiara a la postre.

Puede verse que en el deseo de buscar mejoras


en su posición social, el “pardo de calidad” usaba como
único modo viable el aumetar la proporción del origen
europeo en la progenie, lo que se denominaba
“blanqueamiento” y no sólo en cantidad sino en “calidad”.
Esto de la calidad se refiere a introducir más la sangre
española principal que la llana o de otro subestrato. Este
peculiar “blanqueamiento”, era realmente indispensable si
se aspiraba a consolidar su endogamia grupal con fines
étnico sociales y económicos para poder enfrentar a los
restantes miembros de su grupo y, sobre todo, a los casi
inalcanzables “blancos”, para ascender de modo indiscutible
en la escala social.

CUALIDADES MORALES Y APTITUDES DE LA ÉLITE


PARDA

Por otra parte, los pardos, privados como estaban


de alcanzar las dignidades eclesiásticas, las sagradas
ordenes y aún la de legos de órdenes mendicantes, sólo les
quedaba educar cristianamente, con el mayor recogimiento
y buenas costumbres a sus hijos, con una conducta cristiana,
temor a Dios, costumbres morales y tradición en el respeto y
moral cristiana que luego les acreditara suficientemente. Por
ello buscaban con tesón las condiciones morales necesarias

170
para ocultar que entre sus ancestros existió la escalvitud, la
ilegitimidad y el paganismo africano. A la vista de las
autoridades eran “gente de la pleve”.

Los “blancos” tenían poderosos privilegios


sociales y legales, que garantizaban su derecho a ser los
únicos a ascender a los altos cargos del cabildo, milicia,
hacienda, y principalmente en el servicio eclesiástico. De
los privilegios que tuvieron, el último de estos era su más
fuerte reducto; ya que eran los sacerdotes quienes asentaban
y clasificaban étnico-socialmente a los individuos en las
partidas de los libros parroquiales. Los curas blancos no les
dejaron oportunidad a los pardos, por obvias razones de sus
intereses de clases y estaban legalmente amparados en la
estricta vigilancia que al respecto ordenaban los obispos y
los cánones del Patronato, y desde 1778 por la Real
Pragmática de Matrimonios.

ARGUMENTOS MANTUANOS DE LA SEGREGACION A


LOS “PARDOS”

Los argumentos de los “mantuanos” para


desacreditar la lucha de clases que intentaban los “pardos”
para obtener una franca movilidad social pueden verse bien
enunciados en las actas del cabildo de Caracas que en 1796,
con motivo de la dispensación de calidad de “pardo” lograda
por Diego Mexias Bexarano. Los sólidos argumentos de los
blancos se habían confirmado en la práctica durante la
colonia, cuando no había sido necesaria en lo absoluto la
intervención de los “pardos” para el desenvolvimiento de las
actividades militares, civiles y eclesiástico-evangelizadoras
Por otra parte, los blancos criollos, dado su crecimiento

171
durante los siglos XVII y XVIII, alcanzaban el número
suficiente para poder atender satisfactoriamente la demanda
de oficiales, autoridades y clérigos en la ciudad y la provincia.
El temor e indignación de los “blancos” --que eran las
autoridades inmediatas-- habían sabido convencer siempre
a las instancias superiores del inconveniente de la
participación parda en los oficios de república, argumentando
insistentemente “muy dudosa capacidad, disciplina,
honestidad y efectividad “ de sus empleos contaminados con
los “oficios viles”. En cuanto a la moral, no los consideraban
sinceros, por ligarlos al pecado de la ilegitimidad y al defecto
de la esclavitud, recordando siempre su paganismo de origen.
Estas eran sólidas acusaciones, pues se requerían de
tradiciones y costumbres fuertemente arraigadas que no eran
seguras en ellos para poder ejercer tan importantes
responsabilidades.

Declaraba el cabildo de Caracas el 13-10-1788:


“los pardos y mulatos son vistos aquí con sumo desprecio...
son tenidos y reputados por gente vil, principalmente por la
ascendencia esclava, la ilegitimidad de sus nacimientos y
los de sus antepasados”. Insisten que “las leyes del
gobierno... los sujetan a pagar tributo (acorde a la recopilación
de leyes de indias, libro VIII, título V, leyes I, II y III) y no
quieren que vivan sin amos aún siendo libres para que se
les puedan cobrar con más facilidad (Idem ley III) y ordenan
que sean condenados a trabajar en las minas por los delitos
que cometieron (Idem ley IV dada por Felipe II en Valladolidid
el 29-11-1602)”... “ellas mismas prohiben que traigan armas
(Idem leyes XIV,XV y XVI), que se sirvan de indios (Idem ley
VII), que sean escribanos, que sienten plaza de soldado(Idem
libro II título X ley XII), que las mulatas traigan oro, seda y
perlas (Idem libro VII, título V, ley XXVIII )y de aquí nace que...
los blancos ni les dan asiento en sus casas ni los traen a su
lado en las calles... admitidas al estado eclesiástico gentes

172
de esta ralea es indispensable que en las concurrencias más
publicas y solemnes se hayan de adocenar con ellas los
blancos y tal vez aquellos mismos de quienes fueron esclavos
sus causantes o que descienden de ellos. Y cúantos blancos
querrán sufrir este sonrojo?...Vuestra Merced. mismo no ha
estimado conveniente esta mezcla en el ejercicio de las
armas... sin duda por que cada uno se mantenga en su clase
de lo cual proviene todo el buen orden de la república... no
siendo recibidos en escuelas públicas --ni otras instituciones
eclesiásticas y universitarias--... entonces reinará en el clero
la ignorancia... ellos necesitarían una enseñanza prolija por
la educación grosera que necesariamente les han de dar
sus padres tanto por la pobreza como por el abatimiento en
el que viven......tanto de blancos como de pardos hay aquí
bastante número de familias cuyos hijos puedan contraer
matrimonio recíprocamente dentro de su propia esfera sin
ningún impedimento legal... los pardos son los que pretenden
la alianza con los blancos pero sin necesidad pues sin salir
de su clase tiene con quien verificar sus matrimonios que
les serán más ventajosos que... con blancos... la experiencia
hace ver... las fatales consecuencias que experimentan los
pardos... de los pocos matrimonios que se celebraron aquí
antes que se publicara Vuestra Real Pragmática de
Matrimonios”... (RODULFO CORTES, 1978: II, 33 s.)

Legalmente los pardos libres debían sujetarse a


un sistema que los marginaba y los despreciaba sin tregua,
por lo que la vía legítima les había prácticamente vetado de
antemano cualquier reivindicación, por aquellos que temían
su auge y poder económico, y que resultaban ser las
autoridades en ejercicio. Por otra parte su condición iletrada
y los “viles” oficios por ellos desempeñados les clasificaba
de antemano como personas no hábiles para aspirar a otra
posición que una vida marginada, haciendo más difícil aún
su escalada social. Acusados de su condición iletrada, se

173
temía no fueren suficientes los ya escasos conocimientos
recibidos en sus hogares tan humildes y poco tradicionales.
No podrían, pues, aspirar a ninguna de estas dignidades y
empleos sin compensar por otra parte esta deficiencia, ni
dejar de dominar lo que representaba la cuenta y memoria
de la ciudad en el campo militar, civil y eclesiástico. Por lo
general, la condición de hombres libres de los pardos no les
garantizaba los derechos y honores más simples, y el acceso
los oficios de la república, aunque Santos Rodulfo Cortés
menciona interesantes excepciones a esta generalidad.

EJEMPLIFICACION PRACTICA DE LOS MESTIZAJES

Para ejemplificar suficientemente cómo las


familias de “gente del común” generaron un complejo e
intenso mestizaje interétnico, iniciado a finales del siglo XVI
y completado en el XVIII, con la separación del grupo en la
llamada “oligarquía parda” de la restante “gente del común”,
mostraremos una de las más antiguas familias de pardos de
El Tocuyo, socialmente destacados, que ilustra perfectamente
esta situación.

Entre los más significativos casos, podemos


señalar el del mulato libre BARTOLOME DE ALVARADO,
que proveniente de aquellos primeros mulatos de fines del
siglo XVI, era legítimamente casado para 1636 con SUSANA,
india de una de las encomiendas de Quibor. Su única y
legítima hija MARTA DE ALVARADO, mujer zamba,
esmeradamente educada y teniendo suficiente Dote como
para casarse y velarse, lo hace con GABRIEL DE PIÑA
BUSTAMENTE, mestizo libre de Coro, de quien hubo tres
hijos legítimos. No obstante, tuvo MARTA antes de la boda
en ilegitimidad un hijo bastardo de padre blanco, que se llamó
JUAN ANTONIO DE GRATEROL. En cuanto a proporciones

174
étnicas, GRATEROL tenía un 1/8 (12,5 %.) de negro; 1/4
(25 %.) de indio y 5/8 (62,5 %.) de blanco, aunque la forma
como lo denominaron fue “mulato libre”. Teniendo mejor
posición económica que su madre y abuelos, pretendió
celebrar un enlace étnicamente favorable y, naturalmente, el
único posible en estos casos era con alguna mestiza, lo que
en efecto verificó, con GRACIA MARIA DE LAS HERAS, hija
de padres mestizos libres. Sus descendientes tendrían
aproximadamente 1/16 (6,25 %.) de negro; 3/8 (37,5 %.) de
indio y 9/16 (56,25 %.) de blanco.

