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Bibliografía utilizada:
Panofsky, E. Estudios sobre iconología . Madrid, Alianza, 1976. Cap 5 El movimiento
neoplatónico en Florencia y el norte de Italia
Panofsky, E. Renacimiento y renacimientos en el arte occidental. Madrid, Alianza,
1975. Cap. 4 “Rinascimento dell’Antichita”: el siglo XV.
“Todas las cosas que se conocen tienen un número: sin el número no sería
posible conocer o pensar nada” (...) “Respecto a la naturaleza y a la armonía, las
cosas son así. La sustancia de las cosas, que es eterna, y la naturaleza misma,
exigen un conocimiento no humano sino divino; de ahí que ninguna de las cosas que
existen y nosotros conocemos habría podido tener existencia si no existiera la
sustancia de las cosas que componen el cosmos, las que limitan y las ilimitadas.
Ahora bien, no siendo los principios ni iguales ni de la misma especie, no se
habrían podido ordenar en un cosmos, si no se hubiera añadido la armonía (...) Si
hubieran sido semejantes y de igual especie, no habría habido necesidad de la
armonía: pero los elementos que son desiguales y de especie distinta y diversamente
ordenados han de poder ser concluidos por la armonía que puede tenerlos unidos en
un cosmos” Fragmentos del presocrático Filolao (siglo V a.C)
“Ciertamente debemos explicar cuáles serían los cuatro cuerpos más perfectos
que, aunque disímiles entre sí, podrían nacer unos de otros cuando se desintegran.
En efecto, si lo logramos, tendremos la verdad acerca del origen de la tierra y el
fuego y de sus medios proporcionales (...) Debemos , entonces, esforzarnos por
componer estos cuatro géneros de cuerpos de extraordinaria belleza y decir que
hemos captado su naturaleza suficientemente, De los dos triángulos, al isósceles le
tocó en suerte una naturaleza única, pero las de aquel cuyo ángulo recto está
contenido en lados desiguales fueron infinitas (...) Sean elegidos, por tanto, dos
triángulos de los cuales están construidos el cuerpo del fuego y el de los otros
elementos: uno de ellos isósceles, el otro con un lado mayor cuyo cuadrado es tres
veces el cuadrado del menor (...) En primer lugar trataré la figura primera y más
pequeña cuyo elemento es el triángulo que tiene una hipotenusa de una extensión del
doble del lado menor. Cuando se unen dos de estos por la hipotenusa (...) de modo
que las hipotenusas y los catetos menores se orienten hacia un mismo punto como
centro, se genera un triángulo equilátero (...)” Timeo. Platón (siglo V-IV a.C)
“Todas las cosas que han sido construidas por la naturaleza primigenia
aparecen formadas según la razón de los números. Este fue en el ánimo del creador
el principal modelo. De aquí se tomaron la multitud de los cuatro elementos, la
sucesión de las estaciones, el movimiento de los astros, la rotación de los cielos”
De arithmetica. Boecio (480-525)
“La belleza del mundo es todo lo que parece en cada uno de sus elementos,
como las estrellas en el cielo, los pájaros en el aire, los peces en el agua, los
hombres sobre la tierra” Glosae super Platonem. Guillermo de Conches (siglo XII)
“Todas las cosas son, por tanto, bellas y en cierto modo agradables; y no
hay belleza ni deleite sin proporción, y la proporción se halla en primer lugar en
los números: es necesario que todas las cosas tengan una proporción numérica y, por
consiguiente “el número es el modelo principal en la mente del Creador” y el rastro
principal que, en las cosas, conduce a la sabiduría. Ese rastro, siendo
evidentísimo a todos y cercanísimo a Dios (...) nos lo da a conocer en todas las
cosas corpóreas y sensibles, mientras que aprendemos que las cosas tienen una
proporción numérica, experimentamos deleite en esa proporción numérica y juzgamos
de manera irrefutable en virtud de las leyes que la regulan (...)” “Puesto que
Dios sólo puede hacer cosas ordenadas a sí; puesto que el orden presupone el
número, el número presupone la medida; puesto que sólo están ordenadas a otro las
cosas numeradas y sólo están numeradas las cosas limitadas, es necesario que Dios
haya hecho las cosas en número, peso y medida” Itinerarium mentis in Deum.
