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Proyecto Ensayar la teatralidad de la tragedia griega: un convivio para la

UNAM, nuestra polis

Grupo: Vacantes Teatro

Buscamos, a través de nuestra adaptación de la Electra de Eurípides, investigar la


teatralidad de la tragedia clásica; particularmente, su carácter de convivio para la
polis, con sus elementos rituales y políticos. Creemos que el proyecto del Museo-
Teatro Autónomo es una gran oportunidad para explorar estos aspectos: la polis se
convertirá en la propia UNAM, y la obra, en forma de ensayo abierto e inestable, se
presentará así en el marco de un convivio más amplio; en este caso la instalación,
que celebra la autonomía universitaria, como las Grandes Dionisiacas el esplendor
de la democracia ateniense.
Nuestra propuesta reduce el número de personajes a los dos protagonistas:
Electra y Orestes. Los elementos escénicos son reducidos: una silla vacía con las
cenizas de Agamenón y una sábana en el lugar de la cama para representar la casa
de Electra, así como un bote de basura que simboliza el exterior y sirve como
espacio a los monólogos de Orestes. De esta manera, la obra puede presentarse

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en cualquier espacio, pues lo más importante son los cuerpos de los actores, que
podamos instalar nuestro pequeño universo escénico donde sea.
Hemos apostado a la unidad fundamental del teatro: los que actúan y los
que miran. Nuestro proceso, horizontal, se basa en las propuestas actorales frente
a la mirada de la dramaturgista, quien corrige, orienta y cuestiona guiada por un
concepto de dirección acordado previamente. Este proceso es el que expondremos,
por lo que los visitantes del Museo podrán observar a la dramaturgista viendo la
obra, dejando correr varias escenas, deteniendo otras, cuestionando a los actores;
un proceso normal de ensayos, ofrecido a la convivencia del público, con quien
interactuaremos, como el actor trágico interactuaba con el coro, imagen encarnada
de la polis.
Presentaremos pues, lo que realizamos en los ensayos, el espacio de
creación por excelencia del teatro, con todas sus posibilidades: de pronto, el público
podrá ver escenas ininterrumpidas, seguidas por los comentarios de los actores
(compartidos con quienes en ese momento se asomen, quienes también podrán
participar); luego, una escena trabajada mediante algún ejercicio (por ejemplo,
ejecutar cada verbo intrínseco en el texto de manera no realista, o con los ojos
cerrados, sin movimiento, únicamente con la voz, o privilegiando un tema específico
de la obra, o buscando una forma específica de relación con los espectadores, o
cambiando el género de la obra); después, el calentamiento de los actores.
En la Antigüedad la tragedia se representaba frente a la montaña, ante el
cielo abierto, frente al rugido del mar. En la Antigua Grecia1, esto resaltaba la
insignificancia de la figura humana frente al Universo; el personaje que elevaba sus
lamentos frente a la indiferencia de los dioses. Vemos una rica posibilidad de
recuperar este sentido al tener nuestro ensayo abierto frente al resto de los
acontecimientos de la instalación, que siguen su curso a pesar de la tragedia que
Electra y Orestes repetirán invariablemente mientras viva el Museo... alrededor, la
vida sigue. Los visitantes pueden salir cuando quieran, cual dioses que se asoman
para ver la guerra de Troya sólo para después retirarse y beber ambrosía. En medio
de este aislamiento, habrá momentos de verdadera comunión, momentos que no

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Hans-Thies Lehmann en Tragedia y teatro dramático, p. 243.

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podemos prever; sólo buscar las condiciones para que sucedan. Aquí aparece el
núcleo ritual de la tragedia: aspiramos a que el momento en que, en medio de su
dolor, Electra y Orestes rezan a los muertos, se convierta en un auténtico ritual,
donde los visitantes puedan unirse a nuestra oración.

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