LA APARICION DE LA ÉLITE MILITAR GRATEROL

Los hijos de JUAN ANTONIO DE GRATEROL,


consideradas personas “pardas de calidad”, fueron
importantes capitanes de milicias y ricos hacendados,
especialmente el capitán MIGUEL GERONIMO, que murió
casado sin hijos, realizándose un largo juicio por causa de
su herencia.

Su otro hijo, el capitán JUAN GREGORIO


GRATEROL, que tendría categoría de “mulato libre” aunque
apenas tenía un 6,25 %. de raza africana, casó con
CATALINA DE MENDOZA, hija natural de Juana de
Mendoza, mulata libre, es decir, “mulata cuarterona”, por lo
cual sus descendientes tendrían aproximadamente 3/32 (9,4
%.) de negro; 21/32 (65,5 %.) de blanco y 8/32 ( 25 %.) de
indio. Esta rama fue la que dejo sucesión, la cual fue extensa.

De los hijos de JUAN GREGORIO, el capitán


JUAN ANTONIO GRATEROL, casó y se veló en 1743 con la
blanca llana BLASA MARIA DE LA CANDELARIA
CANELON, hija natural de Thomasa Perdomo, blanca llana,
quien tenía una bisabuela, JUANA CAMACHO, mestiza, por

175
lo cual sus hijos tendrían aproximadamente 3/64 (4,7 %.) de
negro; 23/32 (71,9 %.) de blanco y 15/64 (23,4 %.) de indio.
Otros dos hijos de JUAN GREGORIO, el capitán PEDRO
JUAN y MARIA ANTONIA, casaron con los hijos naturales
de GERTRUDIS FIGUEREDO, FRANCISCA GERTRUDIS
Y PEDRO JOSEPH MONTES, de calidad “mulatos
cuarterones”, resultando los descendientes de ambos
matrimonios con un porcentaje aproximado de 3/16 (18,7
%.) de negro; 11/16 (68,8 %.) de blanco y 1/8 (12,5 %.) de
indio.

Esta rama fue especialmente interesante porque


tres de los hijos de PEDRO JUAN, llamados LORENZO,
PEDRO PABLO Y SEBASTIAN, casaron con las hijas de don
FRANCISCO DE ARGUELLO, blanco y de Juana Francisca
Guedes, mulata libre, pertenecientes a la “oligarquía parda”.
Esta última era hija de FELIX GUEDES Y FRANCISCA
QUERALT. Se verá la profunda complejidad de estas uniones
con la procedencia de JUAN FELIX GUEDES, que hijo de
SIMON, negro criollo --es decir no puro étnicamente--,
esclavo del alguacil Cristóbal de Guedes y de FELIPA DE
ALVARADO, mulata libre era denominado “grifo”, es decir
tenía aproximadamente 3/4 de negro y 1/4 de blanco y como
había casado en su ciudad natal de El Tocuyo con
FRANCISCA MARIA RITA DE LA PAZ QUERALT, mulata
cuarterona, hija hatural de Catalina Guedes, mulata libre, sus
hijos eran “mulatos libres”. Por estas razones, los GRATEROL
ARGUELLO, que tuvieron larga sucesión dentro de las
principales familias pardas, tenían una categoría de “mulatos
cuarterones” dado que seguían aproximadamente la misma
proporción étnica que sus padres, los GRATEROL
FIGUEREDO.

Otra rama interesante de la descendencia de


JUAN GREGORIO, es decir de los GRATEROL MENDOZA,

176
fue la de MARIA FRANCISCA, quien se casó con su primo
hermano JUAN THOMÁS AGUILAR, hijo legítimo de MARIA
GERVASIA DE LOS SANTOS GARTEROL DE LAS HERAS
y de su marido el mestizo libre JOSEPH FRANCISCO
AGUILAR. JUAN THOMÁS, por ser hijo de MARIA
GERVASIA tendría aproximadamente 1/32 de negro; 17/32
de blanco y 14/32 de indio. Por esta razón, los descendientes
de este enlace tendrían aproximadamente 1/16 (6,25 %.) de
negro; 5/16 (31,3 %.) de indio y 10/16 (62,5 %.) de blanco,
lo que daba un computo de “casi mestizo”.

LOS “PARIENTES POBRES” PIÑA BUSTAMANTE

Como hemos señalado antes, MARTA


ALVARADO, madre de JUAN ANTONIO DE GRATEROL, se
había casado y velado “según orden de nuestra santa madre
iglesia” con GABRIEL DE PIÑA BUSTAMANTE, el cual
era mestizo y natural de CORO y había tenido de su legítimo
enlace a: MARIA, CATALINA Y DOMINGO DE PIÑA
BUSTAMANTE, los cuales tendrían un porcentaje
aproximado de 1/8 (12,5 %.) de negro; 1/2 (50 %.) de indio,
y 3/8 (37,5 %.) de blanco.

Como es de suponer, “su porcentaje elevado de


razas inferiores” a pesar de sólo tener 1/8 de africano, eran
considerados zambos libres, por lo que careciendo de la
prosperidad económica de su hermano JUAN DE
GRATEROL, DOMINGO DE PIÑA BUSTAMANTE, apenas
pudo aspirar a casar y velarse con GRACIA MARIA DE
ALVARADO, india coriana, por la que sus hijos habrían de
tener 3/4 (75 %.) de indio; 3/16 (18,8 %.) de blanco y 1/16
(6,25%.) de negro, por lo cual en algunos documentos se
les da la categoría de “pardos tresalbos”, es decir con 3/4 de

177
aborigen.

De sus hijos JOSEPH GABRIEL DE PIÑA,


casado y velado en El Tocuyo en 1721 con LAUREANA,
mulata tercerona, e hija legítima de Ignacio de Guedes,
moreno --mulato tercerón-- esclavo del alférez Joseph
Thomás Perez del Castillo y Agustina Viscaya, morena libre.
En este caso, sus hijos tendrían aproximadamente la
compleja proporción de 1/2 (50 %.) de indio; 1/6 (16,7 %.)
de negro y 1/3 (33,3 %.) de blanco, que en algunos
documentos aparecen clasificados como “indio prieto”, es
decir, hijo de indio y mulata. De sus hijos proviene una
amalgama de mestizajes intensos, característico de los
“pardos del común”.

Como ejemplo de que las pardas libres, aún de


la “oligarquía”, también podían casarse con esclavos,
tenemos a MARIA MICAELA DE PIÑA GUEDES, casó y se
veló con FRANCISCO ANTONIO, pardo esclavo de doña
Juana Barbara Mendoza, hijo de Apolinario, pardo libre y
María Francisca, esclava mulata del provincial don José
Bernabé de Yepes.

178
ESTADISTICAS DE LA PROCEDENCIA
ETNICA EN LA POBLACIÓN PARDA LIBRE Y
ESCLAVA TOCUYANA EN LOS SIGLOS XVI,
XVII Y XVIII.
Hemos mencionado las generalidades de la
procedencia de la población africana en la jurísdicción de El
Tocuyo en sección aparte, por lo que ahora nos
concretaremos a las conclusiones particulares de las
tendencias reproductivas estadísticamente hablando, que
hemos esbozado con la ayuda de los gráficos y tablas para
esta seccion de nuestra investigación. Como hemos visto,
hubo una notoria escasez de población africana en la
Venezuela del siglo XVI. Es para finales del siglo XVI y
comienzos del XVII que se verificaron en una cantidad
cuantificable los primeros enlaces “furtivos” y “copulas
illicitas” entre los europeos con negros africanos libres o
esclavos --particularmente la población femenina negra--, de
muy diversa procedencia y tanto bosales como “criollos”. Esta
mezcla inevitable entre las etnias diversas, fue de una cuantía
que no podemos evaluar con precisión, pero se produjo tanto
con blancos europeos o americanos --ya mestizos en muchos
casos-- como con los aborígenes y en número
estadísticamente significativo. Por ejemplo, una partida de
casamiento que data del 8-9-1637 declara que se casaron y
velaron por palabras de presentes el esclavo MATEO NEGRO
CONGO Y MARIA INDIA XIRA --xirahara probablemente de
la Provincia de Nirgua. La resultante fue una amalgama de
personas en su mayoría libres, clasificados como “ zambos
y mulatos comunes,” zambos prietos” y “ negros libres”,
relativamente escasa para principios del siglo XVII. Asimismo,
vemos que debió ser lo suficientemente notoria ya que la
ciudad de Nirgua, poblada con un grueso contingente
tocuyano y neosegoviano requirió abundantes pardos libres

179
como lo ha verificado el autor en los libros parroquiales de
1623 a 1696 de esa ciudad del actual Yaracuy. La resultante
población de “mulatos” en su mayoría libres, será la base del
proceso de mezcla que veremos para el siglo XVII, ya que
para esa fecha menos de un 10% de la población era mulata
y entre ellos predominaba el grupo de los libres de esclavitud.
Sin embargo, los cambios sólo pueden ser apreciados con
cierta frecuencia durante las cuatro primeras decadas del siglo
XVII, especialmente durante el último medio siglo.