Buenaventura de Bagnorea (siglo XIII)
“Tres son las leyes fundamentales sobre las que se funda por completo el
método que estamos indagando: el número, aquello que llamaremos finitio
(delimitación) y la collocatio (colocación). Pero ahí está además una cualidad
resultante de la conexión y de la unión de todos estos elementos: en ella
resplandece admirablemente toda la forma de la belleza; y la llamaremos concinnitas
(armonía) y diremos que está verdaderamente nutrida de toda gracia y esplendor. Es
cometido de la concinnitas ordenar según leyes precisas las partes que de otro modo
por propia naturaleza serían bien distintas entre sí, de manera que su aspecto
presente una recíproca concordancia”(...) “Cualquier cosa que percibamos por vía
visiva o auditiva (...) enseguida advertimos lo que corresponde a la concinnitas.
Por instinto natural (...) aspiramos a lo mejor y a lo mejor nos acercamos con
placer; ni la concinnitas se manifiesta en el organismo completo o en sus partes
más de lo que no se manifieste por sí misma en la naturaleza- de suerte que yo la
llamo compañía del espíritu y la razón-; y tiene espacios vastísimos en los que
aplicarse y afirmarse. Abraza la vida entera del hombre y sus leyes; preside a la
naturaleza toda” (...)
“El arte de la construcción en su totalidad se compone de trazado y su
materialización. Toda acción y lógica del trazado tiene como objetivo el lograr el
medio correcto y solvente de ajustar y unir líneas y ángulos (...) Por tanto, es
labor y función del trazado fijar a los edificios y a sus partes un lugar adecuado,
por un lado, una determinada proporción y una disposición decorosa; por otro, una
distribución agradable, de modo que la conformación entera del edificio y su
configuración descanse ya en el trazado mismo (...) Y será posible proyectar en
mente y espíritu las formas en su totalidad, dejando a un lado todo el material;
tal objetivo lo conseguimos mediante el trazado y previa delimitación de ángulos y
líneas en una dirección y con una interrelación determinadas (...)” De re
aedificatoria. Leon Battista Alberti (1404-1472)
“El título que conviene a nuestro tratado debe ser La divina proporción. Y
esto por muchas correspondencias que encuentro en nuestra proporción (...) que
corresponden, por semejanza, a Dios mismo. La primera es que ella es una y nada más
que una; y no es posible asignarle otras especies ni diferencias. Y esta unidad es
el supremo epíteto de Dios mismo, según toda la escuela teológica y también
filosófica. La segunda correspondencia es la de la Santa Trinidad. Es decir, así
como in divinis hay una misma sustancia entre tres personas, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, de la misma manera una misma proporción de esta suerte siempre se encontrará
entre tres términos (...) La tercera correspondencia es que así como Dios,
propiamente, no se puede definir, ni puede ser entendido por nosotros con
palabras, de igual manera nuestra proporción no puede jamás determinarse con un
número inteligible ni expresarse con cantidad racional alguna sino que siempre es
oculta y secreta, y los matemáticos la llaman irracional. La cuarta correspondencia
es que, así como Dios jamás puede cambiar, y es todo en todo y está todo en todas
partes, de la misma manera nuestra proporción siempre, en toda cantidad continua y
discreta, sea grande o pequeña, es la misma y siempre invariable (...) La quinta
correspondencia: (...) así como Dios confiere el ser a la virtud celeste (...) y
mediante ella a los cuatro cuerpos simples, es decir a los cuatro elementos,
tierra, agua, aire y fuego, y por medio de estos confiere el ser a cada una de las
otras cosas en la naturaleza (...) la divina proporción da el ser formal-según el
antiguo Platón en su Timeo- al cielo mismo (...)” Cap. V. “Cuando una línea recta
se divide según la proporción que tiene el medio y dos extremos –que así, con otro
nombre, llaman los sabios a nuestra exquisita proporción-, si a su parte mayor se
agrega la mitad de toda la línea así proporcionalmente dividida, se seguirá
necesariamente que el cuadrado de su conjunto siempre es quíntuplo-es decir, cinco
veces mayor-del cuadrado de dicha mitad del total (...) Nuestra divina proporción
observa las mismas condiciones, es decir, que siempre entre sus tres términos, el
medio y los dos extremos, invariablemente contiene dos proporciones siempre de una
misma denominación (....) Por esto hay que saber, para poder reconocerla entre las
cantidades que se presenten, que siempre entre sus tres términos se la encuentra
dispuesta en proporcionalidad continua, de este modo: que el producto del menor
extremo por la suma del menor y el medio es igual al cuadrado del medio(...) Y
esto, de la tercera manera, concuerda con Dios” Cap. VII De divina proportione.
Luca Pacioli di Borgo (1445-c.1510)
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