CARACTERISTICAS DE LAS UNIONES INTERÉTNICAS


CON LA RAZA AFRICANA EN EL SIGLO XVI

Durante este lapso las uniones interétnicas a


partir de los esclavos africanos y sus características
especiales son difíciles de analizar por la falta de suficientes
documentos. Se han tomado los períodos comunes de
llegada de negros bosales, documentables por completo con
los libros de bautismos desde 1660 hasta 1788 y los
matrimonios de esclavos bosales comprendidos entre 1700
y 1751. Entre 1660-1741 Se obtuvieron un total de 870
negros bosales, de ellos 215 negras solteras y 152 casadas,
y también 216 negros solteros y 287 casados. La tendencia
a unirse, según se ve en las partidas, es similar para aquellos
varones solteros que casados, mientras que la diferencia
entre las negras solteras y casadas es la proporción de
blancos que intervinieron en las uniones ilegítimas.
Igualmente se obtuvo de la muestra de 870 bosales entre
1660-1741 un total de 18 bautismos de infantes bosales de
la misma procedencia; de ellos 11 varones y 7 mujeres.
Resumiendo ambos grupos puede observarse un 42 % de
negras y un 58 % de negros. También se aprecia un 57 %
de negros casados y un 43 % de solteros, un 77 % de negras
solteras y 23 % de negras casadas. En la población esclava
casada, entre 1660-1715 se apreciaron 29 varones casados;

180
de ellos 7 con indias y 4 con zambas --libres o tributarias-- y
2 con mulatas libres (44.8 % unión a libres); 1 con mulatas
esclavas, 2 con negras esclavas y 13 con bosales (55.2 %
unión a esclavas). Al analizar el período total 1660-1751,
se aprecia que los varones africanos se casaron
predominantemente con indias (51)(17.8%) o mestizas (7)
(2.4%) tributarias o libres o zambas libres (38)(13.57 %) y
mulatas o negras libres (42)(14.63 %) , negras bosales o
criollas (142)(49,5 %) o mulatas esclavas (7)(2,4 %).

La población femenina esclava africana inicial


mostró entre 1660-1751 como tendencia principal la unión
concubinaria para procrear hijos naturales (59.1%) de la cual
destacan las uniones con hombres blancos o mestizos, y
con mulatos zambos o negros ya fueren libres o esclavos y
en menor grado a indios. Era sensiblemente mayor si se
compara con el reducido número de uniones sacramentales
(40.9 %), de las cuales aquellas con esclavos africanos (38.7
%) fueron las más frecuentes, incluyendo apenas un 1.1 %
de uniones con los negros, mulatos o zambos libres , y un 1
% a mulatos esclavos . Apenas un 0.1 % casó con indios.
Evidentemente en la mayoría de los casos la primera
generación era siempre esclava, ya que sólo el 1 % de
estos mulatos nacidos era luego libre.

Se tomó la población de progenitores esclavos


negros de los bautizados en El Tocuyo entre 1660 y 1684,
por ser ésta la más antigua del período que incluyó 166
individuos, excluidos por supuesto los 37 esclavos bozales
solteros, de ellos 29 varones y 18 mujeres, que aparecen
bautizados sin procrear. La tendencia predominante fue un
total de 111, el de negras esclavas madres solteras; 2 de
ellas bozales recién bautizadas. Hijos de matrimonios con
negros esclavos se registraron : 23 hijos de matrimonios

181
entre negros esclavos, 2 de ellos de bozales recien
bautizados, 14 matrimonios negro esclavo con mulata libre, 4
matrimonios de mulatos esclavos con negras esclavas y sólo
1 de la unión contraria, 6 de negros con india libre y 1 con
mestiza, 3 de negros con mulata zamba libre, 1 con negra
libre, 2 de negros esclavos con zambas esclavas. Esto
implica 51 varones negros africanos progenitores; de ellos
22 casados con mujeres libres (43.13 %) y 23 con bozales
(45.1%), 6 con mulatas y zambas esclavas (11,7 %). En
consecuencia, se ven cifras muy similares a las que se
aprecian producto del promedio de 1660-1741 donde el 52.7
% (39/74) de los negros esclavos casaron con mujeres
libres. Por otra parte se contaron 138 mujeres progenitoras;
de ellas 111 como madres de hijos naturales (80.4%) y 23
negras casadas con esclavos negros y sólo 4 con mulatos
esclavos. Comparando la población hábil a la reproducción,
se tienen 52 varones contra 138 mujeres, representan una
relación de 1 varon por cada 2.65 mujeres, o lo que es igual
que la reproductividad porcentual masculina fue del 37.68
% y la femenina del 62.32 %. La población esclava si
bien predominantemente era masculina, como hemos visto,
tuvo la peculiaridad de que los africanos, tanto esclavos como
libres, representan una proporción menos numerosa como
progenitores a la de población femenina. En El Tocuyo desde
el siglo XVII vemos un franco predominio en los progenitores
de bautizados desde 1660 hasta 1821, del sexo femenino
sobre el masculino, que puede situarse convencional y
aproximadamente entre un 55 a 85 % y un 45 a 15 %,
respectivamente. Estos valores como se verá más adelante,
variarán dependiendo del período y del grupo étnico-social
del progenitor del bautizado. En consecuencia, estos datos
fueron extrapolados directamente sobre los directos
obtenidos de los promedios anuales de 1660 a 1672 para
determinar las dos primeras generaciones de lo que
denominaremos “mestizaje”. Este término (no está aquí en

182
su común acepción que refiere la mezcla de indios con
españoles; la empleo por no hacer uso de pardamiento, que
sería lo ideal, pero por no ser este último utilizado sino
excepcionalmente, lo obvio) indica el grado de cruzamiento
sucesivo desde la generación original de los esclavos
africanos “de nación” o “bozales” como los documentos
declaran. Varias convincentes hipótesis pueden formularse
al respecto de las diferencias de “reproductividades”, luego
de haber revisado la documentación de bautizos, defunciones
y matrículas. Algunas de ellas son las siguientes:

1.- La tesis de una mayor supervivencia de la


población adulta femenina, vista con numerosos ejemplos
prácticos.

2. - El número de nacimientos por sexo entre


1660 y 1778, con un predominio de los femeninos,
aproximadamente en un 5 a 15 % al de los masculinos.

3. - La mayor mortalidad observada en la


población de párvulos y población adulta masculina, sin
otra explicacion etiológica clara que la de los adultos,
mientras que al respecto de los párvulos no hay ninguna
que sostener hasta el momento.

4. - La diferencia en la “reproductividad” de
varones y mujeres africanos, término con el que nos
referimos a la cuantificación del número de hijos de la “gente
del común”, según su sexo y su categoría social. En la
documentación revisada resalta como la tendencia central
de la población masculina hábil para la “reproducción” de
origen africano, tanto esclava como libre --durante todo la
colonia-- fue ligeramente inferior a la femenina. Esto no
implicaba una menor capacidad “genésica” sino un simple
subregistro estadístico. Entre los factores que intervinien en

183
el origen del subregistro y la baja “reproductividad masculina”
están:
1. - Todos los factores antes mencionados
anteriormente.

2. - La proporción de hijos naturales sobre la de


hijos legítimos, nacidos desde 1660 hasta 1800 en la
población del “común“ fue variable de un 55 hasta un 85 %.

3. - La forma del registro de la información,


donde al asentar los hijos ilegítimos se excluía el nombre del
padre natural. Esta situación excluía el nombre de padres
del “común”, ya que la categoría social de la prole era
invariable, a diferencia de cuando era blanco o mestizo el
padre --en que variaba la “categoría étnica”.

4. - La preferencia de los varones esclavos y


pardos libres a la unión matrimonial con otros grupos étnicos
para su reproducción; dado que el número menor de los
mismos y su posibilidad de reproducción era limitada,
mientras que a los blancos les era factible conseguir de las
pardas libres, y otros grupos como mestizas e indias, todo lo
que ellos por su “desnivel” social y “mala” raza no podían
obtener.

5. - La baja condición socioeconómica de las


personas de color, especialmente de los esclavos,
considerados objetos e incapaces de competir con blancos
y otros grupos para uniones mixtas o mujeres de su propio
grupo.

Es factible deducir de las anteriores afirmaciones


el comportamiento de ambos sexos de la población del
“común” es evidente que la “reproductividad neta” de la
población esclava pura era inferior a la de la población libre

184
de color para la misma época, y este fenómeno resulta
convincentemente explicado por las anteriores afirmaciones
y por la alta mortalidad de la población esclava respecto a la
“gente de color y libre” y a los restantes grupos étnicos,
especialmente los “blancos”. En conclusión, como todos
estos fenómenos influyeron decisiva y radicalmente en el
origen de la población de origen africano, para poder hacer
un análisis estadístico con menor tasa de error cuantitativo
de la tendencia global de la población, tomaremos varios
factores de corrección.

PARDOS DE PRIMERA GENERACION

Dada la pérdida de los libros parroquiales de


bautizos y matrimonios de El Tocuyo anteriores a 1660, no
podemos demostrar este primer proceso, pero en base a los
descendientes de la primera generación, que aparecen de
manera muy típica en los posteriores períodos, podemos
reconstruir el proceso de uniones que se llevaron a efecto
desde 1600 hasta aproximadamente 1660. Estos datos
pueden perfectamente extrapolarse a aquellos negros
bozales llegados a principios del siglo XVII, hasta entonces
“puros”, que representaban un 80% del total de la población
de color y un 90% de los esclavos para la primera mitad del
siglo XVI. Sus interacciones, a causa de similares
características de la esclavitud negra de los siglos XVII y
XVIII, naturalmente serían las mismas que para aquellos
llegados en las primeras décadas del siglo XVIII. El proceso
puede ser aproximado mediante la presente hipótesis,
avalada por los resultados de la investigación demográfica
llevada a cabo en los archivos, la cual puede verse
claramente al estudiar los gráficos anexos. Por lo demás,
resulta bastante compleja, pero en términos generales
podemos simplificarla con las siguientes aproximaciones:

185
PRIMERA GENERACION DE MESTIZAJE

La población masculina esclava africana


inicial mostraba una tendencia a uniones con mujeres
libres o mezcladas étnicamente (48.1 %) menor que con las
esclavas (51.9 %). Dentro de este primer grupo de uniones
con mujeres libres la tendencia principal fue la unión con
zambas libres (13.57 %); indias y mestizas (17.7 %); con
mulatas y negras libres (14.63 %); un 49.5 % lo hizo a
bozales y a negras criollas; y un 2.4 % a mulatas.

En sus inicios, la población femenina


esclava africana tuvo como tendencia principal la unión
concubinaria para procrear hijos naturales (59.1 %);de la
cual destacan las uniones con hombres blancos y mestizos
en mayor porcentaje; la unión a mulatos zambos y negros
en segundo término de frecuencia --ya fueren a su vez libres
o esclavos--; y en menor grado a indios. Era sensiblemente
mayor este número de uniones si se compara con el reducido
porcentaje de las sacramentales (40.9 %); de las cuales
aquellas con esclavos africanos (38.7 %) fueron las más
frecuentes; un reducido número de apenas un 1.1 % de
uniones se realizaron con los negros, mulatos o zambos
libres; y un 1 % a mulatos esclavos. Apenas un 0.1 % casó
con indios.

LOS PARDOS DE LA SEGUNDA GENERACION


EN 1661-1684

Para el análisis de la población se incluyeron un total de 497


partidas de bautismos entre 1661 y 1684.

LOS NEGROS ESCLAVOS

186
En su comportamiento se observaron diferencias
notables en cuanto al sexo del individuo. La población
masculina esclava africana mostraba una tendencia a
uniones con mujeres libres o mezcladas étnicamente mayor
que con las esclavas. Dentro de este primer grupo de uniones
con mujeres libres la tendencia más importante fue la unión
con zambas libres (8.1 %) ; con indias y mestizas (10.8 %);
con mulatas libres (25.7 %); y con negras libres (8.1 %).
Dentro del grupo de unión con esclavas, un 40.5 % fue con
bozales y a negras criollas; y un 6.7 % se realizó con mulatas
o zambas esclavas, que en total representa el 47.2 % de las
uniones.

La población femenina esclava africana tuvo como


tendencia principal la unión concubinaria que procreó hijos
naturales, la cual sóla representa el 66.7 % de todas las
uniones. De la cual destacan las uniones con hombres
blancos y mestizos; en segundo término con mulatos,
zambos y negros --ya fueren libres y en menor grado con
esclavos--; y en menor grado las uniones a indios. Este
porcentaje era sensiblemente mayor si se compara con el
reducido número de uniones sacramentales, de las cuales
aquellas con esclavos africanos (25 %) fueron las más
frecuentes; incluyendo apenas un 4.2 % de uniones con los
negros, mulatos y zambos libres; un 2.8 % a mulatos
esclavos; y un 1.7 % se unió a indios.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales, en forma


predominante casaron o unieron los mulatos a mujeres libres,
a saber: mulatas libres en un 23 %; con negras libres en un
5 %; hubo un 12 % de uniones con mulatas esclavas; y un
4 % de las uniones con negras esclavas. Apenas un 1 % de
las mulatas esclavas casaron con negros esclavos, ya que

187
el 55 % de las uniones fueron concubinarias. Las uniones con
indígenas representaron un 8 %. Los hijos blanqueados de
las mulatas, en muchas ocasiones han debido de gozar de
cierta estimación del padre, de manera que por lo menos un
grupo de ellos pasó a engrosar el sector de los mulatos
tercerones y cuarterones libres.

LOS MULATOS LIBRES

En los mulatos, zambos o negros libres se


mostraron como tendencias principales dos casos muy
peculiares: la unión concubinaria (36 %) y el matrimonio
entre personas libres y de color (38 %), para representar el
74 % del total de los enlaces. Un 20 % de las uniones fueron
mujeres de color y libres casadas con negros o mulatos
esclavos, a predomio de éstos últimos (9 %). Un 1 % de
hombres libres se enlazó con mulatas y negras esclavas.
Apenas un 3 % correspondió a uniones con indios y mestizos
libres o tributarios. De las uniones concubinarias se vieron
más frecuente la unión ilegítima a los hombres blancos y
mestizos, y en menor porcentaje con mulatos libres y
esclavos.

ESTADISTICA DE LA POBLACIÓN DE ORIGEN AFRICANO


1660-1684

Al considerar los valores promediados de los


progenitores de niños bautizados en El Tocuyo de la gente
del “común “ entre 1660-1672 se aprecia que un 42.3 % de
ellos eran mulatos, zambos y negros libres; un 16.8 % de
mulatos esclavos; un 41.6 % de negros esclavos. Los
promedios de 1660-1684 corresponden a un 44 % de
mulatos, zambos y negros libres; un 17.7 % de mulatos
esclavos y un 38.3 % de negros esclavos.

188
LA TERCERA GENERACION DE MESTIZAJE
EN 1696-1708

LOS MULATOS LIBRES

Encontramos que en los mulatos, zambos o


negros libres se mostraron como principales dos tendencias
muy peculiares: la unión concubinaria (33 %) y el matrimonio
entre personas libres y de color (55 %), para representar el
88 % del total de los enlaces. Un 14 % de las uniones fueron
mujeres de color y libres casadas con negros o mulatos
esclavos, a predomio de éstos últimos (9 %); y sólo un 1 %
de hombres libres con mulatas o negras esclavas. Apenas
un 5 % de los enlaces correspondió a uniones con indios y
mestizos libres o tributarios. De las uniones concubinarias
se vio más frecuente la unión ilegítima con los hombres
blancos y mestizos; en en menor proporción con mulatos
libres o esclavos.

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana mostró


una tendencia a uniones con mujeres libres o mezcladas
étnicamente mayor que con las esclavas. Dentro de este
primer grupo de uniones con mujeres libres, la tendencia
principal fue la unión con zambas libres (11 %); con indias
y mestizas (5 %); y con mulatas libres (8 %). Dentro del
grupo de unión con esclavas, un 12 % se enlazó con bozales
o con negras criollas y un 1 % con mulatas o zambas, que
en total representa el 13 % de las uniones.

La población femenina esclava africana tuvo


como tendencia principal la unión concubinaria que procreó
hijos naturales, la cual sola representa el 62 % de todas las
uniones; de la cual destacan en primer lugar las uniones

189
con hombres blancos y mestizos, y en segundo término con
mulatos, zambos y negros --ya fueren libres y en menor
grado con esclavos-- y en en menor grado con indios. Tal
porcentaje era sensiblemente mayor si se compara con el
reducido número de uniones sacramentales, de las cuales
fueron las más frecuentes las realizadas con esclavos
africanos. Apenas un bajo número de uniones se realizó con
mulatos esclavos y con los negros, mulatos o zambos libres.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales, de manera


predominante casaron o unieron los mulatos con mujeres
libres, a saber: mulatas libres en un 21 %; con negras
libres en un 3 %; hubo un 5 % de uniones con mulatas
esclavas; y un 2 % de enlaces con negras esclavas. Apenas
un 2 % de las mulatas esclavas casaron con negros o
zambos esclavos, ya que el 62 % de las uniones fueron
concubinarias. Un 8 % se unió con indias o mestizas.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN AFRICANA 1696-1708

Al considerar los valores promediados de los


progenitores de niños bautizados en El Tocuyo el promedio
de 1696-1708 se relaciona con un 51.9 % de mulatos libres;
un 16 % de mulatos esclavos; y un 32.1 % de negros
esclavos.

Como factor de corrección, entre 1696-1708, los


negros bozales representaron el 12 % de los hijos de negros
esclavos bautizados en El Tocuyo y, por tanto, un 5 % de
toda la población de color de la ciudad, afectando las cifras
teóricas pasivas. Al obtener los valores corregidos obtenemos
un 32.9 % de negros esclavos; un 15.2 % de mulatos
esclavos; y un 51.9 % de mulatos libres.

190
LA CUARTA GENERACION DE MESTIZAJE

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana


mostraba una tendencia a uniones con mujeres libres o
mezcladas étnicamente mayor que con las esclavas. Dentro
de este primer grupo de uniones con mujeres libres la
tendencia determinante fue la unión con zambas libres (5
%); con indias y mestizas en (7 %); y las realizadas con
negras y mulatas libres en (10 %), los cuales en total
representan un 22 %. Dentro del grupo de unión con
esclavas, un 13 % se unió con bosales y negras criollas,
que en total representa el 13 % de las uniones.

La población femenina esclava africana mostraba


como tendencia principal la unión concubinaria que
procrearon hijos naturales, la cual representa el 63 % de
todas las uniones, de la cual destacan las uniones con
hombres blancos y mestizos en la mayoría de los casos; y
en un número menor con mulatos, zambos o negros --ya
fueren libres y en menor grado con esclavos--; y aún en un
porcentaje menor con indios. Dicho porcentaje era
sensiblemente mayor si se compara con el reducido número
de uniones sacramentales, de las cuales aquellas con
esclavos africanos fueron las más frecuentes, incluyendo
apenas un bajo número con mulatos esclavos.

LOS MULATOS LIBRES

Con respecto a los mulatos, zambos o negros


libres se mostraron como tendencias principales dos casos
muy peculiares: la unión concubinaria (27 %) y el matrimonio
entre personas libres y de color (55 %), para representar el

191
82 % del total de los enlaces. Un 13 % se trató de uniones
con mujeres de color y libres casadas con negros o mulatos
esclavos, a predomio de estos últimos (8 %); y apenas un 1
% de hombres libres se enlazaron con mulatas o negras
esclavas. Apenas un 3 % de las uniones correspondieron a
uniones con indios y mestizos libres o tributarios. De las
uniones concubinarias se vio más frecuentemente la unión
ilegítima a los hombres blancos y mestizos o mulatos libres
o esclavos

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales, de


modo predominante casaron o unieron los mulatos a mujeres
libres, a saber: mulatas libres (23 %), negras libres (5 %),
y hubo un 3 % de uniones con mulatas esclavas; un 3 % de
ellas se enlazó con negras esclavas. Apenas un 1 % de las
mulatas esclavas casaron con negros esclavos, ya que el 55
% de las uniones fueron concubinarias. Un 13 % se unió a
indias y mestizas.

LOS ZAMBOS Y NEGROS LIBRES

Tuvieron comportamiento similar a los mulatos libres,


como se verá en la gráfica elaborada al respecto.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE ORIGEN


AFRICANO 1709-1721

Al considerar las cifras de promedio de 1709-


1721 se obtiene un 54.7 % de mulatos y zambos y negros
libres; un 15.1 % de mulatos esclavos; y un 30.2 % de negros
esclavos.
Como factor de corrección, los negros bosales

192
entre 1709- 1721 representaron el 25 % de los hijos de negros
esclavos bautizados en El Tocuyo, y por tanto un 8.16 % de
toda la población de color de la ciudad, afectando las cifras
teóricas pasivas. Así se obtienen cifras corregidas de 27 %
de negros esclavos; un 59.1 % de mulatos libres; y un 13.8
% de mulatos esclavos.

Al considerar los valores promediados de los


progenitores de niños bautizados en El Tocuyo entre 1709-
172, se relaciona un 54.7 % de mulatos libres; un 15.1 % de
mulatos esclavos; y un 30.2 % de negros esclavos.

QUINTA GENERACION DE MESTIZAJE EN 1728-


30

MULATOS LIBRES

Entre los mulatos, zambos o negros libres se


mostraron como principales tendencias dos casos muy
peculiares: la unión concubinaria (20 %) y el matrimonio
entre personas libres y de color (56 %), para representar el
76 % del total de los enlaces. Un 19 % de las uniones fueron
mujeres de color y libres casadas con negros y mulatos
esclavos, a predomio de los primeros (10 %). Apenas un 3
% de los enlaces correspondieron a uniones con indios y
mestizos libres o tributarios. De las uniones concubinarias
se vio más frecuente la unión ilegítima con los hombres
blancos y mestizos y mulatos libres o esclavos. Apenas un
bajo porcentaje correspondió a enlaces entre hombre libre y
mujer esclava.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales, de


manera predominante casaron o unieron los mulatos con

193
mujeres libres, a saber: mulatas libres y negras libres en un
37 %; y un 13 % con indias y mestizas libres o tributarias; y
hubo un 2 % de uniones con mulatas esclavas; un 4 % de
ellas con negras esclavas. De las mulatas esclavas el 46 %
de las uniones fueron concubinarias.

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana mostró


una tendencia a uniones con mujeres libres o mezcladas
etnicamente, mayor que con las esclavas. Dentro de este
primer grupo de uniones con mujeres libres, la tendencia
principal fue la unión con zambas libres (9 %); con indias y
mestizas (7 %); y con mulatas o negras libres (25 %), los
cuales representan un 41 % del total dentro del grupo de
unión con esclavas; un 15 % se enlazó con bosales y negras
criollas, que en total representan el 15 % de las uniones.

La población femenina esclava africana mostraba


como tendencia principal la unión concubinaria que procreó
hijos naturales en un 41 %, de la cual destacan las uniones
con hombres blancos y mestizos y con mulatos, zambos o
negros --ya fueren libres y en menor grado con esclavos-- y
aún en menor grado con indios. Este porcentaje era
sensiblemente mayor si se compara con el reducido número
de uniones sacramentales, de las cuales las que se realizaron
con esclavos africanos fueron las más frecuentes, incluyendo
apenas un bajo número de uniones con los mulatos esclavos.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE ORIGEN


AFRICANO 1728-1730

Al considerar las cifras promedio de 1728-1730,


se obtiene un 59.9 % de mulatos y zambos y negros libres;
un 13.7 % de mulatos esclavos; y un 26.4 % de negros

194
esclavos.

SEXTA GENERACION DE MESTIZAJE EN 1736-


1739

MULATOS LIBRES

Típicamente en los mulatos, zambos y negros


libres se mostraron dos tendencias principales muy
peculiares: la unión concubinaria (21 %) y el matrimonio
entre personas libres y de color (54 %), para representar el
75 % del total de los enlaces. Un 19 % de las uniones fue
con mujeres de color y libres casadas con negros y mulatos
esclavos, a predomio de estos últimos (14 %). Apenas un 4
% de los enlaces correspondieron a uniones con indios o
mestizos libres o tributarios. De las uniones concubinarias
se vio más frecuente la unión ilegítima con los hombres
blancos, mestizos y mulatos libres o esclavos. Apenas un 1
% correspondió a enlaces entre hombres libres y mujeres
esclavas.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales,


predominantemente casaron o unieron los mulatos a mujeres
libres, a saber: mulatas libres y negras libres en un 42 %; y
un 14 % con indias y mestizas libres o tributarias; hubo un 8
% de uniones con mulatas esclavas; y un 6 % de ellas se
enlazó con negras esclavas. De las mulatas esclavas el 31
% de las uniones fueron concubinarias.

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana

195
mostraba una tendencia a uniones con mujeres libres o
mezcladas etnicamente mayor que con las esclavas. Dentro
de este primer grupo de uniones con mujeres libres la
tendencia principal fue la unión con zambas libres (19 %);
con indias y mestizas (9 %); y con mulatas y negras libres
(11 %), los cuales representan un 39 % del total. Dentro del
grupo de unión con esclavas, un 15 % se enlazó con bosales
y negras criollas, que en total representan el 15 % de las
uniones.

La población femenina esclava africana mostraba


como tendencia principal la unión concubinaria que
procreaba hijos naturales (44 %), de la cual destacan las
uniones con hombres blancos y mestizos; en segundo
término destacan los enlaces con mulatos, zambos o negros
--ya fueren libres y en menor grado con esclavos-- y en aún
en menor grado los enlaces con indios. Este porcentaje era
sensiblemente mayor si se compara con el reducido número
de uniones sacramentales, de las cuales las relizadas con
esclavos africanos fueron las más frecuentes, incluyendo
apenas un 3 % de uniones con los mulatos esclavos.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE ORIGEN


AFRICANO 1736-1739

Al considerar las cifras promedio de 1736-39


obtenemos un 61.7 % de mulatos libres; un 16.3 % de
mulatos esclavos; y un 22 % de negros esclavos.

Como factor de corrección, los negros bosales


entre 1736-1739 representaron el 18 % de los hijos de negros
esclavos bautizados en El Tocuyo y, por tanto, un 5.4 % de
toda la población de color de la ciudad.

196
SEPTIMA GENERACION DE MESTIZAJE EN
1749-1750

MULATOS LIBRES

Entre los mulatos, zambos y negros libres se


mostraron dos formas de compotamientos muy peculiares:
la unión concubinaria (12 %); y el matrimonio entre personas
libres y de color (71 %), para representar el 83 % del total de
los enlaces. Un 15 % de las uniones fueron mujeres de color
y libres casadas con negros y mulatos esclavos, a predomio
de estos últimos (11 %). Apenas un 1 % de los enlaces
correspondieron a uniones con indios y mestizos libres o
tributarios. De las uniones concubinarias se vio más frecuente
la unión ilegítima a los hombres blancos, mestizos en mayor
porcentaje; y mulatos libres o esclavos en menor grado.
Apenas un 1 % correspondió a enlaces entre hombres libres
y mujeres esclavas.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En cuanto a las uniones sacramentales, de


manera predominante casaron o unieron los mulatos con
mujeres libres, a saber: mulatas libres y negras libres 44 %;
un 9 % se enlazó con indias y mestizas libres o tributarias;
hubo un 3 % de uniones con mulatas esclavas; y un 3 % de
éstos enlaces se realizó con negras esclavas. De las mulatas
esclavas el 44 % de las uniones fueron concubinarias.

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana


mostraba una tendencia a uniones con mujeres libres o
mezcladas etnicamente mayor que con las esclavas. Dentro
de este primer grupo de uniones con mujeres libres la

197
tendencia principal fue la unión con zambas libres (10 %); los
enlaces con indias y mestizas (21 %); los enlaces con mulatas
y negras libres (5 %), los cuales representan un 36 % del total.
Dentro del grupo de unión con esclavas, un 28 % se unió con
bozales o negras criollas, que en total representan el 28 % de
las uniones.

La población femenina esclava africana mostraba


como tendencia principal la unión concubinaria que
procreaba hijos naturales (33 %), de la cual destacan las
uniones con hombres blancos y mestizos; en menor
porcentaje con mulatos, zambos y negros --ya fueren libres
y en menor número con esclavos-- y aún en menor grado los
enlaces con indios. Este porcentaje era sensiblemente
mayor si se compara con el reducido número de uniones
sacramentales, de las cuales aquellas con esclavos africanos
fueron las más frecuentes, incluyendo un alto porcentaje de
uniones con los mulatos esclavos.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE COLOR ENTRE


1749-1759

Al considerar los valores promediados de


progenitores de niños bautizados en El Tocuyo, el promedio
de 1749-59 se relaciona con un 67.7 % de mulatos libres;
un 13.2 % de mulatos esclavos;y un 19.1 % de negros
esclavos

OCTAVA GENERACION DE MESTIZAJE EN 1759-


1769

MULATOS LIBRES

En los mulatos, zambos y negros libres se


mostraron dos comportamientos principales: la unión

198
concubinaria (19 %) y el matrimonio entre personas libres de
color (68 %), para representar el 87 % del total de los enlaces.
Un 10 % de las uniones fueron mujeres de color y libres
casadas con negros o mulatos esclavos, a predomio de estos
ultimos (7 %). Apenas un 2 % de los enlaces correspondieron
a uniones con indios o mestizos libres o tributarios. De las
uniones concubinarias se vieron más frecuente la a la unión
ilegítima a los hombres blancos, mestizos o mulatos libres o
esclavos. Apenas un 1 % correspondio a enlaces de hombres
libres con mujeres esclavas.

LOS MULATOS ESCLAVOS

En forma más frecuente desde el punto de vista


estadístico casaron o unieron los mulatos a mujeres libres, a
saber: mulatas libres y negras libres 29 %- y un 15 % con
indias y mestizas libres o tributarias, y hubo un 2 % de
uniones con mulatas esclavas, y un 8 % de ellas con negras
esclavas. De las mulatas esclavas el 47 % de las uniones
fueron concubinarias.

LOS NEGROS ESCLAVOS

La población masculina esclava africana mostraba


la tendencia mayor a uniones con mujeres libres o mezcladas
etnicamente que con las esclavas Dentro de este primer
grupo de uniones con mujeres libres la tendencia principal
fue la unión con zambas libres (23 %) e indias o mestizas
(12 %) y con mulatas o negras libres (3 %), los cuales
representan un 38 % del total Dentro del grupo de unión
con esclavas, un 19 % lo hizo a bosales o negras criollas, que

199
en total representan el 19 % de las uniones.

La población femenina esclava africana mostraba


como tendencia principal la unión concubinaria que
procreaba hijos naturales (48 %), de la cual destacan las
uniones con hombres blancos y mestizos; en segundo
términolos enlaces con mulatos, zambos o negros --ya
fueren libres y en menor porcentaje unidos a esclavos-- y
en aún en grado menor los enlaces con indios. Este
porcentaje era sensiblemente mayor si se compara con el
reducido número de uniones sacramentales, de las cuales
las realizadas con esclavos africanos fueron las más
frecuentes, incluyendo apenas un bajo porcentaje de uniones
con los mulatos esclavos.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE COLOR ENTRE


1757-1759

La relación porcentual de los grupos etnicos


obtenida de los progenitores de los bautizados entre 1757-
1759 fue de 69,5 % de mulatos libres; de 13,5 % de mulatos
esclavos; y de 17 % de negros esclavos.

ESTADISTICAS DE LA POBLACIÓN DE COLOR ENTRE


1768 y 1788

Los negros bosales entre 1768 y 1769


apenas representaron el 6.6 % de los hijos de negros
esclavos bautizados en El Tocuyo, y, por tanto, un 1.17 % de
toda la población de color de la ciudad.

Al considerar los promedios de 1768-69,

200
obtenemos un 70 % de mulatos libres; un 12 % de mulatos
esclavos; y un 17.8 % de negros esclavos.

Al analizar los promedios de 1778, se obtiene un


76.3 % de pardos libres; un 14.7 % de negros esclavos; y un
9 % de mulatos esclavos.

Al analizar los promedios de 1788, obtenemos


un 77 % de pardos libres; un 10 % de mulatos esclavos; y
un 13 % de negros esclavos.

Debido al volumen exhorbitante de nacimientos


de este origen africano, para 1780 - 1821, y a la complejidad
de describir sus proporciones exactas con la aparicion
definitiva del termino “pardo libre”, que prácticamente no
señala ninguna posibilidad particular de mestizaje
pesquisable, no hemos analizado estadísticamente la
subestratificacion y comportamiento de cada subgrupo
durante el período.

Resulta muy peculiar, sin embargo, la


modificación en el número de pobladores de origen africano
libres y esclavos entre 1748 y 1788. Como puede verse
claramente, en la relación que sigue a continuación, la
población parda libre se duplicó entre 1748 y 1788, lo mismo
que entre 1758 y 1798. Es evidente la magnitud cuantitativa
y la celeridad del incremento poblaciónal.

La población de pardos libres no se había


modificado de manera significativa desde 1660 hasta 1748,
en que apenas se duplicó el número de habitantes de este
grupo. En contraste, la población de “pardos libres” en 1748
pasó de 1500 habitantes hasta 1620 en 1758; luego de 2100
en 1768 a 2680 en 1778; y finalmente a 3080 en 1788 a 3260

201
en 1798. Estos cambios representaron un tasa de crecimiento
vegetativo de 34 habitantes anuales.

En cuanto a la población esclava, tanto mulata


como negra, su crecimiento fue evidentemente diferente.
Como puede verse, la cifra de esclavos casi se duplicó entre
1748 y 1788 al igual que entre 1758 y 1800. La población
esclava pasó de 800 habitantes en 1748 a 1160 en 1758,
luego de 1100 habitantes en 1768 a 1200 en 1778; y
finalmente de 1440 en 1788 a 1380 en 1800. La tasa de
crecimiento vegetativo fue de 11 habitantes anual.

En síntesis, la tasa de crecimiento vegetativo de


la población de color y libre fue superior --tres veces-- a la
de la población de color esclava. En contraste, la población
de color y libre se mantuvo de manera casi constante como
el doble de la esclava, entre 1748 y 1800. En efecto, pasaron
a duplicar las cifras de habitantes pardos libres, de 2.1 veces
más en 1748 a 2.3 veces mayor en 1800 a la cifra de
esclavos.

202
CONCLUSIONES GENERALES SOBRE EL
ANÁLISIS DEMOGRAFICO EN EL TOCUYO
DURANTE EL PERIODO HISPÁNICO
POBLACIÓN DE ORIGEN EUROPEO

En total, durante el primer siglo desde 1545 hasta


1660 la población colonial de El Tocuyo no fue mayor de
160 españoles europeos y americanos, que añadidos a los
210 preexistentes generaron cifras cercanas a los estimados
de 380 que la documentación revisada en los archivos
permite aproximar hacia 360-380 blancos. Por supuesto,
dentro de estos blancos se incluyen todos los subgrupos
sociales ya mencionados.

En un más de un siglo 1545-1660, la población


blanca apenas aumentó un 68 % por ciento, la mayoría
criollos, y sólo se duplicará hacia 1739 cuando
aproximadamente ya existían 450 blancos. Estos datos son
aproximaciones de las inferencias de los libros bautizos,
matrimonios y entierros de esa fecha y anteriores a ella y
otras del interesante libro de confirmaciones del Obispo José
Felix Valverde. Esto indica un crecimiento vegetativo neto
anual de sólo 1.3 a 1.5 nuevos blancos, en su gran mayoría
criollos, representando una variación promedio anual de 0.6
%. Estas cifras son elocuentes sobre la insalubridad del
establecimiento y las condiciones médico-asistenciales
durante el siglo XVI, y principalmente la “pesthilencia” que
representaron la viruela y otras plagas epidémico-endémicas
en brotes fatídicos --como el de 1595-- que virtualmente
“despoblaron” la ciudad y la Provincia de Venezuela. Para
1747 atacó nuevamente otra epidemia de viruelas, que
azotará de nuevo en 1766 al 1768 con numerosas víctimas
blancas. Es por ello que, según la matrícula de 1768,

203
elaborada con gran precisión por los curas tocuyanos,
aparecen sólo 545 personas blancas, lo cual representa un
crecimiento respecto a 1660 de un 47.29 %, y una variación
promedio anual de 0.47 %. Sin embargo, hay que considerar
también que la población blanca tocuyana, residente en las
doctrinas y misiones, representaba por lo menos el 40 % del
total, lo mismo que la población en los campos de El Tocuyo
representaba un 60 %, de manera que la cifra puede
duplicarse a 1 % anual. Estas cifras muestran diferencias
significativas --40 % mayores-- con las del período
precedente. Si las comparamos luego con las cifras de
blancos desde 1788 hasta 1800, en que se contaron 850
personas blancas en El Tocuyo y sus campos, se muestra
un crecimiento de un 56 % en apenas 30 años, lo que
representa una variación promedio anual de 1.75 %, la cual
triplica las cifras preexistentes, o las sextuplica, si
consideramos que la población blanca en las doctrinas al
menos representaba cifras iguales a las de la ciudad. Como
se ha venido exponiendo, fue debido al mejoramiento de las
condiciones sanitarias precarias y socioeconómicas
deplorables, preexistentes para los siglos XVII y XVIII, y al
desarrollo de la economía agrícola y ganadera en El Tocuyo,
que la población blanca aumentó en mayor cantidad.

Entre otros fenómenos involucrados en este lento


crecimiento de la población blanca entre 1545 y 1748, que
luego aumentará, triplicándose la variación promedio anual
entre 1748 y 1800, tenemos los proceso étnicoes de
blanqueamiento que elevaron la población blanca
proveniente de blancos de la “pleve” e hijos naturales de
mestizas, a expensas del estrato aborigen , y especialmente
durante fines del siglo XVIII

Si sabemos que la natalidad tendió a disminuir


en el siglo XVIII por las razones expuestas en el grupo de los

204
blancos, el argumento más lógico fue una tendencia a la
reorganización de los componentes de cada subgrupo, que
generara cambios tan drásticos para los 40 años
comprendidos entre 1660 y 1700 y luego acentuados para
1740-1800.

Resulta especialmente interesante analizar la


evolución de la natalidad entre 1715 y 1760, cuando los
bautizos anuales variaron de 25 a 17 en la población blanca
total, con un concomitante descenso de la mortalidad total
de 16 a 14 defunciones anuales, con un predominio de 26
% de menores de 1 año y una mortalidad infantil de 18 a 21
%. La deducción lógica de este conjunto de hallazgos
estadísticos nos permite hacer la afirmación significativa de
que el descenso de la natalidad aunado a una alta mortalidad
total e infantil generaron un crecimiento exageradamente
lento en la población blanca de El Tocuyo entre 1700-1760.

Entre los factores determinantes en el ascenso


de la natalidad a mediados del siglo XVII, estuvieron el
mejoramiento de las condiciones socioe-conómicas
generales y el desarrollo del régimen de las “haciendas”, que
fortaleció a la población blanca, además de otros hechos
como la residencia de la población en los suburbios y en la
propia ciudad. Cuando el desarrollo de la encomienda de
tributo y el “abotagamiento” de blancos en la ciudad originaron
el éxodo de los blancos y mestizos de la ciudad a las tierras
baldías abandonadas, por el ya descrito éxodo aborigen a
las haciendas, que “despoblaría” la ciudad de gran parte de
los blancos, lo cual habría de generar un descenso de la
población blanca y de la natalidad de este grupo,
manteniéndose constante la tasa de mortalidad, que, como
veremos fue el fenómeno observado en la práctica desde
1758 a 1800.

205
Veamos ahora cuál era la relación porcentual de
la residencia real de los blancos en El Tocuyo, durante el
período colonial, tanto en la ciudad y sus suburbios como en
las doctrinas y sus suburbios.

Según las estadísticas que posee el autor, la


población blanca en la ciudad de El Tocuyo para el siglo XVII
representaba el 50 %, siendo el 45 % vecina de los lugares
aledaños a la misma en el campo y sólo un 5 % era vecino
de las doctrinas. Esta relación se va a invertir para las
primeras décadas del siglo XVIII, cuando se intensificó el
éxodo de blancos y mestizos y el de los indios a la ciudad y
a las haciendas, abandonando la ciudad y las doctrinas.
Incluso, para mediados del siglo XVIII, la población blanca
vecina de la ciudad, estaba concentrada en un 60 % en los
suburbios y campo de la ciudad de El Tocuyo mientras que
la población residente en la ciudad propiamente dicha era
de un 40 %, pero estas dos en total sólo representaban un
60 % de toda la población blanca de la jurisdicción, ya que
el 40 % estaba radicada en las inmediaciones de las villas
de doctrinas y en estos poblados.

Para la década previa a la independencia esta


relación se había invertido cuando el 60 % de los blancos
estaban radicados fuera del territorio y suburbios de la ciudad,
para establecerse en las doctrinas y sus campos aledaños.

POBLACIÓN DE ORIGEN ABORIGEN

Sólo se mencionará que al contacto con los


españoles, unos 20.000 indios habitaban en la comarca de
los que luego sería la jurisdicción de El Tocuyo y tiempo
después de la fundación de la ciudad, sabemos por los datos

206
de las relaciones geográficas que existían 38 encomiendas
de indígenas en su jurisdicción. Para 1581 se contaban con
30 a 34 de ellas, de las cuales la mayor tendría unos 200
indios, lo cual da una cifra aproximada de 3000 a 4000
aborígenes.

En una matrícula levantada en 1609, se contaban


entre las 5 doctrinas existentes en El Tocuyo para la fecha
2590 aborígenes encomendados, y se resaltaba que la
mayoría estaban desasistidas de doctrineros y eran:
Humocaro (708 encomendados), Guarico (548), Yacambú
(606) y Sanare y Caura (728). Para la misma fecha en 1607
se contaron en la ciudad 38 vecinos encomenderos y 1300
indios, lo cual nos daría una cifra de unos 3900 aborígenes.

Lamentablemente no se incluyen datos acerca


de las doctrinas en matrículas posteriores. Unicamente se
conserva la matrícula de 1639 de San Miguel de Cubiro,
(parcialmente destruida) en la que se contaron 126 indios
de doctrina en dos de las encomiendas.

Otros datos demográficos posteriores son


realmente escasos, hasta que en 1696 se realizó una
concordia para acordar los estipendios de los clérigos
doctrineros bajo el gobernador don Diego Ximenes Enciso y
el Obispo Dr. don Diego de Báñez y Sotomayor y se levantó
una matrícula de las doctrinas de la jurisdicción de El Tocuyo,
donde se encontró que la de Humocaro Alto contaba con
213 indios del servicio personal, la de Humocaro Bajo 82
aborígenes, la de Quíbor 101 aborígenes, la de Guarico 213
Indígenas, la de Sanare 112 aborígenes y la Cubiro 110
aborígenes tributarios. El total correspondía a 813 individuos.
En realidad, cifras posteriores, así como los registros de los
libros de bautismos y casamientos de las doctrinas Quíbor y
Humocaro Bajo, permiten deducir que estas cifras deben

207
corresponder a sólo los indios residentes en las doctrinas, lo
que se aproxima más a los cálculos que se tienen por los
libros de Humocaro y Quibor; doctrinas bien pobladas de
indígenas y a las cuales apenas se asignan 82 y 101
encomendados respectivamente. En este caso, la cifra podría
ser aproximada a 3000 indios de doctrina.

POBLACIÓN DE ORIGEN AFRICANO

El número de pobladores de origen africano libres


y esclavos entre 1748 y 1788, como puede verse claramente
en la relación que sigue a continuación, se modificó más
sustancialmente en ese período crítico. La población parda
libre se duplicó entre 1748 y 1788, lo mismo que entre 1758
y 1798. Es evidente la magnitud cuantitativa y la celeridad
del incremento poblacional.

La población de pardos libres no se había


modificado cuantitativamente de manera significativa desde
1660 hasta 1748, en que apenas se duplicó el número de
habitantes de este grupo. En contraste, la población de
“pardos libres” en 1748 pasó de 1500 habitantes hasta 1620
en 1758; luego de 2100 en 1768 a 2680 en 1778; y finalmente
a 3080 en 1788 a 3260 en 1798. Estos cambios
representaron un tasa de crecimiento vegetativo de 34
habitantes anuales.

En cuanto a la población esclava, tanto mulata


como negra, su crecimiento cuantitativo fue evidentemente
diferente. Como puede verse, la cifra de esclavos casi se
duplicó entre 1748 y 1788 al igual que entre 1758 y 1800.
La población esclava pasó de 800 habitantes en 1748 a 1160
en 1758, luego de 1100 habitantes en 1768 a 1200 en 1778;
y finalmente de 1440 en 1788 a 1380 en 1800. La tasa de
crecimiento vegetativo fue de 11 habitantes anual.

208
EVOLUCIÓN DE LA FAMILIA EN EL
TOCUYO

De particular interés resulta estudiar la


composición de la familia tocuyana durante el período 1776-
1788, cuando como consecuencia de las brillantes
sugerencias del Obispo Martí, los vicarios asentaron en las
matrículas con especial cuidado los números de familias y
las casas y el número de párvulos y adultos residentes en
ellas.

Al analizarlas, encontramos interesantes detalles.


El número de adultos por familia residentes en la ciudad y el
campo hasta 1776-1778 no fue significativamente diferente,
pues osciló entre 5.47-5.07 y 6.27-6.14 habitantes/familia o
casa. Este número se modifica notoriamente desde 1782
hasta 1787, obteniéndose cifras tan divergentes que en 1784
los adultos por familia en el campo duplican a los de la ciudad.
En cuanto al número de párvulos por familia, residentes en
la ciudad y el campo, se observa una tendencia creciente y
cada vez más marcada donde los vecinos de los campos
aledaños de ser un 2.565 mayores en 1776 pasaron a un
113 % más que los de la ciudad en 1787.

El número de habitantes por familias en la ciudad


y el campo fue menor al de aquellos por casa en las mismas
localizaciones, pues se obtuvo que entre 1776-1787 el
número de personas por familia en el campo era de 8.94 y
en la ciudad de 7.2, en contraste con las cifras obtenidas
por casa con 13.7 habitantes por casa en el campo y de 9.36
por campo.
El número de adultos en la ciudad y el campo por

209
familia entre 1776-1787 no muestra diferencias significativas
(5.353 y 5.233 respectivamente). El número de párvulos en
este mismo aspecto es particularmente diferente, pues las
cifras de la ciudad son duplicadas por las del campo (l.853 y
3.707, respectivamente).

En cuanto al número de adultos por casas y


familias resultan contrastantes. Estas diferencias son más
notorias en el campo (8.19) y (5.233) que en la ciudad (6.31
y 5.353) resultando que en el campo el promedio de adultos
por casa llega a ser 56.6 % mayor a la cifra obtenida por
familia, en contraste con un 17.87 % para la ciudad.

El número de párvulos por familia en el campo


fue exactamente el doble al de la ciudad (3.707 y 1.853),
cifras similares con aquellos de párvulos por casa, donde
los que vivían en el campo fueron un 85.56 % mayores
(5.681) a los que habitaban la ciudad (3.06)

El número de párvulos por casas y familias son


igualmente contrastantes, pero en este caso las cifras más
marcadas de diferencia corresponden a la ciudad. En esta
ciudad el promedio de párvulos por casa (3.06) es un 65.13
% mayor al de aquel obtenido por familia (1.853). En el campo
los valores fueron similares porque las cifras promedio por
casa (5.681) fueron 58.1 % mayores a las obtenidas por
familia (3.707).

El número de habitantes, tanto párvulos como


adultos por casa siempre fue mayor al de aquellos por familia,
pero la variación matrícula por matrícula es tan marcada que
no puede trabajarse con datos particulares sin obtener un
error importante. Si se obtienen promedios totales es más

210
factible obtener conclusiones válidas, llegándose a obtener
que la relación entre número de familias y casas existentes
en El Tocuyo y su zona rural aledaña desde 1776-1787 fue
de 1.194 en la ciudad y de un 1.532 en el campo.

Con estas cifras puede proponerse que el hogar


de tipo nuclear fue más frecuente en la ciudad, y el de tipo
extendido en cualquiera de sus formas lo fue en los campos
aledaños a El Tocuyo.

Es materialmente imposible realizar


aseveraciones sobre el número de componentes de la familia
y su extensión con datos tan escasos y matrículas de tan
pobre calidad como aquellas de El Tocuyo en cuanto a oficio,
edad, estado civil, nexo de parentesco y otras relaciones y
datos de importancia demográfica sobre los residentes en
una misma vivienda. El interesante trabajo de Juan Almécija
sobre la estructura de la familia colonial venezolana entre
1759-1798, basado en matrículas con la ayuda de fuentes
de mejor calidad en este sentido de otras ciudades y pueblos
ofrece interesantes datos al respecto.

211
212
FUENTES
ARCHIVO DE LA ACADEMIA NACIONAL DE LA HISTORIA
Traslados del A. G. I. Hechos por el Hermano Nectario María.
Copias.
Papeles de don Felipe Francia
Archivo de Manuel Landaeta Rosales

ARCHIVO DE PEDRO MANUEL ARCAYA


Obras genealógicas y apuntes inéditos.

ARCHIVO ARQUIDIOCESANO DE BARQUISIMETO.


Libros Parroquiales de Bautizos, Matrimonios y Entierros
de:
El Tocuyo 1660-1821.
Cubiro 1616-1821.
Quíbor 1634-1821.
Humocaro Bajo 1660-1821.
Barbacoas 1648-1821.
Humocaro Alto. 1720-1821.
Guarico. 1740-1821.
Barquisimeto 1689-1821.

ARCHIVO DE LA CATEDRAL DE CARACAS


Bautismos, Matrimonios y Entierros de Blancos 1579-1821.

ARCHIVO HISTÓRICO ARQUIDIOCESANO DE CARACAS.


Secciones:
Capellanías
Testamentos
Ordenes Religiosas: de sacerdotes, Opas de fámulos,
licencias de hábitos y Eclesiásticos.
Matrimoniales
Libros de la Parroquia de San Pablo.

213
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, Sevilla, España.
Audiencia Santo Domingo
Patronato Eclesiástico
Casa de Contratación.

REGISTRO PRINCIPAL DE BARQUISIMETO. Salas 73 y


83.

Escribanías de El Tocuyo.
Escribanías de Barquisimeto.
Judiciales.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACION. Secciones:


Limpiezas de sangre
Encomiendas
Discensos matrimonales

214
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Academia Nacional de la Historia, Italgráfica. 1971.

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FE DE ERRATA DE LAS GRAFICAS

El lector notará en algunas de las gráficas a color que


determinadas palabras se montan sobre otras y que igual sucede
con ciertos números, por lo cual se hacen ilegibles. Tan lamentable
hecho es debido a que las tales gráficas fueron elaboradas
originalmente, por el autor de este libro, en el programa Harvard
Graphics Win 4 e interconvertidas al Editor de Libros PageMaker
6.5. Dicha conversión no permitió eliminar estos errores. Sin
embargo, la esencia de las conclusiones numéricas graficadas en
esos casos no se pierden, toda vez que al mismo tiempo están
sustentadas por las tablas númericas, en las que pueden leerse tales
resultados que resultan en esta sección ilegibles.

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